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Arquitectura gótica
Catedral de Nuestra Señora de París. Muestra las características de la arquitectura gótica que
nace en la región de Isla de Francia (Île-de-France) a finales del siglo XII: el uso del arco ojival y
las elevadas bóvedas de crucería que desplazan su peso mediante los arbotantes (bien visibles
en la imagen), el predominio de los vanos sobre los muros, que permiten los grandes rosetones,
la altura de la aguja central y la posición central del trasepto.
La arquitectura gótica es la forma artística sobre la que se formó la definición del arte gótico, el
estilo artístico comprendido entre el románico y el renacimiento, que se desarrolló en Europa
Occidental —cristiandad latina— en la Baja Edad Media, desde finales del siglo XII hasta el siglo
XV, aunque más allá de Italia las pervivencias góticas continuaron hasta los comienzos del siglo
XVI.
El vocablo «gótico» es el adjetivo correspondiente a godo y fue utilizado en este contexto por
primera vez por el tratadista florentino Giorgio Vasari (1511–1574), quien en su famosa obra de
biografías de pintores toscanos, incluye varios capítulos sobre el arte en la Edad Media. En
sentido peyorativo usó este término para denominar la arquitectura anterior al Renacimiento,
propia de los bárbaros o godos, cuyos componentes le parecían confusos, desordenados y poco
dignos, por contraste a la perfección y racionalidad del arte clásico. En su propia época, se solía
denominar como opus francigenum (estilo francés), por referencia al origen de la innovación.
Paradójicamente, en la España del siglo XVI se calificaba al gótico final (isabelino o plateresco)
como la forma de construir a lo moderno, mientras que la arquitectura clasicista que introducía el
renacimiento italiano era vista como una forma de construir a la antigua o a lo romano.1
La arquitectura gótica puso especial énfasis en la ligereza estructural y la iluminación de las
naves del interior de los edificios. Surgió del románico pero acabó oponiéndose a la volúmenes
masivos y a la escasa iluminación interior de sus iglesias. Se desarrolló fundamentalmente en la
arquitectura religiosa (monasterios e iglesias), teniendo su mayor éxito en la construcción de
grandes catedrales, secular tarea en que competían las ciudades rivales; aunque también
tuvieron importancia la arquitectura civil (palacios, lonjas comerciales, ayuntamientos,
universidades, hospitales y viviendas particulares de la nueva burguesía urbana) y la arquitectura
militar (castillos y murallas urbanas).
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Los dos elementos estructurales básicos de la arquitectura gótica son el arco apuntado u ojival y
la bóveda de crucería, cuyos empujes, más verticales que el arco de medio punto, permiten una
mejor distribución de las cargas y una altura muy superior. Además, la parte principal de estas
son transmitidas desde las cubiertas directamente a contrafuertes exteriores al cuerpo central del
edificio mediante arbotantes. El resultado deja a la mayor parte de los muros sin función
sustentante (confiada a esbeltos pilares y baquetones), quedando la mayor parte de aquéllos
libres para acoger una extraordinaria superficie de vanos ocupados por amplias vidrieras y
rosetones que dejan paso a la luz.
La arquitectura gótica tuvo su origen en las regiones de Normandía e Isla de Francia, desde
donde se difundió primero a todo el reino de Francia y posteriormente (ya a mediados del siglo
XIII), sobre todo por la extensión del arte cisterciense y las rutas jacobeas, por el Sacro Imperio
Romano Germánico y los reinos cristianos del norte de España (que durante ese periodo de la
Reconquista se estaban imponiendo a los musulmanes del sur). En Inglaterra penetró pronto el
estilo francés, aunque adquirió un fuerte carácter nacional. A Italia llegó tarde, no tuvo mucha
aceptación, y su impacto fue muy desigual en las distintas regiones, y muy pronto fue sustituido
por el Renacimiento.
El medievalismo suscitado por el romanticismo y el nacionalismo del siglo XIX hizo reelaborar
como arquitectura historicista un neogótico que reproducía el lenguaje arquitectónico propio del
estilo con formas más o menos genuinas, destacando la labor restauradora y reconstructora del
francés Eugène Viollet-le-Duc.
Arquitectura romana
Historia
La arquitectura romana tiene su origen en la etrusca, sumada a influjos de la griega, sobre todo
después de las guerras púnicas y por lo tanto, presenta rasgos de ambas. Hoy se hace datar la
arquitectura romana de la fecha en que se construyeron la primera vía y el primer acueducto . Por
esta época y durante las conquistas de Roma en Sicilia y en la misma Grecia, los generales
romanos solían llevarse como trofeo de sus victorias gran cantidad de objetos artísticos. Por otro
lado, los artistas griegos y etruscos, atraídos por el poder económico de la señora del
Mediterráneo, llevaron a Roma el gusto e incluso la pasión por las Bellas Artes y en estas
escuelas formaron sus artistas propios.
El periodo de esplendor del arte romano abarca los dos primeros siglos del Imperio. Pero ya a
principios del siglo II de nuestra era, , se inicia la decadencia del buen gusto que se acentúa en el
siglo III y se confirma en el siglo IV por efecto de cierto barroquismo o irregularidad y pesadez en
los estilos aunque aumente el fasto y la magnitud de las obras. Pero la arquitectura, en cuanto
arte de construir sigue desarrollándose hasta la invasión de los bárbaros, por lo menos, en los
principales centros de cultura. Pruebas de esto son las grandes basílicas de Roma construidas en
el siglo IV, no sólo las destinadas al culto cristiano, sino también las civiles. Los restos de la
colosal basílica civil de Constantino (también llamada de Majencio) que todavía se alzan en
Roma, sirvieron como fuente de inspiración a los arquitectos del renacimiento en el siglo XVI.
Los elementos más significativos de la arquitectura romana son la construcción abovedada y el
empleo de un primitivo hormigón.
Los romanos emplearon profundamente el arco y la bóveda. Ésta no se forma con dovelas de
piedra aparejada (salvo en algunas construcciones asiáticas), como se disponía en la bóveda
etrusca, sino de una masa confeccionada con puzolana y cascajo. Las bóvedas solían tener
gruesos arcos de ladrillo, ya paralelos, ya diagonales pero embebidos en la bóveda misma, que
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servían como sujeción provisional y como refuerzo interior de la bóveda. Un ejemplo soberbio es
la cúpula del Panteón de Agripa en Roma.
Los romanos, no sólo construyeron bóvedas de cañón y cúpulas, sino rudimentarias bóvedas de
arista y de crucería. Pero estas últimas debieron usarse con poca frecuencia fuera del Imperio de
Oriente pues sólo se conocen las de las Termas de Caracalla y las de la Basílica de Majencio en
la cual se advierte un sistema de contrarrestos interiores aplicados a la bóveda. También
empezaron a aparecer en la arquitectura romana los capiteles historiados que tanto se hicieron en
la Edad Media, pues de ellos se han descubierto algunos ejemplares en Pompeya y otros sitios.
Los edificios romanos, según su uso, podían ser muy sobrios o muy suntuosos. Puentes y
acueductos son austeros y funcionales, mientras que templos y palacios son lujosos y
monumentales, con un claro fin representativo. Las edificaciones más nobles se revestían de
piedra formando órdenes, que no reflejaban la estructura interior real. Se decoraban los muros de
los edificios suntuosos con pinturas y los pavimentos con mosaicos.
Las principales características de la arquitectura romana son:
Es una arquitectura caracterizada por la monumentalidad, no sólo por el espacio
que ocupa sino también por su significado. Esto viene dado también por la idea de
la inmortalidad del Imperio.
Es una arquitectura utilitaria, práctica, funcional. Por esto y también por la propia
estructura del Estado, aparecen nuevas construcciones, con un gran desarrollo de la
arquitectura civil y militar: basílicas, termas, etc.
Es una arquitectura dinámica., como consecuencia del empleo de algunos
elementos constructivos como el arco y la bóveda.
Los materiales utilizados son muy variados: piedra cortada en sillares regulares y
dispuesta a soga y tizón, hormigón, ladrillo, mampuesto, madera... Cuando el
material era pobre se solía revestir con estucado, placas de mármol o con
ornamentación de mosaicos o pintura.
Se usa el orden toscano y también el jónico y el corintio. Aunque lo más significativo
fue el uso del elegante orden compuesto. También fue muy frecuente la
superposición de órdenes en edificios muy altos. Normalmente en el piso bajo se
empleaba el orden toscano, en el medio el jónico y en el superior el corintio. Los
capiteles, en general, presentan motivos con mayor libertad que en Grecia y hay
algunos con figuración.
Aparecen las guirnaldas y los bucranios como elementos decorativos.
También la arquitectura romana empleó la superposición en el mismo vano del arco
y el dintel.
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Órdenes de la arquitectura romana
La arquitectura romana adaptó los tres órdenes griegos y el llamado etrusco modificándolos y
añadiéndoles otra forma de capitel que se definió por los arquitectos renacentistas con el nombre
de orden compuesto. De esta suerte, se cuentan cinco órdenes, a saber:
el orden toscano o etrusco que permanece básicamente igual.
el orden dórico romano que eleva su columna a dieciséis módulos, adorna su collarino o
garganta, añade un talón al ábaco, tiene el astrágalo en forma de junquillo que rodea al
fuste y debajo de la corona de la cornisa lleva dentículos o mútulos. Esta última diferencia
le constituye respectivamente en las variantes de dórico denticular y dórico modillonar,
según los arquitectos del renacimiento.
el orden jónico romano, que adorna más su capitel que el griego, reduce la magnitud de
sus volutas, suprime en ocasiones el astrágalo y eleva la altura del fuste.
el orden corintio romano, se ostenta más florido aún que el griego y en él abunda, sobre
todo, la hoja de acanto. De ésta, lleva dos o tres series el capitel, dobladas hacia adelante
y además de los dentículos admite series de modillones adornados para sostener la
cornisa.
el orden compuesto, que llegó a ser el predilecto de los romanos no difiere del corintio
sino en engarzarse más los adornos y en alguna modificación accidental del capitel: éste
se constituye por hojas de acanto sin calículos y con cuatro volutas que salen por encima
del cuarto de bocel de modo que parece compuesto de jónico y corintio.
La arquitectura romana adoptó con frecuencia la superposición de un orden arquitectónico a otro
diferente en un mismo edificio, quedando el más sencillo y robusto debajo del más elegante y
delicado, según es de notar en el grandioso Coliseo romano.
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Teatro de Marcelo
Fueron modelos de dichos órdenes en Roma:
el Templo del Capitolio y el Foro Romano, del toscano
el Templo de Marte y el Teatro de Marcelo, para el dórico
parte del Teatro de Marcelo, el Templo de la Fortuna viril y el de la Concordia para el jónico
el Panteón de Agripa y el Templo de Antonino y Faustina, en el corintio
el Arco Triunfal de Tito y de Vespasiano y el de Septimio Severo, en el orden compuesto
el Coliseo de Vespasiano de tres órdenes a la vez: dórico, jónico y corintio
Templo en Palmira
En las colonias romanas se usaron también los mismos órdenes pero, generalmente, con menor
perfección y con más alteraciones que en el de la metrópoli. Son muy celebrados entre otros
edificios:
el anfiteatro y el templo de Roma y Augusto en Nimes (Maison Carrée)
la Puerta negra en Tréveris
el Templo de Vesta en [etapa pontificia]+
el Arco de Trajano en Ancona y en Benevento
el palacio y el mausoleo de Diocleciano en Spalato (hoy, catedral)
los templos de Baalbeck y de Palmira en Líbano y Siria respectivamente
Arquitectura bizantina
Se denomina arquitectura bizantina al estilo arquitectónico que estuvo vigente durante el
Imperio bizantino (Imperio romano de Oriente) desde la caída del Imperio romano de Occidente
en el siglo V. La capital del Imperio de Oriente era Constantinopla (Constantinopolis o ciudad de
Constantino), cuyo nombre anterior fue Bizancio y, actualmente, Estambul, y ello desde el año
330, momento que otros autores fijan como el inicio de la arquitectura bizantina.
La arquitectura bizantina se inscribe dentro del marco del arte bizantino, y abarca pues un largo
espacio de tiempo, que se inicia en el siglo IV y al que pone fin abruptamente la caída de
Constantinopla en manos de los turcos otomanos en 1453, ya en el siglo XV. Debido a su dilatada
duración en el tiempo, suele dividirse para su estudio en tres períodos diferenciados: un período
inicial, un período intermedio y un período final.
Por lo que respecta al marco geográfico en el que se produce el estilo arquitectónico bizantino,
éste coincide en líneas generales con la extensión geográfica del Imperio bizantino, con lo que
fue cambiante en el tiempo en razón de las circunstancias históricas y políticas de dicho reino a lo
largo de los más de diez siglos de vigencia de dicho estilo. No obstante, las zonas de mayor
presencia de la arquitectura bizantina se corresponden con los territorios de las actuales Turquía
y Grecia, sin olvidar Bulgaria, Rumania y amplias partes de Italia, junto con Siria y Palestina.
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Además, como resultado de la expansión del cristianismo entre los pueblos eslavos llevada a
cabo a partir del siglo VIII por la Iglesia Ortodoxa bizantina, la arquitectura bizantina se extendió
por las actuales Ucrania, Rusia y Bielorrusia, pasando algunos de sus elementos arquitectónicos
(como por ejemplo las cúpulas abulbadas) a convertirse en una seña de identidad de las iglesias
ortodoxas, que han sido mantenidas hasta la actualidad.
Por otro lado, el arte bizantino fue un arte de tipo oficial, 1 en función de las relaciones del poder
eclesiástico con el poder civil, que se sustentaba con el apoyo de la Iglesia. Y la propia existencia
del Imperio bizantino se vinculó a la expansión de la fe ortodoxa y del arte bizantino.2
En razón de las circunstancias históricas y de la propia zona geográfica en que se generó y en la
que tuvo presencia, la arquitectura bizantina recibió, sobre una base formada esencialmente por
la arquitectura romana, fuertes influencias de otros estilos arquitectónicos, especialmente de
estilos procedentes de la zona de Oriente Medio. Por otro lado, además de la ya apuntada
influencia en los estilos arquitectónicos de países relacionados con la Iglesia Ortodoxa, debe
destacarse que desde la zona de Rávena, en Italia, en su extremo occidental de distribución,
influyó en la arquitectura carolingia y, a través de ésta, en la arquitectura románica, a la vez que
desde el sur de Italia, especialmente en la zona de Sicilia, aportó alguna de sus características a
la versión adaptada en la zona de la arquitectura normanda, que era una de las variantes de la
arquitectura románica.
Algunas de las características distintivas de la arquitectura bizantina son, además de la forma ya
indicada de las cúpulas, el uso del ladrillo como material constructivo en sustitución de la piedra,
el uso masivo de los mosaicos como elemento decorativo en sustitución de las esculturas, la
mayor elevación de los edificios como resultado del realce de las cúpulas, y el hallazgo de un
sistema que permite conjugar el uso constructivo para dichas cúpulas, de un soporte de planta
cuadrada, pero que permite el remate mediante un tambor en una cúpula redonda, en muchas
ocasiones con prolongación de un alero ondulado.
Características
Capilla palatina de Palermo.
La arquitectura bizantina mantuvo varios elementos de la arquitectura romana y de la
paleocristiana oriental, como los materiales (ladrillo y piedra para revestimientos exteriores e
interiores de mosaico), arquerías de medio punto, columna clásica como soporte, etc. Pero
también aportaron nuevos rasgos entre los que destaca la nueva concepción dinámica de los
elementos y un novedoso sentido espacial y, sobre todo, su aportación más importante, el empleo
sistemático de la cubierta abovedada, especialmente la cúpula sobre pechinas, es decir,
triángulos esféricos en los ángulos que facilitan el paso de la planta cuadrada a la circular de la
cúpula. Estas bóvedas semiesféricas se construían mediante hiladas concéntricas de ladrillo, a
modo de coronas de radio decreciente reforzadas exteriormente con mortero, y eran concebidas
como una imagen simbólica del cosmos divino.
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Otra aportación de gran transcendencia fue la decoración de capiteles, de los que hubo varios
tipos; así, el de tipo teodosiano es una herencia romana, empleado durante el siglo IV como
evolución del corintio y tallado a trépano, semejando a avisperos; otra variedad fue el capitel
cúbico de caras planas decorado con relieves a dos planos. En uno y otro caso era obligada la
colocación sobre ellos de un cimacio o pieza troncopiramidal decorada con diversos motivos y
símbolos cristianos.
En la tipología de los templos, según la planta, abundan los de planta centralizada, sin duda
concordante con la importancia que se concede a la cúpula, pero no son inferiores en número las
iglesias de planta basílical y las cruciformes con los tramos iguales (planta de cruz griega).
En casi todos los casos es frecuente que los templos, además del cuerpo de nave principal,
posea un atrio o nártex, de origen paleocristiano, y el presbiterio precedido de iconostasio,
llamada así porque sobre este cerramiento calado se colocaban los iconos pintados.
Arquitectura paleocristiana
Basílica de Santa Sabina en Roma, de arquitectura paleocristiana construida en el siglo V.
La arquitectura paleocristiana, también llamada arquitectura cristiana primitiva, se entiende
como la que se realizó entre finales del siglo III hasta el siglo VI y nacida principalmente como una
necesidad para la construcción de estructuras propias para la religión cristiana.1
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Aunque se originó en Siria y Egipto pasó rápidamente a Occidente y fue en Roma como centro de
la cristiandad, donde se produjeron las primeras manifestaciones de monumentos de arquitectura
en el ámbito de los cementerios o catacumbas, dentro de una etapa de clandestinidad debido a
las persecuciones de que eran objeto los que practicaban la religión cristiana. En esta misma
época para celebrar las asambleas de culto religioso se utilizaron viviendas privadas,
adaptándose algunas de sus salas para este fin, (domus ecclesiae).1
La siguiente etapa empezó el año 313 con el Edicto de Milán promulgado por los emperadores
Constantino el Grande —después de su conversión— y Licinio, donde se otorgó a los cristianos
plenos derechos de manifestación pública de sus creencias:
... que a los cristianos y a todos los demás se conceda libre facultad de seguir la religión que a
bien tengan; a fin de que quienquiera que fuere el numen divino y celestial pueda ser propicio a
nosotros y a todos los que viven bajo nuestro imperio. Así, pues, hemos promulgado con
saludable y rectísimo criterio esta nuestra voluntad, para que a ninguno se niegue en absoluto la
licencia de seguir o elegir la observancia y religión cristiana. Antes bien sea lícito a cada uno
dedicar su alma a aquella religión que estimare convenirle.
Copias de las constituciones imperiales de Constantino y Licinio, traducidas del latín al griego
A partir de esta legalización de la religión cristiana, tres nuevos modelos aparecen en la historia
de la arquitectura bajo Constantino, si bien son reinterpretaciones de modelos anteriores: las
basílicas, los baptisterios y los mausoleos. Los dos últimos tomaron mayoritariamente la planta
centralizada, circular o poligonal, que mejor se adaptaba a la compleja función a que estaban
destinados. Destacó sobre todo, la construcción de la basílica, con la adaptación del edificio
romano del mismo nombre que, sin embargo, pasó de una función civil a una religiosa.2 La
basílica paleocristiana, tiene su origen principal en conseguir el espacio arquitectónico mediante
el cubrimiento de lo que podían formar el pórtico columnado por dos stoa griegas enfrontadas,
esto si provenían del modelo del templo griego. Aunque más claramente deriva su tipología
arquitectónica de la basílica romana. El templo era considerado tanto en la religión griega como
en la romana la residencia del dios y la función no era que los ciudadanos entraran a orar, las
oraciones y los sacrificios se hacían fuera, por lo que el altar estaba normalmente frente al edificio
y este —al no tener que acoger mucha gente— podía disponer de unas estancias interiores más
pequeñas que en el caso cristiano. Como ya lo describe Bruno Zevi:
Si comparamos una basílica romana y una de las nuevas iglesias cristianas, encontramos
relativamente pocos elementos diferenciadores a parte de la escala.
Estructura
La basílica paleocristiana en general constaba de tres partes: un atrio de acceso, el cuerpo de la
basílica longitudinal, dividido en tres o cinco naves separadas por columnas, la nave central
siempre solía tener más altura, mientras sobre las naves laterales a veces tenían unas galerías o
tribunas llamadas matroneo especialmente realizadas para las mujeres. En el presbiterio, se
situaba el altar. La cabecera estaba ocupada por un ábside cubierto con una cúpula de un cuarto
de esfera. Los no bautizados ocupaban un lugar ante la puerta de la basílica llamado atrio o
nártex donde solía haber una gran pila de agua para las abluciones.17 La cubierta en la
construcción de la basílica paleocristiana primitiva acostumbraba a ser a dos aguas con
techumbre de madera, poco pesado, por lo que sus muros eran completamente lisos y no había
necesidad de construir contrafuertes. La luz exterior provenía de grandes ventanas abiertas en las
paredes laterales y de la parte alta de la nave central por el claristorio. Muchos de los materiales
empleados como las columnas y capiteles fueron aprovechados de otros edificios romanos.