MAYO 1 PROYECTO día de la madre el amor más grande
LOS ATENTADOS DEL CAPITALISMO CONTRA LA VIDA Y EL PLANETA
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LOS ATENTADOS DEL CAPITALISMO CONTRA LA VIDA Y
EL PLANETA
La sola enumeración de los extensos atentados contra los pueblos
en vías del desarrollo y desarrollados, contra la fraternidad
humana y contra la heredad planetaria causados por el régimen
capitalista, y su versión contemporánea el neoliberalismo o
economía de mercado entronizado en la civilización occidental,
exigiría una enciclopedia de miles de páginas. Millones de
documentos convencionales y de la red citan los crímenes
irrogados por un sistema dispuesto a sacrificar seres humanos y a
exterminar el planeta. He aquí una pequeña muestra de los
atentados más impactantes.
La miseria de miles de millones de habitantes del mundo y la
inconmensurable riqueza de unos pocos es el mayor estigma del
mundo dominado por el capital.
Según las estadísticas del Banco Mundial para 2013, mil millones
de personas viven en condiciones de pobreza extrema, con menos
de dos dólares diarios, y tres mil millones viven con menos de 10
dólares diarios.
100.000 personas mueren al día por hambre.
Cada 5 segundos un niño menor de 10 años muere por falta de
alimento.
Más de 1.800 millones de seres humanos no tienen acceso
a agua potable.
1.000 millones carecen de vivienda estimable.
840 millones de personas mal nutridas.
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2.000 millones de personas padecen anemia por falta de
hierro
880 millones de personas no disponen servicios de salud.
2.000 millones de personas carecen de acceso a medicamentos
esenciales.
Sin embargo, según la fundación OXFAN (2014), 85 personas más
ricas del mundo tienen el mismo dinero que 3.500 millones de
habitantes. Cerca de la mitad de la riqueza mundial está en manos
del uno por ciento de la población, que posee en conjunto unos 110
billones de dólares. Entre 710 billones y 1500 billones de dólares,
es la cantidad de dinero que las élites financieras tienen invertido
y que pone en riesgo la economía global. En el peor de los casos,
esta cantidad es 21 veces mayor que el PIB mundial en conjunto.
Solimano (cit. por Meléndez, 2014), amplia eta información al decir
que el capitalismo del siglo XXI está asociado con los índices de
desigualdad, cuya evidencia más cruda es la concentración del
ingreso en un grupo muy pequeño: el 1 % por ciento más rico, e
incluso en uno más pequeño: el 0,1 % más rico del mundo. El autor
plantea la existencia de los ricos, los súper ricos y los megarricos.
Los primeros serían aquellos que acumulan una riqueza igual al
producto interno bruto per cápita de un país, los súper ricos cuya
riqueza es el resultado de multiplica 30 x 30 veces el PIB per
cápita y los megarricos 30 x 30 x 30 veces. De esta forma, “los
ricos viven de los intereses de la riqueza, los súper ricos de los
intereses de los intereses y los megarricos de los intereses de los
intereses de los intereses, nunca se comen el capital, y siempre el
capital está creciendo a pesar de que estar consumiendo”.
Todos estos datos constituyen toda una verdadera afrenta para la
conciencia mundial.
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Esta criminal concentración de riqueza y la angustiante pobreza
de tanta gente es producto del mayor mandamiento capitalista: la
obsesión por el TENER, poseer, acumular, dinero, riquezas,
propiedades, bienes, lujos … Hemos llegado a un mundo
materialista, donde el dinero es el rey, donde cuenta más la
riqueza material, la producción, el consumo, las tasas de
crecimiento, la competencia comercial, que las personas. Desde
que un ser nace está bombardeado con la idea que la finalidad de
la vida es tener. La codicia grande o pequeña es visible en la
conducta humana, no por su esencia sino porque las fuerzas
mercantilistas internalizaron este antivalor. Fromm y otros
antropólogos demostraron que el Tener no es natural o innato en
el hombre sino producto de las relaciones económicas basadas en
la propiedad privada y la acumulación, las que se profundizaron en
el capitalismo a límites exorbitantes.
En concomitancia con el ansia económica inducida a la población
mundial, gracias a un verdadero acoso publicitario de los ricos del
planeta, han introyectado en ella el obsesivo consumismo. Esta
conducta es la que ha permitido el enriquecimiento de los dueños
del planeta. Hace 70 años los economistas norteamericanos, en el
afán de acumular riquezas y dominar el mundo diseñaron la manera
de hacer crecer la economía, la fórmula fue: “Nuestra economía
tan productiva requiere que hagamos del consumo nuestra forma
de vida que convirtamos en rituales la compra y el uso de bienes …
Necesitamos que las cosas se consuman, quemen, reemplacen y
desechen a un ritmo cada vez mayor”. A partir de esta consigna
el mundo, incluidas las sociedades que menos tienen, asumen como
objetivo de sus vidas consumir hasta lo inimaginable, sin saber que
ese consumo acabará con el planeta, pero acrecentará el poder de
los acaudalados
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Ahora bien, ¿quiénes producen los productos que la gente
compra hasta el cansancio? Pues los dueños de los capitales, que
acumularon dinero gracias a la explotación del trabajo de los
obreros y empleados, así como del usufructo desaforado de las
riquezas naturales. Bueno sería que la gente se propusiera
averiguar el aprovechamiento de la fuerza laboral de miles de
millones de obreros por las gigantescas transnacionales
automotrices, textiles, agroindustriales, tecnológicas y de
servicios. Estas grandes corporaciones (147, 1 % del total)
están estrechamente relacionadas entre sí mediante la
propiedad accionaria y controlan el 40% de la riqueza total del
mundo.
Asimismo, la expoliación de los recursos mineros, agrarios,
pesqueros, principalmente de los países menos desarrollados,
explica la gigantesca concentración de la riqueza en el mundo. A
diario es posible informarnos de los peligros que se ciernen sobre
los habitantes por la extracción minera, el agotamiento del agua,
la contaminación del suelo y el agua, el calentamiento global, la
agresiva deforestación, la desaparición de especies, todo por la
codicia de los amos planetarios y su afán de dominio geopolítico.
Perecería que el capitalismo tiene una sola meta desbastar la
tierra, convertirla en un desierto, de tal modo que lo único
verde sean los billetes de dólares.
El otro rasgo emblemático del capitalismo neoliberal es haber
mercantilizado todo; es decir, no solo los bienes terrenales,
las personas, la vida, la salud, la educación, el conocimiento,
el entretenimiento, los sentimientos, y hasta la religión han
pasado a constituirse en mercancías sujetas a la oferta y a la
demanda. Estamos en una cultura que lo ha convertido todo en
mercancía, dice Sampedro (2014) líder de los Indignados
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españoles. Una muestra de la mercantilización es la globalización
del oficio emprendedor; vivimos un mundo de emprendedores
que deben entrenarse para comercializar todo lo inimaginable.
Asimismo, si el consumo de mercancía es la conducta generalizada
del mundo de hoy, se debe atribuir a la atosigante y ubicua
publicidad, igualmente controlada por el capital. Este es el
instrumento encargado de crear motivaciones para satisfacer las
más exóticas apetencias humanas. Según Garrido (2013) en el
mundo se gasta 516.000 millones de dólares al año en propaganda
de todo lo habido y por haber. De ese monto el 59 % se lo realiza
a través de la televisión. Después de todo, es la única forma como
los habitantes del planeta deben embarcarse en el consumismo.
Estamos, pues, ante otra característica que identifica al mundo
capitalista globalizado.
De otro lado, un mundo tan inequitativo puede generar
descontento y rebeldía en los miles de millones que viven en la
miseria y la pobreza, lo cual pondría en riesgo el dominio de
los magnates mundiales y nacionales, por lo que se requiere
controlar estos focos sediciosos. Para este propósito las élites
crean numerosos ejércitos y fabrican armas cada vez más
sofisticadas. Según el SIPRI, el mundo gasta 1,3 billones de
dólares al año en la compra de instrumentos bélicos, el 40 % de
esa cifra corresponde a los Estados Unidos. Por supuesto los
ejércitos y armas son utilizados también para apropiarse de las
riquezas naturales de otros pueblos; para ello se inventan
enemigos, guerras y terrorismos. Imposible negar que vivimos un
sistema violento, agresivo, dispuesto a los peores crímenes con tal
de mantener su hegemonía en todos los países del orbe. “Una de
las grandes paradojas de la ciencia moderna es que los seres
humanos buscan vida en otros planetas, mientras que las
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potencias nucleares del mundo mantienen y modernizan sus
armas para destruir la vida en la Tierra”, (Ban Ki-moon,
Secretario General de la ONU).
Los cimientos de la ideología mercantilista como son el dinero, el
poder económico y el consumo constituyen el ambiente natural
para el crecimiento constante de la corrupción en todos los
órdenes. Obviamente, si el dinero es la máxima ambición de los
poderosos, así como de la gente común, es de esperarse que
se ansíe conseguirlo por todos los medios ilícitos; no lícitos,
porque el trabajo honesto no da riquezas. De acuerdo con la
UNODC (2011), el crimen organizado transnacional:
narcotráfico, contrabando, piratería, extorsiones, trata de
personas, comercialización de medicamentos apócrifos y hasta
delitos relacionados con el medio ambiente, obtiene ganancias
anuales estimadas en 2.1 billones de dólares. De
ese dinero sucio las organizaciones criminales logran lavar
hasta el 70 por ciento en el sistema financiero mundial, lo que
significa que banqueros y las mafias conforman una sola clase.
La información, el conocimiento y hasta la ciencia que se genera
en el mundo no puede escapar al control del sistema. Desde
mucho tiempo advirtió que los medios de comunicación en manos
de las grandes empresas controlados por los ricos, constituía un
cuarto poder a su servicio. Que los medios de comunicación
controlan la opinión pública no es un secreto, lo es más ahora que
disponen de las nuevas tecnologías como internet y las redes
sociales. Pérez (2012), cita que 1.500 periódicos del mundo, 2.000
editoriales, 9.000 radios y 1.500 cadenas de televisión son
controlados por cinco empresas: Universal Pictures, News Corp.
Walt Disney, Time Warner y Viacom, cuyos dueños son grandes
banqueros e industriales. Toda una maraña gigantesca de hilos
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para que los habitantes del planeta estén informados de lo que
interesa al poder dominante.
El otro efecto nefasto de arremetida contra los pueblos de la
globalización neoliberal es la uniformidad cultural a la que son
llevados las naciones, pueblos y culturas. El gran triunfo del
capitalismo es su hegemonía cultural, cuyo paradigma es el
pensamiento único. Este significa que todos los habitantes del
planeta deben aceptar y vivir con los valores propios de la
cultura burguesa: acumulación, consumo, idioma único, una
misma manera de vestir, divertirse, ambicionar un estatus …
Es decir, es decir, se trata de un embate homogenizante
orientado las diferencias culturales y reconocerla como al
sistema capitalista opción a eliminar para los pueblos como la única.
En otras palabras, las costumbres, los hábitos y, aun, las
representaciones simbólicas de cada cultura nacional deben
desaparecer para asumir las únicas posibles, aquellas que
permitan a la gente una actitud de pasiva aceptación de la
globalización neoliberal: si la economía es global lo debe ser
también la cultura. En consecuencia, no se reconoce a las otras
culturas y se les niega toda validez pues se las considera como
expresiones atrasadas y marginales de la cultura “global”
hegemónica, moderna (Ornelas, 2004).
¿Puede decirse que la salud humana está exenta de la fiebre
mercantil? Ya se anticipó, si todo en la sociedad capitalista es
mercancía las medicinas, los servicios de salud, los productos de
higiene no pueden ser la excepción. Según varios trabajos
investigativos, el 80 % de estos productos son tóxicos para la
salud humana, pero como generan altas ganancias se los fabrica
y se los vende sin ningún escrúpulo. Las diez grandes
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farmacéuticas del mundo obtuvieron ganancias por 1,08 billones de
dólares en 2011 (http://www.pmfarma.com.mx/).
¿Cuál ha sido el aporte del capitalismo para dignificar la vida de
las mujeres, que constituyen la mitad de sus habitantes? Pocos se
atreverán a sostener que en esta sociedad las féminas hayan
conseguido eliminar la pobreza, cuando la mayoría de ellas vive en
esta condición. Asimismo, el sistema adoptó la opresión patriarcal
del judaísmo para ubicar al hombre como amo y con poder sobre
las compañeras. “El sistema patriarcal es una maquinaria
extraordinariamente perversa, dice Lienas (2005), que funciona
con una perfección y un sincronismo dignos de envidia”. Cualquier
estadística puede demostrar la explotación laboral de las mujeres
en todas las naciones. Es decir, un ser humano de segunda.
Imposible ocultar la profundización de la horrenda afrenta como
es la prostitución y otras lacras que denigran la feminidad.
Otros rasgos emblemáticos del sistema capitalista lo constituyen
la mentira, el engaño, la demagogia, la mixtificación y cualquier
otro término similar. Bien puede decirse que el sistema subsiste
gracias al mecanismo de manipulación de la conciencia de la enorme
mayoría de la población mundial. Sobre el asunto, López (2009)
expresa: “El capitalismo vive de las apariencias. Pone toda la carne
en el asador para aparentar lo que no es y para ocultar lo que
realmente es. No es de extrañar que se sustente en el férreo
control de los medios de comunicación. Sin embargo, el capitalismo
no puede evitar ser cada vez más recuestionado porque no puede
impedir que sus mentiras sean poco a poco descubiertas. Los
hechos contradicen los discursos. Las consecuencias nefastas del
sistema capitalista ya no pueden pasar desapercibidas. Las
evidencias ya no pueden ser ocultadas ni manipuladas. La realidad,
tarde o pronto, habla por sí sola”. De igual forma, solo enumerar
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las falsedades del sistema implicaría una obra voluminosa, por lo
que se citan las falacias más perversas.
1. El mercado en el sistema capitalista es libre. El mercado
libre es esencial para una economía dinámica y viable. El
mercado libre beneficia al ciudadano. El mercado se
autorregula.
2. La única forma de crear riqueza para el pueblo es mediante
el crecimiento económico. La moderación salarial es
fundamental para el crecimiento económico
3. En el sistema capitalista es posible el pleno empleo. Es
indispensable la flexibilidad laboral para crear empleo.
4. El sistema capitalista se sustenta en la democracia. La
democracia es el menos malo de los sistemas.
5. La libertad implica inevitablemente desigualdad. Cualquiera
puede prosperar en el capitalismo.
6. En el sistema capitalista es posible un consumo responsable. Es
posible el desarrollo sostenible, un capitalismo ecológico.
7. El sistema capitalista es el único posible. No hay un sistema
económico serio alternativo.
A estas mentiras enunciadas por el autor debería agregarse tres
igualmente funestas.
Convencer a la gente que es libre y por lo tanto puede tomar
decisiones. No obstante, los hechos demuestran que un elevado
porcentaje de ciudadanos son incapaces de reconocer los hilos
invisibles de la ideología capitalista que les imposibilita cualquier
libre albedrío. Desde que las personas nacen están condicionadas
a pensar de acuerdo con los intereses del poder hegemónico, su
alienación es tal que les impide distinguir las cadenas ocultas.
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La otra falacia es difundir que en esta sociedad es posible la
fraternidad humana. Las groseras vivencias de violencia,
agresividad, egoísmo, competencia y darwinismo social que
sobrellevan el mundo no pueden ser muestras de amor, solidaridad
y respeto. “El capitalismo ha acrecentado el egoísmo y la
pérdida de la fraternidad humana”, dice el Presidente Pepe
Mujica. La sociedad capitalista es una selva donde el más
fuerte (el que tiene dinero, poder y astucia) podrá tener una
vida holgada, los demás sobrevivirán en condiciones
infrahumanas.
El sistema también es presentado como el único en donde puede
tener lugar el crecimiento de la esencia humana; es decir, el
desarrollo de sus potencialidades cognitivas, afectivas y morales.
No obstante, lo que se percibe es profundización de la
alienación del hombre, vive angustiado, no encuentra sentido a
la vida; de modo frenético, busca algo que llene su vacío
existencial: riqueza, consumo, erotismo, drogas,
entretenimientos, doctrinas exóticas … Deambular en el mundo
con pobreza espiritual, ética, solidaria son muestras de una
sociedad que se ha negado a elevar los atributos más excelsos del
hombre. Así lo confirma el filósofo norteamericano Michael
Ledeen (2014):” El mundo occidental y capitalista es aburrido: se
ha magnificado el triunfo de la ciencia, la tecnología y la industria
al mismo tiempo que enterraba el alma del individuo bajo una pila
de cosas materiales”.
A pesar de toda esta argumentación, algunos refutarán que el
problema de las condiciones de pobreza, marginalidad, violencia de
la mayoría de la población planetaria ha sido un constante a través
de la historia. En efecto, así lo confirman las etapas históricas del
esclavismo y el feudalismo, lo cual exculparía al actual sistema
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dominante de estos estigmas. Pero ninguna de estas épocas puede
ser comparada con la situación a la que ha sido conducida
actualmente la humanidad por el poder económico concentrador y
codicioso del capitalismo.
Además, si el mundo occidental ostenta los adelantos
civilizatorios de la modernidad y posmodernidad, ¿cómo aceptar
que pervivan esas afrentas contra la dignidad humana?, ¿acaso
no se vanagloria de los progreso científicos, tecnológicos y
culturales los cuales podrían haber contribuido a eliminar los
lastres infrahumanos y los sufrimientos de la mayoría de los
habitantes del planeta Tierra? Sin embargo, como advierte
Michael Lowy (2013): “Los crímenes en masa meticulosa y
pormenorizadamente planificados, burocráticamente organizados
y ejecutados por la fuerza del Estado moderno no significan un
regreso a una época de salvajismo superada por la civilización, sino
que son parte constitutiva de la civilización capitalista.
Simplemente, la barbarie es una de las manifestaciones posibles
de la civilización industrial/capitalista moderna o de su copia
‘socialista burocrática’. La barbarie, entonces, no puede
comprenderse fuera de las estructuras constitutivas de la
moderna civilización capitalista, como: la técnica, la industria, la
división del trabajo, la organización burocrática – racional y el
monopolio estatal de la violencia”.
En fin, consideramos que lo expuesto debería convencer al más
afecto a este sistema sobre lo aciago del mismo. Por consiguiente,
una cosa debe quedar claro, el sistema capitalista es lo peor que
pudo haberle ocurrido a la humanidad, por lo que vuelve imperioso
la búsqueda de otra sociedad que pueda ser construida por los
hombres y mujeres conscientes del planeta y sus pueblos. La más
elemental conciencia permite reconocer que el modelo económico
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dominante con todas las dolorosas secuelas citadas no puede
seguir causando tanto sufrimiento a los seres que pueblan la
Tierra Miles de pensadores de primera línea como Chomsky,
Hessel, Bauman, Saramago, Petras, Stingliz, Galeano, Sábato,
Morin, Guyana, De Souza, Hourtat, para citar los más
emblemáticos representantes del antisistema, vienen denunciando
desde hace varias décadas la grave crisis del modelo capitalista
neoliberal y sus ominosos efectos para la humanidad y el planeta.
Como expresa Huanacuni (2010), “La economía de mercado solo
ha creado ‘pobres’, donde antes existían comunidades plenas
de seres humanos dignos; el pensar que todo tiene un valor
monetario ha terminado por quitar el valor de la vida”.
Serán contados los que estén dispuestos a sostener que esos
penosos hechos tengan poco que ver con nuestros países y
concretamente con el Ecuador. Pero bastaría una breve
observación de los negocios transnacionales asentados en nuestros
lares, el aumento de las conductas consumistas, la axiología de los
jóvenes, los hábitos que atentan contra el medioambiente, el
crecimiento de diferentes formas de corrupción … Resulta difícil
negar que las formas de vida de las metrópolis se replican en
nuestras ciudades y pueblos. Vivimos un mundo globalizado y, por
desgracia imitamos el triunfante modelo mercantilista, es la
“nordomanía” que denuncia Leopoldo Zea.
Quizás el mejor corolario de este acápite sean las punzantes
palabras de Aguiló (2011).
La religión del mercado se basa en leyes, explícitas o tácitas,
cuya obediencia es impuesta a todos:
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Primera Ley: El máximo beneficio económico (capital, objetos
materiales, servicios, riqueza material) es el paraíso en la
Tierra.
Segunda Ley: La economía de mercado es el orden natural del
mundo, la verdad objetiva, la palabra de dios.
Por lo tanto, es siempre justa y correcta y sus dictados son
mandamientos que están por encima de cualquier otra moral o
valor.
Tercera Ley: La vida humana es tiempo de trabajo, capacidad
productiva. Eres según lo que produces y según la cantidad de
lo que produces. El trabajo es valorado según la oferta y la
demanda y es considerado como un coste en los intercambios
económicos. No trabajas para vivir, vives para trabajar.
Cuarta Ley: La naturaleza no es más que una reserva de
recursos necesarios para el proceso de producción o una masa
de tierra con la que especular. La naturaleza no es más que
un conjunto de objetos inertes cuya única utilidad es ser
explotados hasta la extinción.
Quinta Ley: El patrimonio social, cultural y espiritual es capital
fungible que puede ser comprado o vendido.
Sexta Ley: El valor de las cosas sólo está representado por el
precio.
Séptima Ley: El individuo, considerado sobre todo como
productor-consumidor, es el objeto principal de la economía de
mercado.
El individuo tiene la libertad y el deber de consumir todo lo
que produzca la Economía de Mercado.
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Octava Ley: Debes tener fe en el Progreso, entendido como
crecimiento económico (material) ilimitado.
En el futuro se producirán más y mejores bienes materiales y
podrás consumir más y acumular más beneficios.
Novena Ley: El deseo de consumir más y de acumular cada vez
más bienes te permitirá alcanzar el paraíso terrenal (la máxima
felicidad).
Décima Ley: Sólo vence el más fuerte. Para consumir hay que
acumular. La competitividad es la regla de oro. Principios éticos
tales como compasión, altruismo, solidaridad, generosidad
deben ser considerados supersticiones del pasado.