1. Secretaría de Educación
NÚCLEO DE DESARROLLO EDUCATIVO
San Juan Girón GABOLATRIA Y GABOFOBIA
Gabolatría y gabofobia
El carácter que singulariza a Gabo y a Vargas Llosa al
escribir, también los distancia a la hora de pensar.
Los escritores gustan de escandalizar como los
fantasmas. El escándalo forma parte de la
estrategia del mercadeo editorial, en que paró el
sacerdocio de los bardos antiguos que pasaban un
ajado sombrero al cabo de cada canto limpio.
Ya son un escándalo en un mundo de analfabetas,
perezoso delalma, que solo cree en los milagros por
televisión y
en la
hamburgues
a con papas
fritas,
quemándose
las pestañas
en el
cansado asunto de interpretar el enredo de la vida
con enredos de palabras. Lo cual es como arrastrar
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sábanas por las habitaciones mientras los demás
duermen, descreídos e indiferentes.
De niños nos enseñaron que el día del Juicio
deberemos responder por cada palabra que
enunciamos. No sé lo que harán ciertas personas,
entre quienes me cuento, que se pasan la vida detrás
de una máquina de escribir, y el resto del tiempo
predicando alguna loca nobleza mientras el mundo se
cae a pedazos a nuestro pesar y se regenera en
contravía del deseo.
Pero quería ensañarme en el ruido cultural de moda:
en las declaraciones de Mario Vargas Llosa sobre la
condición de cortesano de Castro de nuestro
Blacamán milagrero. La anécdota de estirpe
sartreana, donde dos amigos acaban en orillas
opuestas del espíritu por un lío de faldas, ilustra de
algún modo la afirmación de Nietzsche según la cual
algunos parten en busca del conocimiento y regresan
enarbolando las enaguas de una mujer. Conozco otra
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notable, aunque menos visible, que une o separa por
una señora los destinos de dos intelectuales
colombianos muy influyentes en su generación:
Estanislao Zuleta y Gonzalo Arango. La dejamos para
otro día.
Ahora que lo pienso, parece natural que estas dos
plumas de alto vuelo en la literatura latinoamericana
hayan terminado trenzándose a puñetazos por
asuntos de cuernos, o de trenzas. Entre los
escritores del boom, donde figuran argentinos
tristes como Cortázar, románticos cosmopolitas
como Carlos Fuentes y melancólicos como Rulfo,
Vargas y García Márquez pertenecen a la tendencia
salvaje, machista, de aquel movimiento editorial.
Ambos sienten predilección por la soldadesca, los
burdeles y las inclemencias climáticas de la zona
tórrida. Aunque el peruano pinta la brutalidad
latinoamericana según el realismo del tallador de
palos y el otro poetiza, matiza y encanta la realidad
con adjetivos y ritmos perfectos. El carácter que los
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singulariza al escribir, también los distancia a la
hora de pensar.
Sin ser gabófobo, gabólatra, gabófilo ni gabólogo,
prefiero la manera de hablar, exploratoria, de
García Márquez, su parsimonia caribeña de cantor
frustrado de boleros. Vargas es demasiado rotundo:
tiene la arrogancia de los policías que caricaturiza,
de alguien a punto de ponerle de ruana un charango a
un adversario. Locutor extraviado en la literatura,
es enfático y estentóreo. Y parece más fiero y
dogmático ahora que antes, cuando fue uno de los
más lúcidos representantes de la izquierda
latinoamericana.
Por paradojas de la vida, a los antiguos camaradas
ahora solo los une la amistad con Plinio Mendoza,
gabófilo y gabólogo desde cuando mamaba las ubres
de la loba comunista y sustentado hoy con los sueros
del neoliberalismo cerrero y el militarismo ramplón.
Dios los cría, ellos se juntan. Vargas y Plinio,
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formados en las punas, tienen en común tanto como
García Márquez y Castro acostumbrados a las luces
francas del Caribe. Aunque Plinio jamás pasó de ser
un garrapateador astuto y un intrigante exitoso, y el
peruano escribió obras inolvidables como La ciudad y
los perros y la Casa verde, pero no distingue un
cortesano de un amigo. Además, García Márquez es
flexible. También concede el privilegio de su
intimidad al monárquico Álvaro Mutis.
Castro es personaje emblemático de un empeño
marchito, heredero de las mañas del estalinismo.
Cierto. Eso no significa que estemos obligados a
hacer el juego a los macabros y activos filibusteros
de Bush. También es verdad que la hostilidad yanqui,
las conspiraciones de las agencias imperiales de
espionaje y el bloqueo criminal radicalizan el aparato
castrista, haciendo más difícil la vida del pueblo
cubano, entre el sueño peligroso del humanismo
utópico y las iniquidades del pragmatismo anglosajón.
Biblioteca Pública Piloto de Medellín para AméricaPor Eduardo Escobar
Tomado de El Tiempo, martes 6 de mayo de 2003, página 1-15