2. Walter Benjamin nació el 15 de julio de 1892 en Berlín, donde comenzó sus estudios
de filosofía, que prosiguió en Friburgo, Munich y Berna. Su vocación académica
quedó truncada al no ser aprobada su tesis doctoral – El origen de la tragedia
alemana (1928)- en la Universidad de Francfort. Próximo a los postulados del
pensamiento marxista de György Lukacs, mantuvo una estrecha relación con el
dramaturgo germano Bertolt Brecht.
De origen judío, tras la subida del nazismo al poder huyó a Francia, donde
prosiguió su obra teórica. Ante el avance nazi sobre Francia, en 1940 huye con su
hermana a Lourdes y consigue un visado para viajar a Estados Unidos, facilitado
por Max Horkheimer. Al atravesar la frontera franco-española, es detenido por la
policía y pone fin a su vida. En el pequeño poblado catalán de Portbou se quitó la
vida Walter Benjamin, un 26 de septiembre. El día anterior había realizado un
penoso y agotador viaje desde Francia huyendo de los nazis, y al llegar a Portbou
fue detenido por la policía franquista. El anuncio de su deportación al día siguiente
fue el detonante de su trágica determinación. Benjamin decide quitarse la vida
ingiriendo una gran cantidad de morfina.
Las obras más conocidas de Benjamin fueron sus ensayos El autor como productor
(1934), La obra de arte en la era de la reproducción mecánica (1936) y
Iluminaciones. Son ensayos sobre temas estéticos y literarios desde un punto de
vista marxista que ejercieron una gran influencia en su época y que son
considerados clásicos.
3. Las biografías intelectuales han hablado en general del pensamiento benjaminiano en
términos de tres etapas de desarrollo cuasi-dialécticas: la primera de éstas (hasta 1924,
cuando su amistad con Gershom Scholem era más fuerte), metáfisica y teológica; la segunda
(cuando en Berlín, hacia finales del período de Weimar, cayó bajo la influencia de Berltolt
Brecht) marxista y materialista; y la tercera (cuando en su exilio en París se aproximó al
Institut für Sozialforchung y llegó a estar intelectualmente cerca de Theodor Adorno), como
un intento tanto de incorporar como de superar estos dos polos antitéticos en una síntesis
original.
Se esperaba que la publicación póstuma del Passagen-Werk fuera esa síntesis, y que
resolviera las persistentes ambigüedades entre las vertientes materialista y teológica de sus
obras anteriores. El Passagen-Werk en verdad unifica todos los aspectos de la personalidad
intelectual de Benjamin en una sola concepción, obligando a repensar toda su obra,
incluidos los escritos tempranos.
Esa obra demuestra que fue un escritor revolucionario. En ella Benjamin desarrolla un
método filosófico altamente original, que podría ser descripto como la “dialéctica de la
mirada”. Ésta descansa en el poder interpretativo de imágenes que platean concretamente
asuntos conceptuales, con referencia al mundo exterior al texto.
El método está basado en intuiciones filosóficas iluminadas por experiencias cognoscitivas
que se retrotraen hasta la niñez. Éstas se “revelan” sólo en el sentido en que se revela una
placa fotográfica: el tiempo profundiza el contraste y la definición, pero la impresión de la
imagen ha estado allí desde el comienzo.
Benjamin se aferró a sus intuiciones filosóficas, simplemente, porque creía que eran
verdaderas.
4. El Passagen-Werk iba a ser una “filosofía materialista de la historia” construida
con la “máxima concreción” a partir del material histórico mismo, esos
anacrónicos resabios de aquellos edificios, tecnologías y mercancías del siglo
diecinueve que fueron precursores de la propia era de Benjamin. Como “ur-
fenómenos” de la modernidad, ellos proporcionarían el material necesario para una
interpretación de las configuraciones más recientes de la historia.
El objetivo de Benjamin era tomar tan en serio al materialismo como para lograr
que los fenómenos históricos mismos hablaran; tender el puente entre la
experiencia cotidiana y las preocupaciones académicas tradicionales.
Los Pasajes de París, construidos a comienzo s del siglo XIX fueron el origen de la
moderna galería comercial.
“Nosotros hemos”, así dice la guía ilustrada de París del año 1852 (que
proporciona) , una imagen completa de la ciudad del Sena y sus alrededores, “a
menudo concebido a las arcadas [pasajes] como boulevares interiores, semejantes
a aquellos a los que se abren. Esos pasajes, una nueva invención del lujo industrial,
son senderos tapizados en mármol y techados de vidrio, que atraviesan manzanas
de edificios cuyos propietarios se han unido para llevar adelante tal empresa.
Alineadas a ambos lados del sendero, que recibe su luz desde arriba, se encuentran
las tiendas más elegantes, de modo tal que un pasaje es una ciudad, un mundo en
miniatura”.
5. Los sobrevivientes históricos de la alborada de la cultura industrial (corsés,
plumeros, peines de color rojo y verde, viejas fotografías, réplicas de la Venus de
Milo, botones y cuellos de camisa hace mucho descartados), que aparecían
reunidos en los moribundos Pasajes como “un mundo de afinidades secretas“ eran
las ideas filosóficas , como una constelación de referentes históricos concretos.
El proyecto de los Pasajes fue originalmente concebido como un ensayo de cincuenta
páginas. Pero “la cara cada vez más desconcertante, más intrusiva” del proyecto “que me
acecha como una pequeña bestezuela por las noches, cuando no la dejo beber de las fuentes
más remotas durante el día”, no dejó en paz a su autor. Para traerla a la luz del día Benjamin
siguió ampliando su perímetro y profundizando sus bases, tanto espacial como
temporalmente. Al final, todo París fue incluido, desde las alturas de la Torre Eiffel, hasta el
mundo profundo de las catacumbas y los metros, y su investigación cubrió más de un siglo
de los detalles históricos más menudos de la ciudad.
Benjamin comenzó la obra en 1927, y trabajó en ella durante trece años, con algunas
interrupciones. El proyecto permanecía inacabado aún en 1940, cuando se suicidó en
Portbou. Pero el ensayo de cincuenta páginas originalmente planeado, se expandió hasta
constituir un conjunto de materiales que, al ser publicado por primera vez en 1982, cubría
más de mil páginas. Eran fragmentos de datos históricos recogidos primariamente de
fuentes del siglo XIX y XX que Benjamin encontró en la Staatsbibliotek de Berlín y en la
Bibliothèque Nationale de París, y que ordenó cronológicamente en treinta y seis archivos.
estos fragmentos integrados en el comentario de Benjamin comprenden más de 900 páginas.
11. Los Pasajes de París en la actualidad
De la multitud de pasajes cubiertos construidos entre finales del siglo XVIII y el
segundo imperio, a mediados del XIX, subsisten solamente una veintena, que han
tenido suerte diversa.
Su trazado invita a atravesar las sucesivas arcadas, a perderse por los recovecos, a
escrutar las vidrieras de los negocios, a elevar la mirada y descubrir la trama de sus
techos traslúcidos. Hoy se puede descubrir en ellos una concepción diferente de
cómo construir una ciudad con una arquitectura a escala humana, perteneciente a
una época en la que, en un mismo espacio, se concentraban el trabajo, la vivienda y
el entretenimiento.
Todos se encuentran en la Rive Droite (la margen derecha del Sena), que es
tradicionalmente la más comercial de París, y, salvo algunas excepciones, se
agrupan en dos conjuntos principales: aquellos que, situados en el sector que va
desde el Palais Royal hasta los grandes boulevares, restaurados o no, fueron y
continúan siendo los más suntuosos. El segundo grupo, más austero, se concentra
alrededor de la calle Saint-Denis.
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13. La historia de los pasajes comienza en París a fines del siglo XVIII. La capital era
una ciudad de lujos y atracciones, pero conservaba una estructura medieval. Sus
callejuelas polvorientas o embarradas no tenían veredas, tampoco cloacas ni
pavimento. Por ellas circulaba un gentío desordenado, y era imposible desplazarse
a un ritmo distendido. Los primeros pasajes fueron creados entonces con un
interés comercial, en respuesta a una necesidad de la época. Para su construcción
se emplearon nuevos materiales, más seguros y económicos: el hierro y el vidrio,
combinados para sostener los techos transparentes que permiten la iluminación
natural. De noche, por primera vez se utiliza una brillante luz de gas, que contrasta
con la penumbra de las calles mal iluminadas.
Dentro de esas nuevas arterias interiores era factible deambular libremente de un
negocio a otro, protegido de la lluvia o del frío, hacer un alto en un café, ensayar un
rendez-vous amoroso o leer el diario en alguno de los numerosos salones literarios.
Allí podía encontrarse gente de distinta condición: hombres de negocios y
jugadores, príncipes y buscavidas, atraídos por la Bolsa de Comercio (situada en el
mismo barrio), las tiendas elegantes, los espectáculos, o las prostitutas ligeramente
vestidas. En las galerías se podía asistir a pequeños conciertos o cruzarse en el
camino con escritores, como Verlaine, con artistas o con caricaturistas, como
Daumier. Tanto fue el éxito en ese momento que en el término de cincuenta años
se construyeron cincuenta pasajes en todo París.
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20. Luego de la Revolución de la Comuna, en la segunda mitad del siglo XIX, en parte
por razones estratégicas, la ciudad será transformada por la obra urbanística del
barón Haussman, que rompe con su estructura medieval y traza las grandes
avenidas que dan la perspectiva del París actual.
Los pasajes pertenecían a aquel esquema antiguo, que unía pequeñas calles. El
nuevo trazado hará desaparecer una gran parte de ellos. Así como en su momento
fueron un fenómeno de moda y el reflejo de los cambios económicos y culturales, la
aparición de los grands magasins (las grandes tiendas) a partir de 1850, como el
Bon Marché, la Belle Jardinière, Le Printemps y otros, los vuelve pasados de moda,
vaciándolos de sus habitués. En diferentes momentos, una treintena de ellos serán
destruidos.