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JAI              I r(


Diamela Eltit




h s Ediciones del Ornitorrinco
- -



LUMP   e




 Diamela Elt
1.1 Lo que resta de este anochecer seri un festin para L.
Iluminada, esa que se devuelve sobre su propio rostro. incesante-
mente recamada, aunque ya no relumbre como antaiio cuando era
contemplada con luz natural.
Por eso la luz elCctrica la maquilla fraccionando sus ingulos. esos
bordes en que se topa hasta 10s cables que le llevan la luz.
IanguideciCndola hasta la acabada de todo el cuerpo: pero el rostro
a pedazos. Cualquiera puede constatar su labios entreabiertos y sus
piernas extendidas sobre el pasto -cruzindose o abrikndose-
ritmicas en el contraluz.
 En que el anochecer sustenta la plaza en su omamento, para que
ella adopte en si las poses trinsfugas que la derivan hasta el
cansancio, encendida por el aviso aue cae en luz sobre el centro de
la plaza, entre 10s irboles y 10s bancos, para llegar hasta el cemento.
donde permanece de espaldas.
Porque el frio en esta plaza es el tiempo que se ha marcado para
suponerse un nombre propio, donado por el letrero que se encende-
r i y se apagari, ritmico y ritual, en el proceso que en definitiva les
dari la vida: su identificaci6n ciudadana.



que caiceri pur   IUL coil C I I U I I I I I I U ~ U .

Asi serin nombrados genericamente pilidos como escalaf6n pro-
visorio. Esos que vienen desde 10s puntos mis distances hacia la
plaza que prendida por redes elkctricas garantiza una ficcidn en la
ciudad.
Asi estin ellos y sus incontables poses: 10s cables son su punto de
mira en la paralela del placer de la mirada. Espera ansiosa el
luminoso y por eso se remueve entera cuando se siente tocada, con
el pecho agitado y 10s ojos hlimedos. El luminoso no se detiene.
Sigue tirando la suma de nombres que 10s va a confirmar como
existencia; ese haz de luz largado sobre el centro del cuadrante que
en la literatura produce indices, entre el frio del amanecer, mien-
tras 10s otros pilidos se protegen contra 10s irboles en una distribu-
ci6n casi bella por el recorte de sus siluetas.
L. Iluminada en el centro de la plaza empieza otra vez a convulsio-
narse. Los pilidos rotan sus cabezas para tener un mejor ingulo y
s610 entonces se dispersan sobre el cCsped. Atentos. fijan sus
miradas en el bautizo, mientras el luminoso acomete direct0 en ella
iueve las caderas bajo la luz: sus muslos se
                    o y su cabeza colganlte se golpea por tantas
                   el pavimento.
                                                              1 1             I.
~eraririca ei nomDre en dos colores paraleios, el iuminoso amptia-
do sobre el cuerpo escribe L. Iluminada y ritmicamente va pasando
la cantidad posible de apodos: le escribe trinsfuga y la letra cae
como toma filmica. Sin embargo, con nombre tan complejo, ella
inicia de nuevo la algarabia y por eso el aviso adquiere una funci6n
clisica que se vuelve medieval en su constancia, en lo ortodojo de
su forma, en lo helado de su construcci6n.
 No en balde se acercan al centro justo cuando ella se retira y alli
 mismo muestran sus cuerpos que no plantean diferencias entre
 unos y otros: el aviso luminoso 10s encubre de distintas tonalida-
des, 10s tiiie y 10s condiciona.
Gimen por luz, orgi5sticos en sus (
Nadie diria que en Santiago de Chile PI
que esos se distiendan como gemas. A J I GJ, LUII I ~ IJ ~ I I uc ~I ~ ~
                                                                I    U

irboles que les lamen el rostro y ella se frota en su madera por el
pur0 placer del especticulo. Sumida en el Cxtasis de perder su
costra personal para renacer lampiiia acompaiiada por ellos que,
como productos comerciales, se van a ofertar en ksta desoiada
ciudadania.
                                                         r
Asi podria haber estado a pesar del frlo; expuesra en rorma non-
                                        I-.          _...A
                                                      ._.--         ~     1        -



zontal despuCs de haber perdido el nombre propio, inmersa, bus-
cando la luz con 10s oios desorbitados por la transparencia. Mbs
pilidos en sus came; cetrinas estrujando el plackr a cualquier
costo, mirindose en la plaza, con las cabezas arrasadas, transpor-
tados de electricidad, balbuceantes.
A ellos, que pudieron brillar de otra manera, estin aqui lamiendo
la plaza como mercancias de valor incierto.
Por literatura podrian ser comparados a zafiros y a 6palos, a
celestes aguas marinas.
Para decirlo nuevamente:
La luz del luminoso, que est5 instalado sobre el edificio cae en la
plaza. Es una proposici6n de insania para recubrir a 10s pilidos de
Santiago que se han agrupado en torno a L. Iluminada nada mis
que como complemento visual para sus formas.
Porque este luminoso que se enciende de noche esti construyendo
CII   mpncaip   nara pllnc   .CIIIP   criln a pea hnra alran7nn c i i nlpnitiid
Por eso el luminoso, en plen:
literarios, por ejemplo decid
Sindalo, mis el impuso muri6 a1 caer sobre su erizada piel en la
metamorfosis de tan c
Decia volantina pelarl;
Destroz6 el impulso d
habia fabricado para e
Por eso es que en la y.-..    u1  wv..J..b..   s.yvU   u1   w.nb.U.LUYU
                                                                   J
elictricos: por una parte el asignado a1 cuadrante y por otra. el que
se desliza del luminoso; esa luz que se vende. Asi por contrapunto
sus labios han perdido su obsecuencia y su figura se devuelve
engaiiadora bajo 10s rayos que convergen hasta su centro. Per0 no
est6 sola alli. Todas sus identidades posibles han aflorado por
desborde +lavando sus puntos anat6micos- sobrepasindola en
sus zonas. Regida nada mis que por el horario asignado a la luz
elictrica en la plasmaci6n del luminoso que la estria.
Los pilidos se han tomado las esquinas dealaplaza y acurrucan alli
sus cuerpos protegidos unos contra otros. sus cuerpos frotados
que, en el bautizo, intercambian apodos en sus poros famdicos.
Ellos se tocan y manoseados ceden.
Nombres sobre nombres con las piernas enlazadas se aproximan en
traducciones. en fragmentos de palabras. en mezclas de vocablos.
en sonidos, en titulos de films. Las palabras se escriben sobre 10s
cuerpos. Convulsiones con las uiias sobre la piel: el deseo abre
surcos.
Asi, las esquinas de la plaza adquieren movilidad por 10s cuerpos
apiiiados que, unos sobre otros, conducen a un exterior. Pero no en
su penetracih, sino en su apariencia que, en el renombre, exudan
deleite y reapropiados constituyen el escenario.
La piel de 10s pilidos muestra en sus aberturas su proceso y al
fundirse en el siguiente demarcan infinitas posibilidades para
cualquier mirada. Se arman y desarman en sus lineas. constituyen-
do un engaiioso limite a la plaz,a.
Per0 el luminoso 10s soporta. Sigue su tintineo con precisa regula-
ridad. L. Iluminada en el centro. Suda a pesar del frio y por eso su
came se expone a la luminosidad. M i s que nunca centellea alli
controlando por contorsiones su claroscuro, mientras la luz toca
10s bancos de la plaza, 10s irboles y la disposicih fabricada del
tierra se adhieren a su came. Para el que la mira es un espectbculo
    desolador porque balbucea. Cada uno de sus nombres es desmenti-
    do por su facha.
    Pero relumbra, a6n en plena osc
    Como bautizada se celebra entre ellos, mientras sus propias manos
    se acarician en profundidad perdiendose entre sus huecos. Partien-
    do desde la ordinariez mbs profunda para llegar por pose a la
    extrema delicadeza.
    Ella deja oir restos de lenguaje, retazos de signos. Socavada por
    tierra y pasto. Nutrida de savia.
    Se observa a si misma, como si su nombre le otorgara rasgos
    diferentes. Se toca la piel en el mismo momento en que se curva
    mbs a6n sobre el pasto, hasta que la caheza cae sobre la tierra
    reblandecida.
    En actitud de descanso.
    Sin embargo, est6 alerta al aviso luminoso, con la cara ligeramente
    crispada de jdbilo ante 10s tintineos, mientras desliza su lengua
    sobre 10s labios, su lengua mojada que 10s humedece.
    Las piernas estbn abiertas en posici6n descuidada y las balancea
    cada vez que en el centro de la plaza se recibe la luz.
    Los pblidos han llegado ahora hasta ese mismo centro y empiezan
    su particular representaci6n. Amontonan sus cuerpos y se dejan
    caer sobre el cemento. Asi se van en un ritmo tan dificil de
    visualizar que s610 el luminoso 10s ordena cuando muestra sus
    relajos.
    Con sonidos guturales llenan el espacio en una alfabetizacidn
    virgen que altera las normas de la experiencia. Y aside vencidos en
    vencedores se convierten, resaltantes en sus tonos morenos. adqui-
    riendo en sus carnes una verdadera dimensi6n de la belleza.
    Porque hasta Cse podria estar comprometido en la disposici6n
    azarosa de 10s cuerpos. Los mismos que se van preparando para
    una nueva circulacibn.
    Aunque no es nada novedoso, el luminoso anuncia que se venden
    cuerpos .
'   Si, cuerpos se venden en la plaza.
    A un precio no determinado. Es mbs bien el placer que emanan en
    lo profundo de su compromiso. Sus palabras caen en el vacio
    ampliando sus molCculas para petrificar lo eterno de la produc-
    ci6n.
    Para quC decir que la ilaman cuando se estructuran sus voces en el
    espacio.
    10
En desgarrador sonido se convierten.
Podria ser -tal vez- el Amado por lo masculino de su grosor que
al llamarla la asedia para poseerla, a esa vaga que yace tirada en la
plaza, evocando con sus indecentes movimientos quizis que sue-
fios de entrega.
Per0 10s pilidos siguen en el centro frotindose contra el cemento,
rodando bajo 10s bancos de madera, frigiles de vestimentas pese al
frio: gimiendo siempre.
Per0 ya se ha dicho que no son propiamente gemidos 10s que
escapan de sus labios.
Un oido no entrenado en sus particularidades podria oir alli un
especticulo de desgarro. Mas no es asi. Es la salvacidn de la
bautizada.
Se celebran en sus identidades. Son sus propios padrinos que se
reciben y ella, ella es la que se rebautiza en cada uno.
Es una fiesta.
El luminoso sigue cayendo dindoles mis posibilidades, ampliin-
doles la imagineria.
Se ven proyectados hasta 10s bordes de Santiago, ornados de
atavios: por robos y excesos accediendo a todos sus lugares. Por
pur0 deseo propietarios al venderse a1 luminoso como mercade-
rias. Esos son 10s que se esperan con ansias.
Por esto, estin reducidos a goce cuando entre 10s haces de luz del
luminoso se dejan entrever sus posibilidades. Ya se ha consumado
la transaccidn y por eso la felicidad de esos cuerpos imprime
gracilidad a sus movimientos.
La armonia se ha asentado en la plaza.
L. Iluminada tampoco permanece ausente del especticulo. Ha
vaciado su mente de toda memoria y ahora construye y planifica
s610 con 10s pilidos como referente: plasmados en su futuro.
Ella, plenamente teatral por la observacidn de sus movimientos,
camina erguida hasta el centro de la plaza para detenerse bajo la luz
del luminoso que la alumbra por intermitencias. Asi se gesta su
primera toma filmica:
      Ella est6 en el centro de la plaza, mientras sus pies se
      deslizan. Los cuerpos bullentes de 10s desarrapados que, por
      efectos de luz de un luminoso que cae desde un edificio
      cercano, produce en la piel un tinte ligeramente distorsiona-
      do y fantasmagdrico.
      Pudieraser quizis una toma orgiistica por la acumulacidn de
      tanto cuerpo, pero, en el cuadro aparece mis bien la pureza
                                                                  .1 I
UVlIUb cI1 l U 1 1 1 ~ 1 1 VJ   la.   L1U111111UUU,                                                        bull
                                                      cI11 U11 L l U U U J V C I A ~ b l l I I I b I I L U I


sus cuerpos frente a la cimara, llegan a constituir estkticamente en
el lapso de tres minutos, una mirada admirativa sobre ellos. Una
mirada mediada por la cimara que 10s asedia y en la cual, por lo
bidimensional de 10s efectos de luz, sometan y se sometan ante 10s


inaicaciones para la pnmera escena:
Conformar cinematogriificamente algo similar a un mural en la
plaza ptiblica, relevando lo marginal de! especticulo. Revirtiendo
por ello 10s canones de la identidad a travks de la suma de cuerpos
que neutralizan a1 miximo 10s rasgos, para provocar colectiva-
mente una imagen depurada de 10s que, por desprendimiento, han
ductilizado sus materias sometitndose conscientemente a1 deseo.
En suma el ofertorio.
Asi:
        Pieles marchitas sin espectacularidad.
        El goce reflejada en sus rostros.
        Pese a la iluminaci6n conservar el especticulo noctumo.
        Dar autonomia y flexibilidad a cada uno en su pose.
12
La persistencia del agrupamiento.
      El Cxtasis del extra que en la    -n-*nll-   0-   *-n-*---   ---a

      elemento estructural.
      Sefialar el vicio de la mirada. I(

Insistir en esas mismas caras marchitbar iiiac.iiciiiaa,Gaaa llllalllaa
caras’que enfrentadas a la noche, Cse habri visto como su peligro
cuando surgen sorprendiendo en las esquinas. Y Cse entonces
-sudandc+       apretari las piernas porque su penetraci6n mis que
jdbilo seria el tizne blanco. Quizis por eso el terror a esa figura
humana apurm’a sus pasos hasta olvidar esa imagen.
Porque Cse intuye las piernas ulceradas y cuyas manos, mientras la
noche avanza, bajan 10s pantalones para recorrerse una a una las
llagas abiertas que ya no responden a ningfin tratamientol venda-
das con tiras sucias para evitar la fricci6n con el gCnero que las
cubre y por esto, al sentirlas junto a su piel sana, esas mismas
piernas supurantes lo mancharin de nuevo en su limpieza, en el
cuidado incesante que cualquiera se prodiga.
Per0 en fin, por pantalla, el terror y el deseo de 1
sanidad se manifestari como errata y entonces ugiira ir sus pasus
hacia la plaza pfiblica, elevari sus ojos hacia el luminoso, se
aligerari de ropas, abriri sus piernas tendido de espalda en el
cemento y de deseos se habrfi consumado en otro, hasta que el
mismo cemento, por dolor de la pose, le rompa la piel y Cse
entonces se veri en cada una de sus llagas y la piel decorada brille
con la luz del luminoso y s610 asi sepa verdaderamente de alguna
clase de vida.
Ah, de miserable en sublime la plaza. Alucinada es.
Porque la plaza produce desvm’os.
 Pnr ejemplo:
 Si 10s pilidos que obtuvieron nuevo nombre ciudadano prescindie-
 ran de L. Iluminada perderian su soporte, es decir, quizis nadie
 pregonm’a ese hecho.
 Es que ella transmitiri la noticia, como predicadora su rostro
transformado, sus mfiltiples facetas, esa absoluta falta de inscrip-
ci6n sefialari la veracidad del acontecimiento.

Per0 adn no es tiempo, apenas se construye en cada uno de ellos.
Todavia &os no se renonen v vuelven a mirar I ~ nniphnc
                                                P                   Wan
Errores de la primera toma:
Los cuerpos tensados estaban rigidos, no por necesidad interna,
sino por efectos de cimara: como terror.
Ella misma no dej6 ver su mejor ingulo. escurri6 la mirada directa
a la cimara, volvi6 el rostro ante el zoom. Los tijeretazos de su
pelo eran demasiado regulares, las ligrimas previstas no afloraron,
apenas se humedecieron sus ojos. Se mostr6 mis bien desafiante
que serena. movi6 sus labios varias veces. Evit6 el roce con 10s
pilidos.

Por eso descansa en la plaza. Todos coinciden en la dureza del
trabajo. Estin tendidos en el pasto observando 10s parpadeos del
luminoso que se imprime con nitidez sobre el suelo. La luz elCctri-
ca se intensifica denotando el verde del pasto, 10s bancos. 10s
irboles.
Alrededor circulan 10s autos con las luces encendidas. Los ruidos
llenan la plaza.
Ellos saben que en algunas horas deberin asumir unaetapa mis. Se
preparan para ello ejercitando cada una de sus particulas corpora-
les. Ahora si, a ciencia cierta afirman que el error no se reiterari.
1.2 Por eso lo que resta de este nuevo anochecer seri el
verdadero reencuentro para L. Iluminada y 10s pilidos que, perdi-
dos en el azar de su transcurso, Ilegarin a la plaza para tenderse
tirados sobre 10s bancos, per0 con el insomnio asomado a sus
pupilas.
Sus ojos que conservan impresos lo
sin descanso por las calles recomenc
interior que se les abre, para guaraar esas imagenes que seran
revisadas con precisi6n cuando arriben a1 cuadrante a la hora de la
prendida de las luces.
Claro que se tienden en 10s bancos y ella 10s mira, asombrada por
lo homogCneo del espectkulo. Sus m6sculos estin tensados mien-
tras se acomoda en una de las esquinas para obtener un mejor punto
de observaci6n. Se puede deducir sin errar que su estado general es
precario, su respiraci6n agitada, ese brillo de sus ojos.
Tiende sus manos, se aferra a1 irbol mis cercano y aproxima hasta
alli su rostro: esa cara humedecida por las kigrimas, hasta que la
separa de la corteza y aparece entonces una de sus decisiones en la
plaza:
      Estrella su cabeza contra el irbol.
Estrella su cabeza contra el irbol una y otra vez hasta que la sangre
rebasa su piel, le baiia la sangre su cara, se limpia con las manos,
mira sus manos, las lame. Va hacia el centro de la plaza con la
frente daiiada -sus pensamientos- se muestra en el goce de su
propia herida, la indaga con sus uiias y si el dolor existe es obvio
que su estado conduce al Cxtasis.
      Se exhibe esperando la caida del luminoso sobre la herida:
      Si yo misma tuve una herida, per0 hoy tengo y arrastro mi
propia cicatriz. Ya no me acuerdo cuinto ni c6mo me dolia, per0
por la cicatrj

Dice -tengc
excedente y sus ropas manchadas se prenden con la caida del
luminoso. Se abraza a si misma. se lame las manos nuevamente y
a6n sus manos h6medas de saliva frotan sus brazos. Se tuerce en
espasmos en el miximo de su energia. Los pilidos estin erguidos
sobre 10s asientos v en cada uno de ellos se vislumbra la compa-


                                      id o que absorbe, manchindo-

                                                                  15
se, la sangre que todavia le entorpece la mirada. Se vue
ellos y 10s recorre con su sello particular. Tiene la herida auIGl La
no se vislumbra adn la proporci6n del dafio. Levanta sus manos y a
plena conciencia lleva sus dedos a la cara para reabrirse la piel
partida. Su mirada esti difusa y alli en medio de la plaza, s610 para
10s pilidos, deja oir un aullido y su voz aguda se expande y
prolonga en la oscuridad.
Su grit0 10s sorprende y esos desarrapados se levantan y poco a
poco empiezan a acercarse a ella. La rodean para mirarla de cerca.
Pero no la tocan. sus ojos tambiCn hdmedos/ de compasi6n sus
ojos.
-si yo misma vi 10s ojos de Cse empafiarse y dejarse caer sobre mi
para cubrirme con sus manos amorosas, las mismas que solicitas
curaron mis heridas. Sus manos-
Aunque saben que ella necesita ese espacio precis0 para mostrar su
especticulo. Ha adquirido otra identidad: por literatura fue.
Asi se reconwe en su propia imagen, la que se reflecta sobre el
piso cuando el luminoso deja caer un nuevo haz de luz. Por eso la
 sed la socava y su lengua reitera sus gestos sobre 10s labios.
 Se tiende sobre el pavimento para extraer lo helado. Se regula su
respiraci6n y 10s pilidos tambiCn distinguen sus cuerpos y se
quedan en el centro de la plaza adn conmovidos por 10s ecos del
grito.
Se ha dicho que ellos tienen 10s ojos prendidos a otros paisajes,
per0 ella, en la profundidad de su pose, les va borrando esa
imagen; por su cara dafiada ella es la que sin duda 10s rige.
De pedrerias es su cara, su piel como diamantes.
Sin duda se prepara para ellos al asumir en si misma la posibilidad
de rehacer la bautizada. Primigenia, se presenta ausente de res-
guardo, por voluntad propia esti presta para el control del lumino-
so que, en la oscuridad, adquiere su profunda penetraci6n. Todo
esti dispuesto, ella alisa sus ropajes, levanta su cara: se ha produci-
do un vacio en la plaza.
Pero el luminoso no se detiene. Sigue transmitiendo 10s nombres
propios hasta que la plaza no es nada mis que ella y 10s pilidos que
con la mirada fija se reconocen en el relampagueo.
Estin esperando su turno, para que el luminoso 10s confirme como
existencia, es decir, 10s nombre de otra manera: renacen asi en
este transcurso purificante, ya menos empalidecidos, porque se
borra su color verificando la pCrdida voluntaria de sus anales
ciudadanos. Por eso merodean en la plaza que 10s contiene hasta la
luz, remitiindolos hasta la felicidad anti
 la tecnologia les da vida.
 iD6nde fuera de la plaza se obtendria
 Los pdidos, con las cabezas levantadas.
 y empiezan sus movimientos de caderas perceptibles aun entre sus
 ropajes: sus muslos se tocan y se levantan del suelo. Pueden verlos
 adoptando otras identidades que se manitjestan en estertores ana-
 t6micos.
 Pasan sobre el cuerpo, primer0 el nombre y luego su gama total de
 apodos.
 Mientras ellos continlian con sus manipulaciones mimeticas cerca
 del pasto hasta enterrar sus cabezas entre las piernas.
 Los traspasados de insomnio, 10s estereotipados por palidez. 10s
 relumbrosos .
 Sintetizando en su nombre singular todos 10s otros que lanza el
 luminoso hasta recoger para si la identidad fundada en sus diversas
 apariencias. Y por eso, es ella la primera en comparecer en ese
 cuadrante, cuando la visibilidad es magra, cuando 10s ojos pueden
 confundir sus objetivos.
 El luminoso continda lanzando 10s nombres y apodos. atravesan-
 dolos, y nadie sera asi arrasado, nadie dejarh caer ldgrimas sobre la
 piel; lacios y abatidos de nhuseas sobre la concavidad.
 Esos que han obtenido con naturalidad su nombre propio, no
 pueden saber nada del vertigo de perderse en distintos residuos
 hasta dejar el climax de la palidez como linica alternativa, como
 mera came disponible.
 Vean la experimentaci6n en la plaza, no solitaria ni buscada:
 impuesta es/ trama su pose y permanece en ella por un lapso de
 vida.
 Asi es como se vuelve a desprender de su antigua costra rugosa.
 Abandonada a1 ritmo de 10s cambios del luminoso y, ante cada
 golpe, se toma la cabeza arrastrindose hasta el banco de cement0
 con la cara demacrada por 10s movimientos que la consignan hasta
 el borde .
-sigui6 tremula en esos segundos para no desplazarse por seg-
mentos porque estaba partida de plenitud al obtener salada mues-
tras del escarnio, que no se midi6 en horas en que levantada y
exhausta se tendi6 en poros transllicidos-
-no se replet6 manada entre las piernas para recibir el luminoso
contra su pecho toda la noche, hasta que su espalda era la veta de
10s &boles que la recibian a cada embate, estragadd era una

                                                                   17
imagen. Se encendi6 de aprensiones a las uiernas uroducidas uor
6rdenes desde su cerebro. Cada apelati1
tuaria simplezd vet6 su ritmo en un
cando-
-aprens6 el tronco del irbol para depositar alii el luminoso que ya
refrotado as016 su cornea hasta perder la conciencia-
 -no ~ U V Ootro rostro que como mercancia se pudiera relevar mis
alto-
Adn retumba su grito en la plaza, agudizindose ante la caida del
luminoso para volver a producirse nuevamente con la misma
intensidad con que originalmente fuera emitido. Su grito que se
vuelve circular hasta que 10s pilidos se tapan 10s oidos para
retomar la normalidad de la plaza. Convergen hacia el centro
huyendo de 10s sonidos. Se le acercan para que ordene terminar; a
ella que ante esa reproducci6n rehace su propio delirio. Su boca se
abre ante cada intenumpida. Copia con su boca, se dobla a si
mismd 10s irboles, el cCsped, 10s cables, 10s faroles, hasta 10s
bancos son atravesados: se ha producido una nueva secuencia.


Segunda escena, la producci6n del grito:
    El lumperio se dispone en 10s bancos que rodean el eje de la
    plaza. Ella est6 de pie justo a1 centro. El luminoso desde el
    edificio cercano deja caer sus intermitencias aclarando su
    imagen. La oscuridad se extiende en esos alrededores. Se
    filma.
    La cimara la capta desde el momento en que lentamente se
    tiende en el suelo boca abajo para permanecer en esa pose
    algunos segundos. Se establece una toma aCrea que contem-
    ple la figura de 10s pilidos acunucados sobre 10s bancos,
    destacindola a ella tirada en el suelo.
    Simultineamente, la otra cimara la seguiri en un primer
    plano de su rostro tocando el suelo, con 10s labios ligeramen-
    te entreabiertos hasta que ella levanta su cara mantenihdola
    ?rguida por algunos segundos y violentamente la estrella
     :ontra el suelo, golpeando la zona de su frente que se raja
     jejando salir la sangre que de inmediato la bafiari. Se sentari
     :n el suelo con la cabeza entre las piernas y asi permaneceri
    por unos instances. Se levantari y cuando sea tocada por el
    luminoso de su boca estallari el grito. Los pilidos se incor-
    porarin de sus asientos. Serin registrados por tomas aCreas.
18
Permanecerln inm6viles cerca. Y entonces volveri a produ-
     cirse el grito una y
     La escena se cortai
     hasta su entrada en

Para que ella se siente en
boca murmure -tengo SI
ojeras/

Ah, por una pura mirada, por
historia.


Comentario a la segunda escena:
Gestar mediante la herida lo que se precisa para la producci6n de
un grito. El mismo no va inmediatamente a la herida. sino algunos
segundos despds, no es un grito propiamente de dolor en su forma
automltica, sino mls bien una instancia utilitaria para justificarla.
Para decirlo de otra manera, no es la herida la que causa el grito,
sin0 exactamente a la inversa; para herirse era precis0 el grito, todo
lo demls es un pretexto.
Por eso la reiteraci6n continua del mismo. Volverlo a repetir
amplificado hasta el ensordecimiento para que se vaya transfor-
mando lentamente -,or     tecnologia- desde el timbre femenino a
distintos gritos masculinos pero conservando las mismas inflexio-
nes: idCntica curva de recorridos.
Hasta que despuCs empiecen a superponerse grito sobre grito y se
anexe tambiCn la voz de ella hasta la distorsi6n extrema. Mezclln-
dose ademis en tono menor otros sonidos -por e j e m p l w ciuda-
danos que en forma abrupta cesan. En la imagen el lumperio
presenta rasgos de placidez, por quC no decirlo. mls bien de
felicidad.

Indicaciones para la segunda escena:
Hacer que resalte el privilegio del sonido inmediatamente que se
ha producido la herida por medio del estatismo de la imagen.
Solamente se filmari en planos medios y tomas aCreas. La fuerza
de la secuencia es el grito que seri contrastado con el descompro-
miso facial. La indiferencia relativa. Por esto la nueva bautizada
revertirl el gemido primigenio.

                                                                   19
TU1 CSU 105 pdllUUS bt: LCIlUCrdll CI1 IUS UiiIlCUS Ut: la pliiLii CIlrUI1qUC.-
cidos por el esfuerzo, abrumados por sus estertores, prepariindose
para las etapas que les procura el luminoso, ofertiindoles la suma
de nombres literarios cruzados de tradiciones que 10s convertirin a
corto plazo en mercancias omamentales.
Acceden a1 grito que 10s salvarii. Para de nuevo ser objetos de
deseo hasta la extrema manipulacidn. Cuando Sean multiples,
..:n+nrnn     ,, +"
               A,         A,   .., ..
                                 . y  n
VIJLUJUJ, G J L I I L U J UG I I U G V U
                                           r,;rnlnAnr
                                                                pc~u; crruw c
                                                                                           ..
                                           ~ c r r a r a u w a .~ P . . A r& " A n c Pa c r r yuuaa yuc
                                                                                        a- n...?nC  n,.&



espacios habitables por 10s suefios de este territorio.
Por literatura serii, para que Cse se engarce otra vez y hasta el
luminoso se curve dejando caer el haz sobre su cuerpo. la transpa-
rencia. y ent0nc.s salga A n Iln nln-n r n * r n r A n c ; A n y lr oa yraux a ~ r 1-
                                a yraLa
                                      UG               ILVLIULLIUW
                                                                            1,     nlo-ro e n d
                                                                                   rw
                                                                                   a
linico no ficticio de todc3 este invento.
                                              .
Porque tambiCn la bautiz,ada conduce a1 desenfreno. VCanlos en la
                              ,..                 . .
ceremonia con sus caras pallaas y ias pinras en que se orrecen
                                                                                             P



como la perdida que se vende -a cualquier preci6- solamente
porque la tomen en su oficio; como esta L. Iluminada que nada miis
se oferta a la mirada, que se vende a su imagen.
Por ejemplo:
Si su voz rectora no asolara la plaza entonces la produccidn del
grito se suspenderia en el exterior. Por eso ella inicia a partir de un
acontecimiento la posibilidad de producir tambiCn en la garganta
de 10s otros la misma trayectoria de su fusi6n.
Asi permitiri la expansidn hasta que la plaza -entonces- no sea
nada mis que una cuerda miximamente estirada por la cual en
dirtininc rannlpc rnnfliivnn ecnq tnnnq.                         amidos o haios. v nor
Errores de la segunda toma:
Sin duda esta vez se han p e r f c L L l u l l a u u . L;JtuD l l l l J l l l u J  iiaii

volado como profesionales, han soltado sus cuerpos, se han some-
tido a la admiracidn condicionando sus pintas. En suma, han
aprendido de la exhibicih.
Sin embargo, tranca el absoluto del d ecoro de sus voces, esta
permanente pacateria. Los que se rajan asCpticos en la gritada no
llegan. Si este grito no perfora, no sirve.                 - -
Habria que mejorarlo por laboratorio, con mezcla de voces, elec-
trhicamente.
Per0 no seri asi.
El error en el grito, su recato, seri rehecho en la misma plaza,
hasta que ellos se abran de si y la tomen a ella en su miiximo. A Csta
aue Dor la sonada de su voz. nada mis aue Dara ser D r.-*.-..*..A,. L L a u a -- CI
                                                                   uvc            cll
                                                                                      -1




JUIU   p   i GJU JG J I ~ U G c i i c i a i i u
                             i

coherente con el pestaiieo del 1
caidas le surge como acompaii
Grito y luminoso se acechad
Como enemigos en la noche compiten.
Hasta que el acercamiento se vuelva inevitable y se deborde la
misma plaza en el abrazo obsceno en que grito y luminoso se
acoplan. Se funden el uno en el otro y por fin - e n plena noche-
surge como uno el Sacramento.
El Sacramento en la plaza, la borradura del pasado y esos mismos
-e1 lumperio de la ciudad- se convulsionan para sumergirse en
su centro, para ser tocados en la testa que se doblega contra el
cemento, suplicantes, con la saliva que cae y 10s ojos enrojecidos
por el encandilamiento. Estos mismos desarrapados que se llevan
las manos a1 pecho y sienten con dulzura 10s latidos de su coraz6n.
 Porque no son ejCrcitos en la noche, no son nada en realidad.
0 mis bien la puesta en marcha del momento primigenio de la
bautizada, en que lo natural del agua se suplanta por la tCcnica que
de modo mis efectivo penetra y deslumbra.
Abren sus ojos, se dilatan las pupilas ante tanta maravilla y todo
gesto, todo ropaje mostrari las dos caras del Sacramento. Porque
renacer es extraer el momento de la caida, el vicio que posaban y
dejarlo es el miximo sacrificio para que la plaza - c o m o lugar
solicit-   chupe en si sus impudores y hervida sea el lugar de la
                                                                                    21
memoria, cuando perdidos y desesperados arrastraban sus cabezas
contra el pasto antes que el luminosc
Por eso la plaza se ilumina en la noc
iQuk manos encienden la luz elkctrica
la noche?
Pero ella est6 rodeada del lumperio que repasa sus papeles. sus
roles asignados y el estatismo que 10s somete al aburrimiento.
Estas son las tomas, la mera exposici6n de sus cuerpos que de tan
propios se vuelven fastidiosos. Por eso se indagan para sacarse el
partido que corresponde. Hurgan en su memoria filmogrifica y es
la ausencia del color, salvo el de la noche, la carencia.
Porque no hay colores, huella de matices hay.
Aunque esto no es verdaderamente exacto. las tonalidades existen-
tes no llegan a sorprender por la estatura de lo cotidiano.
Ese es el problema.
Pero lo salvan justo a la hora en que deberin descansar en este resto
de noche. Irin hasta 10s bancos de la plaza, no para dormir, sino
para reimprimirse en'las pupilas in- '
Salvados y rehechos permanecerin




22
1. Vuelven 10s pilidua a la p a ~ pdld
                                  a        U C I I I M I I C L C ~ a111 I I
                                                                       W       GI

   cuerpo distendido, apoyados con sus

   irboles - cCsped - luz elCctrica - cei
   ramas y cables que trasladan luz a 1
   faroles que tambiCn iluminan 10s bancos
   y mi cara de madona mirando su cara de madona.




                                                                              .pa-

    --_- ---
       a-      --- --=.---, .W"b" ... ".. Y'.---I
                                       V
                                              .-
    perfilada la frente - 10s labios - la nariz - perfilados enteros
    por luz elktrica
    y mi cara de madona busca su boca de madona y toca interior
    su lengua profana.

3. Porque permanecer tanto tiempo expuesto a1 trio y rigidez
   hace que el cuerpo se agarrote.
    diseminados como esculturas 4ntensamente pilidos- en
    la plaza
    se estremecen las rodillas - d u e l e n las orejas- escasea el
    aire en 10s pulmones
    adoloridas las manos -helado el rostro- cansado el cuerpo
    y mi lengua de madona moja su lengua de madona tem-
    blando.

4. La oscuridad no es para la plaza. La luz elCctrica denuncia
    cada vez 10s cuerpos apoyados contra 10s irboles.
   a una hora determinada -a1 oscurecer- se enciende la luz
   pfiblica
   todos Ios faroles relumbran en la plaza
   cae la luz elCctrica sobre la plaza iluminada en sus costados
   y mi lengua de madona toca su pecho de madona y lo moja.

                                                                               23
5. i N o sera una
   ramas? boner
    monocorde la
    de txtasis y r
                 e
    de muchos enulcs uc       IIIGIILE: CII U I ~ I I L U -   UE: L I ~ U ~ J U
    v mic Inhinc de mndnnn cnrhm cii w r h n AI- marlnnn rnn



6. i.Si   tuvieran el crane0 aDierto-! i , si ruvieran Sonaas y
                                           ~
espalda agarrotada.

con estkma de rasgos -marcados de fueg-   desmeciados
1.4 Cuando a1 oscurecer 10s insomnes llegan adornados a1
sitio escogido. Ahora que el frio aumenta y el cuerpo se traspasa
azuloso. Tanto frio en la plaza que 10s pulmones se inundan y hasta
la respiraci6n cuesta.
Efectivamente, la oscuridad se hace dificil de disimular. Incluso
10s focos del encendido pliblico no absorben la penumbra y 10s
bancos de la plaza parecieran estar mojados por la helada.
Por eso no tendrin descanso. Podrin s610 a instantes dejarse caer
afirmados contra un Arb01 para volver a realizar cualquier actividad
y asi desentumecerse.
Aparecen envueltos en extraiios ropajes. Todas las modas se
anuncian a retazos, per0 siempre el colorido es tenue, desteiiido.
La misma opacidad que se complementa tambiCn con sus caras.
M i s bien una suma de trapos 10s envuelve: ropa sobre ropa se
abrigan .
Porque pasar una noche con ese frio a la intemperie requiere de una
determinada preparaci6n y es por eso que acuden como comple-
mentos a diarios, ramas, desechos; cualquier cosa que por inflama-
ci6n 10s caliente.
Est6n de pie en una de las esquinas de la plaza. Se frotan las manos
y mueven sus pies. De sus bocas se escapan 10s vapores de 10s
alientos. Sus rostros e s t h borrosos recortados a contraluz.
Per0 el luminoso gana con estas situaciones. Su caida sobre el
centro de la plaza lo decanta alin mis en plena oscuridad. Nada lo
interfiere en su relumbrar, por eso lo miran a intervalos y Csos se
emocionan todavia ante su creciente nitidez.
Y ella misma, que ha tornado su lugar, se va lentamente hasta su
imagen y se pone bajo C1 para imprimirse.
Sus ropas grises reciben 10s tonos del luminoso. L e sirven de tela
para su proyecci6n.
Porque un grueso vestido de lana gris la cubre. Ropa en ella apenas
funcional, pero que sin embargo la particulariza. Su cabeza pricti-
camente rapada brilla bajo las luces del luminoso y no puede evitar
el movimiento que le da calor.
Estin penetrados de frio que en Santiago, bajo el cielo raso, se
vuelve insoportable.
Demacrados sus rostros por este efecto. Ella tiembla y ellos enton-
ces empiezan a agrupar sus desperdicios: encenderin una fogata.
Sin sorpresas para el que 10s mira, porque Cstos abundan en la
noche, calentindose a cualquier precio.

26
Es cierto que han encendido una pequeiia fogata en uno de 10s
costados del centro de la plaza. Los extremos de la figura construi-
da por el luminoso se diluyen, aunque en una apreciaci6n general
adn conserva sus efectos. Se acercan a ella, incluso L. Iluminada,
que 10s observaba desde lejos, se retira del centro del haz de luz
para agruparse junto a 10s pilidos.
Alimentan el fuego constantemente y sus miradas se hipnotizan en
las llamas que, aunque dCbiles, les dan calor.
Tienden sus manos y acercan sus rostros, algunos de ellos tiran
mis ramas y papeles para conservar el fuego. Por fin se sientan a su
alrededor. Ella permanece de pie aunque sus manos tambiCn se
levantan sobre las llamas. Se lleva las manos a1 rostro y se frota
con ellas.
Cualquier ruido fuera de la plaza ha concluido, incluso 10s autom6-
viles han cesado de circular, por eso cualquier movimiento de
Cstos se vuelve perceptible. Nada 10s interfiere.
Ella se ha alejado algunos pasos del grupo, insiste en volver a1
luminoso. Levanta la cabeza hacia la luz, per0 de inmediato
comienza a mover sus pies. Ellos siguen embelesados con el
fuego, sus manos contindan tendidas y en sus rostros se ve un
asomo de color. Algunos tosen por el humo, pero vuelven a
incrementa la hoguera. La dureza del suelo 10s obliga a cambiar
de posiciones e incluso algunos se levantan, aunque no se alejan
del lugar.
En medio de su balance0 10s mira y hay en ella un rictus especial.
Los contempla detenidamente mientras abraza su propio cuerpo y
se frota con las manos. Desde su ingulo se ve la cercania de 10s
cuerpos, la silueta recortada de sus brazos alargados, 10s perfiles
de esos rostros. Sonrie al mirarlos con un gesto complaciente e
incluso admirativo.
TambiCn constata que el fuego est6 a punto de extinguirse. Ella
misma comienza a recorrer la plaza y pese a la oscuridad alcanza a
distinguir papeles o ramas o cartones. Todo esto se empieza a
acumular entre sus brazos. Va hacia ellos y deja caer el precario
combustible. Vuelve a 10s rincones de la plaza y una y otra vez
recoge sus residuos.
Pasa el tiempo. Vuelve en el tiltimo viaje, pero de sus manos caen
algunos pocos papeles y una que otra rama.
En fin, ella ha limpiado la plaza.
Pero todavia la fogata seri alimentada por otro lapso de tiempo.
Ellos seguirin protegidos del frio, para que ella pueda seguir
                                                                 27
contemplindolos con 1
perfecci6n de sus pose!
sea analizada en sus caracienwcas parucuiares. iarnoieri sub espiu-
das curvadas, sus movimientos y hasta el sonido de sus ropas.
Por eso cambia de lugar en el centro de la plaza. Se mueve en este
ej e como punto de Gbservacidn hasta lograr ver el rostro que
     F.     I     <                 - .
C:orrespondia a la espalda, para ver las otras manos tendidas, 10s
                                          * .
perriies, el gesro que acompana el camoio en la pose. yor eso su   .
mirada est6 atenta y su rostro anhelante. Ya no importa el frio,
perderia el placer de la observaci6n si se confundiera con uno de
ellos y por eso mismo nadie testificaria la escena: corrigiendo 10s
angulos, midiendo la crecida del fuego cada ve z que se imple-
menta.
Se desplaza con rapidez hasta que el vertigo de la I I I I I ~ U~ ~G I I I I I L C
s610 la observaci6n de fragmentos. Como un travelling su mirada.
Pero tambiCn se extendera la otra mirada y ella alli sera consignada
como la que mira.
Poraue si bien esta imagen que han construido es de tristeza,
                           "
tambiCn de placer es.
Porque el luminoso 10s ordena en una alterada magnitud.
Que aunque la calentura de la electricidad es insuficiente produce
desvm'os. Por eso ella la prefiere y 10s palidos se acercan a su roce
para encenderse.
Per0 volvamos, si las llamas 10s mantienen abrigados a ella se lo
deben. Per0 no como bondad, ha sido para su propio gusto. Por las
visiones que les saca en el agrupamiento.
Ya de observaci6n se ha repletado. Empieza a seguir ahora 10s
tonos que el luminoso le deja sobre su ropa. Un rayo le marca sus
vestidos y la deja iridiscente. De una forma distinta a la luz de las
llamas sobre las siluetas de 10s palidos, como si la tCcnica la
embelleciera dejando a 10s otros en la tradici6n fantasmal.
Esos parecen opacos y disminuidos, ella en cambio construida
est&
Parece imposible que puedan continuar quietos junto al fuego.
Empiezan con frecuencia a volver su rostro hacia Csa que se ubica
bajo el luminoso y de uno en uno se levantan para acercarse.
No han terminado la ceremonia.
Le han dejado un hueco para que se acerque a la hoguera evitando
que 10s cuerpos la rocen. Proyecta sus propios rasgos a traves de
las llamas, enmarcada por el luminoso que la embellece.
Ella toma su lugar.
28
El lumperio se dispone entre las luces de la plaza.
Est5 hipn6tica a1 mirar la enrojecida llama: el calor la adormece,
sus ojos se entornan, su cuerpo se curva sentada s()bre el suelo, su
actitud general es de descanso.
Per0 vaya si la desafian; esa manera de pararse bajc I**rrnc
provochndola: otra identidad 10s corrompe.
Para que ella responda la empujan con seiiales
extraen fuerzas, la estimulan para llevarla a1 des
Ha baiado sus oios para no mirarlos. Se resiste a ello, adiura por
Pi
At;
aPl
Pa!
ble que la hostigan, se afiade el vertigo IC: Im-m*-nrn4nAn Iny i u a
                                                           I U I I I I I I W J W , tuua la
                                                                                                                       ninTn



se torna amenazante.
Solamente para que ella murmure -                     .tengo sed- arrimada al
fuego, indefensa, tiranizada por su pr(. . estadia . c u a.n d o yo
                                                      )pia                        -.    I  . .
misma estupefacta me he sentido llevada de mi a sabiendas de lo
que me emeraba. sola v encendida (ardiente estaba) v esta cara
                  1                                                                           I   4

desencajada me auspici6 una h i c a altemativa-
S,olamente para otorgarse nueva identidad acude a la tradici6n y
Como una cita, frente a la fogata acerca su mano, adelanta su mano
S obre las llamas y la deja caer encima.
 I
   _ _ _ _ r * - r - - --.:-->--I--:-
Los satisrecnus se - - ~                i
                                        ias i
                                                 _ _ _ _-___-_ caue~as ei
                          tienuen D ~ J U - - i .u ~ e s-,
                                                        repusan sus --L ---- en
                                                                            ----           __                              -1


cemento. No la miran.
V
1
    c n n m o n n Qh;avto r n h r m I n c l l o m o r c o m h ; o AP
    J U i i i a i i w a v i u i c u J W W I C ~ U Ji u i i a c a o ~ U I I I W I U u
                                                  i                                 b
                                                                                        rnlnr I
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                                                                                                  tornhi&
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                                                                                                                           cii
                                                                                                                           JU

cara se reviene. Mira la mano, las ampollas que se levantan, la
contracci6n de 10s dedos.
El nuevo daiio se ha producido y por ella otros daiiados compare-
cen. Se ha abierto un nuevo circuit0 en la literatura.
Apoya su mano en el cemento frio. Se estremece. Se avecinan para
ella convulsiones.
Dice -tengo sed- y 10s otros comienzan ahora a mirarla sin
perder uno de sus movimientos. Los apodos recaen sobre ellos con
propiedad. Ya no hay rastros de sublevaci6n: Vaya bautizada.

esa mirada perdida la conduce al desequilibrio. No ve su mano que
la ha alejado de si para dejarla sobre el cemento, su mano caida
sobre el suelo.
Porque en todo lo que resta de la noche no se acercar5 a &os.
Su noche de gloria que de la desesperanza la impulsa a esta
                                                                                                                           29
felicidad, a la extendida sobre el cement0 frio de la plaza. Ya noes
s610 ella, sino el rob0 que ha ht
Y asi la quemada le dari nueva
voluntad.
Ha quemado su mano en la incipiente pira y su carne ennegrecida
le encoge la piel. Descubre su brazo atestiguando la desigualdad de
color. Definitivamente ya no le duele. Y por primera vez 10s mira y
ahora es ella la provocativa. Ni un grito ha escapado de su boca.
Ella es una profesional.
Los mira y levanta para ellos su mano. El fuego esti muerto y s610
el reflejo del luminoso y 10s faroles permiten la observaci6n de su
gesto. Abre sus dedos lentamente. Muestra la palma de su mano.
Se cubre la cara con ella.
Asi quedaran plasmados para que ellos con el entumecimiento y el
frio se erijan en victimarios como rol asignado. para llegar a ser de
nuevo en esta funci6n victimarios de su propia indefensibn. Con
este nuevo poder se distienden todavia mas. La noche les ha
otorgado autonomia.
Con la palma de la mano entre sus labios dice -tengo sed- y son
sus mismos labios 10s que la hieren con sus movimientos.
Per0 entonces con la boca pegada a su mano comienza el sentido
inverso de su frase. Desconstruye la frase, de palabra en palabra,
de sflaba en silaba, de letra en letra, de sonidos.
Torciendo su fonttica. Alterando la modulaci6n en extranjero
idioma se convierte. Ya no es reconocible y su gwganta forzada
emite con dificultad las seiias. SeDara su mano de la boca Derdida
de la legibilidad del mensaje.
capaz de sacar sonido, ni mer
Ha desorganizado el lenguaje.
Sus esfuerzos son considerables. r a c b c I I I Q J u I G 1 1 ulla llluua YuF;
su necesidad de expresi6n gesticulara abriendo exageradamente su
boca, entrecerrando sus ojos y entonces se convirtiera en un
especticulo grotesco para aquel que, sin esfuerzo, y en armonia se
deja oir.
Enferma parece.
De esos limitados en sus capacidades que insisten en mostrarse
ante 10s sanos para participar entre ellos.
Los desarrapados en el centro de la plaza est6n sorprendidos y la
compasi6n 10s inunda. Muy juntos sus cuerpos sin ambages se
tocan. Es algo mis que una medida de protecci6n. Contornean sus
cuerpos s6lidos bajo el luminoso. Mirarla en esa situacidn de
30
deterioro, haberla empujado a eso por la minusvalia de la mirada
10s hace llegar a constituirse en otros.
Agrupados en el centro y sobindose I
rebelada por su condici6n.
Por este momento, nada mis que por brutaiiaaa, se arma la
siguient

Tercera _-_ ____.
     Ella esti tomada desde el minuto en que se acerca a1 fuego.
     La cimara hace un travelling hasta que se queda a la orilla de
     la pequeiia fogata.
     Por corte la escena mostrari el lento agrupamiento de 10s
     pilidos bajo las luces. Sera tomada en plano medio. Vuelve
     la cimara a ella que se deja adormilar junto a1 fuego en una
     actitud relajada, una pose que d cuenta de lo placentero del
                                      C
     calor hasta que ella lentamente vuelva su cabeza hacia el
     lumperio. Entonces la cimara 10s toma a ellos y muestra la
     intensidad de sus miradas, el anhelo general, mis bien una
     perversidad gestual. La cimara la toma en su resistencia.
     Intenta cerrar sus ojos para no verlos. No puede. Finalmente
     se vuelve hacia las llamas y muy lentamente acerca hasta alli
     su mano izquierda para sumergirla. Su cabeza se hunde sobre
     el pecho y s610 es perceptible el ingulo de inclinaci6n.
     La c h a r a capta en primer plano la mano consumiCndose en
     las llamas hasta que se retira. Se toma ahora el lumperio que
     ya no la observa, ensimismado como est6 con 10s rayos del
     luminoso.
     Ella se deja caer sobre el pavimento y separa el brazo del
     cuerpo hasta reposar la mano sobre el suelo. En primer plano
     se toma parte de su rostro que modula -tengo sed- y la
     cimara se aleja y toma en gran angular la plaza.
     Toma de tres minutos de duraci6n.

Porque alguno podria decir que nadie quemaria su propia mano por
una simple miradd ah si td dices eso es que no sabes nada de la
vida.

Comentario a la tercera escena:
Cuatro instantes confluyen a la escena que entre si no son indepen-
dientes:
                                                                 31
El luminoso que va a regir esta nueva identidad, 10s pilidos que la
adquieren, ella que se somete, y quemada y palabra como unidad.
Por eso rictus, gestos, expresiones se van elaborando. La sutileza
confirma esta escena en un borde extremo frente al cual el traspaso
deberd ser absoluto. Por eso se debe explotar el intercambio de la
situaci6n. Se presenta aqui una escena basada en la seducci6n que
cada uno de 10s elementos ejerce sobre 10s demds.
Serd vista como eso, la escenificaci6n de la seducida. Desde su
resistencia hasta la entrega total. Esta misma humildad de la
entrega en ellos que, partidos, se quedan at6nitos ante sus logros.
Por eno la disnlircnria P I reratn la nasirin PI tprrnr d~ I n c nue
                                                                  ias
                                                                  la.




                                                                            ,AS
nurniiue que anranu. csraran uespruvisrus ue resaoius ueiectuosos.
- ". """,""
         ""
          L     "" - . .
                  I . .    ....
Pnr ern Cctnc ectar6n diirtilirradnc
                           .." Y. "
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                                                   " U I
                                                      I UU
                                                          nrndiiriqe
                                    en c i i tntalidad al y'""U.#"
                                                          U     a..


ante sus propios ojos el cambio. La sorpresa ante su fragilidad I os
empujari a la perfecci6n.
Toda sutileza est6 aqui contemplada para que surja y atraviese la
camara, que sera someriaa ae una manera especial, como si ruese
                              3                         -   1         . f



de algodbn, como materia frigil serd conducida. De la misma
manera el luminoso. 10s bancos. 10s drboles. 10s cables. 10s faro-




      . . . .               ..
Ella misma se rebasa en lo que el dolor deja como hueco y alli la
confundida se entrega. De pura voluntad otra estructura se cons-
truye y ella, ella es la suma de 10s otros que en la agresi6n
resplandecen .
Y toda palabra sea entonces idCntica a la tulguracion corporal a1
rehacerse en otro espacio con la plaza como tel6n. L;1 evocaci6n de
este paisaje construido; el respiradero de la ciudadI.
                                                       . . .*
Luz del luminoso, herida, grito y atentado, se conviertan solo en
un eco del lumperio que sufre transformaciones hasta que sus
pieles se tornen fosforescentes y la imagen de la literatura aborde y
condicione unos cuantos escritos. Encarnados en el brillo que se le
saca a esos cueros marchitos, depreciados. Porque tendidos en la
plaza sus mentes serin cuerpos para que L. Iluminada +om0
material de observaci6n- reviente en la letra la Desadilla de estas
noches.


Si por ejemplo:
El luminoso no hubiese caido sobre el centro de la plaza Cstos no
habrian accedido al privilegio de la bautizada. La literatura se
construye de azares, de la llegada hipotCtica a la plaza de unos
cuantos que se sientan en 10s bancos para que 10s otros 10s miren y
10s descifren. Y lo que se vende por la irradiaci6n del luminoso
instalado en la altura del edificio cercano. es la eauivalencia a la
plusvalia que alguien pudiera sacarle a Imas palabias desplegadas
sobre el libro.
Libro que muestra al luminoso que velide: lenguaje seri.
Y esa que llega a duras penas en la noche r-nn a n n nrnr;n ont;r;ndn
                                               u l l pLrrlv   uIIIIbIpuuv,

-- __- - - -- - - - - . ~ .~~
deamhula de simo en~ -    . simbolo. hasta aue desbordada sea uno de
                        ~~~~~~   ~
                                  ~,
esos casos que mis valiera la pena olvidar.
Sellar y tambalear lo dicho. Clausurar la escena. Quemar las
tomas. Abominar de la cimara.


Errores de la tercera secuencia:
Mis que nada por agotamiento han llegado a producirse disparida-
des. Algunos desatentos no han llegado a la toma en momentos
exactos e incluso, la caida del luminoso se presenta como opaci-
dad. Estin cansados, hasta ella que se mantenia en linea ha dejado
caer su mano sobre las llamas en forma ripida, sin emociones, en
un gesto descuidado. A menudo, en esta toma 10s ha mirado
                                                                       33
desdeiiosamente evidenciando sus pintas, tal como si buscara otros
horizontes.
Ellos no la miraban, porque su quemada no 10s conmovia y ella
misma parecia que recogia 10s residuos de la plaza nada mis que
por llenar su tiempo, es decir, para agilizar su estadia.
Pero, sin embargo, estos mismos han logrado, a pesar de todo,
mostrar sus mis plugientes miradas. Han roto un par de prejuicios.
Se saben imprescindibles en sus modales.

Aunque de verdad que lo han repetido: gesto por gesto, paso por
paso para el afuera de la cimara y en esta reiteraci6n han arrastrado
sus manos por el cement0 frio de la plaza, han reptado por ella
como animales y en su arrastrada han verificado la absoluta falta de
base. Por eso como enajenados la buscan y lamen su cuerpo, se
abrazan a1 pavimento, llegan al cCsped. Han rehecho la escena y
entonces ella no ha sumido su mano a1 fuego, sino que tranquila y
reposada ha dicho -tengo sed- y el lumperio con mano gentil le
ha procurado el alivio y ella 10s ha ido tocando uno a uno, como
una ciega que quisiera retener las facciones del otro, sus gestos
posibles. Todos han sido tocados y cada uno de ellos le ha procura-
do calor.
Porque si el frio era real; cruzaba 10s huesos, sacaba el alma. Y 10s
empalados se han entendido en esas horas fuera de Coda morbidad:
como acunados han permanecid
Supieron desde siempre que la e:
para si tales sufrimientos.
Porque de dulzura tambiCn Cstos permanecen y sus actuaciones son
todavia m6s precisas, altamente ticnicas, porque en cada escena se
impide el daiio.
Veimosla con su mano extendida en la plaza. Es una de las partes
mis bellas de su cuerpo. Su mano que lo coca. La conductora.
Si es que ella repitiera en el relato -tengo sed- cualquiera, hasta
el mds desarranado. le untaria 10s labios Dara deiarla Dlena.




34
M e pregunto: --jcual   es la utilidad de la plaza publica?



Yo mire extraiiado a ese hombre que m e hacia una pre-
gunta tan rara y le dije un tanto molesto: -Para que
jueguen 10s niiios.
Per0 su mirada siguio pegada a la mia y m e dijo: i 6 0
                                                      s1
para eso?
Bueno -le respondi- es un area verde, trae oxigeno al
ambiente.
 Per0 cuando ya creia que se iba a ir a otro tema, m e dijo:
i D e veras que es solo para eso?, piensa u n poco mas.
Entonces empece realmente a esforzarme por recordar
 las escasas veces que yo habia permanecido alli, lo que
 habia visto y le conteste: -En verdad es un sitio de
 recreacion, aunque tambien llegan muchos enamora-
dos, ahora que lo pienso, esta tambien llena de enamo-
 rados.
-iY que hacen 10s enamorados en la plaza publica?
-Se besan y se abrazan, le dije.
-iY que mas hacen alli?, continuo.
-A veces he visto que tocan sus cuerpos, conteste.
-iQue quieres decir con que tocan sus cuerpos?, insis-
ti6 el otro.
-Se acarician, dijo el que interrogaban.
-iY en que lugar exactamente ocurre eso?, dijo el inte-
 rrogador.
-Generalmente estan sentados en 10s bancos de la pla-
za, aunque a veces estan apoyados en 10s arboles per0
est0 pasa menos. Ellos se tocan acariciandose sentados
sobre 10s bancos.
Asi lo hacen.
 El interrogatorio parecio detenerse, o al menos, el silen-
cio lo indicaba asi. Por eso, cuando la voz del otro se
 levanto de nuevo el interrogado se sobresalto.
-iY que mas has visto en la plaza?, pregunto con
energ ia.
El interrogado se demoro unos instantes en contestar:
-He visto viejos que tambien se sientan en 10s bancos,
especialmente con sol hay muchos viejos, dijo.
                                                         37
-jY que hacen 10s viejos sentados en 10s bancos?
jcuanto tiempo se quedan?, pregunto el interrogador.
-No hacen nada, piensan, per0 si alguien se sienta a su
lado ellos intentan conversar, por eso tal vez siempre
estan solos o bien se sientan de a dos o tres, per0 nunca
conversan entre ellos, solo hablan cuando su vecino de
banco no es un anciano, respondio el interrogado.
-Per0 no contestaste toda la pregunta, dijo el otro,
jcuanto tiempo se quedan alli?
-Por muchas horas, contesto.
-jQuienes mas acuden a la plaza?, insisti6 CI ~ U IC       U

 interrogabi
 Se agotabe
vez mas en su magra observacion de la plaza haSta que
 una imagen llego a su mente. Por eso le dijo con tono
 seguro:
-Mendigos, se ven algunos mendigos. Eso dijo.
-jMendigos?, j y que hacen esos?
-Se tienden en el pasto y he visto algunos que lo hacen
 sobre 10s bancos. Duermen de cara al sol cuando lo hay,
 o bien si es lnvierno y hace frio se tapan con trapos o con
 diarios, dijo el que interrogaban.
-Y 10s demas j s e molestan por sus presencias?
-Nadie se acerca a ellos y si hay nitios cerca, estos son
 llamados por sus madres. Donde ellos estan se produce
 un vacio. Creo haber oido alguna vez que esta prohibido
 dormir en las Dlazas. diio el interroaac




naDer en ia p a r a iueid ue uiius LUdllLU3 que 11ldldIJdlI d i l l
su ocio. Dios mio, quienes mas acudian a ese lugar.
Sabia sin embargo que debia responder, mas le valia al
menos, por eso dijo:
-Algunos desquiciados, llegan algunos locos que estan
muchas horas igual que 10s demas, per0 estos, a diferen-
cia de 10s otros, hablan solos e incluso hacen discursos
incoherentes -se expresaba ahora mas sueltamente-
per0 la gente, si bien tambien se aleja de ellos, no tiene la

38
misma actitud que hacia 10s mendigos como si supieran
que ninguno les va a hacer datio. No es frecuente que
aparezcan, per0 tampoco es tan extrario verlos alli.
- i Y como sabes tu que son locos?, dijo el que lo interro-
ga ba
-Bu
dicer
confunairios. 3 e ve ae inrneaiaro que son emerrnos, que
algo anda desajustado en ellos, estan en otra parte, su
mente esta en otra parte.
-iRecuerdas a alguno en especial?, inquirio el interro-
gador.
-No, a ninguno en particular. M e parecen tipificados,
como si se constituyeran por suma, dijo, o tal vez es
siempre el mismo que se presenta mas desgastado cada
vez.
 No sabia que mas podria venir si seguian en eso. Ya el
 haber incluido a 10s dementes en la plaza le parecia
 asombroso, pues en realidad, casi no habia reparado en
 ellos. Siempre su permanencia en la plaza era mas bien
 un intermedio entre una cosa y otra y como tal, ese lugar
 n o llamaba su atencion. Por eso le parecia ahora que era
 una especie de observacion inconsciente lo que afloraba
 y que vi0 mucho mas alla de lo que habia imaginado. Asi
 estaban las cosas. Per0 estaba seguro que las preguntas
 se-habian agotado.
 Per0 no. Se alzo la voz para decir:
 -Esta bien, revisemos todo de nuevo, ahora en forma
 ordenada y coherente. Describe la plaza, solo eso, descri-
 bela en forma objetiva.
 Era absurdo, definitivamente lo era. No iba a proseguir
 con ese juego, por eso dijo:
 -No, no lo hare, es algo estupido.
 El interrogador lo miro y le respondio:
 -Hazlo. Simplemente eso dijo.
 -Es un cuadrado - c o n t e s t 0 el que interrogaban- su
 piso es de cernento, mas especificamente baldosas gri-
 ses con un disetio en el mismo color. Hay arboles muy
 altos y antiguos y cesped. A su alrededor se disponen 10s
 bancos; algunos de piedra y otros de madera. Los ban-
 cos d e madera estan pintados de verde y entra en con-

                                                        39
:on el color del pasto y de las ramas de 10s
ai uutca.  MlrJunos de estos bancos estan deteriorados poc
el uso, faltan tablones en 10s respaldos de 10s asientos, o
bien listones en 10s asientos mismos. Los que se encuen-
tran en buen estado son los bancos de piedra, de seguro
por su material.
-2Y 10s cables de luz electrica y 10s faroles?, dijo el
 interrogador, jacaso no 10s has visto?
-Si, es verdad, respondio el otro, hay cables y faroles.
Se divisan 10s cables por entre las ramas de 10s arboles y
 10s faroles se disponen alrededor de la plaza. Tambien
estan pintados de verde. Per0 n o se prestan para una
 mayor observacion. Su funcion se evidencia en la noche
cuando se enciende la luz.
-jY que efectos dan cuando la luz esta encendida?, dijo
el que lo interrogaba.
-Se ve fantasmagorica la plaza, como algo irreal, dijo.
 Para ejemdificar Darece un sitio de oDereta o un espacio
 para Ii
 entonc
-jHas
 jhas p
-No, dijo, nunca he permanecido alii en la noche, solo
 he pasado cuando he ido en camino a otra parte, per0
quedarme, jamas.
-Esta bien, dijo el interrogador. Deiaremos este punto
 por el momento, piero dimgentonces, en el dia: jquienes
 llegan a la plaza?
        9i   ""y""
                         .I I
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Tenia p""l o coniiir P I iiiorin r n PPR Piiiiarinn PI rnrnnnrrn-
                                                             -1
                                                                         --
                                                                        1-




 mientc adecuado era no dejarsevencer por la ira ni por el
cansaricio.
 La obeidiencia era lo que correspondia.
 Por eso calmadamente contesto:
               .-                          ,a,           -    I        -    -
-He visto ntnos que juegan alii acompanaaos por sus
                                                                    ~




 madres o una empleada que 10s vigila sentadas en 10s
 bancos de la plaza. Conversan entre ellas mirando de
 rat0 en rat0 a 10s niiios que n o se alejan mayormente.
Algunos pequeiios de corta edad se caen y se golpean en
el cernento, entonces, las madres o la persona encarga-
da se levanta y 10s consuela hasta que 10s Ilantos cesan.
A   .,finme
esta a su cargo a levantarse de su asiiento interrumpien-
do la conversacion para separarlos.
A 10s niiios les gusta extraordinariamente el cesped,
ruedan sobre el, lo arrancan y de esa rnanera - _ s wIi-w
                                        __
                                                    no
                                                       - I


ensucian sus manos, sino que ademas sus ropas. Las
madres a veces n o 10s ven hasta que 10s niiios se acercan
y entonces les dirigen palabras de reconvencion. Algu-
nas madres tejen e incluso otras bordan y Ilevan en sus
bolsos alimentos para 10s pequeiios. AI atardecer se
levantan despidiendose y se alejan con 10s nihos en 10s
brazos o de la mano. La hora exacta va a depender del
clima, per0 salvo en cas0 de lluvia siempre hay nihos en
la plaza.
Lo dijo d e un tiron, como una leccion bien aprendida, en
tono suave como se recitaria una buena pieza literaria,
asi lo dijo.
-Per0 tambien llegan viejos a la plaza, continuo, estan
siempre abrigados, sea lnvierno o Verano. Estan solos y
buscan sentarse al lado de alguien para iniciar una con-
versacion. El pretext0 siempre son 10s nihos, per0 gene-
ralmente la otra persona se cambia de asiento y por ello
es frecuente ver dos o tres ancianos compartiendo el
m i s m o banco en silencio. Prefieren 10s bancos de made-
ra evitando 10s de piedra. Se quedan por varias horas ahi
con la mirada que va de u n lado a otro. Las mujeres
tambien tejen y 10s hombres leen el diario a medias, pues
sus miradas se distraen ante el pimorama general de la
plaza. A menudo se retiran deja1     ndo el diario sobre el
asiento cuidadosamente doblado
Penso que debia agregar mucho mas some eiios, poaria
hacerlo, per0 no lo hizo.
-Tambien llegan enamorados, dijo. Parejas que se sien-
tan en 10s bancos tornados de la mano. Hablan muy
despacio y de cuando en cuando se besan. Aveces estan
en-+-Aee  a n nl miemn h3n-n n i i a silni'in sinpiann
aGiiiauua G I I GI I I I I ~ I I I W U ~ I I ~ q
                                               W u utyull U ~ Z V ~ U ~ ~ V
                                                    ~
                                                                              nl
                                                                              , VI
                                                                                     ~   I   I    P


visiblemente molesto mira hacia otro lado. Las parejas
rien y la mujer acaricia a algun nifio cuando jugando
se acerca.
Tambien la plaza es a veces escenario del fin de alguna
historia. Conversan largamente y alguna vez la mujer
                          ire entonces se siente visible-
                                                                                             41
mente avergonzado a causa de 10s otros que miran la
escena y abraza a la mujer, no por gesto amoroso, sin0
para cubrirla ante la mirada de extrahos, como si temiese
que 10s demas lo culpasen. En esos instantes la mujer
olvida el entorno, per0 el hombre esta pendiente de lo
que 10s demas pudieran pensar de el. Generalmente el
hombre convence a la mujer de irse con rapidez y ella
abandona la plaza Ilorando.
Se puede observartambien a otras parejas que se juntan
clandestinamente. Se sientan en 10s bancos apartados,
miran la hora a menudo y la impaciencia condiciona
cada uno de sus gestos. Esos siempre parecieran que
estan al borde del fin. Uno de 10s dos esta a la fuerza,
como requiriendo un lugar mas intimo, per0 paradojica-
mente abundan en la plaza, como preambulo para algo.
Ellos no se quedan mucho tiempo, per0 siempre tienen
un ritmo distinto al resto de la plaza. No se percatan de
10s demas, por un presunto terror a ser descubiertos en
su clandestinidad. Bajan el rostro cuando una mirada se
cruza con la de ellos. En resumen, estan alli a su pesar
como una manera de diluirse jugando con el azar.
Per0 algunos jovenes se acarician sin disimulo. Se dejan
Ilevar en el umbral de sus sexualidades. Tambien estos
se apartan en 10s bancos mas alejados, o se tienden
sobre el pasto y sus cuerpos se frotan. Evaden la mirada
de 10s otros y sus manos se deslizan con sutileza. Per0
sus caras 10s denuncian. Uno podria darse cuenta de que
la posesion es inminente, que el deseo se tiende en la
plaza.

Se interrumpio. Con 10s ojos bajos dijo -tengo sed-
El que lo interrogaba le respondio:
-Mas adelante, concluye primero.
-Per0 no solo 10s jovenes tienden_ - _deseo en la *plaza,
            .   #       .-      I _ _
                                     su
                                 _ - * _ _-l--l-- - _ - . . A -
                                        A:z
siempre estan presenres ias aiierenres euaues a iraves
                            ~




de las distintas intensidades con que exteriorizan su pro-
cacidadI.
Penso que todavia podia nuevamente agregarA mucho
                m.  8 . 8       I -                A--L-
mas, per0 aeciaio guaraar aigunas reservas. H U ~ I I I ~
todavia le quedaba mucho que decir de las personas de
la plaza y su sed iba en aumento.
42
AI reves, debia ser mas sintetico, ahorrar el maximo de
palabras siendo certero en lo que queria expresar.
-Los mendigos, dijo, llegan a la plaza y permanecen a
intervalos en ella. A veces, incluso llegan grupos de
ellos. La gente les teme y evita que sus hijos se les
acerquen. Son presencias amenazantes, no solo por el
peligro de agresion, sino que por un posible contagio de
alguna enfermedad que se pudiera extender por roce o
cercania. No piden limosna. lncluso duermen alli tapa-
dos con trapos o simplemente con diarios que cubren
sus cuerpos en 10s dias helados. No les importa el banco,
que puede ser de madera o de piedra. Duermen con la
 boca abierta y muy profundamente. Otros vuelven al
 lugar varias veces al dia, como si tuvieran algo que hacer
y retornaran a la plaza a descansar. Es posible que vayan
 a algun bar que hubiese cerca. Eso es muy posible, ya
 que casi todos ellos estan alcoholizados. Se ven dema-
 crados y envejecidos. Las mujeres apartan a sus hijos y
 ellos mismos ni siquiera intentan conversar con nadie.
 Se saben alejados del resto. Pero, sin embargo, estan
 con la propiedad que les olorga el lugar publico. Tam-
 bien es notoria su indiferencia para con el resto y su
 enorme capacidad de desconexion con el entorno. Es
frecuente tambien que empiecen a arreglar la bolsa con
 cosas que portan e incluso, saquen algunas tiras y ven-
 den sus piernas que yo he visto ulceradas y heridas. Si
 estan en eso y un niiio se les acerca, su madre o la
 persona encargada se 10s lleva rapidamente, repren-
 diendoles y explicando en voz aha que nunca, per0 nun-
ca deben acercarse a ellos, que son peligrosos, que estan
enfermos. Sus edades son indeterminadas, en fin, siem-
 pre estan yendo y viniendo.
 Deberia agregar a 10s otros que tambien rodeaban la
 plaza, 10s estudiantes, las personas de paso, per0 seria
 interminable. A no ser que fuera imprescindible no lo
 haria.
 La mirada del otro lo incito a continuar, la impaciencia se
asomaba a sus ojos, por eso le dijo:
-Algunos locos tambien aparecen y frente a ellos las
 personas mantienen una actitud distinta que frente a 10s
 mendigos. No porque se les acerquen, sino mas bien se
                                                         43
nota en ellos la conmiseracion mezclada con la ironia y el
asombro. Ellos, por su parte, se caracterizan por sus
discursos incoherentes que dejan oir en distintos tonos.
Algunos, incluso con virulencia. Estan vestidos de modo
similar al de 10s mendigos, per0 con toques mayores de
extravagancia. Tampoco miran al resto. Aunque sus dis-
cursos estan cruzados por insultos a un publico que
nunca conforma el que 10s escucha. La vida de la plaza no
se altera por su Ilegada. Despues de algun tiempo se van
y el ruido de sus voces continua despues de sus figuras.
-Eso es lo que se de la plaza, nada mas podria agregar.
El interronador se levanto de su asiento v lo miro desde
lo alt:o, o6ligandolo a levantar su cabeza y le dijo:
-Ed :as cansado.
-Si, dijo el interrogado.
                       , .           . _ . . . .
-Ya aescansaras, mas tarae, toaavia aeDes responaer
algunas preguntas. Y subiendo f:I timbre de su voz le
pregunto :
-2Quienes llegan hasta la plaza publica?
-Los nifios, 10s que 10s acompaiian, 10s enamorados,
                             ..
10s ancianos, algunos mendigos, ocasionalmente algun
desquiciado, contesto el que interrogaban.
-Descr ibe la plaza, dijo el interrogador.
-Arb01 e9 I hanrnc halrlncac rlo romontn r6cnod r a -
bles de It
     .
- d n u--+
      aad
-Hasta Ii
10s farole
-jEn qu
-En dias de Iluvia, en la noche, en esas situaciones
nadie se queda en la plaza, respondio.
-Vamos, di la verdad; json tan distintos 10s mendigos
de 10s locos?
-En realidad no son absolutamente distintos entre si,
--"I     I
         ,,  ,
             ,
             I  ,,,,
                 ,,:           ,-*A,   L-Ll,,A,      ,
                                                     -
                                                     1
                                                     ,
                                                     1,
                                                      ,         ,A
                                                                ,-
                                                                 ,
                                                                 "
         IUS IUGUS Slt3lllprt3 t3Sldll IICIUICIIIUU, pdlt3Gt3ll tjlldlUt3-

cidos, per0 hay algo en comunI que pasa por sus faccio-
nes, por el abandon0 de si q il e presentan, contesto el
interrogado con voz cansadai
El interrogador guard6 silencio algunos instantes y su
voz se elevo de nuevo:
-iA que hora se enciende la luz electrica?
44
-No se exactamente, per0 su encendido corresponde al
de toda la ciudad. Cuando se ilumina la plaza estan tam-
                                              ___ _ _
                                                    ~




bien iluminandose todas las calles de Szmtiago.
Algo en definitiva se habia roto. Las preguintas se triviali.
zaban cada vez mas. Per0 n o era cosa de ponerse a
discutir. Hasta donde pudiera iba a responder cualquier
asunto que le preguntaran. Porque algo dependia de
eso, si n o por que el otro ocuparia ese tono; la impavidez
de su mirada, la falta de gestosfaciales, la profesionaliza-
cion de esa situacion. Tal vez era humillarlo o el pream-
 bulo para llegar a algo significativo y entonces el estaria
tan cansado que diria, suplicaria y pediria agua, porque
 su sed seria entonces insoportable. Por eso volvio la
 vista con prontitud cuando el que lo interrogaba dijo:
-Yo tambien he estado alli y solo por eso sabras todo lo
 que est0 podria alargarse para llegar de todas maneras a
 la inevitable conclusion. Asi es que no dilatemos el asun-
 to. Dime:
-1Que has visto cuando se enciende la luz?
-No he visto nada.
 -LNada? Yo vi las tomas y es mas, las desmonte hasta el
 momento de desarticularlas, cuadro a cuadro. Fue un
 tiempo excesivo en que el ray0 de luz m e daba en la
 cabeza, per0 aun asi estuve hasta que termine con ese
 tra bajo.
 Eso era, pens6 el interrogado, de ahi su actitud. Todo se
 simplificaba si el tip0 6se habia visto las tomas. Eso le
 permitio decir:
 -Si, y o te vi y te reconoci desde el primer momento.
 Cuando la camara t e torno tal vez tu actitud era distinta,
 Der0 sin duda era un aesto muv tuvo el coDar ese anaulo
 r - -~                 "          , .                  v


 com pIeto :
      cuando ella estuvo a punto de caer y se tendio el
      brazo del hombre que lo impidio. Asi estuvieron
      hasta que el, que se inclinaba sobre ella, le dijo
      algunas palabras con el rostro mojado por las lagri-
      mas y fue una confesion lo que L. lluminada le lanzo
      en medio de la plaza a ese que la escuchaba, envuel-
      ta en su traje gris, con la pelada baja y su boca casi
      en el oido del hombre que s i estaba preparado para
      ese acontecimiento.
                                                            45
Se extendian entonces 10s cables para constituir la
     escena. Fundidos en uno Daisaie v Dersonaie. escri-
     tura y medio, error 1
     Que diria:
     Nada de lo que puatera aectr narta tamDaiear IO
     sostenido y, sin embargo, el mer0 gesto familiar de
     acercar su boca al oido de un desconocido podria
     generar en otros la pasion --de ella la desesperan-
     za- lmaginate decirle algo asi a un perfecto ex-
     traiio.
     Exponer ante otro su preferencia.
     Fue un equivoco constante porque su voz estaba
     baja y 10s automoviles que seguian pasando tapa-
     ban las palabras. El escucho a medias y completo
     con sus pensamientos y con sus deseos lo que que-
     ria oir.
     Cambio palabras, suprimio frases enteras, obvio
     parlamentos importantes por creerlos secundarios.
      N o pudo extenderse a totalidades. Ni siquiera repa-
     ro en sus gestos, ansioso como estaba por consu-
     mirse en 10s contenidos.




r e r o tal vez una poaria Tunatrse en la otra y as1 es et
hombre (cualquiera) el que estuviera a punto de caer en
la plaza y otro hombre (cualquiera) se levantara pronta-
mente de su asiento y lo sostuviese para prevenir el
golpe en el cement0 y despues de eso, quizas, el acciden-
tad0 le confesara el motivo de su distraccion; que se
hubiera debido a unos tragos de mas y el otro pudiera
pensar que como ayudo a un simple borracho.
Per0 si tampoco fuese asi y el hombre ese hubiese esta-
do enfermo, realmente enfermo, buscando un lugar don-
de descansar y, sin embargo, no alcanzo a llegar hasta el
banco de la plaza y ahora, gracias a la mano salvadora, lo
46
consiguiera y reposara un rat0 hasta aue todo el males-
tar desapareciera.
Aunque pudiera s8
llar y, por lo engor
ciera la ayuda y se 3c1iiai a 311 1 1 1 1 1 ai ai ULI u pal a I C ~ U ICI
                                I                                      I

sus energias.
Si eso ocurriera, entonces se subvertiria la caida en la
plaza y seria a ella tal vez a la que interrogaban y de su
boca no habria salido palabra, porque interrogatorio
aqui es vocablo sagrado y por camara se habria valorado
solamente su expresion.
Si ella interrogara en cambio, de confusos asuntos ha-
bria tratado. Por todo est0 seria del todo imposible la
suplantacion de la escena.
Aunque se insertara como telon de fondo, escena sobre
escena: interrogador e interrogado. De esas palabras
secretas se dispondra. Ya estan catalogadas en cintas
 magneticas para ser repasadas como posibilidad de dia-
 logo, como elementos subrepticios.
Es verdad, alguien a esa hora estaba siendo interrogado.
Quizas hayan tocado someramente el asunto ese de la
 plaza. Hasta pudo haber dicho todo lo que vi0 ahi: sus
 manifestaciones, 10s desfiles, el fervor de esas personas.
 ldentificara algunos rostros por 10s retratos. Habran
cambiado. Estaran envejecidos con la palidez que 10s
caracteriza y hasta el mismo se reconocera en esas foto-
grafias o en las tomas de esos aficionados.
 Pudiera ser asi, mas bien asi es. Porque en esos casos
cada documento es u n indice o una prueba, per0 es
 imposible no dejar setiales. Es sabido el amor por la
fotografia. Alguien ya no estara alli, unos cuantos nom-
 bres seran borrados del kardex y el kardex destruido y la
plaza dejara d e ser importante. Vuelve a ser la decora-
cion de la ciudad.
Aunque se filma.
Con otra tecnica se imprime el rostro en celuloide. Si-
guen llegando los fotografos y toman a los nifros, a sus
madres y hasta a algun mendigo como telon de fondo.



                                                                     47
Per0 en la noche, en la noche es algo dis
dicho que el frio no 10s deja permanecer en 10s bancos ni
apoyados contra 10s arboles y por eso, en movimiento,
levantan sus ojos hasta el luminoso y creen ilusamente
I

Se queja en tonos que cunden la rajadura de su aura.
tifien mis bien a1 puncetear de aguemdas ramas sus
recepticulos. Se queja, pero no por eso se descoyunta.
simplemente deja pasar el viento entre el cCsped que
identifica sus mayores vocalizaciones, o quizis fueron
las ramas las que produjeron engaiioso efecto: el audi-
tor escuch6 quejidos y maliciosamente crey6 que, su-
frid pero de iniciado vuelo se dejaba Ilevar, no era asi.
no. Posaba con la voz estirada hasta la plaza para
erosionarla de auditivos toques. Crece el esfuerzo, ade-
lanta el cuello, hace impetu -mayor intenso seduc-
tor- para el que la observa que se engancha de otra
manera, pero dindole que se arrastra a1 sonar, cae y no
se levanta o tal vez repta una vez mis: se arrastra y deja
su baba tendida a la par de 10s caminos de la plaza/
                 * 1




Raja su aura de nefasto augurio y todavia mantiene
intacta la feroz incidencia de su garganta. Perturba al
que la oye en tan sonados trotes o tropelias que se
condiciona. La rama aplaza esas vibraciones, el cCsped
nutre el verde desvaido itransporta acaso el cable su
energia? Muge en verdad como una vaca lo hace, muge
y se arrastra como en serie de parto, pero se toma la
garganta y todavia saca mis de su sonido. Algo ha
pasado que su tono baja, la vaca se recoge en sus
marginaciones, la yegua se sosiega, la cosa que ha
llegado a ser se detiene de pleno, para que la arboleda
tan ruin en su raleza salte a primeros planosl el irbol
que la nutre, su hocico se refriega para alcanzar las
ramas, mancha y dirime su hocicada forma. marca a




Esta punceteada por las ancas/ rasgunaaa mas men por
propias ufias, huellas rosadas establecen marcas de
                                                             51
fuego como propiedades. Encabrittindoseir
les coceos. Mas se hiere 10s pies contra
cuando arranca el pasto: tiembla, produce c
mugidos, se aplana, se tiende, reposa su peiammera.
La marca se establece en sus escalofrios, el cuero se
chamusca -trota de nuevo- se hiere contra el banco
de piedra al no medir su trote, la luz elkctrica la petrifica
y la detiene bajo 10s faroles; se refrota y sus relinchos se
amplian cuando se golpea contra ese metal que, sin
embargo, sigue en el esperpento de la produccih de su
alumbrado pdblicol dona por eso su a n d su hocico/ su
baba que se resbala sobre el verde banco. Muge y
relincha copia esos sonidos/ se tapa con sus manos esas
quemaduras.



La audici6n se entorpece por la mezcla LquC sonidos?
iquk bestia? iquC humano puede elaborar sus trinos?
pierde mis bien la orientacih del que oye; truca y
permuta su indeleble brtijula al descender a condicih
vi1 que la disfruta. Acosada como es en el experiment0
cuando se trota o galopa para abastecerse. No ceja en su
envanecimiento al traspasar a otra especie y a otro
estado animal. Por el sonido, su cuerpo cambia sus
modales/ la plaza entonces se hace peligrosa; ese corral
que la transforma en cerca, faroles en estacas, bancos
en rejas hasta desollarle las patas que se ven envueltas
como para las galas de una carrera. Marca su anca en las
rasmilladuras, sus pelos dejan ver rosadas formas tal
en 10s quejidos, el que la mira sufre de tanto descasca-
ro, el que la lee lineal ritual persigue, el que la piensa
desea sus ancadas. Su friso crece, 10s pelos de sus
piernas se elevan, se endurecen, raspan y hondan. Se
elastica 10s pelos como adornos festineros para probar
asi su resistencia, dobla sus patas evidenciando las
muescas de las pezutias que daiian cisped verde. su
ruido queda de otro modo en el cemento. El cuero est6
oculto por 10s pelos, el frio burla y asi esta estadia en la
plaza se vuelve soportable. De animal modo obtiene la
     ..




De animal giro pasea lentamente como si de verdad
estuviera ante una oferta, para el lumpen dispuesto se
mosquea, sus ancas tiemblan para transportarlo; se
mancha, se enancha, engorda, se robustece para sopor-
tar bien esa montada, se acerca 10s relincha, 10s muge
raspa el cemento con esas pezutias/ da trotes/ galopes
para enardecerlos, est6 tentindolos con esos asuntos.
Pero empalaga esta nueva estampa y antes de eso se
echa suavemente cerca de ellos: dobla sus patas hunde
su cabeza contra el pavimento, muge de suave tono o es
maullido de seguro, cerca de su ronroneo acude a1 pasto
como contrafondo y suda por su nueva estampd por el
frio anhela fusi6n lumphica, per0 se queda pastando
por codicia; mira de lejos esas otras formas, lame en sus
nncas la falta de ese neso/ sin la montada su facha es


                            VI1

Busca entre 10s deshechos su montura, la plaza empieza
a recorrer de nuevo. Nada le sirve para su dilatada
contextura que la aprisione o la cubra ante 10s espoleos
iQuC adorno sobre las ancas seria ineludible? ibajo qui
condici6n se enterrarian las espuelas en sus ijares?
montarld cabalgarla/ cansarla o tal vez apurarla suave-
mente con las puntas de metal a su cadera. No en van0
apura el tranco revisando todos 10s huecos de la plaza
                                                               53
pliblica. M5s insiste cuando est5 bajo el farol, menos
     cuando estQcerca de 10s bancod casi 10s roza a estos
     empalados, pero esconde la vista para sorprenderlos/
     hace de modo indiferente este recorrido. Pero sus ojos
     van clavados hacia el suelo y aunque no deja de exhibir
     sus ancas. como aue si esto fuese involuntario. sabe




     Sudor contra sudor penetrm’a, salobre gusto el roce de
     la came hasta la herida si sus ancas 10s soportara sin
     montura. Dm’a vueltas para que la enderezaran las
     espuelas, asi las nalgas de otros serian recogidas en sus
     ancas propias, para permitir que el lumpen observara la
     plaza desde privilegiada altura. Lo montara en si mis-
     ma, lo llevara con las piernas abiertas per0 pegadas con
     fuerza a su costado, lo detuviera debajo del farol para
     lograr el brillo de su rostro. Pero eso seria secundario a
     fin de cuentas: dejaria de acatar las brdenes, torceria el
     camino amenazando chocar contra 10s Qrboles o bien
     contra 10s bancos, desobecederia siempre el mando de
     las otras piernas, para dejar que sus patas marcaran un
     camino distinto del que la montara. Hasta que por fin




     ciavaran en sus ijares, SOLOun instante antes acuaienao
     a lo imperceptible, hacer que la veracidad del hecho se
     constituyese s610 por procesos reversivos o por que no,
     desmontajes tecnolbgicos, cine tal vez o sonido puro.
     Las manos del profesional en el teclado, su entusiasmo
     ante su descubrimiento -mugi6 y bram6 ensordeci6
     con sus relincho- Desecha bruscamente la montura,
     frena su trote, refuerza el anca, se rep!iega hasta 10s
     bodes de la plaza. Se echa de nuevo y lame esa pelam-
     brera para dar lustroso aspect0 a su apariencia. Retoza
54
entonces sobre el cCsped, sus patas se levantan como en
jugueteo, abre la boca de hocicada forma dirigida hacia
el faro1 por el brillar fortalecido de sus dientes. Se
queda ahi como matando el tiempo pero en realidad
ofreciendo su producto/ el animal incita a que lo




pa, ae apagaao vueio. >e na proauciao un aescenso en
S'u proyecto: es que necesita de un abrevadero; el sudor
Cle sus pelos la ha deshidratado. Tanto trote, esfuerzo en
   -....-,.-..
            -...-.-                    --
la galgal~w,iaiiiu c A i i i o i r x , a i suma, la L - aejaao
                      ---l-:l-:---             1-
                                                    naJ - ! - J -



exhausta. La programacidn de la montada la ha sumido
de antemano en extremo agotamiento iD6nde beber en
ese espacio? el cemento del suelo, el cCsped, asiid6nde
gestar su abrevadero? iquC cub0 contendria su agua?
Est5 a punto de fallar su empresa, haber llegado a ese
especial estado y no lograr vencer ese vulgar impedi-
mento. Negd su-logro G a s i pierde su asunt- volver
atris hacia la pelada, sus vellos tenues, sus sumisos
modos, la voz ingrivida que le caracterizaba, su hege-
monia entre el lumperio. Per0 se sobrepuso a1 tomar
conciencia que hasta 10s mejores animales se revientan.

                             XI
         ..
For eso aeja que pasen 10smomenros nasta que ceaa el
                                    ~1




sudor, el descanso para su garganta, permite que la
humedezca la saliva, empezar a sentir de nuevo el frio
de la plaza, arrastrarse entonces sobre el cemento y
echarse a rodar entre 10s pastelones. Evitar la luz direc-
ta sobre la cabeza, esa luz que a veces produce por
delirio el calor en fria Cpoca. Se tiende entera sobre el
suelo helado, deja que sus pelos se separen rompiendo
la mezcla que el sudor ha construido sobre su superfi-
cie. Mas no se apura en conseguirlo, quiere empezar
con sus sonidos para cuando haya dado cuerda a su
garganta. Siente que la saliva la penetra, esti humede-
cida lentamente/ ya tragd el liquid0 la vuelve resbalo-
                                                                    55
sa, se encuentra en condici6n de emitir ruidos tan
     necesarios para su escalada. Por eso abre el hocico
     fugazmente y ensaya su relincho.

                                XI1

     Emprende trote nuevo m6s cuidadoso adn, m6s lisonje-
     ro el sonido peculiar de esos pastelones que ubican sus
     cascos de mejor manera. Rodea kboles para estimular-
     se, su cuello se levanta hacia las ramas, su hocico busca
     con avidez el verde, sus ancas se estremecen entretanta1
     para dejar pasar su dura masa. Los trota de manera fina,
     sin acercarse mas que a cienw L _ _ _ _ _ que C S L ~ I UIS-
     -1-  _ _ _ _ _ _ _ _ _ -.I_ _
                                -:-A_-
                                         oancus      --.z-   -:
                                                             1-
                                                             I
     puestos entre 10s faroles mientras 10s p6lidos se encuen-
     tran a1 extremo. Cuida de permanecer en el centro total
     de ese cuadrante -la luz elCctrica es ahi m6s cierta-
     tal vez el linico punto ubicable. De pronto para brusca-
     mente el trote y en el centro hurga con su pezuiia. Es su
     seiial llamado m6s que una bdsqueda. Su cuello baja,
     sus ancas se levantan, sus pelos sufren una suave eriza-
     da. En previsible modo sus amplias patas inician en el
     centro mismo de la plaza su desbordante galopada.



     Esti la yegua suelta y sus pelos brillan de torma peli-
     grosa, mis que daiiarse, daiio puede hacer contra la
     plaza si no organiza con raz6n su huella. Los cascos
     suenan de modo estrepitoso. Su cuerpo extiende al
     extender sus patas: cruza, perfora, veloz se muestra,
     tambiCn baqueana a1 vencer obsticulos. Su primer salto
     sobre el banco de piedra que salda de la mejor manera,
     su cuerpo largo, impecable, asume ese traslado hasta la
     otra punta donde el lump6rico estrato se conserva.
     Resopla y suda aunque todavia se ve brillosa su amplia
     pelambrera, es agua tenue que no logra quitarle su
     lozania de animal activo. De largo alcance es su galopa-
     da que s610 desplaza ese duro obst6culo a la manera de
     10s caballares, cuando el apremio la ha obligado a llegar


56
ellos y que es su mala direccih la que la empuja justo




Konaa sus cuerpos cuanao se muestra en tranco parco
frente a sus figuras, pasea ahora como antes de la
carrera en que 10s apostadores hubiesen aguardado para
medirla, pesarla y apostarla. Quiere sin duda copar sus
preferencias y para ellos se arisca en menor grado,
muestra su maiia, su oficio en el paseo, levanta el anca,
gira el pecho, remueve la cerviz, anuncia el triunfo
dado por su buena raza y hasta resopla rasguiiando el
suelo con la pericia de su pezuiia que arranca pasto, que
remueve tierra. M i s no la siguen, de hecho el lumperio
se ha replegado ante su andanada, niegan su efecto, se
muestran sordos ante sus sonidos, frotan sus manos
para combatir el frio, se alejan de manera obvia hasta el
lugar en que su presencia no pueda ser por ellos obser-




rero no ceja en sus necesiuaucs, saue quc la pal L I U ~ cs
dura para quebrar sus anticuados ritos -per0 no ce-
de- no porque la ignoren se confunde, sabe que con el
poder del anca, podri llegar a contener en pelo las otras
piernas y sus propios cuerpos quedarin perdidos. Es su
actuaci6n la que se pone en juego; esa aptitud de animal
experto que se traslada hasta la plaza pbblica, todo ese
espacio que le pertenece en que ha ensayado sus mejo-
res poses. Aguarda para dar el golpe, frota su cuello
contra 10s &-boleso se reduce hasta el oscuro espacio.
Se queda quieta para el extravio, sabe que ahora la e s t h
buscando. Muge en el pasto de desesperado aspecto,
mis lastimero que todo lo logrado; el que la oye fuera
de la plaza acusa a1 viento, el lumperio en cambio cae
en el engaiio de que quizis sufra a1 mugir y que verda-
deramente ha podido llegar hasta el vacuno establo.
                                                              57
XVI

     Muge en hospitalario tono buscando asi la otra cerca-
     nia, complicitario ruido se confmna y muge con su
     elevado cuello, con su penoso hocico en el que briznas
     de pastos llenan huecos. Sube su tono, pregona su
     alarido, llama y se anuncia en su desespero - c o p i a
     animal enfermo- tiiie bestia en celo, aunque de verdad
     su garganta es capaz de llegar hasta el relincho. Ya
     est6n preparados para su presencia, esthn limadas lus-
     tres sus costillas, anhela entonces su cabalgadura para
     entroncarla con la marca a fuego, dueiio tiene de si su
     propia marca, seiias particulares su trazado. Por eso
     debe cumplir su rito cuando ha devenido, el pelambrero
     estado, a ser llamada para dejar el anca cruzada por esois
     animales arafiazos.
                               XVII

     Mas., ;auiCn la montara? u 1
     ._ . u 1
       . _          ._           ;auiCn le clavara esnuelas' *?
                                          ._     __I
                                                      --r
     jquiCn la doliera? jquC lumpen se tomara ese derecho?
     jquC piernas? jquC ancas se las pusiera sobre las suyas?
     Esa elecci6n la turba al quebrar bruscamente la cons-
     tante, si no hay m6s rostros que el de la luz elCctrica que
     est6 rigiendo la plaza en vela. jY si fuese la luz qui& la
     gimiera? jsi tan s610 la luz se la montara? De un golpe
     de energia plena le desollara el ijar y aunque perdiera el
     brillo de la plateada espuela, el penetrante metal se lo
     saltara por el corcoveo de ese golpe ektrico, tinicol
     infalible que le corrigiera hasta el pensamiento por la
     efectividad de su asolada, que la tirara sobre el pavi-
     mento en espasm6dicas muestras del encuentro. Si el
     misterioso cable punceteara su henchida costilla sin
     otra sefia que la brusca caida que no dejara marca m6s
     que la quemadura en el costado.

                               XVIII

     Los deja entonces con la baba suelta, cuando estuvieron
     m6s cerca del contact0 de subirsele encima, de aumen-
     tar golpe por el galope que se habia anunciado. No sera
58
asi: su anca perfecta no est5 para soportar sus magras
cames, ni su estilo bruto se ha establecido para acceder
en oscuro trote a que un lumpen cualquiera se desborde
hasta dejarla exhausta por 10s bancos. Porque a 10s
otros jquiCn 10s contendria? deberia pasar la noche en
el galope y quiz&, medio ciega en golpeteo, destrozar-
se contra esos bancos o cabecear entre 10s faroles,
rompiendo mis adn el pasto. Y sus ijares serian el
destrozo rnis grande que el de la plaza ahora, y lo que es
peor, la fuerza del relincho se diluyera para superponer-
se a 10s motores de 10s autom6viles que al amanecer ya
circularan. Asi no seri, nadie la obligarh a elegir
liimnon




rero jcomo se tienta a la I U Z eiecinca: iuqu quc
mecanismo la perturba? si relincha, si muge o brama, si
se estira perezosa como gata, si se arrastra como insect0
baio 10s hordes del _ . _ _~ si Dia ;lograri efecto?
 -J _ _ _ _ _ farol. si croa.
                     .  ~
                        ~      _
                                             V     "


il1x5 ese cable la cabalgue? jintermmpiri la luz
       que
P'3r un momento? Porque si la luz se condensara sobre
SI


reducido aspecto/ Ilegaria enterrando en su mente la
limpieza de la cabalgata. Si el cable la tocara entonces,
la oscuridad seria la manera incipiente de la plaza y ella
resurgiria asi de mu1 espectro, sola en el centro como
aviso vivo, como product0 en came iluminada. Ya se
las arreglara con las quemaduras por el privilegio de su
breve anuncio: se venderia en pleno, abierta entera,
todo sonido saldria de sus fauces.




i I que S C I l i i Uc c3c ~ U I I ~ I I I U ~ U ;
                                             c.aciia
                                                 LII awillulaa JU

pura arquitectura, cables entonces como materia muer-
ta, a1 haberle quitado 10s colores. El intercambio de sus
zonas no arrojari rnis letras, nada seria sin0 un entra-
mado absurdo, una indtil f6rmula sobre el edificio.
Seria ella el dnico material vendible, el dnico deseo

                                                                    59
entre el lumperio, la misrna letra en su cuerpo en el
sentido miis enigmiitico. mis inaccesible. otro produc-
to se estableceria entre el sonido de su trompa erguida.
Porque ni sus mugidos. ni la fuerza experta del relin-
char han logrado diluir la fuerte marca de ese luminoso
que le ha robado su linica presencia ante 10s pilidos
escudados tras sus letras. Lo apagara si. si hasta a ella
misma pudiera atraer esa energia. de tal manera el
corte, con tal brio, que recibiese en pleno toda su
potencia: pasara sobre el costado chamuscado.



 " .I..
I 1"- ..."   ...   y"l   "1   "I"""y1'",   "" I I,
                                             ".. ..
                                                  ., "1 .U" I
                                                    &     .  ,



miis diversas maneras se desdobla, muge una vez mis
hacia la luz, como una loba tiende sus gemidos, se
desenrolla como un reptil frente a1 farol, cambia de
ancas en sucesivos tiempos, se enancha y angosta, se
colorea de su natural gris cuando se esquiva del mular
aspecto, entronca fonkticos ruidos desde su garganta
hasta acercarlos a tonos humanos. Cambia, escarcea de
humedad sus ojos, mantiene sus pezuiias para horadar
con furia el pasto verde. Cocea, repta, vulnera todavia
mAs 10s bancos a1 astillar parte de su madera. Se enlo-
quece de su misma fuerza, resopla y suda, evita el frio.
Ha olvidado a 10s pilidos por su especticulo de tenta-
cidn a la luz elkctrica. Per0 no, no es del todo asi. Esta
omisi6n es necesaria para llegar de pleno a la autono-
m h del refulgir sin imnedimenta. sin mBs 1117m e I R de
L. Iluminada y los pilidos en la plaza nocturna
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L. Iluminada y los pilidos en la plaza nocturna

  • 1. JAI I r( Diamela Eltit h s Ediciones del Ornitorrinco
  • 2.
  • 3. - - LUMP e Diamela Elt
  • 4.
  • 5.
  • 6. 1.1 Lo que resta de este anochecer seri un festin para L. Iluminada, esa que se devuelve sobre su propio rostro. incesante- mente recamada, aunque ya no relumbre como antaiio cuando era contemplada con luz natural. Por eso la luz elCctrica la maquilla fraccionando sus ingulos. esos bordes en que se topa hasta 10s cables que le llevan la luz. IanguideciCndola hasta la acabada de todo el cuerpo: pero el rostro a pedazos. Cualquiera puede constatar su labios entreabiertos y sus piernas extendidas sobre el pasto -cruzindose o abrikndose- ritmicas en el contraluz. En que el anochecer sustenta la plaza en su omamento, para que ella adopte en si las poses trinsfugas que la derivan hasta el cansancio, encendida por el aviso aue cae en luz sobre el centro de la plaza, entre 10s irboles y 10s bancos, para llegar hasta el cemento. donde permanece de espaldas. Porque el frio en esta plaza es el tiempo que se ha marcado para suponerse un nombre propio, donado por el letrero que se encende- r i y se apagari, ritmico y ritual, en el proceso que en definitiva les dari la vida: su identificaci6n ciudadana. que caiceri pur IUL coil C I I U I I I I I I U ~ U . Asi serin nombrados genericamente pilidos como escalaf6n pro- visorio. Esos que vienen desde 10s puntos mis distances hacia la plaza que prendida por redes elkctricas garantiza una ficcidn en la ciudad. Asi estin ellos y sus incontables poses: 10s cables son su punto de mira en la paralela del placer de la mirada. Espera ansiosa el luminoso y por eso se remueve entera cuando se siente tocada, con el pecho agitado y 10s ojos hlimedos. El luminoso no se detiene. Sigue tirando la suma de nombres que 10s va a confirmar como existencia; ese haz de luz largado sobre el centro del cuadrante que en la literatura produce indices, entre el frio del amanecer, mien- tras 10s otros pilidos se protegen contra 10s irboles en una distribu- ci6n casi bella por el recorte de sus siluetas. L. Iluminada en el centro de la plaza empieza otra vez a convulsio- narse. Los pilidos rotan sus cabezas para tener un mejor ingulo y s610 entonces se dispersan sobre el cCsped. Atentos. fijan sus miradas en el bautizo, mientras el luminoso acomete direct0 en ella
  • 7. iueve las caderas bajo la luz: sus muslos se o y su cabeza colganlte se golpea por tantas el pavimento. 1 1 I. ~eraririca ei nomDre en dos colores paraleios, el iuminoso amptia- do sobre el cuerpo escribe L. Iluminada y ritmicamente va pasando la cantidad posible de apodos: le escribe trinsfuga y la letra cae como toma filmica. Sin embargo, con nombre tan complejo, ella inicia de nuevo la algarabia y por eso el aviso adquiere una funci6n clisica que se vuelve medieval en su constancia, en lo ortodojo de su forma, en lo helado de su construcci6n. No en balde se acercan al centro justo cuando ella se retira y alli mismo muestran sus cuerpos que no plantean diferencias entre unos y otros: el aviso luminoso 10s encubre de distintas tonalida- des, 10s tiiie y 10s condiciona. Gimen por luz, orgi5sticos en sus ( Nadie diria que en Santiago de Chile PI que esos se distiendan como gemas. A J I GJ, LUII I ~ IJ ~ I I uc ~I ~ ~ I U irboles que les lamen el rostro y ella se frota en su madera por el pur0 placer del especticulo. Sumida en el Cxtasis de perder su costra personal para renacer lampiiia acompaiiada por ellos que, como productos comerciales, se van a ofertar en ksta desoiada ciudadania. r Asi podria haber estado a pesar del frlo; expuesra en rorma non- I-. _...A ._.-- ~ 1 - zontal despuCs de haber perdido el nombre propio, inmersa, bus- cando la luz con 10s oios desorbitados por la transparencia. Mbs pilidos en sus came; cetrinas estrujando el plackr a cualquier costo, mirindose en la plaza, con las cabezas arrasadas, transpor- tados de electricidad, balbuceantes. A ellos, que pudieron brillar de otra manera, estin aqui lamiendo la plaza como mercancias de valor incierto. Por literatura podrian ser comparados a zafiros y a 6palos, a celestes aguas marinas. Para decirlo nuevamente: La luz del luminoso, que est5 instalado sobre el edificio cae en la plaza. Es una proposici6n de insania para recubrir a 10s pilidos de Santiago que se han agrupado en torno a L. Iluminada nada mis que como complemento visual para sus formas. Porque este luminoso que se enciende de noche esti construyendo CII mpncaip nara pllnc .CIIIP criln a pea hnra alran7nn c i i nlpnitiid
  • 8. Por eso el luminoso, en plen: literarios, por ejemplo decid Sindalo, mis el impuso muri6 a1 caer sobre su erizada piel en la metamorfosis de tan c Decia volantina pelarl; Destroz6 el impulso d habia fabricado para e Por eso es que en la y.-.. u1 wv..J..b.. s.yvU u1 w.nb.U.LUYU J elictricos: por una parte el asignado a1 cuadrante y por otra. el que se desliza del luminoso; esa luz que se vende. Asi por contrapunto sus labios han perdido su obsecuencia y su figura se devuelve engaiiadora bajo 10s rayos que convergen hasta su centro. Per0 no est6 sola alli. Todas sus identidades posibles han aflorado por desborde +lavando sus puntos anat6micos- sobrepasindola en sus zonas. Regida nada mis que por el horario asignado a la luz elictrica en la plasmaci6n del luminoso que la estria. Los pilidos se han tomado las esquinas dealaplaza y acurrucan alli sus cuerpos protegidos unos contra otros. sus cuerpos frotados que, en el bautizo, intercambian apodos en sus poros famdicos. Ellos se tocan y manoseados ceden. Nombres sobre nombres con las piernas enlazadas se aproximan en traducciones. en fragmentos de palabras. en mezclas de vocablos. en sonidos, en titulos de films. Las palabras se escriben sobre 10s cuerpos. Convulsiones con las uiias sobre la piel: el deseo abre surcos. Asi, las esquinas de la plaza adquieren movilidad por 10s cuerpos apiiiados que, unos sobre otros, conducen a un exterior. Pero no en su penetracih, sino en su apariencia que, en el renombre, exudan deleite y reapropiados constituyen el escenario. La piel de 10s pilidos muestra en sus aberturas su proceso y al fundirse en el siguiente demarcan infinitas posibilidades para cualquier mirada. Se arman y desarman en sus lineas. constituyen- do un engaiioso limite a la plaz,a. Per0 el luminoso 10s soporta. Sigue su tintineo con precisa regula- ridad. L. Iluminada en el centro. Suda a pesar del frio y por eso su came se expone a la luminosidad. M i s que nunca centellea alli controlando por contorsiones su claroscuro, mientras la luz toca 10s bancos de la plaza, 10s irboles y la disposicih fabricada del
  • 9. tierra se adhieren a su came. Para el que la mira es un espectbculo desolador porque balbucea. Cada uno de sus nombres es desmenti- do por su facha. Pero relumbra, a6n en plena osc Como bautizada se celebra entre ellos, mientras sus propias manos se acarician en profundidad perdiendose entre sus huecos. Partien- do desde la ordinariez mbs profunda para llegar por pose a la extrema delicadeza. Ella deja oir restos de lenguaje, retazos de signos. Socavada por tierra y pasto. Nutrida de savia. Se observa a si misma, como si su nombre le otorgara rasgos diferentes. Se toca la piel en el mismo momento en que se curva mbs a6n sobre el pasto, hasta que la caheza cae sobre la tierra reblandecida. En actitud de descanso. Sin embargo, est6 alerta al aviso luminoso, con la cara ligeramente crispada de jdbilo ante 10s tintineos, mientras desliza su lengua sobre 10s labios, su lengua mojada que 10s humedece. Las piernas estbn abiertas en posici6n descuidada y las balancea cada vez que en el centro de la plaza se recibe la luz. Los pblidos han llegado ahora hasta ese mismo centro y empiezan su particular representaci6n. Amontonan sus cuerpos y se dejan caer sobre el cemento. Asi se van en un ritmo tan dificil de visualizar que s610 el luminoso 10s ordena cuando muestra sus relajos. Con sonidos guturales llenan el espacio en una alfabetizacidn virgen que altera las normas de la experiencia. Y aside vencidos en vencedores se convierten, resaltantes en sus tonos morenos. adqui- riendo en sus carnes una verdadera dimensi6n de la belleza. Porque hasta Cse podria estar comprometido en la disposici6n azarosa de 10s cuerpos. Los mismos que se van preparando para una nueva circulacibn. Aunque no es nada novedoso, el luminoso anuncia que se venden cuerpos . ' Si, cuerpos se venden en la plaza. A un precio no determinado. Es mbs bien el placer que emanan en lo profundo de su compromiso. Sus palabras caen en el vacio ampliando sus molCculas para petrificar lo eterno de la produc- ci6n. Para quC decir que la ilaman cuando se estructuran sus voces en el espacio. 10
  • 10. En desgarrador sonido se convierten. Podria ser -tal vez- el Amado por lo masculino de su grosor que al llamarla la asedia para poseerla, a esa vaga que yace tirada en la plaza, evocando con sus indecentes movimientos quizis que sue- fios de entrega. Per0 10s pilidos siguen en el centro frotindose contra el cemento, rodando bajo 10s bancos de madera, frigiles de vestimentas pese al frio: gimiendo siempre. Per0 ya se ha dicho que no son propiamente gemidos 10s que escapan de sus labios. Un oido no entrenado en sus particularidades podria oir alli un especticulo de desgarro. Mas no es asi. Es la salvacidn de la bautizada. Se celebran en sus identidades. Son sus propios padrinos que se reciben y ella, ella es la que se rebautiza en cada uno. Es una fiesta. El luminoso sigue cayendo dindoles mis posibilidades, ampliin- doles la imagineria. Se ven proyectados hasta 10s bordes de Santiago, ornados de atavios: por robos y excesos accediendo a todos sus lugares. Por pur0 deseo propietarios al venderse a1 luminoso como mercade- rias. Esos son 10s que se esperan con ansias. Por esto, estin reducidos a goce cuando entre 10s haces de luz del luminoso se dejan entrever sus posibilidades. Ya se ha consumado la transaccidn y por eso la felicidad de esos cuerpos imprime gracilidad a sus movimientos. La armonia se ha asentado en la plaza. L. Iluminada tampoco permanece ausente del especticulo. Ha vaciado su mente de toda memoria y ahora construye y planifica s610 con 10s pilidos como referente: plasmados en su futuro. Ella, plenamente teatral por la observacidn de sus movimientos, camina erguida hasta el centro de la plaza para detenerse bajo la luz del luminoso que la alumbra por intermitencias. Asi se gesta su primera toma filmica: Ella est6 en el centro de la plaza, mientras sus pies se deslizan. Los cuerpos bullentes de 10s desarrapados que, por efectos de luz de un luminoso que cae desde un edificio cercano, produce en la piel un tinte ligeramente distorsiona- do y fantasmagdrico. Pudieraser quizis una toma orgiistica por la acumulacidn de tanto cuerpo, pero, en el cuadro aparece mis bien la pureza .1 I
  • 11. UVlIUb cI1 l U 1 1 1 ~ 1 1 VJ la. L1U111111UUU, bull cI11 U11 L l U U U J V C I A ~ b l l I I I b I I L U I sus cuerpos frente a la cimara, llegan a constituir estkticamente en el lapso de tres minutos, una mirada admirativa sobre ellos. Una mirada mediada por la cimara que 10s asedia y en la cual, por lo bidimensional de 10s efectos de luz, sometan y se sometan ante 10s inaicaciones para la pnmera escena: Conformar cinematogriificamente algo similar a un mural en la plaza ptiblica, relevando lo marginal de! especticulo. Revirtiendo por ello 10s canones de la identidad a travks de la suma de cuerpos que neutralizan a1 miximo 10s rasgos, para provocar colectiva- mente una imagen depurada de 10s que, por desprendimiento, han ductilizado sus materias sometitndose conscientemente a1 deseo. En suma el ofertorio. Asi: Pieles marchitas sin espectacularidad. El goce reflejada en sus rostros. Pese a la iluminaci6n conservar el especticulo noctumo. Dar autonomia y flexibilidad a cada uno en su pose. 12
  • 12. La persistencia del agrupamiento. El Cxtasis del extra que en la -n-*nll- 0- *-n-*--- ---a elemento estructural. Sefialar el vicio de la mirada. I( Insistir en esas mismas caras marchitbar iiiac.iiciiiaa,Gaaa llllalllaa caras’que enfrentadas a la noche, Cse habri visto como su peligro cuando surgen sorprendiendo en las esquinas. Y Cse entonces -sudandc+ apretari las piernas porque su penetraci6n mis que jdbilo seria el tizne blanco. Quizis por eso el terror a esa figura humana apurm’a sus pasos hasta olvidar esa imagen. Porque Cse intuye las piernas ulceradas y cuyas manos, mientras la noche avanza, bajan 10s pantalones para recorrerse una a una las llagas abiertas que ya no responden a ningfin tratamientol venda- das con tiras sucias para evitar la fricci6n con el gCnero que las cubre y por esto, al sentirlas junto a su piel sana, esas mismas piernas supurantes lo mancharin de nuevo en su limpieza, en el cuidado incesante que cualquiera se prodiga. Per0 en fin, por pantalla, el terror y el deseo de 1 sanidad se manifestari como errata y entonces ugiira ir sus pasus hacia la plaza pfiblica, elevari sus ojos hacia el luminoso, se aligerari de ropas, abriri sus piernas tendido de espalda en el cemento y de deseos se habrfi consumado en otro, hasta que el mismo cemento, por dolor de la pose, le rompa la piel y Cse entonces se veri en cada una de sus llagas y la piel decorada brille con la luz del luminoso y s610 asi sepa verdaderamente de alguna clase de vida. Ah, de miserable en sublime la plaza. Alucinada es. Porque la plaza produce desvm’os. Pnr ejemplo: Si 10s pilidos que obtuvieron nuevo nombre ciudadano prescindie- ran de L. Iluminada perderian su soporte, es decir, quizis nadie pregonm’a ese hecho. Es que ella transmitiri la noticia, como predicadora su rostro transformado, sus mfiltiples facetas, esa absoluta falta de inscrip- ci6n sefialari la veracidad del acontecimiento. Per0 adn no es tiempo, apenas se construye en cada uno de ellos. Todavia &os no se renonen v vuelven a mirar I ~ nniphnc P Wan
  • 13. Errores de la primera toma: Los cuerpos tensados estaban rigidos, no por necesidad interna, sino por efectos de cimara: como terror. Ella misma no dej6 ver su mejor ingulo. escurri6 la mirada directa a la cimara, volvi6 el rostro ante el zoom. Los tijeretazos de su pelo eran demasiado regulares, las ligrimas previstas no afloraron, apenas se humedecieron sus ojos. Se mostr6 mis bien desafiante que serena. movi6 sus labios varias veces. Evit6 el roce con 10s pilidos. Por eso descansa en la plaza. Todos coinciden en la dureza del trabajo. Estin tendidos en el pasto observando 10s parpadeos del luminoso que se imprime con nitidez sobre el suelo. La luz elCctri- ca se intensifica denotando el verde del pasto, 10s bancos. 10s irboles. Alrededor circulan 10s autos con las luces encendidas. Los ruidos llenan la plaza. Ellos saben que en algunas horas deberin asumir unaetapa mis. Se preparan para ello ejercitando cada una de sus particulas corpora- les. Ahora si, a ciencia cierta afirman que el error no se reiterari.
  • 14. 1.2 Por eso lo que resta de este nuevo anochecer seri el verdadero reencuentro para L. Iluminada y 10s pilidos que, perdi- dos en el azar de su transcurso, Ilegarin a la plaza para tenderse tirados sobre 10s bancos, per0 con el insomnio asomado a sus pupilas. Sus ojos que conservan impresos lo sin descanso por las calles recomenc interior que se les abre, para guaraar esas imagenes que seran revisadas con precisi6n cuando arriben a1 cuadrante a la hora de la prendida de las luces. Claro que se tienden en 10s bancos y ella 10s mira, asombrada por lo homogCneo del espectkulo. Sus m6sculos estin tensados mien- tras se acomoda en una de las esquinas para obtener un mejor punto de observaci6n. Se puede deducir sin errar que su estado general es precario, su respiraci6n agitada, ese brillo de sus ojos. Tiende sus manos, se aferra a1 irbol mis cercano y aproxima hasta alli su rostro: esa cara humedecida por las kigrimas, hasta que la separa de la corteza y aparece entonces una de sus decisiones en la plaza: Estrella su cabeza contra el irbol. Estrella su cabeza contra el irbol una y otra vez hasta que la sangre rebasa su piel, le baiia la sangre su cara, se limpia con las manos, mira sus manos, las lame. Va hacia el centro de la plaza con la frente daiiada -sus pensamientos- se muestra en el goce de su propia herida, la indaga con sus uiias y si el dolor existe es obvio que su estado conduce al Cxtasis. Se exhibe esperando la caida del luminoso sobre la herida: Si yo misma tuve una herida, per0 hoy tengo y arrastro mi propia cicatriz. Ya no me acuerdo cuinto ni c6mo me dolia, per0 por la cicatrj Dice -tengc excedente y sus ropas manchadas se prenden con la caida del luminoso. Se abraza a si misma. se lame las manos nuevamente y a6n sus manos h6medas de saliva frotan sus brazos. Se tuerce en espasmos en el miximo de su energia. Los pilidos estin erguidos sobre 10s asientos v en cada uno de ellos se vislumbra la compa- id o que absorbe, manchindo- 15
  • 15. se, la sangre que todavia le entorpece la mirada. Se vue ellos y 10s recorre con su sello particular. Tiene la herida auIGl La no se vislumbra adn la proporci6n del dafio. Levanta sus manos y a plena conciencia lleva sus dedos a la cara para reabrirse la piel partida. Su mirada esti difusa y alli en medio de la plaza, s610 para 10s pilidos, deja oir un aullido y su voz aguda se expande y prolonga en la oscuridad. Su grit0 10s sorprende y esos desarrapados se levantan y poco a poco empiezan a acercarse a ella. La rodean para mirarla de cerca. Pero no la tocan. sus ojos tambiCn hdmedos/ de compasi6n sus ojos. -si yo misma vi 10s ojos de Cse empafiarse y dejarse caer sobre mi para cubrirme con sus manos amorosas, las mismas que solicitas curaron mis heridas. Sus manos- Aunque saben que ella necesita ese espacio precis0 para mostrar su especticulo. Ha adquirido otra identidad: por literatura fue. Asi se reconwe en su propia imagen, la que se reflecta sobre el piso cuando el luminoso deja caer un nuevo haz de luz. Por eso la sed la socava y su lengua reitera sus gestos sobre 10s labios. Se tiende sobre el pavimento para extraer lo helado. Se regula su respiraci6n y 10s pilidos tambiCn distinguen sus cuerpos y se quedan en el centro de la plaza adn conmovidos por 10s ecos del grito. Se ha dicho que ellos tienen 10s ojos prendidos a otros paisajes, per0 ella, en la profundidad de su pose, les va borrando esa imagen; por su cara dafiada ella es la que sin duda 10s rige. De pedrerias es su cara, su piel como diamantes. Sin duda se prepara para ellos al asumir en si misma la posibilidad de rehacer la bautizada. Primigenia, se presenta ausente de res- guardo, por voluntad propia esti presta para el control del lumino- so que, en la oscuridad, adquiere su profunda penetraci6n. Todo esti dispuesto, ella alisa sus ropajes, levanta su cara: se ha produci- do un vacio en la plaza. Pero el luminoso no se detiene. Sigue transmitiendo 10s nombres propios hasta que la plaza no es nada mis que ella y 10s pilidos que con la mirada fija se reconocen en el relampagueo. Estin esperando su turno, para que el luminoso 10s confirme como existencia, es decir, 10s nombre de otra manera: renacen asi en este transcurso purificante, ya menos empalidecidos, porque se borra su color verificando la pCrdida voluntaria de sus anales ciudadanos. Por eso merodean en la plaza que 10s contiene hasta la
  • 16. luz, remitiindolos hasta la felicidad anti la tecnologia les da vida. iD6nde fuera de la plaza se obtendria Los pdidos, con las cabezas levantadas. y empiezan sus movimientos de caderas perceptibles aun entre sus ropajes: sus muslos se tocan y se levantan del suelo. Pueden verlos adoptando otras identidades que se manitjestan en estertores ana- t6micos. Pasan sobre el cuerpo, primer0 el nombre y luego su gama total de apodos. Mientras ellos continlian con sus manipulaciones mimeticas cerca del pasto hasta enterrar sus cabezas entre las piernas. Los traspasados de insomnio, 10s estereotipados por palidez. 10s relumbrosos . Sintetizando en su nombre singular todos 10s otros que lanza el luminoso hasta recoger para si la identidad fundada en sus diversas apariencias. Y por eso, es ella la primera en comparecer en ese cuadrante, cuando la visibilidad es magra, cuando 10s ojos pueden confundir sus objetivos. El luminoso continda lanzando 10s nombres y apodos. atravesan- dolos, y nadie sera asi arrasado, nadie dejarh caer ldgrimas sobre la piel; lacios y abatidos de nhuseas sobre la concavidad. Esos que han obtenido con naturalidad su nombre propio, no pueden saber nada del vertigo de perderse en distintos residuos hasta dejar el climax de la palidez como linica alternativa, como mera came disponible. Vean la experimentaci6n en la plaza, no solitaria ni buscada: impuesta es/ trama su pose y permanece en ella por un lapso de vida. Asi es como se vuelve a desprender de su antigua costra rugosa. Abandonada a1 ritmo de 10s cambios del luminoso y, ante cada golpe, se toma la cabeza arrastrindose hasta el banco de cement0 con la cara demacrada por 10s movimientos que la consignan hasta el borde . -sigui6 tremula en esos segundos para no desplazarse por seg- mentos porque estaba partida de plenitud al obtener salada mues- tras del escarnio, que no se midi6 en horas en que levantada y exhausta se tendi6 en poros transllicidos- -no se replet6 manada entre las piernas para recibir el luminoso contra su pecho toda la noche, hasta que su espalda era la veta de 10s &boles que la recibian a cada embate, estragadd era una 17
  • 17. imagen. Se encendi6 de aprensiones a las uiernas uroducidas uor 6rdenes desde su cerebro. Cada apelati1 tuaria simplezd vet6 su ritmo en un cando- -aprens6 el tronco del irbol para depositar alii el luminoso que ya refrotado as016 su cornea hasta perder la conciencia- -no ~ U V Ootro rostro que como mercancia se pudiera relevar mis alto- Adn retumba su grito en la plaza, agudizindose ante la caida del luminoso para volver a producirse nuevamente con la misma intensidad con que originalmente fuera emitido. Su grito que se vuelve circular hasta que 10s pilidos se tapan 10s oidos para retomar la normalidad de la plaza. Convergen hacia el centro huyendo de 10s sonidos. Se le acercan para que ordene terminar; a ella que ante esa reproducci6n rehace su propio delirio. Su boca se abre ante cada intenumpida. Copia con su boca, se dobla a si mismd 10s irboles, el cCsped, 10s cables, 10s faroles, hasta 10s bancos son atravesados: se ha producido una nueva secuencia. Segunda escena, la producci6n del grito: El lumperio se dispone en 10s bancos que rodean el eje de la plaza. Ella est6 de pie justo a1 centro. El luminoso desde el edificio cercano deja caer sus intermitencias aclarando su imagen. La oscuridad se extiende en esos alrededores. Se filma. La cimara la capta desde el momento en que lentamente se tiende en el suelo boca abajo para permanecer en esa pose algunos segundos. Se establece una toma aCrea que contem- ple la figura de 10s pilidos acunucados sobre 10s bancos, destacindola a ella tirada en el suelo. Simultineamente, la otra cimara la seguiri en un primer plano de su rostro tocando el suelo, con 10s labios ligeramen- te entreabiertos hasta que ella levanta su cara mantenihdola ?rguida por algunos segundos y violentamente la estrella :ontra el suelo, golpeando la zona de su frente que se raja jejando salir la sangre que de inmediato la bafiari. Se sentari :n el suelo con la cabeza entre las piernas y asi permaneceri por unos instances. Se levantari y cuando sea tocada por el luminoso de su boca estallari el grito. Los pilidos se incor- porarin de sus asientos. Serin registrados por tomas aCreas. 18
  • 18. Permanecerln inm6viles cerca. Y entonces volveri a produ- cirse el grito una y La escena se cortai hasta su entrada en Para que ella se siente en boca murmure -tengo SI ojeras/ Ah, por una pura mirada, por historia. Comentario a la segunda escena: Gestar mediante la herida lo que se precisa para la producci6n de un grito. El mismo no va inmediatamente a la herida. sino algunos segundos despds, no es un grito propiamente de dolor en su forma automltica, sino mls bien una instancia utilitaria para justificarla. Para decirlo de otra manera, no es la herida la que causa el grito, sin0 exactamente a la inversa; para herirse era precis0 el grito, todo lo demls es un pretexto. Por eso la reiteraci6n continua del mismo. Volverlo a repetir amplificado hasta el ensordecimiento para que se vaya transfor- mando lentamente -,or tecnologia- desde el timbre femenino a distintos gritos masculinos pero conservando las mismas inflexio- nes: idCntica curva de recorridos. Hasta que despuCs empiecen a superponerse grito sobre grito y se anexe tambiCn la voz de ella hasta la distorsi6n extrema. Mezclln- dose ademis en tono menor otros sonidos -por e j e m p l w ciuda- danos que en forma abrupta cesan. En la imagen el lumperio presenta rasgos de placidez, por quC no decirlo. mls bien de felicidad. Indicaciones para la segunda escena: Hacer que resalte el privilegio del sonido inmediatamente que se ha producido la herida por medio del estatismo de la imagen. Solamente se filmari en planos medios y tomas aCreas. La fuerza de la secuencia es el grito que seri contrastado con el descompro- miso facial. La indiferencia relativa. Por esto la nueva bautizada revertirl el gemido primigenio. 19
  • 19. TU1 CSU 105 pdllUUS bt: LCIlUCrdll CI1 IUS UiiIlCUS Ut: la pliiLii CIlrUI1qUC.- cidos por el esfuerzo, abrumados por sus estertores, prepariindose para las etapas que les procura el luminoso, ofertiindoles la suma de nombres literarios cruzados de tradiciones que 10s convertirin a corto plazo en mercancias omamentales. Acceden a1 grito que 10s salvarii. Para de nuevo ser objetos de deseo hasta la extrema manipulacidn. Cuando Sean multiples, ..:n+nrnn ,, +" A, A, .., .. . y n VIJLUJUJ, G J L I I L U J UG I I U G V U r,;rnlnAnr pc~u; crruw c .. ~ c r r a r a u w a .~ P . . A r& " A n c Pa c r r yuuaa yuc a- n...?nC n,.& espacios habitables por 10s suefios de este territorio. Por literatura serii, para que Cse se engarce otra vez y hasta el luminoso se curve dejando caer el haz sobre su cuerpo. la transpa- rencia. y ent0nc.s salga A n Iln nln-n r n * r n r A n c ; A n y lr oa yraux a ~ r 1- a yraLa UG ILVLIULLIUW 1, nlo-ro e n d rw a linico no ficticio de todc3 este invento. . Porque tambiCn la bautiz,ada conduce a1 desenfreno. VCanlos en la ,.. . . ceremonia con sus caras pallaas y ias pinras en que se orrecen P como la perdida que se vende -a cualquier preci6- solamente porque la tomen en su oficio; como esta L. Iluminada que nada miis se oferta a la mirada, que se vende a su imagen. Por ejemplo: Si su voz rectora no asolara la plaza entonces la produccidn del grito se suspenderia en el exterior. Por eso ella inicia a partir de un acontecimiento la posibilidad de producir tambiCn en la garganta de 10s otros la misma trayectoria de su fusi6n. Asi permitiri la expansidn hasta que la plaza -entonces- no sea nada mis que una cuerda miximamente estirada por la cual en dirtininc rannlpc rnnfliivnn ecnq tnnnq. amidos o haios. v nor
  • 20. Errores de la segunda toma: Sin duda esta vez se han p e r f c L L l u l l a u u . L;JtuD l l l l J l l l u J iiaii volado como profesionales, han soltado sus cuerpos, se han some- tido a la admiracidn condicionando sus pintas. En suma, han aprendido de la exhibicih. Sin embargo, tranca el absoluto del d ecoro de sus voces, esta permanente pacateria. Los que se rajan asCpticos en la gritada no llegan. Si este grito no perfora, no sirve. - - Habria que mejorarlo por laboratorio, con mezcla de voces, elec- trhicamente. Per0 no seri asi. El error en el grito, su recato, seri rehecho en la misma plaza, hasta que ellos se abran de si y la tomen a ella en su miiximo. A Csta aue Dor la sonada de su voz. nada mis aue Dara ser D r.-*.-..*..A,. L L a u a -- CI uvc cll -1 JUIU p i GJU JG J I ~ U G c i i c i a i i u i coherente con el pestaiieo del 1 caidas le surge como acompaii Grito y luminoso se acechad Como enemigos en la noche compiten. Hasta que el acercamiento se vuelva inevitable y se deborde la misma plaza en el abrazo obsceno en que grito y luminoso se acoplan. Se funden el uno en el otro y por fin - e n plena noche- surge como uno el Sacramento. El Sacramento en la plaza, la borradura del pasado y esos mismos -e1 lumperio de la ciudad- se convulsionan para sumergirse en su centro, para ser tocados en la testa que se doblega contra el cemento, suplicantes, con la saliva que cae y 10s ojos enrojecidos por el encandilamiento. Estos mismos desarrapados que se llevan las manos a1 pecho y sienten con dulzura 10s latidos de su coraz6n. Porque no son ejCrcitos en la noche, no son nada en realidad. 0 mis bien la puesta en marcha del momento primigenio de la bautizada, en que lo natural del agua se suplanta por la tCcnica que de modo mis efectivo penetra y deslumbra. Abren sus ojos, se dilatan las pupilas ante tanta maravilla y todo gesto, todo ropaje mostrari las dos caras del Sacramento. Porque renacer es extraer el momento de la caida, el vicio que posaban y dejarlo es el miximo sacrificio para que la plaza - c o m o lugar solicit- chupe en si sus impudores y hervida sea el lugar de la 21
  • 21. memoria, cuando perdidos y desesperados arrastraban sus cabezas contra el pasto antes que el luminosc Por eso la plaza se ilumina en la noc iQuk manos encienden la luz elkctrica la noche? Pero ella est6 rodeada del lumperio que repasa sus papeles. sus roles asignados y el estatismo que 10s somete al aburrimiento. Estas son las tomas, la mera exposici6n de sus cuerpos que de tan propios se vuelven fastidiosos. Por eso se indagan para sacarse el partido que corresponde. Hurgan en su memoria filmogrifica y es la ausencia del color, salvo el de la noche, la carencia. Porque no hay colores, huella de matices hay. Aunque esto no es verdaderamente exacto. las tonalidades existen- tes no llegan a sorprender por la estatura de lo cotidiano. Ese es el problema. Pero lo salvan justo a la hora en que deberin descansar en este resto de noche. Irin hasta 10s bancos de la plaza, no para dormir, sino para reimprimirse en'las pupilas in- ' Salvados y rehechos permanecerin 22
  • 22. 1. Vuelven 10s pilidua a la p a ~ pdld a U C I I I M I I C L C ~ a111 I I W GI cuerpo distendido, apoyados con sus irboles - cCsped - luz elCctrica - cei ramas y cables que trasladan luz a 1 faroles que tambiCn iluminan 10s bancos y mi cara de madona mirando su cara de madona. .pa- --_- --- a- --- --=.---, .W"b" ... ".. Y'.---I V .- perfilada la frente - 10s labios - la nariz - perfilados enteros por luz elktrica y mi cara de madona busca su boca de madona y toca interior su lengua profana. 3. Porque permanecer tanto tiempo expuesto a1 trio y rigidez hace que el cuerpo se agarrote. diseminados como esculturas 4ntensamente pilidos- en la plaza se estremecen las rodillas - d u e l e n las orejas- escasea el aire en 10s pulmones adoloridas las manos -helado el rostro- cansado el cuerpo y mi lengua de madona moja su lengua de madona tem- blando. 4. La oscuridad no es para la plaza. La luz elCctrica denuncia cada vez 10s cuerpos apoyados contra 10s irboles. a una hora determinada -a1 oscurecer- se enciende la luz pfiblica todos Ios faroles relumbran en la plaza cae la luz elCctrica sobre la plaza iluminada en sus costados y mi lengua de madona toca su pecho de madona y lo moja. 23
  • 23. 5. i N o sera una ramas? boner monocorde la de txtasis y r e de muchos enulcs uc IIIGIILE: CII U I ~ I I L U - UE: L I ~ U ~ J U v mic Inhinc de mndnnn cnrhm cii w r h n AI- marlnnn rnn 6. i.Si tuvieran el crane0 aDierto-! i , si ruvieran Sonaas y ~
  • 24. espalda agarrotada. con estkma de rasgos -marcados de fueg- desmeciados
  • 25. 1.4 Cuando a1 oscurecer 10s insomnes llegan adornados a1 sitio escogido. Ahora que el frio aumenta y el cuerpo se traspasa azuloso. Tanto frio en la plaza que 10s pulmones se inundan y hasta la respiraci6n cuesta. Efectivamente, la oscuridad se hace dificil de disimular. Incluso 10s focos del encendido pliblico no absorben la penumbra y 10s bancos de la plaza parecieran estar mojados por la helada. Por eso no tendrin descanso. Podrin s610 a instantes dejarse caer afirmados contra un Arb01 para volver a realizar cualquier actividad y asi desentumecerse. Aparecen envueltos en extraiios ropajes. Todas las modas se anuncian a retazos, per0 siempre el colorido es tenue, desteiiido. La misma opacidad que se complementa tambiCn con sus caras. M i s bien una suma de trapos 10s envuelve: ropa sobre ropa se abrigan . Porque pasar una noche con ese frio a la intemperie requiere de una determinada preparaci6n y es por eso que acuden como comple- mentos a diarios, ramas, desechos; cualquier cosa que por inflama- ci6n 10s caliente. Est6n de pie en una de las esquinas de la plaza. Se frotan las manos y mueven sus pies. De sus bocas se escapan 10s vapores de 10s alientos. Sus rostros e s t h borrosos recortados a contraluz. Per0 el luminoso gana con estas situaciones. Su caida sobre el centro de la plaza lo decanta alin mis en plena oscuridad. Nada lo interfiere en su relumbrar, por eso lo miran a intervalos y Csos se emocionan todavia ante su creciente nitidez. Y ella misma, que ha tornado su lugar, se va lentamente hasta su imagen y se pone bajo C1 para imprimirse. Sus ropas grises reciben 10s tonos del luminoso. L e sirven de tela para su proyecci6n. Porque un grueso vestido de lana gris la cubre. Ropa en ella apenas funcional, pero que sin embargo la particulariza. Su cabeza pricti- camente rapada brilla bajo las luces del luminoso y no puede evitar el movimiento que le da calor. Estin penetrados de frio que en Santiago, bajo el cielo raso, se vuelve insoportable. Demacrados sus rostros por este efecto. Ella tiembla y ellos enton- ces empiezan a agrupar sus desperdicios: encenderin una fogata. Sin sorpresas para el que 10s mira, porque Cstos abundan en la noche, calentindose a cualquier precio. 26
  • 26. Es cierto que han encendido una pequeiia fogata en uno de 10s costados del centro de la plaza. Los extremos de la figura construi- da por el luminoso se diluyen, aunque en una apreciaci6n general adn conserva sus efectos. Se acercan a ella, incluso L. Iluminada, que 10s observaba desde lejos, se retira del centro del haz de luz para agruparse junto a 10s pilidos. Alimentan el fuego constantemente y sus miradas se hipnotizan en las llamas que, aunque dCbiles, les dan calor. Tienden sus manos y acercan sus rostros, algunos de ellos tiran mis ramas y papeles para conservar el fuego. Por fin se sientan a su alrededor. Ella permanece de pie aunque sus manos tambiCn se levantan sobre las llamas. Se lleva las manos a1 rostro y se frota con ellas. Cualquier ruido fuera de la plaza ha concluido, incluso 10s autom6- viles han cesado de circular, por eso cualquier movimiento de Cstos se vuelve perceptible. Nada 10s interfiere. Ella se ha alejado algunos pasos del grupo, insiste en volver a1 luminoso. Levanta la cabeza hacia la luz, per0 de inmediato comienza a mover sus pies. Ellos siguen embelesados con el fuego, sus manos contindan tendidas y en sus rostros se ve un asomo de color. Algunos tosen por el humo, pero vuelven a incrementa la hoguera. La dureza del suelo 10s obliga a cambiar de posiciones e incluso algunos se levantan, aunque no se alejan del lugar. En medio de su balance0 10s mira y hay en ella un rictus especial. Los contempla detenidamente mientras abraza su propio cuerpo y se frota con las manos. Desde su ingulo se ve la cercania de 10s cuerpos, la silueta recortada de sus brazos alargados, 10s perfiles de esos rostros. Sonrie al mirarlos con un gesto complaciente e incluso admirativo. TambiCn constata que el fuego est6 a punto de extinguirse. Ella misma comienza a recorrer la plaza y pese a la oscuridad alcanza a distinguir papeles o ramas o cartones. Todo esto se empieza a acumular entre sus brazos. Va hacia ellos y deja caer el precario combustible. Vuelve a 10s rincones de la plaza y una y otra vez recoge sus residuos. Pasa el tiempo. Vuelve en el tiltimo viaje, pero de sus manos caen algunos pocos papeles y una que otra rama. En fin, ella ha limpiado la plaza. Pero todavia la fogata seri alimentada por otro lapso de tiempo. Ellos seguirin protegidos del frio, para que ella pueda seguir 27
  • 27. contemplindolos con 1 perfecci6n de sus pose! sea analizada en sus caracienwcas parucuiares. iarnoieri sub espiu- das curvadas, sus movimientos y hasta el sonido de sus ropas. Por eso cambia de lugar en el centro de la plaza. Se mueve en este ej e como punto de Gbservacidn hasta lograr ver el rostro que F. I < - . C:orrespondia a la espalda, para ver las otras manos tendidas, 10s * . perriies, el gesro que acompana el camoio en la pose. yor eso su . mirada est6 atenta y su rostro anhelante. Ya no importa el frio, perderia el placer de la observaci6n si se confundiera con uno de ellos y por eso mismo nadie testificaria la escena: corrigiendo 10s angulos, midiendo la crecida del fuego cada ve z que se imple- menta. Se desplaza con rapidez hasta que el vertigo de la I I I I I ~ U~ ~G I I I I I L C s610 la observaci6n de fragmentos. Como un travelling su mirada. Pero tambiCn se extendera la otra mirada y ella alli sera consignada como la que mira. Poraue si bien esta imagen que han construido es de tristeza, " tambiCn de placer es. Porque el luminoso 10s ordena en una alterada magnitud. Que aunque la calentura de la electricidad es insuficiente produce desvm'os. Por eso ella la prefiere y 10s palidos se acercan a su roce para encenderse. Per0 volvamos, si las llamas 10s mantienen abrigados a ella se lo deben. Per0 no como bondad, ha sido para su propio gusto. Por las visiones que les saca en el agrupamiento. Ya de observaci6n se ha repletado. Empieza a seguir ahora 10s tonos que el luminoso le deja sobre su ropa. Un rayo le marca sus vestidos y la deja iridiscente. De una forma distinta a la luz de las llamas sobre las siluetas de 10s palidos, como si la tCcnica la embelleciera dejando a 10s otros en la tradici6n fantasmal. Esos parecen opacos y disminuidos, ella en cambio construida est& Parece imposible que puedan continuar quietos junto al fuego. Empiezan con frecuencia a volver su rostro hacia Csa que se ubica bajo el luminoso y de uno en uno se levantan para acercarse. No han terminado la ceremonia. Le han dejado un hueco para que se acerque a la hoguera evitando que 10s cuerpos la rocen. Proyecta sus propios rasgos a traves de las llamas, enmarcada por el luminoso que la embellece. Ella toma su lugar. 28
  • 28. El lumperio se dispone entre las luces de la plaza. Est5 hipn6tica a1 mirar la enrojecida llama: el calor la adormece, sus ojos se entornan, su cuerpo se curva sentada s()bre el suelo, su actitud general es de descanso. Per0 vaya si la desafian; esa manera de pararse bajc I**rrnc provochndola: otra identidad 10s corrompe. Para que ella responda la empujan con seiiales extraen fuerzas, la estimulan para llevarla a1 des Ha baiado sus oios para no mirarlos. Se resiste a ello, adiura por Pi At; aPl Pa! ble que la hostigan, se afiade el vertigo IC: Im-m*-nrn4nAn Iny i u a I U I I I I I I W J W , tuua la ninTn se torna amenazante. Solamente para que ella murmure - .tengo sed- arrimada al fuego, indefensa, tiranizada por su pr(. . estadia . c u a.n d o yo )pia -. I . . misma estupefacta me he sentido llevada de mi a sabiendas de lo que me emeraba. sola v encendida (ardiente estaba) v esta cara 1 I 4 desencajada me auspici6 una h i c a altemativa- S,olamente para otorgarse nueva identidad acude a la tradici6n y Como una cita, frente a la fogata acerca su mano, adelanta su mano S obre las llamas y la deja caer encima. I _ _ _ _ r * - r - - --.:-->--I--:- Los satisrecnus se - - ~ i ias i _ _ _ _-___-_ caue~as ei tienuen D ~ J U - - i .u ~ e s-, repusan sus --L ---- en ---- __ -1 cemento. No la miran. V 1 c n n m o n n Qh;avto r n h r m I n c l l o m o r c o m h ; o AP J U i i i a i i w a v i u i c u J W W I C ~ U Ji u i i a c a o ~ U I I I W I U u i b rnlnr I ~ W I W tornhi& ,L U I L L V L ~ . I I cii JU cara se reviene. Mira la mano, las ampollas que se levantan, la contracci6n de 10s dedos. El nuevo daiio se ha producido y por ella otros daiiados compare- cen. Se ha abierto un nuevo circuit0 en la literatura. Apoya su mano en el cemento frio. Se estremece. Se avecinan para ella convulsiones. Dice -tengo sed- y 10s otros comienzan ahora a mirarla sin perder uno de sus movimientos. Los apodos recaen sobre ellos con propiedad. Ya no hay rastros de sublevaci6n: Vaya bautizada. esa mirada perdida la conduce al desequilibrio. No ve su mano que la ha alejado de si para dejarla sobre el cemento, su mano caida sobre el suelo. Porque en todo lo que resta de la noche no se acercar5 a &os. Su noche de gloria que de la desesperanza la impulsa a esta 29
  • 29. felicidad, a la extendida sobre el cement0 frio de la plaza. Ya noes s610 ella, sino el rob0 que ha ht Y asi la quemada le dari nueva voluntad. Ha quemado su mano en la incipiente pira y su carne ennegrecida le encoge la piel. Descubre su brazo atestiguando la desigualdad de color. Definitivamente ya no le duele. Y por primera vez 10s mira y ahora es ella la provocativa. Ni un grito ha escapado de su boca. Ella es una profesional. Los mira y levanta para ellos su mano. El fuego esti muerto y s610 el reflejo del luminoso y 10s faroles permiten la observaci6n de su gesto. Abre sus dedos lentamente. Muestra la palma de su mano. Se cubre la cara con ella. Asi quedaran plasmados para que ellos con el entumecimiento y el frio se erijan en victimarios como rol asignado. para llegar a ser de nuevo en esta funci6n victimarios de su propia indefensibn. Con este nuevo poder se distienden todavia mas. La noche les ha otorgado autonomia. Con la palma de la mano entre sus labios dice -tengo sed- y son sus mismos labios 10s que la hieren con sus movimientos. Per0 entonces con la boca pegada a su mano comienza el sentido inverso de su frase. Desconstruye la frase, de palabra en palabra, de sflaba en silaba, de letra en letra, de sonidos. Torciendo su fonttica. Alterando la modulaci6n en extranjero idioma se convierte. Ya no es reconocible y su gwganta forzada emite con dificultad las seiias. SeDara su mano de la boca Derdida de la legibilidad del mensaje. capaz de sacar sonido, ni mer Ha desorganizado el lenguaje. Sus esfuerzos son considerables. r a c b c I I I Q J u I G 1 1 ulla llluua YuF; su necesidad de expresi6n gesticulara abriendo exageradamente su boca, entrecerrando sus ojos y entonces se convirtiera en un especticulo grotesco para aquel que, sin esfuerzo, y en armonia se deja oir. Enferma parece. De esos limitados en sus capacidades que insisten en mostrarse ante 10s sanos para participar entre ellos. Los desarrapados en el centro de la plaza est6n sorprendidos y la compasi6n 10s inunda. Muy juntos sus cuerpos sin ambages se tocan. Es algo mis que una medida de protecci6n. Contornean sus cuerpos s6lidos bajo el luminoso. Mirarla en esa situacidn de 30
  • 30. deterioro, haberla empujado a eso por la minusvalia de la mirada 10s hace llegar a constituirse en otros. Agrupados en el centro y sobindose I rebelada por su condici6n. Por este momento, nada mis que por brutaiiaaa, se arma la siguient Tercera _-_ ____. Ella esti tomada desde el minuto en que se acerca a1 fuego. La cimara hace un travelling hasta que se queda a la orilla de la pequeiia fogata. Por corte la escena mostrari el lento agrupamiento de 10s pilidos bajo las luces. Sera tomada en plano medio. Vuelve la cimara a ella que se deja adormilar junto a1 fuego en una actitud relajada, una pose que d cuenta de lo placentero del C calor hasta que ella lentamente vuelva su cabeza hacia el lumperio. Entonces la cimara 10s toma a ellos y muestra la intensidad de sus miradas, el anhelo general, mis bien una perversidad gestual. La cimara la toma en su resistencia. Intenta cerrar sus ojos para no verlos. No puede. Finalmente se vuelve hacia las llamas y muy lentamente acerca hasta alli su mano izquierda para sumergirla. Su cabeza se hunde sobre el pecho y s610 es perceptible el ingulo de inclinaci6n. La c h a r a capta en primer plano la mano consumiCndose en las llamas hasta que se retira. Se toma ahora el lumperio que ya no la observa, ensimismado como est6 con 10s rayos del luminoso. Ella se deja caer sobre el pavimento y separa el brazo del cuerpo hasta reposar la mano sobre el suelo. En primer plano se toma parte de su rostro que modula -tengo sed- y la cimara se aleja y toma en gran angular la plaza. Toma de tres minutos de duraci6n. Porque alguno podria decir que nadie quemaria su propia mano por una simple miradd ah si td dices eso es que no sabes nada de la vida. Comentario a la tercera escena: Cuatro instantes confluyen a la escena que entre si no son indepen- dientes: 31
  • 31. El luminoso que va a regir esta nueva identidad, 10s pilidos que la adquieren, ella que se somete, y quemada y palabra como unidad. Por eso rictus, gestos, expresiones se van elaborando. La sutileza confirma esta escena en un borde extremo frente al cual el traspaso deberd ser absoluto. Por eso se debe explotar el intercambio de la situaci6n. Se presenta aqui una escena basada en la seducci6n que cada uno de 10s elementos ejerce sobre 10s demds. Serd vista como eso, la escenificaci6n de la seducida. Desde su resistencia hasta la entrega total. Esta misma humildad de la entrega en ellos que, partidos, se quedan at6nitos ante sus logros. Por eno la disnlircnria P I reratn la nasirin PI tprrnr d~ I n c nue ias la. ,AS nurniiue que anranu. csraran uespruvisrus ue resaoius ueiectuosos. - ". ""","" "" L "" - . . I . . .... Pnr ern Cctnc ectar6n diirtilirradnc .." Y. " I". . . Y.. "U . . " U I I UU nrndiiriqe en c i i tntalidad al y'""U.#" U a.. ante sus propios ojos el cambio. La sorpresa ante su fragilidad I os empujari a la perfecci6n. Toda sutileza est6 aqui contemplada para que surja y atraviese la camara, que sera someriaa ae una manera especial, como si ruese 3 - 1 . f de algodbn, como materia frigil serd conducida. De la misma manera el luminoso. 10s bancos. 10s drboles. 10s cables. 10s faro- . . . . ..
  • 32. Ella misma se rebasa en lo que el dolor deja como hueco y alli la confundida se entrega. De pura voluntad otra estructura se cons- truye y ella, ella es la suma de 10s otros que en la agresi6n resplandecen . Y toda palabra sea entonces idCntica a la tulguracion corporal a1 rehacerse en otro espacio con la plaza como tel6n. L;1 evocaci6n de este paisaje construido; el respiradero de la ciudadI. . . .* Luz del luminoso, herida, grito y atentado, se conviertan solo en un eco del lumperio que sufre transformaciones hasta que sus pieles se tornen fosforescentes y la imagen de la literatura aborde y condicione unos cuantos escritos. Encarnados en el brillo que se le saca a esos cueros marchitos, depreciados. Porque tendidos en la plaza sus mentes serin cuerpos para que L. Iluminada +om0 material de observaci6n- reviente en la letra la Desadilla de estas noches. Si por ejemplo: El luminoso no hubiese caido sobre el centro de la plaza Cstos no habrian accedido al privilegio de la bautizada. La literatura se construye de azares, de la llegada hipotCtica a la plaza de unos cuantos que se sientan en 10s bancos para que 10s otros 10s miren y 10s descifren. Y lo que se vende por la irradiaci6n del luminoso instalado en la altura del edificio cercano. es la eauivalencia a la plusvalia que alguien pudiera sacarle a Imas palabias desplegadas sobre el libro. Libro que muestra al luminoso que velide: lenguaje seri. Y esa que llega a duras penas en la noche r-nn a n n nrnr;n ont;r;ndn u l l pLrrlv uIIIIbIpuuv, -- __- - - -- - - - - . ~ .~~ deamhula de simo en~ - . simbolo. hasta aue desbordada sea uno de ~~~~~~ ~ ~, esos casos que mis valiera la pena olvidar. Sellar y tambalear lo dicho. Clausurar la escena. Quemar las tomas. Abominar de la cimara. Errores de la tercera secuencia: Mis que nada por agotamiento han llegado a producirse disparida- des. Algunos desatentos no han llegado a la toma en momentos exactos e incluso, la caida del luminoso se presenta como opaci- dad. Estin cansados, hasta ella que se mantenia en linea ha dejado caer su mano sobre las llamas en forma ripida, sin emociones, en un gesto descuidado. A menudo, en esta toma 10s ha mirado 33
  • 33. desdeiiosamente evidenciando sus pintas, tal como si buscara otros horizontes. Ellos no la miraban, porque su quemada no 10s conmovia y ella misma parecia que recogia 10s residuos de la plaza nada mis que por llenar su tiempo, es decir, para agilizar su estadia. Pero, sin embargo, estos mismos han logrado, a pesar de todo, mostrar sus mis plugientes miradas. Han roto un par de prejuicios. Se saben imprescindibles en sus modales. Aunque de verdad que lo han repetido: gesto por gesto, paso por paso para el afuera de la cimara y en esta reiteraci6n han arrastrado sus manos por el cement0 frio de la plaza, han reptado por ella como animales y en su arrastrada han verificado la absoluta falta de base. Por eso como enajenados la buscan y lamen su cuerpo, se abrazan a1 pavimento, llegan al cCsped. Han rehecho la escena y entonces ella no ha sumido su mano a1 fuego, sino que tranquila y reposada ha dicho -tengo sed- y el lumperio con mano gentil le ha procurado el alivio y ella 10s ha ido tocando uno a uno, como una ciega que quisiera retener las facciones del otro, sus gestos posibles. Todos han sido tocados y cada uno de ellos le ha procura- do calor. Porque si el frio era real; cruzaba 10s huesos, sacaba el alma. Y 10s empalados se han entendido en esas horas fuera de Coda morbidad: como acunados han permanecid Supieron desde siempre que la e: para si tales sufrimientos. Porque de dulzura tambiCn Cstos permanecen y sus actuaciones son todavia m6s precisas, altamente ticnicas, porque en cada escena se impide el daiio. Veimosla con su mano extendida en la plaza. Es una de las partes mis bellas de su cuerpo. Su mano que lo coca. La conductora. Si es que ella repitiera en el relato -tengo sed- cualquiera, hasta el mds desarranado. le untaria 10s labios Dara deiarla Dlena. 34
  • 34.
  • 35. M e pregunto: --jcual es la utilidad de la plaza publica? Yo mire extraiiado a ese hombre que m e hacia una pre- gunta tan rara y le dije un tanto molesto: -Para que jueguen 10s niiios. Per0 su mirada siguio pegada a la mia y m e dijo: i 6 0 s1 para eso? Bueno -le respondi- es un area verde, trae oxigeno al ambiente. Per0 cuando ya creia que se iba a ir a otro tema, m e dijo: i D e veras que es solo para eso?, piensa u n poco mas. Entonces empece realmente a esforzarme por recordar las escasas veces que yo habia permanecido alli, lo que habia visto y le conteste: -En verdad es un sitio de recreacion, aunque tambien llegan muchos enamora- dos, ahora que lo pienso, esta tambien llena de enamo- rados. -iY que hacen 10s enamorados en la plaza publica? -Se besan y se abrazan, le dije. -iY que mas hacen alli?, continuo. -A veces he visto que tocan sus cuerpos, conteste. -iQue quieres decir con que tocan sus cuerpos?, insis- ti6 el otro. -Se acarician, dijo el que interrogaban. -iY en que lugar exactamente ocurre eso?, dijo el inte- rrogador. -Generalmente estan sentados en 10s bancos de la pla- za, aunque a veces estan apoyados en 10s arboles per0 est0 pasa menos. Ellos se tocan acariciandose sentados sobre 10s bancos. Asi lo hacen. El interrogatorio parecio detenerse, o al menos, el silen- cio lo indicaba asi. Por eso, cuando la voz del otro se levanto de nuevo el interrogado se sobresalto. -iY que mas has visto en la plaza?, pregunto con energ ia. El interrogado se demoro unos instantes en contestar: -He visto viejos que tambien se sientan en 10s bancos, especialmente con sol hay muchos viejos, dijo. 37
  • 36. -jY que hacen 10s viejos sentados en 10s bancos? jcuanto tiempo se quedan?, pregunto el interrogador. -No hacen nada, piensan, per0 si alguien se sienta a su lado ellos intentan conversar, por eso tal vez siempre estan solos o bien se sientan de a dos o tres, per0 nunca conversan entre ellos, solo hablan cuando su vecino de banco no es un anciano, respondio el interrogado. -Per0 no contestaste toda la pregunta, dijo el otro, jcuanto tiempo se quedan alli? -Por muchas horas, contesto. -jQuienes mas acuden a la plaza?, insisti6 CI ~ U IC U interrogabi Se agotabe vez mas en su magra observacion de la plaza haSta que una imagen llego a su mente. Por eso le dijo con tono seguro: -Mendigos, se ven algunos mendigos. Eso dijo. -jMendigos?, j y que hacen esos? -Se tienden en el pasto y he visto algunos que lo hacen sobre 10s bancos. Duermen de cara al sol cuando lo hay, o bien si es lnvierno y hace frio se tapan con trapos o con diarios, dijo el que interrogaban. -Y 10s demas j s e molestan por sus presencias? -Nadie se acerca a ellos y si hay nitios cerca, estos son llamados por sus madres. Donde ellos estan se produce un vacio. Creo haber oido alguna vez que esta prohibido dormir en las Dlazas. diio el interroaac naDer en ia p a r a iueid ue uiius LUdllLU3 que 11ldldIJdlI d i l l su ocio. Dios mio, quienes mas acudian a ese lugar. Sabia sin embargo que debia responder, mas le valia al menos, por eso dijo: -Algunos desquiciados, llegan algunos locos que estan muchas horas igual que 10s demas, per0 estos, a diferen- cia de 10s otros, hablan solos e incluso hacen discursos incoherentes -se expresaba ahora mas sueltamente- per0 la gente, si bien tambien se aleja de ellos, no tiene la 38
  • 37. misma actitud que hacia 10s mendigos como si supieran que ninguno les va a hacer datio. No es frecuente que aparezcan, per0 tampoco es tan extrario verlos alli. - i Y como sabes tu que son locos?, dijo el que lo interro- ga ba -Bu dicer confunairios. 3 e ve ae inrneaiaro que son emerrnos, que algo anda desajustado en ellos, estan en otra parte, su mente esta en otra parte. -iRecuerdas a alguno en especial?, inquirio el interro- gador. -No, a ninguno en particular. M e parecen tipificados, como si se constituyeran por suma, dijo, o tal vez es siempre el mismo que se presenta mas desgastado cada vez. No sabia que mas podria venir si seguian en eso. Ya el haber incluido a 10s dementes en la plaza le parecia asombroso, pues en realidad, casi no habia reparado en ellos. Siempre su permanencia en la plaza era mas bien un intermedio entre una cosa y otra y como tal, ese lugar n o llamaba su atencion. Por eso le parecia ahora que era una especie de observacion inconsciente lo que afloraba y que vi0 mucho mas alla de lo que habia imaginado. Asi estaban las cosas. Per0 estaba seguro que las preguntas se-habian agotado. Per0 no. Se alzo la voz para decir: -Esta bien, revisemos todo de nuevo, ahora en forma ordenada y coherente. Describe la plaza, solo eso, descri- bela en forma objetiva. Era absurdo, definitivamente lo era. No iba a proseguir con ese juego, por eso dijo: -No, no lo hare, es algo estupido. El interrogador lo miro y le respondio: -Hazlo. Simplemente eso dijo. -Es un cuadrado - c o n t e s t 0 el que interrogaban- su piso es de cernento, mas especificamente baldosas gri- ses con un disetio en el mismo color. Hay arboles muy altos y antiguos y cesped. A su alrededor se disponen 10s bancos; algunos de piedra y otros de madera. Los ban- cos d e madera estan pintados de verde y entra en con- 39
  • 38. :on el color del pasto y de las ramas de 10s ai uutca. MlrJunos de estos bancos estan deteriorados poc el uso, faltan tablones en 10s respaldos de 10s asientos, o bien listones en 10s asientos mismos. Los que se encuen- tran en buen estado son los bancos de piedra, de seguro por su material. -2Y 10s cables de luz electrica y 10s faroles?, dijo el interrogador, jacaso no 10s has visto? -Si, es verdad, respondio el otro, hay cables y faroles. Se divisan 10s cables por entre las ramas de 10s arboles y 10s faroles se disponen alrededor de la plaza. Tambien estan pintados de verde. Per0 n o se prestan para una mayor observacion. Su funcion se evidencia en la noche cuando se enciende la luz. -jY que efectos dan cuando la luz esta encendida?, dijo el que lo interrogaba. -Se ve fantasmagorica la plaza, como algo irreal, dijo. Para ejemdificar Darece un sitio de oDereta o un espacio para Ii entonc -jHas jhas p -No, dijo, nunca he permanecido alii en la noche, solo he pasado cuando he ido en camino a otra parte, per0 quedarme, jamas. -Esta bien, dijo el interrogador. Deiaremos este punto por el momento, piero dimgentonces, en el dia: jquienes llegan a la plaza? 9i ""y"" .I I "I -.. _ _ _ "..--"."..l - -. - - - - -_r - - ,UVJV. F- ""I _I*t ____ _ Tenia p""l o coniiir P I iiiorin r n PPR Piiiiarinn PI rnrnnnrrn- -1 -- 1- mientc adecuado era no dejarsevencer por la ira ni por el cansaricio. La obeidiencia era lo que correspondia. Por eso calmadamente contesto: .- ,a, - I - - -He visto ntnos que juegan alii acompanaaos por sus ~ madres o una empleada que 10s vigila sentadas en 10s bancos de la plaza. Conversan entre ellas mirando de rat0 en rat0 a 10s niiios que n o se alejan mayormente. Algunos pequeiios de corta edad se caen y se golpean en el cernento, entonces, las madres o la persona encarga- da se levanta y 10s consuela hasta que 10s Ilantos cesan. A .,finme
  • 39. esta a su cargo a levantarse de su asiiento interrumpien- do la conversacion para separarlos. A 10s niiios les gusta extraordinariamente el cesped, ruedan sobre el, lo arrancan y de esa rnanera - _ s wIi-w __ no - I ensucian sus manos, sino que ademas sus ropas. Las madres a veces n o 10s ven hasta que 10s niiios se acercan y entonces les dirigen palabras de reconvencion. Algu- nas madres tejen e incluso otras bordan y Ilevan en sus bolsos alimentos para 10s pequeiios. AI atardecer se levantan despidiendose y se alejan con 10s nihos en 10s brazos o de la mano. La hora exacta va a depender del clima, per0 salvo en cas0 de lluvia siempre hay nihos en la plaza. Lo dijo d e un tiron, como una leccion bien aprendida, en tono suave como se recitaria una buena pieza literaria, asi lo dijo. -Per0 tambien llegan viejos a la plaza, continuo, estan siempre abrigados, sea lnvierno o Verano. Estan solos y buscan sentarse al lado de alguien para iniciar una con- versacion. El pretext0 siempre son 10s nihos, per0 gene- ralmente la otra persona se cambia de asiento y por ello es frecuente ver dos o tres ancianos compartiendo el m i s m o banco en silencio. Prefieren 10s bancos de made- ra evitando 10s de piedra. Se quedan por varias horas ahi con la mirada que va de u n lado a otro. Las mujeres tambien tejen y 10s hombres leen el diario a medias, pues sus miradas se distraen ante el pimorama general de la plaza. A menudo se retiran deja1 ndo el diario sobre el asiento cuidadosamente doblado Penso que debia agregar mucho mas some eiios, poaria hacerlo, per0 no lo hizo. -Tambien llegan enamorados, dijo. Parejas que se sien- tan en 10s bancos tornados de la mano. Hablan muy despacio y de cuando en cuando se besan. Aveces estan en-+-Aee a n nl miemn h3n-n n i i a silni'in sinpiann aGiiiauua G I I GI I I I I ~ I I I W U ~ I I ~ q W u utyull U ~ Z V ~ U ~ ~ V ~ nl , VI ~ I I P visiblemente molesto mira hacia otro lado. Las parejas rien y la mujer acaricia a algun nifio cuando jugando se acerca. Tambien la plaza es a veces escenario del fin de alguna historia. Conversan largamente y alguna vez la mujer ire entonces se siente visible- 41
  • 40. mente avergonzado a causa de 10s otros que miran la escena y abraza a la mujer, no por gesto amoroso, sin0 para cubrirla ante la mirada de extrahos, como si temiese que 10s demas lo culpasen. En esos instantes la mujer olvida el entorno, per0 el hombre esta pendiente de lo que 10s demas pudieran pensar de el. Generalmente el hombre convence a la mujer de irse con rapidez y ella abandona la plaza Ilorando. Se puede observartambien a otras parejas que se juntan clandestinamente. Se sientan en 10s bancos apartados, miran la hora a menudo y la impaciencia condiciona cada uno de sus gestos. Esos siempre parecieran que estan al borde del fin. Uno de 10s dos esta a la fuerza, como requiriendo un lugar mas intimo, per0 paradojica- mente abundan en la plaza, como preambulo para algo. Ellos no se quedan mucho tiempo, per0 siempre tienen un ritmo distinto al resto de la plaza. No se percatan de 10s demas, por un presunto terror a ser descubiertos en su clandestinidad. Bajan el rostro cuando una mirada se cruza con la de ellos. En resumen, estan alli a su pesar como una manera de diluirse jugando con el azar. Per0 algunos jovenes se acarician sin disimulo. Se dejan Ilevar en el umbral de sus sexualidades. Tambien estos se apartan en 10s bancos mas alejados, o se tienden sobre el pasto y sus cuerpos se frotan. Evaden la mirada de 10s otros y sus manos se deslizan con sutileza. Per0 sus caras 10s denuncian. Uno podria darse cuenta de que la posesion es inminente, que el deseo se tiende en la plaza. Se interrumpio. Con 10s ojos bajos dijo -tengo sed- El que lo interrogaba le respondio: -Mas adelante, concluye primero. -Per0 no solo 10s jovenes tienden_ - _deseo en la *plaza, . # .- I _ _ su _ - * _ _-l--l-- - _ - . . A - A:z siempre estan presenres ias aiierenres euaues a iraves ~ de las distintas intensidades con que exteriorizan su pro- cacidadI. Penso que todavia podia nuevamente agregarA mucho m. 8 . 8 I - A--L- mas, per0 aeciaio guaraar aigunas reservas. H U ~ I I I ~ todavia le quedaba mucho que decir de las personas de la plaza y su sed iba en aumento. 42
  • 41. AI reves, debia ser mas sintetico, ahorrar el maximo de palabras siendo certero en lo que queria expresar. -Los mendigos, dijo, llegan a la plaza y permanecen a intervalos en ella. A veces, incluso llegan grupos de ellos. La gente les teme y evita que sus hijos se les acerquen. Son presencias amenazantes, no solo por el peligro de agresion, sino que por un posible contagio de alguna enfermedad que se pudiera extender por roce o cercania. No piden limosna. lncluso duermen alli tapa- dos con trapos o simplemente con diarios que cubren sus cuerpos en 10s dias helados. No les importa el banco, que puede ser de madera o de piedra. Duermen con la boca abierta y muy profundamente. Otros vuelven al lugar varias veces al dia, como si tuvieran algo que hacer y retornaran a la plaza a descansar. Es posible que vayan a algun bar que hubiese cerca. Eso es muy posible, ya que casi todos ellos estan alcoholizados. Se ven dema- crados y envejecidos. Las mujeres apartan a sus hijos y ellos mismos ni siquiera intentan conversar con nadie. Se saben alejados del resto. Pero, sin embargo, estan con la propiedad que les olorga el lugar publico. Tam- bien es notoria su indiferencia para con el resto y su enorme capacidad de desconexion con el entorno. Es frecuente tambien que empiecen a arreglar la bolsa con cosas que portan e incluso, saquen algunas tiras y ven- den sus piernas que yo he visto ulceradas y heridas. Si estan en eso y un niiio se les acerca, su madre o la persona encargada se 10s lleva rapidamente, repren- diendoles y explicando en voz aha que nunca, per0 nun- ca deben acercarse a ellos, que son peligrosos, que estan enfermos. Sus edades son indeterminadas, en fin, siem- pre estan yendo y viniendo. Deberia agregar a 10s otros que tambien rodeaban la plaza, 10s estudiantes, las personas de paso, per0 seria interminable. A no ser que fuera imprescindible no lo haria. La mirada del otro lo incito a continuar, la impaciencia se asomaba a sus ojos, por eso le dijo: -Algunos locos tambien aparecen y frente a ellos las personas mantienen una actitud distinta que frente a 10s mendigos. No porque se les acerquen, sino mas bien se 43
  • 42. nota en ellos la conmiseracion mezclada con la ironia y el asombro. Ellos, por su parte, se caracterizan por sus discursos incoherentes que dejan oir en distintos tonos. Algunos, incluso con virulencia. Estan vestidos de modo similar al de 10s mendigos, per0 con toques mayores de extravagancia. Tampoco miran al resto. Aunque sus dis- cursos estan cruzados por insultos a un publico que nunca conforma el que 10s escucha. La vida de la plaza no se altera por su Ilegada. Despues de algun tiempo se van y el ruido de sus voces continua despues de sus figuras. -Eso es lo que se de la plaza, nada mas podria agregar. El interronador se levanto de su asiento v lo miro desde lo alt:o, o6ligandolo a levantar su cabeza y le dijo: -Ed :as cansado. -Si, dijo el interrogado. , . . _ . . . . -Ya aescansaras, mas tarae, toaavia aeDes responaer algunas preguntas. Y subiendo f:I timbre de su voz le pregunto : -2Quienes llegan hasta la plaza publica? -Los nifios, 10s que 10s acompaiian, 10s enamorados, .. 10s ancianos, algunos mendigos, ocasionalmente algun desquiciado, contesto el que interrogaban. -Descr ibe la plaza, dijo el interrogador. -Arb01 e9 I hanrnc halrlncac rlo romontn r6cnod r a - bles de It . - d n u--+ aad -Hasta Ii 10s farole -jEn qu -En dias de Iluvia, en la noche, en esas situaciones nadie se queda en la plaza, respondio. -Vamos, di la verdad; json tan distintos 10s mendigos de 10s locos? -En realidad no son absolutamente distintos entre si, --"I I ,, , , I ,,,, ,,: ,-*A, L-Ll,,A, , - 1 , 1, , ,A ,- , " IUS IUGUS Slt3lllprt3 t3Sldll IICIUICIIIUU, pdlt3Gt3ll tjlldlUt3- cidos, per0 hay algo en comunI que pasa por sus faccio- nes, por el abandon0 de si q il e presentan, contesto el interrogado con voz cansadai El interrogador guard6 silencio algunos instantes y su voz se elevo de nuevo: -iA que hora se enciende la luz electrica? 44
  • 43. -No se exactamente, per0 su encendido corresponde al de toda la ciudad. Cuando se ilumina la plaza estan tam- ___ _ _ ~ bien iluminandose todas las calles de Szmtiago. Algo en definitiva se habia roto. Las preguintas se triviali. zaban cada vez mas. Per0 n o era cosa de ponerse a discutir. Hasta donde pudiera iba a responder cualquier asunto que le preguntaran. Porque algo dependia de eso, si n o por que el otro ocuparia ese tono; la impavidez de su mirada, la falta de gestosfaciales, la profesionaliza- cion de esa situacion. Tal vez era humillarlo o el pream- bulo para llegar a algo significativo y entonces el estaria tan cansado que diria, suplicaria y pediria agua, porque su sed seria entonces insoportable. Por eso volvio la vista con prontitud cuando el que lo interrogaba dijo: -Yo tambien he estado alli y solo por eso sabras todo lo que est0 podria alargarse para llegar de todas maneras a la inevitable conclusion. Asi es que no dilatemos el asun- to. Dime: -1Que has visto cuando se enciende la luz? -No he visto nada. -LNada? Yo vi las tomas y es mas, las desmonte hasta el momento de desarticularlas, cuadro a cuadro. Fue un tiempo excesivo en que el ray0 de luz m e daba en la cabeza, per0 aun asi estuve hasta que termine con ese tra bajo. Eso era, pens6 el interrogado, de ahi su actitud. Todo se simplificaba si el tip0 6se habia visto las tomas. Eso le permitio decir: -Si, y o te vi y te reconoci desde el primer momento. Cuando la camara t e torno tal vez tu actitud era distinta, Der0 sin duda era un aesto muv tuvo el coDar ese anaulo r - -~ " , . v com pIeto : cuando ella estuvo a punto de caer y se tendio el brazo del hombre que lo impidio. Asi estuvieron hasta que el, que se inclinaba sobre ella, le dijo algunas palabras con el rostro mojado por las lagri- mas y fue una confesion lo que L. lluminada le lanzo en medio de la plaza a ese que la escuchaba, envuel- ta en su traje gris, con la pelada baja y su boca casi en el oido del hombre que s i estaba preparado para ese acontecimiento. 45
  • 44. Se extendian entonces 10s cables para constituir la escena. Fundidos en uno Daisaie v Dersonaie. escri- tura y medio, error 1 Que diria: Nada de lo que puatera aectr narta tamDaiear IO sostenido y, sin embargo, el mer0 gesto familiar de acercar su boca al oido de un desconocido podria generar en otros la pasion --de ella la desesperan- za- lmaginate decirle algo asi a un perfecto ex- traiio. Exponer ante otro su preferencia. Fue un equivoco constante porque su voz estaba baja y 10s automoviles que seguian pasando tapa- ban las palabras. El escucho a medias y completo con sus pensamientos y con sus deseos lo que que- ria oir. Cambio palabras, suprimio frases enteras, obvio parlamentos importantes por creerlos secundarios. N o pudo extenderse a totalidades. Ni siquiera repa- ro en sus gestos, ansioso como estaba por consu- mirse en 10s contenidos. r e r o tal vez una poaria Tunatrse en la otra y as1 es et hombre (cualquiera) el que estuviera a punto de caer en la plaza y otro hombre (cualquiera) se levantara pronta- mente de su asiento y lo sostuviese para prevenir el golpe en el cement0 y despues de eso, quizas, el acciden- tad0 le confesara el motivo de su distraccion; que se hubiera debido a unos tragos de mas y el otro pudiera pensar que como ayudo a un simple borracho. Per0 si tampoco fuese asi y el hombre ese hubiese esta- do enfermo, realmente enfermo, buscando un lugar don- de descansar y, sin embargo, no alcanzo a llegar hasta el banco de la plaza y ahora, gracias a la mano salvadora, lo 46
  • 45. consiguiera y reposara un rat0 hasta aue todo el males- tar desapareciera. Aunque pudiera s8 llar y, por lo engor ciera la ayuda y se 3c1iiai a 311 1 1 1 1 1 ai ai ULI u pal a I C ~ U ICI I I sus energias. Si eso ocurriera, entonces se subvertiria la caida en la plaza y seria a ella tal vez a la que interrogaban y de su boca no habria salido palabra, porque interrogatorio aqui es vocablo sagrado y por camara se habria valorado solamente su expresion. Si ella interrogara en cambio, de confusos asuntos ha- bria tratado. Por todo est0 seria del todo imposible la suplantacion de la escena. Aunque se insertara como telon de fondo, escena sobre escena: interrogador e interrogado. De esas palabras secretas se dispondra. Ya estan catalogadas en cintas magneticas para ser repasadas como posibilidad de dia- logo, como elementos subrepticios. Es verdad, alguien a esa hora estaba siendo interrogado. Quizas hayan tocado someramente el asunto ese de la plaza. Hasta pudo haber dicho todo lo que vi0 ahi: sus manifestaciones, 10s desfiles, el fervor de esas personas. ldentificara algunos rostros por 10s retratos. Habran cambiado. Estaran envejecidos con la palidez que 10s caracteriza y hasta el mismo se reconocera en esas foto- grafias o en las tomas de esos aficionados. Pudiera ser asi, mas bien asi es. Porque en esos casos cada documento es u n indice o una prueba, per0 es imposible no dejar setiales. Es sabido el amor por la fotografia. Alguien ya no estara alli, unos cuantos nom- bres seran borrados del kardex y el kardex destruido y la plaza dejara d e ser importante. Vuelve a ser la decora- cion de la ciudad. Aunque se filma. Con otra tecnica se imprime el rostro en celuloide. Si- guen llegando los fotografos y toman a los nifros, a sus madres y hasta a algun mendigo como telon de fondo. 47
  • 46. Per0 en la noche, en la noche es algo dis dicho que el frio no 10s deja permanecer en 10s bancos ni apoyados contra 10s arboles y por eso, en movimiento, levantan sus ojos hasta el luminoso y creen ilusamente
  • 47.
  • 48. I Se queja en tonos que cunden la rajadura de su aura. tifien mis bien a1 puncetear de aguemdas ramas sus recepticulos. Se queja, pero no por eso se descoyunta. simplemente deja pasar el viento entre el cCsped que identifica sus mayores vocalizaciones, o quizis fueron las ramas las que produjeron engaiioso efecto: el audi- tor escuch6 quejidos y maliciosamente crey6 que, su- frid pero de iniciado vuelo se dejaba Ilevar, no era asi. no. Posaba con la voz estirada hasta la plaza para erosionarla de auditivos toques. Crece el esfuerzo, ade- lanta el cuello, hace impetu -mayor intenso seduc- tor- para el que la observa que se engancha de otra manera, pero dindole que se arrastra a1 sonar, cae y no se levanta o tal vez repta una vez mis: se arrastra y deja su baba tendida a la par de 10s caminos de la plaza/ * 1 Raja su aura de nefasto augurio y todavia mantiene intacta la feroz incidencia de su garganta. Perturba al que la oye en tan sonados trotes o tropelias que se condiciona. La rama aplaza esas vibraciones, el cCsped nutre el verde desvaido itransporta acaso el cable su energia? Muge en verdad como una vaca lo hace, muge y se arrastra como en serie de parto, pero se toma la garganta y todavia saca mis de su sonido. Algo ha pasado que su tono baja, la vaca se recoge en sus marginaciones, la yegua se sosiega, la cosa que ha llegado a ser se detiene de pleno, para que la arboleda tan ruin en su raleza salte a primeros planosl el irbol que la nutre, su hocico se refriega para alcanzar las ramas, mancha y dirime su hocicada forma. marca a Esta punceteada por las ancas/ rasgunaaa mas men por propias ufias, huellas rosadas establecen marcas de 51
  • 49. fuego como propiedades. Encabrittindoseir les coceos. Mas se hiere 10s pies contra cuando arranca el pasto: tiembla, produce c mugidos, se aplana, se tiende, reposa su peiammera. La marca se establece en sus escalofrios, el cuero se chamusca -trota de nuevo- se hiere contra el banco de piedra al no medir su trote, la luz elkctrica la petrifica y la detiene bajo 10s faroles; se refrota y sus relinchos se amplian cuando se golpea contra ese metal que, sin embargo, sigue en el esperpento de la produccih de su alumbrado pdblicol dona por eso su a n d su hocico/ su baba que se resbala sobre el verde banco. Muge y relincha copia esos sonidos/ se tapa con sus manos esas quemaduras. La audici6n se entorpece por la mezcla LquC sonidos? iquk bestia? iquC humano puede elaborar sus trinos? pierde mis bien la orientacih del que oye; truca y permuta su indeleble brtijula al descender a condicih vi1 que la disfruta. Acosada como es en el experiment0 cuando se trota o galopa para abastecerse. No ceja en su envanecimiento al traspasar a otra especie y a otro estado animal. Por el sonido, su cuerpo cambia sus modales/ la plaza entonces se hace peligrosa; ese corral que la transforma en cerca, faroles en estacas, bancos en rejas hasta desollarle las patas que se ven envueltas como para las galas de una carrera. Marca su anca en las rasmilladuras, sus pelos dejan ver rosadas formas tal
  • 50. en 10s quejidos, el que la mira sufre de tanto descasca- ro, el que la lee lineal ritual persigue, el que la piensa desea sus ancadas. Su friso crece, 10s pelos de sus piernas se elevan, se endurecen, raspan y hondan. Se elastica 10s pelos como adornos festineros para probar asi su resistencia, dobla sus patas evidenciando las muescas de las pezutias que daiian cisped verde. su ruido queda de otro modo en el cemento. El cuero est6 oculto por 10s pelos, el frio burla y asi esta estadia en la plaza se vuelve soportable. De animal modo obtiene la .. De animal giro pasea lentamente como si de verdad estuviera ante una oferta, para el lumpen dispuesto se mosquea, sus ancas tiemblan para transportarlo; se mancha, se enancha, engorda, se robustece para sopor- tar bien esa montada, se acerca 10s relincha, 10s muge raspa el cemento con esas pezutias/ da trotes/ galopes para enardecerlos, est6 tentindolos con esos asuntos. Pero empalaga esta nueva estampa y antes de eso se echa suavemente cerca de ellos: dobla sus patas hunde su cabeza contra el pavimento, muge de suave tono o es maullido de seguro, cerca de su ronroneo acude a1 pasto como contrafondo y suda por su nueva estampd por el frio anhela fusi6n lumphica, per0 se queda pastando por codicia; mira de lejos esas otras formas, lame en sus nncas la falta de ese neso/ sin la montada su facha es VI1 Busca entre 10s deshechos su montura, la plaza empieza a recorrer de nuevo. Nada le sirve para su dilatada contextura que la aprisione o la cubra ante 10s espoleos iQuC adorno sobre las ancas seria ineludible? ibajo qui condici6n se enterrarian las espuelas en sus ijares? montarld cabalgarla/ cansarla o tal vez apurarla suave- mente con las puntas de metal a su cadera. No en van0 apura el tranco revisando todos 10s huecos de la plaza 53
  • 51. pliblica. M5s insiste cuando est5 bajo el farol, menos cuando estQcerca de 10s bancod casi 10s roza a estos empalados, pero esconde la vista para sorprenderlos/ hace de modo indiferente este recorrido. Pero sus ojos van clavados hacia el suelo y aunque no deja de exhibir sus ancas. como aue si esto fuese involuntario. sabe Sudor contra sudor penetrm’a, salobre gusto el roce de la came hasta la herida si sus ancas 10s soportara sin montura. Dm’a vueltas para que la enderezaran las espuelas, asi las nalgas de otros serian recogidas en sus ancas propias, para permitir que el lumpen observara la plaza desde privilegiada altura. Lo montara en si mis- ma, lo llevara con las piernas abiertas per0 pegadas con fuerza a su costado, lo detuviera debajo del farol para lograr el brillo de su rostro. Pero eso seria secundario a fin de cuentas: dejaria de acatar las brdenes, torceria el camino amenazando chocar contra 10s Qrboles o bien contra 10s bancos, desobecederia siempre el mando de las otras piernas, para dejar que sus patas marcaran un camino distinto del que la montara. Hasta que por fin ciavaran en sus ijares, SOLOun instante antes acuaienao a lo imperceptible, hacer que la veracidad del hecho se constituyese s610 por procesos reversivos o por que no, desmontajes tecnolbgicos, cine tal vez o sonido puro. Las manos del profesional en el teclado, su entusiasmo ante su descubrimiento -mugi6 y bram6 ensordeci6 con sus relincho- Desecha bruscamente la montura, frena su trote, refuerza el anca, se rep!iega hasta 10s bodes de la plaza. Se echa de nuevo y lame esa pelam- brera para dar lustroso aspect0 a su apariencia. Retoza 54
  • 52. entonces sobre el cCsped, sus patas se levantan como en jugueteo, abre la boca de hocicada forma dirigida hacia el faro1 por el brillar fortalecido de sus dientes. Se queda ahi como matando el tiempo pero en realidad ofreciendo su producto/ el animal incita a que lo pa, ae apagaao vueio. >e na proauciao un aescenso en S'u proyecto: es que necesita de un abrevadero; el sudor Cle sus pelos la ha deshidratado. Tanto trote, esfuerzo en -....-,.-.. -...-.- -- la galgal~w,iaiiiu c A i i i o i r x , a i suma, la L - aejaao ---l-:l-:--- 1- naJ - ! - J - exhausta. La programacidn de la montada la ha sumido de antemano en extremo agotamiento iD6nde beber en ese espacio? el cemento del suelo, el cCsped, asiid6nde gestar su abrevadero? iquC cub0 contendria su agua? Est5 a punto de fallar su empresa, haber llegado a ese especial estado y no lograr vencer ese vulgar impedi- mento. Negd su-logro G a s i pierde su asunt- volver atris hacia la pelada, sus vellos tenues, sus sumisos modos, la voz ingrivida que le caracterizaba, su hege- monia entre el lumperio. Per0 se sobrepuso a1 tomar conciencia que hasta 10s mejores animales se revientan. XI .. For eso aeja que pasen 10smomenros nasta que ceaa el ~1 sudor, el descanso para su garganta, permite que la humedezca la saliva, empezar a sentir de nuevo el frio de la plaza, arrastrarse entonces sobre el cemento y echarse a rodar entre 10s pastelones. Evitar la luz direc- ta sobre la cabeza, esa luz que a veces produce por delirio el calor en fria Cpoca. Se tiende entera sobre el suelo helado, deja que sus pelos se separen rompiendo la mezcla que el sudor ha construido sobre su superfi- cie. Mas no se apura en conseguirlo, quiere empezar con sus sonidos para cuando haya dado cuerda a su garganta. Siente que la saliva la penetra, esti humede- cida lentamente/ ya tragd el liquid0 la vuelve resbalo- 55
  • 53. sa, se encuentra en condici6n de emitir ruidos tan necesarios para su escalada. Por eso abre el hocico fugazmente y ensaya su relincho. XI1 Emprende trote nuevo m6s cuidadoso adn, m6s lisonje- ro el sonido peculiar de esos pastelones que ubican sus cascos de mejor manera. Rodea kboles para estimular- se, su cuello se levanta hacia las ramas, su hocico busca con avidez el verde, sus ancas se estremecen entretanta1 para dejar pasar su dura masa. Los trota de manera fina, sin acercarse mas que a cienw L _ _ _ _ _ que C S L ~ I UIS- -1- _ _ _ _ _ _ _ _ _ -.I_ _ -:-A_- oancus --.z- -: 1- I puestos entre 10s faroles mientras 10s p6lidos se encuen- tran a1 extremo. Cuida de permanecer en el centro total de ese cuadrante -la luz elCctrica es ahi m6s cierta- tal vez el linico punto ubicable. De pronto para brusca- mente el trote y en el centro hurga con su pezuiia. Es su seiial llamado m6s que una bdsqueda. Su cuello baja, sus ancas se levantan, sus pelos sufren una suave eriza- da. En previsible modo sus amplias patas inician en el centro mismo de la plaza su desbordante galopada. Esti la yegua suelta y sus pelos brillan de torma peli- grosa, mis que daiiarse, daiio puede hacer contra la plaza si no organiza con raz6n su huella. Los cascos suenan de modo estrepitoso. Su cuerpo extiende al extender sus patas: cruza, perfora, veloz se muestra, tambiCn baqueana a1 vencer obsticulos. Su primer salto sobre el banco de piedra que salda de la mejor manera, su cuerpo largo, impecable, asume ese traslado hasta la otra punta donde el lump6rico estrato se conserva. Resopla y suda aunque todavia se ve brillosa su amplia pelambrera, es agua tenue que no logra quitarle su lozania de animal activo. De largo alcance es su galopa- da que s610 desplaza ese duro obst6culo a la manera de 10s caballares, cuando el apremio la ha obligado a llegar 56
  • 54. ellos y que es su mala direccih la que la empuja justo Konaa sus cuerpos cuanao se muestra en tranco parco frente a sus figuras, pasea ahora como antes de la carrera en que 10s apostadores hubiesen aguardado para medirla, pesarla y apostarla. Quiere sin duda copar sus preferencias y para ellos se arisca en menor grado, muestra su maiia, su oficio en el paseo, levanta el anca, gira el pecho, remueve la cerviz, anuncia el triunfo dado por su buena raza y hasta resopla rasguiiando el suelo con la pericia de su pezuiia que arranca pasto, que remueve tierra. M i s no la siguen, de hecho el lumperio se ha replegado ante su andanada, niegan su efecto, se muestran sordos ante sus sonidos, frotan sus manos para combatir el frio, se alejan de manera obvia hasta el lugar en que su presencia no pueda ser por ellos obser- rero no ceja en sus necesiuaucs, saue quc la pal L I U ~ cs dura para quebrar sus anticuados ritos -per0 no ce- de- no porque la ignoren se confunde, sabe que con el poder del anca, podri llegar a contener en pelo las otras piernas y sus propios cuerpos quedarin perdidos. Es su actuaci6n la que se pone en juego; esa aptitud de animal experto que se traslada hasta la plaza pbblica, todo ese espacio que le pertenece en que ha ensayado sus mejo- res poses. Aguarda para dar el golpe, frota su cuello contra 10s &-boleso se reduce hasta el oscuro espacio. Se queda quieta para el extravio, sabe que ahora la e s t h buscando. Muge en el pasto de desesperado aspecto, mis lastimero que todo lo logrado; el que la oye fuera de la plaza acusa a1 viento, el lumperio en cambio cae en el engaiio de que quizis sufra a1 mugir y que verda- deramente ha podido llegar hasta el vacuno establo. 57
  • 55. XVI Muge en hospitalario tono buscando asi la otra cerca- nia, complicitario ruido se confmna y muge con su elevado cuello, con su penoso hocico en el que briznas de pastos llenan huecos. Sube su tono, pregona su alarido, llama y se anuncia en su desespero - c o p i a animal enfermo- tiiie bestia en celo, aunque de verdad su garganta es capaz de llegar hasta el relincho. Ya est6n preparados para su presencia, esthn limadas lus- tres sus costillas, anhela entonces su cabalgadura para entroncarla con la marca a fuego, dueiio tiene de si su propia marca, seiias particulares su trazado. Por eso debe cumplir su rito cuando ha devenido, el pelambrero estado, a ser llamada para dejar el anca cruzada por esois animales arafiazos. XVII Mas., ;auiCn la montara? u 1 ._ . u 1 . _ ._ ;auiCn le clavara esnuelas' *? ._ __I --r jquiCn la doliera? jquC lumpen se tomara ese derecho? jquC piernas? jquC ancas se las pusiera sobre las suyas? Esa elecci6n la turba al quebrar bruscamente la cons- tante, si no hay m6s rostros que el de la luz elCctrica que est6 rigiendo la plaza en vela. jY si fuese la luz qui& la gimiera? jsi tan s610 la luz se la montara? De un golpe de energia plena le desollara el ijar y aunque perdiera el brillo de la plateada espuela, el penetrante metal se lo saltara por el corcoveo de ese golpe ektrico, tinicol infalible que le corrigiera hasta el pensamiento por la efectividad de su asolada, que la tirara sobre el pavi- mento en espasm6dicas muestras del encuentro. Si el misterioso cable punceteara su henchida costilla sin otra sefia que la brusca caida que no dejara marca m6s que la quemadura en el costado. XVIII Los deja entonces con la baba suelta, cuando estuvieron m6s cerca del contact0 de subirsele encima, de aumen- tar golpe por el galope que se habia anunciado. No sera 58
  • 56. asi: su anca perfecta no est5 para soportar sus magras cames, ni su estilo bruto se ha establecido para acceder en oscuro trote a que un lumpen cualquiera se desborde hasta dejarla exhausta por 10s bancos. Porque a 10s otros jquiCn 10s contendria? deberia pasar la noche en el galope y quiz&, medio ciega en golpeteo, destrozar- se contra esos bancos o cabecear entre 10s faroles, rompiendo mis adn el pasto. Y sus ijares serian el destrozo rnis grande que el de la plaza ahora, y lo que es peor, la fuerza del relincho se diluyera para superponer- se a 10s motores de 10s autom6viles que al amanecer ya circularan. Asi no seri, nadie la obligarh a elegir liimnon rero jcomo se tienta a la I U Z eiecinca: iuqu quc mecanismo la perturba? si relincha, si muge o brama, si se estira perezosa como gata, si se arrastra como insect0 baio 10s hordes del _ . _ _~ si Dia ;lograri efecto? -J _ _ _ _ _ farol. si croa. . ~ ~ _ V " il1x5 ese cable la cabalgue? jintermmpiri la luz que P'3r un momento? Porque si la luz se condensara sobre SI reducido aspecto/ Ilegaria enterrando en su mente la limpieza de la cabalgata. Si el cable la tocara entonces, la oscuridad seria la manera incipiente de la plaza y ella resurgiria asi de mu1 espectro, sola en el centro como aviso vivo, como product0 en came iluminada. Ya se las arreglara con las quemaduras por el privilegio de su breve anuncio: se venderia en pleno, abierta entera, todo sonido saldria de sus fauces. i I que S C I l i i Uc c3c ~ U I I ~ I I I U ~ U ; c.aciia LII awillulaa JU pura arquitectura, cables entonces como materia muer- ta, a1 haberle quitado 10s colores. El intercambio de sus zonas no arrojari rnis letras, nada seria sin0 un entra- mado absurdo, una indtil f6rmula sobre el edificio. Seria ella el dnico material vendible, el dnico deseo 59
  • 57. entre el lumperio, la misrna letra en su cuerpo en el sentido miis enigmiitico. mis inaccesible. otro produc- to se estableceria entre el sonido de su trompa erguida. Porque ni sus mugidos. ni la fuerza experta del relin- char han logrado diluir la fuerte marca de ese luminoso que le ha robado su linica presencia ante 10s pilidos escudados tras sus letras. Lo apagara si. si hasta a ella misma pudiera atraer esa energia. de tal manera el corte, con tal brio, que recibiese en pleno toda su potencia: pasara sobre el costado chamuscado. " .I.. I 1"- ..." ... y"l "1 "I"""y1'", "" I I, ".. .. ., "1 .U" I & . , miis diversas maneras se desdobla, muge una vez mis hacia la luz, como una loba tiende sus gemidos, se desenrolla como un reptil frente a1 farol, cambia de ancas en sucesivos tiempos, se enancha y angosta, se colorea de su natural gris cuando se esquiva del mular aspecto, entronca fonkticos ruidos desde su garganta hasta acercarlos a tonos humanos. Cambia, escarcea de humedad sus ojos, mantiene sus pezuiias para horadar con furia el pasto verde. Cocea, repta, vulnera todavia mAs 10s bancos a1 astillar parte de su madera. Se enlo- quece de su misma fuerza, resopla y suda, evita el frio. Ha olvidado a 10s pilidos por su especticulo de tenta- cidn a la luz elkctrica. Per0 no, no es del todo asi. Esta omisi6n es necesaria para llegar de pleno a la autono- m h del refulgir sin imnedimenta. sin mBs 1117m e I R de