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REVISTA LITERARIA

                                       NUESTRA PORTADA




                                              “Caballero”
                                           ©Adriana Toledo
                                           Argentina, 2007

CONSEJO EDITORIAL. Editores: Miryam Álvarez, Ana Isabel Alvea Sánchez, Lourdes
Bueno, Anabel Cornago, Judy García Allende, Puerto Gómez Corredera, José Gutiérrez-Llama,
Pedro Herrero, Carlos Hidalgo Villalba, Elisa Luengo, María Jesús Manzanares, Juan Antonio
Marigil Moreno, Emilia Oliva, Christian Peytavy, Vilma Reyes Díaz, Valeria Tittarelli,
Montserrat Tomás García, Gloria Valdés-Bango Álvarez. Arte y Fotografía: Adriana Toledo,
Roberto Valdés-Bango Álvarez, Josep Vilaplana. Asistente Editorial: Cecilia de León Díaz.
Colaboradores: Juan Sadurni Galimany, Víctor Cázares Albarrán

EN SENTIDO FIGURADO. Revista literaria de publicación mensual de difusión vía red de cómputo.
Publicación sin fines de lucro que no admite patrocinios y es sufragada con recursos propios. Editor
Responsable: José Gutiérrez-Llama. Allende 215, Colonia Clavería. C. P. 02080 México, D. F. Número de
Certificado otorgado por el Instituto Nacional de Derechos de Autor (México): 04–2007–062511400100–
203. ISNN-2007-0071. El contenido de los textos es responsabilidad del autor. EN SENTIDO FIGURADO
los incluye en apoyo a la libertad de expresión y el respeto a la pluralidad. Cualquier reproducción parcial
o total de EN SENTIDO FIGURADO requerirá sin excepción, autorización escrita de los editores. La
revista en su conjunto, así como cada página se consideran como una obra derivada protegida por
Derechos de Autor.
Portada.- Roberto Valdés-Bango Álvarez. Entrecuentos.- Montserrat Tomás García y Vilma Reyes Díaz.
Entre ensayos y tanteos.- Judy García Allende y Ana Isabel Alvea Sánchez. En pocas palabras.- Pedro
Herrero y Valeria Tittarelli. Palabra en verso.- Emilia Oliva, Puerto Gómez Corredera y Miryam Álvarez.
Cine desde el diván.- Carlos Hidalgo Villalba. Letras pequeñas.- Vilma Reyes y Juan Antonio Marigil. Para
escribir mejor.- Emilia Oliva. Teatro.- Lourdes Bueno y Christian Peytavy. Traducciones.- Elisa Luengo.
Pie de Foto.- Josep Vilaplana. Recomendaciones literarias.- Judy García Allende, Montserrat Tomás y
Valeria Tittarelli. Conjuros contra la amnesia/Las buenas nuevas.- José Gutiérrez-Llama. Galería
Fotográfica.- Josep Vilaplana. Galería de Imagen.- María Jesús Manzanares. Coordinación de la Edición.
José Gutiérrez-Llama.
Esta publicación se terminó de editar el 1 de Noviembre de 2009.
Año 3 Número 1. Noviembre, 2009
Editada en: Alemania – Andorra – Argentina – España – EEUU – Francia – México – Puerto Rico
índice

Título                                                                         Página
   Especial del mes:
1. Entrevista con Antonio Gómez - Emilia Oliva y Puerto Gómez Corredera….           5
   Especial Pie de Foto:
2. Fuera de foco (microrrelato) – José Gutiérrez-Llama…………….………………..              12
3. Me gusta todo de ti (poema) – Judy García Allende…..…………………………….               13
4. El arrepentimiento (microrrelato) – Ana Isabel Alvea Sánchez..……………….          14
5. Electrizante (microrrelato) – José Gutiérrez-Llama…..……………………………               15
6. Más allá del amor (microrrelato) – Pedro Herrero..………………………………..               17
7. Por pura curiosidad (microrrelato) – Puerto Gómez Corredera…..……………            18
8. Seguir la corriente (microrrelato) – Christian Peytavy……..……………………..           19
9. Su mejor amigo (microrrelato) – Josep Vilaplana….……………………………….                 21
10. ¿Tarde? (microrrelato) – Lourdes Bueno…….………………………………………..                    22
11. Tic Tac (microrrelato) – Valeria Tittarelli…….………………………………………..               24
12. Evidencias (cuento) – Montserrat Tomás García….………………………………..                 26
13. Era una mujer hermosa (cuento) – José Gutiérrez-Llama………………………                28
14. El ojo de la diosa (cuento) – Emilia Oliva……………………………………………..                 31
15. Un clavo saca a otro clavo (cuento) – Gloria Valdés-Bango Álvarez…………         33
16. Un hongo por sombrero (cuento) – Anabel Cornago……………………………..                  35
17. Hermanos (cuento) – Jesús Ortega………………………………………………………                         39
18. Cierta luz que propicié en Marzo (ensayo) – Margarita Aldanas…………….           44
19. Por la locura de la amistad (ensayo) – Judy García Allende……………………            46
20. Dos definiciones inexactas (ensayo) – Josep Vilaplana………………………….              48
21. El incrédulo postmodernismo (ensayo) – Ana Isabel Alvea Sánchez……….           50
22. Agresión de huevos vs la violencia que mata (ensayo) - José Manuel Solá.      54
23. La importancia de la filosofía (ensayo) – Lucía Ruiz Bernal……………………           56
24. Budapest inolvidable (ensayo) – Susana Roberts…………………………………..                 59
25. Tallis Fantasía V.V. (poema) – Enrique Sánchez Sotelo………………………….              63
26. Agonía (poema) – Miryam Konysi……………………………………………………….                          64
27. Orígenes (poema visual) – J. M. Calleja………………………………………………..                   65
28. Inventario aniversario (poema) – Josep Vilaplana………………………………..                66
29. Historia de amor (poema visual) – Àngels J. Sagués……………………………..               67
30. Somos (poema) – Judy García Allende…………………………………………………                        68
31. Arena (poema visual) – José Blanco…………………………………………………….                       69
32. El ritmo de la vida (poema) – Ana Isabel Alvea Sánchez………………………..             70
33. Sin título (poema visual) – Toni Prat……………………………………………………                     71
34. Sin título (poema) – Emilia Oliva……..…………………………………………………                      72
35. Six O (poema visual) – Nico Vassilakis………………………………………………..                    73
36. Silencio (poema) – Lourdes Bueno………………………………………………………                         74
37. Sin título (poema) – Gabriela Fuentes………………………………………………….                     75
38. Cine desde el diván – Carlos Hidalgo Villalba……………………………………….                 77
39. Letras pequeñas – Vilma Reyes Díaz……………………………………………………                        81
40. Conjuros contra la amnesia – Josep Vilaplana………………………………………                   84
41. Videodanza – María Jesús Manzanares………………………………………………..                       86
42. Pie de foto – Josep Vilaplana………………………………………………………………                         88
     Recomendaciones literarias – Judy García Allende
43. Tipos corrientes con vidas corrientes – Montserrat Tomás García…..……..         89
44. Algo se mueve – Emilia Oliva……………………..……………………………………….                         92
45. Las buenas nuevas – José Gutiérrez-Llama…………………………………………..                     95
     Galerías:
46. De Fotografía – Muestra “Masticando tiempo”, de Josep Vilaplana………..          102
47. De Artes – Muestra de Poesía Visual de Sergi Quiñonero……………………….              104
Insistimos en que la belleza es capaz y
             por ello publicamos…




Autores: Adriana Alonso, Julián Alonso, Ana I. Alvea Sánchez, Elena
Carmona, Tina Casanova, Anabel Cornago, Héctor Cediel, Carmen
Córdoba, Ginés S. Cutillas, Dante, Julio Díaz, Javier Díaz Guinot, Claudio
Duarte, Nélida G., Silvia Gallego, Sylvia García, Judy García Allende,
Rubén García García, José Gutiérrez-Llama, María del Carmen Guzmán,
Miguel Hernández Martín, Pedro Herrero, Carlos Hidalgo Villalba,
Lucrecia Ingignolli, Tita Joos, Porfirio Mamani Saucedo, María Jesús
Manzanares, Eva Mañana, Juan Antonio Marigil, Víctor Montoya, Ángel
Olgoso, Emilia Oliva, Jesús Ortega, Guillermo Ortíz, Plácido Ramírez,
Rolando Revagliatti, Vilma Reyes, MIckel Riggs, Julián Sánchez, Enrique
Sánchez Sotelo, José Manuel Solá, Valeria Tittarelli, Adriana Toledo,
Montserrat Tomás García, Karol Urien, Gloria Valdés-Bango A., Carmen
Amaralis Vega, Josep Vilaplana, Miguel Ángel Zapata y Lina Zerón.


 EN CONGRUENCIA CON NUESTRO PROYECTO, TODAS LAS GANANCIAS
      QUE GENEREN LAS VENTAS DEL LIBRO, SERÁN DONADAS A:




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ENTREVISTA CON ANTONIO GÓMEZ
Por: Emilia Oliva y Puerto Gómez Corredera

Tenemos hoy el placer de conversar con Antonio Gómez, poeta visual y artista
experimental, que ha sabido hacerse un hueco entre las figuras ineludibles del
panorama español de poesía experimental. Se caracteriza por hacer dialogar con
maestría distintas parcelas artísticas de las que surgen los híbridos de poema
visual, poema-objeto, poema-acción, poema-montaje. Le gusta jugar con la
imaginación, sugerir, mostrar para abrir nuevas vías de reflexión y sacarnos de
la rutina en la que vivimos inmersos. Se ha dicho de él que no necesita la
palabra y que sus obras desbordan el formato del libro. De lo que no cabe duda
es que para este creador mirar y ver no es más que otra forma de leer.


1.- Antonio, tus comienzos están en Cuenca donde naciste antes de establecerte
en Mérida. Allí formaste un grupo llamado Grupo de Cuenca. Explícanos cómo
empezó tu amor por la poesía experimental y cuáles fueron tus primeras
creaciones.

A.G.- A finales de los setenta ser un joven inquieto en una pequeña ciudad cuya
oferta cultural era muy limitada hizo que me convirtiera en asiduo de todos los
eventos que en ella se daban, la circunstancia de que en aquellos años se
instalaran en Cuenca muchos creadores en torno al Museo de Arte Abstracto,
potenció en mí actividades que nunca me hubiera planteado en otra ciudad.
Fueron años intensos en los que de una manera autodidacta, anárquica y
desordenada me planteé distintas disciplinas creativas, escribir poesía era la
más satisfactoria. Mi afición poética me relacionó con Carlos de la Rica, poeta y
editor del TORO DE BARRO, una de las pocas editoriales dedicadas exclusi-


                                       5
En sentido figurado – Revista literaria


vamente a poesía de la época. Libros prestados, sus conversaciones y el conocer
gracias a él, a Ángel Crespo -que ya había traducido a los poetas concretos
brasileños- hizo que prestara atención a otro tipo de poesía distinta a la que
venía practicando. También fue importante asistir a la última conferencia que
Julio Campal dio en Cuenca 18 días antes de su muerte.

El grupo de Cuenca surgió por la necesidad de mostrar públicamente nuestras
experiencias poéticas, lo formamos Luis Muro -pintor- , Carlos de la Rica, Jesús
Rojas y yo que llegábamos desde la literatura. De aquellos años quedan los
recuerdos de tres exposiciones y la publicación de mis dos primeros libros, ¨20
poemas experimentales y ¨……...y por qué no si aún quedan margaritas¨

2.- Te proclamas autodidacta, pero ¿cuáles han sido tus maestros? ¿quién te
inspira?

A. G.- Autodidacta solitario durante mucho tiempo, sin poder compartir dudas
o hallazgos. Maestros, maestros pocos, quienes hicieron que me iniciara en esta
práctica fueron los ya citados Carlos de la Rica y Ángel Crespo, ellos me
descubrieron la obra de Joan Brossa con quien expuse por primera vez en el año
1971 en Cuenca. Brossa ha sido el maestro de varias generaciones.

3.- Desde entonces has hecho mail art, happening, objetos, poesía visual,
gestual, corporal, fónica, libros de artista. De todas estas manifestaciones ¿con
cuál te sientes más identificado?, ¿de cuál conservas un recuerdo más grato?

A.G.- Desde entonces no he dejado de escribir, lo que ocurre es que a la
escritura han ido incorporándose otras manifestaciones. Mis poemas con el
tiempo se fueron acortando en extensión, he incorporado imágenes y más tarde
objetos. Sin saber lo que estaba haciendo empecé a practicar el mail art.
Realizando el servicio militar en Madrid me escribía a mí mismo a Cuenca,
utilizaba cartones, tarjetas coloreadas, plásticos, y como sellos colocaba las
antiguas pólizas del estado y sellos dibujados, nunca utilicé remite, cuando
volvía a Cuenca de permiso siempre era una sorpresa descubrir los envíos que
habían conseguido llegar. Practiqué los happening y acciones con frecuencia
después de haber asistido a los Encuentros de Pamplona en el año 1972,
abandoné esta disciplina a finales de los setenta hasta hace unos años que he
vuelto a retomarla. Suelo utilizar todas las manifestaciones poéticas, la que cada
obra requiere y me siento más identificado con los poemas objeto simplemente
porque son los que más satisfacciones me han proporcionado.

4.- Llegaste a la poesía visual desde la discursiva y es esta primera la que te ha
dado a conocer. Sin embargo tú no has olvidado tus primeros amores y sigues
escribiendo poesía discursiva. ¿Lo haces para demostrar que los poetas
visuales son « poetas » con todas las de la ley y que cambian de un género a
otro sin problemas? ¿Qué te permite expresar la poesía discursiva que no
alcanza a decir la visual?¿Consideras que poesía visual y poesía discursiva son



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las dos caras de un procedimiento creativo complejo que las hace
complementarias?

A.G.-Mi poesía discursiva es la responsable de toda mi evolución, ella fue la que
poco a poco hizo que descubriera este lenguaje experimental. También ella ha
cambiado en estos años, se ha transformado en muy poco discursiva: los
poemas cada día son más cortos, suelo practicar el haiku y, aunque me atrevo a
decir que el idioma universal con más futuro es el visual, todavía quedan cosas
que sólo se pueden expresar con palabras. No son complementarias. Son
frecuentes los poetas experimentales que llegan de otras disciplinas y no
necesariamente escriben poesía y también son menos los poetas discursivos que
se acercan a la poesía experimental.

5.- Utilizas lo cotidiano, lo que nos rodea, para crear tus obras. Das una gran
importancia a lo rutinario elevándolo a arte, ¿cuál suele ser el proceso de
creación de tus poemas?

A.G.-La continua práctica ha producido en mí una llamemos deformación
profesional, inconscientemente suelo mirar todo lo que me rodea con una
actitud de posible utilización poética. Esa mirada hace que muchos poemas sean
encontrados, una noticia, un objeto al ser tratado bajo esta mirada proporciona
la obra inmediatamente. Otra forma de trabajo es cuando surge la idea pero no
dispongo del material para realizarla, en estas ocasiones la anoto a la espera de
encontrar todo lo necesario para desarrollarla.

6.- Todos coinciden en afirmar que eres un hombre tranquilo y silencioso y sin
embargo tus acciones demuestran lo contrario. Recuerdo « Golpe sobre golpe.
Soneto a martillazos » en el que repartiste una foto tuya entre el público para
que le asestasen tantos golpes de martillo como versos contiene el soneto o « El
tocador de pitos » en el que has recorrido la geografía española con tus
pitadas y obteniendo certificados que lo prueban. ¿Cómo explicas esta doble
faceta?


A.G.- Sí es cierto que soy tranquilo pero eso lo único que asegura es que afronte
las situaciones con tranquilidad. Hay acciones tan evidentes y naturales que no
requieren esfuerzo, simplemente realizarlas como un acto cotidiano más. De las
que no controlas el resultado porque intervienen en ellas otras circunstancias, si
las afronto con tranquilidad y con varios posibles desenlaces, esto te da tanta
seguridad que el resultado casi siempre es creíble.

7.- Precisamente en « El tocador de pitos », utilizas como elemento
protagonista el silbato. Después de haberlo utilizado durante catorce años
como representante sindical, lo descontextualizas de su función protesta o de
la utilización de los árbitros o del juego de niños, para darle una nueva vida.
¿Contra qué protestabas con esta nueva forma de utilizarlo?



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En sentido figurado – Revista literaria


A.G.- No suelo ser directo en mis obras, prefiero sugerir a decir. En mi infancia
el pito, el silbato era un juguete que los niños nos fabricábamos con cañas, con
huesos de melocotón o acoplando las manos una con otra y soplando. No volví a
utilizar un pito hasta mi etapa sindicalista. Mi manía de guardarlo todo para
una posible reutilización hizo que acumulara un buen número de pitos, todos
habían sido utilizados reivindicando derechos o protestando por injusticias.
Reutilizarlos era un reto. Piensa que un pito utilizado en una manifestación ante
un Gobierno Civil vuelve después de años a ser tocado de una manera lúdica
ante un grupo de alumnos de un instituto. No pretendía protestar en mi
segunda tocada; resumiendo, sólo intentaba ampliar las posibilidades
comunicativas de un simple pito.

8.- He oído que tu casa parece un museo de obras artísticas, sé que anotas
cada acto que haces, pides un certificado de cada pitada ¿Tienes alma de
coleccionista?

A. G.- Mi gran problema es el espacio físico, mi casa es un contenedor de
cientos de obras artísticas en archivadores, carpetas, cajas de zapatos… puedes
encontrar además de documentación, verdaderas joyas. También la biblioteca
sobre poesía experimental, revistas ensambladas, libros objeto, mail art, etc.
Suele ser visitada por estudiosos y especialistas. Lo de los certificados solamente
los solicitaba durante el trabajo realizado como tocador de pitos, es interesante
ver junto a la documentación gráfica cómo ayuntamientos, museos, galerías
institutos, etc. dan fe de que, en un día concreto, un tal Antonio Gómez estuvo
allí tocando el pito.

9.- Pareces tener una preocupación casi pedagógica por la poesía: das
conferencias, charlas, vas al encuentro del público, pero ¿no encuentras una
dificultad a la hora de conceptuar un arte tan cambiante y polifacético?

A. G.- Lo mío es casi militancia, he dedicado mucho tiempo a dar explicaciones,
primero a los más cercanos, a los amigos. El público que visitaba alguna
muestra casi siempre era hostil, te pedía explicaciones y tenían que ser
convincentes. Por estos antecedentes encontrarte ahora con un público cercano
y hasta motivado hace que la labor de difusión sea recompensada. Suelo hablar
de mi experiencia, de mi propia evolución, incluso de los errores cometidos, al
fin y al cabo, son los que me han hecho avanzar.

10.- Te has convertido de algún modo en el referente externo de Extremadura
en lo que a experimentación se refiere. Sobre todo después de tus sucesivas
participaciones en las Ferias de Arte (Foro Sur, Arco). De la obra única,
realizada enteramente por ti, los poemas objetos notablemente, has pasado a
la obra seriada elaborada con la ayuda de especialistas de distintos sectores,
distribuida y vendida en distintos mercados. Pudimos ver obras hermosísimas
en Edita 09. ¿El viejo ideal del arte por el arte ha dado paso al arte como
medio de vida? ¿La mercantilización del arte no entra en conflicto con la



                                          8
demonización del capitalismo que se esgrime desde un amplio sector de
artistas? ¿El coleccionismo no es burgués, de ricos, por definición?

A. G.-Mi cercanía con las publicaciones viene desde la época de la vietnamita y
la multicopista, para mí la aparición de la fotocopiadora fue la solución ideal
para difundir mis obras durante muchos años. En un momento dado por
amistad empiezo a colaborar con otros creadores: pintores, fotógrafos, músicos,
diseñadores etc. y esto hace que surja otro tipo de obra, que cambia también la
forma de ser mostrada o distribuida. Son muchos los proyectos en los que he
participado, la mayoría deficitarios económicamente, en los últimos lo que
pretendo es que no me cuesten dinero. Me resisto a llamar mercancía a mi arte
y dudo que prolifere ese coleccionismo burgués, de ricos, si esto fuera así habría
muchos creadores viviendo de sus obras. Yo me considero coleccionista de
variadas creaciones artísticas, y salvo el primer grabado que compré a plazos en
el año 1972 (1500 pts) ha sido muy poco el capital invertido, lo que sí he
practicado, y mucho, ha sido el cambio, el trueque.

11.- Cuando empezaste en poesía experimental no interesaba mucho, incluso te
ha obligado a convertirte en tu propio representante. Desde entonces has
recorrido un largo camino y ahora compartes espacio en los análisis de poesía
experimental junto a los históricos del movimiento. ¿Cuál es a tu parecer el
estado actual de la poesía en España? ¿Qué echas en falta? ¿Hay suficiente
crítica y mediatización? ¿Institucionalmente empiezas a encontrar apoyos?

A. G.- Todo lo minoritario es complicado difundirlo, pero si además es
marginal mucho más. Las circunstancias de difusión actuales eran impensables
hace 40 años. La poesía experimental española ha logrado alcanzar un
reconocimiento por creadores no practicantes, por editores, por enseñantes, por
galerías, por museos, etc. Ha cambiado también la actitud del lector-espectador
hacia ella, al menos se sabe que existe, que se practica y que cuenta con fieles
seguidores. Se echa en falta una crítica especializada, no somos los poetas que la
practicamos los críticos ideales. El apoyo institucional ha sido importante para
alcanzar el conocimiento y la difusión que hoy goza.

12.- Heredero de las posiciones de poesía comprometida en la época
franquista, la de Brossa por ejemplo, en tu obra actual continúas esa
trayectoria, como en la acción del Museo Vostell con la bandera de EEUU en
cuyo reverso ondeaba una bandera pirata. Sin embargo, tu obra sobre
Extremadura está lejos de tener ese carácter corrosivo. Por ejemplo, el poema
visual con los nombres de los periódicos «Extremadura Marca Hoy La
Vanguardia» debió halagar no poco al poder autonómico. El artista de ahora
frente a los artistas del periodo franquista ¿nadan y guardan la ropa? o ¿es
que han desaparecido los abusos de poder en Extremadura?

A. G.- Resido en Extremadura desde 1978 y toda mi poesía desde ya antes de
esa fecha es puro compromiso, creo que he sido coherente y no se me puedan
adjudicar concesiones. Siempre estuve dispuesto, gobernase un partido u otro, a


                                        9
En sentido figurado – Revista literaria


colaborar y trabajar en proyectos culturales. Mi obra personal se mueve por
otros motivos, la necesidad de manifestarme la marca el día a día con todo lo
que la actualidad conlleva. Lo de nadar y guardar la ropa no me lo explico en un
creador, en un artista libre e independiente. Pienso que el poder nunca será
justo, se debe pelear porque la política cultural atienda todas las
manifestaciones y necesidades aunque sean minoritarias. Como creador
reconozco que cuando no se atiende como quisiéramos nuestra actividad nos
sentimos maltratados. El poder tiene las mismas características en todo el
mundo. Refiriéndonos a política cultural, hablar de abusos de poder en
Extremadura me parece excesivo, las necesidades son muchas y es la escala de
valores para enfrentarse a ellas la que puede crear opiniones opuestas.

13.- He leído que has dirigido incluso obras de teatro, todas ellas
vanguardistas (Brecht, Beckett) ¿Cuál era tu fin? ¿Por qué abandonaste tal
actividad para centrarte en la poesía?

A. G.- El teatro fue muy importante para mí en los años 70, tan decisivo en mi
vida que abandoné los estudios por subir a un escenario. En aquellos años no se
contaba con la infraestructura teatral actual y montábamos un espectáculo
sabiendo que con un poco de suerte se representaría en tres o cuatro ocasiones.
Dirigí, actué y conseguí publicar mi obra “Agonizando”. Tengo totalmente
abandonado el teatro, en la actualidad lo paso muy mal si asisto a una obra, no
puedo evitar imaginarme interpretando alguno de los papeles representados o
cómo resolvería ciertas escenas.

14.- En el OVUM10TDS (Reunión de artistas con acciones en las calles de
Tarragona), retomaste la idea del “Soneto a martillazos” y propusiste una
nueva acción titulada «Tú también puedes golpearme» en la que Paco Muñoz
sostenía un cojín con tu foto pegada y se la proponía a los paseantes para
golpearla. Un ejercicio propuesto durante la romería «Desperta Ferro» (era
uno de los gritos de guerra entonados por los almogávares antes de la batalla
contra los musulmanes). ¿Buscas una profundización de sentimientos bajo el
efecto anonimato o de grupo, una liberización de los fantasmas personales o
simplemente intentas poner de manifiesto un modo de relacionarse con la
realidad?

A.G.- Casi todas mis obras reflejan siempre una realidad. Menos físicamente he
sido golpeado infinidad de veces y de las más diversas maneras, aclaro que no es
masoquismo lo que inspira esta obra, es simplemente otro intento de relación
con el público. Los golpes recibidos de esta manera se pueden considerar como
caricias, saludos o abrazos. Casi todos los que han participado en esta acción
son amigos o conocidos, que saben que en una acción colectiva la participación
es necesaria para que funcione, cada puñetazo directo a mí careto era un verso
más del poema colectivo.




                                          10
15.- Sin embargo, el resultado no fue siempre el pedido, aparte de los
puñetazos, recibiste abrazos y besos. ¿Sorprendido? ¿Qué papel concedes al
público en tus obras?

A.G.- El público es soberano y me parece muy bien que no atienda lo que se le
dicte. Yo pedía participación, pedía golpes, pero participar con abrazos y besos,
está claro que es otra posibilidad. Lo importante de esta obra es que haya sido el
resorte para que alguien se planteara pegarme, darme un beso o un abrazo.

16.- Mucho se habla de tus performances que son quizá las más llamativas,
pero también posees una parte de tu obra que es más intimista, háblanos de
ella.

A.G.- Después de años sin practicar performances he vuelto más tranquilo y
relajado que en mi primera etapa, pero sí es cierto que han llamado la atención
porque la mayoría de mis compañeros no conocían esta faceta mía y les ha
chocado este trabajo. Tengo trabajos de este tipo que están planteados para
poco público, incluso algunos los he realizado solo, quedando como documento
la grabación del hecho.

17.- En esta búsqueda de nuevos lenguajes y nuevas maneras de codificar la
realidad. ¿Qué no has hecho todavía? ¿Cuál es tu nuevo reto?

A.G.-Aunque tengo alguna colaboración musical, hasta una ópera, siempre,
siempre estas búsquedas han sido por empeños personales de amigos músicos,
yo sólo me he dejado llevar de su mano, hablar, comentar ideas e intentar
reflejarlas en texto o visualmente. Me hubiera gustado tocar algún instrumento
y tener mejor oído musical. Como reto aquí estoy peleándome con las nuevas
tecnologías que me traen de cabeza, sólo utilizo el ordenador como máquina de
escribir y para enviar correos. Soy de la vieja escuela, del recorta y pega, del
letraset, no sé si podré con las oportunidades que oferta la tecnología.

Gracias Antonio por la generosidad que nos muestras al dedicarnos tan
agradable momento y permitirnos nuevamente conocerte un poco más. Desde
ESF, que empieza ya a ser un poco tu casa, te deseamos que los éxitos
continúen. Estas puertas estarán siempre abiertas para ti.


España, 2009
©Derechos reservados

Imagen:
©Antonio Gómez. España.




                                        11
En sentido figurado – Revista literaria


ESPECIAL PIE DE FOTO




FUERA DE FOCO

“Me gusta todo de ti:
tus ojos de fiera en celo,
el filo de tu nariz,
el resplandor de tu pelo.”

–J. M. Serrat–

Los de tu especie… o género, qué sé yo de formulismos biológicos, suelen ojear
con descaro pero hay algunos, y seguro que estás entre esos, con mucha mayor
audacia. Arrojan la mirada como latigazo hirviente que escalda la piel más
férrea. Y así, transparentan su deseo en forma tal, que es fácil (e intenso, habrá
que admitirlo) imaginar cómo la sangre acude a la convocatoria y a veces, ni
siquiera es necesario ante la veracidad, o voracidad del hecho. Sí, los como tú,
ajustan el maxilar y salivan, lubrican atmósferas y acortan distancias, remontan,
sobre el estertor de su presa, las tempestades que preñan los pliegues del
esqueleto. Los ejemplares de tu clase son machos de excepción y privilegio que
humectan la nariz, muestran la lengua y rastrean y alborotan y enardecen los
instintos y los afanes que se ocultan dentro de una vejiga de minucioso recato.
Me gustas, tendrías que saberlo, me excita simplemente concebir tu ataque y
tanto, que te arrancaría del paisaje para saciarme y saciarte. Pero no, no soy una
perra, literal o figurada, sigue en lo tuyo y deja que esta locura se pierda tras mi
investidura de dama.

José Gutiérrez-Llama
México, 2009
©Derechos reservados



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¿ME GUSTA TODO DE TI?

Me gusta todo de ti, algunas partes del todo.
Tu piel, tu brillo, tus ansias
la mirada fija cuando observas
la serenidad de mi cuerpo desnudo.

Del todo siempre me asusta
la otra voluntad impuesta a diario
la parsimonia entre uno y otro ladrido
la convicción del somos libres aunque presos.

Me gustaba antes de ti...
-ahora deploro-
ser el centro y el sur de tus delirios
hombre-animal, manso y muy fiero.

Una pena que te falten dos patas
desperdicio que no hayas nacido perro.

Judy García Allende
Puerto Rico, 2009
©Derechos reservados

Imagen:
©“Me gusta todo de ti”, de Josep Vilaplana. Andorra, 2009.




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En sentido figurado – Revista literaria




EL ARREPENTIMIENTO

Cuando a Carlitos le mandaron hacer un trabajo de Religión, él, que ya a su
corta edad era imaginativo y apuntaba maneras, escribió: “En el último
momento, antes de expirar, Cristo pudo ver los siglos de historia que el hombre
realizaría con su libre albedrío, en ese instante, con gran pesar, se arrepintió de
todo cuanto había sufrido y sólo le consolaba saber que su Padre, al menos, lo
resucitaría al tercer día”.

El profesor de Religión, al leer su trabajo, tuvo una larga charla con Carlitos
para demostrarle pacientemente que ese arrepentimiento no podía ser de
ninguna de las maneras, que aunque fuesen pocos quienes realmente se
salvaran, la muerte de Cristo había valido la pena, pues el mensaje de Cristo es
el amor. Carlitos no comprendió entonces por qué el hombre había optado
durante toda su larga trayectoria por la destrucción y el odio. Finalmente, tuvo
que repetir el trabajo y hacer un resumen de uno de los Evangelios. Carlitos
incide de nuevo en el arrepentimiento, pero esta vez describe un desconsolado
arrepentimiento, pues Cristo no espera siquiera, que su Padre lo resucite al
tercer día.

Ana Isabel Alvea Sánchez
España, 2009
©Derechos reservados

Imagen:
©Pedro Herrero. Barcelona (España), 2009.




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ELECTRIZANTE

“La belleza es convulsiva o no es nada en absoluto”
–André Breton–

Caminaba sin sentido, cosa no extraña. Ocurre tanto en este mundo sin un
sentido determinado -la vida misma dirían algunos filósofos-, que en realidad lo
único que parece señalar una dirección específica es el arroyo de las avenidas y
eso, es de suponer, se debe a alguna previsión puntual de las compañías
aseguradoras para evitar más catástrofes en sus finanzas. El caso es que a
diferencia de esto, las aceras no indican si son de ida o regresan, o si las vueltas
a la izquierda están prohibidas del todo, o si existe limitación en cuanto a la
velocidad máxima para transitar sobre ellas. Así que, postrado en un profundo
desgano, al llegar a la esquina dobló de súbito sin precaución. Por supuesto que
un acto de semejante imprudencia trae consigo -las más de las veces-, alguna
consecuencia, y esta no fue la excepción. La colisión de frente con aquella mujer
era irremediable, no había el mínimo margen de maniobra para evitarla. Apenas
tuvo tiempo de mirarla a los ojos antes de cerrar los suyos en preparación al
encontronazo. El efímero vistazo bastó para saberla hermosa, o más aún. Dice
Hegel que la belleza es la manifestación sensible de la idea y sin duda, aquella
mujer cuadraba dentro de sus ideas más sensibles y manifiestas. Con
caballerosidad no hizo nada por protegerse del golpe, simplemente se dejó llevar
hacia lo inexorable. Para su sorpresa no hubo la sacudida esperada contra la
cabeza, costillar, esternón, rodilla o cadera; de hecho, la cruzó por en medio con
suavidad. Tampoco estuvo ahí, la sensación viscosa y acolchonada de las
vísceras tibias. Sobrevino, únicamente, la serenidad vibrante que nunca antes
experimentó. Tres pasos más y se detuvo sin entender lo sucedido. Giró sobre su
eje tras la mujer, la detuvo del brazo y encandilado en sus ojos preguntó: “¿Eres
un ángel?”. Ella sonrió y la sonrisa fue en sí misma una respuesta; nadie suele ni
puede concebir un ángel con semejante sensualidad. Luego, la mujer le acarició


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En sentido figurado – Revista literaria


y murmuró: “Soy tu locura”, y la adjetivación de esa frase retumbó en sus
adentros como un pulso más.

“¿Cómo te llamas?”, “¿Dónde estás?”, “¿Cuántos años tienes?”, “¿Sabes quién
soy?”, le preguntan los médicos reiteradamente mientras observan el extravío
de sus ojos y la baba cristalina que columpia en su mentón. No hay reacción,
desde hace tanto que no la hay, que parece sin sentido continuar la terapia. Aún
así -ocurre tanto en este mundo sin un sentido determinado- le plantan los
electrodos. El hombre no los escucha y ni siquiera da cuenta de ellos. Hace
tiempo vive un tórrido y alucinante romance con una mujer más que hermosa y
camina decidido y en dirección a otro de sus electrizantes orgasmos…

José Gutiérrez-Llama
México, 2009
©Derechos reservados

Imagen:
www.imagesgoogle.com.mx




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MÁS ALLÁ DEL AMOR

Yo llevaba muerto muchos años, pero sentía curiosidad por saber si la mujer con
quien había compartido mi vida seguía viva y qué tal le iban las cosas. Me
dijeron que esa curiosidad no tenía sentido, que nada lo tenía después de haber
muerto. Pero yo sólo quería saber si ella se encontraba bien. Ellos insistieron en
que era inútil insistir, que si ella vivía no podríamos entrar en contacto y que si
había muerto tampoco. Me repitieron que todo había acabado y que nada
podían hacer al respecto. Sin embargo, la ansiedad por recibir noticias de mi
amada iba en aumento de manera imparable y no pensaba renunciar a mi
propósito. Al final tuvieron que admitir que tal vez yo no había muerto del todo.
Supongo que el sobresalto fue tan violento que acabé por despertarme.

Mi mujer dormía plácidamente a mi lado, en la oscuridad, con el pelo revuelto y
la sábana cubriéndole apenas la cintura. La abracé con insistencia hasta que ella
despertó, y le hice el amor como si la acabara de conocer. Luego le confesé que
había tenido una horrible pesadilla, en la que la echaba mucho de menos. Por su
parte, ella también había soñado algo muy extraño, según me dijo. Alguien, al
parecer muy obstinado, la perseguía sin descanso para saber cómo vivía y todo
lo demás. Cuando le pregunté quién era esa persona me dijo -entre bostezos-
que no lo recordaba, pero que cuando yo la desperté estaba a punto de lograr
que la dejara en paz.

Pedro Herrero
Barcelona (España), 2009
©Derechos reservados

Imagen:
©Pedro Herrero. Barcelona (España), 2009.




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En sentido figurado – Revista literaria




POR PURA CURIOSIDAD

Una multitud arremolinada se apretaba a su alrededor devorando el espectáculo
con entusiasmo febril. Levantaban los brazos, agitaban los puños y lanzaban
aullidos ensordecedores. La atmósfera galvánica e irrespirable le hacía hervir la
sangre lanzando su corazón a galope. Dio unos pasos atrás en medio del tablado.
Alguien le empujó, cayó de rodillas y sintió una presión en la garganta. Un frío
aterrador electrificó sus músculos. Cerró los ojos, pero seguía oyendo a aquella
marea enardecida. ¿Cuántos segundos más la escucharía después que la
guillotina le hubiera seccionado el cuello?

Puerto Gómez
Francia, 2009
©Derechos reservados

Imagen:
©Pedro Herrero. Barcelona (España), 2009.




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SEGUIR LA CORRIENTE

El agua empezó a empaparle el pelo y a mojarle la cara. Era uno de esos días
tristes y lluviosos que a Julia no le gustaban. Con los ojos cerrados, ofreció su
rostro a las gotas que se estrellaban sobre su piel y le proporcionaban un suave
masaje. ¡Ojalá pudieran limpiarle el alma, que tenía tan gris como el cielo ! Se
quedó así un rato, inmóvil. No estaba tan pendiente del reloj como al principio,
cuando la contrataron. ¿Para qué correr? Unos minutos de más o de menos no
iban a cambiar nada. Ya no creía que la posición de la empresa en el mercado
mundial, los beneficios o la confianza de los accionistas merecieran tanta
abnegación como demostró a lo largo de los últimos veinte años. La idea de que
su divorcio pudiese tener algo que ver con todo ello asomó tímidamente en su
mente pero enseguida la ahuyentó quitándose el agua de la cara con la mano.
Abrió los ojos y le invadió una extraña pesadumbre al observar cómo las gotas
que resbalaban sobre sus pies renunciaban a sí mismas para fusionar con las
demás, creando unos hilillos de agua que a su vez iban a aumentar el caudal de
unos pequeños riachuelos que huían veloces por el suelo. Eso era ella, una de
esas diminutas gotas anónimas. Y al igual que todas, terminaría en las
alcantarillas. Fugaces pero nítidas imágenes del funeral de su madre empezaron
a desfilar en su mente, con su séquito de emociones que le ennegrecían más aún
el alma. El coche fúnebre demasiado rutilante delante de la iglesia, las manos
abiertas del cura implorando el cielo, la alta y solemne reja de hierro del
cementerio, la comitiva caminando en silencio entre cruces y lápidas, el ataúd
tragado por la tierra, sus hijos rodeándola. Esbozó una sonrisa entre dulce y
amarga. Esparcidos por Europa por razones laborales o sentimentales, ya
habían vuelto a sumergirse en sus vidas respectivas.

Cerró bruscamente el grifo de la ducha y se quedó mirando sus pies hasta que el
último hilillo de agua se hubiera desvanecido. Entonces posó una mano en el
hombro opuesto, y con gran meticulosidad la deslizó por todo el brazo, expul-



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En sentido figurado – Revista literaria


sando despiadadamente las gotas que ahí permanecían. Hizo lo mismo con el
otro, con sus pechos, su vientre y sus piernas.

Salió de la ducha, dispuesta a hacer frente a su reflejo en el espejo.

Christian Peytavy
Pau (Francia), 2009
©Derechos reservados

Imagen:
©Pedro Herrero. Barcelona (España), 2009.




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SU MEJOR AMIGO

No me cabe la menor duda, lo que Dios dijo fue amaros con furia, todos contra
todos y Él, para dar ejemplo, se convirtió en el mayor y más lujurioso amante.
Estoy firmemente convencido que los únicos responsables de la posterior
deformación, los que manipularon el mensaje divino que llevamos grabado en la
entrepierna, fueron los feos. Toda la cultura cristiana no es nada más, ni nada
menos, que una enorme revuelta de feos. Gente poco afortunada, triste, cansada
de escuchar música y no saber bailar. Estos son los verdaderos culpables,
coleccionistas de suspiros que para aliviar su tristeza creyeron que lo mejor sería
despedir a la orquesta. Absurdos notarios dando fe de nada, con su caudal de
sangre miope corriendo por sus venitas de papel.

¡A ellos y sólo a ellos les debemos el gran bostezo!

Y es que esta noche, Silvia está deslumbrante con su vestido blanco. Tan
inalcanzable como el Paraíso para alguien como yo, su mejor y más feo amigo.

Josep Vilaplana
Andorra, 2009
©Derechos reservados

Imagen:
©Josep Vilaplana. Andorra, 2009.




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En sentido figurado – Revista literaria




¿TARDE?

...qué tarde... esta vez sí que llego tarde... no debí dejarme liar así...
¡¡¡¡¡¡¡¡pipipi!!!!!!! y encima me dejo atropellar... Me tiene intrigado ese
hombre...va despistado...casi le pilla ese coche y él ni siquiera se ha inmutado...los hay con
suerte...pero es que esa chica tiene un no sé qué que me vuelve loco... gabardina
arrugada, pelo despeinado, cigarrillo apagado en la boca... obviamente, no debe haber una
mujer esperándole en casa... Antonio, no te olvides las pastillas...
laspastillaslaspastillaslaspastillas... seguro que las olvido... y su pelo... mmm...
me enredo, me pierdo, me olvido... las pastillas las pastillas...
ninoninoninoninoni ¿por qué no la dejan pasar? si fueran ellos los que iban
dentro... ...¿la tendrá en el hospital? no deja de mirar esa ambulancia... tal vez él pasó por
una experiencia similar en el pasado y le trae recuerdos... malos recuerdos... o tal vez observa
la profesionalidad del conductor que sortea los coches-obstáculos con una facilidad
asombrosa... qué tarde... hoy no me libra ni una buena excusa: verá, jefe, es que
ayer me llamaron del hospital y... ¿dónde irá? parece que tiene prisa pero... cómo
huele su pelo, y su piel, tan suave, azabache y seda... ¡oye, tú! vaya con el
chaval... si es que ya no se respeta nada... vaya encontronazo... si mirara por dónde
va, no chocaría con la gente de esa manera... las nueve y veinticinco... De nada,
señora... y ahora se detiene a hablar con una anciana... vaya con el señor, se va sin reloj,
nada menos que de oro macizo, de esos que ya no se hacen... pues que no alardee demasiado
que el día menos pensado se lo roban... ¿qué estará haciendo ahora? me la imagino en
la penumbra... deslizando cada una de sus prendas, suavemente, con delicadeza,



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por la tersura de... las pastillas, Antonio, las pastillas... pues sí que tiene prisa
porque ahora ha empezado a correr...¿para entrar en una farmacia?...¿¿¿???

Lourdes Bueno
USA, 2009
Derechos reservados

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En sentido figurado – Revista literaria




TIC TAC

Bajo la ventanilla y enciendo un cigarro más. El quinto desde que recibí tu
mensaje. Oír el tono de alerta de mi móvil, leer en la pantalla tu nombre,
Alejandro, saber que quieres verme, que nos citamos… en todo eso pienso
mientras el enredo del tráfico desacelera nuestro encuentro.

Miro el reloj en el salpicadero, luego compruebo en mi muñeca que sí, que llego
tarde y pienso en las ganas que tengo de que tomes mis manos, que brillen tus
ojos al mirarme, que revivamos aquello que teníamos pendiente desde la
semana pasada.

Pienso en eso y no en lo que debo. Tiro la colilla a la calzada, subo el cristal y me
recreo imaginando tu sonrisa al recibirme, tus besos, tu voz regalándome alguna
palabra agradable.

Freno en seco. El coche se cala. Una pareja pasa corriendo delante de mí.
Cogidos de la mano, felices, mirándose el uno al otro, con el aura que la
catástrofe del amor ilumina a los enamorados.

Arranco de nuevo. En menos de cinco minutos he llegado. Noto el nudo del
estómago mientras entro. La desazón sigue ahí cuando pulso el número de
planta en el ascensor y es cuando recuerdo que me has tenido en vilo siete largos
días, comprobando coberturas, anhelando tu llamada, queriendo esas migajas
que tan tacañamente me cedes. Pienso en que te quiero, pero en que
desapareces todos los fines de semana, sin una palabra, sin una explicación.

Me miro al espejo de esa caja tan estrecha que me asfixia y no me gusta lo que
veo. Mi mirada es joven, pero no es feliz. Me doy cuenta de que no sirvo para
esto.


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He llegado al rellano donde está tu habitación. Sé que estás ahí, esperándome,
con una botella de cava preparada y alguna acertada flor con la que recibirme.

Apoyo mis manos en la puerta y creo reconocer tu presencia tras la madera.
Cierro los ojos un instante y decido. Regreso al ascensor, dejo el hotel, entro en
mi coche y miro de nuevo el reloj. He decidido cambiar mi rumbo. Vuelvo al
tráfico y su ajetreo envuelve mis sollozos. Mi móvil suena y no necesito mirarlo
para saber que eres tú. Mi móvil suena… pero no necesito responderte para ser,
al fin, yo.

Valeria Tittarelli
España, 2009
©Derechos reservados

Imagen:
©Pedro Herrero. Barcelona (España), 2009.




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En sentido figurado – Revista literaria




EVIDENCIAS

Ismael se alarmó al no encontrar en casa a Carol, su mujer. Eran casi las nueve
de la noche y ella, que siempre llegaba antes de la oficina, solía estar
esperándole para cenar. Algo grave debía de haber pasado para irse sin avisar.
Ni siquiera parecía haber dejado una nota antes de salir.

Se quitó la americana y, junto con el maletín, la dejó, sin miramientos, en una
silla del comedor. Con premura, sacó del bolsillo del pantalón su móvil para
verificar que no tenía ninguna llamada perdida o algún mensaje pendiente que
leer pero sólo le sirvió para confirmar que no tenía noticias de su esposa.

Preocupado, fue a la cocina: no había dejado nada preparado. De hecho, no
parecía haber estado allí aquella tarde. Siguió adelante y llegó a la habitación de
matrimonio. Lo que allí vio no tenía sentido: su maleta estaba abierta sobre la
cama, con su ropa interior, tres camisas y un pantalón.

—¿Nos vamos? —se preguntó en voz alta sorprendido, asomándose a una parte
del armario que estaba abierta, la suya.

Dio una ojeada al cuarto y, en seguida, lo tuvo claro:

—¡Dios mío! —gritó angustiado cuando vio sobre su mesita de noche la cámara
de fotos de Carol.

“¡Lo sabe! ¡Quiere que me vaya!”, exclamó y su cara se desencajó ante lo que se
le venía encima. “Nos ha descubierto y quiere que me vaya. Ahí están las
pruebas por si quiero verlas. Esto es el final”, dedujo tomando el ingenio que le
había delatado y manipulándolo para ver exactamente qué había encontrado.
Pero tan nervioso estaba que sus dedos no eran capaces de dar con ninguna
imagen y, lanzando la máquina sobre la colcha, se dirigió al salón.




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No era capaz de razonar coherentemente. ¿Qué era lo que se esperaba de él en
esta situación? ¿Acabar de recoger sus cosas e irse? ¿Pedirle perdón por encima
de todo? ¿Negar lo sucedido? ¿Qué habían hecho sus amigos cuando les pasó?

En cuanto llegó se sentó de cualquier manera sobre el sofá, sin preocuparse por
que su camisa y su pantalón se arrugaran más de la cuenta, se aflojó la corbata,
e intentó relajarse. Pero no lo consiguió pues al estirarse topó con un folleto de
la cadena hotelera Marea, a la que pertenecían los hoteles que él y su amante
contrataban para sus encuentros amorosos.

“Esto también tiene un significado. Carol nunca deja nada por medio y si esto
está aquí es por algo. Sabe que nos vemos en estos hoteles. Lo sabe todo”,
razonó vencido.

Ismael se levantó y se dirigió al despacho que tenía en el piso de arriba. Cogió
su agenda y comenzó a anotar cuáles serían los pasos a seguir a partir de
entonces: conseguir un abogado, buscar piso, no salir demasiado trasquilado en
el juicio...

No pasó más de media hora cuando oyó que se abría la puerta de la calle. Se
levantó como una exhalación, bajó al recibidor y se lanzó, sin pensar, a los pies
de su mujer. No tuvo tiempo para ver que venía más guapa que nunca: con un
moldeado recién hecho, con una chaqueta turquesa que hacía juego con sus ojos
y con unos zapatos que le estilizaban las piernas, aún más si cabía.

—Lo siento, mi amor, no me eches de casa. Tu hermana no significa nada para
mí. No siento nada por ella, de verdad —sollozaba Ismael sin soltar ni por un
momento a su todavía esposa—. Te prometo que no la volveré a ver nunca
más...

Y allí estaba él, llorando a moco tendido, confesando su infidelidad a los pies de
Carol que, con una sonrisa congelada, agitaba en una mano, como un ave
sacudiendo las alas, dos billetes de avión para el día siguiente y en la otra una
reserva en un hotel de la cadena Marea, gentileza de la revista Corazón.

Montserrat Tomás García
Barcelona (España)
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En sentido figurado – Revista literaria




ERA UNA MUJER HERMOSA

“La duda no es una condición placentera pero la certeza es absurda”
–Voltaire–

Era una mujer hermosa, pero no de una forma común sino poseedora de una
hermosura insultante para las otras mujeres, fundamentalmente para aquellas
que se saben (o se creen) hermosas. Digo bien, para ese tipo de mujeres en
específico puesto que, por alguna extraña razón, las mujeres poco agraciadas
(bajo este eufemismo supongo encubrir su fealdad) en realidad más que envidia
por sus congéneres de extraordinaria belleza, sienten una especie de veneración
mediante la cual reverencian el ideal femenino. Por si fuera poco, traslucía en
ella la inocencia de una “Madonna” renacentista; binomio, desde luego, tan
irresistible como inverosímil, a no ser que se goce, unívocamente, de la
candidez que esa mujer parecía prodigar. ¿Parecía?, sí, parecía, y era ahí, en la
impotencia para reafirmar semejante apariencia, que residía mi tormento.

En realidad no creo ser un escéptico pertinaz que sospecha de todo pero
tampoco soy (sería repugnante) de esos incautos a los que es fácil burlar. Así
que, desde que la conocí, supe que algo en ese maravilloso conjunto, “inocencia-
belleza”, no encajaba. No era necesaria una inteligencia preclara para asegurar
que la belleza era real; era notable y notoria. Por tanto, el engaño (porque mi
intuición discurría hacia el engaño) estaba en el recato de su conducta, en la
sonrisa dispuesta, en la cristalina mirada o en su inagotable encanto. Entiendo
que el más rústico psicoanalista podría conjeturar infinidad de términos
chocantes y patologías para catalogar mi “enfermiza” actitud; simplificaré la
tarea y reconoceré mi obsesión por desenmascararla. Una vez despojado de
cualquier vestigio de pudor, debo decir que por meses la aceché como una
sombra, claro, con impecable discreción para que mi presencia pasara
inadvertida y así poder sorprenderla en medio del embuste. La seguí a cuanto
lugar acudió, preparado con el herramental fotográfico necesario para
documentar su tropiezo; uno nunca sabe cuál puede ser la reacción de una
hermosa mujer acorralada ni los encantos que es capaz de desplegar para torcer



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las historias. No, el asunto era trascendental y no daba espacio para la
omisión…

Aquel día parecía distinto; sin pecar de excesivo diré (como en los clásicos) que
el aroma de lo anormal gravitaba en el ambiente. A las dos de la tarde salió
vestida en forma casual; cabello recogido y lentes oscuros, subió al auto y fue
por los niños al colegio; normalmente era el chofer quien se encargaba de ello.
Los llevó a un restaurante de comida rápida, convivieron un par de horas y
regresaron a casa. Más tarde volvió al auto y se dirigió a un café donde encontró
a una amiga; beso por cada mejilla y amena conversación. Al poco, un
musculoso y enorme hombre de color se sentó con ellas. No era un encuentro
fortuito o inesperado de quien se acerca al flirteo; aguardaban por él. Una
nueva ronda de bebidas (ahora para tres) edulcoradas con sonrisas y miradas
atrevidas y entrecruzadas; bueno, con honestidad no es que esto sucediera en
medio del descaro pero para alguien suspicaz (como yo) resultaba patente.
Sobrevinieron algunos roces con las rodillas y la correspondiente persuasión
con ojos y labios. Mi cámara de repetición con su potente telefoto captó cada
instante con lujo de oportunidad y detalle.

Al tiempo que consumieron sus brebajes, consumieron mi serenidad; presentía
que, luego de tanto, al fin estaba en la antesala de atrapar a esa farsante y sin
embargo los acontecimientos no se desgranaban con la velocidad deseada. Mi
nariz, que apenas emergía por la ventanilla del auto, aspiró profundo. Con
cierta ansiedad me disponía a encender un cigarrillo cuando abandonaron la
mesa y solicitaron los autos al “valet parking”, o al menos eso pensé, hasta que
al llegar el vehículo del hombre, lo abordaron los tres. Quien era de mi interés,
mañosamente ocupó el asiento trasero. Como extraído de una película policíaca,
escondí la cabeza entre los hombros, me deslicé por el asiento para evitar que
me vieran, puse en marcha el auto e inicié la persecución… bueno, los seguí a
distancia prudente.

En medio de mi incredulidad tomaron rumbo hacia los suburbios de la ciudad,
sitio donde proliferan los rincones propios para los amores furtivos. Durante el
trayecto no pude evitar que mi imaginación volara hacia los más escandalosos y
truculentos sucesos ni tampoco fui capaz de impedir que el vacío estomacal
acreditara mi nerviosismo. La sudoración de las manos, la respiración
entrecortada y un extraño hormigueo retro-esternal afloraron cuando
súbitamente desparecieron de la carretera para entrar (a mitad de un frondoso
y húmedo bosque) en uno de esos santuarios llenos de villas e intimidad. Me
detuve para buscar la protección de la distancia. Eché mano del telefoto y los
observé bajar del auto y entrar, entre jugueteos, a la pequeña cabaña.

Con el entrecejo fruncido y el paladar amargo (la tensión siempre me produce
regurgitaciones ácidas), transité con el auto hasta donde la cautela lo permitió,
no sin antes haber dado al encargado del lugar una jugosa remuneración para
que me permitiera accionar con libertad y además, enmudeciera (odio las
preguntas estúpidas lanzadas a quemarropa que producen respuestas más


                                       29
En sentido figurado – Revista literaria


estúpidas aún, solamente capaces de satisfacer a un par de estúpidos
enfrascados en un diálogo que escala –por la estupidez– en forma vertiginosa).
A esas horas, pardeaba la tarde como un aliado que se unía a mi cruzada.
Cubierto por las sombras y el sigilo me acerqué a la ventana. Para mi fortuna
(aunque he de decir que frecuentemente ésta suele solidarizarse con la
perseverancia) una de las cortinas no sellaba al cristal del todo y abría un claro
suficiente para que entraran mis ojos. Supongo que ya habrá ocasión de relatar
(para los amantes del morbo) lo sucedido en la habitación, por ahora sólo diré
que mis sienes pulsaban al punto del quiebre y sin pensar en los niños, la
familia o qué sé yo cuánta cosa, disparé frenéticamente (un número
indeterminado de veces) la cámara fotográfica. Para recreo de quienes me
piensen enfermo, añadiré que en el fondo todo lo acontecido me produjo el
extravagante placer de saber que mis sospechas eran ciertas. En descargo (y en
justicia también) debo aclarar que clínicamente es común que las emociones
sadomasoquistas acompañen a la conducta obsesiva. Agotado y compulso
detuve la embestida. Inhalé profundo en busca de oxigenar mis pensamientos y
serenarme. En realidad ahí no restaba más por hacer. Con idéntica pulcritud
regresé al auto y de ahí, me dirigí a casa.

Esa noche delante del sicalíptico material impreso, confesaré que su tierna
mirada (colmada de cristalina belleza) me hizo vacilar en infinidad de
ocasiones. Pero no, no podía recular como un vulgar pusilánime de esos a los
que se les aguada el esqueleto como el pan en la leche. A esas alturas era claro
que únicamente tenía dos opciones: extorsionarla o recurrir a alguno de esos
“pasquines del corazón” para los que ocasionalmente trabajo. En realidad no
soy un delincuente, así que con la ética del mejor “paparazzo” descarté la
primera alternativa; de cualquier forma no había razón para exponer mi
reputación y prestigio.

Luego dormí como hace mucho que no lo hacía.

José Gutiérrez-Llama
México, 2009
©Derechos reservados

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                                          30
EL OJO DE LA DIOSA

                                                                  A Elisa Luengo

Antes de que los ojos fueran hechos para ver y los oídos para oír y el hombre
poseyera un órgano capaz de la palabra, Ishtar, la de la cabeza de pájaro, la
mujer-serpiente, soñaba el sueño del que duerme y su rostro se parecía al rostro
ciego de la muerte. Los ojos nada sabían de mirar ni las manos sospechaban la
caricia, pero un gran deseo de ver impregnaba la carne de la diosa y ella
incubaba un ojo para mirar su sueño.

Oculta en el cristalino acechaba su cuerpo impregnado ahora del aburrido azul
de su pupila y una profunda decepción de sí misma cristalizaba, como
excremento de mosca, sobre su carne sin mácula. ¡Tan monótonamente azul era
su sueño! La insignificante mancha se adivinaba más que se percibía en la
tornasolada transparencia que era ahora el cuerpo de la diosa, pero su atención
sobre aquel lunar que maculaba su rostro la irritaba. Iba y venía del azul
indistinto a la ínfima mácula y la turbulencia del sueño la arrastraba a la
ensoñación del que no duerme. Fue grande la novedad de aquel ojo y fecundas
las impresiones de la mirada. La diosa se abandonaba al abismo de la materia -
su propia carne- que se abría ya en zonas de luz y sombra.

El oído no sospechaba la música y nada sabían de respirar las criaturas. La
diosa se contemplaba fascinada, cambiante y diversa, evanescente y difusa, pero
la mácula insistía como un punto de fuga y le invitaba a buscar la consistencia
de las formas. Ishtar, la de los cien brazos, buscaba a tientas como ciego que
mira los colores. Intuía la repetición en aquel caleidoscopio que era ahora su
cuerpo y se puso a atraparla como si de una certeza se tratara. El único ojo de la
diosa escrutó hasta capturar lo idéntico y lo diverso. Las combinaciones desve-


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En sentido figurado – Revista literaria


laban la consistencia de las formas. Su cuerpo era ahora como el vestido en los
retratos de Klimt, pero sin manos y sin rostro.

La mano no sabía de la caricia, ni la vena del calor, ni la muerte de la herida, ni
el viento de la voz. Ishtar, el pájaro de fuego, en su vuelo escrutaba nuevas
texturas y aprehendía la aspereza, del tronco del olivo; la viscosidad, de los
batracios; la rugosidad, de la roca y los corales; lo espeso, del mercurio; y
embriagaba su garganta en los torrentes. Un gran silencio la envolvía. Los
labios no sabían del beso ni el viento conocía la palabra. Giraba con los astros,
lustraba las piedras en el vientre del lagarto y danzaba, en el fondo del mar,
junto a los peces. Iba extasiada del jazmín a la canela, del azafrán a la flor de
malva. Mordía con fruición la carne de los frutos y arrancaba la pulpa de las
valvas. Se zambullía en sí misma deslumbrada por la riqueza de matices de su
cuerpo pero el silencio la envolvía y ella deseaba el canto y el grito, la tempestad
y el latido, la voz y la palabra. Aquí las olas rompían contra el acantilado, allí
lamían la playa con un susurro; estrellas se rompían en mil pedazos y un buey
mugía de amor sobre la hierba; el golpe de las astas de los ciervos en celo
retumbaba en el eco en las montañas; un poeta se atrevía a nombrarla. Ella, la
diosa Ishtar, escuchaba complacida la sinfonía de su cuerpo. La vida no sabía de
la herida, ni los jugos gástricos sospechaban la carne. Las quijadas de burro se
descomponían en el barro. Y el hombre era apenas más sabio que los gatos. El
pensamiento la alimentaba. Borraba, soplaba, deshacía. Un tigre devoraba una
gacela. Construía de nuevo. Una rana incubaba los huevos en su estómago.
Rescataba una forma desechada. Un hombre recordaba el caminar de la
serpiente y dibujaba una línea sinuosa en la arenisca del acantilado. Raspaba.
Dos huestes enemigas deshacían los cuerpos de sus hombres en el campo de
batalla. Ishtar se deleitaba en la putrefacción y la malaria. El llanto y los
gemidos de todo lo que sufre se unían en su cuerpo como los tonos broncos,
monocordes, de las marchas fúnebres. Un hombre se asomaba a la diosa como a
un puzzle. Quería comprender. Un nuevo cambio se fraguaba.

La mano no recuerda la caricia. Las palabras son impulsos eléctricos en los
cables. La quijada está hecha de neutrones. Un robot reúne los fragmentos. La
diosa sueña con trazos cambiantes y contempla complacida sus manos y su
rostro. Ella, la diosa Ishtar, la que no duerme.

Emilia Oliva
España, 1997
©Derechos reservados

Imagen:
©“Diosa. Cicládico Antiguo. III milenio a.d.c.” Juan Duarte. España, 2009




                                          32
UN CLAVO SACA OTRO CLAVO

—Hay algo en la música de Vivaldi que la hace igual a un buen vino —dijo
Gerardo, levantando su copa para que yo observara al trasluz el Hacienda
Monasterio, reserva 2001, que antes había juzgado como el único caldo
adecuado para acompañar el guisado de venado que se había empeñado en
hacerme probar—. Cuestión de matices. ¿Ves los reflejos azules difuminados en
el color rubí?

Yo miré el vino con expresión embobada y solté el oportuno «¡Oh! ¡Siii…!»,
como si hubiera entrado en éxtasis.

—No todos pueden apreciarlos —continuó Gerardo, satisfecho, mirándome con
aprobación, como si yo fuera una niña buena—. Es por los taninos. Este es un
vino redondo y suave; joven, a pesar de que lleva por lo menos un año de
fermentación y tres de reposo. Por eso, tiene esa fragancia balsámica y fresca,
eso se nota en seguida, y, si te fijas, verás un sabor frutal, con notas tostadas…
Ya verás, tienes que retener un sorbo corto contra el paladar…

Estuve en un trís de mandarlos a tomar por culo, a él, a los taninos y al paladar,
pero logré refrenar mi genio y cambiar de conversación preguntándole por su
ex. Esa era su otra monomanía. También resultaba algo cargante, es verdad.
Pero más fácil de manejar que todas esas pedanterías sobre la comida y la
bebida que nunca había podido soportar. La verdad es que el vino estaba de
cojones y el restaurante era de lo más agradable, pero para acabar con dolor de
estómago casi prefería haber ido a un McDonalds. Me gusta comer bien tanto
como a la que más, pero siempre he pensado que es más agradable comerse un



                                       33
En sentido figurado – Revista literaria


bocata de tortilla en buena compañía que una langosta en un ambiente estirado
y solemne como una catedral.

El resto de la noche fue bien. Aparte de esa manía de dejarse una pasta gansa en
hacerse la ilusión de ser un gourmet, Gerardo era un tío muy agradable. Y
guapo. Y estaba en buena posición económica, que siempre es un punto. Eso le
permitía tener detalles de esos que te hacen sentir mimada. Mismamente,
haberme llevado a cenar a un restaurante tan caro. No es que yo fuera
interesada, pero al fin y al cabo, eso quería decir que estaba dispuesto a hacer
algo para conquistarme, ¿no?

Tampoco era de los que agobian, así que volví a mi casa sola y bastante
contenta. Canturreé una canción mientras me ponía el pijama y todo fue bien
hasta que, al vaciar mi bolso, un acto reflejo me hizo comprobar el móvil. La
costumbre. Pero, una vez más, me sentí decepcionada al ver que no había
ningún mensaje ni ninguna llamada perdida. Pero no fue la decepción lo que
me hizo lanzarme boca abajo sobre mi cama, aferrando la almohada contra mi
vientre como si fuera otra vez una adolescente. Yo ya sabía que no encontraría
nada. ¿Por qué lo buscaba, entonces? Eso era lo que de verdad me desesperaba.
Lo que hacía que volvieran a mí todas las agonías de la Virgen de los Siete
Dolores.

Pero fue sólo un momento. Enseguida suspiré hondo y me animé a mí misma,
pensando en que ese día sólo lo había hecho una vez. Era un avance. Verás
como poco a poco se te pasará, me dije. Luego le di las gracias in mente a
Gerardo. A pesar de aquel pequeño ramalazo de pedantería, no había duda de
que me había hecho olvidar por un momento... Ilusionada, pensé que quizá si
siguiéramos adelante lo lograría completamente. Aunque una vocecita en el
fondo de mi mente, a la que en vano intentaba sofocar, me decía que no lo iba a
conseguir.

Gloria Valdés-Bango Álvarez
Barcelona (España), 2007
©Derechos reservados

Imagen:
©Roberto Valdés-Bango Álvarez. Asturias (España), 2009




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UN HONGO POR SOMBRERO

Theodoro Campos, el autor de moda, pretendía sobornarme cuando acudió a mi
cita y yo sólo pensé que me apretaban los zapatos. Me los había comprado esa
misma mañana para impresionarle, unos manolos, sí, esos que cuestan un pico
y que salen en el Vogue o en el Marie Claire, pero que hacen rozaduras como
todos. Así que no andaba yo de buen humor precisamente, lo que me endureció
para negociar con él. Terminó por ofrecerme el doble a cambio de los papeles
que le comprometían en una estafa a la Seguridad Social. Por un momento
estuve tentada de aceptar el dinero, pero acabaría por pedirle:

–Anda, acompáñame a comprarme unos zapatos.

Había sido yo quien se había puesto en contacto con Theodoro Campos gracias
a mi cargo en el Ministerio; eso sí, con un nombre falso y engolando la voz. A lo
largo de la conversación lo había ido enredando, dejando caer como quien no
quiere la cosa que el asunto podría solucionarse sin publicidad. Él entendió lo
que le proponía, y concertamos un encuentro en una cafetería. Le dije que
llevaría un vestido verde y una pashmina de color crema.

–¿Qué te esperabas, hombre? –le pregunté en nuestra cita en cuanto, por fin,
dio muestras de haberme reconocido.

–No sé, me llevé una gran sorpresa cuando me llamaste, ¿te crees que no te
reconocí?, ja,ja. En fin, ha pasado tanto tiempo...




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En sentido figurado – Revista literaria


Doce años, pensé, frotándome con un pie la herida en el talón del otro.
Había conocido a Theo en un concierto contagioso de euforia para los amantes
del éxtasis; lo había traído uno de mis amigos. Tocaban los Play cool, yo
escuchaba la música con los ojos como frutas y Theo me pareció de lo más
atractivo debajo de un sombrero hongo que le suavizaba los rasgos un tanto
disparados. Sólo con verlo solté una carcajada. Pero él no se molestó; todo lo
contrario, me lanzó una mirada ardiente y me dijo:

–Me encanta tu risa, Paula.

–¿De veras? –contesté sin ambigüedades.

–Sí, es como un trino turbio.

–Guau, tío, nunca me habían dicho eso. No está nada mal –le dije con ganas de
tirarme a su cuello. Theo me pareció único, se me había subido la pastilla y me
perdía la habilidad lingüística.

–Es que soy escritor –añadió Theo.

Zaca, Theo acababa de tocarme en la llaga de mis sensibilidades. A la mayoría
de mis amigas les ponían los modelos, pero a mí, de verdad, que los autores. No
me perdía ni una firma de libros ni ninguna de las ferias. Tengo grabada en la
memoria el momento en que Antonio Gala me comentó que tenía una “belleza
botticelliana”, de verdad que me lo dijo mientras me estampaba un autógrafo en
La pasión turca (lo he puesto en curviva al ser titulo de obra). Casi se lo
pregunto a Theo, que si él pensaba lo mismo, pero me contuve, al tiempo que
enredaba mi dedo índice con un tirabuzón de mi pelo y le preguntaba jadeando:

–¿Y tienes alguna novela en el mercado?

–Casi, me he presentado al premio Planeta. Y pienso ganarlo.

Me quedé con la boca abierta. ¿Por qué no iba a creerlo? Yo también tenía mis
expectativas:

–¿Sabes, Theo? Yo sólo me casaré con un escritor de éxito.

Nos miramos los dos sin parar de reírnos. Cayó una lluvia oportuna, el
sombrero hongo de Theo se posó en mi cabeza y nos besamos entre la locura de
percusiones y guitarras acústicas. Pero no escuchábamos nada; el concierto ya
era para nosotros como una jaula sin voces.

–Díme otra vez lo del trino turbio.

Y vaya que me lo dijo. Terminamos en su casa, desbocados en una cama que
crujió hasta que nos dolieron los huesos.


                                          36
Y después... Fui una estúpida por no llamarle al ver que él no lo hacía. El
orgullo, ya se sabe. Bueno, y mi novio de toda la vida. El caso es que Theo
acabaría ganando el premio Planeta y yo me casé con un administrativo. Pero
nunca había conseguido olvidar a Theo: compraba sus libros, archivaba las
noticias que sobre él se publicaban, y me calzaba el sombrero hongo en los
momentos melancólicos, sobre todo si llovía.

Yo ya estaba divorciada cuando por fin me armó de valor y llamé a Theo doce
años después del concierto de los Play cool. Más que chantajearlo me apetecía
volverlo a ver. En algunos medios de comunicación se había rumoreado que el
famoso escritor podía estar envuelto en una estafa por haber tardado un tiempo
en dar de alta a su secretario personal. Yo estaba segura, pues el expediente
había pasado por mis manos. Una menudencia, el pago de una multa y poco
más, pero Theodoro Campos no querría verse envuelto en un escándalo, pensé
con mi espíritu novelesco. Además, ¿qué me costaba intentarlo?, ¿por qué no
poner un poco de emoción en mi vida?

Cuando Theodoro Campos entró en la cafetería, noté la primera punzada del
zapato. En realidad no sé qué me cabreó más: la rozadura creciente o el que no
me reconociera nada más verme. ¿Había cambiado tanto? A él le sentaban bien
las gafas y las entradas en la frente. Me pareció más alto, pero claro, yo estaba
sentada y un poco asustada por mi audacia. Se acomodó frente a mí con
ademanes suaves. La sonrisa le colgaba más por el lado izquierdo; así noté que
la forzaba. Se inclinó hacia la mesa para hablarme:

–Bueno, pues usted me dirá, señorita.

–Yo he traído los papeles –contesté mientras sacaba del bolso un sobre de papel
de estraza y lo colocaba encima de la mesa–. Espero que usted no haya olvidado
lo suyo.

Él siguió mis movimientos con la vista mientras empezaba a ofrecerme una
cantidad. Tuve que quitarme los zapatos mientras negociaba con él. Cada vez
me notaba más enfadada. Y fue en el momento en que un camarero se acercó
para tomar nota de lo que queríamos tomar cuando Theo me miró a los ojos y
me soltó:

–Venga, Paula, ¿a qué juegas?

Poco después, ya bastante más relajados, hablamos de nuestro primer
encuentro. Así me enteré de que Theo había perdido el papel con mi número de
teléfono anotado, y que claro que había preguntado por mí, pero que alguien le
había dicho que yo me había ido a vivir con no sé quién, y que eso le dolió
porque yo no le había confesado que salía con otro cuando los dos nos
enrollamos. En fin, un lío.




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En sentido figurado – Revista literaria


–¡Qué pena! –dije antes de proponerle que me acompañara a una zapatería y de
entregarle el sobre con los papeles.

Al rato salimos del café. Yo iba descalza. Me escocían las rozaduras pero
también el corazón. Había notado cómo le brillaban los ojos a Theo o sus
incipientes temblores de voz. De repente, me entraron unas ganas enormes de
gritar. Por esos doce años que habían transcurrido tan deprisa, por los ridículos
zapatos que me había comprado para impresionarle, pero, sobre todo, porque
me sentía avergonzada por haber utilizado una trampa para volverme a acercar
a él. Paré un taxi, me monté a toda prisa sin despedirme y me di un hartón de
llorar durante todo el trayecto hasta mi casa.

Al día siguiente llamé al trabajo para decir que estaba enferma. Y era verdad.
Estuve con gastroenteritis toda una semana. La mayonesa de la ensaladilla rusa
que me había tomado en la cafetería debía de haber estado mal, pues no paraba
de vomitar. Durante esos días leí en internet una entrevista que Theodoro
Campos concedió a El Mundo. Hablaba de su problemilla con la Seguridad
Social y también de la presentación de su nuevo libro, desvelando al fin el título:
Un hongo por sombrero. ¡Mierda!, esa misma tarde había tirado el sombrero
hongo a la bolsa de basura, el portero ya la habría bajado al contenedor... Me
levanté sudando de la cama y me eché una bata por encima antes de lanzarme a
la calle para rebuscar en el contenedor. Lo encontré. Olía a pescado, tenía una
mancha verdosa en el alero y se había abollado un poco. Nada que no pudiera
solucionar una buena tintorería.

Días más tarde, me acerqué hasta la Fnac, donde Theo firmaba ejemplares de su
último libro. Fui la última en acercarme hasta él. Le coloqué el sombrero en el
momento en el que escribía mi dedicatoria: “¿Quieres ser la horma de mi
zapato?”.

Llovía cuando salimos a la calle. Lanzamos el sombrero al aire y nos marchamos
sin mirar dónde había caído.

Anabel Cornago
Hamburgo (Alemania), 2006
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HERMANOS

Cogeré mi corazón y lo pondré
sobre la flor del cedro.
ENNANA, Los dos hermanos

YO HE VENIDO AQUÍ por lo de la muerte de Marcos González, porque fui testigo
de una escena horrible que a lo mejor ayuda a esclarecer el caso, pero lo que no
quiero de ninguna manera es verme implicada, y mucho menos implicar a la
persona que estaba conmigo y que no tiene culpa ninguna, ¿me explico? Esa es
la condición que he puesto y ustedes me han dicho que me la respetan, y si no
me la respetan pues dejo de hablar y me largo por donde he venido, quiero decir
que no diré ni media palabra más de lo que ya he dicho, que ya me han sacado
ustedes bastante, ¿no les parece?
Qué nos va a parecer. Que sí.
¿Estamos, entonces?
       Estamos, estamos.
       No quiero líos, solo quiero ayudar.
       Pues ayude, mujer, y déjese de preámbulos.
       Bueno. Pues el caso es que había ido yo al bar propiedad de Antonio
González, el hermano de Marcos González, que se llama “Los tres
mosqueteros”, el lunes que es el día de cierre, concretamente el lunes 23 de
marzo como le he dicho anteriormente al otro señor. Había ido en secreto con
una persona que es la persona que no puedo decir quién es y que no pinta nada
en esta historia, porque habíamos ido a echar un rato los dos solos sin que nadie
nos molestara, ya me entienden ustedes, y como tengo llave porque soy la
limpiadora del bar y tengo mucha confianza con Antonio y con su mujer porque
hace años les cuidaba el niño pequeño…
       Al grano, al grano. El bar estaba cerrado y usted estaba en su interior con
una persona.
       Sí, señor.
       Qué hora era.
       Pues serían las seis de la tarde concretamente.


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En sentido figurado – Revista literaria


        Y usted no tenía que estar ahí dentro, y menos con esa persona con quien
usted estaba.
        Exactamente.
        Y en esas aparecen los dos hermanos.
        Sí, señor. Nos dieron un susto de muerte. Abrieron y cerraron la persiana
y se quedaron de pie, cuchicheando, casi no los distinguía y llegué a pensar si no
serían ladrones, pero al poco rato encendieron las luces y fueron a sentarse uno
frente al otro en las mesas de la clientela. Desde el primer momento se veía que
algo grave pasaba.
        Y usted en qué parte del bar...
        Nosotros concretamente en la cocina. Ahí es donde estuvimos escondidos
todo el tiempo. A oscuras.
        ¿Y podía usted desde ahí ver y oír a los dos hermanos?
        Efectivamente.
        Y cómo los podía usted ver.
        Por el hueco del pasaplatos. Se habían sentado a una mesa al otro lado de
la barra, pero nos daban el perfil, de tal manera que no podían vernos pero
nosotros sí a ellos. Les veía las cabezas y los hombros, pero no lo demás, que lo
tapaba la barra. Estaba aterrorizada, me comprende. Si les hubiera dado por
entrar en la cocina…Pero no entraron.
        Ya. ¿Y qué fue lo que pudieron oír?
        Todo. Antonio le decía a Bata (porque a Marcos González todo el mundo
lo llamaba Bata), le decía que lo había querido desde siempre como a un hijo,
que lo había cuidado desde pequeño, que lo había sacado de la droga cuando
era un chaval, que le había conseguido trabajo, que le había prestado dinero
cada vez que le había hecho falta, en fin, le recordó muchas cosas buenas que le
había dado, y terminó diciendo que cómo era posible que su propio hermano le
pagara todo aquel cariño y todos aquellos desvelos con semejante traición. Eso
dijo, semejante traición, y se hizo un silencio como de pistoleros que se estudian
antes de empezar a disparar. Entonces Bata va y le responde muy nervioso que
no sabe de qué le está hablando. Sí que sabes de qué te estoy hablando, le dice
Antonio más nervioso todavía. No, no lo sé, te juro que no sé de qué me estás
hablando, hermano, le dice Bata. Y así una y otra vez, que sí lo sabes, que no lo
sé, que sí, que no, Antonio cada vez más indignado y Bata con la cara
descompuesta y una vocecilla asustada, no, asustada no, más bien humilde,
mansa, hasta que Antonio pega de pronto un golpe en la mesa con la mano
abierta que retembló todo el bar y le dice que ya está bien, hostia, que se deje de
decir mentiras, que Carmiña se lo ha contado todo.
        Carmiña es Carmen Contreras López, la esposa de Antonio.
        Exactamente. Le dice eso, que Carmiña se lo ha contado todo. Que
llevaba un tiempo viéndola muy rara, que no quería trabajar ni salir a la calle,
hasta tranquilizantes tomaba para dormir, y que él, con la mosca detrás de la
oreja, no hacía otra cosa que preguntarle qué era lo que le pasaba, y Carmiña al
principio no decía ni pío, lo que fuera que le pasara se lo guardaba para no
hacerle daño, hasta que de tanto insistir Carmiña se derrumbó y se lo contó
todo. ¿Y qué es todo?, le dice Bata con la vocecilla. Y Antonio pega otro golpe.
¿Se puede fumar aquí?


                                          40
Fume lo que quiera.
        ¿No les importa? Es que fumo negro y...
        No es usted la única. Rovira, acosta’ns un cendre, siusplau. No, aquest
no, que porta mala sort, el que vulguis menys aquest.
        Gràcies. Dónde estaba. Ah, sí. Entonces Antonio se levantó, cogió una
silla y la lanzó contra la máquina tragaperras y se puso a dar patadas a las
mesas y a soltar unos insultos y unas blasfemias que daba miedo oírlo. Las
cosas al caerse hacían un ruido tremendo, me extrañó que no apareciese nadie,
ni un vecino, ni la policía, nadie. Persigues a mi mujer desde que te hice el favor
de darte trabajo aquí, desgraciado, la has estado acosando, has intentado
violarla, la has tenido amenazada de muerte todo este tiempo, y ella venga a
llorar y a llorar y sin soltar prenda, y yo: ¿esto qué coño es?, hasta que me lo ha
contado todo, todo, me ha enseñado los moratones que le hiciste, hijo de puta,
te juro que te mato como sea verdad la milésima parte de todo lo que me ha
dicho, te despellejo, te descuartizo, te echo a los perros, te disuelvo en ácido.
Antes de que tú me mates me mato yo, Antonio, le dice Bata, porque eso es
mentira, eso es una calumnia y eso es una injusticia muy grande lo que estoy
oyendo, nunca le he puesto una mano encima a tu mujer, te lo juro por lo más
sagrado. Mi mujer no miente, bastardo, mi mujer no puede estar inventándose
esto, nadie que no esté como una cabra puede inventarse una cosa así. Y
entonces se echa a llorar y le dice: dime qué tengo que hacer contigo, hermano.
Y empieza a insultarle y a decirle hijo de puta y no sé cuántas cosas más, pero se
las decía al mismo tiempo que lloraba y se daba golpes en el pecho. ¿Quieren
que les repita las cosas que le dijo?
        No, no hace falta.
        Y Bata va y le dice: escúchame, por favor, escúchame un momento lo que
te voy a decir. No quería hacerte daño pero ya no tengo más remedio que
hacértelo. Desde que llegué al bar Carmiña empezó a insinuárseme: lo que oyes.
No, no, no, escúchame un momento. Primero eran miraditas y sonrisitas, yo
creía que era una forma suya de estar y no le hacía caso, pero entonces te
pusiste malo y nos quedamos los dos solos todo el mes atendiendo el bar, ¿te
acuerdas?, entonces Carmiña me pone la cabeza así, me dice que está
enamorada, que lo ha sabido desde siempre, desde antes de casarse contigo,
desde que me conoció cuando estuve viviendo en tu casa, ¿te acuerdas?, y que
maldita la hora en que aceptó casarse, que tenía el deseo encharcado –eso fue lo
que le dijo: encharcado– y que se podría por dentro y que por más que lo
intentaba no conseguía espantar aquella fiebre, que cuando os acostabais se
imaginaba que lo hacía conmigo y que como esa situación no cambie se volverá
loca, que está pensando huir, irse lejos, al extranjero, locuras así me decía, y me
agarraba por detrás delante de la clientela y me suplicaba que le diera un beso,
que le cogiera las manos para ver cómo le sudaban, y que si yo no la quería que
por lo menos le hiciera el amor aunque fuera una sola vez, una sola vez y me
dejaría en paz, o por lo menos un beso, y yo le decía olvídate de mí, estás loca,
muchas veces quise contártelo y no tuve valor, Antonio, muchas veces pensé
largarme corriendo, desaparecer de vuestras vidas, pero no lo he hecho, no me
he atrevido, y ella me amenaza un día y otro con contarte mentiras para
envenenarte, que si quiero abusar de ella, que si la acoso, y me chantajea todos


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En sentido figurado – Revista literaria


los días con la misma historia: o te acuestas conmigo o le cuento a tu hermano
que me has intentado violar. Y entonces Antonio no pudo seguir oyendo más y
le grita: ¡mientes!, y se le echa encima y se lían a tortas, a patadas, a puñetazos,
y así estuvieron un buen rato, enganchados como gallos de pelea, hasta que
Antonio se queda quieto en el suelo, llorando y sangrando. Te juro por la tumba
de nuestra madre que es mentira todo lo que te ha contado tu mujer, le dice
Bata. ¿Es que no sabes que tiene mucha imaginación y que le gusta inventarse
las cosas? Eso le decía Bata agachado y resoplando, mientras se palpaba todas
las heridas. Entonces Antonio le dice desde el suelo que tiene pruebas en su
contra, pruebas muy serias, y se levanta sin dejar de lloriquear y se saca del
pantalón un teléfono móvil, que no sé cómo no se había roto también por la
pelea y que debía de ser el de Carmiña. Y estos mensajes qué son, desgraciado,
le dice, ¿esto también se lo ha inventado mi mujer? Entonces Bata le quita el
móvil y se pone a leer los mensajes.
        Qué decían esos mensajes.
        Y yo qué sé. Los leía para él, moviendo los labios pero sin pronunciar
ningún sonido. Por lo visto había muchos. Se pasó media hora leyéndolos. Yo
veía sus labios moverse, podía ver nítidamente toda la escena, ¿sabe?, hasta las
encías de Bata manchadas de sangre, porque las luces del bar son fluorescentes
y tienen mucha potencia y se ve todo muy perfilado. No es posible, no me puedo
creer lo que estoy leyendo, y se palpaba las heridas de la cabeza mientras lo
decía. Esto es diabólico, decía. Diabólico. Son mensajes tuyos, Bata. Enviados
desde tu teléfono móvil. Escritos por ti. Yo no los he escrito, te lo juro por la
tumba de nuestra madre. Pero lo dijo como sin fuerzas, como si ya no tuviera
ganas de defenderse. No jures, le gritó Antonio, y alzó de nuevo la mano y lo
abofeteó y se volvieron a enzarzar, más bien Antonio golpeaba a su hermano o
Bata se dejaba golpear, parecía un fardo de esos que hay en los gimnasios de
boxeadores, se dejaba golpear como si ya no le doliera, como si ya no le
importara llenarse otra vez de sangre y morirse. Los dos lloraban. Es una mala
mujer, nos está engañando a los dos, acertó a decir Bata cuando su hermano
dejó de pegarle. Carmiña no miente, Carmiña es buena, decía Antonio a grandes
voces, sentado otra vez en el suelo y sin dejar de gemir y de llorar. Tienes que
decidir a quién crees, Antonio. La creo a ella, me ha enseñado los cardenales
que le has dejado en todo el cuerpo, hijo de puta, he visto tus mensajes, qué más
pruebas quieres, me has traicionado, has traicionado a tu propio hermano, eres
lo peor de lo peor: sal de aquí y no vuelvas más, no quiero verte mientras viva,
le decía Antonio, y no paraba de llorar. Entonces Bata se dio la vuelta y abrió un
poco la persiana, lo justo para pasar por debajo, y se marchó. Su silueta
agachada contra la luz que entraba por el hueco de la persiana fue lo último que
vi de él. La persiana se cerró con una suavidad que era como un adiós, y
Antonio se quedó mucho rato llorando y tirado en el suelo, yo no sabía qué
hacer, si salir y consolarlo o si quedarme escondida, yo quería morirme, tierra
trágame, qué vergüenza sentía de estar allí metida…
        Ya está, Dolores, lo ha contado usted muy bien, nos lo imaginamos todo,
¿verdad, Rovira? Desahóguese. No pasa nada.
        ¡Qué remordimientos sentía yo de haber estado oyendo lo que no tenía
que oír y de estar haciendo lo que no tenía que hacer! ¿Me comprende? ¿Me


                                          42
comprenden ustedes?
       Tenga un pañuelo. Tranquila, Dolores. Claro que la comprendo. La
comprendemos. Le agradecemos que haya venido a contárnoslo.
       Y allí se quedó el pobre Antonio tirado, y a mí se me partía el corazón de
oírlo gemir como a un marrano que sabe que va al matadero, que sabe que ya
está muerto, y me daba mucho miedo, porque se veía que aquello era una
tragedia en toda regla y que pasara lo que pasara no iba a acabar pero que nada
bien. Y aunque le hice jurar a la persona que estaba conmigo que no diría nunca
nada a nadie, al final he decidido venir porque tengo pesadillas y no puedo vivir
más con este peso. ¿Tienen un vasito de agua?
       Rovira, siusplau. De l’aixeta no, la mineral.
       Qué rica. Y desde entonces tengo aquí el peso este que no me deja, me
echo a llorar a cada momento, sobre todo cuando vemos la tele, las noticias, las
películas, para que ni mi marido ni mis hijos sospechen nada, porque los
hermanos González son muy conocidos y apreciados en el barrio, se querían
mucho, eran uña y carne, todo lo hacían juntos, se admiraban el uno al otro, yo
creo que Bata admiraba de Antonio su honestidad y su capacidad de trabajo y
de salir adelante, y Antonio apreciaba la vitalidad de Bata, su simpatía, su
alegría, para Bata Antonio era como un padre y le estaba muy agradecido por
todo lo que había hecho por él, porque tuvo una época despistadilla, una época
oscura, y Antonio siempre estuvo ahí, apoyándolo en todo, pero la mentira es
terrible, mentir es lo peor que hay, ¿se da usted cuenta de que Antonio sabía
que uno de los dos mentía, que o mentía su mujer o mentía su hermano, y que
mintiera quien mintiera él ya había echado a perder su vida? Qué terrible
desgracia. Y ahora han encontrado muerto a Marcos González, lo he oído por la
radio, he venido aquí por eso, porque estoy angustiada y nos están pasando
cosas extrañas, el otro día aparecieron dos vencejos muertos en la parte de la
terraza que pega a nuestro dormitorio, y ayer mismo abrimos una botella de
vino en el almuerzo y estaba todo agriado y tuvimos que tirarlo y por la tarde mi
hijo el Ferran se resbaló en la plaza y se clavó en la garganta el manillar de la
bicicleta y mi marido dijo: nos están echando el mal de ojo, Loli, y por eso he
venido, por lo de la muerte de Marcos González.

Jesús Ortega
Granada (España), 2009
©Derechos reservados

Imagen:
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www.morguefile.com
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                                       43
En sentido figurado – Revista literaria




CIERTA LUZ QUE PROPICIÉ EN MARZO

Cierta luz que propicié en marzo, me baña y me sumerge, hay que alcanzar la
dicha o la desgracia, la hora de ayer que no estuvo presente se vuelca en un
teléfono que es mío, por el que voy cruzando hilo y sorpresa. La dicha no es más
que la palabra convenida, la que acepto y tomo y hago y pienso en la danza del
orgasmo perfecto, solo el orgasmo está en el pensamiento, memoria desde las
tejedoras. Vengo de un lago que los bárbaros secaron y así quedamos atrapados
en el espacio tiempo, pero cerco la trampa y llega cierto hombre con luz verde
que a veces me agoniza por la selva de África, entre las fieras que esperan
devorarlo y no tengo siquiera un péndulo para poder situarlo, defenderlo, cierto
hombre que al parecer es bueno, entonces me libro de aguas mansas. A quién
podrá pertenecer su sombra, su estilo invariable de mensajero triste. Amo como
Soleida a este hombre que no me pertenece, a no ser por las aguas de otoño y la
corriente que navega hacia mí. Dice que crucificar a una mujer es oficio de
hombres que partieron a la guerra sin razones, pero él tiene razones –no
pregunto- y espero por la crucifixión.

La danza no es buena consejera si estoy en el palacio, aunque me espere el vino,
su atributo, su coraje de monte más que espuma y en la definición, me atrapan
lagos que susurran: “El viento lleva esencia sutil del azahar”.

Siento que todo está revoloteando, como cuando Simbad llegaba a cualquier isla
y se asombraba de ser el navegante. Tengo un temor, cierta desesperanza, el
cruce de los ríos trae disturbios y estoy en esta orilla en cierto sitio aislado del
mensaje. Cuando digo tu nombre no puedo detenerme. Voy buscando la marca
de tu huella, algo que flota, me hace sentir el eco, tu palabra. Viajo a Banjul para
aliviar este desorden, siento extraño el mundo, la latitud me sorprendió, se hizo
de noche tu tan ausente y un silencio que no perdona el mar ni la gaviota. Vuelo
como los iniciados en la metafísica y son los mismos sueños, los de ellos y los
míos.



                                          44
No sé si escribir cartas sea la opción definitiva, si el caracol de cualquier isla
pueda llevar mi casa, no sé qué podré estar inaugurando, a no ser esta huella de
proclamarme tonta. No obstante mientras hago la ceremonia, te fabrico una
estatua y toco la guitarra como aprendiz de todo.

“Está cayendo la tarde, no cierres los ojos que a mí también las penas me
maltratan” mi madre cantaba de SINDO, ella lo suponía, lo pudo ver en cada
signo de mi lluvia.

Ha mejorado el tiempo, después de la agonía. Regrésame a tu alfombra, no
sospeches nunca. La neblina inunda la ciudad y es el silencio el mayor dios,
tiemblo de contradicción, de tanta duda mirándome a los bordes donde estuvo
la noche envuelta. Tú lo eras todo, como decía aquella canción que entonaban
las muchachas a la salida de la escuela, tú lo eras todo.

Espero la contienda, un silencio más nuevo, más preciso, eterno. “Tú volverás”
decía el ciego, cuando la nave ancló todo regresó, y varados los sueños,
descifraban las sirenas nocturnas alguna ruta.

Año después de marzo 20 del 2000, entro con toda la sonrisa, con toda la
verdad, con la herida más leve en lo profundo y es lo nuevo lo que evapora la
palabra, no sé si alguna locutora puede darme noticias, no sé si ella se ríe, si le
da pena tanta admisión de culpas, hay que saber amar sin desbordarse como el
río, hay que evitar el caos los ahogos mientras le dan a una mujer algún
comienzo.

Escribo donde planifican una casa, y pinto un puente que sirva de regreso, un
puente entre las aguas claras de La Gambia, un puente que te entregue la
ternura, el duro oficio del lejano mundo.

Tú has vuelto y yo sigo en la espera, en la misma rareza, en el misterio. No sé si
he creado una historia que no existe, no sé si tú exististe antes de que muriera el
ave en el invierno, no sé si es el camino del que no encuentro siquiera las
migajas. Yo decía volver, y hablaba de la noche y de la luna al medio, mirándose
cada cual en los espejos honestos de otros tiempos, yo tenía esperanza, en la
desesperanza, cuando vi la aurora triste por tus pasos.

Escribo y alguien planifica algún recuerdo, alguien planifica un edificio al filo de
la nube. Voy buscándote y llegan pretendientes, pero quiero lo mío, aunque
como a Silvio me cueste el unicornio.

Margarita Aldanas
Cuba, 2009
©Derechos reservados

Imagen:
http://www.tantranuevatierra.com/images/Mi_luz_con_tu_luz.jpg



                                         45
En sentido figurado – Revista literaria




POR LA LOCURA DE LA AMISTAD

Ser amigo es sentir una emoción profunda que no conoce final. Es compartir lo
que se tiene sin negar lo que nos falta con la convicción plena de que el otro
entenderá. La amistad no es un compromiso contraído so pena de desacato ni
una obligación molestosa de la que no se puede escapar. Por el contrario. Se da
cuando se trenzan voluntariamente hilos multicolores que viajan en tiempo
presente cruzándose con un pasado que apunta hacia el futuro, tiempo de la
eternidad. La amistad es libertad.

Los buenos amigos no firman actas, ni siguen un protocolo. Aceptan sin temor
la empatía automática que el otro despierta en un ejercicio de festiva
reciprocidad. Su interés -altísimo- se mide en las risas y penas compartidas, en
los secretos contados con respeto y confianza total, en las tantas anécdotas
inolvidables, en las promesas de encuentros futuros y en unos cuantos asuntos
más.

Son estos amigos los que recuerdan nuestros segundos nombres y nuestros dos
apellidos. Saben donde crecimos, los padres que nos formaron, las maldades
que cometimos, los pecados disfrutados o los que faltan por disfrutar. Admiran
nuestras fortalezas y las celebran como propias, con el mismo equilibrio que
aceptan nuestras debilidades y carencias.

El buen amigo comparte y se afana por estrechar lazos. Es la persona paciente
que puede escuchar la misma historia cien veces como la primera vez y abre su
corazón para contarnos la suya, tal como la vivió o creyó vivirla, sin la menor
intención de santificarse o justificarse frente a nosotros.

Estos amigos no siempre encajan con la nueva vida que llevamos o viceversa, sin
embargo, la locura de la amistad permite que se establezcan unos acomodos
incondicionales capaces de hacerles frente al ir y venir temporal. Y se contestan
llamadas, o correos electrónicos, y se envían mensajes, se viaja hasta otro
encuentro, se comparte un café, una cena o el silencio del recorrido descalzo por
la orilla de un ancho mar.



                                          46
Amistad es esta sensación de estar con uno mismo y nuestra conciencia
planificando lo que nos falta o disfrutando lo realizado... porque no importa lo
que ya se hizo o lo que se dejó de hacer... el cuerpo y el espíritu lo agradecen por
igual.

Los hemos tenido ―ojalá que sí― en distintas etapas de nuestras vidas y por
distintos motivos. Algunos han estado siempre, desde antes de saber quiénes
éramos, otros llegaron después... con los estudios, la práctica de algún deporte,
por el amor o con el arte, en los pasillos de una escuela, en las calles de un
pueblo no conocido o por intervención digital. Pueden tener nuestro mismo
sexo o uno diferente, la sensación es la misma... sentimos que nos comprenden.
Unos se fueron y regresaron, otros nunca se marcharon, y los más recientes se
instalaron y casi siempre están.

Contar con estos amigos y amigas ―hermanos de la vida― nos permite
sentirnos amados, y mejor aún, nos permite amar. Gracias a ellos algunos
tramos de la ruta adquirieron un nuevo brillo, los silencios se poblaron de voces,
la muerte no fue tan dura, y nunca faltó la esperanza. Por esta adoración que
mis viejos ―y no tan viejos― amigos me inspiran, lo confieso: soy locura con la
amistad.

Para el amigo que me dice "en mi último suspiro de vida allí estarás", hoy le
contesto: "y en el último suspiro de la mía… tú también te encontrarás".

Judy García Allende
Puerto Rico, 2009
©Derechos reservados

Imagen:
©“Raíces” de Frida Kahlo
www.suracapulco.com.mx/.../abril/26/contra.jpg




                                           47
En sentido figurado – Revista literaria




DOS DEFINICIONES INEXACTAS

-Abismo-

Es esa profundidad insondable cuyo misterio suele ser inversamente
proporcional al abismado. Es decir, así como lo enano propicia que se abran
abismos espeluznantes entre peldaño y peldaño, hay pequeños gigantes que con
un leve salto visitan cada tarde, como si nada, los mismísimos infiernos.

Ni siquiera el tiempo y la muerte, esos dos grandes espacios, son para todos el
mismo abismo. Prueba de ello es que a la hormiga esas enormidades le dan risa;
al pájaro no le importan y desafía la caída; al pez la costumbre lo tranquiliza; al
león su orgullo no le permite la duda. Por lo demás, solo la insondable estupidez
del ser humano le impele al vano intento de intentar cruzar el suyo en dos
saltos.

-Orgasmo-

Es un espasmo breve, un calambre, del cual la iglesia intenta gestionar el antes y
los bancos el después. Se ha podido comprobar que para alcanzar ese instante
de no estar, esa breve ausencia, ese gozoso momento de muerte chiquita, hay
personas que se inventan biografías, las hay que se ponen ropas
extremadamente incómodas e incluso muchas de ellas trabajan arduamente
durante toda su vida en cosas muy desagradables.

Una vez convencido el contrario y obtenido, con más o menos rapidez y torpeza,
el tan ansiado orgasmo, los felices recientes suelen besarse un poco, mientras el
resto hace otras cosas (lavarse, preguntar obviedades, dormitar, etc.…). De igual
forma es conocido el hecho de que algunas personas, por diversas razones, no
pueden tener orgasmos aunque sí pueden fingirlos. También se sabe de
personas que, aunque pueden tenerlos, intentan evitarlos, e incluso las hay que
los tienen totalmente prohibidos.



                                          48
En Sentido Figurado
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  • 1.
  • 2. REVISTA LITERARIA NUESTRA PORTADA “Caballero” ©Adriana Toledo Argentina, 2007 CONSEJO EDITORIAL. Editores: Miryam Álvarez, Ana Isabel Alvea Sánchez, Lourdes Bueno, Anabel Cornago, Judy García Allende, Puerto Gómez Corredera, José Gutiérrez-Llama, Pedro Herrero, Carlos Hidalgo Villalba, Elisa Luengo, María Jesús Manzanares, Juan Antonio Marigil Moreno, Emilia Oliva, Christian Peytavy, Vilma Reyes Díaz, Valeria Tittarelli, Montserrat Tomás García, Gloria Valdés-Bango Álvarez. Arte y Fotografía: Adriana Toledo, Roberto Valdés-Bango Álvarez, Josep Vilaplana. Asistente Editorial: Cecilia de León Díaz. Colaboradores: Juan Sadurni Galimany, Víctor Cázares Albarrán EN SENTIDO FIGURADO. Revista literaria de publicación mensual de difusión vía red de cómputo. Publicación sin fines de lucro que no admite patrocinios y es sufragada con recursos propios. Editor Responsable: José Gutiérrez-Llama. Allende 215, Colonia Clavería. C. P. 02080 México, D. F. Número de Certificado otorgado por el Instituto Nacional de Derechos de Autor (México): 04–2007–062511400100– 203. ISNN-2007-0071. El contenido de los textos es responsabilidad del autor. EN SENTIDO FIGURADO los incluye en apoyo a la libertad de expresión y el respeto a la pluralidad. Cualquier reproducción parcial o total de EN SENTIDO FIGURADO requerirá sin excepción, autorización escrita de los editores. La revista en su conjunto, así como cada página se consideran como una obra derivada protegida por Derechos de Autor. Portada.- Roberto Valdés-Bango Álvarez. Entrecuentos.- Montserrat Tomás García y Vilma Reyes Díaz. Entre ensayos y tanteos.- Judy García Allende y Ana Isabel Alvea Sánchez. En pocas palabras.- Pedro Herrero y Valeria Tittarelli. Palabra en verso.- Emilia Oliva, Puerto Gómez Corredera y Miryam Álvarez. Cine desde el diván.- Carlos Hidalgo Villalba. Letras pequeñas.- Vilma Reyes y Juan Antonio Marigil. Para escribir mejor.- Emilia Oliva. Teatro.- Lourdes Bueno y Christian Peytavy. Traducciones.- Elisa Luengo. Pie de Foto.- Josep Vilaplana. Recomendaciones literarias.- Judy García Allende, Montserrat Tomás y Valeria Tittarelli. Conjuros contra la amnesia/Las buenas nuevas.- José Gutiérrez-Llama. Galería Fotográfica.- Josep Vilaplana. Galería de Imagen.- María Jesús Manzanares. Coordinación de la Edición. José Gutiérrez-Llama. Esta publicación se terminó de editar el 1 de Noviembre de 2009. Año 3 Número 1. Noviembre, 2009 Editada en: Alemania – Andorra – Argentina – España – EEUU – Francia – México – Puerto Rico
  • 3. índice Título Página Especial del mes: 1. Entrevista con Antonio Gómez - Emilia Oliva y Puerto Gómez Corredera…. 5 Especial Pie de Foto: 2. Fuera de foco (microrrelato) – José Gutiérrez-Llama…………….……………….. 12 3. Me gusta todo de ti (poema) – Judy García Allende…..……………………………. 13 4. El arrepentimiento (microrrelato) – Ana Isabel Alvea Sánchez..………………. 14 5. Electrizante (microrrelato) – José Gutiérrez-Llama…..…………………………… 15 6. Más allá del amor (microrrelato) – Pedro Herrero..……………………………….. 17 7. Por pura curiosidad (microrrelato) – Puerto Gómez Corredera…..…………… 18 8. Seguir la corriente (microrrelato) – Christian Peytavy……..…………………….. 19 9. Su mejor amigo (microrrelato) – Josep Vilaplana….………………………………. 21 10. ¿Tarde? (microrrelato) – Lourdes Bueno…….……………………………………….. 22 11. Tic Tac (microrrelato) – Valeria Tittarelli…….……………………………………….. 24 12. Evidencias (cuento) – Montserrat Tomás García….……………………………….. 26 13. Era una mujer hermosa (cuento) – José Gutiérrez-Llama……………………… 28 14. El ojo de la diosa (cuento) – Emilia Oliva…………………………………………….. 31 15. Un clavo saca a otro clavo (cuento) – Gloria Valdés-Bango Álvarez………… 33 16. Un hongo por sombrero (cuento) – Anabel Cornago…………………………….. 35 17. Hermanos (cuento) – Jesús Ortega……………………………………………………… 39 18. Cierta luz que propicié en Marzo (ensayo) – Margarita Aldanas……………. 44 19. Por la locura de la amistad (ensayo) – Judy García Allende…………………… 46 20. Dos definiciones inexactas (ensayo) – Josep Vilaplana…………………………. 48 21. El incrédulo postmodernismo (ensayo) – Ana Isabel Alvea Sánchez………. 50 22. Agresión de huevos vs la violencia que mata (ensayo) - José Manuel Solá. 54 23. La importancia de la filosofía (ensayo) – Lucía Ruiz Bernal…………………… 56 24. Budapest inolvidable (ensayo) – Susana Roberts………………………………….. 59 25. Tallis Fantasía V.V. (poema) – Enrique Sánchez Sotelo…………………………. 63 26. Agonía (poema) – Miryam Konysi………………………………………………………. 64 27. Orígenes (poema visual) – J. M. Calleja……………………………………………….. 65 28. Inventario aniversario (poema) – Josep Vilaplana……………………………….. 66 29. Historia de amor (poema visual) – Àngels J. Sagués…………………………….. 67 30. Somos (poema) – Judy García Allende………………………………………………… 68 31. Arena (poema visual) – José Blanco……………………………………………………. 69 32. El ritmo de la vida (poema) – Ana Isabel Alvea Sánchez……………………….. 70 33. Sin título (poema visual) – Toni Prat…………………………………………………… 71 34. Sin título (poema) – Emilia Oliva……..………………………………………………… 72 35. Six O (poema visual) – Nico Vassilakis……………………………………………….. 73 36. Silencio (poema) – Lourdes Bueno……………………………………………………… 74 37. Sin título (poema) – Gabriela Fuentes…………………………………………………. 75 38. Cine desde el diván – Carlos Hidalgo Villalba………………………………………. 77 39. Letras pequeñas – Vilma Reyes Díaz…………………………………………………… 81 40. Conjuros contra la amnesia – Josep Vilaplana……………………………………… 84 41. Videodanza – María Jesús Manzanares……………………………………………….. 86 42. Pie de foto – Josep Vilaplana……………………………………………………………… 88 Recomendaciones literarias – Judy García Allende 43. Tipos corrientes con vidas corrientes – Montserrat Tomás García…..…….. 89 44. Algo se mueve – Emilia Oliva……………………..………………………………………. 92 45. Las buenas nuevas – José Gutiérrez-Llama………………………………………….. 95 Galerías: 46. De Fotografía – Muestra “Masticando tiempo”, de Josep Vilaplana……….. 102 47. De Artes – Muestra de Poesía Visual de Sergi Quiñonero………………………. 104
  • 4. Insistimos en que la belleza es capaz y por ello publicamos… Autores: Adriana Alonso, Julián Alonso, Ana I. Alvea Sánchez, Elena Carmona, Tina Casanova, Anabel Cornago, Héctor Cediel, Carmen Córdoba, Ginés S. Cutillas, Dante, Julio Díaz, Javier Díaz Guinot, Claudio Duarte, Nélida G., Silvia Gallego, Sylvia García, Judy García Allende, Rubén García García, José Gutiérrez-Llama, María del Carmen Guzmán, Miguel Hernández Martín, Pedro Herrero, Carlos Hidalgo Villalba, Lucrecia Ingignolli, Tita Joos, Porfirio Mamani Saucedo, María Jesús Manzanares, Eva Mañana, Juan Antonio Marigil, Víctor Montoya, Ángel Olgoso, Emilia Oliva, Jesús Ortega, Guillermo Ortíz, Plácido Ramírez, Rolando Revagliatti, Vilma Reyes, MIckel Riggs, Julián Sánchez, Enrique Sánchez Sotelo, José Manuel Solá, Valeria Tittarelli, Adriana Toledo, Montserrat Tomás García, Karol Urien, Gloria Valdés-Bango A., Carmen Amaralis Vega, Josep Vilaplana, Miguel Ángel Zapata y Lina Zerón. EN CONGRUENCIA CON NUESTRO PROYECTO, TODAS LAS GANANCIAS QUE GENEREN LAS VENTAS DEL LIBRO, SERÁN DONADAS A: venta exclusiva en www.bubok.com/libros/7548/Mar-de-por-medio
  • 5. ENTREVISTA CON ANTONIO GÓMEZ Por: Emilia Oliva y Puerto Gómez Corredera Tenemos hoy el placer de conversar con Antonio Gómez, poeta visual y artista experimental, que ha sabido hacerse un hueco entre las figuras ineludibles del panorama español de poesía experimental. Se caracteriza por hacer dialogar con maestría distintas parcelas artísticas de las que surgen los híbridos de poema visual, poema-objeto, poema-acción, poema-montaje. Le gusta jugar con la imaginación, sugerir, mostrar para abrir nuevas vías de reflexión y sacarnos de la rutina en la que vivimos inmersos. Se ha dicho de él que no necesita la palabra y que sus obras desbordan el formato del libro. De lo que no cabe duda es que para este creador mirar y ver no es más que otra forma de leer. 1.- Antonio, tus comienzos están en Cuenca donde naciste antes de establecerte en Mérida. Allí formaste un grupo llamado Grupo de Cuenca. Explícanos cómo empezó tu amor por la poesía experimental y cuáles fueron tus primeras creaciones. A.G.- A finales de los setenta ser un joven inquieto en una pequeña ciudad cuya oferta cultural era muy limitada hizo que me convirtiera en asiduo de todos los eventos que en ella se daban, la circunstancia de que en aquellos años se instalaran en Cuenca muchos creadores en torno al Museo de Arte Abstracto, potenció en mí actividades que nunca me hubiera planteado en otra ciudad. Fueron años intensos en los que de una manera autodidacta, anárquica y desordenada me planteé distintas disciplinas creativas, escribir poesía era la más satisfactoria. Mi afición poética me relacionó con Carlos de la Rica, poeta y editor del TORO DE BARRO, una de las pocas editoriales dedicadas exclusi- 5
  • 6. En sentido figurado – Revista literaria vamente a poesía de la época. Libros prestados, sus conversaciones y el conocer gracias a él, a Ángel Crespo -que ya había traducido a los poetas concretos brasileños- hizo que prestara atención a otro tipo de poesía distinta a la que venía practicando. También fue importante asistir a la última conferencia que Julio Campal dio en Cuenca 18 días antes de su muerte. El grupo de Cuenca surgió por la necesidad de mostrar públicamente nuestras experiencias poéticas, lo formamos Luis Muro -pintor- , Carlos de la Rica, Jesús Rojas y yo que llegábamos desde la literatura. De aquellos años quedan los recuerdos de tres exposiciones y la publicación de mis dos primeros libros, ¨20 poemas experimentales y ¨……...y por qué no si aún quedan margaritas¨ 2.- Te proclamas autodidacta, pero ¿cuáles han sido tus maestros? ¿quién te inspira? A. G.- Autodidacta solitario durante mucho tiempo, sin poder compartir dudas o hallazgos. Maestros, maestros pocos, quienes hicieron que me iniciara en esta práctica fueron los ya citados Carlos de la Rica y Ángel Crespo, ellos me descubrieron la obra de Joan Brossa con quien expuse por primera vez en el año 1971 en Cuenca. Brossa ha sido el maestro de varias generaciones. 3.- Desde entonces has hecho mail art, happening, objetos, poesía visual, gestual, corporal, fónica, libros de artista. De todas estas manifestaciones ¿con cuál te sientes más identificado?, ¿de cuál conservas un recuerdo más grato? A.G.- Desde entonces no he dejado de escribir, lo que ocurre es que a la escritura han ido incorporándose otras manifestaciones. Mis poemas con el tiempo se fueron acortando en extensión, he incorporado imágenes y más tarde objetos. Sin saber lo que estaba haciendo empecé a practicar el mail art. Realizando el servicio militar en Madrid me escribía a mí mismo a Cuenca, utilizaba cartones, tarjetas coloreadas, plásticos, y como sellos colocaba las antiguas pólizas del estado y sellos dibujados, nunca utilicé remite, cuando volvía a Cuenca de permiso siempre era una sorpresa descubrir los envíos que habían conseguido llegar. Practiqué los happening y acciones con frecuencia después de haber asistido a los Encuentros de Pamplona en el año 1972, abandoné esta disciplina a finales de los setenta hasta hace unos años que he vuelto a retomarla. Suelo utilizar todas las manifestaciones poéticas, la que cada obra requiere y me siento más identificado con los poemas objeto simplemente porque son los que más satisfacciones me han proporcionado. 4.- Llegaste a la poesía visual desde la discursiva y es esta primera la que te ha dado a conocer. Sin embargo tú no has olvidado tus primeros amores y sigues escribiendo poesía discursiva. ¿Lo haces para demostrar que los poetas visuales son « poetas » con todas las de la ley y que cambian de un género a otro sin problemas? ¿Qué te permite expresar la poesía discursiva que no alcanza a decir la visual?¿Consideras que poesía visual y poesía discursiva son 6
  • 7. las dos caras de un procedimiento creativo complejo que las hace complementarias? A.G.-Mi poesía discursiva es la responsable de toda mi evolución, ella fue la que poco a poco hizo que descubriera este lenguaje experimental. También ella ha cambiado en estos años, se ha transformado en muy poco discursiva: los poemas cada día son más cortos, suelo practicar el haiku y, aunque me atrevo a decir que el idioma universal con más futuro es el visual, todavía quedan cosas que sólo se pueden expresar con palabras. No son complementarias. Son frecuentes los poetas experimentales que llegan de otras disciplinas y no necesariamente escriben poesía y también son menos los poetas discursivos que se acercan a la poesía experimental. 5.- Utilizas lo cotidiano, lo que nos rodea, para crear tus obras. Das una gran importancia a lo rutinario elevándolo a arte, ¿cuál suele ser el proceso de creación de tus poemas? A.G.-La continua práctica ha producido en mí una llamemos deformación profesional, inconscientemente suelo mirar todo lo que me rodea con una actitud de posible utilización poética. Esa mirada hace que muchos poemas sean encontrados, una noticia, un objeto al ser tratado bajo esta mirada proporciona la obra inmediatamente. Otra forma de trabajo es cuando surge la idea pero no dispongo del material para realizarla, en estas ocasiones la anoto a la espera de encontrar todo lo necesario para desarrollarla. 6.- Todos coinciden en afirmar que eres un hombre tranquilo y silencioso y sin embargo tus acciones demuestran lo contrario. Recuerdo « Golpe sobre golpe. Soneto a martillazos » en el que repartiste una foto tuya entre el público para que le asestasen tantos golpes de martillo como versos contiene el soneto o « El tocador de pitos » en el que has recorrido la geografía española con tus pitadas y obteniendo certificados que lo prueban. ¿Cómo explicas esta doble faceta? A.G.- Sí es cierto que soy tranquilo pero eso lo único que asegura es que afronte las situaciones con tranquilidad. Hay acciones tan evidentes y naturales que no requieren esfuerzo, simplemente realizarlas como un acto cotidiano más. De las que no controlas el resultado porque intervienen en ellas otras circunstancias, si las afronto con tranquilidad y con varios posibles desenlaces, esto te da tanta seguridad que el resultado casi siempre es creíble. 7.- Precisamente en « El tocador de pitos », utilizas como elemento protagonista el silbato. Después de haberlo utilizado durante catorce años como representante sindical, lo descontextualizas de su función protesta o de la utilización de los árbitros o del juego de niños, para darle una nueva vida. ¿Contra qué protestabas con esta nueva forma de utilizarlo? 7
  • 8. En sentido figurado – Revista literaria A.G.- No suelo ser directo en mis obras, prefiero sugerir a decir. En mi infancia el pito, el silbato era un juguete que los niños nos fabricábamos con cañas, con huesos de melocotón o acoplando las manos una con otra y soplando. No volví a utilizar un pito hasta mi etapa sindicalista. Mi manía de guardarlo todo para una posible reutilización hizo que acumulara un buen número de pitos, todos habían sido utilizados reivindicando derechos o protestando por injusticias. Reutilizarlos era un reto. Piensa que un pito utilizado en una manifestación ante un Gobierno Civil vuelve después de años a ser tocado de una manera lúdica ante un grupo de alumnos de un instituto. No pretendía protestar en mi segunda tocada; resumiendo, sólo intentaba ampliar las posibilidades comunicativas de un simple pito. 8.- He oído que tu casa parece un museo de obras artísticas, sé que anotas cada acto que haces, pides un certificado de cada pitada ¿Tienes alma de coleccionista? A. G.- Mi gran problema es el espacio físico, mi casa es un contenedor de cientos de obras artísticas en archivadores, carpetas, cajas de zapatos… puedes encontrar además de documentación, verdaderas joyas. También la biblioteca sobre poesía experimental, revistas ensambladas, libros objeto, mail art, etc. Suele ser visitada por estudiosos y especialistas. Lo de los certificados solamente los solicitaba durante el trabajo realizado como tocador de pitos, es interesante ver junto a la documentación gráfica cómo ayuntamientos, museos, galerías institutos, etc. dan fe de que, en un día concreto, un tal Antonio Gómez estuvo allí tocando el pito. 9.- Pareces tener una preocupación casi pedagógica por la poesía: das conferencias, charlas, vas al encuentro del público, pero ¿no encuentras una dificultad a la hora de conceptuar un arte tan cambiante y polifacético? A. G.- Lo mío es casi militancia, he dedicado mucho tiempo a dar explicaciones, primero a los más cercanos, a los amigos. El público que visitaba alguna muestra casi siempre era hostil, te pedía explicaciones y tenían que ser convincentes. Por estos antecedentes encontrarte ahora con un público cercano y hasta motivado hace que la labor de difusión sea recompensada. Suelo hablar de mi experiencia, de mi propia evolución, incluso de los errores cometidos, al fin y al cabo, son los que me han hecho avanzar. 10.- Te has convertido de algún modo en el referente externo de Extremadura en lo que a experimentación se refiere. Sobre todo después de tus sucesivas participaciones en las Ferias de Arte (Foro Sur, Arco). De la obra única, realizada enteramente por ti, los poemas objetos notablemente, has pasado a la obra seriada elaborada con la ayuda de especialistas de distintos sectores, distribuida y vendida en distintos mercados. Pudimos ver obras hermosísimas en Edita 09. ¿El viejo ideal del arte por el arte ha dado paso al arte como medio de vida? ¿La mercantilización del arte no entra en conflicto con la 8
  • 9. demonización del capitalismo que se esgrime desde un amplio sector de artistas? ¿El coleccionismo no es burgués, de ricos, por definición? A. G.-Mi cercanía con las publicaciones viene desde la época de la vietnamita y la multicopista, para mí la aparición de la fotocopiadora fue la solución ideal para difundir mis obras durante muchos años. En un momento dado por amistad empiezo a colaborar con otros creadores: pintores, fotógrafos, músicos, diseñadores etc. y esto hace que surja otro tipo de obra, que cambia también la forma de ser mostrada o distribuida. Son muchos los proyectos en los que he participado, la mayoría deficitarios económicamente, en los últimos lo que pretendo es que no me cuesten dinero. Me resisto a llamar mercancía a mi arte y dudo que prolifere ese coleccionismo burgués, de ricos, si esto fuera así habría muchos creadores viviendo de sus obras. Yo me considero coleccionista de variadas creaciones artísticas, y salvo el primer grabado que compré a plazos en el año 1972 (1500 pts) ha sido muy poco el capital invertido, lo que sí he practicado, y mucho, ha sido el cambio, el trueque. 11.- Cuando empezaste en poesía experimental no interesaba mucho, incluso te ha obligado a convertirte en tu propio representante. Desde entonces has recorrido un largo camino y ahora compartes espacio en los análisis de poesía experimental junto a los históricos del movimiento. ¿Cuál es a tu parecer el estado actual de la poesía en España? ¿Qué echas en falta? ¿Hay suficiente crítica y mediatización? ¿Institucionalmente empiezas a encontrar apoyos? A. G.- Todo lo minoritario es complicado difundirlo, pero si además es marginal mucho más. Las circunstancias de difusión actuales eran impensables hace 40 años. La poesía experimental española ha logrado alcanzar un reconocimiento por creadores no practicantes, por editores, por enseñantes, por galerías, por museos, etc. Ha cambiado también la actitud del lector-espectador hacia ella, al menos se sabe que existe, que se practica y que cuenta con fieles seguidores. Se echa en falta una crítica especializada, no somos los poetas que la practicamos los críticos ideales. El apoyo institucional ha sido importante para alcanzar el conocimiento y la difusión que hoy goza. 12.- Heredero de las posiciones de poesía comprometida en la época franquista, la de Brossa por ejemplo, en tu obra actual continúas esa trayectoria, como en la acción del Museo Vostell con la bandera de EEUU en cuyo reverso ondeaba una bandera pirata. Sin embargo, tu obra sobre Extremadura está lejos de tener ese carácter corrosivo. Por ejemplo, el poema visual con los nombres de los periódicos «Extremadura Marca Hoy La Vanguardia» debió halagar no poco al poder autonómico. El artista de ahora frente a los artistas del periodo franquista ¿nadan y guardan la ropa? o ¿es que han desaparecido los abusos de poder en Extremadura? A. G.- Resido en Extremadura desde 1978 y toda mi poesía desde ya antes de esa fecha es puro compromiso, creo que he sido coherente y no se me puedan adjudicar concesiones. Siempre estuve dispuesto, gobernase un partido u otro, a 9
  • 10. En sentido figurado – Revista literaria colaborar y trabajar en proyectos culturales. Mi obra personal se mueve por otros motivos, la necesidad de manifestarme la marca el día a día con todo lo que la actualidad conlleva. Lo de nadar y guardar la ropa no me lo explico en un creador, en un artista libre e independiente. Pienso que el poder nunca será justo, se debe pelear porque la política cultural atienda todas las manifestaciones y necesidades aunque sean minoritarias. Como creador reconozco que cuando no se atiende como quisiéramos nuestra actividad nos sentimos maltratados. El poder tiene las mismas características en todo el mundo. Refiriéndonos a política cultural, hablar de abusos de poder en Extremadura me parece excesivo, las necesidades son muchas y es la escala de valores para enfrentarse a ellas la que puede crear opiniones opuestas. 13.- He leído que has dirigido incluso obras de teatro, todas ellas vanguardistas (Brecht, Beckett) ¿Cuál era tu fin? ¿Por qué abandonaste tal actividad para centrarte en la poesía? A. G.- El teatro fue muy importante para mí en los años 70, tan decisivo en mi vida que abandoné los estudios por subir a un escenario. En aquellos años no se contaba con la infraestructura teatral actual y montábamos un espectáculo sabiendo que con un poco de suerte se representaría en tres o cuatro ocasiones. Dirigí, actué y conseguí publicar mi obra “Agonizando”. Tengo totalmente abandonado el teatro, en la actualidad lo paso muy mal si asisto a una obra, no puedo evitar imaginarme interpretando alguno de los papeles representados o cómo resolvería ciertas escenas. 14.- En el OVUM10TDS (Reunión de artistas con acciones en las calles de Tarragona), retomaste la idea del “Soneto a martillazos” y propusiste una nueva acción titulada «Tú también puedes golpearme» en la que Paco Muñoz sostenía un cojín con tu foto pegada y se la proponía a los paseantes para golpearla. Un ejercicio propuesto durante la romería «Desperta Ferro» (era uno de los gritos de guerra entonados por los almogávares antes de la batalla contra los musulmanes). ¿Buscas una profundización de sentimientos bajo el efecto anonimato o de grupo, una liberización de los fantasmas personales o simplemente intentas poner de manifiesto un modo de relacionarse con la realidad? A.G.- Casi todas mis obras reflejan siempre una realidad. Menos físicamente he sido golpeado infinidad de veces y de las más diversas maneras, aclaro que no es masoquismo lo que inspira esta obra, es simplemente otro intento de relación con el público. Los golpes recibidos de esta manera se pueden considerar como caricias, saludos o abrazos. Casi todos los que han participado en esta acción son amigos o conocidos, que saben que en una acción colectiva la participación es necesaria para que funcione, cada puñetazo directo a mí careto era un verso más del poema colectivo. 10
  • 11. 15.- Sin embargo, el resultado no fue siempre el pedido, aparte de los puñetazos, recibiste abrazos y besos. ¿Sorprendido? ¿Qué papel concedes al público en tus obras? A.G.- El público es soberano y me parece muy bien que no atienda lo que se le dicte. Yo pedía participación, pedía golpes, pero participar con abrazos y besos, está claro que es otra posibilidad. Lo importante de esta obra es que haya sido el resorte para que alguien se planteara pegarme, darme un beso o un abrazo. 16.- Mucho se habla de tus performances que son quizá las más llamativas, pero también posees una parte de tu obra que es más intimista, háblanos de ella. A.G.- Después de años sin practicar performances he vuelto más tranquilo y relajado que en mi primera etapa, pero sí es cierto que han llamado la atención porque la mayoría de mis compañeros no conocían esta faceta mía y les ha chocado este trabajo. Tengo trabajos de este tipo que están planteados para poco público, incluso algunos los he realizado solo, quedando como documento la grabación del hecho. 17.- En esta búsqueda de nuevos lenguajes y nuevas maneras de codificar la realidad. ¿Qué no has hecho todavía? ¿Cuál es tu nuevo reto? A.G.-Aunque tengo alguna colaboración musical, hasta una ópera, siempre, siempre estas búsquedas han sido por empeños personales de amigos músicos, yo sólo me he dejado llevar de su mano, hablar, comentar ideas e intentar reflejarlas en texto o visualmente. Me hubiera gustado tocar algún instrumento y tener mejor oído musical. Como reto aquí estoy peleándome con las nuevas tecnologías que me traen de cabeza, sólo utilizo el ordenador como máquina de escribir y para enviar correos. Soy de la vieja escuela, del recorta y pega, del letraset, no sé si podré con las oportunidades que oferta la tecnología. Gracias Antonio por la generosidad que nos muestras al dedicarnos tan agradable momento y permitirnos nuevamente conocerte un poco más. Desde ESF, que empieza ya a ser un poco tu casa, te deseamos que los éxitos continúen. Estas puertas estarán siempre abiertas para ti. España, 2009 ©Derechos reservados Imagen: ©Antonio Gómez. España. 11
  • 12. En sentido figurado – Revista literaria ESPECIAL PIE DE FOTO FUERA DE FOCO “Me gusta todo de ti: tus ojos de fiera en celo, el filo de tu nariz, el resplandor de tu pelo.” –J. M. Serrat– Los de tu especie… o género, qué sé yo de formulismos biológicos, suelen ojear con descaro pero hay algunos, y seguro que estás entre esos, con mucha mayor audacia. Arrojan la mirada como latigazo hirviente que escalda la piel más férrea. Y así, transparentan su deseo en forma tal, que es fácil (e intenso, habrá que admitirlo) imaginar cómo la sangre acude a la convocatoria y a veces, ni siquiera es necesario ante la veracidad, o voracidad del hecho. Sí, los como tú, ajustan el maxilar y salivan, lubrican atmósferas y acortan distancias, remontan, sobre el estertor de su presa, las tempestades que preñan los pliegues del esqueleto. Los ejemplares de tu clase son machos de excepción y privilegio que humectan la nariz, muestran la lengua y rastrean y alborotan y enardecen los instintos y los afanes que se ocultan dentro de una vejiga de minucioso recato. Me gustas, tendrías que saberlo, me excita simplemente concebir tu ataque y tanto, que te arrancaría del paisaje para saciarme y saciarte. Pero no, no soy una perra, literal o figurada, sigue en lo tuyo y deja que esta locura se pierda tras mi investidura de dama. José Gutiérrez-Llama México, 2009 ©Derechos reservados 12
  • 13. ¿ME GUSTA TODO DE TI? Me gusta todo de ti, algunas partes del todo. Tu piel, tu brillo, tus ansias la mirada fija cuando observas la serenidad de mi cuerpo desnudo. Del todo siempre me asusta la otra voluntad impuesta a diario la parsimonia entre uno y otro ladrido la convicción del somos libres aunque presos. Me gustaba antes de ti... -ahora deploro- ser el centro y el sur de tus delirios hombre-animal, manso y muy fiero. Una pena que te falten dos patas desperdicio que no hayas nacido perro. Judy García Allende Puerto Rico, 2009 ©Derechos reservados Imagen: ©“Me gusta todo de ti”, de Josep Vilaplana. Andorra, 2009. 13
  • 14. En sentido figurado – Revista literaria EL ARREPENTIMIENTO Cuando a Carlitos le mandaron hacer un trabajo de Religión, él, que ya a su corta edad era imaginativo y apuntaba maneras, escribió: “En el último momento, antes de expirar, Cristo pudo ver los siglos de historia que el hombre realizaría con su libre albedrío, en ese instante, con gran pesar, se arrepintió de todo cuanto había sufrido y sólo le consolaba saber que su Padre, al menos, lo resucitaría al tercer día”. El profesor de Religión, al leer su trabajo, tuvo una larga charla con Carlitos para demostrarle pacientemente que ese arrepentimiento no podía ser de ninguna de las maneras, que aunque fuesen pocos quienes realmente se salvaran, la muerte de Cristo había valido la pena, pues el mensaje de Cristo es el amor. Carlitos no comprendió entonces por qué el hombre había optado durante toda su larga trayectoria por la destrucción y el odio. Finalmente, tuvo que repetir el trabajo y hacer un resumen de uno de los Evangelios. Carlitos incide de nuevo en el arrepentimiento, pero esta vez describe un desconsolado arrepentimiento, pues Cristo no espera siquiera, que su Padre lo resucite al tercer día. Ana Isabel Alvea Sánchez España, 2009 ©Derechos reservados Imagen: ©Pedro Herrero. Barcelona (España), 2009. 14
  • 15. ELECTRIZANTE “La belleza es convulsiva o no es nada en absoluto” –André Breton– Caminaba sin sentido, cosa no extraña. Ocurre tanto en este mundo sin un sentido determinado -la vida misma dirían algunos filósofos-, que en realidad lo único que parece señalar una dirección específica es el arroyo de las avenidas y eso, es de suponer, se debe a alguna previsión puntual de las compañías aseguradoras para evitar más catástrofes en sus finanzas. El caso es que a diferencia de esto, las aceras no indican si son de ida o regresan, o si las vueltas a la izquierda están prohibidas del todo, o si existe limitación en cuanto a la velocidad máxima para transitar sobre ellas. Así que, postrado en un profundo desgano, al llegar a la esquina dobló de súbito sin precaución. Por supuesto que un acto de semejante imprudencia trae consigo -las más de las veces-, alguna consecuencia, y esta no fue la excepción. La colisión de frente con aquella mujer era irremediable, no había el mínimo margen de maniobra para evitarla. Apenas tuvo tiempo de mirarla a los ojos antes de cerrar los suyos en preparación al encontronazo. El efímero vistazo bastó para saberla hermosa, o más aún. Dice Hegel que la belleza es la manifestación sensible de la idea y sin duda, aquella mujer cuadraba dentro de sus ideas más sensibles y manifiestas. Con caballerosidad no hizo nada por protegerse del golpe, simplemente se dejó llevar hacia lo inexorable. Para su sorpresa no hubo la sacudida esperada contra la cabeza, costillar, esternón, rodilla o cadera; de hecho, la cruzó por en medio con suavidad. Tampoco estuvo ahí, la sensación viscosa y acolchonada de las vísceras tibias. Sobrevino, únicamente, la serenidad vibrante que nunca antes experimentó. Tres pasos más y se detuvo sin entender lo sucedido. Giró sobre su eje tras la mujer, la detuvo del brazo y encandilado en sus ojos preguntó: “¿Eres un ángel?”. Ella sonrió y la sonrisa fue en sí misma una respuesta; nadie suele ni puede concebir un ángel con semejante sensualidad. Luego, la mujer le acarició 15
  • 16. En sentido figurado – Revista literaria y murmuró: “Soy tu locura”, y la adjetivación de esa frase retumbó en sus adentros como un pulso más. “¿Cómo te llamas?”, “¿Dónde estás?”, “¿Cuántos años tienes?”, “¿Sabes quién soy?”, le preguntan los médicos reiteradamente mientras observan el extravío de sus ojos y la baba cristalina que columpia en su mentón. No hay reacción, desde hace tanto que no la hay, que parece sin sentido continuar la terapia. Aún así -ocurre tanto en este mundo sin un sentido determinado- le plantan los electrodos. El hombre no los escucha y ni siquiera da cuenta de ellos. Hace tiempo vive un tórrido y alucinante romance con una mujer más que hermosa y camina decidido y en dirección a otro de sus electrizantes orgasmos… José Gutiérrez-Llama México, 2009 ©Derechos reservados Imagen: www.imagesgoogle.com.mx 16
  • 17. MÁS ALLÁ DEL AMOR Yo llevaba muerto muchos años, pero sentía curiosidad por saber si la mujer con quien había compartido mi vida seguía viva y qué tal le iban las cosas. Me dijeron que esa curiosidad no tenía sentido, que nada lo tenía después de haber muerto. Pero yo sólo quería saber si ella se encontraba bien. Ellos insistieron en que era inútil insistir, que si ella vivía no podríamos entrar en contacto y que si había muerto tampoco. Me repitieron que todo había acabado y que nada podían hacer al respecto. Sin embargo, la ansiedad por recibir noticias de mi amada iba en aumento de manera imparable y no pensaba renunciar a mi propósito. Al final tuvieron que admitir que tal vez yo no había muerto del todo. Supongo que el sobresalto fue tan violento que acabé por despertarme. Mi mujer dormía plácidamente a mi lado, en la oscuridad, con el pelo revuelto y la sábana cubriéndole apenas la cintura. La abracé con insistencia hasta que ella despertó, y le hice el amor como si la acabara de conocer. Luego le confesé que había tenido una horrible pesadilla, en la que la echaba mucho de menos. Por su parte, ella también había soñado algo muy extraño, según me dijo. Alguien, al parecer muy obstinado, la perseguía sin descanso para saber cómo vivía y todo lo demás. Cuando le pregunté quién era esa persona me dijo -entre bostezos- que no lo recordaba, pero que cuando yo la desperté estaba a punto de lograr que la dejara en paz. Pedro Herrero Barcelona (España), 2009 ©Derechos reservados Imagen: ©Pedro Herrero. Barcelona (España), 2009. 17
  • 18. En sentido figurado – Revista literaria POR PURA CURIOSIDAD Una multitud arremolinada se apretaba a su alrededor devorando el espectáculo con entusiasmo febril. Levantaban los brazos, agitaban los puños y lanzaban aullidos ensordecedores. La atmósfera galvánica e irrespirable le hacía hervir la sangre lanzando su corazón a galope. Dio unos pasos atrás en medio del tablado. Alguien le empujó, cayó de rodillas y sintió una presión en la garganta. Un frío aterrador electrificó sus músculos. Cerró los ojos, pero seguía oyendo a aquella marea enardecida. ¿Cuántos segundos más la escucharía después que la guillotina le hubiera seccionado el cuello? Puerto Gómez Francia, 2009 ©Derechos reservados Imagen: ©Pedro Herrero. Barcelona (España), 2009. 18
  • 19. SEGUIR LA CORRIENTE El agua empezó a empaparle el pelo y a mojarle la cara. Era uno de esos días tristes y lluviosos que a Julia no le gustaban. Con los ojos cerrados, ofreció su rostro a las gotas que se estrellaban sobre su piel y le proporcionaban un suave masaje. ¡Ojalá pudieran limpiarle el alma, que tenía tan gris como el cielo ! Se quedó así un rato, inmóvil. No estaba tan pendiente del reloj como al principio, cuando la contrataron. ¿Para qué correr? Unos minutos de más o de menos no iban a cambiar nada. Ya no creía que la posición de la empresa en el mercado mundial, los beneficios o la confianza de los accionistas merecieran tanta abnegación como demostró a lo largo de los últimos veinte años. La idea de que su divorcio pudiese tener algo que ver con todo ello asomó tímidamente en su mente pero enseguida la ahuyentó quitándose el agua de la cara con la mano. Abrió los ojos y le invadió una extraña pesadumbre al observar cómo las gotas que resbalaban sobre sus pies renunciaban a sí mismas para fusionar con las demás, creando unos hilillos de agua que a su vez iban a aumentar el caudal de unos pequeños riachuelos que huían veloces por el suelo. Eso era ella, una de esas diminutas gotas anónimas. Y al igual que todas, terminaría en las alcantarillas. Fugaces pero nítidas imágenes del funeral de su madre empezaron a desfilar en su mente, con su séquito de emociones que le ennegrecían más aún el alma. El coche fúnebre demasiado rutilante delante de la iglesia, las manos abiertas del cura implorando el cielo, la alta y solemne reja de hierro del cementerio, la comitiva caminando en silencio entre cruces y lápidas, el ataúd tragado por la tierra, sus hijos rodeándola. Esbozó una sonrisa entre dulce y amarga. Esparcidos por Europa por razones laborales o sentimentales, ya habían vuelto a sumergirse en sus vidas respectivas. Cerró bruscamente el grifo de la ducha y se quedó mirando sus pies hasta que el último hilillo de agua se hubiera desvanecido. Entonces posó una mano en el hombro opuesto, y con gran meticulosidad la deslizó por todo el brazo, expul- 19
  • 20. En sentido figurado – Revista literaria sando despiadadamente las gotas que ahí permanecían. Hizo lo mismo con el otro, con sus pechos, su vientre y sus piernas. Salió de la ducha, dispuesta a hacer frente a su reflejo en el espejo. Christian Peytavy Pau (Francia), 2009 ©Derechos reservados Imagen: ©Pedro Herrero. Barcelona (España), 2009. 20
  • 21. SU MEJOR AMIGO No me cabe la menor duda, lo que Dios dijo fue amaros con furia, todos contra todos y Él, para dar ejemplo, se convirtió en el mayor y más lujurioso amante. Estoy firmemente convencido que los únicos responsables de la posterior deformación, los que manipularon el mensaje divino que llevamos grabado en la entrepierna, fueron los feos. Toda la cultura cristiana no es nada más, ni nada menos, que una enorme revuelta de feos. Gente poco afortunada, triste, cansada de escuchar música y no saber bailar. Estos son los verdaderos culpables, coleccionistas de suspiros que para aliviar su tristeza creyeron que lo mejor sería despedir a la orquesta. Absurdos notarios dando fe de nada, con su caudal de sangre miope corriendo por sus venitas de papel. ¡A ellos y sólo a ellos les debemos el gran bostezo! Y es que esta noche, Silvia está deslumbrante con su vestido blanco. Tan inalcanzable como el Paraíso para alguien como yo, su mejor y más feo amigo. Josep Vilaplana Andorra, 2009 ©Derechos reservados Imagen: ©Josep Vilaplana. Andorra, 2009. 21
  • 22. En sentido figurado – Revista literaria ¿TARDE? ...qué tarde... esta vez sí que llego tarde... no debí dejarme liar así... ¡¡¡¡¡¡¡¡pipipi!!!!!!! y encima me dejo atropellar... Me tiene intrigado ese hombre...va despistado...casi le pilla ese coche y él ni siquiera se ha inmutado...los hay con suerte...pero es que esa chica tiene un no sé qué que me vuelve loco... gabardina arrugada, pelo despeinado, cigarrillo apagado en la boca... obviamente, no debe haber una mujer esperándole en casa... Antonio, no te olvides las pastillas... laspastillaslaspastillaslaspastillas... seguro que las olvido... y su pelo... mmm... me enredo, me pierdo, me olvido... las pastillas las pastillas... ninoninoninoninoni ¿por qué no la dejan pasar? si fueran ellos los que iban dentro... ...¿la tendrá en el hospital? no deja de mirar esa ambulancia... tal vez él pasó por una experiencia similar en el pasado y le trae recuerdos... malos recuerdos... o tal vez observa la profesionalidad del conductor que sortea los coches-obstáculos con una facilidad asombrosa... qué tarde... hoy no me libra ni una buena excusa: verá, jefe, es que ayer me llamaron del hospital y... ¿dónde irá? parece que tiene prisa pero... cómo huele su pelo, y su piel, tan suave, azabache y seda... ¡oye, tú! vaya con el chaval... si es que ya no se respeta nada... vaya encontronazo... si mirara por dónde va, no chocaría con la gente de esa manera... las nueve y veinticinco... De nada, señora... y ahora se detiene a hablar con una anciana... vaya con el señor, se va sin reloj, nada menos que de oro macizo, de esos que ya no se hacen... pues que no alardee demasiado que el día menos pensado se lo roban... ¿qué estará haciendo ahora? me la imagino en la penumbra... deslizando cada una de sus prendas, suavemente, con delicadeza, 22
  • 23. por la tersura de... las pastillas, Antonio, las pastillas... pues sí que tiene prisa porque ahora ha empezado a correr...¿para entrar en una farmacia?...¿¿¿??? Lourdes Bueno USA, 2009 Derechos reservados Imagen: www.imagesgoogle.com 23
  • 24. En sentido figurado – Revista literaria TIC TAC Bajo la ventanilla y enciendo un cigarro más. El quinto desde que recibí tu mensaje. Oír el tono de alerta de mi móvil, leer en la pantalla tu nombre, Alejandro, saber que quieres verme, que nos citamos… en todo eso pienso mientras el enredo del tráfico desacelera nuestro encuentro. Miro el reloj en el salpicadero, luego compruebo en mi muñeca que sí, que llego tarde y pienso en las ganas que tengo de que tomes mis manos, que brillen tus ojos al mirarme, que revivamos aquello que teníamos pendiente desde la semana pasada. Pienso en eso y no en lo que debo. Tiro la colilla a la calzada, subo el cristal y me recreo imaginando tu sonrisa al recibirme, tus besos, tu voz regalándome alguna palabra agradable. Freno en seco. El coche se cala. Una pareja pasa corriendo delante de mí. Cogidos de la mano, felices, mirándose el uno al otro, con el aura que la catástrofe del amor ilumina a los enamorados. Arranco de nuevo. En menos de cinco minutos he llegado. Noto el nudo del estómago mientras entro. La desazón sigue ahí cuando pulso el número de planta en el ascensor y es cuando recuerdo que me has tenido en vilo siete largos días, comprobando coberturas, anhelando tu llamada, queriendo esas migajas que tan tacañamente me cedes. Pienso en que te quiero, pero en que desapareces todos los fines de semana, sin una palabra, sin una explicación. Me miro al espejo de esa caja tan estrecha que me asfixia y no me gusta lo que veo. Mi mirada es joven, pero no es feliz. Me doy cuenta de que no sirvo para esto. 24
  • 25. He llegado al rellano donde está tu habitación. Sé que estás ahí, esperándome, con una botella de cava preparada y alguna acertada flor con la que recibirme. Apoyo mis manos en la puerta y creo reconocer tu presencia tras la madera. Cierro los ojos un instante y decido. Regreso al ascensor, dejo el hotel, entro en mi coche y miro de nuevo el reloj. He decidido cambiar mi rumbo. Vuelvo al tráfico y su ajetreo envuelve mis sollozos. Mi móvil suena y no necesito mirarlo para saber que eres tú. Mi móvil suena… pero no necesito responderte para ser, al fin, yo. Valeria Tittarelli España, 2009 ©Derechos reservados Imagen: ©Pedro Herrero. Barcelona (España), 2009. 25
  • 26. En sentido figurado – Revista literaria EVIDENCIAS Ismael se alarmó al no encontrar en casa a Carol, su mujer. Eran casi las nueve de la noche y ella, que siempre llegaba antes de la oficina, solía estar esperándole para cenar. Algo grave debía de haber pasado para irse sin avisar. Ni siquiera parecía haber dejado una nota antes de salir. Se quitó la americana y, junto con el maletín, la dejó, sin miramientos, en una silla del comedor. Con premura, sacó del bolsillo del pantalón su móvil para verificar que no tenía ninguna llamada perdida o algún mensaje pendiente que leer pero sólo le sirvió para confirmar que no tenía noticias de su esposa. Preocupado, fue a la cocina: no había dejado nada preparado. De hecho, no parecía haber estado allí aquella tarde. Siguió adelante y llegó a la habitación de matrimonio. Lo que allí vio no tenía sentido: su maleta estaba abierta sobre la cama, con su ropa interior, tres camisas y un pantalón. —¿Nos vamos? —se preguntó en voz alta sorprendido, asomándose a una parte del armario que estaba abierta, la suya. Dio una ojeada al cuarto y, en seguida, lo tuvo claro: —¡Dios mío! —gritó angustiado cuando vio sobre su mesita de noche la cámara de fotos de Carol. “¡Lo sabe! ¡Quiere que me vaya!”, exclamó y su cara se desencajó ante lo que se le venía encima. “Nos ha descubierto y quiere que me vaya. Ahí están las pruebas por si quiero verlas. Esto es el final”, dedujo tomando el ingenio que le había delatado y manipulándolo para ver exactamente qué había encontrado. Pero tan nervioso estaba que sus dedos no eran capaces de dar con ninguna imagen y, lanzando la máquina sobre la colcha, se dirigió al salón. 26
  • 27. No era capaz de razonar coherentemente. ¿Qué era lo que se esperaba de él en esta situación? ¿Acabar de recoger sus cosas e irse? ¿Pedirle perdón por encima de todo? ¿Negar lo sucedido? ¿Qué habían hecho sus amigos cuando les pasó? En cuanto llegó se sentó de cualquier manera sobre el sofá, sin preocuparse por que su camisa y su pantalón se arrugaran más de la cuenta, se aflojó la corbata, e intentó relajarse. Pero no lo consiguió pues al estirarse topó con un folleto de la cadena hotelera Marea, a la que pertenecían los hoteles que él y su amante contrataban para sus encuentros amorosos. “Esto también tiene un significado. Carol nunca deja nada por medio y si esto está aquí es por algo. Sabe que nos vemos en estos hoteles. Lo sabe todo”, razonó vencido. Ismael se levantó y se dirigió al despacho que tenía en el piso de arriba. Cogió su agenda y comenzó a anotar cuáles serían los pasos a seguir a partir de entonces: conseguir un abogado, buscar piso, no salir demasiado trasquilado en el juicio... No pasó más de media hora cuando oyó que se abría la puerta de la calle. Se levantó como una exhalación, bajó al recibidor y se lanzó, sin pensar, a los pies de su mujer. No tuvo tiempo para ver que venía más guapa que nunca: con un moldeado recién hecho, con una chaqueta turquesa que hacía juego con sus ojos y con unos zapatos que le estilizaban las piernas, aún más si cabía. —Lo siento, mi amor, no me eches de casa. Tu hermana no significa nada para mí. No siento nada por ella, de verdad —sollozaba Ismael sin soltar ni por un momento a su todavía esposa—. Te prometo que no la volveré a ver nunca más... Y allí estaba él, llorando a moco tendido, confesando su infidelidad a los pies de Carol que, con una sonrisa congelada, agitaba en una mano, como un ave sacudiendo las alas, dos billetes de avión para el día siguiente y en la otra una reserva en un hotel de la cadena Marea, gentileza de la revista Corazón. Montserrat Tomás García Barcelona (España) ©Derechos reservados Imagen: www.sxc.hu/browse www.morguefile.com www.imageafter.com/images.php 27
  • 28. En sentido figurado – Revista literaria ERA UNA MUJER HERMOSA “La duda no es una condición placentera pero la certeza es absurda” –Voltaire– Era una mujer hermosa, pero no de una forma común sino poseedora de una hermosura insultante para las otras mujeres, fundamentalmente para aquellas que se saben (o se creen) hermosas. Digo bien, para ese tipo de mujeres en específico puesto que, por alguna extraña razón, las mujeres poco agraciadas (bajo este eufemismo supongo encubrir su fealdad) en realidad más que envidia por sus congéneres de extraordinaria belleza, sienten una especie de veneración mediante la cual reverencian el ideal femenino. Por si fuera poco, traslucía en ella la inocencia de una “Madonna” renacentista; binomio, desde luego, tan irresistible como inverosímil, a no ser que se goce, unívocamente, de la candidez que esa mujer parecía prodigar. ¿Parecía?, sí, parecía, y era ahí, en la impotencia para reafirmar semejante apariencia, que residía mi tormento. En realidad no creo ser un escéptico pertinaz que sospecha de todo pero tampoco soy (sería repugnante) de esos incautos a los que es fácil burlar. Así que, desde que la conocí, supe que algo en ese maravilloso conjunto, “inocencia- belleza”, no encajaba. No era necesaria una inteligencia preclara para asegurar que la belleza era real; era notable y notoria. Por tanto, el engaño (porque mi intuición discurría hacia el engaño) estaba en el recato de su conducta, en la sonrisa dispuesta, en la cristalina mirada o en su inagotable encanto. Entiendo que el más rústico psicoanalista podría conjeturar infinidad de términos chocantes y patologías para catalogar mi “enfermiza” actitud; simplificaré la tarea y reconoceré mi obsesión por desenmascararla. Una vez despojado de cualquier vestigio de pudor, debo decir que por meses la aceché como una sombra, claro, con impecable discreción para que mi presencia pasara inadvertida y así poder sorprenderla en medio del embuste. La seguí a cuanto lugar acudió, preparado con el herramental fotográfico necesario para documentar su tropiezo; uno nunca sabe cuál puede ser la reacción de una hermosa mujer acorralada ni los encantos que es capaz de desplegar para torcer 28
  • 29. las historias. No, el asunto era trascendental y no daba espacio para la omisión… Aquel día parecía distinto; sin pecar de excesivo diré (como en los clásicos) que el aroma de lo anormal gravitaba en el ambiente. A las dos de la tarde salió vestida en forma casual; cabello recogido y lentes oscuros, subió al auto y fue por los niños al colegio; normalmente era el chofer quien se encargaba de ello. Los llevó a un restaurante de comida rápida, convivieron un par de horas y regresaron a casa. Más tarde volvió al auto y se dirigió a un café donde encontró a una amiga; beso por cada mejilla y amena conversación. Al poco, un musculoso y enorme hombre de color se sentó con ellas. No era un encuentro fortuito o inesperado de quien se acerca al flirteo; aguardaban por él. Una nueva ronda de bebidas (ahora para tres) edulcoradas con sonrisas y miradas atrevidas y entrecruzadas; bueno, con honestidad no es que esto sucediera en medio del descaro pero para alguien suspicaz (como yo) resultaba patente. Sobrevinieron algunos roces con las rodillas y la correspondiente persuasión con ojos y labios. Mi cámara de repetición con su potente telefoto captó cada instante con lujo de oportunidad y detalle. Al tiempo que consumieron sus brebajes, consumieron mi serenidad; presentía que, luego de tanto, al fin estaba en la antesala de atrapar a esa farsante y sin embargo los acontecimientos no se desgranaban con la velocidad deseada. Mi nariz, que apenas emergía por la ventanilla del auto, aspiró profundo. Con cierta ansiedad me disponía a encender un cigarrillo cuando abandonaron la mesa y solicitaron los autos al “valet parking”, o al menos eso pensé, hasta que al llegar el vehículo del hombre, lo abordaron los tres. Quien era de mi interés, mañosamente ocupó el asiento trasero. Como extraído de una película policíaca, escondí la cabeza entre los hombros, me deslicé por el asiento para evitar que me vieran, puse en marcha el auto e inicié la persecución… bueno, los seguí a distancia prudente. En medio de mi incredulidad tomaron rumbo hacia los suburbios de la ciudad, sitio donde proliferan los rincones propios para los amores furtivos. Durante el trayecto no pude evitar que mi imaginación volara hacia los más escandalosos y truculentos sucesos ni tampoco fui capaz de impedir que el vacío estomacal acreditara mi nerviosismo. La sudoración de las manos, la respiración entrecortada y un extraño hormigueo retro-esternal afloraron cuando súbitamente desparecieron de la carretera para entrar (a mitad de un frondoso y húmedo bosque) en uno de esos santuarios llenos de villas e intimidad. Me detuve para buscar la protección de la distancia. Eché mano del telefoto y los observé bajar del auto y entrar, entre jugueteos, a la pequeña cabaña. Con el entrecejo fruncido y el paladar amargo (la tensión siempre me produce regurgitaciones ácidas), transité con el auto hasta donde la cautela lo permitió, no sin antes haber dado al encargado del lugar una jugosa remuneración para que me permitiera accionar con libertad y además, enmudeciera (odio las preguntas estúpidas lanzadas a quemarropa que producen respuestas más 29
  • 30. En sentido figurado – Revista literaria estúpidas aún, solamente capaces de satisfacer a un par de estúpidos enfrascados en un diálogo que escala –por la estupidez– en forma vertiginosa). A esas horas, pardeaba la tarde como un aliado que se unía a mi cruzada. Cubierto por las sombras y el sigilo me acerqué a la ventana. Para mi fortuna (aunque he de decir que frecuentemente ésta suele solidarizarse con la perseverancia) una de las cortinas no sellaba al cristal del todo y abría un claro suficiente para que entraran mis ojos. Supongo que ya habrá ocasión de relatar (para los amantes del morbo) lo sucedido en la habitación, por ahora sólo diré que mis sienes pulsaban al punto del quiebre y sin pensar en los niños, la familia o qué sé yo cuánta cosa, disparé frenéticamente (un número indeterminado de veces) la cámara fotográfica. Para recreo de quienes me piensen enfermo, añadiré que en el fondo todo lo acontecido me produjo el extravagante placer de saber que mis sospechas eran ciertas. En descargo (y en justicia también) debo aclarar que clínicamente es común que las emociones sadomasoquistas acompañen a la conducta obsesiva. Agotado y compulso detuve la embestida. Inhalé profundo en busca de oxigenar mis pensamientos y serenarme. En realidad ahí no restaba más por hacer. Con idéntica pulcritud regresé al auto y de ahí, me dirigí a casa. Esa noche delante del sicalíptico material impreso, confesaré que su tierna mirada (colmada de cristalina belleza) me hizo vacilar en infinidad de ocasiones. Pero no, no podía recular como un vulgar pusilánime de esos a los que se les aguada el esqueleto como el pan en la leche. A esas alturas era claro que únicamente tenía dos opciones: extorsionarla o recurrir a alguno de esos “pasquines del corazón” para los que ocasionalmente trabajo. En realidad no soy un delincuente, así que con la ética del mejor “paparazzo” descarté la primera alternativa; de cualquier forma no había razón para exponer mi reputación y prestigio. Luego dormí como hace mucho que no lo hacía. José Gutiérrez-Llama México, 2009 ©Derechos reservados Imagen: www.imagesgoogle.com.mx 30
  • 31. EL OJO DE LA DIOSA A Elisa Luengo Antes de que los ojos fueran hechos para ver y los oídos para oír y el hombre poseyera un órgano capaz de la palabra, Ishtar, la de la cabeza de pájaro, la mujer-serpiente, soñaba el sueño del que duerme y su rostro se parecía al rostro ciego de la muerte. Los ojos nada sabían de mirar ni las manos sospechaban la caricia, pero un gran deseo de ver impregnaba la carne de la diosa y ella incubaba un ojo para mirar su sueño. Oculta en el cristalino acechaba su cuerpo impregnado ahora del aburrido azul de su pupila y una profunda decepción de sí misma cristalizaba, como excremento de mosca, sobre su carne sin mácula. ¡Tan monótonamente azul era su sueño! La insignificante mancha se adivinaba más que se percibía en la tornasolada transparencia que era ahora el cuerpo de la diosa, pero su atención sobre aquel lunar que maculaba su rostro la irritaba. Iba y venía del azul indistinto a la ínfima mácula y la turbulencia del sueño la arrastraba a la ensoñación del que no duerme. Fue grande la novedad de aquel ojo y fecundas las impresiones de la mirada. La diosa se abandonaba al abismo de la materia - su propia carne- que se abría ya en zonas de luz y sombra. El oído no sospechaba la música y nada sabían de respirar las criaturas. La diosa se contemplaba fascinada, cambiante y diversa, evanescente y difusa, pero la mácula insistía como un punto de fuga y le invitaba a buscar la consistencia de las formas. Ishtar, la de los cien brazos, buscaba a tientas como ciego que mira los colores. Intuía la repetición en aquel caleidoscopio que era ahora su cuerpo y se puso a atraparla como si de una certeza se tratara. El único ojo de la diosa escrutó hasta capturar lo idéntico y lo diverso. Las combinaciones desve- 31
  • 32. En sentido figurado – Revista literaria laban la consistencia de las formas. Su cuerpo era ahora como el vestido en los retratos de Klimt, pero sin manos y sin rostro. La mano no sabía de la caricia, ni la vena del calor, ni la muerte de la herida, ni el viento de la voz. Ishtar, el pájaro de fuego, en su vuelo escrutaba nuevas texturas y aprehendía la aspereza, del tronco del olivo; la viscosidad, de los batracios; la rugosidad, de la roca y los corales; lo espeso, del mercurio; y embriagaba su garganta en los torrentes. Un gran silencio la envolvía. Los labios no sabían del beso ni el viento conocía la palabra. Giraba con los astros, lustraba las piedras en el vientre del lagarto y danzaba, en el fondo del mar, junto a los peces. Iba extasiada del jazmín a la canela, del azafrán a la flor de malva. Mordía con fruición la carne de los frutos y arrancaba la pulpa de las valvas. Se zambullía en sí misma deslumbrada por la riqueza de matices de su cuerpo pero el silencio la envolvía y ella deseaba el canto y el grito, la tempestad y el latido, la voz y la palabra. Aquí las olas rompían contra el acantilado, allí lamían la playa con un susurro; estrellas se rompían en mil pedazos y un buey mugía de amor sobre la hierba; el golpe de las astas de los ciervos en celo retumbaba en el eco en las montañas; un poeta se atrevía a nombrarla. Ella, la diosa Ishtar, escuchaba complacida la sinfonía de su cuerpo. La vida no sabía de la herida, ni los jugos gástricos sospechaban la carne. Las quijadas de burro se descomponían en el barro. Y el hombre era apenas más sabio que los gatos. El pensamiento la alimentaba. Borraba, soplaba, deshacía. Un tigre devoraba una gacela. Construía de nuevo. Una rana incubaba los huevos en su estómago. Rescataba una forma desechada. Un hombre recordaba el caminar de la serpiente y dibujaba una línea sinuosa en la arenisca del acantilado. Raspaba. Dos huestes enemigas deshacían los cuerpos de sus hombres en el campo de batalla. Ishtar se deleitaba en la putrefacción y la malaria. El llanto y los gemidos de todo lo que sufre se unían en su cuerpo como los tonos broncos, monocordes, de las marchas fúnebres. Un hombre se asomaba a la diosa como a un puzzle. Quería comprender. Un nuevo cambio se fraguaba. La mano no recuerda la caricia. Las palabras son impulsos eléctricos en los cables. La quijada está hecha de neutrones. Un robot reúne los fragmentos. La diosa sueña con trazos cambiantes y contempla complacida sus manos y su rostro. Ella, la diosa Ishtar, la que no duerme. Emilia Oliva España, 1997 ©Derechos reservados Imagen: ©“Diosa. Cicládico Antiguo. III milenio a.d.c.” Juan Duarte. España, 2009 32
  • 33. UN CLAVO SACA OTRO CLAVO —Hay algo en la música de Vivaldi que la hace igual a un buen vino —dijo Gerardo, levantando su copa para que yo observara al trasluz el Hacienda Monasterio, reserva 2001, que antes había juzgado como el único caldo adecuado para acompañar el guisado de venado que se había empeñado en hacerme probar—. Cuestión de matices. ¿Ves los reflejos azules difuminados en el color rubí? Yo miré el vino con expresión embobada y solté el oportuno «¡Oh! ¡Siii…!», como si hubiera entrado en éxtasis. —No todos pueden apreciarlos —continuó Gerardo, satisfecho, mirándome con aprobación, como si yo fuera una niña buena—. Es por los taninos. Este es un vino redondo y suave; joven, a pesar de que lleva por lo menos un año de fermentación y tres de reposo. Por eso, tiene esa fragancia balsámica y fresca, eso se nota en seguida, y, si te fijas, verás un sabor frutal, con notas tostadas… Ya verás, tienes que retener un sorbo corto contra el paladar… Estuve en un trís de mandarlos a tomar por culo, a él, a los taninos y al paladar, pero logré refrenar mi genio y cambiar de conversación preguntándole por su ex. Esa era su otra monomanía. También resultaba algo cargante, es verdad. Pero más fácil de manejar que todas esas pedanterías sobre la comida y la bebida que nunca había podido soportar. La verdad es que el vino estaba de cojones y el restaurante era de lo más agradable, pero para acabar con dolor de estómago casi prefería haber ido a un McDonalds. Me gusta comer bien tanto como a la que más, pero siempre he pensado que es más agradable comerse un 33
  • 34. En sentido figurado – Revista literaria bocata de tortilla en buena compañía que una langosta en un ambiente estirado y solemne como una catedral. El resto de la noche fue bien. Aparte de esa manía de dejarse una pasta gansa en hacerse la ilusión de ser un gourmet, Gerardo era un tío muy agradable. Y guapo. Y estaba en buena posición económica, que siempre es un punto. Eso le permitía tener detalles de esos que te hacen sentir mimada. Mismamente, haberme llevado a cenar a un restaurante tan caro. No es que yo fuera interesada, pero al fin y al cabo, eso quería decir que estaba dispuesto a hacer algo para conquistarme, ¿no? Tampoco era de los que agobian, así que volví a mi casa sola y bastante contenta. Canturreé una canción mientras me ponía el pijama y todo fue bien hasta que, al vaciar mi bolso, un acto reflejo me hizo comprobar el móvil. La costumbre. Pero, una vez más, me sentí decepcionada al ver que no había ningún mensaje ni ninguna llamada perdida. Pero no fue la decepción lo que me hizo lanzarme boca abajo sobre mi cama, aferrando la almohada contra mi vientre como si fuera otra vez una adolescente. Yo ya sabía que no encontraría nada. ¿Por qué lo buscaba, entonces? Eso era lo que de verdad me desesperaba. Lo que hacía que volvieran a mí todas las agonías de la Virgen de los Siete Dolores. Pero fue sólo un momento. Enseguida suspiré hondo y me animé a mí misma, pensando en que ese día sólo lo había hecho una vez. Era un avance. Verás como poco a poco se te pasará, me dije. Luego le di las gracias in mente a Gerardo. A pesar de aquel pequeño ramalazo de pedantería, no había duda de que me había hecho olvidar por un momento... Ilusionada, pensé que quizá si siguiéramos adelante lo lograría completamente. Aunque una vocecita en el fondo de mi mente, a la que en vano intentaba sofocar, me decía que no lo iba a conseguir. Gloria Valdés-Bango Álvarez Barcelona (España), 2007 ©Derechos reservados Imagen: ©Roberto Valdés-Bango Álvarez. Asturias (España), 2009 34
  • 35. UN HONGO POR SOMBRERO Theodoro Campos, el autor de moda, pretendía sobornarme cuando acudió a mi cita y yo sólo pensé que me apretaban los zapatos. Me los había comprado esa misma mañana para impresionarle, unos manolos, sí, esos que cuestan un pico y que salen en el Vogue o en el Marie Claire, pero que hacen rozaduras como todos. Así que no andaba yo de buen humor precisamente, lo que me endureció para negociar con él. Terminó por ofrecerme el doble a cambio de los papeles que le comprometían en una estafa a la Seguridad Social. Por un momento estuve tentada de aceptar el dinero, pero acabaría por pedirle: –Anda, acompáñame a comprarme unos zapatos. Había sido yo quien se había puesto en contacto con Theodoro Campos gracias a mi cargo en el Ministerio; eso sí, con un nombre falso y engolando la voz. A lo largo de la conversación lo había ido enredando, dejando caer como quien no quiere la cosa que el asunto podría solucionarse sin publicidad. Él entendió lo que le proponía, y concertamos un encuentro en una cafetería. Le dije que llevaría un vestido verde y una pashmina de color crema. –¿Qué te esperabas, hombre? –le pregunté en nuestra cita en cuanto, por fin, dio muestras de haberme reconocido. –No sé, me llevé una gran sorpresa cuando me llamaste, ¿te crees que no te reconocí?, ja,ja. En fin, ha pasado tanto tiempo... 35
  • 36. En sentido figurado – Revista literaria Doce años, pensé, frotándome con un pie la herida en el talón del otro. Había conocido a Theo en un concierto contagioso de euforia para los amantes del éxtasis; lo había traído uno de mis amigos. Tocaban los Play cool, yo escuchaba la música con los ojos como frutas y Theo me pareció de lo más atractivo debajo de un sombrero hongo que le suavizaba los rasgos un tanto disparados. Sólo con verlo solté una carcajada. Pero él no se molestó; todo lo contrario, me lanzó una mirada ardiente y me dijo: –Me encanta tu risa, Paula. –¿De veras? –contesté sin ambigüedades. –Sí, es como un trino turbio. –Guau, tío, nunca me habían dicho eso. No está nada mal –le dije con ganas de tirarme a su cuello. Theo me pareció único, se me había subido la pastilla y me perdía la habilidad lingüística. –Es que soy escritor –añadió Theo. Zaca, Theo acababa de tocarme en la llaga de mis sensibilidades. A la mayoría de mis amigas les ponían los modelos, pero a mí, de verdad, que los autores. No me perdía ni una firma de libros ni ninguna de las ferias. Tengo grabada en la memoria el momento en que Antonio Gala me comentó que tenía una “belleza botticelliana”, de verdad que me lo dijo mientras me estampaba un autógrafo en La pasión turca (lo he puesto en curviva al ser titulo de obra). Casi se lo pregunto a Theo, que si él pensaba lo mismo, pero me contuve, al tiempo que enredaba mi dedo índice con un tirabuzón de mi pelo y le preguntaba jadeando: –¿Y tienes alguna novela en el mercado? –Casi, me he presentado al premio Planeta. Y pienso ganarlo. Me quedé con la boca abierta. ¿Por qué no iba a creerlo? Yo también tenía mis expectativas: –¿Sabes, Theo? Yo sólo me casaré con un escritor de éxito. Nos miramos los dos sin parar de reírnos. Cayó una lluvia oportuna, el sombrero hongo de Theo se posó en mi cabeza y nos besamos entre la locura de percusiones y guitarras acústicas. Pero no escuchábamos nada; el concierto ya era para nosotros como una jaula sin voces. –Díme otra vez lo del trino turbio. Y vaya que me lo dijo. Terminamos en su casa, desbocados en una cama que crujió hasta que nos dolieron los huesos. 36
  • 37. Y después... Fui una estúpida por no llamarle al ver que él no lo hacía. El orgullo, ya se sabe. Bueno, y mi novio de toda la vida. El caso es que Theo acabaría ganando el premio Planeta y yo me casé con un administrativo. Pero nunca había conseguido olvidar a Theo: compraba sus libros, archivaba las noticias que sobre él se publicaban, y me calzaba el sombrero hongo en los momentos melancólicos, sobre todo si llovía. Yo ya estaba divorciada cuando por fin me armó de valor y llamé a Theo doce años después del concierto de los Play cool. Más que chantajearlo me apetecía volverlo a ver. En algunos medios de comunicación se había rumoreado que el famoso escritor podía estar envuelto en una estafa por haber tardado un tiempo en dar de alta a su secretario personal. Yo estaba segura, pues el expediente había pasado por mis manos. Una menudencia, el pago de una multa y poco más, pero Theodoro Campos no querría verse envuelto en un escándalo, pensé con mi espíritu novelesco. Además, ¿qué me costaba intentarlo?, ¿por qué no poner un poco de emoción en mi vida? Cuando Theodoro Campos entró en la cafetería, noté la primera punzada del zapato. En realidad no sé qué me cabreó más: la rozadura creciente o el que no me reconociera nada más verme. ¿Había cambiado tanto? A él le sentaban bien las gafas y las entradas en la frente. Me pareció más alto, pero claro, yo estaba sentada y un poco asustada por mi audacia. Se acomodó frente a mí con ademanes suaves. La sonrisa le colgaba más por el lado izquierdo; así noté que la forzaba. Se inclinó hacia la mesa para hablarme: –Bueno, pues usted me dirá, señorita. –Yo he traído los papeles –contesté mientras sacaba del bolso un sobre de papel de estraza y lo colocaba encima de la mesa–. Espero que usted no haya olvidado lo suyo. Él siguió mis movimientos con la vista mientras empezaba a ofrecerme una cantidad. Tuve que quitarme los zapatos mientras negociaba con él. Cada vez me notaba más enfadada. Y fue en el momento en que un camarero se acercó para tomar nota de lo que queríamos tomar cuando Theo me miró a los ojos y me soltó: –Venga, Paula, ¿a qué juegas? Poco después, ya bastante más relajados, hablamos de nuestro primer encuentro. Así me enteré de que Theo había perdido el papel con mi número de teléfono anotado, y que claro que había preguntado por mí, pero que alguien le había dicho que yo me había ido a vivir con no sé quién, y que eso le dolió porque yo no le había confesado que salía con otro cuando los dos nos enrollamos. En fin, un lío. 37
  • 38. En sentido figurado – Revista literaria –¡Qué pena! –dije antes de proponerle que me acompañara a una zapatería y de entregarle el sobre con los papeles. Al rato salimos del café. Yo iba descalza. Me escocían las rozaduras pero también el corazón. Había notado cómo le brillaban los ojos a Theo o sus incipientes temblores de voz. De repente, me entraron unas ganas enormes de gritar. Por esos doce años que habían transcurrido tan deprisa, por los ridículos zapatos que me había comprado para impresionarle, pero, sobre todo, porque me sentía avergonzada por haber utilizado una trampa para volverme a acercar a él. Paré un taxi, me monté a toda prisa sin despedirme y me di un hartón de llorar durante todo el trayecto hasta mi casa. Al día siguiente llamé al trabajo para decir que estaba enferma. Y era verdad. Estuve con gastroenteritis toda una semana. La mayonesa de la ensaladilla rusa que me había tomado en la cafetería debía de haber estado mal, pues no paraba de vomitar. Durante esos días leí en internet una entrevista que Theodoro Campos concedió a El Mundo. Hablaba de su problemilla con la Seguridad Social y también de la presentación de su nuevo libro, desvelando al fin el título: Un hongo por sombrero. ¡Mierda!, esa misma tarde había tirado el sombrero hongo a la bolsa de basura, el portero ya la habría bajado al contenedor... Me levanté sudando de la cama y me eché una bata por encima antes de lanzarme a la calle para rebuscar en el contenedor. Lo encontré. Olía a pescado, tenía una mancha verdosa en el alero y se había abollado un poco. Nada que no pudiera solucionar una buena tintorería. Días más tarde, me acerqué hasta la Fnac, donde Theo firmaba ejemplares de su último libro. Fui la última en acercarme hasta él. Le coloqué el sombrero en el momento en el que escribía mi dedicatoria: “¿Quieres ser la horma de mi zapato?”. Llovía cuando salimos a la calle. Lanzamos el sombrero al aire y nos marchamos sin mirar dónde había caído. Anabel Cornago Hamburgo (Alemania), 2006 ©Derechos reservados Imagen: ©Jakama en: www.flickr.com 38
  • 39. HERMANOS Cogeré mi corazón y lo pondré sobre la flor del cedro. ENNANA, Los dos hermanos YO HE VENIDO AQUÍ por lo de la muerte de Marcos González, porque fui testigo de una escena horrible que a lo mejor ayuda a esclarecer el caso, pero lo que no quiero de ninguna manera es verme implicada, y mucho menos implicar a la persona que estaba conmigo y que no tiene culpa ninguna, ¿me explico? Esa es la condición que he puesto y ustedes me han dicho que me la respetan, y si no me la respetan pues dejo de hablar y me largo por donde he venido, quiero decir que no diré ni media palabra más de lo que ya he dicho, que ya me han sacado ustedes bastante, ¿no les parece? Qué nos va a parecer. Que sí. ¿Estamos, entonces? Estamos, estamos. No quiero líos, solo quiero ayudar. Pues ayude, mujer, y déjese de preámbulos. Bueno. Pues el caso es que había ido yo al bar propiedad de Antonio González, el hermano de Marcos González, que se llama “Los tres mosqueteros”, el lunes que es el día de cierre, concretamente el lunes 23 de marzo como le he dicho anteriormente al otro señor. Había ido en secreto con una persona que es la persona que no puedo decir quién es y que no pinta nada en esta historia, porque habíamos ido a echar un rato los dos solos sin que nadie nos molestara, ya me entienden ustedes, y como tengo llave porque soy la limpiadora del bar y tengo mucha confianza con Antonio y con su mujer porque hace años les cuidaba el niño pequeño… Al grano, al grano. El bar estaba cerrado y usted estaba en su interior con una persona. Sí, señor. Qué hora era. Pues serían las seis de la tarde concretamente. 39
  • 40. En sentido figurado – Revista literaria Y usted no tenía que estar ahí dentro, y menos con esa persona con quien usted estaba. Exactamente. Y en esas aparecen los dos hermanos. Sí, señor. Nos dieron un susto de muerte. Abrieron y cerraron la persiana y se quedaron de pie, cuchicheando, casi no los distinguía y llegué a pensar si no serían ladrones, pero al poco rato encendieron las luces y fueron a sentarse uno frente al otro en las mesas de la clientela. Desde el primer momento se veía que algo grave pasaba. Y usted en qué parte del bar... Nosotros concretamente en la cocina. Ahí es donde estuvimos escondidos todo el tiempo. A oscuras. ¿Y podía usted desde ahí ver y oír a los dos hermanos? Efectivamente. Y cómo los podía usted ver. Por el hueco del pasaplatos. Se habían sentado a una mesa al otro lado de la barra, pero nos daban el perfil, de tal manera que no podían vernos pero nosotros sí a ellos. Les veía las cabezas y los hombros, pero no lo demás, que lo tapaba la barra. Estaba aterrorizada, me comprende. Si les hubiera dado por entrar en la cocina…Pero no entraron. Ya. ¿Y qué fue lo que pudieron oír? Todo. Antonio le decía a Bata (porque a Marcos González todo el mundo lo llamaba Bata), le decía que lo había querido desde siempre como a un hijo, que lo había cuidado desde pequeño, que lo había sacado de la droga cuando era un chaval, que le había conseguido trabajo, que le había prestado dinero cada vez que le había hecho falta, en fin, le recordó muchas cosas buenas que le había dado, y terminó diciendo que cómo era posible que su propio hermano le pagara todo aquel cariño y todos aquellos desvelos con semejante traición. Eso dijo, semejante traición, y se hizo un silencio como de pistoleros que se estudian antes de empezar a disparar. Entonces Bata va y le responde muy nervioso que no sabe de qué le está hablando. Sí que sabes de qué te estoy hablando, le dice Antonio más nervioso todavía. No, no lo sé, te juro que no sé de qué me estás hablando, hermano, le dice Bata. Y así una y otra vez, que sí lo sabes, que no lo sé, que sí, que no, Antonio cada vez más indignado y Bata con la cara descompuesta y una vocecilla asustada, no, asustada no, más bien humilde, mansa, hasta que Antonio pega de pronto un golpe en la mesa con la mano abierta que retembló todo el bar y le dice que ya está bien, hostia, que se deje de decir mentiras, que Carmiña se lo ha contado todo. Carmiña es Carmen Contreras López, la esposa de Antonio. Exactamente. Le dice eso, que Carmiña se lo ha contado todo. Que llevaba un tiempo viéndola muy rara, que no quería trabajar ni salir a la calle, hasta tranquilizantes tomaba para dormir, y que él, con la mosca detrás de la oreja, no hacía otra cosa que preguntarle qué era lo que le pasaba, y Carmiña al principio no decía ni pío, lo que fuera que le pasara se lo guardaba para no hacerle daño, hasta que de tanto insistir Carmiña se derrumbó y se lo contó todo. ¿Y qué es todo?, le dice Bata con la vocecilla. Y Antonio pega otro golpe. ¿Se puede fumar aquí? 40
  • 41. Fume lo que quiera. ¿No les importa? Es que fumo negro y... No es usted la única. Rovira, acosta’ns un cendre, siusplau. No, aquest no, que porta mala sort, el que vulguis menys aquest. Gràcies. Dónde estaba. Ah, sí. Entonces Antonio se levantó, cogió una silla y la lanzó contra la máquina tragaperras y se puso a dar patadas a las mesas y a soltar unos insultos y unas blasfemias que daba miedo oírlo. Las cosas al caerse hacían un ruido tremendo, me extrañó que no apareciese nadie, ni un vecino, ni la policía, nadie. Persigues a mi mujer desde que te hice el favor de darte trabajo aquí, desgraciado, la has estado acosando, has intentado violarla, la has tenido amenazada de muerte todo este tiempo, y ella venga a llorar y a llorar y sin soltar prenda, y yo: ¿esto qué coño es?, hasta que me lo ha contado todo, todo, me ha enseñado los moratones que le hiciste, hijo de puta, te juro que te mato como sea verdad la milésima parte de todo lo que me ha dicho, te despellejo, te descuartizo, te echo a los perros, te disuelvo en ácido. Antes de que tú me mates me mato yo, Antonio, le dice Bata, porque eso es mentira, eso es una calumnia y eso es una injusticia muy grande lo que estoy oyendo, nunca le he puesto una mano encima a tu mujer, te lo juro por lo más sagrado. Mi mujer no miente, bastardo, mi mujer no puede estar inventándose esto, nadie que no esté como una cabra puede inventarse una cosa así. Y entonces se echa a llorar y le dice: dime qué tengo que hacer contigo, hermano. Y empieza a insultarle y a decirle hijo de puta y no sé cuántas cosas más, pero se las decía al mismo tiempo que lloraba y se daba golpes en el pecho. ¿Quieren que les repita las cosas que le dijo? No, no hace falta. Y Bata va y le dice: escúchame, por favor, escúchame un momento lo que te voy a decir. No quería hacerte daño pero ya no tengo más remedio que hacértelo. Desde que llegué al bar Carmiña empezó a insinuárseme: lo que oyes. No, no, no, escúchame un momento. Primero eran miraditas y sonrisitas, yo creía que era una forma suya de estar y no le hacía caso, pero entonces te pusiste malo y nos quedamos los dos solos todo el mes atendiendo el bar, ¿te acuerdas?, entonces Carmiña me pone la cabeza así, me dice que está enamorada, que lo ha sabido desde siempre, desde antes de casarse contigo, desde que me conoció cuando estuve viviendo en tu casa, ¿te acuerdas?, y que maldita la hora en que aceptó casarse, que tenía el deseo encharcado –eso fue lo que le dijo: encharcado– y que se podría por dentro y que por más que lo intentaba no conseguía espantar aquella fiebre, que cuando os acostabais se imaginaba que lo hacía conmigo y que como esa situación no cambie se volverá loca, que está pensando huir, irse lejos, al extranjero, locuras así me decía, y me agarraba por detrás delante de la clientela y me suplicaba que le diera un beso, que le cogiera las manos para ver cómo le sudaban, y que si yo no la quería que por lo menos le hiciera el amor aunque fuera una sola vez, una sola vez y me dejaría en paz, o por lo menos un beso, y yo le decía olvídate de mí, estás loca, muchas veces quise contártelo y no tuve valor, Antonio, muchas veces pensé largarme corriendo, desaparecer de vuestras vidas, pero no lo he hecho, no me he atrevido, y ella me amenaza un día y otro con contarte mentiras para envenenarte, que si quiero abusar de ella, que si la acoso, y me chantajea todos 41
  • 42. En sentido figurado – Revista literaria los días con la misma historia: o te acuestas conmigo o le cuento a tu hermano que me has intentado violar. Y entonces Antonio no pudo seguir oyendo más y le grita: ¡mientes!, y se le echa encima y se lían a tortas, a patadas, a puñetazos, y así estuvieron un buen rato, enganchados como gallos de pelea, hasta que Antonio se queda quieto en el suelo, llorando y sangrando. Te juro por la tumba de nuestra madre que es mentira todo lo que te ha contado tu mujer, le dice Bata. ¿Es que no sabes que tiene mucha imaginación y que le gusta inventarse las cosas? Eso le decía Bata agachado y resoplando, mientras se palpaba todas las heridas. Entonces Antonio le dice desde el suelo que tiene pruebas en su contra, pruebas muy serias, y se levanta sin dejar de lloriquear y se saca del pantalón un teléfono móvil, que no sé cómo no se había roto también por la pelea y que debía de ser el de Carmiña. Y estos mensajes qué son, desgraciado, le dice, ¿esto también se lo ha inventado mi mujer? Entonces Bata le quita el móvil y se pone a leer los mensajes. Qué decían esos mensajes. Y yo qué sé. Los leía para él, moviendo los labios pero sin pronunciar ningún sonido. Por lo visto había muchos. Se pasó media hora leyéndolos. Yo veía sus labios moverse, podía ver nítidamente toda la escena, ¿sabe?, hasta las encías de Bata manchadas de sangre, porque las luces del bar son fluorescentes y tienen mucha potencia y se ve todo muy perfilado. No es posible, no me puedo creer lo que estoy leyendo, y se palpaba las heridas de la cabeza mientras lo decía. Esto es diabólico, decía. Diabólico. Son mensajes tuyos, Bata. Enviados desde tu teléfono móvil. Escritos por ti. Yo no los he escrito, te lo juro por la tumba de nuestra madre. Pero lo dijo como sin fuerzas, como si ya no tuviera ganas de defenderse. No jures, le gritó Antonio, y alzó de nuevo la mano y lo abofeteó y se volvieron a enzarzar, más bien Antonio golpeaba a su hermano o Bata se dejaba golpear, parecía un fardo de esos que hay en los gimnasios de boxeadores, se dejaba golpear como si ya no le doliera, como si ya no le importara llenarse otra vez de sangre y morirse. Los dos lloraban. Es una mala mujer, nos está engañando a los dos, acertó a decir Bata cuando su hermano dejó de pegarle. Carmiña no miente, Carmiña es buena, decía Antonio a grandes voces, sentado otra vez en el suelo y sin dejar de gemir y de llorar. Tienes que decidir a quién crees, Antonio. La creo a ella, me ha enseñado los cardenales que le has dejado en todo el cuerpo, hijo de puta, he visto tus mensajes, qué más pruebas quieres, me has traicionado, has traicionado a tu propio hermano, eres lo peor de lo peor: sal de aquí y no vuelvas más, no quiero verte mientras viva, le decía Antonio, y no paraba de llorar. Entonces Bata se dio la vuelta y abrió un poco la persiana, lo justo para pasar por debajo, y se marchó. Su silueta agachada contra la luz que entraba por el hueco de la persiana fue lo último que vi de él. La persiana se cerró con una suavidad que era como un adiós, y Antonio se quedó mucho rato llorando y tirado en el suelo, yo no sabía qué hacer, si salir y consolarlo o si quedarme escondida, yo quería morirme, tierra trágame, qué vergüenza sentía de estar allí metida… Ya está, Dolores, lo ha contado usted muy bien, nos lo imaginamos todo, ¿verdad, Rovira? Desahóguese. No pasa nada. ¡Qué remordimientos sentía yo de haber estado oyendo lo que no tenía que oír y de estar haciendo lo que no tenía que hacer! ¿Me comprende? ¿Me 42
  • 43. comprenden ustedes? Tenga un pañuelo. Tranquila, Dolores. Claro que la comprendo. La comprendemos. Le agradecemos que haya venido a contárnoslo. Y allí se quedó el pobre Antonio tirado, y a mí se me partía el corazón de oírlo gemir como a un marrano que sabe que va al matadero, que sabe que ya está muerto, y me daba mucho miedo, porque se veía que aquello era una tragedia en toda regla y que pasara lo que pasara no iba a acabar pero que nada bien. Y aunque le hice jurar a la persona que estaba conmigo que no diría nunca nada a nadie, al final he decidido venir porque tengo pesadillas y no puedo vivir más con este peso. ¿Tienen un vasito de agua? Rovira, siusplau. De l’aixeta no, la mineral. Qué rica. Y desde entonces tengo aquí el peso este que no me deja, me echo a llorar a cada momento, sobre todo cuando vemos la tele, las noticias, las películas, para que ni mi marido ni mis hijos sospechen nada, porque los hermanos González son muy conocidos y apreciados en el barrio, se querían mucho, eran uña y carne, todo lo hacían juntos, se admiraban el uno al otro, yo creo que Bata admiraba de Antonio su honestidad y su capacidad de trabajo y de salir adelante, y Antonio apreciaba la vitalidad de Bata, su simpatía, su alegría, para Bata Antonio era como un padre y le estaba muy agradecido por todo lo que había hecho por él, porque tuvo una época despistadilla, una época oscura, y Antonio siempre estuvo ahí, apoyándolo en todo, pero la mentira es terrible, mentir es lo peor que hay, ¿se da usted cuenta de que Antonio sabía que uno de los dos mentía, que o mentía su mujer o mentía su hermano, y que mintiera quien mintiera él ya había echado a perder su vida? Qué terrible desgracia. Y ahora han encontrado muerto a Marcos González, lo he oído por la radio, he venido aquí por eso, porque estoy angustiada y nos están pasando cosas extrañas, el otro día aparecieron dos vencejos muertos en la parte de la terraza que pega a nuestro dormitorio, y ayer mismo abrimos una botella de vino en el almuerzo y estaba todo agriado y tuvimos que tirarlo y por la tarde mi hijo el Ferran se resbaló en la plaza y se clavó en la garganta el manillar de la bicicleta y mi marido dijo: nos están echando el mal de ojo, Loli, y por eso he venido, por lo de la muerte de Marcos González. Jesús Ortega Granada (España), 2009 ©Derechos reservados Imagen: www.sxc.hu/browse www.morguefile.com www.imageafter.com/images.php 43
  • 44. En sentido figurado – Revista literaria CIERTA LUZ QUE PROPICIÉ EN MARZO Cierta luz que propicié en marzo, me baña y me sumerge, hay que alcanzar la dicha o la desgracia, la hora de ayer que no estuvo presente se vuelca en un teléfono que es mío, por el que voy cruzando hilo y sorpresa. La dicha no es más que la palabra convenida, la que acepto y tomo y hago y pienso en la danza del orgasmo perfecto, solo el orgasmo está en el pensamiento, memoria desde las tejedoras. Vengo de un lago que los bárbaros secaron y así quedamos atrapados en el espacio tiempo, pero cerco la trampa y llega cierto hombre con luz verde que a veces me agoniza por la selva de África, entre las fieras que esperan devorarlo y no tengo siquiera un péndulo para poder situarlo, defenderlo, cierto hombre que al parecer es bueno, entonces me libro de aguas mansas. A quién podrá pertenecer su sombra, su estilo invariable de mensajero triste. Amo como Soleida a este hombre que no me pertenece, a no ser por las aguas de otoño y la corriente que navega hacia mí. Dice que crucificar a una mujer es oficio de hombres que partieron a la guerra sin razones, pero él tiene razones –no pregunto- y espero por la crucifixión. La danza no es buena consejera si estoy en el palacio, aunque me espere el vino, su atributo, su coraje de monte más que espuma y en la definición, me atrapan lagos que susurran: “El viento lleva esencia sutil del azahar”. Siento que todo está revoloteando, como cuando Simbad llegaba a cualquier isla y se asombraba de ser el navegante. Tengo un temor, cierta desesperanza, el cruce de los ríos trae disturbios y estoy en esta orilla en cierto sitio aislado del mensaje. Cuando digo tu nombre no puedo detenerme. Voy buscando la marca de tu huella, algo que flota, me hace sentir el eco, tu palabra. Viajo a Banjul para aliviar este desorden, siento extraño el mundo, la latitud me sorprendió, se hizo de noche tu tan ausente y un silencio que no perdona el mar ni la gaviota. Vuelo como los iniciados en la metafísica y son los mismos sueños, los de ellos y los míos. 44
  • 45. No sé si escribir cartas sea la opción definitiva, si el caracol de cualquier isla pueda llevar mi casa, no sé qué podré estar inaugurando, a no ser esta huella de proclamarme tonta. No obstante mientras hago la ceremonia, te fabrico una estatua y toco la guitarra como aprendiz de todo. “Está cayendo la tarde, no cierres los ojos que a mí también las penas me maltratan” mi madre cantaba de SINDO, ella lo suponía, lo pudo ver en cada signo de mi lluvia. Ha mejorado el tiempo, después de la agonía. Regrésame a tu alfombra, no sospeches nunca. La neblina inunda la ciudad y es el silencio el mayor dios, tiemblo de contradicción, de tanta duda mirándome a los bordes donde estuvo la noche envuelta. Tú lo eras todo, como decía aquella canción que entonaban las muchachas a la salida de la escuela, tú lo eras todo. Espero la contienda, un silencio más nuevo, más preciso, eterno. “Tú volverás” decía el ciego, cuando la nave ancló todo regresó, y varados los sueños, descifraban las sirenas nocturnas alguna ruta. Año después de marzo 20 del 2000, entro con toda la sonrisa, con toda la verdad, con la herida más leve en lo profundo y es lo nuevo lo que evapora la palabra, no sé si alguna locutora puede darme noticias, no sé si ella se ríe, si le da pena tanta admisión de culpas, hay que saber amar sin desbordarse como el río, hay que evitar el caos los ahogos mientras le dan a una mujer algún comienzo. Escribo donde planifican una casa, y pinto un puente que sirva de regreso, un puente entre las aguas claras de La Gambia, un puente que te entregue la ternura, el duro oficio del lejano mundo. Tú has vuelto y yo sigo en la espera, en la misma rareza, en el misterio. No sé si he creado una historia que no existe, no sé si tú exististe antes de que muriera el ave en el invierno, no sé si es el camino del que no encuentro siquiera las migajas. Yo decía volver, y hablaba de la noche y de la luna al medio, mirándose cada cual en los espejos honestos de otros tiempos, yo tenía esperanza, en la desesperanza, cuando vi la aurora triste por tus pasos. Escribo y alguien planifica algún recuerdo, alguien planifica un edificio al filo de la nube. Voy buscándote y llegan pretendientes, pero quiero lo mío, aunque como a Silvio me cueste el unicornio. Margarita Aldanas Cuba, 2009 ©Derechos reservados Imagen: http://www.tantranuevatierra.com/images/Mi_luz_con_tu_luz.jpg 45
  • 46. En sentido figurado – Revista literaria POR LA LOCURA DE LA AMISTAD Ser amigo es sentir una emoción profunda que no conoce final. Es compartir lo que se tiene sin negar lo que nos falta con la convicción plena de que el otro entenderá. La amistad no es un compromiso contraído so pena de desacato ni una obligación molestosa de la que no se puede escapar. Por el contrario. Se da cuando se trenzan voluntariamente hilos multicolores que viajan en tiempo presente cruzándose con un pasado que apunta hacia el futuro, tiempo de la eternidad. La amistad es libertad. Los buenos amigos no firman actas, ni siguen un protocolo. Aceptan sin temor la empatía automática que el otro despierta en un ejercicio de festiva reciprocidad. Su interés -altísimo- se mide en las risas y penas compartidas, en los secretos contados con respeto y confianza total, en las tantas anécdotas inolvidables, en las promesas de encuentros futuros y en unos cuantos asuntos más. Son estos amigos los que recuerdan nuestros segundos nombres y nuestros dos apellidos. Saben donde crecimos, los padres que nos formaron, las maldades que cometimos, los pecados disfrutados o los que faltan por disfrutar. Admiran nuestras fortalezas y las celebran como propias, con el mismo equilibrio que aceptan nuestras debilidades y carencias. El buen amigo comparte y se afana por estrechar lazos. Es la persona paciente que puede escuchar la misma historia cien veces como la primera vez y abre su corazón para contarnos la suya, tal como la vivió o creyó vivirla, sin la menor intención de santificarse o justificarse frente a nosotros. Estos amigos no siempre encajan con la nueva vida que llevamos o viceversa, sin embargo, la locura de la amistad permite que se establezcan unos acomodos incondicionales capaces de hacerles frente al ir y venir temporal. Y se contestan llamadas, o correos electrónicos, y se envían mensajes, se viaja hasta otro encuentro, se comparte un café, una cena o el silencio del recorrido descalzo por la orilla de un ancho mar. 46
  • 47. Amistad es esta sensación de estar con uno mismo y nuestra conciencia planificando lo que nos falta o disfrutando lo realizado... porque no importa lo que ya se hizo o lo que se dejó de hacer... el cuerpo y el espíritu lo agradecen por igual. Los hemos tenido ―ojalá que sí― en distintas etapas de nuestras vidas y por distintos motivos. Algunos han estado siempre, desde antes de saber quiénes éramos, otros llegaron después... con los estudios, la práctica de algún deporte, por el amor o con el arte, en los pasillos de una escuela, en las calles de un pueblo no conocido o por intervención digital. Pueden tener nuestro mismo sexo o uno diferente, la sensación es la misma... sentimos que nos comprenden. Unos se fueron y regresaron, otros nunca se marcharon, y los más recientes se instalaron y casi siempre están. Contar con estos amigos y amigas ―hermanos de la vida― nos permite sentirnos amados, y mejor aún, nos permite amar. Gracias a ellos algunos tramos de la ruta adquirieron un nuevo brillo, los silencios se poblaron de voces, la muerte no fue tan dura, y nunca faltó la esperanza. Por esta adoración que mis viejos ―y no tan viejos― amigos me inspiran, lo confieso: soy locura con la amistad. Para el amigo que me dice "en mi último suspiro de vida allí estarás", hoy le contesto: "y en el último suspiro de la mía… tú también te encontrarás". Judy García Allende Puerto Rico, 2009 ©Derechos reservados Imagen: ©“Raíces” de Frida Kahlo www.suracapulco.com.mx/.../abril/26/contra.jpg 47
  • 48. En sentido figurado – Revista literaria DOS DEFINICIONES INEXACTAS -Abismo- Es esa profundidad insondable cuyo misterio suele ser inversamente proporcional al abismado. Es decir, así como lo enano propicia que se abran abismos espeluznantes entre peldaño y peldaño, hay pequeños gigantes que con un leve salto visitan cada tarde, como si nada, los mismísimos infiernos. Ni siquiera el tiempo y la muerte, esos dos grandes espacios, son para todos el mismo abismo. Prueba de ello es que a la hormiga esas enormidades le dan risa; al pájaro no le importan y desafía la caída; al pez la costumbre lo tranquiliza; al león su orgullo no le permite la duda. Por lo demás, solo la insondable estupidez del ser humano le impele al vano intento de intentar cruzar el suyo en dos saltos. -Orgasmo- Es un espasmo breve, un calambre, del cual la iglesia intenta gestionar el antes y los bancos el después. Se ha podido comprobar que para alcanzar ese instante de no estar, esa breve ausencia, ese gozoso momento de muerte chiquita, hay personas que se inventan biografías, las hay que se ponen ropas extremadamente incómodas e incluso muchas de ellas trabajan arduamente durante toda su vida en cosas muy desagradables. Una vez convencido el contrario y obtenido, con más o menos rapidez y torpeza, el tan ansiado orgasmo, los felices recientes suelen besarse un poco, mientras el resto hace otras cosas (lavarse, preguntar obviedades, dormitar, etc.…). De igual forma es conocido el hecho de que algunas personas, por diversas razones, no pueden tener orgasmos aunque sí pueden fingirlos. También se sabe de personas que, aunque pueden tenerlos, intentan evitarlos, e incluso las hay que los tienen totalmente prohibidos. 48