1. ‘Chicken Game’(‘Jugar al gallina’)
Manfred Nolte
La teoría económica de los juegos – una herramienta del estudio de las
decisiones estratégicas- considera un influyente modelo de conflicto entre dos
jugadores, denominado ‘chicken game’, que ha venido a traducirse al castellano
como el ‘juego del gallina’. Ocho laureados con el premio Nobel de Economía
han sido contribuyentes decisivos a la teoría de los juegos.
El principio básico del ‘juego del gallina’ protagonizado por dos actores
enfrentados reside en que ninguno de ellos quiere rendirse, y confía en la
fortaleza de su posición que finalmente amedentrará al contrario y le obligará a
capitular. El ejemplo más frecuentemente invocado para ilustrar este conflicto
es el de dos conductores que enfilan sus vehículos el uno contra el otro en un
letal trayecto de colisión. Uno de los dos debe esquivar la trayectoria o ambos
morirán en el choque, pero aquel que decida apartarse será tildado de ‘gallina’
en beneficio del que mantuvo su línea, que será el ganador. El del ‘gallina’ es el
típico ejemplo de estrategia de ‘anti-coordinación’ en el que la adopción de
estrategias diferentes es beneficioso para ambos, frente a las de ‘coordinación’
en la que compartir los recursos produce beneficios para todos. El modelo
conduce a un pulso hasta un límite impredecible, mediante la utilización de la
presión sicológica hasta que una de las partes haga una maniobra de desvío o
ambas sean aniquiladas.
El atento lector hallará unas equivalencias inmediatas entre estos postulados
teóricos y el comprometido callejón en el que se encuentran perdidos los
radicales del ‘Tea Party’ americano y sus mentores republicanos desde el 1 de
Octubre, primer día del año fiscal 2014, al negarse a aprobar días atrás el
presupuesto defendido por Barack Obama. Ello ha llevado de momento a la
paralización de los servicios no esenciales de la administración americana y a la
amenaza adicional de una negativa a elevar el techo de la deuda del país, si no
se acometen serias reducciones del déficit presupuestario y se pospone o atenúa
la entrada en vigor del ‘Obamacare’, la nueva Ley de Sanidad que fue ratificada
en su momento por los legisladores de aquel país. La falta de tesorería
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2. estrangula al Tesoro USA y el próximo 17 de octubre expira su autorización para
contraer nuevos préstamos. En esa fecha el Tesoro dispondrá de 30.000
millones de dólares, mientras que el gasto en los días siguientes supera los
60.000 millones. Por primera vez en 220 años, Estados Unidos entraría en
situación oficial de impago. Con los mercados sensibilizados por el cierre
interino de la administración, la nueva amenaza hace subir la temperatura
política mundial.
Obama y la oposición parlamentaria protagonizan un ‘juego del gallina’ de
consecuencias imprevisibles. Cada una de las partes en litigio pilota un plan
fiscal antagónico donde ambos contendientes pugnan por quebrar la posición
del contrario, sabiendo que si ninguno de los dos cede, la economía
estadounidense se despeñará por el precipicio fiscal.
¿Cual es el consenso de mercado acerca de la repercusión de un siniestro fiscal
derivado de la falta de acuerdo para elevar el techo de la deuda? Standard &
Poor’s ha estimado que la mera congelación de los servicios de la
administración tendrá una incidencia del 0,3% semanal en el PIB del cuarto
trimestre hasta alcanzar el 1,2% de su crecimiento. Pero la cámara de los
horrores se describe si finalmente no se aumenta el techo fiscal. Obama,
Blanchard y Lagarde (FMI), Stockton(FED) y muchas otras voces cualificadas
de la academia y la política han pintado un cuadro dantesco de colapso de la
confianza del consumidor, retroceso de la iniciativa privada, depreciación del
dólar, desplome de las bolsas y de los bonos mundiales y una subida trepidante
de los tipos de interés a largo plazo que enterrarán sin remedio la anémica
recuperación americana y de rechazo afectarán al crecimiento de todo el
planeta. En el supuesto de que el Congreso de mayoría republicana acordase no
elevar el tope de la deuda, el Tesoro americano tendría que buscar su
consolidación fiscal y minimizar el impago de sus deudas, aumentando
impuestos –no sin la aquiescencia de la oposición- y sobre todo recortando
gastos de forma agresiva. Goldman Sachs prevé que los recortes deberían
ascender al menos a 175.000 millones de dólares en noviembre actuando
básicamente sobre salarios de los funcionarios públicos y los contratos del
sector militar. Aunque el precipicio fiscal se sortease, la mala noticia es que los
recortes llevarían a Estados Unidos a una recesión similar a la sucedida con la
quiebra de Lehman Brothers en 2008, cuando la bolsa cedió la mitad de su
valor y el país cayó en la peor recesión desde la crisis de 1928.
¿Qué probabilidad otorgan los expertos a un siniestro irreparable en este
particular ‘juego del gallina’? Menos de un 5%. Pero debemos corregirla y
estimarla prácticamente nula a la vista del parche propuesto por Boehner,
portavoz de los republicanos, de una moratoria de seis semanas sobre la fecha
límite inicial del 17 de este mes, sin ceder a la reapertura de los servicios
auxiliares de la administración americana. Al ‘GOP’(Grand old party)
republicano se le están volviendo las cañas lanzas y la opinión pública comienza
a situarles en la diana de la responsabilidad de un fiasco evitable.
Lo peculiar –para bien o para mal- de esta carrera abierta hacia el absurdo es la
prevalencia de los factores ideológicos. En el modelo teórico, los suicidas
potenciales que arrancan sus coches al encuentro del rival se guían
exclusivamente por sus instintos de supervivencia y de orgullo. Los amantes del
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3. séptimo arte recordarán aquella escena de la película ‘Rebelde sin causa’ (1955)
en la que dos adolescentes enfilan en coche un precipicio con el propósito de ser
el último en saltar del habitáculo. La vida se ponía en un platillo de la balanza
mientras en el otro pesaba la aclamación de los morbosos admiradores que
actuaban de testigos.
A Obama y a los republicanos les separa además de todo eso, el factor ideología.
La actuación del Estado como proveedor beligerante e incondicional de
servicios sociales en el caso de los demócratas, frente a la absolutización de la
iniciativa privada, la suprema mano invisible destiladora de toda eficiencia, del
lado de los republicanos. Dos visiones antagónicas e irreconciliables que pueden
conducir al mundo al desastre, salvo que se abjure del juego demoníaco, la
razón prevalezca sobre las posiciones ideológicas y la negociación imponga los
criterios de un equilibrio paritario, sin héroes ni gallinas. Que será, muy
previsiblemente, lo que va a suceder. Pero si este órdago es el segundo de la
lista-el primero y similar tuvo lugar en 2012-, ¿se cerrarán así todas las puertas
a futuros conflictos de naturaleza similar?
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