1. II Moltke, Schlieffen, y la doctrina del envolvimiento estratégico
GUNTHER E. ROTHENBERG
DOS GRANDES SOLDADOS, Helmuth von Moltke, el Viejo, y Alfred von Schlieffen, dominaron
el pensamiento militar pruso-germánico desde la mitad del siglo XIX a la Primera Guerra
Mundial y después. Ellos enseñaban y practicaban un modo de guerra ofensiva que se
adaptaba al precepto napoleónico de la era industrial de buscar una decisión rápida por medio
de la batalla y en la batalla procurar destruir al enemigo. Confrontado con el bloqueo impuesto
por las nuevas armas y frentes extensos, Moltke, jefe del estado mayor desde 1857 a 1887,
desarrolló el concepto de flanquear al enemigo en una secuencia de operación estratégica
continua, combinando movilización, concentración, movimiento y combate. Tomando la
iniciativa desde el principio, su intención era empujar a su oponente a un envolvimiento parcial
o total, destruyendo su ejército en una gran y decisiva batalla de aniquilación o cercos,
Vernichtungsschlacht (batalla de aniquilación) o Kesselschlacht (batalla de la caldera) Para
controlar la ejecución de esta secuencia, Moltke se basó en desarrollos anteriores para crear el
sistema moderno de estado mayor general e introdujo la Auftragstaktik, táctica de misiones, un
método de mando que pone énfasis en la iniciativa descentralizada dentro de un plan
estratégico general.
Aunque Moltke había demostrado el potencial de sus nuevos métodos en 1866 y 1870,
Schlieffen, su eventual sucesor de 1891 a 1906, nunca estuvo al mando de ejércitos en batalla.
No obstante, llegó a ser históricamente importante como profesor y exponente del
envolvimiento estratégico, que describía y glorificaba como el concepto de Cannas y que llegó
a considerar como el único método realmente eficaz de hacer la guerra. Su gran proyecto para
ganar una victoria rápida y decisiva contra Francia casi resultó un éxito en 1914, aunque
finalmente fracasó, mientras en el frente oriental, el concepto producía un número de victorias
espectaculares. Las ideas de Schlieffen tuvieron influencia sobre otra generación de estrategas
alemanes quienes actualizaron el concepto de envolvimiento estratégico y lo aplicaron con
sorprendente éxito durante la fase de la Blitzkrieg de la Segunda Guerra Mundial. El General
Hans von Seeckt, jefe del comando del ejército y una influencia en la formación del ejército
alemán entre 1919 y 1926, pensaba que la enseñanza de Schlieffen tenía permanente
importancia, porque con un pequeño ejército profesional, la única oportunidad de éxito de
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2. Alemania radicaba en victorias rápidas y decisivas al comienzo mismo de una guerra. El marco
táctico para este concepto estratégico fue perfeccionado por Ludwig Beck, jefe del estado
mayor general de 1933 a 1938, y lanzado en su forma mecanizada blindada por el General
Heinz Guderian y otros. Encabezado por dichas fuerzas, apoyado por el poderío aéreo táctico,
el envolvimiento estratégico logró rápida victoria en las campañas en Polonia y Francia, y la
nueva combinación de potencia de fuero y maniobra permitió a Alemania destruir una sucesión
de ejércitos rusos en 1941. Pero entonces, la Blitzkrieg comenzó a decaer. Eficaz contra
adversarios insuficientemente preparados y a menudo mal comandados, y dentro de un teatro
limitado de operaciones, no podía sostenerse por largas distancias o llegar a la victoria final
contra un enemigo que podría cambiar espacio por tiempo y disponer de amplias reservas. En
el último tramo de la guerra, desde 1943 en adelante, el concepto de envolvimiento estratégico
comenzó a ser usado en contra de Alemania, aunque una vez más no logrando el éxito total
debido a problemas inherentes al mando, control y logística. Siendo aún un ideal estratégico,
desempeñó un papel en un número de conflictos posteriores a la Segunda Guerra Mundial,
pero para la segunda mitad del siglo, los nuevos desarrollos técnicos, acontecimientos políticos
y sociales combinados le quitaron su capacidad para lograr resultados rápidos y decisivos.
Moltke puede ser considerado el escritor militar más incisivo e importante de Europa
entre la época napoleónica y la Primera Guerra Mundial. Clausewitz era un pensador más
profundo e iguales derechos de grandeza como estrategas y líderes de combate podrían
concederse a otros comandantes. Sin embargo, Moltke sobresalía no solo en organización y
planificación estratégica, sino en el mando operacional, habilidades que combinaba con una
percepción aguda de lo que era posible o no en la guerra. Moltke tenía amplios intereses
culturales y se lo ha descrito como “esencialmente un humanista de la época pos-Goethe."1
Quizá se le ha dado demasiada importancia a esto. Moltke efectivamente compartió muchas de
las características intelectuales del clasicismo alemán, pero, sobre todo, era un soldado y lo
que realmente le importaba era la aplicación controlada de la fuerza al servicio de la monarquía
prusiana.
Como muchos soldados prusianos, atribuía algunas de sus ideas a Clausewitz y se
describía a sí mismo como discípulo de aquél. No obstante, es difícil de estimar el real aporte
de Clausewitz a la doctrina y práctica militar prusiana. En el caso de Moltke, puede haber cierta
convergencia con Clausewitz en la relación del estado y el ejército, pero mucho menos acuerdo
con respecto a temas organizativos y operacionales.
1
Gerhard Ritter, The Sword and the Scepter, 4 tomos (Coral Gables, Fla., 1969-73),
1:189.
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3. Mientras Clausewitz era el filósofo, buscando descubrir la naturaleza universal de la guerra y
usando ejemplos concretos fundamentalmente a modo de ilustración, Moltke era básicamente
un gramático de la guerra que entraba en muy poca especulación abstracta. Al igual que la
mayoría de los soldados de su generación, consideraba la guerra inevitable, un elemente
esencial en el orden dispuesto por Dios y buscaba, sobre todo, los modos de conducir la guerra
con éxito. Por tanto, siempre estaba preocupado con los detalles específicos de la situación
político-militar real más que con los aspectos generales de la guerra.
No siendo un gran teórico, Moltke nunca elaboró un único sistema integral ya sea de
guerra o de estrategia en su prolífica obra; es necesario estudiar sus ideas a través de su
correspondencia, instrucciones y memorandos. Su enunciado más completo sobre política,
guerra y estrategia puede encontrarse en sus "Instrucciones para los Altos Comandantes de
Tropa" de 1869 y en su ensayo "Sobre estrategia" de 1871.2
En estas áreas generales, Moltke
seguía rigurosamente a Clausewitz en algunos enunciados clave en que parafraseaba al
maestro. Las “Instrucciones” declaraban que el “objetivo de la guerra es implementar la política
del gobierno por la fuerza”. Aunque Clausewitz siempre enfatizaba la subordinación de la
estrategia a la política, aun en la guerra, él también subrayaba la necesidad de que la política
fuera realista: “El primer deber y el derecho del arte de la guerra es impedir que la política
demande cosas que van contra de la naturaleza de la guerra".3
Con este enunciado, también,
Moltke concordaba plenamente. Pero fue mucho más allá que Clausewitz en su interpretación
de lo que estaba o no estaba de acuerdo con la naturaleza de la guerra. En “Sobre estrategia”,
terminada poco después de su confrontación con Bismarck sobre el bombardeo de París, él
sostenía que una vez que el ejército había sido enviado a la guerra, la dirección del esfuerzo
militar debía ser definida por los soldados solos. “Las consideraciones políticas”, escribió,
“pueden tenerse en cuenta solo en tanto no hagan demandas que son indebidas o imposibles
militarmente".4
Moltke ha sido acusado de promover una peligrosa doctrina al dejar a la política
sin ninguna función significativa en la real conducción de la guerra. No obstante, la insistencia
en perseguir la victoria, que él definía como “el más alto objetivo alcanzable con los medios
disponibles”, por medios militares solos no era censurable tan automáticamente, como muchos
escritores han sugerido. Moltke consideraba al ejército un instrumento del soberano, quien,
para él, representada el estado.
2
Pasajes en Gerhard Papke, "Helmuth von Moltke," en Klassiker der Kriegskunst, ed.
Werner Hahlweg (Darmstadt, 1960), 311-16.
3
Peter Paret, Clausewitz and the State (Nueva York y Londres, 1976; repr. Princeton,
1985), 369.
4
Papke, "Helmuth von Moltke," 316. Cf. Moltke: Ausgewählte Werke, ed. Ferdinand v.
Schmerfeld (Berlín, 1925), 1:35.
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4. Los dos principales asesores del rey, el jefe del estado mayor general en el ejército y el
canciller en la área política, eran análogos dentro de sus respectivas jurisdicciones, aunque
estaban obligados a mantenerse informados entre sí.5
Si en años posteriores una
sobrevaloración fatal de los aspectos puramente técnicos de los militares y sus necesidades
impidieron la elaboración de normas diplomáticas y políticas responsables, ello se debió tanto a
la debilidad civil como a la osadía militar.6
Moltke también compartía la opinión de Clausewitz de que el objetivo de la guerra era
lograr un resultado político satisfactorio y que esto requería una estrategia flexible y adaptable.
Los sistemas rígidos le resultaban odiosos a Moltke, quien sostenía que nada en la guerra era
cierto. Por lo tanto, él creía que era imposible establecer ninguna norma firme. “En la guerra
como en el arte”, expresaba, “no existen normas generales; en ninguno puede el talento
sustituirse por precepto" y dadas las incertidumbres de la guerra, concluía que la estrategia
podía ser no más que un “sistema de recursos”.7
Los elementos básicos de la estrategia,
pensaba, difícilmente iban más allá de las proposiciones del sentido común, pero su correcta
ejecución requería fortaleza de carácter y la habilidad de tomar decisiones rápidas bajo estrés.
Federico el Grande y Gneisenau eran sus modelos ideales, aunque resulta interesante que
Moltke también incluyera a George Washington, un comandante de campaña no notablemente
exitoso, sino decidido en la adversidad y con un profundo sentido de las dimensiones políticas y
psicológicas de la guerra, entre los “más grandes estrategas del mundo”.8
En una esfera más limitada de operaciones, Moltke estaba en una situación inmejorable
para reconocer que los cambios producidos por armas, transporte y comunicaciones
ampliamente mejoradas, junto con la capacidad de los estados para reclutar y mantener
ejércitos cada vez más grandes, exigía los cambios correspondientes en la estrategia, táctica,
mando y organización. La Guerra Civil de los Estados Unidos había demostrado que estos
nuevos factores podían crear un punto muerto táctico y operacional, y Prusia, enfrentando
siempre un potencial conflicto en múltiples frentes, no podía permitirse una guerra prolongada.
Pero una rápida decisión exigía una ofensiva agresiva para destruir las fuerzas hostiles,
mientras el gran aumento en el poder destructivo derivado de los fusiles había hecho los
ataques frontales prohibitivamente costosos y los frentes extendidos hicieron el flanqueo táctico
imposible. La solución de Moltke, el “envolvimiento estratégico” montado directamente desde la
concentración inicial, fusionó los requisitos operacionales y tácticos. Consciente de que "ningún
plan de operaciones sobrevive la primera colisión con el principal cuerpo enemigo”,
5
Una visión diferente se presenta en Gordon A. Craig, The Politics of the Prussian Army
1640-1945 (Nueva York, 1964), 2.14-16.
6
Ritter, Sword y Scepter, 1:196; Eberhard Kessel, Moltke (Stuttgart, 1957), 508-509.
7
Oberkommando des Heeres, Gedanken von Moltke (Berlín, 1941), 13; Moltke's
militärische Werke, in Kriegslehren, ed. Grosser Generalstab, Abteilung für Kriegsgeschichte
(Berlin, 1892.-1912), 3:1. (En lo sucesivo se citará como Kriegslehren.)
8
Kessel, Moltke, 507.
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5. no obstante, él estaba decidido a captar y retener la iniciativa y estructurar la batalle decisiva
combinando estrategia y operaciones en una secuencia.9
Los avances técnicos, él comprendía,
no solo fortalecían la defensiva sino que también ayudaban a implementar un gran plan
ofensivo. Su flexible “estrategia de recursos”, usando líneas exteriores en 1866 y líneas
interiores durante la primera etapa de la guerra en 1870, hizo todo esfuerzo para concentrar
numéricamente fuerzas superiores más rápidamente que el enemigo. Una vez logrado esto y
que sus ejércitos estaban dentro de una distancia de apoyo unos de otros, tenían la fuerza
necesaria para entablar combate simultáneamente por el frente y los flancos del adversario y
destruirlo por envolvimiento.10
Esta interacción de movimiento y combate, que culmina en la
convergencia de varios ejércitos para la batalla decisiva, se convirtió en el sello distintivo de las
guerras de Moltke.
Dentro de esta secuencia estratégico-operacional, los elementos más difíciles eran la
concentración inicial y despliegue (Aufmarsch) y el control de los diferentes ejércitos que
convergían por rutas separadas para la batalla decisiva. Otros problemas, como la logística, un
tema casi insoluble en la era del transporte operacional a caballo, tenía una prioridad mucho
menor en el esquema operacional de Moltke.11
La planificación y preparación, los ferrocarriles y
el telégrafo podían acelerar la movilización, pero la concentración inicial y el despliegue de los
ejércitos de operaciones eran cruciales. “Un error en la concentración original del ejército.”
escribía Moltke, “difícilmente puede rectificarse durante todo el curso de la campaña.12
El
dilema aparente era que la concentración inicial requería un control sumamente centralizado,
mientras los movimientos de los ejércitos separados en el campo requería el mando
descentralizado. El método de Moltke de dirigir la guerra moderna, reforzado por su estudio de
la campaña de 1859 en el norte de Italia, era que el Alto Comando, en el caso del jefe del
estado mayor general, debía limitarse a expedir instrucciones generales a los principales
comandantes subordinados describiendo el objetivo general y misiones concretas, y permitir a
los subordinados hacerse cargo de los detalles. “La guerra,” observaba, “no puede ser dirigida
desde una mesa verde.”13
Algunos escritores han condenado el sistema de mando de Moltke. J. F. C. Fuller, por
ejemplo, decía que mientras Napoleón dirigía y controlaba, “Moltke llevaba a sus ejércitos a su
punto de partida y luego renunciaba a
9
Kriegslehren, 3:3.
10
Kessel, Moltke, 514.
11
Martin Van Creveld, Supplying War: Logistics from Wallenstein to Patton (Cambridge,
1977), 79-82, 9 1-96, 103-08.
12
Citado en Papke, "Helmuth von Moltke," 316.
13
Kriegslehren, 3:42-3.
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6. su mando y los soltaba. "14
A primera vista, la acusación parece tener cierta validez. El sistema
poco rígido de mando requería comandantes subordinados de alta calidad, y tanto en 1866
como en 1870, los generales prusianos revelaron una deplorable propensión a cometer errores
en ataques frontales, un procedimiento alentado por el fracaso de su caballería de ofrecer
inteligencia precisa. Pero considerando el marco militar prusiano, en el que el rey actuaba de
comandante en jefe y los príncipes de comandantes del ejército, los poderes de mando de
Moltke apenas podían compararse con los de Napoleón. A menudo, Moltke tenía que
improvisar después de que se habían expedido órdenes que interferían con su esquema
general. Por otra parte, las fuerzas que Moltke dirigía eran mucho más grandes que los
ejércitos napoleónicos y estaban más dispersas, y aunque el telégrafo eléctrico ofrecía un
instrumento de dirección estratégica, no era lo suficientemente flexible para el control
operacional.
Para compensar las evidentes limitaciones del sistema de mando que encontró, Moltke
transformó el estado mayor general prusiano en un instrumento único que combinaba
flexibilidad e iniciativa a nivel local en conformidad con una doctrina operacional común y con
las intenciones del alto mando. Este desarrollo, que no se completó hasta 1873, marcó el
comienzo del trabajo y organización del estado mayor. El estado mayor general prusiano
reformado, llamado el Gran Estado Mayor General después de 1871 para distinguirlo de los
estados mayores bávaros, sajones y de Württenberg, que continuaban existiendo, cumplía
funciones tanto colectivas como descentralizadas. En su papel central, era el cerebro del
ejército elaborando planes estratégicos y métodos operacionales. Sus funciones
descentralizadas eran atendidas por oficiales del estado mayor, Truppen Generalstab,
asignados a nivel de división, cuerpo y ejército. Aunque en otros ejércitos contemporáneos
estos hombres eras asesores técnicos, en Alemania llegaron a ser subalternos al mando. El
comandante conservaba la autoridad final, pero se esperaba que tomaran decisiones
operacionales junto con su jefe de estado mayor quien tenía el derecho, de hecho, el deber, de
manifestarse en contra de lo que él consideraba criterios operacionales poco sólidos. En su
mejor momento, el sistema prusiano de estado mayor institucionalizó la eficiencia en el
combate asegurando que en una situación dada diferentes oficiales del estado mayor,
educados en una doctrina común de combate, llegarán a aproximadamente la misma solución
para emplear de la manera más efectiva las fuerzas disponibles. 15
La transformación del estado mayor general prusiano, aun un departamento
subordinado del Ministerio de Guerra en 1857, en un organismo importante de mando del
ejército requirió el reconocimiento general del cometido central de Moltke,
14
J. F. C. Fuller, A Military History of the Western World, 3 tomos (Nueva York, 1954),
3:134.
15
Theodore Ropp, War in the Western World (Durham, 1959) 137-39.
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7. como así también nuevo adoctrinamiento y entrenamiento de los oficiales del estado mayor. En
esto, considerando el alcance de sus deberes, el tamaño del estado mayor siguió siendo
modesto. El estado mayor general alemán, que nunca constó de más de un ciento de oficiales
en todas sus divisiones y departamentos, constituía una élite altamente selecta, con conciencia
de su propia identidad, distinguida por una sobresaliente capacidad intelectual, arduo trabajo y
dedicación. Junto a la excelencia de su personal, el nuevo sistema de mando y control
dependía de la conformidad con una doctrina común de combate y procedimientos
operacionales comunes. Estos eran impartidos mediante la educación en la Academia de
Guerra, un requisito previo para la posterior selección del estado mayor, el entrenamiento
continuo, alternando con funciones en cargos de mando. Consciente de que pocos soldados
tienen la oportunidad de experimentar una amplia variedad de situaciones operacionales,
Moltke hacía hincapié en la historia militar como herramienta para preparar a los oficiales del
estado mayor contra las múltiples contingencias posibles. Junto con una sólida base en los
aspectos prácticos de su trabajo, el estudio didáctico de la historia se convirtió en uno de los
distintivos de la preparación de los oficiales del estado mayor general alemán. Para 1870-1871,
el sistema de Moltke ya era ampliamente reconocido tanto por su espectacular desempeño en
las operaciones como por su admirable profesionalidad. En el curso de las siguientes tres
décadas, aunque con importantes modificaciones, fue adoptado por todos los principales
ejércitos.
II
La campaña de 1866 representó, en muchos aspectos, el ideal moltkeano de guerra. La
batalla decisiva fue librada dentro de las semanas posteriores al estallido de hostilidades y su
resultado privó al adversario de los medios y la voluntad de seguir peleando. Aun así, Moltke
consideró su guerra contra Austria un conflicto fraticida lamentable, si bien inevitable. En
comparación, deseaba la guerra contra Francia, un país del que desconfiaba profundamente y
que consideraba “no solo el enemigo más peligroso, sino también el mejor preparado". 16
El
ejército de Napoleón III, aún ampliamente considerado el mejor de Europa, era una fuerza
profesional veterana, con experiencia en combate, con armas modernas y comandantes
experimentados. Poco después de convertirse en jefe del estado mayor general de Prusia,
Moltke preparó su primer plan de guerra contra Francia, un despliegue defensivo contra el
Meno, flanqueando una ofensiva francesa en el norte o sur de Alemania. Adoptó una postura
defensiva porque en ese momento el ejército prusiano aún estaba débil; pero al mejorar la
reforma del ejército, la concentración de las fuerzas de operaciones avanzó al Rin y él comenzó
a especular sobre un posible envolvimiento del enemigo en esa región. La guerra austro-
prusiana transformó su perspectiva. Los éxitos prusianos junto con la fuera del la nueva
Confederación de Alemania del Norte y
16
Kessel, Moltke, 536.
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8. después de 1867 las expectativas del apoyo de Alemania del Sur, le ofrecieron una potencia
movilizada de doce cuerpos experimentados de Alemania del Norte, unos 740.000
combatientes, apoyados por más de 200.000 tropas de reserva territorial de segunda línea y
unos 80.000 alemanes del sur, contra los cuales el ejército profesional francés podía, como
mucho, reunir unos 350.000 hombres.17
De 1867 en adelante, Moltke se preparó para una
guerra ofensiva contra Francia e incluso consideró un ataque preventivo. Su plan básico era
simple. Su intención era buscar y destruir al enemigo con las fuerzas numéricamente
superiores que se pusieran a disposición movilizando los recursos humanos nacionales, una
planificación cuidadosa y un sistema ferroviario altamente desarrollado. “El plan de operaciones
contra Francia”, escribió en 1868, “simplemente consiste en localizar el principal ejército
enemigo y atacarlo dondequiera que se encuentre. La única dificultad es cómo ejecutar este
simple plan con cantidades muy grandes de efectivos.”18
Sin embargo, Francia sí tenía una importante ventaja. En teoría, al menos, su ejército
profesional estaría preparado antes que las tropas reservistas de reclutas, y Moltke se
preocupaba por un ataque francés de desarticulación a través del Rin. Pero incluso en esta
eventualidad, él dispondría de mayores fuerzas. Él calculaba que durante las etapas iniciales
de la guerra, los franceses no podrían reunir más de 250.000 hombres frente a los 380.000 que
él tenía, y con las reservas de reclutas prusianos a tiempo triplicaría las cantidades disponibles.
Un estudio de la red ferroviaria francesa reveló que para reunirse rápidamente, el enemigo
tendría que concentrarse en dos áreas divididas por las montañas de los Vosgos, un grupo de
Metz y el otro en Estrasburgo. Para protegerse de una ofensiva francesa de desarticulación,
Moltke concentró sus tres ejército en el Rin entre Tréveris en el norte y Landau en el sur, de
modo que si los franceses atacaban, los tres ejércitos que ocupaban las posición central
podrían reforzarse entre sí más rápidamente de lo que podrían hacerlo los mandos franceses
separados en Lorena y Alsacia. La velocidad de movilización era de fundamental importancia y
cuando, en la noche del 15 de julio de 1870, el rey ordenó a su ejército en pie de guerra, el
estado mayor general prusiano demostró que había dominado los problemas de organización y
movimientos de las masas. Después de finalizar la movilización, el ejército prusiano tendría
más de un millón de hombres; mientras tanto, en dieciocho días, seis líneas troncales y tres
líneas adicionales para los alemanes del sur transportaron a 426.000 hombres, diez cuerpos, a
la frontera. La guerra fue declarada el 19 de julio, pero los franceses no pudieron reunir sus
fuerzas a tiempo y solo lanzaron un ataque menor en el Sarre el 4 de agosto, cuando la
concentración alemana estaba casi completa. 19
El combate reveló que quedaban puntos débiles en el sistema de mando parcialmente
implementado de Moltke. No prestando atención de atraer a los
17
Ibid., 534-38.
18
Kriegslehren, 1:98-99, 106-107.
19
La versión clásica es Michael Howard, The Franco-Prussian War (Nueva York, 1961).
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9. franceses a posiciones donde podían ser envueltos, sus subordinados reaccionaron con
demasiada rapidez y energía, haciendo retroceder al enemigo a Lorena. Siguió un avance
alemán, durante el cual “pocos comandantes pueden haber librado más batallas de las que no
tenían intenciones de librar o que no querían librar en el modo o en el momento en que las
batallas ocurrían”.20
El reconocimiento, una vez más, era malo, y los generales insistían en
atacar en asaltos frontales. Aun así, la táctica de la misión demostró ser efectiva. Marchando al
sonido de los fusiles, las formaciones vecinas convergían en la escena de acción sin esperar
órdenes y proporcionaban las cantidades necesarias para flanquear las posiciones francesas.
Para el 18 de agosto, uno de los dos principales ejércitos franceses había retrocedido a Metz,
donde capituló después de un largo sitio, mientras que el segundo, tratando de liberar la
fortaleza, fue interceptado, retirándose hacia la frontera belga en Sedán, y obligado a rendirse
el 1º de septiembre. Junto con Napoleón III que había acompañado a este ejército, 104.000
hombres fueron capturados como prisioneros de guerra. El trabajo del estado mayor superior,
la rápida movilización y a pesar de ciertos errores, el liderazgo eficiente y agresivo que
aprovechó las ventajas de batallones más grandes habían aplastado al ejército imperial
francés. Las dificultades en el control de comandantes subordinados había obligado al Alto
Mando, en varias ocasiones, a asumir el control directo, y los problemas logísticos causados
por el rápido avance se habían compensado con improvisación. En el lado francés, el exceso
de confianza, la falta de planificación y una organización obsoleta contribuyeron al desastre.
Fue una victoria espectacular, lograda menos de siete semanas después de la
declaración de guerra de Francia, pero llevó cinco meses más doblegar la resistencia de los
franceses. Cuando las noticias de Sedán llegaron a París, se estableció un gobierno provisorio
de defensa nacional, que logró reclutar cuatro ejércitos en las provincias y uno en la capital,
apoyados por numerosas fuerzas irregulares. Los alemanes sitiaron París el 18 de septiembre,
mientras los franceses trataban de levantar el sitio e interrumpir sus comunicaciones. Los
alemanes tenían solo un angosto corredor que los llevaba a Paris. Los franceses aún tenían
importante recursos y su comando del mar les permitía traer suministros del exterior. Lo que
necesitaban era tiempo, lo cual Bismarck, alarmado por la decaída moral alemana y la
posibilidad de intervención extranjera, quería negarles. Exigió un bombardeo inmediato de la
ciudad y se produjo un importante enfrentamiento con Moltke sobre este tema. Desde el
principio de la guerra, Bismarck se había sentido contrariado porque Moltke no lo tenía
plenamente informado de la marcha de las operaciones, y solo después de que el rey insistió,
el jefe del estado mayor general convino en hacerlo. Aun así, se negaba a incluir al canciller en
la planificación
20
Cyril Falls, The Art of War from the Age of Napoleon to the Present (Nueva York, 1961), 78.
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10. de las futuras operaciones. Así, la cuestión del bombardeo adquirió mayor importancia; ponía
de relieve las tensiones cívico-militares dentro del cuartel general prusiano.21
Los soldados consideraban a Bismarck un intruso y su demanda de ser incluido en la
planificación de las operaciones simplemente como una pantalla para ganar influencia en los
militares. Moltke sostenía que carecía de suficientes fusiles para un bombardeo efectivo de
París y que un esfuerzo débil solo fortalecería la resistencia. Pero siendo aún crítica la situación
de los suministros, consideró contraproducente recargar las líneas ferroviarias con el transporte
de los pesados trenes de sitio. Por lo tanto, Bismarck estaba pidiendo algo que era
“militarmente inapropiado o imposible”. Al final, el rey apoyó una vez más al canciller, aunque
para ese momento el conflicto se había resuelto. En diciembre, la situación de los suministros
mejoró y comenzó a llegar artillería pesada. El 5 de enero de 1871 comenzó el bombardeo.
Mientras tanto, los franceses habían montado repetidos ataques contra las líneas alemanas,
pero, estando mal entrenados, sin equipos y líderes, sus fuerzas improvisadas no estaban a la
altura de los alemanes y ninguno de estos esfuerzos tuvo éxito. Las negociaciones del
armisticio comenzaron el 23 de enero, cinco días después de haberse proclamado un nuevo
Reich en Versalles, y París se rindió el 28 de enero de 1871.
La inesperada resistencia popular en Francia fue una experiencia perturbadora para
Moltke, quien siempre había previsto la guerra como una lucha entre fuerzas convencionales.
Lo consternaban los ejércitos improvisados, los elementos irregulares y el llamado a la pasión
popular, a los que describía como un "regreso al barbarismo". Más perturbado aún por el
sangriento espectáculo de la Comuna de París, trató por todos los medios de distinguir la
“nación en armas” francesa del sistema prusiano de conscripción. Armando a la población en
forma indiscriminada, aquellos impulsaban el espectro de la revolución social. “Los rifles”,
observaba, “se distribuyen rápidamente, pero son difíciles de retirar.” El sistema prusiano, en
cambio, inculcaba “disciplina así como las virtudes militares apropiadas.” 22
La guerra popular y
la revolución produjeron una impresión duradera en Moltke, planteándole un dilema. Por un
lado, cuando después de 1871 las demás potencias siguieron el ejemplo de Prusia e
introdujeron la conscripción, se preocupó de que Alemania perdería su ventaja en recursos
humanos y observó que "el éxito duradero solo puede lograrse cuando uno entra en la guerra
desde el principio con números superiores." Por otro lado, como acérrimo conservador, temía
que el socialismo socavara la lealtad de los trabajadores industriales. Por tanto, se oponía a
grandes aumentos en las cuotas anuales de reclutamiento, a menos que se pusieran cuadros
orgánicos adecuados de adiestramiento regular
21
Howard, Franco-Prussian War, 325-26.
22
Letters of Field-Marshal Helmuth von Moltke, ed. y trad. Clara Bell and Henry W, Fischer
(Nueva York, 1892), 204, 209.
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11. a disposición.23
Sus opiniones eran ampliamente compartidas dentro de las élites militar y
social, con el resultado de que hasta dos años antes del estallido de la guerra en 1914,
Alemania había llamado a filas a solo casi la mitad de sus hombres calificados.
III
Prusia siempre había tenido terror a una guerra en múltiples frentes y esta posibilidad
continuaba preocupando a Moltke. Poco después de ser nombrado jefe del estado mayor
general, había especulado sobre una combinación del "este eslavo y el oeste latino contra el
centro de Europa”. Esas reflexiones estaban entre las principales razones de su búsqueda de
una guerra corta y decisiva, y había sido una preocupación fundamental durante las primeras
semanas de la campaña de 1870. Aun en la cima de la victoria, este potencial peligro
continuaba preocupándolo y dentro de los tres meses posteriores a la caída de París, él
describió una alianza franco-rusa como la "amenaza más peligrosa para el nuevo Imperio
Alemán" e hizo planes detallados para enfrentarla.24
Reconoció que las diferencias políticas
hacían poco probable una alianza de esta índole, pero consideraba que era su deber
prepararse para todas las contingencias posibles. Hasta 1879, el estado mayor general también
preparó planes para la guerra contra una coalición franco-rusa-austriaca aun menos probable25
.
La guerra en Francia también cambió las expectativas estratégicas de Moltke. En su
primer plan de guerra contra Francia y Rusia, preparado en abril de 1871, había advertido que
una rápida victoria se había tornado improbable. “Alemania no puede esperar deshacerse de
un enemigo mediante una rápida victoria en el oeste para luego volverse en contra del otro.
Acabamos de ver lo difícil que es poner fin incluso a la victoriosa guerra contra Francia.”
Comprendiendo el poder de la defensiva y siendo lo suficientemente realista para reconocer
que la búsqueda de la victoria total provocaría una resistencia prolongada, ahora abogaba por
una estrategia basada en operaciones defensivo-ofensivas. No buscando más una decisión
rápida marcada por batallas decisivas, planificó operar en forma ofensiva, entrando en territorio
enemigo al oeste y al este para frustrar la movilización y ocupar fácilmente líneas defendibles y
luego causar muchas bajas al enemigo en ataques inútiles contra la potencia de fuego
defensiva alemana. Para lograrlo, su intención era asignar fuerzas aproximadamente iguales a
los dos frentes. 26
Ni esperaba la victoria total ni favorecía más adquisiciones territoriales, pero
contaba con la diplomacia para que el conflicto concluyera en forma aceptable.
Básicamente, todos los planes posteriores de Moltke derivaban de estas
23
Kriegslehren, 3:25-26; Kessel, Moltke, 741-47.
24
Gerhard Ritter, The Schlieffen Plan (Londres, 1958), 18; Ferdinand v. Schmerfeld, Die
deutschen Aufmarschpläne 1871-1890 (Berlín, 1928).
25
Schmerfeld, Aufmarschpläne, 62-67; Kessel, Moltke, 649-50..
26
Ritter, Schlieffen Plan, 18.
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12. suposiciones defensivo-ofensivas, aunque los acontecimientos pronto invalidaron su despliegue
casi igual de fuerzas al este y al oeste. Para asegurarse, después de 1873, la Liga de los Tres
Emperadores de Bismarck reafirmó la solidaridad monárquica contra la Francia republicana y,
temporalmente, al menos, el peligro de una guerra en dos frentes disminuyó. Pero aún la
inmensa habilidad diplomática del canciller no podía hacer desaparecer el peligro inherente en
la posición geográfica de Alemania. La recuperación sorprendentemente rápida de los militares
franceses aumentó la preocupación de Moltke. En 1982, Francia introdujo el servicio universal,
adiestrando a casi cuatro quintos de todos los calificados, desarrollando al mismo tiempo un
sistema eficiente de estado mayor y movilización. Para el año 1873, Moltke declaró "imperativo
acelerar nuestro proceso de movilización" y decidió aumentar las tropas en el oeste a expensas
del este.27
Ahora, él concebía la posibilidad de que un ejército francés movilizado más
rápidamente podría hacer retroceder a los alemanes. En esa eventualidad, su intención era
reagruparse en el Rin y luego, esperando que los franceses se concentraran nuevamente en
dos grupos, contraatacar por el centro, forzando el grupo del norte hacia París y el del sur hacia
el Loira. Si el plan tenía éxito, a Francia se le ofrecerían términos generosos e incluso, si estos
eran rechazados, Francia estaría tan debilitada que las principales fuerzas no podrían volver al
este.28
En este sentido, la asignación propuesta de fuerzas aún no estaba muy predispuesta
hacia el oeste y, aún en 1877, Moltke esperaba que en el caso de una guerra en dos frentes, se
libraría una batalla decisiva en Lorena en la tercera semana después de la movilización. Sin
embargo, una vez más, no esperaba una victoria completa, enfatizando que “no podemos
extender nuestra persecución a París. Debe dejarse a la diplomacia ver si se puede lograr un
acuerdo de paz en este frente.”29
Otra razón de sus limitadas expectativas con respecto a la guerra contra Francia era
que las mejores capacidades militares de Rusia, demostradas durante la Guerra Ruso-Turca de
1877-78, junto con la casi terminación de una fuerte faja de fortificación en la frontera francesa,
hacían las operaciones defensivas en el oeste y las operaciones ofensivas en el este más
prometedoras y necesarias. “Si debemos pelear una guerra en dos frentes,” observó Moltke, “ .
. . debemos aprovechar la ventaja defensiva del Rin y de nuestras sólidas fortificaciones, y
emplear todas las fuerzas no absolutamente indispensables [en el oeste] para una ofensiva
imponente contra el este.”30
Con esto, él no quería decir que Alemania debería permanecer
pasiva en el oeste. La distribución propuesta de fuerzas estaba bastante equilibrada, 360.000
contra Rusia y 300.000 contra Francia, y Moltke decidió que debía hacerse un esfuerzo
27
Schmerfeld, Aufmarschpläne, p. 19; Ritter, Sword and Scepter, 1:227.
28
Schmerfeld Aufmarschpläne, 21, 29, 38, 52-55.
29
Ibid., 64-66; Ritter, Schlieffen Plan, 19.
30
Schmerfeld, Aufmarschpläne, 77; Craig, Politics of the Prussian Army, 274-75.
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13. para derrotar la ofensiva francesa desde posiciones de avanzada en Lorena o en el Sarre. Un
repliegue al Rin sin un combate importante pondría en peligro la moral y crearía una difícil
situación estratégica. “Soy de la opinión”, concluyó, “que aún enfrentando cantidades
superiores, debemos arriesgar una batalla en el frente del Rin antes de retirarnos del otro
lado.."31
En el frente ruso, pensaba realizar una ofensiva limitada sobre líneas interiores,
moviéndose entre los ejércitos rusos occidentales reuniéndose en Kovno y Varsovia para
entorpecer su movilización. Combinado con un esfuerzo sistemático para promover
insurrecciones entre los pueblos súbditos, el plan estaba concebido para desbalancear a Rusia
e inducir al gobierno zarista a negociar con Alemania en términos razonables. Además, desde
1871, Moltke especulaba, en ocasiones, sobre la posibilidad de un apoyo austro-húngaro
contra Rusia, y la Doble Alianza firmada en octubre de 1879 ofrecía posibilidades de una
ofensiva complementaria al norte desde la Galicia austriaca al centro de Polonia. Pero desde el
punto de vista militar, el tratado de 1879 tenía un importante punto débil. Carecía de
compromisos militares específicos. Bismarck lo había diseñado, fundamentalmente, para
satisfacer la necesidad de Austria-Hungría de sentirse segura contra Rusia y le había dado un
carácter puramente defensivo. El tratado prometió apoyo mutuo en el caso de que cualquiera
de las partes fuera atacada por Rusia, pero no disponía ningún mecanismo para planificar una
guerra de coalición. En cualquier caso, Moltke seguía siendo escéptico en cuanto a hacer
compromisos anticipados. "Es inútil," escribía, "estipular operaciones comunes en forma
anticipada, porque en la práctica no se llevarán a cabo."32
Básicamente, dudaba que el ejército
austro-húngaro, relativamente débil y lento para movilizarse, estuviera realmente preparado
para emprender operaciones ofensivas importantes.
No obstante, se iniciaron conversaciones a nivel de estado mayor en 1882, las que
continuaron, aunque no regularmente, por más de una década a instancias del primer suplente
de Moltke recientemente nombrado, Segundo Jefe del Estado Mayor General, Conde Alfred
von Waldersee. Moltke había solicitado retirarse en 1881, pero el Emperador Guillermo I lo
había persuadido de permanecer junto a un hombre joven para compartir sus deberes. Oficial
ambicioso e inquieto, Waldersee, quien en 1888 fue el sucesor de Moltke, nunca moldeó una
política estratégica coherente y dedicó mucho esfuerzo en intrigas que iban contra el declarado
propósito de Bismarck de estar en buenos términos tanto con Austria-Hungría como con Rusia.
En 1882, siguiendo reiteradas sugerencias del Barón Friedrich Beck, el nuevo jefe de estado
mayor austro-húngaro, los dos hombre se reunieron y Waldersee prometió que en caso de una
guerra en dos frentes, Alemania estaba preparada para ayudar a Austria-Hungría con
31
Kessel, Moltke, 651-52, 672-75; Schmerfeld, Moltke, I:250
32
Schmerfeld, Moltke, 1:44. Cf. el excelente estudio de Dennis E. Showalter, "The
Eastern Front and German Military Planning, 1871-1914-Some Observations," East European
Quarterly 15 (1981), 163-80.
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14. unas veinte divisiones activas y seis divisiones de reserva para llevar a cabo un doble
envolvimiento de los ejércitos rusos en la saliente polaca. Beck estaba decepcionado con las
fuerzas propuestas, especialmente porque su propio ejército estaría pronto solo dos semanas
después que el alemán y él había contado con su aliado para asumir una mayor participación
del combate inicial. Nuevas conversaciones entre Moltke y Beck produjeron pocos cambios.
Waldersee y Moltke estaban por mover los principales efectivos alemanes contra Francia y
cuando, a fines de 1886, Beck solicitó explicaciones, Moltke le dijo que en el caso de guerra,
una posibilidad obvia en ese momento, Alemania empeñaría en combate solamente un tercio
de su ejército en el este. Y el plan final de Moltke, que sería efectivo el 1º de abril de 1988,
esperaba que la repulsa de la ofensiva inicial francesa fuera seguida de un fuerte contraataque
con dos tercios del ejército alemán. Solo dieciocho divisiones debían permanecer en el este.33
Una ofensiva en el oeste, aunque todavía no fuera en la forma total que posteriormente previó
Schlieffen, ya era evidente en 1887-1888.
Este cambio en las prioridades también reflejaba la opinión de Bismarck. El canciller
siempre consideró que Francia, más que Rusia, era el mayor peligro y, en respuesta a la
información solicitada desde Viena a comienzos de 1887, había manifestado que aunque
Alemania respetaría su alianza, Austria-Hungría debía abstenerse de provocar a Rusia y que si
se llegaba a una guerra en dos frentes, Alemania procuraría una decisión contra Francia
primero. Las negociaciones secretas de Bismarck con Rusia, que llevaron al Tratado de
Reaseguro, con respecto al cual Moltke fue informado después de haber sido firmado,
contribuyeron a promover el distanciamiento entre los dos aliados. Aun así, cuando Waldersee
sucedió a Moltke en 1888, las negociaciones entre el estado mayor austro-húngaro y el estado
mayor alemán continuaron, pero aunque el nuevo jefe del estado mayor general había
favorecido un golpe preventivo contra Rusia en 1887, ahora proponía hacer el mayor esfuerzo
en el oeste. Considerando el creciente poderío de Rusia, las tropas alemanas asignadas al
frente oriental eran claramente inadecuadas, aun para ofensivas limitadas, y Schlieffen, que en
1891 reemplazó a Waldersee, simplemente fue sincero cuando informó a Beck en 1895 que
Alemania había abandonado la proyectada ofensiva conjunta en Polonia. En cambio, Schlieffen
aconsejó que Austria-Hungría emprendiera una ofensiva independiente en la dirección general
de Varsovia, una propuesta que claramente excedía las capacidades austriacas y que
confirmaba las sospechas todavía persistentes sobre las intenciones de Alemania en Viena. En
este tono, las conversaciones del estado mayor se cancelaron en 1896 y no se reanudaron
hasta 1908. Incluso entonces no llegaron a un claro acuerdo con respecto a las disposiciones
iniciales vitales.34
33
Ritter, Sword and Scepter, 1:z32-34; Schmerfeld, Aufmarschpläne, 144-45; Kessel,
Moltke, 708-09.
34
Gunther E. Rothenberg, The Army of Francis Joseph (W. Lafayette, 1976), 112-17,
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15. La relación fluida, incluso confusa, entre los estados mayores generales de los dos
aliados reflejaba, al menos en parte, un dilema operacional cada vez mayor. Durante sus
últimos años en el cargo, el octogenario Moltke ya no podía encontrar una solución para el
dilema estratégico-operacional básico de Alemania. Había sido lo suficientemente flexible para
darse cuenta de las probabilidades cada vez mayores contra una guerra ofensiva, y después
de 1871 desarrolló su concepto de una postura defensivo-ofensiva que buscaba victorias
limitadas y un empate estratégico. Pero a medida que los ejércitos de Francia y de Rusia eran
más poderosos, una vez más se hizo evidente la necesidad de lograr una pronta victoria contra
un adversario. Sin embargo, Moltke ya no veía una posible manera de lograr este objetivo y
evitar una prolongada y destructiva guerra de desgaste. En 1890, en su última declaración
pública, advirtió al Reichstag que despertadas las pasiones populares, los futuros conflictos
podían durar “siete y quizá treinta años” y destruir el orden social establecido.35
Moltke fue profético, naturalmente, pero no pudo dar una guía para impedir que la
guerra degenerara en un prolongado y sangriento impasse. Respecto a esto, ninguno de los
pensadores militares alemanes después de 1871 pudieron resolver el conflicto entre la
necesidad de una acción ofensiva y la capacidad de la infantería atrincherada con armas
modernas para causar bajas que no se podían apoyar a las fuerzas atacantes. Las
experiencias de 1870 fueron reforzadas por las de la Guerra Ruso-Turca y las guerras en los
Balcanes y Sudáfrica. Había acuerdo entre los escritores como los Generales Wilhelm von
Blume, Príncipe Kraft zu Hohenlohe-Ingelfingen y Colmar von der Goltz en el sentido de que un
ataque solo podía surtir efecto si una mayor potencia de fuego de la infantería era neutralizada
por mejor artillería, incluso artillería móvil pesada, para acompañar las fuerzas de operaciones.
Al mismo tiempo, estos hombres más jóvenes no aceptaban enteramente las opiniones
pesimistas de Moltke sobre el futuro de la guerra. Sin volverse rígidamente dogmáticos en sus
doctrinas de operaciones, todos sostenían que la ofensiva seguía siendo el modo superior de
guerra, aunque reconocían que podría tener que combinarse con una defensa preliminar para
debilitar al adversario. Pensaban que aun en las condiciones modernas, el envolvimiento
estratégico, especialmente en espacios restringidos de Europa occidental, aún ofrecían las
mejores posibilidades de una importante victoria, aunque quizá no en la escala de Sedán. Por
último, compartían la convicción de que los números eran de suma importancia y abogaban por
el mayor aprovechamiento de las reservas de recursos humanos alemanes.36
Todos estos
conceptos, con
155; Gordon A. Craig, "The Military Cohesion of the Austro-German Alliance, 1914-18," in his
War, Politics, and Diplomacy (Nueva York, 1966), 47-51.
35
Kessel, Moltke, 747-48; Kriegslehren, 1:7.
36
Heinz-Ludger Borgert, "Grundzüge der Landkriegsführung von Schlieffen bis
Guderian," en Militärgeschichtliches Forschungsamt, Handbuch zur deutscben Miliärge-schichte
(Munich, 1979), 9:435-37, 462-66. (En lo sucesivo se citará como Handbuch.) Cf. Jay Luvaas,
"European Military Thought and Doctrine," en The Theory and Practice of War, ed.
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16. especial énfasis en la búsqueda de una rápida decisión, fueron compartidos por Alfred von
Schlieffen, quien asumió el cargo de jefe del estado mayor general el 7 de febrero de 1891.
IV
Descendiente de una antigua familia prusiana, Schlieffen nació en Berlín el 28 de
febrero de 1833. Educado en el espíritu de pietismo protestante, se graduó en el
Joachimsthaler Gymnasium en esta ciudad y en 1852, se presentó ante el 2º de Lanceros de
Guardia como voluntario por un año. Entró en el servicio regular dentro del año y fue nombrado
en diciembre de 1854. Elegido para asistir a la Academia de Guerra, se unió al estado mayor
general en 1865, y prestó servicios en diversas funciones del estado mayor y de línea, incluso
el mando del 1º de Lanceros de Guardia de 1876 a 1884. Ese año regresó a su servicio en el
estado mayor general y después de dirigir varias secciones, pasó a ser el primer suplente de
Waldersee en 1889. Cuando Waldersee fue obligado a dimitir como resultados de su intento de
inmiscuirse en política, Schlieffen fue su sucesor hasta que él, a su vez, pasó el mando a
Helmuth von Moltke el Joven, el 1º de enero de 1906. En el retiro, Schlieffen continuó
perfeccionando su gran plan para un envolvimiento decisivo occidental, pero ya no tenía
influencia sobre la política. Falleció el 4 de enero de 1913, diecinueve meses antes del estallido
de la Primera Guerra Mundial.37
Schlieffen llegó a ser el estratega más conocido y más controvertido de su época.
Representaba a una nueva generación de liderazgo militar profesional, que combinaba talentos
administrativos de primera clase con una sólida educación, aunque carecía de los intereses
culturales más amplios de Moltke. Era un especialista que favorecía los cálculos concretos
sobre las especulaciones abstractas, un hombre austero y solitario que, después del
fallecimiento de su esposa, se dedicó exclusivamente a su profesión. El General Erich
Ludendorff lo llamaba "uno de los más grandes soldados," y sus numerosos discípulos estaban
convencidos de que había encontrado una respuesta al dilema estratégico de Alemania que
habría llevado a una pronta victoria en la Primera Guerra Mundial.38
Sus críticos lo han culpado
por su "escolasticismo militar cerrado" y su insensata indiferencia hacia las ramificaciones
políticas más amplias. Schlieffen, afirman, “parece haber adoptado la perspectiva del técnico en
el sentido de que su deber estaba cumplido cuando se esforzaba al máximo con los medios
disponibles y hacía lo mejor de un mal trabajo” en cumplimiento con las costumbres y normas
de su
Michael Howard (Londres y Nueva York, 1965), 73-76, y Hermann Teske, Colmar Freiberr von
der Goltz (Göttingen, 1958), 32-56 passim.
37
Friedrich v. Boetticher, Scblieffen (Göttingen, 1957).
38
Erich Ludendorff, My War Memories 1914-1918 (Londres, 1920), 24; Wilhelm
Groener, Lebenserinnerungen (Osnabrück, 1972), 85-91.
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17. profesión."39
Su confianza en planes puramente militares y con fallas era “nada menos que el
comienzo de los infortunios de Alemania y de Europa."40
Los críticos y admiradores por igual
están de acuerdo en que las prácticas estratégicas de Schlieffen, si no sus conceptos básicos,
eran una ruptura en la continuidad de Clausewitz y Moltke. Un admirador, el General Wilhelm
Groener, observó aprobatoriamente que sus escritos, a diferencia de los de Clausewitz, no
contenían “especulaciones teóricas ampulosas... sino que reflejaban la vida y la realidad”,
mientras que a los esfuerzos de Schlieffen por eliminar el elemento de “fricción” de las
operaciones se les había llamado una “antítesis de Clausewitz.”41
Schlieffen también difería de
Moltke en la última etapa de su carrera, tanto en su resolución para comandar más que dirigir
los ejércitos en guerra como en su resuelta búsqueda para elaborar una estrategia para una
victoria pronta y decisiva sobre un enemigo en una guerra en dos frentes.41
La razón principal que existía detrás de esta renovada búsqueda de una rápida victoria
era el cambio de la situación político-militar. Pocos meses después de que Schlieffen asumió
su cargo, la hipotética guerra en dos frentes se hizo mucho más probable. Entre 1891 y 1894,
una serie de conversaciones, acuerdos y tratados franco-rusos a nivel de estado mayor
modificaron el equilibrio de recursos humanos en Europa. La opinión generalizada consideraba
a Alemania un campo armado; pero Francia adiestraba más hombres por año, mientras que el
ejército ruso, que ya era muy grande, continuaba expandiéndose. El poderío militar del Doble
Entente, real o proyectado, claramente superaba en números al de la Doble Alianza. Los
números se consideraban de fundamental importancia. “Nuestras victoria pasadas,” escribió
Schlieffen en 1891, “se obtuvieron con números superiores". El “elemento esencial del arte de
la estrategia,” continuaba, es “hacer entrar números superiores en acción. Esto es
relativamente fácil cuando uno es más fuerte desde el principio, más difícil cuando uno es más
débil y probablemente imposible cuando el desequilibrio numérico es muy grande.”43
Por lo
tanto, rechazaba la estrategia del desgaste implícita en los planes de guerra defensivo-
ofensiva. Si se adopta, las “fuerzas alemanas tendrán que ir entre los frentes, haciendo
retroceder al enemigo aquí y allá... (mientras) la guerra se prolonga con crecientes desventajas
y debilitación de nuestras fuerzas.”44
El tiempo no estaba del lado de Alemania en una guerra
en dos frentes, y era esencial destruir un enemigo al principio. Esto no podía lograrse mediante
un asalto frontal, que, en el mejor de los casos, resultaba en
39
Ritter, Schlieffen Plan, v, vii.
40
Ibid., p. 88; Jehuda L. Wallach, Das Dogma der Vernichtungsschlacht (Frankfurt a.M.,
1967), 55-56.
41
Wilhelm Groener, Das Testament des Grafen Schlieffen (Berlin, 1927), 11; Werner
Hahlweg, Clausewitz (Göttingen, 1957), 95.
42
Ritter, Sword and Scepter, 2:198.
43
Alfred v. Schlieffen, Briefe, ed. Eberhard Kessel (Göttingen, 1958), 296-97.
44
Generalstab des Heeres, Dienstschriften des Chefs des Generalstabes der Armee
General Feldmarschall Grafen von Schlieffen, 2 tomos (Berlín, 1937-38), 1:86-87.
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18. una victoria “común” seguida por una prolongada guerra. Se requería una batalla de
aniquilación. “Un Solferino no nos ayudaría; tiene que ser un Sedán o por lo menos un
Königgrätz.”45
El jefe del estado mayor general podría haberse volcado a la diplomacia para reducir las
probabilidades militares contra Alemania, pero Schlieffen observaba con rigidez la separación,
ahora tradicional, de jurisdicciones. El ejemplo de Waldersee, que se había aventurado en
cuestiones políticas y advertido al emperador que la concentración naval alemana no era
segura y solo suscitaba el antagonismo de Gran Bretaña, y a quien, en consecuencia, se la
había obligado a renunciar, puede haber sido una advertencia. En cualquier caso, Schlieffen se
limitó a su propio campo profesional. En 1904-1905, “cuando la tentación era mayor para que
Alemania... perturbara la alianza franco-rusa mediante un ataque preventivo”, se abstuvo de
insistir sobre su caso.46
Y aún en asuntos, tales como aumentar el tamaño del ejército mediante
el incremento de la cuota anual de reclutamiento, se negó a entrar en una contienda de
carácter político. Cuando sus propuestas encontraron la oposición del Ministerio de Guerra, el
organismo legalmente responsable, él cedía. En opinión de Schlieffen, la función correcta del
jefe del estado mayor general en tiempos de paz se limitaba a planificar, mejorar la doctrina y
capacidades de combate y ofrecer asesoramiento cuando se le solicitaba.
V
Schlieffen dedicaba considerable esfuerzo para hacer que las fuerzas existentes fueran
más efectivas. A finales del siglo, las mejoras en la potencia de fuego, ametralladoras, artillería
de campaña de tiro rápido y la pólvora sin humo, así como nuevos avances en las
comunicaciones, radio y teléfono, estaban cambiando la naturaleza de la guerra terrestre,
aunque los ejércitos de todas partes no comprendieran plenamente estas innovaciones. La
caballería aún favorecía el combate montado, la táctica de infantería seguía teniendo
demasiado énfasis en el choque y la artillería de campaña carecía de fuerza de golpe. Se había
percibido la necesidad de artillería móvil pesada, el arma central y quizá decisiva de la próxima
guerra, pero Schlieffen tenía que hacer aprobar la introducción de material más pesado contra
la oposición de oficiales de tiro de la vieja línea. En su calidad de suplente de Waldersee, ya
había apoyado con firmeza la adopción de nuevos reglamentos de infantería en 1888,
reconociendo formalmente la táctica de la misión, y en su nuevo cargo trató de mejorar las
capacidades de reconocimiento de la caballería. Además, aumentó el número de unidades
técnicas y apoyó la introducción de ametralladoras, equipos de transmisiones modernos y
vehículos motorizados. Dentro del estado mayor general, prestaba especial atención a la
preparación de oficiales subalternos para
45
Ibid., 2:222-23.
46
Ritter, Sword and Scepter, 2:194; L. F. C. Turner, "The Schlieffen Plan," en The War
Plans of the Great Powers, 1880-1914, ed. Paul M. Kennedy (Londres, 1979), 207-10. Pero
comparar Craig, Politics of the Prussian Army, 283-8 S.
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19. el mando independiente. En general, sus esfuerzos contribuyeron en forma sustancial al
desempeño del ejército alemán en los años siguientes.47
Todo esto tenía por finalidad hacer posible una batalla decisiva. Schlieffen pensaba que
ciertos principios básicos de la guerra, sobre todo la ofensiva, maniobras, concentración y
economía de fuerza, se aplicaba por igual a acciones grandes o pequeñas. Como Napoleón y
Moltke antes que él, sostenía que para evitar pérdidas prohibitivas, uno tenía que flanquear al
enemigo y que el objetivo de las operaciones era destruir a las fuerzas opositoras. Su estudio
de la historia militar lo convenció de que incluso un ejército más débil podía lograr esto
concentrándose contra uno o ambos flancos del adversario. Aníbal, Federico el Grande,
Napoleón y Moltke lo habían demostrado en batalla así como en campañas enteras, siendo
Sedán el ejemplo más reciente. Sin embargo, Schlieffen temía que, bajo estrés, los
comandantes del ejército podrían perder de vista el objetivo central. Después de todo, alegaba,
estos generales no habían implementado enteramente "el plan simple y magnífico de Moltke de
un cerco completo y aniquilación del enemigo" y dudada que desde 1870 su comprensión y
dominio de sí mismos hubieran mejorado. La "estrategia de expedientes" había sido parte del
problema. Él reprochaba a Moltke por pensar que el jefe del estado mayor general “podría
dirigir más que comandar”.48
Yendo mucho más allá de Clausewitz y Moltke, que reconocían
los efectos impredecibles de la “fricción” y la “voluntad independiente” del enemigo, Schlieffen
sostenía que uno podía obligar al oponente a adaptarse sustancialmente al propio diseño
operacional de uno. Tomando la ofensiva, planificaba aprovechar la iniciativa y concentrándose
contra los flancos del enemigo, pensaba no solo desequilibrarlo, sino privarlo de opciones
estratégicas viables. El plan requería una absoluta integración de toda la secuencia desde la
movilización hasta la batalla culminante, incluso el riguroso cumplimiento de los programas y
objetivos operacionales establecidos. Él tenía en cuenta algunos hechos inesperados, pero su
sistema controlado de estrategia, la maniobra a priori, procuraba excluirlos lo más posible
mediante la planificación y el comando centralizado.49
Schlieffen reconocía que los ejércitos
modernos podrían llegar a ser demasiado grandes para ser controlados por un solo hombre,
pero buscaba que la tecnología le diera la respuesta. Un “Alejandro moderno”, escribió en
1909, debe hacer pleno uso de los nuevos medios de comunicación, “telégrafo, radio,
teléfonos... automóviles y motocicletas”, para comandar desde un cuartel general distante.50
No
faltaban críticos del método de Schlieffen tanto dentro del
47
Boetticher, Schlieffen, 57-60; Handbuch, 9:427-34.
48
Alfred v. Schlieffen, Gesammelte Schriften, 2 tomos (Berlín, 1913), 1:163-84;
Schlieffen, Briefe, 312.
49
Wallach, Dogma, 90; Handbuch, 9:444.
50
Schlieffen, Schriften, 1:15-16.
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20. estado mayor general como entre los comandante de mayor jerarquía. El General von
Schlichting, jefe del estado mayo del Cuerpo de Guardias hasta 1896, publicó varios ataques
contra las operaciones preparadas y el concepto de la ofensiva a todo costo, y defendía
firmemente el derecho y el deber de los oficiales prusianos de actuar de acuerdo con su propia
iniciativa, aceptando la responsabilidad personal por sus acciones.51
Otro influyente escritor, el
General von Bernhardi, el jefe de la sección de historia militar en el Gran Estado Mayor General
en ese momento, también se oponía al concepto a priori de maniobra. Un método mecánico,
despersonalizado, se quejaba, reducía el arte de la guerra a poco más que un oficio y al
estratega a un mero técnico. Cuestionaba el énfasis en la concentración e insistía en que la
calidad del liderazgo y de las tropas contaba lo mismo. Además, en lugar de confiar en el
envolvimiento solo, alegaba que los avances, si no tácticos, entonces operacionales, aún eran
posibles y efectivos. El General von Billow, uno de los suplentes de Schlieffen, y el General von
der Goltz, en ese entonces comandante en Prusia Oriental, también se oponían a las ideas de
Schlieffen.52
Pero Schlieffen no se dejaba afectar por sus críticas. Con el devenir del tiempo, se
convenció cada vez más que Alemania tendría que ganar la batalla inicial a cualquier precio, y
dejó de lado todas las consideraciones que pudieran interferir con la ejecución del proyecto que
solo, pensaba él, podría llevar a la victoria.
VI
Su gran plan era el derrocamiento rápido y total del ejército francés, como describió en
el memorando, llamado normalmente el “Plan Schlieffen”, que el jefe del estado mayor general
recientemente retirado entregó a su sucesor en febrero de 1906. Era solo la última de una serie
de planes estratégicos elaborados por Schlieffen. Todos los años el Gran Estado Mayor
General elaboraba diferentes planes de contingencia que, si se adoptaban después de ser
probados en ejercicios del estado mayor y juegos de guerra, entraban en vigencia el 1º de abril
del año siguiente. Durante su mandato, Schlieffen formuló un total de dieciséis planes contra
Francia, catorce contra Rusia y diecinueve para una guerra en dos frentes, lo cual era, ahora,
una certidumbre próxima. 53
Los temas más apremiantes eran decidir contra qué enemigo
lanzar el principal poderío y qué fuerza será adecuada para defender la otra frontera. Las líneas
interiores facilitaban el redespliegue, pero se reconocía que una vez que entraran en
movimiento, el Aufmarsch inicial era difícil, probablemente imposible, de cambiar. Las
decisiones militares, por tanto, tenías enormes consecuencias políticas y
51
Summaries in Rudolph v. Caemmerer, The Development of Strategic Science during
the 19th Century (Londres, 1905), 248-67; Herbert Rosinski, The German Army (Nueva York,
1966), 135-56.
52
Handbuch, 9:465-66; Ritter, Schlieffen Plan, 51-52.
53
Boetticher, Schlieffen, 61.
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21. limitaban seriamente las opciones diplomáticas. No obstante, la persistente impresión de que
en los años previos a 1914 los soldados imponían sus planes a las autoridades civiles es
incorrecta. Schlieffen mantenía estrechos lazos con Friedrich von Holstein, un oficial superior
muy influyente en el Ministerio de Relaciones Exteriores, y ambos Cancilleres Billow y
Bethmann Hollweg eran informados de las características generales de los planes de guerra.
Aún así, no tenían conocimiento de algunos detalles concretos y cruciales, como el golpe único
decisivo contra Lieja desde 1912 en adelante. A diferencia de Bismarck, estos hombres no se
esforzaron por estar informados, y debido a que no existía un mecanismo formal para coordinar
la planificación estratégica y la política exterior, la división de jurisdicciones resultó en una seria
y posiblemente fatal confianza excesiva, en los planes militares solamente.
Al asumir el cargo de jefe del estado mayor general, Schlieffen heredó planes
elaborados por Moltke y solo ligeramente modificados por Waldersee. Sin embargo, no estaba
satisfecho con las suposiciones subyacentes del plan defensivo-ofensivo de Moltke para una
guerra en dos frentes. Sobre todo, temía que Alemania no pudiera aguantar una ofensiva
francesa antes de contraatacar. Al mismo tiempo, se cuestionaba las perspectivas del limitado
ataque de desarticulación propuesto a las provincias occidentales de Rusia. En 1894 hizo un
cambio fundamental. Con el fin de retener la iniciativa y de prevenir la ofensiva francesa,
decidió mover la concentración alemana inicial más hacia el oeste, incluso a riesgo de una
batalla de enfrentamiento. Si los franceses decidían permanecer en la defensa, él pensaba
romper sus fortificaciones de frontera mediante un ataque contra la posición avanzada Frouard-
Nancy-St. Vincent que llevaba a la captura de la meseta de Nancy. 54
Pronto reconoció que no
era un plan satisfactorio. Incluso si triunfaba, una penetración aquí ni eliminaba al ejército
francés ni permitía la transferencia de los elementos principales al este. Requería largas
operaciones de seguimiento, dando a Rusia el tiempo necesario para completar su
movilización. El plan tampoco ofrecía la promesa de sorpresa; el estado mayor general francés
preveía un ataque aquí.
Sin embargo, Schlieffen seguía convencido de que Francia era la principal amenaza
que tenía que ser eliminada por una ofensiva aplastante y por lo tanto, suspendió posteriores
planificaciones de operaciones conjuntas con Austria-Hungría contra Rusia. Para el año 1897,
él contemplaba y luego descartaba una penetración inmediatamente al norte de Verdún.
Decidió que el envolvimiento estratégico debía tener más espacio para desplegarse. “Una
ofensiva que procura cambiar de frente a Verdún,” concluyó, “no debe rehuir violar la
neutralidad de Bélgica así como la de Luxemburgo. "56
Esta nueva
54
Handbucb, 9:447-48 Ritter, Scblieffen Plan, 38.
55
Ritter, Schlieffen Plan, 38.
56
Ibid., 41.
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22. dirección fue explicada en detalle en un memorando de 1899 que, hasta 1904-1905, siguió
siendo la base para la ofensiva en el oeste en el caso de una guerra en dos frentes. Un total de
siete ejércitos, tres en Lorena y dos en cada ala, se debían reunir entre Aquisgrán y Basilea.
Suponiendo que los franceses estarían preparados para avanzar primero, ya sea por Bélgica o
contra Lorena, Schlieffen pensaba responder con un ataque contra su ala izquierda. “Si esto
surte efecto,” observaba, “nos permitirá hacer retroceder a todo el ejército francés de sus
fortificaciones hacia el Rin Superior.” Si los franceses permanecían en la defensiva, él planeaba
inmovilizarse mediante un ataque frontal en el sector Belfort-Verdún y derrotarlos mediante una
arremetida de flanqueo a través de Bélgica. No se esperaban grandes dificultades aquí.
“Luxemburgo,” observó, “no tiene ejército, y el ejército relativamente débil de Bélgica querrá
retirarse a sus fortalezas. "57
Aunque en los años siguientes Schlieffen estudió reiteradamente
opciones alternativas, siempre volvía al cambio de frente a través de Bélgica. 58
La necesidad
de velocidad y concentración exigían mantener el cambio de frente cerrado, y al principio
preveía un rastreo restringido al área sur del Mosa. Pero se preguntaba si una maniobra
limitada de esta naturaleza sería suficiente para sacar a los franceses de sus fortificaciones.
Además, el ejercicio del estado mayor de 1904 reveló que el ala derecha era demasiado débil,
mientras que el centro del despliegue alemán proyectado era demasiado fuerte. Además, a
fines del verano, las derrotas rusas en Manchuria eliminaban, por el momento, cualquier
amenaza importante desde el este. En consecuencia, Schlieffen redujo el frente oriental y
decidió asignar el 75 por ciento de los efectivos de campaña movilizados disponibles en ese
momento a un envolvimiento extendido sobre la línea Verdún-Lille.59
La revolución de 1905 en Rusia reforzó su decisión de asignar el grueso del ejército
alemán al ala en marcha que pivotaba al norte de Metz. En una conferencia a su personal en
octubre de 1905, Schlieffen recordó el "cuadro de batallón" de Napoleón y declaró que su
proyectado envolvimiento seguiría el mismo patrón, “solamente en una forma más concentrada,
masiva y poderosa.”60
Lo explicó en mayor detalle en su crítica final de los juegos de guerra de
1905. Una situación como el impasse en Manchuria, sostenía, podía evitarse por un
envolvimiento de gran alcance, masivo, junto con un ataque frontal, seguido por una
persecución sin tregua. Sin embargo, no desatendió el frente oriental completamente y advirtió
que la “idea de que en la mañana posterior a una batalla decisiva podamos embarcar al ejército
para el este no es realista. Sedán fue una batalla decisiva, pero ¿quién puede alegar que
57
Handbucb, 9:449-51.
58
Boetticher, Schlieffen, 63-65.
59
Ritter, Schlieffen Plan, 44-45.
60
Hans Meier-Welcker, "Graf Alfred von Schlieffen," en Klassiker, ed. Hahlweg, 335-36.
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23. el 2 de septiembre, el grueso del ejército alemán podría haber sido transportado al este?"61
Su
último plan oficial de guerra, que entraría en vigencia el 1º de abril de 1906, disponía de tres
cuerpos para el frente oriental, con la expectativa de que, a pesar de la ausencia de acuerdo
firme, una ofensiva austro-húngara al norte de Galicia ofrecería más tranquilidad. Aún así, con
los efectivos desplegados masivamente en el ala derecha en el oeste, este plan contenía los
elementos esenciales del famoso memorando del 31 de diciembre de 1905 (pero no transmitido
a su sucesor hasta el mes de febrero siguiente).
Consciente desde fines de 1903 de su inminente retiro, Schlieffen escribió el
memorando titulado “Guerra contra Francia” como su testamento estratégico. No era un plan de
guerra completo, sino más bien una exposición detallada y una guía para su sucesor.
Omitiendo toda consideración política e ignorando a Rusia, se centró en los aspectos
operacionales. Estos expresaban la determinación de Schlieffen de establecer la viabilidad de
una guerra de ofensiva decisiva contra la creciente potencia de la defensa. Esta determinación
de buscar la ofensiva, más que la tan debatida cuestión de si el plan hipotético podría surtir
efecto si se llevaba a cabo en su forma original, es el verdadero tema y el legado más
importante de Schlieffen para el desarrollo del pensamiento estratégico.62
El memorando describía a Francia como una gran fortaleza con líneas casi
inexpugnables que cubrían la frontera de 150 millas con Alemania. Para flanquear estas
posiciones, Schlieffen quería que el ala derecha alemana, treinta y cinco cuerpos divididos
entre cinco ejércitos se desplegara en un amplio frente, extendiéndose hasta Dunkerque, a
través de Bélgica y el sur de Holanda. Dejando tropas para ocultarse en Amberes, la línea
debía pasar Amiens, cruzar el Somme en Abbeville y el Sena al oeste de París, y luego girar al
sudoeste para llevar a los franceses contra los Vosgos y la frontera suiza. Preveía un Cannas a
escala gigantesca, con una frontera neutral y una cadena de montañas que reemplazaban la
segunda ala de envolvimiento. Ajustándose al modelo de Cannas, se suponía que el débil ala
izquierda, cinco cuerpos solamente, atraía a los franceses con dirección al este, hacia el Rin.
Un escritor militar comparó el plan a una puerta giratoria: cuanto más un hombre empuje sobre
un lado, más difícil resultaría atacarlo en la espalda.63
El impulso ininterrumpido en el ala derecha era de suma importancia, y Schlieffen no
preveía una victoria fácil. Todo dependía de las mejoras en la postura militar de Alemania. La
fortaleza de Metz, el sostén, debía ser reforzada, se necesitaba más artillería móvil pesada
para aplastar los fuertes que se encontraban en la marcha y, sobre todo, el ejército tenía que
tener más
61
Ibid.; Handbuch, 9:451-53.
62
Ritter, Schlieffen Plan, 134-60.
63
Basil H. Liddell Hart, A History of the World War 1914-18 (Londres, 1934), 68-69
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24. hombres. Le preocupaban las tropas que se requerían para situar la "gigantesca fortaleza de
París" y observó las lecciones del pasado en el sentido de que la guerra de ofensiva "requiere
muchos efectivos y también consume muchos”. El poderío del atacante, escribió, “se reduce
constantemente a medida que aumenta el del defensor”. Se necesitaban por lo menos otros
ocho cuerpos; de lo contrario, el ejército alemán era "demasiado débil para esta empresa". Por
otro lado, tenía confianza de que podía no darse importancia a una intervención de la fuerza
expedicionaria británica, y, con cierta sorpresa, era optimista con respecto a los problemas de
fatiga de las tropas y abastecimiento. Reconocía que el ala derecha extrema “tendría que hacer
grandes esfuerzos”, pero aparentemente esperaba que los ferrocarriles belgas y franceses
cayeran prácticamente intactos en manos alemanas. Y aunque las distancias a las que las
tropas podían operar desde las cabezas de línea se habían reducido casi a la mitad desde
1870, supuso que podía improvisarse el abastecimiento operacional. “El aspecto logístico de
sus intenciones", ha observado un analista, "parece haberse basado en fundamentos
particularmente poco sólidos.”64
Fuera de la oficina, Schlieffen se ocupó con las revisiones de su memorando, haciendo
el documento aun más rígido. Había escaso o ningún margen para "fricción", y toda la
operación se convirtió virtualmente en una enorme maniobra a priori. Convencido de que la
gran batalla en Bélgica y Francia era todo lo que importaba, Schlieffen no prestó atención a la
recuperación militar de Rusia y declaró que el destino de las provincias orientales sería
decidido en el Sena y no en el Vistula. En su última revisión, del año 1912, Schlieffen propuso
expandir el alcance de las operaciones de modo de incluir la ocupación de toda Holanda,
mientras la marcha en torno a París cambiaba de una necesidad peligrosa a parte de una
agenda inflexible. Estaba acrecentando los riesgos e, incluso peor, subestimando a sus
adversarios. El éxito del envolvimiento estratégico dependía casi tanto del enemigo como de
los alemanes. Adversarios competentes, que mantuvieran sus jefes y pudieran comprometer
reservas, pondría a la empresa en grave peligro. Las victorias de 1866 y 1870, los modelos
para el concepto de Schlieffen, se lograron contra oponentes con malos sistemas de mando,
organización inadecuada y números inferiores. Esta vez, el sistema de mando del enemigo
había mejorado mucho, su organización era igual a la alemana e incluso con los ocho cuerpos
adicionales disponibles después de la aprobación de la ley del ejército de 1912, el Ejército
Imperial no gozaba de una ventaja numérica decisiva en el oeste. Liddell Hart tenía razón
cuando llamó al plan una "concepción de audacia napoleónica," pero observó que aunque
habría sido viable en la época del emperador, en el año 1914, la velocidad de marcha
64
Larry H. Addington, The Blitzkrieg Era and the German General Staff, 1865-1914
(New Brunswick, N.J., 1971), 19-20; Van Creveld, Supplying War, 113, 118.
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25. de la infantería alemana podía ser contrarrestada por el movimiento más rápido de los trenes
franceses. “El plan”, concluyó, “volvería a ser posible en la próxima generación –cuando el
poderío aéreo pudiera paralizar el intento de la parte defensora de cambiar sus fuerzas,
mientras el desarrollo de las fuerzas mecanizadas aceleraran en gran medida la velocidad de
los movimientos de cerco y ampliaran su alcance. Pero el plan de Schlieffen tenía muy pocas
posibilidades de éxito en la época en que fue concebido.65
Todas las operaciones militares, naturalmente, implican riesgos; sin embargo, las
afirmaciones de que el plan era la “obra de un genio, una fórmula infalible para la victoria que
desafortunadamente cayó en las manos de un sucesor inadecuado” son incorrectas.66
En
esencia, estas afirmaciones se basan en la suposición de la superioridad militar alemana, las
“inmensas ventajas del adiestramiento y liderazgo”, y la “excelencia del Ejército Imperial de
1914”. 67
Pero si estas ventajas, efectivamente, existieron y a pesar de que el ejército alemán
estuvo cerca del éxito, no fueron suficientes para vencer la debilidad logística y numérica, y la
resuelta resistencia de un enemigo golpeado, pero indómito. Además, aun si la ofensiva inicial
hubiera tenido éxito, parece improbable que Francia, Inglaterra y Rusia habrían abandonado el
combate. Los soldados alemanes continuaron peleando con el problema básico que les
presentó una guerra en dos frentes, la necesidad de derrotar a un enemigo rápidamente y esto
indujo a sus generales principales a afirmar que el Plan Schlieffen podría haber ganado la
guerra. Aún en los años 1940, un estratega sobrio como el Mariscal de Campo von Rundstedt
sostenía que la gran batalla se perdió porque el diseño original había sido “atenuado”, y el
General Ludwig Beck estuvo de acuerdo en que la decisión de buscar una victoria rápida en el
oeste había sido correcta. Sin embargo, no culpó a Schlieffen por pensar en términos
puramente militares, descuidando las consideraciones políticas y económicas generales.
Con frecuencia rechazado como un comandante inepto y tímido que no ejecutó el gran
plan de Schlieffen adecuadamente, el General Helmuth von Moltke, el sobrino del gran mariscal
de campo, era en realidad un soldado capaz y serio. Había prestado servicio con distinciones
en 1870, se graduó de la Academia de Guerra con altas calificaciones y ocupó un número de
cargos en el estado mayor y de mando. Aunque en términos familiares con la élite de la corte
65
Ritter, Schlieffen Plan, vi-vii.
66
Ibid., p. 48.
67
Rosinski, German Army, 138; Walter Goerlitz, History of the German General Staff
1657-1945 (Nueva York, 1966), 135.
68
Giinther v. Blumentritt, Von Rundstedt: The Soldier and the Man (Londres. 1952). 22;
Ludwig Beck, Studien, ed. H. Speidel (Berlín, 1955), 63, 106-107.
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26. de Berlín, estaba preparado para hacer valer sus prerrogativas como jefe del estado mayor
general; sin embargo, carecía de la fortaleza de carácter, seguridad en sí mismo y salud
robusta necesarios para soportar el estrés del alto mando en guerra.
En tiempos de paz y siendo más joven, Moltke era un competente administrador, que
hizo mucho para mejorar las capacidades de combate del ejército. Sobre todo, rompiendo con
el precedente establecido por Schlieffen, promovió en forma activa la ley de servicio militar de
mayo de 1912, lo que aumentó el ejército activo de 624.00 a 650.000 hombres. Se vio
enfrentado a una situación militar que empeoraba; Inglaterra se unía al Entente y Rusia se
recuperaba rápidamente, y era su derecho y su debe modificar los planes de guerra que había
dejado su predecesor. Por cierto que no estaba obligado por los conceptos del memorando de
diciembre de 1905.
Moltke tenía conocimientos sólidos de los principales problemas estratégicos y conocía
mejor que Schlieffen las ramificaciones más amplias de la posición de Alemania. Quizá el tipo
de general que, en palabras de Napoleón, “veía demasiado”, no estaba dispuesto a jugar todo
en una carta y trataba de tener sus opciones abiertas. Convencido de que la seguridad de
Alemania en el este requería un activo esfuerzo austro-húngaro, recibió con agrado una
iniciativa de Franz Baron Conrad von Hötzendorf de reanudar los contactos a nivel del estado
mayor y, después de cierta vacilación, prometió que el Octavo Ejército en Prusia Oriental, que
contaba con unas diez a doce divisiones, apoyaría activamente una ofensiva austriaca desde
Galicia. Además, indicó que dentro de un “tiempo razonable” después de que Francia fuera
eliminada, poderosas fuerzas se cambiarían al este, una declaración que Conrad optó por
interpretar que significaba entre cuatro y seis semanas. No obstante, los renovados contactos
militares entre Alemania y Austria-Hungría no aclararon realmente las obligaciones mutuas ni
coordinaron planes al más alto nivel.69
Moltke era consciente de las grandes posibilidades contra los planes de Alemania de
montar una campaña relámpago para sacar a Francia de la guerra y para sacar provecho de
una mala situación, introdujo ciertos cambios en el diseño operacional. Siguiendo el ejemplo de
su tío, favoreció un sistema abierto de estrategia y estaba preparado para dirigir más que para
comandar. Como suplente de Schlieffen desde 1903 a 1905, se había opuesto a la insistencia
de su jefe de una rigurosa observancia de las operaciones planificadas previamente y había
tenido diferencias con él sobre la efectividad de las demoliciones esperadas de los ferrocarriles
francés y belga.70
En realidad, Moltke creía que el respaldo logístico para la campaña
occidental era inadecuado. Después de asumir como jefe del estado mayor general
69
Rothenberg, Army of Francis Joseph, 1157-58; Norman Stone, "Moltke and Conrad:
Relationships between the Austro-Hungarian and German General Staffs, 1909-1914," in War
Plans, ed. Kennedy, 225-28. Comparar, sin embargo, Showalter, "Eastern Front," 173-74.
70
Handbucb, 9:467-68.
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27. ordenó una serie de ejercicios logísticos y de comunicaciones, que confirmaron su punto de
vista. Desde entonces en adelante, a diferencia de Schlieffen, prestó mucha atención a los
arreglos logísticos y en 1914, sus preparaciones ayudaron a hacer posible el avance al
Marne.71
Moltke siguió tanto a su tío como a Schlieffen en la convicción de que la estrategia
óptima de Alemania era procurar una decisión durante las primeras etapas de una guerra. La
batalla de aniquilación seguía siendo su objetivo fundamental, pero estaba dispuesto a ser más
flexible sobre la forma de lograrlo. “La marcha a través de Bélgica”, declaró, “no es un fin en sí
mismo, sino solamente el medio para alcanzar un fin". Puso énfasis en que los franceses
mantenían la opción de estar a la defensiva o atacar. Por lo tanto, el avance a Bélgica
constituía simplemente el movimiento inicial en su diseño estratégico, colocando a los ejércitos
alemanes en posición de continuar con el amplio envolvimiento o caer sobre el flanco o
retaguardia de los ejércitos franceses que atacaban en Lorena. “No tiene sentido”, explicaba,
“continuar la marcha a través de Bélgica cuando el principal ejército francés se encuentra en
Lorena. Entonces, solo se puede considerar una idea: caer sobre el ejército francés con toda la
fuerza posible y atacarlo dondequiera que se encuentre". Elaboró este concepto durante el
ejercicio del estado mayor de 1912. Tan pronto como resultó evidente, manifestó, que el
ejército francés estaba empeñado en una ofensiva entre Metz y los Vosgos, no tenía finalidad
estratégica alguna continuar el avance alemán en Bélgica. En cambio, “mientras el ala
izquierda alemana mantenga la defensiva... todas las fuerzas que no se requieren para
contener a los belgas y a los británicos deben marchar al sudoeste para atacar en una línea
que pasa a través de Metz al oeste. "72
Con el fin de apoyar este rodeo reducido, Moltke y el jefe de la sección operaciones del
estado mayor general, Coronel Erich Ludendorff, planificaron hacer el centro lo suficientemente
fuerte tanto para inmovilizar al enemigo como para contraatacar, creando el potencial de un
doble envolvimiento. Al mismo tiempo, reforzando el centro se eliminaba la inaceptable
amenaza de una penetración francesa profunda contra la región industrial del Rin y la
retaguardia del ala derecha en Bélgica. La distribución revisada de fuerzas, la supuesta
“atenuación” del plan de Schlieffen, en realidad no eliminó ninguna tropa ya asignada al ala
derecha, que permanecía con cuarenta y cinco divisiones, pero aumentó el centro y la izquierda
a medida de que se iba disponiendo de nuevas formaciones.73
Por otra parte, Moltke facilitó la
tarea del ala derecha cuando, por razones tanto económicas como estratégicas, abandonó la
71
Van Creveld, Supplying War, 119-21; Helmut Haeussler, General William Groener and
the Imperial Army (Madison, 1962), 34-36.
72
Wolfgang Foerster, Aus der Gedankenwerkstatt des deutscben Generalstabes (Berlín,
1931), 38, 66; Handbuch, 9:470-73
73
Wallach, Dogma, 113, 136-37.
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28. marcha a través de Holanda del sur, de ese modo eliminando al ejército holandés, considerado
algunas veces más efectivo que el belga, de la creciente lista de adversarios.
Estrechar el frente inicial del avance al sector de Lieja creó nuevos problemas
logísticos, pero estos no eran insuperables, ofrecieron un ataque sorpresa sobre la región
fortificada de Lieja y lograron asegurar intactas las líneas ferroviarias. En general, los cambios
hechos por Moltke y Ludendorff, sobre todo la opción de cortar el movimiento de flanco norte y
envolver el ejército francés en una operación de doble tenaza cerca de la frontera alemana,
eran promisorios. El resultado era un nuevo plan de guerra, que hay que admitir que
incorporaba los elementos principales que anteriores esquemas de Schlieffen, pero que eran,
no obstante, el plan de Moltke y no meramente una versión del primero.74
Cuando la guerra estalló en agosto de 1914, el plan de Moltke fracasó, aunque no
estuvo totalmente ausente de éxito. El fracaso fue el resultado de los problemas intrínsecos de
velocidad, resistencia y logística, así como de la incapacidad de Moltke de encontrar un
equilibrio entre mando y control. Durante la primera fase, los franceses estaban totalmente
superados en maniobra y la Fuerza Expedicionaria Británica retrocedió aunque no fue
destruida. Sin embargo, para la primera semana de septiembre, el ala derecha extrema de la
avanzada alemana, el Primer Ejército bajo el mando del General von Muck, se encontró en
peligro al resultar, a su vez, envuelto por los franceses, quienes, haciendo buen uso de los
ferrocarriles que salían de Paris, arrojaron un ejército reunido apresuradamente contra su
flanco, que, para entonces, solo estaba en escaso contacto con el ejército vecino de von Billow.
En este momento, en su distante cuartel general en Luxemburgo, Moltke había perdido
comunicaciones efectivas con su ala derecha y ya no podía coordinar operaciones. Fuera de
contacto con el Alto Mando, sus tropas exhaustas y con escasos suministros, von Much se
detuvo y luego, tomando su propia decisión de acuerdo con la doctrina alemana de mando
operacional, se retiró para escapar el amenazante envolvimiento. Aunque no sufrió una seria
derrota táctica, lo contrario fue el fin del plan de Moltke, y después de algunos meses de tratar
infructuosamente de superarse en maniobra, los ejércitos de ambos lados estabilizaron sus
líneas del frente desde el Canal a los Alpes Suizos.75
Por cierto, el fracaso del plan de Moltke se debió en parte a una cuestión de detalle
operacional y técnico y no demostró necesariamente una falla básica en la estrategia de
envolvimiento. De hecho, las operaciones en el este mostraron que el concepto era bueno. El
Octavo Ejército en Prusia Oriental, actuando con secreto y velocidad, pudo envolver y destruir
74
Handbucb, 9:474
75
Hay un buen resumen en Addington, Blitzkrieg Era, 17-22.
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29. al ejército ruso en Tannenberg a fines de agosto. Sin embargo, en una mayor perspectiva, las
deficiencias caracterizaron la clásica estrategia alemana, derivada de la creencia de que una
creciente amenaza político-militar podía ser eliminada por medios militares exclusivamente.
Con todas sus diferencias, los dos Moltke y Schlieffen compartían la suposición de que la
posición geoestratégica de Alemania exigía una rápida decisión y ellos buscaban operaciones
que culminaran en una batalla de aniquilación para dar la respuesta. Incluso la postura
defensiva-ofensiva de Moltke adoptada después de 1870 no había abandonado esta premisa,
sino que simplemente la había modificado. Sin embargo, a comienzos del siglo XX, el resultado
de la guerra ya no podía predecirse por cálculos basados en recursos humanos, ferrocarriles y
diseño operacional. En cambio, la imposibilidad de una rápida victoria, determinada
tecnológicamente, hacía que la guerra estuviera cada vez más dominada por fuerzas tales
como la moral nacional, la estabilidad social y los recursos económicos. Aunque no se
reconociera ampliamente, menos aun por los militares, la naturaleza de la guerra había
cambiado. Aun si por alguna obra maestra de planificación operacional un ejército de
operaciones era destruido, como sucedió en Sedán y en Tannenberg, un gobierno resuelto, con
recursos sin explotar a su disposición, normalmente podía levantar otras fuerzas y continuar
combatiendo. Cualquier plan de guerra basado en consideraciones militares exclusivamente se
había tornado inadecuado, y ahora era esencial la cooperación político-militar del más alto
orden.
En el pasado, grandes comandantes como Gustavo Adolfo, Federico el Grande y
Napoleón habían coordinado política y estrategia combinando todo el poderío en una única
mano, pero esto se había tornado imposible a mediados del siglo XIX. Un excepcional estadista
como Bismarck, que gozó de la plena confianza y apoyo del soberano, y un soldado del calibre
del mayor Moltke aun podrían llegar, aunque a regañadientes, a un acuerdo común sobre lo
que era necesario, deseable y posible en la guerra. Pero una vez que estos hombres
desaparecieron, la planificación estratégica en Alemania, en la mayoría de los estados
europeos, fue dominada por apreciaciones militares exclusivamente y no estaba sujeta a
ninguna evaluación y revisión política seria. Se ha sugerido que la demanda de Clausewitz de
que los gobiernos no debían pedir a sus soldados hacer lo imposible requería, a su vez, que los
soldados informaran a sus gobiernos sobre las limitaciones de las acciones militares. Por tanto,
el argumento continúa, el estado mayor alemán habría servido mejor a su nación si hubiera
reconocido después de 1894 que la situación ya no podía resolverse por medios militares y que
la diplomacia tendría que encontrar por lo menos un remedio parcial para el creciente dilema
estratégico. Estas sugerencias constituyen un punto válido, pero dan poca atención a las
circunstancias imperantes en el período. Estos reconocimientos no solo habrían estado en
conflicto con las percepciones básicas de la función del ejército que sostenían los principales
oficiales del estado mayor, sino que
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30. habrían requerido un importante cambio en las políticas nacionales y extranjeras de Alemania.
En estas circunstancia, si bien cada vez más pesimista sobre las oportunidades del éxito final,
el estado mayor general de Alemania continuó perfeccionando su concepto de envolvimiento
estratégico y finalmente lanzó su desesperado riesgo en 1914.
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