Diagnóstico y tratamiento de los trastornos por ansiedad
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CONFERENCIAS / Comportamiento
Diagnóstico y tratamiento de los trastornos por ansiedad
Patrick Pageat
Los trastornos por ansiedad son el problema comportamental diagnosticado con mayor frecuencia en etología de los
animales de compañía. Se caracterizan por reacciones emocionales frecuentes que han perdido su reversibilidad. Pueden
observarse dos tipos de trastornos por ansiedad en perros y gatos: las fobias (en las que las reacciones emocionales
están inducidas por algún estímulo identificable) y la ansiedad (en la que es prácticamente imposible determinar qué la
induce).
Fobias
El estado fóbico es un estado reactivo caracterizado por la producción de respuestas de miedo /terror en el transcurso
de la exposición a un estímulo o un grupo de estímulos bien definido. Pueden describirse tres etapas evolutivas:
Etapa 1 (estado dinámico o fobia simple)
Se caracteriza por la naturaleza de los síntomas comportamentales y la especificidad del estímulo desencadenante. En
efecto, la imagen clínica muestra respuestas típicas de los estados de miedo. Se observan una serie de acontecimientos
consistentes en evitación y amenazas distantes entrelazadas con fases breves de exploración. Este es el primer
elemento que desaparece al pasar de la etapa 1 a la 2. Seguimos tratando con un equipo funcional organizado que es
probable que haga que el sujeto controle mejor el estímulo: así que se trata de una etapa dinámica. Con estos pacientes
podremos aislar el estímulo desencadenante, que puede ser único o un conjunto de estímulos estrechamente
relacionados (por ejemplo, una ráfaga de sonidos). Por analogía con la terminología usada en la MDIC (clasificación
internacional de enfermedades mentales, 10ª edición) humana, podemos hablar fácilmente de fobia simple.
Etapa 2 (etapa de generalización o fobias complejas)
Suele ser la etapa posterior a la etapa 1, aunque parece que algunos animales empiezan su cuadro clínico en esta
etapa, y puede que dependa de la génesis de la fobia. Esta etapa se caracteriza por el comportamiento de evitación
durante la exposición al estímulo generador de la fobia. Aquí hallamos ausencia de coherencia sensorial del estímulo
desencadenador; estímulos heterogéneos cuyo único punto en común es que se repiten durante los minutos que
preceden a la exposición al estímulo generador inicial se han asociado al estímulo desencadenador inicial. Esta extensión
del abanico de desencadenadores de respuesta causa la anticipación emocional. Un proceso patológico induce el paso de
la etapa 1 a la 2. Los propietarios explican entonces que aparecen reacciones incluso más prematuras antes de la
aparición del estímulo generador de la fobia y que estímulos que no sabían que indujeran la reacción lo hacen ahora. Por
esto hablamos de una etapa de generalización (hacia otros estímulos) o fobia compleja. La imagen clínica de la etapa 2
se enriquece a veces con exhibiciones autónomas como la diarrea, vómitos y micción.
Etapa 3 (etapa pre-ansiedad)
Es la que, a menudo, cuesta más definir y de la que acaban de salir o van a entrar la mayoría de los animales que llegan
a la consulta. La imagen clínica se caracteriza por la preeminencia de manifestaciones autónomas, temblor e intentos de
huída. Sin embargo, los intentos de evitación son breves e incoherentes, y no ayudan al perro a alejarse del estímulo.
Los estímulos desencadenantes son muy numerosos y la anticipación emocional es tan fuerte que acaba siendo
imposible hacer que el perro venga y salga de su escondite en el que sabe que no va a encontrarse con el estímulo
generador de la fobia. Pronto será difícil diferenciar este estado de un estado de angustia. La evolución espontánea de
esta etapa se encamina hacia el estado de ansiedad.
Proceedings of the SEVC-AVEPA Conference, Barcelona 2007
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Ansiedad
La aparición del estado de ansiedad señala el importante deterioro de la capacidad de adaptación del animal. Debe
considerarse un estado patológico importante: imposibilita en gran medida al paciente, por lo que modifica
enormemente la relación que disfruta el perro con su entorno, sus congéneres y con los humanos.
Este hecho, que es obvio para cualquier clínico veterinario, no ha adquirido plena consideración en medicina humana. En
humanos, la ansiedad se ha trivializado muchas veces o se le ha considerado como epifenómeno de un cuadro clínico
más complejo. Los nuevos enfoques de la psiquiatría, al estar más fundamentados en trabajos científicos, han ayudado
a señalar la importancia de la ansiedad. En estos enfoques se hace una distinción entre ansiedad ‘normal’ y ‘patológica’.
En este sentido, la ansiedad normal sería la serie de reacciones emocionales que no tienen un impacto funcional o
causan alteraciones en la capacidad de adaptación. En los animales no queremos emplear la expresión ‘ansiedad normal’
porque creemos que es un concepto que se solapa con el del ‘miedo’ que da Hediger. De ahí que la ansiedad no se
corresponda con situaciones patológicas.
Definimos la ansiedad como el estado reactivo caracterizado por el aumento de la probabilidad de desencadenar
reacciones emocionales similares a las del miedo en respuesta a cualquier variación en el entorno (interno o externo). El
control se perturba (en el sentido que le da Bandura) y hay una pérdida de adaptabilidad a cualquier variación en el
entorno.
El miedo puede desencadenar muchas respuestas autónomas y comportamentales. De forma parecida, el estado de
ansiedad puede manifestarse de modos muy distintos. No obstante, el análisis del cuadro clínico de pacientes ansiosos
nos ha llevado a describir tres tipos importantes de manifestación de ansiedad. Estos tres cuadros se caracterizan por la
presencia o ausencia de síntomas como el miedo o la agresividad por miedo, manifestaciones autónomas y la inhibición
de las actividades de sustitución. Por último, debe tenerse en cuenta un cuarto elemento en la descripción de estos
estados: su inoportunidad.
La ansiedad puede ser breve y manifestarse en forma de ataques repentinos, como ocurre en la ansiedad paroxística.
Pero también puede ocasionar brotes más largos entrelazados con periodos de remisión, como ocurre en la ansiedad
intermitente. Por último, puede ser continuada y, en consecuencia, ser la fuente de una incapacidad permanente.
Diagnóstico
El diagnóstico es difícil dado el amplio repertorio de síntomas exhibidos por los perros con ansiedad, a veces solo físicos.
La mejor forma de superar esta dificultad es asociar la evaluación física con la comportamental.
Exploración física
La exploración física habitual ayuda a detectar algunos trastornos autónomos (taquicardia, trastornos digestivos,
micción emocional) y las lesiones asociadas a un lamido excesivo además de la obesidad por la ingestión excesiva de
alimentos. Esta exploración puede enriquecerse con la medición de algunos parámetros sanguíneos. El diferencial
leucocitario y, sobre todo, la relación entre neutrófilos y linfocitos son baratos y pueden ser interesantes. La relación N/L
aumenta como consecuencia de la migración de los linfocitos que residen en la sangre hacia los tejidos en los animales
con estrés crónico. Recientemente se ha demostrado que los niveles sanguíneos de prolactina aumentan en perros con
ansiedad y que es un indicador útil a la hora de elegir la familia de psicotropos más adecuada para tratar el caso (2). Al
contrario, el cortisol parece ser más difícil de interpretar en la clínica porque requiere mediciones repetidas o valores
acumulativos (como los obtenidos con el cortisol urinario).
La evaluación comportamental incluye la identificación de las reacciones frecuentes de miedo y los comportamientos
modificados que caracterizan a la ansiedad grave, como las estereotipias. En general, el uso de una escala EDED (1,2)
es un método sencillo de medir objetivamente la gravedad de la ansiedad. La observación de un animal de compañía en
su entorno habitual puede proporcionar información interesante sobre la gravedad de las reacciones y para la
identificación del estímulo desencadenante.
Tratamiento
Es importante informar a los propietarios sobre los componentes biológicos de la ansiedad y del malestar intenso que le
causa a su animal de compañía. Según nuestra experiencia clínica, la gente suele acudir al veterinario cuando el
comportamiento ha sufrido cambios importantes, es decir, tras una larga evolución. Tiene sentido el orientar primero el
tratamiento hacia la obtención de una mejora rápida del bienestar del animal controlando la ansiedad mediante métodos
biológicos.
Los tratamientos biológicos, de eficacia probada, consisten en fármacos psicotropos y feromonas. Entre los fármacos
encontramos a dos familias registradas en la medicina veterinaria: Los SSRIs (clomipramina y la ‘a punto de llegar’
fluoxetina) y los MAOI-B con la selegilina. El primer grupo funciona modulando la transmisión de la serotonina mientras
que el segundo modula principalmente la actividad dopaminérgica. Gracias a las mediciones de prolactina (PRL)
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sanguínea, el veterinario puede elegir el fármaco más apropiado. Los perros ansiosos con un nivel normal de PRL
mejoran de forma significativa con los SSRIs, mientras que los que tienen niveles elevados de PRL son mucho más
sensibles a la selegilina y empeoran al ser tratados con fluoxetina (2).
Las feromonas DAP en perros y F3 en gatos han demostrado ser eficaces en el tratamiento de los trastornos por
ansiedad (3,4,5). La rápida mejora de los signos físicos y su eficacia en la facilitación del comportamiento de exploración
las convierte en unas herramientas terapéuticas interesantes a asociar con las técnicas de modificación de la conducta.
Las técnicas comportamentales deben usarse siempre. Incluyen el enriquecimiento ambiental (sobre todo en gatos),
mejora del entorno (modificando las organizaciones inapropiadas), métodos de adiestramiento, métodos de relajación y
terapia sistémica cuando sea adecuado.
Bibliografía
1. Pageat P. Patología del comportamiento del perro. Barcelona, Pulso ediciones, 2000; 11-42
2. Pageat P, Lafont C, Falewée C, et al. An evaluation of serum prolactin in anxious dogs and response to treatment
with selegiline or fluoxetine. Appl Anim Behav Sci 2007; 105: 342-350.
3. Pageat P, Gaultier E. Current research in canine and feline pheromones. Vet Clin Small Anim 2003; 33: 187-211.
4. Mills DS, Ramos D, Gandia-Esteles M, et al. A triple blind placebo-controlled investigation into the assessment of
the effect of Dog Appeasing Pheromone (DAP) on anxiety related behaviour of problem dogs in veterinary clinic.
Appl Anim Behav Sci 2005; 101: 145-151.
5. Gunn-More DA, Cameron ME. A pilot study using synthetic facial pheromone for the management of feline
idiopathic cystitis. J Fel Med Surg 2004; 6: 133-138.
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