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El desarrollo moral del ser humano: de la heteronomía a la autonomía
La autonomía moral se ha interpretado, sobre todo a partir de la Ilustración , como uno de los síntomas de
madurez del ser humano. El hombre plenamente desarrollado no necesita recibir las normas de fuera sino que
es capaz de dárselas a sí mismo. Evidentemente, esto no es algo que se logre de la noche a la mañana, sino
que, se podría decir que es tarea para toda una vida. Desde la psicología cognitiva, Piaget y Kohlberg han
tratado de describir cuáles son las etapas por las que pasa todo ser humano hasta lograr esta autonomía que,
por otro lado, no siempre está al alcance de todos.
Piaget: Autonomía-Heteronomía
De un modo muy general, Jean Piaget distinguirá tan sólo estas dos etapas en el desarrollo moral del ser
humano:
Heteronomía moral: es la propia del niño, que necesita que los demás le den las normas. Piaget habla del
“realismo moral” propio de los niños, para los que las normas y deberes son prácticamente algo objetivo, que
existe por sí mismo e independientemente de la conciencia del individuo. Para el niño las normas y valores se
imponen como algo realmente existente: es la heteronomía del deber: hay que cumplir las normas porque lo
manda la autoridad, sin que quepa una discusión al respecto. Las reglas existen de un modo absoluto, sin
matices o interpretaciones posibles.
Autonomía moral: gracias a la cooperación del adulto, el niño comienza a darse cuenta de que las normas
son flexibles y que siempre pueden estar sujetas a interpretación. El orden moral se descubre, no como algo
objetivo y absoluto, sino muy al contrario, como algo sobre lo que el propio individuo puede reflexionar y que
puede ser incluso objeto de crítica. En consecuencia, la acción moral no debe ajustarse siempre a las normas,
sino que conviene buscar criterios propios de acción.
Kohlberg: etapas y estadios de desarrollo moral
Kohlberg continuará con la investigación de Piaget, y, profundizando en este enfoque, establecerá 3 etapas
fundamentales divididas cada una de ellas en dos estadios diferentes. Básicamente las etapas que distingue
Kohlberg son las siguientes:
Etapa preconvencional
Aquel en el que el individuo actúa según sus intereses concretos. La norma es concebida como algo exterior y
coercitivo, que se obedece tan sólo en función de sus consecuencias. Las decisiones y acciones del niño se
dirigen a evitar el castigo o a lograr algún tipo de recompensa o premio. El mundo se divide en grandes
categorías: bueno-malo, mentira-verdad, correcto-incorrecto…La norma es puramente instrumental. Dentro de
este nivel cabe distinguir estos dos estadios:
Estadio de la obediencia para evitar el castigo: El premio o el castigo se convierten en los criterios de
actuación, sin que haya un cuestionamiento de los mismos o una valoración de sus causas o legitimidad.
Estadio de la orientación instrumental relativista: Es bueno lo que ayuda al niño a satisfacer sus intereses y
necesidades. El niño instrumentaliza el mundo y el orden moral según sus gustos y preferencias. Es la etapa en
la que se realiza un cálculo moral (echar cuentas para determinar quién me ayuda y cuánto me ayuda)
Etapa convencional
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El desarrollo moral del ser humano: de la heteronomía a la autonomía
El individuo va adoptando el punto de vista de ser un miembro de la sociedad. El grupo (sea la clase, los
amigos…) se convierte en la referencia moral permanente: lo bueno es vivir de acuerdo a los estereotipos que
marca el grupo. El niño (o el adolescente) logra interiorizar la moral del grupo para convertirse en uno más del
mismo: se trata de la moral de la imitación y la socialización. Los estadios de este nivel son los siguientes:
Estadio de consideración convencional referido al otro concreto: aquí lo importante es ajustarse a las
imágenes sociales de lo bueno en todos los órdenes: ser un buen hijo, un buen amigo, un buen compañero. Se
busca la aprobación o la simpatía del grupo, y se comienza a apreciar valores morales como la gratitud o la
lealtad. A la vez, se empieza a juzgar las acciones por la intención de las mismas.
Estadio de la orientación a la ley y el orden: se valora el mantenimiento del orden social global. Se valora
positivamente la autoridad que termina casi sacralizada. Lo bueno es siempre cumplir la ley, ajustarse a las
normas, hacer lo que se debe, que vendrá marcado por la autoridad o el código social.
Etapa postconvencional
Es la etapa de la autonomía moral. El sujeto intenta regirse por principios morales universalmente válidos y
por razones distintas de la mera tradición, la costumbre o la autoridad. Se buscará en todo caso una
legitimación y unos motivos para la decisión o acción emprendida. Ahora decide el propio individuo, y no una
instancia exterior al mismo. Se supera un comportamiento que se ajuste a las leyes o las normas exteriores.
Los dos últimos estadios serían:
Estadio del contrato social y la utilidad: el individuo cree que hay un conjunto de valores y derechos que son
válidos independientemente de lo establecido por una sociedad cualquier en un momento determinado. Dichos
valores forman parte de lo que podría entenderse como un pacto social fundamental, cuya legitimidad última
puede ser la utilidad. Las leyes pueden cambiarse y si se mantienen es porque conviene a todos los individuos
de la sociedad. La utilidad (personal y social) de las leyes justifica su validez.
Estadio de los principios éticos universales: se supera el plano legal del estadio 5, para adoptar un punto de
vista ético, con aspiraciones universales. En este estadio, se aceptan los principios de un modo reflexivo, como
algo bueno o valioso desde un punto de vista racional, no exclusivamente legal o jurídico. La conciencia moral
autónoma (y no la ley) decide qué es lo justo y qué no lo es. El sujeto se da las normas a sí mismo, y
reflexiona sobre conceptos de contenido moral como justicia, libertad, igualdad, respeto, dignidad… Se aspira
a encontrar principios éticos universales desde los que tomar las decisiones y actuar.
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