Diego Rivera fue un pintor mexicano famoso por sus grandes murales históricos y políticos en edificios públicos de México. Fue miembro del Partido Comunista y usó su arte para promover mensajes sociales y políticos. Además de sus murales en México, Rivera recibió encargos para crear murales en Detroit y Nueva York. Murió en 1957 dejando inconcluso su proyecto más ambicioso, un mural épico sobre la historia de México para el Palacio Nacional.
2. Diego Rivera se interesó vivamente en la política y en sus composiciones murales, históricas o simbólicas, resuena la voz de la prédica social-revolucionaria y de la resistencia a la opresión extranjera. Otros de los grandes murales que pueden apreciarse hoy en el país son los del Palacio de Cortés de Cuernavaca, y los del Palacio Nacional, en la Ciudad de México, por mencionar sólo algunos. Los murales que Rivera pintó en México lo hicieron tan famoso que se convirtió, no sólo en jefe de escuela pictórica, sino también en líder político. Sus actividades en este último orden lo han hecho centro de no pocas polémicas y peripecias, como, por ejemplo, cuando se negó el Hotel del Prado, en la Ciudad de México, a exhibir un gran fresco suyo en que aparecían las palabras "Dios no existe", que Diego, a su vez, se negaba a dejar borrar, hasta que por fin cedió al regresar en 1956 de un viaje a Rusia realizado por motivos de salud. Diego Rivera fue miembro del Partido Comunista de 1923 a 1930 y de 1954 hasta su muerte. La expansión de su fama llevó a Rivera durante la década de 1930 a exponer su pintura en Nueva York, y recibió el encargo de la realización de grandes murales en el Instituto de Arte de Detroit y en el Rockefeller Center de Nueva York, donde su fresco "Hombre en la encrucijada" recibió numerosas críticas por la semejanza de los rasgos de una de sus figuras con Lenín. El mural fue destruido por el centro y sustituido por otro de Brangwyn, pero Diego luego lo reprodujo para el Palacio de Bellas Artes de México. En sus numerosos encargos para decorar edificios públicos, Rivera utilizó el fresco, técnica que puso de nuevo en boga, al igual que el empleo de los antiguos métodos encáusticos.
3. Desde finales de la década de 1930 se dedicó a la pintura paisajista y retratos. Desarrolló en sus últimas pinturas un estilo indigenista y social de gran atractivo popular. Su más ambicioso y gigantesco proyecto, un mural épico sobre la historia de México para el Palacio Nacional, quedó inconcluso a su muerte, acaecida en la Ciudad de México el 25 de noviembre de 1957. Diego Rivera, en formas simplificadas y con vivo colorido, rescató bellamente el pasado precolombino, al igual que los momentos más significativos de la historia mexicana: la tierra, el campesino y el obrero; las costumbres, y el carácter popular. La aportación de la obra de Diego Rivera al arte mexicano moderno fue decisiva en murales y obras de caballete; fue un pintor revolucionario que buscaba llevar el arte al gran público, a la calle y a los edificios, manejando un lenguaje preciso y directo con un estilo realista, pleno de contenido social. Paralelamente a su esfuerzo creador, Diego Rivera desplegó actividad docente en su país, y reunió una magnífica colección de arte popular mexicano.