Richards letter of recognition from assoc of photographers of panama may 1964
AFRODESC Cuaderno No. 14 Race Relatiions in Cuba 2008
1. Relaciones raciales en Cuba: aportes empíricos y nuevas interpretaciones
Proyecto IDYMOV (CIESAS-IRD-ICANH), octubre 2006
ÍNDICE
Prólogo, Kali Argyradis 2
4
Breve introducción al contexto cubano, Lorraine Karnooth
Elementos para hablar de las relaciones raciales en Cuba, Niurka Núñez González, 13
Pablo Rodríguez Ruiz, Odalys Buscarón Ochoa
Un acercamiento a las desigualdades raciales en Cuba. Métodos y resultados de una 21
investigación, Pablo Rodríguez Ruiz y Lázara Yolanda Carrazana Fuentes
A propósito de las relaciones raciales en Cuba: algunas dinámicas espaciales 42
urbanas, Niurka Núñez González
La inter y la intrarracialidad en las estructuras familiares. Un estudio en barrios 58
populares de ciudad de la Habana, Pablo Rodríguez Ruiz
1
2. Prólogo
Kali Argyriadis, IRD (UR 107) / CIESAS
« Por lo regular en Cuba la persona discriminadora no se considera superior, sino que íntimamente se siente inferior
y actúa a impulsos de la necesidad de inferiorizar a otro.
Eso acontece mucho con los guajiros de las lomas de mi pueblo, que allá, en las lomas, no discriminan y viven como
hermanos con los negros. Pero vienen a La Habana y sienten la necesidad de „distinguirse‟». 1
« Barbares, sauvages, nomades : tels sont donc les termes utilisés par les uns et les autres pour désigner les classes
populaires. (…)
C‟est en termes de races que les groupes sociaux se considèrent, se jugent et s‟affrontent. »2
El proyecto de reunir y presentar estos textos nació hace 11 años, cuando me encontraba
terminando la fase de trabajo de campo para mi tesis de doctorado con el asesoramiento de varios
compañeros del Centro de Antropología de la Academia de Ciencias de Cuba. Ellos me habían
proporcionado una valiosa ayuda, tanto metodológica como humana, para entrar en contacto con
vecinos del municipio Cerro, donde proseguían un interesantísimo estudio de los procesos de
discriminación racial. A medida que se iban recopilando, los resultados de estos estudios eran
guardados en los archivos del Centro, y eran muy pocos los investigadores que conocían su
existencia. Luego, cuando este trabajo fue tomando formas más acabadas, se dio parcialmente a
conocer mediante los encuentros bianuales del Centro. Fue precisamente en Antropología 2004
que tuvimos la oportunidad, con Odile Hoffmann, de escuchar algunas ponencias relativas a este
tema.
La problemática de las discriminaciones raciales está íntimamente ligada a la del
surgimiento de movimientos « negros » o « étnicos » en América Latina, pero no interactúa de la
misma manera de un contexto a otro. La historia de la construcción de las categorías de raza o de
color y del uso social de las mismas suele ser muy diferente aún en el caso de países vecinos
donde se habla el mismo idioma, como es el caso de Cuba y México por ejemplo. El análisis
comparativo de estos procesos necesita ante todo una cuidadosa recopilación de datos históricos,
sociales, económicos y políticos que los generan. Los textos presentados aquí ofrecen
precisamente una primera visión, un trabajo de equipo de larga duración sobre materiales de
primera mano que nos hablan del funcionamiento del racismo en la Cuba contemporánea.
Como bien lo subrayan los autores, es una de las primeras veces que se dan a conocer estos
resultados3, cuyo interés es reforzado porque intentan analizar el impacto de la grave crisis socio-
económica que atraviesa la isla desde 1990 sobre los prejuicios y los estereotipos raciales.
Admitir la existencia de los mismos fue durante largo tiempo inconcebible en un contexto
revolucionario que partía del principio que, ya suprimidas las desigualdades sociales, no podían
subsistir las demás discriminaciones. Este es uno de los aspectos más valiosos de estos textos :
muestran que a pesar de una considerable reducción de las diferencias de clase junto con medidas
gobernamentales bastante fuertes de luchas contra el racismo, el proceso discriminativo se
reproduce, permanece, y se incrementa en los momentos de crisis, generando nuevas formas de
1
Manuel Cuellar Vizcaíno, Unas cuantas verdades, La Habana, 1948, p. 19.
2
Louis Chevalier, Classes laborieuses, classes dangereuses à Paris pendant la première moitié du XIX ème siècle,
Paris, Hachette, 1978, p. 669-670.
3
Véase también América Negra n° 15, Bogotá, diciembre 1998.
2
3. desigualdades sociales. Nos permite abrir un amplio debate sobre la construcción de categorías
excluyentes y el uso de los términos de « clase », « raza » o « etnia » según los contextos.
Otro de los aportes de nuestros colegas cubanos tiene que ver precisamente con la cuestión
del vocabulario. Con numerosos ejemplos y hasta auto-crítica, muestran como las asignaciones
de color de piel suelen ser fluctuantes, contingentes, y usadas más que nada como categorías de
acusación, a pesar del uso constante de términos de conotación esencialista que chocarán sin
lugar a duda el lector no familiarizado con el vocabulario cubano. Sin comprender esta realidad,
no se puede entender los textos. Los cubanos en su gran mayoría glorifican sus orígenes diversos
y su « mestizaje », haciendo uso del famoso lema: « Quien no tiene de congo tiene de carabalí ».
Pero asumir el hecho de tener antepasados africanos, creencias religiosas « afrocubanas », o
asumir un fenotipo clasificado como « negro », no significa adscribirse en la categoría social
extremadamente estigmatizada de « negros ». Esta disociación completa de los significados de un
mismo campo lexical según los contextos de elocución explica por ejemplo los extraños
resultados del censo de 1981, donde cada ciudadano era invitado a auto-identificar su « raza » de
referencia. En su gran mayoría (63 %), los ciudadanos prefirieron incluirse en la categoría
« blanco », mientras sólo 12 % se incluyeron en la categoría « negro » y 24 % en la categoría
« mulato ». Los autores, después de aclarar su distanciamiento crítico, decidieron utilizar estas
categorías vernacularias en el transcurso de los textos, como comodidad literaria pero también
para analizarlas haciéndolas funcionar muy concretamente. Queda también abierto el debate
sobre la pertinencia de este enfoque metodológico.
¿Pero como abrir el debate si no existe una previa difusión de los trabajos? Los
investigadores en ciencias sociales en Cuba están limitados por la falta de acceso a la
bibliografía, la falta de acceso a los eventos internacionales, las dificultades materiales 4 que
sufren al realizar sus trabajos de campo inclusive cuando estos se desarrollan espacialmente en su
propio lugar de residencia y las pocas oportunidades que se les ofrece de hacer trabajo de campo
« en el exterior ». Además, tienen un acceso muy limitado a la publicación de sus trabajos, tanto
en Cuba como en el extranjero. En fin se ven desconectados parcialmente del debate global en la
disciplina.
Algunos explicarán tal situación culpando al bloqueo estadounidense. Otros enfatizarán
sobre la falta de libertad del sistema castrista. Y esto es quizás lo más terrible para nuestros
colegas: presos entre estas dos posiciones maniqueistas, cada vez que intentan plantear análisis
matizados, cuestionamientos e hipótesis originales, se ven acusados por los dos lados de
dependencia política. A veces rechazados por pro-castrista, a veces acusados de contra-
revolucionarios, sus textos están condenados a empolvarse en salas de archivos de acceso
confidencial. Creo que actuando así, nos cerramos a oportunidades de debate tanto para ellos
como para nosotros. Nuestro deber como científicos es leerlos y escucharlos, porque a pesar de
todas estas limitaciones ya mencionadas, lo que nos dicen estos trabajos, realizados con la mayor
seriedad y profundización, plantea cuestionamientos fundamentales para el avance de la
comprensión del racismo.
4
Entre ellas se pueden destacar la falta de transporte, la falta de computadoras, de programas, de acceso a internet, de
material audio-visual, y hasta de papel y plumas, junto con el problema de la alimentación en los años más duros del
periodo especial, que fueron los que compartí con ellos en mi trabajo de tesis doctoral. Quiero aprovechar el espacio
para agradecer muy especialmente a Ana Julia García Dally, Odalys Buscarón Ochoa y Niurka Núñez González. Con
ellas aprendí más que en cualquier manual, cogiendo calle con el estómago vacío, haciendo visitas con toda la
paciencia requerida, y contagiándome, a pesar de todas las dificultades, con su inmensa pasión por la etnografía.
3
4. Breve introducción al contexto cubano5
Lorraine Karnooh
¿No seguirían sirviendo de pretexto las diferencias raciales
a la dificultad creciente de vivir juntos ? 6
Iniciar una reflexión sobre el fenómeno racista implica reubicarlo dentro de un contexto a
la vez social y teórico. El hecho discriminatorio determinado por el postulado de la pertenencia a
grupos raciales está sostenido por dos ejes teóricos e ideológicos:
1- La constitución sociopolítica de una estructura de poder basada en el argumento
racial y,
2- La validez social de la categoría de identidad racial.
Ya son conocidos los lazos que unen la formación de la modernidad política y la
evolución de la idea de raza7, por lo que no se abordarán sus aspectos generales en esta breve
introducción. La transición de un modo de legitimación religiosa8 a un modo científico9 ilustra
sin dudas la evolución de la idea de raza como herramienta para explicar la diversidad de
apariencia y de posición social de los individuos en el mundo. Estos fundamentos permitieron
legitimar y asentar en momentos históricos determinados la repartición del poder. Las ciencias
sociales han visto surgir nuevos puntos de vista10. La aproximación constructivista inició un
enfoque acerca de la cuestión racial, según el cual la vigencia social de razas humanas distintas,
la discriminación racial o mejor dicho la expresión en términos de raza encuentra su fundamento
no en la existencia real de las razas humanas, sino en la pertinencia social que sigue teniendo
como categoría de identidad. Se asocia la reflexión sobre la cuestión racial al proceso de
formación de entidades políticas modernas fundada en el imaginario nacional como principio
legitimador, ya que este último está constituido por una búsqueda de los orígenes y de doble idea
de homogeneidad y continuidad de la comunidad nacional11.
5
Agradecimientos a Ma Roxana Taquechel por sus anotaciones y correcciones.
6
« Les différences raciales ne continueraient-elles pas de servir de prétexte à la difficulté croissante de vivre
ensemble...? » in Lévi-Strauss, Claude, « Race et culture » in Race et histoire. Race et culture, Albin Michel,
Editions UNESCO, (Bibliothèque Idées), Paris, 2001, p. 165.
7
Golberg apunta al modo en el cual el desarrollo de las tesis racialistas es concomitante al advenimiento de la
modernidad y que el uso común del término « raza » constituye uno de sus síntomas. Ver Goldberg, D., Racist
Culture : Philosophy and the Politics of Meaning, Blackwell, 1993, p. 3.
8
Está basada en la maldición de Cham, génesis, 9.
9
Teorías nacidas en el siglo XIX como la de Gobineau, Arthur, Essai sur l'inégalité des races in Œuvres, Gallimard,
1983.
10
Banton, Michael, Racial Consciousness, Longman, London, 1988, Wade, Peter, Race and Ethncity in Latin
America, Pluto Press, London and Chicago, 1997, Bashi, Vina, « Racial categories matter because racial hierarchies
matter : a comentary », Ethnic and Racial Studies, vol. 21, n° 5, 1998, p. 959-968, Cornell, Stephen, Hartman,
Douglas, Ethnicity and race : Identities in a Changing World, Pine Forge Press, Thousand Oaks, 1998.
11
Entre la muchedumbre de la bibliografía acerca del tema nacional está reflexión se nutró entre otras de la
siguientes referencias: Anderson, Benedict, L’imaginaire national. Réflexion sur les origines et l’essor du
nationalisme, La Découverte, Paris, 1996; Balibar, Etienne, « La forme nation : histoire et idéologie » in Balibar,
Etienne, Wallerstein, Immanuel, Race, nation, classe. Les identités ambiguës, La Découverte, Paris, 1997, p. 117-
143; Hobsbawm, Eric, Nations et nationalisme depuis 1780, Gallimard, (Bibliothèque des Histoires), Paris, 1992;
Nora, Pierre, Ozouf, Mona (dir.), Les lieux de mémoire, 6 vol., Gallimard, 1984.
4
5. En el caso de Cuba, este lazo entre formación de la modernidad política y pertinencia de
la categoría racial está reforzado por el contexto colonial y el sistema de la esclavitud vigente en
la Isla hasta finales del Siglo XIX. La peculiaridad de Cuba reside en el modo en el que
justamente se forma como Estado de Nación, o sea, una entidad política soberana a partir de un
estatuto de colonia, de apéndice de la Metrópoli española. La tardía abolición de la esclavitud en
Cuba, así como el no menos tardío proceso de independencia (medio siglo después del resto del
continente latinoamericano) tuvieron sin duda un impacto en el nivel de incorporación que pudo
haber tenido la categoría racial en la isla. Sin embargo, los temas raciales que estuvieron
vinculados a los de la independencia, así como la ocupación del país por los Estados Unidos y
con ellos la llegada de nuevas referencias socioraciales marcaron también la ideología nacional
cubana por contradicciones profundas12. Por un lado el movimiento de independentismo radical
encabezado por Martí traía consigo el ideal de mestizaje positivo, de igualdad, hasta el de unidad
de la raza humana; por otro lado, la situación del país ocupado por una fuerza extranjera
dominante ponía en cuestión esta ideología a través del establecimiento de una legalidad
segregacionista y la dimanación de una ideología racial basada en la ley de la gota de sangre, the
one drope rule. A partir de ahí la reivindicación nacionalista se hace desde el enfrentamiento ya
no con lo español o lo colonial, sino con lo extranjero, con lo americano o, en la léxico cubano,
con lo “yanqui”, con el imperialismo. Por el contrario se retoma la herencia española y, de forma
general la idea, de lo « latino » como modo de valorización positiva de lo cubano en esta relación
de dominación13. La irrupción revolucionaria se debe entender en este contexto de desarrollo
dependiente que se había establecido en Cuba desde todos los puntos de vista (económico,
político, social, cultural).
Los textos presentados hoy en la revista son resultados del Centro de Antropología de La
Habana, los que han sido basados en investigaciones de más de diez años. Presentando
brevemente los aspectos teóricos de la cuestión racial en Cuba, los autores hacen un claro
enfoque de las nuevas hipótesis creadas a partir del análisis de datos recolectados durante los
años de trabajo de campo. Para quien se familiarizó con el contexto cubano constituye una grata
sorpresa poder acceder a estos trabajos que unos quince o veinte años atrás hubiesen resultado
impensables. Con las medidas sociales se pensaba y se divulgaba que se le había dado una
« solución definitiva al “problema negro”14 ». Este hecho impedía la apertura de un debate sobre
cuestiones sin razón. Sin embargo, estas quedaron pendientes y retomaron fuerza al calor de la
crisis que Cuba tuvo que enfrentar al cese de las relaciones privilegiadas con los países del
CAME. Esta situación de emergencia en tiempo de paz como indica el título del llamado Período
Especial en Tiempo de Paz, implicó para Cuba la toma de medidas de supervivencia tanto desde
el punto de vista económico como político. El Cuarto Congreso del Partido Comunista de Cuba15
enunció estas medidas y también consagró una apertura en cuanto a ciertos temas hasta entonces
tabú como la religión, la emigración o la cuestión racial. Dentro del marco de esta apertura se
permitió la realización de los artículos que en esta revista se publican. Para contextualizarlos
parece necesario identificar el lugar que ocupa la cuestión racial en la formación de la sociedad
12
Ver los trabajos de Giolitto, Loredana, " Participar por igual ». Il dibattito sulla questione razziale a Cuba, 1898-
1912, Tesis Doctoral, Universidad de Genova, 2005.
13
Idem, « Raza y nación en Cuba durante la primera ocupación estadounidense. Un análisis del periódico Patria »,
ponencia presentada en el Simposio de ?
14
Expresión de Serviat, Pedro, El problema negro en Cuba y su solución definitiva, Editora política, La Habana,
1986.
15
Santiago de Cuba, 10-14 de octubre del 1991.
5
6. cubana moderna. También se necesita a modo de advertencia al lector no familiarizado con el
contexto cubano contemporáneo hacer algunas aclaraciones respecto a la realidad, a la
fraseología y al léxico de la Cuba revolucionaria para lograr un mejor entendimiento de lo que
está en juego a la hora de tratar la temática racial.
1. Nación, nacionalismo y raza en Cuba
La cuestión de la raza ya sea como categoría o como modo de discriminación, los
discursos y las prácticas identitarias enfocadas racialmente, no se pueden entender sin hacer un
breve recorrido por la historia de la construcción nacional cubana. La cuestión racial se encuentra
muy relacionada al conjunto dimensional que sostiene el debate y el proceso de formación del
Estado-Nación en Cuba. El sistema de la esclavitud vigente en la Cuba colonial ha sido
cuestionado tanto en el debate por la autonomía de la Isla como por su independencia. La
abolición de la institución de avasallamiento legítima constituye una revolución dentro de la
sociedad cubana en formación. El régimen de plantación había llegado a formar un tipo de
sociedad racializada, o sea fundada en un conjunto ideológico y simbólico basado en la idea de
raza como identidad fundamental del hombre. Los orígenes de la esclavitud no son concomitantes
con una concepción racial del mundo, sino que es con el comercio triangular y con el
advenimiento del capitalismo mundial que surge la adecuación amos/blancos, esclavos/negros16.
En Cuba, el rápido exterminio de los indios reforzó dicha adecuación. Además a medida que se
iban exacerbando las contradicciones del propio sistema esclavista surgían las excepciones que
iban a justificar la regla: las categorías intermediarias de raza.
En su obra principal17, el historiador Manuel Moreno Fraginals da a conocer cómo la raza
se convierte en principio legitimador de la forma de explotación del esclavo considerándolo así
como medio de producción y como parte del capital del ingenio. Para entonces comienzan a
coexistir diferentes estatutos de trabajadores de orígenes diversos como: chinos, irlandeses, indios
yucatecos, etc.)18. En aquella época lo que está en juego para la élite política criolla es la
transición de un modo de producción a otro sin perder el control de la situación como sucedió en
Haití. El miedo al llamado « peligro negro » el cual surgió de los sucesos en Haití se sumó como
factor determinante a la agudización de una actitud proteccionista y a la promoción del «
blanqueamiento » de la Isla19. La emergencia de una élite criolla cuyos intereses tanto
económicos como políticos entraba progresivamente en discrepancia con los de la Corona lo que
constituyó el punto de partida de las aspiraciones autonomistas para la Isla de Cuba y con ellas la
difusión de un discurso identitario inspirado en el ideario europeo (de la filosofía de las Luces y
de la Revolución francesa, del liberalismo español e inglés y del romanticismo alemán). La
oposición de la élite criolla al Imperio español se expresa entonces en términos de « patria » y de
« independencia ». En el transcurso de las guerras independentistas (la Guerra de los Diez Años,
la Guerra Chiquita y la propia Guerra de Independencia), el leitmotiv del nacionalismo se funda
16
Bonniol, Jean-Luc, La couleur comme maléfice. Une illustration créole de la généalogie des Blancs et des Noirs,
Albin Michel, 1992, p. 54-55.
17
Moreno Fraginals, Manuel, El Ingenio, 3 vol., Editorial de Ciencias Sociales, (Nuestra Historia), La Habana ,
1978.
18
Op. cit., p. 306-309.
19
Sobre la influencia de los sucesos de Haïti en Cuba ver Ferrer, Ada, « La société esclavagiste cubaine et la
révolution haïtienne », Annales Histoire et Sciences Sociales, 58ème année, n° 2, mars-avril 2003, p. 333-356;
González Ripoll, María Dolores, Naranjo Orovio, Consuelo, Ferrer, Ada, García, Gloria, Opatrný, Josef, El rumor de
Haïti en Cuba: temor, raza y rebeldía, 1789-1844, Consejo Superior de Investigación Científico, Madrid, 2004.
6
7. en la representación de la unión frente al enemigo. Esto es lo que suele suceder en la mayoría de
los conflictos. En Cuba el discurso de la unión toma la forma de una apología: la de la igualdad
racial. Tanto es así que se vislumbra la idea de mezcla de todas las capas socioraciales en las
trincheras de la lucha por la libertad de la patria. Así, la gesta cubana de la modernidad política, o
sea la formación de una entidad política soberana dio también lugar a la construcción de un
sistema de referencias identitarias. La Guerra de los Diez Años está titulada por los manuales
escolares de Educación cívica contemporáneos: « el crisol de la nación20 ». En la lucha, se unen
blancos, negros, mulatos, campesinos, esclavos liberados y terratenientes para lograr el
advenimiento de la patria libre soñada por Martí.
A través de este ideal de mestizaje positivo se construye el mito de la igualdad racial en
Cuba. Dentro del contexto cubano post-guerra de ocupación por los Estados Unidos, si bien no
están retomados los preceptos anti-racistas de Martí, sigue vigente la idea de identidad cubana y
de unidad de la nación frente al nuevo enemigo. « La combinación cubana del mito de la igualdad
racial con un sistema de racialización dual ponía a los afrocubanos en dilemas insolubles. Si
negaban la veracidad del mito se exponían a ser acusado de racismo y de traidores a la patria. Si
seguían este mito, debían conformarse con una visión negativa de los negros21». En el contexto
de ocupación, se suma a este dilema, la búsqueda de formas de resistencia al proceso de
asimilación cultural por parte de los Estados Unidos. Esta preocupación es percibida a través del
rescate de un origen común dentro de la cultura europea que sea « capaz » de competir con la que
se trataba de implantar en la Isla. En este momento se valorizó la herencia española que permitía
evacuar las acusaciones de barbarie asociada a todo lo que venía de cerca o de lejos del
continente africano22. El período republicano cubano constituye también el período de desarrollo
de la ciencias sociales que, siguiéndole el paso a las ciencias biológicas, tomaron posiciones ante
la cuestión racial. Dado el papel de las ciencias en general en la edificación del Estado-Nación
como modo de proveerle una legitimidad basada en nociones como el progreso y la liberación del
hombre a través de la razón, la ciencias sociales a su vez juegan un papel importante en el trabajo
de elaboración de las categorías de identidad en su clasificación y en su perpetuación.
Fernando Ortiz constituye la figura cubana emblemática de este fenómeno. La trayectoria
de su obra ilustra con ejemplaridad la evolución de la noción de raza. Empezando por una
concepción meramente esencialista llegó a una revalorización del aporte africano en la cultura
cubana. Los principios de la etnografía orticiana dentro del marco de la criminología lombrosiana
corresponden al contexto de la época. En la oleada de criminalización de los negros, el « crimen
de la niña Zoila » constituye un buen ejemplo de los prejuicios vinculados a la población de
color23. La estigmatización de las prácticas de la santería o del palo monte de la población
marginalizada de las zonas urbanas domina el discurso tanto político, periodístico como científico
los que denominan estas prácticas religiosas bajo el término de « brujería ». El cambio de óptica
en la obra de Fernando Ortiz se efectúa en su exilio estadounidense (1931-1933) durante la
dictadura militar de Machado. La confrontación entre conceptos y realidades muy distintas a los
del contexto cubano lo conducen a elaborar un concepto nuevo para calificar la realidad cubana.
20
Educación Cívica, noveno grado, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 2004, p. 34.
21
Helg, Aline, Our Rightful Share : the Afro-Cuban Struggle for Equality, 1886-1912, Chapel Hill, University of
North Carolina Press, 1995, p. 7.
22
Giolitto, op.cit.
23
Ver Mullen, Edward J., « Los negros brujos : a reexamination of the text », Cuban Studies, n° 17, 1987, p. 124-
125.
7
8. Con la noción de « transculturación » y la metáfora del ajiaco24, Fernando Ortiz inicia su empeño
hacia el reconocimiento del lugar que ocupa el aporte de « lo negro » en lo cubano. Los años
treinta vieron la emergencia del afronegrismo asociado a una ola de revalorización del carácter
mestizo de la identidad cubana maltratada por el desprecio estadounidense como lo ejemplifica
esta cita de un abogado norteamericano para hacer referencia a la incapacidad de los cubanos: «
Las propiedades y los bienes americanos están sometidos a leyes, deseos y caprichos de una clase
de negros ignorantes totalmente incapaces de gobernarse a sí mismos25. »
Sin embargo, esta valorización positiva no elimina del todo el pensamiento en términos de
raza. El desarrollo de los estudios sobre el folklore afrocubano deja pendiente interrogantes
acerca de la cuestión racial desde varios puntos de vista. Primero desde un punto de vista
lingüístico, es decir la pertinencia del vocablo « afrocubano » o del uso de las categorías de color
(negro, mulato y sus numerosas categorías intermediarias). Un segundo punto de vista, el hecho
de relegar de alguna forma en el ámbito de lo folklórico todo lo que tiene que ver con prácticas
supuestamente sincréticas o de origen africano supone la idea de una jerarquía entre lo folklórico
y la « alta cultura », supuesto dominio de « lo eurocubano ». Además, este « reconocimiento »
tardío y condescendiente del papel jugado por la gente que ha estado estigmatizada por las
categorías de color en la sociedad cubana se expresa en voces « [...] hombres de orígenes europeo
y africano que retóricamente reconciliaban sus diferencias y que en este proceso dieron luz a una
ficción política paternalista de una cultura nacional multicultural en el seno de un sistema social
que no resistía ninguna real pluralidad estructural26. » Después del auge del movimiento obrero,
los sindicatos se convierten en los interlocutores, a nivel político, con un proyecto meramente
social. La experiencia del Partido Independiente de Color había fracasado trágica y
definitivamente, lo cual impidió la inserción a cualquier programa político de la dimensión
racial27.
Numerosos autores resaltan los efectos socioraciales de la Revolución Cubana. El
tratamiento priorizado de los problemas sociales determinantes en la Cuba de finales de los años
1950: repartición de las tierras, seguridad laboral para los trabajadores azucareros, gratuidad de la
salud y de la educación, acceso a la vivienda, etc., permitió alcanzar un nivel elevado de
soluciones a la discriminación racial tanto legal como social28. Sin embargo, el tema de la raza
tuvo otro lugar y formas de expresión en la folklorización y en el arte, pero también en lo
ideológico y en lo político, en específico en el ámbito del internacionalismo y, sobre todo, en el
24
Guiso criollo de viandas y de carnes.
25
Ver de la Fuente, Alejandro, « Negros y electores: desigualdad y políticas raciales en Cuba 1900-1930 » in
Naranjo, Consuelo, Puig-Samper, Miguel A., (eds.), La nación soñada, Doce Calles, Aranjuez, 1996, p. 169.
26
Kutzinski, Vera, Sugar's secret: Race and the Erotics of Cuban Nationalism, University Press of Virginia,
Charlottesville, 1993, p. 9-13.
27
Sobre este asunto ver Castro Fernández, Silvio, La Masacre de los Independientes de Color en 1912, Editorial de
Ciencias Sociales, La Habana, 2002; Helg, Aline, « Afrocuban protest : the Partido independiente de Color, 1908-
1912 », Cuban Studies, n° 21, 1991, p. 101-121; idem, Our Rightful Share : The Afro-Cuban Struggle for Equality,
1886-1912, op.cit.; idem, « Políticas raciales en Cuba después de la independencia : represion de la cultura negra y
mito de la igualdad racial », América Negra, n° 11, junio 1996, p. 63-79.
28
Ver Casal, Lourdes, Revolution and Race : Blacks in Contemporary Cuba, Latin American Program, Working
Papers, The Wilson Center, Washington, 1979; MacGarrity, Gayle L., « Race, Culture, and Social Change in
Contemporary Cuba » Latin American Perspectives, n° 9, 1992, p. 193-205; Peréz, Louis A., Cuba. Between Reform
and Revolution, Oxford University Press, New York, Oxford, 1995; de la Fuente, Alejandro, « Race, national
discourse and politics in Cuba », Latin Amercian Perspectives, vol. 25, n° 3, mayo 1998, p. 43-69;
8
9. de la solidaridad con los países africanos29. La erradicación de los prejuicios raciales en Cuba se
trató por parte del gobierno revolucionario desde un punto de vista meramente público dejando
las expresiones cotidianas de este fenómeno social en la esfera privada. Los artículos que en esta
revista se publican analizan a partir de datos recolectados en varios barrios habaneros las formas
que toman en la Cuba contemporánea los prejuicios y la discriminación raciales.
2. Fraseología y realidades de la Revolución Cubana
Para aprehender la realidad cubana contemporánea es necesario tener en cuenta el
desarrollo del período revolucionario y su evolución heterogénea. Entre el período de lucha
clandestina del Movimiento 26 de Julio encabezado por Fidel Castro al principio de los años
1950 y el proceso de « Rectificación de Errores y Tendencias Negativas »30 ocurrido en los años
1980, se hizo patente toda una evolución tanto a nivel político, económico como social y cultural.
La Revolución Cubana cristalizó muchos sentimientos desde la idolatría hasta el odio lo que hizo
que se difundieran muchos discursos estereotipados sobre lo que constituye en realidad un
proceso de construcción de la sociedad que no es ni una imposición de arriba hacia abajo, ni una
sucesión ininterrumpida de manifestaciones populares espontáneas. Sin embargo, no se puede
entender ni la duración de la Revolución Cubana ni el sistema de valor vigente en Cuba, si no se
toma en cuenta el nivel de legitimidad que tuvo en los primeros momentos del romanticismo
revolucionario y en etapas ulteriores. Igualmente es necesario considerar la relación peculiar que
los cubanos sostienen con Fidel Castro, la cual ha sido también llamada binomio « Fidel-pueblo
»31. La forma en que los grupos que compartieron el poder revolucionario (el Movimiento 26 de
Julio, el Directorio Estudiantil, y luego el Partido Socialista Popular) encarnó las esperanzas a la
vez sociales y nacionales. Ello posiciona el advenimiento revolucionario en la continuidad de la
formación de una entidad política independiente en Cuba. Si en alguna medida la Revolución
Cubana es y se representa como una tabula rasa, se concibe también dentro de la continuidad
histórica, política e ideológica del nacionalismo independentista, del republicano y a la vez del
comunismo propiamente cubano tal como fue concebido por Carlos Baliño y Julio Antonio
Mella32.
La sociedad cubana postrevolucionaria gira esquemáticamente alrededor de cuatro ejes:
- Reformas sociales (agraria, urbana, salud pública, educación y laboral)
- Políticas exteriores antiimperialistas dentro del contexto de la Coexistencia Pacífica y del
Noalineamiento.
- Discurso de continuidad con el pasado de las luchas independentistas y de la Revolución
del 33.
29
Ver Gordon, Adams, « Cuba and Africa : the international politics of liberation struggle, a documentary essay »,
Latin American Perspectives, vol. 8, n° 1, hiver 1981, p. ?; Cassen, Bernard, « Cuba, l'internationalisme et
l'Angola », Les langues modernes, 1977, p. 161-167; Taylor, Frank F., « Revolution, race and some aspects of
foreign relations in Cuba since 1959 », Cuban Studies, n° 18, 1998, p. 19-41.
30
Sobre este periodo ver Eckstein, Susan, Back from the futur. Cuba under Castro, Princeton University Press,
Princeton New Jersay, 1994.
31
Ver Revolución, 11 de abril de 1959 citado por Pérez-Stable, Marifeli, La Revolución cubana, Editorial Colibrí,
Barcelona, 1993, p. 134.
32
Ver Pérez Cruz, Felipe de J., « Julio Antonio Mella y los fundamentos del marxismo en Cuba », Contracorriente,
en-feb-marzo 1997, año 3, n° 7, p.27-55; Ortiz, Jean, Julio Antonio Mella, l’Ange Rebelle. Aux origines du
communisme cubain, L‟Harmattan, Publication de l‟Equipe de recherche de l‟Université de Paris VIII Histoire des
Antilles Hispaniques, 1999.
9
10. - Concepción del ejercicio del poder del pueblo guiado por la vanguardia nacional (PCC) y
por líder histórico (Fidel Castro) cuya legitimidad se basa en su calidad de gestor y héroe
de la Revolución, al ser considerada ésta última como verdadero alcance de la
independencia nacional.
Es importante resaltar la continuidad en el discurso de la epopeya histórica cubana donde
predomina la idea de unidad sagrada del pueblo cubano como único modo de vencer las
dificultades y a aquellos que son considerados como enemigos. En la situación contemporánea,
los Estados Unidos siguen siendo el enemigo de la patria y las dificultades encarnadas por las
consecuencias del bloqueo. Actualmente se retoma en el campo narrativo y simbólico de estado
de « patria en peligro ». Este estado se caracteriza por las amenazas que pesan de forma real o
simbólica en la soberanía de la nación cubana y también por la situación concreta que deben
enfrentar diariamente los individuos. Dificultades que no son siempre debidas a causas externas,
sino también a disfuncionamientos internos, de tan diversas fuentes como la burocracia, el peso
de la jerarquía y de la generación de la Revolución Cubana sobre los jóvenes, el control social, la
paranoia, el robo, etc. Esto no impide el lugar en primera plana que ocupa la Revolución en el
imaginario popular y en la vida cotidiana cubana. De hecho, se habla de la Revolución para
denominar varios tipos de realidades33. Se puede tratar de la Revolución como acontecimiento
histórico, o sea la Revolución de 1959, generalmente mencionada como « El Triunfo de la
Revolución ».
También se habla de la « Revolución » como equivalente de los cambios sociales positivos
que tuvieron lugar desde aquel entonces. Se puede oír frecuentemente frases como por ejemplo «
[...] gracias a la Revolución mi hijo estudió [...] » o « [...] gracias a la Revolución se curó [...] ».
Este tipo de relación positiva con el proceso revolucionario y con el poder que lo encarna se
siente particularmente en las generaciones que vivieron « en carne propia » el sistema
sociopolítico anterior en el cual se hace referencia a expresiones como « [...] cuando el
capitalismo [...] » o « [...] cuando se tenía que caminar por afuera de los parques [...] ». Los que
tienen además este tipo de referencia positiva con el proceso revolucionario son por lo general los
que tuvieron participación en los principios del proceso y pudieron gozar beneficios sociales
alcanzados en el período « de las vacas gordas » en los años 1970-1980. En estos momentos se
puede percibir la crisis de legitimidad en estas generaciones que empezaron su adolescencia, por
ejemplo con el Período Especial. Además, las reformas introducidas en el sistema económico
(legalización de la tenencia de divisas y de capital extranjero, desarrollo del turismo de masa,
etc.) no dejaron de tener sus consecuencias a nivel social y simbólico. Teniendo en cuenta la
formación de una nueva estructura social basada en la tenencia de divisas provenientes
respectivamente de remesas, ingresos laborales en el turismo e ingresos provenientes del mercado
negro, se destacan cambios importantes en un sistema de valores social basado hasta entonces en
un ideal igualitario y no monetario34. El trastorno del sistema de valores y de la estructura social
misma conlleva a una revitalización de la cuestión racial. El aspecto positivo de esto es la
posibilidad reanudada de abordar el tema y así de promover estudios como los que infra se
33
Ver Rosendahl, Mona, Inside The Revolution. Everyday life in Socialist Cuba, Cornell University Press, Ithacaand,
London, 1997, p. 110-113.
34
Ver Mercier, David, « L‟idéal néo-libéral dans le temps mondial, 1999-2002. Même à Cuba ? », Etudes
Internationales, vol. XXXIII, n° 3, septiembre 2002, p. 447-475.
10
11. presentarán. Consecuencias negativas se encuentran, sin embargo, en la agudización de tensiones
raciales con el deterioro del nivel de vida y la formación de nuevas capas sociales.
Como anteriormente se ha dicho con el vocablo « revolución » sucede igual que con el
tratamiento de líder de la Revolución: Fidel Castro. De hecho, en Cuba nunca se le llama de esta
forma, sino se le denomina en la mayoría de las ocasiones « Fidel ». Otros modos de referirse a él
y según el nivel de formalidad del contexto serían « Nuestro Comandante en Jefe », « Nuestro
Jefe », « El Comandante », « El papá de los Cubanos »35 o haciendo un gesto que simboliza una
barba o con los dedos en el hombro indicando la cantidad de grados de comandante de la
Revolución. Dada su omnipresencia en la realidad cubana como jefe político máximo todos los
cambios, programas o cualquier acontecimiento en la política nacional e internacional del país
pasa por los discursos del Comandante en Jefe que vienen siendo la primera fuente de
información sobre lo que está sucediendo a nivel político, económico y social. Los mismos
cubanos en diversos contextos se refieren a las palabras de « Fidel » : « es así porque Fidel dijo
esto en el discurso tal... », « ¡Cuidado que Fidel mandó a parar! » o también citando textos más
célebres o de forma irónica « [...] porque llevo en el corazón las doctrinas del maestro 36. » La
retórica del « Líder » máximo se ha convertido en un modelo por supuesto para los militantes,
sean de las organizaciones juveniles o del PCC, pero también para cualquiera en diversos
momentos de la vida social cubana. A la hora de hacer un discurso se puede observar manías de
oradores típicas de los cubanos a la hora de pronunciar un discurso por ejemplo, por el
aniversario de los CDR37 o por una boda.
El proceso revolucionario se menciona frecuentemente haciéndose un marcado énfasis en sus
aspectos positivos, lo que la gente expresa con afectividad al decir « es algo bonito ». Etapas
específicas del proceso suscitaron un apoyo masivo como comentó un entrevistado38 a propósito de la
Campaña de Alfabetización, « [...] todo el mundo participaba porque era la actividad del momento
[...] ». En el ámbito profesional esta forma de expresarse también está vigente. El uso de la fraseología
nacional revolucionaria constituye una trama narrativa detrás de la cual se desarrolla el contenido de
los textos. Los discursos se escriben según el nivel de « patria en peligro » que se evalúa en un
momento determinado haciendo más o menos referencias al proceso revolucionario y a los logros de
la Revolución. De algún modo se trata de una forma de expresión de fidelidad a la Revolución tanto
en el sentido de agradecimiento como de estructura formal del discurso que permite descartar toda
sospecha de antirevolucionarismo o de antipatriotismo dentro de este contexto de tensión. Otro
aspecto que puede sorprender al lector ajeno a la forma usual de expresarse la gente en Cuba es el
empleo recurrente de adjetivos posesivos como ocurre en las expresiones « nuestro país », « nuestra
patria » o « nuestra idiosincrasia ». Así también sucede con la aposición en la frase « nosotros los
cubanos » entre el pronombre personal « nosotros » y el sintagma nominal « los cubanos » con el que
se denomina la categoría identitaria nacional.
De esto se trata justamente. Esta forma de referirse a uno mismo como parte de lo que se
está analizando, discutiendo o describiendo no data del proceso revolucionario, sino que es una
constante en la expresión literaria, científica, política, económica y demás en el proceso de
35
Ver Rosendahl, op. cit.
36
Castro, Fidel, La Historia me absolverá, Ediciones políticas, La Habana, 1967, Año del Viet Nam Heróico.
37
Comites de Defensa de la Revolución.
38
Entrevista semi-directiva propia, Morales, la Habana, verano del 2003.
11
12. conformación de la sociedad nacional cubana. En el caso de los textos presentados hoy, se podría
criticar esta inclusión de los investigadores dentro del conjunto social estudiado como una falta
de distancia operada a la hora del análisis. Por lo tanto, esta actitud parece relativamente
coherente de acuerdo con el trabajo de campo (observación participante) llevado a cabo por los
investigadores poniendo por ejemplo en paralelo la forma en la cual se autodefinen los individuos
y la forma en la que son identificados por los investigadores. El propósito de esta nota
introductiva ha sido mostrar el contexto tanto histórico como político e ideológico de estos
trabajos que como toda producción se debe ser entendida dentro de su contexto. La polarización
alrededor de Cuba necesita quizás más que otros contextos, no menos ideológicos, sino menos
conocidos y, sobre todo, menos mediatizados ser puesta en perspectiva para poder apartarse de lo
polémico y volver a lo social tratando de dejar por un lado su propia posición ideológica y
afectiva. Ello permitirá aprovechar la escasa y a la vez valiosa producción cubana que, como otra
cualquiera, tiene sus lagunas, riquezas y su propia identidad.
12
13. ELEMENTOS PARA HABLAR DE LAS RELACIONES RACIALES EN CUBA
Niurka Núñez González, Pablo Rodríguez Ruiz, Odalys Buscarón Ochoa
Para abordar el tema de las relaciones raciales en Cuba –y el tema racial dondequiera es
muy complejo y con múltiples aristas–, se precisa en particular bosquejar aquellos aspectos que
en el plano histórico definen las especificidades del proceso de integración socioracial del pueblo
cubano; y que en buena medida explican los matices que muestra la situación actual. En esta
introducción emprendemos un intento en esa dirección, incluyendo breves pinceladas de algunos
hitos historiográficos en el tratamiento de la problemática.
La historia de Cuba, desde el mismo siglo XVI, está definida por un intenso proceso de
transculturación y mestizaje entre indígenas, africanos y españoles, no obstante las relaciones de
dominación y explotación que lo marcaron. Téngase en cuenta que en la Isla, durante los tres
primeros siglos de la colonia, la esclavitud –aún cuando ninguna variante de dicha institución
pueda catalogarse de “blanda” ni se justifique– no alcanzó gran magnitud, acorde con el
limitadísimo desarrollo socioeconómico del país, abandonado a su suerte y dependiente del
sistema de flotas que anclaban en el puerto de La Habana en sus rutas desde y hacia España.
Ello explica que durante todo ese largo período el lento crecimiento de la población
incluyera la formación de un importante grupo de negros y “pardos” libres, que comenzó la
histórica convivencia con los blancos de los sectores más pobres.
Tal situación se extendió hasta la época de la ocupación de La Habana por los ingleses
(1762), cuando la introducción de esclavos experimentó un brusco aumento. Para finales del
siglo, con la Revolución de Haití y la consecuente explosión en la industria azucarera local,
puede ya hablarse de la economía cubana como de una economía de plantación esclavista, que
alcanzó su momento culminante en las primeras décadas del siglo XIX. En general, entre 1763 y
1800 fueron introducidos más esclavos que en toda la historia anterior de la Isla
(Portuondo,1965). Y este ritmo vertiginoso se mantuvo, no obstante la entrada en vigor, en 1820,
del tratado sobre la abolición del tráfico de esclavos impuesto por Inglaterra a España. La trata
ilegal continuó, debilitándose paulatinamente, hasta 1860.
En este período se refuerza el sistema de ideas y mitos acerca de la desigualdad racial, que
apelaba a las diferencias raciales y culturales perceptibles para legitimar la explotación y la
injusta estratificación social; y cuya influencia se evidencia aún hoy, sin que la hayan podido
borrar los sucesivos cambios estructurales acaecidos a lo largo de nuestra historia. Siempre
presentes, tales elaboraciones ideológicas se impondrían o cederían ante las nociones de igualdad
racial, según los avatares del proceso de formación nacional.
Así, durante las guerras independentistas comenzadas en el año 1868, que marcan el parto
doloroso de la nación cubana, la presencia de las ideas racistas fue solapada por las necesidades
libertarias. En las guerras lucharon codo a codo negros, blancos, chinos..., consolidando la
amalgama biológica y cultural que nos caracteriza.
Investigadores del Centro de Antropología, La Habana
Investigadores del Centro de Antropología, La Habana
Periodista de la Agencia Prensa Latina, La Habana
13
14. El proceso integrador que maduró en la gesta libertaria ocupa un importante lugar en la
obra de José Martí. No más recuérdese su sentencia de que “hombre es más que blanco, más que
mulato, más que negro. Cubano es más que blanco, más que mulato, más que negro. En los
campos de batalla, muriendo por Cuba, han subido juntas por los aires las almas de los blancos
y de los negros” (Martí, 1965: 110). En sus labores de preparación de la “guerra necesaria” (1895
- 1898), en la búsqueda de la imprescindible unidad de todos los cubanos, no fueron pocos los
espacios dedicados por el Maestro a atacar el racismo y la discriminación:
“No hay odio de razas, porque no hay razas. Los pensadores canijos, los pensadores de
lámparas, enhebran y recalientan las razas de librería, que el viajero justo y el observador
cordial buscan en vano en la justicia de la Naturaleza, donde resalta en el amor victorioso y el
apetito turbulento, la identidad universal del hombre. El alma emana, igual y eterna, de los
cuerpos diversos en forma y color. Peca contra la Humanidad el que fomente y propague la
oposición y el odio de las razas” (Martí, 1965: 161-162).
“El hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza u otra: dígase
hombre, y ya se dicen todos los derechos [...] Todo lo que divide a los hombres, todo lo que los
especifica, aparta o acorrala, es un pecado contra la humanidad” (Martí,1965:109).
Desgraciadamente, después de 1898 –en lo que no fue despreciable la influencia de la
ocupación norteamericana–, las expectativas de igualdad forjadas durante las guerras de
Independencia y después de la abolición de la esclavitud fueron frustradas, y la participación de
negros y mulatos en la vida socioeconómica y política de la naciente república fue muy limitada
y marcada por la discriminación. Por sobre el mito de la igualdad racial en Cuba volvió a
imponerse la ideología de la supremacía blanca, con el predominio de estereotipos negativos
sobre el negro y el desconocimiento de la herencia cultural africana.
En ese contexto, en 1908, surge el Partido de los Independientes de Color, con un avanzado
programa de lucha que abogaba por la igualdad racial y la plena integración de negros y mulatos
en la sociedad. Pero el partido fue acusado de racismo contra los blancos y, víctima de la
represión, organizó una protesta armada en 1912, culminada con una masacre racista que
constituye una de las páginas más vergonzosas de nuestra historia.
En lo adelante, sobre todo a partir de los años 1920, las estrategias de lucha de negros y
mulatos por sus derechos se desarrollaron con la participación activa en el movimiento obrero y
en los partidos políticos de izquierda, algo lógico si se tiene en cuenta la relativa coincidencia
clase – raza que marcó la estructura socioclasista cubana desde los tiempos de la esclavitud.
Paralelamente, se afianzó el reconocimiento de la contribución de negros y mulatos a la cultura
nacional, y los elementos culturales y religiosos de origen africano penetraron la cultura
dominante (Helg, 2000).
La historiografía cubana cuenta desde esa época39 con la encomiable contribución de Don
Fernando Ortiz al conocimiento de las raíces etnoculturales de la nacionalidad, con una visión
más sistémica de la cultura nacional y de la etnogénesis del pueblo cubano (1940 a y b; 1991;
1993).
El centro de su atención fue dirigido al rescate y revitalización del acervo cultural
incorporado por los esclavos. Resultado de ello, son los numerosos trabajos de corte etnohistórico
y etnográfico sobre el africano y sus descendientes, que abarcan los distintos momentos de su
presencia en tierras americanas, como el tráfico inhumano de esclavos, los horrores de la
esclavitud y una semblanza de la vida social del negro en los diferentes estratos de la sociedad
39
Los primeros trabajos de Ortiz se remontan a los inicios del siglo; pero es en este período que se encausan en el
rumbo que los marcaría definitivamente.
14
15. colonial (1975, 1986). Se destacan además los estudios sobre la música, los bailes y los
instrumentos musicales de los africanos, así como también de su universo religioso (1965, 1981).
Las profundas investigaciones de Ortiz sobre la realidad cubana le permitieron
conceptualizar el fenómeno estudiado –la transculturación– a partir de un enfoque más dinámico
y totalizador de los intensos y complejos procesos etnogenéticos que se operaron en las nuevas
condiciones económicas y sociales de América, sin limitarlos a una simple aculturación del
elemento dominado: lo concibió como un intercambio mutuo, dinámico, "un toma y daca", cuyo
fruto sería una nueva realidad (Ortiz,1940a:278).
Es imponderable, por último, la transcendencia de los trabajos de Don Fernando al
denunciar que “... en mi tierra el color oscuro en la piel llevaba implícitamente consigo una
prejuiciosa consecuencia de inferioridad y vilipendio social transida de injusticias y dolores...”;
y evidenciar la falacia de las teorías racistas: “lo más negro del negro no está en la negrura de
su piel, sino en la de su condición social...” (Ortiz, 1953, 1975).
Vale aquí introducir un breve paréntesis conceptual. Fernando Ortiz definió la presencia
cultural africana –en la música, los bailes, los instrumentos musicales, las creencias religiosas, el
arte culinario, el folklore, el lenguaje– con los términos “cultura negra” y “afrocubano”,
acuñados por la literatura norteamericana de la época, y extendidos hasta hoy entre los
investigadores del continente que incursionan en la temática.
Según él, “culturas blancas” y “culturas negras”, le permitían referirse a las culturas de
troncalidad europea, o de origen africano o africanas propiamente dichas, respectivamente; pero
aclara que “la pigmentocracia no implica un sentido inherente a la cultura” (Ortiz, 1993:282).
Lo “afrocubano”, por su parte, expresa la dualidad originaria de los fenómenos que se estudiaban,
desde el punto de vista histórico-etnográfico, significa origen (Ortiz, 1993:138,170).
Al respecto, Ortiz afirmó que los negros en Cuba eran contenedores directos de una
corriente de aportes culturales africanos; sin embargo, negros y blancos “participan de los
elementos culturales aportados por el africano e independientemente de sus ascendencias
étnicas” (Ortiz, 1981: 22).
Resulta evidente que tal terminología respondía a necesidades concretas del momento
histórico en cuestión, cuando se imponía clasificar los fenómenos culturales para distinguir y
rescatar lo africano dentro de la herencia común. Es por ello que preferimos referirnos hoy a
fenómenos culturales de uno u otro origen que, indudablemente, son netamente cubanos,
recreados en nuestro suelo a partir de tradiciones y conocimientos africanos, pero ya adaptados a
las nuevas condiciones, sincretizados y diferentes del fenómeno originario tras el proceso de
transculturación. Nadie define las manifestaciones de marcado antecedente hispánico –como el
punto guajiro, por ejemplo, expresión musical cubana más directamente determinada por dichos
antecedentes– con el término “hispanocubano”.
Téngase en cuenta además que el africano, al incorporarse a la nueva realidad, fue
obligado, por el sistema esclavista imperante, a adaptarse a la cultura dominante del europeo:
integrados al régimen de plantación, la destrucción de su cultura material fue casi completa. A
ello habría que agregar que en el torrente africano llegaron individuos de distinta procedencia
étnica, que fueron sometidos a la acción “tenazmente igualadora del régimen esclavista” (León,
1969: 39). Por último, cabe mencionar el hecho de que el flujo "migratorio" desde África fue
cortado con el fin de la trata y la posterior abolición de la esclavitud; y el continente negro dejó
de influir culturalmente de manera directa en sus descendientes cubanos.
Aunque este proceso no podía tener el mismo efecto en el marco espiritual –donde se
conservaron características propias, como vía para preservar su identidad, y fundamentalmente a
través de la transmisión familiar–, los rasgos africanos originales aún en esta esfera adquirieron
15
16. nuevas cualidades, se sincretizaron con otros elementos. Por un lado, para poder subsistir bajo la
mirada del régimen; y por otro, al adaptarse a las nuevas condiciones de existencia. Téngase en
cuenta la ruptura de su organización socioeconómica y hasta el diferente entorno ecológico, que
les proporcionaba, por sólo citar dos ejemplos, los materiales de confección de sus instrumentos
musicales, o los productos alimenticios que debieron sustituir a los utilizados originalmente para
la preparación de las comidas rituales.
No se trata de obviar la existencia de singularidades etnoculturales entre los grupos raciales
que componen la población cubana, a partir de la influencia de los correspondientes antecedentes
étnicos, pero no está de más subrayar que éstas se encuentran ya en buena medida alejadas de sus
orígenes y, sobre todo, que resalta la multirracialidad cada vez mayor de casi todas las
expresiones de la cultura cubana.
Cerrado el paréntesis, volvemos a nuestro tema central. Con el triunfo de la Revolución
comenzó en Cuba el destierro de la discriminación racial40. Ya en el propio año 1959 aparecen en
los discursos e intervenciones de Fidel Castro la preocupación y el llamado a la lucha contra la
discriminación y los prejuicios raciales como una obligación de la Revolución, con particular
énfasis en la necesidad de combatir las limitaciones de acceso al empleo, las escuelas o los
centros de recreación.
Indudablemente, el proceso de construcción de la nueva sociedad abrió enormes
posibilidades de desarrollo para todos, incluidos los sectores más desposeídos, coincidentes en
gran medida con la población negra y mestiza, eslabón más bajo de la pirámide social desde los
tiempos de la esclavitud.
Con la igualdad de oportunidades se dio por solucionado el problema racial, sobre lo cual
aparecen referencias en textos posteriores de Fidel, donde se habla de la discriminación racial en
pasado: “Antes teníamos también la discriminación racial”; “muchas de las mejores playas del
país eran privadas; en muchos hoteles, bares, centros de recreación, no dejaban entrar personas
negras. Con el triunfo de la Revolución todas esas cosas se eliminaron”; “gracias al esfuerzo de
nuestros trabajadores y a nuestro régimen socialista, hoy en nuestro país [...] no existe
discriminación racial...”; “nosotros hemos resuelto [...] la discriminación racial...” (Castro;
1982, 1984, 1985).
Cierto que en los años 1980 los niveles de igualdad en general alcanzados por la sociedad
cubana no tenían parangón, evidenciados en particular en la cercanía de los límites mínimos y
máximos de los ingresos salariales. Pero el punto de partida para el acceso a las nuevas
oportunidades y su disfrute no había sido igual para todos: negros y mestizos estaban en
desventaja en cuanto a condiciones de vida heredadas; marcados por toda una serie de
estereotipos y prejuicios relacionados con la pertenencia racial, y por la existencia objetiva de
particularidades etnoculturales grupales en la esfera espiritual.
40
Distintos aspectos relacionados con esta temática –sobre todo en un plano histórico, o de rescate de la contribución
africana a la cultura nacional– han sido tratados por diversos autores después de 1959. En los años 60 no puede dejar
de mencionarse el aporte realizado por publicaciones como las Actas del Folklore (1961) y la Revista de Etnología y
Folklore (1966-1969). En una apretada lista de autores se destacan Argeliers León (1969, 1972, 1989), José L.
Franco (1975), Pedro Deschamp Chapeaux (1971; 1983), Rafael Duharte Jiménez (1988), entre muchos otros. Vale
destacar además los trabajos de historiadores como Julio Le Riverend (1940; 1967) y Jorge Ibarra (1981), sobre la
formación de la nacionalidad cubana.
Más recientemente cabe mencionar a los investigadores del grupo de estudios sociorreligiosos del Centro de
Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (Ramírez, 1990).
No obstante, se debe subrayar el silencio que rodeó el tema de la situación contemporánea de las relaciones raciales
en Cuba, condicionado por el supuesto de que la Revolución había solucionado definitivamente el problema racial.
16
17. Desde la abolición de la esclavitud, en la convivencia de negros y blancos procedentes de
los estratos más humildes, sobre todo en el entorno marginal urbano, pero también en los
antiguos barrios populares, en el ambiente de solares y cuarterías, surgieron rasgos culturales que
nada tienen que ver con el aspecto racial, sino con el status socioeconómico, la desventaja
habitacional, el nivel educacional y cultural, que engendran formas específicas de
comportamiento y una cosmovisión propia: “una cultura de ciudadela41”, al decir de una delegada
del Poder Popular42 del Vedado. Tal modo de vida engendra patrones culturales y estilos de vida
que se transmiten de generación en generación y que, a pesar de transformaciones estructurales,
son resistentes al cambio.
Sin embargo, se tiende de manera casi siempre inconsciente y espontánea a identificar
arbitrariamente al negro con tales rasgos culturales, en lo que influye el hecho de que
indiscutiblemente el negro predominó entre la población que sobrevivía en tales condiciones, y se
mantiene aún hoy –a pesar de las posibilidades de movilidad social que propició la Revolución-
en desventaja; sin olvidar la importancia del factor ideológico ya mencionado.
“No se podía esperar que la sociedad se librase de ellos [los prejuicios y estereotipos]
desaparecida la esclavitud; ni que los descendientes de esclavos se rehacieran súbitamente del
efecto multisecular de las condiciones en que su grupo fue mantenido por tantas generaciones”
(Nogueira, 1955:506). Como formas de conducta no razonada, tales ideas son persistentes, y
“persistirán, sin ley que los destruya, hasta tanto no se transforme la situación” (Fernandes,
1955:212).
Pero, además, las desigualdades heredadas se han visto agudizadas por la crisis de los años
1990 –el llamado “período especial”–, que no ha hecho sino profundizarlas. Al mismo tiempo, la
dignificación real del hombre que fomentó la Revolución, que trae consigo el aumento de la
intolerancia ante la segregación de cualquier índole, ha provocado una acelerada toma de
conciencia del “problema racial”.
Tal situación también ha sido reflejada en los pronunciamientos de los líderes políticos
cubanos en los últimos años. Baste recordar el llamado hecho por Fidel en la clausura del
Congreso Pedagogía 2003: “... habiendo cambiado radicalmente nuestra sociedad, si bien las
mujeres, antes terriblemente discriminadas y a cuyo alcance estaban sólo los trabajos más
humillantes, son hoy por sí mismas un decisivo y prestigioso segmento de la sociedad que
constituye el 65 por ciento de la fuerza técnica y científica del país, la Revolución, más allá de
los derechos y garantías alcanzados para todos los ciudadanos de cualquier etnia y origen, no
ha logrado el mismo éxito en la lucha por erradicar las diferencias en el status social y
económico de la población negra del país, aun cuando en numerosas áreas de gran
trascendencia, entre ellas la educación y la salud, desempeñan un importante papel”.
Es precisamente en el contexto de los años 1990 que un grupo de investigadores del
Departamento de Etnología, del Centro de Antropología, enfrentó el estudio de esta compleja
problemática. Las pesquisas se estructuraron en tres líneas temáticas: la interrelación entre la
estructura socioclasista y racial en el contexto laboral, la caracterización etnocultural de los
grupos raciales, y las expresiones y factores de supervivencia del prejuicio racial; y abarcaron
trabajos de campo en las ciudades de La Habana, Santa Clara y Santiago de Cuba, en
representación de las tres regiones fundamentales en que se ha dividido históricamente la Isla, y
41
Se refiere al modo de vida atribuido a las casas colectivas conocidas como solares o ciudadelas.
42
Los delegados del Poder Popular, elegidos cada dos años y medio por sufragio universal, representan a los vecinos
de los Consejos Populares –instancia microlocal de las estructuras político administrativas cubanas–, ante las
Asambleas Municipales.
17
18. que a su vez muestran evidentes diferencias socioeconómicas y en cuanto a la configuración
racial de su población.
A grandes rasgos, los resultados evidencian la existencia de desigualdades raciales
objetivas y subjetivas, que tienen sus raíces en particularidades históricas, socioeconómicas e
ideológicas del desarrollo de nuestro país, y que han llegado hasta nuestros días a pesar de los
avances experimentados; de ahí que subrayáramos más arriba que con el triunfo de la Revolución
sólo comenzó en Cuba el destierro de la discriminación racial.
No obstante, también los resultados confirman la real y cada vez más profunda integración
del pueblo cubano. Hacia ello apunta en particular la dificultad que, en el plano metodológico de
la investigación, entraña la clasificación de los propios grupos raciales; que se manifiesta en
particular en las diferencias de aproximación a la clasificación entre nuestros equipos de
investigación, a pesar de que las categorías utilizadas son las mismas: blancos, negros y mestizos
(este último término, poco utilizado comúnmente en Cuba, agrupa diversas gradaciones de la
mezcla entre negros y blancos, para las cuales existe una variada nomenclatura popular: mulatos,
“jabaos”, “moros”, etc.).
Dicha clasificación, al margen de criterios antropofísicos, funciona en la conciencia social y
está acuñada en la literatura sobre el tema, pero los grupos carecen de fronteras claramente
definidas: son comunes los casos de identificación controvertida, a partir del rico abanico de
variantes fenotípicas que se dan como resultado del mestizaje, que permite fácilmente “saltar” la
barrera del color. La propia nomenclatura popular de los fenotipos no es mutuamente excluyente,
y además responde a la apreciación personal de cada individuo, según el color de la piel del
propio espectador, y la influencia del medio circundante: los que para unos –y en un determinado
contexto– pueden ser blancos o negros, para otros –o en un contexto diferente– resultan ser
mestizos o a la inversa.
También están los casos en que la persona por autoafiliación se adscribe a un determinado
grupo racial, pero reconoce que “otros”, por observación, lo clasifican como miembro de un
grupo diferente; como aquellos en que el individuo se autoafilia al grupo al cual a su vez puede
pertenecer por apariencia (“pasa por…”). Sí vale subrayar: por lo general está presente la
conciencia y el reconocimiento del mestizaje familiar.
Concretamente en el estudio de la interrelación entre la estructura sociolaboral y racial, se
partió de la autodefinición de la pertenencia racial del informante que se contrastaba siempre con
la observación del investigador del fenotipo de los individuos, de su apariencia. Tal criterio se
siguió por su funcionamiento en el entramado de las relaciones sociales que se establecen a ese
nivel (el centro de trabajo), independientemente de que se reconociera la presencia de mestizaje
familiar.
Por el contrario, en los estudios etnoculturales, desarrollados en el entorno familiar y
residencial, la clasificación partió de criterios genealógicos: se trataba de rastrear las posibles
huellas culturales de los diferentes antecedentes étnicos, coincidentes en nuestra realidad con una
diferente filiación racial. Por ende, blancos o negros se consideraron respectivamente aquellos
que no reconocieron mezcla racial en su genealogía familiar; y en la categoría de mestizos se
agruparon todas las posibles gradaciones del mestizaje entre blancos y negros,
independientemente de la apariencia física.
Claro que el análisis se complica por las posibilidades de sesgo de cada criterio de
clasificación: en el primero, los casos en que no coincide la autoafiliación del individuo con la
filiación asignada por otros, o esta última es en sí misma contradictoria; en el otro, el hecho de
que la información sobre el grupo racial de padres y abuelos pasa por la subjetividad de los
propios entrevistados.
18
19. De cualquier modo, se tuvo en cuenta la interrelación entre el grupo racial según criterios
genealógicos, según apariencia física y la autoafiliación (filiación racial autoasignada por el
individuo) durante la interpretación del material. Y vale subrayar: estos tres criterios se imbrican
en la existencia de un núcleo duro al interior de cada grupo que hace viable y operativa su
clasificación en función de la investigación de las relaciones raciales en Cuba.
Los trabajos que se presentan a continuación muestran algunos de los resultados obtenidos.
Su novedad y singularidad en el espectro científico social cubano es innegable. Además de
contribuir al conocimiento más amplio de nuestra sociedad multirracial y, a su vez, de nuestra
identidad cultural y nacional, pretende servir de base para el trazado de una política social que
atienda de manera más directa y sobre bases científicas la cuestión racial en Cuba.
Bibliografía mínima
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20
21. UN ACERCAMIENTO A LAS DESIGUALDADES RACIALES EN CUBA.
MÉTODOS Y RESULTADOS DE UNA INVESTIGACIÓN.
Pablo Rodríguez Ruiz y Lázara Yolanda Carrazana Fuentes.
Centro de Antropología. La Habana
El racismo en Cuba – sin otros eufemismos edulcorantes de la realidad -, encontró, en la
explotación de la mano de obra del negro esclavo durante la colonia y en las estructuras de
dominación, en las que devino posteriormente el capitalismo dependiente, condiciones propicias
para afirmarse profundamente en las ideologías, la sicología social y las prácticas cotidianas. Se
instituyó en el modo de vida, formando parte de una herencia estructural y cultural que debió
sufrir y enfrentar el revolucionario de cada una de las etapas formativas de la nación.
Precisamente, en ese hacer la historia, con todos y para el bien de todos, se fue generando una
práctica y una ideología antirracista que pasó también al mundo de las representaciones raciales
del cubano, en contradicción con los racismos de cada momento.
Esta forma particular de inscribirse el racismo en la estructura social y los acontecimientos,
han marcado su particularidad en nuestro país. El proyecto nacional se desarrolló en franca
controversia con una potencia extranjera. En él, para que cuajara, debieron incorporarse todos los
elementos de la población: blancos y negros. Las contradicciones raciales que se producían al
interior del movimiento nacionalista, se subordinaban en muchas circunstancias a la
contradicción fundamental con el colono español. El criollo blanco, portador de estereotipos
racistas, era a su vez objeto de la discriminación. En estas condiciones, el racismo y las prácticas
raciales de los países coloniales, encuentra un elemento que lo particulariza y distingue del que se
reproduce en las metrópolis colonialistas.
La revolución del Primero de Enero de 1959, no creó el racismo y la discriminación racial,
ni las profundas desigualdades formadas durante siglos de explotación. Por el contrario, se hizo
heredera de lo mejor del pensamiento revolucionario y asumiendo el apotegma martiano de que
hombre es más que negro, más que blanco, más que mulato, que decir hombre es decir todos
los derechos, emprendió el camino de profundas transformaciones, en las que el racismo y sus
bases socioeconómicas y culturales quedaron muy maltrechas. Entre tales transformaciones es
posible destacar -de pasada y a costa de escatimar el escaso espacio de que se dispone -, las
siguientes:
1. La eliminación de la propiedad privada sobre los medios fundamentales de producción,
su nacionalización y socialización. Este es un proceso complejo, que requiere, quizás, un análisis
más cuidadoso y detallado para develar su relación con la eliminación de las bases económicas y
sociales del racismo y la discriminación, en tanto que prácticas e ideologías. No obstante, en
líneas generales, deja ver algunos momentos que pueden ser mencionados, tales como:
a. Como parte y resultado de dicho proceso, desaparecieron del panorama social las
elites económicas, históricamente constituidas y en las que predominaban los blancos. Estos
21
22. grupos, por su historia y posición socioeconómica, eran mucho más susceptibles de sustentar y
apropiarse de las ideologías racistas, que se ponen al servicio de su dominación43.
b. Limitó las posibilidades del ejercicio de la discriminación en el espacio del poder
económico, que en las condiciones anteriores, en nombre del sacro santo principio de la
propiedad privada, permitía la exclusión de otras personas o grupos.
c. La administración de tales bienes pasó a manos de los representantes de las masas
populares, a muchas personas nacidas en las capas más humildes del pueblo, sin distinción del
color, gestándose así un intenso proceso de movilidad social.
2. La destrucción del orden político anterior y creación de uno nuevo de base popular. Se
trata de un proceso complejo en el cual las nuevas estructuras de poder se fueron perfilando como
profundamente populares. Tal proceso, estuvo acompañado de una aguda lucha de clases, en la
que se abrieron amplios espacios de cooperación entre los elementos más humildes, sumados
masivamente a la práctica sociopolítica. A la vez, se producía una intensa movilidad social,
mediante la cual, tales representantes de las capas populares, ascendían a diferentes posiciones
de poder. Por otro lado, el núcleo básico de la burguesía derrotada, emprendía el camino de la
migración, dejando la resistencia sin base de apoyo. Todo ello, tuvo un efecto doble sobre el
carácter de las representaciones y conductas raciales que se fueron configurando en el nuevo
contexto. Por un lado, la cooperación cotidiana en las diferentes tareas que imponía el proceso de
hacer la revolución, contribuyó a acercar sensiblemente a los diferentes grupos, a atenuar muchos
prejuicios ancestralmente asentados en la psicología social y a desmarcar, en muchos aspectos,
las fronteras entre grupos raciales. Por otro, la emigración de la inmensa mayoría de los
representantes de la clase burguesa, heredera histórica, de los antiguos dueños de esclavos,
marcó el carácter de las representaciones raciales que perduraron en el medio social: las que
habían sido asimiladas por las capas medias y trabajadoras.
3. Este proceso de incorporación de las masas al proceso social, respondió a una profunda
identificación de intereses, los cuales se vieron reflejados en un conjunto de medidas de carácter
profundamente popular promulgadas por el gobierno revolucionario, entre las que se pueden
mencionar:
a. La eliminación de todos los exclusivismo raciales existentes anteriormente, en
playas, clubes, etc.
b. La rebaja de los alquileres y la adopción de una serie de medidas relacionadas con
la vivienda, que pasaron por la ejecución de programas de construcción y la implementación de
diferentes legislaciones que protegían al usufructuario y les otorgaba la propiedad.
c. El desarrollo de una profunda reforma agraria que hizo propietario del suelo a
muchos campesinos arrendatarios. En particular, esta medida benefició a los trabajadores del
campo negros y mestizos, históricamente excluidos de la propiedad de la tierra, en tanto que
descendientes de esclavos.
d. La alfabetización de las masas populares y la universalización de la enseñanza,
gratuita y obligatoria para todos los menores de edad.
43
Existen referencias en la literatura especializada que apuntan la existencia de expresiones más agudas de racismo
entre los pequeños blancos. O sea, entre los grupos más pobres y consecuentemente, menos distantes de los negros
históricamente dominados. Tales análisis, sin embargo, no evalúan en su justa medida el hecho de que tales
relaciones se producen dentro de una estructura social en la cual las elites de poder económicos, aunque más
distantes de las relaciones sociales específicas entre grupos, son las que marcan las pautas y los códigos culturales en
las que se alimentan muchas de esas actitudes.
22
23. e. La extensión de los servicios de salud de forma gratuita a toda la población, sin
distinción de la complejidad o costos de los mismos.
f. La gestación de una política de pleno empleo y la reducción de las desigualdades
sociales al mínimo. Las que se empezaron a producir dependían fundamentalmente de la
calificación y se daban en un rango muy estrecho.
4. La estructuración de un discurso sociopolítico desde el poder, que proclama la igualdad
y estigmatiza todas las formas de exclusión, incluyendo las raciales. De este modo, el discurso
dominante, fue haciendo del racismo un pecado capital que, no solo envilece al ser humano,
sino, además, divide y debilita a la revolución. Ante él, las manifestaciones del racismo que
pervivieron, se vieron en la necesidad de replegarse, adoptando cada vez más la forma de un
racismo de “pero”.
El conjunto de circunstancias enumeradas - con las que apenas se hace un boceto de una
intensa etapa histórica, rica en acontecimientos y contradicciones -, permiten comprender que el
proceso vivido fue mucho más allá de la simple “eliminación del racimo institucional”.
Concepto este último acuñado, y muy traído y llevado, para denotar la eliminación de las formas
de discriminación asociadas a instituciones formales del poder o refrendadas jurídicamente de
uno u otro modo y también, a la presencia de la desigualdad racial a través del tiempo, de
geografías y de áreas de la vida social, al igual que los efectos desiguales de la política pública en
lo económico y lo social. Noción que, en el mejor de los casos, trata de delimitar el racismo que
se instituye desde el poder, del que se reproduce al nivel de la psicolgía social. Algunas personas
lo simplifican aún más, reduciéndolo a su eliminación en el papel, o lo que es lo mismo, en la
letra vacía del discurso. Tal idea constituye una reducción simplista de un proceso mucho más
complejo y multilateral, que caló profundamente en el mundo espiritual y la cultura de las
grandes masas. El efecto más evidente, de todo este acontecer es el repliegue experimentado por
el racismo hacia las esferas más íntimas de la vida familiar y las relaciones interpersonales, en las
que los perjuicios eran reconocidos con cierta culpa, como nota discordante; pervivía en ciertos
chistes y fraseologías de uso en la complicidad de la familia y el grupo de amigos cercanos, o
quedaba oculto en determinadas formas de paternalismo que se daban en la vida social.
Ante tales circunstancias, el fenómeno dejó de tener visibilidad durante un largo período
de tiempo, en el que la creencia más generalizada era que, con las medidas de igualdad social
desarrolladas por la revolución y la educación, este sería completamente proscrito44. El tema
desapareció del debate público producto a un conjunto de razones entre las que se pueden contar:
a.Ante un panorama social en el que las desigualdades eran mínimas, y dependían
fundamentalmente del esfuerzo y la calificación, se llegó a concebirlo como un problema
resuelto en gran medida.
b. Por los recelos que suscitaba, ante la necesaria unidad, lo que motivó que desde
las estructuras de poder se mirara con desconfianza cualquier intento de traerlo a la polémica
publica, contribuyendo a convertirlo en una especie de tema tabú.
c.Porque en el quehacer y modo de hacer transformativo, en el que estaban involucradas las
grandes mayorías, encontraba muy pocos oídos interesados, existía muy poca, o ninguna base
social, para que el diálogo se formara desde abajo.
O sea, los de arriba no querían y los de abajo no estaban interesados. Se generó, de esta
44
Tales creencias están en correspondencia con cierta corriente del pensamiento marxista que considera que el
fenómeno racial es parte del clasista: unas de sus derivaciones. El corolario que se deriva de ello es que la solución
del problema de clases conlleva la eliminación de las desigualdades raciales.
23
24. forma, una especie de consenso social alrededor de la inconveniencia de la problemática. Ello
contribuyó a silenciar el problema, durante un tiempo relativamente prolongado, lo que favoreció
su supervivencia. Incluso, las variables raciales dejaron de ser medidas en la mayoría de las
estadísticas sociales. En esta coyuntura, fue el Tercer Congreso del Partido Comunista de Cuba el
que sacó el tema de su letargo, cuando, al analizar los resultados del censo de 1980, descubrió
determinadas desproporciones de negros, mujeres y jóvenes en los puestos de dirección.
Escenarios y contextos en los que se plantea el problema de investigación.
A principios de la década del 90, se produce en Cuba una profunda crisis económica muy
vinculada a los acontecimientos que dieron lugar a la desaparición de la URSS y los antiguos
países socialistas. Los efectos de ello, sobre la economía, se hicieron sentir de inmediato. En
apenas cuatro años, el producto interno bruto (PIB), descendió casi un 34%. Muchas industrias se
paralizaron al faltarles los abastecimientos. El sector energético, se resintió sensiblemente por la
misma razón. Para 1993, apenas el 13% de la capacidad industrial del país se utilizaba45, con la
consabida subutilización de la mano de obra y el desempleo que trajo aparejado. La tecnología
existente en muchas ramas, fue sufriendo un deterioro moral, lo que dificultaba aun más, los
esfuerzos por abrirse a otros mercados más exigentes y competitivos. La deuda externa, que llegó
a abarcar más del 58% del PIB a precios corrientes46 en 1993, agregaba dificultad a la necesaria
reconversión tecnológica y la inserción en nuevos mercados. A todo lo anterior se sumaba el
bloqueo de EEUU, que se arreció en estas condiciones. La situación económica parecía
insostenible. Todo ello se reflejó drásticamente en la vida cotidiana de la población.
La economía cubana, estructurada sobre la base de la propiedad social socialista, durante la
década de los ochenta, había asegurado una política de pleno empleo. Las condiciones de
intercambio ventajoso con la extinta URSS y demás países socialistas, que abarcaba más del 80%
del comercio exterior, posibilitaban el desarrollo sin grandes tensiones, a pesar del bloqueo de los
Estados Unidos. Sin embargo, la conjugación de estos factores, el bloqueo económico y las
ventajas comerciales, fue generando un alto nivel de dependencia energética y tecnológica de
esos países. El abastecimiento, no solo de materias primas, piezas de repuestos y otros insumos
para muchas industrias, sino también de áreas importantes del consumo de la población,
dependían de ese intercambio, que a la vez generaba cierta especialización entre los países
miembros del CAME. De este modo, se fueron reproduciendo ciertas deformaciones internas,
que no siempre han sido suficientemente tratadas por la bibliografía especializada, aunque
muchas de ellas se hicieron evidentes cuando se planteó el proceso de rectificación a mediados
de los 80´s.
Los efectos de la crisis no solo se sintieron en el plano económico. Esta se presentó, a la
vez, como una crisis del modelo del llamado socialismo real, que trajo aparejado determinado
cuestionamiento de las concepciones ideopolíticas que lo sustentaban. En el plano internacional e
interno, la crisis atravesó el campo de las ideas. Consecuentemente, el fenómeno vino
acompañado de sentimientos de desaliento, desconcierto y frustración en sectores determinados
de la población, que además, vieron deteriorarse profundamente su nivel de vida y de consumo,
al enfrentarse, cada día, a un mercado prácticamente desabastecido e ingresos reducidos hasta el
absurdo.
45
Al respecto puede consultarse a Hiran Marquetti Nodarse (1997) Evolución del sector industrial en 1996. En
Universidad de la Habana. CEEC. (1997) La economía cubana en 1997. Material mecanografiado. Pág. 50.
46
Al respecto puede verse a Julio Carranza (1997) La finanzas externas y los límites del crecimiento (Cuba 1996).
En Universidad de la Habana. CEEC. (1997) La economía cubana en 1997. Material mecanografiado. Pág. 35
24
25. Tales realidades indujeron a la dirección del país a adoptar una serie de medidas para salir
de la crisis47. El conjunto de estas circunstancias fue aportando complejidad al panorama social
cubano de los 90‟s. Se formaron desigualdades y escenarios socioeconómicos en los que se
enfatiza el aspecto competitivo. En este contexto es que se comienza a estudiar el problema racial
por un equipo del Centro de Antropología del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio
Ambiente de Cuba.
Una de las primeras dificultades que debió enfrentar la investigación, estaba relacionada
con la carencia de estadísticas que evaluaran variables raciales. Otra, se vinculaba con el silencio
y los prejuicios que habían existido alrededor de la temática, por lo cual, no se contaba con
estudios precedentes que permitieran perfilar hipótesis y conformar un modelo de análisis e
investigación que se adaptara a las condiciones históricas, sociales y culturales en las que se
producía el problema. Los datos del censo de 1980, aunque ilustraban, resultaban demasiado
desactualizados, por el tiempo transcurrido y los cambios que se produjeron en la sociedad
durante los noventa. La escasa producción intelectual que existía, o enfocaba el problema desde
la perspectiva de uno de los grupos en interacción, generalmente como el problema negro, o
tenía un carácter eminentemente apologético, concentrándose en los avances que se habían
producido en este terreno.
En el intento de salvar las dificultades anteriormente expresadas, una de las primeras tareas
que se planteó el equipo, fue realizar un censo en una circunscripción electoral de una barriada
popular, para desde un estudio abarcador, en micro, poder hacer un diagnóstico preliminar de las
relaciones raciales, que permitiera orientar el trabajo en una dirección bien definida. El estudio
se realizó en Carraguao, en el municipio Cerro de la Ciudad de La Habana, barrio de población
fundamentalmente obrera y cuya fundación se remonta al siglo XIX. El mismo abarcó a unas
1600 personas y 564 núcleos familiares.
El cruce de una gran cantidad de variables y las conversaciones con la población, permitió
formarse un cuadro aproximado del estado de la cuestión y plantearse un grupo de interrogantes
básicas, tales como: ¿era posible que se reprodujeran, o preservaran, en las condiciones del
socialismo y en medio de un proceso social tan profundo, desigualdades sociestructurales
cruzadas por el color de la piel?. De verificarse la existencia de tales desigualdades, entonces
aparecía otras preguntas básicas: ¿qué condiciones objetivas y subjetivas las sustentaban y
mediante qué mecanismos, estas se reproducían? ¿Cómo eran percibidas por los diferentes
actores sociales? Y una cuarta: ¿cómo estos fenómenos podían influir en la reconstrucción y el
fortalecimiento de las identidades raciales?.
El planteamiento de tales problemas, aconsejaron orientar la investigación también hacia
los sectores de la economía en los que se empleaba la fuerza de trabajo. Los siguientes pasos de
la investigación se desarrollaron en este escenario, procurando, aproximarse tanto al sector
emergente de la economía como al tradicional o no emergente. Conforme a esa estrategia, se
trabajó en tres regiones del país: Ciudad de La Habana , Santiago de Cuba y la Región central.
La muestra estructurada desde el punto de vista ocupacional permitió evaluar los matices con
47
El conjunto de estas medidas son bastante conocidas y referenciadas en diferentes fuentes, entre ellas se cuentan ,
la despenalización de la tenencia de divisas, la creación de los mercados agropecuarios y otros segmentos de
mercados, la ampliación del trabajo por cuenta propia, la extensión del sector del turismo como un sector con
capacidad de captar divisas frescas, el impulso a la inversión extranjera, la reestructuración de los organismos
centrales del Estado, y otras.
25
26. que se presenta el problema de las relaciones raciales en los diferentes sectores de la economía y
las categorías ocupacionales.
La información recolectada permitió abordar el estudio en dos planos estrechamente
vinculados entre sí. Uno, el de las expresiones objetivas con se presenta el problema en la esfera
laboral y el otro, el de su reflejo en la subjetividad, y en ciertas formas de la conciencia racial.
Dichos planos se concretan en cuatro momentos lógicos, que son:
1. Las desigualdades raciales. Sus expresiones económicas y sociales. Incluye el
análisis de un grupo de variables capaces de descubrir diferencias marcadas por el color de la
piel. Entre ellas se encuentran: la vivienda a partir de la muestra levantada en la barriada de
Carraguao en el municipio Cerro, la presencia de los diferentes grupos raciales en los sectores de
la economía y en la estructura sociolaboral, el tiempo de espera por una plaza en la bolsa
empleadora en los sectores emergentes y la estructura racial de esta, las remesas desde el exterior,
el salario y las estrategias para captar ingresos complementarios.
2. La idea de las razas y los grupos raciales. La importancia de evaluar la idea que tienen
formadas las personas de lo que son las razas y los grupos raciales radica en el hecho que, estas
ideas nucleares de las representaciones raciales, permiten descubrir un fondo de subjetividad
desde la que es posible explicar algunas de las desigualdades que se fueron configurando en
medio de la situación de los noventa.
3. Algunas mediatizaciones o mecanismos mediante los cuales se fueron
configurando determinadas desigualdades. En este caso se analizan una serie de situaciones o
variables que permiten aproximarse a las vías mediante las cuales dichas desigualdades se han
venido configurando. Se evalúan, algunos mecanismos de ingreso a los centros de trabajo y la
correlación entre la línea de dirección y la del color de la piel.
4. Las percepciones de las desigualdades raciales. Por último, se evalúo como el
conjunto de circunstancias objetivas y subjetivas, aparecen representadas a modo de síntesis, en
las percepciones que tienen las personas en torno a sí persisten o no formas de discriminación
por el color de la piel, expresada en el hecho concreto de haber experimentado o sentido formas
de rechazo o mayor aceptación por su color de la piel, en el trabajo y en las otras esferas de la
vida. En todos los casos, las respuestas afirmativas o negativas, estuvieron acompañadas de un
discurso, mediante el cual se pudo comprobar los significados que le atribuían a la afirmación o
la negación.
El tipo de análisis anteriormente esbozado se llevó a cabo en diferentes escenarios, algunos
de los cuales devinieron en variables comparativas para determinar la existencia de matices en las
representaciones y comportamientos raciales en las diversas circunstancias en las que desarrollan
su actividad laboral las personas. Tal actitud asume, en cierta medida, a modo de presupuesto
metodológico, la idea de que:
La verdadera unidad de las relaciones de raza y etnia no es un simple grupo étnico, sino
la situación, que afecta al conjunto de los diversos grupos que viven en la comunidad de una
región. (Wieviorka, M. ; 1992, 54)
De este modo, se definieron como escenarios para desarrollar la investigación de campo y
comparar los resultados, los siguientes:
26