2. LA ESCUELA ANTIGUA
Se relacionan tan amargos recuerdos; tan dolorosas
emociones tan tristes consecuencias a la memoria de la
escuela antigua.
3. Eran las siete de la mañana: el niño prolongaba cuanto podía su desayuno, con
mil medios que le sugería su agudeza infantil, y no por saborear el pedacito de
pan y la jícara de chocolate o el humilde atole, sino por diferir tomar lo que fuese
posible a la hora de su sacrificio. Así es que permanecía silencioso, arrinconado,
poniendo una carita doliente y mustia para inspirar compasión.
Pero la voz ronca del padre recordaba que fuera ala escuela y el niño
palidecía y temblaba y se llevaba la mano a los ojos para ocultar o enjuagar
sus lágrimas,
4. Tenía la escuela un aspecto lúgubre y aterrador.
Nuestro pequeño alumno atravesaba lo largo de la sala, iba a
arrodillarse. Frente, ala gran cruz o la estampa, rezaba el Bendito
en alta voz, y luego se dirigía al lugar del maestro y le pedía la
mano.
I La mano, señor maestro! –decía tartamudeando.
5. ¿tenían razón los niños para resistirse a concurrir a ella, y para regar con
sus lágrimas el camino que conducía de su hogar a semejante infierno?