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EL AMOR, LA VIDA Y LA MUERTE EN LA POESÍA DE MIGUEL                                                    15

HERNÁNDEZ
        La obra de Miguel Hernández es como una vida: sus balbuceos juveniles, sus momentos de
empuje, su autoafirmación personal (él mismo firmaba sus cartas como el “poeta-pastor”), sus
creencias y convicciones, su lucha personal contra la muerte, su lucha en la guerra, su lucha por
vivir libre hasta el final… cuando estaba preso en la cárcel. La vida y la obra de Miguel Hernández
son, pues, inseparables, porque el hombre vive para la poesía y sus grandes temas, enunciados
por él en su poema “Llegó con tres heridas” (incluido en su último poemario Cancionero y
Romancero de ausencias), son también los grandes motivos de su existencia: las tres heridas, la
de la vida, la del amor, la de la muerte.

        La mayor parte de sus primeros poemas (fundamentalmente hasta los que integran El rayo
que no cesa) contienen cierto vitalismo y optimismo; en este primer momento, su vida va por un
camino (sueña con ser poeta) y su obra por otro (contempla el mundo desde la perspectiva de sus
poetas leídos): En estos primeros versos, rinde homenaje a la naturaleza y tolo lo vivo es bello
(las flores, los árboles, el agua de la fuente…) Lo natural es fuente de experiencia, en la que se
presenta un amplio caudal de imágenes y una especie de fundamento de vida dedicada a vivir, a
leer y a escribir. Aquí no hay muerte, tan solo una metafórica que se refiere al morir de los
atardeceres.

        El amor llega con El rayo que no cesa donde el rayo es la herida interior del poeta. En este
poemario, el poeta consigue una maduración íntima del concepto de amor como destino trágico del
hombre. El amor es pasión atormentada ahora por anhelo insatisfecho y por las ansias de posesión
frustradas. La herida del amor se encarna en la figura del “toro” que representa, por un lado, la
virilidad del amante y por otro, el doloroso destino que lo llevará hasta la muerte.

       El canto más bello e impresionante que hace el poeta a la vida es el poema que se centra en
el vientre de la mujer amada: “menos tu vientre/ todo es confuso”. Pero la vida siempre se
presenta amenazada por fuerzas incontrolables y se convierte en un sino sangriento. Así lo vemos
en el toro y en su siguiente poemario que acompañó el estallido de la Guerra Civil: Viento del
pueblo. Llega con él a su madurez expresiva y vemos una poesía cargada de ideología que va
desde la exaltación heroica, pasando por lo sarcástico, lo beligerante, lo amoroso y sobre todo, lo
social. La vida se presenta como un camino hacia la muerte y esto lo veremos más de cerca en su
segundo libro “de muerte”: El hombre acecha. Vida y muerte configuran la imagen que Miguel
posee del mundo.

       Cuando pasa la guerra y llega la cárcel, llega también la desolación más cruel, los poemas
de Miguel Hernández se oscurecen con el desengaño, la ausencia y la tristeza; “la ausencia de
todo” le lleva a escribir Cancionero y Romancero de ausencias; con él se cierra el ciclo de la vida
y la muerte volviendo al amor, porque no hay salvación posible si no se ama. La palabra libertad
está aquí unida al amor porque al menos su sentimiento no podrá ser encarcelado: “Libre soy.
Siénteme libre./ Sólo por amor.” En la cárcel de Alicante, en marzo de 1942, Miguel Hernández
encontró la muerte de la que tanto había hablado y aludido en sus versos.




EL COMPROMISO SOCIAL Y POLÍTICO DE MIGUEL HERNÁNDEZ
El compromiso social de Miguel Hernández comenzó en 1935, cuando se incorpora a las               15
Misiones Pedagógicas”, un proyecto educativo cuyo fin era difundir la cultura general a las zonas
con altos índices de analfabetismo. En 1936, el estallido de la Guerra Civil le obliga a dar un paso
hacia el compromiso político y de aquí nacerán sus dos poemarios más comprometidos: Viento del
pueblo y El hombre acecha. Ambos libros, especialmente el primero, contienen los poemas-
emblema de la guerra que alentaron a los luchadores en el bando republicano; estos libros forman
un corpus poético y son la columna vertebral de su poesía épico-bélica, así como el reflejo de una
época y el resultado de su compromiso social y político.

      Su cometido fue utilizar la poesía como arma de combate y defender la República. Miguel
Hernández ocupó varios cargos importantes y publicó en el seminario “Al ataque” diversos
poemas; dirigió el periódico “Frente Sur”. Él que comprende el poder transformador de la palabra
y su posible función social y política, aprovechó su profesión como poeta para: exaltar a los
hombres que luchaban por la justicia; imprecar a los enemigos, a los opresores y explotadores y
lamentarse por las víctimas caídas.

      La solidaridad se convierte en su lema poético y el poeta asume una función profética. El
tono de exaltación es dominante en Viento del pueblo; en él se refleja el entusiasmo combativo del
poeta que llega a mitificar a los protagonistas poemáticos (los jornaleros, los campesinos, los
combatientes…) Miguel Hernández se convierte en el “intérprete” de las desdichas del pueblo y
comprometido; así lo expresa en “Sentado sobre los muertos”. El tono de exaltación también
puede hallarse en la fusión entre el amor y el heroísmo. El amor y “el vientre poblado de amor y
sementera” de la esposa, son el sustento del poeta-esposo-soldado.

       En mitad de la Guerra, perdiendo el bando republicano, Miguel Hernández escribe El
hombre acecha, su segundo poemario de guerra; escrito entre 1937 y 1938. En este momento,
viaja a la URSS y sufre un fuerte desengaño al darse cuenta de que Europa vive ajena e insensible
al drama que acontece en España. Los acontecimientos de guerra son vistos ahora desde un
intimismo marcado por el desaliento; se va apagando la exaltación de los héroes y se va
encendiendo el lamento por las víctimas. Junto a la evidencia trágica, el dolor y la muerte, la tierra
se convierte en símbolo de España: “tierra: tierra en la boca, y en el alma, y en todo./ Tierra que
voy comiendo, que al fin ha de tragarme”. La tierra es la madre, “Madre España”.

       Estos dos poemarios nos dan la clave: “el viento” es la voz del poeta, es también la
libertad; él se convierte en voz del pueblo que pasa, en su segundo poemario, “al hombre” como
referencia genérica a la condición humana, que rige una fuerza amenazante, “el acecho”.

       En su última etapa vivida en la cárcel, la palabra “libertad” está unida al amor; ya no hay
canto combativo, ni exaltación de héroes. Solo hay lamento.

       Miguel Hernández nos quiso dejar en sus últimos versos un sabor a pueblo en unos versos
de pacifismo en “Tristes guerras”. Son los versos de un hombre comprometido no sólo con lo
social y lo político, sino también, y muy especialmente, comprometido con la vida y con sus
palabras que fueron espejo su recorrido vital y de sus batallas.




IMÁGENES Y SÍMBOLOS EN LA POESÍA DE MIGUEL HERNÁNDEZ
La poesía de Miguel Hernández está llena de símbolos que rondan en torno a los grandes              15
motivos de su obra: la vida, el amor y la muerte. Su mundo poético se concentra en la unión
armónica de estos tres elementos.

   En su primer poemario Perito en lunas (1933, editado en Murcia) encontramos varios símbolos,
algunos de los cuales se repetirán a lo largo de su trayectoria e incluso adquiriendo nuevos
matices: el toro, significa sacrificio y muerte, aunque más adelante representará la figura del
amante; la palmera es el elemento paisajístico mediterráneo, que es comparada con un chorro:
‘Anda, columna; ten un desenlace/ de surtidor’. Por otra parte, encontramos unas imágenes y
símbolos muy actuales, como cuando califica a las veletas de ‘danzarinas en vértices cristianos...’,
imagen muy vanguardista.

    El rayo que no cesa (1936) tiene como tema fundamental el amor insatisfecho y trágico y en
torno a él giran todos los símbolos. Así, el rayo que es fuego y quemazón, representa el deseo
amoroso, enlazando con nuestra tradición literaria (“Llama de amor viva” de San Juan de la
Cruz tenía el mismo motivo) y añadiendo, a su vez, el concepto de ‘herida’: el rayo es la
representación hiriente del deseo, como lo es ‘el cuchillo’ o ‘la espada’. A su vez, la sangre es el
deseo sexual; la camisa, el sexo masculino y el limón, el pecho femenino, según han interpretado
algunos críticos. La frustración que produce en el poeta la esquivez de la amada se simboliza en la
pena. Todos estos temas quedan resumidos en “Como el toro he nacido para el luto” (p. 169), que
es una especie de epifonema. Encontramos en su poemario como un paralelismo simbólico entre el
poeta y el toro de lidia, destacando en ambos su destino trágico de dolor y de muerte. Este libro
contiene toda una constelación de símbolos cortantes e hirientes; se trata de símbolos de las
heridas de amor y muerte, como ‘la espada’, ‘la cornada’, ‘los cuernos’, ‘los puñales’, ‘el turbio
acero’, ‘este rayo que no cesa ’ del que proviene el título y ‘el carnívoro cuchillo de ala
dulce y homicida’ que da comienzo al libro. Pero no sólo amor y muerte, también amistad y
muerte. Estos instrumentos del dolor adquieren una expresividad dramática y desesperanzada en
la “Elegía a Ramón Sijé”; en ella aparecen unos términos que configuran un mosaico de rabia y de
dolor inconsolables: ‘manotazo duro’, ‘golpe helado’, ‘hachazo invisible y homicida’, ‘empujón
brutal’, ‘tormenta de piedras, rayos y hachas estridentes’, etc.También hay poemas en El rayo que
no cesa que se alejan de la bravura del deseo del toro para expresar el más puro vasallaje ante la
amada. Así lo vemos en “Me llamo barro aunque Miguel me llame” (p. 165), poema que expresa
una entrega servil hacia la amada; el buey lo veremos en Vientos del pueblo, es la mansedumbre
en contraposición al ‘toro’. También en el soneto “Por tu pie, tu blancura más bailable” (p. 162)
encontramos, con el símbolo del pie, la misma servidumbre: ‘pisa mi corazón que ya es maduro’.

    Viento del pueblo (1937) ejemplifica lo que es poesía de guerra, poesía como arma de lucha.
En este libro hay un desplazamiento del yo del poeta hacia ‘los otros’. Así, viento es la voz del
pueblo encarnada en el poeta. El pueblo cobarde y resignado que no lucha es identificado con el
buey, símbolo de sumisión; el león, en cambio, es la imagen de la rebeldía y del inconformismo. El
poeta, como combatiente, se identifica con leones, águilas, y toros (encontramos aquí una nueva
lectura del símbolo del ‘toro’), símbolos del orgullo y la lucha. El poeta, como en El rayo que no
cesa, sigue teniendo la lengua ‘bañada en corazón’ pero ahora no para expresar su pena amorosa,
sino las penas de los oprimidos; la pena es, ahora, el fruto de la injusticia.

   En El hombre acecha el símbolo que predomina es la tierra; la tierra es aquí ‘la madre’ y se
unirá al símbolo de España. La contraposición entre ricos y pobres se da en “Las manos” (pp.
226-228), poema en el que están simbolizadas las que para Miguel Hernández eran los dos
Españas. Según el poeta, ‘unas son las manos puras de los trabajadores’, las cuales ‘conducen
herrerías, azadas y telares’. Las otras son ‘unas manos de hueso lívido y avariento,/ paisaje de
asesinos” que “empuñan crucifijos y acaparan tesoros’. Asimismo, ya no se canta tanto a la amada
como deseo, sino que ahora se pone el acento en su maternidad. El símbolo, por tanto, va a ser el
vientre. En este libro encontramos el tema del hombre como fiera, con colmillos y garras. La garra
es símbolo de fiereza, a su vez, fiera es símbolo de la animalización de hombre, a causa de la          15
guerra y del odio. Todo ello lo podemos observar en la “Canción primera” (p. 245). Las
‘exasperadas fieras’ de El rayo que no cesa eran las de su interior atormentado, ahora las fieras
son los hombres que se despedazan en una lucha fratricida llena de odio. (‘Ayudame a ser
hombre: no me dejéis ser fiera...’). Del libro destacan los poemas que tratan de los desastres de la
guerra. Las dos Españas, enfrentadas, aparecen en “El hambre” (p. 255), puesto que el poeta dice
luchar ‘contra tanta barrigas satisfechas’, símbolo de la burguesía y del capitalismo. En “El tren de
los heridos” (p. 262- 264), la muerte viene simbolizada por un tren. Ese ‘tren’ está presidido por
la sangre y el silencio. El amor a la patria queda de manifiesto en “Madre España” (p. 266- 267), a
la que se siente unido el poeta ‘como tronco a su tierra’ y de cuyo vientre, otro símbolo
hernandiano, ha nacido: el símbolo es tópico (tierra-madre-vientre-España) ‘Decir madre es decir
tierra que me ha parido’. Nos encontramos con el símbolo del tronco y de los árboles, hijos de la
tierra, que son los hombres del pueblo y el mismo poeta. Se cierra este poemario con la “Canción
última”, un claro homenaje a Francisco de Quevedo (‘Miré los muero de la patria mía’), porque
tanto aquí como allí casa es símbolo de España.

    Cancionero y Romancero de ausencias, obra póstuma, se abre con elegías a la muerte del
primer hijo; éste es evocado mediante imágenes intangibles: ‘ropas con su olor,/ ‘paños con su
aroma’ ,’lecho sin calor, /sábana de sombra ’. La esperanza renace con la venida de un nuevo hijo
al que van destinadas las tiernas y tristes “Nanas de la cebolla”. (pp. 301, 304). En ese nuevo hijo
queda simbolizada la pervivencia del poeta: ‘Tu risa me hace libre/ me pone alas./ Soledades me
quita, / cárcel me arranca.’ El amor a la esposa y la risa del hijo (sus alas) son la libertad del
poeta. También encontramos aquí rayos y símbolos cortantes que simbolizan el dolor, pero yo no
es un dolor por amor, sino un dolor en lo más hondo por pena y ausencia.




TRADICIÓN Y               VANGUARDIA              EN      LA      POESÍA         DE     MIGUEL
HERNÁNDEZ

    Miguel Hernández absorbió a nuestros clásicos desde sus lecturas adolescentes y, muy pronto,
a los poetas de la ‘Generación del 27’ a los que admiraba. Pero sólo Vicente Aleixandre tuvo con
él una relación más cercana. Lo cierto es que el poeta ‘provinciano’ aprehendió la poética del ’27,
moviéndose en torno a su estela y de ahí la fusión entre tradición y vanguardia que se
aprecia en su poesía como una característica que aúna al poeta con el grupo del 27.
15
              En esa fusión se aprecia:
a.     Una veta de la tradición literaria : que parte de los clásicos de nuestro Siglo de Oro, desde
       San Juan de la Cruz, Fray Luis y Garcilaso, hasta los poetas del Barroco. Leía e imitaba, en sus
       primero poemas, los sonetos de Quevedo y poemas de Lope y, sobre todo, la metáfora culterana
       de la poética de Góngora; pasando por la poesía de Bécquer, (por lo que tiene de desnudez y
       simbolismo) y el Neopopularismo, (versión culta de nuestras formas populares), así lo vemos en
       su Cancionero y Romancero de ausencias.
b.     La veta de la generación inmediatamente anterior : La poesía simbolista-modernista de
       Rubén Darío es fundamental para la modernización de nuestras letras a comienzos del siglo XX.
       Y la poética de Juan Ramón Jiménez, con su ‘poesía desnuda’, siguiendo la estela de la ‘poesía
       pura’ de Paul Valery, orientó la trayectoria poética de los primeros años veinte. A su vez, esta
       desnudez estaba imbricada en el concepto que acuñó por entonces Ortega y Gasset: ‘la
       deshumanización del arte’, piedra angular del Novecentismo.
c.     La estela de las vanguardias literarias: movimientos renovadores que buscaron un
       lenguaje propio que hiciera del poema un ‘artefacto artístico’ basado, sobre todo, en la audacia
       de la metáfora. Tanto Hernández como los poetas del 27 absorbieron estas audacias
       vanguardistas en su primera etapa, en los años veinte, pero sin romper totalmente con la
       tradición y el magisterio de los maestros. Gongorismo y ultraísmo se funden , por ejemplo,
       en las octavas que encadenan metáforas en Perito en lunas. Con los años treinta, irrumpe otro
       movimiento de vanguardia, el Surrealismo, que implica una ‘rehumanización del arte’, un nuevo
       romanticismo e irracionalismo que dará cabida a lo humano, e incluso lo social y político: es la
       etapa que coincide con su poesía comprometida, que abarca los poemarios Viento del pueblo
       y El hombre acecha . No debemos olvidar al pionero de las vanguardias en España, Ramón
       Gómez de la Serna, que ejerció su magisterio entre los jóvenes poetas de los años veinte. De él
       queda el espíritu de la ‘greguería’ (metáfora + humor) que nos viene a la cabeza cuando leemos
       los ‘acertijos poéticos’ encerrados en las octavas de Perito en lunas.
         Una magistral simbiosis entre estas influencias se puede apreciar tanto en los poetas del 27
     como en Miguel Hernández.

         En su primera etapa, el poeta estaba bajo el influjo de Ramón Sijé, quien forjó en él la militancia
     y el amor a los clásicos . A partir de 1927, el poeta oriolano entra en contacto con Góngora
     a través del grupo poético del 27. Desde ese momento, los modelos para Hernández a la hora
     de cincelar sus imágenes poéticas serán Lorca y, sobre todo, la ‘poesía pura’ de Jorge Guillén. En
     ese sentido, Perito en lunas se adscribe a la ‘poesía pura’ y se concreta en tres ejes que fusionan
     tradición y vanguardia:
 -     El gongorismo, que le proporciona el esquema métrico de la octava real, las fórmulas sintáctica, el
       hipérbaton recurrente, el gusto por un léxico cultista y las imágenes metafóricas complejas.
 -     Un vanguardismo tardío, cubista y ultraísta.
 -     El hermetismo intenso y lúdico que convierte al poema en lo que Gerardo Diego llamó ‘acertijo
       poético’, adivinanza lírica que juega ‘con el deleite de la agudeza, de la emoción’ y que se nutre del
       mundo de la huerta oriolana.

         Cuando Hernández concibe El rayo que no cesa, vive una crisis amorosa y personal. El poeta
     sigue ahora la estela de Neruda y de Vicente Aleixandre, la estela de un nuevo romanticismo de la
     mano del Surrealismo que implica la ‘rehumanización del arte’, la ‘poesía impura’ y un estilo
     vanguardista. Es la estela de la segunda etapa. Este poemario también funde ‘poesía impura’ y
     metáfora surrealista con la tradición: trabaja la métrica clásica (domina el soneto
     quevedesco); la estructura y los componentes temáticos remiten al modelo del “cancionero” de la
     tradición del ‘amor cortés’ petrarquista; la ‘herida de amor’ encuentra sus modelos en el ‘dolorido
     sentir’ del lamento garcilasiano y en el ‘desgarro afectivo’ de Quevedo.
Al irrumpir la guerra, Miguel Hernández se convierte en ‘poeta-soldado’ con Viento del pueblo:   15
comienza el tiempo de la poesía comprometida, poesía de guerra y denuncia y poesía de
solidaridad con el pueblo oprimido. Hernández busca ahora una poesía más directa que recrea, en
muchos momentos, su carácter oral, de ahí el empleo abundante del romance y del
octosílabo (metro popular e inmediato que hunde sus raíces en la poesía tradicional); junto a
estas formas, el poeta también cultiva metros más solemnes, de tono épico y de desarrollo amplio
que remiten a la ‘poesía impura’. Esta concepción de la ‘poesía como arma’ que domina Viento del
pueblo implica que lo lírico deja paso a lo épico. La imagen vanguardista, la metáfora
surrealista, se funde con el Neopopularismo en el tono y la métrica: Miguel Hernández
busca formas regulares tradicionales para contener su entusiasmo combativo y, además, llegar al
pueblo. Después, el tono vigoroso de este primer poemario de guerra se atempera en El hombre
acecha ante la realidad brutal de la guerra. Ahora, el arte menor y la rima asonante dejan espacio
al endecasílabo y al alejandrino y las distribuciones sobre rima consonante; encontraremos
composiciones más extensas, menos sometidas a la rima, con lo que se reafirma el versolibrismo
de la ‘poesía impura’.

   Finalmente, con Cancionero y Romancero de ausencias (1938- 1941), intenso diario íntimo de
un tiempo de desgracias, el poeta quiere componer un canto (cancionero) desnudo y un cuento
(romancero). Miguel Hernández entronca con una corriente revitalizadora del “cantar” que se abrió
con el ambiente postromántico y que continuará, luego, con Antonio Machado; también dominará
en el Neopopularismo del grupo poético del 27.

   Una vez más, la tradición ofrece sus moldes a la vanguardia y el resultado es un conjunto de
poemas magistrales que recorren las formas y temas de todos los tiempos anteriores y también,
contemporáneos al poeta.




LA POESÍA ESPAÑOLA DESDE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX HASTA
LA POSGUERRA.

   En el último cuarto del XIX, la poesía lírica española se encontraba estancada entre el
Romanticismo más tópico y el Realismo de la poesía de Campoamor. Sólo la figura de Bécquer,
posromántico y presimbolista, ofrecía modernidad y calidad. Mientras, en Francia triunfaba una
poesía novedosa: el Modernismo, junto a el, el Parnasianismo; ambos serán la raíz de la poesía
moderna. Simbolismo y Parnasianismo llegarán a España en 1888 de la mano de Rubén Darío,
quien con su obra Azul trajo consigo el cambio al panorama poético de comienzos del XX. El            15
movimiento que nació a raíz de estas innovaciones recibió el nombre de Modernismo e inaugura en
las letras hispanas la poesía moderna; se incorpora la música y el ritmo, nuevos metros
(alejandrinos y eneasílabos), el verso libre, poemas en prosa, simbolismo expresivo, plasticidad,
sinestesia...

    Sin embargo, el Modernismo en España no será un movimiento homogéneo y, además, las
circunstancias sociohistóricas del momento (crisis del 98), tendrá una ramificación literaria
nacional, la de la llamada “Generación del 98”. Comenzarán en el Modernismo poetas como los
hermanos Machado (Manuel y Antonio), Francisco Villaespesa, Eduardo Marquina, Juan Ramón
Jiménez y, en prosa poética, Valle-Inclán con sus Sonatas. No obstante, sólo Villaespesa, Manuel
Machado y Marquina persistirán en el Modernismo; el resto, con personalidades poéticas propias,
tendrán evoluciones individuales diferentes: Juan Ramón Jiménez abogará, en la segunda década
del XX, por la ‘poesía desnuda’, con lo que será el ‘maestro’ de los primeros pasos del grupo
poético del 27; Valle-Inclán evolucionará hacia su arte del esperpento dentro de su visión crítica
distorsionadora de la realidad; Antonio Machado evoluciona hacia los planteamientos y temas
propios de la ‘Generación del 98’ con una estética más sobria, que tendrá su colofón en Campos de
Castilla.


    Tras el fin de la Primera Guerra Mundial (1914- 1917), comienzan a vislumbrarse nuevos
caminos poéticos que, frente al neorromanticismo y el irracionalismo que subyacían en el
Simbolismo y el Modernismo, pretenden despojar al arte de su raíz sentimental: se trata de un
proceso que quedó definido como la “deshumanización del arte” y que llevaron a cabo escritores e
intelectuales que se agruparon bajo el nombre de Novecentistas.

    Dos fueron los caminos que iban a confluir a partir de la segunda década del siglo XX:
    a) las vanguardias, movimientos renovadores que rompieron con la estética anterior en todas
las artes, buscando nuevas formas de expresión libres de trabas morales, políticas y religiosas. En
1930 Guillermo de Torre, ultraísta y teórico de las vanguardias ofrecía una “lista oficial” de los
numerosos movimientos de vanguardia a los que –según él- aún podríamos apuntar otros:
Futurismo, expresionismo, cubismo, ultraísmo, dadaísmo, surrealismo, neoplatonismo,
creacionismo, imaginismo... La literatura española se caracteriza, en este momento, por la
apertura al mundo exterior a través de las vanguardias europeas, aunque también aquí se dieron
movimientos de vanguardia propiamente españoles: el ultraísmo, el creacionismo y el surrealismo.
    b) La ‘oesía pura’ la desnudez asentimental de la ‘poesía pura’ tiene en España un maestro,
Juan Ramón Jiménez, que marcará los primeros paso de los poetas del 27. Así, la aparición en
1916 de Diario de un poeta en reciencasado marcará un hito en la superación del Modernimo y el
inicio del canon de la ‘poesía pura’.

    Los poetas del 27 se iniciarán en su juventud al calor de la Vanguardias y de la ‘poesía pura’,
influenciados también por la poesía intimista, de un posromanticismo depurado, de Bécquer. Su
maestro inicial será Juan Ramón Jiménez y su punto de encuentro la “Residencia de Estudiantes”.
Sin embargo, los poetas del 27 pronto se emanciparán de las tutelas y, con el homenaje a Góngora
en 1927, se distanciarán de Juan Ramón Jiménez.
    La poesía del “Grupo poético del 27” marcó realmente el inicio de la poesía
contemporánea española e implicó la posibilidad de una verdadera fusión entre
tradición y vanguardia. Durante sus comienzos, fusionaron las Vanguardias (Ultraísmo y
surrealismo) y la poesía pura con los ecos de Bécquer y el cultivo de la poesía popular, el camino
fue el de una poesía más elaborada y hermética fusionada con las audacias de la poesía                   15
vanguardista. Sin embargo, las convulsiones histórico-sociales que azotarán al mundo a partir de
la crisis de 1929 (los fascismos, la preparación de la Segunda Guerra Mundial, la crisis
económica...) llevarán a una “rehumanización del arte” que, en el terreno de la Vanguardia, tendrá
su base en el Surrealismo. La irrupción de la poesía surrealista rechaza el concepto de la ‘poesía
pura’. Con la entrada de la década de los treinta comenzará lo que Neruda llamará la ‘poesía
impura’, manchada de sudor, lágrimas y humanidad. Vicente Aleixandre con su poemario La
destrucción o el amor (1935), marca un hito en el surrealismo español. Con la llegada de la Guerra
Civil, muchos de los poetas del 27 convierten su ‘poesía impura’ en ‘poesía comprometida’, un
compromiso que llevará a muchos al exilio.

    Miguel Hernández, nacido el 30 de octubre de 1910, pertenece cronológicamente a la
‘Generación del 36’; sin embargo, por su evolución poética, sintetiza en su corta carrera literaria la
modulación de los poetas del 27. El poeta oriolano comenzó su primera formación con los clásicos
de nuestro Siglo de Oro. Cuando era adolescente, comenzó a conocer a los poetas del 27. Del
conocimiento de Góngora vino la composición de octavas reales (la estrofa de la Fábula de
Polifemo y Galatea) En 1933 publica en Murcia su primer poemario, Perito en lunas, una colección
de octavas reales que fusionan gongorismo, simbolismo y ultraísmo. Sus padrinos en el camino de
la madurez poética, en su segunda estancia en Madrid, serán Pablo Neruda y Vicente Aleixandre.
Miguel Hernández se adentra en el camino de la ‘poesía impura’, el surrealismo y la
‘rehumanización del arte’, siempre fusionado con la tradición de nuestro Siglo de Oro, así será un
gran sonetista en El rayo que no cesa.
    Con la llegada de la guerra y su compromiso político, Miguel Hernández se adentra en la poesía
comprometida con Viento del pueblo y, más tarde (y más pesimista), El hombre acecha. Ya en la
cárcel, encontramos al Miguel Hernández más original y maduro: poesía popular y poesía íntima,
humanística y depurada será la del Cancionero y Romancero de ausencias.




SOBRE SUS POEMARIOS (BREVES ANOTACIONES)- INFORMACIÓN
ESENCIAL
PERITO EN LUNAS

   -   Antes de este libro, los poemas que forman su práctica literaria fueron calificados por el
       mismo autor “sonata pastoril”
-   El poemario está formado por cuarenta y dos octavas reales.                                     15

   -   La temática gira en torno a la luna que simboliza la “vocación poética” del autor (su
       aspiración); su forma “redonda”, como la “noria”, simboliza la regeneración continua de la
       vida. La luna será el núcleo y centro de su inspiración (reina de la noche), pero existen
       otros temas junto a escenas de su vida cotidiana y de su actividad pastoril (palmera, sandía,
       granada, azahar, gallo, oveja, horno, noria, barril…) Otros motivos que luego estarán
       presentes en su “cosmos poético”: la muerte, el toro y el amor.

   -   Este primer libro está marcado por “rasgos neogongorinos” y pertenece al ciclo de la
       poesía pura. Revela ecos de los poetas clásicos, como Garcilaso, pero sobre todo, de
       Góngora. También se aprecian resonancias del simbolismo francés y de poetas
       contemporáneos como Jorge Guillén, Federico         García Lorca, Rafael Alberti y
       especialmente, Gerardo Diego.

   -   Tiene una dimensión popularizante por la temática campestre y también por el empleo de la
       técnica de la adivinanza.

   -   Tanto sus temas como las metáforas proceden de su experiencia de la vida cotidiana y de
       su mundo particular.

   -   En estos poemas, la autenticidad está oculta en virtud del hermetismo, del artificio y de
       técnicas que, como la ironía, son distanciadoras. La dificultad deriva de la superposición de
       imágenes y el juego de alusiones y elisiones.

   -   El neogongorismo hernandiano constituye un intento de actualizar la deshumanización del
       arte (enarbolada por Ortega y Gasset) y de insuflar el elemento neorromántico en su poesía
       que irá desarrollándose a partir de aquí.

Después de Perito en lunas, Hernández compuso un nuevo libro de poemas, con una estética nueva. Libro
lírico y moldeado en el clasicismo. Este libro lírico y moldeado en el clasicismo era, en sus caracteres
generales, un conjunto de sanjuanista con algún que otro soneto. Sería el núcleo más temprano del futuro
poemario El silbo vulnerado, fase sustancial.



EL RAYO QUE NO CESA de Miguel Hernández. (ETAPA DE LA POESÍA NEORROMÁNTICA)

   -   Está integrado por cerca de treinta sonetos, aparte de otras composiciones poéticas.

   -   Es un libro de eminente temática amorosa; el poeta ha llegado a una maduración
       íntima del concepto del amor como destino trágico del hombre, pero lo hace
       formulando su personal historia amorosa a modo de cancionero dentro de una tradición
       cortesano-petrarquista que hará suya al intensificarla con su fuerza expresiva. Para ello,
       pondrá a su servicio un complejo cuadro de imágenes y símbolos como el cuchillo, el rayo,
       el toro, el fuego… De fondo también encontramos la crisis de poeta, una crisis estético-
       ideológica causada por los cambios que han tenido lugar en su vida.

   -   La estructura de la obra está meditada con detalle y sigue este orden: el poema
       “Un carnívoro cuchillo” en cuartetas octosilábicas (redondillas), y 36 versos; 13 sonetos; el
poema “Me llamo barro aunque Miguel me llame”, (una silva) con 71 versos; 13 sonetos; la     15
    “Elegía a Ramón Sijé” (en tercetos encadenados) y el “Soneto final”. Sólo los poemas 1, 15
    y 29 responden a un modelo métrico distinto del soneto.

-   La poética neorromántica de este poemario se manifiesta a través de la lírica de la
    angustia, de la sangre y del grito. Es la poética surgida de una interiorización fruto
    del amor y que supone adentrarse en una angustia que se une al sentimiento amoroso pero
    que no se reduce a él mismo, sino que lo transciende en forma de angustia metafísica y
    existencial.

-   El poeta siente la vida amenazada y por ello, muestra un hondo sentimiento
    trágico de la vida arraigado en profundas premoniciones y angustias, tan
    típicas de nuestro tiempo. Esto se ve, por ejemplo, en “Un carnívoro cuchillo”, “Mi
    corazón no puede con la carga” o “Como el toro he nacido para el luto”.

-   La fuerza, el impacto, la gran emoción y conmoción que produce en los lectores esta
    poética depende de tres tensiones: expresiva, vivencial y por la singularización en la
    historia literaria (es único). La tensión expresiva se produce entre el desbordamiento
    emotivo y la rigidez formal de la estrofa empleada (el soneto en su mayoría). La tensión
    vivencial se proyecta en el tema de la pena, de la que el toro no sería más que un
    revestimiento metafórico. La singularización en la historia literaria está en la perfecta
    combinación de lo clásico (asimila e incorpora a su poesía el registro quevediano) y lo
    contemporáneo, que se aprecia en la carga latente de amor-destrucción (influencia de
    Vicente Aleixandre).

-   Cuando aparece El rayo que no cesa, el contexto literario está dominado por varias
    tendencias, algunas contrapuestas entre sí, pero casi todas bajo el sello de la
    contemporaneidad en formas y contenidos, por ello sorprendió la peculiar composición de
    Miguel Hernández, rindiendo culto a los autores clásicos. El 1935, al tiempo que componía
    El rayo que no cesa, Hernández avanzaba en la poesía impura, de órbita nerudiana de la que
    hay algunos reflejos en el mismo Rayo.

-   Sus poemas muestran una visión neorromántica de la realidad poética, en la que
    late el hondón existencial y en la que se detectan técnicas de surrealismo, o elementos de
    adscripción surrealista, e influjos nerudianos, como la ampliación de la realidad en el
    poema, dando cabida a toda suerte de seres y de materiales; el extrañamiento de
    puntos de referencia metafóricos, la liberación de represiones sexuales, y del
    ideario conservador, expresando la furia revolucionaria, la rebelión política
    anticlerical, anticapitalista.

-   Una idea central en su poemario es: que el hombre se realiza plenamente en la
    unión carnal (“Mi sangre es un camino”); también encontramos en El rayo que no cesa la
    emancipación métrica, lanzándose al verso libre; la aparición de elementos oníricos,
    visionarios y del subconsciente; el tema recurrente de la sangre, etc.

-   El tema de la pena es central en este poemario. Pero la pena no depende sólo
    del amor, sino de su no realización, al contenerse el deseo erótico por culpa
    de una moral estrecha. La pena brota del choque de impulsos vitales, febriles,
contra los obstáculos que intentan frenarlos, de manera que la colisión                          15
        provoca un especial sentimiento de la muerte que cabe dentro de la temática
        de la pena. Por tanto, la pena hernandiana no recubre únicamente el campo de
        la frustración amorosa, sino que alberga también otros estados anímicos,
        expresión todos de la crisis que estaba atravesando el poeta ; era consciente de
        haber perdido su identidad, su adhesión al terruño, a la amistad fiel, a unos credos
        religiosos, sociales y estéticos… para alzarse con un nuevo hombre por medio de esta
        crisis. La pena acabará cuando empiece la esperanza, el optimismo por la afirmación de sí
        mismo en orden a lo que él aspiraba a ser.

    -   La intención social comenzaremos a verla en el poemario Viento del pueblo.

    -   VIENTO DEL PUEBLO

    -   Viento del pueblo es la obra más emblemática de Miguel Hernández y también su obra más
        conocida, sobre todo en el periodo de guerra. Fue publicado en Valencia (donde se
        encontraba el gobierno de la República) en septiembre de 1937.

    -   “Los poetas somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplados a través de sus
        poros…” le decía Hernández en el prólogo a Vicente Aleixandre. Miguel Hernández trataba
        de explicar que el viento es libertad y por eso su poemario Viento del pueblo significa
        libertad del pueblo o para el pueblo. (Veintisiete veces nombre M.H. la palabra pueblo y
        unas diez veces “yugo” por ello se evidencia sus ansias de libertad.)

    -   Durante la Guerra Civil, este libro fue uno de los más conocidos, leídos y recitados (poesía
        de trincheras) pero en la posguerra fue un libro proscrito, perseguido y olvidado. El libro se
        salvó de su destrucción gracias a que los exiliados llevaron ejemplares con ellos y algunos
        amigos ocultaron ejemplares a la “nueva Inquisición”.

    -   Viento del pueblo y El hombre acecha forman un corpus poético; son la columna vertebral
        de su poesía épico-bélica; ambas composiciones están separadas por un año y escritas en
        el contexto de la Guerra Civil española. Son las obras con más identidad hernandiana
        porque los poemas llevan un mensaje directo para el pueblo. Estos son poemas críticos,
        combatidos, nacidos en las trincheras y escritos codo a codo con los milicianos que
        muestra una realidad de explotadores, cenizas, bombas y fuego. Con estos dos poemarios,
        Hernández se convierte en el poeta de nuestra guerra.

    -   El “pastor poeta” se convierte ahora en “poeta de la revolución”, poeta del pueblo.

    -   Juan Ramón Jiménez calificó a Miguel Hernández como “extraordinario muchacho de
        Orihuela”.



    EL HOMBRE ACECHA

-   Este poemario incluye poema de los años 1937 y 1938. El volumen comprendía dieciocho
    textos, algunos de ellos escritos a raíz de la estancia del poeta en la Unión Soviética. Es su
    segundo poemario de guerra y nos encontraremos en él, canciones de metro corto, romances,
    versos alejandrinos, endecasílabos, estrofas de pie quebrado, etc.
-   Dedicado a Pablo Neruda, el conjunto resulta poco unitario y presenta un giro plenamente             15
    personal.

-   El poeta se duele de la muerte colectiva, de la muerte de los hombres que acarrea la guerra, tal
    como atestiguan poemas tan sobrecogedores como “El herido”, “Las cárceles” y “Canción
    última” anuncian el conjunto siguiente, los versos del Cancionero y romancero de ausencias.

-   Miguel Hernández se había decidido por la urgencia ya con el poemario anterior, Viento del
    pueblo, por entender que era el requerido por aquella encrucijada, como él mismo pudo
    constatar en los frentes, donde los soldados se sentían motivados merced a las consignas y sus
    poemas de exaltación.

-   En esta época, Miguel Hernández escribió cuatro obras en prosa que, con el título de Teatro en
    la guerra, aparecieron reunidas en un solo tomo, y fueron uno de los escasos libros de teatro de
    agitación política publicados durante la contienda.

-   Su intención sigue siendo: hacer una poesía militante, un canto popular, que se va convirtiendo
    en un sollozo viril, clamoroso, universal, por el hombre en guerra.

-   Estos poemas resuman amargura, dolor, sangre y muerte; están marcados por el desaliento; la
    guerra va mal para el bando republicano, para los defensores de la libertad. Encontraremos
    poemas en un tono más meditativo, desalentado en ocasiones y precursor de un final amargo,
    mezclado con llamadas de esperanza, a un futuro mejor; con alegatos contra un pasado al que el
    poeta y el pueblo no quieren volver. (Ej. “El hambre”).

-   La evolución de Miguel Hernández a una producción literaria social y de resistencia, es producto
    de su evolución, de su anhelo de liberación, existencial, poética y, sobre todo, social.

-   Su defensa de la Democracia y de la República, le ofrece una salida natural a sus orígenes
    campesinos y, al mismo tiempo, revela una evolución lógica del desarrollo de sus convicciones
    intelectuales y de sus peculiaridades poéticas.

-   En “Las cárceles” surge ya una nota ominosamente premonitoria. En lo personal, se mezcla la
    alegría y el dolor. Se ha casado con Josefina, su novia oriolana; pero su primer hijo muere, con
    pocos meses. A su segundo hijo, nacido en enero de 1939, apenas lo puede tener en sus brazos.
    Termina la guerra. Intenta refugiarse en Portugal, pero es devuelto a la España e los
    vencedores por la policía portuguesa. Es encarcelado. Comienza una penosa peregrinación de
    cárcel en cárcel. Es condenado a muerte y, por fin, se le conmuta la sentencia de muerte por la
    de treinta años de prisión.

-   Su intención sigue siendo hacer una poesía militante pero tiende más hacia un sollozo viril por el
    hombre/ por los hombres que mueren en la guerra.

-   En la cárcel compone la mayor parte de su libro último y póstumo, Cancionero y romancero de
    ausencias que abarca la última etapa de su vida y de su literatura.

    CANCIONERO Y ROMANCERO DE AUSENCIAS
-   A pesar de que en sus últimos años Miguel Hernández creó poemas de gran aliento y de                  15
    incomparable belleza.

-   Son poemas variados, con estrofas y rimas diversas, líneas largas, como las de los alejandrinos
    y endecasílabos.

-   La poesía final más representativa es la de ausencia, concentrada singularmente en los versos
    de este poemario. Esta cuarta y última etapa se denomina LA EXPLORA

-   La mayor parte fue compuesto en la cárcel. Junto a sus sentimientos de prisionero, nos habla de
    su amor a su esposa y a su hijo, y otra vez es el amor frustrado, por la privación de libertad.

-   Escrito casi todo en la cárcel, el poeta remonta el vuelo, inspirándose en las formas más puras
    de la lírica popular.

-   Es un libro conmovedor debido a la desnudez y a la concentración emocional que lo impregnan.
    Baste recordar las enternecedores “Nanas de la cebolla” dedicadas a su hijo a raíz de recibir
    una carta de su mujer en la que decía que no comía más que pan y cebolla.

-   En “Llegó con tres heridas” y “Tristes guerras” son dos breves muestras en las que
    resulta bien visible la métrica popular; la primera sintetiza el tríptico temático del poeta (amor-
    muerte-vida), y la segunda encierra una honda queja sobre el horror de la guerra. En
    “Sepultura de la imaginación” se transparenta la alegoría de su propia situación y la de
    tantos españoles que habían visto destruidas violenta y trágicamente sus esperanzas.

-   Muy triste es el final del poeta. Enfermo grave en las penosas circunstancias de la cárcel de
    Alicantes desde junio de 1941. Su final irremediable apenas se le alivió. Muere a los 31 años, el
    28 de marzo de 1942.

-   Su vida y su obra son representativas del tiempo que le tocó vivir. Su trayectoria
    sirve de puente entre dos etapas de la poesía española: arranca de posiciones afines a
    la Generación del 27, sin embargo, por edad y evolución poética, pertenece a la Generación del
    36 (Rosales, Celaya...) Su compromiso humano y poético lo convertirá en un modelo para los
    poetas sociales de posguerra. Sus últimos versos quedaron escritos en la pared:

o   “Adiós, hermanos, camaradas, amigos,

    despedidme del sol y de los trigos”.

-   El poeta quiso componer un canto (Cancionero) y un cuento (romancero). Miguel Hernández
    entronca con una corriente revitalizadora del “cantar” que dominó en el Neopopularismo del
    Grupo Poético del 27.

-   El título lo escribió el poeta en un cuaderno que entregó a su esposa en septiembre de 1939. El
    Cancionero recoge poemas desde octubre de 1938 a 1941. Fue construido casi a modo de diario
    íntimo. La escritura se identifica con un tiempo de desgracias, el tiempo que le tocó vivir.

-   Como conclusión: Enraizado en el “aquí” y “ahora” de los revueltos años que vivió, su
    personalidad y su obra son representativos del mundo inestable y angustiado de esa etapa.
    Frente a la libertad, la alegría y el amor, su poesía también recoge, sobre todo, el dolor, la
incomprensión, la angustia de la ausencia, la amenaza inquietante del destino, la ansiedad, el                 15
odio, la sangre y la tragedia.




CARTAS ESCRITAS POR MIGUEL HERNÁNDEZ (Aportan datos sobre su vida)

Correspondencia de Miguel Hernández



A Josefina Manresa
(Madrid, 12 de septiembre de 1939)

Mi querida Josefina:

Esta semana, como las anteriores, llega martes y no ha llegado tu carta. También empiezo a escribir ésta
para que me dé tiempo a echarla después, cuando el correo me traiga la tuya, que no creo que falte hoy.
Estos días me los he pasado cavilando sobre tu situación, cada día más difícil. El olor de la cebolla que
comes me llega hasta aquí, y mi niño se sentirá indignado de mamar y sacar zumo de cebolla en vez de
leche. Para que lo consueles, te mando esas coplillas que le he hecho, ya que aquí no hay para mí otro
quehacer que escribiros a vosotros y desesperarme. Prefiero lo primero y así no hago más que eso,
además de lavar y coser con muchísima seriedad y soltura, como si en toda mi vida no hubiera hecho otra
cosa. También paso mis buenos ratos espulgándome, que familia menuda no me falta nunca, y a veces la
crío robusta y grande como el garbanzo. Todo se acabará a fuerza de uña y paciencia, o ellos, los piojos,
acabarán conmigo. Pero son demasiada poca cosa para mí, tan valiente como siempre, y aunque fueran
como elefantes esos bichos que quieren llevarse mi sangre, los haría desaparecer del mapa de mi cuerpo.
¡Pobre cuerpo! Entre sarna, piojos, chinches y toda clase de animales, sin libertad, sin ti, Josefina, y sin
ti, Manolillo de mi alma, no sabe a ratos qué postura tomar, y al fin toma la de la esperanza que no se
pierde nunca. Así veo pasar un día y otro día, esperanzado y deseoso de correr a vuestro lado y meterme
en nuestra casa y no saber en mucho tiempo nada del mundo, porque el mundo mejor está entre tus
brazos y los de nuestro hijo. Aún es posible que vaya para el día de mi santo, guapa y paciente Josefina.
Aunque yo, la verdad, creo que estos amigos míos llevan las cosas muy despacio. Han estado de
vacaciones fuera de Madrid y han regresado esta semana pasada. No han podido venir a verme porque
ahora es imposible para todo el mundo. Es casi seguro que los veré la semana que viene. Me decías en tu
anterior que guardara la ropa cuanto pudiera. No te preocupes, que si no tengo ropa cuando salga, con
ponerme una mano en el occipucio y otra en el precipicio, arreglado. Así y todo procuro conservarla y
uso la más vieja y todo son cosidos y descosidos y ventanas por todas partes. El pijama se me ha roto y
le he puesto un remiendo que es media camisa, porque se me veía toda la parte de atrás y era una
verdadera vergüenza. Por lo que a mí me pasa, me figuro lo que os pasará a vosotros y como esto siga
así, me veo contigo como Adán y Eva en el Paraíso. ¡Ay, Josefina mía! No nos queda otro remedio que
aguantar todo lo malo que nos viene y nos puede venir, para el día que nos toque aguantar lo bueno.
¿Verdad que llegará ese día? Yo nunca he dudado de que llegará y de que seremos más felices que hasta
aquí hemos sido. Esta separación nos obliga a respetar a nuestro Manolillo más que respetamos al otro.
Manolillo del que no dejo de acordarme nunca. Dentro de un mes hará un año que se nos murió. Eso de          15
que el tiempo pasa de prisa, para nadie es más verdad hoy como para nosotros y a mí me cuesta trabajo
creer que ha pasado un año desde que cerró nuestro primer hijo los ojos más hermosos de la tierra. Dios,
a quien tú tanto rezas, hará que el día diecinueve de octubre lo pasemos juntos, si no hace que lo
pasemos el día ventinueve de este mes. No quisiera pasar, ese día lejos de ti. Iremos a dar una vuelta al
campo y si tú eres decidida, visitaremos la tierra donde nos espera. Tengo ganas de hablar contigo. La
otra noche soñé a Manolillo ya con cinco o seis años de edad. Cuídalo mucho, Josefina que crezca fuerte
y defendido contra toda enfermedad. Cuando te sea posible come mucha fruta y mucho vegetal,
principalmente patatas. Es lo que más conviene a tu salud y a la de nuestro sinvergüencilla. No me dices
muchas cosas suyas. Supongo que ya hablará más que un loro. Si supieras que ganas tengo de oír su voz:
se me ríen los huesos sólo de imaginarla, con que mira lo que me voy a reír el día que la oiga de verdad.
Dime el peso que tiene, que no lo has pesado hace mucho tiempo. Estoy enfadado con Manolo y con las
Marianas, a ninguno de los cuatro se les ocurre escribirme unas letras. No se acuerdan de mí, que no los
olvido. Dime también algo de la abuela y la tía, que tampoco me han mandado una sola letra (...). Bueno.
Voy a dejar el lápiz y a esperar tu carta, a ver qué me trae de bueno. Nada. Hoy no recibo carta tuya. No
me gusta que te retrases en escribirme. Vaya plantón que me he llevado al pie del que vocea el correo.
No hay derecho. Espero que me digas algo de nuestra familia de Orihuela, de mi madre especialmente y
de la de Pepito. Anteayer he recibido una carta de un amigo de la huerta, Trinitario Ferrer, muy amigo de
mí hermano y me dice que se ve con él todos los días. Di a Vicente que le diga que por ahora no puedo
contestarle, pero que me alegra mucho saber de él. Voy a terminar mi carta diciéndote que seas menos
perezosa conmigo o de lo contrario no te voy a escribir en un mes. Y nada más porque no parezca larga
ésta a la censura y porque hagan todo lo posible para que llegue a tus manos.
Manolillo: adiós, un beso ¡pum! Otro beso ¡pum! Otro, otro, otro, ¡pum, pum, pum!
Manolo: escribe, dejando a un lado por un rato las barbas y las perezas.
Marianas: a ser buenas y a pelearos una vez a la semana solamente.
Josefina: recibe para ti y para nuestro hijo y para nuestros hijos mayores el cariño encerrado y empiojado
y... perdido de tu preso
Miguel.
¡Adiós!'

Comentario

Cronológicamente en la vida de miguel Hernández, esta carta enviada a su esposa Josefina
Manresa, se sitúa en su etapa final vivida en la cárcel. En esta carta el poeta incluye sus
famosas ‘‘Nanas de la cebolla’’ que relatan la situación de hambruna que pasó su esposa que
solo disponía de cebollas para alimentarse y amamantar a su hijo. También narra que echa de
menos recibir cartas de Josefina y algunas de sus ocupaciones en la cárcel (bordar o escribir),
además de ‘’pelear’’ contra todo tipo de plagas como pulgas o chinches, un signo de la poca
higiene en las penitenciarías de aquella época. Posteriormente rememora el aniversario de la
muerte de su primer hijo y recuerda a su amada que deben proteger a su segundo ‘’Manolillo’’
más de lo que pudieron cuidar al primero. Finalmente el poeta acaba la carta con la esperanza
de salir de la cárcel y abrazar de nuevo a su esposa e hijo, pidiendo noticias de sus parientes y
amigos en Orihuela, su ciudad natal.

Testimonio de Carlos Fenoll

'Cuando recibe el telegrama salta materialmente de alegría, y agitando el azul y leve papelito en su mano
ruda, como hecha de corteza de olivo, con un fulgor de júbilo en sus ojos impresionantes me dice: "¡Mira
Carlos, mira! ¡Me han dado el primer premio en Elche! ¡Viva la poesía, y yo, y tú!" Con los dineros que
recauda de la leche aquella noche alquilamos un detonante Ford y llegamos a la ciudad de las palmas a
las doce y pico. Todo silencio y desierto ... Preguntamos a un sereno: "¡Che, oiga!, la dirección ... del     15
secretario del Certamen." Después de mucho andar, desandar, llamar, molestar -tal es nuestra impetuosa
muestra impaciente y breve ingenuidad- nos dicen que el premio no se puede entregar aquella noche, a
aquellas horas. Que lo mandarían. Decepción... "Pero ¿qué es el premio... en metálico? No; un objeto
artístico..." Sí, es un pobre objeto, y aún más pobre como obra de arte: una escribanía... A los dos o tres
días la vendimos para restituir a su padre los "cuartos" de la leche, y todavía nos faltaban cuatro
pesetas.'


Comentario
Este testimonio corresponde al año 1931, cuando Miguel Hernández se presentó a un certamen
literario cuyo fin era "rendir el más merecido tributo a Valencia". El poeta creó un mas que
extenso poema de 138 versos denominado ''Canto a Valencia'' que fue merecedor del premio.
En este testimonio, Carlos Fenoll relata la alegría de Miguel al saber que ganó el premio, con la
esperanza de recibir dinero a cambio, sin embargo el premio consistía en ''una mágnifica
escribanía -estuche para plumas y un tintero- de plata", por lo que decidió venderlo al poco
tiempo para pagar los gastos de su impaciente viaje.

REPORTAJE

"Siento todas mis ataduras"

Una carta inédita de Miguel Hernández refleja su angustia en la cárcel antes de
morir

JESÚS RUIZ MANTILLA - Madrid - 12/10/2008



Una carta de Miguel Hernández es una joya. Más si en ella palpita el sentimiento de desazón,
hartazgo y escasa confianza en el futuro que sintió el poeta en la cárcel de Ocaña, 10 meses
antes de morir en marzo de 1942. Por eso, el descubrimiento de una misiva del escritor a su
amigo Carlos Rodríguez Spiteri tiene más que un valor simbólico. Ha sido Eutimio Martín, que
publicará una biografía sobre el autor en 2010 -centenario de su nacimiento-, quien ha
descubierto el documento. "Sus cartas son escasísimas y casi todas las escribe para pedir cosas
prácticas. En ésta se comprueba el desaliento que sufre en la cárcel, su falta de esperanza",
según Martín.

El poeta compartió durante años principios falangistas con Ramón Sijé

Es uno de los aspectos que este estudioso analizará a fondo en Miguel Hernández. Oficio de
poeta, como se titula la biografía que publicará Aguilar. Dará mucho que hablar. En ella, Martín
desmonta mitos y leyendas sobre uno de los símbolos de la represión franquista. "Cuando va a
cumplirse un siglo de su nacimiento conviene que lo confrontemos con la realidad y lo alejemos
del símbolo".

La carta va dirigida al poeta Rodríguez Spiteri, alguien muy cercano a él. "Si conocemos sólo
437 cartas y 316 van dirigidas a Josefina Manresa, su mujer, este hombre con 10
correspondencias es la tercera persona, después de José María de Cossío, con quien más
relación mantuvo".
De ahí su trato de confianza desalentada, en la que además de recibir la noticia del nuevo libro   15
de Spitieri, Los reinos de secreta esperanza, y comentarlo, Hernández deja entrever su
desesperación: "Siento todas mis ataduras y mi poca, mi escasísima posibilidad de movimiento.
Sólo puedo moverme en un patio que tengo más recorrido que el día...".

Según su biógrafo, cuando el poeta escribe cartas lo hace para pedir. "Para que ayuden a
Josefina, para que atiendan a su hijo, cosas así, de ese tono son las que mantiene con Vicente
Aleixandre o Cossío, para quien trabajó y cuyo contenido es muy profesional".

Eso sin hablar de la frialdad que desprende el tratamiento a sus hermanos y a su padre, con
quien mantuvo una relación tormentosa. Aquel hombre no sólo le arrancó del colegio para que
cuidara cabras en el campo, sino que jamás le perdonó haberse alistado en el bando republicano,
algo que hizo en septiembre de 1936. La crudeza de la reacción del padre de Hernández al
conocer su muerte tiene asombrado a su biógrafo. "Él se lo había buscado", cuenta Martín que
dijo.

Pero las sombras sin resolver en la vida y la biografía del poeta venían de antes. No fue Miguel
Hernández un republicano convencido desde siempre. Junto a Ramón Sijé vivió su iniciación en
la poesía y un cierto amamantamiento ideológico. A él dedica una famosa Elegía tras su muerte.
Durante años compartieron principios falangistas. "Sé que esto es muy delicado, pero la relación
de Miguel Hernández con esos círculos es clara. A Sijé, le llega a dedicar un libro como jefe y
todos sabemos lo que en ese ámbito significa", cuenta Martín. El falangismo del poeta estaba
muy centrado en el medio rural. "Era un fascismo eucarístico. En vez del yugo y las flechas,
utilizaban un racimo de uvas y espigas de trigo. Llega a publicar en una revista que se llama El
gallo en crisis".



Su vida en Madrid supone una conversión vertiginosa. "Sobre todo lo demuestra en un poema,
Sonreídme". Allí entra en contacto con los grupos poéticos. Tras publicar El rayo que no cesa,
se convierte en una figura. Extraña y ajena al glamour del exclusivo tinglado lírico, donde
miraban por encima del hombro a un cabrero, pero una figura al fin y al cabo. "Incluso le saca
partido a esa imagen campesina, le daba personalidad", añade el investigador.

No tarda en virar ideológicamente. Fue hacia el año 1935. "Se relaciona mucho con la mujer de
Pablo Neruda, Delia del Carril, y con un revolucionario argentino, Raúl González Muñón".
Además, empieza a colaborar con las Misiones Pedagógicas de la Institución Libre de
Enseñanza. La guerra acelera su compromiso. Un compromiso que no rompe jamás. "Habría
salido de la cárcel con cualquier gesto. Pero supo que en aquella España no iba a poder
desarrollar su vocación. Que no había espacio para su oficio de poeta. Y prefirió morir...".



A su amigo Carlos Rodríguez Spitieri

- "Querido Carlos: con gran sorpresa, he recibido ese libro tuyo del 38, cuando las
circunstancias eran muy otras para todos. Son poemas esos tuyos impregnados de la enrarecida
atmósfera que respirabas, llenos de la angustia y la esperanza de tu juventud. Me alegran
ciertos versos, donde la ternura halla su forma de expresión más inspirada. El libro, en total,
está lleno de ese aliento que hace patente a un poeta. Vicente te habrá dicho mucho, y yo        15
prefiero aguardar una ocasión para decirte todo cuanto pienso de este libro, que tú consideras
un poco lejano. Veo que viajas, y cuando miro que tu carta viene de Toledo, siento todas mis
ataduras y mi poca, mi escasísima posibilidad de movimiento. Sólo puedo moverme en un patio,
que tengo más recorrido que el día. Dime más de tu actividad poética. Yo no hago nada por hoy,
mañana veremos qué se hace. Vivo, me limito a vivir una vida de preso con todas sus
consecuencias. Te abrazo y te prometo darte a conocer mi hijo".

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  • 1. EL AMOR, LA VIDA Y LA MUERTE EN LA POESÍA DE MIGUEL 15 HERNÁNDEZ La obra de Miguel Hernández es como una vida: sus balbuceos juveniles, sus momentos de empuje, su autoafirmación personal (él mismo firmaba sus cartas como el “poeta-pastor”), sus creencias y convicciones, su lucha personal contra la muerte, su lucha en la guerra, su lucha por vivir libre hasta el final… cuando estaba preso en la cárcel. La vida y la obra de Miguel Hernández son, pues, inseparables, porque el hombre vive para la poesía y sus grandes temas, enunciados por él en su poema “Llegó con tres heridas” (incluido en su último poemario Cancionero y Romancero de ausencias), son también los grandes motivos de su existencia: las tres heridas, la de la vida, la del amor, la de la muerte. La mayor parte de sus primeros poemas (fundamentalmente hasta los que integran El rayo que no cesa) contienen cierto vitalismo y optimismo; en este primer momento, su vida va por un camino (sueña con ser poeta) y su obra por otro (contempla el mundo desde la perspectiva de sus poetas leídos): En estos primeros versos, rinde homenaje a la naturaleza y tolo lo vivo es bello (las flores, los árboles, el agua de la fuente…) Lo natural es fuente de experiencia, en la que se presenta un amplio caudal de imágenes y una especie de fundamento de vida dedicada a vivir, a leer y a escribir. Aquí no hay muerte, tan solo una metafórica que se refiere al morir de los atardeceres. El amor llega con El rayo que no cesa donde el rayo es la herida interior del poeta. En este poemario, el poeta consigue una maduración íntima del concepto de amor como destino trágico del hombre. El amor es pasión atormentada ahora por anhelo insatisfecho y por las ansias de posesión frustradas. La herida del amor se encarna en la figura del “toro” que representa, por un lado, la virilidad del amante y por otro, el doloroso destino que lo llevará hasta la muerte. El canto más bello e impresionante que hace el poeta a la vida es el poema que se centra en el vientre de la mujer amada: “menos tu vientre/ todo es confuso”. Pero la vida siempre se presenta amenazada por fuerzas incontrolables y se convierte en un sino sangriento. Así lo vemos en el toro y en su siguiente poemario que acompañó el estallido de la Guerra Civil: Viento del pueblo. Llega con él a su madurez expresiva y vemos una poesía cargada de ideología que va desde la exaltación heroica, pasando por lo sarcástico, lo beligerante, lo amoroso y sobre todo, lo social. La vida se presenta como un camino hacia la muerte y esto lo veremos más de cerca en su segundo libro “de muerte”: El hombre acecha. Vida y muerte configuran la imagen que Miguel posee del mundo. Cuando pasa la guerra y llega la cárcel, llega también la desolación más cruel, los poemas de Miguel Hernández se oscurecen con el desengaño, la ausencia y la tristeza; “la ausencia de todo” le lleva a escribir Cancionero y Romancero de ausencias; con él se cierra el ciclo de la vida y la muerte volviendo al amor, porque no hay salvación posible si no se ama. La palabra libertad está aquí unida al amor porque al menos su sentimiento no podrá ser encarcelado: “Libre soy. Siénteme libre./ Sólo por amor.” En la cárcel de Alicante, en marzo de 1942, Miguel Hernández encontró la muerte de la que tanto había hablado y aludido en sus versos. EL COMPROMISO SOCIAL Y POLÍTICO DE MIGUEL HERNÁNDEZ
  • 2. El compromiso social de Miguel Hernández comenzó en 1935, cuando se incorpora a las 15 Misiones Pedagógicas”, un proyecto educativo cuyo fin era difundir la cultura general a las zonas con altos índices de analfabetismo. En 1936, el estallido de la Guerra Civil le obliga a dar un paso hacia el compromiso político y de aquí nacerán sus dos poemarios más comprometidos: Viento del pueblo y El hombre acecha. Ambos libros, especialmente el primero, contienen los poemas- emblema de la guerra que alentaron a los luchadores en el bando republicano; estos libros forman un corpus poético y son la columna vertebral de su poesía épico-bélica, así como el reflejo de una época y el resultado de su compromiso social y político. Su cometido fue utilizar la poesía como arma de combate y defender la República. Miguel Hernández ocupó varios cargos importantes y publicó en el seminario “Al ataque” diversos poemas; dirigió el periódico “Frente Sur”. Él que comprende el poder transformador de la palabra y su posible función social y política, aprovechó su profesión como poeta para: exaltar a los hombres que luchaban por la justicia; imprecar a los enemigos, a los opresores y explotadores y lamentarse por las víctimas caídas. La solidaridad se convierte en su lema poético y el poeta asume una función profética. El tono de exaltación es dominante en Viento del pueblo; en él se refleja el entusiasmo combativo del poeta que llega a mitificar a los protagonistas poemáticos (los jornaleros, los campesinos, los combatientes…) Miguel Hernández se convierte en el “intérprete” de las desdichas del pueblo y comprometido; así lo expresa en “Sentado sobre los muertos”. El tono de exaltación también puede hallarse en la fusión entre el amor y el heroísmo. El amor y “el vientre poblado de amor y sementera” de la esposa, son el sustento del poeta-esposo-soldado. En mitad de la Guerra, perdiendo el bando republicano, Miguel Hernández escribe El hombre acecha, su segundo poemario de guerra; escrito entre 1937 y 1938. En este momento, viaja a la URSS y sufre un fuerte desengaño al darse cuenta de que Europa vive ajena e insensible al drama que acontece en España. Los acontecimientos de guerra son vistos ahora desde un intimismo marcado por el desaliento; se va apagando la exaltación de los héroes y se va encendiendo el lamento por las víctimas. Junto a la evidencia trágica, el dolor y la muerte, la tierra se convierte en símbolo de España: “tierra: tierra en la boca, y en el alma, y en todo./ Tierra que voy comiendo, que al fin ha de tragarme”. La tierra es la madre, “Madre España”. Estos dos poemarios nos dan la clave: “el viento” es la voz del poeta, es también la libertad; él se convierte en voz del pueblo que pasa, en su segundo poemario, “al hombre” como referencia genérica a la condición humana, que rige una fuerza amenazante, “el acecho”. En su última etapa vivida en la cárcel, la palabra “libertad” está unida al amor; ya no hay canto combativo, ni exaltación de héroes. Solo hay lamento. Miguel Hernández nos quiso dejar en sus últimos versos un sabor a pueblo en unos versos de pacifismo en “Tristes guerras”. Son los versos de un hombre comprometido no sólo con lo social y lo político, sino también, y muy especialmente, comprometido con la vida y con sus palabras que fueron espejo su recorrido vital y de sus batallas. IMÁGENES Y SÍMBOLOS EN LA POESÍA DE MIGUEL HERNÁNDEZ
  • 3. La poesía de Miguel Hernández está llena de símbolos que rondan en torno a los grandes 15 motivos de su obra: la vida, el amor y la muerte. Su mundo poético se concentra en la unión armónica de estos tres elementos. En su primer poemario Perito en lunas (1933, editado en Murcia) encontramos varios símbolos, algunos de los cuales se repetirán a lo largo de su trayectoria e incluso adquiriendo nuevos matices: el toro, significa sacrificio y muerte, aunque más adelante representará la figura del amante; la palmera es el elemento paisajístico mediterráneo, que es comparada con un chorro: ‘Anda, columna; ten un desenlace/ de surtidor’. Por otra parte, encontramos unas imágenes y símbolos muy actuales, como cuando califica a las veletas de ‘danzarinas en vértices cristianos...’, imagen muy vanguardista. El rayo que no cesa (1936) tiene como tema fundamental el amor insatisfecho y trágico y en torno a él giran todos los símbolos. Así, el rayo que es fuego y quemazón, representa el deseo amoroso, enlazando con nuestra tradición literaria (“Llama de amor viva” de San Juan de la Cruz tenía el mismo motivo) y añadiendo, a su vez, el concepto de ‘herida’: el rayo es la representación hiriente del deseo, como lo es ‘el cuchillo’ o ‘la espada’. A su vez, la sangre es el deseo sexual; la camisa, el sexo masculino y el limón, el pecho femenino, según han interpretado algunos críticos. La frustración que produce en el poeta la esquivez de la amada se simboliza en la pena. Todos estos temas quedan resumidos en “Como el toro he nacido para el luto” (p. 169), que es una especie de epifonema. Encontramos en su poemario como un paralelismo simbólico entre el poeta y el toro de lidia, destacando en ambos su destino trágico de dolor y de muerte. Este libro contiene toda una constelación de símbolos cortantes e hirientes; se trata de símbolos de las heridas de amor y muerte, como ‘la espada’, ‘la cornada’, ‘los cuernos’, ‘los puñales’, ‘el turbio acero’, ‘este rayo que no cesa ’ del que proviene el título y ‘el carnívoro cuchillo de ala dulce y homicida’ que da comienzo al libro. Pero no sólo amor y muerte, también amistad y muerte. Estos instrumentos del dolor adquieren una expresividad dramática y desesperanzada en la “Elegía a Ramón Sijé”; en ella aparecen unos términos que configuran un mosaico de rabia y de dolor inconsolables: ‘manotazo duro’, ‘golpe helado’, ‘hachazo invisible y homicida’, ‘empujón brutal’, ‘tormenta de piedras, rayos y hachas estridentes’, etc.También hay poemas en El rayo que no cesa que se alejan de la bravura del deseo del toro para expresar el más puro vasallaje ante la amada. Así lo vemos en “Me llamo barro aunque Miguel me llame” (p. 165), poema que expresa una entrega servil hacia la amada; el buey lo veremos en Vientos del pueblo, es la mansedumbre en contraposición al ‘toro’. También en el soneto “Por tu pie, tu blancura más bailable” (p. 162) encontramos, con el símbolo del pie, la misma servidumbre: ‘pisa mi corazón que ya es maduro’. Viento del pueblo (1937) ejemplifica lo que es poesía de guerra, poesía como arma de lucha. En este libro hay un desplazamiento del yo del poeta hacia ‘los otros’. Así, viento es la voz del pueblo encarnada en el poeta. El pueblo cobarde y resignado que no lucha es identificado con el buey, símbolo de sumisión; el león, en cambio, es la imagen de la rebeldía y del inconformismo. El poeta, como combatiente, se identifica con leones, águilas, y toros (encontramos aquí una nueva lectura del símbolo del ‘toro’), símbolos del orgullo y la lucha. El poeta, como en El rayo que no cesa, sigue teniendo la lengua ‘bañada en corazón’ pero ahora no para expresar su pena amorosa, sino las penas de los oprimidos; la pena es, ahora, el fruto de la injusticia. En El hombre acecha el símbolo que predomina es la tierra; la tierra es aquí ‘la madre’ y se unirá al símbolo de España. La contraposición entre ricos y pobres se da en “Las manos” (pp. 226-228), poema en el que están simbolizadas las que para Miguel Hernández eran los dos Españas. Según el poeta, ‘unas son las manos puras de los trabajadores’, las cuales ‘conducen herrerías, azadas y telares’. Las otras son ‘unas manos de hueso lívido y avariento,/ paisaje de asesinos” que “empuñan crucifijos y acaparan tesoros’. Asimismo, ya no se canta tanto a la amada como deseo, sino que ahora se pone el acento en su maternidad. El símbolo, por tanto, va a ser el vientre. En este libro encontramos el tema del hombre como fiera, con colmillos y garras. La garra
  • 4. es símbolo de fiereza, a su vez, fiera es símbolo de la animalización de hombre, a causa de la 15 guerra y del odio. Todo ello lo podemos observar en la “Canción primera” (p. 245). Las ‘exasperadas fieras’ de El rayo que no cesa eran las de su interior atormentado, ahora las fieras son los hombres que se despedazan en una lucha fratricida llena de odio. (‘Ayudame a ser hombre: no me dejéis ser fiera...’). Del libro destacan los poemas que tratan de los desastres de la guerra. Las dos Españas, enfrentadas, aparecen en “El hambre” (p. 255), puesto que el poeta dice luchar ‘contra tanta barrigas satisfechas’, símbolo de la burguesía y del capitalismo. En “El tren de los heridos” (p. 262- 264), la muerte viene simbolizada por un tren. Ese ‘tren’ está presidido por la sangre y el silencio. El amor a la patria queda de manifiesto en “Madre España” (p. 266- 267), a la que se siente unido el poeta ‘como tronco a su tierra’ y de cuyo vientre, otro símbolo hernandiano, ha nacido: el símbolo es tópico (tierra-madre-vientre-España) ‘Decir madre es decir tierra que me ha parido’. Nos encontramos con el símbolo del tronco y de los árboles, hijos de la tierra, que son los hombres del pueblo y el mismo poeta. Se cierra este poemario con la “Canción última”, un claro homenaje a Francisco de Quevedo (‘Miré los muero de la patria mía’), porque tanto aquí como allí casa es símbolo de España. Cancionero y Romancero de ausencias, obra póstuma, se abre con elegías a la muerte del primer hijo; éste es evocado mediante imágenes intangibles: ‘ropas con su olor,/ ‘paños con su aroma’ ,’lecho sin calor, /sábana de sombra ’. La esperanza renace con la venida de un nuevo hijo al que van destinadas las tiernas y tristes “Nanas de la cebolla”. (pp. 301, 304). En ese nuevo hijo queda simbolizada la pervivencia del poeta: ‘Tu risa me hace libre/ me pone alas./ Soledades me quita, / cárcel me arranca.’ El amor a la esposa y la risa del hijo (sus alas) son la libertad del poeta. También encontramos aquí rayos y símbolos cortantes que simbolizan el dolor, pero yo no es un dolor por amor, sino un dolor en lo más hondo por pena y ausencia. TRADICIÓN Y VANGUARDIA EN LA POESÍA DE MIGUEL HERNÁNDEZ Miguel Hernández absorbió a nuestros clásicos desde sus lecturas adolescentes y, muy pronto, a los poetas de la ‘Generación del 27’ a los que admiraba. Pero sólo Vicente Aleixandre tuvo con él una relación más cercana. Lo cierto es que el poeta ‘provinciano’ aprehendió la poética del ’27, moviéndose en torno a su estela y de ahí la fusión entre tradición y vanguardia que se aprecia en su poesía como una característica que aúna al poeta con el grupo del 27.
  • 5. 15 En esa fusión se aprecia: a. Una veta de la tradición literaria : que parte de los clásicos de nuestro Siglo de Oro, desde San Juan de la Cruz, Fray Luis y Garcilaso, hasta los poetas del Barroco. Leía e imitaba, en sus primero poemas, los sonetos de Quevedo y poemas de Lope y, sobre todo, la metáfora culterana de la poética de Góngora; pasando por la poesía de Bécquer, (por lo que tiene de desnudez y simbolismo) y el Neopopularismo, (versión culta de nuestras formas populares), así lo vemos en su Cancionero y Romancero de ausencias. b. La veta de la generación inmediatamente anterior : La poesía simbolista-modernista de Rubén Darío es fundamental para la modernización de nuestras letras a comienzos del siglo XX. Y la poética de Juan Ramón Jiménez, con su ‘poesía desnuda’, siguiendo la estela de la ‘poesía pura’ de Paul Valery, orientó la trayectoria poética de los primeros años veinte. A su vez, esta desnudez estaba imbricada en el concepto que acuñó por entonces Ortega y Gasset: ‘la deshumanización del arte’, piedra angular del Novecentismo. c. La estela de las vanguardias literarias: movimientos renovadores que buscaron un lenguaje propio que hiciera del poema un ‘artefacto artístico’ basado, sobre todo, en la audacia de la metáfora. Tanto Hernández como los poetas del 27 absorbieron estas audacias vanguardistas en su primera etapa, en los años veinte, pero sin romper totalmente con la tradición y el magisterio de los maestros. Gongorismo y ultraísmo se funden , por ejemplo, en las octavas que encadenan metáforas en Perito en lunas. Con los años treinta, irrumpe otro movimiento de vanguardia, el Surrealismo, que implica una ‘rehumanización del arte’, un nuevo romanticismo e irracionalismo que dará cabida a lo humano, e incluso lo social y político: es la etapa que coincide con su poesía comprometida, que abarca los poemarios Viento del pueblo y El hombre acecha . No debemos olvidar al pionero de las vanguardias en España, Ramón Gómez de la Serna, que ejerció su magisterio entre los jóvenes poetas de los años veinte. De él queda el espíritu de la ‘greguería’ (metáfora + humor) que nos viene a la cabeza cuando leemos los ‘acertijos poéticos’ encerrados en las octavas de Perito en lunas. Una magistral simbiosis entre estas influencias se puede apreciar tanto en los poetas del 27 como en Miguel Hernández. En su primera etapa, el poeta estaba bajo el influjo de Ramón Sijé, quien forjó en él la militancia y el amor a los clásicos . A partir de 1927, el poeta oriolano entra en contacto con Góngora a través del grupo poético del 27. Desde ese momento, los modelos para Hernández a la hora de cincelar sus imágenes poéticas serán Lorca y, sobre todo, la ‘poesía pura’ de Jorge Guillén. En ese sentido, Perito en lunas se adscribe a la ‘poesía pura’ y se concreta en tres ejes que fusionan tradición y vanguardia: - El gongorismo, que le proporciona el esquema métrico de la octava real, las fórmulas sintáctica, el hipérbaton recurrente, el gusto por un léxico cultista y las imágenes metafóricas complejas. - Un vanguardismo tardío, cubista y ultraísta. - El hermetismo intenso y lúdico que convierte al poema en lo que Gerardo Diego llamó ‘acertijo poético’, adivinanza lírica que juega ‘con el deleite de la agudeza, de la emoción’ y que se nutre del mundo de la huerta oriolana. Cuando Hernández concibe El rayo que no cesa, vive una crisis amorosa y personal. El poeta sigue ahora la estela de Neruda y de Vicente Aleixandre, la estela de un nuevo romanticismo de la mano del Surrealismo que implica la ‘rehumanización del arte’, la ‘poesía impura’ y un estilo vanguardista. Es la estela de la segunda etapa. Este poemario también funde ‘poesía impura’ y metáfora surrealista con la tradición: trabaja la métrica clásica (domina el soneto quevedesco); la estructura y los componentes temáticos remiten al modelo del “cancionero” de la tradición del ‘amor cortés’ petrarquista; la ‘herida de amor’ encuentra sus modelos en el ‘dolorido sentir’ del lamento garcilasiano y en el ‘desgarro afectivo’ de Quevedo.
  • 6. Al irrumpir la guerra, Miguel Hernández se convierte en ‘poeta-soldado’ con Viento del pueblo: 15 comienza el tiempo de la poesía comprometida, poesía de guerra y denuncia y poesía de solidaridad con el pueblo oprimido. Hernández busca ahora una poesía más directa que recrea, en muchos momentos, su carácter oral, de ahí el empleo abundante del romance y del octosílabo (metro popular e inmediato que hunde sus raíces en la poesía tradicional); junto a estas formas, el poeta también cultiva metros más solemnes, de tono épico y de desarrollo amplio que remiten a la ‘poesía impura’. Esta concepción de la ‘poesía como arma’ que domina Viento del pueblo implica que lo lírico deja paso a lo épico. La imagen vanguardista, la metáfora surrealista, se funde con el Neopopularismo en el tono y la métrica: Miguel Hernández busca formas regulares tradicionales para contener su entusiasmo combativo y, además, llegar al pueblo. Después, el tono vigoroso de este primer poemario de guerra se atempera en El hombre acecha ante la realidad brutal de la guerra. Ahora, el arte menor y la rima asonante dejan espacio al endecasílabo y al alejandrino y las distribuciones sobre rima consonante; encontraremos composiciones más extensas, menos sometidas a la rima, con lo que se reafirma el versolibrismo de la ‘poesía impura’. Finalmente, con Cancionero y Romancero de ausencias (1938- 1941), intenso diario íntimo de un tiempo de desgracias, el poeta quiere componer un canto (cancionero) desnudo y un cuento (romancero). Miguel Hernández entronca con una corriente revitalizadora del “cantar” que se abrió con el ambiente postromántico y que continuará, luego, con Antonio Machado; también dominará en el Neopopularismo del grupo poético del 27. Una vez más, la tradición ofrece sus moldes a la vanguardia y el resultado es un conjunto de poemas magistrales que recorren las formas y temas de todos los tiempos anteriores y también, contemporáneos al poeta. LA POESÍA ESPAÑOLA DESDE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX HASTA LA POSGUERRA. En el último cuarto del XIX, la poesía lírica española se encontraba estancada entre el Romanticismo más tópico y el Realismo de la poesía de Campoamor. Sólo la figura de Bécquer, posromántico y presimbolista, ofrecía modernidad y calidad. Mientras, en Francia triunfaba una poesía novedosa: el Modernismo, junto a el, el Parnasianismo; ambos serán la raíz de la poesía moderna. Simbolismo y Parnasianismo llegarán a España en 1888 de la mano de Rubén Darío,
  • 7. quien con su obra Azul trajo consigo el cambio al panorama poético de comienzos del XX. El 15 movimiento que nació a raíz de estas innovaciones recibió el nombre de Modernismo e inaugura en las letras hispanas la poesía moderna; se incorpora la música y el ritmo, nuevos metros (alejandrinos y eneasílabos), el verso libre, poemas en prosa, simbolismo expresivo, plasticidad, sinestesia... Sin embargo, el Modernismo en España no será un movimiento homogéneo y, además, las circunstancias sociohistóricas del momento (crisis del 98), tendrá una ramificación literaria nacional, la de la llamada “Generación del 98”. Comenzarán en el Modernismo poetas como los hermanos Machado (Manuel y Antonio), Francisco Villaespesa, Eduardo Marquina, Juan Ramón Jiménez y, en prosa poética, Valle-Inclán con sus Sonatas. No obstante, sólo Villaespesa, Manuel Machado y Marquina persistirán en el Modernismo; el resto, con personalidades poéticas propias, tendrán evoluciones individuales diferentes: Juan Ramón Jiménez abogará, en la segunda década del XX, por la ‘poesía desnuda’, con lo que será el ‘maestro’ de los primeros pasos del grupo poético del 27; Valle-Inclán evolucionará hacia su arte del esperpento dentro de su visión crítica distorsionadora de la realidad; Antonio Machado evoluciona hacia los planteamientos y temas propios de la ‘Generación del 98’ con una estética más sobria, que tendrá su colofón en Campos de Castilla. Tras el fin de la Primera Guerra Mundial (1914- 1917), comienzan a vislumbrarse nuevos caminos poéticos que, frente al neorromanticismo y el irracionalismo que subyacían en el Simbolismo y el Modernismo, pretenden despojar al arte de su raíz sentimental: se trata de un proceso que quedó definido como la “deshumanización del arte” y que llevaron a cabo escritores e intelectuales que se agruparon bajo el nombre de Novecentistas. Dos fueron los caminos que iban a confluir a partir de la segunda década del siglo XX: a) las vanguardias, movimientos renovadores que rompieron con la estética anterior en todas las artes, buscando nuevas formas de expresión libres de trabas morales, políticas y religiosas. En 1930 Guillermo de Torre, ultraísta y teórico de las vanguardias ofrecía una “lista oficial” de los numerosos movimientos de vanguardia a los que –según él- aún podríamos apuntar otros: Futurismo, expresionismo, cubismo, ultraísmo, dadaísmo, surrealismo, neoplatonismo, creacionismo, imaginismo... La literatura española se caracteriza, en este momento, por la apertura al mundo exterior a través de las vanguardias europeas, aunque también aquí se dieron movimientos de vanguardia propiamente españoles: el ultraísmo, el creacionismo y el surrealismo. b) La ‘oesía pura’ la desnudez asentimental de la ‘poesía pura’ tiene en España un maestro, Juan Ramón Jiménez, que marcará los primeros paso de los poetas del 27. Así, la aparición en 1916 de Diario de un poeta en reciencasado marcará un hito en la superación del Modernimo y el inicio del canon de la ‘poesía pura’. Los poetas del 27 se iniciarán en su juventud al calor de la Vanguardias y de la ‘poesía pura’, influenciados también por la poesía intimista, de un posromanticismo depurado, de Bécquer. Su maestro inicial será Juan Ramón Jiménez y su punto de encuentro la “Residencia de Estudiantes”. Sin embargo, los poetas del 27 pronto se emanciparán de las tutelas y, con el homenaje a Góngora en 1927, se distanciarán de Juan Ramón Jiménez. La poesía del “Grupo poético del 27” marcó realmente el inicio de la poesía contemporánea española e implicó la posibilidad de una verdadera fusión entre tradición y vanguardia. Durante sus comienzos, fusionaron las Vanguardias (Ultraísmo y surrealismo) y la poesía pura con los ecos de Bécquer y el cultivo de la poesía popular, el camino
  • 8. fue el de una poesía más elaborada y hermética fusionada con las audacias de la poesía 15 vanguardista. Sin embargo, las convulsiones histórico-sociales que azotarán al mundo a partir de la crisis de 1929 (los fascismos, la preparación de la Segunda Guerra Mundial, la crisis económica...) llevarán a una “rehumanización del arte” que, en el terreno de la Vanguardia, tendrá su base en el Surrealismo. La irrupción de la poesía surrealista rechaza el concepto de la ‘poesía pura’. Con la entrada de la década de los treinta comenzará lo que Neruda llamará la ‘poesía impura’, manchada de sudor, lágrimas y humanidad. Vicente Aleixandre con su poemario La destrucción o el amor (1935), marca un hito en el surrealismo español. Con la llegada de la Guerra Civil, muchos de los poetas del 27 convierten su ‘poesía impura’ en ‘poesía comprometida’, un compromiso que llevará a muchos al exilio. Miguel Hernández, nacido el 30 de octubre de 1910, pertenece cronológicamente a la ‘Generación del 36’; sin embargo, por su evolución poética, sintetiza en su corta carrera literaria la modulación de los poetas del 27. El poeta oriolano comenzó su primera formación con los clásicos de nuestro Siglo de Oro. Cuando era adolescente, comenzó a conocer a los poetas del 27. Del conocimiento de Góngora vino la composición de octavas reales (la estrofa de la Fábula de Polifemo y Galatea) En 1933 publica en Murcia su primer poemario, Perito en lunas, una colección de octavas reales que fusionan gongorismo, simbolismo y ultraísmo. Sus padrinos en el camino de la madurez poética, en su segunda estancia en Madrid, serán Pablo Neruda y Vicente Aleixandre. Miguel Hernández se adentra en el camino de la ‘poesía impura’, el surrealismo y la ‘rehumanización del arte’, siempre fusionado con la tradición de nuestro Siglo de Oro, así será un gran sonetista en El rayo que no cesa. Con la llegada de la guerra y su compromiso político, Miguel Hernández se adentra en la poesía comprometida con Viento del pueblo y, más tarde (y más pesimista), El hombre acecha. Ya en la cárcel, encontramos al Miguel Hernández más original y maduro: poesía popular y poesía íntima, humanística y depurada será la del Cancionero y Romancero de ausencias. SOBRE SUS POEMARIOS (BREVES ANOTACIONES)- INFORMACIÓN ESENCIAL PERITO EN LUNAS - Antes de este libro, los poemas que forman su práctica literaria fueron calificados por el mismo autor “sonata pastoril”
  • 9. - El poemario está formado por cuarenta y dos octavas reales. 15 - La temática gira en torno a la luna que simboliza la “vocación poética” del autor (su aspiración); su forma “redonda”, como la “noria”, simboliza la regeneración continua de la vida. La luna será el núcleo y centro de su inspiración (reina de la noche), pero existen otros temas junto a escenas de su vida cotidiana y de su actividad pastoril (palmera, sandía, granada, azahar, gallo, oveja, horno, noria, barril…) Otros motivos que luego estarán presentes en su “cosmos poético”: la muerte, el toro y el amor. - Este primer libro está marcado por “rasgos neogongorinos” y pertenece al ciclo de la poesía pura. Revela ecos de los poetas clásicos, como Garcilaso, pero sobre todo, de Góngora. También se aprecian resonancias del simbolismo francés y de poetas contemporáneos como Jorge Guillén, Federico García Lorca, Rafael Alberti y especialmente, Gerardo Diego. - Tiene una dimensión popularizante por la temática campestre y también por el empleo de la técnica de la adivinanza. - Tanto sus temas como las metáforas proceden de su experiencia de la vida cotidiana y de su mundo particular. - En estos poemas, la autenticidad está oculta en virtud del hermetismo, del artificio y de técnicas que, como la ironía, son distanciadoras. La dificultad deriva de la superposición de imágenes y el juego de alusiones y elisiones. - El neogongorismo hernandiano constituye un intento de actualizar la deshumanización del arte (enarbolada por Ortega y Gasset) y de insuflar el elemento neorromántico en su poesía que irá desarrollándose a partir de aquí. Después de Perito en lunas, Hernández compuso un nuevo libro de poemas, con una estética nueva. Libro lírico y moldeado en el clasicismo. Este libro lírico y moldeado en el clasicismo era, en sus caracteres generales, un conjunto de sanjuanista con algún que otro soneto. Sería el núcleo más temprano del futuro poemario El silbo vulnerado, fase sustancial. EL RAYO QUE NO CESA de Miguel Hernández. (ETAPA DE LA POESÍA NEORROMÁNTICA) - Está integrado por cerca de treinta sonetos, aparte de otras composiciones poéticas. - Es un libro de eminente temática amorosa; el poeta ha llegado a una maduración íntima del concepto del amor como destino trágico del hombre, pero lo hace formulando su personal historia amorosa a modo de cancionero dentro de una tradición cortesano-petrarquista que hará suya al intensificarla con su fuerza expresiva. Para ello, pondrá a su servicio un complejo cuadro de imágenes y símbolos como el cuchillo, el rayo, el toro, el fuego… De fondo también encontramos la crisis de poeta, una crisis estético- ideológica causada por los cambios que han tenido lugar en su vida. - La estructura de la obra está meditada con detalle y sigue este orden: el poema “Un carnívoro cuchillo” en cuartetas octosilábicas (redondillas), y 36 versos; 13 sonetos; el
  • 10. poema “Me llamo barro aunque Miguel me llame”, (una silva) con 71 versos; 13 sonetos; la 15 “Elegía a Ramón Sijé” (en tercetos encadenados) y el “Soneto final”. Sólo los poemas 1, 15 y 29 responden a un modelo métrico distinto del soneto. - La poética neorromántica de este poemario se manifiesta a través de la lírica de la angustia, de la sangre y del grito. Es la poética surgida de una interiorización fruto del amor y que supone adentrarse en una angustia que se une al sentimiento amoroso pero que no se reduce a él mismo, sino que lo transciende en forma de angustia metafísica y existencial. - El poeta siente la vida amenazada y por ello, muestra un hondo sentimiento trágico de la vida arraigado en profundas premoniciones y angustias, tan típicas de nuestro tiempo. Esto se ve, por ejemplo, en “Un carnívoro cuchillo”, “Mi corazón no puede con la carga” o “Como el toro he nacido para el luto”. - La fuerza, el impacto, la gran emoción y conmoción que produce en los lectores esta poética depende de tres tensiones: expresiva, vivencial y por la singularización en la historia literaria (es único). La tensión expresiva se produce entre el desbordamiento emotivo y la rigidez formal de la estrofa empleada (el soneto en su mayoría). La tensión vivencial se proyecta en el tema de la pena, de la que el toro no sería más que un revestimiento metafórico. La singularización en la historia literaria está en la perfecta combinación de lo clásico (asimila e incorpora a su poesía el registro quevediano) y lo contemporáneo, que se aprecia en la carga latente de amor-destrucción (influencia de Vicente Aleixandre). - Cuando aparece El rayo que no cesa, el contexto literario está dominado por varias tendencias, algunas contrapuestas entre sí, pero casi todas bajo el sello de la contemporaneidad en formas y contenidos, por ello sorprendió la peculiar composición de Miguel Hernández, rindiendo culto a los autores clásicos. El 1935, al tiempo que componía El rayo que no cesa, Hernández avanzaba en la poesía impura, de órbita nerudiana de la que hay algunos reflejos en el mismo Rayo. - Sus poemas muestran una visión neorromántica de la realidad poética, en la que late el hondón existencial y en la que se detectan técnicas de surrealismo, o elementos de adscripción surrealista, e influjos nerudianos, como la ampliación de la realidad en el poema, dando cabida a toda suerte de seres y de materiales; el extrañamiento de puntos de referencia metafóricos, la liberación de represiones sexuales, y del ideario conservador, expresando la furia revolucionaria, la rebelión política anticlerical, anticapitalista. - Una idea central en su poemario es: que el hombre se realiza plenamente en la unión carnal (“Mi sangre es un camino”); también encontramos en El rayo que no cesa la emancipación métrica, lanzándose al verso libre; la aparición de elementos oníricos, visionarios y del subconsciente; el tema recurrente de la sangre, etc. - El tema de la pena es central en este poemario. Pero la pena no depende sólo del amor, sino de su no realización, al contenerse el deseo erótico por culpa de una moral estrecha. La pena brota del choque de impulsos vitales, febriles,
  • 11. contra los obstáculos que intentan frenarlos, de manera que la colisión 15 provoca un especial sentimiento de la muerte que cabe dentro de la temática de la pena. Por tanto, la pena hernandiana no recubre únicamente el campo de la frustración amorosa, sino que alberga también otros estados anímicos, expresión todos de la crisis que estaba atravesando el poeta ; era consciente de haber perdido su identidad, su adhesión al terruño, a la amistad fiel, a unos credos religiosos, sociales y estéticos… para alzarse con un nuevo hombre por medio de esta crisis. La pena acabará cuando empiece la esperanza, el optimismo por la afirmación de sí mismo en orden a lo que él aspiraba a ser. - La intención social comenzaremos a verla en el poemario Viento del pueblo. - VIENTO DEL PUEBLO - Viento del pueblo es la obra más emblemática de Miguel Hernández y también su obra más conocida, sobre todo en el periodo de guerra. Fue publicado en Valencia (donde se encontraba el gobierno de la República) en septiembre de 1937. - “Los poetas somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplados a través de sus poros…” le decía Hernández en el prólogo a Vicente Aleixandre. Miguel Hernández trataba de explicar que el viento es libertad y por eso su poemario Viento del pueblo significa libertad del pueblo o para el pueblo. (Veintisiete veces nombre M.H. la palabra pueblo y unas diez veces “yugo” por ello se evidencia sus ansias de libertad.) - Durante la Guerra Civil, este libro fue uno de los más conocidos, leídos y recitados (poesía de trincheras) pero en la posguerra fue un libro proscrito, perseguido y olvidado. El libro se salvó de su destrucción gracias a que los exiliados llevaron ejemplares con ellos y algunos amigos ocultaron ejemplares a la “nueva Inquisición”. - Viento del pueblo y El hombre acecha forman un corpus poético; son la columna vertebral de su poesía épico-bélica; ambas composiciones están separadas por un año y escritas en el contexto de la Guerra Civil española. Son las obras con más identidad hernandiana porque los poemas llevan un mensaje directo para el pueblo. Estos son poemas críticos, combatidos, nacidos en las trincheras y escritos codo a codo con los milicianos que muestra una realidad de explotadores, cenizas, bombas y fuego. Con estos dos poemarios, Hernández se convierte en el poeta de nuestra guerra. - El “pastor poeta” se convierte ahora en “poeta de la revolución”, poeta del pueblo. - Juan Ramón Jiménez calificó a Miguel Hernández como “extraordinario muchacho de Orihuela”. EL HOMBRE ACECHA - Este poemario incluye poema de los años 1937 y 1938. El volumen comprendía dieciocho textos, algunos de ellos escritos a raíz de la estancia del poeta en la Unión Soviética. Es su segundo poemario de guerra y nos encontraremos en él, canciones de metro corto, romances, versos alejandrinos, endecasílabos, estrofas de pie quebrado, etc.
  • 12. - Dedicado a Pablo Neruda, el conjunto resulta poco unitario y presenta un giro plenamente 15 personal. - El poeta se duele de la muerte colectiva, de la muerte de los hombres que acarrea la guerra, tal como atestiguan poemas tan sobrecogedores como “El herido”, “Las cárceles” y “Canción última” anuncian el conjunto siguiente, los versos del Cancionero y romancero de ausencias. - Miguel Hernández se había decidido por la urgencia ya con el poemario anterior, Viento del pueblo, por entender que era el requerido por aquella encrucijada, como él mismo pudo constatar en los frentes, donde los soldados se sentían motivados merced a las consignas y sus poemas de exaltación. - En esta época, Miguel Hernández escribió cuatro obras en prosa que, con el título de Teatro en la guerra, aparecieron reunidas en un solo tomo, y fueron uno de los escasos libros de teatro de agitación política publicados durante la contienda. - Su intención sigue siendo: hacer una poesía militante, un canto popular, que se va convirtiendo en un sollozo viril, clamoroso, universal, por el hombre en guerra. - Estos poemas resuman amargura, dolor, sangre y muerte; están marcados por el desaliento; la guerra va mal para el bando republicano, para los defensores de la libertad. Encontraremos poemas en un tono más meditativo, desalentado en ocasiones y precursor de un final amargo, mezclado con llamadas de esperanza, a un futuro mejor; con alegatos contra un pasado al que el poeta y el pueblo no quieren volver. (Ej. “El hambre”). - La evolución de Miguel Hernández a una producción literaria social y de resistencia, es producto de su evolución, de su anhelo de liberación, existencial, poética y, sobre todo, social. - Su defensa de la Democracia y de la República, le ofrece una salida natural a sus orígenes campesinos y, al mismo tiempo, revela una evolución lógica del desarrollo de sus convicciones intelectuales y de sus peculiaridades poéticas. - En “Las cárceles” surge ya una nota ominosamente premonitoria. En lo personal, se mezcla la alegría y el dolor. Se ha casado con Josefina, su novia oriolana; pero su primer hijo muere, con pocos meses. A su segundo hijo, nacido en enero de 1939, apenas lo puede tener en sus brazos. Termina la guerra. Intenta refugiarse en Portugal, pero es devuelto a la España e los vencedores por la policía portuguesa. Es encarcelado. Comienza una penosa peregrinación de cárcel en cárcel. Es condenado a muerte y, por fin, se le conmuta la sentencia de muerte por la de treinta años de prisión. - Su intención sigue siendo hacer una poesía militante pero tiende más hacia un sollozo viril por el hombre/ por los hombres que mueren en la guerra. - En la cárcel compone la mayor parte de su libro último y póstumo, Cancionero y romancero de ausencias que abarca la última etapa de su vida y de su literatura. CANCIONERO Y ROMANCERO DE AUSENCIAS
  • 13. - A pesar de que en sus últimos años Miguel Hernández creó poemas de gran aliento y de 15 incomparable belleza. - Son poemas variados, con estrofas y rimas diversas, líneas largas, como las de los alejandrinos y endecasílabos. - La poesía final más representativa es la de ausencia, concentrada singularmente en los versos de este poemario. Esta cuarta y última etapa se denomina LA EXPLORA - La mayor parte fue compuesto en la cárcel. Junto a sus sentimientos de prisionero, nos habla de su amor a su esposa y a su hijo, y otra vez es el amor frustrado, por la privación de libertad. - Escrito casi todo en la cárcel, el poeta remonta el vuelo, inspirándose en las formas más puras de la lírica popular. - Es un libro conmovedor debido a la desnudez y a la concentración emocional que lo impregnan. Baste recordar las enternecedores “Nanas de la cebolla” dedicadas a su hijo a raíz de recibir una carta de su mujer en la que decía que no comía más que pan y cebolla. - En “Llegó con tres heridas” y “Tristes guerras” son dos breves muestras en las que resulta bien visible la métrica popular; la primera sintetiza el tríptico temático del poeta (amor- muerte-vida), y la segunda encierra una honda queja sobre el horror de la guerra. En “Sepultura de la imaginación” se transparenta la alegoría de su propia situación y la de tantos españoles que habían visto destruidas violenta y trágicamente sus esperanzas. - Muy triste es el final del poeta. Enfermo grave en las penosas circunstancias de la cárcel de Alicantes desde junio de 1941. Su final irremediable apenas se le alivió. Muere a los 31 años, el 28 de marzo de 1942. - Su vida y su obra son representativas del tiempo que le tocó vivir. Su trayectoria sirve de puente entre dos etapas de la poesía española: arranca de posiciones afines a la Generación del 27, sin embargo, por edad y evolución poética, pertenece a la Generación del 36 (Rosales, Celaya...) Su compromiso humano y poético lo convertirá en un modelo para los poetas sociales de posguerra. Sus últimos versos quedaron escritos en la pared: o “Adiós, hermanos, camaradas, amigos, despedidme del sol y de los trigos”. - El poeta quiso componer un canto (Cancionero) y un cuento (romancero). Miguel Hernández entronca con una corriente revitalizadora del “cantar” que dominó en el Neopopularismo del Grupo Poético del 27. - El título lo escribió el poeta en un cuaderno que entregó a su esposa en septiembre de 1939. El Cancionero recoge poemas desde octubre de 1938 a 1941. Fue construido casi a modo de diario íntimo. La escritura se identifica con un tiempo de desgracias, el tiempo que le tocó vivir. - Como conclusión: Enraizado en el “aquí” y “ahora” de los revueltos años que vivió, su personalidad y su obra son representativos del mundo inestable y angustiado de esa etapa. Frente a la libertad, la alegría y el amor, su poesía también recoge, sobre todo, el dolor, la
  • 14. incomprensión, la angustia de la ausencia, la amenaza inquietante del destino, la ansiedad, el 15 odio, la sangre y la tragedia. CARTAS ESCRITAS POR MIGUEL HERNÁNDEZ (Aportan datos sobre su vida) Correspondencia de Miguel Hernández A Josefina Manresa (Madrid, 12 de septiembre de 1939) Mi querida Josefina: Esta semana, como las anteriores, llega martes y no ha llegado tu carta. También empiezo a escribir ésta para que me dé tiempo a echarla después, cuando el correo me traiga la tuya, que no creo que falte hoy. Estos días me los he pasado cavilando sobre tu situación, cada día más difícil. El olor de la cebolla que comes me llega hasta aquí, y mi niño se sentirá indignado de mamar y sacar zumo de cebolla en vez de leche. Para que lo consueles, te mando esas coplillas que le he hecho, ya que aquí no hay para mí otro quehacer que escribiros a vosotros y desesperarme. Prefiero lo primero y así no hago más que eso, además de lavar y coser con muchísima seriedad y soltura, como si en toda mi vida no hubiera hecho otra cosa. También paso mis buenos ratos espulgándome, que familia menuda no me falta nunca, y a veces la crío robusta y grande como el garbanzo. Todo se acabará a fuerza de uña y paciencia, o ellos, los piojos, acabarán conmigo. Pero son demasiada poca cosa para mí, tan valiente como siempre, y aunque fueran como elefantes esos bichos que quieren llevarse mi sangre, los haría desaparecer del mapa de mi cuerpo. ¡Pobre cuerpo! Entre sarna, piojos, chinches y toda clase de animales, sin libertad, sin ti, Josefina, y sin ti, Manolillo de mi alma, no sabe a ratos qué postura tomar, y al fin toma la de la esperanza que no se pierde nunca. Así veo pasar un día y otro día, esperanzado y deseoso de correr a vuestro lado y meterme en nuestra casa y no saber en mucho tiempo nada del mundo, porque el mundo mejor está entre tus brazos y los de nuestro hijo. Aún es posible que vaya para el día de mi santo, guapa y paciente Josefina. Aunque yo, la verdad, creo que estos amigos míos llevan las cosas muy despacio. Han estado de vacaciones fuera de Madrid y han regresado esta semana pasada. No han podido venir a verme porque ahora es imposible para todo el mundo. Es casi seguro que los veré la semana que viene. Me decías en tu anterior que guardara la ropa cuanto pudiera. No te preocupes, que si no tengo ropa cuando salga, con ponerme una mano en el occipucio y otra en el precipicio, arreglado. Así y todo procuro conservarla y uso la más vieja y todo son cosidos y descosidos y ventanas por todas partes. El pijama se me ha roto y le he puesto un remiendo que es media camisa, porque se me veía toda la parte de atrás y era una verdadera vergüenza. Por lo que a mí me pasa, me figuro lo que os pasará a vosotros y como esto siga así, me veo contigo como Adán y Eva en el Paraíso. ¡Ay, Josefina mía! No nos queda otro remedio que aguantar todo lo malo que nos viene y nos puede venir, para el día que nos toque aguantar lo bueno. ¿Verdad que llegará ese día? Yo nunca he dudado de que llegará y de que seremos más felices que hasta aquí hemos sido. Esta separación nos obliga a respetar a nuestro Manolillo más que respetamos al otro.
  • 15. Manolillo del que no dejo de acordarme nunca. Dentro de un mes hará un año que se nos murió. Eso de 15 que el tiempo pasa de prisa, para nadie es más verdad hoy como para nosotros y a mí me cuesta trabajo creer que ha pasado un año desde que cerró nuestro primer hijo los ojos más hermosos de la tierra. Dios, a quien tú tanto rezas, hará que el día diecinueve de octubre lo pasemos juntos, si no hace que lo pasemos el día ventinueve de este mes. No quisiera pasar, ese día lejos de ti. Iremos a dar una vuelta al campo y si tú eres decidida, visitaremos la tierra donde nos espera. Tengo ganas de hablar contigo. La otra noche soñé a Manolillo ya con cinco o seis años de edad. Cuídalo mucho, Josefina que crezca fuerte y defendido contra toda enfermedad. Cuando te sea posible come mucha fruta y mucho vegetal, principalmente patatas. Es lo que más conviene a tu salud y a la de nuestro sinvergüencilla. No me dices muchas cosas suyas. Supongo que ya hablará más que un loro. Si supieras que ganas tengo de oír su voz: se me ríen los huesos sólo de imaginarla, con que mira lo que me voy a reír el día que la oiga de verdad. Dime el peso que tiene, que no lo has pesado hace mucho tiempo. Estoy enfadado con Manolo y con las Marianas, a ninguno de los cuatro se les ocurre escribirme unas letras. No se acuerdan de mí, que no los olvido. Dime también algo de la abuela y la tía, que tampoco me han mandado una sola letra (...). Bueno. Voy a dejar el lápiz y a esperar tu carta, a ver qué me trae de bueno. Nada. Hoy no recibo carta tuya. No me gusta que te retrases en escribirme. Vaya plantón que me he llevado al pie del que vocea el correo. No hay derecho. Espero que me digas algo de nuestra familia de Orihuela, de mi madre especialmente y de la de Pepito. Anteayer he recibido una carta de un amigo de la huerta, Trinitario Ferrer, muy amigo de mí hermano y me dice que se ve con él todos los días. Di a Vicente que le diga que por ahora no puedo contestarle, pero que me alegra mucho saber de él. Voy a terminar mi carta diciéndote que seas menos perezosa conmigo o de lo contrario no te voy a escribir en un mes. Y nada más porque no parezca larga ésta a la censura y porque hagan todo lo posible para que llegue a tus manos. Manolillo: adiós, un beso ¡pum! Otro beso ¡pum! Otro, otro, otro, ¡pum, pum, pum! Manolo: escribe, dejando a un lado por un rato las barbas y las perezas. Marianas: a ser buenas y a pelearos una vez a la semana solamente. Josefina: recibe para ti y para nuestro hijo y para nuestros hijos mayores el cariño encerrado y empiojado y... perdido de tu preso Miguel. ¡Adiós!' Comentario Cronológicamente en la vida de miguel Hernández, esta carta enviada a su esposa Josefina Manresa, se sitúa en su etapa final vivida en la cárcel. En esta carta el poeta incluye sus famosas ‘‘Nanas de la cebolla’’ que relatan la situación de hambruna que pasó su esposa que solo disponía de cebollas para alimentarse y amamantar a su hijo. También narra que echa de menos recibir cartas de Josefina y algunas de sus ocupaciones en la cárcel (bordar o escribir), además de ‘’pelear’’ contra todo tipo de plagas como pulgas o chinches, un signo de la poca higiene en las penitenciarías de aquella época. Posteriormente rememora el aniversario de la muerte de su primer hijo y recuerda a su amada que deben proteger a su segundo ‘’Manolillo’’ más de lo que pudieron cuidar al primero. Finalmente el poeta acaba la carta con la esperanza de salir de la cárcel y abrazar de nuevo a su esposa e hijo, pidiendo noticias de sus parientes y amigos en Orihuela, su ciudad natal. Testimonio de Carlos Fenoll 'Cuando recibe el telegrama salta materialmente de alegría, y agitando el azul y leve papelito en su mano ruda, como hecha de corteza de olivo, con un fulgor de júbilo en sus ojos impresionantes me dice: "¡Mira Carlos, mira! ¡Me han dado el primer premio en Elche! ¡Viva la poesía, y yo, y tú!" Con los dineros que recauda de la leche aquella noche alquilamos un detonante Ford y llegamos a la ciudad de las palmas a
  • 16. las doce y pico. Todo silencio y desierto ... Preguntamos a un sereno: "¡Che, oiga!, la dirección ... del 15 secretario del Certamen." Después de mucho andar, desandar, llamar, molestar -tal es nuestra impetuosa muestra impaciente y breve ingenuidad- nos dicen que el premio no se puede entregar aquella noche, a aquellas horas. Que lo mandarían. Decepción... "Pero ¿qué es el premio... en metálico? No; un objeto artístico..." Sí, es un pobre objeto, y aún más pobre como obra de arte: una escribanía... A los dos o tres días la vendimos para restituir a su padre los "cuartos" de la leche, y todavía nos faltaban cuatro pesetas.' Comentario Este testimonio corresponde al año 1931, cuando Miguel Hernández se presentó a un certamen literario cuyo fin era "rendir el más merecido tributo a Valencia". El poeta creó un mas que extenso poema de 138 versos denominado ''Canto a Valencia'' que fue merecedor del premio. En este testimonio, Carlos Fenoll relata la alegría de Miguel al saber que ganó el premio, con la esperanza de recibir dinero a cambio, sin embargo el premio consistía en ''una mágnifica escribanía -estuche para plumas y un tintero- de plata", por lo que decidió venderlo al poco tiempo para pagar los gastos de su impaciente viaje. REPORTAJE "Siento todas mis ataduras" Una carta inédita de Miguel Hernández refleja su angustia en la cárcel antes de morir JESÚS RUIZ MANTILLA - Madrid - 12/10/2008 Una carta de Miguel Hernández es una joya. Más si en ella palpita el sentimiento de desazón, hartazgo y escasa confianza en el futuro que sintió el poeta en la cárcel de Ocaña, 10 meses antes de morir en marzo de 1942. Por eso, el descubrimiento de una misiva del escritor a su amigo Carlos Rodríguez Spiteri tiene más que un valor simbólico. Ha sido Eutimio Martín, que publicará una biografía sobre el autor en 2010 -centenario de su nacimiento-, quien ha descubierto el documento. "Sus cartas son escasísimas y casi todas las escribe para pedir cosas prácticas. En ésta se comprueba el desaliento que sufre en la cárcel, su falta de esperanza", según Martín. El poeta compartió durante años principios falangistas con Ramón Sijé Es uno de los aspectos que este estudioso analizará a fondo en Miguel Hernández. Oficio de poeta, como se titula la biografía que publicará Aguilar. Dará mucho que hablar. En ella, Martín desmonta mitos y leyendas sobre uno de los símbolos de la represión franquista. "Cuando va a cumplirse un siglo de su nacimiento conviene que lo confrontemos con la realidad y lo alejemos del símbolo". La carta va dirigida al poeta Rodríguez Spiteri, alguien muy cercano a él. "Si conocemos sólo 437 cartas y 316 van dirigidas a Josefina Manresa, su mujer, este hombre con 10 correspondencias es la tercera persona, después de José María de Cossío, con quien más relación mantuvo".
  • 17. De ahí su trato de confianza desalentada, en la que además de recibir la noticia del nuevo libro 15 de Spitieri, Los reinos de secreta esperanza, y comentarlo, Hernández deja entrever su desesperación: "Siento todas mis ataduras y mi poca, mi escasísima posibilidad de movimiento. Sólo puedo moverme en un patio que tengo más recorrido que el día...". Según su biógrafo, cuando el poeta escribe cartas lo hace para pedir. "Para que ayuden a Josefina, para que atiendan a su hijo, cosas así, de ese tono son las que mantiene con Vicente Aleixandre o Cossío, para quien trabajó y cuyo contenido es muy profesional". Eso sin hablar de la frialdad que desprende el tratamiento a sus hermanos y a su padre, con quien mantuvo una relación tormentosa. Aquel hombre no sólo le arrancó del colegio para que cuidara cabras en el campo, sino que jamás le perdonó haberse alistado en el bando republicano, algo que hizo en septiembre de 1936. La crudeza de la reacción del padre de Hernández al conocer su muerte tiene asombrado a su biógrafo. "Él se lo había buscado", cuenta Martín que dijo. Pero las sombras sin resolver en la vida y la biografía del poeta venían de antes. No fue Miguel Hernández un republicano convencido desde siempre. Junto a Ramón Sijé vivió su iniciación en la poesía y un cierto amamantamiento ideológico. A él dedica una famosa Elegía tras su muerte. Durante años compartieron principios falangistas. "Sé que esto es muy delicado, pero la relación de Miguel Hernández con esos círculos es clara. A Sijé, le llega a dedicar un libro como jefe y todos sabemos lo que en ese ámbito significa", cuenta Martín. El falangismo del poeta estaba muy centrado en el medio rural. "Era un fascismo eucarístico. En vez del yugo y las flechas, utilizaban un racimo de uvas y espigas de trigo. Llega a publicar en una revista que se llama El gallo en crisis". Su vida en Madrid supone una conversión vertiginosa. "Sobre todo lo demuestra en un poema, Sonreídme". Allí entra en contacto con los grupos poéticos. Tras publicar El rayo que no cesa, se convierte en una figura. Extraña y ajena al glamour del exclusivo tinglado lírico, donde miraban por encima del hombro a un cabrero, pero una figura al fin y al cabo. "Incluso le saca partido a esa imagen campesina, le daba personalidad", añade el investigador. No tarda en virar ideológicamente. Fue hacia el año 1935. "Se relaciona mucho con la mujer de Pablo Neruda, Delia del Carril, y con un revolucionario argentino, Raúl González Muñón". Además, empieza a colaborar con las Misiones Pedagógicas de la Institución Libre de Enseñanza. La guerra acelera su compromiso. Un compromiso que no rompe jamás. "Habría salido de la cárcel con cualquier gesto. Pero supo que en aquella España no iba a poder desarrollar su vocación. Que no había espacio para su oficio de poeta. Y prefirió morir...". A su amigo Carlos Rodríguez Spitieri - "Querido Carlos: con gran sorpresa, he recibido ese libro tuyo del 38, cuando las circunstancias eran muy otras para todos. Son poemas esos tuyos impregnados de la enrarecida atmósfera que respirabas, llenos de la angustia y la esperanza de tu juventud. Me alegran ciertos versos, donde la ternura halla su forma de expresión más inspirada. El libro, en total,
  • 18. está lleno de ese aliento que hace patente a un poeta. Vicente te habrá dicho mucho, y yo 15 prefiero aguardar una ocasión para decirte todo cuanto pienso de este libro, que tú consideras un poco lejano. Veo que viajas, y cuando miro que tu carta viene de Toledo, siento todas mis ataduras y mi poca, mi escasísima posibilidad de movimiento. Sólo puedo moverme en un patio, que tengo más recorrido que el día. Dime más de tu actividad poética. Yo no hago nada por hoy, mañana veremos qué se hace. Vivo, me limito a vivir una vida de preso con todas sus consecuencias. Te abrazo y te prometo darte a conocer mi hijo".