1. Abrir la puerta de la fe
(Curso 2012-2013)
Si tuvierais fe como un grano de
mostaza, le diríais a aquel monte:
«Trasládate desde ahí hasta aquí», y se
trasladaría. Nada os sería imposible.
Mt 17,20
CENTRO SAN JUAN DE DIOS 0
CIEMPOZUELOS
Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
2. Norka C. Risso Espinoza
INDICE
Pag
1. Abrir la puerta de la fe…….………………………………………………….02
2. Explicación del Logo del ‘Año de la fe’……….……………………………05
3. Esquema de trabajo…………………………………………………………..08
4. Dinámica de trabajo…………………………………………………………..09
5. Propuesta mensual……………………………………………………………11
5.1. Octubre: Puerta de la fe
Profundizar en el contenido de la fe…………………………….….11
5.2. Noviembre: Puerta de la amistad
La amistad con Dios….…………………..…………………………..12
5.3. Diciembre: Puerta de la alegría
Preparándonos con fe y alegría para la fiesta
(Adviento – Navidad)….………………………………………………..13
5.4. Enero: Puerta de la paz
La fe produce paz que durará todo el año….……………………..14
5.5. Febrero: Puerta de la conversión
En Cuaresma, atrévete a pasar por la conversión
(Cuaresma)……….………………………………………………………15
5.6. Marzo: Puerta de la hospitalidad
La hospitalidad, un medio privilegiado para la
evangelización……….…………………………………………………..15
5.7. Abril: Puerta de la vida
Dios nos regala el milagro de la vida (Pascua)….………………..16
5.8. Mayo: Puerta del amor
María nos invita a vivir desde la fe, el amor y la
esperanza…….……………………………………….………………….17
5.9. Junio: Puerta del encuentro
Nuestra fe crece desde el encuentro con el corazón
de Jesús……..……………………………………………………………18
6. Carta apostólica Porta fidei…….……………………………………………20
7. Mensaje Domund 2012…….………………………………………………...30
8. Vitaminas para alegrar el mes………………………………………………35
1
9. Reflexión semanal de dos trimestres (Liturgia dominical).……….….39
10. Bibliografía.………………………………………..……………..…..………..53
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3. Norka C. Risso Espinoza
1. ABRIR LA PUERTA DE LA FE
Desde el 11 de octubre de 2012, al 24 de noviembre de 2013, el Papa
Benedicto XVI nos invita a reflexionar y redescubrir la fe,
convocándonos a través de ‘La puerta de la fe’ (porta fidei) a vivir el
‘AÑO DE LA FE’.
Como vemos en la imagen, la puerta de la fe está siempre abierta y
quien se atreve a cruzar el umbral se llena de alegría y entusiasmo; sólo
se necesita, para el camino, que nos alimentemos con la Palabra de
Dios y con el Pan de la vida, como nos dice Benedicto XVI en porta fidei.
Este tiempo será propicio para que cada uno desde nuestra propia
realidad y desde la comunión eclesial nos paremos para volver a
descubrir el camino de la fe y poder resaltar el entusiasmo renovado del
encuentro con Cristo.
El Año de la Fe se propone, ante todo, sostener la fe de tantos creyentes
que, en medio de la fatiga cotidiana, no cesan de confiar, con convicción
y valentía, su existencia al Señor Jesús. Su testimonio, que no es 2
noticia es el que permite a la Iglesia presentarse al mundo de hoy, como
en pasado, con la fuerza de la fe y con el entusiasmo de los sencillos”,
como nos dijo el arzobispo Fisichella.
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Pero, antes de seguir avanzando en este proyecto, lo primero que
debemos tener claro es qué es la fe; ya que, durante todo el curso, la fe
será el eje transversal de nuestra dinámica.
Decía J. H. Newman que la fe es según su naturaleza la aceptación de
una verdad que nuestra razón no puede alcanzar; sencillamente y
necesariamente en función de un testimonio.
Vamos a intentar aterrizar; en el catecismo joven de la Iglesia católica,
se define la fe como: saber y confiar. Tiene siete rasgos:
1. La fe es un puro don de Dios, que recibimos, si lo pedimos
ardientemente.
2. La fe es la fuerza sobrenatural que nos es necesaria para obtener
la salvación.
3. La fe exige la voluntad libre y el entendimiento lúcido del hombre
cuando acepta la invitación divina.
4. La fe es absolutamente cierta, porque tiene la garantía de Jesús.
5. La fe incompleta mientras no sea efectiva en el amor.
6. la fe aumenta si escuchamos con más atención la voz de Dios y
mediante la oración estamos en un intercambio vivo con él.
7. la fe nos permite ya ahora gustar por adelantado la alegría del
cielo.
Muchos dicen que creer les parece poco, que quieren saber. Pero
la palabra «creer» tiene dos significados diferentes: cuando un
paracaidista pregunta al empleado del aeropuerto: «¿Está bien
preparado el paracaídas?», y aquél le responde, indiferente: «Creo
que sí», no será suficiente para él; esto quiere saberlo
seguro. Pero si ha pedido a un amigo que le prepare el
paracaídas, éste le contestará a misma pregunta: «Sí, lo
he hecho personalmente. ¡Puedes confiar en mí!». Y el
paracaidista replicará: «Te creo». Esta fe es mucho
más que saber: es certeza. Y ésta es la fe que hizo
que los mártires perseveraran hasta la muerte, ésta
es la fe que aún hoy mantiene en pie a los
cristianos perseguidos. Una fe que afecta a todo el
hombre.
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Al comienzo del acto de fe hay con frecuencia una conmoción o una
inquietud. El hombre experimenta que el mundo visible y el transcurso
normal de las cosas no pueden ser todo. Se siente tocado por un
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misterio. Sigue las pistas que le señalan la existencia de Dios y
paulatinamente logra la confianza de dirigirse a Dios y finalmente de
adherirse a él libremente. En el evangelio de san Juan leemos: «A Dios
nadie le ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre,
es quien lo ha dado a conocer» (Jn 1, 18). Por eso debemos creer en
Jesús, el Hijo de Dios, si queremos saber qué nos quiere comunica
Dios. Por eso creer es acoger a Jesús y jugarse toda la vida por él.
Si tuvierais fe como un grano
de mostaza, le diríais a aquel
monte: «Trasládate desde ahí
hasta aquí», y se trasladaría.
Nada os sería imposible.
Mt 17,20
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2. EXPLICACIÓN DEL LOGO DEL AÑO DE LA FE
El logo del Año de la Fe consiste en una barca, imagen de la Iglesia,
cuyo mástil es una cruz con las velas desplegadas y el trigrama de
Cristo (IHS). El sol, en el fondo, recuerda la Eucaristía:
U n a b a r c a , im a g e n d e la I g le s ia
La Iglesia es descrita en múltiples ocasiones como la barca de
Simón Pedro; con el empleo de esta imagen se dibuja el componente
humano de la Iglesia y la voluntad de Cristo de entregar la navegación
de su barca a las manos vicarias de Pedro y de los otros Apóstoles. Pero,
una barca no es un fin en si misma. Nadie se sube en un barco para
vivir en él. La embarcación es un medio para trasladarse de una a otra
orilla. La Iglesia es el vehículo que lleva a los hombres de la orilla de
este mundo a la orilla de la eternidad. Pedro toma el timón de la barca,
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dirigido por Jesús, inspirado por el Espíritu Santo, conduciendo a la
Iglesia, hoy en día. La barca de Pedro sigue su curso en el mar de la
historia, lentamente pero sin pararse, hacia todas las playas donde vive
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la humanidad. Todos los que estamos en la barca de Pedro y con Pedro
tenemos el deber de participar en las faenas de pesca.
Esta barca, aunque navega por el mar a veces sereno, a veces
tempestuoso de la historia y del mundo al encuentro definitivo de su
Señor, no se aparta de su misión en este mundo: evangelizar y ser
instrumento de reconciliación de los hombres con Dios. La Iglesia, pues,
se asemeja a una barca, desde cuya
cubierta se ha de llevar a cabo la obra
evangelizadora. Esta consistirá en
acoger, en la cesta de la comunidad, a los
hombres dispersos por las profundidades
y por las superficies del agua. Los
muchos milagros obrados por el Señor
sobre el barco de S. Pedro muestran la
importancia de este barco como imagen
de la Iglesia fundada por el Señor. Desde
la barca se arroja la amplia red, que tiene
la misión de recoger a cuantos quieran incorporarse a la fe. En la Iglesia
habrá sitio para cuantos se abran libremente a pertenecer a la
comunidad de Jesucristo.
Muchos de los seguidores de Jesús eran pescadores y sabían todo
acerca de los barcos. Ellos sabían cómo identificar las tormentas y
cómo mantener sus embarcaciones en buen estado. Este era un trabajo
muy duro. Algunas personas piensan que ser miembro de la iglesia es
como estar a bordo de un barco. Se tienen muchas responsabilidades y
todo el mundo tiene que ayudarse unos a otros. A veces hay tormentas,
otras veces se navega en un mar clamado. Y estamos siempre en
movimiento, es como estar en un barco, navegando constantemente
hasta llegar a la orilla.
M á s til, u n a c r u z c o n la s v e la s d e s p le g a d a s
El mástil de la embarcación de la iglesia es la santa cruz de Jesucristo.
Cristo es quien gobierna la barca, si usamos el verbo gobernar con
el sentido etimológico de «dirigir el rumbo» o
de «manejar el timón». El mástil es la cruz;
los dos timones son los dos Testamentos de
la Revelación; la vela blanca es el Espíritu de
Dios (San Hipólito de Roma). Cristo
crucificado, simbolizado en la madera sujeta
con clavos que compone el navío, es el
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experto timonel de la Iglesia. Con su
donación completa, consigue dirigir la frágil
barquilla al puerto del Reino, a pesar del
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temible oleaje de las ruindades humanas y de las deshumanizaciones
terrenas.
Trigrama de Cristo (IHS)
Este símbolo IHS o JHS es muy famoso y se usa en
multitud de lugares. Su significado es muy sencillo:
es la abreviatura del nombre de Jesús.
El monograma IHS aparece en los primeros siglos de
nuestra era, a partir del nombre griego de Jesús:
Ιησούς (en mayúsculas ΙΗΣΟΥΣ), del que sería
abreviatura. Esta abreviatura es IHΣ, siendo sustituida la sigma final
por la S, pero permaneciendo la eta griega, por su similitud con la H
latina, y quedando como lo conocemos ahora. El olvido del origen del
monograma dio lugar a etimologías populares, la más conocida es la de
Iesus Hominum Salvator (Jesús salvador de los hombres).
E l s o l r e c u e r d a la E u c a r is tía
La Eucaristía es la fuente y culmen de la vida de todo cristiano. Es
signo de unidad, vínculo de caridad y banquete pascual en el que se
recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da prenda de la vida
eterna.
La Eucaristía es memorial del sacrificio pascual
del Señor; presencia viva y sustancial de Cristo
en medio de nosotros; verdadero banquete de
comunión; anticipación del Paraíso, que impulsa
a transformar la propia vida, el mundo y la
historia
¡La Eucaristía es misterio de fe! La fe es la que
nos aúpa y nos levanta para vivir nuestra vida
desde Dios, ver sus signos y su presencia. Con la
fe vivimos nuestra vida con profundidad y de cara a la eternidad, de la
que la eucaristía es ya un anticipo: “El que coma, tiene ya la vida
eterna”. Sin la fe, la misa es algo lejano, aburrido, sin sentido, algo
pasado que en nada nos concierne.
La Eucaristía para algunos es un recuerdo simbólico de que Jesús nos 7
ama... y no la presencia viva, sacramental de Cristo que renueva su
sacrificio de amor para darnos vida eterna, y salvarnos aquí y ahora. Su
salvación se hace presente y actual para cada uno de nosotros.
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3. ESQUEMA DE TRABAJO
MES PUERTA MOMENTO Frase Canción
Año de la fe: La puerta de la fe siempre está abierta, es Profundizar en el contenidote
Octubre Fe Fíate – Ixcis
el mismo Jesús quien nos la abre: explicación del lema la fe
Tiempo Ordinario: Dios nos abre la puerta de la
Noviembre Amistad amistad en este tiempo propicio para centrarnos en el La amistad con Dios Evangelio es decir amigo
Evangelio
Adviento - Navidad: la alegría de ir cruzando la puerta
Preparándonos con fe y alegría
Diciembre Alegría para encontrarnos con Cristo que nace en nuestro Alegrate – Ain Karen
para la fiesta
Centro.
Nuevo año: cruzar desde la paz hacia el 2013, un deseo La fe produce paz, que durará Paz y más paz – Reflejos de
Enero Paz
de todos los hombres que sin Dios es inalcanzable. todo el año luz
Cuaresma: la puerta de la conversión, Dios nos ofrece En Cuaresma, atrévete a pasar
Febrero Conversión Si realmente queremos amar
siempre una nueva oportunidad. por la conversión
San Juan de Dios y Semana Santa: los amigos que La hospitalidad, un medio
Marzo Hospitalidad forman la familia hospitalaria están a nuestro lado al privilegiado para la En la caridad – Jóvenes SJD
cruzar la puerta en semana santa. evangelización
Pascua: la vida es la puerta que se abre con la Dios nos regala el milagro de La vida es Cristo – Maite
Abril Vida
resurrección, nos invita a vivir al máximo nuestra fe. la vida López
María: cruzamos la puerta del amor de la mano de
María nos invita a vivir desde Si no tengo amor - Brotes de
Mayo Amor María, ella nos enseña como amar a Cristo y hacer que
la fe, el amor y la esperanza olivo
crezca nuestra fe como experiencia de ese amor.
Corazón de Jesús: la puerta del encuentro que nos lleva Nuestra fe crece desde el
Mi Dios y mi todo – Nico
Junio Encuentro al mismo Cristo, la fe hace más fuerte nuestra relación encuentro con el corazón de
Montero
con Cristo. Jesús
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10. Área Psicogeriatría y Cuidados Somáticos Norka C. Risso Espinoza
4. DINÁMICA DE TRABAJO
Ahora comienza el curso, y empezamos con fe, luego llegará el adviento
y la esperanza y la amistad con Jesús, después la alegría de la fiesta
navideña, más tarde la cuaresma y la conversión, al fin la vida que nos
da la resurrección... Tendremos momentos de frialdad y otros de más fe.
Cuando lleguen los problemas rezaremos con más intensidad, si hay
algún disgusto serio entonces nos volveremos a Dios con un "¿por
qué?", o un "por favor" en el borde del corazón. Pero quizás en algún
momento un pasaje del evangelio, una lectura inesperada, una homilía
acertada, un testimonio sincero, una voz honesta, nos hagan sentir la
presencia fascinante y sorprendente de Dios, su amor, su envío a este
mundo, el sueño de la creación, la paz, la justicia, el evangelio; tal vez
en el momento más inesperado podamos encontrarnos con Dios de un
modo más vital, más provocador o más profundo. Que no nos falten
ojos para ver, oídos para oír, y corazón que te busque, Señor, desde la
hospitalidad, como nos enseñó San Juan de Dios.
Pues, para este curso proponemos un itinerario hacia el encuentro con
Jesús que iniciamos desde la fe, y que nos acompañará a lo largo de
todo el curso, la puerta de la fe nos ayudará a abrir otras puertas hasta
un encuentro que nos invita a la felicidad.
El año de la fe ha de ser un tiempo en el que se nos den las claves
principales para que verdaderamente nos podamos encontrar con
Cristo; la puerta de la fe siempre está abierta, y desde que abrimos esta
puerta, cada mes se nos invitará a abrir otras puertas, que se
distinguirán por los valores que queremos vivir cada mes, estos valores
estarán relacionados con el tiempo litúrgico, hasta que lleguemos a final
de curso a abrir la puerta del encuentro, tras la cual nos encontraremos
con el mismo Cristo que desde el principio ya salía a nuestro encuentro.
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11. Norka C. Risso Espinoza
La puerta que abramos (su correspondiente valor) la iremos trabajando
con los evangelios dominicales; además, cada mes se pondrá una
canción relacionada con el valor que nos ayude a situarnos, puede
ponerse al empezar los grupos, previo a la Santa Misa, o en otras
actividades que se considere.
A modo de ejemplo:
La primera puerta que nos encontramos en este itinerario es el de la fe:
A principios de mes se enviara una pequeña reflexión/oración
(vitaminas para alegrar el mes) sobre el valor que se vaya a trabajar,
esta también serviría para realizar unos carteles y utilizar como
catequesis ambiental.
Jesucristo siempre sale a nuestro encuentro, pero es imprescindible
que nosotros le vayamos abriendo todas las puertas que nos ayuden a
encontrarnos con Él.
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Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
12. Norka C. Risso Espinoza
5. PROPUESTA MENSUAL
5.1. Octubre: Puerta de la FE
Profundizar en el contenido de la fe
Para profundizar y transmitir la fe,
hay que considerar siempre de un
modo nuevo el hecho, admirable,
grandioso y sorprendente, que está en
la base del cristianismo y que colma
de felicidad al hombre: Dios se nos
revela y se nos da ofreciéndonos la
salvación y la felicidad plenas. Al
revelar Dios su misterio, su designio
benevolente que estableció desde la
eternidad en Cristo a favor de todos
los hombres, somos invitados a
acogerlo como el Dios que en
Jesucristo nos muestra su misterio y
su Plan de Salvación. Que Dios revele plenamente su designio, enviando
al mundo a su Hijo amado y enviando a nuestros corazones al Espíritu
Santo (cf. Gal 4,4-6) es la realidad fundante del cristianismo y de la fe.
Por ello, la fe cristiana más que ser búsqueda de Dios por parte del
hombre, consiste en el descubrimiento admirado de Dios que busca
amorosamente al hombre para comunicarse con él e invitarlo a entrar
en su compañía. De ahí que la experiencia de la fe cristiana -que
queremos fortalecer y transmitir - es una gracia, una suerte, algo muy
bueno. Pero esa gracia sólo la acoge el hombre desde la sencillez y la
apertura de corazón. Como Jesús exclama, lleno del gozo del Espíritu
Santo: «Te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has
ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a
gentes sencillas» (Lc 10,21).
Para poder madurar y contagiar la fe cristiana, se nos invita a
preguntarnos por nuestras actitudes fundamentales, si éstas facilitan o
dificultan el encuentro con Dios en Cristo, y por nuestras obras.
11
Para evangelizar a otros es imprescindible que nosotros mismos
estemos siendo evangelizados constantemente. Especialmente hoy que
nos encontramos en una situación en la que muchos bautizados,
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13. Norka C. Risso Espinoza
muchos practicantes e, incluso, los mismos que nos tenemos por
cristianos:
necesitamos cultivar a fondo una profunda experiencia religiosa
de Jesucristo y de su mensaje de salvación, y redescubrir la perla
valiosa del Reino de Dios con la consiguiente renuncia y
desprendimiento de las demás cosas;
necesitamos acrecentar nuestro afecto y vinculación a la Iglesia,
como comunidad de salvación, en la que entramos en comunión
con Jesucristo;
necesitamos comprender mejor y vivir más coherentemente la
integridad de la fe cristiana y superar parcialidades,
polarizaciones y reduccionismos.
Canción mensual: Fíate – Ixcis (o el himno para el año de la fe)
5.2. Noviembre: Puerta de la AMISTAD
La amistad con Dios
La amistad supone una elección
mutua. Los amigos se eligen
libremente, no se imponen. Así
sucede también con la relación entre
Cristo y nosotros. Él nos eligió como
sus amigos, libremente, desde
siempre. «No me elegisteis vosotros a
mi, sino yo a vosotros» (Jn 15,16).
Pero nosotros debemos igualmente
elegirlo a él, como amigo personal,
para toda la vida, tanto en los
momentos de felicidad, como en los
momentos de vulnerabilidad. El
cristiano es el que hace una opción
consciente por Jesús como amigo, con todas sus consecuencias. Aún
más, en esta mutua elección, Dios siempre toma la iniciativa. El nos
amó primero, nos buscó, nos atrajo a él –a través de las circunstancias
de nuestra vida- hasta llevarnos a descubrirlo y elegirlo. En este
proceso, Dios no se impone. Nos deja libres para aceptar o no su
amistad.
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En las obras de curación de Jesús, como en los casos del sordomudo o
la resurrección de Lázaro, vemos cómo el Señor se conmueve y se hace
cargo de la pena de la persona afligida, y lo primero que hace es pedir al
Padre que haga valer su acción benéfica, esto es un rasgo de la amistad.
Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
14. Norka C. Risso Espinoza
De este modo, Jesús pone de manifiesto su relación singular con el
Padre. E ilumina también la importancia de nuestra oración de petición,
pues consiste ante todo en poner el caso confiadamente en manos de
Dios, capaz de superar cualquier límite humano, testimoniando su
presencia entre nosotros, conscientes de que, en cualquier caso, el don
más precioso cuando lo invocamos es su amistad, su amor infinito por
cada uno.
Canción mensual: Evangelio es decir amigo (desconozco el autor)
5.3. Diciembre: Puerta de la ALEGRÍA
Preparándonos con fe y alegría para la fiesta
Con el adviento comenzamos un
nuevo ciclo litúrgico y un tiempo de
preparación para celebrar la Navidad.
Es un tiempo de espera gozosa y de
alegría, de escucha atenta de la
Palabra de Dios, que nos ofrece
promesas de Libertad, de Justicia y
de Fraternidad, todavía sin realizarse
plenamente. Es también tiempo de
vivir la Fe como esperanza activa y
tiempo de sentir a Dios como fuente
de paz y alegría plena para los
hombres.
En el tiempo de adviento nos preparamos para celebrar con toda
intensidad y llenos de alegría, la venida del Señor:
Dios ha venido a vivir nuestra misma vida
Dios ha entrado en nuestra historia para abrirnos un camino de
liberación
Dios ha hecho suya nuestra flaqueza y nos ha hecho vida plena,
vida divina.
Durante este mes de diciembre vamos a tener tiempo para la alegría y:
Acoger la palabra de profetas que nos van a hablar de esperanza
Abrirnos a Dios y hacer posible su venida
13
Despertarnos de la somnolencia y hacer que madure nuestra fe
Abrir nuestros ojos y nuestro corazón a la realidad de nuestro
Centro y comprometernos en la tarea de hacer que los residentes
vivan un alegre tiempo de adviento y navidad
Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
15. Norka C. Risso Espinoza
Prepararnos con fe y alegría para la fiesta en la que se produzca
nuestro encuentro con Cristo que nace en medio de nosotros.
Canción mensual: Alegrate – Ain Karen
5.4. Enero: Puerta de la PAZ
La fe produce paz, que durará todo el año
Hemos dejado ya atrás un año más y
nos disponemos a comenzar un año
nuevo. En estos momentos nace casi
espontáneamente en nosotros la
reflexión. Tomamos conciencia más
lúcida del tiempo, de esa curiosa
realidad que vamos gastando sin
tomarla demasiado en cuenta. Son
momentos idóneos para realizar un
balance del pasado y proyectar
también nuestra mirada hacia el
porvenir.
Además, es significativo que desde el
siglo IV, la Iglesia, después de celebrar solemnemente el nacimiento del
Salvador, desee comenzar el año nuevo bajo la protección maternal de
María, Madre del Salvador y Madre nuestra.
Es bueno que, al comenzar un año nuevo, lo hagamos elevando
nuestros ojos hacia María. Ella nos acompañará a lo largo de este
itinerario con cuidado y ternura de madre. Ella cuidará nuestra fe y
nuestra esperanza para vivir desde la paz.
No sabemos lo que nos espera en el nuevo año, pero sabemos que nos
espera Dios. No conocemos los problemas, conflictos, sufrimientos y
soledades que pueden sacudir nuestro corazón, pero siempre podemos
invocar a Dios. No sabemos qué pecados cometeremos y en qué errores
caeremos, pero siempre podremos contar con su perdón.
Que Dios y la buena Madre, nos ayuden a vivir un año de paz, también
de paz espiritual.
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Canción mensual: Paz y más paz – Reflejos de luz
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16. Norka C. Risso Espinoza
5.5. Febrero: Puerta de la CONVERSIÓN
En Cuaresma, atrévete a pasar por la conversión
La incorporación creciente al misterio
de la Pascua de Cristo la expresa la
liturgia cuaresmal en una palabra:
conversión; pero parece que nadie se
da por aludido, todos seguimos
caminando tranquilos, sin
cuestionarnos nuestra propia
conducta.
Naturalmente, la conversión es
imposible cuando se la da ya por
supuesta. Se diría que el catolicismo
ha venido a ser, con frecuencia, una
teoría vacía de exigencia práctica. Una
religión cultural, incapaz de provocar una transformación y
reorientación nueva de nuestra existencia.
La palabra griega “metanoia” significa “cambio de mentalidad”. La latina
“con-versio” viene a indicar lo mismo: “vuelta, cambio de dirección”. Que
es lo que se ha traducido en latín “paenitere, paenitentia”, pero
entendida en su sentido pleno de conversión total que es el que le viene
dado en los textos cuaresmales:
Que nuestra mentalidad mundana, lejana al evangelio, se
convierta en mentalidad cristiana
Que nuestros caminos de pecado, nuestra vida carnal y
materialista, se dirijan ahora por los caminos de la gracia, una
vida según el espíritu
Que donde reinaba el egoísmo, cerrando las puertas a Dios y al
prójimo, se inaugure una apertura de docilidad para con Dios y
de amor práctico para con el prójimo: «convertíos a mí de todo
corazón» (Joel 2,12)
Canción mensual: Si realmente queremos amar (desconozco el
autor)
5.6. Marzo: Puerta de la HOSPITALIDAD 15
La hospitalidad, un medio privilegiado para la evangelización
Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
17. Norka C. Risso Espinoza
En un mundo en el que el hombre
contemporáneo cree más a los
testigos que a los maestros, cree más
en la experiencia que en la doctrina,
en la vida y los hechos que en las
teorías, la Orden se encuentra en una
situación privilegiada para la
evangelización y la inculturación de la
fe. La cultura de la técnica,
probablemente la más reacia a los
valores cristianos, es también sensible
al testimonio vivido del compromiso
concreto por el hombre.
El carisma de la Orden nos impele de lleno en este compromiso, dado
que la promoción del hombre bajo todos los aspectos es nuestra misión:
la curación del hombre enfermo, la acogida afectuosa de los crónicos,,
la atención especial a los más débiles y a los más pobres o el
acompañamiento a los que están viviendo sus últimos momentos.
Solo la fidelidad al carisma hará posible la evangelización y la
inculturación del mundo de la técnica en el que han de confrontarse la
“cultura de la hospitalidad” y la nueva hospitalidad.
Porque «donde no hay caridad no está Dios, aunque Dios en todo lugar
está», este mes en el que celebramos la festividad de nuestro santo es
una oportunidad para la evangelización, que sea Juan de Dios quien
nos guíe a vivir una semana santa hospitalaria, inspirando gestos de
hospitalidad que hagan a Dios sentirse acogido entre nosotros en su
camino hacia la cruz.
Canción mensual: En la caridad – Jóvenes SJD
5.7. Abril: Puerta de la VIDA
Dios nos regala el milagro de la Vida
La resurrección y la vida eterna no están relacionadas sólo con el
“después”, sino con un “ya ahora”. Se trata de la facilidad para vivir ya
ahora con una profunda confianza, con una honda alegría por haber
16
tropezado con el señorío de Dios, que se manifiesta en la resurrección.
De ahí que las bienaventuranzas estén formuladas en presente:
dichosos son los pobres, los mansos, los pacíficos, ya ahora son
dichosos pues disfrutan de una libertad que nadie puede ni podrá
Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
18. Norka C. Risso Espinoza
arrebatarles. En la vida de Dios, que
conocemos por “resurrección”, se
trata de la libertad respecto del miedo
y la muerte. Por tanto, la solicitud de
Dios por sus hijos tiene dos puntos de
apoyo: la bienaventuranza en la vida
visible ahora y la bienaventuranza en
la vida invisible luego.
«Buscáis a Jesús, el crucificado; ha
resucitado, no está aquí». El
crucificado no está siempre, no es un
estado definitivo. El vive ahora entre
nosotros con una forma nueva de
presencia.
«Os precede a Galilea. Allí lo veréis» Galilea es el lugar donde han
comenzado a vivir con Jesús los primeros discípulos, donde han
presenciado su vida, sus gestos, sus palabras. Allí, en esa cotidianidad
vivida con Él, se les volverá a manifestar en las apariciones, con otra
forma de presencia. Allí comenzará la reconstrucción de la comunidad y
la misión universal. En lo cotidiano de la vida se nos invita a descubrir
la presencia viva de Jesús en medio de nosotros.
Dios nos regala el milagro de la vida: amor, alegría, belleza,
esperanza,… y espera que nosotros seamos capaces de ver en todo ello
los signos de su presencia.
Canción mensual: La vida es Cristo – Maite López
5.8. Mayo: Puerta del AMOR
María nos invita a vivir desde la fe, el amor y la esperanza
En su experiencia de mujer y de madre, María cree y crea vida para su
hijo, su esposo, sus vecinos, los discípulos de Jesús…, para aquellos
marginados a los que su hijo, como buen pastor, buscó y atrajo. Lo que
el Evangelio nos narra de María, con independencia de su historicidad,
es:
La Visitación a su prima Isabel (echar una mano servicial y
17
amorosamente reveladora)
El nacimiento de Jesús (dar a luz la vida, acogida, dificultades,
pobreza, amor y fe)
Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
19. Norka C. Risso Espinoza
Caná, como símbolo del
Reino (amistad, fiesta,
sensibilidad humana)
Jesús en el templo (angustia,
búsqueda, oscuridad)
Presencia entre los
seguidores de Jesús (oyente
de la Palabra)
Junto a la cruz (riesgo,
dolor, muerte, entrega)
Su tarea interna, según Lucas 2,19
es «conservar el recuerdo de todo,
meditándolo en su corazón».
El Señor se encarna, se hace hombre, en la experiencia de María, en
aquel sí denso, real, que afecta a su cuerpo, a su fe, a su amor, a su
trabajo. Y todo ello con Espíritu.
El compromiso de María consiste en conocer y reconocer a Jesús. Creer
a Dios en Él. «Algo tuyo vas a nombrarlo desde Dios. Tu amor lo llamará
“hijo”; tu fe, “Jesús”»: experiencia de virginidad fecunda que transmite
vida, valores, fe, testimonio. «Jesús será grande…, hijo del Altísimo»:
profecía desmesurada que María creerá y vivirá desde el vaciamiento,
desde la kenosis (Flp 2,5: «tomó la condición de esclavo»). María ofrece
su persona a un Dios y a una tarea que va a consistir en amar y creer la
historia como historia de salvación, aunque no lo parezca.
En el relato de la Anunciación, es gracia gozosamente acogida creer en
un Dios-Amor. En l a cruz, misterio de abandono e injusticia, esa fe no
es fácil. María, oyente de la Palabra, cree y crea vida en su nombre. Se
identifica con el pueblo de Israel en el Magníficat y reconoce a Dios
todopoderoso, hacedor de obras grandes, misericordioso, subvertidor de
valores (poderosos y humildes)
La vida de María –como la de Jesús, explicada en el Evangelio- la
podemos contemplar tejida de humanidad orante, amorosa, creyente.
Canción mensual: Si no tengo amor - Brotes de olivo
5.9. Junio: Puerta del ENCUENTRO
18
Nuestra fe crece desde el encuentro con el corazón de Jesús
Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
20. Norka C. Risso Espinoza
La imagen de un Jesús repeinado,
triunfante y frío ha vaciado una
devoción que es síntesis de nuestra fe:
la encarnación de un Dios implicado
de tú a tú con la humanidad, que no
observa pasivamente sino que se
“remanga”, camina a nuestro lado,
haciendo su corazón carne a la vera
del sufriente. En ese horizonte nace el
encuentro y brota una oración
bellísima de liturgia cotidiana, que
habla de un amor infinito, gratuito,
sincero y de diario.
Nos dicen de Dios que “ve con ojos de misericordia”, que tiene un
corazón como el nuestro. ¿Qué tiene eso que ver con la
misericordia? Hija del latín, es la unión de miser (viene a significar
desdicha) y cor-cordis (corazón), y traduce la imagen del corazón
cercano al sufrimiento, a la debilidad. Proyecta la capacidad para poner
el corazón en medio de la desgracia ajena. Esto es mirar el sufrimiento
cara a cara, con el centro dónde guardamos lo que amamos, lo que nos
cautiva. Con el corazón.
Entregarse por alguien; sostener al que llora; vivir con gratuidad;
perdonar; comprometerse, construir... son formas de poner el corazón
en juego, de practicar misericordia, de AMAR. Quizás esto nos ayude a
dar sentido a la fiesta del Sagrado Corazón.
Esta devoción invita a dejarse acompañar por Él; no buscar su lógica
sino dejarnos descansar en ella, expresión de la plegaria que nuestras
abuelas recogían en un murmullo:"Corazón de Jesús, en Vos confío";
supone confiarse a sus manos. Vivir día a día la Contemplación para
alcanzar amor de San Ignacio. Ser conscientes de que somos
infinitamente queridos, esperados, acompañados… y entonces,
entender que el amor de verdad no supone conquista, sino entrega a los
demás, supone lanzarse, apostar, abrazar, acoger… como el corazón de
Jesús.
Canción mensual: Mi Dios y mi todo – Nico Montero
19
Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
21. Norka C. Risso Espinoza
6. CARTA APOSTÓLICA PORTA FIDEI
Carta apostólica en forma de Motu propio
Porta fidei
del Sumo Pontífice Benedicto XVI
con la que se convoca el Año de la fe
1. «La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de
comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre
abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios
se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma.
Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la
vida. Éste empieza con el bautismo (cf. Rm 6, 4), con el que podemos
llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la
muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que,
con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a
cuantos creen en él (cf. Jn 17, 22). Profesar la fe en la Trinidad –Padre,
Hijo y Espíritu Santo –equivale a creer en un solo Dios que es Amor (cf.
1 Jn 4, 8): el Padre, que en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo
para nuestra salvación; Jesucristo, que en el misterio de su muerte y
resurrección redimió al mundo; el Espíritu Santo, que guía a la Iglesia a
través de los siglos en la espera del retorno glorioso del Señor.
2. Desde el comienzo de mi ministerio como Sucesor de Pedro, he
recordado la exigencia de redescubrir el camino de la fe para iluminar
de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del
encuentro con Cristo. En la homilía de la santa Misa de inicio del
Pontificado decía: «La Iglesia en su conjunto, y en ella sus pastores,
como Cristo han de ponerse en camino para rescatar a los hombres del
desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo
de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud». Sucede
hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las
consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al
mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto
obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no aparece
como tal, sino que incluso con frecuencia es negado. Mientras que en el
pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente
aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados
por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad,
a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas.
3. No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca
oculta (cf. Mt 5, 13-16). Como la samaritana, también el hombre actual 20
puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar
a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su
fuente (cf. Jn 4, 14). Debemos descubrir de nuevo el gusto de
Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
22. Norka C. Risso Espinoza
alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la
Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son
sus discípulos (cf. Jn 6, 51). En efecto, la enseñanza de Jesús resuena
todavía hoy con la misma fuerza: «Trabajad no por el alimento que
perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna» (Jn 6, 27).
La pregunta planteada por los que lo escuchaban es también hoy la
misma para nosotros: «¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras
de Dios?» (Jn 6, 28). Sabemos la respuesta de Jesús: «La obra de Dios
es ésta: que creáis en el que él ha enviado» (Jn 6, 29). Creer en
Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo
a la salvación.
4. A la luz de todo esto, he decidido convocar un Año de la fe.
Comenzará el 11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la
apertura del Concilio Vaticano II, y terminará en la solemnidad de
Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. En la fecha
del 11 de octubre de 2012, se celebrarán también los veinte años de la
publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por mi
Predecesor, el beato Papa Juan Pablo II, con la intención de ilustrar a
todos los fieles la fuerza y belleza de la fe. Este documento, auténtico
fruto del Concilio Vaticano II, fue querido por el Sínodo Extraordinario
de los Obispos de 1985 como instrumento al servicio de la catequesis,
realizándose mediante la colaboración de todo el Episcopado de la
Iglesia católica. Y precisamente he convocado la Asamblea General del
Sínodo de los Obispos, en el mes de octubre de 2012, sobre el tema de
La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Será una
buena ocasión para introducir a todo el cuerpo eclesial en un tiempo de
especial reflexión y redescubrimiento de la fe. No es la primera vez que
la Iglesia está llamada a celebrar un Año de la fe. Mi venerado
Predecesor, el Siervo de Dios Pablo VI, proclamó uno parecido en 1967,
para conmemorar el martirio de los apóstoles Pedro y Pablo en el
décimo noveno centenario de su supremo testimonio. Lo concibió como
un momento solemne para que en toda la Iglesia se diese «una
auténtica y sincera profesión de la misma fe»; además, quiso que ésta
fuera confirmada de manera «individual y colectiva, libre y consciente,
interior y exterior, humilde y franca». Pensaba que de esa manera toda
la Iglesia podría adquirir una «exacta conciencia de su fe, para
reanimarla, para purificarla, para confirmarla y para confesarla». Las
grandes transformaciones que tuvieron lugar en aquel Año, hicieron
que la necesidad de dicha celebración fuera todavía más evidente. Ésta
concluyó con la Profesión de fe del Pueblo de Dios, para testimoniar
cómo los contenidos esenciales que desde siglos constituyen el
patrimonio de todos los creyentes tienen necesidad de ser confirmados,
comprendidos y profundizados de manera siempre nueva, con el fin de
dar un testimonio coherente en condiciones históricas distintas a las
del pasado. 21
5. En ciertos aspectos, mi Venerado Predecesor vio ese Año como una
«consecuencia y exigencia postconciliar», consciente de las graves
Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
23. Norka C. Risso Espinoza
dificultades del tiempo, sobre todo con respecto a la profesión de la fe
verdadera y a su recta interpretación. He pensado que iniciar el Año de
la fe coincidiendo con el cincuentenario de la apertura del Concilio
Vaticano II puede ser una ocasión propicia para comprender que los
textos dejados en herencia por los Padres conciliares, según las
palabras del beato Juan Pablo II, «no pierden su valor ni su esplendor.
Es necesario leerlos de manera apropiada y que sean conocidos y
asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro
de la Tradición de la Iglesia. […] Siento más que nunca el deber de
indicar el Concilio como la gran gracia de la que la Iglesia se ha
beneficiado en el siglo XX. Con el Concilio se nos ha ofrecido una
brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza».
Yo también deseo reafirmar con fuerza lo que dije a propósito del
Concilio pocos meses después de mi elección como Sucesor de Pedro:
«Si lo leemos y acogemos guiados por una hermenéutica correcta, puede
ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la renovación
siempre necesaria de la Iglesia».
6. La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio
ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el
mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer
resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó.
Precisamente el Concilio, en la Constitución dogmática Lumen gentium,
afirmaba: «Mientras que Cristo, “santo, inocente, sin mancha” (Hb 7,
26), no conoció el pecado (cf. 2 Co 5, 21), sino que vino solamente a
expiar los pecados del pueblo (cf. Hb 2, 17), la Iglesia, abrazando en su
seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de
purificación, y busca sin cesar la conversión y la renovación. La Iglesia
continúa su peregrinación “en medio de las persecuciones del mundo y
de los consuelos de Dios”, anunciando la cruz y la muerte del Señor
hasta que vuelva (cf. 1 Co 11, 26). Se siente fortalecida con la fuerza del
Señor resucitado para poder superar con paciencia y amor todos los
sufrimientos y dificultades, tanto interiores como exteriores, y revelar
en el mundo el misterio de Cristo, aunque bajo sombras, sin embargo,
con fidelidad hasta que al final se manifieste a plena luz».
En esta perspectiva, el Año de la fe es una invitación a una auténtica y
renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el
misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor
que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la
remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31). Para el apóstol Pablo, este Amor
lleva al hombre a una nueva vida: «Por el bautismo fuimos sepultados
con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los
muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una
vida nueva» (Rm 6, 4). Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la
existencia humana en la novedad radical de la resurrección. En la 22
medida de su disponibilidad libre, los pensamientos y los afectos, la
mentalidad y el comportamiento del hombre se purifican y transforman
lentamente, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en
Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
24. Norka C. Risso Espinoza
esta vida. La «fe que actúa por el amor» (Ga 5, 6) se convierte en un
nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del
hombre (cf. Rm 12, 2; Col 3, 9-10; Ef 4, 20-29; 2 Co 5, 17).
7. «Caritas Christi urget nos» (2 Co 5, 14): es el amor de Cristo el que
llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. Hoy como ayer, él
nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a
todos los pueblos de la tierra (cf. Mt 28, 19). Con su amor, Jesucristo
atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo,
convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un
mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es necesario un
compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva
evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar
el entusiasmo de comunicar la fe. El compromiso misionero de los
creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de su amor,
que nunca puede faltar. La fe, en efecto, crece cuando se vive como
experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia
de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la
esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el
corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del
Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos. Como afirma san
Agustín, los creyentes «se fortalecen creyendo». El santo Obispo de
Hipona tenía buenos motivos para expresarse de esta manera. Como
sabemos, su vida fue una búsqueda continua de la belleza de la fe
hasta que su corazón encontró descanso en Dios. Sus numerosos
escritos, en los que explica la importancia de creer y la verdad de la fe,
permanecen aún hoy como un patrimonio de riqueza sin igual,
consintiendo todavía a tantas personas que buscan a Dios encontrar el
sendero justo para acceder a la «puerta de la fe».
Así, la fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad para
poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in
crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta
siempre como más grande porque tiene su origen en Dios.
8. En esta feliz conmemoración, deseo invitar a los hermanos Obispos
de todo el Orbe a que se unan al Sucesor de Pedro en el tiempo de
gracia espiritual que el Señor nos ofrece para rememorar el don
precioso de la fe. Queremos celebrar este Año de manera digna y
fecunda. Habrá que intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a
todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más
consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio
como el que la humanidad está viviendo. Tendremos la oportunidad de
confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias
de todo el mundo; en nuestras casas y con nuestras familias, para que
cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a 23
las generaciones futuras la fe de siempre. En este Año, las comunidades
religiosas, así como las parroquiales, y todas las realidades eclesiales
Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
25. Norka C. Risso Espinoza
antiguas y nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el
Credo.
9. Deseamos que este Año suscite en todo creyente la aspiración a
confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y
esperanza. Será también una ocasión propicia para intensificar la
celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía,
que es «la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la
fuente de donde mana toda su fuerza». Al mismo tiempo, esperamos que
el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble.
Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y
rezada, y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un
compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este
Año.
No por casualidad, los cristianos en los primeros siglos estaban
obligados a aprender de memoria el Credo. Esto les servía como oración
cotidiana para no olvidar el compromiso asumido con el bautismo. San
Agustín lo recuerda con unas palabras de profundo significado, cuando
en un sermón sobre la redditio symboli, la entrega del Credo, dice: «El
símbolo del sacrosanto misterio que recibisteis todos a la vez y que hoy
habéis recitado uno a uno, no es otra cosa que las palabras en las que
se apoya sólidamente la fe de la Iglesia, nuestra madre, sobre la base
inconmovible que es Cristo el Señor. […] Recibisteis y recitasteis algo
que debéis retener siempre en vuestra mente y corazón y repetir en
vuestro lecho; algo sobre lo que tenéis que pensar cuando estáis en la
calle y que no debéis olvidar ni cuando coméis, de forma que, incluso
cuando dormís corporalmente, vigiléis con el corazón».
10. En este sentido, quisiera esbozar un camino que sea útil para
comprender de manera más profunda no sólo los contenidos de la fe
sino, juntamente también con eso, el acto con el que decidimos de
entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios. En efecto, existe
una unidad profunda entre el acto con el que se cree y los contenidos a
los que prestamos nuestro asentimiento. El apóstol Pablo nos ayuda a
entrar dentro de esta realidad cuando escribe: «con el corazón se cree y
con los labios se profesa» (cf. Rm 10, 10). El corazón indica que el
primer acto con el que se llega a la fe es don de Dios y acción de la
gracia que actúa y transforma a la persona hasta en lo más íntimo.
A este propósito, el ejemplo de Lidia es muy elocuente. Cuenta san
Lucas que Pablo, mientras se encontraba en Filipos, fue un sábado a
anunciar el Evangelio a algunas mujeres; entre estas estaba Lidia y el
«Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo» (Hch
16, 14). El sentido que encierra la expresión es importante. San Lucas
enseña que el conocimiento de los contenidos que se han de creer no es 24
suficiente si después el corazón, auténtico sagrario de la persona, no
está abierto por la gracia que permite tener ojos para mirar en
Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
26. Norka C. Risso Espinoza
profundidad y comprender que lo que se ha anunciado es la Palabra de
Dios.
Profesar con la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y
un compromiso público. El cristiano no puede pensar nunca que creer
es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir
con él. Y este «estar con él» nos lleva a comprender las razones por las
que se cree. La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige
también la responsabilidad social de lo que se cree. La Iglesia en el día
de Pentecostés muestra con toda evidencia esta dimensión pública del
creer y del anunciar a todos sin temor la propia fe. Es el don del
Espíritu Santo el que capacita para la misión y fortalece nuestro
testimonio, haciéndolo franco y valeroso.
La misma profesión de fe es un acto personal y al mismo tiempo
comunitario. En efecto, el primer sujeto de la fe es la Iglesia. En la fe de
la comunidad cristiana cada uno recibe el bautismo, signo eficaz de la
entrada en el pueblo de los creyentes para alcanzar la salvación. Como
afirma el Catecismo de la Iglesia Católica: «“Creo”: Es la fe de la Iglesia
profesada personalmente por cada creyente, principalmente en su
bautismo. “Creemos”: Es la fe de la Iglesia confesada por los obispos
reunidos en Concilio o, más generalmente, por la asamblea litúrgica de
los creyentes. “Creo”, es también la Iglesia, nuestra Madre, que
responde a Dios por su fe y que nos enseña a decir: “creo”, “creemos”».
Como se puede ver, el conocimiento de los contenidos de la fe es
esencial para dar el propio asentimiento, es decir, para adherirse
plenamente con la inteligencia y la voluntad a lo que propone la Iglesia.
El conocimiento de la fe introduce en la totalidad del misterio salvífico
revelado por Dios. El asentimiento que se presta implica por tanto que,
cuando se cree, se acepta libremente todo el misterio de la fe, ya que
quien garantiza su verdad es Dios mismo que se revela y da a conocer
su misterio de amor.
Por otra parte, no podemos olvidar que muchas personas en nuestro
contexto cultural, aún no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan
con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y
del mundo. Esta búsqueda es un auténtico «preámbulo» de la fe, porque
lleva a las personas por el camino que conduce al misterio de Dios. La
misma razón del hombre, en efecto, lleva inscrita la exigencia de «lo que
vale y permanece siempre». Esta exigencia constituye una invitación
permanente, inscrita indeleblemente en el corazón humano, a ponerse
en camino para encontrar a Aquel que no buscaríamos si no hubiera ya
venido. La fe nos invita y nos abre totalmente a este encuentro.
11. Para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe, 25
todos pueden encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un
subsidio precioso e indispensable. Es uno de los frutos más
importantes del Concilio Vaticano II. En la Constitución apostólica Fidei
Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
27. Norka C. Risso Espinoza
depositum, firmada precisamente al cumplirse el trigésimo aniversario
de la apertura del Concilio Vaticano II, el beato Juan Pablo II escribía:
«Este Catecismo es una contribución importantísima a la obra de
renovación de la vida eclesial... Lo declaro como regla segura para la
enseñanza de la fe y como instrumento válido y legítimo al servicio de la
comunión eclesial».
Precisamente en este horizonte, el Año de la fe deberá expresar un
compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos
fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente en el
Catecismo de la Iglesia Católica. En efecto, en él se pone de manifiesto
la riqueza de la enseñanza que la Iglesia ha recibido, custodiado y
ofrecido en sus dos mil años de historia. Desde la Sagrada Escritura a
los Padres de la Iglesia, de los Maestros de teología a los Santos de
todos los siglos, el Catecismo ofrece una memoria permanente de los
diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha
progresado en la doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de
fe.
En su misma estructura, el Catecismo de la Iglesia Católica presenta el
desarrollo de la fe hasta abordar los grandes temas de la vida cotidiana.
A través de sus páginas se descubre que todo lo que se presenta no es
una teoría, sino el encuentro con una Persona que vive en la Iglesia. A
la profesión de fe, de hecho, sigue la explicación de la vida sacramental,
en la que Cristo está presente y actúa, y continúa la construcción de su
Iglesia. Sin la liturgia y los sacramentos, la profesión de fe no tendría
eficacia, pues carecería de la gracia que sostiene el testimonio de los
cristianos. Del mismo modo, la enseñanza del Catecismo sobre la vida
moral adquiere su pleno sentido cuando se pone en relación con la fe, la
liturgia y la oración.
12. Así, pues, el Catecismo de la Iglesia Católica podrá ser en este Año
un verdadero instrumento de apoyo a la fe, especialmente para quienes
se preocupan por la formación de los cristianos, tan importante en
nuestro contexto cultural. Para ello, he invitado a la Congregación para
la Doctrina de la Fe a que, de acuerdo con los Dicasterios competentes
de la Santa Sede, redacte una Nota con la que se ofrezca a la Iglesia y a
los creyentes algunas indicaciones para vivir este Año de la fe de la
manera más eficaz y apropiada, ayudándoles a creer y evangelizar.
En efecto, la fe está sometida más que en el pasado a una serie de
interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad que, sobre
todo hoy, reduce el ámbito de las certezas racionales al de los logros
científicos y tecnológicos. Pero la Iglesia nunca ha tenido miedo de
mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto
alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la 26
verdad.
13. A lo largo de este Año, será decisivo volver a recorrer la historia de
Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
28. Norka C. Risso Espinoza
nuestra fe, que contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la
santidad y el pecado. Mientras lo primero pone de relieve la gran
contribución que los hombres y las mujeres han ofrecido para el
crecimiento y desarrollo de las comunidades a través del testimonio de
su vida, lo segundo debe suscitar en cada uno un sincero y constante
acto de conversión, con el fin de experimentar la misericordia del Padre
que sale al encuentro de todos.
Durante este tiempo, tendremos la mirada fija en Jesucristo, «que inició
y completa nuestra fe» (Hb 12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo
afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la
respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante
la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo
tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse
hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para
transformarla con el poder de su resurrección. En él, muerto y
resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos
de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de
salvación.
Por la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que
sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega (cf. Lc 1, 38). En
la visita a Isabel entonó su canto de alabanza al Omnipotente por las
maravillas que hace en quienes se encomiendan a Él (cf. Lc 1, 46-55).
Con gozo y temblor dio a luz a su único hijo, manteniendo intacta su
virginidad (cf. Lc 2, 6-7). Confiada en su esposo José, llevó a Jesús a
Egipto para salvarlo de la persecución de Herodes (cf. Mt 2, 13-15). Con
la misma fe siguió al Señor en su predicación y permaneció con él hasta
el Calvario (cf. Jn 19, 25-27). Con fe, María saboreó los frutos de la
resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón
(cf. Lc 2, 19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el
Cenáculo para recibir el Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14; 2, 1-4).
Por la fe, los Apóstoles dejaron todo para seguir al Maestro (cf. Mt 10,
28). Creyeron en las palabras con las que anunciaba el Reino de Dios,
que está presente y se realiza en su persona (cf. Lc 11, 20). Vivieron en
comunión de vida con Jesús, que los instruía con sus enseñanzas,
dejándoles una nueva regla de vida por la que serían reconocidos como
sus discípulos después de su muerte (cf. Jn 13, 34-35). Por la fe, fueron
por el mundo entero, siguiendo el mandato de llevar el Evangelio a toda
criatura (cf. Mc 16, 15) y, sin temor alguno, anunciaron a todos la
alegría de la resurrección, de la que fueron testigos fieles.
Por la fe, los discípulos formaron la primera comunidad reunida en
torno a la enseñanza de los Apóstoles, la oración y la celebración de la
Eucaristía, poniendo en común todos sus bienes para atender las 27
necesidades de los hermanos (cf. Hch 2, 42-47).
Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad
Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
29. Norka C. Risso Espinoza
del Evangelio, que los había trasformado y hecho capaces de llegar
hasta el mayor don del amor con el perdón de sus perseguidores.
Por la fe, hombres y mujeres han consagrado su vida a Cristo, dejando
todo para vivir en la sencillez evangélica la obediencia, la pobreza y la
castidad, signos concretos de la espera del Señor que no tarda en llegar.
Por la fe, muchos cristianos han promovido acciones en favor de la
justicia, para hacer concreta la palabra del Señor, que ha venido a
proclamar la liberación de los oprimidos y un año de gracia para todos
(cf. Lc 4, 18-19).
Por la fe, hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres están
escritos en el libro de la vida (cf. Ap 7, 9; 13, 8), han confesado a lo
largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les
llamaba a dar testimonio de su ser cristianos: en la familia, la profesión,
la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se les
confiaban.
También nosotros vivimos por la fe: para el reconocimiento vivo del
Señor Jesús, presente en nuestras vidas y en la historia.
14. El Año de la fe será también una buena oportunidad para
intensificar el testimonio de la caridad. San Pablo nos recuerda: «Ahora
subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de
ellas es la caridad» (1 Co 13, 13). Con palabras aún más fuertes —que
siempre atañen a los cristianos-, el apóstol Santiago dice: «¿De qué le
sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras?
¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan
desnudos y faltos de alimento diario y alguno de vosotros les dice: “Id
en paz, abrigaos y saciaos”, pero no les da lo necesario para el cuerpo,
¿de qué sirve? Así es también la fe: si no se tienen obras, está muerta
por dentro. Pero alguno dirá: “Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame
esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe”» (St 2,
14-18).
La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento
constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan
mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino. En
efecto, muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo,
marginado o excluido, como el primero a quien hay que atender y el
más importante que socorrer, porque precisamente en él se refleja el
rostro mismo de Cristo. Gracias a la fe podemos reconocer en quienes
piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado. «Cada vez que lo
hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo
hicisteis» (Mt 25, 40): estas palabras suyas son una advertencia que no
se ha de olvidar, y una invitación perenne a devolver ese amor con el 28
que él cuida de nosotros. Es la fe la que nos permite reconocer a Cristo,
y es su mismo amor el que impulsa a socorrerlo cada vez que se hace
nuestro prójimo en el camino de la vida. Sostenidos por la fe, miramos
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30. Norka C. Risso Espinoza
con esperanza a nuestro compromiso en el mundo, aguardando «unos
cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia» (2 P 3, 13;
cf. Ap 21, 1).
15. Llegados sus últimos días, el apóstol Pablo pidió al discípulo
Timoteo que «buscara la fe» (cf. 2 Tm 2, 22) con la misma constancia de
cuando era niño (cf. 2 Tm 3, 15). Escuchemos esta invitación como
dirigida a cada uno de nosotros, para que nadie se vuelva perezoso en la
fe. Ella es compañera de vida que nos permite distinguir con ojos
siempre nuevos las maravillas que Dios hace por nosotros. Tratando de
percibir los signos de los tiempos en la historia actual, nos compromete
a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo
resucitado en el mundo. Lo que el mundo necesita hoy de manera
especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el
corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la
mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no
tiene fin.
«Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada» (2 Ts 3, 1):
que este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el
Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la
garantía de un amor auténtico y duradero. Las palabras del apóstol
Pedro proyectan un último rayo de luz sobre la fe: «Por ello os alegráis,
aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; así la
autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es
perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la
revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo
todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante,
alcanzando así la meta de vuestra fe; la salvación de vuestras almas» (1
P 1, 6-9). La vida de los cristianos conoce la experiencia de la alegría y
el sufrimiento. Cuántos santos han experimentado la soledad. Cuántos
creyentes son probados también en nuestros días por el silencio de
Dios, mientras quisieran escuchar su voz consoladora. Las pruebas de
la vida, a la vez que permiten comprender el misterio de la Cruz y
participar en los sufrimientos de Cristo (cf. Col 1, 24), son preludio de la
alegría y la esperanza a la que conduce la fe: «Cuando soy débil,
entonces soy fuerte» (2 Co 12, 10). Nosotros creemos con firme certeza
que el Señor Jesús ha vencido el mal y la muerte. Con esta segura
confianza nos encomendamos a él: presente entre nosotros, vence el
poder del maligno (cf. Lc 11, 20), y la Iglesia, comunidad visible de su
misericordia, permanece en él como signo de la reconciliación definitiva
con el Padre.
Confiemos a la Madre de Dios, proclamada «bienaventurada porque ha
creído» (Lc 1, 45), este tiempo de gracia.
29
Dado en Roma, junto a San Pedro, el 11 de octubre del año 2011, séptimo
de mi Pontificado.
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7. Mensaje DOMUND 2012
Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones - Domund 2012
“Llamados a hacer resplandecer la Palabra de verdad”
S. S. Benedicto XVI
Queridos hermanos y hermanas:
La celebración de la Jornada Misionera Mundial de este año adquiere
un significado especial. La celebración del 50 aniversario del comienzo
del Concilio Vaticano II, la apertura del Año de la Fe y el Sínodo de los
Obispos sobre la Nueva Evangelización, contribuyen a reafirmar la
voluntad de la Iglesia de comprometerse con más valor y celo en la
misión ad gentes, para que el Evangelio llegue hasta los confines de la
tierra.
El Concilio Ecuménico Vaticano II, con la participación de tantos
obispos de todos los rincones de la tierra, fue un signo brillante de la
universalidad de la Iglesia, reuniendo por primera vez a tantos Padres
Conciliares procedentes de Asia, África, Latinoamérica y Oceanía.
Obispos misioneros y obispos autóctonos, pastores de comunidades
dispersas entre poblaciones no cristianas, que han llevado a las
sesiones del Concilio la imagen de una Iglesia presente en todos los
continentes, y que eran intérpretes de las complejas realidades del
entonces llamado “Tercer Mundo”. Ricos de una experiencia que tenían
por ser pastores de Iglesias jóvenes y en vías de formación, animados
por la pasión de la difusión del Reino de Dios, ellos contribuyeron
significativamente a reafirmar la necesidad y la urgencia de la
evangelización ad gentes, y de esta manera llevar al centro de la
eclesiología la naturaleza misionera de la Iglesia.
Eclesiología misionera
Hoy esta visión no ha disminuido, sino que por el contrario, ha
experimentado una fructífera reflexión teológica y pastoral, a la vez que
vuelve con renovada urgencia, ya que ha aumentado enormemente el
número de aquellos que aún no conocen a Cristo: “Los hombres que
esperan a Cristo son todavía un número inmenso”, comentó el beato
Juan Pablo II en su encíclica Redemptoris missio sobre la validez del
mandato misionero, y agregaba: “No podemos permanecer tranquilos,
pensando en los millones de hermanos y hermanas, redimidos también
por la Sangre de Cristo, que viven sin conocer el amor de Dios” (n. 86).
En la proclamación del Año de la Fe, también yo he dicho que Cristo 30
“hoy como ayer, nos envía por los caminos del mundo para proclamar
su Evangelio a todos los pueblos de la tierra” (Carta apostólica Porta
fidei, 7); una proclamación que, como afirmó también el Siervo de Dios
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32. Norka C. Risso Espinoza
Pablo VI en su Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, “no
constituye para la Iglesia algo de orden facultativo: está de por medio el
deber que le incumbe, por mandato del Señor, con vista a que los
hombres crean y se salven. Sí, este mensaje es necesario. Es único. De
ningún modo podría ser reemplazado” (n. 5). Necesitamos por tanto
retomar el mismo fervor apostólico de las primeras comunidades
cristianas que, pequeñas e indefensas, fueron capaces de difundir el
Evangelio en todo el mundo entonces conocido mediante su anuncio y
testimonio.
Así, no sorprende que el Concilio Vaticano II y el Magisterio posterior de
la Iglesia insistan de modo especial en el mandamiento misionero que
Cristo ha confiado a sus discípulos y que debe ser un compromiso de
todo el Pueblo de Dios, Obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos,
religiosas y laicos. El encargo de anunciar el Evangelio en todas las
partes de la tierra pertenece principalmente a los Obispos, primeros
responsables de la evangelización del mundo, ya sea como miembros
del colegio episcopal, o como pastores de las iglesias particulares. Ellos,
efectivamente, “han sido consagrados no sólo para una diócesis, sino
para la salvación de todo el mundo” (Juan Pablo II, Carta encíclica
Redemptoris missio, 63), “mensajeros de la fe, que llevan nuevos
discípulos a Cristo” (Ad gentes, 20) y hacen “visible el espíritu y el celo
misionero del Pueblo de Dios, para que toda la diócesis se haga
misionera” (ibíd., 38).
La prioridad de evangelizar
Para un Pastor, pues, el mandato de predicar el Evangelio no se agota
en la atención por la parte del Pueblo de Dios que se le ha confiado a su
cuidado pastoral, o en el envío de algún sacerdote, laico o laica Fidei
donum. Debe implicar todas las actividades de la iglesia local, todos sus
sectores y, en resumidas cuentas, todo su ser y su trabajo. El Concilio
Vaticano II lo ha indicado con claridad y el Magisterio posterior lo ha
reiterado con vigor. Esto implica adecuar constantemente estilos de
vida, planes pastorales y organizaciones diocesanas a esta dimensión
fundamental de ser Iglesia, especialmente en nuestro mundo que
cambia de continuo. Y esto vale también tanto para los Institutos de
Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólicas, como para los
Movimientos eclesiales: todos los componentes del gran mosaico de la
Iglesia deben sentirse fuertemente interpelados por el mandamiento del
Señor de predicar el Evangelio, de modo que Cristo sea anunciado por
todas partes. Nosotros los Pastores, los religiosos, las religiosas y todos
los fieles en Cristo, debemos seguir las huellas del apóstol Pablo, quien,
“prisionero de Cristo para los gentiles” (Ef 3,1), ha trabajado, sufrido y
luchado para llevar el Evangelio entre los paganos (Col 1,24-29), sin
ahorrar energías, tiempo y medios para dar a conocer el Mensaje de 31
Cristo.
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33. Norka C. Risso Espinoza
También hoy, la misión ad gentes debe ser el horizonte constante y el
paradigma en todas las actividades eclesiales, porque la misma
identidad de la Iglesia está constituida por la fe en el misterio de Dios,
que se ha revelado en Cristo para traernos la salvación, y por la misión
de testimoniarlo y anunciarlo al mundo, hasta que Él vuelva. Como
Pablo, debemos dirigirnos hacia los que están lejos, aquellos que no
conocen todavía a Cristo y no han experimentado aún la paternidad de
Dios, con la conciencia de que “la cooperación misionera se debe
ampliar hoy con nuevas formas para incluir no sólo la ayuda
económica, sino también la participación directa en la evangelización”
(Juan Pablo II, Carta encíclica Redemptoris missio, 82). La celebración
del Año de la Fe y el Sínodo de los Obispos sobre la nueva
evangelización serán ocasiones propicias para un nuevo impulso de la
cooperación misionera, sobre todo en esta segunda dimensión.
La fe y el anuncio
El afán de predicar a Cristo nos lleva a leer la historia para escudriñar
los problemas, las aspiraciones y las esperanzas de la humanidad, que
Cristo debe curar, purificar y llenar de su presencia. En efecto, su
mensaje es siempre actual, se introduce en el corazón de la historia y es
capaz de dar una respuesta a las inquietudes más profundas de cada
ser humano. Por eso la Iglesia debe ser consciente, en todas sus partes,
de que “el inmenso horizonte de la misión de la Iglesia, la complejidad
de la situación actual, requieren hoy nuevas formas para poder
comunicar eficazmente la Palabra de Dios” (Benedicto XVI, Exhort.
apostólica postsinodal Verbum Domini, 97). Esto exige, ante todo, una
renovada adhesión de fe personal y comunitaria en el Evangelio de
Jesucristo, “en un momento de cambio profundo como el que la
humanidad está viviendo” (Carta apostólica Porta fidei, 8).
En efecto, uno de los obstáculos para el impulso de la evangelización es
la crisis de fe, no sólo en el mundo occidental, sino en la mayoría de la
humanidad que, no obstante, tiene hambre y sed de Dios y debe ser
invitada y conducida al pan de vida y al agua viva, como la samaritana
que llega al pozo de Jacob y conversa con Cristo. Como relata el
evangelista Juan, la historia de esta mujer es particularmente
significativa (cf. Jn 4,1-30): encuentra a Jesús que le pide de beber,
luego le habla de una agua nueva, capaz de saciar la sed para siempre.
La mujer al principio no entiende, se queda en el nivel material, pero el
Señor la guía lentamente a emprender un camino de fe que la lleva a
reconocerlo como el Mesías. A este respecto, dice san Agustín: “después
de haber acogido en el corazón a Cristo Señor, ¿qué otra cosa hubiera
podido hacer [esta mujer] si no dejar el cántaro y correr a anunciar la
buena noticia?” (In Ioannis Ev., 15,30). El encuentro con Cristo como
Persona viva, que colma la sed del corazón, no puede dejar de llevar al 32
deseo de compartir con otros el gozo de esta presencia y de hacerla
conocer, para que todos la puedan experimentar. Es necesario renovar
el entusiasmo de comunicar la fe para promover una nueva
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34. Norka C. Risso Espinoza
evangelización de las comunidades y de los países de antigua tradición
cristiana, que están perdiendo la referencia de Dios, de forma que se
pueda redescubrir la alegría de creer. La preocupación de evangelizar
nunca debe quedar al margen de la actividad eclesial y de la vida
personal del cristiano, sino que ha de caracterizarla de manera
destacada, consciente de ser destinatario y, al mismo tiempo, misionero
del Evangelio. El punto central del anuncio sigue siendo el mismo: el
Kerigma de Cristo muerto y resucitado para la salvación del mundo, el
Kerigma del amor de Dios, absoluto y total para cada hombre y para
cada mujer, que culmina en el envío del Hijo eterno y unigénito, el
Señor Jesús, quien no rehusó compartir la pobreza de nuestra
naturaleza humana, amándola y rescatándola del pecado y de la muerte
mediante el ofrecimiento de sí mismo en la cruz.
En este designio de amor realizado en Cristo, la fe en Dios es ante todo
un don y un misterio que hemos de acoger en el corazón y en la vida, y
del cuál debemos estar siempre agradecidos al Señor. Pero la fe es un
don que se nos dado para ser compartido; es un talento recibido para
que dé fruto; es una luz que no debe quedar escondida, sino iluminar
toda la casa. Es el don más importante que se nos ha dado en nuestra
existencia y que no podemos guardarnos para nosotros mismos.
El anuncio se transforma en caridad
¡Ay de mí si no evangelizase!, dice el apóstol Pablo (1 Co 9,16). Estas
palabras resuenan con fuerza para cada cristiano y para cada
comunidad cristiana en todos los continentes. También en las Iglesias
en los territorios de misión, iglesias en su mayoría jóvenes,
frecuentemente de reciente creación, el carácter misionero se ha hecho
una dimensión connatural, incluso cuando ellas mismas aún necesitan
misioneros. Muchos sacerdotes, religiosos y religiosas de todas partes
del mundo, numerosos laicos y hasta familias enteras dejan sus países,
sus comunidades locales y se van a otras iglesias para testimoniar y
anunciar el Nombre de Cristo, en el cual la humanidad encuentra la
salvación. Se trata de una expresión de profunda comunión, de un
compartir y de una caridad entre las Iglesias, para que cada hombre
pueda escuchar o volver a escuchar el anuncio que cura y, así,
acercarse a los Sacramentos, fuente de la verdadera vida.
Junto a este grande signo de fe que se transforma en caridad, recuerdo
y agradezco a las Obras Misionales Pontificias, instrumento de
cooperación en la misión universal de la Iglesia en el mundo. Por medio
de sus actividades, el anuncio del Evangelio se convierte en una
intervención de ayuda al prójimo, de justicia para los más pobres, de
posibilidad de instrucción en los pueblos más recónditos, de asistencia
médica en lugares remotos, de superación de la miseria, de 33
rehabilitación de los marginados, de apoyo al desarrollo de los pueblos,
de superación de las divisiones étnicas, de respeto por la vida en cada
una de sus etapas.
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35. Norka C. Risso Espinoza
Queridos hermanos y hermanas, invoco la efusión del Espíritu Santo
sobre la obra de la evangelización ad gentes, y en particular sobre
quienes trabajan en ella, para que la gracia de Dios la haga caminar
más decididamente en la historia del mundo. Con el Beato John Henry
Newman, quisiera implorar: “Acompaña, oh Señor, a tus misioneros en
las tierras por evangelizar; pon las palabras justas en sus labios, haz
fructífero su trabajo”. Que la Virgen María, Madre de la Iglesia y Estrella
de la Evangelización, acompañe a todos los misioneros del Evangelio.
Vaticano, 6 de enero de 2012, Solemnidad de la Epifanía del Señor
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36. Norka C. Risso Espinoza
8. Vitaminas para alegrar el mes
FE
Quiero creer.
Porque, Señor, yo te he visto
y quiero volver a ver,
quiero creer.
Tú que pusiste en las flores rocío
y debajo miel,
filtra en mis secas pupilas
dos gotas frescas de fe.
Quiero creer.
Porque, Señor, yo te he visto
y quiero volverte a ver
creo en ti y quiero creer.
Gerardo Diego
AMISTAD
¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras, pues no te abrí!
¿qué extraño desvarío, si de mi ingratitud del hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el ángel me decía:
“Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía”!
¡Y cuántas, hermosura soberana:
“Mañana le abriremos”, respondía,
para lo mismo responder mañana!
Lope de Vega
A L E G R ÍA
Quiero cantar la vida que empieza, 35
tararear las dudas que a veces me detienen,
y convertir en música las lágrimas.
Quiero hacer una balada de justicia y una samba
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37. Norka C. Risso Espinoza
para pronunciar la paz en mil idiomas.
Que el perdón se cante como una rumba
y la esperanza se anuncie con tambor y trompeta.
Que la fe tenga la letra de un bolero
y tu historia, fascinante y única,
sea un villancico para todo el año.
José M. R. Olaizola
PAZ
Danos, Señor, aquella Paz extraña
que brota en plena lucha como una flor de fuego;
que rompe en plena noche como un canto escondido;
que llega en plena muerte como el beso esperado.
Danos la Paz de los que andan siempre,
desnudos de ventajas,
vestidos por el viento de una esperanza núbil.
Aquella Paz del pobre que ya ha vencido el miedo.
Aquella Paz del libre que se aferra a la vida.
La Paz que se comparte en igualdad fraterna
como el agua y la Hostia.
Pedro Casaldáliga
C O N V E R S IÓ N
Señor!
Cuando me encierro en mí, no existe nada:
ni tu cielo y tus montes, tus vientos y tus mares;
ni tu sol, ni la lluvia de estrellas.
Ni existen los demás ni existes Tu, ni existo yo.
A fuerza de pensarme, me destruyo.
Y una oscura soledad me envuelve,
y no veo nada y no oigo nada.
Cúrame, Señor, cúrame por dentro,
como a los ciegos, mudos y leprosos, que te presentaban.
Yo me presento.
Cúrame el corazón, de donde sale, lo que otros padecen
y donde llevo mudo y reprimido el amor tuyo, que les debo.
Despiértame, Señor, de este coma profundo,
que es amarme por encima de todo.
Que yo vuelva a ver (Lc 18, 41) a verte, a verles,
a ver tus cosas a ver tu vida, a ver tus hijos.... 36
Y que empiece a hablar, como los niños, -balbuceando-,
las dos palabras más redondas de la vida:
¡PADRE NUESTRO!
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38. Norka C. Risso Espinoza
Ignacio Iglesias
H O S P IT A L ID A D
Si el amor te escogiera y se dignara
llegar hasta tu puerta y ser tu huésped
¡Cuidado con abrirle e invitarle,
si quieres ser feliz como eras antes!
Pues no entra solo: tras él vienen
los ángeles de la niebla tu huésped solitario
sueña con los fracasados y los desposeídos
con los tristes y con el dolor infinito de la vida.
Despertará en ti deseos que nunca podrás olvidar,
te mostrará estrellas que nunca viste antes;
te hará compartir, en adelante
el peso de su tristeza divina sobre el mundo.
¡Listo fuiste al no abrirle! y, sin embargo,
¡qué pobre, si lo echaste de un portazo!
S.R. Lysaght
V ID A
Si tienes mil razones para vivir,
si has dejado de sentirte solo,
si te despiertas con ganas de cantar, si todo te habla
-desde las piedras del camino a las estrellas del cielo,
desde las luciérnagas que se arrastran
a los peces, señores del mar-,
si oyes los vientos y escuchas el silencios, ¡exulta!
El amor camina contigo,
es tu compañero, es tu hermano…
Helder Camara
AMOR
Padre, me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras.
Sea lo que sea, te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo.
Lo acepto todo, con tal de que tu voluntad 37
se cumpla en mi y en todas tus criaturas.
No deseo nada más Padre.
Te encomiendo mi alma, te la entrego
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39. Norka C. Risso Espinoza
con todo el amor de que soy capaz,
porque te amo y necesito darme,
ponerme en tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque tú eres mi Padre.
Charles de Foucauld
ENCUENTRO
Señor, si no estás aquí,
¿dónde te buscaré estando ausente?
Si estás por doquier,
¿cómo no descubro tu presencia?
Cierto es que habitas en una claridad inaccesible.
Pero ¿dónde se halla esa inaccesible claridad?
¿Quién me conducirá hasta allí para verte en ella?
Y luego, ¿con qué señales,
bajo qué rasgos te buscaré?
Nunca jamás te vi, Señor,
Dios mío; no conozco tu rostro…
Enséñame a buscarte y muéstrame a quien te busca,
porque no puedo ir en tu busca,
a menos que Tú me enseñes,
y no puedo encontrarte si Tú no te manifiestas.
Deseando te buscaré, te desearé buscando,
Amando te hallaré, y encontrándote te amaré.
San Alselmo
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40. Norka C. Risso Espinoza
9. Reflexión semanal
OCTUBRE
Canción: Fíate
La fe nos une
Octubre
Desde la fe seguimos a Jesús
Valor: FE
La fe nos invita a evangelizar
La fe nos sana
07 de octubre Domingo XXVII del T. Ordinario
Evangelio: Marcos 10, 2-16
«Lo que Dios ha unido que no lo separe el
hombre»
Dinámica: La fe nos une a Dios
La fe es una historia de búsqueda. De Dios y su verdad. De algo que dé
sentido a lo que ocurre. De respuestas a las grandes preguntas, por el
sentido de la vida, de la muerte, del dolor, del amor.
En esa búsqueda no estamos solos. De hecho, nos apoyamos en lo que
otras personas antes que nosotros vivieron, intuyeron y comprendieron.
Desde ahí aprendemos, y seguimos tratando de aprehender una verdad
que se va desplegando en el tiempo. Hoy quiero sentirme unido a toda
esa cadena de buscadores de Dios que, desde el inicio de los tiempos,
buscan...
• ¿Hay algún personaje de la historia de la Iglesia, alguna figura
que me resulte especialmente cercana? Vuelvo la vista hacia ellos
y rezo con ellos.
14 de octubre Domingo XXVIII del T. Ordinario
Evangelio: Marcos 10, 17-30
«Vende lo que tienes y sígueme»
Dinámica: Desde la fe seguimos a Jesús
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Cada vida es única, diferente. Cada persona es un mundo. Y cada uno
de nosotros somos un milagro. Cada uno tenemos la oportunidad de
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