1. DIALOGO DE MUJERES
Una chica le comenta a su amiga:
—Anabel, hace ya 3 años que no sales con nadie. ¿Cuál es el problema?
—No hay ningún problema. Es sólo que todavía no ha aparecido ningún chico que
cumpla mis expectativas.
—¿Y cuáles son?
—No pido mucho: sólo que me quiera tanto como a su equipo de fútbol.
No le pidas la luna a nadie, porque eso es algo que tú mismo puedes
conseguir: sólo necesitas tocar su reflejo sobre un estanque en una noche
estrellada.
Una amiga le comenta a otra:
—Susana, mi novio es tan celoso y posesivo que ya ni siquiera me deja ver a mis
amigas, y ha conseguido que dependa de él absolutamente para todo.
—¿Y por qué no le dejas?
—¿Y qué haría yo sin él?
Volverse dependiente de alguien es el nombre moderno para “esclavitud”.
Un joven le pregunta a otro:
—Fernando, ¿en qué fase está tu relación con tu chica?
—En la fase A: ya sabes, en la de que a la pregunta de: “¿Adónde vamos,
cariño?” siempre respondemos: “Adonde tú quieras, mi amor”.
La vida, al igual que cualquier otra cosa que esté viva, pasa por distintas
etapas.
2. Una muchacha le pregunta a otra:
—Natalia, ¿tú qué harías si la ex de tu chico lo engatusara para que regresara con
él?
—La arrancaría la piel a tiras.
—¿Y después qué? Porque eso ya lo he hecho, pero la muy cabezona sigue en
sus trece.
No hay nada peor que una mujer despechada. Bueno sí, dos.
Una joven le hace una pregunta a su amiga:
—Nuria, ¿a ti te ha pasado querer a un chico de manera diferente a como te
quiere él a ti?
—¿A qué te refieres?
—A que, por ejemplo, tú le quieras como amante y él te quiera como amiga.
—No. A mí me ha pasado que yo lo quiera ver a él ahogado, y él me quiera ver a
mí atropellada.
Amar es abrir nuestro corazón de par en par sin que nos importe si pilla una
pulmonía.
Una quinceañera le confiesa a otra:
—Marta, he cortado con mi chico.
—¿Y por qué?
—Para que se dé cuenta de lo que tenía a su lado.
—¿Y sólo has cortado por eso?
—Bueno, no. También lo he dejado para ver si me quiere lo suficiente como para
luchar por recuperarme.
La vida por sí sola se encargará de poner a prueba nuestro amor. No
necesitamos forzar nada en ese sentido.
3. Una chica le comenta a otra:
—Nuria, ¿por qué te enrollas con un nuevo chico en cuanto has roto con el
anterior?
—¿Para qué va a ser? Para que no me dé tiempo a deprimirme.
Si tenemos la moral baja, las atenciones que nos prodigue una nueva pareja,
nos la pueden subir momentáneamente. Pero no esperemos que un parche
temporal resuelva el problema de fondo que nos angustia.
Una joven le confiesa a otra:
—Diana, estoy asustada, porque mi chico ya me llama su “novia” al segundo día
de empezar a salir.
—Pues no sé qué es peor: el mío, después de 5 años de relación, no me coge de
la mano en público no sea que la gente piense que lo nuestro va en serio.
Para un caracol, un gusano es un “suicida de la velocidad”.
Una adolescente le pregunta a su madre:
—Mami, ¿tú de pequeña soñabas que eras una princesa?
—Sí.
—¿Y que un apuesto príncipe te rescataba?
—Sí, pero todo se fue al garete el día que conocí a tu padre.
Para que nuestra vida deje de ser una pesadilla, sólo necesitamos despertar.
4. Una mujer le comenta a una amiga:
—Mi marido y yo hemos discutido bastante últimamente, y mis hijos se han visto
afectados.
—¿Y en qué lo habéis notado?
—En que el pequeño no para de gritar, y la pequeña no para de estar callada.
Ante un mismo estímulo, cada uno respondemos de manera diferente.
Una joven le pregunta a una amiga:
—Marisa, ¿tú crees que debería romper con mi ex novio?
—¿Pero es que habéis vuelto a ser pareja?
—No, por Dios —tranquiliza la amiga—. Sólo nos estamos acostando.
La duda sobre algo es una señal de falta de claridad. Así que actuar cuando
aún estamos confusos nos traerá un resultado bastante claro: más
confusión.
Una joven le confiesa a su mejor amiga:
—Sabes, Rosa, me acabo de dar cuenta de por qué me he casado con mi novio.
—Para que esté siempre contigo, ¿verdad?
—No, para que NO esté con ninguna otra.
La inseguridad que sentimos en nuestro interior no la va a hacer
desaparecer nadie externo a nosotros, aunque podemos engañarnos
creyendo que sí puede.
5. Una muchacha se dirige preocupada a una amiga:
—Marisa, mi novio sólo me quiere para acostarse conmigo, pero yo deseo una
relación más seria. ¿Qué puedo hacer?
—Dile lo que sientes.
—Ya lo he hecho, pero siempre me responde que por qué arriesgarnos a
estropearlo todo, ahora que nos va tan bien.
En una pareja, si algo no funciona para los dos, en realidad no funciona para
ninguno.
Una veinteañera le hace una consulta a una amiga:
—Sara, ¿tú qué haces para cabrear a tu chico cuando estáis en mitad de una
discusión?
—Yo lo dejo con la palabra en la boca.
—Pues yo no permito que se quede con la palabra en la boca. Yo hago que se
trague sus palabras.
Querer quedar por encima del otro es otra forma de reconocer que nos
sentimos por debajo.
Dos amigas charlando:
—Marta, tienes que dejar de suplicarle a Carlos que vuelva contigo, y aceptar que
te ha dejado definitivamente.
—Pero, ¿no dicen que la esperanza es lo último que se pierde?
—No, cariño, lo último que se pierde es el orgullo. Y tú hace tiempo que ya no lo
llevas contigo.
Valorarse uno mismo no tiene precio.
6. Una mujer le confiesa preocupada a una amiga:
—Elvira, últimamente mi hijo pequeño le contesta de malos modos a los
profesores, le cuesta concentrarse en clase, y tiene continuas peleas con sus
compañeros. ¿Qué puedo hacer?
—¿Tienes discusiones en casa con tu esposo?
—Para nada. Mi casa es un remanso de paz: mi marido no me dirige la palabra, y
yo le ignoro por completo.
El silencio no siempre es una señal de armonía, sino de tensión reprimida.
Dos chicas charlando:
—Carolina, ¿por qué a las chicas nos suelen gustar chicos mayores que nosotras?
—Porque valoramos mucho la seguridad y la madurez.
—¿Y por qué los chicos suelen buscar chicas más jóvenes que ellos?
—Porque desean recuperar la inseguridad y la inmadurez de su juventud.
Todos buscamos lo que no tenemos o lo que hemos perdido.
Dos mujeres hablando sobre el amante de una de ellas:
—Estoy cansada de ser “la otra”. Él siempre me dice que me quiere con locura,
pero que le dé algo más de tiempo para que arregle las cosas con su mujer y sus
hijos.
—Bueno, a mí me parece que está actuando de manera bastante responsable.
Sólo quiere hacer las cosas bien.
—Sí. Y sobre todo, con tranquilidad, porque lleva así 12 años.
Cuando tenemos miedo de tomar una decisión, el tiempo es una excusa muy
socorrida.
7. Una adolescente le comenta a su mejor amiga:
—Natalia, quiero dejar a mi pareja, pero no me lo está poniendo nada fácil.
—Te está haciendo chantaje emocional, ¿verdad?
—No, es que no me da ningún motivo para romper con él.
En el juego de las relaciones, no necesitamos que el otro mueva ficha para
que decidamos terminar la partida.
Una chica telefonea entusiasmada a una antigua amiga:
—Marisa, creo que he encontrado al hombre de mi vida. Con decirte que sólo con
estar abrazada a él en el sofá viendo una película romántica, ya me siento feliz.
—Yo que tú no me apresuraría. Espera a ver cómo reacciona cuando lo que estéis
viendo sea un partido de fútbol, y su equipo sea el que vaya perdiendo.
Amar es fácil cuando todo nos sonríe. Pero el verdadero amor sólo se pone a
prueba cuando el destino nos frunce el ceño.
Una muchacha le comenta a otra:
—Inés, creo que mi chico y yo hemos perdido la “magia” que había en un principio.
—Te entiendo muy bien. Mi novio también me ha confesado que cree que se ha
roto el “encantamiento”, pero piensa que es porque yo soy la “bruja” que lo
“hechizó” en un principio.
El amor no desaparece por arte de magia, sino por falta de atención.
8. Una chica le comenta angustiada a una amiga:
—Sandra, mi novio está cada vez más celoso y posesivo. Y cada día me veo más
agobiada, porque siento que toda mi vida tiene que girar en torno suya si quiero
evitar sus enfados.
—¿Y por qué no lo hablas con él?
—Ya lo he hecho, pero siempre me dice que sus celos van cada vez a más,
porque cada día está más enamorado de mí.
El verdadero amor no aprisiona, sino que nos da alas con las que recuperar
nuestra libertad.
Una chica le comenta con preocupación a una amiga:
—Marisol, desde que me dejó mi novio ando todo el día dándole al coco, y no
puedo parar de pensar.
—Pues haz lo que hacemos todos los que no queremos pensar.
—¿El qué?
—Ver la tele.
Anestesiar el dolor nos hará insensibles a muchas otras cosas aparte del
dolor.
Dos chicas charlando:
—Cristina, cuando me dejó mi ex, me dijo que yo era insoportable y que nadie
más me iba a querer nunca.
—¿Y por eso te has empeñado en liarte con todos los chicos de la facultad: para
dejarlo por mentiroso?
No necesitamos demostrarle nada a nadie. Ni siquiera a nosotros mismos.
9. Dos quinceañeras charlando:
—Patricia, ¿tú discutes mucho con tu novio?
—¿Yo?, nunca.
—Vaya, qué suerte que os llevéis tan bien.
—No es eso. Es que tengo miedo de llevarle la contraria, no sea que me deje.
Cuando hemos perdido nuestra autoestima, ¿qué otra cosa merece la pena
conservar?
Una adolescente le comenta preocupada a una amiga:
—Beatriz, mi chico me dijo que me llamaría esta tarde, y aún no me ha llamado.
Cómo estaré, que ya no me quedan uñas que comerme, y estoy empezando con
los padrastros.
—Pues llámalo tú.
—Sí, hombre, ¿y parecer desesperada?
Lo malo de comernos mucho la cabeza es que después se nos quita el
apetito.
Una muchacha le pregunta a su novio:
—Pablo, ¿qué lugar ocupo yo en tu lista de prioridades?
—Estás en segundo lugar.
—¡Qué bueno que te importe tanto! ¿Y quién ocupa la primera posición: tu madre,
verdad?
—No, el fútbol.
¿Cómo sabemos qué es lo más importante para nosotros? Fácil: ¿en qué no
podemos dejar de pensar?
10. Dos chicas hablando:
—Sandra, últimamente discuto con mi novio por todo, y cualquier tema de
conversación termina en una pelea.
—¿Y quién dirías tú que las empieza?
—Está claro que ÉL. Pero como no quiero que se sienta solo, le acompaño con
gusto.
Las continuas peleas en las que nos vemos envueltos las provocamos
nosotros. Por supuesto, inconscientemente.
Una joven le comenta a otra:
—Eloísa, mi novio y yo hemos puesto tantas ilusiones en nuestra relación, que no
me parece bien terminar lo nuestro de golpe.
—¿Y qué prefieres entonces: una muerte lenta y dolorosa?
Cortar los hilos que nos atan al pasado es la única manera de poder avanzar
hacia el futuro.
Dos jóvenes hablando:
—Nuria, desde que mi novio me ha insinuado que no le disgustaría casarse
conmigo, no hago más que verle defectos.
—Tienes miedo al compromiso, ¿verdad?
—O eso, o me he vuelto de repente mucho más observadora.
El miedo es un experto a la hora de buscar excusas para no enfrentarse a lo
que más teme.
11. Un pequeño le pregunta a su padre:
—Papi, ¿por qué los sultanes pueden tener varias esposas, pero tú sólo una?
—Porque yo soy más listo. ¿Te imaginas lo que sería tener en casa a siete como
tu madre?
Aumentar la cantidad de algo no necesariamente hace aumentar la calidad.
Un marido se queja a su mujer a la hora de la comida:
—María, ¿otra vez patatas hervidas? ¡Se me va a poner cara de tubérculo!
—No te preocupes, cariño —responde la mujer—. Yo friego todos los días el
wáter, y aún no se me ha puesto cara de escobilla.
¿Nos CONVERTIMOS en aquello que HACEMOS?
Un marido le dice a su mujer:
—Cariño, ¿por qué te pasas todo el día quemando incienso y encendiendo velas
aromáticas?
—Para ahuyentar a los malos espíritus.
—¿Y cómo es que tu madre sigue aún con nosotros?
Todo el mundo sabe que nuestra madre es una santa, y que la madre de
nuestra pareja es un demonio. ¿Por qué, entonces, se empeña nuestra
pareja en afirmar exactamente lo contrario?
12. Dos señoras hablando:
—Mi marido no puede ni ver a uno de sus compañeros de trabajo, pero en vez de
hablarlo con esa persona, me bombardea a mí con todo lo que le revienta de él.
—Ya veo, eres su paño de lágrimas.
—Sí, pero ya me estoy cansando de lavar cada día el maldito pañuelo.
Si acostumbramos a la gente a usarnos como un contenedor para descargar
su basura, dejaremos sin empleo al servicio de limpieza pública.
Por la autopista, un marido le dice a su temerosa mujer, que acaba de sacarse
el carnet de conducir:
—Cariño, pulsa el mecanismo que regula la entrada de la mezcla explosiva en la
cámara de combustión y que permite incrementar el número de revoluciones del
motor.
—Paco, habla más claro, que no te entiendo.
—¡Que pises el acelerador, joder, que vamos pisando huevos!
No hay como hablar claro para que nos entiendan.
Dos amigas charlando:
—¿Sabes qué he pensado hacer para remediar el infierno de peleas e insultos en
que se ha convertido la relación con mi marido?
—¿Dejarlo?
—No, tener un hijo con él.
¿La forma de apagar un fuego es echándole más gasolina?
13. Un joven le confiesa a un amigo:
—Pablo, mi novia acaba de dejarme después de cinco años de relación, y se me
está pasando por la cabeza hacer una tontería.
—¿No estarás pensando en suicidarte?
—He dicho una tontería, no una gilipollez.
En la vida, a veces se apagarán de golpe todas las luces y sentirás miedo. Es
algo normal. Ten fe; el corte de electricidad no durará mucho.
Dos chicas hablando:
—¿A ti también te pasa que con los chicos que más te gustan son con los que
menos interés muestras?
—¡Para nada, tía! ¡Estoy yo como para desaprovechar oportunidades!
No hay escasez de oportunidades ni de ninguna otra cosa. La abundancia es
tu derecho de nacimiento. Reclámalo.
Dos chicas charlando:
—Fátima, ¿por qué a la mayoría de los chicos les aterra el futuro en pareja y el
compromiso?
—Porque son unos inmaduros.
—Es cierto. Y para cuando han madurado, ya están hechos unos carcamales.
Tener miedo al compromiso es, en realidad, temer la pérdida de nuestra
propia libertad.
14. Una amiga le pregunta a otra bastante tímida:
—Begoña, ¿cuál es la fantasía sexual más loca que has tenido?
—Bueno, me da un poco de vergüenza decírtelo.
—Venga, dime, ¿te imaginabas haciéndolo con un atractivo actor de cine?
—No.
—¿Con un presentador de televisión cachas?
—Tampoco.
—¿Con un fornido atleta?
—Para nada.
—Entonces, ¿con quién porras lo hacías?
—Con mi marido en nuestra cama. Pero eso sí, con las luces encendidas.
Superar nuestros propios límites, no los de los demás, es lo que de verdad
importa.
Dos señoras hablando:
—Felisa, ¿tú has engañado alguna vez a tu marido?
—Yo, nunca. ¿Y tú?
—Yo, todas las noches. En cuanto cierro los ojos.
Los sueños nocturnos son una válvula de escape para liberar la presión que
hemos reprimido durante el día.
15. Dos muchachas conversando:
—Irene, ¿por qué las chicas nos comemos tanto la cabeza?
—¿A qué te refieres?
—Ya me entiendes: ¿Me llamará Carlos o no me llamará? ¿Le gustaré o no le
gustaré? ¿Debería llamarle yo o esperar a que me llame él?
—Sí, ya veo a lo que te refieres. En ese sentido, los chicos lo tienen más fácil que
nosotras. Su única pregunta es: ¿A qué hora ponen el partido?
Las mujeres tienen fama de complejas; los hombres, de simplones. Dios
sabía muy bien lo que se hacía cuando nos creó: quería que aprendiéramos
del otro sexo.
Una chica le dice a una amiga:
—Esther, mi chico y yo nos hemos dado un tiempo para pensar.
—¿Para pensar el qué?
—¡Vaya, en eso no habíamos pensado!
Si nos pensamos demasiado las cosas, nos perderemos toda la frescura que
sólo la espontaneidad puede ofrecernos.
Una joven le pregunta a otra:
—Alicia, ¿tú cómo te consideras: pasional o racional?
—Yo soy paracional, porque me dejo llevar por el corazón cuando me enamoro de alguien que NO
me conviene, y utilizo después la cabeza para justificar la insensatez que acabo de cometer.
La cabeza no está situada por encima del corazón porque
sea más importante, sino porque,
¿Dónde nos Pondríamos la Gorra si no?