Este largo documento presenta un perfil biográfico detallado de Yanis Varoufakis, el ministro de Finanzas griego. Describe su trayectoria académica como economista y profesor, su activismo político a través de un blog durante la crisis de deuda griega, y su ascenso al gobierno como ministro de Finanzas bajo el partido Syriza. También analiza su estilo controvertido y su enfoque poco ortodoxo a las negociaciones de deuda con la UE.
1. VAROUFAKIS EL GRIEGO
POR THODORIS GEORGAKOPOULOS
Motero y casado con una artista de familia rica, le quitaron
un programa de radio por ‘atacar’ a los judíos y amenazaron
a su familia por sus críticas a la oligarquía griega. Más que un
ministro de Economía es, dicen, un narci-sista con alma de
aventurero. El apodo del griego más popular del momento:
‘Varoufucker’
Este jueves, Yanis Varoufakis
leyó un discurso preparado, algo
inusual en un economista al que le
gusta improvisar sus actos públicos.
Ese día celebraba su primera reunión
con el ministro de Finanzas alemán y,
pese a la importancia del encuentro,
nadie esperaba avances en la
negociación sobre la deuda. Eso fue lo
que ocurrió: Varoufakis ni siquiera
admitió que sus países estuvieran de
acuerdo en no estar de acuerdo. Dada
esta falta de consenso, los ministros de Finanzas no tenían nada interesante que decir a
los periodistas allí congregados. Pero la expectación era máxima y algo tenían que
anunciar.
Junto al frágil Wolfgang Schäuble (72 años) el bronceado y musculoso Varoufakis
parecía aún más joven que los 53 años que reflejan su biografía. El griego empezó a leer
su discurso, esculpido con esmero. Y allí, en pleno corazón de Berlín, junto a un hombre
que ha sido diputado del Bundestag desde 1972, el griego se puso a hablar de nazis.
Fue la última provocación del político de moda en Europa. Días antes, se había
plantado en Downing Street con un look propio de un motero como él: una camisa azul
eléctrico cubierta por un chaquetón de cuero negro. De golpe, todos los focos se posaron
sobre este hombre con facciones de matón de cine que ha robado todo el protagonismo a
Alexis Tsipras, su jefe en Syriza. Incluso han hecho fortuna unas camisetas con un pícaro
juego de palabras con su apellido: «Varoufucker» («Varoufollador»).
Varoufakis no es un político, sino un reputado economista. Su especialidad siempre
ha sido la teoría de juegos: el estudio de la toma de decisiones estratégicas. Nacido en
Atenas el 24 de marzo de 1961, estudió matemáticas, estadística y economía en Essex
(Reino Unido) y, tras trabajar en Cambridge, se mudó a Sidney a dar clases. Pasó allí 11
años, se nacionalizó australiano, se casó y luego, por alguna misteriosa razón, decidió
volver a Grecia.
2. Como científico es muy respetado por sus compañeros de la Universidad de Atenas,
pese a que sus controvertidas ideas cuestionan pilares básicos de la teoría económica.
Sus colegas de la época le describen como cordial y curioso. «Era un profesor muy
energético», dice Thodoris Papageorgiou, uno de sus ex alumnos. «Animaba a que
discutiéramos sus ideas y era muy cercano a los alumnos. Escribía su número de móvil en
la pizarra para que le llamáramos cuando quisiéramos».
Varoufakis dejó la universidad en 2012, cuando pidió una excedencia para trabajar en
Valve Corp, una excéntrica empresa de videojuegos en Seattle (EEUU). Allí, como
«economista en jefe», realizó investigaciones sobre tipos de cambio y déficits comerciales
en economías virtuales.
Lo que demuestra esta alambicada trayectoria laboral es simple: Yanis Varoufakis no
es un político. Pese a sus instintos aventureros, nunca ha sido nada más —y nada
menos— que un académico. Entonces, ¿cómo acabó en el corazón de la negociación
política más compleja que se recuerda en Europa? Esa es una historia interesante: una
historia sobre un blog, una casa de verano y una ambiciosa obsesión.
A muchos políticos les gusta rodearse de gente inteligente y expertos consejeros. Eso
ocurrió con Varoufakis, asesor de George Papandreu entre 2004 y 2006, durante sus
primeros años como líder de los socialdemócratas del PASOK. Abandonó el puesto
defraudado y desilusionado y, desde entonces, no ha parado de criticar la falta de
organización y pensamiento estratégico de Papandreu.
Uno esperaría que, tras esta experiencia, Varoufakis no querría meterse en política de
nuevo. Pero, entonces, pasó algo inesperado: la economía griega implosionó.
En 2010, George Papandreu, ya primer ministro, anunció que el país pediría un rescate
de la UE, el BCE y el FMI: la odiada troika. Aquel cataclismo llevó a una deuda de 240.000
millones de euros, una oleada de recortes sociales y un terremoto político que ha alterado
radicalmente el sistema de partidos griegos. Otro resultado de aquella crisis fue que
Varoufakis empezó a bloguear.
Entre el 30 de marzo de 2010 y el 16 de diciembre de 2014, publicó 263 entradas en
Protagon, una influyente web de opinión. La mayoría de sus escritos versaban sobre la
crisis y las políticas de los principales actores europeos (Grecia, Alemania, la troika). Y,
especialmente, sobre lo que deberían estar haciendo para arreglarla.
DEL AULA A LAS TERTULIAS
Escritos en un estilo conciso y accesible, sus posts empezaron a llamar la atención. De
pronto, su audiencia se expandió más allá de sus compañeros economistas. Empezaron a
llamarle a tertulias y estas comparecencias aumentaron aún más su club de fans. Él era el
tipo que hablaba con un tono claro, que daba bien en cámara, que sonreía a menudo y,
sobre todo, que sabía de lo que opinaba. Fue un hit inmediato. Sus artículos en Protagon y
en la revista Lifo acumularon lectores. Y su Twitter se llenó de seguidores.
3. La pieza central de su blog era su «plan maestro» para acabar con la crisis europea.
Sus propuestas las recopiló en un documento titulado Una propuesta modesta para
superar la crisis europea (2011). El texto, cofirmado con el economista Stuart Holland,
detalla un plan para que la deuda de los países más débiles se absorba en el seno de la
UE, mediante una unión fiscal más intensa.
Su idea suscitó el escepticismo de algunos de sus colegas que repasaban su prolífica
escritura (dos o tres textos larguísimos a la semana) con precaución y, según me contó
uno de sus colegas, «bastante extrañeza». Pero sus lectores no paraban de crecer y él
decidió incorporarse a un proyecto en pleno auge: en 2012, sus ideas sobre la
reestructuración de la deuda se convirtieron en un pilar del programa de Syriza.
En verano, el líder de la formación izquierdista, Alexis Tsipras, suele pasar unos días
en la casa de un amigo en la isla de Aegina. Adivinen quién tiene otro chalet allí: Danae
Stratou, la mujer de nuestro protagonista. Los Tsipras y los Varoufakis han pasado al
menos un verano juntos en Aegina: mientras los niños jugaban, los adultos hablaban sobre
el futuro de Grecia.
En Varoufakis, el líder de Syriza encontró una voz prominente que defendía la línea
populista de su partido: que el problema griego debía resolverse a nivel europeo y que
había que abandonar la política de austeridad. Syriza añadió las propuestas de Varoufakis
a su programa y él se acercó al partido, pero sin asumir ningún cargo institucional.
Rechazó con bastante vehemencia la propuesta de que entrara en las listas de las
generales de 2012 o las europeas del año pasado. En 2015, sin embargo, las cosas
habían cambiado. Esta vez, no se jugaba un simple escaño parlamentario, sino que Syriza
tenía claras posibilidades de formar gobierno, así que Varoufakis tendría una oportunidad
de negociar su plan anticrisis con los líderes europeos. ¿Cuántos economistas tienen un
privilegio así? Él, desde luego, no iba a dejarlo escapar.
Aquí volvemos a su comparecencia del jueves junto a Wolfgang Schäuble. Allí, en
Berlín, dijo que Grecia necesita un «programa puente» para darle tiempo a negociar un
nuevo trato con sus acreedores. Pero esto fue después de que hablara de los nazis: «Esta
noche, cuando vuelva a casa, me encontraré con un país en el que la tercera fuerza
política no es un partido neonazi, sino uno nazi».
Supuestamente, su intención era conmover a los alemanes, un pueblo que, según él,
se encontró en una situación parecida a la de los griegos hace más de 80 años. Queda por
ver si fue una idea brillante o desastrosa. En todo caso, la estrategia de Varoufakis parece
improvisada sobre la marcha: si en una reunión parece agresivo y confiado, en la siguiente
se muestra amable y conciliador.
Los griegos aún parecen dispuestos a confiar en su nuevo gobierno. Pero las
primeras críticas contra Varoufakis se centran en tres aspectos (o cuatro, si contamos su
dudoso gusto indumentario): que no es un político, que sus prioridades están equivocadas
y que su narcisismo va a provocar problemas.
4. Varoufakis, que se autodescribe como un «marxista liberal», no es un miembro de la
nomenklatura de su partido. Ha ganado credibilidad al convertirse en el diputado más
votado del Parlamento en las elecciones de enero: 137.000 votos en la segunda
circunscripción de Atenas. También tiene el apoyo incondicional de su líder, algo crucial en
un partido repleto de comunistas. Pero, claramente, no es uno de ellos. «Si no consigue un
pacto satisfactorio, es el cabeza de turco ideal», dice un veterano político.
También hay críticas hacia sus controvertidos rasgos de personalidad. La palabra
«narcisista» sale a menudo en las charlas con gente que ha trabajado junto a él. Suelen
describirle como un hombre amable, empático, pero al que le gusta demasiado el sonido
de su propia voz y disfruta cuando todos los focos se vuelcan sobre él.
Su biografía reza lo siguiente: «Considera que su mayor logro fue que el gobierno
australiano aprobara una enmienda para que la radio estatal cancelara su programa
semanal». Se refiere a un incidente que supuso su expulsión de la radio SBS por
«promover estereotipos negativos sobre los judíos». Incluso escribe su nombre de forma
incorrecta con una sola ene (la ortografía habitual es «Yannis») por «motivos estéticos».
Claramente, Varoufakis es un hombre que dedica mucho tiempo a pensar en sí mismo.
De todas formas, quizá sea el hombre ideal para este trabajo. Indudablemente, es un
tipo brillante, que sabe de lo que habla. Hay pocos griegos con un conocimiento profundo
de la economía, que utilicen el inglés con tanta soltura y, sobre todo, que posean su
chulería innata, muy popular entre los vapuleados griegos. Y hay otros dos factores a tener
en cuenta.
El primero, es la «modesta propuesta» que está negociando. Como economista teórico
con un plan entre manos, tiene una oportunidad única en la vida de convertir una parte,
aunque sea pequeña, en realidad.
¿Y la segunda? Bueno, Varoufakis está inmerso de una negociación. ¿Recuerdan
cuál es su especialidad? La teoría de los juegos: es decir, el estudio de la toma de
decisiones estratégicas. Los griegos cruzan los dedos para que la constante mueca
de sonrisa de Yanis Varoufakis indique una realidad. Que sabe lo que está haciendo.