2. El ciberbullying es el uso de los medios telemáticos
(Internet, telefonía móvil y videojuegos online
principalmente) para ejercer el acoso psicológico
entre iguales.
No se trata aquí el acoso o abuso de índole
estrictamente sexual ni los casos en los que
personas adultas intervienen.
3. Estamos ante un caso de ciberbullying cuando un o una
menor atormenta, amenaza, hostiga, humilla o molesta
a otro/a mediante Internet, teléfonos móviles, consolas
de juegos u otras tecnologías telemáticas.
Según el Estudio sobre hábitos seguros en el uso de las
TIC por los menores publicado por el INTECO en Marzo
de 2009 el ciberbullying se define como acoso entre
iguales en el entorno TIC, e incluye actuaciones de
chantaje, vejaciones e insultos de niños a otros niños..
4. Las formas que adopta son muy variadas y sólo se
encuentran limitadas por la pericia tecnológica y la
imaginación de los menores acosadores, lo cual es
poco esperanzador. Algunos ejemplos concretos
podrían ser los siguientes:
Colgar en Internet una imagen comprometida (real
o efectuada mediante fotomontajes) datos
delicados, cosas que pueden perjudicar o
avergonzar a la víctima y darlo a conocer en su
entorno de relaciones.
5. Este tipo de acoso se suele dar a partir de los 12 años
aproximadamente, pues es la edad en la que los niños
empiezan la ESO y su uso con las nuevas tecnologías
va en aumento. Quizás demasiado. Para saber si
nuestro hijo está siendo víctima de ciberacoso
debemos estar muy atentos a las señales que nos
muestre durante el uso del móvil, ordenador o
internet. Aunque lo del móvil sería tema de otro
artículo,
La información sobre las nuevas tecnologías y el mal
uso de ellas es escasa entre los padres, pues los
padres no crecimos con internet
6. Los acosadores se suelen apoyar en cuatro comportamientos para
generar la culpabilidad en sus víctimas:
Selección. Escoge de manera sesgada un acontecimiento o
situación, o una parte específica de éste, aislándola del resto. Se
inventa todo lo demás, manipulando a su antojo los datos de la
realidad.
Dramatización. Amplifica perversamente la repercusión del hecho
aislado, inventando supuestos perjuicios y supuestas víctimas de
ese hecho, inflando las consecuencias adversas o negativas
o, simplemente, inventándoselas, situándose como primera víctima
de ellas.
Generalización. Utiliza el hecho aislado, señalándolo como muestra
significativa del general y habitual mal comportamiento profesional
del acosado. Se trata de un indicador del <<mal>> desempeño
habitual de la víctima.
Atribución: Atribuye a la víctima una intencionalidad perversa, o la
presunción de mala fe o de actual mal adrede.