2. El fenómeno de la violencia en el ámbito escolar se ha convertido en las últimas décadas en un tema preocupante para nuestro país. En el año 2004, el episodio de Carmen de Patagones dio a la violencia en la escuela una enorme repercusión a nivel nacional. Episodios posteriores, como los ocurridos recientemente en la provincia de Buenos Aires, vuelven a poner el problema en la mira de los medios de comunicación .
3. Esta clase de situaciones traumáticas, en las que llegan a perderse vidas de manera tan insólita como desgarradora, a menudo responde a una situación de repetida violencia cotidiana . Esta violencia, representada por actitudes tales como la discriminación, la marginación, el autoritarismo, etcétera, conforma la base del problema de la violencia escolar. A menudo, este marco cotidiano de convivencia violento, al no desencadenar en episodios traumáticos de agresión, es tolerado o directamente no considerado como un problema de importancia, lo que dificulta la posibilidad de una convivencia fructífera en el ámbito escolar y alienta a los jóvenes a incorporar determinadas conductas de violencia como parte normal de la vida cotidiana.
4. En un amplio estudio realizado en escuelas de todo el país por investigadores del Instituto Gino Germani, de la Universidad de Buenos Aires, se constató que más de la mitad de los alumnos de la escuela secundaria rechaza explícitamente a sus compañeros de origen oriental. Asimismo, más de la mitad de los alumnos rechaza también de forma explícita a los judíos. Estos alarmantes porcentajes de actitudes xenófobas y antisemitas se vuelven aún más altos cuando se pregunta a los adolescentes sobre la presencia de prejuicios machistas.
5. PREJUICIOS XENOFOBIA MACHISMO ANTISEMITISMO INTOLERANCIA DISCRIMINACIÓN Estos prejuicios traen consigo una enorme carga de violencia, porque conducen al rechazo de una persona a partir de características que nada tienen que ver con el comportamiento, con las conductas o con la forma de ser de esa persona. Ser rechazado por los rasgos físicos o por las creencias religiosas y culturales genera rencor y resentimiento. A menudo, los adolescentes que son discriminados responden a esta violencia gratuita con otras formas de violencia, que generan a su vez un mayor rechazo, creándose de esta forma un clima de convivencia escolar que reproduce patrones de intolerancia y conflicto anclados en los prejuicios característicos de nuestra sociedad .
6. Cuando los alumnos discriminan a un compañero fundándose en que es judío, coreano o chino; o cuando acuden a la violencia para resolver un conflicto personal, no hacen más que trasladar a la escuela comportamientos que encontramos en la sociedad. En Argentina tenemos nombres despectivos para los ciudadanos de todos los países limítrofes: las personas de Bolivia no son bolivianas, son “bolitas”, los paraguayos son “paraguas”, etc. Podemos apreciar cómo esta característica de nuestra sociedad repercute en el clima social escolar al observar una particular forma de violencia escolar: el rechazo y la discriminación de los diferentes. El rechazo es la única forma de hostigamiento mencionada abiertamente por quienes la protagonizan: mientras que la mayoría de las otras ofensas y conductas violentas no son en general reconocidas por parte de los adolescentes que las practican, rechazar a los diferentes es en cambio ampliamente aceptado, como si fuera algo legítimo o comprensible.
7. Esta naturalización de la violencia, se observa efectivamente en alarmantes proporciones entre los adolescentes de la escuela media. Frases como “la violencia forma parte de la naturaleza humana” o “las peleas que se producen entre jóvenes los fines de semana son inevitables”, son prueba de esta aceptación y la visión de la violencia como algo natural. Naturalizar la violencia en la escuela obstaculiza severamente la posibilidad de trabajar en pos de otros modos de vinculación social, que permitan la integración y ofrezcan herramientas para la resolución de conflictos en forma no violenta.
8. Los invitamos a debatir sobre este tema. Debatir implica, entre otras cosas, participar en un proceso de diálogo, de análisis y reflexión. Intercambiar ideas, argumentar posturas, responder críticas y reformular puntos de vista forma parte de este proceso. El debate no se propone resolver la divergencia sino hacerla explicita y enriquecerla como forma de favorecer la comprensión de temas complejos y multidimensionales .