Contenu connexe Similaire à Cuando no hay espacio para... palacios saskyn (1) Similaire à Cuando no hay espacio para... palacios saskyn (1) (20) Cuando no hay espacio para... palacios saskyn (1)1. CUANDO NO HAY ESPACIO PARA LA
INTERVENCIÓN PSICOTERAPÉUTICA: LA
IMPOSIBILIDAD DE INCLUSIÓN DEL TERCERO
∗
O EN BUSCA DEL BIENESTAR IMPOSIBLE .
Elizabeth S. Palacios ∗∗ y Silvia Saskyn ∗∗∗
Introducción
Nuestra presentación intentará dar cuenta de algunos casos difíciles con los que nos encontramos
en la clínica, en el borde de lo operable. En nuestra institución, desde el año 2009, llevamos
adelante un “Programa de Apoyo a la Salud Mental en Aragón”, entre sus intervenciones
contamos con un “Programa de atención a niños en riesgo”. Dicho riesgo proviene de la
importante violencia que se desarrolla en el contexto en el que estos niños intentan constituirse
psíquicamente. Contamos también con un “Programa de honorarios reducidos” para que puedan
beneficiarse de estas intervenciones terapéuticas niños de familias con escasos recursos
económicos. En la Comunidad autónoma en la que ejercemos profesionalmente, probablemente
como en otras, la oferta asistencial es de una psiquiatría infanto‐juvenil fundamentalmente
basada en diagnósticos realizados con códigos psiquiátricos, siendo la psicofarmacología casi el
modo exclusivo de intervención.
A través de la presentación de un material clínico de una niña de 8 años y del tratamiento recibido
por sus padres intentaremos dar cuenta de estos “casos difíciles” a los que deseamos conceder un
espacio para pensarlos juntos desde el psicoanálisis. Este tipo de casos nos plantean como
terapeutas una clínica muy cercana a lo imposible que requiere de un delicado trabajo psíquico así
∗
Versión reducida del Trabajo presentado en el Simposium de la Sección Psicoanalítica de FEAP en Murcia, 1 de Octubre
2011.
∗∗
Psiquiatra. Miembro Asociación Psicoanalítica de Madrid (IPA), Presidenta AAPIPNA.
∗∗∗
Doctora en Psicología. Miembro Asociación Psicoanalítica Argentina (IPA). Directora Depto. Formación AAPIPNA.
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2. como de una especificidad a nivel de la instrumentación de la técnica por parte del equipo
terapéutico. A través de los recortes clínicos seleccionados intentaremos mostrar la modalidad de
intervención que desde nuestra institución llevamos a cabo para operar en estos casos en los que
observamos que no hay espacio, en la estructuración psíquica de los padres y de la pareja que
ellos configuran, para albergar la constitución del psiquismo de un hijo.
Nos enfrentamos a lo que podemos plantear como formas rígidas de relación que en su despliegue
defensivo no admiten o dificultan sobremanera, la intervención terapéutica. Queremos presentar
un material que desde nuestro punto de vista ilustra lo que podemos llamar la “fortaleza del yo”,
en donde observamos un yo blindado, que a modo de refugio psíquico, se defiende, no aceptando
lo ajeno, lo diferente del otro, promoviendo la expulsión de todo aquello que pueda cuestionar
esa “fortaleza”. Observamos que queda pulverizado cualquier cuestionamiento que deje en
evidencia el vacío subyacente. Si el cuestionamiento proviene del advenimiento de un hijo, el lugar
en que este hijo queda colocado también se torna imposible. Se construye entonces un mundo
hostil frente a un yo que no encuentra las respuestas esperadas.
La pregunta que nos hacemos es: ¿De qué modo podemos aproximarnos a estas organizaciones
patológicas intentando producir algún sesgo?
La niña de nuestro caso, “Blanca”, no encuentra lugar como sujeto en esta estructura quedando
expuesta a la expulsión. Lo que solicitaban sus padres a los terapeutas era que le confirmaran el
diagnóstico que ellos mismos ya habían realizado.
Encuentro con la clínica.
Se comunican telefónicamente con nosotros unos padres desesperados porque su hija, Blanca, ha
sido diagnosticada de TDHA y le han indicado medicación. Se quejan de que en una breve consulta
un profesional de un hospital infantil de la ciudad donde viven, hizo el diagnóstico pasándoles un
cuestionario y realizando una cartografía cerebral, casi sin hablar con la niña. No saben si darle o
no la medicación porque no les da confianza este tipo de tratamiento. Solicitan que la niña sea
estudiada por otro profesional. No descartamos que la niña deba tomar medicación, aunque
indicamos Blanca y sus padres sean estudiados por nuestro equipo. Se realiza una entrevista inicial
con los padres a la que acuden con la niña porque dicen no tener con quien dejarla a pesar de
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3. haber sido citados sólo ellos. Posteriormente mantenemos una hora de juego diagnóstica con la
niña, entrevistas vinculares con los padres y una entrevista con el tutor y la orientadora del
colegio.
La entrevista inicial con los padres se realiza estando la niña presente a pesar de solicitarle a los
padres acudieran a la entrevista sólo la pareja de padres. Mientras hablan, la niña, que se ha
sentado entre ellos dos, coge un material para dibujar mientras escucha la conversación. Se le
indica que puede intervenir si se le ocurre algo que desee comentar.
Explica el padre: “Esta niña es para nosotros un sofoco. Siempre hemos sido víctimas de injusticias.
A los tres años no entendía nada en el colegio. La sacamos desquiciados”.
Dice la madre: “He deseado lo peor para ella. Sé que son cosas no muy correctas. Empujarla, y que
la niña...”
El padre continúa, no permitiendo que la madre siga: “Se comió todos los marrones de la clase.”
Dice la madre “No sabe usted bien, es un sin vivir. Desde pequeñita no sabíamos cómo hacer para
hacerle pasar la comida por la garganta, a los cinco años todavía comía todo triturado. Todo
empezó con el embarazo. Fue muy malo. En el quirófano me quedé como muerta.”
El padre agrega: “Es una niña que sabe fingir muy bien.”
Entretanto la niña ha dibujado una mujer y una sirena. La sirena tiene media cabeza sin pelo. Me
llama la atención que ella también tiene un área de alopecia que cubre buena parte de su
hemi‐cráneo derecho. Le pregunto qué le ha ocurrido en la cabeza y le señalo que a ella también
le ocurre algo parecido a la sirena que ha dibujado. Me cuenta que ella cuando se pone nerviosa
se arranca el pelo. Se dirige a mí en un tono apropiado, adultiforme, no pareciendo corresponder
con la niña que los padres describen.
Mi sensación de incomodidad fue en aumento a medida que los padres hacían este relato
descarnado, por momentos con tinte filicida con la niña delante, haciéndola partícipe de
sentimientos con un alto contenido de violencia dirigido hacia ella. En otros momentos la
interpretación era paranoide dirigida al medio circundante.
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4. Propongo que los padres puedan realizar una entrevista con un terapeuta vincular, mientras
realizo la hora de juego diagnóstica con Blanca. Aceptan rápidamente.
En la puerta, antes de irse, la madre me dice que no vaya a interpretar que los dibujos de la niña
digan algo acerca de ella, ya que es circunstancial que haya hecho ese dibujo, “siempre dibuja lo
mismo” y que no vaya a creer que es caca lo que sale por debajo del vestido, porque los psicólogos
siempre piensan cosas raras y además la niña sabe fingir muy bien.
Encuentro con Blanca
Se prepara una caja de juego con material para realizar representaciones gráficas, una familia de
muñecos, animales salvajes y de granja que también forman familias, una vajilla de plástico,
pegamento, hojas de papel de diferentes colores y a pedido de Blanca, a quien le pregunté antes
de venir qué podía interesarle tener en la caja, globos de colores.
Llega a la consulta acompañada de ambos padres. Viene muy bien vestida. Su madre le aclara
cuando entra que se porte bien y que ni se le ocurra ensuciarse la ropa nueva.
Blanca mira la caja que se encuentra sobre la mesa y aunque sabía que era para ella, porque
ambas hablamos con antelación de que prepararía esa caja, no la abre. La mira y se queda quieta
frente a ella. Le pregunto qué le ocurre que se ha quedado mirando la caja (parece petrificada,
importante inhibición o voz que se impone internamente provocando un gesto catatónico) y no ha
hecho ademán de mirarla. No sabía que tenía que abrirla. Le digo que no tiene que abrirla, que no
es una obligación. (Aparentemente el mandato de la mamá de que se porte bien y no se ensucie
aparece en Blanca decodificado en términos de no moverse). Creía que tenía que pedir permiso.
Le pregunto: ¿Por qué necesitarás pedir permiso? (pausa) Tal vez lo que dijo mamá cuando te
despediste de ella te hizo pensar que portarte bien era pedirme permiso”.
“¡Ah!, entonces me dejas abrirla”, dice. “¡Cuánto cuesta abrirla!”. Mira lo que hay dentro y
enseguida pregunta si podemos jugar al ahorcado en la pizarra. Pero al coger la tiza dice: “Primero
haré un dibujo”. Se le cae varias veces la tiza. Repite varias veces, “esto se va a manchar”. Le
comento que parece que está muy preocupada con las manchas, “¿tal vez tienes miedo a
mancharte?”. Se ríe. Su risa es un tanto impostada, como la de una niña pequeña o un bebé
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6. T. “Es que aún no sé la palabra”, no acierto y se vuelve a reír con mucha fuerza.
Se da cuenta de que se ha equivocado y que hay una letra doble en la palabra que escribió. Dice
varias veces, “Me cagüen. Me he vuelto a olvidar la letra doble”. Se le cae la tiza al suelo y se pone
muy nerviosa. Se altera. Me mira y me dice: “¿Crees que estoy dando la nota?”
Le pregunto qué es eso de “dar la nota”.
B: “Los niños que vienen aquí son más desordenados que una hormiga. Desordenan todo; mira
cómo han dejado todo, como un empandullo.”
Le digo que ella me preguntó si ella daba la nota y luego se puso a hablar de otros niños que ella
piensa dan la nota. Tal vez le ha venido la curiosidad de cómo son otros niños que vienen aquí.
B: “Es que yo rompo todo; en mis manos todo acaba roto. Voy a dejar todo muy bien para cuando
vengan otros niños. Dejaré todo perfecto. Menudos modales, ¡hay que tener buenos modales!”
Le digo que ella necesita que todo esté tan bien, perfecto, tiene miedo a que crea que con su
comportamiento da la nota y que a mí no me parezca bien, que tal vez esto sea lo que la hace
sentirse asfixiada y necesita un agujerito para respirar, aunque arrancándose los pelos tal vez no le
sirva del todo para sentirse aliviada.
B: “Mi cabeza se asfixia en clase, en el colegio y en casa. Con mi mamá no puedo. Mi papá parece
que no tiene interés en mí cuando llega a casa. Te lo voy a contar escribiendo”. Coge una hoja de
papel y pone con letras grandes: “NECESITO AIRE PURO CUANDO ESTOY CON MI MAMA”.
No me gusta hablar de esto. Tocan el timbre los padres. Le digo que por hoy dejamos aquí. Recoge
las hojas y el lápiz y se va. La madre en la puerta insiste en que le diga cómo se ha portado, “Me
imagino que habrá dado la nota”. Le digo que todo está bien, “¿No se ha cansado usted de la
niña?”
Entrevista con la orientadora del colegio y con el tutor de Blanca.
Comentan que a ellos les llama profundamente la atención que Blanca no es en el colegio la niña
que la madre describe. Dicen que más bien parece una niña inhibida. Piensan que no hace la tarea
en clase, no porque no entienda al profesor, sino porque creen que le tiene miedo. Hay momentos
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7. en que se queda literalmente petrificada ante los gritos del profesor. Comentan que es un
profesor que grita mucho pero que es muy buena persona, que otros niños no se lo toman tan a
pecho, pero que Blanca sí. Dicen que es de la vieja escuela. El tutor comenta que él ha hablado
muchas veces con la madre que parece necesitar mucho apoyo, se desborda por todo, como si
siempre estuviera fuera de sí. Blanca trae los deberes hechos de casa, ellos se dan cuenta porque
están hechos con letra de adulto. La madre asegura que los hace la niña. Dicen que se han
quedado extrañados del diagnóstico que les dieron en el hospital infantil, ya que piensan que más
bien es una niña parada; es de las que no da ningún problema y en el recreo va por ahí, sola, sin
molestar a nadie. Pensaron que tal vez el diagnóstico vendría por el lado de la falta de atención,
pero ellos no creen que ese sea el problema. “Nos parece que el tema es otro aunque no
acabamos de saber cual. Estos padres nos desconciertan”. Los padres han pedido a la orientadora
pasar a la niña a un colegio de educación especial. Ella se ha negado porque es una niña que no
entra en ese perfil. La madre responde a la negativa de la orientadora diciendo que no parará
hasta conseguir una orden del MEC para escolarizar a la niña en casa, ya que ella cree que no la
entienden y que en el colegio la están tratando inadecuadamente.
Acerca de la intervención con los padres de Blanca.
Podríamos describir, que desde la primera a la última entrevista, el trabajo con ellos era como
estar enfrentado a un muro o un bloque que a partir de la violencia de su discurso y el ejercicio de
certezas irrebatibles, se transformaba en amenaza. Se podría decir: una violencia mortífera. Dando
cuenta de este modo de la posición paranoide de estos padres en relación al mundo. Esto me
permitió pensar que tal vez esa sería la sensación que Blanca podría experimentar ante estos
padres, con el agregado de su propia inermidad al ser una pequeña de ocho años.
Las numerosas consultas, que habían realizado con anterioridad, que no fueron pocas, acabaron
abortadas por distintas razones que en el fondo podría decirse que era una: quienes habían sido
consultados no respondían a la expectativa de estos padres y pasaban a ser un elemento más en
un mundo que se les oponía y que más concretamente estaba en contra de ellos.
La pregunta aquí podría ser: ¿Cuál era la expectativa que ellos esperaban fuera satisfecha por el
profesional consultado en cada oportunidad? Aunque pueda parecer una posición extrema, la
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8. expectativa parecía ser la de confirmar que el único camino era el de que Blanca desapareciera. En
términos de que no hubiera un sujeto otro, capaz de realizar una demanda a estos padres. Los
padres de Blanca se manifestaban incapaces de sostener una demanda de amor por parte de esta
hija. Cuando hacemos referencia a una demanda, lo que pretendemos decir, es que la sola
presencia de la niña se constituía en un requerimiento de amor para el cual en estos padres no
parecería haber un lugar.
Se veían obligados a aferrarse a un saber, aunque les resultaba insuficiente y por ello se les hacía
necesario consultar; pero a la vez solicitaban que su saber previo no fuera cuestionado por la
inevitable cuota de incertidumbre que surge ante la presencia de un otro. Surgía así un drama
para estos padres que necesitaban aferrarse a su saber que inevitablemente quedaba cuestionado
por los hechos de la vida. Un hecho contundente de la vida era la presencia de esta niña que con
sus movimientos, demandas y exigencias resquebrajaba esa posición de saber. De ahí el pasaje al
ejercicio de violencia hacia la niña y hacia todos aquellos que no refrendaran sus aseveraciones.
Me plantee estar ante un imposible: ¿Cómo cuestionar a estos padres que tan firmemente
apoyados en sus certezas buscaban encontrar solidaridad con su compulsión mortífera? Poder ser
escuchado en tal cuestionamiento llevaría al desmoronamiento de las certezas en las que se
sostenían y a la precipitación en un vacío para ellos insostenible. Podríamos decir que esto es
justamente lo que se jugaba entre los padres y la niña. Blanca desde sus reclamos, deseos de amor
y necesidades, ponía en cuestión a estos padres al precio de su impulsión filicida.
El resto del mundo al no rubricar esta posición de extrema violencia (ejemplo: Desescolarizarla), se
transformaba en una construcción paranoide, una amenaza por la cual debían replegarse cada vez
más en su bastión: (recortes del discurso de ambos padres)“No tenemos amigos, el único que
tenía me defraudó”; “la orientadora se puso en contra, no me permiten desescolarizarla para que
nosotros le demos la educación adecuada”; “nosotros hemos hecho todo, nos hemos quedado
solos frente a una sociedad que no nos escucha”; “queremos lo mejor para Blanca pero ni los
médicos ni lo psicólogos ni los maestros nos escuchan. Y esto fue así desde siempre”.
T: Les propongo pensar si es posible que podamos encontrar una forma de ir considerando toda
esta situación desde dos perspectivas: por un lado lo que ustedes plantean como la sordera de los
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9. otros, y por el otro lado, de qué modo pueden estar ustedes implicados para que exista esa
sordera por parte de la sociedad.
Padre: Sordera por parte de nosotros ninguna, fíjese lo que pasó con mi único amigo que ya no lo
es. Se enfadó porque yo le dije verdades, a un amigo se le dice todo lo que uno piensa, sino no es
un amigo. Le dije, tú tienes dinero para los cigarros y no para un colirio para la niña, eres un
desalmado. Esto provocó la ruptura de la relación. No volvió a llamar más, y yo tenía razón y sigo
pensando que tengo razón.
T: Bueno, pero muchas veces uno ve la paja en el ojo ajeno…
Padre: Es así como digo yo, el equivocado es él. Es un egoísta. Le tuvimos que poner el colirio
nosotros que siempre lo llevamos encima por si Blanca lo necesita.
No es sencillo poder transmitir con palabras el clima de esta entrevista. Permanente‐mente la
expresión de ambos era una expresión violenta y descalificatoria y al mismo tiempo se podía
inferir una demanda de que se diera respuesta a un reclamo‐reproche desde un nivel de
desesperación. ¿Qué hacemos ante esto? Suponemos que no hay una respuesta posible. Cualquier
sugerencia inmediatamente era rechazada, ya que implicaba cuestionar la posición de certeza y
empujar a estos padres al vacío. La complejidad de la organización en la que se encontraban
atrapados así como la precariedad e insolvencia de su funcionamiento los llevaba a demandar con
vehemencia una respuesta del otro. Esas respuestas no podían ser escuchadas al poner en jaque la
lábil armadura de certezas en la que se sostenían.
Llegados al fin de la entrevista propongo un horario para un nuevo encuentro, no resulta sencillo
el arreglo, la respuesta de la mamá al no tener con quien dejar a la niña y dirigiéndose al marido
fue: “Y qué hacemos con Blanca, ¿nos la comemos con patatas?”
Al siguiente encuentro llegan puntuales, igual que al primero. El padre saca un papel del bolsillo en
el cual estaban anotadas una serie de preguntas demandando imperiosamente sean respondidas.
Las preguntas se referían a lo que sería nuestro quehacer y a la garantía de los resultados.
Madre: Habló con su compañera (aludiendo a la terapeuta de Blanca). Yo sé que perfume usa
usted. Me di cuenta la vez pasada.
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10. Padre: Ustedes no hablaron con el colegio, ni con el tutor, ni con el maestro…
Madre: Yo le dije que el maestro no me escuchaba, no me quiere ver. Tampoco Blanca tiene
buena relación con el maestro.
Padre: Todo está igual. No entienden que el problema es de Blanca y no nuestro. Nosotros ya
hicimos todo. Para tranquilizar a Blanca le compramos un casco con música y cuando está inquieta
se lo ponemos y la mandamos a su cuarto. Pero no le hace nada. Compramos una casita fuera de
la ciudad para que Blanca esté tranquila y allí tenemos unos vecinos que tienen un hijo con el
diagnóstico de esquizofrenia que tiene los mismos síntomas que Blanca. (Ergo Blanca es
esquizofrénica, ya hay un diagnóstico).
Madre: Cuando está allí no mira al cruzar la calle, no presta atención, hay que estar
permanentemente atenta a ella. Con nosotros está muy bien, el problema es cuando llega el lunes
y tiene que ir al colegio, no quiere al maestro.
Nos planteamos la siguiente reflexión. ¿Las actitudes que podríamos llamar de riesgo,
autodestructivas de Blanca (arrancarse los pelos, cruzar sin mirar) no estarían relacionadas, con la
puesta en acto de lo que podemos ver expresado por estos padres como un impulso calificable de
mortífero? El “comerse al otro con patatas” puede ser entendido desde Freud en “Pulsiones y
destinos de pulsión” (1914)3 en términos del yo de placer que expulsa todo aquello que le es
displacentero.
Analista: Podríamos pensar que a Blanca le puede costar desprenderse de ustedes, recuerda Sonia
que usted contó que la niña sólo quería pecho y que no quería comer.
Madre: Si, y muchas veces también pensé que quería que se muriera. ¿Por qué Dios me dio
semejante hija?
Esta intervención lleva implícita la idea de que en el nivel de posesión que manifiestan estos
padres respecto de la hija (pensemos por ejemplo en el intento de desescolarizarla) difícilmente
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Ir al final del texto al apartado “Notas” Nota 2.
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11. Blanca pueda construir un espacio propio, distinto al bloque conformado por estos tres miembros,
que en realidad son sólo uno. No hay familia, funcionan como una especie de argamasa.
Padre: El psiquiatra al que la llevamos la quiso medicar con Ritalina. A usted le parece, yo le dije,
que Blanca no iba a tomar medicación. Yo tengo insomnio y no tomo nada, prefiero no dormir que
depender de una pastilla. Yo me hice solo. Le dije a Blanca que si se quitaba un pelo determinado
se iba a quedar totalmente pelada.
Analista: Cuéntenme, por favor. ¿Cómo han sido sus familias de origen?
Padre: Mi madre murió cuando yo era muy pequeño y mi padre cuando yo tenía cinco años.
Eran seres maravillosos. No tengo hermanos. Me criaron unos tíos con los que no me hablo desde
hace quince años. Fueron muy crueles y locos. No hacen las cosas como deben ser.
Madre: Mi madre es una descarriada, no tiene orden, mis hermanos tampoco. No quiero tener
relación con ellos. Mi padre murió, pero estaban separados. Mis hermanos son todos unos
descarriados. Por eso no podemos estar con nadie, no nos hablamos con nadie. Sólo tengo una tía
pero está muy viejecita.
Es marcado el aislamiento que manifiestan estos padres, y lo que se aprecia es que ellos no
pueden escuchar algo que cuestione sus certezas. En ese sentido Blanca está llamada a
desaparecer como sujeto deseante. El lugar reservado para Blanca se asemeja al de un autómata
cuyo designio es cumplir con la voluntad de los padres, lugar que de ese modo no cuestionaría el
lugar de verdad en que estos se sitúan y evitando que caigan en un vacío por carencia de sustento
de su estructura. El bastión donde estos padres se encuentran protegidos, no debe ser tocado ni
por Blanca ni por ningún otro. Este punto marca la necesidad del aislamiento y el refugio en su
obsecación. Pensando en el caso Schreber4, en la operación de Verwerfung, la certeza promueve
un rechazo masivo de la realidad insoportable.
Padre: Todo esto de lo que habla usted no me soluciona nada, el problema es Blanca.
Madre: Ustedes tienen que leer el libro de lo que le pasa a los niños hiperactivos
Analista: Podríamos también leer acerca de lo que les pasa a los papás y mamás con esos niños.
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Ir a Nota 1
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12. Madre: Con tono de sorpresa ¿Existe ese libro?
Analista: Bueno, mi propuesta es que podamos ir escribiendo ese libro entre nosotros en esta
tarea que estamos comenzando a realizar.
Al final de la entrevista pensé que sería una tarea muy difícil de llevar a cabo con muchas
posibilidades de quedar abortada en sus comienzos. En definitiva esto era lo que le había ocurrido
a la larga lista de profesionales anteriormente consultados.
Desde una perspectiva teórica, podría decirse que el yo no ha podido estar expuesto a la
operación de la pérdida. Lo que el yo no puede incorporar y que debería ser sostenido como
pérdida, ha resultado fallido. La operación de la castración ha resultado fallida. La violencia en
tanto traspasa el límite del pudor, marca la evidencia del rechazo de la castración.
Conclusiones.
Nos hemos referido al principio al tema de la “insolvencia familiar” con esta terminología
queremos describir siguiendo a Freud que nos encontramos ante una falla en la constitución del
yo o del sujeto5. En este tipo de estructuras lo que observamos es que ese yo es un yo de placer
que parece decir “el objeto es mío”. Desde ese posicionamiento lo que es displacentero no se
puede asimilar, no se somete al principio de placer, queda como un resto hostil. Este resto hostil
es el no yo. Este tipo de estructuras no pueden imaginar nada que se salga fuera de esta fantasía
de completud, de perfección y de unificación. Posibles expresiones de esto pueden observarse en
dichos planteados como certezas del tipo “yo tengo la verdad”, “el que sabe soy yo”, expresiones
que dan cuenta de este yo unificado de la completud narcisística. Completud totalmente
imaginaria en el caso que presentamos. Como contrapartida a lo que acabamos de señalar nos
encontramos con formulaciones tales como “he deseado que muriera la niña”. Tal formulación da
cuenta de la imposibilidad de unificación del yo que se ve en la necesidad de expulsar todo aquello
que cuestione esta organización.
Nos preguntamos entonces: ¿Frente a la organización de un yo en este estado de blindaje,
imposibilitado de aceptar lo ajeno, la presencia de ese otro, de ese otro sede de deseos y
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Ir a Nota 3
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13. demandas, ese no yo que cuestiona al yo pretendidamente unificado, qué lugar queda para otro
diferente? Es indefectible que una organización de estas características promueva respuestas
violentas debido a la insolvencia de ese yo. Es así como no hay cabida para la existencia de otro
que demande y desee: un niño. En este caso Blanca.
Nos preguntamos ¿Cómo trabajar con estas organizaciones psicopatológicas?
Si hubiese alguna posibilidad de ir trabajando con padres situados en esta posición narcisista a
ultranza sería necesario llevar a cabo una tarea en la que desplegar todos los recursos posibles
como para ir generando un espacio terapéutico que pueda dar sostén a la aceptación de la pérdida
en términos de la renuncia a ser poseedores del saber y del poder acerca de los hijos.
Se hace necesario ir promoviendo un trabajo de duelo. En la mayoría de los casos este doloroso
proceso se instaura vía el pasaje por el Complejo de Castración y la renuncia a los objetos
primarios. Sin embargo, nos encontramos con casos, como el de los padres de Blanca, en donde
este trabajo de duelo no ha podido ser, ni siquiera, mínimamente tramitado. La castración vía la
conflictiva edípica no ha podido ser tramitada.
Estos casos plantean la dificultad de poder instaurar un trabajo de duelo. Se observa una
reafirmación en la posición narcisista que lleva a la transformación del otro y los otros, del mundo
en general, en un agente hostil y destructor frente al cual el yo se va replegando en su bastión con
el convencimiento de que es objeto de la maldad del otro (paranoia). Este posicionamiento los
lleva a ejercer la violencia, en este caso sobre la niña, la que ha de poder responder tal cual ellos lo
solicitan, lo que constituiría el imperio mortífero de los padres. Recordar el juego de la niña donde
la madre hace repetir el número a los elefantitos (nivel de simbolización), el arrancarse el pelo o el
deseo de la madre de que la niña cruce la calle sin mirar, dan cuenta de ello. Entre ambos padres
existe una complicidad inconsciente en lo que respecta a la eliminación de aquello que cuestione
la solidez aparente de esta organización extremadamente lábil, que no admite ningún
cuestionamiento.
El que presentamos es un caso extremo, que como al principio comentamos se encuentra en el
borde de lo posible. Hemos trabajado con otros casos dentro de nuestro “Programa de atención a
niños en riesgo” en donde nos hemos encontrado con padres que pueden tolerar cierto
cuestionamiento a sus certezas y por lo tanto la posibilidad de dar viabilidad al trabajo de duelo y
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15. Bibliografía.
Freud, S.; “Sigmund Freud. Obras Completas.” Amorrortu Editores, 1984, Buenos Aires.
“Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente (Caso Schreber)” (1911);
Tomo XII.
“Trabajos sobre metapsicología” (1914), Tomo XIV. “Pulsiones y Destinos de Pulsión”.
“Psicología de las Masas y Análisis del yo” Capítulo VII. (1920), Tomo XVIII.
NOTAS:
1. Caso Schreber: “...lo cancelado adentro, retorna desde afuera”.
2. Pulsiones y destinos de pulsión:“...el mundo externo se le descompone en una parte de
placer que él se ha incorporado y en un resto que le es ajeno.” “... del yo propio se ha
segregado un componente que arroja al mundo exterior y siente como hostil”.
3. Psicología de las masas y Análisis del yo. Capítulo VII, La identificación: “Desde el comienzo
la identificación es ambivalente, puede darse vuelta hacia la expresión de la ternura o
hacia el deseo de eliminación. Se comporta como un retoño de la primera fase oral de la
organización libidinal, en la que el objeto anhelado o apreciado se incorpora por
devoración y así es aniquilado como tal”.
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