2. En este año, al estar
en el ciclo C, el
evangelio está
tomado de san
Lucas, cuando una
mujer perfuma los
pies de Jesús, que
está comiendo en
casa de Simón, el
fariseo.
Lc 7,36 – 8,3
Dice así:
3.
4. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al
enterarse de que estaba comiendo en casa
del fariseo, vino con un frasco de perfume y,
colocándose detrás junto a sus pies,
9. Jesús le dijo: “Un
prestamista tenía
dos deudores; uno
le debía quinientos
denarios y el otro
cincuenta. Como no
tenían con qué
pagar, los perdonó a
los dos. ¿Cuál de
los dos lo amará
más?”
10.
11.
12. Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta
mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua
para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con
sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me
besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado
de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con
ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con
perfume”.
13.
14.
15.
16.
17. Después de esto iba caminando de ciudad en
ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el
Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los
Doce y algunas mujeres que él había curado de
malos espíritus y enfermedades: María la Magda-
lena, de la que habían salido siete demonios;
Juana, mujer de
Cusa, intendente
de Herodes;
Susana y otras
muchas que le
ayudaban con sus
bienes.
Palabra de Dios
18. En este evangelio
encontramos tres
protagonistas
que se asemejan
a la parábola del
“hijo pródigo”.
La pecadora que es como el hijo pequeño, pecador
arrepentido, Jesús, que es como el padre bondadoso, y
el fariseo, que representa al hermano mayor, cumplidor
pero falto de misericordia.
19. Lo raro es que una pecadora entrase en casa de
un fariseo para perfumar los pies de Jesús.
No era
raro que
entrase
cualquier
persona
para
hablar con
algún
comensal.
20. No tenemos
derecho a decir
qué clase de
pecadora era,
ya que los
fariseos
llamaban
pecadora por
poca cosa.
21. Esta mujer habría
visto a Jesús
perdonando en
otras ocasiones y
desde el fondo de
su corazón siente
el deseo de estar
con Jesús, el
misericordioso.
El ungir y secar con los cabellos era como decir
que quería seguir sus enseñanzas.
22. Jesús no dice que la pecadora no haya sido pecadora;
pero, viendo el arrepentimiento, perdona. Y perdonada
deja de ser pecadora. El fariseo quiere el castigo a toda
costa. Jesús en vez del castigo da el bálsamo del perdón
y la paz.
23. Para ello debemos comprender a la persona. Muchas
veces el pecado es menor de lo que nos parecía al
principio, cuando no tratábamos de comprender.
Quiere Jesús
que
aprendamos
a perdonar.
24. Todos necesitamos que Dios nos perdone. Para
ello quiere que primero perdonemos a otros. Esa
es una condición para obtener el perdón.
29. Hoy la primera lectura nos habla del perdón de
Dios al rey David por un gran pecado del cual se
arrepintió.
30. Había hecho matar a un
capitán suyo, a Urías, fiel a
Dios y al rey, sólo porque
quería quedarse con su
esposa.
El rey David había
cometido un gran
pecado:
31. Tuvo la visita
del profeta
Natán, de parte
de Dios, para
recriminarle por
el pecado y
anunciarle
diversos
castigos.
32. David, en vez
de rebelarse,
se humilló ante
Dios y pidió
perdón. La
tradición nos
dice que de ahí
arranca el
salmo Miserere
(50 ó 51).
34. El arrepentimiento verdadero no consiste sólo en
el hecho de apartarse del pecado. Lo principal
está en el camino positivo de llegar a Dios.
Si Jesús
perdonó
muchos
pecados a
aquella mujer
es porque
amó mucho.
35. Aquel fariseo, cuando
pensaba que Jesús no
era profeta porque no
veía la cantidad de
pecados que tenía
aquella mujer, la
juzgaba a ella sólo por
los actos externos.
Jesús juzga por el
corazón. Ve que
aquella mujer ya no es
pecadora, porque los
pecados los ha
convertido en amor.
36. A veces nos parecemos a aquel fariseo: invitamos a
Jesús, pero no vivimos con Él. Creemos que invitar a
Jesús es hacer sólo actos externos de religión, que
pueden ser muy buenos; pero quizá seguimos siendo
orgullosos y egoístas.
37. El arrepentimiento
es un paso para
vivir con Jesús. La
finalidad de la
religión es vivir
unidos con
Jesucristo por el
amor. Debe ser un
amor que nos lleve
a buscar el bien de
los hermanos.
38.
39. Hoy en la segunda
lectura san Pablo nos
habla de la sublimidad
de la unión con Cristo,
de modo que llegue a
fundirse en una misma
vida.
Estas son las
principales palabras
que debemos
quedarnos grabadas
como un ideal a
conquistar:
40. Estoy crucificado con Cristo:
vivo yo, pero no soy yo, es
Cristo quien vive en mí.
Y, mientras vivo en esta carne,
vivo de la fe en el Hijo de Dios,
que me amó hasta entregarse
por mí.
41. Habrá que comenzar quizá por poco como la
mujer pecadora. Lo importante es continuar,
perseverar e ir creciendo la vida de Cristo en el
alma hasta poder decir como san Pablo: