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Planteamiento del Problema

¿Cuál es la postura en referencia a la mutabilidad e inmutabilidad del signo?

Objetivo General

Definir mutabilidad e inmutabilidad del signo lingüístico, desde un punto de vista
diacrónico.

Objetivo Específicos

Definir que es signo lingüístico, y sus componentes.

Estudiar semejanzas y diferencias realizadas por gramáticos hasta llegar a lo
postulado por Saussure.

Relacionar los conceptos          diacronía     y sincronía,     con    la   mutabilidad    e
inmutabilidad del signo.

Definir que es diacronía y sincronía.

Hipótesis

Saussure postula que el signo es inmutable porque de un momento a otro el signo no
puede tener cambios solamente por el hecho de que un hablante quisiera cambiarlo, es
decir, la comunidad lingüística asigna el significado y significante al signo por lo tanto, si
un solo hablante quisiera hacer algún cambio de un día para otro sería imposible ya que
toda la comunidad lingüística tiene que aceptar ese cambio porque de otro modo no
podrían comunicarse los miembros de la comunidad lingüística si no compartieran los
mismos signos. Al analizar el signo en relación a sus usuarios, Saussure observa una
paradoja: la lengua es libre de establecer un vínculo entre cualquier sonido o secuencia
de sonidos con cualquier idea, pero una vez establecido este vínculo, ni el hablante
individual ni toda la comunidad lingüística es libre para deshacerlo. Tampoco es posible
sustituir un signo por otro, el significante se atribuye libremente al significado, pero a la
vez es impuesto a la comunidad lingüística, ya que no se la consulta al momento de ser
establecida esa relación, porque la lengua es un producto que se hereda de generación
en generación y es aceptado tal cual es.

A través de los caracteres del signo se explica el dominio del factor histórico sobre esa
transmisión generacional de la lengua, la que evita los cambios en la misma.
El carácter arbitrario del signo: esta arbitrariedad protege a la lengua de cualquier
intención de cambiarla, ya que no existe razón para preferir un significante por sobre
otro.

La multitud de signos necesarios para constituir cualquier lengua y el carácter
demasiado complejo del sistema: el gran número de signos lingüísticos hace a la
complejidad del sistema, lo que imposibilita el cambio sin la intervención de
especialistas.

En contraparte, Saussure explica que el signo lingüístico es mutable de igual manera
pero esta característica hace referencia a la evolución lingüística, es decir, a la manera
en que el signo se modifica a través del paso del tiempo y la comunidad lingüística
acepta estos cambios. Sin embargo, con el tiempo, la lengua y sus signos, cambian.
Aparecen así, modificaciones en los vínculos entre significantes y significados. Los
significados antiguos se especifican, se agregan nuevos o se clasifican de modo
diferente. Por ejemplo la palabra "ratón" adquiere un significado distinto en relación a
las computadoras, en este caso, dos vínculos entre significado y significante coexisten
simultáneamente, el cambio del signo (en apariencia contradictorio con el carácter de
inmutabilidad) está dado por un distanciamiento entre el significante y el significado,
que es sólo perceptible a través del estudio de la lengua en su evolución temporal.

Como el signo lingüístico es arbitrario, parecería que la lengua es un sistema libre, pero
la lengua no es libre, porque el tiempo permitirá que las fuerzas que actúan sobre ella
desarrollen sus efectos, y se llega al principio de continuidad, que anula la libertad. Pero
la continuidad implica necesariamente la alteración, el desplazamiento más o menos
considerable de las relaciones.

A la identidad en la lengua le interesa la posición relativa que puede ocupar la unidad
lingüística en el sistema, no la materia del signo lingüístico. Todo signo es idéntico a
otro en la medida que ocupe la misma posición relativa en el interior del sistema de la
lengua.

Lo       paradójico        de       la      oposición         mutabilidad-inmutabilidad.

La inmutabilidad del signo es llamada por Saussure “la carta forzada”. Es la resistencia
de la lengua a modificar de un momento a otras leyes existentes y heredadas; el signo
lingüístico, por ejemplo, se sustrae a todo cambio súbito y radical. Entre los argumentos
que explican esta inmutabilidad está el siguiente: la incompetencia de la masa parlante
para transformar la lengua se debe a que ésta no es completamente arbitraria, impera
una razón relativa que obliga a las leyes y formas del sistema a consumir cierta
permanencia a través del tiempo. La mutabilidad, por otro lado, se refiere a que en
virtud precisamente de la relatividad de esa razón y de la arbitrariedad, el signo
lingüístico muta y las lenguas cambian de forma a través del tiempo. El principio de
alteración se funda en el principio de continuidad, y debido a que la lengua existe en
muchos individuos simultáneamente y es transmitida a las generaciones sucesivas, su
inmutabilidad puede ser sólo relativa. La oposición mutabilidad-inmutabilidad se define
mejor como complementariedad o dicotomía. En palabras de Saussure: “ambos hechos
son solidarios”. La paradoja sólo es aparente porque la coexistencia de la mutabilidad y
la inmutabilidad en la lengua no es ilógica. Lo que sí es paradójico es que no siendo
lógica esa complementariedad, sea en esencia natural. En cuanto a las causas de la
mutabilidad, están claras y se entienden. Saussure dio con expresiones de esa razón,
por ejemplo cuando escribe “Si la lengua tiene carácter de fijeza, no es sólo porque está
ligada a la gravitación de la colectividad, sino también porque está situada en el tiempo.
Estos dos hechos son inseparables. En todo instante la solidaridad con el pasado pone
en jaque a la libertad de elegir.” Y también “el tiempo altera todas las cosas; no hay
razón para que la lengua escape de esta ley universal”. No es que la lengua cambie
porque el tiempo la altera, es que la lengua cambia porque el ser humano se
transforma: no es el mismo siempre. La lengua, siendo constructo humano por
excelencia, cambia porque es producto de un sujeto múltiple (la masa) que es mutable
en esencia. La inmutabilidad relativa de la lengua es natural porque su propósito es
asegurar y permitir que los sistemas lingüísticos propicien el intercambio y la relación
entre seres humanos y en ese sentido las leyes del sistema necesitan cierta estabilidad
y permanencia que les permita la funcionalidad. Si las lenguas mutasen súbitamente,
no sería posible la comunicación (el objeto práctico de la lengua). La “fidelidad al
pasado” es más bien un mecanismo inconsciente para prolongar la utilidad del signo
lingüístico y de la lengua.

Dicotomías de la lengua



 La arbitrariedad del signo lingüístico se refiere a la inmotivación de la relación
significado-significante.

La arbitrariedad del signo lingüístico significa que la relación entre el significado y el
significante se ha establecido en virtud de la voluntad y el capricho de los hablantes de
una lengua y, como todo arbitrio, en esta relación no gobierna la razón o la justicia. Por
cierto que está en entredicho que en la configuración de esa relación pueda gobernar la
razón y la justicia, de ahí el hecho de que existan miles de idiomas. Pero esa
arbitrariedad no es una función del sistema de la lengua que se aplica a una gran
cantidad de individuos interactuando a lo largo de varios años, décadas o siglos, lo cual
llevaría a la masa parlante a transformar constantemente la lengua que hablan.
Saussure utiliza otro término para aclarar esa idea: el término inmotivación, lo cual
significa que el motivo de la asignación de un significante a un significado no tiene
sentido lógico o racional. En palabras de Saussure “no guarda en la realidad ningún
lazo natural”. Saussure argumenta que las onomatopeyas no son elementos orgánicos
de un sistema lingüístico, que muchas de ellas no son tales una vez se prueba que son
producto por evolución de significantes antiguos igualmente arbitrarios en su relación
con el significado, y que aquellas que efectivamente lo son terminan sometiéndose a las
normas y formas del idioma, con lo cual se les confiere la arbitrariedad intrínseca del
mismo.


 La relación entre los conceptos doble articulación del lenguaje y linealidad del
signo.

Sin duda alguna existe relación entre la doble articulación y la linealidad. Por la doble
articulación, los sonidos se combinan, multiplican y repiten en cierto orden o sucesión,
lo cual confiere a la fonación de un mayor número de permutaciones inteligibles que
permiten transmitir tan grande cantidad de ideas, conceptos y significados de la lengua.
Los sonidos se suceden unos a otros en una línea de tiempo, sean que formen
unidades de significado en un nivel o en otro más amplio, no puede sustraerse al
principio de linealidad. Se podría decir que la linealidad define horizontalmente un
carácter del fenómeno lingüístico mientras que la doble articulación define verticalmente
capas de significado que se van superponiendo sobre la base de la linealidad.

Forma                                     y                                  sustancia.

Se refiere a las dos dimensiones opuestas y correspondientes del signo lingüístico. La
forma es la dimensión del significante y la sustancia es la dimensión del significado. El
significante es una imagen acústica cuya relación con el significado está relativamente
inmotivada, o lo que es lo mismo decir su relación con el significado es relativamente
arbitraria, es la dimensión mutable del signo lingüístico. Los conceptos y las ideas
permanecen más o menos estables mientras que el significante cambia no sólo dentro
de la misma lengua: su polimorfismo explica la existencia de miles de idiomas. Por el
contrario el significado se revela esencial, sustancial, porque es el mismo mientras que
la forma lo envuelve y etiqueta con innumerables posibilidades. Sin embargo, a lo que
Saussure se refiere más específicamente con los conceptos de forma y sustancia es
que el significado no existe por sí mismo sin relaciones cognoscitivas con otros
significados. Los significados se definen prácticamente ellos mismos entre sí por medio
de relaciones cognoscitivas que son psíquicas. Que Saussure llegue a afirmar que “la
lengua es una forma y no una sustancia” se desprende la idea de que la lengua sea
incapaz de aprehender la realidad o de que el signo lingüístico sea esencialmente
“natural”; es decir, que la lengua no es más que forma (imágenes auditivas y otras) y
formas psíquicas (la idea, el significado), que en última instancia carecen de esencia o
sustancia porque sólo se pueden definir a sí mismas en relación a ellas mismas.

Relaciones         sintagmáticas          y        relaciones         paradigmáticas.

Las relaciones sintagmáticas se refieren a las relaciones que las palabras contraen
entre sí debido a la sucesión o encadenamiento en el habla, definido por el principio de
linealidad. Esas combinaciones o unidades mayores de significado se llaman
sintagmas. Las relaciones sintagmáticas añaden una dimensión superior a la doble
articulación; los sintagmas son cadenas más o menos complejas de significantes que
van sumando significados así como los aminoácidos forman proteínas. Son necesarias
por lo menos dos unidades consecutivas para formar un sintagma. Por ejemplo: “te
amo”. Una sucesión de palabras que pierden significado cada una por separado, pero
que juntas, y la segunda exactamente después de la primera, constituyen una unidad
de significado. Las relaciones paradigmáticas, por otro lado, se refieren a las
asociaciones que hacemos mentalmente al recibir el significante y procesar su posible
significado. Este tipo de relaciones ocurren de manera individual y más personal e
íntima que las sintagmáticas, porque dependen del léxico que maneje el individuo y de
sus experiencias personales. Las relaciones sintagmáticas se comprenden de manera
más o menos automática y forman una función básica de la lengua, mientras que las
relaciones paradigmáticas se descubren y potencian en medida proporcionalmente
ascendente a mayor contacto y uso de la lengua por parte de un individuo, aunque
muchas de estas relaciones se establecen de forma inconsciente. Por ejemplo, la
palabra “esperanto” evoca otras por similitud morfológica: esperando, consultando,
documento, espanto, etc. Algunas relaciones morfológicas no tienen más sentido que el
que otorga la similitud, porque en este caso (esperanto, un nombre propio proveniente
de otro idioma), aunque parece estar formado por el sufijo –anto, como en la palabra
“espanto”, sólo coinciden con el hecho de que ambas palabras pertenecen a la misma
categoría gramatical (son sustantivos). Sin embargo no pertenecen a la misma familia.
Otro ejemplo puede ser “libro”, librillo, librero, librería, etc.

Sincronía y Diacronía

La lingüística sincrónica estudia la lengua haciendo abstracción de la acción del tiempo
sobre ella. Coge la lengua durante un lapso de tiempo lo más limitado posible, de
manera que se la pueda considerar al margen de la evolución y del movimiento. Estudia
la lengua respecto al eje de las simultaneidades y no respecto al de las sucesiones.
Saussure deja bien planteado que, la noción de estado de lengua es un concepto
operatorio.

La lingüística sincrónica se ocupara, de las relaciones lógicas y psicológicas que unen
términos coexistentes y que forman sistema, tal como aparecen a la conciencia
colectiva.

Por otra parte la lingüística diacrónica es la que debe estudiar la lengua respecto a ese
eje de sucesiones, las relaciones que unen términos sucesivos no apercibidos por una
misma conciencia colectiva, y que se reemplazan unos a otros sin formar sistema entre
sí. Su objeto de estudio es la acción del tiempo, la intervención del factor tiempo sobre
la lengua. Su dominio es el del cambio lingüístico, el de la alteración de la lengua, las
fases sucesivas en la evolución de una lengua.

Para Saussure se trata de dos caminos absolutamente divergentes, de dos partes de la
lingüística, cada una con su principio propio. La sincrónica tiene únicamente una
perspectiva (no temporal); la diacrónica tiene dos, una prospectiva y otra retrospectiva.

Otras posturas respecto a la mutabilidad e inmutabilidad del signo lingüístico

Para Osthoff y Brugmann los cambios fonéticos, como procesos mecánicos, tienen
lugar de acuerdo con leyes que no tienen excepciones en el mismo dialecto, y el mismo
sonido siempre evolucionara igual; pero las creaciones analógicas y las modificaciones
de determinadas palabras como entidades lexicales o gramaticales, forman parte de los
componentes que producen los cambios lingüísticos de todos los periodos de la historia
y de la prehistoria.

El concepto de ley fonética tardo en desarrollarse; ni a Grimm ni a los eruditos de mitad
del siglo, como Schleicher, les turbaron lo mas mínimo las excepciones manifiestas de
las líneas seguidas por los cambios fonéticos de una lengua. Los neogramáticos
simplemente percibieron la necesidad de requisitos metodológicos en la lingüística
comparada e histórica practicada en la primera mitad del siglo.

Ahora queda claro que la existencia de la lingüística comparada e histórica como
ciencia descansaba sobre el principio de la regularidad de los cambios fonéticos. La
historia de una lengua es reconstruida por medio de las variaciones registradas en las
formas y en los significados de sus palabras, y sabemos que determinadas lenguas
están relacionadas porque poseen palabras que mantienen correspondencias formales
y semánticas entre sí que no pueden ser atribuidas al simple azar o a préstamos
recientes. Si los cambios fonéticos no fueran regulares, si las formas de las palabras
estuvieran sometidas a variaciones inmotivadas, inexplicables y fortuitas producidas a
través del tiempo, tales argumentos perderían su validez y las relaciones lingüísticas
solo podrían establecerse históricamente por medio de la evidencia extralingüística.

Osthoff se atrevió a decir que las leyes sonoras siguen un proceso de necesidad ciega,
independiente de la voluntad del individuo, sin embargo, el lenguaje no era una entidad
orgánica individual con su propio desarrollo y vida como antes habían asegurado
Humboldt y Schleicher, y más tarde Saussure; el lenguaje existía simplemente en los
individuos que forman una comunidad de habla, y los cambios lingüísticos eran cambios
de los hábitos de las hablas individuales.

Casi todas las comunidades de habla tienen subsecciones debidas a las divisiones
sociales, que se manifiestan en las diferencias de los hábitos del habla, como nos
demuestra la tendencia lingüística popular hacia lo correcto o lo que se debería decir; y
en el habla o competencia lingüística de muchas personas se puede descubrir más de
un dialecto social, y, a veces, más de un dialecto regional, los cuales usan según las
circunstancias; y estas diferencias pueden ser debidas, en lo que se refiere a la
pronunciación, a que se haya o no realizado cierto cambio fonético.

En los cambios fonéticos de una palabra ocurren dos cosas: la transmisión de
generación a generación de los hábitos lingüísticos reside en el aprendizaje durante la
niñez de un conjunto de sonidos oídos en las primeras palabras, los cuales, una vez
que se han dominado, se usan sin ningún esfuerzo en las demás palabras; pero debido
a varias razones, no todas comprendidas, los cambios tienen lugar en el curso de
transmisiones sucesivas entre las generaciones, y la repetición de un número
relativamente pequeño de sonidos en el vocabulario ilimitado de una lengua, favorece la
universalidad de los cambios fonéticos. Pero las palabras también son aprendidas
como unidades lexicales, y con ellas se aprende cualquier cambio individual, vacilación
o cualquier otra peculiaridad de la pronunciación, la cual una vez retenida es transmitida
a las generaciones posteriores o al habla de las personas de la misma generación.
Cada palabra tiene una historia semántica, gramatical y fonética particular. En la
mayoría de los casos la evolución fonética se puede describir siguiendo la evolución de
los sonidos que forman parte de ella; pero en otros casos, la pronunciación responde a
circunstancias particulares que determinan la historia de esa palabra.

Los neogramáticos llegaron a decir que una lengua no existe fuera de la comunidad de
hablantes; en cambio, el grupo de lingüistas conocidos con el nombre de idealistas o
escuela estética resaltaron la importancia del hablante individual en la producción y
difusión de toda clase de cambios lingüísticos. El dirigente de este grupo fue Vossler,
quien se aprovecho de algunas de las ideas de Humboldt sobre la naturaleza del
lenguaje, y también de las del filósofo italiano Croce.

Estos lingüistas al igual que los neogramáticos, tenían una tendencia historicista,
aunque su concepción de la historia de las lenguas fuera bastante diferente. Vossler,
siguiendo a Humboldt, resalto el aspecto creador e individual de la competencia
lingüística del hombre. Todo cambio lingüístico parte de las innovaciones de los hábitos
lingüísticos individuales, y los que luego tendrán trascendencia en el lenguaje son
imitados por los demás, que contribuyen de este modo a su difusión. Para Croce la
intuición estética es la guía de todos los aspectos de la vida del hombre, aun cuando
uno no sea consciente de ello en todo momento.

Los idealistas defendieron que el lenguaje es fundamentalmente la expresión personal,
y el cambio lingüístico se debe a la labor consciente de los individuos que, con toda
probabilidad, reflejan los sentimientos nacionales; las consideraciones estéticas son las
dominantes en los estímulos del cambio. Algunos individuos, debido a su posición
social o a su prestigio literario están en una situación favorecida para iniciar los cambios
que otros aceptaran y difundirán por medio de la lengua; en este punto es necesario
tener en cuenta el valor que han tenido los grandes autores para el desarrollo de una
determinada lengua. Pero los idealistas se excedieron en la valoración del elemento
estético y literario, y el de elección consciente, el cual en la mayoría de los hablantes no
es más que el reflejo de la actividad social aprendida en la niñez y aceptada sin
discusión. Sin embargo, es positiva la posición de los idealistas al recordarnos que los
factores conscientes y creadores, y, por tanto, el individuo, juegan un papel importante
en el cambio lingüístico.

La concepción de la lengua en Bloomfield ha tenido un impacto innegable sobre la
Linguisitica. Su consideración del cambio linguistico como un fenómeno no observable,
que ha sido definido solo en términos de presunciones, obstaculizo el desarrollo de los
estudios históricos. Contemplado dentro de un marco generativo-transformacional, el
cambio linguistico es una secuela directa de las ideas teoricas sincronicas sobre la
lengua.Esta teoría lingüística gira en torno de una situación hablante-oyente ideal, que
refleja la lengua de la comunidad lingüística. Dentro de este marco, la diversidad entre
hablantes (idiolectos) es irrelevante en teoría.
Bibliografía

Anderson, J. M. (1977). Aspectos Estructurales del cambio linguistico . Madrid:
Gredos.

Francisco, R. (1977). Linguistica Estuctural. Madrid: Gredos.

R.H, R. (1984). A short history of linguistics. Madrid: Longman Group Limited.

Saussure, d. F.

Saussure, d. F. (1986). Curso de Linguistica General. Fardenera.

saussure, f. d. corous.

Saussure, F. d. (1968). Saussure ou le structuraliste sans le savor. Paris:
Amagrama.

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Mutabilidad e inmutabilidad del signo lingüístico

  • 1. Planteamiento del Problema ¿Cuál es la postura en referencia a la mutabilidad e inmutabilidad del signo? Objetivo General Definir mutabilidad e inmutabilidad del signo lingüístico, desde un punto de vista diacrónico. Objetivo Específicos Definir que es signo lingüístico, y sus componentes. Estudiar semejanzas y diferencias realizadas por gramáticos hasta llegar a lo postulado por Saussure. Relacionar los conceptos diacronía y sincronía, con la mutabilidad e inmutabilidad del signo. Definir que es diacronía y sincronía. Hipótesis Saussure postula que el signo es inmutable porque de un momento a otro el signo no puede tener cambios solamente por el hecho de que un hablante quisiera cambiarlo, es decir, la comunidad lingüística asigna el significado y significante al signo por lo tanto, si un solo hablante quisiera hacer algún cambio de un día para otro sería imposible ya que toda la comunidad lingüística tiene que aceptar ese cambio porque de otro modo no podrían comunicarse los miembros de la comunidad lingüística si no compartieran los mismos signos. Al analizar el signo en relación a sus usuarios, Saussure observa una paradoja: la lengua es libre de establecer un vínculo entre cualquier sonido o secuencia de sonidos con cualquier idea, pero una vez establecido este vínculo, ni el hablante individual ni toda la comunidad lingüística es libre para deshacerlo. Tampoco es posible sustituir un signo por otro, el significante se atribuye libremente al significado, pero a la vez es impuesto a la comunidad lingüística, ya que no se la consulta al momento de ser establecida esa relación, porque la lengua es un producto que se hereda de generación en generación y es aceptado tal cual es. A través de los caracteres del signo se explica el dominio del factor histórico sobre esa transmisión generacional de la lengua, la que evita los cambios en la misma.
  • 2. El carácter arbitrario del signo: esta arbitrariedad protege a la lengua de cualquier intención de cambiarla, ya que no existe razón para preferir un significante por sobre otro. La multitud de signos necesarios para constituir cualquier lengua y el carácter demasiado complejo del sistema: el gran número de signos lingüísticos hace a la complejidad del sistema, lo que imposibilita el cambio sin la intervención de especialistas. En contraparte, Saussure explica que el signo lingüístico es mutable de igual manera pero esta característica hace referencia a la evolución lingüística, es decir, a la manera en que el signo se modifica a través del paso del tiempo y la comunidad lingüística acepta estos cambios. Sin embargo, con el tiempo, la lengua y sus signos, cambian. Aparecen así, modificaciones en los vínculos entre significantes y significados. Los significados antiguos se especifican, se agregan nuevos o se clasifican de modo diferente. Por ejemplo la palabra "ratón" adquiere un significado distinto en relación a las computadoras, en este caso, dos vínculos entre significado y significante coexisten simultáneamente, el cambio del signo (en apariencia contradictorio con el carácter de inmutabilidad) está dado por un distanciamiento entre el significante y el significado, que es sólo perceptible a través del estudio de la lengua en su evolución temporal. Como el signo lingüístico es arbitrario, parecería que la lengua es un sistema libre, pero la lengua no es libre, porque el tiempo permitirá que las fuerzas que actúan sobre ella desarrollen sus efectos, y se llega al principio de continuidad, que anula la libertad. Pero la continuidad implica necesariamente la alteración, el desplazamiento más o menos considerable de las relaciones. A la identidad en la lengua le interesa la posición relativa que puede ocupar la unidad lingüística en el sistema, no la materia del signo lingüístico. Todo signo es idéntico a otro en la medida que ocupe la misma posición relativa en el interior del sistema de la lengua. Lo paradójico de la oposición mutabilidad-inmutabilidad. La inmutabilidad del signo es llamada por Saussure “la carta forzada”. Es la resistencia de la lengua a modificar de un momento a otras leyes existentes y heredadas; el signo lingüístico, por ejemplo, se sustrae a todo cambio súbito y radical. Entre los argumentos que explican esta inmutabilidad está el siguiente: la incompetencia de la masa parlante para transformar la lengua se debe a que ésta no es completamente arbitraria, impera una razón relativa que obliga a las leyes y formas del sistema a consumir cierta permanencia a través del tiempo. La mutabilidad, por otro lado, se refiere a que en
  • 3. virtud precisamente de la relatividad de esa razón y de la arbitrariedad, el signo lingüístico muta y las lenguas cambian de forma a través del tiempo. El principio de alteración se funda en el principio de continuidad, y debido a que la lengua existe en muchos individuos simultáneamente y es transmitida a las generaciones sucesivas, su inmutabilidad puede ser sólo relativa. La oposición mutabilidad-inmutabilidad se define mejor como complementariedad o dicotomía. En palabras de Saussure: “ambos hechos son solidarios”. La paradoja sólo es aparente porque la coexistencia de la mutabilidad y la inmutabilidad en la lengua no es ilógica. Lo que sí es paradójico es que no siendo lógica esa complementariedad, sea en esencia natural. En cuanto a las causas de la mutabilidad, están claras y se entienden. Saussure dio con expresiones de esa razón, por ejemplo cuando escribe “Si la lengua tiene carácter de fijeza, no es sólo porque está ligada a la gravitación de la colectividad, sino también porque está situada en el tiempo. Estos dos hechos son inseparables. En todo instante la solidaridad con el pasado pone en jaque a la libertad de elegir.” Y también “el tiempo altera todas las cosas; no hay razón para que la lengua escape de esta ley universal”. No es que la lengua cambie porque el tiempo la altera, es que la lengua cambia porque el ser humano se transforma: no es el mismo siempre. La lengua, siendo constructo humano por excelencia, cambia porque es producto de un sujeto múltiple (la masa) que es mutable en esencia. La inmutabilidad relativa de la lengua es natural porque su propósito es asegurar y permitir que los sistemas lingüísticos propicien el intercambio y la relación entre seres humanos y en ese sentido las leyes del sistema necesitan cierta estabilidad y permanencia que les permita la funcionalidad. Si las lenguas mutasen súbitamente, no sería posible la comunicación (el objeto práctico de la lengua). La “fidelidad al pasado” es más bien un mecanismo inconsciente para prolongar la utilidad del signo lingüístico y de la lengua. Dicotomías de la lengua La arbitrariedad del signo lingüístico se refiere a la inmotivación de la relación significado-significante. La arbitrariedad del signo lingüístico significa que la relación entre el significado y el significante se ha establecido en virtud de la voluntad y el capricho de los hablantes de una lengua y, como todo arbitrio, en esta relación no gobierna la razón o la justicia. Por cierto que está en entredicho que en la configuración de esa relación pueda gobernar la razón y la justicia, de ahí el hecho de que existan miles de idiomas. Pero esa arbitrariedad no es una función del sistema de la lengua que se aplica a una gran cantidad de individuos interactuando a lo largo de varios años, décadas o siglos, lo cual
  • 4. llevaría a la masa parlante a transformar constantemente la lengua que hablan. Saussure utiliza otro término para aclarar esa idea: el término inmotivación, lo cual significa que el motivo de la asignación de un significante a un significado no tiene sentido lógico o racional. En palabras de Saussure “no guarda en la realidad ningún lazo natural”. Saussure argumenta que las onomatopeyas no son elementos orgánicos de un sistema lingüístico, que muchas de ellas no son tales una vez se prueba que son producto por evolución de significantes antiguos igualmente arbitrarios en su relación con el significado, y que aquellas que efectivamente lo son terminan sometiéndose a las normas y formas del idioma, con lo cual se les confiere la arbitrariedad intrínseca del mismo. La relación entre los conceptos doble articulación del lenguaje y linealidad del signo. Sin duda alguna existe relación entre la doble articulación y la linealidad. Por la doble articulación, los sonidos se combinan, multiplican y repiten en cierto orden o sucesión, lo cual confiere a la fonación de un mayor número de permutaciones inteligibles que permiten transmitir tan grande cantidad de ideas, conceptos y significados de la lengua. Los sonidos se suceden unos a otros en una línea de tiempo, sean que formen unidades de significado en un nivel o en otro más amplio, no puede sustraerse al principio de linealidad. Se podría decir que la linealidad define horizontalmente un carácter del fenómeno lingüístico mientras que la doble articulación define verticalmente capas de significado que se van superponiendo sobre la base de la linealidad. Forma y sustancia. Se refiere a las dos dimensiones opuestas y correspondientes del signo lingüístico. La forma es la dimensión del significante y la sustancia es la dimensión del significado. El significante es una imagen acústica cuya relación con el significado está relativamente inmotivada, o lo que es lo mismo decir su relación con el significado es relativamente arbitraria, es la dimensión mutable del signo lingüístico. Los conceptos y las ideas permanecen más o menos estables mientras que el significante cambia no sólo dentro de la misma lengua: su polimorfismo explica la existencia de miles de idiomas. Por el contrario el significado se revela esencial, sustancial, porque es el mismo mientras que la forma lo envuelve y etiqueta con innumerables posibilidades. Sin embargo, a lo que Saussure se refiere más específicamente con los conceptos de forma y sustancia es que el significado no existe por sí mismo sin relaciones cognoscitivas con otros significados. Los significados se definen prácticamente ellos mismos entre sí por medio
  • 5. de relaciones cognoscitivas que son psíquicas. Que Saussure llegue a afirmar que “la lengua es una forma y no una sustancia” se desprende la idea de que la lengua sea incapaz de aprehender la realidad o de que el signo lingüístico sea esencialmente “natural”; es decir, que la lengua no es más que forma (imágenes auditivas y otras) y formas psíquicas (la idea, el significado), que en última instancia carecen de esencia o sustancia porque sólo se pueden definir a sí mismas en relación a ellas mismas. Relaciones sintagmáticas y relaciones paradigmáticas. Las relaciones sintagmáticas se refieren a las relaciones que las palabras contraen entre sí debido a la sucesión o encadenamiento en el habla, definido por el principio de linealidad. Esas combinaciones o unidades mayores de significado se llaman sintagmas. Las relaciones sintagmáticas añaden una dimensión superior a la doble articulación; los sintagmas son cadenas más o menos complejas de significantes que van sumando significados así como los aminoácidos forman proteínas. Son necesarias por lo menos dos unidades consecutivas para formar un sintagma. Por ejemplo: “te amo”. Una sucesión de palabras que pierden significado cada una por separado, pero que juntas, y la segunda exactamente después de la primera, constituyen una unidad de significado. Las relaciones paradigmáticas, por otro lado, se refieren a las asociaciones que hacemos mentalmente al recibir el significante y procesar su posible significado. Este tipo de relaciones ocurren de manera individual y más personal e íntima que las sintagmáticas, porque dependen del léxico que maneje el individuo y de sus experiencias personales. Las relaciones sintagmáticas se comprenden de manera más o menos automática y forman una función básica de la lengua, mientras que las relaciones paradigmáticas se descubren y potencian en medida proporcionalmente ascendente a mayor contacto y uso de la lengua por parte de un individuo, aunque muchas de estas relaciones se establecen de forma inconsciente. Por ejemplo, la palabra “esperanto” evoca otras por similitud morfológica: esperando, consultando, documento, espanto, etc. Algunas relaciones morfológicas no tienen más sentido que el que otorga la similitud, porque en este caso (esperanto, un nombre propio proveniente de otro idioma), aunque parece estar formado por el sufijo –anto, como en la palabra “espanto”, sólo coinciden con el hecho de que ambas palabras pertenecen a la misma categoría gramatical (son sustantivos). Sin embargo no pertenecen a la misma familia. Otro ejemplo puede ser “libro”, librillo, librero, librería, etc. Sincronía y Diacronía La lingüística sincrónica estudia la lengua haciendo abstracción de la acción del tiempo sobre ella. Coge la lengua durante un lapso de tiempo lo más limitado posible, de manera que se la pueda considerar al margen de la evolución y del movimiento. Estudia
  • 6. la lengua respecto al eje de las simultaneidades y no respecto al de las sucesiones. Saussure deja bien planteado que, la noción de estado de lengua es un concepto operatorio. La lingüística sincrónica se ocupara, de las relaciones lógicas y psicológicas que unen términos coexistentes y que forman sistema, tal como aparecen a la conciencia colectiva. Por otra parte la lingüística diacrónica es la que debe estudiar la lengua respecto a ese eje de sucesiones, las relaciones que unen términos sucesivos no apercibidos por una misma conciencia colectiva, y que se reemplazan unos a otros sin formar sistema entre sí. Su objeto de estudio es la acción del tiempo, la intervención del factor tiempo sobre la lengua. Su dominio es el del cambio lingüístico, el de la alteración de la lengua, las fases sucesivas en la evolución de una lengua. Para Saussure se trata de dos caminos absolutamente divergentes, de dos partes de la lingüística, cada una con su principio propio. La sincrónica tiene únicamente una perspectiva (no temporal); la diacrónica tiene dos, una prospectiva y otra retrospectiva. Otras posturas respecto a la mutabilidad e inmutabilidad del signo lingüístico Para Osthoff y Brugmann los cambios fonéticos, como procesos mecánicos, tienen lugar de acuerdo con leyes que no tienen excepciones en el mismo dialecto, y el mismo sonido siempre evolucionara igual; pero las creaciones analógicas y las modificaciones de determinadas palabras como entidades lexicales o gramaticales, forman parte de los componentes que producen los cambios lingüísticos de todos los periodos de la historia y de la prehistoria. El concepto de ley fonética tardo en desarrollarse; ni a Grimm ni a los eruditos de mitad del siglo, como Schleicher, les turbaron lo mas mínimo las excepciones manifiestas de las líneas seguidas por los cambios fonéticos de una lengua. Los neogramáticos simplemente percibieron la necesidad de requisitos metodológicos en la lingüística comparada e histórica practicada en la primera mitad del siglo. Ahora queda claro que la existencia de la lingüística comparada e histórica como ciencia descansaba sobre el principio de la regularidad de los cambios fonéticos. La historia de una lengua es reconstruida por medio de las variaciones registradas en las formas y en los significados de sus palabras, y sabemos que determinadas lenguas están relacionadas porque poseen palabras que mantienen correspondencias formales y semánticas entre sí que no pueden ser atribuidas al simple azar o a préstamos recientes. Si los cambios fonéticos no fueran regulares, si las formas de las palabras
  • 7. estuvieran sometidas a variaciones inmotivadas, inexplicables y fortuitas producidas a través del tiempo, tales argumentos perderían su validez y las relaciones lingüísticas solo podrían establecerse históricamente por medio de la evidencia extralingüística. Osthoff se atrevió a decir que las leyes sonoras siguen un proceso de necesidad ciega, independiente de la voluntad del individuo, sin embargo, el lenguaje no era una entidad orgánica individual con su propio desarrollo y vida como antes habían asegurado Humboldt y Schleicher, y más tarde Saussure; el lenguaje existía simplemente en los individuos que forman una comunidad de habla, y los cambios lingüísticos eran cambios de los hábitos de las hablas individuales. Casi todas las comunidades de habla tienen subsecciones debidas a las divisiones sociales, que se manifiestan en las diferencias de los hábitos del habla, como nos demuestra la tendencia lingüística popular hacia lo correcto o lo que se debería decir; y en el habla o competencia lingüística de muchas personas se puede descubrir más de un dialecto social, y, a veces, más de un dialecto regional, los cuales usan según las circunstancias; y estas diferencias pueden ser debidas, en lo que se refiere a la pronunciación, a que se haya o no realizado cierto cambio fonético. En los cambios fonéticos de una palabra ocurren dos cosas: la transmisión de generación a generación de los hábitos lingüísticos reside en el aprendizaje durante la niñez de un conjunto de sonidos oídos en las primeras palabras, los cuales, una vez que se han dominado, se usan sin ningún esfuerzo en las demás palabras; pero debido a varias razones, no todas comprendidas, los cambios tienen lugar en el curso de transmisiones sucesivas entre las generaciones, y la repetición de un número relativamente pequeño de sonidos en el vocabulario ilimitado de una lengua, favorece la universalidad de los cambios fonéticos. Pero las palabras también son aprendidas como unidades lexicales, y con ellas se aprende cualquier cambio individual, vacilación o cualquier otra peculiaridad de la pronunciación, la cual una vez retenida es transmitida a las generaciones posteriores o al habla de las personas de la misma generación. Cada palabra tiene una historia semántica, gramatical y fonética particular. En la mayoría de los casos la evolución fonética se puede describir siguiendo la evolución de los sonidos que forman parte de ella; pero en otros casos, la pronunciación responde a circunstancias particulares que determinan la historia de esa palabra. Los neogramáticos llegaron a decir que una lengua no existe fuera de la comunidad de hablantes; en cambio, el grupo de lingüistas conocidos con el nombre de idealistas o escuela estética resaltaron la importancia del hablante individual en la producción y difusión de toda clase de cambios lingüísticos. El dirigente de este grupo fue Vossler,
  • 8. quien se aprovecho de algunas de las ideas de Humboldt sobre la naturaleza del lenguaje, y también de las del filósofo italiano Croce. Estos lingüistas al igual que los neogramáticos, tenían una tendencia historicista, aunque su concepción de la historia de las lenguas fuera bastante diferente. Vossler, siguiendo a Humboldt, resalto el aspecto creador e individual de la competencia lingüística del hombre. Todo cambio lingüístico parte de las innovaciones de los hábitos lingüísticos individuales, y los que luego tendrán trascendencia en el lenguaje son imitados por los demás, que contribuyen de este modo a su difusión. Para Croce la intuición estética es la guía de todos los aspectos de la vida del hombre, aun cuando uno no sea consciente de ello en todo momento. Los idealistas defendieron que el lenguaje es fundamentalmente la expresión personal, y el cambio lingüístico se debe a la labor consciente de los individuos que, con toda probabilidad, reflejan los sentimientos nacionales; las consideraciones estéticas son las dominantes en los estímulos del cambio. Algunos individuos, debido a su posición social o a su prestigio literario están en una situación favorecida para iniciar los cambios que otros aceptaran y difundirán por medio de la lengua; en este punto es necesario tener en cuenta el valor que han tenido los grandes autores para el desarrollo de una determinada lengua. Pero los idealistas se excedieron en la valoración del elemento estético y literario, y el de elección consciente, el cual en la mayoría de los hablantes no es más que el reflejo de la actividad social aprendida en la niñez y aceptada sin discusión. Sin embargo, es positiva la posición de los idealistas al recordarnos que los factores conscientes y creadores, y, por tanto, el individuo, juegan un papel importante en el cambio lingüístico. La concepción de la lengua en Bloomfield ha tenido un impacto innegable sobre la Linguisitica. Su consideración del cambio linguistico como un fenómeno no observable, que ha sido definido solo en términos de presunciones, obstaculizo el desarrollo de los estudios históricos. Contemplado dentro de un marco generativo-transformacional, el cambio linguistico es una secuela directa de las ideas teoricas sincronicas sobre la lengua.Esta teoría lingüística gira en torno de una situación hablante-oyente ideal, que refleja la lengua de la comunidad lingüística. Dentro de este marco, la diversidad entre hablantes (idiolectos) es irrelevante en teoría.
  • 9. Bibliografía Anderson, J. M. (1977). Aspectos Estructurales del cambio linguistico . Madrid: Gredos. Francisco, R. (1977). Linguistica Estuctural. Madrid: Gredos. R.H, R. (1984). A short history of linguistics. Madrid: Longman Group Limited. Saussure, d. F. Saussure, d. F. (1986). Curso de Linguistica General. Fardenera. saussure, f. d. corous. Saussure, F. d. (1968). Saussure ou le structuraliste sans le savor. Paris: Amagrama.