2. Érase Una vez … Un rey que tenía tres hijas, todas ellas extraordinariamente bellas, dormían juntas en la misma habitación con sus camas dispuestas en hilera. cada noche, una vez Acostadas el rey, que era muy desconfiado , cerraba la puerta con llave. Pero una mañana cuando volvió a abrirla, descubrió con asombro que las suelas de los zapatos de su hija mayor estaban gastadas.
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4. P Asado un tiempo, los zapatos de las otras Empezaron a aparecer cada mañana totalmente destrozados. Nadie podía explicarse qué sucedía durante la noche y las princesas parecían no recordar nada. Entonces el rey, muy preocupado, hizo saber a sus súbditos que aquel que averiguase adónde iban sus hijas cada noche se casaría con una de ellas. Aunque, si en tres días no conseguía descubrir el secreto, sería enviado a prisión. Al día siguiente, un príncipe se presento en el palacio dispuesto a intentar descifrar el misterio.
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6. E sa noche el príncipe se instalo delante de la puerta de la habitación de la s princesas, sin embargo , poco a poco se le fueron cerrando los párpados , hasta quedar profundamente dormido. Por la mañana, cuando despertó, comprobó que las jóvenes habían salido, pues las suelas de sus zapatos volvían a estar gastados . Las dos noches siguientes sucedió lo mismo, y el rey mandó encerrar al príncipe. Vinieron después otros príncipes y caballeros, dispuestos a averiguar adónde iban las princesas cada noche. Pero todos fracasaron, y fueron encerrados en las mazmorras del castillo, uno tras otro.
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8. U N pobre soldado, retirado del ejercito a causa de sus heridas de guerra, se dirigía al palacio del rey para probar fortuna cuando le salió al paso una anciana que le aconsejo: --Si quieres saber adónde van las princesas, no bebas el vino que te sirvan. Y, dicho esto, le entregó una capa que tenía el poder de hacer invisible a quien la llevara. Así podría seguir a las jóvenes sin ser visto.
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10. U na vez en palacio, el soldado, al igual que sus predecesores, se instaló delante de la puerta de la habitación de las princesas. Antes de acostarse, la hija mayor del rey le ofreció un vaso de vino, pero el soldado, siguiendo el consejo de la anciana, fingió tomárselo y se sentó a hacer la guardia. Al poco rato, simuló que roncaba para que las princesas lo oyeran. --¡Éste podía haberse ahorrado el viaje! ¡Le espera el mismo futuro que a los otros! –exclamó la pequeña.
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12. C uando las princesas estuvieron arregladas, la mayor dio un golpecito con el pie contra el suelo y el piso se abrió. Una detrás de la otra bajaron por una escalera que quedó al descubierto. El soldado, que lo había visto todo, se echó sobre los hombros la capa que le hacía invisible y fue tras ellas. Al final, de la escalera les esperaba una exuberante vereda, llena de árboles con brillantes hojas de plata. El soldado arrancó una y se la guardó. Poco después llegaron a un lago, donde tres príncipes encantados aguardaban a las princesas en tres barquitas.
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14. C Ada princesa Subió a una barca, y se sentó junto a su príncipe. El soldado, que era invisible gracias a la capa, se subió a la barca de la hija mayor. Remaron hacia la otra orilla del lago, donde había un suntuoso palacio del que salía una alegre melodía interpretada por una orquesta.
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16. A llí cada princesa bailó con su príncipe hasta que los zapatos de todas ellas se hubieron desgastado. Entonces, los príncipes acompañaron a las jóvenes con sus barcas de nuevo hasta la otra orilla. Cuando las princesas alcanzaron la escalera, el soldado ya se encontraba en palacio y fingía seguir dormido. Las tres hermanas confiadas en el sueño profundo del soldado se despojaron de sus vestidos, ocultaron sus gastados zapatos bajo la cama y se acostaron.
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18. E l soldado no quiso contar todavía al rey lo que había visto. Durante las dos noches siguientes el joven siguió a las muchachas y, en cada ocasión, bailaron hasta destrozar sus zapatos. Al cuarto día, el soldado decidió comunicarle al rey lo que había descubierto. --Majestad, por fin he averiguado donde gastan vuestras hijas las suelas de sus zapatos –le dijo-- ¡En un palacio subterráneo, bailando con tres príncipes!, Y como prueba de que era verdad lo que decía sacó la hoja de plata que había cogido en la vereda, de camino al lago , y se lo mostro al rey.
19. D E inmediato, el rey mandó llamar a sus hijas, pues le costaba dar crédito a las palabras del soldado. --Hijas mías, ¿es cierto que durante todas estas noches habéis estado bailando en un palacio subterráneo con unos príncipes desconocidos? --les preguntó.
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21. L as princesas se miraron, rojas de vergüenza. Ninguna se atrevía a responder a su padre por temor al castigo. Al final, tras un largo silencio, la hermana mayor confesó al rey toda la verdad. El monarca, aunque al principio se enfureció con ellas, acabo perdonándolas por su mala acción. Después se dirigió al soldado y le dijo: --Habéis cumplido vuestro cometido, yo cumpliré mi promesa. ¿A cuál de mis hijas queréis por esposa? --Como ya no soy muy joven –respondió el soldado--, elijo a la mayor.
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23. U nos días después se celebró la boda y el soldado se convirtió en el futuro rey. los tres príncipes siguieron esperando en vano, noche tras noche, a las princesas, que ya no volvieron nunca más al palacio subterráneo.
24. … Y colorín colorado este cuento Se ha acabado