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Palmerín de InglaterraPalmerín de Inglaterra
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CAPÍTULOS 1 al 14
DonQuijote
ManchaEl mejor libro de todos los tiempos / Profesor Eric C. Graf
Descubre a
dela
Descubre a Don Quijote de la Mancha
El mejor libro de todos los tiempos
donquijote.ufm.edu
- Eric C. Graf
“Don Quijote es un tipo de portal entre todos los problemas de la
modernidad y toda la sabiduría de la antigüedad. Quizás sea la mejor
manera de contemplar las ideas de genios clásicos como Platón,
Aristóteles y Apuleyo respecto a cuestiones tan importantes como la
identidad personal, la política adecuada y la importancia de la libertad”.
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ÍNDICE
4
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El mejor libro de todos los tiempos
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DonQuijotedelaMancha,
Elmejorlibrodetodoslostiempos
¿Por dónde empezar hablando sobre el Quijote, el mejor libro de todos los tiempos?
N
os queda por delante un sinfín de monstruos, gigantes, fantasmas, piratas y criminales, santos y sacerdotes, misterios por
resolver, aventuras que emprender, reinos por conquistar, imperios que dirigir, amantes perdidos y reunidos, batallas,
luchas y sobre todo, historia tras historia, tras otras historias, y aún, cuentos dentro de cuentos que incluyen todavía
más cuentos, y más. Pero de momento, hay que principiar en el principio, principiando, como dijo Galdós al principio de una novela
de cuyo título no quiero acordarme.
Contemplemos el primer capítulo. Allí encontramos la exposición de la novela, además de todos los datos fundamentales para poder
adelantarnos en la narrativa. En primer lugar, nos preguntamos ¿quién es don Quijote? Aprendemos del narrador muy rápidamente
que se trata de un hidalgo pobre de un pueblo pequeño en La Mancha, y si nos acordamos del célebre prólogo, ya sabemos que este
pueblo está en el distrito del campo de Montiel, aunque eso no ayuda mucho como referencia geográfica más específica. Digamos que
está en el centro de la Meseta de España, hacia el sureste de Toledo.
¿Qué tipo de vida lleva este hidalgo venido a menos? Austero. Las tres cuartas partes de su renta están destinadas para la comida
de la casa. Suele comer carne de vaca en lugar de carnero, ya que éste último le resulta demasiado caro, y los sábados come los
misteriosos, pero simbólicos, «duelos y quebrantos». Los filológicos creen que este era un plato de tocino con huevo. Su vestimenta
es anticuada y completamente fuera de moda.
¿Con quiénes vive? Un ama de casa, una sobrina y un mozo. Se trata
verdaderamente de un curioso abanico de edades y sexos que escogió el escritor
dentro del cual encontramos a un viejo loco como DQ. ¿Dónde está el resto de su
familia? ¿Su mujer quizás? Parece que no tiene. ¿Cómo es nuestro hidalgo? Frisa
con los cincuenta años, tiene complexión recia, está seco de carnes, enjuto es su
rostro. Se lo describe como madrugador y amigo de la caza. Parece energético,
pero, según la literatura médica de la época, su fisonomía indica que es colérico y
melancólico a la vez.
En cuanto a su nombre,
notamos que el narrador ya
empieza a confundirnos,
aludiendo a otros «autores»
que tienen opiniones distintas:
«Quijada», «Quesada», quizás
«Quijana».
LECCIÓN 1
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En cuanto a su nombre, notamos que el narrador ya empieza a confundirnos,
aludiendo a otros «autores» que tienen opiniones distintas: «Quijada», «Quesada»,
quizás «Quijana».
Ahora bien, ¿qué problemas tiene el héroe? Su obsesión con los libros de
caballerías ya le está transformando no sólo la mente, sino también la vida.
Inicialmente ha abandonado la caza, e incluso, le está trayendo problemas, sobre
todo en «la administración de su hacienda». De manera pródiga, está vendiendo
sus tierras para comprar estos libros de fantasía aventurera que lo obsesionan.
No sólo se siente atraído al contenido de éstos, sino también a su estilo narrativo.
Aquí notamos otra vez la ironía chistosa de Cervantes, cuando cita unos pasajes
inventados para caracterizar el estilo de literatura que le gusta al hidalgo loco: «La razón de la sinrazón, que a mi razón se hace».
¡Pero atención! Aquí nos enfrentamos a algo más que a una simple mención paródica de la voz narrativa de los libros de caballerías.
Por el contrario, se alude a uno de los temas principales de la novela que estamos leyendo, porque «la
razón de la sinrazón» equivale a decir “la lógica tras la locura”, lo que es decir que dentro de la locura del
protagonista habrá momentos de lucidez.
Dada la estrecha situación económica del hidalgo, que empeora gracias a su obsesión por la lectura,
la eventual alusión a Aristóteles, el filósofo clásico preferido por todos los escolásticos de la Universidad
de Salamanca, tiene que interpretarse como un toque irónico. Sabemos que la Universidad de Salamanca,
la más vieja de España, tenía gran importancia intelectual en aquel entonces. Y su referente clásico
ideal, Aristóteles, se asocia con los orígenes de la filosofía económica, y éste empieza su análisis de ella
precisamente en torno a la administración de la hacienda; es decir, para Aristóteles hay un paralelo entre
la dirección económica de una casa, su mantenimiento estable según la coordinación de gastos e ingresos,
y la economía en general.
El narrador nos dice que DQ se ha vuelto loco leyendo estas tan «intricadas razones» que por su parte
«le parecían de perlas» y que incluso Aristóteles no «las entendiera... si resucitara para sólo ello». Es decir,
DQ tiene confundidos los valores esenciales de los objetos, sobre todo en la medida que valora los libros
de caballerías por encima de cualquier cosa esencial para la supervivencia, y así parece más allá del alcance
de la lógica del mayor filósofo de todos los tiempos.
La ironía chistosa de
Cervantes, cuando cita
unos pasajes inventados
para caracterizar el estilo
de literatura que le gusta al
hidalgo loco: «La razón de la
sinrazón, que a mi razón se
hace».
LECCIÓN 1
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Luego, el narrador indaga más profundamente en los hábitos literarios de DQ. Nos
dice que tiene dudas sobre don Belianís, un héroe de caballerías, porque según la
cantidad de heridas que recibe a lo largo de sus aventuras, tendría que estar cubierto
de cicatrices. El escepticismo de DQ hace manifiesto el famoso realismo cervantino,
revelando la profunda inverosimilitud de los libros de caballerías e, incluso, la
narración menciona el detalle de DQ dudando de los posibles talentos que pudieran
haber tenido los médicos que hubieran atendido a don Belianís.
La famosa auto-reflexividad de la narración cervantina, aparece repetidamente en
las instancias de la novela en las que se reflexiona sobre la escritura y se contempla
en sí el mismo acto de escribir, porque DQ es un libro que trata en detalle todos
los posibles aspectos de la escritura. Indica el narrador que a DQ le complació el
hecho de que el libro de don Belianís terminara con la promesa de más aventuras y que además él mismo tenía ganas de escribir la
continuación, pero no lo hizo debido a sus problemas psicológicos. Notemos lo increíblemente recóndito que es este detalle. No sólo
va a haber otros autores contemporáneos a Cervantes intentando continuar las aventuras de DQ, como lo haría Avellaneda, sino que
también Cervantes mismo ya nos ha hablado en el prólogo de su inhabilidad para terminar su proprio libro.
Luego abordamos a los héroes de DQ que surgen de sus lecturas. Y aquí encontramos simultáneamente a otros dos personajes
importantes de la novela: el cura y el barbero. Notamos algo simbólico en las profesiones de los dos amigos de DQ. Un cura literalmente
hubiera servido para “curar” el alma y un barbero, en aquel entonces, hubiera ofrecido ciertos servicios de curación para el cuerpo.
En el debate que mantiene DQ con sus amigos se hace referencia a una serie de héroes caballerescos y épicos provenientes
de novelas a las cuales Cervantes y sus personajes van a aludir con bastante frecuencia a lo largo del resto del texto: Palmerín de
Inglaterra, Amadís de Gaula, el Caballero del Febo. Amadís es el héroe más representativo de las novelas de caballerías y no nos debería
de sorprender que DQ lo vaya a imitar asiduamente durante sus aventuras. Dado eso, es curioso que el barbero prefiera a don Galaor,
hermano de Amadís de Gaula, subrayando la superior virilidad del héroe. Para el barbero, Amadís parece demasiado melindroso y
llorón. Haremos bien en tener en cuenta esta idea del Amadís como un guerrero ideal, pero distinguido sobre todo por sus emociones.
El narrador nos dice que DQ
se ha vuelto loco leyendo
estas tan «intricadas
razones» que por su parte
«le parecían de perlas» y que
incluso Aristóteles no «las
entendiera... si resucitara
para sólo ello».
LECCIÓN 1
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DonQuijote
Atravésdesusreferenciashistóricas
Lalocurade
LECCIÓN 2
L
eemos otra ráfaga de caballeros: el Cid, el Caballero de la Ardiente Espada, Bernardo del Carpio. Este último parece interesarle
mucho a DQ porque había matado a Roldán en la famosa Batalla de Roncevalles de 778. El narrador nos informa que DQ había
notado cierta afiliación entre Bernardo del Carpio y Hércules, héroe clásico siempre asociado con España, algo que se puede
ver en las torres de Hércules siempre representadas en las monedas de ese país. Luego tenemos el curioso detalle del aprecio que
tiene DQ por el gigante Morgante, casi tan apreciado como Amadís, porque este gigante «era afable y bien criado».
Pero al final, y a diferencia de muchos otros momentos en el resto de la novela, DQ
parece identificarse más con Reinaldos de Montalbán. El narrador nos indica que al
protagonista le gustaba «más cuando le veía salir de su castillo y robar cuantos topaba»
(comportamiento no particularmente honorable, ¿verdad?). Luego agrega que a DQ le
gustó también «cuando en allende robó aquel ídolo de Mahoma que era todo de oro».
Menudos detalles éstos para entender aspectos políticos y religiosos de la época.
Ahora parece cobrar sentido la identificación de DQ con Reinaldos de Montalbán,
si pensamos que a un empobrecido hidalgo español de finales del siglo XVI le resultaba atractiva la idea de robarle algo a Mahoma.
Sin embargo, el problema aquí radica en que el Islam se distingue por su animadversión a la idolatría. No hay ídolos de Mohama, ni
de oro, ni de otro material.
Al final final de esta serie de héroes, encontramos otra curiosa identificación, más bien por oposición, expresada por DQ. El narrador
nos dice que el protagonista odia «al traidor de Galalón» y que sacrificaría al ama de casa y aun a su propia sobrina para poder darle
a Galalón «una mano de coces» (es decir, patadas). Más allá de otra confusión cómica pero inexcusable de valores morales, aquí DQ
expresa su enojo contra el traidor de Roldán, precisamente el personaje que hizo posible la victoria en Roncevalles de Bernardo del
Carpio con quien se identificaba antes. Pero vamos a ver: ¿Con quién o quiénes está DQ? ¿Con Roldán o con sus enemigos, Bernardo
del Carpio y Galalón? Este es precisamente el tipo de detalle contradictorio e irónico que caracteriza el estilo de Cervantes en este
momento cumbre de su carrera literaria.
El narrador sigue
describiendo la locura de DQ
a través de sus preferencias
heroicas.
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LECCIÓN 2
Luego de presentar al lector los héroes de las novelas de caballerías, ¿qué
determina que nuestro hidalgo salga de su rutina diaria para buscar aventuras?
Después de este verdadero remolino esquizofrénico de héroes caracterizado
por evaluaciones contradictorias, el narrador nos recuerda que, «rematado ya
su juicio», DQ determinó «hacerse caballero andante» y lo hizo, fijemos bien,
«así para el aumento de su honra como para el servicio de su república». Es
decir, la descabellada idea de DQ resulta de una crisis personal, pero también
alude a la nación y la política. DQ determina salir «con sus armas y caballo» para
deshacer «todo género de agravio».
Al enfrentar este intento imaginario de DQ de imponer el bien en el mundo,
según las aventuras que ha leído en los libros de caballerías, encontramos su
sueño de ser «coronado por el valor de su brazo, por lo menos del imperio de
Trapisonda». Sólo notamos que fue precisamente Reinaldos de Montalbán quien llegó a ser emperador de ese reino, ubicado en la
costa sur del Mar Negro, en el norte de Turquía. Parece aquí, como anteriormente y en otros episodios venideros, que DQ revela rasgos
de sí como un conquistador de moros, un Cid, un Santiago quizás.
Es importante no perdernos el aspecto cómico de todo esto. DQ es ridículo,
trágico sí, inclusive patético, pero su frenesí se describe con un tono risible.
Ejemplo de ello es su primer gesto físico de la novela. Limpia las armas de sus
«bisabuelos», y otro detalle patético se encuentra en el hecho de que sean éstas
«tomadas de orín y llenas de moho». Luego se tiene que construir una celada
de encaje, la armadura que cubre la cabeza, y algo que no tiene. Añadiendo un
poco de cartón a un morrión logra que éste parezca una celada. Este primer
episodio de la novela es ciertamente gracioso.
Según el narrador: «Es verdad que, para probar si era fuerte y podía estar al
riesgo de una cuchillada, sacó su espada y le dio dos golpes, y con el primero y
en un punto deshizo lo que había hecho en una semana». Luego de este primer
intento, se construye otra celada, hasta que finalmente, «quedó satisfecho de
su fortaleza, y sin querer hacer nueva experiencia de ella, la diputó y tuvo por
celada finísima de encaje».
Después de este verdadero
remolino esquizofrénico de héroes
caracterizado por evaluaciones
contradictorias, el narrador nos
recuerda que, «rematado ya su
juicio», DQ determinó «hacerse
caballero andante» y lo hizo,
fijemos bien, «así para el aumento
de su honra como para el servicio
de su república».
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LECCIÓN 2
Giremos ahora a la presentación del famoso caballo de DQ, Rocinante. Se trata de un animal triste, patético. La frase latina que lo
describe «tantum pellis & ossa fuit» indica que es piel y huesos. Pero a DQ le parece que cuenta con la grandeza de los caballos más
célebres, como si se tratara de otro Bucéfalo, el caballo de Alejandro Magno, u otro Babieca, el del Cid. Después de varios intentos,
porque igual que con la construcción de la celada, al héroe le cuesta ponerle un nombre apropiado a su caballo, al final se decide
por «Rocinante», que combina el patetismo de “rocín” con lo sonoro de la terminación “ante”, que se hace eco de Durandarte o quizás
Morgante.
Aquí hay un pequeño juego de palabras poético, tocado por otra dosis de patetismo, cuando el narrador nos dice que el nombre
indicaba «lo que había sido cuando fue rocín, antes de lo que ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo».
Fijémonos en cómo el narrador va cobrando más preponderancia, ofreciéndonos sus opiniones mezcladas con las del protagonista y
soltándose la pluma para seguir cláusulas subordinadas por dónde le lleven.
Para terminar con Rocinante, fijémonos un momento en las primeras palabras que Cervantes le ha dedicado: «tenía más cuartos que
un real». Este es una de las primeras metáforas de toda la novela, así que no la tomemos ligeramente. Por una parte, Cervantes alude
a una enfermedad (Rocinante parece tan enfermo y patético como su dueño) que afecta a los caballos, dividiéndoles las pezuñas. Por
otra parte, es la primera alusión al desastre monetario que define la época, según el cual los cuartos valían cada vez menos respecto
a los reales.
Oficialmente, 68 cuartos equivalían a un real, cada uno
valorado a cuatro maravedís, pero la verdad era que en torno
a 1605, año en que se publica DQ, a nadie le interesaba recibir
cuartos, porque ya no contenían plata después de haber sido
ésta extraída por los oficiales del país. La primera frase para
describir a Rocinante parece casual, cómica; es, no obstante,
complicadísima a la vez por su referencia a la economía
española. Vemos al símbolo fundamental de la caballería
corrompido a través de sus pezuñas; casi insinuándose la
ruina de los mismísimos cimientos del heroísmo castellano,
ya se les sube cierto tipo de decadencia, enfermedad que
los debilita incluso antes de la primera salida del noble
manchego.
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«DonQuijotedelaMancha»
Seleccióndelnombre
E
n los últimos pasajes del primer capítulo sólo le queda a DQ arreglar la cuestión de
su propio nombre como caballero, y la de su enamorada. Otra vez, el narrador alude
a «los autores de esta tan verdadera historia», sembrándonos un problema que nos
va a perseguir a lo largo de la novela.
¿Cómo se llamaba DQ antes de volverse loco? ¿¡Quién sabe!? Unos dicen Quesada y otros
Quijada. Al final, identificándose esta vez, como hacía en el principio, con Amadís de Gaula,
decide llamarse «don Quijote de la Mancha», para honrar a su linaje y su patria. Esto suena
ridículo:“Quijote”suena algo despectivo, incluso diminutivo, y“La Mancha”no es exactamente
una región gloriosa, sino más bien seca, triste y pobre, tal como el héroe. De hecho, si pensamos
en el sentido literal de “La Mancha”, nuestro héroe ha asumido un nombre que indica suciedad,
contaminación, quizás alguna deshonra en el pasado relacionada con impureza racial o moral.
Finalmente, llegamos a la parte de la exposición dedicada a Dulcinea del Toboso. Una vez más,
es engañosamente sencilla. DQ necesita a una dama a quien dedicarle sus hazañas, entonces
elige a una labradora que vive en un pueblo vecino, Aldonza Lorenzo, y de quien ya se muestra
enamorado, y le da otro nombre tan sonoro como el suyo y el de su caballo: Dulcinea del Toboso.
Pero démosle a Dulcinea su importancia. Representa una motivación universal: el amor.
Y no es casualidad que emerja el amor por Dulcinea de un momento estilísticamente
importante también. Vemos aquí el primer diálogo en una novela reconocida por su dialogismo,
un dialogismo que toma muchísimas formas (cartas, discusiones, retos, cuentos dentro de otros
cuentos, todos comentados y debatidos por los personajes, etc.). Y el primer diálogo de la novela
resulta ser uno interior: DQ, según el narrador, «Decíase él» a sí mismo:
Recordemos que el primer caso de estilo directo, es decir, de una cita tal cual, era un pasaje
ridículo y retorcido de Feliciano de Silva, autor de libros de caballerías. Ahora vemos el efecto de
esa cita. Esta vez el estilo indirecto da lugar al estilo directo interior; es decir, el narrador nos da
LECCIÓN 3
Identificándose esta vez,
como hacía en el principio,
con Amadís de Gaula, decide
llamarse «don Quijote de la
Mancha», para honrar a su
linaje y su patria.
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una cita no sólo de lo que dice otro personaje o narrador, sino de lo que éste se dice a
sí mismo.
Es más, este diálogo interior contiene dentro de sí otras citas, porque DQ imagina
la voz de un gigante a quién él mismo habrá vencido y luego enviado a Dulcinea para
proclamar su victoria: «¿no será bien tener a quien enviarle presentando, y que entre
y se hinque de rodillas ante mi dulce señora, y diga con voz humilde, y rendida: “Yo,
señora, soy el gigante Caraculiambro, señor de la ínsula Malindrania, a quien venció en
singular batalla el jamás como se debe alabado caballero don Quijote de la Mancha, el
cual me mandó que me presentase ante vuestra merced, para que la vuestra grandeza
disponga de mí a su talante”?» Discurso directo e interior que contiene otro discurso
directo. La narrativa cervantina es magistral de por sí. Y la voz narrativa arranca justo al
referirse a Dulcinea.
Por cierto, ¿de dónde viene este deseo por una joven de un hombre que roza los cincuenta años? ¿Sólo de los libros de caballerías? ¿No
habrá algo en el aire? ¿Podría haberle generado esta lujuria algunas de las presencias femeninas en su propia casa? Estas y otras preguntas
referidas al tema del amor y el deseo pasional nos van a ocupar a lo largo de nuestra recorrida de la novela.
Para resumir: La situación del hidalgo es desdichada, hasta desesperada podríamos decir. Hay decadencia, digamos entropía por todas
partes. Reina la pobreza y el patetismo. DQ no administra bien su hacienda y gasta todo su patrimonio en libros de caballerías. De igual
manera, su mismísimo caballo se deshace, descomponiéndose desde las pezuñas hacia arriba, tan rocín y flaco y destruido como la moneda
del mismísimo Imperio Español que DQ parece querer volver a su gloria pasada.
Pero, y aquí radica el genio de Cervantes, todo esto es cómico a la vez: recordemos la prueba de la celada, y mantengamos en mente los
argumentos ridículos y violentos que ya ha tenido DQ con el barbero y el cura sobre cuál sería el más caballero de todos los caballeros. Incluso
podemos imaginar a DQ caminando de un lado a otro, volviéndose loco intentando interpretar las frases tan retorcidas de Feliciano de Silva:
«La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura». ¿Qué
diablos quiere decir eso? Sin duda, Cervantes juega con sus lectores.
Y finalmente, hay que admitir que prevalece cierta universalidad aquí. El pobre viejo está frustrado con su aburrida vida a la vez que harto
de ser inútil. Y encima está enamorado, ¿quién no se ha enamorado alguna vez y quién no ha sentido la necesidad de demostrar su valentía
o valor? Sobre todo DQ quiere resistir las entropías de la vida, del cuerpo, de la mente, de su hacienda, aún del mundo en su totalidad, como
mínimo hasta obtener el reino de Trapisonda en la costa del sur del Mar Negro. Y tiene en la mente la grandiosa idea de salir y hacer algo
bueno para mejorar todo, para poner todo de nuevo en su lugar adecuado y familiar, y lo va a intentar, pase lo que pasare.
LECCIÓN 3
Aquí radica el genio de
Cervantes, todo esto es cómico
a la vez: recordemos la prueba
de la celada, y mantengamos en
mente los argumentos ridículos
y violentos que ya ha tenido DQ
con el barbero y el cura sobre
cuál sería el más caballero de
todos los caballeros.
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Elescape
delprotagonistadesupropiacasa
A
l principio del segundo capítulo de DQ somos testigos del escape del protagonista de su propia casa; el narrador utilizando
juegos de palabras y toques cómicos, pero simbólicos a la vez, nos dice textualmente:«subió sobre Rocinante, puesta su mal
compuesta celada, embrazó su adarga, tomó su lanza, y por la puerta falsa de un corral salió al campo». Luego aprendemos
que el primer problema que tiene DQ, algo que le hace «titubear en su propósito», es que técnicamente, según la «ley de caballería»,
no ha sido todavía armado caballero.
Así que determina «hacerse armar caballero del primero que topase», pero
hasta entonces es menester llevar las «armas blancas», es decir, sin imagen o
«empresa» en el escudo. Evidentemente, las armas de sus bisabuelos no son tan
blancas, porque se dice a sí mismo que tiene que limpiarlas en algún momento,
de manera «que lo fuesen más que un armiño». El armiño es símbolo de la pureza.
¿Pureza sexual? ¿Moral? ¿Militar?... Quizás todos estos. Entre tanto, pensando que
las aventuras tienen que tener lugar de manera aleatoria, deja que Rocinante ande
por donde quiera, y empieza a narrar su propia historia.
Notemos de nuevo el estilo directo de Cervantes, el cual nos da acceso a los
pensamientos interiores del caballero: «iba hablando consigo mismo». Recurriendo
a esta técnica, el autor consigue establecer o recordarnos varios temas: 1) trae la
temática mitológica greco-romana, dejando que DQ aluda a Apolo, dios del sol, y
a Aurora, la del alba (esta última perseguida por su «celoso marido»); 2) presenta,
por primera vez, la idea de un «sabio encantador», que en las aventuras venideras,
además de ser el «coronista» de la historia de DQ según un recurso típico de los
libros de caballerías, le va a fastidiar algunas veces y otras a socorrer; 3) nos deja
ver el orgullo que tiene DQ de sí mismo: «cuando el famoso caballero don Quijote
de la Mancha, dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso caballo»; 4) nos
recuerda a Rocinante, su compañero fiel, y a Dulcinea, su motivación
Así que determina «hacerse
armar caballero del primero que
topase», pero hasta entonces
es menester llevar las «armas
blancas», es decir, sin imagen o
«empresa» en el escudo.
LECCIÓN 4
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amorosa; y 5) resalta el lenguaje ridículo que prefiere utilizar DQ, sobre todo el
uso de la ‘f’ medieval en lugar de la ‘h’ moderna: «mucho agravio me habedes fecho
en despedirme y reprocharme con el riguroso afincamiento de mandarme no parecer
ante la vuestra fermosura». Este juego lingüístico se va a mantener a lo largo de la
novela y veremos cómo otros personajes, e incluso el mismísimo narrador, lo van a
adoptar en momentos claves con efectos cómicos.
Finalmente, el narrador nos prepara para la primera aventura, recordándonos el
estado psicológico inestable de DQ al observar que ese día hacía suficiente calor
para «derretirle los sesos, si algunos tuviera». Y justo después de esta observación,
aprendemos cómo cree el hidalgo que se va a ganar el título de caballero: «quisiera topar luego luego con quien hacer experiencia del
valor de su fuerte brazo», es decir, por la fuerza.
Ahora Cervantes nos vuelve a subrayar el problema de la autoría incierta de todo lo que estamos leyendo. ¡Otra complicación
laberíntica!: resulta que hay autores que creen que la primera aventura fue la de Puerto Lápice y otros, la de los molinos de viento, pero
el narrador nos reporta que ha encontrado en los «anales de la Mancha» que
nada pasó ese día. ¿Qué anales son estos? Y todavía más importante, ¿quién es
el autor? No lo sabremos por muchos capítulos.
Sólo sabemos que DQ buscaba un castillo o una cabaña en que pasar
la noche. Pero lo que encuentra es algo más prosaico: una venta. Este
descubrimiento se narra en términos que son a la vez bíblicos y épicos:«una
venta, que fue como si viera una estrella que, no a los portales, sino a los
alcázares de su redención le encaminaba». Fijémonos en que el castillo,
asociado desde la Edad Media con el reino de Castilla, se transforma en unos
alcázares, sugiriendo el sur árabe de la Península hacia el cual camina el héroe
en busca de cierta «redención». Alcázar, del árabe clásico “Al-qasr”, significa
literalmente “la fortaleza”. Así que, hacia el sureste de Toledo, en el campo
de Montiel, tanto DQ como su imaginación vagan según una trayectoria que
lo lleva hacia el sur, hacia los alcázares de Andalucía. Y claro, esa fortaleza
andaluza tendrá su «puente levadiza y honda cava».
LECCIÓN 4
«mucho agravio me habedes
fecho en despedirme y
reprocharme con el riguroso
afincamiento de mandarme
no parecer ante la vuestra
fermosura»
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A diferencia de la pureza y transcendencia mitológicas que
observamos al principio del capítulo, pronto contemplamos a DQ
parado delante de los primeros personajes mundanos de la novela:
un par de «mujeres mozas» (prostitutas) que «iban a Sevilla con
unos arrieros» (muleros). Esta es la primera referencia explícita
a la sexualidad de una novela repleta de alusiones al respecto.
Notemos otra vez el desarrollo sutil y cómico de la locura de DQ,
por medio del narrador informándonos de que esperaba «que
algún enano se pusiese entre las almenas a dar señal con alguna
trompeta de que llegaba caballero».
Aquí tenemos otra intervención risible por parte del narrador,
que se burla de las expectativas puritanas de algunos lectores:
DQ recibe el anuncio de bienvenida cuando oye el sonido del cuerno de un porquero que se acerca con «una manada de puercos (que
sin perdón así se llaman)». Acercándose a las prostitutas, DQ otra vez recurre a su lenguaje ridículo: «Non fuyan las vuestras mercedes
ni teman desaguisado alguno, ca a la orden de caballería que profeso non toca ni
atañe facerle a ninguno». Y de repente, surge la risa entre los personajes femeninos.
DQ es una novela famosa por su comicidad. Deberíamos preguntarnos aquí: ¿Qué
significa la risa? En este caso vemos que la risa puede indicar, o incluso causar, tensión
social: «acrecentaba en ellas la risa, y en él el enojo». Aquí la risa parece poner en
jaque el ego de DQ. Luego hay un intercambio entre DQ y el ventero, «alcaide de la
fortaleza», pero también «señor castellano» según el caballero andante. En realidad,
el ventero es más bien un pícaro, figura ya clásica en la literatura de la época, es decir,
figura intermedia entre un ladrón y un pordiosero que casi siempre está de burlón.
Aquí hay un juego de palabras entre los dos significados de «castellano»: por una
parte, en la época medieval ya anticuada pero a la cual DQ siempre recurre, significa
«gobernador de un castillo», pero el ventero se lo toma como alusión a «los sanos
de Castilla», que en la jerga común significaba “ladrón”. Claro, también se usaba
para hablar de alguien del reino de Castilla. Y el narrador nos dice que el castellano,
perdón, lo llamemos ventero, «era andaluz, y de los de la playa de Sanlúcar» en la
costa noroeste de Cádiz. Las referencias a la geografía siempre son importantes en DQ.
LECCIÓN 4
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El primer ejemplo de la poesía en la novela establece una identificación entre DQ
y Lanzarote, caballero famoso por su sexualidad. DQ cita un famoso romance sobre
Lanzarote, «Nunca fuera caballero / de damas tan bien servido», para luego decirles a las
prostitutas que tiempo vendrá cuando «el valor de mi brazo descubra el deseo que tengo
de serviros».
Una vez más, Castilla y Andalucía se contrastan, esta vez entorno al término «truchuela». El narrador nos informa que este plato
de pescado re salado se llama «abadejo» en Castilla, pero «bacallao» en Andalucía. Es llamativo el hecho de que DQ no entienda la
referencia, y crea que las mozas se refieren a las crías de la trucha. Así el narrador monta otro chiste, que (¿por casualidad?) opera
según otra alusión monetaria.
DQ acepta el plato, diciendo que con tal de que haya muchas truchuelas, éstas serán equivalentes a una trucha: «eso se me da que
me den ocho reales en sencillos, que en una pieza de a ocho». Después viene una eucaristía perversa compuesta de pan negro y un
vino que DQ no puede beber debido a que lleva puesto su complicado yelmo. Dada la temática picaresca de este episodio, es probable
que la caña (una especie de sorbete) aluda a un famoso episodio del Lazarillo de Tormes. El remate del episodio viene cuando se oye
el «silbato de cañas», esta vez, no de un porquero, sino de «un castrador de puercos». Todo muy irreverente.
«eso se me da que me den
ocho reales en sencillos, que
en una pieza de a ocho»
LECCIÓN 4
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A
l principio del capítulo tres, DQ le dice al ventero: «me habéis de armar caballero, y esta noche en la capilla de este vuestro
castillo». Pronto aprenderemos que hay un problemilla aquí y es que no hay capilla; está en reformas. Da igual, porque el
ventero le proporciona una alternativa a nuestro hidalgo.
El plan es que esta noche DQ va a vigilar o «velar» las armas en un corral. Conforme
se arregla todo esto, el narrador nos subraya el pasado picaresco del ventero, dándonos
una lista de lugares en España frecuentados por este tipo de personaje burlón. ¿Hemos
ya dicho que la geografía es importante en el Quijote? Pero también lo es para el género
literario de la picaresca, al cual Cervantes recurre continuamente, uno que también
se centra en temas fundamentales como son la legalidad de ciertos actos y el uso y
obtención del dinero.
Todo esto también enfatiza aspectos de la economía moderna: el ventero dice que
vive del dinero de otros y que acoge a «todos los caballeros andantes, de cualquiera
calidad y condición» (la ironía radica en el sentido literal que le da a la profesión de DQ) y
que éstos siempre le dan su dinero «en pago de su buen deseo». ¿Es el ventero un pícaro
de verdad? En parte sí, pues, según el narrador, conoce bien las «audiencias y tribunales»
que hay «casi en toda España»; pero, por otra parte, desde luego que no: el pícaro roba y
mendiga para sobrevivir; no entra en el mercado de servicios a cambio de dinero.
Seguimos con el tema. Queda claro el contraste entre la realidad moderna del
ventero y la ficción anticuada y anacrónica del hidalgo loco: «Preguntole si traía dineros;
respondió don Quijote que no traía blanca, porque él nunca había leído en las historias de
los caballeros andantes que ninguno los hubiese traído». El ventero le recomienda a DQ
que siempre lleve consigo dineros y camisas, añadiendo a estos dos objetos pragmáticos
el tema ya establecido de la medicina: «y una arqueta pequeña llena de ungüentos para
curar las heridas».
«Mehabéisde
armarcaballero»
LECCIÓN 5
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El ventero nos deja ver que él también ha leído los libros de caballerías (lo que parece indicar una fantasía generalizada del
periodo), diciendo que DQ, a diferencia de los héroes de esos libros, no puede confiar en que le cure «algún sabio encantador» con
«alguna redoma de agua de tal virtud que, en gustando alguna gota de ella, luego al punto» se sane de sus heridas.
Descartando la posibilidad de que los caballeros no fuesen
acompañados por escuderos, pero quizás sembrándole en la mente de
DQ la idea de contratar a Sancho Panza, el ventero le dice, de manera
graciosa e ingeniosa, que las tres cosas fundamentales, «dineros», «hilas
y ungüentos», las llevaba la mayoría de los héroes «en unas alforjas muy
sutiles, que casi no se parecían, a las ancas del caballo». Reímos, pero
también observamos tres temas fundamentales de la novela: el dinero,
los textiles y la curación de locos y/o heridos. Y, por cierto, varias alforjas
van a ser bastante sutiles a lo largo de la novela.
Luego, nuestro héroe, ya descrito en el primer capítulo como «seco
de carnes», se ubica en el corral para velar las armas, situándolas «sobre
una pila que junto a un pozo estaba». Verdaderamente no sé qué hace
Cervantes aquí con el agua, pero parece anticipar a Freud por trescientos
años. Ahora transcurren conflictos entre DQ y los arrieros de la venta
que acuden para «dar agua a sus mulos».
La intransigencia de DQ es divertidísima. ¡Nadie puede pasar! (cf.
el “Caballero Negro” de Monty Python: http://www.youtube.com/
watch?v=zKhEw7nD9C4): «¡Oh tú, quienquiera que seas, atrevido
caballero, que llegas a tocar las armas del más valeroso andante que
jamás se ciñó espada! Mira lo que haces, y no las toques, si no quieres
dejar la vida en pago de tu atrevimiento». Y cuando el primer arriero no
le hace caso, también es hilarante la reacción de DQ: «alzó los ojos al
cielo y, puesto el pensamiento –a lo que pareció– en su señora Dulcinea,
dijo: “Acorredme, señora mía, en esta primera afrenta”». Se repite el
encuentro con otro mulero.
«en unas alforjas muy sutiles, que
casi no se parecían, a las ancas del
caballo»
LECCIÓN 5
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LECCIÓN 5
La violencia con la cual DQ reacciona en la presunta
primera novela realista nos debería interesar. ¿Es un toque
ridículo, puramente cómico, sádico? ¿O deberíamos tomarlo
más en serio? Quizás la reacción de los demás personajes sea
una pista. Mientras DQ se enfurece y cobra ánimos «que si le
acometieran todos los arrieros del mundo, no volviera el pie
atrás», todos los demás salen de la venta y «comenzaron desde
lejos a llover piedras sobre don Quijote». Evidentemente DQ les
ha hecho daño a los arrieros, pero en esta venganza colectiva
resuena la experiencia bíblica de San Esteban, ¿no?, como si se
pasaran un poco con el héroe (véase Hechos 6.5). Al final, DQ
les grita «vosotros veréis el pago que lleváis de vuestra sandez
y demasía».
Dado el tema económico en el que se fundamenta el episodio, notemos bien que es el ventero quien impone la paz a la situación.
Decide «darle la negra orden de caballería» y esto se realiza de manera risible, con el ventero fingiendo que lee «alguna devota
oración» mientras murmura «entre dientes como que rezaba». Fijémonos en el detalle mundano de que en realidad el castellano,
perdón ventero, lee de un “libro de cuentas”. Entre tanto, las dos prostitutas acaban la ceremonia poniéndole las espuelas y ciñéndole
la espada al caballero.
Después, DQ les da a éstas unos nombres tan sonoros, como el suyo, el de su caballo y el de Dulcinea, en este caso: «doña Tolosa»
y «doña Molinera». Otra vez, observamos el mundo burgués que se subraya con el hecho de que la primera moza sea hija de un
«remendón» o sastre, que vive cerca de «las tendillas de Sancho Bienaya», un mercado en Toledo, y la segunda sea «hija de un honrado
molinero de Antequera». Y por si acaso nos hemos olvidado de la trayectoria geográfica de la novela, ¿dónde está Antequera? Pues,
en Málaga, en la costa del Mediterráneo.
Para resumir: En la primera venta del Quijote vemos las primeras alusiones explícitas a la sexualidad; el contraste persistente,
primero, entre la pureza y la impureza y, segundo, entre la negritud y la blancura; el énfasis en el reiterado “valor del brazo” de DQ; la
continua trayectoria geográfica y lingüística hacia al sur, la cual subraya la idea de DQ como un castellano que se encuentra con todos
los aspectos culturales e históricos de Andalucía. Vemos múltiples alusiones al género literario de la novela picaresca, las cuales cuajan
bien con la idea de DQ confrontándose con el mundo burgués. Y vemos el primer indicio de lo que resultará una verdadera obsesión
por parte de Cervantes, sus personajes y sus múltiples narradores con mulas, arrieros, asnos, y todo tipo de cosa “asnina”.
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Al final de la aventura en la primera venta descubrimos que
todo el aventurismo clásico al principio de la salida, como si fuese
el nacimiento del «novel caballero», se deshace en el mundo
mundano: un mundo de arrieros, prostitutas, porqueros, incluso
un castrador de puercos. Se destacan los consejos detallados del
ventero sobre la importancia del dinero; el libro de cuentas de su
clientela (precisamente los arrieros), el cual sustituye a una Biblia;
la alusión al mercado de Toledo; y quizás sobre todo el hecho de
que el ventero deja que nuestro héroe salga «sin pedirle la costa
de la posada».
Y por cierto, ya hemos visto dos alusiones a los molinos de
viento, una en el capítulo dos, cuando el narrador pondera cuál
fue la primera aventura de DQ, y otra al final del capítulo tres,
cuando DQ se despide de la prostituta «la Molinera» de Antequera.
«hija de un honrado
molinero
de Antequera»
LECCIÓN 5
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JuanHaldudoyAndrés
M
e gustaría empezar nuestro repaso del capítulo cuatro con una imagen que nos ayudará reflexionar sobre el significado
del capítulo anterior y muchos de los venideros. Los burgueses de Calais es una composición en bronce esculpida
por Auguste Rodin y terminada en 1888. Igual que la mente de DQ, se centra en eventos ya antiguos, medievales. En
el año 1347, a principios de la Guerra de los Cien Años, la ciudad francesa de Calais, en la costa del Canal de la Mancha, fue sitiada
por las fuerzas de Eduardo III de Inglaterra. Felipe VI de Francia mandó que la ciudad resistiera a toda costa. Al final, Eduardo III se
ofreció a respetar la vida de los pobladores de la ciudad si seis de sus hombres más notables se rendían ante él, y se presentaban
vestidos en camisón, junto con las llaves de la ciudad y con una soga amarrada al cuello. Hubo debate en la ciudad, pero pronto uno
de los hombres más ricos se levantó y dijo que sería una
“desgracia permitir que esta gente muera de hambre
si podemos encontrar una alternativa”. Otros cinco le
hicieron compañía, ofreciéndose a sacrificarse.
¿Cuál es el punto de esta historia? Un aviso. Los
mercaderes son seres humanos falibles como todos los
demás, pero si arremetemos contra ellos por el mero
hecho de que sean ricos, habrá malos resultados para
todos.
En el capítulo cuatro, encontramos a DQ tan contento
de verse armado caballero «que el gozo le reventaba
por la cinchas del caballo». Mantiene en mente cumplir
con los consejos del ventero de provenirse de dineros
y camisas, y ya tiene planes para contratar a «un
labrador vecino suyo que era pobre y con hijos, pero
muy propósito para el oficio escuderil». Todo esto es
graciosísimo, pero ¡ojo!, Cervantes nos está tendiendo
LECCIÓN 6
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una trampa. Ahora vamos a investigar la difícil relación en la que se funda el comercio, la del empleador y su empleado, o del amo y su
criado en el mundo del siglo XVII. Es una escena primordial, una versión cómica de la alegoría del maestro y el esclavo en Hegel. DQ
oye «unas voces delicadas, como de persona que se quejaba» saliendo «de la espesura de un bosque». Y concluye que es su primera
oportunidad de cumplir con las obligaciones de su nueva profesión.
Se trata de una versión de la antigua leyenda del pastorcito que miente. La
diferencia radica en que Andrés es un pastorcito que la está pagando, pero duro. El
labrador rico, Juan Haldudo, está azotando a su criado porque éste no guarda bien
«una manada de ovejas» y cada día le falta una. Según las costumbres de la época,
Haldudo tiene derecho a esto, pero DQ no duda en rescatar al niño y consigue que el
labrador le prometa pagar a Andrés todo su salario.
Hay ironía y humor aquí junto con la brutalidad: en primer lugar, recordemos que al final del capítulo anterior DQ salió de la venta
sin pagar; en segundo lugar, nuestro héroe no es nada bueno con las matemáticas: Andrés le informa que su amo le debe «nueve
meses, a siete reales cada mes. Hizo la cuenta don Quijote y halló que montaban setenta y tres reales». ¡Hay editores que creen que
esto podría haber sido error de Cervantes! No están en lo cierto. Pero esperemos. Puede ser aún más complicado este asunto. ¿Es que
DQ es tonto, o será que le ha añadido alguna multa, quizás el interés, al salario retroactivo? De todos modos, es curioso que Haldudo
se lance a debatir la cantidad que le debe al niño: «porque se le habían de descontar y recibir en cuenta tres pares de zapatos que le
había dado, y un real de dos sangrías que le habían hecho estando enfermo».
DQ no aguanta excusas, arguyendo bien, «si él rompió el cuero de los zapatos que vos pagastes, vos le habéis rompido el de su
cuerpo». Concluye: «no os debe nada». Haldudo le dice al caballero que no tiene dinero (pensamos de nuevo en el ventero), pero
le ofrece pagar a Andrés lo que le debe en casa. ¡Ni hablar! Andrés expresa su duda de manera simbólica, observando que una vez
ausente el caballero, el labrador le va a desollar «¡como a un San Bartolomé!». Volveremos a esta idea del amo malo literalmente
desollando al criado a quien no le paga.
DQ, ¡qué ingenuo!, o mejor dicho, siempre sobre confiado de su propio poder, dice que confía en la palabra de Haldudo. Al final,
éste jura «por todas las órdenes que de caballerías hay en el mundo» que va a pagarle al mozo «un real sobre otro, y aun sahumados».
Esto de pagarle su salario retroactivo de manera “perfumada” sí alude a los intereses. Y lo destacado de la reacción de DQ es que, igual
que las pezuñas decaídas de Rocinante, subraya otra vez el problema de la devaluación monetaria: «“Del sahumerio os hago gracia”,
dijo don Quijote, “dádselos en reales, que con eso me contento”». En otras palabras, con tal de que Haldudo le pague a Andrés lo que
le debe en monedas de plata, y no de cobre, pues los intereses se pueden excusar porque siguen manteniendo su valor los reales a
diferencia de los cuartos.
LECCIÓN 6
«una manada de ovejas» y
cada día le falta una
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Al final del episodio, Haldudo se vuelve malvado y vuelve a azotar a Andrés, y
vemos lo cinematográfico que es el estilo de Cervantes entorno a esta transformación
sádica: «Siguiole el labrador con los ojos y, cuando vio que había traspuesto del
bosque y que ya no parecía, volviose a su criado Andrés y díjole: “Venid acá, hijo mío,
que os quiero pagar lo que os debo”», añadiendo con un sarcasmo amargo, «quiero
acrecentar la deuda, por acrecentar la paga». Y encima de este incidente, tenemos
otro ejemplo de un personaje mofándose de DQ por imitar su lenguaje ridículo:
«“Llamad, señor Andrés, ahora”, decía el labrador, “al desfacedor de agravios: veréis
como no desface aquéste”».
Entre tanto, DQ, muy satisfecho de sí mismo, sigue su camino. Escuchemos bien la manera en la que termina narrándose a sí mismo
su primera hazaña como caballero andante: «hoy ha desfecho el mayor tuerto y agravio que formó la sinrazón y cometió la crueldad:
hoy quitó el látigo de la mano a aquel despiadado enemigo que tan sin ocasión vapulaba a aquel delicado infante». En esto llega «a un
camino que en cuatro se dividía», o sea, en unas «encrucijadas» donde se encuentran los caballeros andantes en sus libros favoritos.
LECCIÓN 6
«hoy ha desfecho el mayor tuerto
y agravio que formó la sinrazón y
cometió la crueldad: hoy quitó el
látigo de la mano a aquel despiadado
enemigo que tan sin ocasión vapulaba
a aquel delicado infante»
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C
on dos toques hilarantes, Cervantes nos da la imagen de DQ imitando a sus héroes, esperando «un rato quedo» y
pensando en cuál camino tomar, y luego cuando por fin decide soltar las riendas de Rocinante para que el caballo ande
por sí mismo, éste sigue su instinto de regresar a su establo.
Pero el animal no llega. La próxima aventura nos lleva al otro extremo del
abanico del mundo comercial. Aquí DQ enfrenta con un grupo de mercaderes
toledanos que van (no nos debería de sorprender) hacia Murcia «a comprar
seda». Es un pequeño boceto tanto de la historia como de la economía de la
zona: una ruta de comercio entre Toledo, la capital antigua del imperio español,
y Murcia, ciudad en el corazón de la región morisca, famosa por su industria de la
seda y un puerto en el Mediterráneo con acceso a todo un mundo de productos
exóticos provenientes del oriente.
Tanto la arrogante determinación de DQ como la majadera y sobre dramática
lógica de su fantasiosa causa son aquí risibles: «Todo el mundo se tenga, si todo
el mundo no confiesa que no hay en el mundo todo doncella más hermosa que
la Emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso». Los mercaderes
se paran, y notamos otra maravilla cinematográfica; casi podemos escuchar las
pezuñas de los jumentos calmándose mientras los toledanos deciden qué hacer,
¿a dónde va todo esto?
Uno de los mercaderes decide fastidiar de manera genial: «mostrádnosla, que,
si ella fuere de tanta hermosura como significáis, de buena gana y sin apremio
alguno confesaremos la verdad». DQ no duda en replicar: «¿qué hiciérades
vosotros en confesar una verdad tan notoria? La importancia está en que, sin
verla, lo habéis de creer, confesar, afirmar, jurar y defender; donde no, conmigo
Losmercaderestoledanos
LECCIÓN 7
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sois en batalla, gente descomunal y soberbia». El mercader no se rinde: «que vuestra
merced sea servido mostrarnos algún retrato de esa señora, aunque sea tamaño
como un grano de trigo... y quedaremos con esto satisfechos y seguros». Y sigue:
«creo que estamos ya tan de su parte, que, aunque su retrato nos muestre que es
tuerta de un ojo y que del otro le mana bermellón y piedra azufre, con todo eso,
por complacer a vuestra merced, diremos en su favor todo lo que quisiere». Ahora
se ha pasado este personaje. Responde a ello DQ: «No le mana, canalla infame... no
le mana, digo, eso que decís, sino ámbar y algalia entre algodones... Pero vosotros
pagaréis la grande blasfemia que habéis dicho».
El episodio termina de manera graciosa cuando Rocinante se cae y DQ, que estaba montado sobre el animal, no se puede levantar
«con el peso de las antiguas armas». Y aun así, sigue retando a sus enemigos: «Non fuyáis, gente cobarde; gente cautiva». Al final un
mozo de mulas no aguanta más: «tomó la lanza y, después de haberla hecho pedazos, con uno de ellos comenzó a dar a nuestro don
Quijote tantos palos, que, a despecho y pesar de sus armas, le molió como cibera». Atención a este último verbo.
Muy cómico sí, pero fijémonos en la esencia de la
confrontación. El sustantivo «confesión» y el verbo
«confesar» ocurren cinco veces en el diálogo entre DQ y
el mercader burlón, y el caballero atribuye su «cólera», su
«furia y enojo» a la «blasfemia» de sus enemigos, que se
niegan a «creer» en lo que les dice. Hay algo inquisitorial
en DQ y los mercaderes expresan las dudas típicas de
los moriscos y los judíos no dispuestos a aceptar ciertos
dogmas de la fe católica, sobre todo, los que tienen que
ver con cierta mujer perfecta y madre de Dios. Es decir,
la Reconquista sigue en alce y DQ reivindica una parodia
de los valores religiosos de lo que los historiadores
llamarían el “Estado confesional” de la Contrarreforma.
¿Y en qué consistían la Reconquista y la Inquisición si no
cierta venganza por parte de pobres cristianos viejos de
la Meseta contra los ricos mercaderes árabes y judíos del
sur? Puede que ésta sea una simplificación de la Historia,
pero el episodio está jugando con ella.
LECCIÓN 7
«No le mana, canalla infame...
no le mana, digo, eso que decís,
sino ámbar y algalia entre
algodones... Pero vosotros
pagaréis la grande blasfemia
que habéis dicho»
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LECCIÓN 7
Para resumir: Fijémonos en cuán poco tiempo, de hecho en un solo capítulo, DQ se transforma de defensor heroico de un niño inocente
que sufre un brutal azote en un bosque a inquisidor imperioso determinado a imponerles las normas de su fe a unos mercaderes en el
camino real entreToledo y Murcia. Entre tanto Dulcinea delToboso se convierte en la Emperatriz de la Mancha. Ominosos acontecimientos
estos que nos obligan a interrogar nuestra propia identificación con el más famoso caballero andante: a veces es noble e independiente
y lucha contra las normas más bárbaras de su época; otras veces es amenazante y todo conformista y parece querer ser nada menos
que el largo brazo de la ley más reaccionaria. Pero es cómico y al fin y al cabo, el hecho de que se quede «molido y casi deshecho» es
culpa de Rocinante, ¿no?
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Lavueltaacasa
conPedroAlonso
L
a vuelta a casa en que consiste la mayoría del capítulo cinco es un repaso de la
crisis de identidad que vimos en el primer capítulo, donde DQ vacilaba entre
Amadís de Gaula y Reinaldos de Montalbán. Ahora DQ se fija en el romance de
Valdovinos, que se trata de cuando éste fue abandonado casi muerto en un bosque por
el traidor lascivo Carloto (hijo de Carlomagno) y luego rescatado por su tío el Marqués
de Mantua. Nuestro hidalgo se identifica con «el herido caballero del bosque» y lamenta
la traición de su mujer y Carloto. Otra vez, DQ se orienta contra las fuerzas cristianas
imperiales de Roncevalles.
¿Pero qué pasa con el narrador? Parece despreciar la locura del héroe, insistiendo
en que la historia de Valdovinos es «no más verdadera que los milagros de Mahoma».
Algo de esto suena a comentario anti-Islámico. Pero ¡OJO!, todo musulmán sabría, y
todo cristiano debería saber, que Mahoma no realizó ningún milagro jamás. Hemos de
preguntar: ¿quiere el narrador decir que los milagros de Mahoma en sí eran falsos? ¿O
más bien que mienten los que falsifican la vida de Mahoma diciendo que los realizó?
En cuanto a la identidad étnica o religiosa, el narrador parece tan poco fidedigno como
DQ.
Y justo en estos momentos de confusión, mientras DQ recita el triste poema desde la
perspectiva de Valdovinos, acude Pedro Alonso, un labrador «vecino suyo, que venía de
llevar una carga de trigo al molino». Fijémonos en cómo el labrador nos da acceso a la
verdadera identidad de DQ: «Señor Quijana» lo llama y luego lo sube sobre su jumento.
Notemos también que así DQ vuelve a casa, no encima de Rocinante, sino de un asno
anónimo. Volveremos repetidas veces a lo asnino. No sería mala idea empezar a apuntar
las apariencias de este animal controversial.
LECCIÓN 8
«el herido caballero
del bosque» y lamenta
la traición de su mujer
y Carloto
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El narrador sigue presentándonos la
condición triste del héroe. Estando tan
«molido y quebrantado, no se podía tener
sobre el borrico», y así, casi cayéndose del
asno, y como «el diablo le traía a la memoria
los cuentos acomodados a sus sucesos»,
de repente DQ se olvida de Valdovinos
y se identifica con, ni más ni menos, el
«moro Abindarráez, cuando el alcaide de
Antequera, Rodrigo de Narváez, le prendió
y llevó cautivo a su alcaidía».
En otras palabras, los detalles de la narración siguen su trayectoria hacia el sur: DQ se
identifica con un moro, el término «alcaide» es árabe, incluso el lugar a dónde DQ va «cautivo»
en su mente, Antequera, se encuentra en Andalucía entre Córdoba y Málaga (y nos recuerda
a «la Molinera» del capítulo tres). Evidentemente, Cervantes tomó la primera muestra del
género de la “novela morisca”, El Abencerraje, novela que se trata de los amores del moro
Abindarráez y la mora Jarifa y que se encuentra al final de La Diana, novela pastoril de Jorge
de Montemayor, como clave para su propio texto. Y por si acaso no hemos estado prestando
atención, DQ mismo nos lo dice bien claro cuando le explica la naturaleza de su locura a su
vecino: «Sepa vuestra merced, señor don Rodrigo de Narváez, que esta hermosa Jarifa que
he dicho es ahora la linda Dulcinea del Toboso, por quien yo he hecho, hago y haré los más
famosos hechos de caballerías que se han visto, vean ni verán en el mundo».
¡Hala! ¡Así que DQ es Abindarráez y Dulcinea es Jarifa! Estamos en el quinto capítulo
de una novela que tiene cincuenta y dos en total, y el «molido hidalgo» manchego ya es
un moro y su enamorada, mora. ¿Alguien dijo “blasfemia”? ¿Quizás “herejía”, “traición”? ¿Es
nuestro loco protagonista “diabólico”? Desde luego, DQ diría que no. De hecho, cuando Pedro
Alonso intenta aclararle su identidad, responde de manera resuelta: «Yo sé quién soy». Hay
una profunda lección aquí sobre la continua inestabilidad de la ironía cervantina, algo que
surge de lo que acabamos de aprender: Antes, cuando DQ atacaba a los mercaderes por su
“blasfemia” porque no admitían la perfección de Dulcinea, ¿ya tenía en mente a esta Dulcinea-
Jarifa? Y si es que sí, entonces, ¿imponía la ortodoxia o reivindicaba la heterodoxia?
LECCIÓN 8
«molido y quebrantado, no se
podía tener sobre el borrico»
y así, casi cayéndose del
asno, y como «el diablo le
traía a la memoria los cuentos
acomodados a sus sucesos»
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Con esto estamos a punto de entrar en la famosa parodia de la Inquisición, y la más feroz de toda la novela contra la institución
que se dedicaba a purificar la identidad española de manera ideológica e incluso sanguínea. Entre tanto, notemos tres aspectos de
la conclusión del capítulo cinco:
1) se extiende el tema del conflicto entre la ortodoxia y la herejía, en la medida que el narrador atribuye la locura de DQ al diablo
y el ama encomienda los «malditos libros de caballerías» a «Satanás y Barrabás», además de las siguientes alusiones explícitas a la
Inquisición: la sobrina insiste en abrasar los «descomulgados libros» de DQ «como si fuesen herejes» y el cura declara que «se haga
acto público y sean condenados al fuego»; 2) queda en alce el tema de la necesidad de curar al protagonista, pues, según sus propias
palabras, llega a casa «malferido» y pidiendo que
llamen a la sabia Urganda para que «cure y cate» de sus
«feridas»; y según el ama, «sin que venga esa hurganda,
le sabremos aquí curar»; 3) y finalmente, la locura de
DQ parece desbordarse para contagiar el discurso
de los demás personajes: primero, escuchamos a la
sobrina reportar que ha oído a DQ decir que su propio
sudor era «sangre de las feridas que había recibido en
la batalla», luego, Pedro Alonso anuncia que trae a DQ
«malferido» y, al final, el mismísimo narrador recurre
al estilo indirecto libre, imitando a DQ cuando habla
de sus «feridas» y reporta que ha luchado contra diez
de los gigantes más «atrevidos que se pudieran fallar
en gran parte de la tierra». Evidentemente, ¡hay que
poner fin a este brote de desquicio cuánto antes!
LECCIÓN 8
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Elescrutíneo
deloslibros
C
omo reacción a la enfermedad del protagonista, el capítulo seis
trae la famosa quema de los libros de DQ. Las ironías principales
de este episodio consisten en las vacilaciones de los supuestos
inquisidores durante su procesamiento, más o menos arbitrario, de los textos
«herejes». El cura, el licenciado Pero Pérez y Nicolás, el barbero, se encargan
de considerar si todos los «más de cien cuerpos de libros» merecen o no el
«castigo de fuego».
El sarcasmo del narrador llega a un crescendo con
la sed de sangre que manifiestan el ama y la sobrina:
«la gana que las dos tenían de la muerte de aquellos
inocentes». Luego vienen desacuerdos. Por ejemplo,
el cura quiere quemar al Amadís de Gaula, diciendo
que como es «dogmatizador de una secta tan mala,
le debemos sin excusa alguna condenar al fuego».
Pero el barbero objeta tal acusación y así «se le
otorga la vida por ahora». Les coge el autoritarismo
de nuevo, y uno tras otro mandan muchos libros
al fuego. Vemos otro toque de fanatismo religioso
cuando el cura declara que «quemaré con ellos
al padre que me engendró». Por cierto, ¿dónde
montan el fuego? En el corral. Hmmm. Había agua
en el último corral, ¿no?
LECCIÓN 9
«dogmatizador de una secta tan
mala, le debemos sin excusa
alguna condenar al fuego»
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Pronto todo esto nos revela un buen indicio del respeto que les tenía Cervantes a Mateo Boiardo y Ludovico Ariosto, los autores
italianos de las mejores burlescas de las novelas de caballerías. El cura, en un momento conciliatorio, dice que si encuentra libros de
esos autores no los quemará. Incluso afirma que Ariosto se aprecia mejor en italiano, lo cual ha dado lugar a la idea de que Cervantes
leía italiano. Esto no hubiera estado fuera de lo normal en aquel entonces, pues podría haber aprendido lo suficiente durante sus años
en Italia, entre 1569-74. Por otra parte, esta ráfaga honorífica dedicada a estos autores señala el lugar privilegiado que va a tener Italia
en la novela, que veremos en el corazón de los episodios de la Sierra Morena.
Sigue, al azar, el proceso inquisitorial, y esta parece ser la base de la queja
principal de Cervantes contra esa institución. A la misma vez, utiliza la situación
para soltar evaluaciones literarias, perdona al Amadís, Palmerín de Inglaterra y
Tirante el Blanco y a La Diana de Montemayor, a algunas colecciones de poesía
lírica y, luego, a una serie de importantes poemas épicos: La Araucana de Ercilla,
La Austríada de Rufo y El Monserrato de Virués. Todo esto nos permite dar un
vistazo a los valores literarios de Cervantes, sin duda útil para interpretar la
novela que estamos leyendo.
¿Qué tienen en común? Es peligroso generalizar, pero no nos agobiemos:
La emoción, el amor, en particular, y siempre contrastado con la cólera, y desde
luego nada de chauvinismo nacionalista, más bien ansiedad y duda acerca de la
expansión imperialista de la España de finales del siglo XVI. Quizás Montemayor
y Ercilla en particular sean los mejores ejemplos aquí de cierta orientación
reformista: La Diana es un laberinto de historias de amor que desembocan en
una novela morisca, que señala un deseo por reconciliación transcultural; La
Araucana es una anti-épica en el sentido de que se centra más en el heroísmo
de las víctimas indígenas de las Américas y representa a los españoles más bien
como corruptos y sin rumbo moral.
También tiene que atraer nuestra atención la referencia a La Galatea, una
novela pastoril escrita por Cervantes mismo. DQ es una novela que se centra en
la ficción como uno de sus temas principales y no será ésta la última vez que el
autor vaya a incorporarse a sí mismo en su propio texto con efectos mareantes.
LECCIÓN 9
“A la misma vez, utiliza
la situación para soltar
evaluaciones literarias,perdona
al Amadís, Palmerín de
Inglaterra y Tirante el Blanco y
a La Diana de Montemayor”
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LECCIÓN 9
Para resumir: Fijémonos en cómo el fuego inquisitorial se enciende justo
cuando DQ vuelve a casa todo molido y vencido, imaginándose en el papel
de un moro en una leyenda fronteriza. Todo esto establece una relación bien
complicada entre el héroe y la institución más infame de la época. ¿Es que DQ
se ha sobrepasado y sí merece ser condenado al igual que sus libros? ¿O será
que cuando el héroe no aparece en escena, se desatan las fuerzas vengativas
de sus vecinos? Incluso, ¿podría ser la destrucción de una biblioteca una
forma de pesadilla personal por parte del autor? Y en ese caso, nos tendremos
que preguntar, ¿cuál autor? Si admitimos la hipótesis ficticia de que hay otro
autor original que escribe todo esto, según se lee en los Anales de la Mancha,
es curioso cómo ese autor tiende a rechazar los libros menos fronterizos.
Y nos tiene que conmover el proceso aleatorio de la quema: Tirante el
Blanco, por ejemplo, sólo se escapa de las llamas porque el tomo se cae a los pies del barbero, y hasta La Galatea de Cervantes queda
en un tipo de limbo, cuando el cura le niega la misericordia, guardándola aparte, por si acaso el autor lograra mejorarla en la segunda
parte. Hemos de admitir que siempre será considerado un logro impresionante de Cervantes, el haber podido mofarse e, incluso, reírse
de la Inquisición. Además nos deja con una trágica ironía en los momentos finales
del auto de fe: «Cansose el cura de ver más libros, y así, a carga cerrada, quiso
que todos los demás se quemasen; pero ya tenía abierto uno el barbero, que se
llamaba Las lágrimas de Angélica. “Lloráralas yo”, dijo el cura en oyendo el nombre,
“si tal libro hubiera mandado quemar”».
¿Y si fuesen todos estos libros personas de verdad? Triste ironía: el último libro
rescatado es una continuación española de los amores entre Angélica y el moro
Medoro, relación que enloqueció a Roldán en el Orlando furioso de Ariosto. La
crisis de identidad nacional otra vez. Y no es de sorprender que el mismo autor
de Las lágrimas también tradujo al español «algunas fábulas de Ovidio». ¡Ojalá
surgiera a partir de aquí una metamorfosis cultural! Para terminar, se ha dicho que
Cervantes inventó el arte de la novela moderna; parece que inventó el arte de la
crítica literaria a la vez.
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Laaventuradelos
molinosdeviento
E
l capítulo siete empieza con una interrupción narrativa,
técnica literaria a la cual Cervantes va a recurrir con
frecuencia, con fines simbólicos, políticos y morales, entre
otros. Incluso hemos de admitir que esta técnica es conveniente y que
quizás, en parte, el autor la emplee porque sí, o bien porque quiere
transitar a algo diferente. Vale, pero me cuesta reducirlo a sólo eso.
Cuando “hacemos literatura”, y supongo que quiero decir, “cuando la
analizamos de manera profesional”, una estrategia recomendable es
fijarnos antes que nada en cómo la forma del texto refleja su función,
es decir, en cómo la estructura cuaja con el mensaje, y vice versa. A
lo largo de DQ, estos chocantes “cambios de marcha” nos señalarán la
artificialidad del texto, quizás exigiéndonos cierta reflexión.
A la vez, es difícil no anticiparnos a Freud en todo esto, no en el
sentido literal, como si Cervantes fuese freudiano, sino al revés. El
agua simbólica, la sexualidad reprimida y, sobre todo, los sueños, los
sueños interrumpidos y los sueños que interrumpen son todas ideas
popularizadas por Freud siglos después. Y lo cierto es que sabemos
que Freud leyó a Cervantes.
Justo en el contexto del rescate fortuito de la quema de libros de
Las lágrimas de Angélica, se despierta el héroe, como si saliera de
una pesadilla: «Estando en esto, comenzó a dar voces don Quijote».
Y esto viene asociado a otra crítica de la Inquisición: «Por acudir a
este ruido y estruendo, no se pasó adelante con el escrutinio de los
demás libros que quedaban, y así se cree que fueron al fuego, sin
LECCIÓN 10
“Se despierta el héroe, como
si saliera de una pesadilla:
«Estando en esto, comenzó a dar
voces don Quijote»”
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ser vistos ni oídos... y quizá si el cura los viera no pasaran por tan rigurosa sentencia».
Sin embargo, el énfasis aquí está en los libros que aluden a la época de Carlos V. Será
importante recordar esto cuando contemplemos la política de la segunda parte de la
novela. El estilo de vida, la ideología, el etos, digamos, del mito caballeresco llegó a su
cenit en Europa hacia mediados del siglo XVI. En particular, bajo el Emperador Carlos
V de España y el Rey Enrique II de Francia (este último murió de una herida que recibió
en un torneo caballeresco), las cortes atizaron la estética de las novelas de caballerías.
Por ahora, sólo notemos que al principio del capítulo siete, DQ antepone los «valerosos
caballeros» a los «caballeros cortesanos», o sea, se identifica con ciertos caballeros
opuestos a la corrupción cortesana.
Entre tanto, sigue el tema de la salud
de DQ: «porque aquel bastardo de don
Roldán me ha molido a palos con el
tronco de una encina, y todo de envidia,
porque ve que yo solo soy el opuesto
de sus valentías». Luego hay otra fuerte
identificación entre DQ y Reinaldos de
Montalbán. Tendremos que considerar
el porqué de esta identificación en
capítulos venideros.
Y Cervantes sigue avanzando su crítica de la Inquisición, como si dijera “¡Así no!”:
muchos libros «debieron de arder que merecían guardarse en perpetuos archivos;
mas no lo permitió su suerte y la pereza del escrutiñador, y así se cumplió el refrán en
ellos de que pagan a las veces justos por pecadores». A DQ le han tapado el acceso al
aposento donde guardaba sus libros y el pobre está alucinado. El ama y la sobrina, en
particular, intentan controlarlo, inventándole una historia para justificar la desaparición
de su biblioteca. Esta escena nos impresiona por su patetismo: «Llegaba adonde solía
tener la puerta, y tentábala con las manos, y volvía y revolvía los ojos por todo, sin decir
palabra; pero al cabo de una buena pieza preguntó a su ama que hacia qué parte estaba
el aposento de sus libros».
LECCIÓN 10
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El ama le dice a DQ que el aposento de libros «se lo llevó el mismo diablo», pero
la sobrina, con más empatía, le inventa una historia que cuaja con su locura. Le dice
que ha sido «un encantador que vino sobre una nube una noche», y en seguida
DQ coge el cebo, añadiendo que ese encantador «sabe por sus artes y letras que
tengo de venir, andando los tiempos, a pelear en singular batalla con un caballero
a quien él favorece y le tengo de vencer». La reacción de la sobrina anticipa por
siglo y medio al pesimismo de Voltaire en su novela sumamente quijotesca,
Cándido (1759), al final de la cual el filósofo francés concluye que sería mejor si, en
lugar de vagar por el mundo, todos nos quedáramos en casa para cultivar nuestros
propios jardines. Así la sobrina le interroga al hidalgo: «¿No será mejor estarse
pacífico en su casa, y no irse por el mundo a buscar pan de trastrigo, sin considerar
que muchos van por lana y vuelven trasquilados?» Pero DQ reacciona con cólera
ominosa: «tendré peladas y quitadas las barbas a cuantos imaginaren tocarme en
la punta de un solo cabello».
En preparación para la segunda salida, Cervantes nos presenta por primera
vez a Sancho Panza. Además de su simpleza, se destaca su pobreza: «un labrador
vecino suyo, hombre de bien –si es que este título se puede dar al que es pobre–,
pero de muy poca sal en la mollera» y «el pobre villano se determinó de salirse
con él y servirle de escudero». DQ lo seduce, explicándole que puede que ganen
«alguna ínsula, y le dejase a él por gobernador de ella». Será la principal motivación
de casi todo lo que haga y diga SP a lo largo de la novela. A la vez, observamos
de nuevo la mala administración económica que DQ hace. Por lo menos, ahora
sabe que necesita dinero, y así vende cosas y pide préstamos, aunque de manera
inepta: «vendiendo una cosa y empeñando otra y malbaratándolas todas, llegó
una razonable cantidad». Además, Cervantes empieza a asociar el tema del asno
con SP: «pensaba llevar un asno que tenía muy bueno, porque él no estaba duecho
a andar mucho a pie». Las crisis, los chistes y los juegos de palabras en torno a
esta bestia siempre serán hilarantes: «En lo del asno reparó un poco don Quijote,
imaginando si se le acordaba si algún caballero andante había traído escudero
caballero asnalmente».
LECCIÓN 10
«un labrador vecino suyo,
hombre de bien –si es que este
título se puede dar al que es
pobre–, pero de muy poca sal
en la mollera»
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Todo preparado, incluso con camisas y alforjas «conforme al consejo que el ventero le había dado», DQ y SP salen por el campo
de Montiel. Se enfatiza el tema de Sancho como futuro gobernador de una isla –«yo la sabré gobernar, por grande que sea»– y se
contemplan los varios estados sociales que le quedan por delante: puede que pronto sea «conde», «marqués» e incluso «rey». Luego
vacila. Quizás sea mejor que Teresa (¿o Juana o Mari Gutiérrez?), la mujer de SP, sea condesa en lugar de reina. Pero DQ insiste:
«no apoques tu ánimo tanto, que te vengas a contentar con menos
que con ser adelantado». Todo esto de un futuro repleto de títulos
y riquezas sugiere que cierta mentalidad conquistadora alimentaba
el encanto de las novelas de caballerías.
El capítulo ocho, el de los molinos de viento, es el más famoso
de toda la novela. Antes que nada, hagámonos una pregunta:
¿Qué es un símbolo? Si “la rosa” sólo significara “el amor”, entonces
sería una equivalencia y cada vez que dijéramos “rosa” estaríamos
diciendo “amor”. Eso no sería un símbolo sino una sustitución pura y
dura. Pero la rosa significa más, incluso aspectos bien específicos y
problemáticos del amor: su color sugiere la experiencia emocional,
su olor insinúa la seducción o el placer, sus espinas indican el peligro,
etc. Es decir, la rosa representa un amor diferente del amor aludido
por una azucena o un anillo de oro.
He leído muchas interpretaciones de los famosos molinos de
viento de DQ: derivan de la descripción dantesca de Satanás como
un molino de viento en el fondo del Infierno; son el primer ejemplo
de máquinas que representan el capitalismo contra el cual arremete
el héroe agrario-anarquista o comunista; son una representación
externa de la mente trastornada del personaje. Todas estas
hipótesis, y otras más, pueden ser válidas. Encima, después de
varios “molimientos”, es difícil evitar la idea de que DQ fuese siempre
destinado por Cervantes a ser molido, como si el objetivo de la novela
hubiera sido la transformación de DQ en algo nuevo. ¿Un nuevo tipo
de pan quizás? No obstante, hemos dicho que los molinos pueden
que simbolizar muchas cosas. ¿Qué opináis vosotros?
¿Qué es un símbolo? Si “la rosa” sólo
significara “el amor”, entonces sería una
equivalencia y cada vez que dijéramos
“rosa” estaríamos diciendo “amor”
LECCIÓN 10
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Atendamos al texto nuevamente: soñando con riquezas y poder,
el episodio subraya el aventurismo y el robo del botín que sostienen
la fantasía militar: «ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren
treinta o pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer
batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos
a enriquecer». SP le intenta persuadir a DQ de que no lo haga. Y es SP
quien nos da la primera interpretación simbólica del episodio: «¿No le
dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran
sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino quien llevase otros
tales en la cabeza?» Luego, DQ nos sugiere que el episodio ha tenido
algo que ver con la incertidumbre de la guerra, incluso con la frecuente
justificación moral de la guerra: pues, los molinos le han molido gracias
a ciertas «malas artes contra la bondad de mi espada».
Después, DQ y SP deciden caminar hacia Puerto Lápice, donde habrá «muchas y diversas aventuras, por ser lugar muy pasajero».
Puerto Lápice está al sur de Toledo en el camino real hacia Andalucía. DQ trae de molde una historia con la cual anuncia su intención
de imitar a un famoso matador de moros. Como se le rompió la lanza durante su encuentro con los molinos de viento, imitará a Diego
Pérez de Vargas, caballero que luchó bajo Fernando III, el Santo, y que según la leyenda desgajó el ramo de una encina y «machacó
tantos moros, que le quedó por sobrenombre “Machuca”». La respuesta de SP ofrece un gracioso contraste: «enderécese un poco, que
parece que va de medio lado, y debe de ser del molimiento de la caída».
DQ insiste que los caballeros andantes no se quejan de sus heridas, y cuando SP confiesa que él quisiera mantener su derecho de
quejarse, por primera vez en la novela observamos la risa de DQ: «No se dejó de reír don Quijote de la simplicidad de su escudero; y,
así, le declaró que podía muy bien quejarse como y cuando quisiese». Detengámonos aquí. Es verdaderamente gracioso: el molido
héroe loco riéndose de la lógica realista de su escudero. Pero es significativo: por un lado, esta risa no resulta en cólera, sino en un
gesto magnánimo por parte de DQ; por otro lado, se ríe de su escudero a la vez que se revela ignorante de lo risible que es él mismo.
Hay gran diferencia entre la risa relativamente bidireccional según Cervantes y la risa más sádica o monolítica según alguien como,
por ejemplo, Thomas Hobbes (o Platón).
Y por cierto, aquí Cervantes aprovecha la oportunidad del cambio de lugar para presentarnos otro aspecto del carácter de SP.
Además de ser simple, es partidario de la buena comida y, sobre todo, del vino. Según el narrador, SP bebe con tanto gusto que le
tendría envidia «el más regalado bodegonero de Málaga». Málaga de nuevo. Muchas referencias a Málaga.
«¿No le dije yo a vuestra merced
que mirase bien lo que hacía, que
no eran sino molinos de viento,
y no lo podía ignorar sino quien
llevase otros tales en la cabeza?»
LECCIÓN 10
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Laestupendabatalla
delgallardoviscaíno
yelvalientemanchego
L
a mañana siguiente, el caballero le da una lección a su escudero sobre las
leyes de caballería: «en ninguna manera te es lícito ni concedido... que me
ayudes, hasta que seas armado caballero». SP reacciona de manera cómica,
«me soy pacífico y enemigo de meterme en ruidos ni pendencias», pero el escudero
también se manifiesta bastante familiarizado con la llamada “ley natural”. De hecho,
puede que ésta sea la primera alusión explícita a la famosa escuela filosófica neo-
aristotélica de la Universidad de Salamanca: «en lo que tocare a defender mi persona
no tendré mucha cuenta con esas leyes, pues las divinas y humanas permiten que
cada uno se defienda de quien quisiere agraviarle».
No es casualidad que el encuentro con el vizcaíno tenga lugar en este contexto.
Notemos el importe cultural e histórico de la escena. DQ se encuentra delante de
«una señora vizcaína que iba a Sevilla, donde estaba su marido, que pasaba a las
Indias con un muy honroso cargo». Estamos ante un abanico simbólico que corre
desde el lugar más al norte y antiguo de España, que trae la nobleza y la supuesta
pureza racial de los vascos, hasta Sevilla, ciudad rica del suroeste de Andalucía y
puerto principal de la época, incluso la base de la expansión colonial a las Américas.
Otro detalle interesante es que DQ cree que los frailes son parte de la amenaza que
percibe: «porque aquellos bultos negros que allí parecen deben de ser y son sin
duda algunos encantadores que llevan hurtada alguna princesa en aquel coche».
Surge aquí el tema muy debatido desde la antigüedad de la “guerra justa”: «Gente
endiablada y descomunal, dejad luego al punto las altas princesas que en ese coche
lleváis forzadas; si no, aparejaos a recibir presta muerte, por justo castigo de vuestras
malas obras». Si recordamos la observación de SP acerca de que todo ser humano
tiene el derecho de defenderse, resulta irónico y graciosísimo que el escudero,
LECCIÓN 11
SP reacciona de manera cómica,
«me soy pacífico y enemigo
de meterme en ruidos ni
pendencias»
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«apeándose ligeramente de su asno», empiece a desnudar al primer fraile descabalgado
por DQ. Y esta vez SP la cobra, pues los mozos del fraile «le molieron a coces y le
dejaron tendido en el suelo». Entre tanto, DQ, creyéndose victorioso, dirige su retórica
ya predecible hacia a la señora del coche: «La vuestra fermosura, señora mía, puede
facer de su persona lo que más le viniere en talante, porque ya la soberbia de vuestros
robadores yace por el suelo».
En esto, un vizcaíno, escudero de verdad, que acompaña el coche, se molesta y reta a
DQ. En primer lugar, es gracioso cómo machaca el idioma castellano: «¿Yo no caballero?
Juro a Dios tan mientes como cristiano». Sucede una batalla entre los dos, «como si fueran
dos mortales enemigos», y en medio de ella DQ vuelve a evocar a su enamorada: «¡Oh,
señora de mi alma, Dulcinea, flor de la fermosura, socorred a este vuestro caballero!» Y
justo al punto de acabar la batalla, Cervantes nos proporciona la más famosa situación
de suspenso en toda la historia de la literatura: «Pero está el daño de todo esto que en
este punto y término deja pendiente el autor de esta historia esta batalla».
Naturalmente, el capítulo nueve representa una búsqueda desesperada de la
continuación de la historia adumbrada al final del capítulo ocho, pero por otra parte,
y como ya hemos visto en otros lugares, se busca la identidad manchega en sí. Hay
mucho aquí. Cervantes sigue con el toque cómico del estilo indirecto libre, vinculando
la mentalidad de su narrador ingenuo con la de DQ en su lucha contra el vasco, «por
lo menos se dividirían y fenderían de arriba abajo y abrirían como una granada». La
suspensión del texto le ha afectado al narrador como si su héroe se hubiera perdido la
batalla y el narrador expresa su dolor al respecto: «Causome esto mucha pesadumbre»,
y «no podía inclinarme a creer que tan gallarda historia hubiese quedado manca y
estropeada». Este último detalle parece aludir a Cervantes mismo, que llevaba el apodo
de “el manco de Lepanto” por haber perdido el uso de la mano izquierda en la famosa
batalla contra el Imperio Turco de 1571. Y finalmente, dada la trayectoria hacia el sur
que hemos venido detallando, la alusión a la granada en la primera frase del capítulo
nueve puede referirse a Granada, el último reino moro que había sido reconquistado en
1492 y luego incorporado simbólicamente en forma de la fruta al fondo del escudo de
los reyes de España.
LECCIÓN 11
«¡Oh, señora de mi alma,
Dulcinea, flor de la fermosura,
socorred a este vuestro
caballero!»
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LECCIÓN 11
En cuanto a la novela como primera parodia del arte de la crítica literaria, es interesante notar que el narrador emprende una
investigación filológica, según la cual la historia de DQ tiene que ser moderna «pues entre sus libros se habían hallado tan modernos
como Desengaño de celos y Ninfas y pastores de Henares». También observemos cómo la historia que busca asume un aspecto
medieval cuando la describe como «la vida y milagros» de DQ. Y al final del preámbulo al descubrimiento del manuscrito perdido,
tenemos una larga disquisición sobre las mujeres, a quienes siempre ha querido amparar DQ, cada una de las cuales, si hubiese sido
adecuadamente defendida contra los gigantes y follones y violadores que siempre la amenazaban, podría haber ido «tan entera a la
sepultura como la madre que la había parido». ¿Eh? ¿Cómo puede ser una madre virgen? La obsesión con la virginidad imposible de
ciertas mujeres, algo que el primer narrador parece compartir con DQ, es cómica, pero si recordamos el episodio de los mercaderes
toledanos, es temática a la vez.
Atendamos al descubrimiento del manuscrito perdido: ¿Dónde se
encuentra? En el «Alcaná», el mercado central de Toledo, y los papeles eran
irónicamente destinados «a un sedero», o sea, iban a ser comidos por los
gusanos que producían la materia prima de la industria de la seda introducida
en el sur de España por los moros, industria a punto de ser destruida gracias a
la expulsión de los moriscos entre 1609-14. El texto que el narrador encuentra
tiene caracteres «arábigos» y, trayendo ironía sobre ironía, tiene que buscar a
un «morisco aljamiado» para traducirlos. Al final, estamos ante una descripción
de Toledo como ciudad bastante cosmopolita, pues el narrador nos dice
que era fácil encontrar traductor, e incluso los había para «otra mejor y más
antigua lengua», es decir, el hebreo. Hay sombra de algo triste en todo esto, y
deberíamos tener en mente que el Tribunal de la Inquisición de Toledo estaba
entre los más feroces de la época, y hace unos pocos capítulos, Cervantes
criticaba esa institución.
De repente hay una ráfaga de risa por parte del traductor morisco: «y,
leyendo un poco en él, se comenzó a reír». ¿De qué se ríe? De algo escrito en el
margen: «Esta Dulcinea del Toboso, tantas veces en esta historia referida, dicen
que tuvo la mejor mano para salar puercos que otra mujer de toda la Mancha».
La famosa obsesión española con el jamón se remonta a la necesidad por parte
de los conversos de demostrar su rechazo de las proscripciones contra su
consumo en el Islam y el Judaísmo. Recordemos nuestras previas reflexiones
«Esta Dulcinea del Toboso,
tantas veces en esta historia
referida, dicen que tuvo la
mejor mano para salar puercos
que otra mujer de toda la
Mancha»
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sobre la risa. ¿Es la risa del traductor morisco sádica o humilde? Como mínimo,
parece reírse del intento de manifestar la pureza racial públicamente en un
lugar tan histórica y étnicamente “pasajero” como es La Mancha. Y la risa nos
tiene que recordar la de las prostitutas en la puerta del castillo, perdón venta,
del capítulo dos. En aquel momento, DQ se enfadó. ¿Cómo reacciona el narrador
aquí? Desde luego no con cólera. Es que está demasiado entusiasmado por la
buena fortuna de haber descubierto la continuación de la historia. Además
tiene que disimular su alegría, si es que la quiere comprar barata.
Por cierto, la risa del traductor morisco contextualiza nuestro primer
encuentro con el supuesto autor del manuscrito original: «Cide Hamete
Benengeli, historiador arábigo». Pero más diremos sobre él más tarde. De
momento, Cervantes nos devuelve al mundo burgués, porque en su descripción
de cómo se consiguió la traducción del manuscrito, el narrador nos da una breve
lección sobre el concepto subjetivo del valor de las cosas: «Mucha discreción
fue menester para disimular el contento que recibí cuando llegó a mis oídos el
título del libro, y, salteándosele al sedero, compré al muchacho todos los papeles
y cartapacios por medio real; que si él tuviera discreción y supiera lo que yo los
deseaba, bien se pudiera prometer y llevar más de seis reales de la compra».
Parece que nuestro narrador cristiano le ha hecho trampa al muchacho moro.
Pero así es un mercado, un encuentro entre valores opuestos, ¿no?
Sigue esta vorágine de intercambios culturales y económicos: «Aparteme
luego con el morisco por el claustro de la iglesia mayor, y roguele me volviese
aquellos cartapacios, todos los que trataban de don Quijote, en lengua
castellana». Esta vez el narrador no es nada tacaño, «ofreciéndole la paga que
él quisiese». Incluso aunque el morisco se contenta «con dos arrobas de pasas
y dos fanegas de trigo, y prometió de traducirlos bien y fielmente y con mucha
brevedad», el narrador ve conveniente darle alojamiento y comida por un
periodo extendido: «por facilitar más el negocio y por no dejar de la mano tan
buen hallazgo, le truje a mi casa, donde en poco más de mes y medio la tradujo
toda». Es difícil no pensar en las controversias en torno a las numerosas ventas
LECCIÓN 11
«Aparteme luego con el morisco
por el claustro de la iglesia mayor,
y roguele me volviese aquellos
cartapacios, todos los que trataban de
don Quijote, en lengua castellana»
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de la novela. Y contemplemos esto: desde el Alcaná al claustro de la Catedral hasta su propia casa, el encuentro entre el narrador y el
morsico recorre un abanico bastante simbólico, y encima peligroso, si recordamos que llevan un texto arábigo a lo largo de las calles
de la España inquisitorial.
Y no sólo estamos ante una interrupción textual. Después de toda la descripción del descubrimiento del manuscrito perdido,
tenemos un caso impresionante de ékfrasis, una larga descripción textual de un objeto de arte visual, todo muy gracioso, hasta el
detalle de SP «que tenía del cabestro a su asno». Hay tantos marcos textuales y visuales aquí que es difícil no perderse del todo. ¿Y
luego confrontamos la cuestión de si Cide Hamete es fidedigno o no? El narrador, que acaba de celebrar su exitosa negociación con
el traductor morisco, ahora critica a Cide Hamete, llamándole un «galgo» por no alabar suficientemente a DQ: «siendo muy propio de
los de aquella nación ser mentirosos». Hay que tener narices, ¿no?
Pero madre mía, casi se me olvidó. ¡Menuda suspensión! ¿Qué pasó
entre DQ y el vasco?: Es fácil concluir que no mucho, pero la verdad es
que DQ pierde «gran parte de la celada» y también «la mitad de la oreja»
izquierda. Otra cosa que tendremos que contemplar más tarde. Responde
DQ dándole al vasco un golpe enorme, agarrando la espada con las dos
manos. Y el enemigo se la paga más aún: «comenzó a echar sangre por las
narices y por la boca y por los oídos». Dado lo que sabemos de la medicina
de la época, el pronóstico no puede ser bueno. Este episodio tiene que estar
entre los más violentos de la novela. Encima, DQ está a punto de matar a
su enemigo: «poniéndole la punta de la espada en los ojos, le dijo que se
rindiese; si no, que le cortaría la cabeza», y como el hidalgo vasco no puede
responder palabra, «él lo pasara mal, según estaba ciego don Quijote». Sólo
la intervención de las fermosas señoras del coche logra perdonarle la vida.
Algo fundamental en la novela: el antídoto a la cólera masculina será casi
siempre la intervención femenina.
Para resumir: Aquí la novela se caracteriza por roturas narrativas, cada
vez más complejas. DQ se despierta en medio de la quema de sus libros,
luego seguimos la trayectoria geográfica y lingüística hacia el sur, con el
héroe castellano encontrándose con la antigua nobleza vasca camino a
Sevilla, mientras el narrador recorre el Alcaná de Toledo y regatea con un
«poniéndole la punta de la espada
en los ojos, le dijo que se rindiese;
si no, que le cortaría la cabeza»
LECCIÓN 11
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morisco por la traducción del manuscrito perdido. ¡Uf! El complejo símbolo de los molinos de viento ha dado lugar a una búsqueda
mareante. Quizás la experiencia humana siempre gire en torno a un “negocio” incomprensible. Ahora bien, puede ser éste destructivo
o productivo, es decir, intercambio pacífico o explotación violenta. Quizás estos extremos sean resultados inevitables de nuestra
naturaleza humana. Entonces, nada, somos polvo al viento. ¿O somos más bien harina?Lección 11: La estupenda batalla del gallardo
vizcaíno y el valiente manchego.
LECCIÓN 11
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Losrazonamientosentre
donQuijoteySanchoPanza
L
o primero que hemos de notar del capítulo diez es que por primera vez el título, «De lo que más le avino a don Quijote
con el vizcaíno y del peligro en que se vio con una caterva de yangüeses», no corresponde con lo que se narra. Pues ya se
acabó lo del vizcaíno y el encuentro con los yangüeses (gente de la provincia de Soria hacia el norte de Madrid) queda por
ver en el capítulo quince. Según Francisco Rico, esto “tiene que ver sin duda con los cambios que a última hora introdujo Cervantes
en su original primitivo”. Vale, pero todavía es gracioso, y va a haber momento cuando este tipo de desliz no se podrá contemplar en
términos tan simples.
Entre tanto, SP sigue obsesionado con «el gobierno de la ínsula» que
DQ le ha prometido. De hecho se lo pide tres veces en una sola frase. La
verdad, no parece tener otra cosa en la mente. DQ le tiene que advertir
que «esta aventura y las a ésta semejantes no son aventuras de ínsulas,
sino de encrucijadas, en las cuales no se gana otra cosa que sacar rota la
cabeza, o una oreja menos». A lo largo de este capítulo se menciona la
oreja perdida de DQ cuatro veces. No sé qué hacer con esto. A veces me
parece que Cervantes se hace eco de la oreja que aparece en El jardín
de las delicias de Jerónimo Bosch, un cuadro confiscado por el duque
de Alba a Guillermo de Orange en 1568 y luego comprado por Felipe II
en 1591. Por otra parte, puede ser una alusión torcida a la violencia de
San Pedro contra un esclavo en Lucas 22.51-52. Me pregunto también
si el pintor Vicente Van Gogh leyó a DQ.
Continuemos. SP es simple, pero a veces lógico, y ahora sabe bien que el problema principal que tienen es la ley: «sería acertado
irnos a retraer a alguna iglesia, que, según quedó maltrecho aquel con quien os combatistes, no será mucho que den noticia del caso
a la Santa Hermandad y que nos prendan». El cambio a lenguaje informal indica su preocupación. DQ le dice que no se preocupe y se
jacta de su victoria, «¿Has leído en historias otro que tenga ni haya tenido más brío?» Y aprendemos por primera vez que SP no sabe
«leer ni escribir».
LECCIÓN 12
«esta aventura y las a
ésta semejantes no son
aventuras de ínsulas, sino de
encrucijadas, en las cuales no
se gana otra cosa que sacar
rota la cabeza, o una oreja
menos»
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El mejor libro de todos los tiempos
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Cuando SP observa que «le va mucha sangre de esa oreja», DQ trae el
tema del «bálsamo de Fierabrás». Esta bebida maravillosa que aparece en
varias obras medievales se asocia con el líquido embalsamador utilizado
para preservar el cuerpo de Cristo. DQ dice que tiene en la memoria la
receta de ese bálsamo, «con el cual no hay que tener temor a la muerte». La
descripción de sus poderes es hilarante. DQ le dice a SP que si durante una
batalla lo ve «partido por medio del cuerpo», sólo tiene que poner «la parte
del cuerpo que hubiere caído en el suelo» encima de «la otra mitad que
quedare en la silla» y luego «me darás a beber solos dos tragos del bálsamo
que he dicho, y verasme quedar más sano que una manzana».
Casi podemos ver las ruedas dándose vueltas en la cabeza de SP, cuya
primera reacción a todo eso es concebir un plan para volverse rico: «yo
renuncio desde aquí el gobierno de la prometida ínsula». Lo único que
quiere ahora es que DQ le dé la receta del bálsamo y que le diga cuánto
cuesta hacerlo. Cuando DQ le dice que costará menos de tres reales para
hacer «tres azumbres» (un galón y medio), pues SP ve una gran oportunidad
de mercado. Pero pronto DQ le distrae de su objetivo lucrativo.
Mientras SP le atiende a la oreja, DQ se enfurece por la pérdida de su
celada, y así hace una serie de juramentos. Primero dice que jura no «comer
pan a manteles» y luego no «folgar» con su mujer (nos preguntamos, ¿qué
mujer? pero si no tiene), y todo «hasta tomar entera venganza del que tal
desaguisado me fizo». SP le recuerda que ya ha tomado su venganza contra
el vasco y DQ responde de manera graciosa: «Has hablado y apuntado muy
bien... y, así, anulo el juramento». Pero recupera el hilo de su pensamiento,
diciendo que todavía hará la vida que ha descrito hasta poder quitarle por fuerza otra celada a algún caballero andante. Así nos plantea
el tema del «yelmo de Mambrino» para un futuro episodio. SP le recuerda a su amo «que por todos esto caminos no andan hombres
armados, sino arrieros y carreteros». Pero, como hará a lo largo de la novela, DQ observa que SP sabe muy poco de las aventuras de
caballerías. Y debaten de manera parecida en cuanto a la comida, porque cuando SP dice que sólo trae un poco de cebolla, queso y
pan, y que no tiene comida que corresponda «a tan valiente caballero», DQ responde que los caballeros andantes «eran hombres como
nosotros» y así cuando no estaban en banquetes elaborados, comían como los demás. DQ tiene una respuesta para todo, ¿no?
LECCIÓN 12
«me darás a beber solos dos
tragos del bálsamo que he
dicho, y verasme quedar más
sano que una manzana»
45
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Esa noche no logran llegar a ningún poblado, y así determinan pasarla, no en una venta, sino «junto a unas chozas [cabañas] de unos
cabreros». Así empieza una fase de la novela que se puede caracterizar como pastoril. Habiendo contemplado a la vida cosmopolita de
Toledo y toda la historia caótica de la Península desde sus orígenes en Vizcaya hasta la colonización moderna de las Indias, es como si
Cervantes quisiera empezar de nuevo, tabula rasa, allá en la naturaleza donde el ser humano todavía vive en su estado más primitivo.
LECCIÓN 12
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donQuijote
yloscabreros
LECCIÓN 13
A
sí es que el capítulo once empieza con unos cabreros bien educados invitándoles a DQ y SP a cenar con ellos. DQ parece
estar poseído de cierta magnanimidad antediluviana, y así le invita a SP a sentarse a su lado, aunque hemos de notar que
dicha magnanimidad depende de la comida y bebida de otros: «quiero que aquí a mi lado y en compañía de esta buena
gente te sientes, y que seas una misma cosa conmigo, que soy tu amo y natural señor; que comas en mi plato y bebas por donde yo
bebiere, porque de la caballería andante se puede decir lo mismo que del amor se dice: que todas las cosas iguala». Es curioso cómo
SP rehúsa la invitación: «mejor me lo comería en pie y a mis solas como sentado a par de un emperador». Y quizás sea más curiosa aún
la reacción de DQ: «asiéndole por el brazo, le forzó a que junto de él se sentase».
Con esta breve pista de violencia en el trasfondo, y cuando
«hubo bien satisfecho su estómago», DQ empieza el famoso
discurso de la edad dorada: «Dichosa edad y siglos dichosos
aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no
porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto
se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna,
sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos
palabras de tuyo y mío». Este discurso ha dado lugar a mucho
debate, sobre todo en torno a la cuestión de que si Cervantes
mismo creía, como DQ, en el mito del comunismo pre-propietario
con que siempre empieza la teoría política clásica y medieval.
Sea como fuese, el discurso es impresionante por ser tan denso
y sugestivo, por recurrir a tantas fuentes clásicas, especialmente
Virgilio y Ovidio y por aludir a tantos tópicos mitológicos. La idea
en sí es típica de la literatura pastoril del Renacimiento, pero
lo genial es que Cervantes la incorpore en una explicación del
supuesto origen de la caballería andante.
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DonQuijotedelaMancha,Elmejorlibrodetodoslostiempos

  • 1. Palmerín de InglaterraPalmerín de Inglaterra donquijote.ufm.edu CAPÍTULOS 1 al 14 DonQuijote ManchaEl mejor libro de todos los tiempos / Profesor Eric C. Graf Descubre a dela
  • 2. Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu - Eric C. Graf “Don Quijote es un tipo de portal entre todos los problemas de la modernidad y toda la sabiduría de la antigüedad. Quizás sea la mejor manera de contemplar las ideas de genios clásicos como Platón, Aristóteles y Apuleyo respecto a cuestiones tan importantes como la identidad personal, la política adecuada y la importancia de la libertad”.
  • 3. Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu ÍNDICE
  • 4. 4 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu DonQuijotedelaMancha, Elmejorlibrodetodoslostiempos ¿Por dónde empezar hablando sobre el Quijote, el mejor libro de todos los tiempos? N os queda por delante un sinfín de monstruos, gigantes, fantasmas, piratas y criminales, santos y sacerdotes, misterios por resolver, aventuras que emprender, reinos por conquistar, imperios que dirigir, amantes perdidos y reunidos, batallas, luchas y sobre todo, historia tras historia, tras otras historias, y aún, cuentos dentro de cuentos que incluyen todavía más cuentos, y más. Pero de momento, hay que principiar en el principio, principiando, como dijo Galdós al principio de una novela de cuyo título no quiero acordarme. Contemplemos el primer capítulo. Allí encontramos la exposición de la novela, además de todos los datos fundamentales para poder adelantarnos en la narrativa. En primer lugar, nos preguntamos ¿quién es don Quijote? Aprendemos del narrador muy rápidamente que se trata de un hidalgo pobre de un pueblo pequeño en La Mancha, y si nos acordamos del célebre prólogo, ya sabemos que este pueblo está en el distrito del campo de Montiel, aunque eso no ayuda mucho como referencia geográfica más específica. Digamos que está en el centro de la Meseta de España, hacia el sureste de Toledo. ¿Qué tipo de vida lleva este hidalgo venido a menos? Austero. Las tres cuartas partes de su renta están destinadas para la comida de la casa. Suele comer carne de vaca en lugar de carnero, ya que éste último le resulta demasiado caro, y los sábados come los misteriosos, pero simbólicos, «duelos y quebrantos». Los filológicos creen que este era un plato de tocino con huevo. Su vestimenta es anticuada y completamente fuera de moda. ¿Con quiénes vive? Un ama de casa, una sobrina y un mozo. Se trata verdaderamente de un curioso abanico de edades y sexos que escogió el escritor dentro del cual encontramos a un viejo loco como DQ. ¿Dónde está el resto de su familia? ¿Su mujer quizás? Parece que no tiene. ¿Cómo es nuestro hidalgo? Frisa con los cincuenta años, tiene complexión recia, está seco de carnes, enjuto es su rostro. Se lo describe como madrugador y amigo de la caza. Parece energético, pero, según la literatura médica de la época, su fisonomía indica que es colérico y melancólico a la vez. En cuanto a su nombre, notamos que el narrador ya empieza a confundirnos, aludiendo a otros «autores» que tienen opiniones distintas: «Quijada», «Quesada», quizás «Quijana». LECCIÓN 1
  • 5. 5 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu En cuanto a su nombre, notamos que el narrador ya empieza a confundirnos, aludiendo a otros «autores» que tienen opiniones distintas: «Quijada», «Quesada», quizás «Quijana». Ahora bien, ¿qué problemas tiene el héroe? Su obsesión con los libros de caballerías ya le está transformando no sólo la mente, sino también la vida. Inicialmente ha abandonado la caza, e incluso, le está trayendo problemas, sobre todo en «la administración de su hacienda». De manera pródiga, está vendiendo sus tierras para comprar estos libros de fantasía aventurera que lo obsesionan. No sólo se siente atraído al contenido de éstos, sino también a su estilo narrativo. Aquí notamos otra vez la ironía chistosa de Cervantes, cuando cita unos pasajes inventados para caracterizar el estilo de literatura que le gusta al hidalgo loco: «La razón de la sinrazón, que a mi razón se hace». ¡Pero atención! Aquí nos enfrentamos a algo más que a una simple mención paródica de la voz narrativa de los libros de caballerías. Por el contrario, se alude a uno de los temas principales de la novela que estamos leyendo, porque «la razón de la sinrazón» equivale a decir “la lógica tras la locura”, lo que es decir que dentro de la locura del protagonista habrá momentos de lucidez. Dada la estrecha situación económica del hidalgo, que empeora gracias a su obsesión por la lectura, la eventual alusión a Aristóteles, el filósofo clásico preferido por todos los escolásticos de la Universidad de Salamanca, tiene que interpretarse como un toque irónico. Sabemos que la Universidad de Salamanca, la más vieja de España, tenía gran importancia intelectual en aquel entonces. Y su referente clásico ideal, Aristóteles, se asocia con los orígenes de la filosofía económica, y éste empieza su análisis de ella precisamente en torno a la administración de la hacienda; es decir, para Aristóteles hay un paralelo entre la dirección económica de una casa, su mantenimiento estable según la coordinación de gastos e ingresos, y la economía en general. El narrador nos dice que DQ se ha vuelto loco leyendo estas tan «intricadas razones» que por su parte «le parecían de perlas» y que incluso Aristóteles no «las entendiera... si resucitara para sólo ello». Es decir, DQ tiene confundidos los valores esenciales de los objetos, sobre todo en la medida que valora los libros de caballerías por encima de cualquier cosa esencial para la supervivencia, y así parece más allá del alcance de la lógica del mayor filósofo de todos los tiempos. La ironía chistosa de Cervantes, cuando cita unos pasajes inventados para caracterizar el estilo de literatura que le gusta al hidalgo loco: «La razón de la sinrazón, que a mi razón se hace». LECCIÓN 1
  • 6. 6 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Luego, el narrador indaga más profundamente en los hábitos literarios de DQ. Nos dice que tiene dudas sobre don Belianís, un héroe de caballerías, porque según la cantidad de heridas que recibe a lo largo de sus aventuras, tendría que estar cubierto de cicatrices. El escepticismo de DQ hace manifiesto el famoso realismo cervantino, revelando la profunda inverosimilitud de los libros de caballerías e, incluso, la narración menciona el detalle de DQ dudando de los posibles talentos que pudieran haber tenido los médicos que hubieran atendido a don Belianís. La famosa auto-reflexividad de la narración cervantina, aparece repetidamente en las instancias de la novela en las que se reflexiona sobre la escritura y se contempla en sí el mismo acto de escribir, porque DQ es un libro que trata en detalle todos los posibles aspectos de la escritura. Indica el narrador que a DQ le complació el hecho de que el libro de don Belianís terminara con la promesa de más aventuras y que además él mismo tenía ganas de escribir la continuación, pero no lo hizo debido a sus problemas psicológicos. Notemos lo increíblemente recóndito que es este detalle. No sólo va a haber otros autores contemporáneos a Cervantes intentando continuar las aventuras de DQ, como lo haría Avellaneda, sino que también Cervantes mismo ya nos ha hablado en el prólogo de su inhabilidad para terminar su proprio libro. Luego abordamos a los héroes de DQ que surgen de sus lecturas. Y aquí encontramos simultáneamente a otros dos personajes importantes de la novela: el cura y el barbero. Notamos algo simbólico en las profesiones de los dos amigos de DQ. Un cura literalmente hubiera servido para “curar” el alma y un barbero, en aquel entonces, hubiera ofrecido ciertos servicios de curación para el cuerpo. En el debate que mantiene DQ con sus amigos se hace referencia a una serie de héroes caballerescos y épicos provenientes de novelas a las cuales Cervantes y sus personajes van a aludir con bastante frecuencia a lo largo del resto del texto: Palmerín de Inglaterra, Amadís de Gaula, el Caballero del Febo. Amadís es el héroe más representativo de las novelas de caballerías y no nos debería de sorprender que DQ lo vaya a imitar asiduamente durante sus aventuras. Dado eso, es curioso que el barbero prefiera a don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, subrayando la superior virilidad del héroe. Para el barbero, Amadís parece demasiado melindroso y llorón. Haremos bien en tener en cuenta esta idea del Amadís como un guerrero ideal, pero distinguido sobre todo por sus emociones. El narrador nos dice que DQ se ha vuelto loco leyendo estas tan «intricadas razones» que por su parte «le parecían de perlas» y que incluso Aristóteles no «las entendiera... si resucitara para sólo ello». LECCIÓN 1
  • 7. 7 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu DonQuijote Atravésdesusreferenciashistóricas Lalocurade LECCIÓN 2 L eemos otra ráfaga de caballeros: el Cid, el Caballero de la Ardiente Espada, Bernardo del Carpio. Este último parece interesarle mucho a DQ porque había matado a Roldán en la famosa Batalla de Roncevalles de 778. El narrador nos informa que DQ había notado cierta afiliación entre Bernardo del Carpio y Hércules, héroe clásico siempre asociado con España, algo que se puede ver en las torres de Hércules siempre representadas en las monedas de ese país. Luego tenemos el curioso detalle del aprecio que tiene DQ por el gigante Morgante, casi tan apreciado como Amadís, porque este gigante «era afable y bien criado». Pero al final, y a diferencia de muchos otros momentos en el resto de la novela, DQ parece identificarse más con Reinaldos de Montalbán. El narrador nos indica que al protagonista le gustaba «más cuando le veía salir de su castillo y robar cuantos topaba» (comportamiento no particularmente honorable, ¿verdad?). Luego agrega que a DQ le gustó también «cuando en allende robó aquel ídolo de Mahoma que era todo de oro». Menudos detalles éstos para entender aspectos políticos y religiosos de la época. Ahora parece cobrar sentido la identificación de DQ con Reinaldos de Montalbán, si pensamos que a un empobrecido hidalgo español de finales del siglo XVI le resultaba atractiva la idea de robarle algo a Mahoma. Sin embargo, el problema aquí radica en que el Islam se distingue por su animadversión a la idolatría. No hay ídolos de Mohama, ni de oro, ni de otro material. Al final final de esta serie de héroes, encontramos otra curiosa identificación, más bien por oposición, expresada por DQ. El narrador nos dice que el protagonista odia «al traidor de Galalón» y que sacrificaría al ama de casa y aun a su propia sobrina para poder darle a Galalón «una mano de coces» (es decir, patadas). Más allá de otra confusión cómica pero inexcusable de valores morales, aquí DQ expresa su enojo contra el traidor de Roldán, precisamente el personaje que hizo posible la victoria en Roncevalles de Bernardo del Carpio con quien se identificaba antes. Pero vamos a ver: ¿Con quién o quiénes está DQ? ¿Con Roldán o con sus enemigos, Bernardo del Carpio y Galalón? Este es precisamente el tipo de detalle contradictorio e irónico que caracteriza el estilo de Cervantes en este momento cumbre de su carrera literaria. El narrador sigue describiendo la locura de DQ a través de sus preferencias heroicas.
  • 8. 8 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu LECCIÓN 2 Luego de presentar al lector los héroes de las novelas de caballerías, ¿qué determina que nuestro hidalgo salga de su rutina diaria para buscar aventuras? Después de este verdadero remolino esquizofrénico de héroes caracterizado por evaluaciones contradictorias, el narrador nos recuerda que, «rematado ya su juicio», DQ determinó «hacerse caballero andante» y lo hizo, fijemos bien, «así para el aumento de su honra como para el servicio de su república». Es decir, la descabellada idea de DQ resulta de una crisis personal, pero también alude a la nación y la política. DQ determina salir «con sus armas y caballo» para deshacer «todo género de agravio». Al enfrentar este intento imaginario de DQ de imponer el bien en el mundo, según las aventuras que ha leído en los libros de caballerías, encontramos su sueño de ser «coronado por el valor de su brazo, por lo menos del imperio de Trapisonda». Sólo notamos que fue precisamente Reinaldos de Montalbán quien llegó a ser emperador de ese reino, ubicado en la costa sur del Mar Negro, en el norte de Turquía. Parece aquí, como anteriormente y en otros episodios venideros, que DQ revela rasgos de sí como un conquistador de moros, un Cid, un Santiago quizás. Es importante no perdernos el aspecto cómico de todo esto. DQ es ridículo, trágico sí, inclusive patético, pero su frenesí se describe con un tono risible. Ejemplo de ello es su primer gesto físico de la novela. Limpia las armas de sus «bisabuelos», y otro detalle patético se encuentra en el hecho de que sean éstas «tomadas de orín y llenas de moho». Luego se tiene que construir una celada de encaje, la armadura que cubre la cabeza, y algo que no tiene. Añadiendo un poco de cartón a un morrión logra que éste parezca una celada. Este primer episodio de la novela es ciertamente gracioso. Según el narrador: «Es verdad que, para probar si era fuerte y podía estar al riesgo de una cuchillada, sacó su espada y le dio dos golpes, y con el primero y en un punto deshizo lo que había hecho en una semana». Luego de este primer intento, se construye otra celada, hasta que finalmente, «quedó satisfecho de su fortaleza, y sin querer hacer nueva experiencia de ella, la diputó y tuvo por celada finísima de encaje». Después de este verdadero remolino esquizofrénico de héroes caracterizado por evaluaciones contradictorias, el narrador nos recuerda que, «rematado ya su juicio», DQ determinó «hacerse caballero andante» y lo hizo, fijemos bien, «así para el aumento de su honra como para el servicio de su república».
  • 9. 9 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu LECCIÓN 2 Giremos ahora a la presentación del famoso caballo de DQ, Rocinante. Se trata de un animal triste, patético. La frase latina que lo describe «tantum pellis & ossa fuit» indica que es piel y huesos. Pero a DQ le parece que cuenta con la grandeza de los caballos más célebres, como si se tratara de otro Bucéfalo, el caballo de Alejandro Magno, u otro Babieca, el del Cid. Después de varios intentos, porque igual que con la construcción de la celada, al héroe le cuesta ponerle un nombre apropiado a su caballo, al final se decide por «Rocinante», que combina el patetismo de “rocín” con lo sonoro de la terminación “ante”, que se hace eco de Durandarte o quizás Morgante. Aquí hay un pequeño juego de palabras poético, tocado por otra dosis de patetismo, cuando el narrador nos dice que el nombre indicaba «lo que había sido cuando fue rocín, antes de lo que ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo». Fijémonos en cómo el narrador va cobrando más preponderancia, ofreciéndonos sus opiniones mezcladas con las del protagonista y soltándose la pluma para seguir cláusulas subordinadas por dónde le lleven. Para terminar con Rocinante, fijémonos un momento en las primeras palabras que Cervantes le ha dedicado: «tenía más cuartos que un real». Este es una de las primeras metáforas de toda la novela, así que no la tomemos ligeramente. Por una parte, Cervantes alude a una enfermedad (Rocinante parece tan enfermo y patético como su dueño) que afecta a los caballos, dividiéndoles las pezuñas. Por otra parte, es la primera alusión al desastre monetario que define la época, según el cual los cuartos valían cada vez menos respecto a los reales. Oficialmente, 68 cuartos equivalían a un real, cada uno valorado a cuatro maravedís, pero la verdad era que en torno a 1605, año en que se publica DQ, a nadie le interesaba recibir cuartos, porque ya no contenían plata después de haber sido ésta extraída por los oficiales del país. La primera frase para describir a Rocinante parece casual, cómica; es, no obstante, complicadísima a la vez por su referencia a la economía española. Vemos al símbolo fundamental de la caballería corrompido a través de sus pezuñas; casi insinuándose la ruina de los mismísimos cimientos del heroísmo castellano, ya se les sube cierto tipo de decadencia, enfermedad que los debilita incluso antes de la primera salida del noble manchego.
  • 10. 10 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu «DonQuijotedelaMancha» Seleccióndelnombre E n los últimos pasajes del primer capítulo sólo le queda a DQ arreglar la cuestión de su propio nombre como caballero, y la de su enamorada. Otra vez, el narrador alude a «los autores de esta tan verdadera historia», sembrándonos un problema que nos va a perseguir a lo largo de la novela. ¿Cómo se llamaba DQ antes de volverse loco? ¿¡Quién sabe!? Unos dicen Quesada y otros Quijada. Al final, identificándose esta vez, como hacía en el principio, con Amadís de Gaula, decide llamarse «don Quijote de la Mancha», para honrar a su linaje y su patria. Esto suena ridículo:“Quijote”suena algo despectivo, incluso diminutivo, y“La Mancha”no es exactamente una región gloriosa, sino más bien seca, triste y pobre, tal como el héroe. De hecho, si pensamos en el sentido literal de “La Mancha”, nuestro héroe ha asumido un nombre que indica suciedad, contaminación, quizás alguna deshonra en el pasado relacionada con impureza racial o moral. Finalmente, llegamos a la parte de la exposición dedicada a Dulcinea del Toboso. Una vez más, es engañosamente sencilla. DQ necesita a una dama a quien dedicarle sus hazañas, entonces elige a una labradora que vive en un pueblo vecino, Aldonza Lorenzo, y de quien ya se muestra enamorado, y le da otro nombre tan sonoro como el suyo y el de su caballo: Dulcinea del Toboso. Pero démosle a Dulcinea su importancia. Representa una motivación universal: el amor. Y no es casualidad que emerja el amor por Dulcinea de un momento estilísticamente importante también. Vemos aquí el primer diálogo en una novela reconocida por su dialogismo, un dialogismo que toma muchísimas formas (cartas, discusiones, retos, cuentos dentro de otros cuentos, todos comentados y debatidos por los personajes, etc.). Y el primer diálogo de la novela resulta ser uno interior: DQ, según el narrador, «Decíase él» a sí mismo: Recordemos que el primer caso de estilo directo, es decir, de una cita tal cual, era un pasaje ridículo y retorcido de Feliciano de Silva, autor de libros de caballerías. Ahora vemos el efecto de esa cita. Esta vez el estilo indirecto da lugar al estilo directo interior; es decir, el narrador nos da LECCIÓN 3 Identificándose esta vez, como hacía en el principio, con Amadís de Gaula, decide llamarse «don Quijote de la Mancha», para honrar a su linaje y su patria.
  • 11. 11 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu una cita no sólo de lo que dice otro personaje o narrador, sino de lo que éste se dice a sí mismo. Es más, este diálogo interior contiene dentro de sí otras citas, porque DQ imagina la voz de un gigante a quién él mismo habrá vencido y luego enviado a Dulcinea para proclamar su victoria: «¿no será bien tener a quien enviarle presentando, y que entre y se hinque de rodillas ante mi dulce señora, y diga con voz humilde, y rendida: “Yo, señora, soy el gigante Caraculiambro, señor de la ínsula Malindrania, a quien venció en singular batalla el jamás como se debe alabado caballero don Quijote de la Mancha, el cual me mandó que me presentase ante vuestra merced, para que la vuestra grandeza disponga de mí a su talante”?» Discurso directo e interior que contiene otro discurso directo. La narrativa cervantina es magistral de por sí. Y la voz narrativa arranca justo al referirse a Dulcinea. Por cierto, ¿de dónde viene este deseo por una joven de un hombre que roza los cincuenta años? ¿Sólo de los libros de caballerías? ¿No habrá algo en el aire? ¿Podría haberle generado esta lujuria algunas de las presencias femeninas en su propia casa? Estas y otras preguntas referidas al tema del amor y el deseo pasional nos van a ocupar a lo largo de nuestra recorrida de la novela. Para resumir: La situación del hidalgo es desdichada, hasta desesperada podríamos decir. Hay decadencia, digamos entropía por todas partes. Reina la pobreza y el patetismo. DQ no administra bien su hacienda y gasta todo su patrimonio en libros de caballerías. De igual manera, su mismísimo caballo se deshace, descomponiéndose desde las pezuñas hacia arriba, tan rocín y flaco y destruido como la moneda del mismísimo Imperio Español que DQ parece querer volver a su gloria pasada. Pero, y aquí radica el genio de Cervantes, todo esto es cómico a la vez: recordemos la prueba de la celada, y mantengamos en mente los argumentos ridículos y violentos que ya ha tenido DQ con el barbero y el cura sobre cuál sería el más caballero de todos los caballeros. Incluso podemos imaginar a DQ caminando de un lado a otro, volviéndose loco intentando interpretar las frases tan retorcidas de Feliciano de Silva: «La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura». ¿Qué diablos quiere decir eso? Sin duda, Cervantes juega con sus lectores. Y finalmente, hay que admitir que prevalece cierta universalidad aquí. El pobre viejo está frustrado con su aburrida vida a la vez que harto de ser inútil. Y encima está enamorado, ¿quién no se ha enamorado alguna vez y quién no ha sentido la necesidad de demostrar su valentía o valor? Sobre todo DQ quiere resistir las entropías de la vida, del cuerpo, de la mente, de su hacienda, aún del mundo en su totalidad, como mínimo hasta obtener el reino de Trapisonda en la costa del sur del Mar Negro. Y tiene en la mente la grandiosa idea de salir y hacer algo bueno para mejorar todo, para poner todo de nuevo en su lugar adecuado y familiar, y lo va a intentar, pase lo que pasare. LECCIÓN 3 Aquí radica el genio de Cervantes, todo esto es cómico a la vez: recordemos la prueba de la celada, y mantengamos en mente los argumentos ridículos y violentos que ya ha tenido DQ con el barbero y el cura sobre cuál sería el más caballero de todos los caballeros.
  • 12. 12 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Elescape delprotagonistadesupropiacasa A l principio del segundo capítulo de DQ somos testigos del escape del protagonista de su propia casa; el narrador utilizando juegos de palabras y toques cómicos, pero simbólicos a la vez, nos dice textualmente:«subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga, tomó su lanza, y por la puerta falsa de un corral salió al campo». Luego aprendemos que el primer problema que tiene DQ, algo que le hace «titubear en su propósito», es que técnicamente, según la «ley de caballería», no ha sido todavía armado caballero. Así que determina «hacerse armar caballero del primero que topase», pero hasta entonces es menester llevar las «armas blancas», es decir, sin imagen o «empresa» en el escudo. Evidentemente, las armas de sus bisabuelos no son tan blancas, porque se dice a sí mismo que tiene que limpiarlas en algún momento, de manera «que lo fuesen más que un armiño». El armiño es símbolo de la pureza. ¿Pureza sexual? ¿Moral? ¿Militar?... Quizás todos estos. Entre tanto, pensando que las aventuras tienen que tener lugar de manera aleatoria, deja que Rocinante ande por donde quiera, y empieza a narrar su propia historia. Notemos de nuevo el estilo directo de Cervantes, el cual nos da acceso a los pensamientos interiores del caballero: «iba hablando consigo mismo». Recurriendo a esta técnica, el autor consigue establecer o recordarnos varios temas: 1) trae la temática mitológica greco-romana, dejando que DQ aluda a Apolo, dios del sol, y a Aurora, la del alba (esta última perseguida por su «celoso marido»); 2) presenta, por primera vez, la idea de un «sabio encantador», que en las aventuras venideras, además de ser el «coronista» de la historia de DQ según un recurso típico de los libros de caballerías, le va a fastidiar algunas veces y otras a socorrer; 3) nos deja ver el orgullo que tiene DQ de sí mismo: «cuando el famoso caballero don Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso caballo»; 4) nos recuerda a Rocinante, su compañero fiel, y a Dulcinea, su motivación Así que determina «hacerse armar caballero del primero que topase», pero hasta entonces es menester llevar las «armas blancas», es decir, sin imagen o «empresa» en el escudo. LECCIÓN 4
  • 13. 13 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu amorosa; y 5) resalta el lenguaje ridículo que prefiere utilizar DQ, sobre todo el uso de la ‘f’ medieval en lugar de la ‘h’ moderna: «mucho agravio me habedes fecho en despedirme y reprocharme con el riguroso afincamiento de mandarme no parecer ante la vuestra fermosura». Este juego lingüístico se va a mantener a lo largo de la novela y veremos cómo otros personajes, e incluso el mismísimo narrador, lo van a adoptar en momentos claves con efectos cómicos. Finalmente, el narrador nos prepara para la primera aventura, recordándonos el estado psicológico inestable de DQ al observar que ese día hacía suficiente calor para «derretirle los sesos, si algunos tuviera». Y justo después de esta observación, aprendemos cómo cree el hidalgo que se va a ganar el título de caballero: «quisiera topar luego luego con quien hacer experiencia del valor de su fuerte brazo», es decir, por la fuerza. Ahora Cervantes nos vuelve a subrayar el problema de la autoría incierta de todo lo que estamos leyendo. ¡Otra complicación laberíntica!: resulta que hay autores que creen que la primera aventura fue la de Puerto Lápice y otros, la de los molinos de viento, pero el narrador nos reporta que ha encontrado en los «anales de la Mancha» que nada pasó ese día. ¿Qué anales son estos? Y todavía más importante, ¿quién es el autor? No lo sabremos por muchos capítulos. Sólo sabemos que DQ buscaba un castillo o una cabaña en que pasar la noche. Pero lo que encuentra es algo más prosaico: una venta. Este descubrimiento se narra en términos que son a la vez bíblicos y épicos:«una venta, que fue como si viera una estrella que, no a los portales, sino a los alcázares de su redención le encaminaba». Fijémonos en que el castillo, asociado desde la Edad Media con el reino de Castilla, se transforma en unos alcázares, sugiriendo el sur árabe de la Península hacia el cual camina el héroe en busca de cierta «redención». Alcázar, del árabe clásico “Al-qasr”, significa literalmente “la fortaleza”. Así que, hacia el sureste de Toledo, en el campo de Montiel, tanto DQ como su imaginación vagan según una trayectoria que lo lleva hacia el sur, hacia los alcázares de Andalucía. Y claro, esa fortaleza andaluza tendrá su «puente levadiza y honda cava». LECCIÓN 4 «mucho agravio me habedes fecho en despedirme y reprocharme con el riguroso afincamiento de mandarme no parecer ante la vuestra fermosura»
  • 14. 14 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu A diferencia de la pureza y transcendencia mitológicas que observamos al principio del capítulo, pronto contemplamos a DQ parado delante de los primeros personajes mundanos de la novela: un par de «mujeres mozas» (prostitutas) que «iban a Sevilla con unos arrieros» (muleros). Esta es la primera referencia explícita a la sexualidad de una novela repleta de alusiones al respecto. Notemos otra vez el desarrollo sutil y cómico de la locura de DQ, por medio del narrador informándonos de que esperaba «que algún enano se pusiese entre las almenas a dar señal con alguna trompeta de que llegaba caballero». Aquí tenemos otra intervención risible por parte del narrador, que se burla de las expectativas puritanas de algunos lectores: DQ recibe el anuncio de bienvenida cuando oye el sonido del cuerno de un porquero que se acerca con «una manada de puercos (que sin perdón así se llaman)». Acercándose a las prostitutas, DQ otra vez recurre a su lenguaje ridículo: «Non fuyan las vuestras mercedes ni teman desaguisado alguno, ca a la orden de caballería que profeso non toca ni atañe facerle a ninguno». Y de repente, surge la risa entre los personajes femeninos. DQ es una novela famosa por su comicidad. Deberíamos preguntarnos aquí: ¿Qué significa la risa? En este caso vemos que la risa puede indicar, o incluso causar, tensión social: «acrecentaba en ellas la risa, y en él el enojo». Aquí la risa parece poner en jaque el ego de DQ. Luego hay un intercambio entre DQ y el ventero, «alcaide de la fortaleza», pero también «señor castellano» según el caballero andante. En realidad, el ventero es más bien un pícaro, figura ya clásica en la literatura de la época, es decir, figura intermedia entre un ladrón y un pordiosero que casi siempre está de burlón. Aquí hay un juego de palabras entre los dos significados de «castellano»: por una parte, en la época medieval ya anticuada pero a la cual DQ siempre recurre, significa «gobernador de un castillo», pero el ventero se lo toma como alusión a «los sanos de Castilla», que en la jerga común significaba “ladrón”. Claro, también se usaba para hablar de alguien del reino de Castilla. Y el narrador nos dice que el castellano, perdón, lo llamemos ventero, «era andaluz, y de los de la playa de Sanlúcar» en la costa noroeste de Cádiz. Las referencias a la geografía siempre son importantes en DQ. LECCIÓN 4
  • 15. 15 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu El primer ejemplo de la poesía en la novela establece una identificación entre DQ y Lanzarote, caballero famoso por su sexualidad. DQ cita un famoso romance sobre Lanzarote, «Nunca fuera caballero / de damas tan bien servido», para luego decirles a las prostitutas que tiempo vendrá cuando «el valor de mi brazo descubra el deseo que tengo de serviros». Una vez más, Castilla y Andalucía se contrastan, esta vez entorno al término «truchuela». El narrador nos informa que este plato de pescado re salado se llama «abadejo» en Castilla, pero «bacallao» en Andalucía. Es llamativo el hecho de que DQ no entienda la referencia, y crea que las mozas se refieren a las crías de la trucha. Así el narrador monta otro chiste, que (¿por casualidad?) opera según otra alusión monetaria. DQ acepta el plato, diciendo que con tal de que haya muchas truchuelas, éstas serán equivalentes a una trucha: «eso se me da que me den ocho reales en sencillos, que en una pieza de a ocho». Después viene una eucaristía perversa compuesta de pan negro y un vino que DQ no puede beber debido a que lleva puesto su complicado yelmo. Dada la temática picaresca de este episodio, es probable que la caña (una especie de sorbete) aluda a un famoso episodio del Lazarillo de Tormes. El remate del episodio viene cuando se oye el «silbato de cañas», esta vez, no de un porquero, sino de «un castrador de puercos». Todo muy irreverente. «eso se me da que me den ocho reales en sencillos, que en una pieza de a ocho» LECCIÓN 4
  • 16. 16 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu A l principio del capítulo tres, DQ le dice al ventero: «me habéis de armar caballero, y esta noche en la capilla de este vuestro castillo». Pronto aprenderemos que hay un problemilla aquí y es que no hay capilla; está en reformas. Da igual, porque el ventero le proporciona una alternativa a nuestro hidalgo. El plan es que esta noche DQ va a vigilar o «velar» las armas en un corral. Conforme se arregla todo esto, el narrador nos subraya el pasado picaresco del ventero, dándonos una lista de lugares en España frecuentados por este tipo de personaje burlón. ¿Hemos ya dicho que la geografía es importante en el Quijote? Pero también lo es para el género literario de la picaresca, al cual Cervantes recurre continuamente, uno que también se centra en temas fundamentales como son la legalidad de ciertos actos y el uso y obtención del dinero. Todo esto también enfatiza aspectos de la economía moderna: el ventero dice que vive del dinero de otros y que acoge a «todos los caballeros andantes, de cualquiera calidad y condición» (la ironía radica en el sentido literal que le da a la profesión de DQ) y que éstos siempre le dan su dinero «en pago de su buen deseo». ¿Es el ventero un pícaro de verdad? En parte sí, pues, según el narrador, conoce bien las «audiencias y tribunales» que hay «casi en toda España»; pero, por otra parte, desde luego que no: el pícaro roba y mendiga para sobrevivir; no entra en el mercado de servicios a cambio de dinero. Seguimos con el tema. Queda claro el contraste entre la realidad moderna del ventero y la ficción anticuada y anacrónica del hidalgo loco: «Preguntole si traía dineros; respondió don Quijote que no traía blanca, porque él nunca había leído en las historias de los caballeros andantes que ninguno los hubiese traído». El ventero le recomienda a DQ que siempre lleve consigo dineros y camisas, añadiendo a estos dos objetos pragmáticos el tema ya establecido de la medicina: «y una arqueta pequeña llena de ungüentos para curar las heridas». «Mehabéisde armarcaballero» LECCIÓN 5
  • 17. 17 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu El ventero nos deja ver que él también ha leído los libros de caballerías (lo que parece indicar una fantasía generalizada del periodo), diciendo que DQ, a diferencia de los héroes de esos libros, no puede confiar en que le cure «algún sabio encantador» con «alguna redoma de agua de tal virtud que, en gustando alguna gota de ella, luego al punto» se sane de sus heridas. Descartando la posibilidad de que los caballeros no fuesen acompañados por escuderos, pero quizás sembrándole en la mente de DQ la idea de contratar a Sancho Panza, el ventero le dice, de manera graciosa e ingeniosa, que las tres cosas fundamentales, «dineros», «hilas y ungüentos», las llevaba la mayoría de los héroes «en unas alforjas muy sutiles, que casi no se parecían, a las ancas del caballo». Reímos, pero también observamos tres temas fundamentales de la novela: el dinero, los textiles y la curación de locos y/o heridos. Y, por cierto, varias alforjas van a ser bastante sutiles a lo largo de la novela. Luego, nuestro héroe, ya descrito en el primer capítulo como «seco de carnes», se ubica en el corral para velar las armas, situándolas «sobre una pila que junto a un pozo estaba». Verdaderamente no sé qué hace Cervantes aquí con el agua, pero parece anticipar a Freud por trescientos años. Ahora transcurren conflictos entre DQ y los arrieros de la venta que acuden para «dar agua a sus mulos». La intransigencia de DQ es divertidísima. ¡Nadie puede pasar! (cf. el “Caballero Negro” de Monty Python: http://www.youtube.com/ watch?v=zKhEw7nD9C4): «¡Oh tú, quienquiera que seas, atrevido caballero, que llegas a tocar las armas del más valeroso andante que jamás se ciñó espada! Mira lo que haces, y no las toques, si no quieres dejar la vida en pago de tu atrevimiento». Y cuando el primer arriero no le hace caso, también es hilarante la reacción de DQ: «alzó los ojos al cielo y, puesto el pensamiento –a lo que pareció– en su señora Dulcinea, dijo: “Acorredme, señora mía, en esta primera afrenta”». Se repite el encuentro con otro mulero. «en unas alforjas muy sutiles, que casi no se parecían, a las ancas del caballo» LECCIÓN 5
  • 18. 18 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu LECCIÓN 5 La violencia con la cual DQ reacciona en la presunta primera novela realista nos debería interesar. ¿Es un toque ridículo, puramente cómico, sádico? ¿O deberíamos tomarlo más en serio? Quizás la reacción de los demás personajes sea una pista. Mientras DQ se enfurece y cobra ánimos «que si le acometieran todos los arrieros del mundo, no volviera el pie atrás», todos los demás salen de la venta y «comenzaron desde lejos a llover piedras sobre don Quijote». Evidentemente DQ les ha hecho daño a los arrieros, pero en esta venganza colectiva resuena la experiencia bíblica de San Esteban, ¿no?, como si se pasaran un poco con el héroe (véase Hechos 6.5). Al final, DQ les grita «vosotros veréis el pago que lleváis de vuestra sandez y demasía». Dado el tema económico en el que se fundamenta el episodio, notemos bien que es el ventero quien impone la paz a la situación. Decide «darle la negra orden de caballería» y esto se realiza de manera risible, con el ventero fingiendo que lee «alguna devota oración» mientras murmura «entre dientes como que rezaba». Fijémonos en el detalle mundano de que en realidad el castellano, perdón ventero, lee de un “libro de cuentas”. Entre tanto, las dos prostitutas acaban la ceremonia poniéndole las espuelas y ciñéndole la espada al caballero. Después, DQ les da a éstas unos nombres tan sonoros, como el suyo, el de su caballo y el de Dulcinea, en este caso: «doña Tolosa» y «doña Molinera». Otra vez, observamos el mundo burgués que se subraya con el hecho de que la primera moza sea hija de un «remendón» o sastre, que vive cerca de «las tendillas de Sancho Bienaya», un mercado en Toledo, y la segunda sea «hija de un honrado molinero de Antequera». Y por si acaso nos hemos olvidado de la trayectoria geográfica de la novela, ¿dónde está Antequera? Pues, en Málaga, en la costa del Mediterráneo. Para resumir: En la primera venta del Quijote vemos las primeras alusiones explícitas a la sexualidad; el contraste persistente, primero, entre la pureza y la impureza y, segundo, entre la negritud y la blancura; el énfasis en el reiterado “valor del brazo” de DQ; la continua trayectoria geográfica y lingüística hacia al sur, la cual subraya la idea de DQ como un castellano que se encuentra con todos los aspectos culturales e históricos de Andalucía. Vemos múltiples alusiones al género literario de la novela picaresca, las cuales cuajan bien con la idea de DQ confrontándose con el mundo burgués. Y vemos el primer indicio de lo que resultará una verdadera obsesión por parte de Cervantes, sus personajes y sus múltiples narradores con mulas, arrieros, asnos, y todo tipo de cosa “asnina”.
  • 19. 19 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Al final de la aventura en la primera venta descubrimos que todo el aventurismo clásico al principio de la salida, como si fuese el nacimiento del «novel caballero», se deshace en el mundo mundano: un mundo de arrieros, prostitutas, porqueros, incluso un castrador de puercos. Se destacan los consejos detallados del ventero sobre la importancia del dinero; el libro de cuentas de su clientela (precisamente los arrieros), el cual sustituye a una Biblia; la alusión al mercado de Toledo; y quizás sobre todo el hecho de que el ventero deja que nuestro héroe salga «sin pedirle la costa de la posada». Y por cierto, ya hemos visto dos alusiones a los molinos de viento, una en el capítulo dos, cuando el narrador pondera cuál fue la primera aventura de DQ, y otra al final del capítulo tres, cuando DQ se despide de la prostituta «la Molinera» de Antequera. «hija de un honrado molinero de Antequera» LECCIÓN 5
  • 20. 20 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu JuanHaldudoyAndrés M e gustaría empezar nuestro repaso del capítulo cuatro con una imagen que nos ayudará reflexionar sobre el significado del capítulo anterior y muchos de los venideros. Los burgueses de Calais es una composición en bronce esculpida por Auguste Rodin y terminada en 1888. Igual que la mente de DQ, se centra en eventos ya antiguos, medievales. En el año 1347, a principios de la Guerra de los Cien Años, la ciudad francesa de Calais, en la costa del Canal de la Mancha, fue sitiada por las fuerzas de Eduardo III de Inglaterra. Felipe VI de Francia mandó que la ciudad resistiera a toda costa. Al final, Eduardo III se ofreció a respetar la vida de los pobladores de la ciudad si seis de sus hombres más notables se rendían ante él, y se presentaban vestidos en camisón, junto con las llaves de la ciudad y con una soga amarrada al cuello. Hubo debate en la ciudad, pero pronto uno de los hombres más ricos se levantó y dijo que sería una “desgracia permitir que esta gente muera de hambre si podemos encontrar una alternativa”. Otros cinco le hicieron compañía, ofreciéndose a sacrificarse. ¿Cuál es el punto de esta historia? Un aviso. Los mercaderes son seres humanos falibles como todos los demás, pero si arremetemos contra ellos por el mero hecho de que sean ricos, habrá malos resultados para todos. En el capítulo cuatro, encontramos a DQ tan contento de verse armado caballero «que el gozo le reventaba por la cinchas del caballo». Mantiene en mente cumplir con los consejos del ventero de provenirse de dineros y camisas, y ya tiene planes para contratar a «un labrador vecino suyo que era pobre y con hijos, pero muy propósito para el oficio escuderil». Todo esto es graciosísimo, pero ¡ojo!, Cervantes nos está tendiendo LECCIÓN 6
  • 21. 21 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu una trampa. Ahora vamos a investigar la difícil relación en la que se funda el comercio, la del empleador y su empleado, o del amo y su criado en el mundo del siglo XVII. Es una escena primordial, una versión cómica de la alegoría del maestro y el esclavo en Hegel. DQ oye «unas voces delicadas, como de persona que se quejaba» saliendo «de la espesura de un bosque». Y concluye que es su primera oportunidad de cumplir con las obligaciones de su nueva profesión. Se trata de una versión de la antigua leyenda del pastorcito que miente. La diferencia radica en que Andrés es un pastorcito que la está pagando, pero duro. El labrador rico, Juan Haldudo, está azotando a su criado porque éste no guarda bien «una manada de ovejas» y cada día le falta una. Según las costumbres de la época, Haldudo tiene derecho a esto, pero DQ no duda en rescatar al niño y consigue que el labrador le prometa pagar a Andrés todo su salario. Hay ironía y humor aquí junto con la brutalidad: en primer lugar, recordemos que al final del capítulo anterior DQ salió de la venta sin pagar; en segundo lugar, nuestro héroe no es nada bueno con las matemáticas: Andrés le informa que su amo le debe «nueve meses, a siete reales cada mes. Hizo la cuenta don Quijote y halló que montaban setenta y tres reales». ¡Hay editores que creen que esto podría haber sido error de Cervantes! No están en lo cierto. Pero esperemos. Puede ser aún más complicado este asunto. ¿Es que DQ es tonto, o será que le ha añadido alguna multa, quizás el interés, al salario retroactivo? De todos modos, es curioso que Haldudo se lance a debatir la cantidad que le debe al niño: «porque se le habían de descontar y recibir en cuenta tres pares de zapatos que le había dado, y un real de dos sangrías que le habían hecho estando enfermo». DQ no aguanta excusas, arguyendo bien, «si él rompió el cuero de los zapatos que vos pagastes, vos le habéis rompido el de su cuerpo». Concluye: «no os debe nada». Haldudo le dice al caballero que no tiene dinero (pensamos de nuevo en el ventero), pero le ofrece pagar a Andrés lo que le debe en casa. ¡Ni hablar! Andrés expresa su duda de manera simbólica, observando que una vez ausente el caballero, el labrador le va a desollar «¡como a un San Bartolomé!». Volveremos a esta idea del amo malo literalmente desollando al criado a quien no le paga. DQ, ¡qué ingenuo!, o mejor dicho, siempre sobre confiado de su propio poder, dice que confía en la palabra de Haldudo. Al final, éste jura «por todas las órdenes que de caballerías hay en el mundo» que va a pagarle al mozo «un real sobre otro, y aun sahumados». Esto de pagarle su salario retroactivo de manera “perfumada” sí alude a los intereses. Y lo destacado de la reacción de DQ es que, igual que las pezuñas decaídas de Rocinante, subraya otra vez el problema de la devaluación monetaria: «“Del sahumerio os hago gracia”, dijo don Quijote, “dádselos en reales, que con eso me contento”». En otras palabras, con tal de que Haldudo le pague a Andrés lo que le debe en monedas de plata, y no de cobre, pues los intereses se pueden excusar porque siguen manteniendo su valor los reales a diferencia de los cuartos. LECCIÓN 6 «una manada de ovejas» y cada día le falta una
  • 22. 22 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Al final del episodio, Haldudo se vuelve malvado y vuelve a azotar a Andrés, y vemos lo cinematográfico que es el estilo de Cervantes entorno a esta transformación sádica: «Siguiole el labrador con los ojos y, cuando vio que había traspuesto del bosque y que ya no parecía, volviose a su criado Andrés y díjole: “Venid acá, hijo mío, que os quiero pagar lo que os debo”», añadiendo con un sarcasmo amargo, «quiero acrecentar la deuda, por acrecentar la paga». Y encima de este incidente, tenemos otro ejemplo de un personaje mofándose de DQ por imitar su lenguaje ridículo: «“Llamad, señor Andrés, ahora”, decía el labrador, “al desfacedor de agravios: veréis como no desface aquéste”». Entre tanto, DQ, muy satisfecho de sí mismo, sigue su camino. Escuchemos bien la manera en la que termina narrándose a sí mismo su primera hazaña como caballero andante: «hoy ha desfecho el mayor tuerto y agravio que formó la sinrazón y cometió la crueldad: hoy quitó el látigo de la mano a aquel despiadado enemigo que tan sin ocasión vapulaba a aquel delicado infante». En esto llega «a un camino que en cuatro se dividía», o sea, en unas «encrucijadas» donde se encuentran los caballeros andantes en sus libros favoritos. LECCIÓN 6 «hoy ha desfecho el mayor tuerto y agravio que formó la sinrazón y cometió la crueldad: hoy quitó el látigo de la mano a aquel despiadado enemigo que tan sin ocasión vapulaba a aquel delicado infante»
  • 23. 23 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu C on dos toques hilarantes, Cervantes nos da la imagen de DQ imitando a sus héroes, esperando «un rato quedo» y pensando en cuál camino tomar, y luego cuando por fin decide soltar las riendas de Rocinante para que el caballo ande por sí mismo, éste sigue su instinto de regresar a su establo. Pero el animal no llega. La próxima aventura nos lleva al otro extremo del abanico del mundo comercial. Aquí DQ enfrenta con un grupo de mercaderes toledanos que van (no nos debería de sorprender) hacia Murcia «a comprar seda». Es un pequeño boceto tanto de la historia como de la economía de la zona: una ruta de comercio entre Toledo, la capital antigua del imperio español, y Murcia, ciudad en el corazón de la región morisca, famosa por su industria de la seda y un puerto en el Mediterráneo con acceso a todo un mundo de productos exóticos provenientes del oriente. Tanto la arrogante determinación de DQ como la majadera y sobre dramática lógica de su fantasiosa causa son aquí risibles: «Todo el mundo se tenga, si todo el mundo no confiesa que no hay en el mundo todo doncella más hermosa que la Emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso». Los mercaderes se paran, y notamos otra maravilla cinematográfica; casi podemos escuchar las pezuñas de los jumentos calmándose mientras los toledanos deciden qué hacer, ¿a dónde va todo esto? Uno de los mercaderes decide fastidiar de manera genial: «mostrádnosla, que, si ella fuere de tanta hermosura como significáis, de buena gana y sin apremio alguno confesaremos la verdad». DQ no duda en replicar: «¿qué hiciérades vosotros en confesar una verdad tan notoria? La importancia está en que, sin verla, lo habéis de creer, confesar, afirmar, jurar y defender; donde no, conmigo Losmercaderestoledanos LECCIÓN 7
  • 24. 24 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu sois en batalla, gente descomunal y soberbia». El mercader no se rinde: «que vuestra merced sea servido mostrarnos algún retrato de esa señora, aunque sea tamaño como un grano de trigo... y quedaremos con esto satisfechos y seguros». Y sigue: «creo que estamos ya tan de su parte, que, aunque su retrato nos muestre que es tuerta de un ojo y que del otro le mana bermellón y piedra azufre, con todo eso, por complacer a vuestra merced, diremos en su favor todo lo que quisiere». Ahora se ha pasado este personaje. Responde a ello DQ: «No le mana, canalla infame... no le mana, digo, eso que decís, sino ámbar y algalia entre algodones... Pero vosotros pagaréis la grande blasfemia que habéis dicho». El episodio termina de manera graciosa cuando Rocinante se cae y DQ, que estaba montado sobre el animal, no se puede levantar «con el peso de las antiguas armas». Y aun así, sigue retando a sus enemigos: «Non fuyáis, gente cobarde; gente cautiva». Al final un mozo de mulas no aguanta más: «tomó la lanza y, después de haberla hecho pedazos, con uno de ellos comenzó a dar a nuestro don Quijote tantos palos, que, a despecho y pesar de sus armas, le molió como cibera». Atención a este último verbo. Muy cómico sí, pero fijémonos en la esencia de la confrontación. El sustantivo «confesión» y el verbo «confesar» ocurren cinco veces en el diálogo entre DQ y el mercader burlón, y el caballero atribuye su «cólera», su «furia y enojo» a la «blasfemia» de sus enemigos, que se niegan a «creer» en lo que les dice. Hay algo inquisitorial en DQ y los mercaderes expresan las dudas típicas de los moriscos y los judíos no dispuestos a aceptar ciertos dogmas de la fe católica, sobre todo, los que tienen que ver con cierta mujer perfecta y madre de Dios. Es decir, la Reconquista sigue en alce y DQ reivindica una parodia de los valores religiosos de lo que los historiadores llamarían el “Estado confesional” de la Contrarreforma. ¿Y en qué consistían la Reconquista y la Inquisición si no cierta venganza por parte de pobres cristianos viejos de la Meseta contra los ricos mercaderes árabes y judíos del sur? Puede que ésta sea una simplificación de la Historia, pero el episodio está jugando con ella. LECCIÓN 7 «No le mana, canalla infame... no le mana, digo, eso que decís, sino ámbar y algalia entre algodones... Pero vosotros pagaréis la grande blasfemia que habéis dicho»
  • 25. 25 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu LECCIÓN 7 Para resumir: Fijémonos en cuán poco tiempo, de hecho en un solo capítulo, DQ se transforma de defensor heroico de un niño inocente que sufre un brutal azote en un bosque a inquisidor imperioso determinado a imponerles las normas de su fe a unos mercaderes en el camino real entreToledo y Murcia. Entre tanto Dulcinea delToboso se convierte en la Emperatriz de la Mancha. Ominosos acontecimientos estos que nos obligan a interrogar nuestra propia identificación con el más famoso caballero andante: a veces es noble e independiente y lucha contra las normas más bárbaras de su época; otras veces es amenazante y todo conformista y parece querer ser nada menos que el largo brazo de la ley más reaccionaria. Pero es cómico y al fin y al cabo, el hecho de que se quede «molido y casi deshecho» es culpa de Rocinante, ¿no?
  • 26. 26 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Lavueltaacasa conPedroAlonso L a vuelta a casa en que consiste la mayoría del capítulo cinco es un repaso de la crisis de identidad que vimos en el primer capítulo, donde DQ vacilaba entre Amadís de Gaula y Reinaldos de Montalbán. Ahora DQ se fija en el romance de Valdovinos, que se trata de cuando éste fue abandonado casi muerto en un bosque por el traidor lascivo Carloto (hijo de Carlomagno) y luego rescatado por su tío el Marqués de Mantua. Nuestro hidalgo se identifica con «el herido caballero del bosque» y lamenta la traición de su mujer y Carloto. Otra vez, DQ se orienta contra las fuerzas cristianas imperiales de Roncevalles. ¿Pero qué pasa con el narrador? Parece despreciar la locura del héroe, insistiendo en que la historia de Valdovinos es «no más verdadera que los milagros de Mahoma». Algo de esto suena a comentario anti-Islámico. Pero ¡OJO!, todo musulmán sabría, y todo cristiano debería saber, que Mahoma no realizó ningún milagro jamás. Hemos de preguntar: ¿quiere el narrador decir que los milagros de Mahoma en sí eran falsos? ¿O más bien que mienten los que falsifican la vida de Mahoma diciendo que los realizó? En cuanto a la identidad étnica o religiosa, el narrador parece tan poco fidedigno como DQ. Y justo en estos momentos de confusión, mientras DQ recita el triste poema desde la perspectiva de Valdovinos, acude Pedro Alonso, un labrador «vecino suyo, que venía de llevar una carga de trigo al molino». Fijémonos en cómo el labrador nos da acceso a la verdadera identidad de DQ: «Señor Quijana» lo llama y luego lo sube sobre su jumento. Notemos también que así DQ vuelve a casa, no encima de Rocinante, sino de un asno anónimo. Volveremos repetidas veces a lo asnino. No sería mala idea empezar a apuntar las apariencias de este animal controversial. LECCIÓN 8 «el herido caballero del bosque» y lamenta la traición de su mujer y Carloto
  • 27. 27 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu El narrador sigue presentándonos la condición triste del héroe. Estando tan «molido y quebrantado, no se podía tener sobre el borrico», y así, casi cayéndose del asno, y como «el diablo le traía a la memoria los cuentos acomodados a sus sucesos», de repente DQ se olvida de Valdovinos y se identifica con, ni más ni menos, el «moro Abindarráez, cuando el alcaide de Antequera, Rodrigo de Narváez, le prendió y llevó cautivo a su alcaidía». En otras palabras, los detalles de la narración siguen su trayectoria hacia el sur: DQ se identifica con un moro, el término «alcaide» es árabe, incluso el lugar a dónde DQ va «cautivo» en su mente, Antequera, se encuentra en Andalucía entre Córdoba y Málaga (y nos recuerda a «la Molinera» del capítulo tres). Evidentemente, Cervantes tomó la primera muestra del género de la “novela morisca”, El Abencerraje, novela que se trata de los amores del moro Abindarráez y la mora Jarifa y que se encuentra al final de La Diana, novela pastoril de Jorge de Montemayor, como clave para su propio texto. Y por si acaso no hemos estado prestando atención, DQ mismo nos lo dice bien claro cuando le explica la naturaleza de su locura a su vecino: «Sepa vuestra merced, señor don Rodrigo de Narváez, que esta hermosa Jarifa que he dicho es ahora la linda Dulcinea del Toboso, por quien yo he hecho, hago y haré los más famosos hechos de caballerías que se han visto, vean ni verán en el mundo». ¡Hala! ¡Así que DQ es Abindarráez y Dulcinea es Jarifa! Estamos en el quinto capítulo de una novela que tiene cincuenta y dos en total, y el «molido hidalgo» manchego ya es un moro y su enamorada, mora. ¿Alguien dijo “blasfemia”? ¿Quizás “herejía”, “traición”? ¿Es nuestro loco protagonista “diabólico”? Desde luego, DQ diría que no. De hecho, cuando Pedro Alonso intenta aclararle su identidad, responde de manera resuelta: «Yo sé quién soy». Hay una profunda lección aquí sobre la continua inestabilidad de la ironía cervantina, algo que surge de lo que acabamos de aprender: Antes, cuando DQ atacaba a los mercaderes por su “blasfemia” porque no admitían la perfección de Dulcinea, ¿ya tenía en mente a esta Dulcinea- Jarifa? Y si es que sí, entonces, ¿imponía la ortodoxia o reivindicaba la heterodoxia? LECCIÓN 8 «molido y quebrantado, no se podía tener sobre el borrico» y así, casi cayéndose del asno, y como «el diablo le traía a la memoria los cuentos acomodados a sus sucesos»
  • 28. 28 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Con esto estamos a punto de entrar en la famosa parodia de la Inquisición, y la más feroz de toda la novela contra la institución que se dedicaba a purificar la identidad española de manera ideológica e incluso sanguínea. Entre tanto, notemos tres aspectos de la conclusión del capítulo cinco: 1) se extiende el tema del conflicto entre la ortodoxia y la herejía, en la medida que el narrador atribuye la locura de DQ al diablo y el ama encomienda los «malditos libros de caballerías» a «Satanás y Barrabás», además de las siguientes alusiones explícitas a la Inquisición: la sobrina insiste en abrasar los «descomulgados libros» de DQ «como si fuesen herejes» y el cura declara que «se haga acto público y sean condenados al fuego»; 2) queda en alce el tema de la necesidad de curar al protagonista, pues, según sus propias palabras, llega a casa «malferido» y pidiendo que llamen a la sabia Urganda para que «cure y cate» de sus «feridas»; y según el ama, «sin que venga esa hurganda, le sabremos aquí curar»; 3) y finalmente, la locura de DQ parece desbordarse para contagiar el discurso de los demás personajes: primero, escuchamos a la sobrina reportar que ha oído a DQ decir que su propio sudor era «sangre de las feridas que había recibido en la batalla», luego, Pedro Alonso anuncia que trae a DQ «malferido» y, al final, el mismísimo narrador recurre al estilo indirecto libre, imitando a DQ cuando habla de sus «feridas» y reporta que ha luchado contra diez de los gigantes más «atrevidos que se pudieran fallar en gran parte de la tierra». Evidentemente, ¡hay que poner fin a este brote de desquicio cuánto antes! LECCIÓN 8
  • 29. 29 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Elescrutíneo deloslibros C omo reacción a la enfermedad del protagonista, el capítulo seis trae la famosa quema de los libros de DQ. Las ironías principales de este episodio consisten en las vacilaciones de los supuestos inquisidores durante su procesamiento, más o menos arbitrario, de los textos «herejes». El cura, el licenciado Pero Pérez y Nicolás, el barbero, se encargan de considerar si todos los «más de cien cuerpos de libros» merecen o no el «castigo de fuego». El sarcasmo del narrador llega a un crescendo con la sed de sangre que manifiestan el ama y la sobrina: «la gana que las dos tenían de la muerte de aquellos inocentes». Luego vienen desacuerdos. Por ejemplo, el cura quiere quemar al Amadís de Gaula, diciendo que como es «dogmatizador de una secta tan mala, le debemos sin excusa alguna condenar al fuego». Pero el barbero objeta tal acusación y así «se le otorga la vida por ahora». Les coge el autoritarismo de nuevo, y uno tras otro mandan muchos libros al fuego. Vemos otro toque de fanatismo religioso cuando el cura declara que «quemaré con ellos al padre que me engendró». Por cierto, ¿dónde montan el fuego? En el corral. Hmmm. Había agua en el último corral, ¿no? LECCIÓN 9 «dogmatizador de una secta tan mala, le debemos sin excusa alguna condenar al fuego»
  • 30. 30 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Pronto todo esto nos revela un buen indicio del respeto que les tenía Cervantes a Mateo Boiardo y Ludovico Ariosto, los autores italianos de las mejores burlescas de las novelas de caballerías. El cura, en un momento conciliatorio, dice que si encuentra libros de esos autores no los quemará. Incluso afirma que Ariosto se aprecia mejor en italiano, lo cual ha dado lugar a la idea de que Cervantes leía italiano. Esto no hubiera estado fuera de lo normal en aquel entonces, pues podría haber aprendido lo suficiente durante sus años en Italia, entre 1569-74. Por otra parte, esta ráfaga honorífica dedicada a estos autores señala el lugar privilegiado que va a tener Italia en la novela, que veremos en el corazón de los episodios de la Sierra Morena. Sigue, al azar, el proceso inquisitorial, y esta parece ser la base de la queja principal de Cervantes contra esa institución. A la misma vez, utiliza la situación para soltar evaluaciones literarias, perdona al Amadís, Palmerín de Inglaterra y Tirante el Blanco y a La Diana de Montemayor, a algunas colecciones de poesía lírica y, luego, a una serie de importantes poemas épicos: La Araucana de Ercilla, La Austríada de Rufo y El Monserrato de Virués. Todo esto nos permite dar un vistazo a los valores literarios de Cervantes, sin duda útil para interpretar la novela que estamos leyendo. ¿Qué tienen en común? Es peligroso generalizar, pero no nos agobiemos: La emoción, el amor, en particular, y siempre contrastado con la cólera, y desde luego nada de chauvinismo nacionalista, más bien ansiedad y duda acerca de la expansión imperialista de la España de finales del siglo XVI. Quizás Montemayor y Ercilla en particular sean los mejores ejemplos aquí de cierta orientación reformista: La Diana es un laberinto de historias de amor que desembocan en una novela morisca, que señala un deseo por reconciliación transcultural; La Araucana es una anti-épica en el sentido de que se centra más en el heroísmo de las víctimas indígenas de las Américas y representa a los españoles más bien como corruptos y sin rumbo moral. También tiene que atraer nuestra atención la referencia a La Galatea, una novela pastoril escrita por Cervantes mismo. DQ es una novela que se centra en la ficción como uno de sus temas principales y no será ésta la última vez que el autor vaya a incorporarse a sí mismo en su propio texto con efectos mareantes. LECCIÓN 9 “A la misma vez, utiliza la situación para soltar evaluaciones literarias,perdona al Amadís, Palmerín de Inglaterra y Tirante el Blanco y a La Diana de Montemayor”
  • 31. 31 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu LECCIÓN 9 Para resumir: Fijémonos en cómo el fuego inquisitorial se enciende justo cuando DQ vuelve a casa todo molido y vencido, imaginándose en el papel de un moro en una leyenda fronteriza. Todo esto establece una relación bien complicada entre el héroe y la institución más infame de la época. ¿Es que DQ se ha sobrepasado y sí merece ser condenado al igual que sus libros? ¿O será que cuando el héroe no aparece en escena, se desatan las fuerzas vengativas de sus vecinos? Incluso, ¿podría ser la destrucción de una biblioteca una forma de pesadilla personal por parte del autor? Y en ese caso, nos tendremos que preguntar, ¿cuál autor? Si admitimos la hipótesis ficticia de que hay otro autor original que escribe todo esto, según se lee en los Anales de la Mancha, es curioso cómo ese autor tiende a rechazar los libros menos fronterizos. Y nos tiene que conmover el proceso aleatorio de la quema: Tirante el Blanco, por ejemplo, sólo se escapa de las llamas porque el tomo se cae a los pies del barbero, y hasta La Galatea de Cervantes queda en un tipo de limbo, cuando el cura le niega la misericordia, guardándola aparte, por si acaso el autor lograra mejorarla en la segunda parte. Hemos de admitir que siempre será considerado un logro impresionante de Cervantes, el haber podido mofarse e, incluso, reírse de la Inquisición. Además nos deja con una trágica ironía en los momentos finales del auto de fe: «Cansose el cura de ver más libros, y así, a carga cerrada, quiso que todos los demás se quemasen; pero ya tenía abierto uno el barbero, que se llamaba Las lágrimas de Angélica. “Lloráralas yo”, dijo el cura en oyendo el nombre, “si tal libro hubiera mandado quemar”». ¿Y si fuesen todos estos libros personas de verdad? Triste ironía: el último libro rescatado es una continuación española de los amores entre Angélica y el moro Medoro, relación que enloqueció a Roldán en el Orlando furioso de Ariosto. La crisis de identidad nacional otra vez. Y no es de sorprender que el mismo autor de Las lágrimas también tradujo al español «algunas fábulas de Ovidio». ¡Ojalá surgiera a partir de aquí una metamorfosis cultural! Para terminar, se ha dicho que Cervantes inventó el arte de la novela moderna; parece que inventó el arte de la crítica literaria a la vez.
  • 32. 32 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Laaventuradelos molinosdeviento E l capítulo siete empieza con una interrupción narrativa, técnica literaria a la cual Cervantes va a recurrir con frecuencia, con fines simbólicos, políticos y morales, entre otros. Incluso hemos de admitir que esta técnica es conveniente y que quizás, en parte, el autor la emplee porque sí, o bien porque quiere transitar a algo diferente. Vale, pero me cuesta reducirlo a sólo eso. Cuando “hacemos literatura”, y supongo que quiero decir, “cuando la analizamos de manera profesional”, una estrategia recomendable es fijarnos antes que nada en cómo la forma del texto refleja su función, es decir, en cómo la estructura cuaja con el mensaje, y vice versa. A lo largo de DQ, estos chocantes “cambios de marcha” nos señalarán la artificialidad del texto, quizás exigiéndonos cierta reflexión. A la vez, es difícil no anticiparnos a Freud en todo esto, no en el sentido literal, como si Cervantes fuese freudiano, sino al revés. El agua simbólica, la sexualidad reprimida y, sobre todo, los sueños, los sueños interrumpidos y los sueños que interrumpen son todas ideas popularizadas por Freud siglos después. Y lo cierto es que sabemos que Freud leyó a Cervantes. Justo en el contexto del rescate fortuito de la quema de libros de Las lágrimas de Angélica, se despierta el héroe, como si saliera de una pesadilla: «Estando en esto, comenzó a dar voces don Quijote». Y esto viene asociado a otra crítica de la Inquisición: «Por acudir a este ruido y estruendo, no se pasó adelante con el escrutinio de los demás libros que quedaban, y así se cree que fueron al fuego, sin LECCIÓN 10 “Se despierta el héroe, como si saliera de una pesadilla: «Estando en esto, comenzó a dar voces don Quijote»”
  • 33. 33 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu ser vistos ni oídos... y quizá si el cura los viera no pasaran por tan rigurosa sentencia». Sin embargo, el énfasis aquí está en los libros que aluden a la época de Carlos V. Será importante recordar esto cuando contemplemos la política de la segunda parte de la novela. El estilo de vida, la ideología, el etos, digamos, del mito caballeresco llegó a su cenit en Europa hacia mediados del siglo XVI. En particular, bajo el Emperador Carlos V de España y el Rey Enrique II de Francia (este último murió de una herida que recibió en un torneo caballeresco), las cortes atizaron la estética de las novelas de caballerías. Por ahora, sólo notemos que al principio del capítulo siete, DQ antepone los «valerosos caballeros» a los «caballeros cortesanos», o sea, se identifica con ciertos caballeros opuestos a la corrupción cortesana. Entre tanto, sigue el tema de la salud de DQ: «porque aquel bastardo de don Roldán me ha molido a palos con el tronco de una encina, y todo de envidia, porque ve que yo solo soy el opuesto de sus valentías». Luego hay otra fuerte identificación entre DQ y Reinaldos de Montalbán. Tendremos que considerar el porqué de esta identificación en capítulos venideros. Y Cervantes sigue avanzando su crítica de la Inquisición, como si dijera “¡Así no!”: muchos libros «debieron de arder que merecían guardarse en perpetuos archivos; mas no lo permitió su suerte y la pereza del escrutiñador, y así se cumplió el refrán en ellos de que pagan a las veces justos por pecadores». A DQ le han tapado el acceso al aposento donde guardaba sus libros y el pobre está alucinado. El ama y la sobrina, en particular, intentan controlarlo, inventándole una historia para justificar la desaparición de su biblioteca. Esta escena nos impresiona por su patetismo: «Llegaba adonde solía tener la puerta, y tentábala con las manos, y volvía y revolvía los ojos por todo, sin decir palabra; pero al cabo de una buena pieza preguntó a su ama que hacia qué parte estaba el aposento de sus libros». LECCIÓN 10
  • 34. 34 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu El ama le dice a DQ que el aposento de libros «se lo llevó el mismo diablo», pero la sobrina, con más empatía, le inventa una historia que cuaja con su locura. Le dice que ha sido «un encantador que vino sobre una nube una noche», y en seguida DQ coge el cebo, añadiendo que ese encantador «sabe por sus artes y letras que tengo de venir, andando los tiempos, a pelear en singular batalla con un caballero a quien él favorece y le tengo de vencer». La reacción de la sobrina anticipa por siglo y medio al pesimismo de Voltaire en su novela sumamente quijotesca, Cándido (1759), al final de la cual el filósofo francés concluye que sería mejor si, en lugar de vagar por el mundo, todos nos quedáramos en casa para cultivar nuestros propios jardines. Así la sobrina le interroga al hidalgo: «¿No será mejor estarse pacífico en su casa, y no irse por el mundo a buscar pan de trastrigo, sin considerar que muchos van por lana y vuelven trasquilados?» Pero DQ reacciona con cólera ominosa: «tendré peladas y quitadas las barbas a cuantos imaginaren tocarme en la punta de un solo cabello». En preparación para la segunda salida, Cervantes nos presenta por primera vez a Sancho Panza. Además de su simpleza, se destaca su pobreza: «un labrador vecino suyo, hombre de bien –si es que este título se puede dar al que es pobre–, pero de muy poca sal en la mollera» y «el pobre villano se determinó de salirse con él y servirle de escudero». DQ lo seduce, explicándole que puede que ganen «alguna ínsula, y le dejase a él por gobernador de ella». Será la principal motivación de casi todo lo que haga y diga SP a lo largo de la novela. A la vez, observamos de nuevo la mala administración económica que DQ hace. Por lo menos, ahora sabe que necesita dinero, y así vende cosas y pide préstamos, aunque de manera inepta: «vendiendo una cosa y empeñando otra y malbaratándolas todas, llegó una razonable cantidad». Además, Cervantes empieza a asociar el tema del asno con SP: «pensaba llevar un asno que tenía muy bueno, porque él no estaba duecho a andar mucho a pie». Las crisis, los chistes y los juegos de palabras en torno a esta bestia siempre serán hilarantes: «En lo del asno reparó un poco don Quijote, imaginando si se le acordaba si algún caballero andante había traído escudero caballero asnalmente». LECCIÓN 10 «un labrador vecino suyo, hombre de bien –si es que este título se puede dar al que es pobre–, pero de muy poca sal en la mollera»
  • 35. 35 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Todo preparado, incluso con camisas y alforjas «conforme al consejo que el ventero le había dado», DQ y SP salen por el campo de Montiel. Se enfatiza el tema de Sancho como futuro gobernador de una isla –«yo la sabré gobernar, por grande que sea»– y se contemplan los varios estados sociales que le quedan por delante: puede que pronto sea «conde», «marqués» e incluso «rey». Luego vacila. Quizás sea mejor que Teresa (¿o Juana o Mari Gutiérrez?), la mujer de SP, sea condesa en lugar de reina. Pero DQ insiste: «no apoques tu ánimo tanto, que te vengas a contentar con menos que con ser adelantado». Todo esto de un futuro repleto de títulos y riquezas sugiere que cierta mentalidad conquistadora alimentaba el encanto de las novelas de caballerías. El capítulo ocho, el de los molinos de viento, es el más famoso de toda la novela. Antes que nada, hagámonos una pregunta: ¿Qué es un símbolo? Si “la rosa” sólo significara “el amor”, entonces sería una equivalencia y cada vez que dijéramos “rosa” estaríamos diciendo “amor”. Eso no sería un símbolo sino una sustitución pura y dura. Pero la rosa significa más, incluso aspectos bien específicos y problemáticos del amor: su color sugiere la experiencia emocional, su olor insinúa la seducción o el placer, sus espinas indican el peligro, etc. Es decir, la rosa representa un amor diferente del amor aludido por una azucena o un anillo de oro. He leído muchas interpretaciones de los famosos molinos de viento de DQ: derivan de la descripción dantesca de Satanás como un molino de viento en el fondo del Infierno; son el primer ejemplo de máquinas que representan el capitalismo contra el cual arremete el héroe agrario-anarquista o comunista; son una representación externa de la mente trastornada del personaje. Todas estas hipótesis, y otras más, pueden ser válidas. Encima, después de varios “molimientos”, es difícil evitar la idea de que DQ fuese siempre destinado por Cervantes a ser molido, como si el objetivo de la novela hubiera sido la transformación de DQ en algo nuevo. ¿Un nuevo tipo de pan quizás? No obstante, hemos dicho que los molinos pueden que simbolizar muchas cosas. ¿Qué opináis vosotros? ¿Qué es un símbolo? Si “la rosa” sólo significara “el amor”, entonces sería una equivalencia y cada vez que dijéramos “rosa” estaríamos diciendo “amor” LECCIÓN 10
  • 36. 36 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Atendamos al texto nuevamente: soñando con riquezas y poder, el episodio subraya el aventurismo y el robo del botín que sostienen la fantasía militar: «ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer». SP le intenta persuadir a DQ de que no lo haga. Y es SP quien nos da la primera interpretación simbólica del episodio: «¿No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza?» Luego, DQ nos sugiere que el episodio ha tenido algo que ver con la incertidumbre de la guerra, incluso con la frecuente justificación moral de la guerra: pues, los molinos le han molido gracias a ciertas «malas artes contra la bondad de mi espada». Después, DQ y SP deciden caminar hacia Puerto Lápice, donde habrá «muchas y diversas aventuras, por ser lugar muy pasajero». Puerto Lápice está al sur de Toledo en el camino real hacia Andalucía. DQ trae de molde una historia con la cual anuncia su intención de imitar a un famoso matador de moros. Como se le rompió la lanza durante su encuentro con los molinos de viento, imitará a Diego Pérez de Vargas, caballero que luchó bajo Fernando III, el Santo, y que según la leyenda desgajó el ramo de una encina y «machacó tantos moros, que le quedó por sobrenombre “Machuca”». La respuesta de SP ofrece un gracioso contraste: «enderécese un poco, que parece que va de medio lado, y debe de ser del molimiento de la caída». DQ insiste que los caballeros andantes no se quejan de sus heridas, y cuando SP confiesa que él quisiera mantener su derecho de quejarse, por primera vez en la novela observamos la risa de DQ: «No se dejó de reír don Quijote de la simplicidad de su escudero; y, así, le declaró que podía muy bien quejarse como y cuando quisiese». Detengámonos aquí. Es verdaderamente gracioso: el molido héroe loco riéndose de la lógica realista de su escudero. Pero es significativo: por un lado, esta risa no resulta en cólera, sino en un gesto magnánimo por parte de DQ; por otro lado, se ríe de su escudero a la vez que se revela ignorante de lo risible que es él mismo. Hay gran diferencia entre la risa relativamente bidireccional según Cervantes y la risa más sádica o monolítica según alguien como, por ejemplo, Thomas Hobbes (o Platón). Y por cierto, aquí Cervantes aprovecha la oportunidad del cambio de lugar para presentarnos otro aspecto del carácter de SP. Además de ser simple, es partidario de la buena comida y, sobre todo, del vino. Según el narrador, SP bebe con tanto gusto que le tendría envidia «el más regalado bodegonero de Málaga». Málaga de nuevo. Muchas referencias a Málaga. «¿No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza?» LECCIÓN 10
  • 37. 37 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Laestupendabatalla delgallardoviscaíno yelvalientemanchego L a mañana siguiente, el caballero le da una lección a su escudero sobre las leyes de caballería: «en ninguna manera te es lícito ni concedido... que me ayudes, hasta que seas armado caballero». SP reacciona de manera cómica, «me soy pacífico y enemigo de meterme en ruidos ni pendencias», pero el escudero también se manifiesta bastante familiarizado con la llamada “ley natural”. De hecho, puede que ésta sea la primera alusión explícita a la famosa escuela filosófica neo- aristotélica de la Universidad de Salamanca: «en lo que tocare a defender mi persona no tendré mucha cuenta con esas leyes, pues las divinas y humanas permiten que cada uno se defienda de quien quisiere agraviarle». No es casualidad que el encuentro con el vizcaíno tenga lugar en este contexto. Notemos el importe cultural e histórico de la escena. DQ se encuentra delante de «una señora vizcaína que iba a Sevilla, donde estaba su marido, que pasaba a las Indias con un muy honroso cargo». Estamos ante un abanico simbólico que corre desde el lugar más al norte y antiguo de España, que trae la nobleza y la supuesta pureza racial de los vascos, hasta Sevilla, ciudad rica del suroeste de Andalucía y puerto principal de la época, incluso la base de la expansión colonial a las Américas. Otro detalle interesante es que DQ cree que los frailes son parte de la amenaza que percibe: «porque aquellos bultos negros que allí parecen deben de ser y son sin duda algunos encantadores que llevan hurtada alguna princesa en aquel coche». Surge aquí el tema muy debatido desde la antigüedad de la “guerra justa”: «Gente endiablada y descomunal, dejad luego al punto las altas princesas que en ese coche lleváis forzadas; si no, aparejaos a recibir presta muerte, por justo castigo de vuestras malas obras». Si recordamos la observación de SP acerca de que todo ser humano tiene el derecho de defenderse, resulta irónico y graciosísimo que el escudero, LECCIÓN 11 SP reacciona de manera cómica, «me soy pacífico y enemigo de meterme en ruidos ni pendencias»
  • 38. 38 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu «apeándose ligeramente de su asno», empiece a desnudar al primer fraile descabalgado por DQ. Y esta vez SP la cobra, pues los mozos del fraile «le molieron a coces y le dejaron tendido en el suelo». Entre tanto, DQ, creyéndose victorioso, dirige su retórica ya predecible hacia a la señora del coche: «La vuestra fermosura, señora mía, puede facer de su persona lo que más le viniere en talante, porque ya la soberbia de vuestros robadores yace por el suelo». En esto, un vizcaíno, escudero de verdad, que acompaña el coche, se molesta y reta a DQ. En primer lugar, es gracioso cómo machaca el idioma castellano: «¿Yo no caballero? Juro a Dios tan mientes como cristiano». Sucede una batalla entre los dos, «como si fueran dos mortales enemigos», y en medio de ella DQ vuelve a evocar a su enamorada: «¡Oh, señora de mi alma, Dulcinea, flor de la fermosura, socorred a este vuestro caballero!» Y justo al punto de acabar la batalla, Cervantes nos proporciona la más famosa situación de suspenso en toda la historia de la literatura: «Pero está el daño de todo esto que en este punto y término deja pendiente el autor de esta historia esta batalla». Naturalmente, el capítulo nueve representa una búsqueda desesperada de la continuación de la historia adumbrada al final del capítulo ocho, pero por otra parte, y como ya hemos visto en otros lugares, se busca la identidad manchega en sí. Hay mucho aquí. Cervantes sigue con el toque cómico del estilo indirecto libre, vinculando la mentalidad de su narrador ingenuo con la de DQ en su lucha contra el vasco, «por lo menos se dividirían y fenderían de arriba abajo y abrirían como una granada». La suspensión del texto le ha afectado al narrador como si su héroe se hubiera perdido la batalla y el narrador expresa su dolor al respecto: «Causome esto mucha pesadumbre», y «no podía inclinarme a creer que tan gallarda historia hubiese quedado manca y estropeada». Este último detalle parece aludir a Cervantes mismo, que llevaba el apodo de “el manco de Lepanto” por haber perdido el uso de la mano izquierda en la famosa batalla contra el Imperio Turco de 1571. Y finalmente, dada la trayectoria hacia el sur que hemos venido detallando, la alusión a la granada en la primera frase del capítulo nueve puede referirse a Granada, el último reino moro que había sido reconquistado en 1492 y luego incorporado simbólicamente en forma de la fruta al fondo del escudo de los reyes de España. LECCIÓN 11 «¡Oh, señora de mi alma, Dulcinea, flor de la fermosura, socorred a este vuestro caballero!»
  • 39. 39 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu LECCIÓN 11 En cuanto a la novela como primera parodia del arte de la crítica literaria, es interesante notar que el narrador emprende una investigación filológica, según la cual la historia de DQ tiene que ser moderna «pues entre sus libros se habían hallado tan modernos como Desengaño de celos y Ninfas y pastores de Henares». También observemos cómo la historia que busca asume un aspecto medieval cuando la describe como «la vida y milagros» de DQ. Y al final del preámbulo al descubrimiento del manuscrito perdido, tenemos una larga disquisición sobre las mujeres, a quienes siempre ha querido amparar DQ, cada una de las cuales, si hubiese sido adecuadamente defendida contra los gigantes y follones y violadores que siempre la amenazaban, podría haber ido «tan entera a la sepultura como la madre que la había parido». ¿Eh? ¿Cómo puede ser una madre virgen? La obsesión con la virginidad imposible de ciertas mujeres, algo que el primer narrador parece compartir con DQ, es cómica, pero si recordamos el episodio de los mercaderes toledanos, es temática a la vez. Atendamos al descubrimiento del manuscrito perdido: ¿Dónde se encuentra? En el «Alcaná», el mercado central de Toledo, y los papeles eran irónicamente destinados «a un sedero», o sea, iban a ser comidos por los gusanos que producían la materia prima de la industria de la seda introducida en el sur de España por los moros, industria a punto de ser destruida gracias a la expulsión de los moriscos entre 1609-14. El texto que el narrador encuentra tiene caracteres «arábigos» y, trayendo ironía sobre ironía, tiene que buscar a un «morisco aljamiado» para traducirlos. Al final, estamos ante una descripción de Toledo como ciudad bastante cosmopolita, pues el narrador nos dice que era fácil encontrar traductor, e incluso los había para «otra mejor y más antigua lengua», es decir, el hebreo. Hay sombra de algo triste en todo esto, y deberíamos tener en mente que el Tribunal de la Inquisición de Toledo estaba entre los más feroces de la época, y hace unos pocos capítulos, Cervantes criticaba esa institución. De repente hay una ráfaga de risa por parte del traductor morisco: «y, leyendo un poco en él, se comenzó a reír». ¿De qué se ríe? De algo escrito en el margen: «Esta Dulcinea del Toboso, tantas veces en esta historia referida, dicen que tuvo la mejor mano para salar puercos que otra mujer de toda la Mancha». La famosa obsesión española con el jamón se remonta a la necesidad por parte de los conversos de demostrar su rechazo de las proscripciones contra su consumo en el Islam y el Judaísmo. Recordemos nuestras previas reflexiones «Esta Dulcinea del Toboso, tantas veces en esta historia referida, dicen que tuvo la mejor mano para salar puercos que otra mujer de toda la Mancha»
  • 40. 40 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu sobre la risa. ¿Es la risa del traductor morisco sádica o humilde? Como mínimo, parece reírse del intento de manifestar la pureza racial públicamente en un lugar tan histórica y étnicamente “pasajero” como es La Mancha. Y la risa nos tiene que recordar la de las prostitutas en la puerta del castillo, perdón venta, del capítulo dos. En aquel momento, DQ se enfadó. ¿Cómo reacciona el narrador aquí? Desde luego no con cólera. Es que está demasiado entusiasmado por la buena fortuna de haber descubierto la continuación de la historia. Además tiene que disimular su alegría, si es que la quiere comprar barata. Por cierto, la risa del traductor morisco contextualiza nuestro primer encuentro con el supuesto autor del manuscrito original: «Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo». Pero más diremos sobre él más tarde. De momento, Cervantes nos devuelve al mundo burgués, porque en su descripción de cómo se consiguió la traducción del manuscrito, el narrador nos da una breve lección sobre el concepto subjetivo del valor de las cosas: «Mucha discreción fue menester para disimular el contento que recibí cuando llegó a mis oídos el título del libro, y, salteándosele al sedero, compré al muchacho todos los papeles y cartapacios por medio real; que si él tuviera discreción y supiera lo que yo los deseaba, bien se pudiera prometer y llevar más de seis reales de la compra». Parece que nuestro narrador cristiano le ha hecho trampa al muchacho moro. Pero así es un mercado, un encuentro entre valores opuestos, ¿no? Sigue esta vorágine de intercambios culturales y económicos: «Aparteme luego con el morisco por el claustro de la iglesia mayor, y roguele me volviese aquellos cartapacios, todos los que trataban de don Quijote, en lengua castellana». Esta vez el narrador no es nada tacaño, «ofreciéndole la paga que él quisiese». Incluso aunque el morisco se contenta «con dos arrobas de pasas y dos fanegas de trigo, y prometió de traducirlos bien y fielmente y con mucha brevedad», el narrador ve conveniente darle alojamiento y comida por un periodo extendido: «por facilitar más el negocio y por no dejar de la mano tan buen hallazgo, le truje a mi casa, donde en poco más de mes y medio la tradujo toda». Es difícil no pensar en las controversias en torno a las numerosas ventas LECCIÓN 11 «Aparteme luego con el morisco por el claustro de la iglesia mayor, y roguele me volviese aquellos cartapacios, todos los que trataban de don Quijote, en lengua castellana»
  • 41. 41 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu de la novela. Y contemplemos esto: desde el Alcaná al claustro de la Catedral hasta su propia casa, el encuentro entre el narrador y el morsico recorre un abanico bastante simbólico, y encima peligroso, si recordamos que llevan un texto arábigo a lo largo de las calles de la España inquisitorial. Y no sólo estamos ante una interrupción textual. Después de toda la descripción del descubrimiento del manuscrito perdido, tenemos un caso impresionante de ékfrasis, una larga descripción textual de un objeto de arte visual, todo muy gracioso, hasta el detalle de SP «que tenía del cabestro a su asno». Hay tantos marcos textuales y visuales aquí que es difícil no perderse del todo. ¿Y luego confrontamos la cuestión de si Cide Hamete es fidedigno o no? El narrador, que acaba de celebrar su exitosa negociación con el traductor morisco, ahora critica a Cide Hamete, llamándole un «galgo» por no alabar suficientemente a DQ: «siendo muy propio de los de aquella nación ser mentirosos». Hay que tener narices, ¿no? Pero madre mía, casi se me olvidó. ¡Menuda suspensión! ¿Qué pasó entre DQ y el vasco?: Es fácil concluir que no mucho, pero la verdad es que DQ pierde «gran parte de la celada» y también «la mitad de la oreja» izquierda. Otra cosa que tendremos que contemplar más tarde. Responde DQ dándole al vasco un golpe enorme, agarrando la espada con las dos manos. Y el enemigo se la paga más aún: «comenzó a echar sangre por las narices y por la boca y por los oídos». Dado lo que sabemos de la medicina de la época, el pronóstico no puede ser bueno. Este episodio tiene que estar entre los más violentos de la novela. Encima, DQ está a punto de matar a su enemigo: «poniéndole la punta de la espada en los ojos, le dijo que se rindiese; si no, que le cortaría la cabeza», y como el hidalgo vasco no puede responder palabra, «él lo pasara mal, según estaba ciego don Quijote». Sólo la intervención de las fermosas señoras del coche logra perdonarle la vida. Algo fundamental en la novela: el antídoto a la cólera masculina será casi siempre la intervención femenina. Para resumir: Aquí la novela se caracteriza por roturas narrativas, cada vez más complejas. DQ se despierta en medio de la quema de sus libros, luego seguimos la trayectoria geográfica y lingüística hacia el sur, con el héroe castellano encontrándose con la antigua nobleza vasca camino a Sevilla, mientras el narrador recorre el Alcaná de Toledo y regatea con un «poniéndole la punta de la espada en los ojos, le dijo que se rindiese; si no, que le cortaría la cabeza» LECCIÓN 11
  • 42. 42 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu morisco por la traducción del manuscrito perdido. ¡Uf! El complejo símbolo de los molinos de viento ha dado lugar a una búsqueda mareante. Quizás la experiencia humana siempre gire en torno a un “negocio” incomprensible. Ahora bien, puede ser éste destructivo o productivo, es decir, intercambio pacífico o explotación violenta. Quizás estos extremos sean resultados inevitables de nuestra naturaleza humana. Entonces, nada, somos polvo al viento. ¿O somos más bien harina?Lección 11: La estupenda batalla del gallardo vizcaíno y el valiente manchego. LECCIÓN 11
  • 43. 43 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Losrazonamientosentre donQuijoteySanchoPanza L o primero que hemos de notar del capítulo diez es que por primera vez el título, «De lo que más le avino a don Quijote con el vizcaíno y del peligro en que se vio con una caterva de yangüeses», no corresponde con lo que se narra. Pues ya se acabó lo del vizcaíno y el encuentro con los yangüeses (gente de la provincia de Soria hacia el norte de Madrid) queda por ver en el capítulo quince. Según Francisco Rico, esto “tiene que ver sin duda con los cambios que a última hora introdujo Cervantes en su original primitivo”. Vale, pero todavía es gracioso, y va a haber momento cuando este tipo de desliz no se podrá contemplar en términos tan simples. Entre tanto, SP sigue obsesionado con «el gobierno de la ínsula» que DQ le ha prometido. De hecho se lo pide tres veces en una sola frase. La verdad, no parece tener otra cosa en la mente. DQ le tiene que advertir que «esta aventura y las a ésta semejantes no son aventuras de ínsulas, sino de encrucijadas, en las cuales no se gana otra cosa que sacar rota la cabeza, o una oreja menos». A lo largo de este capítulo se menciona la oreja perdida de DQ cuatro veces. No sé qué hacer con esto. A veces me parece que Cervantes se hace eco de la oreja que aparece en El jardín de las delicias de Jerónimo Bosch, un cuadro confiscado por el duque de Alba a Guillermo de Orange en 1568 y luego comprado por Felipe II en 1591. Por otra parte, puede ser una alusión torcida a la violencia de San Pedro contra un esclavo en Lucas 22.51-52. Me pregunto también si el pintor Vicente Van Gogh leyó a DQ. Continuemos. SP es simple, pero a veces lógico, y ahora sabe bien que el problema principal que tienen es la ley: «sería acertado irnos a retraer a alguna iglesia, que, según quedó maltrecho aquel con quien os combatistes, no será mucho que den noticia del caso a la Santa Hermandad y que nos prendan». El cambio a lenguaje informal indica su preocupación. DQ le dice que no se preocupe y se jacta de su victoria, «¿Has leído en historias otro que tenga ni haya tenido más brío?» Y aprendemos por primera vez que SP no sabe «leer ni escribir». LECCIÓN 12 «esta aventura y las a ésta semejantes no son aventuras de ínsulas, sino de encrucijadas, en las cuales no se gana otra cosa que sacar rota la cabeza, o una oreja menos»
  • 44. 44 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Cuando SP observa que «le va mucha sangre de esa oreja», DQ trae el tema del «bálsamo de Fierabrás». Esta bebida maravillosa que aparece en varias obras medievales se asocia con el líquido embalsamador utilizado para preservar el cuerpo de Cristo. DQ dice que tiene en la memoria la receta de ese bálsamo, «con el cual no hay que tener temor a la muerte». La descripción de sus poderes es hilarante. DQ le dice a SP que si durante una batalla lo ve «partido por medio del cuerpo», sólo tiene que poner «la parte del cuerpo que hubiere caído en el suelo» encima de «la otra mitad que quedare en la silla» y luego «me darás a beber solos dos tragos del bálsamo que he dicho, y verasme quedar más sano que una manzana». Casi podemos ver las ruedas dándose vueltas en la cabeza de SP, cuya primera reacción a todo eso es concebir un plan para volverse rico: «yo renuncio desde aquí el gobierno de la prometida ínsula». Lo único que quiere ahora es que DQ le dé la receta del bálsamo y que le diga cuánto cuesta hacerlo. Cuando DQ le dice que costará menos de tres reales para hacer «tres azumbres» (un galón y medio), pues SP ve una gran oportunidad de mercado. Pero pronto DQ le distrae de su objetivo lucrativo. Mientras SP le atiende a la oreja, DQ se enfurece por la pérdida de su celada, y así hace una serie de juramentos. Primero dice que jura no «comer pan a manteles» y luego no «folgar» con su mujer (nos preguntamos, ¿qué mujer? pero si no tiene), y todo «hasta tomar entera venganza del que tal desaguisado me fizo». SP le recuerda que ya ha tomado su venganza contra el vasco y DQ responde de manera graciosa: «Has hablado y apuntado muy bien... y, así, anulo el juramento». Pero recupera el hilo de su pensamiento, diciendo que todavía hará la vida que ha descrito hasta poder quitarle por fuerza otra celada a algún caballero andante. Así nos plantea el tema del «yelmo de Mambrino» para un futuro episodio. SP le recuerda a su amo «que por todos esto caminos no andan hombres armados, sino arrieros y carreteros». Pero, como hará a lo largo de la novela, DQ observa que SP sabe muy poco de las aventuras de caballerías. Y debaten de manera parecida en cuanto a la comida, porque cuando SP dice que sólo trae un poco de cebolla, queso y pan, y que no tiene comida que corresponda «a tan valiente caballero», DQ responde que los caballeros andantes «eran hombres como nosotros» y así cuando no estaban en banquetes elaborados, comían como los demás. DQ tiene una respuesta para todo, ¿no? LECCIÓN 12 «me darás a beber solos dos tragos del bálsamo que he dicho, y verasme quedar más sano que una manzana»
  • 45. 45 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Esa noche no logran llegar a ningún poblado, y así determinan pasarla, no en una venta, sino «junto a unas chozas [cabañas] de unos cabreros». Así empieza una fase de la novela que se puede caracterizar como pastoril. Habiendo contemplado a la vida cosmopolita de Toledo y toda la historia caótica de la Península desde sus orígenes en Vizcaya hasta la colonización moderna de las Indias, es como si Cervantes quisiera empezar de nuevo, tabula rasa, allá en la naturaleza donde el ser humano todavía vive en su estado más primitivo. LECCIÓN 12
  • 46. 46 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu donQuijote yloscabreros LECCIÓN 13 A sí es que el capítulo once empieza con unos cabreros bien educados invitándoles a DQ y SP a cenar con ellos. DQ parece estar poseído de cierta magnanimidad antediluviana, y así le invita a SP a sentarse a su lado, aunque hemos de notar que dicha magnanimidad depende de la comida y bebida de otros: «quiero que aquí a mi lado y en compañía de esta buena gente te sientes, y que seas una misma cosa conmigo, que soy tu amo y natural señor; que comas en mi plato y bebas por donde yo bebiere, porque de la caballería andante se puede decir lo mismo que del amor se dice: que todas las cosas iguala». Es curioso cómo SP rehúsa la invitación: «mejor me lo comería en pie y a mis solas como sentado a par de un emperador». Y quizás sea más curiosa aún la reacción de DQ: «asiéndole por el brazo, le forzó a que junto de él se sentase». Con esta breve pista de violencia en el trasfondo, y cuando «hubo bien satisfecho su estómago», DQ empieza el famoso discurso de la edad dorada: «Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío». Este discurso ha dado lugar a mucho debate, sobre todo en torno a la cuestión de que si Cervantes mismo creía, como DQ, en el mito del comunismo pre-propietario con que siempre empieza la teoría política clásica y medieval. Sea como fuese, el discurso es impresionante por ser tan denso y sugestivo, por recurrir a tantas fuentes clásicas, especialmente Virgilio y Ovidio y por aludir a tantos tópicos mitológicos. La idea en sí es típica de la literatura pastoril del Renacimiento, pero lo genial es que Cervantes la incorpore en una explicación del supuesto origen de la caballería andante.