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Ilustra, entretiene y además es ecológica. La primera revista digital sobre Madrid
FFoottooggrraaffííaa::""CCiibbeelleess..BBaannccooddeeEEssppaaññaa""AAuuttoorr::CCaarrlloossRRaammíírreezzddeeAArreellllaannooddeellRReeyy
El café de
Francia y el
café de París
del pasaje
Matheu
La Avenida de la
Reina Victoria
Parque de los
Hijos de Madrid
Número 12 / Diciembre de 2012
gv 2
Biblioteca, foto de Juan Pablo Martínez Pradales
foto de Carlos Ramírez de Arellano del Rey
Se acabó el 2012, y al final, no se acabó el mundo, al menos de
la manera que prometían agoreros de ultramar o guionistas tele­
visivos. No ha explotado el acelerador de partículas de Ginebra, ni
ha caído un meteorito, ni ha sido liberado Satanás de prisión al­
guna, ni las aguas han subido de nivel para engullirnos a todos.
Los propios humanos tenemos mecanismos para aniquilarnos co­
mo especie civilizada mucho más efectivos que todo eso: hipote­
cas subprime, fuga de cerebros, vandalismos diversos... La
frontera natural y cultural del estrecho de Gibraltar hace mucho
tiempo que lleva cobradas más vidas que el famoso muro de
Berlín, y al paso que vamos pronto veremos las primeras pateras
partir de las playas de Santander camino de tierras inglesas o ale­
manas.
El Apocalipsis no es amigo de entradas súbitas en escena, y ya
lleva instalado entre nosotros un tiempo. Ha ido actuando de ma­
nera muy pausada para que no nos demos cuenta. Pero estar,
está. Instituciones que llevaban funcionando largo tiempo con ex­
celentes referencias, como el Hospital de la Princesa o la emisora
de radio Onda Madrid, están ahora al borde de la desaparición o
de quedar reducidas a caricaturas simbólicas de lo que fueron. Los
que quedamos en pie, trataremos de afrontar el 2013 lo mejor
que podamos. Fechas emotivas por definición las que nos rodean.
Navidad en el Año Europeo de la Solidaridad Intergeneracional. La
niña abrirá un paquete del que saldrá una muñeca. La abuela en­
señará a la nieta su muñeca de antaño. La niña prefiere la muñe­
ca "vieja", porque es la que es moderna de verdad. La muñeca del
invierno 2012­2013 tiene unos ojos que son meras pegatinas so­
bre el rostro de plástico. La muñeca de muchos inviernos atrás
tiene unos ojos con relieve, con párpados que se abren y se cie­
rran. La niña no es tonta, y sabe que el cambalache del siglo ac­
tual le está dando no gato, sino ratón por liebre. Algún día alguien
quizá le explique que la muñeca de su abuela la fabricó un hom­
bre libre, y la suya, un esclavo.
Papá Noel tiene hoy ojos rasgados. 2012 ha sido en Madrid el
año de la Operación Emperador, en la que se confirmó lo que to­
dos sospechábamos: el expansionismo y pujanza del Imperio del
Centro no nos están saliendo gratis, sino que tienen una cara
oculta de ciudades sin ley a apenas una quincena de kilómetros
de la Puerta del Sol. De ellas no salen guerreros de terracota, sino
muñecas sin alma.
Papá Noel
de ojos rasgados
gv 3
nº 12
03 | Editorial nº 12
04 | Créditos e índice
06 | El café de Francia y el
café de París del pasaje
Matheu
11 | Algunos oficios ya
perdidos
15 | Árboles de Madrid (IV)
gv 4
CRÉDITOS
La Gatera de la Villa la forman:
• Director: Juan Antonio Jiménez Torres
• Redactor jefe: Alfonso Martínez García
• Jefe de secciones: Juan Pedro Esteve
García
• Redactor: Mario Sánchez Cachero
• Editor: Julio Real González
• Jefe de cierre: Pablo Jesús Aguilera
Concepción
Colaboraciones en este número:
María Rosario Giménez • Pablo Aguilera
Mayoral • José Manuel García Valles • Pepa
Rivera Donoso • Carlos Ramírez de Arellano
del Rey • Arístides Álvarez Domínguez •
Ángel Rollón • Alberto Martín • Gatón de
Oro
Diseño y Maquetación:
• Sandra Ruiz Martínez
• Alfonso Martínez García
• Mario Sánchez Cachero
• Juan Antonio Jiménez Torres
Portada
• Carlos Ramírez de Arellano del Rey
Contacto
Puedes escribirnos o enviarnos tus
colaboraciones a:
• gatera.villa@gmail.com
• http://www.fotomadrid.com/gatera‐
villa.php
La Gatera de la Villa
Año III, Número 12, DICIEMBRE 2012
ISSN‐1989‐9181
Foto:AlejandroBlanco
20 | El Hospital Universitario
de La Princesa
34 | Los puentes de Praga.
37 | Madrid con otra mirada
64 | Parque de los Hijos de
Madrid
68 | Aportando al mundo
70 | La Avenida de la Reina
Victoria
80 | Casa dos portugueses
82 | Madrid vertical (2ª parte)
91 | Entre coche y andén
92 | Publicidad... de hace ya
un tiempo
La Gatera de la Villa no
se responsabiliza de las
opiniones de los
escritores que participan
en cada número
gv 5
El café de Francia y el café de París del
pasaje Matheu.
En la segunda mitad del siglo XIX, dos cafés fueron a instalarse en el Pasaje
Matheu, convirtiéndose pronto en los preferidos de los ciudadanos franceses que
venían a Madrid: el café de Francia y el café de París.
Texto: María Rosario Giménez
http://antiguoscafesdemadrid.blogspot.com
A
escasa distancia de la Puerta del Sol,
entre las calles de la Victoria y de Espoz
y Mina, se encuentra el Pasaje de Mat­
heu.
En el año 1836 la desamortización de Mendizá­
bal se llevó por delante, entre otros, al convento
de mínimos de San Francisco de Paula (convento
de la Victoria ­1561­), que se extendía desde la
entrada de la calle de Carretas hasta la de La Vic­
toria y desde la calle de la Cruz a la carrera de San
Jerónimo, aproximadamente. El enorme solar se
planificó entonces para levantar viviendas y abrir
nuevas vías de acceso, siendo adquirido por el co­
merciante Manuel Matheu Rodríguez con esa fina­
lidad, al precio de tres reales el pie cuadrado. El
terreno pronto se revalorizaría debido a la amplia­
ción de la Puerta del Sol del año 1857.
Es así como la calle de Espoz y Mina alargó su
extensión y se abrió el pasaje comercial de la
Equidad y Bazar de la Villa de Madrid, nombres por
los que también era conocido el pasaje de Matheu,
que fue construido entre los años 1843 y 1847 por
el arquitecto Antonio Herrera de la Calle, entre la
citada de Espoz y Mina y la calle de la Victoria.
El pasaje fue diseñado con lujo para instalar en
él tiendas de ropa para señora y caballero ya que
Matheu era entonces director de la empresa La Vi­
lla de Madrid, que expedía sus productos textiles
tanto a España como al extranjero. Estaba cubierto
por un techo de cristal sobre una armadura en
curva elíptica de hierro de tres metros de altura.
Su entrada por la calle de Espoz y Mina se hacía a
través de un arco de medio punto sobre el que
había esculturas alegóricas al comercio de Francis­
co Pérez. El vestíbulo estaba decorado por pilas­
tras corintias con pedestal y su pavimento era de
mármol. Toda la anaquelería de las tiendas era de
caoba con adornos dorados, al igual que los mos­
Pasaje Matheu
(María Rosario Giménez)
Plano de Texeira de 1656 (Fuente: Arquimatica.com)
Crónica gatuna
gv 6
tradores y escaparates. La superficie total del re­
cinto era de 3.166 pies cuadrados. (Un pie = 27,86
cm.).
Parece que el pasaje y su bonito techo entraron
en decadencia hacia el final de los años cincuenta
del siglo XIX, poco tiempo después de la liquida­
ción de la sociedad La Villa de Madrid que tuvo lu­
gar en 1854. Según los periódicos del momento,
muchos de los cristales que cubrían el pasaje esta­
ban rotos y permitían el paso de las aguas de llu­
via, sin que nadie se tomara la molestia de
arreglarlo. Ya en el año 1874, la bóveda de cristal
había sido eliminada y el pasaje estaba a cielo
abierto, convertido en una calle peatonal.
Manuel Matheu, que falleció intestado, también
fue apoderado de la Compañía General de Pozos
Artesianos que contó con el exclusivo privilegio
real, por cinco años y en toda España, para aco­
meter perforaciones con un nuevo sistema a vapor
que permitía taladrar en 12 horas, 25 pies. Es así
como, según Ramón Gómez de la Serna, en los te­
rrenos del pasaje de Matheu se llegó a perforar el
agujero más profundo de Madrid, un pozo artesia­
no tan hondo que terminó por cerrarse.
En la segunda mitad del siglo XIX, dos cafés
fueron a instalarse también en este pasaje y eran
Plano de Madoz­Coello. Año 1848
(Fuente: Cartotecadigital.icc.cat)
Dibujo interior del pasaje Matheu en 1847 ( Fuente: Semanario pintoresco español 14/3/1847)
Crónica gatuna
gv 7
los preferidos de los ciudadanos franceses que
venían a Madrid: El café de Francia y el café de
París.
El café de Francia o Francés, se inauguró en el
año 1867 y estaba situado en la calle de la Victo­
ria, números 6 y 8, haciendo esquina con el pasaje
de Matheu.
Fue, junto a su vecino el café de París, el prime­
ro en sacar terraza a la calle ante la mofa de quie­
nes aún no estaban acostumbrados a ver
semejante servicio en Madrid y repetían con insis­
tencia que aquel debía ser un local tan pequeño,
que las mesas debían estar fuera.
Era un café tranquilo y dotado de mesas de bi­
llar. Silencioso hasta el punto de jugar a los dados
con cubilete de cuero y tapete sobre la mesa, para
mitigar el ruido. Un lugar donde nadie miraba a
nadie y aburrido, en contraste con el bullicio del
resto de los cafés de Madrid.
Fue el propietario más conocido del café de
Francia Camilo Double, “un francés muy simpático
que huyó de Francia en 1871, cuando Thiers
(Louis Adolphe), el llamado enano sangriento, ven­
ció a la Commune y fusiló a centenares de comu­
neros”. Era éste un hombre “alto, grueso y
elegante” que saludaba a los parroquianos y “daba
el brazo a su esposa para llegar hasta la mesa.”
Una noche del mes de febrero de 1882, a la ho­
ra de más concurrencia en el local, sucedió un he­
cho insólito para el sosiego acostumbrado. Un
jinete abrió de improviso la puerta y penetró con
su caballo, recorriendo el café, ante el pasmo y el
terror general. Todo el mundo corrió a refugiarse
en los rincones que encontraba mientras el pa­
seante decía: “Señores, no hay que asustarse
porque ni a ustedes ni a mí, ni a mi caballo nos va
a suceder nada”. Naturalmente fue detenido por
una pareja del orden público, comprometiéndose a
pagar “cuanto hubiesen roto él y su caballo, y co­
mo no se había roto nada, nada tuvo que pagar”.
En septiembre del año 1897 llega a Madrid M.
León Gandeaux, ciudadano francés y oficial de arti­
llería “quien dice haber dado la vuelta al mundo a
pie”. El dueño del café Francés puso a su disposi­
ción “una habitación con asistencia completa, por
todo el tiempo que le plazca permanecer en Ma­
drid”. Pero, al parecer, se trataba de un “distingui­
do timador” que procedía de Argelia y fue
descubierto durante su visita a Barcelona, ciudad a
la que llegó un mes después. No era militar ni
tampoco había recorrido la distancia de sesenta
mil kilómetros en cinco años, como aseguraba.
No es difícil imaginar la animación, proporciona­
da por aquellos cafés, en el pasaje de Matheu cada
14 de julio, aniversario de la toma de la Bastilla.
Los adornos con banderas galas, los faroles, la
música de chotises revolucionarios, los bailes y La
Marsellesa acompañada a coro por toda la concu­
rrencia de ciudadanos franceses, en su gran ma­
yoría.
“Cuando estalló la guerra europea, como Es­
paña era neutral, hubo que impedir que los fran­
ceses que aquí residían demostrasen de una
manera candorosa su noble patriotismo. Se prohi­
bió la celebración de la fiesta del 14 de julio en el
Pasaje Matheu”. Esta fue la herida de muerte para
sus cafés.
El café de París, frontero al de Francia, estaba
en la calle de la Victoria, número 4, haciendo es­
quina con el pasaje de Matheu.
Lugar donde estuvo el café de Francia.
(María Rosario Giménez.)
Crónica gatuna
gv 8
Ginkgo
del
parque
Debió abrir sus puertas hacia el principio de la
década de los años setenta del siglo XIX y tam­
bién, como su vecino el de Francia, tenía habita­
ciones a modo de pequeño hotel.
El sosiego y la amabilidad de sus parroquianos
proporcionaron escasas noticias en la prensa sobre
algún acontecimiento singular en este café. Tal vez
alguna riña entre los ocupantes de su entonces
“original” terraza y algún transeúnte contrariado
por ella, que los hubo; el hurto de un gabán o la
negativa a pagar lo consumido.
El de París era el café que anunciaba vender
“ostras frescas de Arcachón a 1,50 y se sirven a
domicilio”, en el año 1892. También fue el centro
de información escogido por los redactores y co­
rresponsales de los periódicos de Madrid, para se­
guir telefónicamente el resultado de la lotería del
mes de diciembre de 1918 para lo que la Cía. de
Teléfonos puso hilo directo con la Casa de la Mo­
neda.
La única trifulca más sonada y que hizo cerrar
las puertas del café de París por el orden público,
tuvo lugar el 14 de julio de 1915. El sexteto que
tocaba habitualmente en el café interpretó La Mar­
sellesa como colofón a la fiesta francesa, que fue
cantada por todos los asistentes. Se pidió una
nueva interpretación del himno que fue rematada
con tantos vítores y aplausos que no gustaron a
los guardias desplegados por la zona, quienes
obligaron a desalojar tanto el local como el pasaje
de Matheu.
El café de París cerró a finales de la segunda
década del siglo pasado, un poco antes de que lo
hiciera su vecino Francés.
El pasaje de Matheu se convertiría, a partir de
entonces, en una calle plagada de negocios dedi­
cados a la restauración y a la venta de entradas
para las corridas de toros
Lugar donde estuvo el café Paris. (María Rosario Giménez)
Crónica gatuna
gv 9
Vitoria. Palacio de Montehermoso (Foto Zarateman
Wikimedia Commons)
Foto del pasaje Matheu en la actualidad. A la derecha estuvo el café de Francia y a la izquierda el café de París.
(María Rosario Giménez)
TEXTO.‐
• La Esperanza. 29/09/1846
• Semanro Pintoresco Español. 14/03/1847
• Gil Blas. 16/05/1867
• Diario Oficial de Avisos de Madrid. 17/03/1895
• La Correspondencia de España 13/09/1897;
24/02/1882
• El Heraldo de Madrid. 22/12/1892
• La Publicidad. 08/01/1898
• El Isleño. 12/01/1912
• El Liberal. 15/07/1915
• La Época. 21/12/1918
• La Voz. 15/07/1920
• Guía de Madrid. Manual del madrileño y del
forastero. Ángel Fernández de los Ríos. 1876.
• Pombo. Biografía del célebre café y otros cafés
famosos. Ramón Gómez de la Serna. 1941.
• Vivir de las rentas. El negocio del inquilinato en
el Madrid de la Restauración. Isabel R. Chumillas.
2002
• Guía de arquitectura y urbanismo de Madrid.
C.O.A.M.
• Madripedia.es/wiki/pasajedematheu
• Es.Wikipedia.org
FOTOGRAFÍAS.‐
• Arquimática.com/Madrid/Texeira.htm
• Cartotecadigital.icc.cat. Plano de Madrid de
Francisco Coello y Pascual Madoz.
• Fotografías: M.R.Giménez
FUENTES CONSULTADAS
Crónica gatuna
gv 10
Algunos oficios ya perdidos
Seguimos rememorando algunos aspectos del Madrid de mediados del siglo pasado.
Esta vez os contamos algo sobre algunos oficios, por entonces populares y hoy
extintos.
Texto: Pablo Aguilera Mayoral
gv 11
S
i hasta ahora he hablado algo sobre cómo
era aquel Madrid que viví en mi niñez y
en mi juventud, hoy quiero escribir una
breves líneas sobre algunos oficios por
aquel entonces bastantes comunes y que hoy
prácticamente se han sumido en el olvido.
Recuerdo siendo muy niño haber acompañado a
mi madre a comprar leche a la vaquería. No
existían los modernos métodos de envasado y con­
servación de la leche por lo que se vendía recién
ordeñada. La leche la sacaban de unos cántaros
con unos cazos y el recipiente para llevársela a ca­
sa debía proporcionarlo el comprador. La vaquería
de mi barrio estaba situada en la calle Francos
Rodríguez. Según se entraba al edificio había un
patio precioso con un pozo en el centro, a la de­
recha se encontraban los establos de las vacas y a
la izquierda el mostrador; los dueños de la va­
quería también eran fotógrafos y solían utilizar el
patio como fondo para sus retratos. En casa la le­
che se hervía antes de consumirla y tenía una na­
ta, riquísima, que comíamos con pan y que nada
tiene que ver con la birriosa película grasa que es
hoy.
Vaquería situada en la calle Francos Rodriguez
Crónica gatuna
gv 11
Otro oficio que recuerdo ligado a mi niñez es el de los pa­
ragüeros­lañadores, dedicados a la reparación de paraguas y
cacerolas. Hay que aclarar que en esos años resultaba más
económico arreglar cualquier utensilio o aparato que comprar
uno nuevo. Los paragüeros­lañadores trabajaban a domicilio ­
frecuentemente en los patios de vecindad ­, y recorrían las ca­
lles portando sus herramientas ­ entre ellas un rollo de hojala­
ta y un hornillo ­ y pregonando su oficio: “Paaaaragüeroooo
lañadoooor”. De los paraguas arreglaban sus cierres o cambia­
ban las varillas; de las cacerolas tapaban los agujeros que con
el uso se producían, porque aquellas cacerolas eran de alumi­
nio o chapa esmaltada y el fuego las acababa dañando. Para
su reparación primero se lijaba la superficie a arreglar y luego
con estaño se sellaba, limando a continuación la soldadura.
Con el paso del tiempo solía derretirse el estaño, presentándo­
se de nuevo el agujero, o se producían otros nuevos.
No eran los paragüeros­lañadores los únicos que ejercían su
profesión de manera ambulante. Como no existían tiendas
donde poder afilar los cuchillos o las tijeras, tales menesteres
eran llevados a cabo por los afiladores. Llevaban una especie
de carrito que tenía una polea y una piedra de amolar engan­
chada con una cinta de cuero a un pedal. Con el tiempo el ca­
rrito fue sustituido por una bicicleta. Se anunciaban con un
toque de un silbato característico, que se llamaba chiflo, y a
continuación a voz en grito decían “El afiladoooooooooor. Se
afilan cuchillos, navajas, tijeras,….”
Los vendedores ambulantes se llamaban teleros y se di­
vidían en dos tipos: los que iban vendiendo por las casas, con
su muestrario a cuestas, y los que vendían en las plazas, subi­
dos en su camioneta o en su carro, ofreciendo sus lotes y en­
gatusando con sus ofertas: “Mirad, mirad chicas estas
magníficas sábanas, dignas del ajuar más preciado... Cuál es su
precio me preguntaréis. ¿Cien, ochenta pesetas? Pues ni cien,
ni ochenta ni siquiera sesenta... Yo os las vendo por cincuenta;
sí, cincuenta, habéis oído bien y encima por ser hoy al comprar
un juego os regalo esta estupenda manta zamorana. Y no aca­
ba aquí la oferta, porque si además compráis otro juego de sá­
banas os lleváis este bonito pañuelo gratis. Venga mujeres, que
con estas gangas se me acaba la mercancía pronto”. Vamos,
los conocidos toda la vida como charlatanes y de los que se
puede ver un simpático ejemplo en la película “Los ladrones
somos gente honrada”, donde un genial Pepe Isbert ofrece por
“por tres cuarenta y cinco seis hojas de afeitar para el novio, el
marido o el sobaco; un cepillo de diente; dos gemelos surtidos;
una caja de píldoras para el mareo y dos gomas para el para­
guas”. Los vendedores a domicilio ofrecían la posibilidad de co­
brar a plazos, mientras que los charlatanes – por razones
obvias ­ sólo al contado.
Paragüero­lañador
AAffiillaaddoorr
MMiieelleerroo
Crónica gatuna
gv 12
También era frecuente encontrar ejerciendo su oficio por las
calles la figura del mielero ­ “¡De la Alcarria..... miel!" pregona­
ba ­ , portando su producto en una especie de tinajas o toneles
o la del requesonero, que voceaba su mercancía al grito de :
"¡Requesón de Miraflores y a prueba!". Para pesar el género
utilizaban una romana.
Como los colchones eran de tela y rellenos de lana o de bo­
rra ­ una especie de lana muy basta – había que sacudirlos
frecuentemente para que quedaran esponjosos, labor que solía
recaer en el ama de casa, que utilizaba para ello una palmeta.
Sin embargo, con el tiempo tenían que ser periódicamente “es­
ponjados”, porque la lana y la borra se apelmazaban y se for­
maban “huecos” en el colchón. Tal labor la desempeñaban los
colchoneros, que también ejercían su trabajo de manera itine­
rante por las calles. Su modo de actuar era el siguiente: saca­
ban el relleno de lana o borra de los colchones, la lavaban y
luego la secaban sobre una funda de tela. Una vez seca la gol­
peaban con una vara larga hasta desmenuzarla, hecho lo cual la
volvían a introducir en la funda del colchón, que quedaba de
nuevo mullido, listo para uso. Por cierto que como la tela de los
colchones solía ser a rayas en colores, siendo el más frecuente
el rojo, a los jugadores del Atlético de Madrid se les dio el nom­
bre de colchoneros por vestir camiseta rojiblanca.
A falta de frigoríficos en las casas se utilizaban neveras que
necesitaban de hielo para poder enfriar los alimentos. El hielo
se adquiría en tiendas destinadas a tal efecto y no se vendía al
peso, si no por barras. Hoy en día se sigue vendiendo hielo en
algunos establecimientos, aunque la finalidad con la que se
compra ya se no sea – habitualmente ­ la de conservar alimen­
tos.
Al amanecer y al anochecer ejercían su oficio los faroleros.
La tecnología de por aquel entonces no permitía el encendido y
apagado automático de las farolas y tal función tenía que ser
desempeñada manualmente. Los faroleros se valían de unas
pértigas, que tenían en un extremo un gancho que servía para
dar al interruptor que encendía las bombillas.
Más conocidos seguramente por los lectores eran los sere­
nos, dedicados a labores de vigilancia y protección nocturna
del barrio que les era asignado. A modo de uniforme vestían un
guardapolvos y una gorra grises y portaban un grueso chuzo o
porra ­ por si hubiera que poner firme a alguien, decían ­. Se
les confiaba las llaves de todos los locales y portales de su zo­
na, que llevaban colgando en su cintura de un grueso cinturón
de cuero y que por su aspecto y tamaño más semejaba una fa­
ja. Cuando alguien requería del sereno se le llamaba a voz en
grito y dando unas palmadas, a lo que él respondía siempre:
“Vaaaaaa”. Por cierto, que el de mi barrio se llamaba Manolo.
Farolero
Serenos
Colchón de lana
Crónica gatuna
gv 13
Ginkgo del parque de la Fuente del
Berro, en diciembre.
Olivo del cementerio de los artistas e iglesia de San Sebastián.
Siguiendo con el tema de la vigilancia, en todos
los parques existían guardas encargados de velar
de que no se produjeran actos de vandalismo o in­
decorosos para la moral de entonces. Vestían uni­
forme y llevaban una escopeta de postas. Si
alguien cometía cualquier infracción el guarda
podía sancionar al causante. Cerca de mi casa, en
la Dehesa de la Villa, había gran cantidad de ár­
boles frutales, y más de uno se llevó una perdigo­
nada de sal al ser sorprendido robando fruta por la
pareja de guardas.
Quiero terminar este breve resumen de oficios
ya extintos en Madrid comentado algo de los co­
bradores de tranvía. Su misión, como su nombre
indica, era la de cobrar el billete a los pasajeros,
pues no ocurría como hoy en día en los autobuses,
donde el conductor además de tener que conducir
se encarga de vender los billetes. Los cobradores
vestían gorra y chaqueta y portaban una cartera
de cuero al hombro. La baja velocidad que alcan­
zaban los tranvías así como el disponer de cuatro
estribos dificultaba su labor pues permitía que los
pasajeros se pudieran bajar y subir en marcha,
huyendo del cobrador para viajar gratis. A veces el
tranvía sufría una detención involuntaria al salirse
el trole de su posición o al intentar subir una cues­
ta muy pronunciada cuando iba lleno; entonces se
bajaban los pasajeros del tranvía hasta que el
tranvía superaba la cuesta y podía reanudar de
nuevo su marcha, momento en el que los pasaje­
ros volvían a subir al mismo.
Hasta aquí esta pequeña enumeración. Dejo en
el tintero el mundo de las tiendas, bastante dife­
rente al de hoy en día en muchos aspectos. Quizás
haya otra ocasión para ello.
Mingote como guarda en el Parque del Retiro
Cobrador de tranvía
Crónica gatuna
gv 14
Árboles de Madrid (IV)
Nueva entrega sobre los árboles que podemos disfrutar en nuestra ciudad.
Texto y fotografías: José Manuel García Valles
El gato por las ramas
OLIVO DE LA CALLE HUERTAS (olea europaea)
E
l olivo es uno de los árboles más carac­
terísticos del área mediterránea. Origina­
rio de la zona oriental de dicho mar y del
Asia Menor, fue difundido por fenicios,
griegos, romanos y árabes y su cultivo es uno de
los más antiguos de la cuenca mediterránea. Tradi­
cionalmente el árbol simboliza la sabiduría, la paz,
la victoria y la castidad.
La mitología griega lo consideraba propio de la
diosa Atenea (Minerva romana). Utilizado como
símbolo de paz y de la victoria, era entregado a los
atletas que triunfaban en los juegos olímpicos.
También se usaba su aceite para untar los cuerpos
de los luchadores. En Roma, los nuevos esposos
llevaban guirnaldas o coronas y también corona­
ban con él a los muertos. Para los judíos era el
símbolo de unión entre Yavé y los hombres. En el
islam es el eje del mundo. Es por tanto un árbol
con un reconocimiento intercultural y valorado por
las tres religiones del libro (judía, cristiana e islá­
mica).
Más recientemente se ha asumido la figura de la
paloma con una rama de olivo como símbolo de la
paz y se ha incluido en la bandera de la Organiza­
Olivar de la Partija, en Rivas Vaciamadrid.
gv 15
El gato por las ramas
ción de las Naciones Unidas (ONU) en la que dos
ramas de olivo acogen al mundo.
Se trata de un árbol no muy alto, de crecimiento
muy lento y larga vida. Se afirma que los olivos de
Getsemaní, en Jerusalem (Monte de los Olivos),
tienen más de dos mil años. Su tronco es grueso y
retorcido, con la corteza agrietada en ejemplares
adultos y de color pardo grisácea. En los ejempla­
res mayores, el tronco se convierte en un auténti­
co cuadro abstracto donde podemos buscar formas
y figuras en sus retorcidos nudos. A veces se divi­
de desde el suelo dando origen a troncos separa­
dos. Su madera, dura y de fácil pulimento, ha sido
utilizada en ebanistería y tornería y produce un ex­
celente carbón.
La copa es redondeada y está formada por ra­
mas flexibles y hojas perennes, de forma lanceola­
da y color verde por el haz y algo blancuzcas por
el envés. Las flores, pequeñas, blancas y olorosas,
aparecen al final de la primavera y producen el fru­
to a finales del otoño. Este fruto, la aceituna (tam­
bién oliva en algunas zonas del centro y norte de
España), verde al principio y negro al final de su
maduración, ha sido utilizado para el consumo hu­
mano desde muy antiguo, en forma natural o con­
vertido en aceite. En España es un ingrediente
fundamental de nuestra gastronomía.
Se acomoda a casi cualquier tipo de suelo y re­
siste muy bien la sequía, de hecho, el exceso de
agua le perjudica, aunque no tanto como las hela­
das, por lo que no suele darse en lugares de cierta
altitud, donde la temperatura descienda por deba­
jo de los 10 grados centígrados.
Su nombre científico (olea europaea) hace refe­
rencia al término que utilizaban los romanos para
designarlo y a su presencia en nuestro continente.
El nombre vulgar, olivo, viene de la palabra latina
olivum con la que se designaba al aceite de oliva.
En Madrid lo encontramos frecuentemente en
parques y jardines así como en calles y plazas. De
forma natural, quedan en la ciudad algunos oliva­
Tronco de olivo.
gv 16
El gato por las ramas
res testimoniales como el Olivar de la Hinojosa (en
el Parque Juan Carlos I) o el Olivar de Chamartín
(también olivar de Castillejo, en homenaje a su ini­
cial conservador) de cuyos ejemplares se afirma, y
con bastante fundamento, que ya existían en tiem­
pos de la invasión napoleónica.
Pero también en nuestra comunidad hay zonas
de producción agrícola, fundamentalmente en la
Campiña, el suroccidente y en las Vegas. En total
los olivares de Madrid ocupan una extensión de
unas 27.000 hectáreas y suponen una producción
de 16.000 toneladas (que se convierten en unas
3.200 de aceite). Nada que ver, desde luego, con
la extensión y la producción de las zonas de Es­
paña donde este cultivo es más característico, es­
pecialmente en Andalucía. Hay que tener en
cuenta que España es el primer productor de acei­
te de oliva del mundo.
El olivo de la calle Huertas se encuentra en el
cruce entre Huertas y San Sebastián, en el antiguo
cementerio de la iglesia de San Sebastián, hoy
convertido en floristería y jardinería. Este cemen­
terio era conocido como “el de los artistas” por el
tipo de personalidades allí sepultadas (entre otros,
en algún lugar de la iglesia o del cementerio se
encuentran los restos del propio Lope de Vega).
Sobre el cementerio corre una leyenda que re­
fiere el macabro intento de desenterramiento de
su amada, la actriz María Ignacia Ibáñez, por parte
del escritor José Cadalso. Éste, supuestamente
trastornado por el pronto fallecimiento de su da­
ma, planeó e intentó llevar a cabo la exhumación
ilegal del cadáver para conducirlo a su casa y
mantenerlo junto a él. Todo quedó en un intento
por la intervención del conde de Aranda que puso
bajo vigilancia al escritor y lo detuvo cuando una
noche iba a poner en práctica su plan.
Olivo del Retiro, junto al polideportivo de la Chopera.
Olivar de la Hinojosa, en el Parque de Juan Carlos I.
gv 17
Lo cierto de la historia es que ambos persona­
jes, escritor y actriz, mantuvieron relaciones entre
1770 y 1771 que fueron interrumpidos por la
muerte de la actriz el 22 de abril de 1771 (a los 25
años). Es igualmente cierto que José Cadalso la re­
flejó en su obra Noches lúgubres, donde cuenta
en tres noches (la última sin acabar) como Tediato
intenta exhumar el cadáver de su amada, profa­
nando el templo, para llevárselo a su domicilio y
suicidarse posteriormente incendiando la casa. Pa­
ra ello compra la colaboración del sepulturero, Lo­
renzo, quien accede por necesidad. Diferentes
percances le impiden lograr su propósito en la pri­
mera y segunda noches, y la tercera, inconclusa,
nos deja con la intriga
La iglesia de San Sebastián se construyó entre
1554 y 1575 para acoger los feligreses de la anti­
gua ermita de San Sebastián, que se encontraba
en el camino hacia el Santuario de Nuestra Señora
de Atocha. Destruida durante la Guerra Civil por
una bomba de la aviación, fue restaurada entre
1943 y 1959. En 1959 fue declarada Bien de In­
terés Cultural. Esta iglesia, junto con la de San Luis
(desaparecida), conservaban el derecho de asilo,
es decir, se podían refugiar en ellas quienes temían
la persecución de la justicia. Al encontrase en el
centro de la ciudad, la relación de personajes que
aparecen en sus libros de bautismo, defunción o
matrimonio es impresionante.
Enfrente del antiguo cementerio está el palacio
del Conde de Tepa, hoy convertido en un moderno
hotel. En sus bajos tenía lugar la tertulia de la
Fonda de San Sebastián, la primera de las tertulias
modernas. Fue fundada en 1771 y a ella acudían
los mejores escritores del momento para comentar
las actualidades literarias nacionales e internacio­
nales. Su fundador fue Nicolás Fernández de Mo­
ratín y en ella participaron el propio José Cadalso,
Tomás de Iriarte, Samaniego y Jovellanos entre
otros muchos.
El olivo se encuentra bien conservado y es el
centro de atención de paseantes y visitantes de la
tienda.
Olivo del cementerio de los artistas e iglesia de San Sebastián.
gv 18
Olivo del cementerio de los artistas.
gv 19
El Hospital Universitario de La Princesa
Texto: Pepa Rivera Donoso
Licenciada en Geografía e Historia
Este emblemático edificio, ubicado en pleno barrio de Salamanca, encierra una
historia cuanto menos apasionante y singular. No solo por el origen de su creación,
sino por todos los hechos acaecidos tanto históricos como culturales, así como
avances en todos los campos desde médicos hasta tecnológicos, y de numerosas
personalidades eminentes que, en uno u otro aspecto, han dejado impronta en este
más de siglo y medio de su historia.
Para entender mejor la trayectoria del mismo,
tal vez fuera necesario remontarnos a sus comien­
zos, teniendo en cuenta, los incidentes que rodea­
ron su nacimiento, peculiares, por cuanto que no
existen precedentes que se le asemejen. Así como
los personajes que van a protagonizar el comienzo
de su andadura, los cuales vivieron un período de
la Historia de gran dinamismo y cambios, tanto en
los aspectos sociales, como en los económicos y
políticos. El primer edificio donde estuvo ubicado el
hospital en el Paseo de Areneros, fue erigido a me­
diados del siglo XIX. Fue Isabel II, a raíz de una
serie de hechos concatenados, quien va a promo­
ver la construcción del mismo.
Durante este período se sentarán las bases para
su florecimiento posterior. Será en una segunda
etapa, mucho más amplia, ya que nos llevará has­
ta los años cincuenta, cuando es trasladado al
nuevo edificio, en su ubicación actual, en la calle
Diego de León, en la que impreso de los cambios y
avatares de la sociedad y la política, llevará a cabo
su importante labor asistencial, y en la que desta­
cará como pionero en eminentes personalidades y
actuaciones, el Hospital se verá inmerso y com­
prometido en prácticamente todos los aconteci­
mientos históricos a los cuales ha sobrevivido.
Dado que en esta época, Madrid se estaba con­
virtiendo en una gran urbe, con una población en
constante aumento y orientándose su ensanche
hacia la zona norte, y dada la insuficiencia del
Hospital Provincial, levantado por Carlos III, ya se
había pensado en fundar un hospital para esta zo­
na. Y esta sucesión de acontecimientos va a pro­
piciar que finalmente se lleve a cabo este proyecto.
Será en el año 1852, en conmemoración del naci­
miento de la Princesa y sobre todo a raíz del aten­
tado sufrido por la reina, al ir a presentar a la niña
a la Virgen de Atocha, y resultar ambas ilesas.
LA PRINCESA ISABEL
El año 1851, un 20 de diciembre: "a las 11 y 10
minutos de la mañana, acaba S.M. la Reina de dar
a luz con felicidad una robusta Princesa”. Esta era
la noticia que publicaba la Gaceta de Madrid en el
Parte Oficial de la Presidencia del Consejo de Mi­
nistros. A la Princesa se le impusieron los nombres
de María Isabel y Francisca de Asís.
Fotografía de Isabel II
Gaceta felina
gv 20
gv 21
Fue Isabel Princesa de Asturias dos veces, con
derecho de sucesión al trono, primero hasta el na­
cimiento de su hermano Alfonso, y por segunda
vez cuando este subió al trono, hasta el nacimien­
to del futuro rey Alfonso XIII, el cual pasaría a os­
tentar el cargo de Príncipe de Asturias, como
heredero.
Fue sumamente popular, y se la podía ver pa­
sear por Madrid, desarrolló una gran labor social y
promovió numerosos actos benéficos. Era conocida
con el apelativo cariñoso de “La Chata”. Tras el de­
rrocamiento de la monarquía, y la proclamación de
la república en 1931, se trasladará a París donde
falleció a los pocos días.
Sus restos volverían a España en mayo de 1991,
siendo enterrados en el Panteón de La Granja de
San Ildefonso.
EL NACIMIENTO DEL HOSPITAL
Como era la tradición, la nueva princesa debía
ser presentada a la Virgen de Nuestra Señora de
Atocha. Y pasada la cuarentena, el día 2 de febre­
ro de 1852 "al salir SS.MM. de la Real Capilla para
trasladarse a Atocha, un criminal ha atentado con­
tra la preciosa vida de S.M. la Reina", esta era la
nota que aparecía en la Gaceta de Madrid del día
de la fecha. Eran las dos de la tarde cuando se
acercó a la reina un sacerdote, Martín Merino Gó­
mez[1]
, que en ademán de entregar un memorial a
la Soberana, le asestó una puñalada que penetró
en el costado derecho tras rozar el antebrazo del
mismo lado, interesando a "la parte media anterior
y superior del hipocondrio, la cual tiene de siete a
ocho líneas en su diámetro transversal”. La herida
no fue grave al rozar el arma con las ballestas del
corsé que llevaba la reina. La princesa, en brazos
de su aya, resultó ilesa.
A raíz de estos hechos, el día 12 de febrero de
1852, Isabel II dirige una carta autógrafa al presi­
dente del Consejo de Ministros, Bravo Murillo, en la
que expresa su deseo de fundar un hospital, cuyo
texto literal aparecido en la Gaceta de Madrid de
este día, dice:
"Bravo Murillo: Prosternada ante la Divina Pro­
videncia por su señalada protección y favores infi­
nitos, mi corazón se halla conmovido ante las
demostraciones de amor y lealtad que recibo á
cada instante de mis súbditos. Estas demostracio­
nes, sin embargo, pudieran concentrarse en un
objeto que simbolizara de un modo permanente el
carácter religioso y benéfico de los españoles. Con
este fin deseo que el Gobierno tome la iniciativa
para abrir una suscripción voluntaria cuyo produc­
to se destine á edificar uno ó más Hospitales en
conmemoración del nacimiento de mi amada hija,
y de mi presentación á mi pueblo después de las
bondades que Dios me ha dispensado en estos
La Princesa de niña
Grabado del atentado
[1] No debe confundirse a este “cura Merino” con el “cura Merino” de las guerras napoleónicas y carlistas, cuyo nombre era
Jerónimo Merino Cob.
Gaceta felina
gv 22
La Gaceta de Madrid, con el Real Decreto por el que se aprueba la construcción del Hospital de la Princesa
gv 23
días. ISABEL. Febrero 11 de 1852”. (sic)
En el siglo XIX se desarrollaría un movimiento
antihospitalario, debido al lamentable estado en
que se encontraban muchos hospitales, en cuanto
a la asistencia y las curas terapéuticas. Pero será a
partir de la Ley General de Beneficencia del 20 de
junio de 1849, cuando se van a ir dictando normas
de actuación que afectarán directa o indirectamen­
te a los hospitales, justamente cuando se inician
las obras de construcción del hospital.
Mediante Real Decreto publicado en la Gaceta
de Madrid, en fecha 12 de febrero de 1852, la rei­
na dispuso la creación del Hospital:
"Deseando conservar la memoria del feliz nata­
licio de Mi amada Hija la Princesa de Asturias y de
Mí primera presentación á Mi pueblo. Después de
las bondades que Dios me ha dispensado en es­
tos días. Vengo de conformidad con lo propuesto
por Mi Consejo de Ministros para realizar este
pensamiento, en decretar lo siguiente:
Artículo 1°. Se procederá desde luego á edificar
en el punto que se juzgue mas á propósito de Ma­
drid, ó sus afueras, un hospital que llevará la de­
nominación de Hospital de la Princesa... " (sic)
En los artículos sucesivos, hasta un total de sie­
te, se alude entre otras cosas, a que la intención
de la reina era abrir una “suscripción general mó­
dica” a fin de que pudieran contribuir a ella perso­
nas de todas las clases y medios. Por Real Decreto
de 29 de junio de 1852, se crea la Junta del Hos­
pital de la Princesa, a fin de atender a todo lo que
se refiera a la construcción
En un resumen de la Junta del Hospital de la
Princesa, el 28 de febrero de 1857, se recogen el
total de las cantidades donadas y la distribución
del dinero realizada hasta esa fecha.
La reina, como había prometido, puso de su
propio bolsillo 63.869 reales de vellón y 59 cénti­
mos. El Corregimiento de Madrid, en carta de fe­
cha 28 de junio de 1854, indica que habilitaría dos
salas, una para hombres y otra para mujeres, en
ellas se habrían de colocar las imágenes de San
Isidro y Santa María de la Cabeza.
LA CONSTRUCCIÓN DEL HOSPITAL
El hospital a su fundación, estaba situado en el
camino de la Ronda o paseo de Areneros, (hoy Al­
berto Aguilera), que comunicaba la entonces puer­
ta de Fuencarral con el portillo de San Bernardino.
Lo que habría de ser el centro de Madrid. El arqui­
Corregimiento (3 hojas pequeñas)
Gaceta felina
gv 24
tecto y académico D. Aníbal Álvarez Bouquel fue
nombrado responsable de la obra en fecha 12 de
octubre de 1852. Tras dos suspensiones previas la
reina pone la primera piedra el día 16 de enero de
1853.
Se construiría según el plan de Lariboisière,
acorde a las nuevas tendencias en la construcción
de los hospitales, tomando como modelo el Hospi­
tal de San Andrés de Burdeos, y fue pionero en Es­
paña en este tipo de construcción. Este hospital
sería considerado durante mucho tiempo como el
mejor. Conformado en pabellones aislados, en un
principio, la entrada principal se realizaba por la
calle San Dimas, opuesta a Alberto Aguilera. El
hospital estaba dividido en dos secciones diferen­
ciadas por sexos. Los ocho pabellones existentes,
contenían 16 salas, y en cada sala se alojaban 16
enfermos, "hasta 18 en caso de apuro”; 9 salas se
destinarían a hombres y 7 para mujeres, denomi­
nadas por nombres de santos y santas, respectiva­
mente.
Por Real Orden de 30 de diciembre de 1856 el
hospital es clasificado como un centro de benefi­
cencia pública, de carácter general, y su sosteni­
miento correría a cargo del estado. Será destinado
a enfermedades médicas y quirúrgicas.
El día 23 de abril de 1857 sería, finalmente, el
señalado por la reina para la inauguración del hos­
pital, de Real Orden aparecida en la Gaceta de
Grabado con la puesta de la primera piedra
gv 25
El antiguo Hospital de La Princesa
Grabado de la ianuguración
Gaceta felina
gv 26
Madrid, dispone que "en su Real nombre y repre­
sentación, presidirá la ceremonia S.M. el Rey, su
augusto Esposo, acompañado de S.A.R. la Serma.
Sra. Princesa de Asturias”.
Según se recoge en el contrato manuscrito, de
fecha 15 de enero de 1857, por Real Orden se de­
signa a las Hermanas de la Caridad para el cuidado
de los enfermos, entre otras atribuciones. En el
cual, en un total de 25 artículos se van dando las
pautas de actuación, así como las obligaciones y
derechos de las Hermanas de la Caridad.
Por Real Orden de 29 de septiembre de 1860 es
aprobado el reglamento del Gobierno del Interior
para el Hospital de la Princesa. En el artículo 2, se
indica que está destinado a la curación de enfer­
medades comunes, exceptuándose los males sifilí­
ticos, las enajenaciones mentales, las fiebres
exantemáticas, las dolencias crónicas incurables y
las enfermedades de la piel.
En el artículo 19 se indica que, sólo se admitirán
inmediatamente en el hospital los enfermos graves
cuya vida pueda peligrar. En el artículo 20 que
ningún enfermo será recibido a título gratuito, sino
en los casos previstos por el presente reglamento.
Serían atendidos a título gratuito los enviados por
los médicos de pobres o con documentos que
prueben su pobreza. Los enviados por la policía.
Los urgentes por desgracia, por accidente y los
admitidos por resolución del gobierno de S.M. y de
la Junta.
La mayoría de los pacientes atendidos eran de
beneficencia. Para tener acceso al centro primero
era necesario que el paciente fuera "de admisión"
y se seguía un procedimiento establecido, en el
cual había que presentar un certificado de "pobre
de solemnidad".
Entre diferentes actuaciones pioneras en la sa­
nidad de la época, el 25 de octubre de 1870, se
concede la autorización para el establecimiento en
el Hospital de una cátedra de anatomía.
Los primeros médicos van a ser designados por
nombramiento directo. Pero no será hasta 1873,
cuando realmente comience el período clínico y
científico del hospital y cuando ya se dispone que
los médicos ingresen por oposición. Los primeros
facultativos designados serán los Dres. Cortezo,
Manuscrito del contrato de las monjas y estandarte
Reglamento de 1860
Gaceta felina
gv 27
Morales, Ustáriz, Salazar y Adaro. Ya comienzan a
destacar numerosas personalidades médicas entre
ellos:
El Dr. Carlos María Cortezo Prieto (1850­1933).
Primer Director General de Sanidad. Fue Decano
del Hospital de la Princesa desde 1875 hasta
1886. Creó el Instituto Nacional de Alfonso XII, cu­
ya dirección encomendó a Cajal.
El Dr. José Ustáriz y Escribano (1848­1904). Di­
fundió las modernas técnicas de las transfusiones
de sangre. En 1893 practicó en España la primera
transfusión sanguínea, utilizando su propia sangre.
El Dr. Federico Rubio y Gali (1842­1902). Fue el
fundador del Instituto de Terapéutica Operatoria,
en el Hospital de la Princesa. Primero en España
en practicar la ovariotomía, histerectomía, y resec­
ciones de estómago. Así como las primeras nefrec­
tomías.
El hospital alcanzaría rápidamente un relieve y
un crédito extraordinarios, gracias en parte al cua­
dro médico que exhibía, adonde acudían pacientes
desde las provincias más apartadas. Durante mu­
cho tiempo predominó el aspecto quirúrgico.
El año 1875 la Dirección General de Beneficen­
cia autoriza el uso de cadáveres del Hospital con
carácter didáctico.
INICO DE LAS ESPECIALIDADES MÉDICAS
En mayo de 1880, se crea dentro del recinto
hospitalario, aunque independiente del mismo, el
Instituto de Terapéutica Operatoria, bajo la direc­
ción del Dr. Federico Rubio y Gali, el cual sería des­
tinado a la realización de alta cirugía y medicina
operatoria especializada. Se fundaba en España el
primer centro hospitalario docente y asistencial,
donde se realizaban nuevos tipos de cirugía.
En 1881 se inauguran diferentes especialidades:
laringoscopia, otoscopia, anatomía patológica,
electroterapia y anestesia e histología, así como un
dispensario, todas ellas dependientes del Instituto
Rubio. Asimismo, en 1885, también dentro del Ins­
tituto Rubio, se crea la sección de afecciones de
las vías urinarias.
El Dr. Cifuentes y Díaz (1881­1960), fue el fun­
dador del servicio de urología en el hospital y de la
exploración citoscópica en Madrid. Practicó las pri­
meras endoscopias urológicas.
HUNDIMIENTO DEL DEPÓSITO DEL CANAL
DE ISABEL II
Un trágico suceso, pondría de manifiesto, aún
más, la importancia del Centro. El 8 de abril de
1905, se produce el hundimiento del “tercer depó­
sito” del Canal de Isabel II[2]
en los altos de Ama­
niel. En el hospital se atenderán numerosos
heridos, conforme se recoge en la relación de
obreros heridos de fecha 10 de abril y firmada por
el ingeniero­jefe D. Carlos Santa María y García.
EL HOSPITAL DE LA BENEFICENCIA GENE­
RAL
Con fecha 2 de marzo de 1907, aparece un
artículo en la revista Blanco y Negro, al pie de una
fotografía de la época del cuerpo facultativo del
hospital, donde se ponían de manifiesto las insufi­
ciencias y dificultades que ya empezaban a acosar
al centro:
….lamentaba "que un establecimiento, modelo
entre los de su clase y único de Beneficencia ge­
neral dedicado á medicina y cirugía, tenga limitada
su acción, y hasta se encuentre amenazado por
los solares vecinos que, convertidos á plazo corto
en viviendas, le robaran el aire y la luz”. (sic)
Y se sugería la posibilidad de adquirir dichos so­
lares a fin de ampliar el hospital, dadas las necesi­
dades de Madrid.
En la Gaceta de Madrid de día 8 de mayo de
1931, se publica una orden firmada por Miguel
Maura, como director general de administración,
donde se dispone que el Hospital de la Princesa,
en lo sucesivo se denomine Hospital de la Benefi­
cencia General.
[2] Tiene este nombre al ser el “primer depósito” y “segundo depósito” los situados anteriormente en la misma zona de la
actual calle de Bravo Murillo. El “primer depósito”, de 1858, se encuentra hoy inactivo y alberga el archivo del Canal.
Gaceta felina
gv 28
EL HOSPITAL NACIONAL DE CIRUGÍA
Durante la Guerra Civil (1936­39) dada su proxi­
midad al frente abierto en la Ciudad Universitaria,
el ejército republicano convertirá el hospital en
cuartel, y éste será trasladado al Colegio del Pilar,
con el nombre de Hospital Nacional de Cirugía. En
este período será destruido el archivo del Centro.
El traslado se inició el 18 de noviembre de 1936,
utilizando la ayuda de "cuanto coche o camión
volvía del frente”. En un solo día fueron traslada­
dos unos trescientos pacientes que se alojaron en
la planta baja del colegio "sobre colchones, pero
bien abrigados por mantas... Enfermeras y mozos
se portaron de manera ejemplar... Los médicos fui­
mos yendo de manera escalonada en el metro
desde San Bernardo hasta Príncipe de Vergara”…
LA CONSTRUCCIÓN DE UN NUEVO EDIFICIO
Pasada la guerra, los desperfectos sufridos por
el edificio habían sido cuantiosos y tan graves que,
durante los años 1941 y 1943, hubieron de hacer­
se numerosas obras. No obstante, a pesar de las
mejoras, la situación del hospital era precaria e in­
suficiente. Y se intentó reconstruirlo.
Llevar a la práctica este objetivo, se presentaba
como algo complejo y que no resolvería el proble­
ma de modernización, motivo por el que se va a
llevar a cabo el viejo proyecto de construir otro
nuevo edificio que alojaría al antiguo Hospital de la
Princesa. Este se va a situar en pleno Barrio de
Salamanca, y ocupará una manzana delimitada por
las calles de Diego de León, Conde de Peñalver
(antes Torrijos), Maldonado y General Díaz Porlier
(antes Hermanos Miralles).
Gaceta felina
gv 29
Procedente el solar de la agrupación de varias
fincas, por Real Orden del Ministerio de Hacienda
se autorizó al Ministro de la Gobernación para que
se adquiriera por el precio de 985.689 pesetas, con
destino a la construcción de un hospital para bene­
ficencia general. A diecinueve de diciembre de
1929.
El edificio del antiguo Hospital de la Princesa,
fue transferido al ejército (Sanidad Militar). Fue de­
rribado en febrero de 1962.
Ya se estaba construyendo, desde los años cua­
renta el edificio que habría de albergar el antiguo
Hospital de la Princesa. Sobre una superficie de
10.000 metros cuadrados, se alzaron catorce plan­
tas, (tres de ellas en el subsuelo), constaba de 28
salas y 11 quirófanos, perfectamente equipados,
disponiendo incluso de aire acondicionado. Las
obras tardaron en realizarse más de 15 años y cos­
taron cerca de cien millones de pesetas, siendo su­
pervisadas por el arquitecto D. Manuel Álvarez
Chumillas.
El ya denominado Gran Hospital de la Benefi­
cencia General de Estado, se inauguró oficialmen­
te el día 3 de noviembre de 1955.
Con el traslado al nuevo edificio de Diego de
León, dejará de llamarse Hospital de la Princesa,
pues como ya se ha indicado, desde su construc­
ción se denominaba Gran Hospital de la Benefi­
cencia General del Estado. Dependiente de la
Beneficencia General y Obras Sociales del Ministe­
rio de la Gobernación, tenía como finalidad princi­
pal asistir gratuitamente a los pobres de
solemnidad. El traslado al nuevo edificio, con toda
la plantilla del antiguo hospital, se hará progresi­
vamente entre los años 1955 y 1956, conforme se
iban ultimando las obras.
El nuevo hospital en construcción
El hospital el día de la inauguración
Gaceta felina
gv 30
Como se ha dicho, anteriormente, se asistía a
los pobres gratuitamente, tanto en operaciones co­
mo en medicación. Quienes pudieran pagar,
podrían disponer de habitaciones individuales, con
derecho a acompañante, al precio de 100 pesetas
diarias (alojamiento y manutención) y 25 pesetas
la cama del acompañante. Corrían a cuenta del pa­
ciente las transfusiones, medicamentos, análisis,
etc. En caso de necesidad se autorizaba un acom­
pañante, y a los niños siempre se les permitía la
compañía de la madre o persona allegada.
En estas fechas se creará asimismo el servicio
de cirugía cardiovascular, dirigido por el Dr. Ernesto
Castro Fariñas, precursor de la cirugía cardíaca. En
1962 llevó a cabo la implantación del primer mar­
capasos epicárdico y en 1965 el primer heteroin­
jerto valvular aórtico.
En el hospital se atendían enfermos de benefi­
cencia de Madrid, además de los enfermos inscri­
tos en la beneficencia de provincias. También se
atendían pacientes privados, conciertos con el Se­
guro Obligatorio de Enfermedad, y otras institucio­
nes, seguros particulares y semi­beneficencia.
Según se relata en una entrevista publicada el
23 de agosto de 1959 en el semanario "Domingo",
Madrid, titulado "El antiguo Hospital de la Princesa
pasa a ser uno de los Mejores de Europa”; apare­
cen ya funcionando diferentes Servicios y Seccio­
nes. Ya se pensaba en recuperar el nombre de
Princesa, con motivo del centenario de su funda­
ción y en la realización de labores docentes, prácti­
cas y teóricas. Se creará la Escuela de Enfermeras
y las Hermanas de la Caridad eran las encargadas
de preparar en la práctica a las nuevas aspirantes
a enfermeras.
EL GRAN HOSPITAL DEL ESTADO
Las numerosas deficiencias se van a ir incre­
mentando paulatinamente a lo largo de los años
60, y puestas de manifiesto en una carta firmada
el 17 de octubre de 1973 por el cuerpo facultativo
del hospital.
El entonces Subdirector General de Centros Sa­
nitarios Asistenciales de la Dirección General de
Sanidad, Dr. Zurita, reconoce la precaria situación
del hospital y considera necesario llevar a cabo
una planificación general que resuelva estas cues­
tiones. No obstante, en 1974 la situación obliga al
cuerpo facultativo del centro a tomar medidas
drásticas, como se reflejaba en el siguiente comu­
nicado: "Funciona el equipo de guardia únicamen­
te para los enfermos ingresados y los que acudan
en estado tan grave que no puedan ser traslada­
dos... establecimiento de turnos de guardia en ca­
da servicio, el resto de médicos se dedica
únicamente a actividades académicas durante el
horario laboral"
En el mismo sentido de disconformidad se
muestra el resto del personal del centro, que se va
a poner de manifiesto en nota publicada por el pe­
riódico "Ya" en fecha 17 de febrero de 1974, "si un
hospital es inconcebible sin médicos, lo es tam­
bién sin el resto del personal" .
La situación del hospital es francamente preca­
ria, cuando el 10 de abril de 1975 se va a firmar el
convenio con la Seguridad Social, para la organiza­
ción, funcionamiento y régimen del Gran Hospital
del Estado.
En su artículo primero se indica que el hospital
será utilizado para la asistencia médico­quirúrgica
de los beneficiarios del estado, a los de la Seguri­
dad Social, y en general, en cuanto sea posible, a
quienes soliciten la asistencia con carácter privado.
Mediante este acuerdo la Seguridad Social se hará
cargo de la financiación y la gestión del Centro. En
su artículo tercero, se indica que el Hospital desa­
rrollará las funciones docentes y de investigación.
Comienza a partir de entonces, la colaboración
con la Universidad Autónoma de Madrid, que in­
cluye la formación de Médicos Internos Residentes.
Asimismo, su denominación ya es a partir de en­
tonces Gran Hospital del Estado. El convenio en­
traría en vigor el 1 de mayo de 1975.
OBRAS DE REFORMA
Lejos de merecer el calificativo de moderno,
pues, como se ha indicado previamente, ya desde
su creación adolecía de numerosas deficiencias, la
situación del centro se va a ir deteriorando y enve­
jeciendo sus instalaciones. El año 1978 con la pro­
mulgación de la Constitución española, se extiende
el derecho a la sanidad a toda la población. Se
Gaceta felina
gv 31
crea el Ministerio de Sanidad. Y se iniciarán las
obras de remodelación y modernización del hospi­
tal.
El 21 de octubre de 1977 se había constituido la
Junta Gestora del Gran Hospital del Estado, forma­
da por personas de los diferentes estamentos, ele­
gidas democráticamente, mediante voto nominal y
secreto de todos los trabajadores del Centro. Entre
sus actuaciones está la de organizar una huelga
hospitalaria que se llevará a efecto en 1978, que
tendrá como objetivo el exigir la adecuación del
centro a las necesidades asistenciales. Esta movili­
zación, conjuntamente con la presión de la Junta
Gestora y la Dirección del Centro, van a ser decisi­
vas para el inicio de las obras de renovación, prác­
ticamente integral, que van a transformar
completamente el Hospital. Y que se llevarían a ca­
bo sin dejar de prestar el Hospital su labor asisten­
cial.
Descubrimiento de la placa por S.M. La Reina Dª Sofía
El hospital en la actualidad
Gaceta felina
El 15 de octubre de 1984, esta remodelación
será inaugurada oficialmente por S.M. la reina
Doña Sofía, en cuyo acto tuvo lugar el descubri­
miento de una placa conmemorativa. También en
este año, el Hospital va a recuperar el nombre de
La Princesa, por resolución de fecha 2 de julio de
1984.
A partir de 1984, se introducen nuevas tecno­
logías, se crearán nuevos servicios, entre ellos el
Servicio de Hematología y Hemoterapia. Siendo és­
te, uno de los Centros pioneros y de referencia en
España en el campo de la Onco­Hematología.
El 9 de octubre de 1985 el hospital fue transferi­
do por la Administración del Estado a favor de la
Comunidad de Madrid. El día 13 de abril de 1994,
es aprobado el “concierto” entre la Universidad
Autónoma de Madrid y el Instituto Nacional de la
Salud. El hospital adquiere la denominación de
“Hospital Universitario de La Princesa”.
EL HOSPITAL EN LA ACTUALIDAD
El Hospital de La Princesa de hoy, convertido
en uno de los más modernos, está provisto de los
últimos avances, tanto técnicos como asistenciales.
En él se practican técnicas innovadoras, tanto mé­
dicas como quirúrgicas, dándose cumplimiento a
las funciones de Asistencia, Docencia e Investiga­
ción. Dispone de 14 plantas, 8 de ellas dedicadas a
hospitalización, el resto a servicios centrales, labo­
ratorios, radiología, consultas externas, etc. Habi­
taciones dispuestas para dos pacientes, con aseos
privados, climatización central, televisión y teléfono
propios. Asimismo, existen habitaciones individua­
les, dotadas de presión negativa, para el aisla­
miento de pacientes intervenidos de trasplante de
médula ósea. Desde 1990, se van a iniciar nume­
rosas remodelaciones parciales en el centro, el
cual se va a ir modernizando progresivamente has­
ta la actualidad.
INVESTIGACIÓN
No podemos dejar de destacar la clara vocación
investigadora que posee el Hospital Universitario
de la Princesa desde sus inicios. Ello culminó en el
año 1999, donde según datos de la Unión Euro­
pea, este centro aparecía como el primer hospital
español en productividad científica en biomedicina,
según se indicaba en un estudio del Instituto Cajal,
dependiente del Consejo Superior de Investigacio­
nes Científicas. Figurando, en este mismo estudio,
el Profesor Francisco Sánchez Madrid, en cuarto
lugar de entre los doce autores españoles con
mayor índice de producción científica.
En esta misma línea, en junio de 2004, el Hos­
pital de la Princesa presentó su Fundación de In­
vestigación Biomédica. Entre sus objetivos, está el
de desarrollar actividades de promoción y coordi­
nación de programas de investigación científica.
OTROS ACONTECIMIENTOS
El 20 de diciembre de 1996, coincidiendo con la
celebración del 145 Aniversario del nacimiento de
la Princesa, se inauguró una “Exposición Docu­
mental Permanente sobre la Historia del Hospital”,
ubicada en el propio centro, donde se exponían
fotografías de documentos sobre la creación del
mismo, así como de la princesa y la familia real, de
la construcción del nuevo edificio, su inauguración
y remodelación, documentos originales antiguos,
una pequeña galería de retratos de médicos, e
instrumental médico quirúrgico. Esta galería fue
ampliada con motivo del 150 aniversario del naci­
miento de la princesa en el año 2001.
Llegar hasta aquí, desde mediados del siglo
XIX, ha sido una tarea esforzada y valerosa, que
no hubiera sido posible sin contar con cada una de
las personas que han entregado su tiempo y sus
energías en el desempeño de esta extraordinaria
tarea, de aliviar, auxiliar y cuidar a los enfermos, a
lo largo de este más de siglo y medio de historia.
Sea este, un sencillo y respetuoso homenaje a to­
das ellas.
Este artículo se ha extraído del libro “Hospital
Universitario de la Princesa 1951‐2006”.
Editado en noviembre de 2006.
De la misma autora.
Gaceta felina
Los puentes de Praga.
Bajo esta denominación han existido en Madrid tres puentes que han unido el paseo
de Santa María de la Cabeza con la orilla occidental del río Manzanares.
Texto: Juan Pedro Esteve García
E
l primer puente que se construyó en este
lugar era metálico y surgió a mediados
del año 1925[1]
para dar paso a las reses
destinadas a ser sacrificadas en el mata­
dero de Legazpi. Era por ello que a pesar de ser su
estructura de vigas de tipo Pratt, las barandillas de
las aceras laterales estaban protegidas por chapa
metálica para hacerlas totalmente opacas hasta
una altura de un metro, y así evitar que el ganado
se asustara al verse en una posición elevada con
respecto al río. Es una fórmula que se repite casi
un siglo después, con empalizadas de madera o
setos vegetales, en los llamados “pasos de fauna”
o “ecoductos” que se dejan en las autopistas o fe­
rrocarriles de nueva construcción para que los ani­
males crucen sobre la obra sin percibir demasiado
su existencia.
Era conocido como “puente del Matadero” y es­
taba formado por dos tramos metálicos de 20 me­
tros cada uno, con una pila intermedia en el cauce
del Manzanares.
En octubre de 1932, el Ayuntamiento de Madrid
tomó la decisión de bautizar al puente como de
Praga, en homenaje a la República Checoslova­
ca[2]
, uno de los estados que habían surgido en
1918 de la desmembración del Imperio Austrohún­
garo, y que existió hasta su división en 1993 en la
que la ciudad de Praga ha pasado a ser la capital
de la República Checa.
Este puente estuvo en funcionamiento hasta la
guerra civil, poco antes de la cual, en la primavera
de 1936, se había acordado la construcción de una
nueva vía de unión del lugar con la carretera de
Toledo, de manera similar a como se haría después
del conflicto. Las obras del nuevo puente empeza­
ron en los años 40 y servían como acceso a Madrid
de la carretera 401 procedente de Ciudad Real y
El primer puente metálico de 1925. (Fuente: Revista de Obras Públicas)
[1] Revista de Obras Públicas, número 2421, pág. 36 y ss.
[2] Diario Luz, 26 de octubre de 1932, pág. 7
Crónica gatuna
gv 34
Toledo, que hasta entonces discurría por el puente
de Toledo y lo que hoy es calle de Antonio Leyva.
El nuevo trazado de la carretera 401 desde el cru­
ce del río hasta el empalme con la carretera vieja
(la plaza de Fernández Ladreda o Elíptica) fue
construido con parámetros de autopista: 60 me­
tros de anchura, carriles de tráfico rápido y vías de
servicio laterales [3]
. El nuevo puente se abrió al
tráfico en el verano de 1952, y quedó a medio
construir una prolongación de la autopista todavía
más hacia el suroeste, que debería haber sido un
enlace con la Nacional V de Madrid a Por­
tugal, pero se quedó durante largos años
en un trazado meramente local de Cara­
banchel, la Vía Lusitana.
Hasta enero de 1952[4]
estuvo en dis­
cusión el nombre que se debía dar a la
nueva construcción, a la que se acabó
bautizando como puente de los Héroes del
Alcázar de Toledo, en memoria de los mi­
litares de derechas sitiados en esta ciudad
en los primeros meses de la guerra civil.
En la decisión debió influir bastante el he­
cho de que en el nuevo reparto de Europa
surgido de la Segunda Guerra Mundial,
Praga había pasado a ser la capital de un
gobierno comunista. Sin embargo, todo el
mundo siguió conociendo al puente nuevo
con el nombre del anterior.
El segundo puente empezó pronto a
mostrar defectos en su cimentación, problemas
amplificados por la picaresca de los constructores
y la escasa calidad de los materiales que se habían
suministrado a muchas obras de la posguerra. Tras
largos períodos de observación por parte de los in­
genieros del Ministerio de Obras Públicas se llegó a
la decisión (verano de 1964 ) de demoler el puente
y sustituirlo progresivamente por uno nuevo. Fue,
por tanto, una de las construcciones más efímeras
de la historia de Madrid. Una lástima, pues estéti­
camente era sin duda el más logrado de los tres
Semisección transversal del puente metálico de 1925.( Fuente: Revista de
Obras Públicas.)
[3] Revista de Obras Públicas, número 2857­bis, pág. 105.
[4] Diario ABC, 17 de enero de 1952, pág. 15.
El segundo puente, de 1952. Foto: Autor desconocido, probablemente Ministerio de Obras Públicas.
Crónica gatuna
gv 35
Crónica gatuna
puentes que han existido en
ese lugar.
En el invierno de ese
mismo año 1964 entraron
en servicio unos puentes
metálicos provisionales para
mantener el tráfico, mien­
tras se iban derribando par­
tes del puente antiguo y
construyendo el actual, de
diseño mucho más sencillo,
a base de grandes vigas de
hormigón armado. Una de
las calzadas del tercer
puente quedó en funciona­
miento en agosto de 1968 ,
y la inauguración oficial de
la obra se produjo poco después, el 11 de octubre.
Aprovechando la obra del tercer puente se cons­
truyeron otros dos, más pequeños, para que el pa­
seo de Santa María de la Cabeza pasara a cruzar
sobre el paseo de la Chopera y la calle de Antonio
López, intersecciones que antes se hacían a nivel.
En el año 2009 se recuperó de manera oficial la
denominación de puente de Praga.
Idem foto anterior.
El segundo puente, visto desde
el aire en el sobrevuelo ameri­
cano de 1956. Todavía faltaban
bastantes años para la cons­
trucción de la M­30, pero los
arcos del puente ya estaban di­
mensionados para la conversión
de las márgenes del río en una
autopista.
Crónica gatuna
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Madrid con una
mirada distinta
fotos de Carlos Ramírez de Arellano del Rey
Madrid con una
mirada distinta
Madrid, a vista de gato
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Carlos Ramírez de Arellano del Rey
Puedes ver más fotos de este fotógrafo en:
• http://www.actiweb.es/delreycarlos/
• http://www.flickr.com/photos/delreycarlos/
• http://www.facebook.com/delreycarlos
Madrid, a vista de gato
Parque de los Hijos de Madrid
Texto: Alfonso Martínez
Fotografías: Mario Sánchez
Madrid es una ciudad que no ha sabido tratar históricamente a sus estatuas de una
forma adecuada. Conocida es la interminable danza que han hecho las esculturas
urbanas de la Villa, yendo de plaza en plaza y de esquina en esquina, intentando
encontrar un lugar donde reposar definitivamente. Por otro lado es cierto que en
comparación con las capitales de nuestro entorno, no parece que tengamos una
cantidad considerable de ellas.
Esto ha sido motivo de preocupación desde tiempos pasados para muchos (entre
ellos Mesonero Romanos(1)) que sentían la necesidad de que la capital del estado
español fuese capaz de competir con las grandes urbes europeas en este aspecto que,
a la postre, no es más que el reconocimiento de un país a sus glorias nacionales.
En este ámbito existió una propuesta, a princi­
pios del siglo XX, sobre la creación de un llamado
Parque de los Hijos de Madrid.
La idea, aun cuando no sea descartable alguna
tentativa anterior, nace en 1904 del concejal repu­
blicano Justo Morayta que consiguió llevar adelan­
te en el ayuntamiento una proposición para crear
un espacio público donde homenajear a los madri­
leños de pro.
Fue aprobada sin mayor problema entre otras
cosas por la sencillez del proyecto, desarrollado en
solo seis artículos y en el que se aprecia la inten­
ción de que fuese algo barato para el erario muni­
cipal, porque, es a todas luces evidente que,
además del supuesto histórico desinterés de las
autoridades de la Villa por ornar de una forma de­
bida las vías siempre se había adolecido del pro­
blema de la falta de fondos para ocuparse de estas
materias.
El Sr. Morayta ya en el primer párrafo de su ex­
posición es absolutamente directo sobre nuestra
desidia: “Ninguna población del mundo tiene más
en olvido, que la Villa de Madrid, sus glorias loca­
les” y apoya su afirmación en el hecho de que
aparte de Eloy Gonzalo y el nombre de algunas
calles, nada hay que conserve la memoria de los
madrileños ilustres en la ciudad, ya que si existen
estatuas de ellos no es por su condición de hijos
[1] En Rápida ojeada sobre el estado de la capital y los medios de mejorarla, dentro de su Manual de Madrid (1831) habla de
la necesidad de dotar de estatuas a la ciudad y, en concreto menciona la carencia casi inexplicable que había de efigies de
los reyes en las calles de Madrid.
Gatópolis, por tejados y jardines
gv 64
ilustres sino por sus méritos, normalmente los lite­
rarios.
La idea que sugiere consiste en la colocación de
una serie de bustos de tamaño natural de aquellos
de nuestros paisanos de cualquier sexo y etapa
histórica que hubiesen alcanzado la celebridad,
con el requisito de haber muerto al menos, diez
años antes de la fecha de la colocación. Deberían
ser de piedra o metal (evita citar el mármol, bron­
ce y otros materiales caros) y los pedestales no
obedecerían a ningún estilo fijo predeterminado,
debiendo figurar en estos los datos básicos: nom­
bre, apodo en caso de tenerlo, fechas de naci­
miento y muerte y el nombre de quienes han
costeado la estatua.
Para gestionarlo el Ayuntamiento nombraría una
comisión de cinco concejales, cuya principal fun­
ción, aparte de vigilar los trabajos pertinentes para
la colocación de las imágenes, era la de instar a
organismos estatales y privados para que patroci­
nasen por su cuenta cada una de las piezas. En
concreto menciona a “el Jefe del Estado, el Sena­
do, el Congreso, la Iglesia, la Universidad, el Ejér­
cito, la Marina, la nobleza, los Círculos de Bellas
Artes, Mercantil, Industrial, los Casinos, las Aso­
ciaciones, de los Autores dramáticos, de la Pren­
sa, de Actores y hasta de toreros” (2)
y es que la
cuestión era involucrar al mayor número de enti­
dades posible. El consistorio contribuiría con
50.000 pesetas al año destinadas en su mayor
parte a la construcción de los bustos. De nuevo el
proponente hace hincapié en las economías cuan­
do asegura que “no se trata de hacer obras artísti­
cas de altos vuelos”, lo importante era honrar la
memoria de nuestros naturales.
La cuestión no era el hacer una sola serie, sino
que anualmente se fuesen colocando algunos has­
ta conseguir la formación del parque. El lugar que
se sugiere es el Retiro y más concretamente la zo­
na circundante al Palacio de Cristal, lo que fue re­
cinto de la Exposición de las Filipinas, y que
pasaría a denominarse Parque de los Hijos de Ma­
drid. La fecha prevista para su inauguración sería
el 15 de mayo siguiente(3)
y se haría con el proto­
colo de una reunión solemne municipal en el Pala­
[2] El País (28/07/1904)
Gatópolis, por tejados y jardines
gv 65
cio de Cristal y la lectura de textos sobre los per­
sonajes inmortalizados ese año. Evidentemente
esto, aunque aprobado, no llegó a nada.
Hubo intentonas de resucitar el proyecto. Tres
años más tarde Miguel Morayta, hijo de Justo y
también político del partido republicano federal y
catedrático de Historia en un artículo en El País(4)
intenta espolear al alcalde Alberto Aguilera para
que se retome y se ubique en el parque del Oes­
te(5)
. En lo elemental no aporta gran cosa sobre la
idea original pero apunta elementos que merecen
reseñarse, como que en el tiempo que quedaba
hasta el 15 de mayo (cuatro meses) “podrían
inaugurarse fácilmente 25 ó 30 de estos modestí­
simos monumentos” y el resto del año se podría
construir otra cantidad similar. Cifra en torno a las
dos mil o dos mil quinientas pesetas la suma que
precisarían los patronos, instituciones y particula­
res, en erigir una estatua. Señala algo cierto: el
trabajo burocrático de la aprobación municipal es­
taba ya hecho y eso es algo que se ahorraba. La
comisión tendría menos peso municipal: dos con­
cejales, el cronista de la Villa, y algunas personas
más (sin cuantificar) debidamente cualificadas.
Remata citando el nombre de algunos de los ma­
drileños que deberían estar representados: “María
de Zayas, Claudio Coello, doña Quintina de
Guzmán, Quevedo, Calderón, Lope de Vega, Ma­
tilde Díez, Carlos III, Aben Crispín, el judío Gi­
limón, Isabel la Católica, Gonzalo el Comendador
de Alcántara, Ramón de la Cruz, Mario Abascal,
Doña Beatriz de Galindo, Bonifacio Gutiérrez, y
hasta Cúchares”(6)
. Como era de imaginar tampo­
co obtuvo el más mínimo éxito.
Mientras el parque del Oeste se va configurando
como un lugar propicio para la colocación de mo­
numentos y lápidas conmemorativas y periódica­
mente van solicitándose algunas para los
madrileños. A veces esta petición hace un camino
inverso, así es el alcalde Aguilera el que pide en
1909 al Círculo de Bellas Artes que ayude para eri­
gir este tipo de estatuas, en concreto a D. Ramón
[3] Excesivamente optimista parecía esto ya que la propuesta es de fecha 27 de julio y es de suponer que en apenas diez meses
no es imaginable que hubiese una sola estatua.
[4] El País (15/01/1907)
[5] En el texto aparece, en lo que supongo una errata, como el Parque del Este.
[6] Como se puede observar hay imprecisiones considerables
Gatópolis, por tejados y jardines
gv 66
de la Cruz y a Mesonero Romanos(7)
. Y es que pa­
rece ser que la idea le era grata a Alberto Aguilera
que intentaba engalanar lo más posible su querido
parque. La Ilustración Española y Americana aña­
de a los dichos los nombres de Larra, Hartzen­
busch y los Moratines(8)
.
En 1917 de nuevo renace la idea en la prensa.
En este caso es el periodista Luis Araujo­Costa
desde su tribuna en La Época(9)
quien intenta re­
sucitar el Parque. Esta vez a quien se intenta con­
vencer es al alcalde José de Prado y Palacio, al que
“dora la píldora” tachándole de hombre culto y
buen conocedor de las capitales europeas. El mo­
delo que propone imitar este periodista es el Tier­
garten berlinés, y sugiere como sitios idóneos para
su ubicación, aparte de El Retiro, el parque del
Oeste o el “novísimo Parque de la Arganzuela”. El
poco coste también es parte importante en este
caso porque “basta con que los monumentos sean
de buen gusto. No necesitan ser de pórfido, ni de
mármol pentélico, ni de bronce de Corinto”. En es­
te caso apoya su petición en el carácter didáctico
de las estatuas públicas haciéndonos ver que mu­
cha gente sabe de la existencia de los reyes godos
gracias a las estatuas de la plaza de Oriente y que
estos monumentos urbanos, en palabras de José
María Valdés y Rubio, “sirven para enseñar y re­
cordar a las generaciones las vidas y los hechos
de los grandes hombres”. Hace también su lista de
merecedores a figurar en la nómina de madrileños
ilustres metiendo entre otros y aparte de los de
siempre a algunos como González de Clavijo, Ló­
pez de Hoyos, el licenciado Francisco Vargas, Cara­
muel, Salas Barbadillo, el duque de Osuna o
Francisco Silvela.
Al año siguiente, 1918, el concejal Francisco Sil­
va dirige un escrito al ayuntamiento pidiendo que
se dé cumplimiento a la proposición de 1904, y
que se haga en el sitio pensado en aquel enton­
ces(10)
. Aparte de los argumentos consabidos adu­
ce la ausencia de efigies para una multitud de
nuestros paisanos que gozan de la simpatía y el
cariño del pueblo. En la reseña que hace de esto
El Heraldo Militar se dice que el consistorio no
habría de sufragar más de uno o dos bustos, sien­
do los demás por cuenta de las instituciones que
colaborasen.
Desconozco si hubo más intentonas sobre este
asunto, que quedó nada más que en palabras y en
no muchas líneas. El Parque de los Hijos de Madrid
fue uno más de los buenos proyectos abortados
que hubiesen venido muy bien para el adorno y la
cultura de la ciudad.
No obstante no todo el mundo comparte la idea
de que las estatuas son buenas o necesarias en los
parques, así Antonio Zozaya, en su artículo El de­
senfreno del mármol(11)
se declara enemigo de
ellas, entiende que son estorbos visuales, cenota­
fios, restos de cementerio que entorpecen a la na­
turaleza, que es la que debe vivir en los jardines,
el lugar donde deben jugar los niños y pasear los
enamorados y dejar las piedras, los bronces y los
mármoles, meras alegorías mortuorias, para otros
lugares.
[7] El Imparcial (10/11/1909)
[8] La Ilustración Española y Americana (28/11/1909)
[9] La Época (04/10/1917)
[10] El Globo (14/04/1918)
[11] La Esfera (11/05/1918)
• Historia de los monumentos de la Villa de
Madrid. (1909) José Rincón Lazcano.
• Manual de Madrid. Descripción de la Villa y
Corte. (1831) Ramón de Mesonero Romanos.
‐ El País (28/07/1904)
‐ El País (15/01/1907)
‐ El Imparcial (10/11/1919)
‐ La Ilustración Española y Americana (22/11/1909)
‐ La Época (04/10/1917)
‐ El Globo (14/04/1918)
‐ El Heraldo Militar (13/04/1918)
‐ La Esfera (11/05/1918)
‐ El Globo (27/01/1919)
FFUUEENNTTEESS CCOONNSSUULLTTAADDAASS
Gatópolis, por tejados y jardines
gv 67
Aportando al mundo.
En Madrid, donde siempre fuimos "poquita cosa", podríamos presumir de ser la
capital de nación europea situada a mayor altitud. Sí, aunque parezca mentira, el
ranking de las diez situadas a mayor altitud, que incluyo para los escépticos, sería:
Madrid ­ 609m; Sofía – 586m; Ginebra – 420m; Luxemburgo – 376m; Praga –
420m; Moscú – 190m; Viena – 183m; Budapest – 151m; París – 118m; y Lisboa –
114m, siendo las cinco situadas más bajas Berlín (37m), Londres (24m), Oslo (20m),
Copenhague (5m) y Ámsterdam (­4m).
Texto: Arístides Álvarez Domínguez
P
odríamos presumir, cierto, pero no veo
que esto sea como para ello (ya lo sé, eso
se debe a que aún no está suficientemen­
te desarrollada mi vena nacional/indepen­
dentista), sobre todo habida cuenta que este
hecho ha servido para que Madrid sea también la
única capital de nación europea sin un río impor­
tante y una de las tres sin puerto, bien fluvial o
marítimo… Y es que, claro, a tanta altitud, ¿cómo
va a existir un río medio decente?. Porque, mucho
Danubio, mucho Danubio, pero éste nace a sólo
680m, es decir, escasos 80 metros más que la altu­
ra de Madrid…
También es cierto que pese a todo, nuestro
Manzanares puede presumir de haber sido nom­
brado por los más insignes personajes de España,
como Quevedo a la construcción del Puente de Se­
govia:
“Manzanares, Manzanares
arroyo, aprendiz de río
platicante de Jarama
buena pesca de maridos
y aunque un arroyo sin bríos
os lave el pie diligente
tenéis un hermoso puente
con esperanza de río"
O Lope de Vega al ser preguntado por el corre­
gidor sobre el mismo puente:
“No voy a dar una opinión, sino un consejo,
señor corregidor: que la Villa de Madrid, una de
dos, se compre un río o venda el puente”
O Góngora sobre el mismo puente
“Duélete de esa puente, Manzanares,
mira que por ahí dice la gente
que no eres río para media puente
y que ella es puente para treinta mares”
O Tirso de Molina, cuando sobre el Manzanares
escribe lo de
“como Alcalá y Salamanca
tenéis, y no sois colegio
vacaciones en verano
y sólo curso en invierno”
O Rhebiner, embajador alemán, que alega que
el Manzanares tiene la ventaja de “ser navegable
en coche y a caballo”
O Alejandro Dumas, que cuando un aguador le
ofrece un vaso de agua, bebe sólo la mitad, devol­
viendo la otra mitad al aguador porque al manza­
nares le hacía más falta.
No obstante, es indudable que esto se ha inten­
tado corregir ya desde antiguo. Así, en tiempos de
Juan II de Castilla, es decir, más de cien años an­
tes de la capitalidad, ya se pensó en hacer más
caudaloso el Manzanares trayendo el Jarama hasta
Madrid y haciéndolo desembocar en el primero por
la calle de Segovia... algo que quedó en nada
cuando descubrieron que el Manzanares en Madrid
está más alto que la cuenca del Jarama (detalle
importante, como podemos comprender).
Fue con Felipe II que se concibió el primer pro­
yecto para convertir el Manzanares en navegable:
Su idea era poder embarcarse en su alcázar de
Madrid para desembarcar en Lisboa... pero quedó
en idea, claro.
Retornó la idea de nuevo en 1777, cuando don
Pedro Manrique comenzó a construir un canal na­
vegable desde el puente de Toledo hasta el río Ja­
Curiosidad gatuna
gv 68
rama. Consiguió llegar con el canal a Vaciamadrid,
ayudándose de siete esclusas y cuatro molinos, y
Carlos III llegó a navegar por él... hasta que por
fin se dieron cuenta que el canal iba “cuesta arri­
ba” y, claro, eso en un río pues como que no que­
daba muy bien.
Al final, de todos estos intentos infructuosos,
quedó para Madrid la Pradera del Canal, de la cual
a día de hoy sólo queda el parque de la Arganzue­
la, donde dio comienzo una de las tradiciones ma­
drileñas que, con el paso del tiempo, se extendió
al resto de España e incluso de la América Hispa­
na.
Era costumbre en Madrid que los obreros (lla­
mados menestrales por aquellos entonces), los
funcionarios de la corte (¿por qué les llamarían
“covachuelistas”?) y los criados tomasen las once,
que consistía en la costumbre de estos empleados
de a esa hora, habida cuenta que el almuerzo se
realizaba tarde, matar el gusanillo con un trozo de
pan, un vaso de vino y algo para aderezar el pan...
utilizándose de habitual queso, algo de carne
cuando la había o, más normalmente que la carne,
una sardina, bien asada o en escabeche.
Llegado Carlos III a la Corte, muy católico el
hombre, decidió que en la Corte no habría carne
durante la cuaresma (es decir, del miércoles de ce­
niza al domingo de Ramos), y que, además, se
aplicaría el ayuno en esta época, suprimiendo el
pequeño tentempié de las once.
Y fue que los obreros madrileños de la época,
tan humorados como los actuales, tomaron la cos­
tumbre de acudir el miércoles de ceniza a la Pra­
dera del Canal (hoy en día parque de la
Arganzuela) y, en medio de una juerga de las que
dejan secuela, enterrar una sardina como símbolo
del tentempié eliminado durante esa época, dando
origen a esta costumbre ya extendida por todo el
orbe
Otra tradición cuenta que el origen se encuen­
tra, si bien en la misma época, en otra circunstan­
cia, y es que parece que Carlos III organizó una
fiesta en la plaza de Ópera y, para cumplir con la
abstinencia, mandó traer sardinas. Sin embargo,
los calores, ajenos a la época, estropearon los pe­
ces, impidiendo pudieran ser ingeridos, organizan­
do el pueblo sobre la marcha un simulacro de
entierro en la Casa de Campo.
Pero a mí, particularmente, me gusta más y me
ofrece más credibilidad la versión anterior
El Manzanares visto desde el puente de la Reina (Fotografía de David de Tapia Visiedo)
Curiosidad gatuna
gv 69
La Avenida de la Reina Victoria.
Extremo occidental de las “rondas” del ensanche, esta importante vía une la
glorieta de los Cuatro Caminos con la plaza del Presidente García Moreno, que
sirve de puerta a la Colonia Metropolitano. En gran parte de su recorrido, la
avenida dispone de uno de los pocos “bulevares” que sobrevivieron a la supresión
de estos espacios peatonales en las décadas de 1960 y 1970.
Texto y fotografías: Juan Pedro Esteve García
1. Antecedentes históricos.
A
finales del reinado de Isabel II se
aprobó el denominado Plan Castro de
ensanche de la ciudad de Madrid, para
extender el perímetro del casco urbano a
zonas que hasta entonces eran campo. El derroca­
miento de esta reina por la revolución de 1868 dio
lugar a otro hecho que facilitó enormemente la ex­
pansión de la ciudad, cual fue el derribo del último
cinturón de murallas que quedaba en funciona­
miento, que había sido levantado por iniciativa del
rey Felipe IV en el siglo XVII. La artillería de la se­
gunda mitad del siglo XIX ya era capaz de causar
daños rapidísimos a estas fortificaciones, y por otra
parte, desde globos aerostáticos era posible lanzar
granadas u otros explosivos al interior de los recin­
tos, por lo que la utilidad militar de las murallas se
consideraba desaparecida.
El derribo de las murallas tuvo, aparte de sus
implicaciones urbanísticas de dar carta blanca al
Plan Castro, un alto valor simbólico de ruptura con
la monarquía borbónica, y entre 1868 y 1869 se
derribaron otras muchas construcciones de la ciu­
dad con la intención psicológica de convencer a la
población de que venía un “tiempo nuevo”. Así de­
sapareció lo que quedaba del Cuartel de Monte­
león o del Pósito de la Villa, que había sobrevivido
unos años como almacén de escenarios para los
teatros. Los años comprendidos entre 1868 y 1875
fueron de enorme conflictividad política, y en ellos
se sucedieron el reinado de Amadeo I, primer y
único rey de la casa de Saboya en España, la Pri­
mera República y el golpe de estado que devolvió
a los Borbones al poder en la persona de Alfonso
XII, hijo de Isabel II.
En este periodo de Alfonso XII fue cuando se
fueron iniciando muchas obras de la urbanización
del Ensanche de Madrid, desde el trazado de las
antiguas murallas hasta el nuevo perímetro fijado
para la ciudad, que no tenía murallas pero sí un
foso exterior, con fines primero militares y luego
fiscales, pues aseguraba que los carros que quisie­
ran entrar en Madrid con mercancías tuvieran que
acceder a la urbe forzosamente por determinadas
carreteras, sin buscarse atajos que les permitieran
saltarse los fielatos o puntos de recaudación de
impuestos. El foso abarcaba, en el sentido de las
agujas del reloj, un trazado que empezaba en la
actual Glorieta de los Cuatro Caminos, y que bor­
deaba Madrid por el Este por los ejes que ahora
son las calles de Raimundo Fernández Villaverde,
Joaquín Costa, Francisco Silvela y Doctor Esquer­
do.
2. Ensanche hecho por donde no había foso.
El foso ya figura en la primera edición de 1875
del Mapa Topográfico Nacional (hoja 559) aunque
es bastante probable que las obras efectuadas pa­
ra entonces fueran de tamaño muy reducido, y
destinadas más a mitigar el problema del paro que
a profundizar el foso. En 1903 ya hay noticia[1]
de
que se inician obras más en serio, que se van con­
tinuando durante 1904 y 1905, y la obra alcanzó
plena utilidad fiscal el 1 de julio de 1907, cuando
los “fielatos” de Madrid fueron trasladados al perí­
metro del foso. Hasta 1910 siguió habiendo pro­
blemas con la expropiación de algunas fincas, y
para entonces ya se hablaba abiertamente de que
la obra fuera reconvertida en un “Paseo de Ronda”
o carretera de circunvalación.
Del trazado original previsto para el Foso quedó
sin construirse la parte comprendida entre la finca
de la Moncloa y la glorieta de los Cuatro Caminos,
y esa zona quedó como puramente semirrural has­
[1] Diario El Día, 07/10/1903, página 2.
Gatópolis, por tejados y jardines.
gv 70
ta que en 1917 se inicia la planificación de una
nueva gran obra pública en Madrid, que dará lugar
a la urbanización de parte de lo previsto con un
proyecto algo diferente. En 1917 se constituye la
empresa del Ferrocarril Metropolitano, cuya prime­
ra línea iba a ser de la Puerta del Sol a Cuatro Ca­
minos, para descongestionar las saturadas líneas
de los tranvías que hacían ese trayecto por las ca­
lles de Fuencarral o de Hortaleza. Este ferrocarril
subterráneo se abrió en 1919, y sus promotores,
los ingenieros Miguel Otamendi, Carlos Mendoza y
Antonio González Echarte, buscaron la manera de
dar más viajeros a la línea 1 urbanizando varios te­
rrenos próximos a la glorieta de Cuatro Caminos,
hasta entonces apartados del centro de la ciudad,
pero ahora con tren directo a la Puerta del Sol.
Los negocios urbanísticos de la compañía del
Metro llevaron a la creación, primero, de la Urbani­
zadora Metropolitana, y posteriormente de la In­
mobiliaria Metropolitana, precursoras de la actual
METROVACESA, y se centraron en esos años en
dos tipos de construcciones claramente diferencia­
das. Por una parte, en el sector limítrofe con la
glorieta de Cuatro Caminos y las cocheras del nue­
vo ferrocarril, una gran avenida, con edificios de
gran altura, como continuación por el oeste del
Paseo de Ronda que planeaba el Ayuntamiento.
Por otra parte, en el terreno comprendido entre el
final de la avenida y la finca de la Moncloa, una
colonia de tranquilos chalets. La colonia fue bauti­
zada como Parque Urbanizado Metropolitano, o
simplemente “colonia Metropolitano” y la avenida
como de la Reina Victoria, en honor de la mujer de
Alfonso XIII. Los primeros edificios se fueron ter­
minando entre los años 1919 y 1923, y los últimos
surgieron en el extremo occidental de la avenida
ya entrada la década de 1970. En origen, toda la
avenida contaba con dos aceras laterales y un bu­
levar central, que fue suprimido entre Cuatro Ca­
minos y el hospital de la Cruz Roja para permitir la
construcción del paso elevado, o “Scalextric” de
unión con la calle de Raimundo Fernández Villa­
verde, en el año 1969.
El tramo de bulevar central más próximo a la glorieta de los Cuatro Caminos fue suprimido en 1968 para dar paso a las obras
del “Scalextric”. La sustitución de este puente por una pareja de túneles en 2005 permitió recuperar espacio peatonal en un
tramo de la superficie, que sirve de bulevar o de zona de espera para algunas líneas de autobuses urbanos. Los edificios que se
ven al fondo son los portales 13 y 15, de los más modernos de esa parte de la avenida.
Gatópolis, por tejados y jardines.
gv 71
Las cocheras del Metro tienen acceso a las líneas 1 y 2 y fueron el primer
edificio en construirse del proyecto de la avenida. Actualmente se
encuentra en proyecto una gran reforma de este complejo ferroviario para
añadir una nueva playa de vías subterránea, de cara a una hipotética
prolongación desde Moncloa de la línea número 3. Sobre ambos niveles de
vías, el actual y el futuro, se preveía también la construcción de nuevos
edificios de viviendas antes del estallido de la burbuja inmobiliaria.
El Mercado de San Antonio. En su interior albergó desde carnicerías hasta
fotocopiadoras para los estudiantes, tiendas de caramelos... y el
“Jeromín”, uno de los mejores asadores de pollos de todo Madrid. Hace
pocos años fue convertido en un anodino bloque de pisos, aunque
respetando la fachada original.
3. De Cuatro Caminos al cruce con
el Canal de Isabel II, acera de los
impares.
Iniciaremos nuestro viaje por la ave­
nida de la Reina Victoria en sentido es­
te­oeste, cuesta abajo desde Cuatro
Caminos a García Moreno. Estas man­
zanas se ocuparon enseguida por la
presencia de un eje ya concurrido como
era la carretera de Irún, actual calle de
Bravo Murillo, y de las cocheras y talle­
res del Ferrocarril Metropolitano.
4. De Cuatro Caminos al cruce con
el Canal de Isabel II. Acera de los
Pares.
El elemento más característico de
esta parte de la avenida son los edifi­
cios “Titánic”, terminados en 1923 y lla­
mados así por asemejarse el conjunto a
un barco si se le veía desde lejos. Ocu­
pan la parte comprendida entre Cuatro
Caminos y la calle de Castillo Piñeiro,
llamada así, como la de Adela Balboa,
para honrar a los promotores del Hospi­
tal de San José y Santa Adela, puesto
en servicio en 1913 por un patronato de
la Corona y desde 1918 en manos de la
Cruz Roja. En el momento de su cons­
trucción, los edificios Titánic se consi­
deraban más lujosos que los de la Gran
Vía, y llegaron a albergar los Almacenes
Progreso, el Cine Metropolitano (demo­
lido para dar lugar al actual Hotel Jardín
Metropolitano) la pastelería Escobar,
que era famosa por sus cajas de pastas,
y las cafeterías Bohío y La Tropical.
5.Del cruce con el Canal de Isabel
II al final de la avenida. Acera de
los impares.
El primitivo Canal de Isabel II de
1858, hoy llamado “Canal Bajo”, se cru­
za por la avenida en el punto de paso
de la actual avenida de Pablo Iglesias,
que coincide con una antigua callecita
llamada de Becerril que pasaba junto a
Gatópolis, por tejados y jardines.
gv 72
La calle del Marqués de Lema, perpendicular a
la avenida por el sur. Esta calle es una de las
más tranquilas de la ciudad, y su silencio con­
trasta con el bullicio de Reina Victoria. Mantie­
ne su empedrado de adoquines original, y
durante un tiempo fue el tramo norte de la calle
de Escosura. Cuando se fueron construyendo en
medio instalaciones como el Tercer Depósito del
Canal de Isabel II y el Parque Móvil Ministerial,
se abandonó la idea de finalizar esa calle, y los
trozos que ahora quedan son Marqués de Lema,
Boix y Morer y la Escosura original.
Las casas números 9 y 11 de Marqués de Lema
son unos de los edificios más curiosos de esta
zona. La fachada occidental que vemos daba en
origen a un camino de servicio del Canal de
Isabel II sin edificaciones. Durante la Guerra
Civil, las ventanas fueron tapadas con colchones
y sacos terreros para evitar la entrada de balas
perdidas procedentes de los cercanos combates
de la Ciudad Universitaria. Posteriormente, al
construirse la avenida que hoy conocemos como
de Pablo Iglesias, el trozo del camino de servi­
cio quedó dentro de una manzana a modo de
una especie de patio interior. Proyectos hubo de
hacer pasar por este lugar una prolongación del
Paseo de San Francisco de Sales para enlazar
con Reina Victoria, pero finalmente se constru­
yeron los bloques números 13 y 15 de la propia
Reina Victoria, de los últimos de Madrid en te­
ner suministro eléctrico a 125 voltios.
Gatópolis, por tejados y jardines.
gv 73
Ginkgo de la Fuente del berro en Enero
La clínica del Trabajo. Fue construida por el antiguo Instituto Nacional de
Previsión y en la actualidad se halla integrada en la red sanitaria de la
comunidad de Madrid como Centro de Salud Reina Victoria. A su
izquierda vemos los bloques números 15, 17 y 19 de la avenida.
El "Titánic" visto por la proa, es decir, por la parte de la glorieta de los
Cuatro Caminos. Sigue siendo un edificio imponente cuando ya está muy
próximo a cumplir los cien años del inicio de su construcción.
los edificios de la Cruz Roja situados en
la esquina noroeste del cruce. Un poco
más abajo del actual trazado de la ave­
nida pasaba otro Canal de Isabel II, la
Acequia de Riegos del Norte, que ser­
penteaba desde esta zona camino de la
Dehesa de la Villa. Cuando la Urbaniza­
dora Metropolitana construyó la aveni­
da, el antiguo trazado de la acequia fue
sepultado por el terraplén y el cauce de
agua pasó a nacer algo más arriba, un
poco al norte del complejo de la Cruz
Roja, punto en el que se separaba del
“Canal Bajo” subterráneo.
6. Final de nuestro recorrido. Acera
de los pares desde la Cruz Roja
hasta la glorieta del Presidente
García Moreno.
En este trayecto del recorrido encon­
tramos la pequeña calle de Los Vascos,
que como la del Marqués de Lema
mantiene un aire de tranquilidad semi­
rrural, y que hasta hace poco conserva­
ba un núcleo de pequeñas fábricas y
talleres. De allí salía una línea regular
de camiones, pintados de verde, amari­
llo y gris­plata, que hacía portes de
mercancías desde Madrid a la zona de
Sanabria. Más abajo, en otros edificios
de Reina Victoria, se halla todavía hoy
la Bodega Metropolitano, donde se
reunían los hinchas del Atlético de Ma­
drid a la salida de los partidos de fútbol
del desaparecido estadio Metropolitano.
Más abajo todavía está la clínica de
Nuestra Señora de Loreto, lugar de na­
cimiento del actual príncipe heredero al
trono de España, Felipe de Borbón.
Gatópolis, por tejados y jardines.
gv 74
Placa del "Titánic" que señalaba la presencia de
un locutorio público de teléfonos, en la época en
que disponer de teléfono propio en los domici­
lios estaba solamente al alcance de los bolsillos
más pudientes.
Donde estuvo el locutorio ahora hay un esta­
blecimiento de cambio de moneda y transferen­
cia de remesas, destinado a la muy numerosa
comunidad hispanoamericana que vive en las
calles aledañas a Bravo Murillo desde Cuatro
Caminos a la Plaza de Castilla. Otro negocio
desaparecido de este bloque era la tienda de
modas Oviedo. El supermercado SARMA ha si­
do luego Galeprix, Hiper del Barrio, Simago y
Carrefour... Se sigue manteniendo el Bar Rubí, y
la antigua tienda de electrodomésticos IVARTE
es ahora una hamburguesería de la cadena Mc
Donald's.
Edificio original del Hospital de la Cruz Roja, institución que luego fue construyendo más edificios en los alrededores
Gatópolis, por tejados y jardines.
gv 75
El bulevar superviviente cubre la parte de Reina
Victoria comprendida desde Ibáñez Ibero hasta
la glorieta del Presidente García Moreno.
Sobrevivió a la supresión de otros bulevares
madrileños entre 1968 y 1972, y durante los
años 80 el antiguo Kiosco­Bar “El Parque” fue
remodelado con el edificio que vemos en la
imagen, ahora bautizado como “La Hacienda”
por la presencia al lado del enorme edificio de
la Delegación de Hacienda, uno de los últimos
en edificarse de toda la avenida. En 1997 se
llegó a temer por el futuro del bulevar durante
la construcción de un aparcamiento
subterráneo, pero finalmente las protestas
vecinales consiguieron que al término de las
obras se mantuviera este elemento histórico de
la zona. El aparcamiento ocupa el espacio entre
la superficie y la estación Guzmán el Bueno de
la línea 6 del Metro, abierta en 1987.
La calle de Los Vascos. Un oasis de paz en
medio del barullo de la gran ciudad. Se llama
de los vascos por ser de este origen los
promotores del Ferrocarril Metropolitano, la
colonia Metropolitano, el estadio Metropolitano
y casi todas las obras que dieron origen a esta
parte de Madrid. La gran cantidad de hormigón
que necesitaban los grandes edificios como los
Titánic precisaba de encofradores y otros
obreros especializados que fueron traidos del
norte y alojados en esta zona durante los
trabajos.
Colegio de las monjas dominicas. Otro de esos
remansos de paz intercalados entre los grandes
bloques de ladrillo y hormigón. Aquí termina la
avenida de la Reina Victoria y empieza la de la
Moncloa, que baja a la Ciudad Universitaria
con un trazado mucho más estrecho y unas
rampas mucho más pronunciadas. Aquí
finalizaba la línea del tranvía que recorría
Reina Victoria y finaliza la línea del autobús 45
de la Empresa Municipal.
Gatópolis, por tejados y jardines.
gv 76
La Gatera de la Villa nº 12
La Gatera de la Villa nº 12
La Gatera de la Villa nº 12
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La Gatera de la Villa nº 12

  • 1. EEll HHoossppiittaall UUnniivveerrssiittaarriioo ddee LLaa PPrriinncceessaa LLaa GGaatteerraa ddee llaa VViillllaa Ilustra, entretiene y además es ecológica. La primera revista digital sobre Madrid FFoottooggrraaffííaa::""CCiibbeelleess..BBaannccooddeeEEssppaaññaa""AAuuttoorr::CCaarrlloossRRaammíírreezzddeeAArreellllaannooddeellRReeyy El café de Francia y el café de París del pasaje Matheu La Avenida de la Reina Victoria Parque de los Hijos de Madrid Número 12 / Diciembre de 2012
  • 2. gv 2 Biblioteca, foto de Juan Pablo Martínez Pradales foto de Carlos Ramírez de Arellano del Rey
  • 3. Se acabó el 2012, y al final, no se acabó el mundo, al menos de la manera que prometían agoreros de ultramar o guionistas tele­ visivos. No ha explotado el acelerador de partículas de Ginebra, ni ha caído un meteorito, ni ha sido liberado Satanás de prisión al­ guna, ni las aguas han subido de nivel para engullirnos a todos. Los propios humanos tenemos mecanismos para aniquilarnos co­ mo especie civilizada mucho más efectivos que todo eso: hipote­ cas subprime, fuga de cerebros, vandalismos diversos... La frontera natural y cultural del estrecho de Gibraltar hace mucho tiempo que lleva cobradas más vidas que el famoso muro de Berlín, y al paso que vamos pronto veremos las primeras pateras partir de las playas de Santander camino de tierras inglesas o ale­ manas. El Apocalipsis no es amigo de entradas súbitas en escena, y ya lleva instalado entre nosotros un tiempo. Ha ido actuando de ma­ nera muy pausada para que no nos demos cuenta. Pero estar, está. Instituciones que llevaban funcionando largo tiempo con ex­ celentes referencias, como el Hospital de la Princesa o la emisora de radio Onda Madrid, están ahora al borde de la desaparición o de quedar reducidas a caricaturas simbólicas de lo que fueron. Los que quedamos en pie, trataremos de afrontar el 2013 lo mejor que podamos. Fechas emotivas por definición las que nos rodean. Navidad en el Año Europeo de la Solidaridad Intergeneracional. La niña abrirá un paquete del que saldrá una muñeca. La abuela en­ señará a la nieta su muñeca de antaño. La niña prefiere la muñe­ ca "vieja", porque es la que es moderna de verdad. La muñeca del invierno 2012­2013 tiene unos ojos que son meras pegatinas so­ bre el rostro de plástico. La muñeca de muchos inviernos atrás tiene unos ojos con relieve, con párpados que se abren y se cie­ rran. La niña no es tonta, y sabe que el cambalache del siglo ac­ tual le está dando no gato, sino ratón por liebre. Algún día alguien quizá le explique que la muñeca de su abuela la fabricó un hom­ bre libre, y la suya, un esclavo. Papá Noel tiene hoy ojos rasgados. 2012 ha sido en Madrid el año de la Operación Emperador, en la que se confirmó lo que to­ dos sospechábamos: el expansionismo y pujanza del Imperio del Centro no nos están saliendo gratis, sino que tienen una cara oculta de ciudades sin ley a apenas una quincena de kilómetros de la Puerta del Sol. De ellas no salen guerreros de terracota, sino muñecas sin alma. Papá Noel de ojos rasgados gv 3 nº 12
  • 4. 03 | Editorial nº 12 04 | Créditos e índice 06 | El café de Francia y el café de París del pasaje Matheu 11 | Algunos oficios ya perdidos 15 | Árboles de Madrid (IV) gv 4 CRÉDITOS La Gatera de la Villa la forman: • Director: Juan Antonio Jiménez Torres • Redactor jefe: Alfonso Martínez García • Jefe de secciones: Juan Pedro Esteve García • Redactor: Mario Sánchez Cachero • Editor: Julio Real González • Jefe de cierre: Pablo Jesús Aguilera Concepción Colaboraciones en este número: María Rosario Giménez • Pablo Aguilera Mayoral • José Manuel García Valles • Pepa Rivera Donoso • Carlos Ramírez de Arellano del Rey • Arístides Álvarez Domínguez • Ángel Rollón • Alberto Martín • Gatón de Oro Diseño y Maquetación: • Sandra Ruiz Martínez • Alfonso Martínez García • Mario Sánchez Cachero • Juan Antonio Jiménez Torres Portada • Carlos Ramírez de Arellano del Rey Contacto Puedes escribirnos o enviarnos tus colaboraciones a: • gatera.villa@gmail.com • http://www.fotomadrid.com/gatera‐ villa.php La Gatera de la Villa Año III, Número 12, DICIEMBRE 2012 ISSN‐1989‐9181 Foto:AlejandroBlanco
  • 5. 20 | El Hospital Universitario de La Princesa 34 | Los puentes de Praga. 37 | Madrid con otra mirada 64 | Parque de los Hijos de Madrid 68 | Aportando al mundo 70 | La Avenida de la Reina Victoria 80 | Casa dos portugueses 82 | Madrid vertical (2ª parte) 91 | Entre coche y andén 92 | Publicidad... de hace ya un tiempo La Gatera de la Villa no se responsabiliza de las opiniones de los escritores que participan en cada número gv 5
  • 6. El café de Francia y el café de París del pasaje Matheu. En la segunda mitad del siglo XIX, dos cafés fueron a instalarse en el Pasaje Matheu, convirtiéndose pronto en los preferidos de los ciudadanos franceses que venían a Madrid: el café de Francia y el café de París. Texto: María Rosario Giménez http://antiguoscafesdemadrid.blogspot.com A escasa distancia de la Puerta del Sol, entre las calles de la Victoria y de Espoz y Mina, se encuentra el Pasaje de Mat­ heu. En el año 1836 la desamortización de Mendizá­ bal se llevó por delante, entre otros, al convento de mínimos de San Francisco de Paula (convento de la Victoria ­1561­), que se extendía desde la entrada de la calle de Carretas hasta la de La Vic­ toria y desde la calle de la Cruz a la carrera de San Jerónimo, aproximadamente. El enorme solar se planificó entonces para levantar viviendas y abrir nuevas vías de acceso, siendo adquirido por el co­ merciante Manuel Matheu Rodríguez con esa fina­ lidad, al precio de tres reales el pie cuadrado. El terreno pronto se revalorizaría debido a la amplia­ ción de la Puerta del Sol del año 1857. Es así como la calle de Espoz y Mina alargó su extensión y se abrió el pasaje comercial de la Equidad y Bazar de la Villa de Madrid, nombres por los que también era conocido el pasaje de Matheu, que fue construido entre los años 1843 y 1847 por el arquitecto Antonio Herrera de la Calle, entre la citada de Espoz y Mina y la calle de la Victoria. El pasaje fue diseñado con lujo para instalar en él tiendas de ropa para señora y caballero ya que Matheu era entonces director de la empresa La Vi­ lla de Madrid, que expedía sus productos textiles tanto a España como al extranjero. Estaba cubierto por un techo de cristal sobre una armadura en curva elíptica de hierro de tres metros de altura. Su entrada por la calle de Espoz y Mina se hacía a través de un arco de medio punto sobre el que había esculturas alegóricas al comercio de Francis­ co Pérez. El vestíbulo estaba decorado por pilas­ tras corintias con pedestal y su pavimento era de mármol. Toda la anaquelería de las tiendas era de caoba con adornos dorados, al igual que los mos­ Pasaje Matheu (María Rosario Giménez) Plano de Texeira de 1656 (Fuente: Arquimatica.com) Crónica gatuna gv 6
  • 7. tradores y escaparates. La superficie total del re­ cinto era de 3.166 pies cuadrados. (Un pie = 27,86 cm.). Parece que el pasaje y su bonito techo entraron en decadencia hacia el final de los años cincuenta del siglo XIX, poco tiempo después de la liquida­ ción de la sociedad La Villa de Madrid que tuvo lu­ gar en 1854. Según los periódicos del momento, muchos de los cristales que cubrían el pasaje esta­ ban rotos y permitían el paso de las aguas de llu­ via, sin que nadie se tomara la molestia de arreglarlo. Ya en el año 1874, la bóveda de cristal había sido eliminada y el pasaje estaba a cielo abierto, convertido en una calle peatonal. Manuel Matheu, que falleció intestado, también fue apoderado de la Compañía General de Pozos Artesianos que contó con el exclusivo privilegio real, por cinco años y en toda España, para aco­ meter perforaciones con un nuevo sistema a vapor que permitía taladrar en 12 horas, 25 pies. Es así como, según Ramón Gómez de la Serna, en los te­ rrenos del pasaje de Matheu se llegó a perforar el agujero más profundo de Madrid, un pozo artesia­ no tan hondo que terminó por cerrarse. En la segunda mitad del siglo XIX, dos cafés fueron a instalarse también en este pasaje y eran Plano de Madoz­Coello. Año 1848 (Fuente: Cartotecadigital.icc.cat) Dibujo interior del pasaje Matheu en 1847 ( Fuente: Semanario pintoresco español 14/3/1847) Crónica gatuna gv 7
  • 8. los preferidos de los ciudadanos franceses que venían a Madrid: El café de Francia y el café de París. El café de Francia o Francés, se inauguró en el año 1867 y estaba situado en la calle de la Victo­ ria, números 6 y 8, haciendo esquina con el pasaje de Matheu. Fue, junto a su vecino el café de París, el prime­ ro en sacar terraza a la calle ante la mofa de quie­ nes aún no estaban acostumbrados a ver semejante servicio en Madrid y repetían con insis­ tencia que aquel debía ser un local tan pequeño, que las mesas debían estar fuera. Era un café tranquilo y dotado de mesas de bi­ llar. Silencioso hasta el punto de jugar a los dados con cubilete de cuero y tapete sobre la mesa, para mitigar el ruido. Un lugar donde nadie miraba a nadie y aburrido, en contraste con el bullicio del resto de los cafés de Madrid. Fue el propietario más conocido del café de Francia Camilo Double, “un francés muy simpático que huyó de Francia en 1871, cuando Thiers (Louis Adolphe), el llamado enano sangriento, ven­ ció a la Commune y fusiló a centenares de comu­ neros”. Era éste un hombre “alto, grueso y elegante” que saludaba a los parroquianos y “daba el brazo a su esposa para llegar hasta la mesa.” Una noche del mes de febrero de 1882, a la ho­ ra de más concurrencia en el local, sucedió un he­ cho insólito para el sosiego acostumbrado. Un jinete abrió de improviso la puerta y penetró con su caballo, recorriendo el café, ante el pasmo y el terror general. Todo el mundo corrió a refugiarse en los rincones que encontraba mientras el pa­ seante decía: “Señores, no hay que asustarse porque ni a ustedes ni a mí, ni a mi caballo nos va a suceder nada”. Naturalmente fue detenido por una pareja del orden público, comprometiéndose a pagar “cuanto hubiesen roto él y su caballo, y co­ mo no se había roto nada, nada tuvo que pagar”. En septiembre del año 1897 llega a Madrid M. León Gandeaux, ciudadano francés y oficial de arti­ llería “quien dice haber dado la vuelta al mundo a pie”. El dueño del café Francés puso a su disposi­ ción “una habitación con asistencia completa, por todo el tiempo que le plazca permanecer en Ma­ drid”. Pero, al parecer, se trataba de un “distingui­ do timador” que procedía de Argelia y fue descubierto durante su visita a Barcelona, ciudad a la que llegó un mes después. No era militar ni tampoco había recorrido la distancia de sesenta mil kilómetros en cinco años, como aseguraba. No es difícil imaginar la animación, proporciona­ da por aquellos cafés, en el pasaje de Matheu cada 14 de julio, aniversario de la toma de la Bastilla. Los adornos con banderas galas, los faroles, la música de chotises revolucionarios, los bailes y La Marsellesa acompañada a coro por toda la concu­ rrencia de ciudadanos franceses, en su gran ma­ yoría. “Cuando estalló la guerra europea, como Es­ paña era neutral, hubo que impedir que los fran­ ceses que aquí residían demostrasen de una manera candorosa su noble patriotismo. Se prohi­ bió la celebración de la fiesta del 14 de julio en el Pasaje Matheu”. Esta fue la herida de muerte para sus cafés. El café de París, frontero al de Francia, estaba en la calle de la Victoria, número 4, haciendo es­ quina con el pasaje de Matheu. Lugar donde estuvo el café de Francia. (María Rosario Giménez.) Crónica gatuna gv 8
  • 9. Ginkgo del parque Debió abrir sus puertas hacia el principio de la década de los años setenta del siglo XIX y tam­ bién, como su vecino el de Francia, tenía habita­ ciones a modo de pequeño hotel. El sosiego y la amabilidad de sus parroquianos proporcionaron escasas noticias en la prensa sobre algún acontecimiento singular en este café. Tal vez alguna riña entre los ocupantes de su entonces “original” terraza y algún transeúnte contrariado por ella, que los hubo; el hurto de un gabán o la negativa a pagar lo consumido. El de París era el café que anunciaba vender “ostras frescas de Arcachón a 1,50 y se sirven a domicilio”, en el año 1892. También fue el centro de información escogido por los redactores y co­ rresponsales de los periódicos de Madrid, para se­ guir telefónicamente el resultado de la lotería del mes de diciembre de 1918 para lo que la Cía. de Teléfonos puso hilo directo con la Casa de la Mo­ neda. La única trifulca más sonada y que hizo cerrar las puertas del café de París por el orden público, tuvo lugar el 14 de julio de 1915. El sexteto que tocaba habitualmente en el café interpretó La Mar­ sellesa como colofón a la fiesta francesa, que fue cantada por todos los asistentes. Se pidió una nueva interpretación del himno que fue rematada con tantos vítores y aplausos que no gustaron a los guardias desplegados por la zona, quienes obligaron a desalojar tanto el local como el pasaje de Matheu. El café de París cerró a finales de la segunda década del siglo pasado, un poco antes de que lo hiciera su vecino Francés. El pasaje de Matheu se convertiría, a partir de entonces, en una calle plagada de negocios dedi­ cados a la restauración y a la venta de entradas para las corridas de toros Lugar donde estuvo el café Paris. (María Rosario Giménez) Crónica gatuna gv 9
  • 10. Vitoria. Palacio de Montehermoso (Foto Zarateman Wikimedia Commons) Foto del pasaje Matheu en la actualidad. A la derecha estuvo el café de Francia y a la izquierda el café de París. (María Rosario Giménez) TEXTO.‐ • La Esperanza. 29/09/1846 • Semanro Pintoresco Español. 14/03/1847 • Gil Blas. 16/05/1867 • Diario Oficial de Avisos de Madrid. 17/03/1895 • La Correspondencia de España 13/09/1897; 24/02/1882 • El Heraldo de Madrid. 22/12/1892 • La Publicidad. 08/01/1898 • El Isleño. 12/01/1912 • El Liberal. 15/07/1915 • La Época. 21/12/1918 • La Voz. 15/07/1920 • Guía de Madrid. Manual del madrileño y del forastero. Ángel Fernández de los Ríos. 1876. • Pombo. Biografía del célebre café y otros cafés famosos. Ramón Gómez de la Serna. 1941. • Vivir de las rentas. El negocio del inquilinato en el Madrid de la Restauración. Isabel R. Chumillas. 2002 • Guía de arquitectura y urbanismo de Madrid. C.O.A.M. • Madripedia.es/wiki/pasajedematheu • Es.Wikipedia.org FOTOGRAFÍAS.‐ • Arquimática.com/Madrid/Texeira.htm • Cartotecadigital.icc.cat. Plano de Madrid de Francisco Coello y Pascual Madoz. • Fotografías: M.R.Giménez FUENTES CONSULTADAS Crónica gatuna gv 10
  • 11. Algunos oficios ya perdidos Seguimos rememorando algunos aspectos del Madrid de mediados del siglo pasado. Esta vez os contamos algo sobre algunos oficios, por entonces populares y hoy extintos. Texto: Pablo Aguilera Mayoral gv 11 S i hasta ahora he hablado algo sobre cómo era aquel Madrid que viví en mi niñez y en mi juventud, hoy quiero escribir una breves líneas sobre algunos oficios por aquel entonces bastantes comunes y que hoy prácticamente se han sumido en el olvido. Recuerdo siendo muy niño haber acompañado a mi madre a comprar leche a la vaquería. No existían los modernos métodos de envasado y con­ servación de la leche por lo que se vendía recién ordeñada. La leche la sacaban de unos cántaros con unos cazos y el recipiente para llevársela a ca­ sa debía proporcionarlo el comprador. La vaquería de mi barrio estaba situada en la calle Francos Rodríguez. Según se entraba al edificio había un patio precioso con un pozo en el centro, a la de­ recha se encontraban los establos de las vacas y a la izquierda el mostrador; los dueños de la va­ quería también eran fotógrafos y solían utilizar el patio como fondo para sus retratos. En casa la le­ che se hervía antes de consumirla y tenía una na­ ta, riquísima, que comíamos con pan y que nada tiene que ver con la birriosa película grasa que es hoy. Vaquería situada en la calle Francos Rodriguez Crónica gatuna gv 11
  • 12. Otro oficio que recuerdo ligado a mi niñez es el de los pa­ ragüeros­lañadores, dedicados a la reparación de paraguas y cacerolas. Hay que aclarar que en esos años resultaba más económico arreglar cualquier utensilio o aparato que comprar uno nuevo. Los paragüeros­lañadores trabajaban a domicilio ­ frecuentemente en los patios de vecindad ­, y recorrían las ca­ lles portando sus herramientas ­ entre ellas un rollo de hojala­ ta y un hornillo ­ y pregonando su oficio: “Paaaaragüeroooo lañadoooor”. De los paraguas arreglaban sus cierres o cambia­ ban las varillas; de las cacerolas tapaban los agujeros que con el uso se producían, porque aquellas cacerolas eran de alumi­ nio o chapa esmaltada y el fuego las acababa dañando. Para su reparación primero se lijaba la superficie a arreglar y luego con estaño se sellaba, limando a continuación la soldadura. Con el paso del tiempo solía derretirse el estaño, presentándo­ se de nuevo el agujero, o se producían otros nuevos. No eran los paragüeros­lañadores los únicos que ejercían su profesión de manera ambulante. Como no existían tiendas donde poder afilar los cuchillos o las tijeras, tales menesteres eran llevados a cabo por los afiladores. Llevaban una especie de carrito que tenía una polea y una piedra de amolar engan­ chada con una cinta de cuero a un pedal. Con el tiempo el ca­ rrito fue sustituido por una bicicleta. Se anunciaban con un toque de un silbato característico, que se llamaba chiflo, y a continuación a voz en grito decían “El afiladoooooooooor. Se afilan cuchillos, navajas, tijeras,….” Los vendedores ambulantes se llamaban teleros y se di­ vidían en dos tipos: los que iban vendiendo por las casas, con su muestrario a cuestas, y los que vendían en las plazas, subi­ dos en su camioneta o en su carro, ofreciendo sus lotes y en­ gatusando con sus ofertas: “Mirad, mirad chicas estas magníficas sábanas, dignas del ajuar más preciado... Cuál es su precio me preguntaréis. ¿Cien, ochenta pesetas? Pues ni cien, ni ochenta ni siquiera sesenta... Yo os las vendo por cincuenta; sí, cincuenta, habéis oído bien y encima por ser hoy al comprar un juego os regalo esta estupenda manta zamorana. Y no aca­ ba aquí la oferta, porque si además compráis otro juego de sá­ banas os lleváis este bonito pañuelo gratis. Venga mujeres, que con estas gangas se me acaba la mercancía pronto”. Vamos, los conocidos toda la vida como charlatanes y de los que se puede ver un simpático ejemplo en la película “Los ladrones somos gente honrada”, donde un genial Pepe Isbert ofrece por “por tres cuarenta y cinco seis hojas de afeitar para el novio, el marido o el sobaco; un cepillo de diente; dos gemelos surtidos; una caja de píldoras para el mareo y dos gomas para el para­ guas”. Los vendedores a domicilio ofrecían la posibilidad de co­ brar a plazos, mientras que los charlatanes – por razones obvias ­ sólo al contado. Paragüero­lañador AAffiillaaddoorr MMiieelleerroo Crónica gatuna gv 12
  • 13. También era frecuente encontrar ejerciendo su oficio por las calles la figura del mielero ­ “¡De la Alcarria..... miel!" pregona­ ba ­ , portando su producto en una especie de tinajas o toneles o la del requesonero, que voceaba su mercancía al grito de : "¡Requesón de Miraflores y a prueba!". Para pesar el género utilizaban una romana. Como los colchones eran de tela y rellenos de lana o de bo­ rra ­ una especie de lana muy basta – había que sacudirlos frecuentemente para que quedaran esponjosos, labor que solía recaer en el ama de casa, que utilizaba para ello una palmeta. Sin embargo, con el tiempo tenían que ser periódicamente “es­ ponjados”, porque la lana y la borra se apelmazaban y se for­ maban “huecos” en el colchón. Tal labor la desempeñaban los colchoneros, que también ejercían su trabajo de manera itine­ rante por las calles. Su modo de actuar era el siguiente: saca­ ban el relleno de lana o borra de los colchones, la lavaban y luego la secaban sobre una funda de tela. Una vez seca la gol­ peaban con una vara larga hasta desmenuzarla, hecho lo cual la volvían a introducir en la funda del colchón, que quedaba de nuevo mullido, listo para uso. Por cierto que como la tela de los colchones solía ser a rayas en colores, siendo el más frecuente el rojo, a los jugadores del Atlético de Madrid se les dio el nom­ bre de colchoneros por vestir camiseta rojiblanca. A falta de frigoríficos en las casas se utilizaban neveras que necesitaban de hielo para poder enfriar los alimentos. El hielo se adquiría en tiendas destinadas a tal efecto y no se vendía al peso, si no por barras. Hoy en día se sigue vendiendo hielo en algunos establecimientos, aunque la finalidad con la que se compra ya se no sea – habitualmente ­ la de conservar alimen­ tos. Al amanecer y al anochecer ejercían su oficio los faroleros. La tecnología de por aquel entonces no permitía el encendido y apagado automático de las farolas y tal función tenía que ser desempeñada manualmente. Los faroleros se valían de unas pértigas, que tenían en un extremo un gancho que servía para dar al interruptor que encendía las bombillas. Más conocidos seguramente por los lectores eran los sere­ nos, dedicados a labores de vigilancia y protección nocturna del barrio que les era asignado. A modo de uniforme vestían un guardapolvos y una gorra grises y portaban un grueso chuzo o porra ­ por si hubiera que poner firme a alguien, decían ­. Se les confiaba las llaves de todos los locales y portales de su zo­ na, que llevaban colgando en su cintura de un grueso cinturón de cuero y que por su aspecto y tamaño más semejaba una fa­ ja. Cuando alguien requería del sereno se le llamaba a voz en grito y dando unas palmadas, a lo que él respondía siempre: “Vaaaaaa”. Por cierto, que el de mi barrio se llamaba Manolo. Farolero Serenos Colchón de lana Crónica gatuna gv 13
  • 14. Ginkgo del parque de la Fuente del Berro, en diciembre. Olivo del cementerio de los artistas e iglesia de San Sebastián. Siguiendo con el tema de la vigilancia, en todos los parques existían guardas encargados de velar de que no se produjeran actos de vandalismo o in­ decorosos para la moral de entonces. Vestían uni­ forme y llevaban una escopeta de postas. Si alguien cometía cualquier infracción el guarda podía sancionar al causante. Cerca de mi casa, en la Dehesa de la Villa, había gran cantidad de ár­ boles frutales, y más de uno se llevó una perdigo­ nada de sal al ser sorprendido robando fruta por la pareja de guardas. Quiero terminar este breve resumen de oficios ya extintos en Madrid comentado algo de los co­ bradores de tranvía. Su misión, como su nombre indica, era la de cobrar el billete a los pasajeros, pues no ocurría como hoy en día en los autobuses, donde el conductor además de tener que conducir se encarga de vender los billetes. Los cobradores vestían gorra y chaqueta y portaban una cartera de cuero al hombro. La baja velocidad que alcan­ zaban los tranvías así como el disponer de cuatro estribos dificultaba su labor pues permitía que los pasajeros se pudieran bajar y subir en marcha, huyendo del cobrador para viajar gratis. A veces el tranvía sufría una detención involuntaria al salirse el trole de su posición o al intentar subir una cues­ ta muy pronunciada cuando iba lleno; entonces se bajaban los pasajeros del tranvía hasta que el tranvía superaba la cuesta y podía reanudar de nuevo su marcha, momento en el que los pasaje­ ros volvían a subir al mismo. Hasta aquí esta pequeña enumeración. Dejo en el tintero el mundo de las tiendas, bastante dife­ rente al de hoy en día en muchos aspectos. Quizás haya otra ocasión para ello. Mingote como guarda en el Parque del Retiro Cobrador de tranvía Crónica gatuna gv 14
  • 15. Árboles de Madrid (IV) Nueva entrega sobre los árboles que podemos disfrutar en nuestra ciudad. Texto y fotografías: José Manuel García Valles El gato por las ramas OLIVO DE LA CALLE HUERTAS (olea europaea) E l olivo es uno de los árboles más carac­ terísticos del área mediterránea. Origina­ rio de la zona oriental de dicho mar y del Asia Menor, fue difundido por fenicios, griegos, romanos y árabes y su cultivo es uno de los más antiguos de la cuenca mediterránea. Tradi­ cionalmente el árbol simboliza la sabiduría, la paz, la victoria y la castidad. La mitología griega lo consideraba propio de la diosa Atenea (Minerva romana). Utilizado como símbolo de paz y de la victoria, era entregado a los atletas que triunfaban en los juegos olímpicos. También se usaba su aceite para untar los cuerpos de los luchadores. En Roma, los nuevos esposos llevaban guirnaldas o coronas y también corona­ ban con él a los muertos. Para los judíos era el símbolo de unión entre Yavé y los hombres. En el islam es el eje del mundo. Es por tanto un árbol con un reconocimiento intercultural y valorado por las tres religiones del libro (judía, cristiana e islá­ mica). Más recientemente se ha asumido la figura de la paloma con una rama de olivo como símbolo de la paz y se ha incluido en la bandera de la Organiza­ Olivar de la Partija, en Rivas Vaciamadrid. gv 15
  • 16. El gato por las ramas ción de las Naciones Unidas (ONU) en la que dos ramas de olivo acogen al mundo. Se trata de un árbol no muy alto, de crecimiento muy lento y larga vida. Se afirma que los olivos de Getsemaní, en Jerusalem (Monte de los Olivos), tienen más de dos mil años. Su tronco es grueso y retorcido, con la corteza agrietada en ejemplares adultos y de color pardo grisácea. En los ejempla­ res mayores, el tronco se convierte en un auténti­ co cuadro abstracto donde podemos buscar formas y figuras en sus retorcidos nudos. A veces se divi­ de desde el suelo dando origen a troncos separa­ dos. Su madera, dura y de fácil pulimento, ha sido utilizada en ebanistería y tornería y produce un ex­ celente carbón. La copa es redondeada y está formada por ra­ mas flexibles y hojas perennes, de forma lanceola­ da y color verde por el haz y algo blancuzcas por el envés. Las flores, pequeñas, blancas y olorosas, aparecen al final de la primavera y producen el fru­ to a finales del otoño. Este fruto, la aceituna (tam­ bién oliva en algunas zonas del centro y norte de España), verde al principio y negro al final de su maduración, ha sido utilizado para el consumo hu­ mano desde muy antiguo, en forma natural o con­ vertido en aceite. En España es un ingrediente fundamental de nuestra gastronomía. Se acomoda a casi cualquier tipo de suelo y re­ siste muy bien la sequía, de hecho, el exceso de agua le perjudica, aunque no tanto como las hela­ das, por lo que no suele darse en lugares de cierta altitud, donde la temperatura descienda por deba­ jo de los 10 grados centígrados. Su nombre científico (olea europaea) hace refe­ rencia al término que utilizaban los romanos para designarlo y a su presencia en nuestro continente. El nombre vulgar, olivo, viene de la palabra latina olivum con la que se designaba al aceite de oliva. En Madrid lo encontramos frecuentemente en parques y jardines así como en calles y plazas. De forma natural, quedan en la ciudad algunos oliva­ Tronco de olivo. gv 16
  • 17. El gato por las ramas res testimoniales como el Olivar de la Hinojosa (en el Parque Juan Carlos I) o el Olivar de Chamartín (también olivar de Castillejo, en homenaje a su ini­ cial conservador) de cuyos ejemplares se afirma, y con bastante fundamento, que ya existían en tiem­ pos de la invasión napoleónica. Pero también en nuestra comunidad hay zonas de producción agrícola, fundamentalmente en la Campiña, el suroccidente y en las Vegas. En total los olivares de Madrid ocupan una extensión de unas 27.000 hectáreas y suponen una producción de 16.000 toneladas (que se convierten en unas 3.200 de aceite). Nada que ver, desde luego, con la extensión y la producción de las zonas de Es­ paña donde este cultivo es más característico, es­ pecialmente en Andalucía. Hay que tener en cuenta que España es el primer productor de acei­ te de oliva del mundo. El olivo de la calle Huertas se encuentra en el cruce entre Huertas y San Sebastián, en el antiguo cementerio de la iglesia de San Sebastián, hoy convertido en floristería y jardinería. Este cemen­ terio era conocido como “el de los artistas” por el tipo de personalidades allí sepultadas (entre otros, en algún lugar de la iglesia o del cementerio se encuentran los restos del propio Lope de Vega). Sobre el cementerio corre una leyenda que re­ fiere el macabro intento de desenterramiento de su amada, la actriz María Ignacia Ibáñez, por parte del escritor José Cadalso. Éste, supuestamente trastornado por el pronto fallecimiento de su da­ ma, planeó e intentó llevar a cabo la exhumación ilegal del cadáver para conducirlo a su casa y mantenerlo junto a él. Todo quedó en un intento por la intervención del conde de Aranda que puso bajo vigilancia al escritor y lo detuvo cuando una noche iba a poner en práctica su plan. Olivo del Retiro, junto al polideportivo de la Chopera. Olivar de la Hinojosa, en el Parque de Juan Carlos I. gv 17
  • 18. Lo cierto de la historia es que ambos persona­ jes, escritor y actriz, mantuvieron relaciones entre 1770 y 1771 que fueron interrumpidos por la muerte de la actriz el 22 de abril de 1771 (a los 25 años). Es igualmente cierto que José Cadalso la re­ flejó en su obra Noches lúgubres, donde cuenta en tres noches (la última sin acabar) como Tediato intenta exhumar el cadáver de su amada, profa­ nando el templo, para llevárselo a su domicilio y suicidarse posteriormente incendiando la casa. Pa­ ra ello compra la colaboración del sepulturero, Lo­ renzo, quien accede por necesidad. Diferentes percances le impiden lograr su propósito en la pri­ mera y segunda noches, y la tercera, inconclusa, nos deja con la intriga La iglesia de San Sebastián se construyó entre 1554 y 1575 para acoger los feligreses de la anti­ gua ermita de San Sebastián, que se encontraba en el camino hacia el Santuario de Nuestra Señora de Atocha. Destruida durante la Guerra Civil por una bomba de la aviación, fue restaurada entre 1943 y 1959. En 1959 fue declarada Bien de In­ terés Cultural. Esta iglesia, junto con la de San Luis (desaparecida), conservaban el derecho de asilo, es decir, se podían refugiar en ellas quienes temían la persecución de la justicia. Al encontrase en el centro de la ciudad, la relación de personajes que aparecen en sus libros de bautismo, defunción o matrimonio es impresionante. Enfrente del antiguo cementerio está el palacio del Conde de Tepa, hoy convertido en un moderno hotel. En sus bajos tenía lugar la tertulia de la Fonda de San Sebastián, la primera de las tertulias modernas. Fue fundada en 1771 y a ella acudían los mejores escritores del momento para comentar las actualidades literarias nacionales e internacio­ nales. Su fundador fue Nicolás Fernández de Mo­ ratín y en ella participaron el propio José Cadalso, Tomás de Iriarte, Samaniego y Jovellanos entre otros muchos. El olivo se encuentra bien conservado y es el centro de atención de paseantes y visitantes de la tienda. Olivo del cementerio de los artistas e iglesia de San Sebastián. gv 18
  • 19. Olivo del cementerio de los artistas. gv 19
  • 20. El Hospital Universitario de La Princesa Texto: Pepa Rivera Donoso Licenciada en Geografía e Historia Este emblemático edificio, ubicado en pleno barrio de Salamanca, encierra una historia cuanto menos apasionante y singular. No solo por el origen de su creación, sino por todos los hechos acaecidos tanto históricos como culturales, así como avances en todos los campos desde médicos hasta tecnológicos, y de numerosas personalidades eminentes que, en uno u otro aspecto, han dejado impronta en este más de siglo y medio de su historia. Para entender mejor la trayectoria del mismo, tal vez fuera necesario remontarnos a sus comien­ zos, teniendo en cuenta, los incidentes que rodea­ ron su nacimiento, peculiares, por cuanto que no existen precedentes que se le asemejen. Así como los personajes que van a protagonizar el comienzo de su andadura, los cuales vivieron un período de la Historia de gran dinamismo y cambios, tanto en los aspectos sociales, como en los económicos y políticos. El primer edificio donde estuvo ubicado el hospital en el Paseo de Areneros, fue erigido a me­ diados del siglo XIX. Fue Isabel II, a raíz de una serie de hechos concatenados, quien va a promo­ ver la construcción del mismo. Durante este período se sentarán las bases para su florecimiento posterior. Será en una segunda etapa, mucho más amplia, ya que nos llevará has­ ta los años cincuenta, cuando es trasladado al nuevo edificio, en su ubicación actual, en la calle Diego de León, en la que impreso de los cambios y avatares de la sociedad y la política, llevará a cabo su importante labor asistencial, y en la que desta­ cará como pionero en eminentes personalidades y actuaciones, el Hospital se verá inmerso y com­ prometido en prácticamente todos los aconteci­ mientos históricos a los cuales ha sobrevivido. Dado que en esta época, Madrid se estaba con­ virtiendo en una gran urbe, con una población en constante aumento y orientándose su ensanche hacia la zona norte, y dada la insuficiencia del Hospital Provincial, levantado por Carlos III, ya se había pensado en fundar un hospital para esta zo­ na. Y esta sucesión de acontecimientos va a pro­ piciar que finalmente se lleve a cabo este proyecto. Será en el año 1852, en conmemoración del naci­ miento de la Princesa y sobre todo a raíz del aten­ tado sufrido por la reina, al ir a presentar a la niña a la Virgen de Atocha, y resultar ambas ilesas. LA PRINCESA ISABEL El año 1851, un 20 de diciembre: "a las 11 y 10 minutos de la mañana, acaba S.M. la Reina de dar a luz con felicidad una robusta Princesa”. Esta era la noticia que publicaba la Gaceta de Madrid en el Parte Oficial de la Presidencia del Consejo de Mi­ nistros. A la Princesa se le impusieron los nombres de María Isabel y Francisca de Asís. Fotografía de Isabel II Gaceta felina gv 20
  • 21. gv 21
  • 22. Fue Isabel Princesa de Asturias dos veces, con derecho de sucesión al trono, primero hasta el na­ cimiento de su hermano Alfonso, y por segunda vez cuando este subió al trono, hasta el nacimien­ to del futuro rey Alfonso XIII, el cual pasaría a os­ tentar el cargo de Príncipe de Asturias, como heredero. Fue sumamente popular, y se la podía ver pa­ sear por Madrid, desarrolló una gran labor social y promovió numerosos actos benéficos. Era conocida con el apelativo cariñoso de “La Chata”. Tras el de­ rrocamiento de la monarquía, y la proclamación de la república en 1931, se trasladará a París donde falleció a los pocos días. Sus restos volverían a España en mayo de 1991, siendo enterrados en el Panteón de La Granja de San Ildefonso. EL NACIMIENTO DEL HOSPITAL Como era la tradición, la nueva princesa debía ser presentada a la Virgen de Nuestra Señora de Atocha. Y pasada la cuarentena, el día 2 de febre­ ro de 1852 "al salir SS.MM. de la Real Capilla para trasladarse a Atocha, un criminal ha atentado con­ tra la preciosa vida de S.M. la Reina", esta era la nota que aparecía en la Gaceta de Madrid del día de la fecha. Eran las dos de la tarde cuando se acercó a la reina un sacerdote, Martín Merino Gó­ mez[1] , que en ademán de entregar un memorial a la Soberana, le asestó una puñalada que penetró en el costado derecho tras rozar el antebrazo del mismo lado, interesando a "la parte media anterior y superior del hipocondrio, la cual tiene de siete a ocho líneas en su diámetro transversal”. La herida no fue grave al rozar el arma con las ballestas del corsé que llevaba la reina. La princesa, en brazos de su aya, resultó ilesa. A raíz de estos hechos, el día 12 de febrero de 1852, Isabel II dirige una carta autógrafa al presi­ dente del Consejo de Ministros, Bravo Murillo, en la que expresa su deseo de fundar un hospital, cuyo texto literal aparecido en la Gaceta de Madrid de este día, dice: "Bravo Murillo: Prosternada ante la Divina Pro­ videncia por su señalada protección y favores infi­ nitos, mi corazón se halla conmovido ante las demostraciones de amor y lealtad que recibo á cada instante de mis súbditos. Estas demostracio­ nes, sin embargo, pudieran concentrarse en un objeto que simbolizara de un modo permanente el carácter religioso y benéfico de los españoles. Con este fin deseo que el Gobierno tome la iniciativa para abrir una suscripción voluntaria cuyo produc­ to se destine á edificar uno ó más Hospitales en conmemoración del nacimiento de mi amada hija, y de mi presentación á mi pueblo después de las bondades que Dios me ha dispensado en estos La Princesa de niña Grabado del atentado [1] No debe confundirse a este “cura Merino” con el “cura Merino” de las guerras napoleónicas y carlistas, cuyo nombre era Jerónimo Merino Cob. Gaceta felina gv 22
  • 23. La Gaceta de Madrid, con el Real Decreto por el que se aprueba la construcción del Hospital de la Princesa gv 23
  • 24. días. ISABEL. Febrero 11 de 1852”. (sic) En el siglo XIX se desarrollaría un movimiento antihospitalario, debido al lamentable estado en que se encontraban muchos hospitales, en cuanto a la asistencia y las curas terapéuticas. Pero será a partir de la Ley General de Beneficencia del 20 de junio de 1849, cuando se van a ir dictando normas de actuación que afectarán directa o indirectamen­ te a los hospitales, justamente cuando se inician las obras de construcción del hospital. Mediante Real Decreto publicado en la Gaceta de Madrid, en fecha 12 de febrero de 1852, la rei­ na dispuso la creación del Hospital: "Deseando conservar la memoria del feliz nata­ licio de Mi amada Hija la Princesa de Asturias y de Mí primera presentación á Mi pueblo. Después de las bondades que Dios me ha dispensado en es­ tos días. Vengo de conformidad con lo propuesto por Mi Consejo de Ministros para realizar este pensamiento, en decretar lo siguiente: Artículo 1°. Se procederá desde luego á edificar en el punto que se juzgue mas á propósito de Ma­ drid, ó sus afueras, un hospital que llevará la de­ nominación de Hospital de la Princesa... " (sic) En los artículos sucesivos, hasta un total de sie­ te, se alude entre otras cosas, a que la intención de la reina era abrir una “suscripción general mó­ dica” a fin de que pudieran contribuir a ella perso­ nas de todas las clases y medios. Por Real Decreto de 29 de junio de 1852, se crea la Junta del Hos­ pital de la Princesa, a fin de atender a todo lo que se refiera a la construcción En un resumen de la Junta del Hospital de la Princesa, el 28 de febrero de 1857, se recogen el total de las cantidades donadas y la distribución del dinero realizada hasta esa fecha. La reina, como había prometido, puso de su propio bolsillo 63.869 reales de vellón y 59 cénti­ mos. El Corregimiento de Madrid, en carta de fe­ cha 28 de junio de 1854, indica que habilitaría dos salas, una para hombres y otra para mujeres, en ellas se habrían de colocar las imágenes de San Isidro y Santa María de la Cabeza. LA CONSTRUCCIÓN DEL HOSPITAL El hospital a su fundación, estaba situado en el camino de la Ronda o paseo de Areneros, (hoy Al­ berto Aguilera), que comunicaba la entonces puer­ ta de Fuencarral con el portillo de San Bernardino. Lo que habría de ser el centro de Madrid. El arqui­ Corregimiento (3 hojas pequeñas) Gaceta felina gv 24
  • 25. tecto y académico D. Aníbal Álvarez Bouquel fue nombrado responsable de la obra en fecha 12 de octubre de 1852. Tras dos suspensiones previas la reina pone la primera piedra el día 16 de enero de 1853. Se construiría según el plan de Lariboisière, acorde a las nuevas tendencias en la construcción de los hospitales, tomando como modelo el Hospi­ tal de San Andrés de Burdeos, y fue pionero en Es­ paña en este tipo de construcción. Este hospital sería considerado durante mucho tiempo como el mejor. Conformado en pabellones aislados, en un principio, la entrada principal se realizaba por la calle San Dimas, opuesta a Alberto Aguilera. El hospital estaba dividido en dos secciones diferen­ ciadas por sexos. Los ocho pabellones existentes, contenían 16 salas, y en cada sala se alojaban 16 enfermos, "hasta 18 en caso de apuro”; 9 salas se destinarían a hombres y 7 para mujeres, denomi­ nadas por nombres de santos y santas, respectiva­ mente. Por Real Orden de 30 de diciembre de 1856 el hospital es clasificado como un centro de benefi­ cencia pública, de carácter general, y su sosteni­ miento correría a cargo del estado. Será destinado a enfermedades médicas y quirúrgicas. El día 23 de abril de 1857 sería, finalmente, el señalado por la reina para la inauguración del hos­ pital, de Real Orden aparecida en la Gaceta de Grabado con la puesta de la primera piedra gv 25
  • 26. El antiguo Hospital de La Princesa Grabado de la ianuguración Gaceta felina gv 26
  • 27. Madrid, dispone que "en su Real nombre y repre­ sentación, presidirá la ceremonia S.M. el Rey, su augusto Esposo, acompañado de S.A.R. la Serma. Sra. Princesa de Asturias”. Según se recoge en el contrato manuscrito, de fecha 15 de enero de 1857, por Real Orden se de­ signa a las Hermanas de la Caridad para el cuidado de los enfermos, entre otras atribuciones. En el cual, en un total de 25 artículos se van dando las pautas de actuación, así como las obligaciones y derechos de las Hermanas de la Caridad. Por Real Orden de 29 de septiembre de 1860 es aprobado el reglamento del Gobierno del Interior para el Hospital de la Princesa. En el artículo 2, se indica que está destinado a la curación de enfer­ medades comunes, exceptuándose los males sifilí­ ticos, las enajenaciones mentales, las fiebres exantemáticas, las dolencias crónicas incurables y las enfermedades de la piel. En el artículo 19 se indica que, sólo se admitirán inmediatamente en el hospital los enfermos graves cuya vida pueda peligrar. En el artículo 20 que ningún enfermo será recibido a título gratuito, sino en los casos previstos por el presente reglamento. Serían atendidos a título gratuito los enviados por los médicos de pobres o con documentos que prueben su pobreza. Los enviados por la policía. Los urgentes por desgracia, por accidente y los admitidos por resolución del gobierno de S.M. y de la Junta. La mayoría de los pacientes atendidos eran de beneficencia. Para tener acceso al centro primero era necesario que el paciente fuera "de admisión" y se seguía un procedimiento establecido, en el cual había que presentar un certificado de "pobre de solemnidad". Entre diferentes actuaciones pioneras en la sa­ nidad de la época, el 25 de octubre de 1870, se concede la autorización para el establecimiento en el Hospital de una cátedra de anatomía. Los primeros médicos van a ser designados por nombramiento directo. Pero no será hasta 1873, cuando realmente comience el período clínico y científico del hospital y cuando ya se dispone que los médicos ingresen por oposición. Los primeros facultativos designados serán los Dres. Cortezo, Manuscrito del contrato de las monjas y estandarte Reglamento de 1860 Gaceta felina gv 27
  • 28. Morales, Ustáriz, Salazar y Adaro. Ya comienzan a destacar numerosas personalidades médicas entre ellos: El Dr. Carlos María Cortezo Prieto (1850­1933). Primer Director General de Sanidad. Fue Decano del Hospital de la Princesa desde 1875 hasta 1886. Creó el Instituto Nacional de Alfonso XII, cu­ ya dirección encomendó a Cajal. El Dr. José Ustáriz y Escribano (1848­1904). Di­ fundió las modernas técnicas de las transfusiones de sangre. En 1893 practicó en España la primera transfusión sanguínea, utilizando su propia sangre. El Dr. Federico Rubio y Gali (1842­1902). Fue el fundador del Instituto de Terapéutica Operatoria, en el Hospital de la Princesa. Primero en España en practicar la ovariotomía, histerectomía, y resec­ ciones de estómago. Así como las primeras nefrec­ tomías. El hospital alcanzaría rápidamente un relieve y un crédito extraordinarios, gracias en parte al cua­ dro médico que exhibía, adonde acudían pacientes desde las provincias más apartadas. Durante mu­ cho tiempo predominó el aspecto quirúrgico. El año 1875 la Dirección General de Beneficen­ cia autoriza el uso de cadáveres del Hospital con carácter didáctico. INICO DE LAS ESPECIALIDADES MÉDICAS En mayo de 1880, se crea dentro del recinto hospitalario, aunque independiente del mismo, el Instituto de Terapéutica Operatoria, bajo la direc­ ción del Dr. Federico Rubio y Gali, el cual sería des­ tinado a la realización de alta cirugía y medicina operatoria especializada. Se fundaba en España el primer centro hospitalario docente y asistencial, donde se realizaban nuevos tipos de cirugía. En 1881 se inauguran diferentes especialidades: laringoscopia, otoscopia, anatomía patológica, electroterapia y anestesia e histología, así como un dispensario, todas ellas dependientes del Instituto Rubio. Asimismo, en 1885, también dentro del Ins­ tituto Rubio, se crea la sección de afecciones de las vías urinarias. El Dr. Cifuentes y Díaz (1881­1960), fue el fun­ dador del servicio de urología en el hospital y de la exploración citoscópica en Madrid. Practicó las pri­ meras endoscopias urológicas. HUNDIMIENTO DEL DEPÓSITO DEL CANAL DE ISABEL II Un trágico suceso, pondría de manifiesto, aún más, la importancia del Centro. El 8 de abril de 1905, se produce el hundimiento del “tercer depó­ sito” del Canal de Isabel II[2] en los altos de Ama­ niel. En el hospital se atenderán numerosos heridos, conforme se recoge en la relación de obreros heridos de fecha 10 de abril y firmada por el ingeniero­jefe D. Carlos Santa María y García. EL HOSPITAL DE LA BENEFICENCIA GENE­ RAL Con fecha 2 de marzo de 1907, aparece un artículo en la revista Blanco y Negro, al pie de una fotografía de la época del cuerpo facultativo del hospital, donde se ponían de manifiesto las insufi­ ciencias y dificultades que ya empezaban a acosar al centro: ….lamentaba "que un establecimiento, modelo entre los de su clase y único de Beneficencia ge­ neral dedicado á medicina y cirugía, tenga limitada su acción, y hasta se encuentre amenazado por los solares vecinos que, convertidos á plazo corto en viviendas, le robaran el aire y la luz”. (sic) Y se sugería la posibilidad de adquirir dichos so­ lares a fin de ampliar el hospital, dadas las necesi­ dades de Madrid. En la Gaceta de Madrid de día 8 de mayo de 1931, se publica una orden firmada por Miguel Maura, como director general de administración, donde se dispone que el Hospital de la Princesa, en lo sucesivo se denomine Hospital de la Benefi­ cencia General. [2] Tiene este nombre al ser el “primer depósito” y “segundo depósito” los situados anteriormente en la misma zona de la actual calle de Bravo Murillo. El “primer depósito”, de 1858, se encuentra hoy inactivo y alberga el archivo del Canal. Gaceta felina gv 28
  • 29. EL HOSPITAL NACIONAL DE CIRUGÍA Durante la Guerra Civil (1936­39) dada su proxi­ midad al frente abierto en la Ciudad Universitaria, el ejército republicano convertirá el hospital en cuartel, y éste será trasladado al Colegio del Pilar, con el nombre de Hospital Nacional de Cirugía. En este período será destruido el archivo del Centro. El traslado se inició el 18 de noviembre de 1936, utilizando la ayuda de "cuanto coche o camión volvía del frente”. En un solo día fueron traslada­ dos unos trescientos pacientes que se alojaron en la planta baja del colegio "sobre colchones, pero bien abrigados por mantas... Enfermeras y mozos se portaron de manera ejemplar... Los médicos fui­ mos yendo de manera escalonada en el metro desde San Bernardo hasta Príncipe de Vergara”… LA CONSTRUCCIÓN DE UN NUEVO EDIFICIO Pasada la guerra, los desperfectos sufridos por el edificio habían sido cuantiosos y tan graves que, durante los años 1941 y 1943, hubieron de hacer­ se numerosas obras. No obstante, a pesar de las mejoras, la situación del hospital era precaria e in­ suficiente. Y se intentó reconstruirlo. Llevar a la práctica este objetivo, se presentaba como algo complejo y que no resolvería el proble­ ma de modernización, motivo por el que se va a llevar a cabo el viejo proyecto de construir otro nuevo edificio que alojaría al antiguo Hospital de la Princesa. Este se va a situar en pleno Barrio de Salamanca, y ocupará una manzana delimitada por las calles de Diego de León, Conde de Peñalver (antes Torrijos), Maldonado y General Díaz Porlier (antes Hermanos Miralles). Gaceta felina gv 29
  • 30. Procedente el solar de la agrupación de varias fincas, por Real Orden del Ministerio de Hacienda se autorizó al Ministro de la Gobernación para que se adquiriera por el precio de 985.689 pesetas, con destino a la construcción de un hospital para bene­ ficencia general. A diecinueve de diciembre de 1929. El edificio del antiguo Hospital de la Princesa, fue transferido al ejército (Sanidad Militar). Fue de­ rribado en febrero de 1962. Ya se estaba construyendo, desde los años cua­ renta el edificio que habría de albergar el antiguo Hospital de la Princesa. Sobre una superficie de 10.000 metros cuadrados, se alzaron catorce plan­ tas, (tres de ellas en el subsuelo), constaba de 28 salas y 11 quirófanos, perfectamente equipados, disponiendo incluso de aire acondicionado. Las obras tardaron en realizarse más de 15 años y cos­ taron cerca de cien millones de pesetas, siendo su­ pervisadas por el arquitecto D. Manuel Álvarez Chumillas. El ya denominado Gran Hospital de la Benefi­ cencia General de Estado, se inauguró oficialmen­ te el día 3 de noviembre de 1955. Con el traslado al nuevo edificio de Diego de León, dejará de llamarse Hospital de la Princesa, pues como ya se ha indicado, desde su construc­ ción se denominaba Gran Hospital de la Benefi­ cencia General del Estado. Dependiente de la Beneficencia General y Obras Sociales del Ministe­ rio de la Gobernación, tenía como finalidad princi­ pal asistir gratuitamente a los pobres de solemnidad. El traslado al nuevo edificio, con toda la plantilla del antiguo hospital, se hará progresi­ vamente entre los años 1955 y 1956, conforme se iban ultimando las obras. El nuevo hospital en construcción El hospital el día de la inauguración Gaceta felina gv 30
  • 31. Como se ha dicho, anteriormente, se asistía a los pobres gratuitamente, tanto en operaciones co­ mo en medicación. Quienes pudieran pagar, podrían disponer de habitaciones individuales, con derecho a acompañante, al precio de 100 pesetas diarias (alojamiento y manutención) y 25 pesetas la cama del acompañante. Corrían a cuenta del pa­ ciente las transfusiones, medicamentos, análisis, etc. En caso de necesidad se autorizaba un acom­ pañante, y a los niños siempre se les permitía la compañía de la madre o persona allegada. En estas fechas se creará asimismo el servicio de cirugía cardiovascular, dirigido por el Dr. Ernesto Castro Fariñas, precursor de la cirugía cardíaca. En 1962 llevó a cabo la implantación del primer mar­ capasos epicárdico y en 1965 el primer heteroin­ jerto valvular aórtico. En el hospital se atendían enfermos de benefi­ cencia de Madrid, además de los enfermos inscri­ tos en la beneficencia de provincias. También se atendían pacientes privados, conciertos con el Se­ guro Obligatorio de Enfermedad, y otras institucio­ nes, seguros particulares y semi­beneficencia. Según se relata en una entrevista publicada el 23 de agosto de 1959 en el semanario "Domingo", Madrid, titulado "El antiguo Hospital de la Princesa pasa a ser uno de los Mejores de Europa”; apare­ cen ya funcionando diferentes Servicios y Seccio­ nes. Ya se pensaba en recuperar el nombre de Princesa, con motivo del centenario de su funda­ ción y en la realización de labores docentes, prácti­ cas y teóricas. Se creará la Escuela de Enfermeras y las Hermanas de la Caridad eran las encargadas de preparar en la práctica a las nuevas aspirantes a enfermeras. EL GRAN HOSPITAL DEL ESTADO Las numerosas deficiencias se van a ir incre­ mentando paulatinamente a lo largo de los años 60, y puestas de manifiesto en una carta firmada el 17 de octubre de 1973 por el cuerpo facultativo del hospital. El entonces Subdirector General de Centros Sa­ nitarios Asistenciales de la Dirección General de Sanidad, Dr. Zurita, reconoce la precaria situación del hospital y considera necesario llevar a cabo una planificación general que resuelva estas cues­ tiones. No obstante, en 1974 la situación obliga al cuerpo facultativo del centro a tomar medidas drásticas, como se reflejaba en el siguiente comu­ nicado: "Funciona el equipo de guardia únicamen­ te para los enfermos ingresados y los que acudan en estado tan grave que no puedan ser traslada­ dos... establecimiento de turnos de guardia en ca­ da servicio, el resto de médicos se dedica únicamente a actividades académicas durante el horario laboral" En el mismo sentido de disconformidad se muestra el resto del personal del centro, que se va a poner de manifiesto en nota publicada por el pe­ riódico "Ya" en fecha 17 de febrero de 1974, "si un hospital es inconcebible sin médicos, lo es tam­ bién sin el resto del personal" . La situación del hospital es francamente preca­ ria, cuando el 10 de abril de 1975 se va a firmar el convenio con la Seguridad Social, para la organiza­ ción, funcionamiento y régimen del Gran Hospital del Estado. En su artículo primero se indica que el hospital será utilizado para la asistencia médico­quirúrgica de los beneficiarios del estado, a los de la Seguri­ dad Social, y en general, en cuanto sea posible, a quienes soliciten la asistencia con carácter privado. Mediante este acuerdo la Seguridad Social se hará cargo de la financiación y la gestión del Centro. En su artículo tercero, se indica que el Hospital desa­ rrollará las funciones docentes y de investigación. Comienza a partir de entonces, la colaboración con la Universidad Autónoma de Madrid, que in­ cluye la formación de Médicos Internos Residentes. Asimismo, su denominación ya es a partir de en­ tonces Gran Hospital del Estado. El convenio en­ traría en vigor el 1 de mayo de 1975. OBRAS DE REFORMA Lejos de merecer el calificativo de moderno, pues, como se ha indicado previamente, ya desde su creación adolecía de numerosas deficiencias, la situación del centro se va a ir deteriorando y enve­ jeciendo sus instalaciones. El año 1978 con la pro­ mulgación de la Constitución española, se extiende el derecho a la sanidad a toda la población. Se Gaceta felina gv 31
  • 32. crea el Ministerio de Sanidad. Y se iniciarán las obras de remodelación y modernización del hospi­ tal. El 21 de octubre de 1977 se había constituido la Junta Gestora del Gran Hospital del Estado, forma­ da por personas de los diferentes estamentos, ele­ gidas democráticamente, mediante voto nominal y secreto de todos los trabajadores del Centro. Entre sus actuaciones está la de organizar una huelga hospitalaria que se llevará a efecto en 1978, que tendrá como objetivo el exigir la adecuación del centro a las necesidades asistenciales. Esta movili­ zación, conjuntamente con la presión de la Junta Gestora y la Dirección del Centro, van a ser decisi­ vas para el inicio de las obras de renovación, prác­ ticamente integral, que van a transformar completamente el Hospital. Y que se llevarían a ca­ bo sin dejar de prestar el Hospital su labor asisten­ cial. Descubrimiento de la placa por S.M. La Reina Dª Sofía El hospital en la actualidad Gaceta felina
  • 33. El 15 de octubre de 1984, esta remodelación será inaugurada oficialmente por S.M. la reina Doña Sofía, en cuyo acto tuvo lugar el descubri­ miento de una placa conmemorativa. También en este año, el Hospital va a recuperar el nombre de La Princesa, por resolución de fecha 2 de julio de 1984. A partir de 1984, se introducen nuevas tecno­ logías, se crearán nuevos servicios, entre ellos el Servicio de Hematología y Hemoterapia. Siendo és­ te, uno de los Centros pioneros y de referencia en España en el campo de la Onco­Hematología. El 9 de octubre de 1985 el hospital fue transferi­ do por la Administración del Estado a favor de la Comunidad de Madrid. El día 13 de abril de 1994, es aprobado el “concierto” entre la Universidad Autónoma de Madrid y el Instituto Nacional de la Salud. El hospital adquiere la denominación de “Hospital Universitario de La Princesa”. EL HOSPITAL EN LA ACTUALIDAD El Hospital de La Princesa de hoy, convertido en uno de los más modernos, está provisto de los últimos avances, tanto técnicos como asistenciales. En él se practican técnicas innovadoras, tanto mé­ dicas como quirúrgicas, dándose cumplimiento a las funciones de Asistencia, Docencia e Investiga­ ción. Dispone de 14 plantas, 8 de ellas dedicadas a hospitalización, el resto a servicios centrales, labo­ ratorios, radiología, consultas externas, etc. Habi­ taciones dispuestas para dos pacientes, con aseos privados, climatización central, televisión y teléfono propios. Asimismo, existen habitaciones individua­ les, dotadas de presión negativa, para el aisla­ miento de pacientes intervenidos de trasplante de médula ósea. Desde 1990, se van a iniciar nume­ rosas remodelaciones parciales en el centro, el cual se va a ir modernizando progresivamente has­ ta la actualidad. INVESTIGACIÓN No podemos dejar de destacar la clara vocación investigadora que posee el Hospital Universitario de la Princesa desde sus inicios. Ello culminó en el año 1999, donde según datos de la Unión Euro­ pea, este centro aparecía como el primer hospital español en productividad científica en biomedicina, según se indicaba en un estudio del Instituto Cajal, dependiente del Consejo Superior de Investigacio­ nes Científicas. Figurando, en este mismo estudio, el Profesor Francisco Sánchez Madrid, en cuarto lugar de entre los doce autores españoles con mayor índice de producción científica. En esta misma línea, en junio de 2004, el Hos­ pital de la Princesa presentó su Fundación de In­ vestigación Biomédica. Entre sus objetivos, está el de desarrollar actividades de promoción y coordi­ nación de programas de investigación científica. OTROS ACONTECIMIENTOS El 20 de diciembre de 1996, coincidiendo con la celebración del 145 Aniversario del nacimiento de la Princesa, se inauguró una “Exposición Docu­ mental Permanente sobre la Historia del Hospital”, ubicada en el propio centro, donde se exponían fotografías de documentos sobre la creación del mismo, así como de la princesa y la familia real, de la construcción del nuevo edificio, su inauguración y remodelación, documentos originales antiguos, una pequeña galería de retratos de médicos, e instrumental médico quirúrgico. Esta galería fue ampliada con motivo del 150 aniversario del naci­ miento de la princesa en el año 2001. Llegar hasta aquí, desde mediados del siglo XIX, ha sido una tarea esforzada y valerosa, que no hubiera sido posible sin contar con cada una de las personas que han entregado su tiempo y sus energías en el desempeño de esta extraordinaria tarea, de aliviar, auxiliar y cuidar a los enfermos, a lo largo de este más de siglo y medio de historia. Sea este, un sencillo y respetuoso homenaje a to­ das ellas. Este artículo se ha extraído del libro “Hospital Universitario de la Princesa 1951‐2006”. Editado en noviembre de 2006. De la misma autora. Gaceta felina
  • 34. Los puentes de Praga. Bajo esta denominación han existido en Madrid tres puentes que han unido el paseo de Santa María de la Cabeza con la orilla occidental del río Manzanares. Texto: Juan Pedro Esteve García E l primer puente que se construyó en este lugar era metálico y surgió a mediados del año 1925[1] para dar paso a las reses destinadas a ser sacrificadas en el mata­ dero de Legazpi. Era por ello que a pesar de ser su estructura de vigas de tipo Pratt, las barandillas de las aceras laterales estaban protegidas por chapa metálica para hacerlas totalmente opacas hasta una altura de un metro, y así evitar que el ganado se asustara al verse en una posición elevada con respecto al río. Es una fórmula que se repite casi un siglo después, con empalizadas de madera o setos vegetales, en los llamados “pasos de fauna” o “ecoductos” que se dejan en las autopistas o fe­ rrocarriles de nueva construcción para que los ani­ males crucen sobre la obra sin percibir demasiado su existencia. Era conocido como “puente del Matadero” y es­ taba formado por dos tramos metálicos de 20 me­ tros cada uno, con una pila intermedia en el cauce del Manzanares. En octubre de 1932, el Ayuntamiento de Madrid tomó la decisión de bautizar al puente como de Praga, en homenaje a la República Checoslova­ ca[2] , uno de los estados que habían surgido en 1918 de la desmembración del Imperio Austrohún­ garo, y que existió hasta su división en 1993 en la que la ciudad de Praga ha pasado a ser la capital de la República Checa. Este puente estuvo en funcionamiento hasta la guerra civil, poco antes de la cual, en la primavera de 1936, se había acordado la construcción de una nueva vía de unión del lugar con la carretera de Toledo, de manera similar a como se haría después del conflicto. Las obras del nuevo puente empeza­ ron en los años 40 y servían como acceso a Madrid de la carretera 401 procedente de Ciudad Real y El primer puente metálico de 1925. (Fuente: Revista de Obras Públicas) [1] Revista de Obras Públicas, número 2421, pág. 36 y ss. [2] Diario Luz, 26 de octubre de 1932, pág. 7 Crónica gatuna gv 34
  • 35. Toledo, que hasta entonces discurría por el puente de Toledo y lo que hoy es calle de Antonio Leyva. El nuevo trazado de la carretera 401 desde el cru­ ce del río hasta el empalme con la carretera vieja (la plaza de Fernández Ladreda o Elíptica) fue construido con parámetros de autopista: 60 me­ tros de anchura, carriles de tráfico rápido y vías de servicio laterales [3] . El nuevo puente se abrió al tráfico en el verano de 1952, y quedó a medio construir una prolongación de la autopista todavía más hacia el suroeste, que debería haber sido un enlace con la Nacional V de Madrid a Por­ tugal, pero se quedó durante largos años en un trazado meramente local de Cara­ banchel, la Vía Lusitana. Hasta enero de 1952[4] estuvo en dis­ cusión el nombre que se debía dar a la nueva construcción, a la que se acabó bautizando como puente de los Héroes del Alcázar de Toledo, en memoria de los mi­ litares de derechas sitiados en esta ciudad en los primeros meses de la guerra civil. En la decisión debió influir bastante el he­ cho de que en el nuevo reparto de Europa surgido de la Segunda Guerra Mundial, Praga había pasado a ser la capital de un gobierno comunista. Sin embargo, todo el mundo siguió conociendo al puente nuevo con el nombre del anterior. El segundo puente empezó pronto a mostrar defectos en su cimentación, problemas amplificados por la picaresca de los constructores y la escasa calidad de los materiales que se habían suministrado a muchas obras de la posguerra. Tras largos períodos de observación por parte de los in­ genieros del Ministerio de Obras Públicas se llegó a la decisión (verano de 1964 ) de demoler el puente y sustituirlo progresivamente por uno nuevo. Fue, por tanto, una de las construcciones más efímeras de la historia de Madrid. Una lástima, pues estéti­ camente era sin duda el más logrado de los tres Semisección transversal del puente metálico de 1925.( Fuente: Revista de Obras Públicas.) [3] Revista de Obras Públicas, número 2857­bis, pág. 105. [4] Diario ABC, 17 de enero de 1952, pág. 15. El segundo puente, de 1952. Foto: Autor desconocido, probablemente Ministerio de Obras Públicas. Crónica gatuna gv 35
  • 36. Crónica gatuna puentes que han existido en ese lugar. En el invierno de ese mismo año 1964 entraron en servicio unos puentes metálicos provisionales para mantener el tráfico, mien­ tras se iban derribando par­ tes del puente antiguo y construyendo el actual, de diseño mucho más sencillo, a base de grandes vigas de hormigón armado. Una de las calzadas del tercer puente quedó en funciona­ miento en agosto de 1968 , y la inauguración oficial de la obra se produjo poco después, el 11 de octubre. Aprovechando la obra del tercer puente se cons­ truyeron otros dos, más pequeños, para que el pa­ seo de Santa María de la Cabeza pasara a cruzar sobre el paseo de la Chopera y la calle de Antonio López, intersecciones que antes se hacían a nivel. En el año 2009 se recuperó de manera oficial la denominación de puente de Praga. Idem foto anterior. El segundo puente, visto desde el aire en el sobrevuelo ameri­ cano de 1956. Todavía faltaban bastantes años para la cons­ trucción de la M­30, pero los arcos del puente ya estaban di­ mensionados para la conversión de las márgenes del río en una autopista. Crónica gatuna gv 36
  • 37. Madrid con una mirada distinta fotos de Carlos Ramírez de Arellano del Rey Madrid con una mirada distinta Madrid, a vista de gato gv 37
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  • 39. Madrid, a vista de gato
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  • 63. Carlos Ramírez de Arellano del Rey Puedes ver más fotos de este fotógrafo en: • http://www.actiweb.es/delreycarlos/ • http://www.flickr.com/photos/delreycarlos/ • http://www.facebook.com/delreycarlos Madrid, a vista de gato
  • 64. Parque de los Hijos de Madrid Texto: Alfonso Martínez Fotografías: Mario Sánchez Madrid es una ciudad que no ha sabido tratar históricamente a sus estatuas de una forma adecuada. Conocida es la interminable danza que han hecho las esculturas urbanas de la Villa, yendo de plaza en plaza y de esquina en esquina, intentando encontrar un lugar donde reposar definitivamente. Por otro lado es cierto que en comparación con las capitales de nuestro entorno, no parece que tengamos una cantidad considerable de ellas. Esto ha sido motivo de preocupación desde tiempos pasados para muchos (entre ellos Mesonero Romanos(1)) que sentían la necesidad de que la capital del estado español fuese capaz de competir con las grandes urbes europeas en este aspecto que, a la postre, no es más que el reconocimiento de un país a sus glorias nacionales. En este ámbito existió una propuesta, a princi­ pios del siglo XX, sobre la creación de un llamado Parque de los Hijos de Madrid. La idea, aun cuando no sea descartable alguna tentativa anterior, nace en 1904 del concejal repu­ blicano Justo Morayta que consiguió llevar adelan­ te en el ayuntamiento una proposición para crear un espacio público donde homenajear a los madri­ leños de pro. Fue aprobada sin mayor problema entre otras cosas por la sencillez del proyecto, desarrollado en solo seis artículos y en el que se aprecia la inten­ ción de que fuese algo barato para el erario muni­ cipal, porque, es a todas luces evidente que, además del supuesto histórico desinterés de las autoridades de la Villa por ornar de una forma de­ bida las vías siempre se había adolecido del pro­ blema de la falta de fondos para ocuparse de estas materias. El Sr. Morayta ya en el primer párrafo de su ex­ posición es absolutamente directo sobre nuestra desidia: “Ninguna población del mundo tiene más en olvido, que la Villa de Madrid, sus glorias loca­ les” y apoya su afirmación en el hecho de que aparte de Eloy Gonzalo y el nombre de algunas calles, nada hay que conserve la memoria de los madrileños ilustres en la ciudad, ya que si existen estatuas de ellos no es por su condición de hijos [1] En Rápida ojeada sobre el estado de la capital y los medios de mejorarla, dentro de su Manual de Madrid (1831) habla de la necesidad de dotar de estatuas a la ciudad y, en concreto menciona la carencia casi inexplicable que había de efigies de los reyes en las calles de Madrid. Gatópolis, por tejados y jardines gv 64
  • 65. ilustres sino por sus méritos, normalmente los lite­ rarios. La idea que sugiere consiste en la colocación de una serie de bustos de tamaño natural de aquellos de nuestros paisanos de cualquier sexo y etapa histórica que hubiesen alcanzado la celebridad, con el requisito de haber muerto al menos, diez años antes de la fecha de la colocación. Deberían ser de piedra o metal (evita citar el mármol, bron­ ce y otros materiales caros) y los pedestales no obedecerían a ningún estilo fijo predeterminado, debiendo figurar en estos los datos básicos: nom­ bre, apodo en caso de tenerlo, fechas de naci­ miento y muerte y el nombre de quienes han costeado la estatua. Para gestionarlo el Ayuntamiento nombraría una comisión de cinco concejales, cuya principal fun­ ción, aparte de vigilar los trabajos pertinentes para la colocación de las imágenes, era la de instar a organismos estatales y privados para que patroci­ nasen por su cuenta cada una de las piezas. En concreto menciona a “el Jefe del Estado, el Sena­ do, el Congreso, la Iglesia, la Universidad, el Ejér­ cito, la Marina, la nobleza, los Círculos de Bellas Artes, Mercantil, Industrial, los Casinos, las Aso­ ciaciones, de los Autores dramáticos, de la Pren­ sa, de Actores y hasta de toreros” (2) y es que la cuestión era involucrar al mayor número de enti­ dades posible. El consistorio contribuiría con 50.000 pesetas al año destinadas en su mayor parte a la construcción de los bustos. De nuevo el proponente hace hincapié en las economías cuan­ do asegura que “no se trata de hacer obras artísti­ cas de altos vuelos”, lo importante era honrar la memoria de nuestros naturales. La cuestión no era el hacer una sola serie, sino que anualmente se fuesen colocando algunos has­ ta conseguir la formación del parque. El lugar que se sugiere es el Retiro y más concretamente la zo­ na circundante al Palacio de Cristal, lo que fue re­ cinto de la Exposición de las Filipinas, y que pasaría a denominarse Parque de los Hijos de Ma­ drid. La fecha prevista para su inauguración sería el 15 de mayo siguiente(3) y se haría con el proto­ colo de una reunión solemne municipal en el Pala­ [2] El País (28/07/1904) Gatópolis, por tejados y jardines gv 65
  • 66. cio de Cristal y la lectura de textos sobre los per­ sonajes inmortalizados ese año. Evidentemente esto, aunque aprobado, no llegó a nada. Hubo intentonas de resucitar el proyecto. Tres años más tarde Miguel Morayta, hijo de Justo y también político del partido republicano federal y catedrático de Historia en un artículo en El País(4) intenta espolear al alcalde Alberto Aguilera para que se retome y se ubique en el parque del Oes­ te(5) . En lo elemental no aporta gran cosa sobre la idea original pero apunta elementos que merecen reseñarse, como que en el tiempo que quedaba hasta el 15 de mayo (cuatro meses) “podrían inaugurarse fácilmente 25 ó 30 de estos modestí­ simos monumentos” y el resto del año se podría construir otra cantidad similar. Cifra en torno a las dos mil o dos mil quinientas pesetas la suma que precisarían los patronos, instituciones y particula­ res, en erigir una estatua. Señala algo cierto: el trabajo burocrático de la aprobación municipal es­ taba ya hecho y eso es algo que se ahorraba. La comisión tendría menos peso municipal: dos con­ cejales, el cronista de la Villa, y algunas personas más (sin cuantificar) debidamente cualificadas. Remata citando el nombre de algunos de los ma­ drileños que deberían estar representados: “María de Zayas, Claudio Coello, doña Quintina de Guzmán, Quevedo, Calderón, Lope de Vega, Ma­ tilde Díez, Carlos III, Aben Crispín, el judío Gi­ limón, Isabel la Católica, Gonzalo el Comendador de Alcántara, Ramón de la Cruz, Mario Abascal, Doña Beatriz de Galindo, Bonifacio Gutiérrez, y hasta Cúchares”(6) . Como era de imaginar tampo­ co obtuvo el más mínimo éxito. Mientras el parque del Oeste se va configurando como un lugar propicio para la colocación de mo­ numentos y lápidas conmemorativas y periódica­ mente van solicitándose algunas para los madrileños. A veces esta petición hace un camino inverso, así es el alcalde Aguilera el que pide en 1909 al Círculo de Bellas Artes que ayude para eri­ gir este tipo de estatuas, en concreto a D. Ramón [3] Excesivamente optimista parecía esto ya que la propuesta es de fecha 27 de julio y es de suponer que en apenas diez meses no es imaginable que hubiese una sola estatua. [4] El País (15/01/1907) [5] En el texto aparece, en lo que supongo una errata, como el Parque del Este. [6] Como se puede observar hay imprecisiones considerables Gatópolis, por tejados y jardines gv 66
  • 67. de la Cruz y a Mesonero Romanos(7) . Y es que pa­ rece ser que la idea le era grata a Alberto Aguilera que intentaba engalanar lo más posible su querido parque. La Ilustración Española y Americana aña­ de a los dichos los nombres de Larra, Hartzen­ busch y los Moratines(8) . En 1917 de nuevo renace la idea en la prensa. En este caso es el periodista Luis Araujo­Costa desde su tribuna en La Época(9) quien intenta re­ sucitar el Parque. Esta vez a quien se intenta con­ vencer es al alcalde José de Prado y Palacio, al que “dora la píldora” tachándole de hombre culto y buen conocedor de las capitales europeas. El mo­ delo que propone imitar este periodista es el Tier­ garten berlinés, y sugiere como sitios idóneos para su ubicación, aparte de El Retiro, el parque del Oeste o el “novísimo Parque de la Arganzuela”. El poco coste también es parte importante en este caso porque “basta con que los monumentos sean de buen gusto. No necesitan ser de pórfido, ni de mármol pentélico, ni de bronce de Corinto”. En es­ te caso apoya su petición en el carácter didáctico de las estatuas públicas haciéndonos ver que mu­ cha gente sabe de la existencia de los reyes godos gracias a las estatuas de la plaza de Oriente y que estos monumentos urbanos, en palabras de José María Valdés y Rubio, “sirven para enseñar y re­ cordar a las generaciones las vidas y los hechos de los grandes hombres”. Hace también su lista de merecedores a figurar en la nómina de madrileños ilustres metiendo entre otros y aparte de los de siempre a algunos como González de Clavijo, Ló­ pez de Hoyos, el licenciado Francisco Vargas, Cara­ muel, Salas Barbadillo, el duque de Osuna o Francisco Silvela. Al año siguiente, 1918, el concejal Francisco Sil­ va dirige un escrito al ayuntamiento pidiendo que se dé cumplimiento a la proposición de 1904, y que se haga en el sitio pensado en aquel enton­ ces(10) . Aparte de los argumentos consabidos adu­ ce la ausencia de efigies para una multitud de nuestros paisanos que gozan de la simpatía y el cariño del pueblo. En la reseña que hace de esto El Heraldo Militar se dice que el consistorio no habría de sufragar más de uno o dos bustos, sien­ do los demás por cuenta de las instituciones que colaborasen. Desconozco si hubo más intentonas sobre este asunto, que quedó nada más que en palabras y en no muchas líneas. El Parque de los Hijos de Madrid fue uno más de los buenos proyectos abortados que hubiesen venido muy bien para el adorno y la cultura de la ciudad. No obstante no todo el mundo comparte la idea de que las estatuas son buenas o necesarias en los parques, así Antonio Zozaya, en su artículo El de­ senfreno del mármol(11) se declara enemigo de ellas, entiende que son estorbos visuales, cenota­ fios, restos de cementerio que entorpecen a la na­ turaleza, que es la que debe vivir en los jardines, el lugar donde deben jugar los niños y pasear los enamorados y dejar las piedras, los bronces y los mármoles, meras alegorías mortuorias, para otros lugares. [7] El Imparcial (10/11/1909) [8] La Ilustración Española y Americana (28/11/1909) [9] La Época (04/10/1917) [10] El Globo (14/04/1918) [11] La Esfera (11/05/1918) • Historia de los monumentos de la Villa de Madrid. (1909) José Rincón Lazcano. • Manual de Madrid. Descripción de la Villa y Corte. (1831) Ramón de Mesonero Romanos. ‐ El País (28/07/1904) ‐ El País (15/01/1907) ‐ El Imparcial (10/11/1919) ‐ La Ilustración Española y Americana (22/11/1909) ‐ La Época (04/10/1917) ‐ El Globo (14/04/1918) ‐ El Heraldo Militar (13/04/1918) ‐ La Esfera (11/05/1918) ‐ El Globo (27/01/1919) FFUUEENNTTEESS CCOONNSSUULLTTAADDAASS Gatópolis, por tejados y jardines gv 67
  • 68. Aportando al mundo. En Madrid, donde siempre fuimos "poquita cosa", podríamos presumir de ser la capital de nación europea situada a mayor altitud. Sí, aunque parezca mentira, el ranking de las diez situadas a mayor altitud, que incluyo para los escépticos, sería: Madrid ­ 609m; Sofía – 586m; Ginebra – 420m; Luxemburgo – 376m; Praga – 420m; Moscú – 190m; Viena – 183m; Budapest – 151m; París – 118m; y Lisboa – 114m, siendo las cinco situadas más bajas Berlín (37m), Londres (24m), Oslo (20m), Copenhague (5m) y Ámsterdam (­4m). Texto: Arístides Álvarez Domínguez P odríamos presumir, cierto, pero no veo que esto sea como para ello (ya lo sé, eso se debe a que aún no está suficientemen­ te desarrollada mi vena nacional/indepen­ dentista), sobre todo habida cuenta que este hecho ha servido para que Madrid sea también la única capital de nación europea sin un río impor­ tante y una de las tres sin puerto, bien fluvial o marítimo… Y es que, claro, a tanta altitud, ¿cómo va a existir un río medio decente?. Porque, mucho Danubio, mucho Danubio, pero éste nace a sólo 680m, es decir, escasos 80 metros más que la altu­ ra de Madrid… También es cierto que pese a todo, nuestro Manzanares puede presumir de haber sido nom­ brado por los más insignes personajes de España, como Quevedo a la construcción del Puente de Se­ govia: “Manzanares, Manzanares arroyo, aprendiz de río platicante de Jarama buena pesca de maridos y aunque un arroyo sin bríos os lave el pie diligente tenéis un hermoso puente con esperanza de río" O Lope de Vega al ser preguntado por el corre­ gidor sobre el mismo puente: “No voy a dar una opinión, sino un consejo, señor corregidor: que la Villa de Madrid, una de dos, se compre un río o venda el puente” O Góngora sobre el mismo puente “Duélete de esa puente, Manzanares, mira que por ahí dice la gente que no eres río para media puente y que ella es puente para treinta mares” O Tirso de Molina, cuando sobre el Manzanares escribe lo de “como Alcalá y Salamanca tenéis, y no sois colegio vacaciones en verano y sólo curso en invierno” O Rhebiner, embajador alemán, que alega que el Manzanares tiene la ventaja de “ser navegable en coche y a caballo” O Alejandro Dumas, que cuando un aguador le ofrece un vaso de agua, bebe sólo la mitad, devol­ viendo la otra mitad al aguador porque al manza­ nares le hacía más falta. No obstante, es indudable que esto se ha inten­ tado corregir ya desde antiguo. Así, en tiempos de Juan II de Castilla, es decir, más de cien años an­ tes de la capitalidad, ya se pensó en hacer más caudaloso el Manzanares trayendo el Jarama hasta Madrid y haciéndolo desembocar en el primero por la calle de Segovia... algo que quedó en nada cuando descubrieron que el Manzanares en Madrid está más alto que la cuenca del Jarama (detalle importante, como podemos comprender). Fue con Felipe II que se concibió el primer pro­ yecto para convertir el Manzanares en navegable: Su idea era poder embarcarse en su alcázar de Madrid para desembarcar en Lisboa... pero quedó en idea, claro. Retornó la idea de nuevo en 1777, cuando don Pedro Manrique comenzó a construir un canal na­ vegable desde el puente de Toledo hasta el río Ja­ Curiosidad gatuna gv 68
  • 69. rama. Consiguió llegar con el canal a Vaciamadrid, ayudándose de siete esclusas y cuatro molinos, y Carlos III llegó a navegar por él... hasta que por fin se dieron cuenta que el canal iba “cuesta arri­ ba” y, claro, eso en un río pues como que no que­ daba muy bien. Al final, de todos estos intentos infructuosos, quedó para Madrid la Pradera del Canal, de la cual a día de hoy sólo queda el parque de la Arganzue­ la, donde dio comienzo una de las tradiciones ma­ drileñas que, con el paso del tiempo, se extendió al resto de España e incluso de la América Hispa­ na. Era costumbre en Madrid que los obreros (lla­ mados menestrales por aquellos entonces), los funcionarios de la corte (¿por qué les llamarían “covachuelistas”?) y los criados tomasen las once, que consistía en la costumbre de estos empleados de a esa hora, habida cuenta que el almuerzo se realizaba tarde, matar el gusanillo con un trozo de pan, un vaso de vino y algo para aderezar el pan... utilizándose de habitual queso, algo de carne cuando la había o, más normalmente que la carne, una sardina, bien asada o en escabeche. Llegado Carlos III a la Corte, muy católico el hombre, decidió que en la Corte no habría carne durante la cuaresma (es decir, del miércoles de ce­ niza al domingo de Ramos), y que, además, se aplicaría el ayuno en esta época, suprimiendo el pequeño tentempié de las once. Y fue que los obreros madrileños de la época, tan humorados como los actuales, tomaron la cos­ tumbre de acudir el miércoles de ceniza a la Pra­ dera del Canal (hoy en día parque de la Arganzuela) y, en medio de una juerga de las que dejan secuela, enterrar una sardina como símbolo del tentempié eliminado durante esa época, dando origen a esta costumbre ya extendida por todo el orbe Otra tradición cuenta que el origen se encuen­ tra, si bien en la misma época, en otra circunstan­ cia, y es que parece que Carlos III organizó una fiesta en la plaza de Ópera y, para cumplir con la abstinencia, mandó traer sardinas. Sin embargo, los calores, ajenos a la época, estropearon los pe­ ces, impidiendo pudieran ser ingeridos, organizan­ do el pueblo sobre la marcha un simulacro de entierro en la Casa de Campo. Pero a mí, particularmente, me gusta más y me ofrece más credibilidad la versión anterior El Manzanares visto desde el puente de la Reina (Fotografía de David de Tapia Visiedo) Curiosidad gatuna gv 69
  • 70. La Avenida de la Reina Victoria. Extremo occidental de las “rondas” del ensanche, esta importante vía une la glorieta de los Cuatro Caminos con la plaza del Presidente García Moreno, que sirve de puerta a la Colonia Metropolitano. En gran parte de su recorrido, la avenida dispone de uno de los pocos “bulevares” que sobrevivieron a la supresión de estos espacios peatonales en las décadas de 1960 y 1970. Texto y fotografías: Juan Pedro Esteve García 1. Antecedentes históricos. A finales del reinado de Isabel II se aprobó el denominado Plan Castro de ensanche de la ciudad de Madrid, para extender el perímetro del casco urbano a zonas que hasta entonces eran campo. El derroca­ miento de esta reina por la revolución de 1868 dio lugar a otro hecho que facilitó enormemente la ex­ pansión de la ciudad, cual fue el derribo del último cinturón de murallas que quedaba en funciona­ miento, que había sido levantado por iniciativa del rey Felipe IV en el siglo XVII. La artillería de la se­ gunda mitad del siglo XIX ya era capaz de causar daños rapidísimos a estas fortificaciones, y por otra parte, desde globos aerostáticos era posible lanzar granadas u otros explosivos al interior de los recin­ tos, por lo que la utilidad militar de las murallas se consideraba desaparecida. El derribo de las murallas tuvo, aparte de sus implicaciones urbanísticas de dar carta blanca al Plan Castro, un alto valor simbólico de ruptura con la monarquía borbónica, y entre 1868 y 1869 se derribaron otras muchas construcciones de la ciu­ dad con la intención psicológica de convencer a la población de que venía un “tiempo nuevo”. Así de­ sapareció lo que quedaba del Cuartel de Monte­ león o del Pósito de la Villa, que había sobrevivido unos años como almacén de escenarios para los teatros. Los años comprendidos entre 1868 y 1875 fueron de enorme conflictividad política, y en ellos se sucedieron el reinado de Amadeo I, primer y único rey de la casa de Saboya en España, la Pri­ mera República y el golpe de estado que devolvió a los Borbones al poder en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II. En este periodo de Alfonso XII fue cuando se fueron iniciando muchas obras de la urbanización del Ensanche de Madrid, desde el trazado de las antiguas murallas hasta el nuevo perímetro fijado para la ciudad, que no tenía murallas pero sí un foso exterior, con fines primero militares y luego fiscales, pues aseguraba que los carros que quisie­ ran entrar en Madrid con mercancías tuvieran que acceder a la urbe forzosamente por determinadas carreteras, sin buscarse atajos que les permitieran saltarse los fielatos o puntos de recaudación de impuestos. El foso abarcaba, en el sentido de las agujas del reloj, un trazado que empezaba en la actual Glorieta de los Cuatro Caminos, y que bor­ deaba Madrid por el Este por los ejes que ahora son las calles de Raimundo Fernández Villaverde, Joaquín Costa, Francisco Silvela y Doctor Esquer­ do. 2. Ensanche hecho por donde no había foso. El foso ya figura en la primera edición de 1875 del Mapa Topográfico Nacional (hoja 559) aunque es bastante probable que las obras efectuadas pa­ ra entonces fueran de tamaño muy reducido, y destinadas más a mitigar el problema del paro que a profundizar el foso. En 1903 ya hay noticia[1] de que se inician obras más en serio, que se van con­ tinuando durante 1904 y 1905, y la obra alcanzó plena utilidad fiscal el 1 de julio de 1907, cuando los “fielatos” de Madrid fueron trasladados al perí­ metro del foso. Hasta 1910 siguió habiendo pro­ blemas con la expropiación de algunas fincas, y para entonces ya se hablaba abiertamente de que la obra fuera reconvertida en un “Paseo de Ronda” o carretera de circunvalación. Del trazado original previsto para el Foso quedó sin construirse la parte comprendida entre la finca de la Moncloa y la glorieta de los Cuatro Caminos, y esa zona quedó como puramente semirrural has­ [1] Diario El Día, 07/10/1903, página 2. Gatópolis, por tejados y jardines. gv 70
  • 71. ta que en 1917 se inicia la planificación de una nueva gran obra pública en Madrid, que dará lugar a la urbanización de parte de lo previsto con un proyecto algo diferente. En 1917 se constituye la empresa del Ferrocarril Metropolitano, cuya prime­ ra línea iba a ser de la Puerta del Sol a Cuatro Ca­ minos, para descongestionar las saturadas líneas de los tranvías que hacían ese trayecto por las ca­ lles de Fuencarral o de Hortaleza. Este ferrocarril subterráneo se abrió en 1919, y sus promotores, los ingenieros Miguel Otamendi, Carlos Mendoza y Antonio González Echarte, buscaron la manera de dar más viajeros a la línea 1 urbanizando varios te­ rrenos próximos a la glorieta de Cuatro Caminos, hasta entonces apartados del centro de la ciudad, pero ahora con tren directo a la Puerta del Sol. Los negocios urbanísticos de la compañía del Metro llevaron a la creación, primero, de la Urbani­ zadora Metropolitana, y posteriormente de la In­ mobiliaria Metropolitana, precursoras de la actual METROVACESA, y se centraron en esos años en dos tipos de construcciones claramente diferencia­ das. Por una parte, en el sector limítrofe con la glorieta de Cuatro Caminos y las cocheras del nue­ vo ferrocarril, una gran avenida, con edificios de gran altura, como continuación por el oeste del Paseo de Ronda que planeaba el Ayuntamiento. Por otra parte, en el terreno comprendido entre el final de la avenida y la finca de la Moncloa, una colonia de tranquilos chalets. La colonia fue bauti­ zada como Parque Urbanizado Metropolitano, o simplemente “colonia Metropolitano” y la avenida como de la Reina Victoria, en honor de la mujer de Alfonso XIII. Los primeros edificios se fueron ter­ minando entre los años 1919 y 1923, y los últimos surgieron en el extremo occidental de la avenida ya entrada la década de 1970. En origen, toda la avenida contaba con dos aceras laterales y un bu­ levar central, que fue suprimido entre Cuatro Ca­ minos y el hospital de la Cruz Roja para permitir la construcción del paso elevado, o “Scalextric” de unión con la calle de Raimundo Fernández Villa­ verde, en el año 1969. El tramo de bulevar central más próximo a la glorieta de los Cuatro Caminos fue suprimido en 1968 para dar paso a las obras del “Scalextric”. La sustitución de este puente por una pareja de túneles en 2005 permitió recuperar espacio peatonal en un tramo de la superficie, que sirve de bulevar o de zona de espera para algunas líneas de autobuses urbanos. Los edificios que se ven al fondo son los portales 13 y 15, de los más modernos de esa parte de la avenida. Gatópolis, por tejados y jardines. gv 71
  • 72. Las cocheras del Metro tienen acceso a las líneas 1 y 2 y fueron el primer edificio en construirse del proyecto de la avenida. Actualmente se encuentra en proyecto una gran reforma de este complejo ferroviario para añadir una nueva playa de vías subterránea, de cara a una hipotética prolongación desde Moncloa de la línea número 3. Sobre ambos niveles de vías, el actual y el futuro, se preveía también la construcción de nuevos edificios de viviendas antes del estallido de la burbuja inmobiliaria. El Mercado de San Antonio. En su interior albergó desde carnicerías hasta fotocopiadoras para los estudiantes, tiendas de caramelos... y el “Jeromín”, uno de los mejores asadores de pollos de todo Madrid. Hace pocos años fue convertido en un anodino bloque de pisos, aunque respetando la fachada original. 3. De Cuatro Caminos al cruce con el Canal de Isabel II, acera de los impares. Iniciaremos nuestro viaje por la ave­ nida de la Reina Victoria en sentido es­ te­oeste, cuesta abajo desde Cuatro Caminos a García Moreno. Estas man­ zanas se ocuparon enseguida por la presencia de un eje ya concurrido como era la carretera de Irún, actual calle de Bravo Murillo, y de las cocheras y talle­ res del Ferrocarril Metropolitano. 4. De Cuatro Caminos al cruce con el Canal de Isabel II. Acera de los Pares. El elemento más característico de esta parte de la avenida son los edifi­ cios “Titánic”, terminados en 1923 y lla­ mados así por asemejarse el conjunto a un barco si se le veía desde lejos. Ocu­ pan la parte comprendida entre Cuatro Caminos y la calle de Castillo Piñeiro, llamada así, como la de Adela Balboa, para honrar a los promotores del Hospi­ tal de San José y Santa Adela, puesto en servicio en 1913 por un patronato de la Corona y desde 1918 en manos de la Cruz Roja. En el momento de su cons­ trucción, los edificios Titánic se consi­ deraban más lujosos que los de la Gran Vía, y llegaron a albergar los Almacenes Progreso, el Cine Metropolitano (demo­ lido para dar lugar al actual Hotel Jardín Metropolitano) la pastelería Escobar, que era famosa por sus cajas de pastas, y las cafeterías Bohío y La Tropical. 5.Del cruce con el Canal de Isabel II al final de la avenida. Acera de los impares. El primitivo Canal de Isabel II de 1858, hoy llamado “Canal Bajo”, se cru­ za por la avenida en el punto de paso de la actual avenida de Pablo Iglesias, que coincide con una antigua callecita llamada de Becerril que pasaba junto a Gatópolis, por tejados y jardines. gv 72
  • 73. La calle del Marqués de Lema, perpendicular a la avenida por el sur. Esta calle es una de las más tranquilas de la ciudad, y su silencio con­ trasta con el bullicio de Reina Victoria. Mantie­ ne su empedrado de adoquines original, y durante un tiempo fue el tramo norte de la calle de Escosura. Cuando se fueron construyendo en medio instalaciones como el Tercer Depósito del Canal de Isabel II y el Parque Móvil Ministerial, se abandonó la idea de finalizar esa calle, y los trozos que ahora quedan son Marqués de Lema, Boix y Morer y la Escosura original. Las casas números 9 y 11 de Marqués de Lema son unos de los edificios más curiosos de esta zona. La fachada occidental que vemos daba en origen a un camino de servicio del Canal de Isabel II sin edificaciones. Durante la Guerra Civil, las ventanas fueron tapadas con colchones y sacos terreros para evitar la entrada de balas perdidas procedentes de los cercanos combates de la Ciudad Universitaria. Posteriormente, al construirse la avenida que hoy conocemos como de Pablo Iglesias, el trozo del camino de servi­ cio quedó dentro de una manzana a modo de una especie de patio interior. Proyectos hubo de hacer pasar por este lugar una prolongación del Paseo de San Francisco de Sales para enlazar con Reina Victoria, pero finalmente se constru­ yeron los bloques números 13 y 15 de la propia Reina Victoria, de los últimos de Madrid en te­ ner suministro eléctrico a 125 voltios. Gatópolis, por tejados y jardines. gv 73
  • 74. Ginkgo de la Fuente del berro en Enero La clínica del Trabajo. Fue construida por el antiguo Instituto Nacional de Previsión y en la actualidad se halla integrada en la red sanitaria de la comunidad de Madrid como Centro de Salud Reina Victoria. A su izquierda vemos los bloques números 15, 17 y 19 de la avenida. El "Titánic" visto por la proa, es decir, por la parte de la glorieta de los Cuatro Caminos. Sigue siendo un edificio imponente cuando ya está muy próximo a cumplir los cien años del inicio de su construcción. los edificios de la Cruz Roja situados en la esquina noroeste del cruce. Un poco más abajo del actual trazado de la ave­ nida pasaba otro Canal de Isabel II, la Acequia de Riegos del Norte, que ser­ penteaba desde esta zona camino de la Dehesa de la Villa. Cuando la Urbaniza­ dora Metropolitana construyó la aveni­ da, el antiguo trazado de la acequia fue sepultado por el terraplén y el cauce de agua pasó a nacer algo más arriba, un poco al norte del complejo de la Cruz Roja, punto en el que se separaba del “Canal Bajo” subterráneo. 6. Final de nuestro recorrido. Acera de los pares desde la Cruz Roja hasta la glorieta del Presidente García Moreno. En este trayecto del recorrido encon­ tramos la pequeña calle de Los Vascos, que como la del Marqués de Lema mantiene un aire de tranquilidad semi­ rrural, y que hasta hace poco conserva­ ba un núcleo de pequeñas fábricas y talleres. De allí salía una línea regular de camiones, pintados de verde, amari­ llo y gris­plata, que hacía portes de mercancías desde Madrid a la zona de Sanabria. Más abajo, en otros edificios de Reina Victoria, se halla todavía hoy la Bodega Metropolitano, donde se reunían los hinchas del Atlético de Ma­ drid a la salida de los partidos de fútbol del desaparecido estadio Metropolitano. Más abajo todavía está la clínica de Nuestra Señora de Loreto, lugar de na­ cimiento del actual príncipe heredero al trono de España, Felipe de Borbón. Gatópolis, por tejados y jardines. gv 74
  • 75. Placa del "Titánic" que señalaba la presencia de un locutorio público de teléfonos, en la época en que disponer de teléfono propio en los domici­ lios estaba solamente al alcance de los bolsillos más pudientes. Donde estuvo el locutorio ahora hay un esta­ blecimiento de cambio de moneda y transferen­ cia de remesas, destinado a la muy numerosa comunidad hispanoamericana que vive en las calles aledañas a Bravo Murillo desde Cuatro Caminos a la Plaza de Castilla. Otro negocio desaparecido de este bloque era la tienda de modas Oviedo. El supermercado SARMA ha si­ do luego Galeprix, Hiper del Barrio, Simago y Carrefour... Se sigue manteniendo el Bar Rubí, y la antigua tienda de electrodomésticos IVARTE es ahora una hamburguesería de la cadena Mc Donald's. Edificio original del Hospital de la Cruz Roja, institución que luego fue construyendo más edificios en los alrededores Gatópolis, por tejados y jardines. gv 75
  • 76. El bulevar superviviente cubre la parte de Reina Victoria comprendida desde Ibáñez Ibero hasta la glorieta del Presidente García Moreno. Sobrevivió a la supresión de otros bulevares madrileños entre 1968 y 1972, y durante los años 80 el antiguo Kiosco­Bar “El Parque” fue remodelado con el edificio que vemos en la imagen, ahora bautizado como “La Hacienda” por la presencia al lado del enorme edificio de la Delegación de Hacienda, uno de los últimos en edificarse de toda la avenida. En 1997 se llegó a temer por el futuro del bulevar durante la construcción de un aparcamiento subterráneo, pero finalmente las protestas vecinales consiguieron que al término de las obras se mantuviera este elemento histórico de la zona. El aparcamiento ocupa el espacio entre la superficie y la estación Guzmán el Bueno de la línea 6 del Metro, abierta en 1987. La calle de Los Vascos. Un oasis de paz en medio del barullo de la gran ciudad. Se llama de los vascos por ser de este origen los promotores del Ferrocarril Metropolitano, la colonia Metropolitano, el estadio Metropolitano y casi todas las obras que dieron origen a esta parte de Madrid. La gran cantidad de hormigón que necesitaban los grandes edificios como los Titánic precisaba de encofradores y otros obreros especializados que fueron traidos del norte y alojados en esta zona durante los trabajos. Colegio de las monjas dominicas. Otro de esos remansos de paz intercalados entre los grandes bloques de ladrillo y hormigón. Aquí termina la avenida de la Reina Victoria y empieza la de la Moncloa, que baja a la Ciudad Universitaria con un trazado mucho más estrecho y unas rampas mucho más pronunciadas. Aquí finalizaba la línea del tranvía que recorría Reina Victoria y finaliza la línea del autobús 45 de la Empresa Municipal. Gatópolis, por tejados y jardines. gv 76