1.
Textos
descriptivos
Describir es explicar, de forma detallada y ordenada, cómo son las personas, los lugares o
los objetos. La descripción sirve sobre todo para ambientar la acción y crear una atmósfera
que haga más creíbles los hechos que se narran. Muchas veces, las descripciones
contribuyen a detener la acción y preparar el escenario de los hechos que siguen.
Descripción de personas
Hay varias formas de describir a una persona. Según se describan sus rasgos recibe distintos
nombres.
Prosopografía Es la descripción de los rasgos físicos de la persona, de su apariencia externa.
Es la descripción de rasgos psicológicos o morales del personaje: su manera de ser, de
Etopeya
actuar, su carácter.
Es una descripción combinada en la que se describen las características físicas y morales de
Retrato
la persona. Une la prosopografía y la etopeya.
Es un tipo de descripción en la que los rasgos físicos y morales de la persona se presentan
Caricatura
de manera exagerada, acentuando los defectos.
Cómo se describe un lugar o se hace una topografía
Al describir un paisaje o un lugar cualquiera, los escritores suelen presentar primero una
visión general del lugar. Después van localizando en ese lugar los distintos elementos (los
pueblos, los montes, el río...) utilizando palabras que indican situación en el espacio.
Procuran transmitir la impresión que produce el lugar: alegría, tristeza, misterio, terror...
2. ACTIVIDADES
1.-‐Lee
el
siguiente
texto
Es un bosque, donde se ve un lago y una
barca. Ay árboles muy altos y frondosos.
También la hierba es abundante, y verde.
Como se ve es un sitio plano, no tiene ni
rocas, ni montañas cerca. Al fondo ay
mucha niebla, pero, se pueden ver
claramente una serie de montañas, y de
árboles muy juntos que forman un bosque.
El ambiente no es muy cálido, aunque
tampoco es frío, porque como se be el cielo
no esta muy tapado de nubes, aunque ay unas pocas.
No ay ruido porque tampoco ay ni coches, ni gente, claro, solo se oyen los pájaros y
el ruido de las ramas de los árboles cuando chocan a causa del viento, que hacen que
se este tranquilo. Es un sitio muy agradable de ir y de ver, sobretodo a los que les
gusta mucho ir al campo.
1.-‐Haz
un
resumen
2.-‐Indica
la
idea
principal
3.-‐Haz
un
comentario
del
tipo
de
texto
2.-‐Lee
los
siguientes
texto
descriptivos:
DON QUIJOTE
D Don Quijote es flaco como un palillo, pero alto y
fuerte como un roble. Es ya mayor y un poco feo.
De cara larga, arrugada, ojos vivos y nariz afilada.
Lleva bigote y barba, su pelo es moreno y un poco
canoso. Viste camisa blanca, gregüescos, calzas,
chaleco largo y botas.
Cuando cree ser un caballero andante, está loco
3. como una cabra; se pone una armadura vieja, espada, lanza, rodela y una bacía en la
cabeza. Se vuelve muy atrevido, orgulloso, valiente, poco tolerante y siempre quiere
tener la razón.
Cuando es Alonso Quijano, es más tolerante, razonable, culto, buena persona y poco
responsable.
SANCHO PANZA
Sancho era gordo y bajo, redondo como una pelota. De nariz
chata, ojos saltones, pelo moreno, corto y rizado.
Vestía chaleco corto y negro, camisa blanca, faja roja,
pantalón de pana hasta la rodilla, peales de lana y alpargatas.
Tenía un aspecto desaliñado, con barba de varios días.
Era juicioso, con sabiduría popular, sensato a veces, miedoso,
pacífico, simpático, alegre, bonachón, analfabeto, vago y muy
gorrón. Le gustaba mucho comer y beber, era glotón, borrachín y muy buen amigo de
don Quijote.
Descripción de una cueva (Pío Baroja)
A la izquierda se abría la enorme boca de la cueva, por la cual no se distinguían más que
sombras. Al acostumbrarse la pupila, se iba viendo en el suelo, como una sábana negra que
corría a todo lo largo de la gruta, el arroyo del infierno, "Infernuco-erreca", que palpitaba con
un temblor misterioso. En la oscuridad de la caverna brillaba, muy en el fondo, la luz de una
antorcha que agitaba alguien al ir y venir.
Unos cuantos murciélagos volaban a su alrededor; de cuando en cuando se oía el batir de las
alas de una lechuza y su chirrido áspero y estridente.
DESCRIPCIONES VARIAS
A.-No me gusta ni mi cara ni mi nombre. Bueno las dos cosas han acabado siendo
la misma. Es como si me encontrara feliz dentro de este nombre pero sospechara
que la vida me arrojó a él, me hizo a él y ya no hay otro que pueda definirme como
soy. Y ya no hay escapatoria. Digo Rosario y estoy viendo la imagen que cada
4. noche se refleja en el espejo, la nariz grande, los ojos también grandes pero tristes,
la boca bien dibujada pero demasiado fina. Digo Rosario y ahí está toda mi historia
contenida, porque la cara no me ha cambiado desde que era pequeña, desde que
era niña con nombre de adulta y con un gesto grave.
Elvira Lindo, Una palabra tuya
B.-Tras mi ventana, a unos
trescientos metros, la mole
verdinegra de la arboleda,
montaña de hojas y ramas que se
bambolea y amenaza con
desplomarse. Un pueblo de hayas,
abedules, álamos y fresnos
congregados sobre una ligerísima
eminencia del terreno, todas sus
copas volcadas y vueltas uns sola
masa líquida, lomo de mar
convulso. El viento los sacude y
los golpea hasta hacerlos aullar.
Los árboles se retuercen, se
doblan, se yerguen de nuevo con gran estruendo y se estiran como si quisiesen
desarraigarse y huir. No, no ceden. Dolor de raíces y de follajes rotos, feroz
tenacidad vegetal no menos poderosa que la de los animales y los hombres. Si
estos árboles se echasen a andar, destruirían a todo lo que se opusiese a su paso.
Prefieren quedarse donde están: no tienen sangre ni nervios sino savia y, en lugar
de la cólera o el miedo, los habita una obstinación silenciosa. Los animales huyen o
atacan, los árboles se quedan clavados en su sitio. Paciencia: heroísmo vegetal.
Octavio Paz, El mono gramático
C.-"Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y
desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las
barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la
boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y
ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los
unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande, ni pequeño, la color
viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies;
éste digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha , y
del que hizo el Viaje del Parnaso , a imitación del de César Caporal Perusino, y otras
obras que andan por ahí descarriadas y, quizá, sin el nombre de su dueño. Llámase
comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos años, y cinco y
medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la
batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque
parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta
ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando
debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlo Quinto, de
felice memoria".
5. Novelas ejemplares
D.-No sé cuántas cosas se pueden ver a la vez, si pueden verse diez,
quince o cuarenta y cinco, pero al menos yo, al bajar del bosque hasta el
molino viejo, vi una cantidad enorme de cosas. Vi la luna en el cielo
despejado del atardecer y, a lo lejos, una montaña grande para aquella
hora ya estaba medio en sombras; y delante de esa montaña, otra más
pequeña; y delante de esa montaña más pequeña, otra más pequeña
todavía; y delante de esa montaña más pequeña todavía, una larga fila
de colinas suaves. Pero no vi sólo eso: al mismo tiempo que la luna, el
cielo y todas aquellas montañas, vi el valle en que había nacido, con su
bosque, sus prados y sus casas; una casa al lado izquierdo del riachuelo,
otra al lado derecho, y luego, más cerca, Balanzategui, y todavía más
cerca, enfrente de mí el molino viejo. Pero, con todo, lo que vi no fue
sólo eso: al tiempo que luna, cielo, montañas, valle, bosques, prados,
casas y molino, mis ojos vieron también a cuatro individuos, los cuatro a
muy poca distancia del sendero donde yo estaba. El primero, un caballo
alazán muy fino y elegante, con una mancha blanca en la frente; el
segundo, un hombre joven y con los dientes anormalmente grandes,
quizá albañil, que trabajaba en el tejado del molino; el tercero, otro
dentudo, hermano gemelo del anterior, éste también en el tejado; el
cuarto, Gafas Verdes.
Gafas Verdes era un hombre de unos sesenta años, muy pálido. Tenía la
piel blanquísima, o, por decirlo con más detalle, una piel transparente,
como papel de fumar, que le dejaba a la vista las venillas de la cara y
del cuello; sus gafas, como pegadas sobre aquella palidez de su cara,
parecían hechas de cristal de botella. Tanto aquel día como después,
siempre lo vería así, con los ojos ocultos.
Memorias de una vaca