Estrategia de prompts, primeras ideas para su construcción
El profesor investigador
1. EL PROFESOR INVESTIGADOR
Una simple ojeada a cualquier revista pedagógica o manual al uso de esta
disciplina, bastará para llamar la atención sobre la forma en que los teóricos de la
educación tratan los conceptos de formación, investigación, acción educativa, etc. y
todos aquellos tópicos que le son inherentes a la disciplina que nos ocupa.
“Perfeccionamiento intencional de las facultades específicas del hombre”. García
Hoz define de esta forma la educación, sin acotar en ninguna medida los campos de
acción de los educadores y de los investigadores. Es una definición academicista,
clara y digna de poder encontrarse en cualquier enciclopedia o diccionario de uso.
De cualquier forma, no podemos quedarnos en lo que aparentemente un educador
dedicado exclusivamente a su labor docente haría. El maestro que se ocupa de su
clase cinco o seis horas diarias no va a tratar de profundizar sobre los marcos de
competencias de sus compañeros y de los investigadores, sino que tratará de llevar
a cabo su tarea, lo más dignamente que pueda. Sin embargo, quedarnos en esta
superficialidad contribuirá a anclar el progreso que toda disciplina científica
conlleva. Y la educación no está ajena a este compromiso.
El proceso de investigación-acción, es una forma de investigación hacia el interior
que tiene como objeto mejorar la racionalidad de las prácticas sociales o
educativas. Cuando un maestro se pone al frente de su clase, por mucha vocación
que tenga, y por mucho que deje al campo de la improvisación, aspecto nada
desdeñable en un buen maestro, tendrá siempre que tratar de cumplir sus
programaciones; aplicar sus criterios de evaluación y situar al niño en el lugar que,
como persona individual, le corresponda. Para llevar todo esto a una praxis real,
habrá de poner en práctica aspectos que surgen de la investigación y del estudio, y
tendrá que aplicar estos baremos con la mayor de las asepsias posibles. Un buen
asentamiento y conocimiento de lo investigado por el especialista, solucionará o
paliará, al menos, los problemas de su cotidianidad.
Los alumnos de hoy no son los mismos de hace veinte años, y aunque suene a
realidad de Perogrullo, es realmente así. Tener asumido que el profesor debe ser
también investigador en su aula y en su marco de competencias, resolverá en gran
medida el devenir y el éxito de su carrera.
Una comunidad educativa mejora su práctica cuando se convierte en investigadora
y reflexiona sobre el día a día. Tratar de llevar a la realidad la teoría de otro es
enormemente fácil, pero puede estar llevándonos al más absurdo de los errores; la
teorización y la búsqueda de resultados se muestra como enriquecedora para la
comunidad, amén de dejar al aire las carencias que un grupo de profesionales
pueda tener, “la desventaja de un método no será causa para abandonarlo sino un
reto para superarlo. La tarea no será fácil pero vale la pena asumirla” (Munévar, R.
y Quintero, J.) Es todo un paradigma dicha aseveración y digna de ser comentada
en un Claustro de profesores comprometidos con su labor docente.
Para todos aquéllos que quisieran convertirse en innovadores y que su
programación no se la marcase un libro de texto, Kemmis y Mactaggart (1988: 9-
10) les presentan una guía para que las propias comunidades educativas propongan
cambios en el aula y en la escuela mediante la utilización de métodos de
investigación-acción, tal y como queda recogido en el artículo objeto del estudio.
Queda un aspecto que no podemos desdeñar, que no es otro que la propia
autodisciplina del educador que se fija por meta acabar sus programaciones, y
cumplir con todos los objetivos que se fijó a principio de curso; aspecto que se verá
incrementado si pertenece a un departamento multipersonal en el que el resto de
compañeros suele “terminar el libro” en junio. Será un tópico, pero no por ello
2. irreal. Con esta actitud estamos privando al alumno de un desarrollo personal que
irá en detrimento de lo que pueda y tenga que aprender durante sus próximos años
escolares.
Basar el proceso de investigación-acción en simples impulsos personales nos llevará
al más absoluto de los fracasos. Por el contrario, dicho proceso debe estar
reforzado y mantenido por una base teórica que asegure el cumplimiento de lo
propuesto y nos ayude a objetivizar lo requerido. Pero, ¿Estamos dispuestos los
profesionales a trabajar en este ámbito de acción? ¿Están preparados todos los
centros para este proceso de interiorización absolutamente necesario si queremos
convertirnos en la alternativa a las editoriales? Sinceramente creo que no.
Autores como Dewey, Claparéde, Herbart, Pestalozzi, Montessori y Piaget han
dejado huella sobre la manera de construir el conocimiento y como exponentes de
la reconstrucción del pensamiento pedagógico a través de la experimentación. Sin
embargo el profesor debe sentirse en su aula como uno de estos investigadores
más, máxime cuando cuenta con la ventaja de ser un trabajador de campo, un
estudioso de la materia que sólo tiene que volver su cabeza hacia su alumnado,
para poner en práctica todo lo que haya fundamentado de manera teórica. Qué más
se le puede ofrecer a un investigador. Va a trabajar en un inmenso laboratorio en el
que no deberá dejar nada a la improvisación, aunque tampoco deberá temer al
fracaso. El alumno aprenderá más cuando observe que las teorías son verdaderas
aunque la experimentación muestre defectos.