2. Fuck Communism en USA
En los Estados Unidos de los años 60 había dos palabras prohibidas.
Una, literalmente, la palabra "fuck". Decirla o escribirla podía
acarrear multas y hasta penas de cárcel. Otra, cultural y
simbólicamente, la palabra “comunismo”. El gran tabú, el fantasma
que el Comité de Actividades Anti-Norteamericanas había decidido
erradicar (amplificándolo, al considerar a todo el mundo
sospechoso).
Los yippies, el grupo de activismo creativo liderado por Abbie
Hoffman y Jerry Rubin, decide hacer algo al respecto y organizan una
campaña (pegatinas y carteles por toda la ciudad de Nueva York) con
el siguiente eslógan: "fuck communism".
Decir lo prohibido sin decirlo, evitando la censura y la
criminalización, buscando la complicidad del espectador inteligente
que sabe leer entre líneas y apreciar el ingenio de la operación.
Para seguir investigando: "Los yippies en nueve palabras clave"
Fuente: Doce
acciones inspiradoras
para burlar la nueva
Ley de Seguridad
Ciudadana.
3. La Alternativa Naranja en Polonia
En la década de los 80, enfrentarse al régimen comunista
polaco requería de mucho valor e ingenio. De lo contrario,
con mucha probabilidad uno daba con sus huesos en la
cárcel para toda la vida o algo mucho peor. Los miembros
de Pomaranczowa Alternatywa (Alternativa Naranja) se
destacaron por su uso creativo del absurdo y el sinsentido
en las protestas.
Comenzaron su trayectoria pintando enanos sobre las
manchas de pintura que cubrían en las paredes los grafitis
contra el gobierno. Los enanos presentes por doquier se
convirtieron muy pronto en símbolos de la disidencia
polaca, cobraron vida y centenares de personas
disfrazadas de enanos naranjas comenzaron a
manifestarse por las calles exigiendo cosas como la
dimisión de Gargamel (!).
Así, mediante el uso de la alegoría y la metáfora, diciendo
sin decir, lograron llevar a cabo decenas de protestas sin
correr el riesgo de ser detenidos o, por lo menos, de ser
detenidos sin que las autoridades del régimen se
convirtiesen automáticamente en un hazmerreír: ¿o es
que acaso se le puede seguir tratando con respeto a un
oficial de policía tras ver que detiene a un manifestante
“por participar en una reunión ilegal de los enanos”?
Para seguir investigando: página de la Alternativa Naranja
en Wikipedia (en inglés)
5. El Tighty-whitie Block en Nueva York
Unos días antes del comienzo de las movilizaciones contra el World
Economic Forum en febrero de 2002, el alcalde de Nueva York
desempolva una antigua ley (¡escrita en 1847!) que prohíbe el uso
de máscaras durante cualquier acto público. La aplicación de la ley
persigue un claro objetivo: permitir a la policía realizar a sus anchas
un archivo fotográfico de los manifestantes.
Los New Kids on the Black Block, un grupo de activistas
antiglobalización expertos en tácticas de guerrilla de la
comunicación, leen con atención la ley. Lo que allí dice es,
literalmente, que queda tajantemente prohibido “el uso de toda
máscara”. Pero, con un poco de creatividad, hay muchas cosas que
pueden llegar a desempeñar las mismas funciones... Y así es como
nace el Tighty-whitie Block.
"Tighty-whities” es como llaman los americanos a los calzones
blancos de toda la vida. En pocas horas, los New Kids se hacen con
un montón de estos calzoncillos (más de mil), les imprimen cientos
de mensajes subversivos y los reparten entre los manifestantes.
Además, confeccionan una pancarta-gallumbo gigante a modo de
insignia para todos aquellos que desean –o necesitan– manifestarse
de manera anónima, aunque sea con un calzón en la cara.
Los calzoncillos tighty-whities no son máscaras, así que poco o nada
puede hacer la policía al ver desfilar con ellos a cientos de personas
el día de la manifestación. No pueden ni detener ni, mucho menos,
ampliar su archivo fotográfico, ¡cómo hubiesen quedado esas fotos!
6. El movimiento 501 en Argentina
En Argentina el voto es obligatorio, pero el Código
Electoral Nacional exime de la obligación a quienes se
encuentran a más de 500 kilómetros de su domicilio.
En 1999, un grupo de jóvenes invitó a todos los
desafectos a las rutinas electorales a trasladarse el día
de la votación a 501 kilómetros de su lugar de
residencia, como un modo de decir colectivamente que
el sentido profundo de la democracia no puede
reducirse a elegir cada cuatro años entre opciones
prácticamente intercambiables entre sí.
Quienes participaron certificaron en comisaría que el
día de las elecciones estarían a 501 kilómetros de su
lugar de residencia y se organizaron viajes colectivos y
gratuitos desde Buenos Aires a la Sierra de la Ventana
donde se celebró un encuentro. Por supuesto fueron
acusados de “antipolíticos”, “antidemocráticos”,
blablabla. Pero ellos respondieron, en su “Carta a los
votantes”, que en el kilómetro 501 empezaba en
realidad a recuperarse el sentido auténtico de la
democracia, que no es la simple gestión de lo
Inevitable y Necesario ("lo que hay es lo que hay"), sino
la transformación de lo existente entre todos y para
todos.
Para seguir investigando: "El movimiento 501, la "Carta
a los votantes" y la spanish revolution"
7. Los Sex Pistols sobre el río Támesis
Mediados de 1977, el Jubileo de la Reina Isabel
de Inglaterra está próximo y el gobierno y la Casa
Real quieren evitar a toda costa cualquier acto
crítico. Es por eso que toda actuación de los Sex
Pistols, autores de la canción “God Save the
Queen”, queda terminantemente prohibida en
suelo inglés.
La reacción de la banda punk a la prohibición es
ya célebre. Lejos de tirar la toalla, los Pistols
alquilan un barco al que bautizan precisamente
“Queen Elizabeth” y el 7 de junio, el mismo día
del desfile real, organizan un concierto en mitad
del río Támesis. Al fin y al cabo, la ordenanza
gubernamental prohibía únicamente las
actuaciones en suelo inglés, no decía nada acerca
del agua.
La repercusión mediática de esta actuación fue
tal que, esa semana, el single “God Save the
Queen” alcanzó el número uno de la lista de los
más vendidos en todo el país. Sin embargo, como
estaba prohibida, la canción no pudo ser
anunciada por televisión ni pinchada por ninguna
emisora de radio. Aquella fue la única vez en la
historia que no ha habido canción número uno.
9. La Revolution Through Social Networks en
Bielorrusia
En julio de 2011, la frustración por la crisis
económica en Bielorrusia llega a su punto
álgido. El régimen autoritario del presidente
Alezander Lukashenko había prohibido
cualquier tipo de protesta y la policía reprimía
toda expresión de disidencia. En respuesta a
esta situación, aparece la “Revolution
Through Social Networks”, un llamamiento
público a reunirse en las calles y aplaudir; o a
hacer sincronizar sus teléfonos móviles y
hacerlos sonar a la vez. Así, de este modo tan
aparentemente inofensivo, miles de personas
logran convertir unos simples gestos
cotidianos en potentes expresiones de
disidencia.
10. Lavapiés 15 en Madrid
Lavapies 15 fue una casa okupada en la calle y número
que indica su nombre del madrileño barrio de
Lavapiés durante el año 96. A los seis meses de
existencia recibió la orden de desalojo. Los habitantes
de Lavapiés 15 sellaron la puerta y simularon
parapetarse dentro, el procedimiento ortodoxo de
autodefensa de las casas okupada por aquel entonces
(heroico quizá, pero a la postre inútil y muy
frustrante).
Así, mientras un destacamento de cien agentes de
policía y un helicóptero rastreaban la casa buscando a
los okupas, ellos huyeron por los tejados dejando en
evidencia el desmesurado e injustificado despliegue
represivo. Se cuenta incluso ¡que observaron su
propio desalojo en la puerta con los demás curiosos!
"Resistir no equivale a sufrir, también la burla es una
forma de lucha”, dijeron para explicar su gesto.
La noticia en El País
11. Día Nacional de la Protesta en Chile
Chile, julio de 1983. La dictadura de Pinochet cumple diez
años y los trabajadores de las minas de cobre lo celebran
organizando una huelga nacional. Las minas de cobre
representan entonces la columna vertebral de la economía del
país, así que la respuesta del dictador se hace notar
enseguida: cientos de militares y policías de diferentes
cuerpos rodean las minas con orden de disparar sobre todo
aquél que secunde la huelga. El derramamiento de sangre
parece inevitable. Y, sin embargo, no sucede así.
Apenas un día antes del inicio de la huelga y, repentinamente,
los portavoces y líderes del movimiento obrero deciden
cambiar de estrategia. En vez de insistir en el paro de las
minas como única vía de protesta, convocan ahora a la
primera Jornada de Protesta Nacional, un día repleto de
muchas acciones descentralizadas a lo largo del todo el país.
Dicho llamamiento animaba a la gente a, por ejemplo,
conducir sus automóviles a velocidad muy lenta por las
autopistas y principales calles chilenas con la intención de
provocar un multitudinario atasco en todo el país; o a
encender y apagar una y otra vez las luces de su hogar; o a
golpear sus cacerolas y sartenes ininterrumpidamente en
cuanto cayese la noche. Y así fue como nació el cacerolazo, un
modo de protesta todavía vigente en la actualidad.
12. La (no) batalla de la puerta del Sol
El martes 2 de agosto de 2011, la policía desaloja de muy
malos modos los restos de la acampada de Sol y el punto de
información que allí había dejado el movimiento 15M,
arrancando y arrojando a un contendor de basura la
hermosa placa que decía “Dormíamos, despertamos. Plaza
tomada”. Miles de madrileños se sienten entonces borrados
del mapa y se autoconvocan espontáneamente para
reconquistar la plaza.
Cordones de policía apostados en cada una de las arterias
de la plaza les cierran el paso, mientras decenas de
“lecheras” custodian un espacio desierto. De pronto un
grito: “ciao, ciao, ciao, nos vamos a Callao”. La consigna
prende. En lugar de hacer frente, los manifestantes dan la
espalda. Cambio de perspectiva, cambio de escenario,
cambio de interlocutores, cambio de afectos. Ya no se grita
la rabia a la policía impasible, sino que el 15-M se hace
presente por toda la ciudad. Se transforma una situación de
impotencia en potencia. Alegría del regate.
La guarnición de policías de Sol se queda encerrada en su
trinchera, protegiendo el vacío. Un día, dos días, tres… El
dispositivo es insostenible y finalmente se desmonta cuatro
día después. Y la noche del viernes 5 la gente entra de
nuevo feliz en la plaza liberada en una gran manifestación.
Un texto que escribimos entonces: "Lawrence de Arabia y la
(no) batalla de Sol"
13. El pianista de Gezi Park (Estambul)
Antes del definitivo desalojo del parque Gezi en
Estambul, durantes las protestas de junio, el presidente
Erdogan había dado un ultimátum a los manifestantes.
Y se cumplió a las siete de la tarde del 12 de junio. Todo
estaba preparado para el ataque de la policía: la
enfermería, las máscaras de gas, los medios de
comunicación, las barricadas... Pero cuando empezaron
los primeros enfrentamientos, las primeras bombas de
gas, entonces empezó a sonar algo que no erán cánticos
de guerra ni disparos, sino música: “Let it be”, de los
Beatles, un piano que había aparecido de la nada y un
chico delgado con nariz ganchuda y sombrero que
tocaba “Imagine” de John Lennon y el Bella Ciao. Y
entonces todos dejaron lo que estaban haciendo y se
fueron acercando: se sentaron, aplaudieron, cantaron
juntos.
El pianista era un alemán, de origen italiano, que estaba
viajando por Europa para transmitir un mensaje de paz.
El piano lo había construido él mismo y afirmaba que su
música calmaba a los policías y, de alguna manera,
protegía a los manifestantes. Erdogan no se atrevió a
aplastar esa comunidad en torno a la música. Hubiera
sido una imagen brutal que recorrería el mundo.
15. Los Reflectantes en Barcelona (una iniciativa de enmedio)
En torno al primer aniversario del 15-M, el poder había activado la vía de la
represión y la criminalización para acabar con la protesta en calle. Entrar en
esas dinámicas vacía la calle de pluralidad, “des-democratizando” la protesta
hasta que sólo quedan grupos pequeños y muy homogéneos, fácilmente
identificables y codificables. Ahí surgen entonces Los Reflectantes diciendo: “no
vamos a jugar en ese juego, rompamos los códigos”.
Los Reflectantes parecen superhéroes salidos de un cómic de Marvel, pero se
trata de gente corriente aunque con dos cosas o tres fuera de lo normal: su
traje brillante hecho con papel de aluminio, el Rayo reflectante y el
Reflectocubo.
Utilizado correctamente, el Rayo reflectante sirve para reflejar la luz del sol
sobre las cámaras de la policía que graban a los manifestantes. Por otra parte,
el Reflectocubo puede usarse de dos maneras distintas: como elemento lúdico
en cualquier manifestación que se torne aburrida y como antídoto contra
cargas policiales.
Este segundo uso del Reflectocubo se puso en práctica por primera vez en
Barcelona, durante la pasada Huelga General del 14-N. La manifestación
multitudinaria de la mañana había concluido ya cuando la policía asaltó Plaza
de Cataluña golpeando con sus porras a todo aquél que encontraba en su
camino. Cundió el pánico. La gente huyó despavorida en dirección a Paseo de
Gracia y justo entonces hizo aparición el Reflectocubo. Tras un buen rato
forcejeando con él, los antidisturbios decidieron quitárselo de encima
empujándolo de vuelta hacia el lado de los Reflectantes, quienes se lo volvieron
a enviar provocando una espacie de ping-pong absurdo que transformó el
ambiente de la plaza radicalmente: del pánico a la juerga en menos de un
minuto.