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Pontificia Universidad Católica de Chile
Facultad de Filosofía
Instituto de Estética
Seminario de Tesis
Profesora guía: Patricia Espinosa
29 de Julio del 2013
SI
Identidad Lésbica en la
Literatura Chilena
Reciente
Amancai Argomedo Carmona
1
Índice
Introducción ............................................................................................................................... 2
Capítulo I: El Daño de Andrea Maturana. Amor lésbico como amistad confundida y
sustituto de los hombres ......................................................................................................... 15
Capítulo II: “La Elegida” de Lilian Elphick. Deseo lésbico de encuentros fugaces ante la
imposibilidad de su realización en una sociedad heteronormativa ................................... 35
Capítulo III: Hija de Perra de Malú Urriola. El lesbodrama como paradigma y la
ausencia del otro como internalización de la invisibilización ........................................... 47
Capítulo IV: Escrito en la piel de Antonia Katz. De la heterocuriosidad al lesbianismo
heteronormado políticamente construido .............................................................................. 63
Conclusión................................................................................................................................. 88
Bibliografía................................................................................................................................ 96
2
Introducción
No existe una sola forma de “ser” lesbiana, de la misma manera que no existe
una sola mujer homosexual. Más bien estas identidades son maneras de comprender un
amor o una atracción que son invisibilizadas y casi prohibidas por la sociedad machista
y heteronormativa en la que nos tocó vivir. Una niña, una adolescente, una adulta o una
mujer mayor pueden transitar por todas o varias de estas formas de entender su
sexualidad, y en cada una de éstas habita un fragmento de ellas mismas, por esto se hace
tan íntima, no sólo la escritura, sino también el análisis de obras que abarquen dicha
temática.
Por una parte, existen mujeres que afirman que su orientación sexual es una
opción política, es decir, que en un momento dado decidieron convertirse en lesbianas
porque en una relación homosexual podrían encontrar aquello de lo que carecían en sus
relaciones heterosexuales; mientras, por otra parte, existen quienes dicen que siempre se
sintieron atraídas por las personas de su mismo sexo, por lo que reconocen su
orientación1
como algo innato y natural. También existen diferentes identidades en
1
Orientación sexual se refiere a la atracción amorosa, física hacia otros y, de acuerdo a la
preponderancia de ésta puede entenderse como heterosexual, homosexual o bisexual. Este concepto
implica la concepción de que dicha inclinación es natural y que no puede ser modificada a gusto sino
que es inherente a la persona. Opción o condición sexual, por otro lado, hace referencia a la misma
atracción, pero, esta vez, implica también que no está fijada a priori, sino que es un estado temporal
que puede modificarse por uno u otro motivo. Utilizo el término orientación sexual en lugar de opción
sexual tomando en cuenta, principalmente, que su uso está más generalizado en nuestra época y
porque es un concepto más amplio, sin cargar teóricas tan fuertes que acoten su uso. Si bien muchos de
los temas que se tratarán en este trabajo tendrán relación con la idea de la sexualidad como una opción
política (casos en los cuales la diferencia será resaltada), en general irá enfocado en la apreciación que
3
cuanto a la manera en que se vive la sexualidad lesbiana, ya sea “dentro del closet”, es
decir, en secreto y con cierta culpa, o fuera de él, es decir, abiertamente o como una
bandera de lucha.
La construcción de la identidad homosexual femenina es un proceso muy
complejo si lo comparamos con la de la identidad heterosexual, pues, incluso si
consideramos esta orientación como algo innato, el evidente rechazo por parte de la
sociedad implica la necesidad de cuestionar y reafirmar esta atracción al menos en una
etapa de la vida. Una manera de simplificar las cosas sería afirmar que esta construcción
finaliza en el momento en que la mujer se logra etiquetar a sí misma como lesbiana con
todo lo que ello implica; sin embargo, eso sería caer en el reduccionismo, puesto que la
etiqueta no es la identidad en sí, sino sólo una parte de esta. En tal sentido podríamos
afirmar que dicha identidad se conforma por una serie de ciclos consecutivos y/o
paralelos que se prolongan a lo largo de la vida y que pueden o no ser relevantes
dependiendo de cada mujer, como son, por ejemplo, el instante en que se presiente
cierta atracción especial por otra mujer (lo cual no necesariamente ocurre en la infancia
o adolescencia), el momento en que se comprende que dicho deseo es proscrito, el de
reconocerlo para una misma, el de confesarlo ante amigos y/o conocidos, el de aceptarlo
frente a la familia, la primera vez que se tiene contacto físico romántico y/o sexual con
otra mujer, cuando se llega a establecer una relación formal, entre otros.
cada personaje tiene de su atracción hacia otros individuos, es decir, hacia donde se “orienta” su deseo
y como éste se va haciendo más o menos consciente. Toda esta compleja gama de conceptos referidos a
la sexualidad serán mejor desarrollados a lo largo del trabajo.
4
A lo largo de la historia se ha pasado de la existencia natural a la
invisibilización, y de ésta a una creciente investigación sobre la homosexualidad, se han
buscado causas, se han dado respuestas más o menos discutibles, se plantearon
preguntas y se han complejizado distintas formas de responderlas tanto desde la
psicología, como desde la biología, la sociología, la filosofía, la historia, etc.
Un ejemplo paradigmático es la respuesta de Sigmund Freud desde la teoría
psicoanalítica, quién afirmó que la homosexualidad femenina se producía como un
aspecto negativo del complejo de Edipo; éste explica que el objeto natural de amor de
toda persona es la madre, pero cuando la niña es incapaz de mudar su objeto de amor de
la madre al padre, se genera lo que él llamaba una “desviación”2
. John Boswell, en su
libro Cristianismo, Tolerancía Social y Homosexualidad (1989) afirma que los
homosexuales han estado desde siempre, y subraya la existencia de una “identidad gay”
transhistórica y transcultural, con lo cual reconoce una “esencia” en ésta. Otro ejemplo,
fuertemente contrapuesto al anterior es el que entrega Michel Foucault en su Historia de
la Sexualidad, donde dice que “el personaje homosexual” como hoy lo conocemos es un
constructo social relativamente reciente, nacido a manos de la psiquiatría a fines del
siglo XIX.
Estas y otras muchas respuestas, es posible organizarlas hoy entre dos polos
opuestos: uno de ellos reúne a las teorías esencialistas, que intentan definir la
2
Es importante considerar que éste es sólo un ejemplo, y que la teoría psicoanalítica de Freud es mucho
más compleja que esto. A lo largo de su vida Freud entregó muchas otras respuestas al tema de la
homosexualidad femenina, muchas de ellas contradictorias entre sí, pero analizarlas es un tema
complejo que amerita toda una investigación aparte. Para mayor información al respecto, recomiendo
remitirse al libro La sombra de tu Perro. Discurso psicoanalítico. Discurso Lesbiano de Jean Allouch
(Ediciones Literales, Buenos Aires, 2004).
5
homosexualidad como un carácter innato determinado por la genética, por lo cual sería
ubicable a lo largo de toda la historia; el otro se compone por las teorías
constructivistas, las cuales reconocen que la sexualidad está determinada por el entorno
social y cultural, por lo que ésta sería un constructo social que debe ser aprehendido de
acuerdo a un contexto histórico determinado.
A pesar de que hoy se habla mucho más abiertamente del tema, los espacios de
expresión de las lesbianas son pocos y bastante acotados, en especial en nuestro país.
Sólo hace unos pocos años el misógino y patriarcalista sector de la literatura ha abierto
sus puertas a la narración en torno a las relaciones entre mujeres; ya que, si bien
podríamos encontrar personajes y relaciones lésbicas implícitas y sutiles en obras muy
anteriores, sólo a partir de los años noventa pudimos ver libros donde el tema se
transparenta hasta aparecer explícitamente. La misma invisibilización del tema lésbico
en la narrativa provoca que muchas grandes narraciones queden sin ser editadas ni
publicadas, y perezcan antes de ser dadas a conocer.
Antes de 1990 existieron algunas obras narrativas que dejaron entrever
relaciones entre mujeres que hoy podríamos considerar lésbicas o, al menos, pre-
lésbicas, y que vale la pena mencionar. Una de las más reconocidas dentro de la
subcultura lésbica es la novela Cárcel de mujeres de María Carolina Geel, la cual
aparece en 1956 y habla explícitamente de relaciones lésbicas. No obstante, en este caso
se habla más de homosexualidad situacional, puesto que la reclusión y la falta de
hombres al interior de la cárcel permite que se desarrollen relaciones lésbicas que suelen
ser más bien vínculos sociales y de poder que generan beneficios mutuos, antes que de
6
deseo o de amor legítimo entre dos mujeres. Dichos factores no permiten que esta
novela sea posible de apreciar como una reivindicación de identidades lesbianas
silenciadas, puesto que su acento está puesto principalmente en otros temas. De igual
manera, al ser esta narración un oasis en medio del silencio, no puede contarse como
sintomático de una nueva y abierta sensibilidad.
Otro ejemplo, incluso más antiguo, es la novela La vida íntima de Marie Goetz
de Mariana Cox-Stuven, publicada en 1909, donde se presenta una relación de amistad
sumamente apasionada entre dos mujeres, donde aparecen frases como “Ella me atraía:
yo no podía dejar de mirarla” (46) o “la impresión que Ud. me ha hecho es un lazo que
me liga a Ud. por mucho tiempo… por un resto de vida!” (74). En esta relación es
posible distinguir una muy fuerte amistad que podría cargar parte de una atracción
lésbica mutua que no recae directamente en el plano del deseo sexual, lo cual, de
acuerdo a los códigos de la época, es posible retratar sin censura. Según afirma la
activista española, Beatriz Gimeno, este tipo de amistades han sido muy frecuentes a lo
largo de la historia, y, por su carácter platónico, no son vistas como una amenaza a la
heteronormatividad por los hombres sino que, muy por el contrario, en algunos casos se
las incentiva:
Muchos pensaban que era bueno que en tanto no se casaran, las mujeres fueran
practicando las virtudes femeninas con otras mujeres y, además, en las mujeres casadas
las amistades apasionadas eran consideradas casi un bien social ya que el divorcio no
estaba permitido. Cuando un matrimonio fallaba siempre era mejor que una mujer se
volcara en una amiga antes que en un hombre, lo que estaba considerado un pecado
mucho más grave y un escándalo social mucho mayor (Gimeno 108).
7
Este es, precisamente, el caso de la amistad entre Marie y Grace, quienes
encuentran en su mutua compañía la pasión y complicidad de la que carecen sus mutuos
matrimonios. No obstante, tampoco se la puede catalogar directamente como una
atracción sexual o romántica, ni siquiera pre-lésbica, pues los personajes no
concientizan su atracción de esa manera, este tipo de amistad estaba naturalizada hasta
el punto en que no se cuestionaba su particularidad.
Algo similar ocurre en el caso del cuento “La historia de María Griselda” de
María Luisa Bombal, donde la atracción se observa en la forma en que la narradora
aprecia el encanto físico del cuerpo semidesnudo de su nuera, la cual podría derivarse
eventualmente en un deseo con orientación homosexual. No obstante, dicha fascinación
se haya justificada en el hecho de que la belleza de María Griselda genera que todo ser
humano, animal e incluso el reino vegetal, se sientan irremediablemente obsesionados
con ella. Por ello, al ser esta identificación del personaje tan sutil, su incorporación al
corpus resulta fácilmente discutible.
A partir de la década de los noventa comienzan a publicarse obras de temática
lésbica explícita y con menor distancia temporal entre unas y otras. Sólo entonces
podemos distinguir una real apertura e integración de la problemática en el conservador
mundo editorial chileno, y hablar de ello como el síntoma de un cambio cultural no
resulta tan descabellado.
Por tal motivo me parece de gran importancia realizar la presente investigación,
la cual intenta responder a la siguiente pregunta: ¿Cómo se identifica a las lesbianas en
sus primeras apariciones en la literatura chilena? Esta interrogante me parece relevante,
8
ya que al responderla será posible visualizar y comprender la forma en que se ve a las
mujeres homosexuales en nuestro país desde la perspectiva de las narradoras chilenas
tanto homosexuales como heterosexuales. Una vez establecida dicha caracterización,
será posible contrastarla con las diversas teorías sobre la identidad sexual para intentar
categorizar cada una de éstas configuraciones.
Al día de hoy no existen estudios similares a éste, incluso el tema de la
diversidad sexual en general se mantiene al margen de los estudios académicos, salvo
uno que otro caso excepcional que no obtiene gran reconocimiento ni difusión. Este es
el caso, por ejemplo, de “Subjetividades lesbianas en los espacios no inscritos de la
identidad”3
, un artículo de Lucía Guerra publicado por la revista académica Aisthesis
del Instituto de Estética de la Pontificia Universidad Católica de Chile. En dicho texto
se realiza una crítica cultural en torno a la construcción de identidades lésbicas y su
invisibilidad cultural en América Latina, tomando como ejemplo novelas, entre las
cuales, salvo por una breve mención a Cárcel de mujeres, Chile brilla por su ausencia.
Es importante establecer inicialmente la diferencia entre la orientación sexual, la
cual se refiere a la inclinación que adopta la atracción sexual y afectiva del individuo;
las prácticas sexuales que es el cómo y con quién lleva a cabo su actividad sexual; y la
identidad sexual, que es el cómo cada uno comprende y expresa su sexualidad. Esta
diferencia es importante porque, si bien la orientación homosexual ha estado patente en
las obras narrativas chilenas y en la sociedad en general, las prácticas homosexuales han
sido marginadas de estos relatos, apareciendo principalmente poetizadas e implícitas
hasta la aparición del cuento “La elegida” en la primera selección de cuentos de Lilian
3
Aisthesis nº 50, año 2011, páginas 158-172.
9
Elphick, La última Canción de Maggie Alcázar, publicado en 1990. Lo que interesa
especialmente al presente análisis es la presencia de personajes que se autoidentifican
con un deseo homosexual, es decir, aquellos personajes femeninos que muestran una
atracción sexual hacia otras mujeres, explícito y consciente y que, a nivel de orientación
sexual, se reconocen en cierta medida como lesbianas. Esto es posible encontrarlo en el
corpus literario que utilizaré para mi investigación, formado por cuatro textos narrativos
situados entre 1990 y el 2006, escritos por mujeres, el cual fue sugerido en su totalidad
por la profesora guía Patricia Espinosa.
Los textos son: “La Elegida”, relato de Lilian Elphick, El Daño, novela de
Andrea Maturana, Hija de Perra, novela de Malú Urriola y Escrito en la Piel, novela de
Antonia Katz. He preferido abarcar distintos formatos dentro del género narrativo con la
intención de ampliar el espectro de análisis, pues me ha parecido más importante
privilegiar la incorporación de todas las obras relacionadas que es posible encontrar hoy
en nuestro país, antes que la especificidad académica que un corpus más acotado me
podría haber ofrecido. Por ello, la investigación abarca gran diversidad de tipos de
obras, compuesta por un cuento y tres novelas, una de ellas escrita en prosa poética4
.
Un dato relevante es el hecho de que todos los textos han sido escritos por
mujeres, lo cual implica que la configuración de la identidad lésbica por parte de una
mujer puede resultar más cercana y fidedigna, aun cuando la escritora sea heterosexual,
que desde una perspectiva masculina, pues esta última podría ser más susceptible de
4
La prosa poética es un formato híbrido de escritura donde la prosa se impregna del espíritu de la
poesía. En este caso su finalidad no es la narración, sino la transmisión de emociones y sentimientos a
través de las herramientas que posee la lírica, aunque careciendo de sus elementos formales (la métrica
y la rima) (Coronado 21).
10
caer en estereotipos y prejuicios debido a su desconocimiento de lo que implica
culturalmente ser mujer. Todas estas narraciones, representan importantes paradigmas
de la identidad lésbica y las he ordenado de menor a mayor en cuanto a su nivel de
reconocimiento consciente (autoidentificación) por parte del personaje del deseo
lésbico.
Según este ordenamiento, en primer lugar se sitúa la novela El Daño de Andrea
Maturana publicada en 1997. Ésta narra el viaje de dos amigas por el norte de Chile,
Elisa y Gabriela; ambas, fuertemente heridas por los hombres, encuentran en su amistad
y apoyo mutuo una suerte de medicina que les permitirá salir a flote de sus carencias
emocionales. Esta cercanía que ambas alcanzan comienza a confundir la amistad con el
deseo y el amor, planteando de esta manera la homosexualidad femenina como una
especie de amor platónico e idealizado provocado por el despecho y la desilusión ante el
maltrato de los hombres. Esta visión es claramente una de las más básicas y
prejuiciosas, ya que no considera el deseo entre mujeres más que como una confusión,
además ninguno de los dos personajes toma el lesbianismo como una opción seria ni
factible. Tampoco se vislumbra la atracción lésbica como una situación envuelta en un
contexto social que la reprime, ninguna de las protagonistas llega a pensar en la
posibilidad de ser lesbiana ni lo que ello pudiera implicar, es por esto que dicha novela
se ubica en primer lugar en el análisis.
La segunda obra es el cuento de Lilian Elphik llamado “La Elegida”, el cual
salió a la luz por primera vez en 1990 en su selección de relatos La Última Canción de
Maggie Alcázar. Con su sugerente y refinado estilo de narración, Elphick nos sumerge
11
en medio de un lío amoroso pasajero entre dos mujeres que se conocen en la calle, y que
tras un breve momento de pasión en una habitación de hotel, no vuelven a encontrarse.
Esta historia nos presenta el paradigma de la negación, el vivir un sentimiento oculto y
que se sabe prohibido, pero que se reconoce y sólo puede hallar alivio en amoríos
anónimos. Aquí se alcanza un punto en que sentir deseo hacia otra mujer se vuelve
consciente, a sabiendas de lo que socialmente implica, con lo cual los personajes se
acercan a entenderse a sí mismas como “lesbianas”, por ello se sitúa un nivel más arriba
en la autoidentificación lésbica.
El tercer texto es Hija de Perra, de Malú Urriola; una novela breve o nouvelle
escrita en prosa poética publicada en 1998 y se presenta como un largo y sufriente
monólogo interior de la narradora. En este texto aparece nombrado un par de veces el
género de la mujer amada a la cual la narradora le recrimina y le canta sus pesares. Se
presenta, entonces, el estereotipo de la lesbiana doliente, una mujer cargada de rabia y
rebeldía ante la sociedad que la juzga y reprime por su femineidad. Su interlocutora
permanece oculta y se limita a ser un ente implícito, lo cual funciona como expresión de
la represión a la cual son sometidas las relaciones lésbicas por el patriarcalismo
heteronormativo. En esta obra la autoidentificación es absorbida y naturalizada, pues no
se subraya como una diferencia importante ni tampoco se autoreprime, sino que se
pierde en medio de la ráfaga poética y se inserta en medio de una crítica social
subterránea.
La última narración corresponde a Escrito en la Piel de Antonia Katz, publicada
en el 2006. Esta es tal vez la única novela chilena cuya temática es abiertamente lésbica.
12
Se trata de un relato en primera persona, que cuenta las anécdotas vividas por una mujer
adulta de la burguesía chilena en sus primeros acercamientos al mundo lésbico de la
ciudad de Santiago. Toda la obra está impregnada de un paradigma feminista del
lesbianismo, ya que la protagonista asume abiertamente su orientación sexual
considerándola como una decisión política consciente, una suerte de rebeldía, y entiende
su sexualidad como un constructo social.
Comenzaré el estudio de cada texto con un análisis literario, de corte culturalista,
que me permitirá llegar a desarmar la estructura textual de cada una de estas historias,
con el fin de conocer en profundidad su contenido y características. Posterior y
complementariamente extraeré elementos propios de los personajes lésbicos o pre-
lésbicos presentes en las obras, e intentaré explicar el modo en que operan sus
relaciones, cómo se conforman y qué particularidades tienen.
Una vez conformado un corpus analítico que logre crear una imagen clara de los
textos, aplicaré sobre ellos conceptos teóricos provenientes del libro Historia y Análisis
Político del Lesbianismo de Beatriz Gimeno, el cual intenta formar una imagen general
de lo que es y cómo se entiende la homosexualidad femenina, a través de una
presentación de las distintas maneras en que la sociedad occidental ha entendido las
relaciones amorosas entre mujeres a lo largo de la historia. Este libro se presenta como
un compendio de lo que se concibe como las teorías constructivistas, ya que su
comprensión de la homosexualidad es sociológico, pues plantea el lesbianismo no sólo
como una posible elección de las mujeres, sino también como un modo de rebeldía y
protesta a través de la cual éstas pueden emanciparse de la dominación masculina.
13
La contraparte de lo anterior se reúne en las llamadas teorías esencialistas, y son
aquellas que reconocen la homosexualidad como una forma fundamental de ser, la cual
no puede ser modificada ni elegida por los individuos, sino que nace de su herencia
genética y se posee desde el nacimiento. En todas las teorías que nacen sobre una base
biológica para explicar la homosexualidad la mujer es dejada de lado, puesto que no es
posible aplicar a éstas los mismos parámetros que a los hombres gay, ya que la
construcción de la femineidad se haya siempre sujeta a su cualidad de subalternas
dentro de la cultura patriarcal, y es difícil separarla de su carácter sociológico. Es por lo
mismo que resulta prácticamente imposible utilizar dichas corrientes para comprender la
construcción de la identidad homosexual a personajes femeninos, y es este el motivo
por el cual no estarán presentes como parte del corpus del presente trabajo.
En nuestro país, y, acorde con nuestra cultura patriarcalista dominante, el arte
literario es un espacio canónico restringido, elitista y conservador, por lo que las figuras
lésbicas encuentran una serie de barreras para surgir en él, las cuales han sido
establecidas por los criterios hegemónicos heteronormativos que imperan en la
selección de obras que serán publicadas. Por esto mismo, las autoras que abordan este
tipo de temas se ven en la necesidad de autoeditarse o recurrir a editoriales pequeñas e
independientes, lo que no les permite alcanzar el nivel de difusión y reconocimiento que
los textos podrían adquirir a través de las grandes editoriales. Es así como el corpus que
podría existir se ve reducido a unas pocas obras que pasan prácticamente
desapercibidas, algo que no sucede, al menos no en tan alto nivel, con las novelas sobre
homosexuales masculinos.
14
Por lo mismo, no ha de sorprender que a partir de esta censura muchas de las
visiones contemporáneas del lesbianismo no encuentren cabida dentro de la literatura
chilena contemporánea, y que a lo largo de esta investigación demos con muchos
estereotipos y prejuicios comunes. Es precisamente esto último lo que intento graficar
con este trabajo: aventurar conclusiones que nos ayuden a hacernos una imagen clara de
la idea que la literatura está formando del lesbianismo en sus primeras apariciones.
15
Capítulo 1:
El Daño de Andrea Maturana.
Amor lésbico como amistad confundida y sustituto de los hombres
El daño es una novela de corte realista escrita por Andrea Maturana, y publicada
en 1997 por la editorial Aguilar. Esta es una de las pocas obras con alusión a las
relaciones entre mujeres que no ha sido editada y publicada de manera independiente, lo
cual puede comprenderse por el hecho de que esta problemática no surge como un tema
central, sino que, por el contrario, aparece levemente dibujada y considerada como una
simple confusión tras la cual ambos personajes vuelven a las riendas de la
heterosexualidad. De hecho tuvo bastante éxito tanto con los críticos como con el
público. Se elogió especialmente el modo en que la novela trabaja la relación entre la
palabra dicha y no dicha, y sus reflexiones en torno a la memoria y la comunicación
(Barraza 310), rescatando el poder sanador del lenguaje. Por su cita a la memoria
familiar como una obligación que pesa sobre los individuos, se la ha catalogado, junto a
Nona Fernández y Alejandra Costamagna, dentro de la nueva “cultura de la memoria”
que comienza a instaurarse a partir de los años 80 en Chile (Martínez 68). Pero en todos
los casos se la analizó pasando completamente por alto el carácter amoroso y erótico de
la relación de sus protagonistas.
16
La novela narra el viaje que realizan Elisa y Gabriela, dos amigas de la
universidad que emprenden un recorrido por el norte de Chile en un intento por sanar
sus heridas emocionales. Los objetivos que las llevan a dichos parajes son muy
distintos, pero a la vez son idénticos: mientras Elisa quiere encontrar su pasado,
Gabriela le acompaña para escapar del suyo, pero en ambos casos esta memoria está
ligada al daño que los hombres les han causado y que ellas buscan aliviar.
La mutua compañía, la confianza, la complicidad y el cariño serán sus
herramientas para alcanzar el bienestar mutuo y recuperarse del daño. Pero este vínculo
emocional alcanza su punto de inicio cuando se cruza con un vínculo físico de confusas
características. Entre besos, caricias y abrazos la relación entre ambas va tomando un
cariz más romántico que a la larga las sanará pero también las confundirá. Esto último,
se relaciona con una idea bastante frecuente que liga al amor entre mujeres con sus
desilusiones con el género masculino, para algunos se considerará como una identidad
homosexual situacional, y para otros será una decisión política. A continuación,
analizaré paso a paso la presente novela para intentar descubrir de qué manera se
configura la identidad lésbica (o pre-lésbica) en esta obra.
El daño se narra de forma completamente realista, aunque con un enfoque más
centrado en lo psicológico y lo emocional que en los hechos mismos, de manera tal que
el viaje físico actúa como la simbolización del viaje emocional que se nos va
presentando en la medida en que sus protagonistas adquieren el coraje para verbalizarlo.
La obra se divide en tres secciones que, a su vez, se subdividen en segmentos más
breves, todos narrados por la protagonista, Elisa, en primera persona y en modo directo,
17
que se intercalan entre aquellas que desarrollan prioritariamente el conflicto de uno u
otro personaje. Casi como en una consulta psicoanalítica somos testigos de sus
meditaciones, las de Gabriela en voz alta y llenas de detalles que son completados por la
gran capacidad de observación de Elisa, y las de ésta internas y silenciosas, tan confusas
e inconexas como su memoria y sus emociones.
A través de este mecanismo de callar y confesar, ambas llegan a conocerse más
de lo que se conocen ellas mismas, logrando descubrir sus propios miedos, fortalezas e
identidades al compartir tiempo y experiencias, lo cual les permitirá alcanzar un nivel de
intimidad y complicidad que no habían logrado formar con ninguna de sus parejas
masculinas.
Elisa es una mujer aparentemente muy segura de sí misma pero con un
autoestima baja; es muy observadora pero tiene serias dificultades para poner sus
emociones en palabras debido a su costumbre por mantenerlas resguardadas donde no
puedan dañarla. Las figuras masculinas le asustan a causa de su tormentosa relación con
quién se supone fuera su padre, pues por las sucesivas violaciones que éste le realizaba
no puede sino relacionar el cariño y el contacto físico con la violencia, lo que coarta
enormemente su capacidad de relacionarse. Su idea de mujer está formada a partir de su
madre, a quien ve como una mujer sin carácter, cobarde y dominada por su marido que
o no quiso o no tuvo el coraje, para salvarla de los recurrentes malos tratos de éste.
Gabriela, por su parte, tiene una gran facilidad para poner todo en palabras, puede
describir sus recuerdos con llamativa minuciosidad y detallismo; es extrovertida pero a
la vez insegura. Su relación con los hombres se reduce únicamente a Marcelo, el único
18
al cual fue capaz de amar y que resulta ser la única prueba de que puede hacerlo.
Respecto a la noción de género el texto dice: “Para Gabriela, el ideal femenino ha
estado siempre peligrosamente cercano a La dama de las camelias” (Maturana 34); es
decir, una mujer delicada, frágil, sufriente y atormentada, por ello se siente atraída por
la oscuridad que intuye en Elisa.
Beatriz Gimeno en su libro Historia y análisis político del lesbianismo, explica
que, desde la aparición de la imagen misógina de las tríbadas o invertidas, en la
antigüedad, estas mujeres monstruosas, ingobernables, varoniles y sedientas de poder
que pervierten mujeres (60), resulta frecuente encontrar personajes lésbicos retratados
como mujeres hurañas, e introvertidas. La sociedad patriarcalista insiste en asumir que
muchas mujeres se vuelven lesbianas porque los hombres las rechazan por ser “feas” o
“poco femeninas”, de modo que se las asume resentidas sociales y emocionalmente
insatisfechas. Sin embargo, en este caso, Gabriela y Elisa son ambos personajes
complejos y de carácter muy disímil, que permiten entender que la predisposición hacia
el homoerotismo en la mujer no se haya sujeto a una construcción plana de la
personalidad, y que el deseo entre mujeres no está determinado a un tipo particular.
Ambos personajes van aceptándose tal cual son y reconociéndose en un nivel de
intimidad que no lograrían alcanzar nunca con personas del sexo opuesto, ya que las
trabas que no les permiten entregarse confiada y plenamente están relacionadas, de
hecho, con el temor que tienen a que ellos puedan dañarlas. Ese espacio de intimidad, el
saber que pueden hablar de todo y compartir todas aquellas vulnerabilidades que nadie
más conoce abre una especie de dimensión paralela en la que pueden habitar.
19
Este lazo de amistad comienza a confundirse cuando Gabriela cae en un una
depresión que le llevará a autodestruirse y distanciarse de Elisa, saliendo todas las
noches y volviendo por la mañana con olor a culpa y alcohol. En este periodo aparecen
las aprehensiones de Elisa, se siente abandonada por la única persona en la que sintió un
apoyo real:
También me duele constatar que esa disposición hacia mí que antes percibía en
Gabriela, al menos esa curiosidad por saber más de mis cosas, ha ido desapareciendo.
Su falta de interés me hace tan mal que más de una vez he estado a punto de contarle
toda la historia con lujo de detalles, haciéndola lo más cruda posible (y puede ser muy
cruda), para que tome consciencia de que está dejándome sola y perciba la dimensión
del peso que llevo a cuestas (Maturana 48).
Se observa entre ellas un lazo de interdependencia obsesiva, que las lleva a
pedirse explicaciones mutuamente y que alcanza un nivel de posesividad que raya en lo
insano. Por ello, cuando Gabriela le cuenta a Elisa que estuvo varias noches teniendo
relaciones sexuales con hombres cuyos nombres ni siquiera recuerda, ésta siente unos
terribles celos que nada tienen que ver con la amistad. Como el discurso occidental
patriarcalista ha tendido siempre a otorgarle a la mujer características más ligadas a lo
visceral que a lo racional, en el inconsciente colectivo habita la idea de que las mujeres
son más “complicadas” que los hombres debido a la imprevisibilidad que les otorga su
supuesto carácter irracional. Por esto, es común que se subraye en ellas y sus relaciones
una emocionalidad tendiente siempre a lo enfermizo, y, en este caso, por tratarse de dos
mujeres que sólo se tienen a sí mismas como apoyo en un momento de mucha
vulnerabilidad, se logra entrever lo que se suele asumir como un patrón frecuente en las
20
relaciones lésbicas, que es un dramatismo exacerbado, que permite que las mujeres las
crean inconscientemente, y por su nivel de dificultad, como un castigo (Gimeno 17).
A pesar de las reticencias que estos prejuicios heteronormativos pueden
producir, el primer contacto directamente sexual que ambas tienen es un beso suave y
tranquilo, que nace sin imposición, sin cuestionamientos ni preguntas acerca de la
naturalidad de éste, en el que Elisa reconoce “el sabor de la boca que besó a Marcelo” y
se dedica a “cerrar los ojos y aprender ese sabor” (Maturana 60) que dejó el hombre que
hizo sufrir a Gabriela. La acción de un beso entre dos mujeres no se toma en
consideración como algo extraño ni juzgado por la sociedad, sólo se presiente como un
nuevo paso en ese descubrimiento mutuo, como parte del acompañarse y sanar. En este
sentido vemos como las protagonistas de esta historia que, como ya vimos, no
responden a un estereotipo particular de lesbiana, pueden vivir su deseo desde una clara
fluidez. Nada las diferencia especialmente de otras mujeres, no se las define como
masculinizadas ni nada semejante, sino que son mujeres como cualquier otra que se
descubren de pronto atraídas entre sí y sin que ello les genere interrogantes moralistas.
Un nuevo giro toma la trama cuando aparece Franco, un joven que se obsesiona
con Elisa, formando un triángulo amoroso bastante confuso. En este momento se hace
notar el hecho de que la construcción del deseo del personaje de Elisa no se haya
anclado en el aspecto físico sino en las características de la personalidad, por lo mismo,
resulta sorprendente que ninguno de los personajes se describen físicamente, sino que
sólo se mencionan partes de sus cuerpos cuando éstos encarnan aspectos del carácter,
como las ojeras de Gabriela o su delgadez:
21
Cuando mis ojos se han habituado a la intensidad de la luz, en la silueta aparecen unos
rasgos extrañísimos. Son, lejos, los ojos menos comunes que he visto en mi vida. Es
moreno, algo bajo (creo), nada especial. Pero por momentos tengo la sensación de que,
si fijo la vista en sus ojos, voy a poder ver el cielo detrás de su cabeza (Maturana 76).
La mirada penetrante e interrogadora de Franco describe la determinación de su
carácter, el cual intriga a Elisa por contrastar fuertemente con su forma dubitativa de
ser. Ella misma reconoce que el resto de él no le “resulta particularmente atractivo”
(Maturana 76) Con este dato, damos con un elemento sumamente importante para
reconocer el por qué de la falta de cuestionamientos de Elisa, y es el hecho de que su
deseo está basado principalmente en elementos no relacionados con el físico ni con el
género de las personas.
Gimeno, defiende que, tal como muchos autores han planteado, la sexualidad de
las mujeres es más fluida que la de los hombres5
, y explica este hecho en base a dos
factores principales que son la construcción social de la maternidad6
y la construcción
social de los géneros como subjetividades diferenciadas (236). Dentro de este último
factor está presente la diferencia en la educación sexual de niños y niñas, en la cual a los
primeros se les educa desde pequeños en rechazar todo tipo de actitud que pueda ser
considerada estereotípicamente femenina y, por ende, homosexual; mientras que a las
niñas se las incentiva a desarrollar su lado emocional en la cercanía física y afectiva de
5
Al hablar de que la sexualidad es fluida nos referimos a que presentan mayor facilidad para orientarse
hacia personas de uno u otro sexo sin mayores cuestionamientos o barreras morales.
6
La construcción social de la maternidad hace referencia a la división sexual del trabajo dentro de la
familia, y tiene sus bases en la teoría psicoanalítica del origen matrisexual de la sexualidad infantil, y la
dificultad que implica la reorientación del objeto de deseo de la niña en la pubertad que la adentre en la
heterosexualidad obligatoria.
22
sus pares, sin que haya un aprendizaje específico de la lesbofobia en su formación7
. En
cuanto a la formación cultural de los objetos de deseo de niñas y niños, ésta difiere
porque mientras a estos últimos se les enseña a sentir atracción por la belleza y el físico
de las mujeres en particular, a las niñas se les educa para erotizar cualidades de la
personalidad y el carácter como son la inteligencia, la experiencia y el poder, que
pueden encontrarse tanto en hombres como en mujeres (Gimeno 248).
En el caso de Gabriela, esto último se hace muy evidente puesto que lo que más
le atrae de Elisa es su carácter protector, lo que la ayuda a validar su imagen de ser la
mujer que “por su fragilidad, un hombre tendería a amar a la distancia o a proteger”
(Maturana 34). Gabriela necesita, por sobre todas las cosas, ser “salvada”, por ello
lamenta el carácter débil e indeciso de Marcelo:
Debe haberme visto temblar, y empezó a gritarme que saliera de ahí, con ese tono suyo
siempre cargado de una indescriptible ternura, que en esas circunstancias era el peor
tono posible, y partió al baño con una toalla, pero fue incapaz de arriesgarse bajo el
agua para sacarme… no se atrevió a “rescatarme”, a pesar del amor que decía sentir por
mí (Maturana 38).
A diferencia de Marcelo, Elisa se acerca bastante a lo que Gabriela desea
encontrar, alguien que se interese por ella, que le presta atención y valide su forma de
ser. Se preocupa por ella y la cuida “un poco como una madre” (Maturana 45) cuando
7
Incluso se da el caso de que muchas mujeres no conocen el concepto “lesbiana” sino hasta que lo
escuchan a modo despectivo y proveniente de grupos humanos ajenos a su círculo de amigas. Al
respecto es interesante el estudio etnográfico realizado por Valerie Hey, quién analiza las relaciones de
amistad entre las niñas y demuestra que la lesbofobia no surge sino desde los grupos de niños que sí
han sido educados en la homofobia. Para más información ver: Hey, Valerie. The company she keeps: an
ethnography of girls friendship, Bucking-ham, Open University press, 1997.
23
desaparece o colapsa emocionalmente, se convierte en ese apoyo que requiere y la hace
sentir amada y protegida.
Gimeno, plantea que el deseo de las mujeres puede ser modificado de forma
consciente para escapar de las relaciones heterosexuales que no les convienen por
cuanto éstas mantienen una jerarquía en la que siempre serán las dominadas. En cambio,
dice, una relación entre mujeres posee un equilibrio natural, en ellas las mujeres se
encuentran como iguales y pueden compartir decisiones y, además, relacionarse más
afectiva y cercanamente que con un hombre. También explica que “muchas mujeres se
descubren sintiendo deseo homosexual en el marco de una relación con otra mujer, o
con otras mujeres, relaciones no necesariamente, o no exclusivamente, o no
primariamente, sexuales, pero sin duda sexuales” (Gimeno 277). Es decir que, a
diferencia del caso de los hombres que suelen saberse gays mucho antes de tener una
relación afectiva con otros hombres, porque desde siempre sintieron un deseo erótico
orientado hacia ellos, muchas lesbianas se descubren sintiendo atracción por otras
mujeres sólo después de establecer un vínculo afectivo con una de ellas. Eso es lo que
ocurre en el caso de Gabriela y Elisa, quienes tras formar un vínculo emocional muy
fuerte comienzan a desarrollar una atracción física que sólo una vez avanzada la trama
será cuestionada por sus repercusiones sociales.
Elisa confiesa que a veces sueña con “esas historias de amor raras y lindas que
uno puede contar después a los nietos con orgullo. Con un hombre que pueda ser
también un padre. Un buen padre” (Maturana 88). Con esto deja ver que lo que busca de
los hombres, en realidad es aquello que su padre nunca le dio y que, mientras siga
24
teniendo presente el trauma que éste le generó durante su infancia, no podrá acceder a la
posibilidad de mantener una relación heterosexual satisfactoria. En el caso de Gabriela,
ésta viene escapando de una relación tortuosa y fallida con Marcelo, en la cual había
logrado entregarse completamente por primera vez y había obtenido en respuesta el
desamor de éste, quien prefirió continuar con su matrimonio por amor a sus hijos, en
lugar de separarse de su esposa para estar con ella.
Ambas tienen en común historias de desilusión en sus contactos heterosexuales,
que pueden llevar al lector a pensar que es esto lo que las llevó a establecer una relación
pre-lésbica8
, y asumir que en todos los casos de idilios entre mujeres existe tal factor
común, y que, por ende, éstas no son naturales sino que se producen por efecto de un
trauma o una insatisfacción en sus contactos emocionales y sexuales con hombres. No
es infrecuente escuchar aseveraciones (especialmente de los hombres, pero también de
muchas mujeres hétero u homosexuales con pensamiento heterocentrado) que impliquen
la asunción de que las lesbianas simplemente son mujeres a las que les hizo falta un
“verdadero hombre” al lado, o que han preferido el sexo con otras mujeres (que siempre
se lo presume insatisfactorio ante la ausencia de un pene) porque sus parejas masculinas
no supieron complacerlas sexualmente, pero que podrían retornar al camino correcto si
tuviesen una buena experiencia heterosexual. No les es posible asimilar que el deseo
8
Digo pre-lésbica puesto que para llamar lésbica una relación es preciso que haya una consciencia
detrás de lo que significa e implica esta palabra. Si la relación afectuosa entre Gabriela y Elisa no es
llamada lésbica por ellas mismas, difícilmente podríamos nosotros calificarla de tal, pues el concepto
está cargado de muchas otras cosas además del cariño y el deseo que no han sido tomadas en cuenta
por parte de ellas. El uso de la palabra “lesbiana” nace primeramente como un insulto, y requiere de la
reivindicación y apropiación por parte de las implicadas para poder utilizarla para denominar una
relación.
25
lésbico sea una posibilidad real y han pintado a las lesbianas como mujeres que odian a
los hombres.
Como nos muestra el análisis histórico de Gimeno, esta percepción ha estado
presente al menos desde la época renacentista, en la cual la literatura erótica para
hombres comenzó a establecer como un tópico recurrente las escenas de sexo entre
féminas en las que siempre se adecúan al estereotipo femenino y vuelven, finalmente, al
espacio de la heterosexualidad pues no pueden hallar una satisfacción sexual completa
en ausencia del hombre. También aparece como tópico literario el de la lesbiana fea y
malvada que se encarga de seducir jovencitas ingenuas y que intenta representar a un
hombre, clásica falacia que tomará también el psicoanálisis al confundir la identidad de
género con la orientación sexual y decir que todas las mujeres que no buscan sus afectos
en los hombres sino que en las mujeres intentan remedar la masculinidad sin
conseguirlo9
.
Sin embargo, en el caso de ambas no es posible adecuarlas completamente a esta
definición por cuanto sus formas de ser y relacionarse no nos dan los indicios necesarios
para creer que sientan odio o repulsión por los hombres, sino que aún son capaces de
sentir deseo por ellos. Si bien Elisa demuestra hallarse a la defensiva pues piensa que
los hombres son fuertes y tienen la capacidad de causarle daño, como se observa en el
caso de su interacción con Franco, o los camioneros que las llevan a dedo, esto no
significa que sienta repudio por ellos. Tampoco en ellas se observa una necesidad de
9
Más detalles sobre este punto pueden hallarse en los textos El enigma de la mujer ¿Con Freud o contra
Freud? de Sara Kofman (Editorial Gedisa, Barcelona, 1997) y Love between women de Charlotte Wolff
(Duckworth, London, 1971).
26
imitar el modo de ser masculino como piensa el psicoanálisis o como podemos entender
a través de las representaciones negativas de la lesbiana clásica, de modo que sólo
podemos entender el nacimiento del deseo entre ambas como un derivado del afecto y
apoyo mutuo que se han entregado y que ellas mismas reconocerán más adelante como
una “confusión” (Maturana 122):
Por ahora me preocupa mucho más traicionar a Gabriela que a Franco. Y me niego a
convencerme de que una historia con Franco no tendría que ser, necesariamente, una
traición a Gabriela. Tal vez porque me pongo en la situación inversa y siento que para
mí sí sería una traición si ella se metiera con él. Además, los amores a los que he
intentado contar parte de mi historia me han durado muy poco, y a los que le he
ocultado cosas, todavía menos (Maturana 91).
Elisa no cree posible el amor de Franco por ella, tal como le cuesta creer que
cualquiera pueda amarla con su baja autoestima y el daño que arrastra por las
violaciones realizadas por su padre; sin embargo, no duda del cariño de Gabriela ni
siente temor a ella, puesto que la forma en que se ha desarrollado su cercanía es
diferente. Mientras Franco insiste y es directo en sus acercamientos, Gabriela ha ido
poco a poco conociéndola y entendiéndola, adentrándose en su subjetividad sin juzgarla
y eso la reconforta. No vislumbra en el intercambio de ambas una subordinación como
la que presiente en el contacto con hombres, sino que entiende la relación de ambas
como una situación de apoyo mutuo y desinteresado, que se caracteriza principalmente
por la horizontalidad, justamente aquello que, según Gimeno, resulta atractivo y
emancipatorio para las mujeres cansadas de las relaciones heteronormativas.
27
Elisa misma reconoce su relación con Gabriela como un “experimento”, pues
quiere averiguar si después de tener conocimiento pleno de su pasado el cariño de ella
seguirá ahí; aquí se puede observar que a pesar de tener menos trabas a la hora de
entregarse a Gabriela, sigue cargando inseguridades acerca de su posibilidad de ser
amada. Con esto entendemos que el daño que Elisa ha sufrido no la ha determinado
exclusivamente en contra de la posibilidad de tener un amor heterosexual, sino que la ha
puesto a la defensiva sobre todo tipo de amor aunque su relación con Gabriela haya
nacido de una manera que la hace sentir más segura, lo que descarta que su orientación
hacia ella esté ligada a un despecho hacia los hombres en particular.
Las relaciones de amistad entre las mujeres son incentivadas desde que son
pequeñas, y tienden a aprender a ver a los hombres como “otros” desconocidos y
extraños, por ello estas amistades se crean en un marco de confianza mucho más
relajado y distendido, no existen en ellas tensiones ni dificultades a la hora de dejarse
llevar y formar redes de apoyo y comprensión mutua. Así podemos entender que
Gabriela, quien tuvo tantas dificultades para permitirse establecer un lazo con Marcelo,
no haya titubeado a la hora de confiar ciegamente en Elisa.
El problema del triángulo amoroso se resuelve luego de alcanzar un punto de
clímax en una escena forzada por Gabriela en la cual reconoce verbalmente su atracción
por hacia su amiga, creando una situación conflictiva e incómoda para todos. Lo
anterior, llevará a Elisa a cuestionarse la relación que ambas han entablado: “Puede que
sienta que lo hizo porque me quiere; o que lo hizo porque no desea quererme”
(Maturana 103), porque tiene miedo de lo que siente. El cariño de Gabriela comienza a
28
tomar una forma más destructiva, como si la quisiera a su lado sólo para que la vea
sufrir, la proteja y valide su personaje martirizado.
Finalmente la tensión se resuelve cuando ambas logran sincerarse, una vez solas
intentan encontrar las respuestas que les faltaban y la relación que ambas tienen sale a la
luz con un cariz diferente, ahora pueden ver las implicancias que tiene y se preguntan si
serían capaces de seguir adelante con ella. Elisa muestra los primeros atisbos de un
temor hacia el amor que siente por Gabriela cuando dice:
No podría soportar que me besara ahora. La primera vez fue lindo. La segunda fue un
desastre. La tercera sería, definitivamente, un problema. Soy incapaz de permitirme
querer en buena forma a un hombre. Mal puedo siquiera preguntarme por mi posibilidad
de amar a una mujer” (Maturana 122).
Hasta ahí llega la libertad de dirigir sus afectos. Gabriela le dice directamente
que lo que quiere es a ella y expresa un alto nivel de decisión y entrega, demostrando
que en su caso la reacción que la sociedad pueda tener ante una relación lésbica no
resulta tan intimidante. Elisa, en cambio, sólo hasta ese punto se permite vivir su amor,
puede sentir un afecto algo confuso por Gabriela, pero continuar en esa línea significaría
tener que tomar consciencia de todo lo que significa amar a una mujer, lo cual, sumado
a sus preocupaciones y confusiones ya existentes sería demasiado.
Aquí surge la interrogante de hasta qué punto puede definirse la fluidez en la
sexualidad de la mujer en este caso. Es claro que para Gabriela reconocer lo que está
sintiendo por Elisa no ha sido fácil, ha sido extraño y bastante turbulento. Si bien no
sabemos lo que ha estado pasando por su cabeza, podemos inferir sus dificultades por el
29
hecho de haber tomado decisiones y haber realizado acciones tan radicales y a la vez
contradictorias. Con esto entendemos que, efectivamente, toda mujer puede ser lesbiana,
sí, siempre y cuando no tome consciencia de lo que implica serlo dentro de su entorno,
si éste es favorable se dará de forma natural y sin cuestionamientos, pero si no, sería,
como dijo Elisa “un problema” (122), por eso, ahora que ya ha alcanzado otro nivel se
siente asustada:
Yo tampoco quiero que haya cosas de por medio que puedan interferir. Eres la única
persona a la que he podido contarle mi historia y eso es ahora lo más importante. Pero
tampoco me gustaría que te confundieras, Gabriela. Nada bueno puede surgir de mis
afectos como pareja. Además, no me parece que sea eso lo que tú quieres, tampoco. ¿Te
acuerdas de esa vez cuando me dijiste que nadie te la metía como Marcelo? Bueno. Yo
ni siquiera tengo algo que meterte (Maturana 122).
Según las palabras de Gimeno, el sexo en occidente se ha considerado desde los
inicios de los tiempos en base a la sexualidad masculina, de modo que no puede
comprenderse un acto sexual si no incluye erección, penetración y eyaculación. Esta
genitalidad ha hecho inconcebible para muchos el sexo entre mujeres que no incluya un
sucedáneo del pene (Gimeno 41). Incluso las mismas mujeres, quienes han sido criadas,
por una parte, para erotizar cualidades que pueden hallarse tanto en hombres como en
mujeres, mientras, por otra, se encuentran constantemente bombardeadas por
representaciones falocéntricas del sexo, hallan gran dificultad a la hora de pensar en qué
hacen dos mujeres en la cama. Todo tipo de acto erótico que no incluya un falo de por
medio, ha sido des-sexualizado hasta el punto de volverlo inconcebible, lo que da a la
mayoría la impresión de que las lesbianas no pueden hallar verdadera satisfacción en
30
sus besos, abrazos y caricias, lo cual explica las palabras utilizadas por Elisa para
justificar su negativa a las pretensiones de Gabriela.
No obstante, en investigaciones sobre sexualidad la mayoría de las mujeres
reconocen haber sentido deseo por otra mujer, y explican que lo que buscan en ellas son
las caricias y las palabras que no pueden encontrar en las relaciones sexuales con un
hombre10
. Dado que la sexualidad femenina no está determinada por la duración de una
erección sino que tiene un tiempo mucho más ilimitado, no necesariamente tiene que ir
in crescendo hasta un conclusión, sino que encuentra mucho espacio para los juegos, las
caricias, la complicidad y las pausas; pero la cultura androcéntrica en la que nos
hallamos insertos no permite a las mujeres comprender esto, y, por ello, piensan que
sólo un hombre podría entregarles lo que la sociedad ha definido como sexo. Es decir,
se limita la sexualidad de la mujer sólo al acto sexual heterosexual.
Esta visión de la sexualidad no ligada exclusivamente a la genitalidad se pude
apreciar en las palabras de Gabriela:
Marcelo ya no está, no hay nadie. Estás tú. Está tu amor y yo lo siento y es el único
amor que siento en este momento. Y luego tu cuerpo. No como un cuerpo, sino como
una parte de lo mismo. Y tu boca, o tu piel, o todo lo tuyo, se me apareció de pronto
como la suma de todo eso que amo, y entonces quise tenerte. Tenerte. Esa posesión que
sólo cabe en el sexo, pero en el sexo que une el cuerpo y la cabeza y el alma, si es que
10
Ejemplos de estas investigaciones pueden ser la realizada en España por Ramón Serrano Vicens en
1961 y que no fue publicada sino hasta 1974, citada por Gimeno en la página 218; el reconocido Informe
Hite, realizado por la sexóloga Shere Hite en 1976, o el reciente estudio de la Dra. Meredith Chivers
titulada “Gender and sexual orientation differences in sexual response to sexual activities versus gender
of actors in sexual films” publicada el 2007.
31
hay un alma. Odio este vacío. Odio la sensación de agujeros por todos lados (Maturana
140).
Gabriela ve la sexualidad como aquello que reúne todo lo que una persona es, no
siente deseo por el cuerpo como algo aislado del resto, por ello puede orientar su afecto
a Elisa tanto como a Marcelo. Ella ve en el acto sexual la capacidad de conectarse con el
otro, de fusionarse, completarse y conectarse de forma íntima; lo que desea de Elisa es
justamente eso, que le ayude a sentirse completa, que el lazo que las ha unido
afectivamente durante todo ese viaje se refleje en una unión física. Esta idea de la
sexualidad no está conectada de forma exclusiva a la genitalidad, sino que se deriva de
un vínculo emocional más fuerte y complejo que el simple deseo carnal. Aquí aparece
otra vez lo que planteaba Gimeno acerca de que las mujeres pueden aprender a sentir
deseo por otras mujeres dentro del marco de un lazo afectivo con ellas. Elisa lo entiende
de este modo “Gabriela sólo consigue ver la dimensión de su cuerpo en los ojos de otro;
de ese otro que la ama” (Maturana 141), para Gabriela su cuerpo sólo existe cuando es
amado. Para Elisa, todo tipo de amor físico está bloqueado, se siente libre de amar
siempre que ese amor no traspase las barreras de lo platónico, se siente incapaz de
reconocer su deseo hacia Gabriela puesto que no puede diferenciar el acto sexual de la
violencia por culpa de su padre; dice que:
Mi cuerpo, en cambio, no tiene nada que ver con el amor. No hay búsqueda de alguien
que lo valide, sino tan solo una suerte de resignación al hecho de que exista y esté aquí.
Yo podría aceptar la forma en que Gabriela me confronta con su sexualidad si sólo
pudiera sentir que algo bueno saldría de ello. Y no hay nada. Y me siento mal por eso.
Su dolor me duele a mí, bordeando lo apenas tolerable (Maturana 141).
32
Finalizado el viaje, una vez de regreso en la capital, comienzan a distanciarse.
Mientras Gabriela pierde la cabeza obsesionada con la esposa de Marcelo, Elisa se
dedica a extrañarla y a superar poco a poco aquellos traumas que gracias a Gabriela
pudo dimensionar:
Yo misma quise que (la psicóloga) fuera una mujer. Antes había recurrido a varios
hombres, creyendo que el problema era con ellos y que a la larga podría reconciliarme si
tenía una buena experiencia con alguno. Ahora es más complejo: sé que el problema
está en los afectos y no en el género. Pude verlo con Gabriela. Con mi incomodidad ante
el amor de Gabriela; con mi incapacidad de responder de un cierto modo: el modo
normal o esperable (Maturana 192).
Ya no es posible considerar la hipótesis de que el amor que ambas sentían fuera
a causa de un despecho por los hombres, todo este recorrido nos ha dado las pautas para
entender en qué medida las identidades de estas mujeres nos describen una noción
fluida de la sexualidad, que les permite orientar sus afectos no a un género en particular,
sino a la persona que se haya detrás. No podríamos definir esta relación pre-lésbica
como una decisión política como querría Beatriz Gimeno, puesto que lo que ambas
buscan en su relación no es liberarse de las ataduras del patriarcado o la
heterosexualidad obligatoria. Al contrario, una vez que fueron conscientes de lo que
implicaba una relación de estas características prefirieron dejar las cosas como estaban
en lugar de continuar con ella. Tampoco se les hizo posible el otorgar una etiqueta a lo
que estaban experimentando, prefirieron quedarse con la idea de que tuvieron una
amistad tan profunda, y vivieron un viaje físico y emocional tan grande que traspasaron
33
la barrera de la norma y experimentaron un cariño que ya poco tuvo que ver con la
amistad.
Mientras baila con Gabriela, en el que será el último momento en que vivirán
realmente su amistad antes de que todo cambie de rumbo de forma drástica, Elisa nos da
a entender con su reflexión que su percepción de la sexualidad dista mucho del básico y
acotado binarismo que nos plantea el modelo sexológico: “parecería fácil ponerle un
nombre a todo esto, un nombre que no alcanzaría jamás a aprehenderlo, pero que
alguien pueda confundirse me importa especialmente poco” (Maturana 197). Ninguna
de las dos ha establecido juicios morales en torno a su relación, sino que la han aceptado
sin dudar y lo han entendido como un afecto más. Por ello no les resulta sencillo
nombrarlo, pues el nombre que se le otorga a la atracción que experimentaron está
infestado de prejuicios:
El espacio de la lesbiana no ha sido pensado como un lugar de liberación, no ha
sido inventado por las mujeres, ni siquiera por las lesbianas, sino que ha sido
definido por el patriarcado como un lugar de castigo y de exclusión, un lugar en
el que colocar a determinadas mujeres para castigarlas por no asumir, tan bien
como debieran, su prescriptivo rol femenino. Lo que ocurre es que dadas las
cargas que el mismo patriarcado impone a las mujeres, ese espacio es, a veces,
preferible al espacio de la inclusión (Gimeno 25)
La carga discursiva que la palabra “lesbiana” lleva consigo no calza con la
percepción de la sexualidad que tienen ambos personajes; muy por el contrario, éstas
han demostrado que, para ellas, a la hora de amar, lo central no se encuentra acotado a
la genitalidad, no se trata de ser heterosexual, homosexual o bisexual; se trata de ser
34
personas que sienten cariño, amor, deseo y atracción por otra persona más allá de los
límites de la piel.
35
Capítulo 2:
“La Elegida” de Lilian Elphick.
Deseo lésbico de encuentros fugaces ante la imposibilidad de su
realización en una sociedad heteronormativa.
“La Elegida” de Lilian Elphick aparece por primera vez en su selección de
cuentos La última Canción de Maggie Alcázar publicado en 1990, y fue la primera obra
narrativa chilena que relata abiertamente y en primera persona una relación sexual entre
dos mujeres11
. Elphick nos sumerge en medio de un lío amoroso pasajero entre dos
chicas que se conocen en la calle, y que tras una tarde de charla amistosa en un café y
una larga caminata por las calles de Santiago, se dirigen a una habitación de hotel donde
viven un breve momento de pasión, tras lo cual se separan y no vuelven a encontrarse.
Esta historia nos presenta el paradigma de la negación, de vivir un sentimiento
oculto y que se sabe prohibido por la sociedad, pero que se reconoce y sólo puede hallar
alivio en amoríos anónimos y vidas paralelas. Dicho paradigma encuentra su espejo en
el contexto de escritura del cuento, la dictadura militar chilena, pues el estado de cosas
en dicha época produce que los individuos se sientan limitados en su libertad de
11
Tal como se indica en la introducción de esta investigación, en la literatura chilena aparece en 1956, y
a modo de excepción que cumple la regla, la novela Cárcel de Mujeres de María Carolina Geel, en la cual
se habla explícitamente de relaciones lésbicas que podrían considerar como homosexualidad
situacional.
36
relacionarse y les obliga a buscar espacios de fugacidad que les devuelvan
momentáneamente la sensación de compañía.
Cabe destacar que este libro fue publicado por primera vez por Mosquito
Editores, una editorial pequeña nacida en 1988 de mano de dos ex presos políticos
(Víctor Cornejo y Cristian Cottet) que buscan, ante todo, ayudar a difundir la obra de
autores chilenos que ya venían trabajando en sus escritos en los años 80 desde la
disidencia política. Posteriormente formó parte de muchas compilaciones y fue
reeditado en la selección de cuentos de la misma autora titulado El otro afuera y
publicado el 2002 por la editorial independiente Cuarto Propio. Con lo anterior
observamos que son las editoriales pequeñas e independientes las que abren el camino a
la publicación de narrativas que toman el tema de la homosexualidad femenina12
. Por su
parte, la crítica ha resaltado las características estructurales y la idea de fugacidad
subrayada por el cuento, en especial su manera particular de plantear el discurso
amoroso, el cual ya perdido su clásico carácter idílico, carece de futuro y se haya ligado
a la ruptura (Espinosa 1), o su modo de enunciar el deseo desde la violencia (Edwards
1). En ningún caso entran en detalles sobre el tema lésbico que le da vida a dicho
discurso amoroso, a pesar de la enorme brecha que divide una perspectiva heterosexual
de una lésbica en términos políticos y sociales, y la relevancia que adquiere dicho dato
dentro del cuento.
12
Como planteo en el capítulo anterior, el caso de El daño sería la única obra que escaparía a esta
norma, si no fuera por el hecho de que la identidad lésbica se configura en dicha obra como una
reafirmación de los roles de género establecidos por la heteronormatividad, pues, finalmente, la mujer
vuelve al curso de la heteronorma tras “confundirse” con otra mujer; y, porque además, el deseo lésbico
se muestra de forma sugerente y subrepticia más que legitimada. Todo ello permite que El daño sea una
obra más aceptable de ser publicada por una casa editorial masiva como es Aguilar.
37
Sin embargo, lejos está la posibilidad de ignorar la relación homosexual de esta
obra, tomando en cuenta que resulta prácticamente el primer grito de la literatura
chilena que presenta estos personajes sin encubrirlos de amistad. Además todo el tópico
de la fugacidad, del amor pasajero y de la clandestinidad que busca expresar el relato es
destacado por este tipo de relaciones que nacieron proscritas dentro de una sociedad
heteronormativa que funciona en base a la invisibilización de las identidades que la
transgreden. Quizás la autora o sus contemporáneos querrían argumentar que la
clandestinidad y el sin lugar de sus personajes se haya inserto en un contexto mucho
más grande, que es el de la ciudad sitiada por la dictadura; no obstante, ¿por qué
traducir dichos elementos en un encuentro fugaz entre dos mujeres y no entre dos
hombres, o entre una pareja heterosexual? No es el hecho, sino el síntoma lo que nos
resulta relevante en este caso, es la relación directa inconsciente que existe en nuestra
sociedad entre lo proscrito y la homosexualidad femenina. Aquí el deseo lésbico no se
disfraza, pero se esconde y se vive en las sombras, por ello este breve relato es
increíblemente relevante para el asunto que nos atañe.
Lo que primero salta a la vista es el tipo de enunciación del texto que, siendo un
cuento bastante breve no se queda corto en complejidad, sino que, muy por el contrario,
logra exigir la completa atención del lector. No es una obra que pueda ser leída de una
vez, se hace menester volver sobre la lectura dos y tres veces antes de comprender
realmente qué es lo que está ocurriendo. Todo está narrado en primera persona en modo
directo por parte de la chica protagonista cuyo nombre desconocemos; sin embargo, en
la segunda parte dicha narración se confunde entre enunciaciones que buscan contar la
historia a una tercera persona ausente (presuntamente el hipotético lector) como en “Ella
38
me pregunta dónde estoy” (Elphick 104); otras que relatan los hechos a la mujer, que
luego sabremos se llama Miriam, que se halla con ella en el hotel a la vez que éstos
suceden como “usted se esconde frente al espejo para no responder” (Elphick 104) y
uno que otro diálogo entre ambas. La tercera parte se instaura ya completamente como
un monólogo interior, donde la protagonista se lamenta de la ausencia de Miriam como
si ésta pudiera oírla: “Siento nostalgia por usted, Miriam, pero ya no la busco…”
(Elphick 106).
Esta constante mezcla de modos de enunciación ha dado espacio a que se ponga
en duda si el relato habla efectivamente de dos mujeres, como es el caso del análisis del
profesor y escritor Jaime Hagel, quién postuló la idea de que se trata de una sola mujer y
que el espejo actúa como un medio a través del cual la narradora se relaciona con su
propio reflejo. No obstante, es la misma autora la que reconoce que siempre pensó en
dos mujeres (Vera), pero lo que viene al caso no es la cantidad de personajes presentes
en el relato ni la intención que tuvo la autora a la hora de escribirlo, sino que lo
destacable es la forma en que el modo de enunciación permite que se vuelva a ratos
difícil de distinguir a ambas mujeres. Este constante entremezclarse de los personajes da
pie para entender que más que la relación homoerótica en sí misma, el centro del relato
es la manera en que ambas mujeres se funden y acompañan mutuamente con el fin de
sobrellevar por un breve lapso de tiempo su estado de vulnerabilidad en un entorno en
tensión.
En definitiva, podría concluirse del efecto provocado por los cambios de
enunciación que los personajes no sólo forman un espacio de intimidad al unir sus
39
cuerpos en el acto sexual, sino que llega a perderse la noción de donde termina una y
empieza la otra en un nivel simbólico de la narración. En este sentido “La Elegida”
surge como una alegoría al género femenino y la capacidad de las mujeres de formar
lazos de apoyo entre ellas, lazos de igualdad que les permiten acompañarse en su
situación de subalternidad en la sociedad.
Las féminas aparecen como los personajes ideales para representar el estado de
indefensión que la autora intenta retratar, puesto que no sólo son seres vulneradas en su
calidad de ciudadanas viviendo en plena dictadura, sino que además forman parte de la
mitad de la población que es discriminada por pertenecer al género femenino en una
sociedad patriarcalista exacerbada por el conservadurismo militar, y que, como si todo
lo anterior fuera poco, experimentan un deseo que subvierte los límites de lo
moralmente permitido. Esta extrema subalternidad de los personajes se complementa
con las poéticas descripciones de Elphick que exaltan las características físicas
particulares de la mujer, a la vez que presenta elementos que transmiten la idea de un
espacio sucio y marginal, lleno de recovecos en los que generalmente no reparamos:
Camino por ciertas calles que no tienen salida directa sino que dan vueltas y vueltas,
terminan en plazoletas y luego continúan. Me gusta perderme y caminar sin rumbo bajo
esta lluvia. Elijo esta calle y no otra. A pesar de ser lunes no veo gente; no me inquieta,
es más, me gusta que sea así (Elphick 101).
Este Santiago se percibe como una ciudad solitaria, llena de calles que no llevan
a ningún lugar en particular, es el escenario perfecto para las meditaciones de este
personaje que siente que ha perdido el rumbo, que sale a la calle a buscar no sabe qué y
40
que define su camino a medida que lo va recorriendo. En su libro Sexualidades en
disputa Daniel Balderston relaciona esta forma de configuración del espacio en la
narrativa homosexual latinoamericana con la situación de marginalidad que identifica a
sus personajes, la cual éstos toman y reivindican como parte de la construcción de su
imaginario colectivo:
El espacio urbano (…) es importante para la construcción de la subjetividad gay y
lesbiana. Si a menudo el sujeto queer ha sido leído como un sujeto que vive “fuera” de
la nacionalidad, o como un sujeto excéntrico, hay que señalar también la forma en la
que estos sujetos homosexuales precisamente insistieron en su marginalidad, en su
excentricidad, y desde ahí convocaron a todo un circuito de relaciones en el que ellos
mismos se reconocían (Quiroga y Balderston 57).
Esta exterioridad retrata fielmente el mundo interior de los personajes que
habitan en él, de modo que a ellos no les parece hostil en su oscuridad y desamparo,
sino aparece también como un refugio que les refleja y en el que acaban por encontrarse
todos estos individuos que permanecen fuera de la norma. Por ello es y debe ser en esta
ciudad lluviosa y fría donde se encuentra la narradora con aquel personaje que luce tan
desvalido como ella, una mujer a la cual, en primera instancia, no se describe
físicamente más allá de su abrigo y su extraño estado de inacción. Lo que a ésta llama la
atención es el eco de sí misma que encuentra en la desconocida: “Me acerco cautelosa,
comprobando que el agua le corre por el pelo igual que a mí y que no espera nada de
este día imaginario” (Elphick). Es esta situación de sentir que la vida pasa mientras ellas
esperan nada en particular lo que las une en aquél día imaginario, imaginario no
41
necesariamente porque no existió más que en sus mentes, sino porque no se lo vive
plenamente.
Gimeno, plantea el lesbianismo como una oportunidad de salida de la opresión
que ejerce el patriarcado sobre las mujeres, esto porque la esencia que reafirma
constantemente el patriarcalismo es el pensamiento heterosexual instaurado
históricamente hasta convertirlo en lo que comúnmente se entiende como la
“normalidad”. Monique Wittig en su ensayo El pensamiento heterosexual nos da luces
para comprender que la heterosexualidad, lejos de ser la base real de la sociedad
occidental, es una construcción política que oprime a aquellos que escapan de sus
parámetros incluso obligándoles a expresarse en sus propios términos:
Los discursos que nos oprimen muy en particular a las lesbianas, mujeres y a los
hombres homosexuales dan por sentado que lo que funda la sociedad, cualquier
sociedad, es la heterosexualidad. Estos discursos hablan de nosotras y pretenden decir la
verdad en un espacio apolítico, como si todo ello pudiera escapar de lo político en este
momento de la historia, y como si en aquello que nos concierne pudiera haber signos
políticamente insignificantes. Estos discursos de heterosexualidad nos oprimen en la
medida en que nos niegan toda posibilidad de hablar si no es en sus propios términos y
todo aquello que los pone en cuestión es enseguida considerado como «primario»
(Wittig 49).
El pensamiento heterosexual no permite que el mundo sea concebido sino
tomando como base la diferencia de los sexos, la cual se ha definido dialécticamente
como una diferencia de clases, en la cual existe el dominante y el dominado, puesto que
a nivel simbólico se ha definido a la mujer como el sexo débil, visceral y vulnerable,
42
mientras que el hombre es quien tiene la fuerza y el intelecto que incluso le permite
ejercer la violencia. Bajo estas circunstancias se vuelve natural el considerar que en el
marco de las relaciones heterosexuales siempre habrá algún grado de jerarquía que
ponga al hombre en un nivel superior a la mujer, este es el argumento que utiliza
Gimeno para explicar el por qué algunas mujeres habrían de preferir formar lazos entre
sí antes que con un hombre. Y es que sólo en el marco de una relación lésbica la mujer
occidental puede hallar una verdadera horizontalidad, donde poder encontrarse
formando una vida en pareja con una igual que reconoce sus fortalezas y
vulnerabilidades sin ser consumida por la presión social que le fuerza a cumplir con
ciertas características que se adecúen al rol de género que “le corresponde”.
Es por esto que personajes femeninos como los que aparecen retratados en “La
elegida”, que se sienten perdidas y marginadas en su entorno político y social, buscan
en su unión aquel consuelo que sólo el reconocerse mutuamente como individuos que
padecen de iguales presiones, penas y temores les puede proporcionar. Al yacer juntas
encuentran un nivel de intimidad y conexión que no podrían o no se permitirían tener
con un individuo que pertenece a otra jerarquía, hallan en su encuentro la complicidad
que necesitan para liberarse, aunque sea por un momento fugaz de aquel estado de
inacción.
Al igual que en El daño, el deseo lésbico no aparece como una contrariedad,
surge desde la conexión y cercanía que ambos personajes forman tras una tarde de
charla compartida bajo la lluvia, no se vislumbra ningún momento de duda antes de la
consumación:
43
Después de una hora de peregrinación le propongo entrar a un hotel. No entiendo mi
propia invitación, por qué no a mi casa, allí estaríamos solas, sin interrupciones, además
hace tiempo que ya no recibo visitas inesperadas. Pero, ¿por qué este querer estar
solas?, sé que ella también lo siente, por eso nuevamente acepta, sin mirarme, aunque le
adivine su sonrisa de pecados secretos (Elphick 103).
Nuevamente se adivina que, como dice Gimeno, la línea que separa a las
lesbianas de las mujeres en general es muy permeable, a pesar de los incansables
intentos de los moralistas y de los expertos por distanciarlas (26), aquí nos encontramos
con dos mujeres que no poseen ninguna característica que la distinga de la mayoría de
las mujeres, que se conocen, se atraen y se unen sin plantearse con ello que están
rompiendo con un gran paradigma de la humanidad llamado heterosexualidad.
Una importante diferencia entre este relato y la novela analizada en el capítulo
anterior, es el tratamiento que se da al erotismo, el cual adquiere un mayor
protagonismo en este caso, siendo descrito con detalle pero sin caer en un mal gusto
tipo pornográfico, sino que se luce por su poético realce de las características propias
del cuerpo femenino: “Sus pezones brillan ínfimos, como semillas de granada” (Elphick
103). El acto sexual no se plantea como una simple unión carnal que busca satisfacer un
deseo sexual inmediato y urgente; sino que se lo exhibe como si de una danza ritual se
tratase, poniendo el énfasis en la manera en que la narradora contempla y adora con
besos y caricias cada centímetro del cuerpo de Miriam con pausa y sosiego: “Ella no
parece darse cuenta de su protagonismo y mira asombrada cómo yo le retiro el pelo
húmedo de los hombros y lo ordeno hacia arriba, dejando libre su cuello, soplando
despacio para darle calor a sus orejas frías” (Elphick 103). Con parsimonia se reconocen
44
mutuamente en un acto sexual que tiene más de búsqueda de consuelo que de mera
satisfacción y, con un último abrazo desesperado, Miriam se deja ir, ajena a todo lo que
ocurre a su alrededor, y se duerme confiada en los brazos de la narradora desconocida.
En la segunda parte del relato, vemos a Miriam despertar desorientada y
confundida, se palpa el cuerpo buscando algo, tal vez los resabios de su pequeña muerte
lésbica, como si al despertar de su sueño hubiese también despertado a la realidad,
aquella en que la sociedad estigmatiza el acto que ella acaba de realizar. Nuevamente la
fluidez en la sexualidad femenina alcanza un punto de quiebre cuando la sociedad
heteronormativa mete su nariz en el asunto, actuando de infiltrada en los registros del
inconsciente a través de un proceso sistemático de reafirmación de los roles de género
establecidos en base al binarismo hombre-mujer tal como se ha construido hasta ahora.
Según las palabras de Gimeno respaldadas sobre las teorías de Nancy
Chodorow, el mismo psicoanálisis presenta un punto ciego en su teoría de las relaciones
de objeto, pues si se considera que tanto las niñas como los niños encuentran en la
madre el objeto de deseo originario, no logra dar una explicación de por qué la
reorientación del deseo de la niña desde la madre hacia el género masculino debiera ser
natural, por el contrario, aparece como un fenómeno forzado por factores sociales
externos al desarrollo de ésta (Gimeno 240). Incluso en el caso de que las presiones
sociales que obligan a la mujer a “feminizarse” logren su objetivo, siempre quedan
resabios del deseo original hacia la madre, por lo cual el compromiso con la
heterosexualidad por parte de la mujer nunca es completo. No obstante, y como se ve
tanto en el caso de este cuento como en los personajes de la novela analizada en el
45
capítulo anterior, dichas presiones sociales que las obligan a heterosexualizarse y a
reconocer las relaciones hombre-mujer como la única forma natural de relacionarse
llegan a influenciar al menos a un nivel inconsciente, puesto que los personajes al
momento de reflexionar en torno a aquella atracción hacia otra mujer que se dio
inicialmente con tanta soltura, se encuentran en medio de una situación contradictoria
que, en ambos casos se resuelve en favor de las presiones sociales y en desmedro de la
fluidez de la sexualidad femenina: “¿La volveré a ver? (…) Usted se esconde frente al
espejo para no responder (…) intenta huir, desasirse del calor fugaz que le recuerda
arena en invierno” (Elphick 104).
En la tercera parte Miriam ya se ha marchado dejando a la narradora sola y
huérfana de reflejo, el modo de enunciación ha pasado a ser exclusivamente un
monólogo interior, donde la narradora se dirige a la mujer ausente para decirle que la
extraña y la desea pero que ya no la busca. La revive al tocarse a sí misma,
reconociendo en sus curvas femeninas las formas que recorrió en el cuerpo de Miriam
“Sólo la sueño cuando me miro desnuda, sentada en una silla frente al espejo; la extraño
cuando mi mano descansa entremedio de los muslos, tibia y húmeda (…) Por usted,
Miriam, beso mi propia sombra” (Elphick 106).
Los cambios en la enunciación reflejan el lento desaparecer de Miriam, su
presencia absoluta en la primera parte con palabras salidas directamente de su boca; se
vuelve un poco más etérea y fantasmal en la segunda parte cuando la narradora se dirige
en parte al lector y en parte a Miriam como si no estuviese ahí mismo con ella, y
finalmente desaparece cuando en la tercera parte todas sus reflexiones la narradora las
46
dirige a su ausencia, como si ella pudiese escucharla donde quiera que esté. Tal como
señala la cita de Bretón al inicio del cuento13
, un soplo de viento se la llevó de su lado y
le recordó que lo que vivieron no puede ser más que aquel breve lapsus en el tiempo en
el que nada más que sus cuerpos importó, que como individuos marginales no pueden
vivir más que en los márgenes de la vida entendida como la “normalidad”. Esa brisa que
le arrebató su desvelo nos hace reconocer la imposibilidad de vivir al margen de la
heteronormatividad, en especial en tiempos de tanto conservadurismo como fue el caso
de la dictadura militar, y, con ello, nos da la certeza de que dichos personajes sólo
pueden hallar consuelo y reconocimiento en amoríos fugaces que luego habrán de
revivir en su memoria hasta desgastarlos.
13
“Un coup de vent sur tes yeux et je ne te verrais plus... “: Una ráfaga de viento en los ojos y
ya no te veré más.
47
Capítulo 3
Hija de Perra de Malú Urriola.
El lesbodrama como paradigma y la ausencia del otro como
internalización de la invisibilización social.
Hija de perra es una nouvelle, o novela breve, escrita por la poeta chilena Malú
Urriola, y publicada por primera vez en Santiago en el año 1998 al alero de la editorial
independiente Cuarto Propio. Ésta fue creada en 1984 con la finalidad de dar a conocer
las obras del pensamiento crítico y la literatura que eran vedados, tanto por la censura de
la dictadura militar, como por las preferencias editoriales de la economía de mercado.
Posteriormente fue reeditada y rediseñada en el 2002 por Surada Ediciones, un proyecto
de microeditorial formada por la misma Malú Urriola junto con la poeta Nadia Prado,
con el objetivo de dar cabida a los poetas chilenos emergentes en el mundo editorial,
pero que lamentablemente no duró más allá de los primeros años de la década del 2000,
momento en que Urriola se dedicó con mayor ahínco a la escritura de guiones para la
televisión. Posteriormente fue editado en Venezuela en el 2010 y Argentina en el 2011
donde obtuvo un gran reconocimiento.
En sí la obra es un largo monólogo interior escrito en prosa poética que
confunde la ficción con la autobiografía, donde la autora es al mismo tiempo la
narradora y la protagonista de una historia de amor fallido. Ni la historia ni la trama
48
siguen un curso lineal, sino que se construye de forma fragmentaria gracias a imágenes
cotidianas o metafóricas, a través de las cuales es imposible reconstruir la historia de
amor más allá de las emociones cuyo recuerdo despierta en la narradora. Nunca
logramos comprender realmente qué es lo que las dividió, no se conoce la historia que
las une y las separa, sólo sabemos que Malú14
resiente la ausencia de su enamorada.
En la obra encontramos un lenguaje cargando de rabia, incertidumbre, soledad,
inseguridad, violencia y nostalgia, todas emociones entremezcladas que permiten que el
lenguaje tenga una fuerte carga emotiva. La narradora asegura adolecer de ahogo ante la
cantidad de palabras que se agolpan de forma constante en su mente, y sólo a través de
la escritura logra liberarse en parte de la agonía que ello significa; por esto el monólogo
aparece como un vómito de metáforas en lenguaje poético y barroco, entremezclado con
un lenguaje coloquial directo y muy violento donde los temas se reiteran y se enredan.
El tema central que aúna las reflexiones inconexas de la narradora es la dualidad
entre el amor y el odio que siente por una mujer con la cual ha tenido una tormentosa
relación. Desde esta misma dualidad, se derivan un sin fin de contradicciones que
conformarán la bipolaridad que se plasma en sus reflexiones. Así la vemos desfilar entre
la locura y la cordura, el cariño y la violencia, deseos de vivir y ansias de morir sin
poder hallar un centro sobre el cual equilibrar su alma atormentada.
Solamente un par de frases escritas al azar en medio del texto de setenta y cuatro
páginas, nos permiten saber que el ser amado a quién la narradora dirige sus palabras es
14
Dentro del texto la autora-narradora se dirige la palabra a sí misma recalcando el carácter
autobiográfico de la obra: “hey Malú dónde estás? es el abismo quien llama, y no reconozco la voz de mi
propio abismo” (Urriola 15).
49
una mujer como es el caso de “quiero que me digas lo que me dices cuando estamos
solas, vuélvete perra me dices, lámeme me dices y es que cuando me quito el pulóver
puedes ver el pelaje de mi cuerpo” (Urriola 49); fuera de lo cual no existe mención
directa al lesbianismo o la homosexualidad; incluso, si no prestásemos la debida
atención, este hecho podría pasarnos inadvertido. De esta manera han leído los críticos
la obra y la han analizado pasando rotundamente por alto el hecho de que hable del
amor y desamor entre dos mujeres, limitándose a referirse al tema de la soledad, el
desamparo y la nostalgia; las citas a la dictadura y las violaciones a los derechos
humanos, como también acotaciones a la novedad estética de la obra, el desdoblamiento
de la narradora/autora y su relación con la poesía de Rimbaud (Bianchi), como también
a su carácter feminista (Arrate).
Aun siendo Malú Urriola una de las lesbianas relativamente visibles de nuestro
país, con una visión de mundo politizada y activamente feminista, sorprende ver hasta
qué punto se pasa por alto la relevancia que tiene en su obra la temática lésbica a la hora
de realizar un análisis crítico, y cómo sólo en ciertas entrevistas lo vemos tratado. Éstas
últimas son incluso hechas desde el mundo cultural al que le interesa de forma particular
el carácter homosexual de la obra, como la realizada por la periodista Erika Montecinos
para su revista lésbica Rompiendo el Silencio o la que sostiene con P.J. para el diario
argentino Página 12 con motivo de la publicación de Hija de perra en Argentina, un
país donde la tolerancia hacia la diversidad sexual siempre ha ido dos pasos por delante
del resto de América Latina.
50
La homosexualidad no es el tema central de la nouvelle, ni intenta tampoco ser
un tema importante, su misma autora prefiere no catalogar su escritura como poesía
lésbica, si bien opina que es necesario etiquetar con el fin de visibilizar, pero que le
parece más una necesidad política que literaria (P.J.), con lo cual, reducir su obra a
literatura lésbica de forma panfletaria es dejar de lado buena parte de su valor. No
obstante lo anterior y, según el tema que nos convoca, el lesbianismo en este texto en
particular no deja de ser relevante, por cuanto es una de las pocas obras chilenas que
presentan las relaciones entre mujeres con tanta naturalidad y sin cuestionamientos,
tanto que incluso puede pasar inadvertida. A nivel de la construcción de la identidad
lésbica este hecho puede tomarse desde dos puntos centrales, el primero es el aspecto de
la invisibilización tanto de parte de la autora como de la crítica, que se refiere a la
necesidad de mantener las referencias a la diversidad sexual como un punto sin
importancia dentro de la obra limitándolas a meras referencias al género de la mujer
amada con una rebeldía subterránea; y, el segundo, es el aspecto naturalizador de la
autora, que toma en cuenta el nivel de asimilacionismo15
del lesbianismo en la obra, que
permite que no pase a ser un tema destacado aun sabiendo que en su entorno político,
histórico, social y cultural es altamente controversial.
No hace falta resaltar la represión que, como ya hemos visto, envuelve a todo
aquello que, especialmente en Chile, tenga una leve relación con el lesbianismo. Ya lo
15
El concepto de asimilacionismo se toma de acuerdo a la definición que de él hace Tamsin Spargo en su
texto Foucault y la teoría queer (42), y se refiere a la eliminación de las distancias culturales entre las
relaciones homosexuales y las heterosexuales, que conllevan la adaptación de las primeras a las
costumbres socialmente establecidas de las últimas. En este caso la neutralización de la situación
particular de las lesbianas en su entorno las remite por defecto a que su relación se vea asimilada a las
heteronormadas.
51
reconocía Gloria Careaga16
, como parte importante de la construcción de la identidad de
toda lesbiana: “La sociedad exige el silencio con la amenaza constante del rechazo
social y la marginación como condición para poder estar pero no ser” (Gimeno 14), y se
ve reafirmado en la palabras de la Malú personaje/poeta cuando dice: “Estás ciega, estás
ciega que no ves cómo nos dejan a la orilla del camino” (Urriola 48), reconociendo su
carácter de paria en su entorno social.
Esta represión, esta situación del personaje de la lesbiana inmerso en un contexto
que le produce un profundo y constante malestar no se ve en Hija de perra ligado al
lesbianismo de manera puntual, como ocurre en todas las otras obras analizadas en este
trabajo, sino que pasa a ser un elemento más dentro de todas las características que
convierten a la poeta en un personaje marginado y minoritario. No sólo se presenta
como subalterna por ser mujer, sino que también por ser lesbiana y poeta; y no
cualquiera, sino que una que ha sido criticada por su entorno, como ella misma dice:
Sé que dicen en los barcitos que esto no es poetry, da lo mismo, lo mismo, mientras
sigan besándose el trasero para leerse un par de poemas, sabes que en este siglo los
poetas y los vagos son la misma cosa, por eso cuando me pierda, no temas, conozco la
calle (Urriola 23).
Este personaje se encuentra en una situación de incomodidad y desasosiego
absoluto con el mundo, el hecho de ser homosexual resulta un detalle en medio de todo
lo demás, tal como lo es para su autora17
.
16
En el prólogo a Historia y análisis político del lesbianismo.
17
“Las mujeres hemos pasado etapas en la historia de la humanidad donde se nos ha discriminado por
distintas cosas, ser lesbiana es una discriminación más.” (P.J.)
52
Una de las posibilidades políticas de la literatura, es que puede operar
contraculturalmente, pero este es un ejemplo más de cómo la censura funciona incluso
dentro de ella. Siendo Hija de perra una obra nacida desde los espacios más marginales
de la literatura chilena, editada y publicada desde editoriales independientes, se podría
esperar algo más de soltura y libertad a la hora de mencionar temas exiliados del arte de
alta cultura, pero ni siquiera así Malú Urriola presenta directamente el tema del
lesbianismo. Es posible apelar a que no fue ésta su intención, que nunca quiso escribir
narrativa que hablara del amor entre dos mujeres, pero lo hizo y lo hizo desde
menciones tímidamente dejadas pasar de una otra presente a quién se le ha quitado la
voz. Es ese, precisamente, el síntoma relevante: la necesidad de entregar la información
de manera soslayada en un discurso proveniente de las minorías, que una de las
primeras voces abiertamente lésbicas en nuestro país se plantee desde la subalternidad
que se le ha otorgado y abrazándose al silencio que a dicha identidad se le ha impuesto
desde que existe el patriarcado.
Ahora bien, el tema del deseo lésbico aparece, efectivamente, dentro de la obra,
lo que cabe analizar ahora es la manera en que se abarca dicha temática y desde dónde
se configura la identidad de sus personajes. En Hija de Perra el amor es descrito desde
una perspectiva hipersensibilizada, rescatando por sobre todo el sufrimiento que
conlleva su pérdida. El ser amante, según la manera en que lo presenta Urriola, es un
ser desesperado y angustiado, no vive su sentimiento desde la calma sino desde la
desazón y se reviste de emociones negativas que son exageradas hasta caer en lo que se
entiende como melodrama.
53
Para Beatriz Sarlo, según lo plantea en su libro El imperio de los sentimientos,
las obras que forman parte del melodrama: “Son regionales por su persistencia en la
presentación de una misma temática. Se trata de un movimiento de la subjetividad: el
amor, el deseo y la pasión” (Sarlo 23), tomados como el motor que impulsa la escritura:
“asistidos por una certidumbre: el amor es la más interesante de las materias narrativas,
diseñan un vasto pero monótono imperio de los sentimientos, organizado según tres
órdenes: el de los deseos, el de la sociedad y el de la moral” (Sarlo 22). En Hija de
perra el amor y el desamor no sólo se toman como el motivo que impulsa a la
narración, sino que además todo lo que se plantea en el texto es efecto o consecuencia
de éste y las emociones que despierta, se lo utiliza incluso a modo de metáfora para
tratar temas políticos cuando la autora realiza paralelos entre la angustia ante el olvido
del amor y el olvido de los abusos a los derechos humanos de la dictadura por parte de
un Chile en “democracia”18
.
Este amor es el monotema favorito de la literatura universal tomado desde un
melodramatismo tal vez menos embellecido y floreado como el de las novelas
semanales analizadas por Sarlo, tal vez más cruento y contemporáneo, quizás más
lúdico e irónico, como un melodramatismo metaliterario que se ríe de sí mismo como la
18
Dichas referencias son muy sutiles y sólo ante el conocimiento de los hechos ocurridos en dictadura y
la sensibilidad especial que Malú Urriola tiene con referencia a ellos permite al lector comprenderlas. Un
ejemplo de dichas referencias se encuentra cuando escribe: “no toco la tierra de noche, no la tomo, no
quiero tomar la mano de algún cuerpo, porque tú sabes que esta tierra está llena de cuerpos, yo he
escarbado el suelo y sé de lo que te hablo, puedo sentir quemando los disparos, no te confundas, es el
recuerdo de los disparos quemando el que dude, tendidos boca abajo, el único que vi tenía tres forados
en la espalda” (Urriola 60). Estas alusiones son confirmadas por la misma autora en una entrevista
donde afirma que Hija de perra “es el libro de un duelo político y amoroso. Me gusta ligar siempre amor
y política. Fue un duelo de la memoria chilena. De una memoria posdictadura que arrasó bastante con
todo. Lo escribí en un momento que estaba un poco harta de que cambiaran algunas cosas para que
nada cambiara finalmente. Es un libro que tiene que ver con la idea que yo tenía en ese momento del
futuro: yo pensé que la gente iba a olvidar, y olvidó. Y ese olvido me provocaba un malestar muy fuerte”
(P.J. 1).
54
autora dice que fue su intención: “en Hija de perra traté de hablar de una sujeta
romántica, el yo-yo de la poesía chilena y jugué con eso. No trabajo una poesía
autorreferente, que tenga relación con el autor, generalmente trato de crear mundos, no
necesariamente son mis mundos” (Montecinos 1), pero es melodramatismo al fin y al
cabo, y así lo entendemos cuando encontramos frases como:
Y este corazón que se triza, este corazón que carga tu pena y la propia apenas resiste,
ninguna gloria alcanzarán las palabras, ninguna insignificante y puta gloria, porque son
incapaces, viven una vida aislada, se corrompen, de una boca a otra se corrompen, no
creo en las palabras porque las conozco, son ineficaces, traicioneras son (Urriola 35).
Sarlo destaca la influencia que los lugares tienen en la construcción del ideario
melodramático, siendo frecuente el empleo de escenarios rurales o pertenecientes a los
bajos fondos, donde la determinación socio-espacial impide la realización sana y feliz
de los sentimientos de sus personajes (152). Este caso no es la excepción, pues el
empleo de espacios marginales de un Santiago lúgubre y poco hospitalario, cerrados,
estrechos y maltrechos, como “barcitos” y moteles, potencian el desasosiego de la
narración. Esto reafirma la idea de Balderston citada en el capítulo anterior que la
novela homosexual latinoamericana tiende al empleo de espacios urbanos que potencien
su situación de excentricidad con respecto a una nacionalidad que los excluye por su
diferencia.
La teoría en torno al amor establecida por José Ingenieros19
es rescatada por
Beatriz Sarlo para explicar el concepto de amor presente en el melodrama argentino de
19
En su texto Tratado del amor y citado por Beatriz Sarlo en El imperio de los sentimientos.
55
su época. En dicha teoría Ingenieros describe al amor puro como aquél que se escapa y
se resiste a la domesticidad exigida por las instituciones que pretenden dominarlo y
subordinarlo como es el caso del matrimonio. Por ello explica que toda pasión es
antisocial y que “sólo aparece cuando el sentimiento amoroso encuentra un obstáculo en
su camino (…) originada en el obstáculo, la pasión extrae de la resistencia su carácter
trágico y su grandeza” (Sarlo 122).
Ingenieros establece la diferencia entre el “sentimiento amoroso” y el “contrato
matrimonial”, vinculando el primero a los deseos individuales y el segundo a las
necesidades sociales” (Sarlo 125), y, en la actualidad, siendo el matrimonio una
institución cada vez menos valorada, y ante la decadencia de los designios morales que
establecían las uniones sexuales prematrimoniales como el mayor de los pecados, la
disidencia amorosa aparece en nuevos ámbitos. Uno de estos es el personaje
homosexual cuya resistencia a lo establecido como moralmente aceptable convierte la
mayoría de sus relaciones amorosas en una pasión. Dentro de dicho grupo y en cuanto a
su “rebeldía”, destacan las lesbianas por su historia de invisibilización, la que las ha
ubicado en un espacio aún más marginal que el de los hombres homosexuales. Es por
ello que las nuevas heroínas de la pasión incomprendida son las lesbianas, el melodrama
les queda hoy como anillo al dedo y así es como podemos observarlo en el caso de Hija
de perra.
Si las obras del melodrama argentino representan amores apasionados, por
cuanto son una resistencia a las expectativas sociales de amor conyugal y reproductivo,
el amor tal cual se lo representa en Hija de Perra lo es aún más, puesto que no sólo
56
adquiere su melodramatismo por estar fuera de dichas expectativas sociales, sino que va
más allá en su resistencia. Esto, ya que la reproducción y formación de nuevos
individuos para la sociedad como fin último de la regularización del amor no cabe bajo
las circunstancias de una pareja lésbica, que no sólo no pretende, sino que legalmente no
puede contraer matrimonio ni generar descendencia reconocida legalmente en el Chile
actual, con lo cual se instalan en un espacio socialmente periférico.
Desde este amor melodramático Hija de perra se instaura como cómplice del
surgimiento de un nuevo paradigma de construcción identitaria lésbica, emanada de la
dificultad extra que implica vivir una relación amorosa que es desdeñada e
invisibilizada por el entorno social. A este nuevo estereotipo, le llamaremos
Lesbodrama en honor a una palabra nacida del lenguaje coloquial estadounidense, y que
ha sido reafirmada y absorbida por espacios culturales ligados al submundo lésbico, con
la consiguiente apropiación de su subtexto por parte de las homosexuales de diversos
países, entre ellos el nuestro.
Este término es definido como: “Interactions between women who attract or
detest one another, in reference to relationships, focusing on the difficult infrastructure
of said relationships” (urbandictionary)20
, lo que da a entender que las relaciones
amorosas entre dos mujeres son especialmente dificultosas, ya no debido al entorno
represivo en que se desarrollan, sino que son complicadas en su misma estructura
gracias a la falacia cultural derivada de la dualidad femenino/masculino generada a
partir de la Ilustración, en la que se ha ligado a los hombres con la racionalidad y a las
20
“Interacción entre mujeres que se atraen o detestan mutuamente, en referencia a las relaciones
amorosas, centrándose en la difícil infraestructura en dichas relaciones” Traducción mía.
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Identidad lésbica en la literatura chilena reciente por amancai argomedo carmona.

  • 1. Pontificia Universidad Católica de Chile Facultad de Filosofía Instituto de Estética Seminario de Tesis Profesora guía: Patricia Espinosa 29 de Julio del 2013 SI Identidad Lésbica en la Literatura Chilena Reciente Amancai Argomedo Carmona
  • 2. 1 Índice Introducción ............................................................................................................................... 2 Capítulo I: El Daño de Andrea Maturana. Amor lésbico como amistad confundida y sustituto de los hombres ......................................................................................................... 15 Capítulo II: “La Elegida” de Lilian Elphick. Deseo lésbico de encuentros fugaces ante la imposibilidad de su realización en una sociedad heteronormativa ................................... 35 Capítulo III: Hija de Perra de Malú Urriola. El lesbodrama como paradigma y la ausencia del otro como internalización de la invisibilización ........................................... 47 Capítulo IV: Escrito en la piel de Antonia Katz. De la heterocuriosidad al lesbianismo heteronormado políticamente construido .............................................................................. 63 Conclusión................................................................................................................................. 88 Bibliografía................................................................................................................................ 96
  • 3. 2 Introducción No existe una sola forma de “ser” lesbiana, de la misma manera que no existe una sola mujer homosexual. Más bien estas identidades son maneras de comprender un amor o una atracción que son invisibilizadas y casi prohibidas por la sociedad machista y heteronormativa en la que nos tocó vivir. Una niña, una adolescente, una adulta o una mujer mayor pueden transitar por todas o varias de estas formas de entender su sexualidad, y en cada una de éstas habita un fragmento de ellas mismas, por esto se hace tan íntima, no sólo la escritura, sino también el análisis de obras que abarquen dicha temática. Por una parte, existen mujeres que afirman que su orientación sexual es una opción política, es decir, que en un momento dado decidieron convertirse en lesbianas porque en una relación homosexual podrían encontrar aquello de lo que carecían en sus relaciones heterosexuales; mientras, por otra parte, existen quienes dicen que siempre se sintieron atraídas por las personas de su mismo sexo, por lo que reconocen su orientación1 como algo innato y natural. También existen diferentes identidades en 1 Orientación sexual se refiere a la atracción amorosa, física hacia otros y, de acuerdo a la preponderancia de ésta puede entenderse como heterosexual, homosexual o bisexual. Este concepto implica la concepción de que dicha inclinación es natural y que no puede ser modificada a gusto sino que es inherente a la persona. Opción o condición sexual, por otro lado, hace referencia a la misma atracción, pero, esta vez, implica también que no está fijada a priori, sino que es un estado temporal que puede modificarse por uno u otro motivo. Utilizo el término orientación sexual en lugar de opción sexual tomando en cuenta, principalmente, que su uso está más generalizado en nuestra época y porque es un concepto más amplio, sin cargar teóricas tan fuertes que acoten su uso. Si bien muchos de los temas que se tratarán en este trabajo tendrán relación con la idea de la sexualidad como una opción política (casos en los cuales la diferencia será resaltada), en general irá enfocado en la apreciación que
  • 4. 3 cuanto a la manera en que se vive la sexualidad lesbiana, ya sea “dentro del closet”, es decir, en secreto y con cierta culpa, o fuera de él, es decir, abiertamente o como una bandera de lucha. La construcción de la identidad homosexual femenina es un proceso muy complejo si lo comparamos con la de la identidad heterosexual, pues, incluso si consideramos esta orientación como algo innato, el evidente rechazo por parte de la sociedad implica la necesidad de cuestionar y reafirmar esta atracción al menos en una etapa de la vida. Una manera de simplificar las cosas sería afirmar que esta construcción finaliza en el momento en que la mujer se logra etiquetar a sí misma como lesbiana con todo lo que ello implica; sin embargo, eso sería caer en el reduccionismo, puesto que la etiqueta no es la identidad en sí, sino sólo una parte de esta. En tal sentido podríamos afirmar que dicha identidad se conforma por una serie de ciclos consecutivos y/o paralelos que se prolongan a lo largo de la vida y que pueden o no ser relevantes dependiendo de cada mujer, como son, por ejemplo, el instante en que se presiente cierta atracción especial por otra mujer (lo cual no necesariamente ocurre en la infancia o adolescencia), el momento en que se comprende que dicho deseo es proscrito, el de reconocerlo para una misma, el de confesarlo ante amigos y/o conocidos, el de aceptarlo frente a la familia, la primera vez que se tiene contacto físico romántico y/o sexual con otra mujer, cuando se llega a establecer una relación formal, entre otros. cada personaje tiene de su atracción hacia otros individuos, es decir, hacia donde se “orienta” su deseo y como éste se va haciendo más o menos consciente. Toda esta compleja gama de conceptos referidos a la sexualidad serán mejor desarrollados a lo largo del trabajo.
  • 5. 4 A lo largo de la historia se ha pasado de la existencia natural a la invisibilización, y de ésta a una creciente investigación sobre la homosexualidad, se han buscado causas, se han dado respuestas más o menos discutibles, se plantearon preguntas y se han complejizado distintas formas de responderlas tanto desde la psicología, como desde la biología, la sociología, la filosofía, la historia, etc. Un ejemplo paradigmático es la respuesta de Sigmund Freud desde la teoría psicoanalítica, quién afirmó que la homosexualidad femenina se producía como un aspecto negativo del complejo de Edipo; éste explica que el objeto natural de amor de toda persona es la madre, pero cuando la niña es incapaz de mudar su objeto de amor de la madre al padre, se genera lo que él llamaba una “desviación”2 . John Boswell, en su libro Cristianismo, Tolerancía Social y Homosexualidad (1989) afirma que los homosexuales han estado desde siempre, y subraya la existencia de una “identidad gay” transhistórica y transcultural, con lo cual reconoce una “esencia” en ésta. Otro ejemplo, fuertemente contrapuesto al anterior es el que entrega Michel Foucault en su Historia de la Sexualidad, donde dice que “el personaje homosexual” como hoy lo conocemos es un constructo social relativamente reciente, nacido a manos de la psiquiatría a fines del siglo XIX. Estas y otras muchas respuestas, es posible organizarlas hoy entre dos polos opuestos: uno de ellos reúne a las teorías esencialistas, que intentan definir la 2 Es importante considerar que éste es sólo un ejemplo, y que la teoría psicoanalítica de Freud es mucho más compleja que esto. A lo largo de su vida Freud entregó muchas otras respuestas al tema de la homosexualidad femenina, muchas de ellas contradictorias entre sí, pero analizarlas es un tema complejo que amerita toda una investigación aparte. Para mayor información al respecto, recomiendo remitirse al libro La sombra de tu Perro. Discurso psicoanalítico. Discurso Lesbiano de Jean Allouch (Ediciones Literales, Buenos Aires, 2004).
  • 6. 5 homosexualidad como un carácter innato determinado por la genética, por lo cual sería ubicable a lo largo de toda la historia; el otro se compone por las teorías constructivistas, las cuales reconocen que la sexualidad está determinada por el entorno social y cultural, por lo que ésta sería un constructo social que debe ser aprehendido de acuerdo a un contexto histórico determinado. A pesar de que hoy se habla mucho más abiertamente del tema, los espacios de expresión de las lesbianas son pocos y bastante acotados, en especial en nuestro país. Sólo hace unos pocos años el misógino y patriarcalista sector de la literatura ha abierto sus puertas a la narración en torno a las relaciones entre mujeres; ya que, si bien podríamos encontrar personajes y relaciones lésbicas implícitas y sutiles en obras muy anteriores, sólo a partir de los años noventa pudimos ver libros donde el tema se transparenta hasta aparecer explícitamente. La misma invisibilización del tema lésbico en la narrativa provoca que muchas grandes narraciones queden sin ser editadas ni publicadas, y perezcan antes de ser dadas a conocer. Antes de 1990 existieron algunas obras narrativas que dejaron entrever relaciones entre mujeres que hoy podríamos considerar lésbicas o, al menos, pre- lésbicas, y que vale la pena mencionar. Una de las más reconocidas dentro de la subcultura lésbica es la novela Cárcel de mujeres de María Carolina Geel, la cual aparece en 1956 y habla explícitamente de relaciones lésbicas. No obstante, en este caso se habla más de homosexualidad situacional, puesto que la reclusión y la falta de hombres al interior de la cárcel permite que se desarrollen relaciones lésbicas que suelen ser más bien vínculos sociales y de poder que generan beneficios mutuos, antes que de
  • 7. 6 deseo o de amor legítimo entre dos mujeres. Dichos factores no permiten que esta novela sea posible de apreciar como una reivindicación de identidades lesbianas silenciadas, puesto que su acento está puesto principalmente en otros temas. De igual manera, al ser esta narración un oasis en medio del silencio, no puede contarse como sintomático de una nueva y abierta sensibilidad. Otro ejemplo, incluso más antiguo, es la novela La vida íntima de Marie Goetz de Mariana Cox-Stuven, publicada en 1909, donde se presenta una relación de amistad sumamente apasionada entre dos mujeres, donde aparecen frases como “Ella me atraía: yo no podía dejar de mirarla” (46) o “la impresión que Ud. me ha hecho es un lazo que me liga a Ud. por mucho tiempo… por un resto de vida!” (74). En esta relación es posible distinguir una muy fuerte amistad que podría cargar parte de una atracción lésbica mutua que no recae directamente en el plano del deseo sexual, lo cual, de acuerdo a los códigos de la época, es posible retratar sin censura. Según afirma la activista española, Beatriz Gimeno, este tipo de amistades han sido muy frecuentes a lo largo de la historia, y, por su carácter platónico, no son vistas como una amenaza a la heteronormatividad por los hombres sino que, muy por el contrario, en algunos casos se las incentiva: Muchos pensaban que era bueno que en tanto no se casaran, las mujeres fueran practicando las virtudes femeninas con otras mujeres y, además, en las mujeres casadas las amistades apasionadas eran consideradas casi un bien social ya que el divorcio no estaba permitido. Cuando un matrimonio fallaba siempre era mejor que una mujer se volcara en una amiga antes que en un hombre, lo que estaba considerado un pecado mucho más grave y un escándalo social mucho mayor (Gimeno 108).
  • 8. 7 Este es, precisamente, el caso de la amistad entre Marie y Grace, quienes encuentran en su mutua compañía la pasión y complicidad de la que carecen sus mutuos matrimonios. No obstante, tampoco se la puede catalogar directamente como una atracción sexual o romántica, ni siquiera pre-lésbica, pues los personajes no concientizan su atracción de esa manera, este tipo de amistad estaba naturalizada hasta el punto en que no se cuestionaba su particularidad. Algo similar ocurre en el caso del cuento “La historia de María Griselda” de María Luisa Bombal, donde la atracción se observa en la forma en que la narradora aprecia el encanto físico del cuerpo semidesnudo de su nuera, la cual podría derivarse eventualmente en un deseo con orientación homosexual. No obstante, dicha fascinación se haya justificada en el hecho de que la belleza de María Griselda genera que todo ser humano, animal e incluso el reino vegetal, se sientan irremediablemente obsesionados con ella. Por ello, al ser esta identificación del personaje tan sutil, su incorporación al corpus resulta fácilmente discutible. A partir de la década de los noventa comienzan a publicarse obras de temática lésbica explícita y con menor distancia temporal entre unas y otras. Sólo entonces podemos distinguir una real apertura e integración de la problemática en el conservador mundo editorial chileno, y hablar de ello como el síntoma de un cambio cultural no resulta tan descabellado. Por tal motivo me parece de gran importancia realizar la presente investigación, la cual intenta responder a la siguiente pregunta: ¿Cómo se identifica a las lesbianas en sus primeras apariciones en la literatura chilena? Esta interrogante me parece relevante,
  • 9. 8 ya que al responderla será posible visualizar y comprender la forma en que se ve a las mujeres homosexuales en nuestro país desde la perspectiva de las narradoras chilenas tanto homosexuales como heterosexuales. Una vez establecida dicha caracterización, será posible contrastarla con las diversas teorías sobre la identidad sexual para intentar categorizar cada una de éstas configuraciones. Al día de hoy no existen estudios similares a éste, incluso el tema de la diversidad sexual en general se mantiene al margen de los estudios académicos, salvo uno que otro caso excepcional que no obtiene gran reconocimiento ni difusión. Este es el caso, por ejemplo, de “Subjetividades lesbianas en los espacios no inscritos de la identidad”3 , un artículo de Lucía Guerra publicado por la revista académica Aisthesis del Instituto de Estética de la Pontificia Universidad Católica de Chile. En dicho texto se realiza una crítica cultural en torno a la construcción de identidades lésbicas y su invisibilidad cultural en América Latina, tomando como ejemplo novelas, entre las cuales, salvo por una breve mención a Cárcel de mujeres, Chile brilla por su ausencia. Es importante establecer inicialmente la diferencia entre la orientación sexual, la cual se refiere a la inclinación que adopta la atracción sexual y afectiva del individuo; las prácticas sexuales que es el cómo y con quién lleva a cabo su actividad sexual; y la identidad sexual, que es el cómo cada uno comprende y expresa su sexualidad. Esta diferencia es importante porque, si bien la orientación homosexual ha estado patente en las obras narrativas chilenas y en la sociedad en general, las prácticas homosexuales han sido marginadas de estos relatos, apareciendo principalmente poetizadas e implícitas hasta la aparición del cuento “La elegida” en la primera selección de cuentos de Lilian 3 Aisthesis nº 50, año 2011, páginas 158-172.
  • 10. 9 Elphick, La última Canción de Maggie Alcázar, publicado en 1990. Lo que interesa especialmente al presente análisis es la presencia de personajes que se autoidentifican con un deseo homosexual, es decir, aquellos personajes femeninos que muestran una atracción sexual hacia otras mujeres, explícito y consciente y que, a nivel de orientación sexual, se reconocen en cierta medida como lesbianas. Esto es posible encontrarlo en el corpus literario que utilizaré para mi investigación, formado por cuatro textos narrativos situados entre 1990 y el 2006, escritos por mujeres, el cual fue sugerido en su totalidad por la profesora guía Patricia Espinosa. Los textos son: “La Elegida”, relato de Lilian Elphick, El Daño, novela de Andrea Maturana, Hija de Perra, novela de Malú Urriola y Escrito en la Piel, novela de Antonia Katz. He preferido abarcar distintos formatos dentro del género narrativo con la intención de ampliar el espectro de análisis, pues me ha parecido más importante privilegiar la incorporación de todas las obras relacionadas que es posible encontrar hoy en nuestro país, antes que la especificidad académica que un corpus más acotado me podría haber ofrecido. Por ello, la investigación abarca gran diversidad de tipos de obras, compuesta por un cuento y tres novelas, una de ellas escrita en prosa poética4 . Un dato relevante es el hecho de que todos los textos han sido escritos por mujeres, lo cual implica que la configuración de la identidad lésbica por parte de una mujer puede resultar más cercana y fidedigna, aun cuando la escritora sea heterosexual, que desde una perspectiva masculina, pues esta última podría ser más susceptible de 4 La prosa poética es un formato híbrido de escritura donde la prosa se impregna del espíritu de la poesía. En este caso su finalidad no es la narración, sino la transmisión de emociones y sentimientos a través de las herramientas que posee la lírica, aunque careciendo de sus elementos formales (la métrica y la rima) (Coronado 21).
  • 11. 10 caer en estereotipos y prejuicios debido a su desconocimiento de lo que implica culturalmente ser mujer. Todas estas narraciones, representan importantes paradigmas de la identidad lésbica y las he ordenado de menor a mayor en cuanto a su nivel de reconocimiento consciente (autoidentificación) por parte del personaje del deseo lésbico. Según este ordenamiento, en primer lugar se sitúa la novela El Daño de Andrea Maturana publicada en 1997. Ésta narra el viaje de dos amigas por el norte de Chile, Elisa y Gabriela; ambas, fuertemente heridas por los hombres, encuentran en su amistad y apoyo mutuo una suerte de medicina que les permitirá salir a flote de sus carencias emocionales. Esta cercanía que ambas alcanzan comienza a confundir la amistad con el deseo y el amor, planteando de esta manera la homosexualidad femenina como una especie de amor platónico e idealizado provocado por el despecho y la desilusión ante el maltrato de los hombres. Esta visión es claramente una de las más básicas y prejuiciosas, ya que no considera el deseo entre mujeres más que como una confusión, además ninguno de los dos personajes toma el lesbianismo como una opción seria ni factible. Tampoco se vislumbra la atracción lésbica como una situación envuelta en un contexto social que la reprime, ninguna de las protagonistas llega a pensar en la posibilidad de ser lesbiana ni lo que ello pudiera implicar, es por esto que dicha novela se ubica en primer lugar en el análisis. La segunda obra es el cuento de Lilian Elphik llamado “La Elegida”, el cual salió a la luz por primera vez en 1990 en su selección de relatos La Última Canción de Maggie Alcázar. Con su sugerente y refinado estilo de narración, Elphick nos sumerge
  • 12. 11 en medio de un lío amoroso pasajero entre dos mujeres que se conocen en la calle, y que tras un breve momento de pasión en una habitación de hotel, no vuelven a encontrarse. Esta historia nos presenta el paradigma de la negación, el vivir un sentimiento oculto y que se sabe prohibido, pero que se reconoce y sólo puede hallar alivio en amoríos anónimos. Aquí se alcanza un punto en que sentir deseo hacia otra mujer se vuelve consciente, a sabiendas de lo que socialmente implica, con lo cual los personajes se acercan a entenderse a sí mismas como “lesbianas”, por ello se sitúa un nivel más arriba en la autoidentificación lésbica. El tercer texto es Hija de Perra, de Malú Urriola; una novela breve o nouvelle escrita en prosa poética publicada en 1998 y se presenta como un largo y sufriente monólogo interior de la narradora. En este texto aparece nombrado un par de veces el género de la mujer amada a la cual la narradora le recrimina y le canta sus pesares. Se presenta, entonces, el estereotipo de la lesbiana doliente, una mujer cargada de rabia y rebeldía ante la sociedad que la juzga y reprime por su femineidad. Su interlocutora permanece oculta y se limita a ser un ente implícito, lo cual funciona como expresión de la represión a la cual son sometidas las relaciones lésbicas por el patriarcalismo heteronormativo. En esta obra la autoidentificación es absorbida y naturalizada, pues no se subraya como una diferencia importante ni tampoco se autoreprime, sino que se pierde en medio de la ráfaga poética y se inserta en medio de una crítica social subterránea. La última narración corresponde a Escrito en la Piel de Antonia Katz, publicada en el 2006. Esta es tal vez la única novela chilena cuya temática es abiertamente lésbica.
  • 13. 12 Se trata de un relato en primera persona, que cuenta las anécdotas vividas por una mujer adulta de la burguesía chilena en sus primeros acercamientos al mundo lésbico de la ciudad de Santiago. Toda la obra está impregnada de un paradigma feminista del lesbianismo, ya que la protagonista asume abiertamente su orientación sexual considerándola como una decisión política consciente, una suerte de rebeldía, y entiende su sexualidad como un constructo social. Comenzaré el estudio de cada texto con un análisis literario, de corte culturalista, que me permitirá llegar a desarmar la estructura textual de cada una de estas historias, con el fin de conocer en profundidad su contenido y características. Posterior y complementariamente extraeré elementos propios de los personajes lésbicos o pre- lésbicos presentes en las obras, e intentaré explicar el modo en que operan sus relaciones, cómo se conforman y qué particularidades tienen. Una vez conformado un corpus analítico que logre crear una imagen clara de los textos, aplicaré sobre ellos conceptos teóricos provenientes del libro Historia y Análisis Político del Lesbianismo de Beatriz Gimeno, el cual intenta formar una imagen general de lo que es y cómo se entiende la homosexualidad femenina, a través de una presentación de las distintas maneras en que la sociedad occidental ha entendido las relaciones amorosas entre mujeres a lo largo de la historia. Este libro se presenta como un compendio de lo que se concibe como las teorías constructivistas, ya que su comprensión de la homosexualidad es sociológico, pues plantea el lesbianismo no sólo como una posible elección de las mujeres, sino también como un modo de rebeldía y protesta a través de la cual éstas pueden emanciparse de la dominación masculina.
  • 14. 13 La contraparte de lo anterior se reúne en las llamadas teorías esencialistas, y son aquellas que reconocen la homosexualidad como una forma fundamental de ser, la cual no puede ser modificada ni elegida por los individuos, sino que nace de su herencia genética y se posee desde el nacimiento. En todas las teorías que nacen sobre una base biológica para explicar la homosexualidad la mujer es dejada de lado, puesto que no es posible aplicar a éstas los mismos parámetros que a los hombres gay, ya que la construcción de la femineidad se haya siempre sujeta a su cualidad de subalternas dentro de la cultura patriarcal, y es difícil separarla de su carácter sociológico. Es por lo mismo que resulta prácticamente imposible utilizar dichas corrientes para comprender la construcción de la identidad homosexual a personajes femeninos, y es este el motivo por el cual no estarán presentes como parte del corpus del presente trabajo. En nuestro país, y, acorde con nuestra cultura patriarcalista dominante, el arte literario es un espacio canónico restringido, elitista y conservador, por lo que las figuras lésbicas encuentran una serie de barreras para surgir en él, las cuales han sido establecidas por los criterios hegemónicos heteronormativos que imperan en la selección de obras que serán publicadas. Por esto mismo, las autoras que abordan este tipo de temas se ven en la necesidad de autoeditarse o recurrir a editoriales pequeñas e independientes, lo que no les permite alcanzar el nivel de difusión y reconocimiento que los textos podrían adquirir a través de las grandes editoriales. Es así como el corpus que podría existir se ve reducido a unas pocas obras que pasan prácticamente desapercibidas, algo que no sucede, al menos no en tan alto nivel, con las novelas sobre homosexuales masculinos.
  • 15. 14 Por lo mismo, no ha de sorprender que a partir de esta censura muchas de las visiones contemporáneas del lesbianismo no encuentren cabida dentro de la literatura chilena contemporánea, y que a lo largo de esta investigación demos con muchos estereotipos y prejuicios comunes. Es precisamente esto último lo que intento graficar con este trabajo: aventurar conclusiones que nos ayuden a hacernos una imagen clara de la idea que la literatura está formando del lesbianismo en sus primeras apariciones.
  • 16. 15 Capítulo 1: El Daño de Andrea Maturana. Amor lésbico como amistad confundida y sustituto de los hombres El daño es una novela de corte realista escrita por Andrea Maturana, y publicada en 1997 por la editorial Aguilar. Esta es una de las pocas obras con alusión a las relaciones entre mujeres que no ha sido editada y publicada de manera independiente, lo cual puede comprenderse por el hecho de que esta problemática no surge como un tema central, sino que, por el contrario, aparece levemente dibujada y considerada como una simple confusión tras la cual ambos personajes vuelven a las riendas de la heterosexualidad. De hecho tuvo bastante éxito tanto con los críticos como con el público. Se elogió especialmente el modo en que la novela trabaja la relación entre la palabra dicha y no dicha, y sus reflexiones en torno a la memoria y la comunicación (Barraza 310), rescatando el poder sanador del lenguaje. Por su cita a la memoria familiar como una obligación que pesa sobre los individuos, se la ha catalogado, junto a Nona Fernández y Alejandra Costamagna, dentro de la nueva “cultura de la memoria” que comienza a instaurarse a partir de los años 80 en Chile (Martínez 68). Pero en todos los casos se la analizó pasando completamente por alto el carácter amoroso y erótico de la relación de sus protagonistas.
  • 17. 16 La novela narra el viaje que realizan Elisa y Gabriela, dos amigas de la universidad que emprenden un recorrido por el norte de Chile en un intento por sanar sus heridas emocionales. Los objetivos que las llevan a dichos parajes son muy distintos, pero a la vez son idénticos: mientras Elisa quiere encontrar su pasado, Gabriela le acompaña para escapar del suyo, pero en ambos casos esta memoria está ligada al daño que los hombres les han causado y que ellas buscan aliviar. La mutua compañía, la confianza, la complicidad y el cariño serán sus herramientas para alcanzar el bienestar mutuo y recuperarse del daño. Pero este vínculo emocional alcanza su punto de inicio cuando se cruza con un vínculo físico de confusas características. Entre besos, caricias y abrazos la relación entre ambas va tomando un cariz más romántico que a la larga las sanará pero también las confundirá. Esto último, se relaciona con una idea bastante frecuente que liga al amor entre mujeres con sus desilusiones con el género masculino, para algunos se considerará como una identidad homosexual situacional, y para otros será una decisión política. A continuación, analizaré paso a paso la presente novela para intentar descubrir de qué manera se configura la identidad lésbica (o pre-lésbica) en esta obra. El daño se narra de forma completamente realista, aunque con un enfoque más centrado en lo psicológico y lo emocional que en los hechos mismos, de manera tal que el viaje físico actúa como la simbolización del viaje emocional que se nos va presentando en la medida en que sus protagonistas adquieren el coraje para verbalizarlo. La obra se divide en tres secciones que, a su vez, se subdividen en segmentos más breves, todos narrados por la protagonista, Elisa, en primera persona y en modo directo,
  • 18. 17 que se intercalan entre aquellas que desarrollan prioritariamente el conflicto de uno u otro personaje. Casi como en una consulta psicoanalítica somos testigos de sus meditaciones, las de Gabriela en voz alta y llenas de detalles que son completados por la gran capacidad de observación de Elisa, y las de ésta internas y silenciosas, tan confusas e inconexas como su memoria y sus emociones. A través de este mecanismo de callar y confesar, ambas llegan a conocerse más de lo que se conocen ellas mismas, logrando descubrir sus propios miedos, fortalezas e identidades al compartir tiempo y experiencias, lo cual les permitirá alcanzar un nivel de intimidad y complicidad que no habían logrado formar con ninguna de sus parejas masculinas. Elisa es una mujer aparentemente muy segura de sí misma pero con un autoestima baja; es muy observadora pero tiene serias dificultades para poner sus emociones en palabras debido a su costumbre por mantenerlas resguardadas donde no puedan dañarla. Las figuras masculinas le asustan a causa de su tormentosa relación con quién se supone fuera su padre, pues por las sucesivas violaciones que éste le realizaba no puede sino relacionar el cariño y el contacto físico con la violencia, lo que coarta enormemente su capacidad de relacionarse. Su idea de mujer está formada a partir de su madre, a quien ve como una mujer sin carácter, cobarde y dominada por su marido que o no quiso o no tuvo el coraje, para salvarla de los recurrentes malos tratos de éste. Gabriela, por su parte, tiene una gran facilidad para poner todo en palabras, puede describir sus recuerdos con llamativa minuciosidad y detallismo; es extrovertida pero a la vez insegura. Su relación con los hombres se reduce únicamente a Marcelo, el único
  • 19. 18 al cual fue capaz de amar y que resulta ser la única prueba de que puede hacerlo. Respecto a la noción de género el texto dice: “Para Gabriela, el ideal femenino ha estado siempre peligrosamente cercano a La dama de las camelias” (Maturana 34); es decir, una mujer delicada, frágil, sufriente y atormentada, por ello se siente atraída por la oscuridad que intuye en Elisa. Beatriz Gimeno en su libro Historia y análisis político del lesbianismo, explica que, desde la aparición de la imagen misógina de las tríbadas o invertidas, en la antigüedad, estas mujeres monstruosas, ingobernables, varoniles y sedientas de poder que pervierten mujeres (60), resulta frecuente encontrar personajes lésbicos retratados como mujeres hurañas, e introvertidas. La sociedad patriarcalista insiste en asumir que muchas mujeres se vuelven lesbianas porque los hombres las rechazan por ser “feas” o “poco femeninas”, de modo que se las asume resentidas sociales y emocionalmente insatisfechas. Sin embargo, en este caso, Gabriela y Elisa son ambos personajes complejos y de carácter muy disímil, que permiten entender que la predisposición hacia el homoerotismo en la mujer no se haya sujeto a una construcción plana de la personalidad, y que el deseo entre mujeres no está determinado a un tipo particular. Ambos personajes van aceptándose tal cual son y reconociéndose en un nivel de intimidad que no lograrían alcanzar nunca con personas del sexo opuesto, ya que las trabas que no les permiten entregarse confiada y plenamente están relacionadas, de hecho, con el temor que tienen a que ellos puedan dañarlas. Ese espacio de intimidad, el saber que pueden hablar de todo y compartir todas aquellas vulnerabilidades que nadie más conoce abre una especie de dimensión paralela en la que pueden habitar.
  • 20. 19 Este lazo de amistad comienza a confundirse cuando Gabriela cae en un una depresión que le llevará a autodestruirse y distanciarse de Elisa, saliendo todas las noches y volviendo por la mañana con olor a culpa y alcohol. En este periodo aparecen las aprehensiones de Elisa, se siente abandonada por la única persona en la que sintió un apoyo real: También me duele constatar que esa disposición hacia mí que antes percibía en Gabriela, al menos esa curiosidad por saber más de mis cosas, ha ido desapareciendo. Su falta de interés me hace tan mal que más de una vez he estado a punto de contarle toda la historia con lujo de detalles, haciéndola lo más cruda posible (y puede ser muy cruda), para que tome consciencia de que está dejándome sola y perciba la dimensión del peso que llevo a cuestas (Maturana 48). Se observa entre ellas un lazo de interdependencia obsesiva, que las lleva a pedirse explicaciones mutuamente y que alcanza un nivel de posesividad que raya en lo insano. Por ello, cuando Gabriela le cuenta a Elisa que estuvo varias noches teniendo relaciones sexuales con hombres cuyos nombres ni siquiera recuerda, ésta siente unos terribles celos que nada tienen que ver con la amistad. Como el discurso occidental patriarcalista ha tendido siempre a otorgarle a la mujer características más ligadas a lo visceral que a lo racional, en el inconsciente colectivo habita la idea de que las mujeres son más “complicadas” que los hombres debido a la imprevisibilidad que les otorga su supuesto carácter irracional. Por esto, es común que se subraye en ellas y sus relaciones una emocionalidad tendiente siempre a lo enfermizo, y, en este caso, por tratarse de dos mujeres que sólo se tienen a sí mismas como apoyo en un momento de mucha vulnerabilidad, se logra entrever lo que se suele asumir como un patrón frecuente en las
  • 21. 20 relaciones lésbicas, que es un dramatismo exacerbado, que permite que las mujeres las crean inconscientemente, y por su nivel de dificultad, como un castigo (Gimeno 17). A pesar de las reticencias que estos prejuicios heteronormativos pueden producir, el primer contacto directamente sexual que ambas tienen es un beso suave y tranquilo, que nace sin imposición, sin cuestionamientos ni preguntas acerca de la naturalidad de éste, en el que Elisa reconoce “el sabor de la boca que besó a Marcelo” y se dedica a “cerrar los ojos y aprender ese sabor” (Maturana 60) que dejó el hombre que hizo sufrir a Gabriela. La acción de un beso entre dos mujeres no se toma en consideración como algo extraño ni juzgado por la sociedad, sólo se presiente como un nuevo paso en ese descubrimiento mutuo, como parte del acompañarse y sanar. En este sentido vemos como las protagonistas de esta historia que, como ya vimos, no responden a un estereotipo particular de lesbiana, pueden vivir su deseo desde una clara fluidez. Nada las diferencia especialmente de otras mujeres, no se las define como masculinizadas ni nada semejante, sino que son mujeres como cualquier otra que se descubren de pronto atraídas entre sí y sin que ello les genere interrogantes moralistas. Un nuevo giro toma la trama cuando aparece Franco, un joven que se obsesiona con Elisa, formando un triángulo amoroso bastante confuso. En este momento se hace notar el hecho de que la construcción del deseo del personaje de Elisa no se haya anclado en el aspecto físico sino en las características de la personalidad, por lo mismo, resulta sorprendente que ninguno de los personajes se describen físicamente, sino que sólo se mencionan partes de sus cuerpos cuando éstos encarnan aspectos del carácter, como las ojeras de Gabriela o su delgadez:
  • 22. 21 Cuando mis ojos se han habituado a la intensidad de la luz, en la silueta aparecen unos rasgos extrañísimos. Son, lejos, los ojos menos comunes que he visto en mi vida. Es moreno, algo bajo (creo), nada especial. Pero por momentos tengo la sensación de que, si fijo la vista en sus ojos, voy a poder ver el cielo detrás de su cabeza (Maturana 76). La mirada penetrante e interrogadora de Franco describe la determinación de su carácter, el cual intriga a Elisa por contrastar fuertemente con su forma dubitativa de ser. Ella misma reconoce que el resto de él no le “resulta particularmente atractivo” (Maturana 76) Con este dato, damos con un elemento sumamente importante para reconocer el por qué de la falta de cuestionamientos de Elisa, y es el hecho de que su deseo está basado principalmente en elementos no relacionados con el físico ni con el género de las personas. Gimeno, defiende que, tal como muchos autores han planteado, la sexualidad de las mujeres es más fluida que la de los hombres5 , y explica este hecho en base a dos factores principales que son la construcción social de la maternidad6 y la construcción social de los géneros como subjetividades diferenciadas (236). Dentro de este último factor está presente la diferencia en la educación sexual de niños y niñas, en la cual a los primeros se les educa desde pequeños en rechazar todo tipo de actitud que pueda ser considerada estereotípicamente femenina y, por ende, homosexual; mientras que a las niñas se las incentiva a desarrollar su lado emocional en la cercanía física y afectiva de 5 Al hablar de que la sexualidad es fluida nos referimos a que presentan mayor facilidad para orientarse hacia personas de uno u otro sexo sin mayores cuestionamientos o barreras morales. 6 La construcción social de la maternidad hace referencia a la división sexual del trabajo dentro de la familia, y tiene sus bases en la teoría psicoanalítica del origen matrisexual de la sexualidad infantil, y la dificultad que implica la reorientación del objeto de deseo de la niña en la pubertad que la adentre en la heterosexualidad obligatoria.
  • 23. 22 sus pares, sin que haya un aprendizaje específico de la lesbofobia en su formación7 . En cuanto a la formación cultural de los objetos de deseo de niñas y niños, ésta difiere porque mientras a estos últimos se les enseña a sentir atracción por la belleza y el físico de las mujeres en particular, a las niñas se les educa para erotizar cualidades de la personalidad y el carácter como son la inteligencia, la experiencia y el poder, que pueden encontrarse tanto en hombres como en mujeres (Gimeno 248). En el caso de Gabriela, esto último se hace muy evidente puesto que lo que más le atrae de Elisa es su carácter protector, lo que la ayuda a validar su imagen de ser la mujer que “por su fragilidad, un hombre tendería a amar a la distancia o a proteger” (Maturana 34). Gabriela necesita, por sobre todas las cosas, ser “salvada”, por ello lamenta el carácter débil e indeciso de Marcelo: Debe haberme visto temblar, y empezó a gritarme que saliera de ahí, con ese tono suyo siempre cargado de una indescriptible ternura, que en esas circunstancias era el peor tono posible, y partió al baño con una toalla, pero fue incapaz de arriesgarse bajo el agua para sacarme… no se atrevió a “rescatarme”, a pesar del amor que decía sentir por mí (Maturana 38). A diferencia de Marcelo, Elisa se acerca bastante a lo que Gabriela desea encontrar, alguien que se interese por ella, que le presta atención y valide su forma de ser. Se preocupa por ella y la cuida “un poco como una madre” (Maturana 45) cuando 7 Incluso se da el caso de que muchas mujeres no conocen el concepto “lesbiana” sino hasta que lo escuchan a modo despectivo y proveniente de grupos humanos ajenos a su círculo de amigas. Al respecto es interesante el estudio etnográfico realizado por Valerie Hey, quién analiza las relaciones de amistad entre las niñas y demuestra que la lesbofobia no surge sino desde los grupos de niños que sí han sido educados en la homofobia. Para más información ver: Hey, Valerie. The company she keeps: an ethnography of girls friendship, Bucking-ham, Open University press, 1997.
  • 24. 23 desaparece o colapsa emocionalmente, se convierte en ese apoyo que requiere y la hace sentir amada y protegida. Gimeno, plantea que el deseo de las mujeres puede ser modificado de forma consciente para escapar de las relaciones heterosexuales que no les convienen por cuanto éstas mantienen una jerarquía en la que siempre serán las dominadas. En cambio, dice, una relación entre mujeres posee un equilibrio natural, en ellas las mujeres se encuentran como iguales y pueden compartir decisiones y, además, relacionarse más afectiva y cercanamente que con un hombre. También explica que “muchas mujeres se descubren sintiendo deseo homosexual en el marco de una relación con otra mujer, o con otras mujeres, relaciones no necesariamente, o no exclusivamente, o no primariamente, sexuales, pero sin duda sexuales” (Gimeno 277). Es decir que, a diferencia del caso de los hombres que suelen saberse gays mucho antes de tener una relación afectiva con otros hombres, porque desde siempre sintieron un deseo erótico orientado hacia ellos, muchas lesbianas se descubren sintiendo atracción por otras mujeres sólo después de establecer un vínculo afectivo con una de ellas. Eso es lo que ocurre en el caso de Gabriela y Elisa, quienes tras formar un vínculo emocional muy fuerte comienzan a desarrollar una atracción física que sólo una vez avanzada la trama será cuestionada por sus repercusiones sociales. Elisa confiesa que a veces sueña con “esas historias de amor raras y lindas que uno puede contar después a los nietos con orgullo. Con un hombre que pueda ser también un padre. Un buen padre” (Maturana 88). Con esto deja ver que lo que busca de los hombres, en realidad es aquello que su padre nunca le dio y que, mientras siga
  • 25. 24 teniendo presente el trauma que éste le generó durante su infancia, no podrá acceder a la posibilidad de mantener una relación heterosexual satisfactoria. En el caso de Gabriela, ésta viene escapando de una relación tortuosa y fallida con Marcelo, en la cual había logrado entregarse completamente por primera vez y había obtenido en respuesta el desamor de éste, quien prefirió continuar con su matrimonio por amor a sus hijos, en lugar de separarse de su esposa para estar con ella. Ambas tienen en común historias de desilusión en sus contactos heterosexuales, que pueden llevar al lector a pensar que es esto lo que las llevó a establecer una relación pre-lésbica8 , y asumir que en todos los casos de idilios entre mujeres existe tal factor común, y que, por ende, éstas no son naturales sino que se producen por efecto de un trauma o una insatisfacción en sus contactos emocionales y sexuales con hombres. No es infrecuente escuchar aseveraciones (especialmente de los hombres, pero también de muchas mujeres hétero u homosexuales con pensamiento heterocentrado) que impliquen la asunción de que las lesbianas simplemente son mujeres a las que les hizo falta un “verdadero hombre” al lado, o que han preferido el sexo con otras mujeres (que siempre se lo presume insatisfactorio ante la ausencia de un pene) porque sus parejas masculinas no supieron complacerlas sexualmente, pero que podrían retornar al camino correcto si tuviesen una buena experiencia heterosexual. No les es posible asimilar que el deseo 8 Digo pre-lésbica puesto que para llamar lésbica una relación es preciso que haya una consciencia detrás de lo que significa e implica esta palabra. Si la relación afectuosa entre Gabriela y Elisa no es llamada lésbica por ellas mismas, difícilmente podríamos nosotros calificarla de tal, pues el concepto está cargado de muchas otras cosas además del cariño y el deseo que no han sido tomadas en cuenta por parte de ellas. El uso de la palabra “lesbiana” nace primeramente como un insulto, y requiere de la reivindicación y apropiación por parte de las implicadas para poder utilizarla para denominar una relación.
  • 26. 25 lésbico sea una posibilidad real y han pintado a las lesbianas como mujeres que odian a los hombres. Como nos muestra el análisis histórico de Gimeno, esta percepción ha estado presente al menos desde la época renacentista, en la cual la literatura erótica para hombres comenzó a establecer como un tópico recurrente las escenas de sexo entre féminas en las que siempre se adecúan al estereotipo femenino y vuelven, finalmente, al espacio de la heterosexualidad pues no pueden hallar una satisfacción sexual completa en ausencia del hombre. También aparece como tópico literario el de la lesbiana fea y malvada que se encarga de seducir jovencitas ingenuas y que intenta representar a un hombre, clásica falacia que tomará también el psicoanálisis al confundir la identidad de género con la orientación sexual y decir que todas las mujeres que no buscan sus afectos en los hombres sino que en las mujeres intentan remedar la masculinidad sin conseguirlo9 . Sin embargo, en el caso de ambas no es posible adecuarlas completamente a esta definición por cuanto sus formas de ser y relacionarse no nos dan los indicios necesarios para creer que sientan odio o repulsión por los hombres, sino que aún son capaces de sentir deseo por ellos. Si bien Elisa demuestra hallarse a la defensiva pues piensa que los hombres son fuertes y tienen la capacidad de causarle daño, como se observa en el caso de su interacción con Franco, o los camioneros que las llevan a dedo, esto no significa que sienta repudio por ellos. Tampoco en ellas se observa una necesidad de 9 Más detalles sobre este punto pueden hallarse en los textos El enigma de la mujer ¿Con Freud o contra Freud? de Sara Kofman (Editorial Gedisa, Barcelona, 1997) y Love between women de Charlotte Wolff (Duckworth, London, 1971).
  • 27. 26 imitar el modo de ser masculino como piensa el psicoanálisis o como podemos entender a través de las representaciones negativas de la lesbiana clásica, de modo que sólo podemos entender el nacimiento del deseo entre ambas como un derivado del afecto y apoyo mutuo que se han entregado y que ellas mismas reconocerán más adelante como una “confusión” (Maturana 122): Por ahora me preocupa mucho más traicionar a Gabriela que a Franco. Y me niego a convencerme de que una historia con Franco no tendría que ser, necesariamente, una traición a Gabriela. Tal vez porque me pongo en la situación inversa y siento que para mí sí sería una traición si ella se metiera con él. Además, los amores a los que he intentado contar parte de mi historia me han durado muy poco, y a los que le he ocultado cosas, todavía menos (Maturana 91). Elisa no cree posible el amor de Franco por ella, tal como le cuesta creer que cualquiera pueda amarla con su baja autoestima y el daño que arrastra por las violaciones realizadas por su padre; sin embargo, no duda del cariño de Gabriela ni siente temor a ella, puesto que la forma en que se ha desarrollado su cercanía es diferente. Mientras Franco insiste y es directo en sus acercamientos, Gabriela ha ido poco a poco conociéndola y entendiéndola, adentrándose en su subjetividad sin juzgarla y eso la reconforta. No vislumbra en el intercambio de ambas una subordinación como la que presiente en el contacto con hombres, sino que entiende la relación de ambas como una situación de apoyo mutuo y desinteresado, que se caracteriza principalmente por la horizontalidad, justamente aquello que, según Gimeno, resulta atractivo y emancipatorio para las mujeres cansadas de las relaciones heteronormativas.
  • 28. 27 Elisa misma reconoce su relación con Gabriela como un “experimento”, pues quiere averiguar si después de tener conocimiento pleno de su pasado el cariño de ella seguirá ahí; aquí se puede observar que a pesar de tener menos trabas a la hora de entregarse a Gabriela, sigue cargando inseguridades acerca de su posibilidad de ser amada. Con esto entendemos que el daño que Elisa ha sufrido no la ha determinado exclusivamente en contra de la posibilidad de tener un amor heterosexual, sino que la ha puesto a la defensiva sobre todo tipo de amor aunque su relación con Gabriela haya nacido de una manera que la hace sentir más segura, lo que descarta que su orientación hacia ella esté ligada a un despecho hacia los hombres en particular. Las relaciones de amistad entre las mujeres son incentivadas desde que son pequeñas, y tienden a aprender a ver a los hombres como “otros” desconocidos y extraños, por ello estas amistades se crean en un marco de confianza mucho más relajado y distendido, no existen en ellas tensiones ni dificultades a la hora de dejarse llevar y formar redes de apoyo y comprensión mutua. Así podemos entender que Gabriela, quien tuvo tantas dificultades para permitirse establecer un lazo con Marcelo, no haya titubeado a la hora de confiar ciegamente en Elisa. El problema del triángulo amoroso se resuelve luego de alcanzar un punto de clímax en una escena forzada por Gabriela en la cual reconoce verbalmente su atracción por hacia su amiga, creando una situación conflictiva e incómoda para todos. Lo anterior, llevará a Elisa a cuestionarse la relación que ambas han entablado: “Puede que sienta que lo hizo porque me quiere; o que lo hizo porque no desea quererme” (Maturana 103), porque tiene miedo de lo que siente. El cariño de Gabriela comienza a
  • 29. 28 tomar una forma más destructiva, como si la quisiera a su lado sólo para que la vea sufrir, la proteja y valide su personaje martirizado. Finalmente la tensión se resuelve cuando ambas logran sincerarse, una vez solas intentan encontrar las respuestas que les faltaban y la relación que ambas tienen sale a la luz con un cariz diferente, ahora pueden ver las implicancias que tiene y se preguntan si serían capaces de seguir adelante con ella. Elisa muestra los primeros atisbos de un temor hacia el amor que siente por Gabriela cuando dice: No podría soportar que me besara ahora. La primera vez fue lindo. La segunda fue un desastre. La tercera sería, definitivamente, un problema. Soy incapaz de permitirme querer en buena forma a un hombre. Mal puedo siquiera preguntarme por mi posibilidad de amar a una mujer” (Maturana 122). Hasta ahí llega la libertad de dirigir sus afectos. Gabriela le dice directamente que lo que quiere es a ella y expresa un alto nivel de decisión y entrega, demostrando que en su caso la reacción que la sociedad pueda tener ante una relación lésbica no resulta tan intimidante. Elisa, en cambio, sólo hasta ese punto se permite vivir su amor, puede sentir un afecto algo confuso por Gabriela, pero continuar en esa línea significaría tener que tomar consciencia de todo lo que significa amar a una mujer, lo cual, sumado a sus preocupaciones y confusiones ya existentes sería demasiado. Aquí surge la interrogante de hasta qué punto puede definirse la fluidez en la sexualidad de la mujer en este caso. Es claro que para Gabriela reconocer lo que está sintiendo por Elisa no ha sido fácil, ha sido extraño y bastante turbulento. Si bien no sabemos lo que ha estado pasando por su cabeza, podemos inferir sus dificultades por el
  • 30. 29 hecho de haber tomado decisiones y haber realizado acciones tan radicales y a la vez contradictorias. Con esto entendemos que, efectivamente, toda mujer puede ser lesbiana, sí, siempre y cuando no tome consciencia de lo que implica serlo dentro de su entorno, si éste es favorable se dará de forma natural y sin cuestionamientos, pero si no, sería, como dijo Elisa “un problema” (122), por eso, ahora que ya ha alcanzado otro nivel se siente asustada: Yo tampoco quiero que haya cosas de por medio que puedan interferir. Eres la única persona a la que he podido contarle mi historia y eso es ahora lo más importante. Pero tampoco me gustaría que te confundieras, Gabriela. Nada bueno puede surgir de mis afectos como pareja. Además, no me parece que sea eso lo que tú quieres, tampoco. ¿Te acuerdas de esa vez cuando me dijiste que nadie te la metía como Marcelo? Bueno. Yo ni siquiera tengo algo que meterte (Maturana 122). Según las palabras de Gimeno, el sexo en occidente se ha considerado desde los inicios de los tiempos en base a la sexualidad masculina, de modo que no puede comprenderse un acto sexual si no incluye erección, penetración y eyaculación. Esta genitalidad ha hecho inconcebible para muchos el sexo entre mujeres que no incluya un sucedáneo del pene (Gimeno 41). Incluso las mismas mujeres, quienes han sido criadas, por una parte, para erotizar cualidades que pueden hallarse tanto en hombres como en mujeres, mientras, por otra, se encuentran constantemente bombardeadas por representaciones falocéntricas del sexo, hallan gran dificultad a la hora de pensar en qué hacen dos mujeres en la cama. Todo tipo de acto erótico que no incluya un falo de por medio, ha sido des-sexualizado hasta el punto de volverlo inconcebible, lo que da a la mayoría la impresión de que las lesbianas no pueden hallar verdadera satisfacción en
  • 31. 30 sus besos, abrazos y caricias, lo cual explica las palabras utilizadas por Elisa para justificar su negativa a las pretensiones de Gabriela. No obstante, en investigaciones sobre sexualidad la mayoría de las mujeres reconocen haber sentido deseo por otra mujer, y explican que lo que buscan en ellas son las caricias y las palabras que no pueden encontrar en las relaciones sexuales con un hombre10 . Dado que la sexualidad femenina no está determinada por la duración de una erección sino que tiene un tiempo mucho más ilimitado, no necesariamente tiene que ir in crescendo hasta un conclusión, sino que encuentra mucho espacio para los juegos, las caricias, la complicidad y las pausas; pero la cultura androcéntrica en la que nos hallamos insertos no permite a las mujeres comprender esto, y, por ello, piensan que sólo un hombre podría entregarles lo que la sociedad ha definido como sexo. Es decir, se limita la sexualidad de la mujer sólo al acto sexual heterosexual. Esta visión de la sexualidad no ligada exclusivamente a la genitalidad se pude apreciar en las palabras de Gabriela: Marcelo ya no está, no hay nadie. Estás tú. Está tu amor y yo lo siento y es el único amor que siento en este momento. Y luego tu cuerpo. No como un cuerpo, sino como una parte de lo mismo. Y tu boca, o tu piel, o todo lo tuyo, se me apareció de pronto como la suma de todo eso que amo, y entonces quise tenerte. Tenerte. Esa posesión que sólo cabe en el sexo, pero en el sexo que une el cuerpo y la cabeza y el alma, si es que 10 Ejemplos de estas investigaciones pueden ser la realizada en España por Ramón Serrano Vicens en 1961 y que no fue publicada sino hasta 1974, citada por Gimeno en la página 218; el reconocido Informe Hite, realizado por la sexóloga Shere Hite en 1976, o el reciente estudio de la Dra. Meredith Chivers titulada “Gender and sexual orientation differences in sexual response to sexual activities versus gender of actors in sexual films” publicada el 2007.
  • 32. 31 hay un alma. Odio este vacío. Odio la sensación de agujeros por todos lados (Maturana 140). Gabriela ve la sexualidad como aquello que reúne todo lo que una persona es, no siente deseo por el cuerpo como algo aislado del resto, por ello puede orientar su afecto a Elisa tanto como a Marcelo. Ella ve en el acto sexual la capacidad de conectarse con el otro, de fusionarse, completarse y conectarse de forma íntima; lo que desea de Elisa es justamente eso, que le ayude a sentirse completa, que el lazo que las ha unido afectivamente durante todo ese viaje se refleje en una unión física. Esta idea de la sexualidad no está conectada de forma exclusiva a la genitalidad, sino que se deriva de un vínculo emocional más fuerte y complejo que el simple deseo carnal. Aquí aparece otra vez lo que planteaba Gimeno acerca de que las mujeres pueden aprender a sentir deseo por otras mujeres dentro del marco de un lazo afectivo con ellas. Elisa lo entiende de este modo “Gabriela sólo consigue ver la dimensión de su cuerpo en los ojos de otro; de ese otro que la ama” (Maturana 141), para Gabriela su cuerpo sólo existe cuando es amado. Para Elisa, todo tipo de amor físico está bloqueado, se siente libre de amar siempre que ese amor no traspase las barreras de lo platónico, se siente incapaz de reconocer su deseo hacia Gabriela puesto que no puede diferenciar el acto sexual de la violencia por culpa de su padre; dice que: Mi cuerpo, en cambio, no tiene nada que ver con el amor. No hay búsqueda de alguien que lo valide, sino tan solo una suerte de resignación al hecho de que exista y esté aquí. Yo podría aceptar la forma en que Gabriela me confronta con su sexualidad si sólo pudiera sentir que algo bueno saldría de ello. Y no hay nada. Y me siento mal por eso. Su dolor me duele a mí, bordeando lo apenas tolerable (Maturana 141).
  • 33. 32 Finalizado el viaje, una vez de regreso en la capital, comienzan a distanciarse. Mientras Gabriela pierde la cabeza obsesionada con la esposa de Marcelo, Elisa se dedica a extrañarla y a superar poco a poco aquellos traumas que gracias a Gabriela pudo dimensionar: Yo misma quise que (la psicóloga) fuera una mujer. Antes había recurrido a varios hombres, creyendo que el problema era con ellos y que a la larga podría reconciliarme si tenía una buena experiencia con alguno. Ahora es más complejo: sé que el problema está en los afectos y no en el género. Pude verlo con Gabriela. Con mi incomodidad ante el amor de Gabriela; con mi incapacidad de responder de un cierto modo: el modo normal o esperable (Maturana 192). Ya no es posible considerar la hipótesis de que el amor que ambas sentían fuera a causa de un despecho por los hombres, todo este recorrido nos ha dado las pautas para entender en qué medida las identidades de estas mujeres nos describen una noción fluida de la sexualidad, que les permite orientar sus afectos no a un género en particular, sino a la persona que se haya detrás. No podríamos definir esta relación pre-lésbica como una decisión política como querría Beatriz Gimeno, puesto que lo que ambas buscan en su relación no es liberarse de las ataduras del patriarcado o la heterosexualidad obligatoria. Al contrario, una vez que fueron conscientes de lo que implicaba una relación de estas características prefirieron dejar las cosas como estaban en lugar de continuar con ella. Tampoco se les hizo posible el otorgar una etiqueta a lo que estaban experimentando, prefirieron quedarse con la idea de que tuvieron una amistad tan profunda, y vivieron un viaje físico y emocional tan grande que traspasaron
  • 34. 33 la barrera de la norma y experimentaron un cariño que ya poco tuvo que ver con la amistad. Mientras baila con Gabriela, en el que será el último momento en que vivirán realmente su amistad antes de que todo cambie de rumbo de forma drástica, Elisa nos da a entender con su reflexión que su percepción de la sexualidad dista mucho del básico y acotado binarismo que nos plantea el modelo sexológico: “parecería fácil ponerle un nombre a todo esto, un nombre que no alcanzaría jamás a aprehenderlo, pero que alguien pueda confundirse me importa especialmente poco” (Maturana 197). Ninguna de las dos ha establecido juicios morales en torno a su relación, sino que la han aceptado sin dudar y lo han entendido como un afecto más. Por ello no les resulta sencillo nombrarlo, pues el nombre que se le otorga a la atracción que experimentaron está infestado de prejuicios: El espacio de la lesbiana no ha sido pensado como un lugar de liberación, no ha sido inventado por las mujeres, ni siquiera por las lesbianas, sino que ha sido definido por el patriarcado como un lugar de castigo y de exclusión, un lugar en el que colocar a determinadas mujeres para castigarlas por no asumir, tan bien como debieran, su prescriptivo rol femenino. Lo que ocurre es que dadas las cargas que el mismo patriarcado impone a las mujeres, ese espacio es, a veces, preferible al espacio de la inclusión (Gimeno 25) La carga discursiva que la palabra “lesbiana” lleva consigo no calza con la percepción de la sexualidad que tienen ambos personajes; muy por el contrario, éstas han demostrado que, para ellas, a la hora de amar, lo central no se encuentra acotado a la genitalidad, no se trata de ser heterosexual, homosexual o bisexual; se trata de ser
  • 35. 34 personas que sienten cariño, amor, deseo y atracción por otra persona más allá de los límites de la piel.
  • 36. 35 Capítulo 2: “La Elegida” de Lilian Elphick. Deseo lésbico de encuentros fugaces ante la imposibilidad de su realización en una sociedad heteronormativa. “La Elegida” de Lilian Elphick aparece por primera vez en su selección de cuentos La última Canción de Maggie Alcázar publicado en 1990, y fue la primera obra narrativa chilena que relata abiertamente y en primera persona una relación sexual entre dos mujeres11 . Elphick nos sumerge en medio de un lío amoroso pasajero entre dos chicas que se conocen en la calle, y que tras una tarde de charla amistosa en un café y una larga caminata por las calles de Santiago, se dirigen a una habitación de hotel donde viven un breve momento de pasión, tras lo cual se separan y no vuelven a encontrarse. Esta historia nos presenta el paradigma de la negación, de vivir un sentimiento oculto y que se sabe prohibido por la sociedad, pero que se reconoce y sólo puede hallar alivio en amoríos anónimos y vidas paralelas. Dicho paradigma encuentra su espejo en el contexto de escritura del cuento, la dictadura militar chilena, pues el estado de cosas en dicha época produce que los individuos se sientan limitados en su libertad de 11 Tal como se indica en la introducción de esta investigación, en la literatura chilena aparece en 1956, y a modo de excepción que cumple la regla, la novela Cárcel de Mujeres de María Carolina Geel, en la cual se habla explícitamente de relaciones lésbicas que podrían considerar como homosexualidad situacional.
  • 37. 36 relacionarse y les obliga a buscar espacios de fugacidad que les devuelvan momentáneamente la sensación de compañía. Cabe destacar que este libro fue publicado por primera vez por Mosquito Editores, una editorial pequeña nacida en 1988 de mano de dos ex presos políticos (Víctor Cornejo y Cristian Cottet) que buscan, ante todo, ayudar a difundir la obra de autores chilenos que ya venían trabajando en sus escritos en los años 80 desde la disidencia política. Posteriormente formó parte de muchas compilaciones y fue reeditado en la selección de cuentos de la misma autora titulado El otro afuera y publicado el 2002 por la editorial independiente Cuarto Propio. Con lo anterior observamos que son las editoriales pequeñas e independientes las que abren el camino a la publicación de narrativas que toman el tema de la homosexualidad femenina12 . Por su parte, la crítica ha resaltado las características estructurales y la idea de fugacidad subrayada por el cuento, en especial su manera particular de plantear el discurso amoroso, el cual ya perdido su clásico carácter idílico, carece de futuro y se haya ligado a la ruptura (Espinosa 1), o su modo de enunciar el deseo desde la violencia (Edwards 1). En ningún caso entran en detalles sobre el tema lésbico que le da vida a dicho discurso amoroso, a pesar de la enorme brecha que divide una perspectiva heterosexual de una lésbica en términos políticos y sociales, y la relevancia que adquiere dicho dato dentro del cuento. 12 Como planteo en el capítulo anterior, el caso de El daño sería la única obra que escaparía a esta norma, si no fuera por el hecho de que la identidad lésbica se configura en dicha obra como una reafirmación de los roles de género establecidos por la heteronormatividad, pues, finalmente, la mujer vuelve al curso de la heteronorma tras “confundirse” con otra mujer; y, porque además, el deseo lésbico se muestra de forma sugerente y subrepticia más que legitimada. Todo ello permite que El daño sea una obra más aceptable de ser publicada por una casa editorial masiva como es Aguilar.
  • 38. 37 Sin embargo, lejos está la posibilidad de ignorar la relación homosexual de esta obra, tomando en cuenta que resulta prácticamente el primer grito de la literatura chilena que presenta estos personajes sin encubrirlos de amistad. Además todo el tópico de la fugacidad, del amor pasajero y de la clandestinidad que busca expresar el relato es destacado por este tipo de relaciones que nacieron proscritas dentro de una sociedad heteronormativa que funciona en base a la invisibilización de las identidades que la transgreden. Quizás la autora o sus contemporáneos querrían argumentar que la clandestinidad y el sin lugar de sus personajes se haya inserto en un contexto mucho más grande, que es el de la ciudad sitiada por la dictadura; no obstante, ¿por qué traducir dichos elementos en un encuentro fugaz entre dos mujeres y no entre dos hombres, o entre una pareja heterosexual? No es el hecho, sino el síntoma lo que nos resulta relevante en este caso, es la relación directa inconsciente que existe en nuestra sociedad entre lo proscrito y la homosexualidad femenina. Aquí el deseo lésbico no se disfraza, pero se esconde y se vive en las sombras, por ello este breve relato es increíblemente relevante para el asunto que nos atañe. Lo que primero salta a la vista es el tipo de enunciación del texto que, siendo un cuento bastante breve no se queda corto en complejidad, sino que, muy por el contrario, logra exigir la completa atención del lector. No es una obra que pueda ser leída de una vez, se hace menester volver sobre la lectura dos y tres veces antes de comprender realmente qué es lo que está ocurriendo. Todo está narrado en primera persona en modo directo por parte de la chica protagonista cuyo nombre desconocemos; sin embargo, en la segunda parte dicha narración se confunde entre enunciaciones que buscan contar la historia a una tercera persona ausente (presuntamente el hipotético lector) como en “Ella
  • 39. 38 me pregunta dónde estoy” (Elphick 104); otras que relatan los hechos a la mujer, que luego sabremos se llama Miriam, que se halla con ella en el hotel a la vez que éstos suceden como “usted se esconde frente al espejo para no responder” (Elphick 104) y uno que otro diálogo entre ambas. La tercera parte se instaura ya completamente como un monólogo interior, donde la protagonista se lamenta de la ausencia de Miriam como si ésta pudiera oírla: “Siento nostalgia por usted, Miriam, pero ya no la busco…” (Elphick 106). Esta constante mezcla de modos de enunciación ha dado espacio a que se ponga en duda si el relato habla efectivamente de dos mujeres, como es el caso del análisis del profesor y escritor Jaime Hagel, quién postuló la idea de que se trata de una sola mujer y que el espejo actúa como un medio a través del cual la narradora se relaciona con su propio reflejo. No obstante, es la misma autora la que reconoce que siempre pensó en dos mujeres (Vera), pero lo que viene al caso no es la cantidad de personajes presentes en el relato ni la intención que tuvo la autora a la hora de escribirlo, sino que lo destacable es la forma en que el modo de enunciación permite que se vuelva a ratos difícil de distinguir a ambas mujeres. Este constante entremezclarse de los personajes da pie para entender que más que la relación homoerótica en sí misma, el centro del relato es la manera en que ambas mujeres se funden y acompañan mutuamente con el fin de sobrellevar por un breve lapso de tiempo su estado de vulnerabilidad en un entorno en tensión. En definitiva, podría concluirse del efecto provocado por los cambios de enunciación que los personajes no sólo forman un espacio de intimidad al unir sus
  • 40. 39 cuerpos en el acto sexual, sino que llega a perderse la noción de donde termina una y empieza la otra en un nivel simbólico de la narración. En este sentido “La Elegida” surge como una alegoría al género femenino y la capacidad de las mujeres de formar lazos de apoyo entre ellas, lazos de igualdad que les permiten acompañarse en su situación de subalternidad en la sociedad. Las féminas aparecen como los personajes ideales para representar el estado de indefensión que la autora intenta retratar, puesto que no sólo son seres vulneradas en su calidad de ciudadanas viviendo en plena dictadura, sino que además forman parte de la mitad de la población que es discriminada por pertenecer al género femenino en una sociedad patriarcalista exacerbada por el conservadurismo militar, y que, como si todo lo anterior fuera poco, experimentan un deseo que subvierte los límites de lo moralmente permitido. Esta extrema subalternidad de los personajes se complementa con las poéticas descripciones de Elphick que exaltan las características físicas particulares de la mujer, a la vez que presenta elementos que transmiten la idea de un espacio sucio y marginal, lleno de recovecos en los que generalmente no reparamos: Camino por ciertas calles que no tienen salida directa sino que dan vueltas y vueltas, terminan en plazoletas y luego continúan. Me gusta perderme y caminar sin rumbo bajo esta lluvia. Elijo esta calle y no otra. A pesar de ser lunes no veo gente; no me inquieta, es más, me gusta que sea así (Elphick 101). Este Santiago se percibe como una ciudad solitaria, llena de calles que no llevan a ningún lugar en particular, es el escenario perfecto para las meditaciones de este personaje que siente que ha perdido el rumbo, que sale a la calle a buscar no sabe qué y
  • 41. 40 que define su camino a medida que lo va recorriendo. En su libro Sexualidades en disputa Daniel Balderston relaciona esta forma de configuración del espacio en la narrativa homosexual latinoamericana con la situación de marginalidad que identifica a sus personajes, la cual éstos toman y reivindican como parte de la construcción de su imaginario colectivo: El espacio urbano (…) es importante para la construcción de la subjetividad gay y lesbiana. Si a menudo el sujeto queer ha sido leído como un sujeto que vive “fuera” de la nacionalidad, o como un sujeto excéntrico, hay que señalar también la forma en la que estos sujetos homosexuales precisamente insistieron en su marginalidad, en su excentricidad, y desde ahí convocaron a todo un circuito de relaciones en el que ellos mismos se reconocían (Quiroga y Balderston 57). Esta exterioridad retrata fielmente el mundo interior de los personajes que habitan en él, de modo que a ellos no les parece hostil en su oscuridad y desamparo, sino aparece también como un refugio que les refleja y en el que acaban por encontrarse todos estos individuos que permanecen fuera de la norma. Por ello es y debe ser en esta ciudad lluviosa y fría donde se encuentra la narradora con aquel personaje que luce tan desvalido como ella, una mujer a la cual, en primera instancia, no se describe físicamente más allá de su abrigo y su extraño estado de inacción. Lo que a ésta llama la atención es el eco de sí misma que encuentra en la desconocida: “Me acerco cautelosa, comprobando que el agua le corre por el pelo igual que a mí y que no espera nada de este día imaginario” (Elphick). Es esta situación de sentir que la vida pasa mientras ellas esperan nada en particular lo que las une en aquél día imaginario, imaginario no
  • 42. 41 necesariamente porque no existió más que en sus mentes, sino porque no se lo vive plenamente. Gimeno, plantea el lesbianismo como una oportunidad de salida de la opresión que ejerce el patriarcado sobre las mujeres, esto porque la esencia que reafirma constantemente el patriarcalismo es el pensamiento heterosexual instaurado históricamente hasta convertirlo en lo que comúnmente se entiende como la “normalidad”. Monique Wittig en su ensayo El pensamiento heterosexual nos da luces para comprender que la heterosexualidad, lejos de ser la base real de la sociedad occidental, es una construcción política que oprime a aquellos que escapan de sus parámetros incluso obligándoles a expresarse en sus propios términos: Los discursos que nos oprimen muy en particular a las lesbianas, mujeres y a los hombres homosexuales dan por sentado que lo que funda la sociedad, cualquier sociedad, es la heterosexualidad. Estos discursos hablan de nosotras y pretenden decir la verdad en un espacio apolítico, como si todo ello pudiera escapar de lo político en este momento de la historia, y como si en aquello que nos concierne pudiera haber signos políticamente insignificantes. Estos discursos de heterosexualidad nos oprimen en la medida en que nos niegan toda posibilidad de hablar si no es en sus propios términos y todo aquello que los pone en cuestión es enseguida considerado como «primario» (Wittig 49). El pensamiento heterosexual no permite que el mundo sea concebido sino tomando como base la diferencia de los sexos, la cual se ha definido dialécticamente como una diferencia de clases, en la cual existe el dominante y el dominado, puesto que a nivel simbólico se ha definido a la mujer como el sexo débil, visceral y vulnerable,
  • 43. 42 mientras que el hombre es quien tiene la fuerza y el intelecto que incluso le permite ejercer la violencia. Bajo estas circunstancias se vuelve natural el considerar que en el marco de las relaciones heterosexuales siempre habrá algún grado de jerarquía que ponga al hombre en un nivel superior a la mujer, este es el argumento que utiliza Gimeno para explicar el por qué algunas mujeres habrían de preferir formar lazos entre sí antes que con un hombre. Y es que sólo en el marco de una relación lésbica la mujer occidental puede hallar una verdadera horizontalidad, donde poder encontrarse formando una vida en pareja con una igual que reconoce sus fortalezas y vulnerabilidades sin ser consumida por la presión social que le fuerza a cumplir con ciertas características que se adecúen al rol de género que “le corresponde”. Es por esto que personajes femeninos como los que aparecen retratados en “La elegida”, que se sienten perdidas y marginadas en su entorno político y social, buscan en su unión aquel consuelo que sólo el reconocerse mutuamente como individuos que padecen de iguales presiones, penas y temores les puede proporcionar. Al yacer juntas encuentran un nivel de intimidad y conexión que no podrían o no se permitirían tener con un individuo que pertenece a otra jerarquía, hallan en su encuentro la complicidad que necesitan para liberarse, aunque sea por un momento fugaz de aquel estado de inacción. Al igual que en El daño, el deseo lésbico no aparece como una contrariedad, surge desde la conexión y cercanía que ambos personajes forman tras una tarde de charla compartida bajo la lluvia, no se vislumbra ningún momento de duda antes de la consumación:
  • 44. 43 Después de una hora de peregrinación le propongo entrar a un hotel. No entiendo mi propia invitación, por qué no a mi casa, allí estaríamos solas, sin interrupciones, además hace tiempo que ya no recibo visitas inesperadas. Pero, ¿por qué este querer estar solas?, sé que ella también lo siente, por eso nuevamente acepta, sin mirarme, aunque le adivine su sonrisa de pecados secretos (Elphick 103). Nuevamente se adivina que, como dice Gimeno, la línea que separa a las lesbianas de las mujeres en general es muy permeable, a pesar de los incansables intentos de los moralistas y de los expertos por distanciarlas (26), aquí nos encontramos con dos mujeres que no poseen ninguna característica que la distinga de la mayoría de las mujeres, que se conocen, se atraen y se unen sin plantearse con ello que están rompiendo con un gran paradigma de la humanidad llamado heterosexualidad. Una importante diferencia entre este relato y la novela analizada en el capítulo anterior, es el tratamiento que se da al erotismo, el cual adquiere un mayor protagonismo en este caso, siendo descrito con detalle pero sin caer en un mal gusto tipo pornográfico, sino que se luce por su poético realce de las características propias del cuerpo femenino: “Sus pezones brillan ínfimos, como semillas de granada” (Elphick 103). El acto sexual no se plantea como una simple unión carnal que busca satisfacer un deseo sexual inmediato y urgente; sino que se lo exhibe como si de una danza ritual se tratase, poniendo el énfasis en la manera en que la narradora contempla y adora con besos y caricias cada centímetro del cuerpo de Miriam con pausa y sosiego: “Ella no parece darse cuenta de su protagonismo y mira asombrada cómo yo le retiro el pelo húmedo de los hombros y lo ordeno hacia arriba, dejando libre su cuello, soplando despacio para darle calor a sus orejas frías” (Elphick 103). Con parsimonia se reconocen
  • 45. 44 mutuamente en un acto sexual que tiene más de búsqueda de consuelo que de mera satisfacción y, con un último abrazo desesperado, Miriam se deja ir, ajena a todo lo que ocurre a su alrededor, y se duerme confiada en los brazos de la narradora desconocida. En la segunda parte del relato, vemos a Miriam despertar desorientada y confundida, se palpa el cuerpo buscando algo, tal vez los resabios de su pequeña muerte lésbica, como si al despertar de su sueño hubiese también despertado a la realidad, aquella en que la sociedad estigmatiza el acto que ella acaba de realizar. Nuevamente la fluidez en la sexualidad femenina alcanza un punto de quiebre cuando la sociedad heteronormativa mete su nariz en el asunto, actuando de infiltrada en los registros del inconsciente a través de un proceso sistemático de reafirmación de los roles de género establecidos en base al binarismo hombre-mujer tal como se ha construido hasta ahora. Según las palabras de Gimeno respaldadas sobre las teorías de Nancy Chodorow, el mismo psicoanálisis presenta un punto ciego en su teoría de las relaciones de objeto, pues si se considera que tanto las niñas como los niños encuentran en la madre el objeto de deseo originario, no logra dar una explicación de por qué la reorientación del deseo de la niña desde la madre hacia el género masculino debiera ser natural, por el contrario, aparece como un fenómeno forzado por factores sociales externos al desarrollo de ésta (Gimeno 240). Incluso en el caso de que las presiones sociales que obligan a la mujer a “feminizarse” logren su objetivo, siempre quedan resabios del deseo original hacia la madre, por lo cual el compromiso con la heterosexualidad por parte de la mujer nunca es completo. No obstante, y como se ve tanto en el caso de este cuento como en los personajes de la novela analizada en el
  • 46. 45 capítulo anterior, dichas presiones sociales que las obligan a heterosexualizarse y a reconocer las relaciones hombre-mujer como la única forma natural de relacionarse llegan a influenciar al menos a un nivel inconsciente, puesto que los personajes al momento de reflexionar en torno a aquella atracción hacia otra mujer que se dio inicialmente con tanta soltura, se encuentran en medio de una situación contradictoria que, en ambos casos se resuelve en favor de las presiones sociales y en desmedro de la fluidez de la sexualidad femenina: “¿La volveré a ver? (…) Usted se esconde frente al espejo para no responder (…) intenta huir, desasirse del calor fugaz que le recuerda arena en invierno” (Elphick 104). En la tercera parte Miriam ya se ha marchado dejando a la narradora sola y huérfana de reflejo, el modo de enunciación ha pasado a ser exclusivamente un monólogo interior, donde la narradora se dirige a la mujer ausente para decirle que la extraña y la desea pero que ya no la busca. La revive al tocarse a sí misma, reconociendo en sus curvas femeninas las formas que recorrió en el cuerpo de Miriam “Sólo la sueño cuando me miro desnuda, sentada en una silla frente al espejo; la extraño cuando mi mano descansa entremedio de los muslos, tibia y húmeda (…) Por usted, Miriam, beso mi propia sombra” (Elphick 106). Los cambios en la enunciación reflejan el lento desaparecer de Miriam, su presencia absoluta en la primera parte con palabras salidas directamente de su boca; se vuelve un poco más etérea y fantasmal en la segunda parte cuando la narradora se dirige en parte al lector y en parte a Miriam como si no estuviese ahí mismo con ella, y finalmente desaparece cuando en la tercera parte todas sus reflexiones la narradora las
  • 47. 46 dirige a su ausencia, como si ella pudiese escucharla donde quiera que esté. Tal como señala la cita de Bretón al inicio del cuento13 , un soplo de viento se la llevó de su lado y le recordó que lo que vivieron no puede ser más que aquel breve lapsus en el tiempo en el que nada más que sus cuerpos importó, que como individuos marginales no pueden vivir más que en los márgenes de la vida entendida como la “normalidad”. Esa brisa que le arrebató su desvelo nos hace reconocer la imposibilidad de vivir al margen de la heteronormatividad, en especial en tiempos de tanto conservadurismo como fue el caso de la dictadura militar, y, con ello, nos da la certeza de que dichos personajes sólo pueden hallar consuelo y reconocimiento en amoríos fugaces que luego habrán de revivir en su memoria hasta desgastarlos. 13 “Un coup de vent sur tes yeux et je ne te verrais plus... “: Una ráfaga de viento en los ojos y ya no te veré más.
  • 48. 47 Capítulo 3 Hija de Perra de Malú Urriola. El lesbodrama como paradigma y la ausencia del otro como internalización de la invisibilización social. Hija de perra es una nouvelle, o novela breve, escrita por la poeta chilena Malú Urriola, y publicada por primera vez en Santiago en el año 1998 al alero de la editorial independiente Cuarto Propio. Ésta fue creada en 1984 con la finalidad de dar a conocer las obras del pensamiento crítico y la literatura que eran vedados, tanto por la censura de la dictadura militar, como por las preferencias editoriales de la economía de mercado. Posteriormente fue reeditada y rediseñada en el 2002 por Surada Ediciones, un proyecto de microeditorial formada por la misma Malú Urriola junto con la poeta Nadia Prado, con el objetivo de dar cabida a los poetas chilenos emergentes en el mundo editorial, pero que lamentablemente no duró más allá de los primeros años de la década del 2000, momento en que Urriola se dedicó con mayor ahínco a la escritura de guiones para la televisión. Posteriormente fue editado en Venezuela en el 2010 y Argentina en el 2011 donde obtuvo un gran reconocimiento. En sí la obra es un largo monólogo interior escrito en prosa poética que confunde la ficción con la autobiografía, donde la autora es al mismo tiempo la narradora y la protagonista de una historia de amor fallido. Ni la historia ni la trama
  • 49. 48 siguen un curso lineal, sino que se construye de forma fragmentaria gracias a imágenes cotidianas o metafóricas, a través de las cuales es imposible reconstruir la historia de amor más allá de las emociones cuyo recuerdo despierta en la narradora. Nunca logramos comprender realmente qué es lo que las dividió, no se conoce la historia que las une y las separa, sólo sabemos que Malú14 resiente la ausencia de su enamorada. En la obra encontramos un lenguaje cargando de rabia, incertidumbre, soledad, inseguridad, violencia y nostalgia, todas emociones entremezcladas que permiten que el lenguaje tenga una fuerte carga emotiva. La narradora asegura adolecer de ahogo ante la cantidad de palabras que se agolpan de forma constante en su mente, y sólo a través de la escritura logra liberarse en parte de la agonía que ello significa; por esto el monólogo aparece como un vómito de metáforas en lenguaje poético y barroco, entremezclado con un lenguaje coloquial directo y muy violento donde los temas se reiteran y se enredan. El tema central que aúna las reflexiones inconexas de la narradora es la dualidad entre el amor y el odio que siente por una mujer con la cual ha tenido una tormentosa relación. Desde esta misma dualidad, se derivan un sin fin de contradicciones que conformarán la bipolaridad que se plasma en sus reflexiones. Así la vemos desfilar entre la locura y la cordura, el cariño y la violencia, deseos de vivir y ansias de morir sin poder hallar un centro sobre el cual equilibrar su alma atormentada. Solamente un par de frases escritas al azar en medio del texto de setenta y cuatro páginas, nos permiten saber que el ser amado a quién la narradora dirige sus palabras es 14 Dentro del texto la autora-narradora se dirige la palabra a sí misma recalcando el carácter autobiográfico de la obra: “hey Malú dónde estás? es el abismo quien llama, y no reconozco la voz de mi propio abismo” (Urriola 15).
  • 50. 49 una mujer como es el caso de “quiero que me digas lo que me dices cuando estamos solas, vuélvete perra me dices, lámeme me dices y es que cuando me quito el pulóver puedes ver el pelaje de mi cuerpo” (Urriola 49); fuera de lo cual no existe mención directa al lesbianismo o la homosexualidad; incluso, si no prestásemos la debida atención, este hecho podría pasarnos inadvertido. De esta manera han leído los críticos la obra y la han analizado pasando rotundamente por alto el hecho de que hable del amor y desamor entre dos mujeres, limitándose a referirse al tema de la soledad, el desamparo y la nostalgia; las citas a la dictadura y las violaciones a los derechos humanos, como también acotaciones a la novedad estética de la obra, el desdoblamiento de la narradora/autora y su relación con la poesía de Rimbaud (Bianchi), como también a su carácter feminista (Arrate). Aun siendo Malú Urriola una de las lesbianas relativamente visibles de nuestro país, con una visión de mundo politizada y activamente feminista, sorprende ver hasta qué punto se pasa por alto la relevancia que tiene en su obra la temática lésbica a la hora de realizar un análisis crítico, y cómo sólo en ciertas entrevistas lo vemos tratado. Éstas últimas son incluso hechas desde el mundo cultural al que le interesa de forma particular el carácter homosexual de la obra, como la realizada por la periodista Erika Montecinos para su revista lésbica Rompiendo el Silencio o la que sostiene con P.J. para el diario argentino Página 12 con motivo de la publicación de Hija de perra en Argentina, un país donde la tolerancia hacia la diversidad sexual siempre ha ido dos pasos por delante del resto de América Latina.
  • 51. 50 La homosexualidad no es el tema central de la nouvelle, ni intenta tampoco ser un tema importante, su misma autora prefiere no catalogar su escritura como poesía lésbica, si bien opina que es necesario etiquetar con el fin de visibilizar, pero que le parece más una necesidad política que literaria (P.J.), con lo cual, reducir su obra a literatura lésbica de forma panfletaria es dejar de lado buena parte de su valor. No obstante lo anterior y, según el tema que nos convoca, el lesbianismo en este texto en particular no deja de ser relevante, por cuanto es una de las pocas obras chilenas que presentan las relaciones entre mujeres con tanta naturalidad y sin cuestionamientos, tanto que incluso puede pasar inadvertida. A nivel de la construcción de la identidad lésbica este hecho puede tomarse desde dos puntos centrales, el primero es el aspecto de la invisibilización tanto de parte de la autora como de la crítica, que se refiere a la necesidad de mantener las referencias a la diversidad sexual como un punto sin importancia dentro de la obra limitándolas a meras referencias al género de la mujer amada con una rebeldía subterránea; y, el segundo, es el aspecto naturalizador de la autora, que toma en cuenta el nivel de asimilacionismo15 del lesbianismo en la obra, que permite que no pase a ser un tema destacado aun sabiendo que en su entorno político, histórico, social y cultural es altamente controversial. No hace falta resaltar la represión que, como ya hemos visto, envuelve a todo aquello que, especialmente en Chile, tenga una leve relación con el lesbianismo. Ya lo 15 El concepto de asimilacionismo se toma de acuerdo a la definición que de él hace Tamsin Spargo en su texto Foucault y la teoría queer (42), y se refiere a la eliminación de las distancias culturales entre las relaciones homosexuales y las heterosexuales, que conllevan la adaptación de las primeras a las costumbres socialmente establecidas de las últimas. En este caso la neutralización de la situación particular de las lesbianas en su entorno las remite por defecto a que su relación se vea asimilada a las heteronormadas.
  • 52. 51 reconocía Gloria Careaga16 , como parte importante de la construcción de la identidad de toda lesbiana: “La sociedad exige el silencio con la amenaza constante del rechazo social y la marginación como condición para poder estar pero no ser” (Gimeno 14), y se ve reafirmado en la palabras de la Malú personaje/poeta cuando dice: “Estás ciega, estás ciega que no ves cómo nos dejan a la orilla del camino” (Urriola 48), reconociendo su carácter de paria en su entorno social. Esta represión, esta situación del personaje de la lesbiana inmerso en un contexto que le produce un profundo y constante malestar no se ve en Hija de perra ligado al lesbianismo de manera puntual, como ocurre en todas las otras obras analizadas en este trabajo, sino que pasa a ser un elemento más dentro de todas las características que convierten a la poeta en un personaje marginado y minoritario. No sólo se presenta como subalterna por ser mujer, sino que también por ser lesbiana y poeta; y no cualquiera, sino que una que ha sido criticada por su entorno, como ella misma dice: Sé que dicen en los barcitos que esto no es poetry, da lo mismo, lo mismo, mientras sigan besándose el trasero para leerse un par de poemas, sabes que en este siglo los poetas y los vagos son la misma cosa, por eso cuando me pierda, no temas, conozco la calle (Urriola 23). Este personaje se encuentra en una situación de incomodidad y desasosiego absoluto con el mundo, el hecho de ser homosexual resulta un detalle en medio de todo lo demás, tal como lo es para su autora17 . 16 En el prólogo a Historia y análisis político del lesbianismo. 17 “Las mujeres hemos pasado etapas en la historia de la humanidad donde se nos ha discriminado por distintas cosas, ser lesbiana es una discriminación más.” (P.J.)
  • 53. 52 Una de las posibilidades políticas de la literatura, es que puede operar contraculturalmente, pero este es un ejemplo más de cómo la censura funciona incluso dentro de ella. Siendo Hija de perra una obra nacida desde los espacios más marginales de la literatura chilena, editada y publicada desde editoriales independientes, se podría esperar algo más de soltura y libertad a la hora de mencionar temas exiliados del arte de alta cultura, pero ni siquiera así Malú Urriola presenta directamente el tema del lesbianismo. Es posible apelar a que no fue ésta su intención, que nunca quiso escribir narrativa que hablara del amor entre dos mujeres, pero lo hizo y lo hizo desde menciones tímidamente dejadas pasar de una otra presente a quién se le ha quitado la voz. Es ese, precisamente, el síntoma relevante: la necesidad de entregar la información de manera soslayada en un discurso proveniente de las minorías, que una de las primeras voces abiertamente lésbicas en nuestro país se plantee desde la subalternidad que se le ha otorgado y abrazándose al silencio que a dicha identidad se le ha impuesto desde que existe el patriarcado. Ahora bien, el tema del deseo lésbico aparece, efectivamente, dentro de la obra, lo que cabe analizar ahora es la manera en que se abarca dicha temática y desde dónde se configura la identidad de sus personajes. En Hija de Perra el amor es descrito desde una perspectiva hipersensibilizada, rescatando por sobre todo el sufrimiento que conlleva su pérdida. El ser amante, según la manera en que lo presenta Urriola, es un ser desesperado y angustiado, no vive su sentimiento desde la calma sino desde la desazón y se reviste de emociones negativas que son exageradas hasta caer en lo que se entiende como melodrama.
  • 54. 53 Para Beatriz Sarlo, según lo plantea en su libro El imperio de los sentimientos, las obras que forman parte del melodrama: “Son regionales por su persistencia en la presentación de una misma temática. Se trata de un movimiento de la subjetividad: el amor, el deseo y la pasión” (Sarlo 23), tomados como el motor que impulsa la escritura: “asistidos por una certidumbre: el amor es la más interesante de las materias narrativas, diseñan un vasto pero monótono imperio de los sentimientos, organizado según tres órdenes: el de los deseos, el de la sociedad y el de la moral” (Sarlo 22). En Hija de perra el amor y el desamor no sólo se toman como el motivo que impulsa a la narración, sino que además todo lo que se plantea en el texto es efecto o consecuencia de éste y las emociones que despierta, se lo utiliza incluso a modo de metáfora para tratar temas políticos cuando la autora realiza paralelos entre la angustia ante el olvido del amor y el olvido de los abusos a los derechos humanos de la dictadura por parte de un Chile en “democracia”18 . Este amor es el monotema favorito de la literatura universal tomado desde un melodramatismo tal vez menos embellecido y floreado como el de las novelas semanales analizadas por Sarlo, tal vez más cruento y contemporáneo, quizás más lúdico e irónico, como un melodramatismo metaliterario que se ríe de sí mismo como la 18 Dichas referencias son muy sutiles y sólo ante el conocimiento de los hechos ocurridos en dictadura y la sensibilidad especial que Malú Urriola tiene con referencia a ellos permite al lector comprenderlas. Un ejemplo de dichas referencias se encuentra cuando escribe: “no toco la tierra de noche, no la tomo, no quiero tomar la mano de algún cuerpo, porque tú sabes que esta tierra está llena de cuerpos, yo he escarbado el suelo y sé de lo que te hablo, puedo sentir quemando los disparos, no te confundas, es el recuerdo de los disparos quemando el que dude, tendidos boca abajo, el único que vi tenía tres forados en la espalda” (Urriola 60). Estas alusiones son confirmadas por la misma autora en una entrevista donde afirma que Hija de perra “es el libro de un duelo político y amoroso. Me gusta ligar siempre amor y política. Fue un duelo de la memoria chilena. De una memoria posdictadura que arrasó bastante con todo. Lo escribí en un momento que estaba un poco harta de que cambiaran algunas cosas para que nada cambiara finalmente. Es un libro que tiene que ver con la idea que yo tenía en ese momento del futuro: yo pensé que la gente iba a olvidar, y olvidó. Y ese olvido me provocaba un malestar muy fuerte” (P.J. 1).
  • 55. 54 autora dice que fue su intención: “en Hija de perra traté de hablar de una sujeta romántica, el yo-yo de la poesía chilena y jugué con eso. No trabajo una poesía autorreferente, que tenga relación con el autor, generalmente trato de crear mundos, no necesariamente son mis mundos” (Montecinos 1), pero es melodramatismo al fin y al cabo, y así lo entendemos cuando encontramos frases como: Y este corazón que se triza, este corazón que carga tu pena y la propia apenas resiste, ninguna gloria alcanzarán las palabras, ninguna insignificante y puta gloria, porque son incapaces, viven una vida aislada, se corrompen, de una boca a otra se corrompen, no creo en las palabras porque las conozco, son ineficaces, traicioneras son (Urriola 35). Sarlo destaca la influencia que los lugares tienen en la construcción del ideario melodramático, siendo frecuente el empleo de escenarios rurales o pertenecientes a los bajos fondos, donde la determinación socio-espacial impide la realización sana y feliz de los sentimientos de sus personajes (152). Este caso no es la excepción, pues el empleo de espacios marginales de un Santiago lúgubre y poco hospitalario, cerrados, estrechos y maltrechos, como “barcitos” y moteles, potencian el desasosiego de la narración. Esto reafirma la idea de Balderston citada en el capítulo anterior que la novela homosexual latinoamericana tiende al empleo de espacios urbanos que potencien su situación de excentricidad con respecto a una nacionalidad que los excluye por su diferencia. La teoría en torno al amor establecida por José Ingenieros19 es rescatada por Beatriz Sarlo para explicar el concepto de amor presente en el melodrama argentino de 19 En su texto Tratado del amor y citado por Beatriz Sarlo en El imperio de los sentimientos.
  • 56. 55 su época. En dicha teoría Ingenieros describe al amor puro como aquél que se escapa y se resiste a la domesticidad exigida por las instituciones que pretenden dominarlo y subordinarlo como es el caso del matrimonio. Por ello explica que toda pasión es antisocial y que “sólo aparece cuando el sentimiento amoroso encuentra un obstáculo en su camino (…) originada en el obstáculo, la pasión extrae de la resistencia su carácter trágico y su grandeza” (Sarlo 122). Ingenieros establece la diferencia entre el “sentimiento amoroso” y el “contrato matrimonial”, vinculando el primero a los deseos individuales y el segundo a las necesidades sociales” (Sarlo 125), y, en la actualidad, siendo el matrimonio una institución cada vez menos valorada, y ante la decadencia de los designios morales que establecían las uniones sexuales prematrimoniales como el mayor de los pecados, la disidencia amorosa aparece en nuevos ámbitos. Uno de estos es el personaje homosexual cuya resistencia a lo establecido como moralmente aceptable convierte la mayoría de sus relaciones amorosas en una pasión. Dentro de dicho grupo y en cuanto a su “rebeldía”, destacan las lesbianas por su historia de invisibilización, la que las ha ubicado en un espacio aún más marginal que el de los hombres homosexuales. Es por ello que las nuevas heroínas de la pasión incomprendida son las lesbianas, el melodrama les queda hoy como anillo al dedo y así es como podemos observarlo en el caso de Hija de perra. Si las obras del melodrama argentino representan amores apasionados, por cuanto son una resistencia a las expectativas sociales de amor conyugal y reproductivo, el amor tal cual se lo representa en Hija de Perra lo es aún más, puesto que no sólo
  • 57. 56 adquiere su melodramatismo por estar fuera de dichas expectativas sociales, sino que va más allá en su resistencia. Esto, ya que la reproducción y formación de nuevos individuos para la sociedad como fin último de la regularización del amor no cabe bajo las circunstancias de una pareja lésbica, que no sólo no pretende, sino que legalmente no puede contraer matrimonio ni generar descendencia reconocida legalmente en el Chile actual, con lo cual se instalan en un espacio socialmente periférico. Desde este amor melodramático Hija de perra se instaura como cómplice del surgimiento de un nuevo paradigma de construcción identitaria lésbica, emanada de la dificultad extra que implica vivir una relación amorosa que es desdeñada e invisibilizada por el entorno social. A este nuevo estereotipo, le llamaremos Lesbodrama en honor a una palabra nacida del lenguaje coloquial estadounidense, y que ha sido reafirmada y absorbida por espacios culturales ligados al submundo lésbico, con la consiguiente apropiación de su subtexto por parte de las homosexuales de diversos países, entre ellos el nuestro. Este término es definido como: “Interactions between women who attract or detest one another, in reference to relationships, focusing on the difficult infrastructure of said relationships” (urbandictionary)20 , lo que da a entender que las relaciones amorosas entre dos mujeres son especialmente dificultosas, ya no debido al entorno represivo en que se desarrollan, sino que son complicadas en su misma estructura gracias a la falacia cultural derivada de la dualidad femenino/masculino generada a partir de la Ilustración, en la que se ha ligado a los hombres con la racionalidad y a las 20 “Interacción entre mujeres que se atraen o detestan mutuamente, en referencia a las relaciones amorosas, centrándose en la difícil infraestructura en dichas relaciones” Traducción mía.