la psicologia de genero consta de aspectos importantes que determinan las diferencias de cada persona, en su sexualidad, personalidad, caracteristicas fisicas, entre otras, es por ello que se estudia de una forma amplia para tener un mayor conocimiento al respecto
1. PATRICIA CUADROS RODRIGUEZ
PSICOLOGIA DE GÉNERO
Tema 2 y 3
La psicología evolucionista propone que la psicología y la conducta de los humanos y
primates pueden ser entendidas conociendo su historia evolutiva. Específicamente, propone
que la mente de los primates, incluido el hombre, está compuesta de muchos mecanismos
funcionales llamados adaptaciones psicológicas o mecanismos psicológicos
evolucionados (EPMs) que se han desarrollado mediante selección natural por ser útiles para
la supervivencia y reproducción del organismo. La psicología evolucionista intenta explicar
características mentales de la especie humana (tales como la memoria, la percepción, el
idioma, y fundamentalmente las emociones) como adaptaciones: es decir, como los productos
funcionales de la selección natural, a su vez forzada por la competencia para sobrevivir y
reproducirse. Este enfoque adaptivo es el utilizado para entender el resto de los mecanismos
biológicos como, por ejemplo, el sistema inmunitario. La psicología evolucionista aplica este
mismo principio a la psicología.
El término "evolucionista" es el preferido para nombrar esta disciplina en castellano para
distinguirla de la psicología evolutiva.
La Psicología Social fue siempre, al menos en parte, cognitiva y en los últimos años más aún,
constituyendo incluso lo que se ha venido en llamar Psicología Social Cognitiva. Es más, las
relaciones de colaboración entre la Psicología Social y la Psicología Cognitiva han sido
estrechísimas en los últimos años. Sin embargo, no todos los psicólogos sociales actuales
aceptan esta unidad cognición social-cognición no social. También es importante resaltar que el
enfoque cognitivo no es el único en la Psicología Social actual existiendo otros enfoques que
resaltan otras facetas del ser humano, como son los factores transculturales, antropológicos,
etc.
Qué es Estereotipo:
Los estereotipos son generalizaciones o percepciones exageradas y con pocos
detalles que las personas tienen acerca de los comportamientos u otras características,
cualidades y habilidades de otras personas, y es un término de origen griego, stereos, que
significa sólido, y typos, que significa marca. Estereotipo significa impresión o marca
sólida , y puede referirse a la apariencia, la ropa, el comportamiento, la cultura, el género, la
música, los países, etc.
ESTEREOTIPO DE GÉNERO
Creencias sobre las características de los roles típicos que los hombres y las mujeres tienen que tener y
desarrollar en una etnia, cultura o en una sociedad.
Estereotipos
masculinos
Estabilidad emocional.
Dinamismo.
Agresividad.
Tendencia al dominio.
Objetividad. Racionalidad.
Aspecto afectivo poco definido.
Valentía.
Cualidades y aptitudes intelectuales.
Franqueza.
Aptitud para las ciencias.
Eficacia.
Amor al riesgo.
2. Estereotipos
femeninos
•Inestabilidad emocional.
•Intuición.
•Falta de control.
•Aspecto afectivo muy
marcado.
• Pasividad. Irracionalidad.
• Frivolidad.
• Ternura.
• Sumisión.
• Miedo.
• Dependencia.
• Debilidad.
•Aptitud para las letras.
•Aptitudes manuales.
FEMINISMO Y MACHISMO, DIFERENCIAS
El feminismo es una tarea de igualdad y el machismo una teoría de la inferioridad, no sólo no
es lo mismo que el machismo, si no que no tienen nada que ver.
El feminismo se construye a partir del principio de igualdad: todas las ciudadanas y ciudadanos
son libres e iguales ante la ley, “es una teoría y práctica política que se basa en la justicia y
propugna, como idea base sobre la que se cimienta todo su desarrollo posterior, que mujeres y
hombres somos iguales en derechos y libertades”.
En tanto, el machismo, dice, “consiste en la discriminación basada en la creencia de que los
hombres son superiores a las mujeres”.
De acuerdo a la época o a la imaginación del machista, los argumentos son distintos, pero el
caso es promover y llevar a cabo que los hombres tienen una serie de derechos y privilegios
que no comparten con las mujeres y para ello utilizan todos los medios a su alcance, incluida la
violencia si es necesario.
Una vez desarrollado el feminismo y nombrado como privilegio a lo que hasta entonces se
había considerado como natural, fue necesario equiparar ambas teorías, como si fueran
éticamente iguales.
Algo así como decir que el racismo y la lucha contra el racismo son lo mismo. Es una estructura
mental del patriarcado “o estás conmigo o estás contra mí”.
El feminismo nunca ha pretendido la construcción de dos mundos separados, uno varonil y otro
de mujeres, si no cambiar y mejorar el que hay.
No busca propiciar o fomentar una guerra entre los sexos si no igualdad entre mujeres y
hombres.
Mientras las relaciones de poder y autoridad entre mujeres y hombres se consideren una
guerra, no habrá nada que cuestionar ni analizar, simplemente defenderse o atacarse.
Otro aspecto relevante,es que nadie en ninguna parte del mundo a lo largo de la historia ha
asesinado en nombre del feminismo, sin embargo el machismo ha matado a millones de
mujeres, que hoy deberían estar vivas.
Si existe alguna guerra no es entre los sexos, sino contra las mujeres. La lucha feminista no es
contra los hombres si no por el respeto a sus derechos humanos fundamentales.
Para entender de forma rápida y clara estos términos aquí tenemos la lista
bien resumida:
• Feminismo: igualdad entre géneros.
• Machismo: falsa superioridad del hombre sobre la mujer.
• Hembrismo: falsa superioridad de la mujer sobre el hombre.
3. SOBRE LA DIFERENCIA SEXUAL Y EL CONCEPTO DE GÉNERO
En la década de los setenta el feminismo académico de origen anglosajón fue uno de los
principales impulsores del termino genero (gender) con la pretensión de establecer una
diferencia entre la biología, y las construcciones sociales y culturales (Lamas, 1986: 173-198).
De este como, con el término sexo, se hace referencia a la base biológica de las diferencias
entre hombres y mujeres; es decir, diferencias hormonales, genitales y fenotípicas.
Por otra parte, el concepto de género, se emplea “para referirse a la construcción sociocultural
de los comportamientos, actitudes y sentimientos de hombres y mujeres”.
La determinación biológica del sexo.
La biología como ciencia ha desarrollado un conjunto de categorías y conceptos con propósito
de explicar en detalle cómo el sistema fisiológico, los circuitos neurológicos, el mapa genético y
la anatomía humana definen no sólo la diferenciación sexual sino también la identidad de
género.
Disponiendo de un amplio marco teórico con una acuciosa práctica en el laboratorio, un número
significativo de investigadores y especialistas en el tema de la diferencia sexual se han
propuesto describir las bases biológicas las cuales, subyacerían a procesos involucrados en la
definición del carácter y las motivaciones de hombres y mujeres.
Según la biología contemporánea, la diferencia sexual, en la especie humana viene
determinada por la diferencia en el par de cromosomas veintitrés, identificado como XX en las
mujeres y XY en los varones. Como cada gameto tiene sólo la mitad de la dotación genética,
los espermatozoides de un varón difieren entre sí al cincuenta por ciento en el contenido
genético del cromosoma veintitrés.
Cuando el óvulo femenino es fecundado por un espermatozoide con la dotación X el zigoto
desarrolla caracteres femeninos; si la dotación es del tipo Y, el zigoto desarrolla caracteres
masculinos.
Así, en el discurso científico biológico, se atribuye a las diferencias hormonales de varones y
mujeres las diferencias de su comportamiento: "lo que nos da un cerebro macho o hembra (...)
no es cuestión de genes, sino de las hormonas a las que nuestros cerebros en estado
embrionario han estado expuestos en el vientre materno"
Psicología evolutiva y género.
La psicología evolutiva también se ha interesado por describir las estructuras cognitivas o
mentales que definen la identidad de género. Las investigaciones llevadas a cabo en esta
disciplina sugieren la existencia de estructuras mentales de origen antiquísimo que subyacen a
los diferentes estilos cognitivos y de conducta entre hombres y mujeres.
Neurólogos suelen estar de acuerdo acerca de la superioridad femenina en las tareas verbales
y la superioridad masculina en las tareas visuoespaciales, siendo estas diferencias evidentes
desde la infancia aunque se acentúan a partir de la pubertad (Narbona, 1989). Por otra parte,
se señala, que los hombres tienen un mejor desempeño en las matemáticas y una pobre
ejecución en habilidad verbal. (Hyde, 1996).
Actualmente, se está desarrollando una serie de líneas de investigación que basadas en las
anteriores sugieren que las diferencias en los modelos cognitivos entre uno y otro sexo
surgieron porque resultaron ser ventajosas desde el punto de vista evolutivo, y su significado
evolutivo reside probablemente en un pasado muy lejano (Gil-Verona, 2002)].
A lo largo de los millones de años que duró la evolución de las características de nuestro
cerebro, el hombre vivía en grupos de cazadores-recolectores. En una sociedad así, la división
del trabajo entre los sexos debería ser tajante, la caza y ciertas técnicas agrícolas, en particular
arar, se atribuyeron a los hombres debido a su mayor fortaleza y tamaño. Tal especialización
habría impuesto diferentes presiones de selección entre hombres y mujeres; aquéllos
necesitarían encontrar caminos a través de largas distancias y habilidad para acertar a un
blanco, las mujeres precisarían orientarse sólo en cortos recorridos, capacidad motriz fina y
discriminación perceptiva a cambios en el ambiente (Fisher, 1999)
4. Los procesos de socialización
La adscripción a un género, la percepción y el aprendizaje de comportamientos propios de un
niño y de una niña, es uno de los aspectos de los procesos de socialización infantil. Y parece
ser el aspecto central e inicial, en términos temporales, para la adquisición de una identidad en
la mayoría de las sociedades humanas conocidas.
“El género consiste en la interpretación cultural del sexo, es decir, el conjunto de expectativas
sociales depositadas sobre los roles a desempeñar por hombres y mujeres: lo que se espera
de ambos” (Murillo. 2000).
La identidad sexual del niño, dice Bourdieu, es el “elemento capital de su identidad social”, se
construye al mismo tiempo que la representación de la división sexual del trabajo y, de acuerdo
con las investigaciones psicológicas, queda tajantemente establecida alrededor de los cinco
años de edad (Bourdieu 1991:133).
Para Lamas esta adquisición es aún más precoz. Basada sobre investigaciones de psicología
médica, esta autora afirma que la identidad de género se instala entre los dos y tres años de
edad, al mismo tiempo que el lenguaje y “es anterior a un conocimiento de la diferencia
anatómica entre los sexos” (Lamas.1986:188).
En efecto, uno de los principales aprendizajes del niño y la niña en su relación con los mayores,
es su ubicación en las dos grandes particiones aceptadas en su sociedad: lo femenino y lo
masculino. Esta distinción y adscripción es sostenida y representada mediante símbolos, el
lenguaje, actos, prácticas, actitudes y tipos de personalidad.
Se ha demostrado que lo femenino se diseña en función de ciertos discursos socialmente
compartidos los cuales engloban cierta clase de conceptos tales como afectividad, intuición,
pasividad, improductividad, subjetividad, como por caso las lágrimas, la procreación, la plática,
los amoríos, la melancolía, la alegría, la ambición, la libertad de conciencia de explotar obreros
o dicho de otro modo, el sentimiento de culpa por ser tan eficiente y objetivo a la hora de hacer
que la fábrica produzca (Fernández, 1994:23) .
En otras palabras, las relaciones de género se desarrollan alrededor de la división femenino/
masculino. Esta dicotomía es un mecanismo cultural que organiza y da sentido a las prácticas
sociales que constituyen la identidad de género.
Mientras que la biología ve en la dualidad hombre- mujer una manifestación de las leyes de la
naturaleza, otros investigadores consideran que esa dicotomía es parte de un universo
ideológico que incluye una red más amplia de oposiciones: razón-emoción, mente-materia,
cultura-naturaleza, arriba-abajo, público-privado.
Lara, señala que los hombres son más propensos a representarse invariablemente con cierta
clase de caracteres asociados a lo público: pragmáticos, asertivos, racionales, orientados hacia
metas, con mayor seguridad en sí mismos, etcétera.
En el mismo articulo, las mujeres, en oposición, tienden a describirse como femeninas, es
decir, sensibles a las necesidades de los demás, tiernas, dulces, atributos que se consideran
como parte de lo privado (Lara. 1995).
En el mismo sentido, Daniel Cazés alude que la masculinidad se organiza a partir de la
capacidad de mandar, organizar el mundo público empleando la fuerza y la inteligencia.
(Cazes. 1996)
Nuevamente, la feminidad se imagina como el polo contrario de la masculinidad: lo femenino es
la intuición, los afectos, la pasividad.
Como bien R. Connell ha mencionado, la teoría del rol termina proponiendo que lo masculino y
lo femenino es una especie de tipología similar a la tipología personalidad A y personalidad B:
una lista interminable de rasgos o atributos que forman parte de la personalidad de los actores
que han sido socializados en ciertas estructuras asociados con lo masculino y femenino
(Connell.1995).
Los riesgos del determinismo social.
En la teoría del ‘rol’ el actor queda eclipsado cuando se subraya la enorme importancia de la
estructura social.
Con el objetivo de dejar espacio para la idea de actor es relevante abandonar el plano dualista
exterior-interior en el que se mueve la teoría del ‘rol’ y asumir que la construcción del mundo
5. (incluidos, obviamente, hombres y mujeres) es el resultado de procesos relacionales, de la
interacción entre personas, y entre las personas y el mundo material (Gergen, K. 2001) .
No es extraño entonces que abunden en la literatura sobre el tema de socialización e
‘interiorización’ de reglas y valores conceptos tales como papel (rol) de género que denota
formas coherentes y durables de conducta o acción impuestas socialmente.
El mayor riesgo de semejante postura teórica consiste en sustituir el determinismo biológico y
psicológico por un “determinismo social”.
Bajo esta perspectiva teórica se define a los individuos como simples recipientes que están en
disposición de acoger las influencias sociales y culturales que propician los agentes
socializadores tales como la escuela, la familia, la religión o los medios de comunicación..
El péndulo, se ha desplaza así, al otro extremo. El enfoque biológico-cognitivo desaparece del
discurso teórico de las instituciones y la cultura al momento de fijar su atención sobre el
individuo.
Relaciones sociales y practicas culturales
Cuando se aborda el tema de esa relación entre fisiología, cognición e identidad de género,
simplemente se toma como evidente la determinación que ejerce ya la biología, ya la mente
sobre la acción social, sin brindar una explicación teórica al respecto (Edley y Wetherell, 1995).
En el contexto que produjo el movimiento feminista se ha venido consolidando un enfoque
relacional, una visión sociológica cuyo argumento central plantea que la realidad se introduce a
las prácticas humanas por medio de la categorización y la descripción que forman parte de
esas mismas prácticas (Potter, 1996).
Este modelo relacional pone en el centro la idea de que la identidad de género es el resultado
de prácticas culturales, de formas de actuar que la gente despliega en contextos o en
escenarios sociales.
Así, la identidad y las relaciones de género no se consideran como la expresión de entidades
‘profundas’ o subyacentes, un epifenómeno de la fisiología humana o de procesos psicológicos.
Se considera ante todo un logro social y cultural.
De este modo, así como Kenneth Gergen explica que las emociones deben entenderse como
una forma de actuar o de relacionarse y hablar (Gergen. 1996), se puede plantea “el género es
una especie de filtro cultural con el que interpretamos el mundo, y también una especie de
armadura con la que constreñimos nuestra vida” (Lamas, 2000).
El género... no reside en la persona pero existe en aquellas interacciones que son construidas
como parte del género. Desde esta perspectiva, la capacidad de vincularse con los otros o la
moralidad es una cualidad de las interacciones no de las personas, y esas cualidades no están
esencialmente conectadas con el sexo (Bohan, 1994:33)
Este punto de vista coloca un mayor énfasis y radicalizar la idea de que la identidad de género
es un producto de la actividad humana, que es un efecto, por demás, frágil e inestable, de
relaciones sociales las cuales son coordinadas mediante ciertos mecanismos culturales, entre
ellos el lenguaje.
Es posible indagar las relaciones de género en las maneras en como se organizan, por
ejemplo, la división del trabajo, el parentesco, las relaciones erótico-sexuales, etcétera. En este
sentido, las relaciones de género se producen y reproducen en otros espacios institucionales y
al hacerlo influyen en la dinámica de esos espacios.
Así, en la medida en que se suprime la idea, de la identidad de género se define características
inherentes a la personalidad de los individuos, por estructuras biológicas; o por un conjunto de
reglas que se imponen socialmente.
Se hace posible plantear que la identidad de género se va edificando justo durante el proceso
acción, mientras se desarrollan las prácticas sociales, que a su vez, y mediante las cuales se
procede a categorizar a las personas ya como hombres o ya como mujeres.
En términos breves, desde esta posición teórica, el género se concibe como una forma de
actuar, de relacionarse unos con otros al tiempo que se utilizan ciertos recursos culturales que
están disponibles en el seno del grupo social.
En la medida que no se halla establecido por estructura o esencia alguna, el género puede
concebirse como una acción en sí misma, y no como una acción a la que subyace ‘algo más’.
Como enuncia Nigel Edley en referencia con la masculinidad: En donde el análisis de la
psicología tradicional ha visto hombres reparando sus automóviles y sus repetidas
6. conversaciones sobre fútbol y cerveza como huellas, y empezaron a indagar sobre el animal
que las produjo, la psicología discursiva insiste que esas palabras y acciones son la bestia en
sí misma (Edley 2001)
La masculinidad se considera como una consecuencia antes que la causa de esas actividades.
Por ejemplo, Bohan (1997: 39) citando diferentes estudios asevera que se ha demostrado que
algunas mujeres se comportan de forma más tradicional cuando ellas interactúan con un
hombre cuyas actitudes hacia las relaciones de género son conservadoras que cuando ellas se
relacionan con hombres con posturas más liberales (Boham 1997)
Desde esta perspectiva, se plantea analizar y describir las relaciones de género reuniendo la
atención en los recursos culturales (por ejemplo, los mecanismos discursivos que se emplean)
y procesos relacionales que se colocan en marcha en contextos sociales más o menos
definidos.
Y en términos de metodología, una substancial secuela es que el sujeto es removido como el
centro del análisis, ocupando su lugar, como una nueva unidad de análisis, la acción social y
los recursos culturales, las que se utilizan durante el desarrollo para categorizar y dar sentido
justamente a esas prácticas sociales.
Como señala M. Wetherell “La unidad de análisis no es la persona pero sí el repertorio
lingüístico o el sistema de categorización y sus implicaciones ideológicas”. Como se ha
detallado aquí, ahora la identidad de género se refiere a un conjunto trascendente de
relaciones o intercambios de carácter social, a la producción y reproducción de significados que
proporcionan sentido a las acciones desplegadas en determinados escenarios y a la
organización de la experiencia y el sentido de sí de los actores implicados (Wetherell. 1997:
164)
Y en la medida que esta compuesta de múltiples y a veces contradictorios mecanismos
discursivos que regulan un conjunto de acciones o relaciones sociales, y con los cuales se da
forma ‘a la realidad’ y se establecen evaluaciones de carácter moral, la identidad de género
depende íntegramente de la situación, de la manera en cómo se negocie, del lugar que los
individuos ocupen en las relaciones sociales que se ponen en marcha y de los modelos
discursivos que se utilicen para dar sentido a la acción.
Por ultimo, y aun cuando existen, tradiciones culturales y desarrollos históricos que aplican
ciertos límites a los procesos de acción, siempre es viable que dentro de esos márgenes se
provoquen rompimientos e innovaciones que amplíen o disminuyan los límites dentro de los
cuales las relaciones de género se desenvuelven.
7. conversaciones sobre fútbol y cerveza como huellas, y empezaron a indagar sobre el animal
que las produjo, la psicología discursiva insiste que esas palabras y acciones son la bestia en
sí misma (Edley 2001)
La masculinidad se considera como una consecuencia antes que la causa de esas actividades.
Por ejemplo, Bohan (1997: 39) citando diferentes estudios asevera que se ha demostrado que
algunas mujeres se comportan de forma más tradicional cuando ellas interactúan con un
hombre cuyas actitudes hacia las relaciones de género son conservadoras que cuando ellas se
relacionan con hombres con posturas más liberales (Boham 1997)
Desde esta perspectiva, se plantea analizar y describir las relaciones de género reuniendo la
atención en los recursos culturales (por ejemplo, los mecanismos discursivos que se emplean)
y procesos relacionales que se colocan en marcha en contextos sociales más o menos
definidos.
Y en términos de metodología, una substancial secuela es que el sujeto es removido como el
centro del análisis, ocupando su lugar, como una nueva unidad de análisis, la acción social y
los recursos culturales, las que se utilizan durante el desarrollo para categorizar y dar sentido
justamente a esas prácticas sociales.
Como señala M. Wetherell “La unidad de análisis no es la persona pero sí el repertorio
lingüístico o el sistema de categorización y sus implicaciones ideológicas”. Como se ha
detallado aquí, ahora la identidad de género se refiere a un conjunto trascendente de
relaciones o intercambios de carácter social, a la producción y reproducción de significados que
proporcionan sentido a las acciones desplegadas en determinados escenarios y a la
organización de la experiencia y el sentido de sí de los actores implicados (Wetherell. 1997:
164)
Y en la medida que esta compuesta de múltiples y a veces contradictorios mecanismos
discursivos que regulan un conjunto de acciones o relaciones sociales, y con los cuales se da
forma ‘a la realidad’ y se establecen evaluaciones de carácter moral, la identidad de género
depende íntegramente de la situación, de la manera en cómo se negocie, del lugar que los
individuos ocupen en las relaciones sociales que se ponen en marcha y de los modelos
discursivos que se utilicen para dar sentido a la acción.
Por ultimo, y aun cuando existen, tradiciones culturales y desarrollos históricos que aplican
ciertos límites a los procesos de acción, siempre es viable que dentro de esos márgenes se
provoquen rompimientos e innovaciones que amplíen o disminuyan los límites dentro de los
cuales las relaciones de género se desenvuelven.