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I Introducción
Sonó el teléfono y supo que la iban a matar. Lo supo con tanta certeza que se quedó
inmóvil, lacuchilla en alto, el cabello pegado a la cara entre el vapor del agua caliente que
goteaba en losazulejos. Bip-bip. Se quedó muy quieta, conteniendo el aliento como si la
inmovilidad o elsilencio pudieran cambiar el curso de lo que ya había ocurrido. Bip-bip.
Estaba en la bañera,depilándose la pierna derecha, el agua jabonosa por la cintura, y su
piel desnuda se erizó igualque si acabara de reventar el grifo del agua fría. Bip-bip. En el
estéreo del dormitorio, los Tigresdel Norte cantaban historias de Camelia la Tejana. La
traición y el contrabando, decían, soncosas incompartidas. Siempre temió que tales
canciones fueran presagios, y de pronto eranrealidad oscura y amenaza. El Güero se
había burlado de eso; pero aquel sonido le daba larazón a ella y se la quitaba al Güero. Le
quitaba la razón y varias cosas más. Bip-bip. Soltó larasuradora, salió despacio de la
bañera, y fue dejando rastros de agua hasta el dormitorio. Elteléfono estaba sobre la
colcha, pequeño, negro y siniestro. Lo miró sin tocarlo. Bip-bip.Aterrada. Bip-bip. Su
zumbido iba mezclándose con las palabras de la canción, como siformase parte de ella.
Porque los contrabandistas, seguían diciendo los Tigres, ésos noperdonan nada. El Güero
había usado las mismas palabras, riendo como solía hacerlo,mientras le acariciaba la nuca
y le tiraba el teléfono encima de la falda. Si alguna vez suena, esque me habré muerto.
Entonces, corre. Cuanto puedas, prietita. Corre y no pares, porque yano estaré allí para
ayudarte. Y si llegas viva a donde sea, échate un tequila en mi memoria. Porlos buenos
ratos, mi chula. Por los buenos ratos. Así de irresponsable y valiente era el GüeroDávila.
El virtuoso de la Cesna. El rey de la pista corta, lo llamaban los amigos y también
donEpifanio Vargas: capaz de levantar avionetas en trescientos metros, con sus pacas de
perico yde borrego sin garrapatas, y volar a ras del agua en noches negras, frontera arriba
y fronteraabajo, eludiendo los radares de la Federal y a los buitres de la DEA. Capaz
también de vivir enel filo de la navaja, jugando sus propias cartas a espaldas de los jefes.
Y capaz de perder.
El agua que le caía del cuerpo formaba un charco a sus pies. Seguía sonando el teléfono,
y supo que no era necesario responder a la llamada y confirmar que al Güero se le
habíaacabado la suerte. Aquello bastaba para seguir sus instrucciones y salir corriendo;
pero no esfácil aceptar que un simple bip-bip cambie de golpe el rumbo de una vida. Así
que al fin agarróel teléfono y oprimió el botón, escuchando.
-«Quebraron al Güero, Teresa.».
No reconoció la voz. El Güero tenía amigos y algunos eran fieles, obligados por el código
de lostiempos en que pasaban mota y paquetes de la fina en llantas de coches por El Paso,
caminode la Unión Americana. Podía ser cualquiera de ellos: tal vez el Neto Rosas, o
Ramiro Vázquez.No reconoció al que llamaba ni pinche falta que le hacía, porque el
mensaje estaba claro.Quebraron al Güero, repitió la voz. Lo bajaron, y también a su
primo. Ahora le toca a la familiadel primo, y a ti. Así que corre cuanto puedas. Corre y no
pares de correr. Luego se cortó lacomunicación, y ella miró sus pies húmedos sobre el
suelo y se dio cuenta de que temblaba defrío y de miedo, y pensó que, quien fuera el
comunicante, había repetido las mismas palabrasdel Güero. Lo imaginó asintiendo atento
entre el humo de cigarros y los vasos de una cantina,el Güero enfrente, quemando mota y
cruzadas las piernas bajo la mesa como solía ponerse, lasbotas cowboy de serpiente
acabadas en punta, la mascada al cuello de la camisa, la chamarrade piloto en el respaldo
de la silla, el pelo rubio al rape, la sonrisa afilada y segura. Harás esopor mí, carnal, si me
rompen la madre. Le dirás que corra y no pare de correr, porque tambiénse la querrán
chingar a ella.
El pánico vino de improviso, muy distinto al terror frío que había sentido antes. Ahora
fue unestallido de desconcierto y de locura que la hizo gritar, breve, seca, llevándose las
manos a lacabeza. Sus piernas eran incapaces de sostenerla, así que fue a caer sentada
sobre la cama.Miró alrededor: las molduras blancas y doradas del cabezal, los cuadros de
las paredes conpaisajes bien chidos y parejas que paseaban en puestas de sol, las
porcelanitas que había idocoleccionando para alinear en la repisa, con la intención de que
el de ellos fuera un hogar lindoy confortable. Supo que ya no era un hogar, y que en
pocos minutos sería una trampa. Se vioen el gran espejo del armario: desnuda, mojada, el
pelo oscuro pegado a la cara, y entre susmechas los ojos negros muy abiertos,
desorbitados de horror. Corre y no pares, habían dicho elGüero y la voz que repetía las
palabras del Güero. Entonces empezó a correr.
                                                           La reina del sur, Arturo Pérez Reverte

   1. ¿Qué significaba para Teresa, la protagonista de la historia, el sonido del
      teléfono?
   2. ¿Dónde estaba Teresa cuando sonó el teléfono? ¿Qué estaba haciendo en ese
      momento?
   3. ¿Dónde estaba el teléfono? ¿Y cómo era?
   4. ¿Qué le había dicho el Güero que hiciera si alguna vez sonaba ese teléfono?
   5. ¿Cómo apodaban al Güero sus amigos? ¿Por qué?
   6. ¿Qué escuchó Teresa al responder al teléfono?
   7. ¿Qué significa “Quebrar”?
   8. ¿Qué sabemos sobre el aspecto físico del Güero?
   9. ¿Qué significa “Güero”?
   10. ¿Por qué Teresa tiene que huir y salir corriendo?

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  • 1. I Introducción Sonó el teléfono y supo que la iban a matar. Lo supo con tanta certeza que se quedó inmóvil, lacuchilla en alto, el cabello pegado a la cara entre el vapor del agua caliente que goteaba en losazulejos. Bip-bip. Se quedó muy quieta, conteniendo el aliento como si la inmovilidad o elsilencio pudieran cambiar el curso de lo que ya había ocurrido. Bip-bip. Estaba en la bañera,depilándose la pierna derecha, el agua jabonosa por la cintura, y su piel desnuda se erizó igualque si acabara de reventar el grifo del agua fría. Bip-bip. En el estéreo del dormitorio, los Tigresdel Norte cantaban historias de Camelia la Tejana. La traición y el contrabando, decían, soncosas incompartidas. Siempre temió que tales canciones fueran presagios, y de pronto eranrealidad oscura y amenaza. El Güero se había burlado de eso; pero aquel sonido le daba larazón a ella y se la quitaba al Güero. Le quitaba la razón y varias cosas más. Bip-bip. Soltó larasuradora, salió despacio de la bañera, y fue dejando rastros de agua hasta el dormitorio. Elteléfono estaba sobre la colcha, pequeño, negro y siniestro. Lo miró sin tocarlo. Bip-bip.Aterrada. Bip-bip. Su zumbido iba mezclándose con las palabras de la canción, como siformase parte de ella. Porque los contrabandistas, seguían diciendo los Tigres, ésos noperdonan nada. El Güero había usado las mismas palabras, riendo como solía hacerlo,mientras le acariciaba la nuca y le tiraba el teléfono encima de la falda. Si alguna vez suena, esque me habré muerto. Entonces, corre. Cuanto puedas, prietita. Corre y no pares, porque yano estaré allí para ayudarte. Y si llegas viva a donde sea, échate un tequila en mi memoria. Porlos buenos ratos, mi chula. Por los buenos ratos. Así de irresponsable y valiente era el GüeroDávila. El virtuoso de la Cesna. El rey de la pista corta, lo llamaban los amigos y también donEpifanio Vargas: capaz de levantar avionetas en trescientos metros, con sus pacas de perico yde borrego sin garrapatas, y volar a ras del agua en noches negras, frontera arriba y fronteraabajo, eludiendo los radares de la Federal y a los buitres de la DEA. Capaz también de vivir enel filo de la navaja, jugando sus propias cartas a espaldas de los jefes. Y capaz de perder. El agua que le caía del cuerpo formaba un charco a sus pies. Seguía sonando el teléfono, y supo que no era necesario responder a la llamada y confirmar que al Güero se le habíaacabado la suerte. Aquello bastaba para seguir sus instrucciones y salir corriendo; pero no esfácil aceptar que un simple bip-bip cambie de golpe el rumbo de una vida. Así que al fin agarróel teléfono y oprimió el botón, escuchando. -«Quebraron al Güero, Teresa.». No reconoció la voz. El Güero tenía amigos y algunos eran fieles, obligados por el código de lostiempos en que pasaban mota y paquetes de la fina en llantas de coches por El Paso, caminode la Unión Americana. Podía ser cualquiera de ellos: tal vez el Neto Rosas, o Ramiro Vázquez.No reconoció al que llamaba ni pinche falta que le hacía, porque el mensaje estaba claro.Quebraron al Güero, repitió la voz. Lo bajaron, y también a su
  • 2. primo. Ahora le toca a la familiadel primo, y a ti. Así que corre cuanto puedas. Corre y no pares de correr. Luego se cortó lacomunicación, y ella miró sus pies húmedos sobre el suelo y se dio cuenta de que temblaba defrío y de miedo, y pensó que, quien fuera el comunicante, había repetido las mismas palabrasdel Güero. Lo imaginó asintiendo atento entre el humo de cigarros y los vasos de una cantina,el Güero enfrente, quemando mota y cruzadas las piernas bajo la mesa como solía ponerse, lasbotas cowboy de serpiente acabadas en punta, la mascada al cuello de la camisa, la chamarrade piloto en el respaldo de la silla, el pelo rubio al rape, la sonrisa afilada y segura. Harás esopor mí, carnal, si me rompen la madre. Le dirás que corra y no pare de correr, porque tambiénse la querrán chingar a ella. El pánico vino de improviso, muy distinto al terror frío que había sentido antes. Ahora fue unestallido de desconcierto y de locura que la hizo gritar, breve, seca, llevándose las manos a lacabeza. Sus piernas eran incapaces de sostenerla, así que fue a caer sentada sobre la cama.Miró alrededor: las molduras blancas y doradas del cabezal, los cuadros de las paredes conpaisajes bien chidos y parejas que paseaban en puestas de sol, las porcelanitas que había idocoleccionando para alinear en la repisa, con la intención de que el de ellos fuera un hogar lindoy confortable. Supo que ya no era un hogar, y que en pocos minutos sería una trampa. Se vioen el gran espejo del armario: desnuda, mojada, el pelo oscuro pegado a la cara, y entre susmechas los ojos negros muy abiertos, desorbitados de horror. Corre y no pares, habían dicho elGüero y la voz que repetía las palabras del Güero. Entonces empezó a correr. La reina del sur, Arturo Pérez Reverte 1. ¿Qué significaba para Teresa, la protagonista de la historia, el sonido del teléfono? 2. ¿Dónde estaba Teresa cuando sonó el teléfono? ¿Qué estaba haciendo en ese momento? 3. ¿Dónde estaba el teléfono? ¿Y cómo era? 4. ¿Qué le había dicho el Güero que hiciera si alguna vez sonaba ese teléfono? 5. ¿Cómo apodaban al Güero sus amigos? ¿Por qué? 6. ¿Qué escuchó Teresa al responder al teléfono? 7. ¿Qué significa “Quebrar”? 8. ¿Qué sabemos sobre el aspecto físico del Güero? 9. ¿Qué significa “Güero”? 10. ¿Por qué Teresa tiene que huir y salir corriendo?