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PRESENTACIÓN
Luisa Balseiro de Tijera, la artista, la maestra, la amiga, la alegría, la loca, la del
goce estético. Una y distintas marcas hacen a Luisa a quien igualmente la
podemos llamar Luisa Cabildo. Luisa ha sido la primera en tejer una historia de
vida muy valiosa para la propuesta pedagógica y cultural de la Normal.
Podemos decir que este es uno de los grandes aportes para el proyecto
CABILDO.
La escritura del texto ocurre en distintos momentos, por ello hay momentos que
se repiten. Los personajes que hace la historia nos ayudan a “ver” la
educación, la pedagogía, la maestra, los estudiantes, la práctica pedagógica,
los referentes y las ideas de casi un siglo. La memoria de Luisa es rica en
palabras y rica por lo selecto de las vivencias que narra. Luisa, su tía, es un
punto de referencia fundamental; igual lo es la abuela a quien canta para que la
vida vivida recobre la memoria. También el padre que fue capaz de mantener
a dos mujeres, por lo menos. Las historias, los juegos, el teatro, la música
hacen parte de aquello que Luisa introduce en el aula y en la institución toda
para menoscabar el autoritarismo y la rigidez disciplinaria.
Las fechas, los lugares, las anécdotas ayudan a entender la vida de la Normal.
Y no se trata de meras ocurrencias, de recuerdos fortuitos, de minucias. Se
trata de aquello que ha sido trascendental para la formación del maestro en
Cartagena de Indias. Desde el proyecto Biografías de maestros, formación y
practicas pedagógicas consideramos que tenemos que buscar la pedagogía en
los pedagogos que vivimos y sentimos a Cartagena. En buena hora, año 2010,
Luisa ha sido nombrada por el Distrito de Cartagena, a través del Instituto de
patrimonio y cultura, la gran lancera. Es un orgullo para nuestra institución
saber que Luisa representa toda la gesta libertaria de la heroica. Ella es pues
un referente para seguir con la búsqueda de aquellas maestras y maestros que
nos ayuden y permitan escribir “historias de la pedagogía en Cartagena de
Indias”.
LUÍSA BALSEIRO DE TIJERA
HISTORIA DE VIDA
Me crié al lado de una mamá que desbordaba alegría y buen humor; siempre
contestaba a las preguntas de los nacimientos de sus cuatro hijos con unas
historias solo creíbles por nosotros en la época de niñez; como por ejemplo: La
cigüeña nunca tuvo tiempo de aterrizar en la cama, sino en los lugares mas
difíciles del entorno (deja al recién nacido enganchado en el alambre de la
cerca, en las orillas del arrollo, etc.) A mi me toco sobre un árbol frondoso de
mango, escucharon el llanto y me rescataron. Me gustaba tanto ese cuento de
los nacimientos extraños, que insistía en la repetición. Lo seguro del relato era
la existencia del árbol en el patio de la casa y en el pueblo de San Onofre.
Mi papá era un errante terrateniente que se la pasaba del pueblo a la ciudad y
de la ciudad para el pueblo, pues eran dos hogares a quienes complacía.
Parece que lo hacia de lo mejor, porque nosotros los hijos de Manuela “la
querida”, como la llamaban en aquel tiempo, siempre estábamos contentos.
Nací entonces en San Onofre, pero mi infancia estuvo rodeada de mar. Crecí
en un pueblito costero en donde el elemento principal de recreación era el
juego dentro del agua. Recuerdo una melodía que me emocionaba mucho, la
jugábamos entre dos y decía así:
Tío Pepe deme un bolo,
Otro: muchacho eso esta verde
Tío Pepe démelo así,
Otro: muchacho cógelo ahí.
De los hombros del compañero de juego, me lanzaba a las profundidades del
mar. Al emerger, los pescadores nos regalaban el bolo (patilla redondita). Me
sentía como el pez, casi todo el día en el agua. La primera pizarra donde
aprendí a dibujar fue la arena mojada por las olas y el inicio de los problemas
matemáticos consistieron en la repartición de caracoles, cangrejos y
caracuchas con los amigos y amigas de infancia. Algunas soluciones
terminaban con la rotura de una que otra cabeza pero el mar estaba ahí con
nosotros para lavar y cicatrizar la herida y otra vez darnos la zambullida. Del
hermoso pueblito costero; “Berrugas”; así lo llamaban, me mude a otro mayor,
San Onofre, dejando nostálgicamente mis sueños infantiles pero prometiendo
regresar en vacaciones.
Empecé formalmente a estudiar la primaria en el colegio Santa Clara, dirigido
por monjas Franciscanas vestidas con atuendos negros, muy rígidas en sus
costumbres y altamente peligrosas en la enseñanza de la religión. El diablo y el
pecado era tema obligado en sus conversaciones. No encajé en el molde
Franciscano pero descubrí el talento que tenia para el teatro, debido al fomento
de este arte en cuanto evento se realizaba en el colegio.
La calidad de mis interpretaciones la media a través del publico que hacia llorar
en el drama o reír en la comedia, convirtiéndose el juego teatral, desde muy
temprano, en parte de mi personalidad. Nutriéndolo con la fantasía de los
imaginarios del pueblo en el que me toco nacer, pues en épocas de carnaval se
transformaba y revivía con la aparición de danzas y disfraces que me
atemorizaban pero que asombrosamente enriquecieron mis anhelos de estética
y movimientos.
Las danzas del gallinazo, los gorilas, las comparsas, lo mismo que los disfraces
de personas del pueblo que en días comunes conservaban una imagen de
austeridad pero en esos espacios locos del carnaval se contagiaban
trastocando su personalidad; despertando y desbordando la risa pues siendo
hombres se transformaban en mujeres preñadas por los irresponsables
machos; lloraban, reclamaban y se contentaban como damas dolidas.
También ayudó mucho en el desarrollo de mis fortalezas creativas mi querido
papá, quien se encargaba de la parte intelectual, regalándome los mejores
cuentos literarios. Imposible olvidar la gran influencia de una abuela materna
quien se apasionaba reviviendo sus recuerdos de bailarina acompañada del
tamborcito loco que la hacia vibrar toda la noche hasta el amanecer. Esos
espacios furtivos de creación donde se estremecía bailando eran los llamados
Cabildos de Negros, donde ella la Diosa dejó su huella en una de sus nietas,
esos recuerdos narrativos se quedaron inconscientemente grabados en mi
alma.
Desde los cinco años observé el alegre y abnegado trajinar de una maestra de
escuela: mi tía cuyo nombre es Luisa como yo y tiene actualmente 93 años.
Todavía recibe el saludo respetuoso y amoroso de sus ex alumnos. Esa
experiencia fue la fuente de inspiración que me orientó hacia el magisterio pues
cariñosamente ella me tomaba de la mano y nos dirigíamos al a escuela, a su
salón de clase, y allí sentada en un banquito una niña pequeñita daba repasos
a los alumnos grandotes de la tía, que no se sabían la lección.
También compartí con ella el gusto por la poesía pues declamaba desde muy
temprano poemas tradicionales de Julio Flórez, José Asunción Silva y otros.
Era un recreo para las dos, todavía cuando la visito, la única manera de
sacudirla del letargo de la vejez es empezar a recitar a viva voz y ella se anima
y continúa.
Mis padres no estaban de acuerdo con las cualidades que notaban en mí y
presagiaban un futuro incierto para aquel o aquella que se dedicara a la
pedagogía. Para mi mamá, cualquiera podía ser maestra: la bobita, la maluca,
la cojita, etc. Me decían burlonamente y a manera de sentencia: Si estudias
magisterio, morirás arruinada y soltera.
Estudié entonces la primaria en el pueblo y para el bachillerato y comercio me
trasladé a Cartagena, siendo ya una adolescente, que encendía la llama del
amor, siempre rodeada de jóvenes guitarristas, poetas y artistas, haciendo
fiesta por cualquier cosa. Entregue mis ilusiones primeras a un joven
seminarista, bastante respetuoso y sin decisiones propias pero que escribía
cartas muy lindas y era dueño de unos ojos muy azules cambiantes como el
mar, eso me gustaba y entretuvo mi vida de adolescente y juventud por mucho
tiempo.
Recibí el titulo de bachiller en filosofía y letras y el de comercio en el Gimnasio
Bolívar, un colegio que lleno mis inquietudes artísticas. Don Ramiro Álvarez C.
el gran rector chocoano decía:” Hay que educar el oído” y ambientaba los
recreos y días de fiesta con lo mejor de la música selecta de nuestro país y del
folclor andino. Ahora cuando en algún lugar escucho casualmente esas
melodías, revivo mis recuerdos estudiantiles e imágenes queridas me
cosquillean el alma.
De ese alegre trajinar por el bachillerato, recuerdo a doña Catalina Sebastiery,
directora del internado y maestra inteligente que vivía orgullosa de ser
egresada de la Normal Superior de señoritas de Cartagena. En ella estaba
reflejada “la esencia del ser maestro”. A través de sus orientaciones me atreví
por primera vez a escribir un texto sobre ese pueblecito marino llamado
Berrugas y reviví mis dotes de declamadora. Fui feliz interna en el gimnasio
Bolívar, recuerdo que al despedirme de mis profesores expresaron una frase
para mi inolvidable: se va la alegría del colegio, a pesar de que era la número
uno en cuento desorden se inventaba.
Regresé entonces a Cartagena y aproveché unas vacaciones para empezar a
estudiar la pedagogía en los cursos de profesionalización que ofrecía la
UNESCO en convenio con la escuela Normal Piloto de Bolívar. Rodeada de lo
más granado de los pedagogos, aprendí a reconocer las verdaderas
herramientas de mi trabajo: la planeación de una clase; iniciación o motivación,
desarrollo y finalización. Era como un molde por donde todo maestro debía
transitar. Admire y seguí las orientaciones del Licenciado Aníbal Bustos
(q.e.p.d.) quien con solo mirarlo se le reconocía su vocación; su profesión de
maestros de maestros la transmitía con gusto, espontaneidad y sencillez,
compartiendo el conocimiento con creatividad e insistiendo en la importancia
del material didáctico para cada una de las clases. Al exponer sus temas tenia
un hábito frecuente: mecánicamente colocaba en el bolsillo de su camisa el
dedo índice y el pulgar a manera de pinzas para sacar imaginariamente una
tiza.
Para él preparé por primera vez una clase teniendo en cuenta como elemento
primordial la motivación pues la consideraba y la sigo reafirmando como
esencial para cualquier actividad o proyecto que se emprenda. Imagine a los
alumnos en una granja: observando, tocando y hasta seleccionando algunos
gusanos ya que el tema lo ameritaba, animales vertebrados e invertebrados-
¡que horror! Destruyendo a seres de la naturaleza pero según el profesor fue
una gran clase. Ahora con toda la experiencia y el sentido de preservación de
la especie animal me siento avergonzada.
Recuerdo también a una profesora, Oneida Pastoriso, que insistía en Sócrates
y su método pero lo hacía de tal manera que se creía la personificación de él,
preguntaba y preguntaba hasta el cansancio y yo me distraía observando su
forma de pavonearse ante sus discípulos; la vanidad de sus gestos y palabras,
los collares, las pulseras y los perfumes, mejor dicho era un pavo real. Para
cerrar con broche de oro apareció en escena el futuro gran amor de mi vida, “el
tenorio de maestras”, este señor tenía una gran fama de picaflor entre el
gremio al cual yo deseaba pertenecer. Era el jefe del distrito educativo de
Magangué, era el sol y todos los nombramientos o plazas vacantes giraban a
su alrededor, Cariñosamente lo llamaban el profe tijera y dictaba una clase de
relleno, tediosa y aburridora que no me interesó, pero el personaje tenía su
atractivo, todos mis dardos los dirigí hacia él.
Comencé a cultivarlo y él a conquistarme, me nombró en Magangué y acepté.
Llegué a esa población donde no conocía a nadie. En la primera semana como
maestra de niños encontré a un grupo de artistas frustrados por no poder hacer
la función de estreno de una obra de teatro, pues la protagonista, se negaba
por estar de duelo muy reciente. Me ofrecí para reemplazarla; una semana más
y estaba actuando en el mejor teatro de la localidad. Allí estaba él como
invitado especial, logré cantar la melodía de su predilección y me hice conocer
como la artista y maestra que recién llegó al pueblo. Esa actuación la interioricé
tanto que marco mi vida futura en el hogar, pues en la obra pierdo una hija y en
la vida real se murió mi primer hijo.
Magangue fue testigo del romance definitivo en mi vida y del disfrute con la
posición de primera dama del magisterio en ese lugar. Visité Isla Grande en
sus fiestas patronales, Madrid, la Prasca y otros caseríos, transportándome
algunas veces en chalupa; acompañada por el jefe y otros por los estudiantes.
Esas salidas exploratorias, recibían la censura de las compañeras de trabajo;
quienes no se atrevían a refrescar los pies en las orillas del río magdalena que
las vio nacer, ni a salir de excursión con el estudiante, pues se le
desordenaba el grupo.
Por obra y gracia de mi futuro esposo fui trasladada a Cartagena a formar
parte en 1.968 del grupo de maestras consejeras de la Anexa Nº 1, localizada
en una vieja casona colonial del centro de la ciudad amurallada, muy cerca a la
Normal Piloto de Bolívar. Existía poca comunicación entre los maestros de las
dos instituciones, y los pedagogos orientadores de la práctica docente,
algunas veces se trasladaban a las Anexas para observar de cerca el
desempeño de las futuras maestras.
Lo más relevante de la enseñanza pedagógica eran las estrategias que el
normalista utilizaba en el proceso de la clase, donde se complacía más al
maestro consejero, que al niño motivo del aprendizaje. Noté que en ese
“cuartel del temor” había que seguir la ley de las maestras veteranas y la
familiarización con el vocabulario frecuente: no sirve, no me pasa, repita y
repita la planilla, toda la verdad se centraba en ellas y en los programas o guías
alemanas. El alumno practicante no se podía olvidar de lo que había escrito
con anterioridad, me sentía también como una practicante más, guarde mis
sonrisas y me mantuve uniformada por mucho tiempo.
Me avergüenzo de esta época tiránica de la práctica y la guardo como un mal
recuerdo. Una vez, cierta joven practicante se acerca a corregir la planilla y no
muestra su rostro. Le pregunto ¿por qué? Con rabia me contesta: Su rostro me
produce temor. Cuanto agradecí al estudiante la forma de describirme, esa
reacción me ayudó a encontrarme con el verdadero significado de mí profesión.
1968 fue el tiempo de grandes decisiones en mi vida: hubo matrimonio; “por
fin”, casaron a la mariposa y al gran tenorio de maestras. La boda se realizó en
el pueblo con bombos y platillos, deje amigas y amigos, recochas y demás
arandelas, para consagrarme a dar felicidad como lo manda la Santa Madre
Iglesia. En el mismo año quede embarazada pero la ilusión se truncó al nacer,
pues fue muy poco el tiempo que tuve para arrullarlo entre mis brazos, el hijo
tan deseado murió causándonos un gran dolor, que solo el trabajo logro disipar.
Dos años después fui trasladada a la concentración Antonia Santos en donde
se respiraba un ambiente y energía diferente. La directora Marlene Agudelo
irradiaba alegría, positivismo, comunicación y disposición para actuar en bien
de los estudiantes y compañeros. Sucedieron tantas cosas agradables tales
como: bodas, primeras comuniones, bautizos, excursiones que nos permitieron
estrechar lazos de amistad y comadrazgos que todavía perduran. Afloraron los
talentos de compañeras en el arte de declamar, escribir, decorar jardines,
organizar eventos; era una forma agradable de establecer relaciones que
salpicaban y humanizaban la práctica pedagógica. Mi pasión era hacer coplas,
destacando las cualidades y defectos de los compañeros o describiendo las
cotidianidades del quehacer escolar.
Recuerdo a una compañera demasiado pobre y solitaria se le murió la abuela
quien había hecho las veces de madre y padre .No había medios económicos
para llevarla al cementerio, tomamos la sabia decisión de transpórtala en una
camioneta destapada de otra compañera y le dimos cristiana sepultura. De
Marlene salió la idea de buscarle compañía a Zoila, nuestra gran amiga y no
descansó hasta llevarla al altar; hoy ella goza de un compañero, muchos hijos y
nietos.
Se abrió un mejor espacio para practica pedagógica; se les permitía un día de
la semana para corregir la planilla, lo cual era aprovechado para conocer sus
vivencias, para negociar en la diversidad y para aprender a vivir juntos los
maestros consejeros y los alumnos practicantes .Traigo a colación la anécdota
de una practicante a la cual le pregunté ¿Por qué arrastras los pies con
dificultad al momento del desarrollo de la clase?, ella me respondió: estos
zapatos no son míos, tuve que prestarlos para venir a dar las clases.
Lo más relevante de la enseñanza pedagógica eran las estrategias que el
normalista utilizaba en el proceso de la clase, en el cual se complacía más al
maestro consejero que al niño motivo del aprendizaje. Noté que en ese “cuartel
del temor” había que seguir la ley de las maestras veteranas y la familiarización
con el vocabulario frecuente: no sirve, no me pasa, repita y repita la planilla,
toda la verdad se centraba en ellas y en los programas o guías alemanas. El
alumno practicante no se podía olvidar de lo que había escrito con anterioridad,
me sentía también como una practicante más, guarde mis sonrisas y me
mantuve uniformada por mucho tiempo.
Me avergüenzo de esta época tiránica de la práctica y la guardo como un mal
recuerdo. Una vez, cierta joven practicante se acerco a corregir la planilla y no
muestra su rostro. Le pregunté ¿Por qué? Con rabia me contestó: Su rostro me
produce temor. Cuanto agradecí a la estudiante la forma de describirme; esa
reacción me ayudó a encontrarme con el verdadero significado de mí profesión.
Mi espíritu inquieto, se reveló siempre ante las normas establecidas en el aula
de clases. La disciplina rígida del niño sentado en una dura silla y entre cuatro
paredes no se parecía a mi manera de ser. Empecé a crear estrategias para
disfrutar de un mejor ambiente escolar: el comienzo de una clase era deleitado
con los cantos y narraciones del pueblo. En esa forma creaba lazos afectivos
con el estudiante y conocía los diferentes estados de ánimo que presentaban.
El jugar con la imaginación era frecuente. Cualquier objeto del salón; silla,
pupitre, regla, bolso, papel, periódico leído; se transformaba en cueva, espada,
gorro, cima de una montaña etc. El objetivo consistía en alimentar la fantasía y
el desarrollo de la creatividad. Hoy reflexionando sobre mí hacer reconozco
que fui hiperactiva, pues era yo la primera que se montaba en el pupitre.
Encuentro todavía personas que me conocieron cuando joven y lo primero que
me preguntan es ¿todavía te montas en las mesas a bailar? Con mucha pena
les contesto sinceramente: todavía. Es que los artistas somos así, nos gusta el
espectáculo, vivimos para ello y morimos en ello. Me gustaría tanto que en las
escuelas reinaran los maestros artistas en el arte de enseñar, en el arte de reír
y de disfrutar del maravilloso espectáculo de la vida…
Regresando nuevamente a mi vida sentimental, hice varios intentos por
engendrar un hijo, algunas veces quedé nuevamente embarazada pero no
llegamos a buen término. Decidimos entonces recurrir a la adopción en el año
de 1975, así cobijamos a José Luis en nuestro corazón, afirmamos los lazos de
amor filial, siendo los padres más dichosos con su llegada. Mi hijo también
participó de todas las tías adoptivas que tenia en la escuela, principalmente de
una amiga Miriam, quien se robo el corazón de la familia y todavía convive con
nosotros, como un miembro importante del hogar.
Transcurrieron muchos días semanas y años de cotidianidades familiares, me
dedique a estudiar música en la Escuela de Bellas Artes, e interpretaba
canciones con la flauta y comenzaba a tocar la guitarra, pero notaba la
prevención de un profesor que sabia mucho, pero no estaba escalafonado con
el gobierno y veía en todo aquel maestro que se acercaba a experimentar en la
música a un futuro rival .Me aleje de mis ambiciones que solo llegaban a
deleitarme no a mencionarme en la época de evaluación.
Logre matricularme en la primera escuela de arte dramático que existía en
Cartagena, en ese espacio de creación reviví mis actitudes de teatrera, conocí
gente maravillosa sensible y aventurera. Mis tardes libres y parte de la noche
las comprometí con el teatro, era un especie a la entrada al paraíso de las
fantasías, compañeros y compañeras apasionados por este arte me enseñaron
a ver la vida de una manera descomplicada, nuevamente rodeada de artistas.
Existía en el grupo una mujer, llamada “María Mercedes” la considerábamos
mecenas del grupo por que nos proporcionaba hasta su casa para hacer las
practicas. Hizo un teatrito en su casa e invitábamos a cuanto artista nacional
llegaba a la ciudad. Un día cualquiera dejamos la escuela y nos declaramos
grupo independiente. Un profesor de la escuela, venido de Manizales, nos hizo
la propuesta a un grupo como de doce y nos transformamos en el grupo “El
Camino”; hacíamos nuestras propias creaciones teniendo como referente la
historia de Cartagena. Fuimos apoyados por Colcultura para llevar las obras a
las poblaciones vecinas Turbana, Santa Catalina; en el pueblo de Soplaviento
participamos en un homenaje a Rafael Escalona, con tan mala suerte que el
espacio detrás del escenario había un nido de avispas y cuando pasábamos de
un lado a otro alborotamos el avispero, picando a más de uno.
Otra vez, estando en Santa Catalina íbamos a iniciar la obra “Cartagena tierra
de Calamari” pero el publico era infantil, es la forma como el común del
costeño resuelve el problema de una invitación artístico–culural; enviando a los
hijos mas pequeños. Ni cortos ni perezosos, decidimos acercarnos a los
lugares en donde posiblemente se reunían los adultos: cantinas, plazas,
billares etc., así, vestidos a la usanza antigua y ejerciendo presión dramática
invitamos a la gente para que apreciaran el montaje.
Todo este hacer artístico cultural no me aleja de mi labor como maestra, al
contrario enriqueció mi quehacer pedagógico, porque poco a poco lo fui
incorporando en el aula; de tal forma que mis alumnos tenían su sello: las
maestras a través de sus gestos decían – tu eres alumno de Luisa -.Cuando
casualmente me encuentro con ex alumnos profesionales se emocionan y
pregonan su participación en obras infantiles. Curiosamente, no recuerdan
para nada que los enseñé a leer, escribir, sumar, restar o multiplicar.
De estas obras infantiles, llevadas al teatro era mi predilecta “El gigante
egoísta” de Oscar Wilde , logre ponerla en escena en dos escenarios distintos
:Comfenalco con niños de la concentración Alberto Elías Fernández Baena,
ganándose el primer lugar y el Colegio Británico , con niños de la clase alta en
el escenario del centro de convenciones donde recibí muchos aplausos. Me
gane el puesto de profesora de teatro en un colegio que me ofrecíó buena
remuneración; a pesar de la posición y valoración que ello significaba, opte
por los niños de la clase económica bien baja porque allí si que había talento y
están mas prestos a la creación.
Doce años después, en el año 1.982, nuevamente nos trasladamos de Antonia
Santos a la Concentración Educativa Alberto Elías Fernández Baena, a través
de un decreto emanado por la Secretaria de educación, en ese entonces,
“Doña Catalina Sebastiery” mujer normalista quien en sus ajetreos políticos
olvido su identidad pedagógica, sepultando la razón social de la Normal Piloto
de Bolívar e impuso el tradicional yomper a cuadros similar para todas las
escuelas oficiales del departamento. El titulo que recibían los graduados sería
el de Bachiller Pedagógico. En esa fatal mudanza, perdimos tantas cosas: Un
hermoso piano de cola, un baúl repleto de instrumentos musicales, cajas
chinas, xilófonos, triángulos, flautas, panderos etc. necesario para las clases de
música y las famosas ollas donde hacíamos el sancocho de ángeles somos.
El grupo compacto de recién llegadas se instaló en las alturas del Bosque,
desde allí divisábamos embelesadas gran parte de la ciudad. Era este un
recinto histórico de gran influencia en el ayer de importantes profesionales de la
ciudad, quienes dejaron su huella reflejada en los mosaicos de egresados que
adornaban las carcomidas paredes. El doctor Alberto Elías Fernández Baena,
notable educador de su tiempo, tenía sus leyendas misteriosas que se fueron
transmitiendo de generación en generación; por vecinos, alumnos, ex alumnos,
y docentes llegando hasta atemorizarnos un poco, de tal forma que estábamos
a la expectativa de lo que pudiera suceder.
Según nos contaban sigilosamente, el demonio venía cada año por un
estudiante porque dicho personaje había hecho un pacto de sangre con el
rector. En mis andanzas investigativas, en una de esas habituales salidas con
los estudiantes, entrevistamos a un vecino, docente egresado viejo y ciego
quien fue la fuente que sacio nuestra sed de conocimientos por tan
extraordinario lugar. Reinaba en ese espacio, privilegiado por la naturaleza, un
nutrido bosque de cauchos centenarios que posibilitaba el hábitat de búhos,
lechuzas, ardillas, iguanas, camaleones etc. Que despertaba la admiración de
la comunidad infantil, quien la mayoría de las veces prefería seguir las
andanzas de tan cercanos habitantes, en vez de escuchar la rigidez de una
clase magistral.
Algo que también me impactó de esa Institución Educativa fue la inmensidad
de las aulas, con tarimas elevadas que separaban al maestro del alumno,
marcando las diferencias de autoridad. Un fuerte apoyo para mi profesión de
maestra lo recibí de la directora del Bachillerato pedagógico, doña Judith de
Baena, quien me ofreció unas clases de títeres, rompiendo el paradigma de
que sólo los licenciados podían dar clases en el bachillerato.
LUISA BALSEIRO.
Las historias de vida no son acabadas, se reinicia y se vuelven a narrar a
medida que aparecen recuerdos de otros escenarios y que se van volviendo
a vivir a medida que los narramos.
LAPROFESIÓN DOCENTE:
Me inicié en esta profesión sin tener titulo de maestra, era apenas Bachiller,
eso sucedió en año de 1965 en colegios privados dirigidos por religiosas,
donde improvisadamente se escogían personas para ejercer esta misión,
pagándole bajos salarios. Este trajinar, tan joven en la enseñanza, no fue del
agrado de mi familia porque existía en esos momentos, el paradigma
generalizado de que “Las maestras no se casan” o “se mueren de hambre”, les
pagan con ron… el ejemplo lo tienes en la tía Luisa. En fin un futuro
desalentador para una principiante.
Escogí las vacaciones para estudiar en Cartagena, me inscribí para obtener el
titulo de maestra en un programa de la Escuela Normal Piloto de Bolívar,
Auspiciado por la UNESCO era una oportunidad para lograr el tan anhelado
deseo de seguir la profesión de la tía que me enseñó a leer, allí conocí a los
mejores pedagogos de la ciudad y de la Normal, a escuchar y aprender
pedagógica, a conducir a través de métodos y corrientes pedagógicas
(Montessori y Pestalozzi), a los estudiantes en el proceso de enseñanza
aprendizaje. Imposible olvidar al profesor Aníbal quien me califico una clase de
ciencias naturales como la mejor (animales vertebrados e invertebrados porque
para hacerla escribí en la planilla que escogería el ambiente de una huerta,
seleccionaría algunos minúsculas animales “gusanos, mariposas” etc., para
pegarlos en una lamina y llegar a la conclusión de que tienen o no tienen
huesos. Reflexionemos hoy sobre ella, considero que planear una clase de
horror y de muerte delante de unos pequeños en un ambiente tan lleno de
vida como la naturaleza, no es lo más adecuado. Gracias a Dios eso quedó
sólo como un plan de clase que nunca se ejecuto.
Allí también conocí al hombre de mi vida, al esposo de hoy, quien ejercía el
ostentoso titulo de Inspector Central de Educación en Cartagena, tenia el poder
de nombrar maestros a través de decreto y era profesor de estadística,
asignatura tediosa de la cual no aprendí nada, pero lo interesante de él estaba
en que existían muchas maestras haciéndole aureola, buscando puesto entre
ellas estuvo mi persona quien encontró un nombramiento oficial para la ciudad
de Magangue. Ese lugar mágico que fue testigo del idilio que culminó mese
más tarde en boda.
Recuerdo como aspecto sobresaliente mi personalidad la osadía que tuve al
remplazar a una maestra en una obra de teatro, actué y atrape al publico, pero
sobre todo al director central del Distrito Educativo, desde entonces reconocí
en mí un talento, una gran fortaleza para las artes escénicas.
Regresé a Cartagena y entre por la puerta grande la mejore escuela, de la
ciudad, en esa época (1968) Anexa No 1 Laboratorio Educativo donde los
estudiantes hacen observación y ayudantía y prácticas pedagógicas,
orientadas por maestros consejeros, (Bastante mayores, cascarrabias y
gritonas) quienes eran supervisados por los profesores de pedagogía de la
Escuela Normal Nuestra señora del Carmen, quienes nos visitaban con
frecuencia, exponían sus métodos o recetas: de lo simple a lo complejo, de lo
fácil a los difícil. Algunos se pavoneaban como sabios y hacían del método
socrático, llegar a la verdad a través de la preguntas. Aquí entre nos, eso de
preguntar y preguntar cohíbe, parecen técnicas para juzgar a un reo. Por el
contrario a mi me seducía la lluvia de ideas, las diversas formas de expresar lo
que pensamos y sentimos, las muchas opciones que tiene el ser humano para
plantearse y responder sus interrogantes.
Acaté las normas de ese tiempo, me uniformé y seguí el régimen que se
planteaba; ajustar severamente al practicante, leer y releer las planillas
buscando errores y pasar de curso en curso y pasar de curso en curso 1º, 2º,
3º, 4º, y 5º dentro de una vieja casona colonial oscura, sin patio ni jardines,
añorando mis primera experiencias como estudiante. Como persona que
gustaba de las aretes, algo relevante fue compartir la afición por el teatro, con
otra maestra joven, con quien establecí fuertes lazos de amistad que todavía
perduran, su buen humor me encendió la chispa del ingenio.
En el tiempo transcurrido entre 1970 y 1980 la Normal Nuestra Señora del
Carmen pierde su sede. Empezó el desarraigo, las anexas también son
trasladadas del centro hacia otras escuelas en los barrios. Me correspondió, en
esta ocasión la Anexa Antonia Santos, con un nuevo grupo de maestras
egresadas de la Normal, con ese perfil normalista impregnado hasta en la
sangre. Se hacia la comunidad, resaltaban los valores del practicante y
continuaban con el ritual de cantar emocionadas todas las mañanas el himno
a la Normal. En este escenario se reflejaba la mística del se y hacer del
maestro, predominaba el compañerismo, la solidaridad y en ese ambiente
pedagógico y humano nacieron los hijos de cada una de nosotras todas nos
hicimos comadres, de tal manera que para hacer un llamado de atención la
directora involucrada en ese proceso familiar debía valerse de muchas
estrategias para no herir susceptibilidades.
La famosa idea de las grandes concentraciones educativas tocó la puerta de la
Normal y en el año 1982 se creó la Concentración Educativa Alberto Elías
Fernández Baena por orden emanada de la Secretaría de Educación Doña
Catalina Sebastiery “Normalista egresada de esta institución” quien ordena el
traslado y como gaiteros trashumantes. Nos correspondió llegar… perdimos
nombre, sede y entramos a formar parte del bachillerato pedagógico durante
15 años.
La Normal escondida, disfrazada y con una identidad pedagógica debilitada, en
una colina del Bosque, en el singular y hermoso paisaje rodeado de árboles de
cauchos centenarios y de animales indefensos (iguana, búho, lechuzas) vuelve
a empezar. Renace en ese lugar, el inmenso espacio, la tranquilidad reinante,
despierta en mí la necesidad de escribir e impulsar la literatura en los niños.
Son muchos los poemas guardados en el baúl de San Alejo, en donde se
refleja la emoción, la sensibilidad por las cosas cotidianas que encierra toda la
cultura de la escuela. Esta aptitud literaria era compartida con los niños y niñas
quienes participaban en los eventos literarios programados en la ciudad,
logrando siempre los primeros puestos.
Recuerdo también como compañeros de esa época a un profesor de castellano
que entre descanso y descanso se cabeceaba debajo de los árboles, no era
bien visto por los demás pero gracias a él tenemos hoy la recopilación de los
mejores versos de los escritores bolivarenses y un texto donde se muestran
todos los mitos y leyendas regionales
Otro detalle que llamó poderosamente mi atención eran las tarimas que
encontramos en cada salón donde el profesor catedrático se sentaba y desde
lo alto exponía sus teorías. Se le daba preferencia a la elocuencia, al discurso a
la distancia entre maestro alumno.
Comencé ha escalar hacia el bachillerato pedagógico como profesora de
títeres. Doña Judith (directora) me ofreció unas clases. Fui sincera y le expresé
el poco conocimiento que tenía sobre el tema. Me respondió que mi creatividad
suplía el inconveniente. Me motivé de tal manera que entre a Bellas Artes para
iniciar en mis tiempos libres el estudio teatral. Así conocí el mundo de lo
artístico guiada por personas maravillosas que no hablaban demasiada
pedagogía pero lo hacían desde el juego, la experimentación, la imaginación
hasta llegar a la creación.
CABILDO: UN ESPACIO SIGNIFICATIVO EN LA ESCUELA NORMAL.
La música ancestral es un legado espiritual que se genera desde el proyecto
VOCES, TAMBORES Y DANZAS ANACESTRALES DE BOLÍVAR. Es la
expresión artística que enseña a percibir la emoción placentera cuando se
empieza a escuchar la melodía de una gaita o el acertado toque de un tambor.
Es la armonía contagiosa que se vive en la Escuela Normal Superior Cartagena
de Indias que llegó para irrumpir en la severidad y el silencio autoritario de las
aulas. Cuando se interpreta el aire musical popular sin presiones, cuando fluye
generosamente del contacto directo de la percusión o el solfeo de una gaita
hembra o macho, de esos instrumentos autóctonos propios de nuestro
mestizaje, ahí está CABILDO.
Se recuerdan con satisfacción algunas anécdotas experimentadas: El niño de
preescolar o de primaria que mueve el lápiz haciendo rítmica con el rose
constante del pupitre, lo mismo cuando se dirige al tablero en cualquier
actividad lleva una expresión corporal salpicada de gracia al caminar, sobre
todo cuando escucha a lo lejos el retumbar de un tambor.
Los jóvenes normalistas juegan con los ritmos ancestrales (mapalé, cumbia,
garabato) tocando, danzando espontáneamente, haciendo un verdadero
mosaico, interrelacionando las tres culturas, traspasando las barreras que
algunas veces le impone la religión, el genero, la raza o la cultura. Ejemplo de
ello son los niños evangélicos que llegan a la escuela con la prohibición de
danzar, se les respeta la decisión y se les brindan otras opciones para
expresarse, pero terminan contagiados disfrutando alegremente de la danza;
de otra parte, los niños de las familias provenientes del interior del país,
también olvidan las inhibiciones propias de su raza, de su idiosincrasia y se
lanzan a la aventura de interpretar los ritmos costeños, apoyados por su grupo.
Es en este hacer del Cabildo Normalista donde se materializan y fomentan los
valores: el respeto mutuo, la tolerancia y la solidaridad.
Las habilidad musicales y dancísticas fomentadas y desarrolladas en la escuela
sirven de base para que muchos estudiantes descubran su talento, profundicen
sus saberes y se vinculen a grupos de gaita y danza en los barrios o se
integren a los grupos folclóricos más representativos a nivel local y regional. En
este proceso de reconstrucción de identidad cultural el proyecto Cabildo
experimenta desde el proyecto Cartagena ayer y hoy una estrategia
innovadora para unir el pasado con el presente. Es así como a partir del año
2002 se presenta a la comunidad cartagenera una danza trietnica
contemporánea, conformada por 60 estudiantes quienes reflejan en su
expresión corporal, escénica, rítmica, la influencia de las culturas aborigen,
europea y africana, que se entrelazan y dan origen a la multiculturalidad de
nuestro país.
Es un proceso formativo permanente que ha permitido la integración de los
actores comprometidos en reconstrucción de raíces. Se pudo comprobar como
el padre o madre de familia, docente, estudiante, artista, ex alumnos, amigos
de la escuela desde el evento Expo sociales 2003 se integró al Cabildo con una
muestra pluricultural, destacándose la presencia activa de a cada actor,
exponiendo ante la numerosa comunidad la trayectoria de los elementos
culturales negroides e indígenas, costumbres que a través del tiempo han ido
formando el gran engranaje de la cultura caribeña (corralejas, papayeras,
sombrero vueltiao, pilón, chinchorro, abarcas, mechones, etc.)
Fue este evento generador de comunidad, conocimiento, integración y
comunicación. En cada Stand se pudo apreciar en un gran montaje los
diferentes ritmos, paisajes, costumbres, culinaria, etc. Allí estuvo presente
desde el conocido tambor hasta la desconocida arpa, interpretado por un
docente costeño y bailada por una estudiante llanera del ciclo complementario.
También se le hizo un espacio a la música polémica “champeta”, representada
por un artista cartagenero perteneciente a las barriadas de Olaya quien
estremeció a toda la comunidad con sus interpretaciones.
En este espacio cultural comunitario propiciado por el proyecto humano, se
negociaron saberes dando cabida a nuevas formas de ver la escuela. El padre
o madre de familia, el estudiante, la palenquera, el docente artista, cambiaron
su rol, brindando el privilegio de ser maestros a los personajes cotidianos y
logrando una transformación en el contexto cultural. Se recreó el valor heroico
de la palenquera, el oficio de llevar alegría a cada hogar cartagenero, a cada
aula de clases, contando sus cuentos tradicionales, sus anécdotas, juegos,
bailes y recetas culinarias, aprovechando la comunidad educativa esa gran
fuente de identidad cultural.
Una nueva manera de compartir el espacio lúdico formativo en donde se
fomentan los valores grupales, se afianza la cooperación, el dialogo crítico, el
respeto mutuo, la creatividad, la autonomía y la autoestima fue la escogencia
de la Chica Caribe o reina del Cabildo. Es la niña y también la joven que por
sus características físicas propias de su raza, por su carisma para estimular a
la alegría a la población cartagenera en su desfile tradicional, vive la fantasía
del momento a través del ritual del Cabildo, mostrándose y dirigiéndose al
poder festivo a través de una gran maraca. Se nota en el estudiante como
siente y quiere lo que hace y lo manifiesta cuando se le da la oportunidad de
organizar la comunidad, de realizar acciones propias del Cabildo.
Para cada una de las actividades de ese día hubo un comité representado por
los estudiantes de 8º al 11º grado. La integración se fortaleció porque ese era
el fin de la estrategia: las niñas acomodadoras ingeniándose por utilizar el
mínimo espacio físico al máximo. Grupos con diferencias y antagonismos
trabajaron juntos, otros se dedicaron a la decoración sencilla y significativa de
la escuela, adornándola con los colores primarios del Cabildo (amarillo, rojo y
verde). La emisora estudiantil fue otro acierto, transmitió el evento con agilidad
y creatividad. Pero lo más relevante fue el toque patriótico a través de los
himnos tradicionales, observándose el fervor, emoción y sentido de pertenencia
al entonar el himno de la escuela, una de cuyas estrofas resalta el gran hacer
del proyecto Cultural Cabildo.
Fue una manifestación de sentido de pertenencia hacia un día de Cabildo,
donde sus mentes, sus manos, su actitud, su espiritualidad estuvo al servicio
del trabajo de proyección comunitario de la escuela. Día de sorpresas gratas,
de satisfacción colectiva, demostrando que el Cabildo “símbolo” de la Normal
se vive, se siente, se comparte, fluye espontáneamente contagia y es ejemplo
de comunidad y convivencia.
Son muchas las formas de expresar nuestra identidad y son los proyectos de
aula los que propician las actividades. Por ejemplo, el preescolar y la básica
primaria participan con su gran programa “MASCARAS, CAPUCHONES Y
ANTIFACES”, comprometiéndose a rescatar los elementos lúdicos del Cabildo
e incorporándolos a la gran comparsa MANGLE, trabajando en talleres,
elaborando las mascaras, investigando y exponiendo los avances obtenidos en
el tema. Se vincula el proyecto al programa Ondas de Colciencias, el cual
financia la investigación de los estudiantes con un aporte como patrocinio del
proyecto mangle.
Para tener Cabildo por “siemprre” y como una herencia cultural para
Cartagena, la familia Normalista dentro de sus estrategias presenta el
semillero, desde preescolar y básica primaria. En este espacio pedagógico
innovamos con: semillero de bufones, danza del congo, ritual del cabildo,
pregones palenqueros, son de negros, contribuyendo así con la integración de
los niños y niñas desde temprana edad al proceso de construcción de identidad
cultural, y que desde temprana edad disfruten espontanea y alegremente de
su cultura, se responsabilicen e identifiquen con ella y se conviertan en sus
principales defensores.
Existe un espacio lúdico festivo especial en donde la comunidad normalista se
viste de tradición y desfila en un majestuoso carnaval de colores alegría y
creatividad acompañados por representantes del Cabildo de Getsemaní, reina
y cabildantes. Es ya tradicional el recorrido festivo que se hace con el
propósito de celebrar la independencia de Cartagena. En este evento la
participación de la comunidad normalista es masiva, a el se vinculan padres de
familia, estudiantes, profesores, egresados y la comunidad en general. Esto le
ha merecido el reconocimiento de la ciudadanía, se ha logrado un
posicionamiento y las estrategias para desarrollarlo han sido óptimas, porque
se proyecta nuestro quehacer a varios barrios de Cartagena. Comenzamos en
el barrio el Bosque, luego fuimos expandiendo hacia alto Bosque, Bruselas
donde la comunidad se desbordó de alegría en la decoración de las calles, la
concentración y toma del parque. Continuamos nuestra labor de rescate
cultural con la celebración de “Ángeles somos” en los mismos días previos a
las fiestas de independencia.
Siguiendo con la expansión del Cabildo a los barrios de Cartagena, en los
últimos años nos tomamos el centro de la ciudad, se traslada la puesta en
escena de nuestro macro proyecto al corralito de piedra, acompañados de
zanqueros normalistas, danzarines, banderas de todos los colores, ritmos
diversos. Entramos como antaño a la ciudad amurallada y vivimos la
verdadera fiesta de carnaval Cartagenero. El estudiante se sensibilizó, se
emocionó y se reconoció como sujeto participante en la transformación del
contexto, dispuesto a darle vida a lugares históricos que un día fueron el
escenario lúdico, festivo de la ciudad.
Estudie a Stanislasky y aprendí a interpretar técnicas y teorías de su gran texto
“Un actor se prepara”, dirigido al juego teatral. En ese proceso lúdico entendí
que se producen y reproducen saberes a través de la comunicación sincera
con el estudiando, cuando el maestro de su yo y lo convierte en nosotros. Con
esta valiosa experiencia mi desarrollo como profesional de la educación se fue
transformando, de la rutina de una clase o lo ceremonial de los actos cívicos
pasamos a una permanente vivencia de la lúdica, coherente y significativa en la
Normal. La magia de la lúdica, el arte y la cultura se entrecruzan para hacer
de la clase un encuentro placentero y fructífero, donde predomina la fantasía,
la imaginación y la creación. Encuentros donde el salón se convierte en un
castillo, la escoba te transforma en caballito, la regla en espada, el pupitre es
una fortaleza. Este mundo mágico permite crear significados y saberes
colectivamente. Fue en este espacio donde fui encontrando nuevas formas de
enseñar y de aprender.
Al pasar el tiempo me fui encontrando conmigo misma, ese encuentro de sí,
que le permite al maestro dar sentido a sus prácticas; yo lo encontré al ir
desplegando el conocimiento del aula al barrio hasta articularse a un contexto
sociocultural más amplio. Surgen nuevos espacios de aprendizaje, se rompe
con el asignaturismo, y se fortalece la reflexión sobre los saberes populares y
las raíces ancestrales; así encontré nuevas formas de vivir la escuela, me
gozaba el día a día sin rutina, ni rituales.
Algunas compañeras me miraban con recelo, me tildaban de loca y floja,
porque para ellas era más fácil manejar y controlar al alumno, desde un salón
cuadriculado, cerrado, alejado y en silencio, recitando lecciones de memoria en
lugar de aplicar los grandiosos postulados de Rousseau quien afirmaba que se
debe educar al niño para que sea libre como es libre la naturaleza, se le debe
enseñar a ser diferente a responder por su formación desde el reconocimiento
de sus habilidades y aptitudes. Recuerdo la mirada acusadora de de Elida, la
gran coordinadora de disciplina, cuando encontraba a los estudiantes fura del
salón “trabajando” pero en diferentes expresiones corporales, totalmente
opuestas a lo reglamentado en la institución. Al principio fue duro… pero luego
se fue acostumbrando y termino complacida aceptando los argumentos de los
niños y de la maestra.
En el año 1997 programa la Universidad de Cartagena un proyecto de
cualificación y formación para maestros desde la facultad de Ciencias Sociales.
Surge la idea de diseñar una investigación en el que se recuperaba el proceso
de formación de Maestros de la Escuela Normal Nuestra Señora del Carmen
desde 1840 a 1997.
Siendo Rocío directora de esa época con una misión bien definida de
normalista, propuso la conquista. Participemos en la Investigación y
Capacitación 18 maestros dividiéndonos en dos grupos
: El primero se dedicó a recopilar datos escritos en los diferentes archivos de la
ciudad, a realizar entrevistas a los egresados referentes al quehacer de las
prácticas pedagógicas de antaño.
Me correspondió el honor de entrevistar a una de las primeras egresadas
(1928), cuando la Normal recibía el nombre de Escuela Normal Nacional de
Institutoras: la señora Enriqueta Aguilar de Boom con 91 años, residente en la
ciudad de Barranquilla; Expresaba todavía mucha pasión por la enseñanza,
coherencia y fluidez en el diálogo.
En el proceso de charlas y orientaciones recibidas por la tutora Dora Piñeres,
empiezo a dialogar acerca de lo que se estaba ya trabajando
desorganizadamente en la escuela. Todo ese aprendizaje se canaliza hacia la
elaboración de un proyecto cultural cuyo objetivo principal era la recuperación
de la tradición festiva y carnavalesca, las buenas costumbres y el desarrollo de
acciones investigativas donde el niño y el joven cartagenero aprendieran a
reconocerse en la ciudad donde les tocó vivir, teniendo como escudo sus
raíces culturales: su identidad.
Seguiríamos las huellas del barrio Getsemaní, zona cultural de Cartagena,
quien venía rescatando la tradición festiva en torno a la Independencia de
Cartagena que se había debilitado por la celebración del reinado de belleza. La
fiebre y pasión por esta estampa folclórica nos invadió. Nos apoyamos en la
experiencia de sociólogos, historiadores, artistas, folcloristas y todo aquello que
podía aportar el conocimiento de los carnavales de aquella época.
Visité y entrevisté a Juan Zapata Olivella bastante conocedor del tema quien
generosamente brindó información y desempolvamos así ese gran legado
cultural que constituye el patrimonio de cartageneros dejado por los ancestros
africanos: EL CABILDO.
Entrega total de nuestro tiempo, toda la escuela vibrando por la recuperación
de las tradiciones lúdicas y carnavalescas, por el fortalecimiento de nuestra
identidad cultural. En ese trajinar logré graduarme como licenciada en Ciencias
Sociales, y la tesis de grado la sustenté sobre la necesidad de devolverle a
Cartagena las buenas costumbres, el civismo lo que le correspondía como
histórica, como cultural. Algunas compañeras al referirse a mi persona me
apodaban Luisa Cabildo.
Actualmente todas y todos somos Cabildo porque nos identificamos
plenamente con este espacio comunicativo de formación cultural que abre la
escuela Normal Superior de Cartagena de Indias y que forma parte de la
tradición étnica africana, donde se logra desde lo ético; la recuperación de
valores tales como el respeto, tolerancia, solidaridad, compañerismo, sentido
de pertenencia. Desde lo social; el desarrollo de las relaciones interpersonales,
las intrapersonales, la proyección a la comunidad y la comunicación y desde lo
cultural la identidad que debemos tener por todo lo que nos corresponde como
pueblo del Caribe, con raíces africanas.
CABILDO es el núcleo de formación cultural de la Escuela Normal Superior de
Cartagena de Indias que hace camino al danzar desde hace ya nueve años. Es
nuestro proyecto bandera que hace reflexionar a las áreas y componentes en el
cómo articular el conocimiento de una manera lúdica y creativa, desde el
contexto hacia la cultura del estudiante. Desde allí se fortalecen las relaciones
entre maestro y maestro, alumno y maestro, maestro-padre de familia. Son
frecuentes los encuentros, las reuniones, las negociaciones permanentes de
saberes disciplinares. Es el trajinar con la palabra, el apoyo de un área con la
otra, todo para transformar el currículo para enriquecer el PEI.
Escribo desde la nueva sede teniendo como inspirador el mirador pedagógico.
Atrás quedaron nuestras desagradables experiencias cuando convivimos en el
colegio El Terminal (1999-2002) cuando nuestra dignidad como profesionales
de la educación fue bastante maltratada. El espacio físico y humano era
inconcebible llegando hasta impedir la entrada porque el gobierno no había
cancelado el arriendo. Los salones parecían bodegas para almacenar
productos agrícolas, las sillas escasas provocando violencia e incertidumbre.
Era ese colegio una gran mole de asfalto, con escasos árboles ocupada por
maestros y estudiantes agresivos que se sentían los dueños del lugar. Nuestra
mística resistió esta situación tan difícil hasta lograr en Junio del 2003 un
espacio propio.
Estoy estrenando sede y la Normal nombre, ahora le llamaremos “Escuela
Normal Superior de Cartagena de Indias”, sonrío satisfecha porque por fin
tenemos una armoniosa, acogedora y segura planta física-propia. De los
maestros tradicionales, de esos árboles frondosos con una sabiduría casi
innata quedamos pocos, hoy me encuentro rodeada de jóvenes profesionales
de la educación con un acento universitario bastante marcado (Comenio,
Herbart, Pestalozzi, Rousseau) logrando con su discurso el dominio y
admiración de la audiencia, bastante comprometidos en la formación de
formadores en el proceso de acreditación.
Concluyo este relato contándoles que el último apodo recibido, se convierte en
sello que me identifica: “La del goce estético”. Debe ser porque para ser feliz
como pedagoga hice deleite de cada momento educativo y vi en muchos de
mis alumnos la maravillosa fórmula de seguir proyectándome teniendo como
referente la mejor aula de clases, el gran museo histórico y cultural “La ciudad
amurallada”, “el corralito de Piedra”, Cartagena de las Indias que hace también
parte de mis amores.
Dentro de cinco años me veo en una bella mecedora compartiendo todas mis
experiencias al lado de mi compañero, mi amante, mi amigo fiel, organizando
mis recuerdos y con nuestras inquietudes.

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Luisa Balseiro de Tijera: una maestra inspiradora

  • 1. PRESENTACIÓN Luisa Balseiro de Tijera, la artista, la maestra, la amiga, la alegría, la loca, la del goce estético. Una y distintas marcas hacen a Luisa a quien igualmente la podemos llamar Luisa Cabildo. Luisa ha sido la primera en tejer una historia de vida muy valiosa para la propuesta pedagógica y cultural de la Normal. Podemos decir que este es uno de los grandes aportes para el proyecto CABILDO. La escritura del texto ocurre en distintos momentos, por ello hay momentos que se repiten. Los personajes que hace la historia nos ayudan a “ver” la educación, la pedagogía, la maestra, los estudiantes, la práctica pedagógica, los referentes y las ideas de casi un siglo. La memoria de Luisa es rica en palabras y rica por lo selecto de las vivencias que narra. Luisa, su tía, es un punto de referencia fundamental; igual lo es la abuela a quien canta para que la vida vivida recobre la memoria. También el padre que fue capaz de mantener a dos mujeres, por lo menos. Las historias, los juegos, el teatro, la música hacen parte de aquello que Luisa introduce en el aula y en la institución toda para menoscabar el autoritarismo y la rigidez disciplinaria. Las fechas, los lugares, las anécdotas ayudan a entender la vida de la Normal. Y no se trata de meras ocurrencias, de recuerdos fortuitos, de minucias. Se trata de aquello que ha sido trascendental para la formación del maestro en Cartagena de Indias. Desde el proyecto Biografías de maestros, formación y practicas pedagógicas consideramos que tenemos que buscar la pedagogía en los pedagogos que vivimos y sentimos a Cartagena. En buena hora, año 2010, Luisa ha sido nombrada por el Distrito de Cartagena, a través del Instituto de patrimonio y cultura, la gran lancera. Es un orgullo para nuestra institución saber que Luisa representa toda la gesta libertaria de la heroica. Ella es pues un referente para seguir con la búsqueda de aquellas maestras y maestros que nos ayuden y permitan escribir “historias de la pedagogía en Cartagena de Indias”.
  • 2. LUÍSA BALSEIRO DE TIJERA HISTORIA DE VIDA Me crié al lado de una mamá que desbordaba alegría y buen humor; siempre contestaba a las preguntas de los nacimientos de sus cuatro hijos con unas historias solo creíbles por nosotros en la época de niñez; como por ejemplo: La cigüeña nunca tuvo tiempo de aterrizar en la cama, sino en los lugares mas difíciles del entorno (deja al recién nacido enganchado en el alambre de la cerca, en las orillas del arrollo, etc.) A mi me toco sobre un árbol frondoso de mango, escucharon el llanto y me rescataron. Me gustaba tanto ese cuento de los nacimientos extraños, que insistía en la repetición. Lo seguro del relato era la existencia del árbol en el patio de la casa y en el pueblo de San Onofre. Mi papá era un errante terrateniente que se la pasaba del pueblo a la ciudad y de la ciudad para el pueblo, pues eran dos hogares a quienes complacía. Parece que lo hacia de lo mejor, porque nosotros los hijos de Manuela “la querida”, como la llamaban en aquel tiempo, siempre estábamos contentos. Nací entonces en San Onofre, pero mi infancia estuvo rodeada de mar. Crecí en un pueblito costero en donde el elemento principal de recreación era el juego dentro del agua. Recuerdo una melodía que me emocionaba mucho, la jugábamos entre dos y decía así: Tío Pepe deme un bolo, Otro: muchacho eso esta verde Tío Pepe démelo así, Otro: muchacho cógelo ahí. De los hombros del compañero de juego, me lanzaba a las profundidades del mar. Al emerger, los pescadores nos regalaban el bolo (patilla redondita). Me sentía como el pez, casi todo el día en el agua. La primera pizarra donde aprendí a dibujar fue la arena mojada por las olas y el inicio de los problemas matemáticos consistieron en la repartición de caracoles, cangrejos y
  • 3. caracuchas con los amigos y amigas de infancia. Algunas soluciones terminaban con la rotura de una que otra cabeza pero el mar estaba ahí con nosotros para lavar y cicatrizar la herida y otra vez darnos la zambullida. Del hermoso pueblito costero; “Berrugas”; así lo llamaban, me mude a otro mayor, San Onofre, dejando nostálgicamente mis sueños infantiles pero prometiendo regresar en vacaciones. Empecé formalmente a estudiar la primaria en el colegio Santa Clara, dirigido por monjas Franciscanas vestidas con atuendos negros, muy rígidas en sus costumbres y altamente peligrosas en la enseñanza de la religión. El diablo y el pecado era tema obligado en sus conversaciones. No encajé en el molde Franciscano pero descubrí el talento que tenia para el teatro, debido al fomento de este arte en cuanto evento se realizaba en el colegio. La calidad de mis interpretaciones la media a través del publico que hacia llorar en el drama o reír en la comedia, convirtiéndose el juego teatral, desde muy temprano, en parte de mi personalidad. Nutriéndolo con la fantasía de los imaginarios del pueblo en el que me toco nacer, pues en épocas de carnaval se transformaba y revivía con la aparición de danzas y disfraces que me atemorizaban pero que asombrosamente enriquecieron mis anhelos de estética y movimientos. Las danzas del gallinazo, los gorilas, las comparsas, lo mismo que los disfraces de personas del pueblo que en días comunes conservaban una imagen de austeridad pero en esos espacios locos del carnaval se contagiaban trastocando su personalidad; despertando y desbordando la risa pues siendo hombres se transformaban en mujeres preñadas por los irresponsables machos; lloraban, reclamaban y se contentaban como damas dolidas. También ayudó mucho en el desarrollo de mis fortalezas creativas mi querido papá, quien se encargaba de la parte intelectual, regalándome los mejores cuentos literarios. Imposible olvidar la gran influencia de una abuela materna quien se apasionaba reviviendo sus recuerdos de bailarina acompañada del tamborcito loco que la hacia vibrar toda la noche hasta el amanecer. Esos
  • 4. espacios furtivos de creación donde se estremecía bailando eran los llamados Cabildos de Negros, donde ella la Diosa dejó su huella en una de sus nietas, esos recuerdos narrativos se quedaron inconscientemente grabados en mi alma. Desde los cinco años observé el alegre y abnegado trajinar de una maestra de escuela: mi tía cuyo nombre es Luisa como yo y tiene actualmente 93 años. Todavía recibe el saludo respetuoso y amoroso de sus ex alumnos. Esa experiencia fue la fuente de inspiración que me orientó hacia el magisterio pues cariñosamente ella me tomaba de la mano y nos dirigíamos al a escuela, a su salón de clase, y allí sentada en un banquito una niña pequeñita daba repasos a los alumnos grandotes de la tía, que no se sabían la lección. También compartí con ella el gusto por la poesía pues declamaba desde muy temprano poemas tradicionales de Julio Flórez, José Asunción Silva y otros. Era un recreo para las dos, todavía cuando la visito, la única manera de sacudirla del letargo de la vejez es empezar a recitar a viva voz y ella se anima y continúa. Mis padres no estaban de acuerdo con las cualidades que notaban en mí y presagiaban un futuro incierto para aquel o aquella que se dedicara a la pedagogía. Para mi mamá, cualquiera podía ser maestra: la bobita, la maluca, la cojita, etc. Me decían burlonamente y a manera de sentencia: Si estudias magisterio, morirás arruinada y soltera. Estudié entonces la primaria en el pueblo y para el bachillerato y comercio me trasladé a Cartagena, siendo ya una adolescente, que encendía la llama del amor, siempre rodeada de jóvenes guitarristas, poetas y artistas, haciendo fiesta por cualquier cosa. Entregue mis ilusiones primeras a un joven seminarista, bastante respetuoso y sin decisiones propias pero que escribía cartas muy lindas y era dueño de unos ojos muy azules cambiantes como el mar, eso me gustaba y entretuvo mi vida de adolescente y juventud por mucho tiempo.
  • 5. Recibí el titulo de bachiller en filosofía y letras y el de comercio en el Gimnasio Bolívar, un colegio que lleno mis inquietudes artísticas. Don Ramiro Álvarez C. el gran rector chocoano decía:” Hay que educar el oído” y ambientaba los recreos y días de fiesta con lo mejor de la música selecta de nuestro país y del folclor andino. Ahora cuando en algún lugar escucho casualmente esas melodías, revivo mis recuerdos estudiantiles e imágenes queridas me cosquillean el alma. De ese alegre trajinar por el bachillerato, recuerdo a doña Catalina Sebastiery, directora del internado y maestra inteligente que vivía orgullosa de ser egresada de la Normal Superior de señoritas de Cartagena. En ella estaba reflejada “la esencia del ser maestro”. A través de sus orientaciones me atreví por primera vez a escribir un texto sobre ese pueblecito marino llamado Berrugas y reviví mis dotes de declamadora. Fui feliz interna en el gimnasio Bolívar, recuerdo que al despedirme de mis profesores expresaron una frase para mi inolvidable: se va la alegría del colegio, a pesar de que era la número uno en cuento desorden se inventaba. Regresé entonces a Cartagena y aproveché unas vacaciones para empezar a estudiar la pedagogía en los cursos de profesionalización que ofrecía la UNESCO en convenio con la escuela Normal Piloto de Bolívar. Rodeada de lo más granado de los pedagogos, aprendí a reconocer las verdaderas herramientas de mi trabajo: la planeación de una clase; iniciación o motivación, desarrollo y finalización. Era como un molde por donde todo maestro debía transitar. Admire y seguí las orientaciones del Licenciado Aníbal Bustos (q.e.p.d.) quien con solo mirarlo se le reconocía su vocación; su profesión de maestros de maestros la transmitía con gusto, espontaneidad y sencillez, compartiendo el conocimiento con creatividad e insistiendo en la importancia del material didáctico para cada una de las clases. Al exponer sus temas tenia un hábito frecuente: mecánicamente colocaba en el bolsillo de su camisa el dedo índice y el pulgar a manera de pinzas para sacar imaginariamente una tiza.
  • 6. Para él preparé por primera vez una clase teniendo en cuenta como elemento primordial la motivación pues la consideraba y la sigo reafirmando como esencial para cualquier actividad o proyecto que se emprenda. Imagine a los alumnos en una granja: observando, tocando y hasta seleccionando algunos gusanos ya que el tema lo ameritaba, animales vertebrados e invertebrados- ¡que horror! Destruyendo a seres de la naturaleza pero según el profesor fue una gran clase. Ahora con toda la experiencia y el sentido de preservación de la especie animal me siento avergonzada. Recuerdo también a una profesora, Oneida Pastoriso, que insistía en Sócrates y su método pero lo hacía de tal manera que se creía la personificación de él, preguntaba y preguntaba hasta el cansancio y yo me distraía observando su forma de pavonearse ante sus discípulos; la vanidad de sus gestos y palabras, los collares, las pulseras y los perfumes, mejor dicho era un pavo real. Para cerrar con broche de oro apareció en escena el futuro gran amor de mi vida, “el tenorio de maestras”, este señor tenía una gran fama de picaflor entre el gremio al cual yo deseaba pertenecer. Era el jefe del distrito educativo de Magangué, era el sol y todos los nombramientos o plazas vacantes giraban a su alrededor, Cariñosamente lo llamaban el profe tijera y dictaba una clase de relleno, tediosa y aburridora que no me interesó, pero el personaje tenía su atractivo, todos mis dardos los dirigí hacia él. Comencé a cultivarlo y él a conquistarme, me nombró en Magangué y acepté. Llegué a esa población donde no conocía a nadie. En la primera semana como maestra de niños encontré a un grupo de artistas frustrados por no poder hacer la función de estreno de una obra de teatro, pues la protagonista, se negaba por estar de duelo muy reciente. Me ofrecí para reemplazarla; una semana más y estaba actuando en el mejor teatro de la localidad. Allí estaba él como invitado especial, logré cantar la melodía de su predilección y me hice conocer como la artista y maestra que recién llegó al pueblo. Esa actuación la interioricé tanto que marco mi vida futura en el hogar, pues en la obra pierdo una hija y en la vida real se murió mi primer hijo.
  • 7. Magangue fue testigo del romance definitivo en mi vida y del disfrute con la posición de primera dama del magisterio en ese lugar. Visité Isla Grande en sus fiestas patronales, Madrid, la Prasca y otros caseríos, transportándome algunas veces en chalupa; acompañada por el jefe y otros por los estudiantes. Esas salidas exploratorias, recibían la censura de las compañeras de trabajo; quienes no se atrevían a refrescar los pies en las orillas del río magdalena que las vio nacer, ni a salir de excursión con el estudiante, pues se le desordenaba el grupo. Por obra y gracia de mi futuro esposo fui trasladada a Cartagena a formar parte en 1.968 del grupo de maestras consejeras de la Anexa Nº 1, localizada en una vieja casona colonial del centro de la ciudad amurallada, muy cerca a la Normal Piloto de Bolívar. Existía poca comunicación entre los maestros de las dos instituciones, y los pedagogos orientadores de la práctica docente, algunas veces se trasladaban a las Anexas para observar de cerca el desempeño de las futuras maestras. Lo más relevante de la enseñanza pedagógica eran las estrategias que el normalista utilizaba en el proceso de la clase, donde se complacía más al maestro consejero, que al niño motivo del aprendizaje. Noté que en ese “cuartel del temor” había que seguir la ley de las maestras veteranas y la familiarización con el vocabulario frecuente: no sirve, no me pasa, repita y repita la planilla, toda la verdad se centraba en ellas y en los programas o guías alemanas. El alumno practicante no se podía olvidar de lo que había escrito con anterioridad, me sentía también como una practicante más, guarde mis sonrisas y me mantuve uniformada por mucho tiempo. Me avergüenzo de esta época tiránica de la práctica y la guardo como un mal recuerdo. Una vez, cierta joven practicante se acerca a corregir la planilla y no muestra su rostro. Le pregunto ¿por qué? Con rabia me contesta: Su rostro me produce temor. Cuanto agradecí al estudiante la forma de describirme, esa reacción me ayudó a encontrarme con el verdadero significado de mí profesión.
  • 8. 1968 fue el tiempo de grandes decisiones en mi vida: hubo matrimonio; “por fin”, casaron a la mariposa y al gran tenorio de maestras. La boda se realizó en el pueblo con bombos y platillos, deje amigas y amigos, recochas y demás arandelas, para consagrarme a dar felicidad como lo manda la Santa Madre Iglesia. En el mismo año quede embarazada pero la ilusión se truncó al nacer, pues fue muy poco el tiempo que tuve para arrullarlo entre mis brazos, el hijo tan deseado murió causándonos un gran dolor, que solo el trabajo logro disipar. Dos años después fui trasladada a la concentración Antonia Santos en donde se respiraba un ambiente y energía diferente. La directora Marlene Agudelo irradiaba alegría, positivismo, comunicación y disposición para actuar en bien de los estudiantes y compañeros. Sucedieron tantas cosas agradables tales como: bodas, primeras comuniones, bautizos, excursiones que nos permitieron estrechar lazos de amistad y comadrazgos que todavía perduran. Afloraron los talentos de compañeras en el arte de declamar, escribir, decorar jardines, organizar eventos; era una forma agradable de establecer relaciones que salpicaban y humanizaban la práctica pedagógica. Mi pasión era hacer coplas, destacando las cualidades y defectos de los compañeros o describiendo las cotidianidades del quehacer escolar. Recuerdo a una compañera demasiado pobre y solitaria se le murió la abuela quien había hecho las veces de madre y padre .No había medios económicos para llevarla al cementerio, tomamos la sabia decisión de transpórtala en una camioneta destapada de otra compañera y le dimos cristiana sepultura. De Marlene salió la idea de buscarle compañía a Zoila, nuestra gran amiga y no descansó hasta llevarla al altar; hoy ella goza de un compañero, muchos hijos y nietos. Se abrió un mejor espacio para practica pedagógica; se les permitía un día de la semana para corregir la planilla, lo cual era aprovechado para conocer sus vivencias, para negociar en la diversidad y para aprender a vivir juntos los maestros consejeros y los alumnos practicantes .Traigo a colación la anécdota de una practicante a la cual le pregunté ¿Por qué arrastras los pies con
  • 9. dificultad al momento del desarrollo de la clase?, ella me respondió: estos zapatos no son míos, tuve que prestarlos para venir a dar las clases. Lo más relevante de la enseñanza pedagógica eran las estrategias que el normalista utilizaba en el proceso de la clase, en el cual se complacía más al maestro consejero que al niño motivo del aprendizaje. Noté que en ese “cuartel del temor” había que seguir la ley de las maestras veteranas y la familiarización con el vocabulario frecuente: no sirve, no me pasa, repita y repita la planilla, toda la verdad se centraba en ellas y en los programas o guías alemanas. El alumno practicante no se podía olvidar de lo que había escrito con anterioridad, me sentía también como una practicante más, guarde mis sonrisas y me mantuve uniformada por mucho tiempo. Me avergüenzo de esta época tiránica de la práctica y la guardo como un mal recuerdo. Una vez, cierta joven practicante se acerco a corregir la planilla y no muestra su rostro. Le pregunté ¿Por qué? Con rabia me contestó: Su rostro me produce temor. Cuanto agradecí a la estudiante la forma de describirme; esa reacción me ayudó a encontrarme con el verdadero significado de mí profesión. Mi espíritu inquieto, se reveló siempre ante las normas establecidas en el aula de clases. La disciplina rígida del niño sentado en una dura silla y entre cuatro paredes no se parecía a mi manera de ser. Empecé a crear estrategias para disfrutar de un mejor ambiente escolar: el comienzo de una clase era deleitado con los cantos y narraciones del pueblo. En esa forma creaba lazos afectivos con el estudiante y conocía los diferentes estados de ánimo que presentaban. El jugar con la imaginación era frecuente. Cualquier objeto del salón; silla, pupitre, regla, bolso, papel, periódico leído; se transformaba en cueva, espada, gorro, cima de una montaña etc. El objetivo consistía en alimentar la fantasía y el desarrollo de la creatividad. Hoy reflexionando sobre mí hacer reconozco que fui hiperactiva, pues era yo la primera que se montaba en el pupitre. Encuentro todavía personas que me conocieron cuando joven y lo primero que me preguntan es ¿todavía te montas en las mesas a bailar? Con mucha pena les contesto sinceramente: todavía. Es que los artistas somos así, nos gusta el
  • 10. espectáculo, vivimos para ello y morimos en ello. Me gustaría tanto que en las escuelas reinaran los maestros artistas en el arte de enseñar, en el arte de reír y de disfrutar del maravilloso espectáculo de la vida… Regresando nuevamente a mi vida sentimental, hice varios intentos por engendrar un hijo, algunas veces quedé nuevamente embarazada pero no llegamos a buen término. Decidimos entonces recurrir a la adopción en el año de 1975, así cobijamos a José Luis en nuestro corazón, afirmamos los lazos de amor filial, siendo los padres más dichosos con su llegada. Mi hijo también participó de todas las tías adoptivas que tenia en la escuela, principalmente de una amiga Miriam, quien se robo el corazón de la familia y todavía convive con nosotros, como un miembro importante del hogar. Transcurrieron muchos días semanas y años de cotidianidades familiares, me dedique a estudiar música en la Escuela de Bellas Artes, e interpretaba canciones con la flauta y comenzaba a tocar la guitarra, pero notaba la prevención de un profesor que sabia mucho, pero no estaba escalafonado con el gobierno y veía en todo aquel maestro que se acercaba a experimentar en la música a un futuro rival .Me aleje de mis ambiciones que solo llegaban a deleitarme no a mencionarme en la época de evaluación. Logre matricularme en la primera escuela de arte dramático que existía en Cartagena, en ese espacio de creación reviví mis actitudes de teatrera, conocí gente maravillosa sensible y aventurera. Mis tardes libres y parte de la noche las comprometí con el teatro, era un especie a la entrada al paraíso de las fantasías, compañeros y compañeras apasionados por este arte me enseñaron a ver la vida de una manera descomplicada, nuevamente rodeada de artistas. Existía en el grupo una mujer, llamada “María Mercedes” la considerábamos mecenas del grupo por que nos proporcionaba hasta su casa para hacer las practicas. Hizo un teatrito en su casa e invitábamos a cuanto artista nacional llegaba a la ciudad. Un día cualquiera dejamos la escuela y nos declaramos grupo independiente. Un profesor de la escuela, venido de Manizales, nos hizo la propuesta a un grupo como de doce y nos transformamos en el grupo “El
  • 11. Camino”; hacíamos nuestras propias creaciones teniendo como referente la historia de Cartagena. Fuimos apoyados por Colcultura para llevar las obras a las poblaciones vecinas Turbana, Santa Catalina; en el pueblo de Soplaviento participamos en un homenaje a Rafael Escalona, con tan mala suerte que el espacio detrás del escenario había un nido de avispas y cuando pasábamos de un lado a otro alborotamos el avispero, picando a más de uno. Otra vez, estando en Santa Catalina íbamos a iniciar la obra “Cartagena tierra de Calamari” pero el publico era infantil, es la forma como el común del costeño resuelve el problema de una invitación artístico–culural; enviando a los hijos mas pequeños. Ni cortos ni perezosos, decidimos acercarnos a los lugares en donde posiblemente se reunían los adultos: cantinas, plazas, billares etc., así, vestidos a la usanza antigua y ejerciendo presión dramática invitamos a la gente para que apreciaran el montaje. Todo este hacer artístico cultural no me aleja de mi labor como maestra, al contrario enriqueció mi quehacer pedagógico, porque poco a poco lo fui incorporando en el aula; de tal forma que mis alumnos tenían su sello: las maestras a través de sus gestos decían – tu eres alumno de Luisa -.Cuando casualmente me encuentro con ex alumnos profesionales se emocionan y pregonan su participación en obras infantiles. Curiosamente, no recuerdan para nada que los enseñé a leer, escribir, sumar, restar o multiplicar. De estas obras infantiles, llevadas al teatro era mi predilecta “El gigante egoísta” de Oscar Wilde , logre ponerla en escena en dos escenarios distintos :Comfenalco con niños de la concentración Alberto Elías Fernández Baena, ganándose el primer lugar y el Colegio Británico , con niños de la clase alta en el escenario del centro de convenciones donde recibí muchos aplausos. Me gane el puesto de profesora de teatro en un colegio que me ofrecíó buena remuneración; a pesar de la posición y valoración que ello significaba, opte por los niños de la clase económica bien baja porque allí si que había talento y están mas prestos a la creación.
  • 12. Doce años después, en el año 1.982, nuevamente nos trasladamos de Antonia Santos a la Concentración Educativa Alberto Elías Fernández Baena, a través de un decreto emanado por la Secretaria de educación, en ese entonces, “Doña Catalina Sebastiery” mujer normalista quien en sus ajetreos políticos olvido su identidad pedagógica, sepultando la razón social de la Normal Piloto de Bolívar e impuso el tradicional yomper a cuadros similar para todas las escuelas oficiales del departamento. El titulo que recibían los graduados sería el de Bachiller Pedagógico. En esa fatal mudanza, perdimos tantas cosas: Un hermoso piano de cola, un baúl repleto de instrumentos musicales, cajas chinas, xilófonos, triángulos, flautas, panderos etc. necesario para las clases de música y las famosas ollas donde hacíamos el sancocho de ángeles somos. El grupo compacto de recién llegadas se instaló en las alturas del Bosque, desde allí divisábamos embelesadas gran parte de la ciudad. Era este un recinto histórico de gran influencia en el ayer de importantes profesionales de la ciudad, quienes dejaron su huella reflejada en los mosaicos de egresados que adornaban las carcomidas paredes. El doctor Alberto Elías Fernández Baena, notable educador de su tiempo, tenía sus leyendas misteriosas que se fueron transmitiendo de generación en generación; por vecinos, alumnos, ex alumnos, y docentes llegando hasta atemorizarnos un poco, de tal forma que estábamos a la expectativa de lo que pudiera suceder. Según nos contaban sigilosamente, el demonio venía cada año por un estudiante porque dicho personaje había hecho un pacto de sangre con el rector. En mis andanzas investigativas, en una de esas habituales salidas con los estudiantes, entrevistamos a un vecino, docente egresado viejo y ciego quien fue la fuente que sacio nuestra sed de conocimientos por tan extraordinario lugar. Reinaba en ese espacio, privilegiado por la naturaleza, un nutrido bosque de cauchos centenarios que posibilitaba el hábitat de búhos, lechuzas, ardillas, iguanas, camaleones etc. Que despertaba la admiración de la comunidad infantil, quien la mayoría de las veces prefería seguir las andanzas de tan cercanos habitantes, en vez de escuchar la rigidez de una clase magistral.
  • 13. Algo que también me impactó de esa Institución Educativa fue la inmensidad de las aulas, con tarimas elevadas que separaban al maestro del alumno, marcando las diferencias de autoridad. Un fuerte apoyo para mi profesión de maestra lo recibí de la directora del Bachillerato pedagógico, doña Judith de Baena, quien me ofreció unas clases de títeres, rompiendo el paradigma de que sólo los licenciados podían dar clases en el bachillerato. LUISA BALSEIRO. Las historias de vida no son acabadas, se reinicia y se vuelven a narrar a medida que aparecen recuerdos de otros escenarios y que se van volviendo a vivir a medida que los narramos. LAPROFESIÓN DOCENTE: Me inicié en esta profesión sin tener titulo de maestra, era apenas Bachiller, eso sucedió en año de 1965 en colegios privados dirigidos por religiosas, donde improvisadamente se escogían personas para ejercer esta misión, pagándole bajos salarios. Este trajinar, tan joven en la enseñanza, no fue del agrado de mi familia porque existía en esos momentos, el paradigma generalizado de que “Las maestras no se casan” o “se mueren de hambre”, les pagan con ron… el ejemplo lo tienes en la tía Luisa. En fin un futuro desalentador para una principiante. Escogí las vacaciones para estudiar en Cartagena, me inscribí para obtener el titulo de maestra en un programa de la Escuela Normal Piloto de Bolívar, Auspiciado por la UNESCO era una oportunidad para lograr el tan anhelado deseo de seguir la profesión de la tía que me enseñó a leer, allí conocí a los mejores pedagogos de la ciudad y de la Normal, a escuchar y aprender pedagógica, a conducir a través de métodos y corrientes pedagógicas (Montessori y Pestalozzi), a los estudiantes en el proceso de enseñanza aprendizaje. Imposible olvidar al profesor Aníbal quien me califico una clase de ciencias naturales como la mejor (animales vertebrados e invertebrados porque
  • 14. para hacerla escribí en la planilla que escogería el ambiente de una huerta, seleccionaría algunos minúsculas animales “gusanos, mariposas” etc., para pegarlos en una lamina y llegar a la conclusión de que tienen o no tienen huesos. Reflexionemos hoy sobre ella, considero que planear una clase de horror y de muerte delante de unos pequeños en un ambiente tan lleno de vida como la naturaleza, no es lo más adecuado. Gracias a Dios eso quedó sólo como un plan de clase que nunca se ejecuto. Allí también conocí al hombre de mi vida, al esposo de hoy, quien ejercía el ostentoso titulo de Inspector Central de Educación en Cartagena, tenia el poder de nombrar maestros a través de decreto y era profesor de estadística, asignatura tediosa de la cual no aprendí nada, pero lo interesante de él estaba en que existían muchas maestras haciéndole aureola, buscando puesto entre ellas estuvo mi persona quien encontró un nombramiento oficial para la ciudad de Magangue. Ese lugar mágico que fue testigo del idilio que culminó mese más tarde en boda. Recuerdo como aspecto sobresaliente mi personalidad la osadía que tuve al remplazar a una maestra en una obra de teatro, actué y atrape al publico, pero sobre todo al director central del Distrito Educativo, desde entonces reconocí en mí un talento, una gran fortaleza para las artes escénicas. Regresé a Cartagena y entre por la puerta grande la mejore escuela, de la ciudad, en esa época (1968) Anexa No 1 Laboratorio Educativo donde los estudiantes hacen observación y ayudantía y prácticas pedagógicas, orientadas por maestros consejeros, (Bastante mayores, cascarrabias y gritonas) quienes eran supervisados por los profesores de pedagogía de la Escuela Normal Nuestra señora del Carmen, quienes nos visitaban con frecuencia, exponían sus métodos o recetas: de lo simple a lo complejo, de lo fácil a los difícil. Algunos se pavoneaban como sabios y hacían del método socrático, llegar a la verdad a través de la preguntas. Aquí entre nos, eso de preguntar y preguntar cohíbe, parecen técnicas para juzgar a un reo. Por el contrario a mi me seducía la lluvia de ideas, las diversas formas de expresar lo
  • 15. que pensamos y sentimos, las muchas opciones que tiene el ser humano para plantearse y responder sus interrogantes. Acaté las normas de ese tiempo, me uniformé y seguí el régimen que se planteaba; ajustar severamente al practicante, leer y releer las planillas buscando errores y pasar de curso en curso y pasar de curso en curso 1º, 2º, 3º, 4º, y 5º dentro de una vieja casona colonial oscura, sin patio ni jardines, añorando mis primera experiencias como estudiante. Como persona que gustaba de las aretes, algo relevante fue compartir la afición por el teatro, con otra maestra joven, con quien establecí fuertes lazos de amistad que todavía perduran, su buen humor me encendió la chispa del ingenio. En el tiempo transcurrido entre 1970 y 1980 la Normal Nuestra Señora del Carmen pierde su sede. Empezó el desarraigo, las anexas también son trasladadas del centro hacia otras escuelas en los barrios. Me correspondió, en esta ocasión la Anexa Antonia Santos, con un nuevo grupo de maestras egresadas de la Normal, con ese perfil normalista impregnado hasta en la sangre. Se hacia la comunidad, resaltaban los valores del practicante y continuaban con el ritual de cantar emocionadas todas las mañanas el himno a la Normal. En este escenario se reflejaba la mística del se y hacer del maestro, predominaba el compañerismo, la solidaridad y en ese ambiente pedagógico y humano nacieron los hijos de cada una de nosotras todas nos hicimos comadres, de tal manera que para hacer un llamado de atención la directora involucrada en ese proceso familiar debía valerse de muchas estrategias para no herir susceptibilidades. La famosa idea de las grandes concentraciones educativas tocó la puerta de la Normal y en el año 1982 se creó la Concentración Educativa Alberto Elías Fernández Baena por orden emanada de la Secretaría de Educación Doña Catalina Sebastiery “Normalista egresada de esta institución” quien ordena el traslado y como gaiteros trashumantes. Nos correspondió llegar… perdimos nombre, sede y entramos a formar parte del bachillerato pedagógico durante 15 años.
  • 16. La Normal escondida, disfrazada y con una identidad pedagógica debilitada, en una colina del Bosque, en el singular y hermoso paisaje rodeado de árboles de cauchos centenarios y de animales indefensos (iguana, búho, lechuzas) vuelve a empezar. Renace en ese lugar, el inmenso espacio, la tranquilidad reinante, despierta en mí la necesidad de escribir e impulsar la literatura en los niños. Son muchos los poemas guardados en el baúl de San Alejo, en donde se refleja la emoción, la sensibilidad por las cosas cotidianas que encierra toda la cultura de la escuela. Esta aptitud literaria era compartida con los niños y niñas quienes participaban en los eventos literarios programados en la ciudad, logrando siempre los primeros puestos. Recuerdo también como compañeros de esa época a un profesor de castellano que entre descanso y descanso se cabeceaba debajo de los árboles, no era bien visto por los demás pero gracias a él tenemos hoy la recopilación de los mejores versos de los escritores bolivarenses y un texto donde se muestran todos los mitos y leyendas regionales Otro detalle que llamó poderosamente mi atención eran las tarimas que encontramos en cada salón donde el profesor catedrático se sentaba y desde lo alto exponía sus teorías. Se le daba preferencia a la elocuencia, al discurso a la distancia entre maestro alumno. Comencé ha escalar hacia el bachillerato pedagógico como profesora de títeres. Doña Judith (directora) me ofreció unas clases. Fui sincera y le expresé el poco conocimiento que tenía sobre el tema. Me respondió que mi creatividad suplía el inconveniente. Me motivé de tal manera que entre a Bellas Artes para iniciar en mis tiempos libres el estudio teatral. Así conocí el mundo de lo artístico guiada por personas maravillosas que no hablaban demasiada pedagogía pero lo hacían desde el juego, la experimentación, la imaginación hasta llegar a la creación.
  • 17. CABILDO: UN ESPACIO SIGNIFICATIVO EN LA ESCUELA NORMAL. La música ancestral es un legado espiritual que se genera desde el proyecto VOCES, TAMBORES Y DANZAS ANACESTRALES DE BOLÍVAR. Es la expresión artística que enseña a percibir la emoción placentera cuando se empieza a escuchar la melodía de una gaita o el acertado toque de un tambor. Es la armonía contagiosa que se vive en la Escuela Normal Superior Cartagena de Indias que llegó para irrumpir en la severidad y el silencio autoritario de las aulas. Cuando se interpreta el aire musical popular sin presiones, cuando fluye generosamente del contacto directo de la percusión o el solfeo de una gaita hembra o macho, de esos instrumentos autóctonos propios de nuestro mestizaje, ahí está CABILDO. Se recuerdan con satisfacción algunas anécdotas experimentadas: El niño de preescolar o de primaria que mueve el lápiz haciendo rítmica con el rose constante del pupitre, lo mismo cuando se dirige al tablero en cualquier actividad lleva una expresión corporal salpicada de gracia al caminar, sobre todo cuando escucha a lo lejos el retumbar de un tambor. Los jóvenes normalistas juegan con los ritmos ancestrales (mapalé, cumbia, garabato) tocando, danzando espontáneamente, haciendo un verdadero mosaico, interrelacionando las tres culturas, traspasando las barreras que algunas veces le impone la religión, el genero, la raza o la cultura. Ejemplo de ello son los niños evangélicos que llegan a la escuela con la prohibición de danzar, se les respeta la decisión y se les brindan otras opciones para expresarse, pero terminan contagiados disfrutando alegremente de la danza; de otra parte, los niños de las familias provenientes del interior del país, también olvidan las inhibiciones propias de su raza, de su idiosincrasia y se lanzan a la aventura de interpretar los ritmos costeños, apoyados por su grupo. Es en este hacer del Cabildo Normalista donde se materializan y fomentan los valores: el respeto mutuo, la tolerancia y la solidaridad. Las habilidad musicales y dancísticas fomentadas y desarrolladas en la escuela sirven de base para que muchos estudiantes descubran su talento, profundicen
  • 18. sus saberes y se vinculen a grupos de gaita y danza en los barrios o se integren a los grupos folclóricos más representativos a nivel local y regional. En este proceso de reconstrucción de identidad cultural el proyecto Cabildo experimenta desde el proyecto Cartagena ayer y hoy una estrategia innovadora para unir el pasado con el presente. Es así como a partir del año 2002 se presenta a la comunidad cartagenera una danza trietnica contemporánea, conformada por 60 estudiantes quienes reflejan en su expresión corporal, escénica, rítmica, la influencia de las culturas aborigen, europea y africana, que se entrelazan y dan origen a la multiculturalidad de nuestro país. Es un proceso formativo permanente que ha permitido la integración de los actores comprometidos en reconstrucción de raíces. Se pudo comprobar como el padre o madre de familia, docente, estudiante, artista, ex alumnos, amigos de la escuela desde el evento Expo sociales 2003 se integró al Cabildo con una muestra pluricultural, destacándose la presencia activa de a cada actor, exponiendo ante la numerosa comunidad la trayectoria de los elementos culturales negroides e indígenas, costumbres que a través del tiempo han ido formando el gran engranaje de la cultura caribeña (corralejas, papayeras, sombrero vueltiao, pilón, chinchorro, abarcas, mechones, etc.) Fue este evento generador de comunidad, conocimiento, integración y comunicación. En cada Stand se pudo apreciar en un gran montaje los diferentes ritmos, paisajes, costumbres, culinaria, etc. Allí estuvo presente desde el conocido tambor hasta la desconocida arpa, interpretado por un docente costeño y bailada por una estudiante llanera del ciclo complementario. También se le hizo un espacio a la música polémica “champeta”, representada por un artista cartagenero perteneciente a las barriadas de Olaya quien estremeció a toda la comunidad con sus interpretaciones. En este espacio cultural comunitario propiciado por el proyecto humano, se negociaron saberes dando cabida a nuevas formas de ver la escuela. El padre o madre de familia, el estudiante, la palenquera, el docente artista, cambiaron su rol, brindando el privilegio de ser maestros a los personajes cotidianos y
  • 19. logrando una transformación en el contexto cultural. Se recreó el valor heroico de la palenquera, el oficio de llevar alegría a cada hogar cartagenero, a cada aula de clases, contando sus cuentos tradicionales, sus anécdotas, juegos, bailes y recetas culinarias, aprovechando la comunidad educativa esa gran fuente de identidad cultural. Una nueva manera de compartir el espacio lúdico formativo en donde se fomentan los valores grupales, se afianza la cooperación, el dialogo crítico, el respeto mutuo, la creatividad, la autonomía y la autoestima fue la escogencia de la Chica Caribe o reina del Cabildo. Es la niña y también la joven que por sus características físicas propias de su raza, por su carisma para estimular a la alegría a la población cartagenera en su desfile tradicional, vive la fantasía del momento a través del ritual del Cabildo, mostrándose y dirigiéndose al poder festivo a través de una gran maraca. Se nota en el estudiante como siente y quiere lo que hace y lo manifiesta cuando se le da la oportunidad de organizar la comunidad, de realizar acciones propias del Cabildo. Para cada una de las actividades de ese día hubo un comité representado por los estudiantes de 8º al 11º grado. La integración se fortaleció porque ese era el fin de la estrategia: las niñas acomodadoras ingeniándose por utilizar el mínimo espacio físico al máximo. Grupos con diferencias y antagonismos trabajaron juntos, otros se dedicaron a la decoración sencilla y significativa de la escuela, adornándola con los colores primarios del Cabildo (amarillo, rojo y verde). La emisora estudiantil fue otro acierto, transmitió el evento con agilidad y creatividad. Pero lo más relevante fue el toque patriótico a través de los himnos tradicionales, observándose el fervor, emoción y sentido de pertenencia al entonar el himno de la escuela, una de cuyas estrofas resalta el gran hacer del proyecto Cultural Cabildo. Fue una manifestación de sentido de pertenencia hacia un día de Cabildo, donde sus mentes, sus manos, su actitud, su espiritualidad estuvo al servicio del trabajo de proyección comunitario de la escuela. Día de sorpresas gratas, de satisfacción colectiva, demostrando que el Cabildo “símbolo” de la Normal
  • 20. se vive, se siente, se comparte, fluye espontáneamente contagia y es ejemplo de comunidad y convivencia. Son muchas las formas de expresar nuestra identidad y son los proyectos de aula los que propician las actividades. Por ejemplo, el preescolar y la básica primaria participan con su gran programa “MASCARAS, CAPUCHONES Y ANTIFACES”, comprometiéndose a rescatar los elementos lúdicos del Cabildo e incorporándolos a la gran comparsa MANGLE, trabajando en talleres, elaborando las mascaras, investigando y exponiendo los avances obtenidos en el tema. Se vincula el proyecto al programa Ondas de Colciencias, el cual financia la investigación de los estudiantes con un aporte como patrocinio del proyecto mangle. Para tener Cabildo por “siemprre” y como una herencia cultural para Cartagena, la familia Normalista dentro de sus estrategias presenta el semillero, desde preescolar y básica primaria. En este espacio pedagógico innovamos con: semillero de bufones, danza del congo, ritual del cabildo, pregones palenqueros, son de negros, contribuyendo así con la integración de los niños y niñas desde temprana edad al proceso de construcción de identidad cultural, y que desde temprana edad disfruten espontanea y alegremente de su cultura, se responsabilicen e identifiquen con ella y se conviertan en sus principales defensores. Existe un espacio lúdico festivo especial en donde la comunidad normalista se viste de tradición y desfila en un majestuoso carnaval de colores alegría y creatividad acompañados por representantes del Cabildo de Getsemaní, reina y cabildantes. Es ya tradicional el recorrido festivo que se hace con el propósito de celebrar la independencia de Cartagena. En este evento la participación de la comunidad normalista es masiva, a el se vinculan padres de familia, estudiantes, profesores, egresados y la comunidad en general. Esto le ha merecido el reconocimiento de la ciudadanía, se ha logrado un posicionamiento y las estrategias para desarrollarlo han sido óptimas, porque se proyecta nuestro quehacer a varios barrios de Cartagena. Comenzamos en el barrio el Bosque, luego fuimos expandiendo hacia alto Bosque, Bruselas
  • 21. donde la comunidad se desbordó de alegría en la decoración de las calles, la concentración y toma del parque. Continuamos nuestra labor de rescate cultural con la celebración de “Ángeles somos” en los mismos días previos a las fiestas de independencia. Siguiendo con la expansión del Cabildo a los barrios de Cartagena, en los últimos años nos tomamos el centro de la ciudad, se traslada la puesta en escena de nuestro macro proyecto al corralito de piedra, acompañados de zanqueros normalistas, danzarines, banderas de todos los colores, ritmos diversos. Entramos como antaño a la ciudad amurallada y vivimos la verdadera fiesta de carnaval Cartagenero. El estudiante se sensibilizó, se emocionó y se reconoció como sujeto participante en la transformación del contexto, dispuesto a darle vida a lugares históricos que un día fueron el escenario lúdico, festivo de la ciudad. Estudie a Stanislasky y aprendí a interpretar técnicas y teorías de su gran texto “Un actor se prepara”, dirigido al juego teatral. En ese proceso lúdico entendí que se producen y reproducen saberes a través de la comunicación sincera con el estudiando, cuando el maestro de su yo y lo convierte en nosotros. Con esta valiosa experiencia mi desarrollo como profesional de la educación se fue transformando, de la rutina de una clase o lo ceremonial de los actos cívicos pasamos a una permanente vivencia de la lúdica, coherente y significativa en la Normal. La magia de la lúdica, el arte y la cultura se entrecruzan para hacer de la clase un encuentro placentero y fructífero, donde predomina la fantasía, la imaginación y la creación. Encuentros donde el salón se convierte en un castillo, la escoba te transforma en caballito, la regla en espada, el pupitre es una fortaleza. Este mundo mágico permite crear significados y saberes colectivamente. Fue en este espacio donde fui encontrando nuevas formas de enseñar y de aprender. Al pasar el tiempo me fui encontrando conmigo misma, ese encuentro de sí, que le permite al maestro dar sentido a sus prácticas; yo lo encontré al ir desplegando el conocimiento del aula al barrio hasta articularse a un contexto sociocultural más amplio. Surgen nuevos espacios de aprendizaje, se rompe
  • 22. con el asignaturismo, y se fortalece la reflexión sobre los saberes populares y las raíces ancestrales; así encontré nuevas formas de vivir la escuela, me gozaba el día a día sin rutina, ni rituales. Algunas compañeras me miraban con recelo, me tildaban de loca y floja, porque para ellas era más fácil manejar y controlar al alumno, desde un salón cuadriculado, cerrado, alejado y en silencio, recitando lecciones de memoria en lugar de aplicar los grandiosos postulados de Rousseau quien afirmaba que se debe educar al niño para que sea libre como es libre la naturaleza, se le debe enseñar a ser diferente a responder por su formación desde el reconocimiento de sus habilidades y aptitudes. Recuerdo la mirada acusadora de de Elida, la gran coordinadora de disciplina, cuando encontraba a los estudiantes fura del salón “trabajando” pero en diferentes expresiones corporales, totalmente opuestas a lo reglamentado en la institución. Al principio fue duro… pero luego se fue acostumbrando y termino complacida aceptando los argumentos de los niños y de la maestra. En el año 1997 programa la Universidad de Cartagena un proyecto de cualificación y formación para maestros desde la facultad de Ciencias Sociales. Surge la idea de diseñar una investigación en el que se recuperaba el proceso de formación de Maestros de la Escuela Normal Nuestra Señora del Carmen desde 1840 a 1997. Siendo Rocío directora de esa época con una misión bien definida de normalista, propuso la conquista. Participemos en la Investigación y Capacitación 18 maestros dividiéndonos en dos grupos : El primero se dedicó a recopilar datos escritos en los diferentes archivos de la ciudad, a realizar entrevistas a los egresados referentes al quehacer de las prácticas pedagógicas de antaño. Me correspondió el honor de entrevistar a una de las primeras egresadas (1928), cuando la Normal recibía el nombre de Escuela Normal Nacional de Institutoras: la señora Enriqueta Aguilar de Boom con 91 años, residente en la
  • 23. ciudad de Barranquilla; Expresaba todavía mucha pasión por la enseñanza, coherencia y fluidez en el diálogo. En el proceso de charlas y orientaciones recibidas por la tutora Dora Piñeres, empiezo a dialogar acerca de lo que se estaba ya trabajando desorganizadamente en la escuela. Todo ese aprendizaje se canaliza hacia la elaboración de un proyecto cultural cuyo objetivo principal era la recuperación de la tradición festiva y carnavalesca, las buenas costumbres y el desarrollo de acciones investigativas donde el niño y el joven cartagenero aprendieran a reconocerse en la ciudad donde les tocó vivir, teniendo como escudo sus raíces culturales: su identidad. Seguiríamos las huellas del barrio Getsemaní, zona cultural de Cartagena, quien venía rescatando la tradición festiva en torno a la Independencia de Cartagena que se había debilitado por la celebración del reinado de belleza. La fiebre y pasión por esta estampa folclórica nos invadió. Nos apoyamos en la experiencia de sociólogos, historiadores, artistas, folcloristas y todo aquello que podía aportar el conocimiento de los carnavales de aquella época. Visité y entrevisté a Juan Zapata Olivella bastante conocedor del tema quien generosamente brindó información y desempolvamos así ese gran legado cultural que constituye el patrimonio de cartageneros dejado por los ancestros africanos: EL CABILDO. Entrega total de nuestro tiempo, toda la escuela vibrando por la recuperación de las tradiciones lúdicas y carnavalescas, por el fortalecimiento de nuestra identidad cultural. En ese trajinar logré graduarme como licenciada en Ciencias Sociales, y la tesis de grado la sustenté sobre la necesidad de devolverle a Cartagena las buenas costumbres, el civismo lo que le correspondía como histórica, como cultural. Algunas compañeras al referirse a mi persona me apodaban Luisa Cabildo. Actualmente todas y todos somos Cabildo porque nos identificamos plenamente con este espacio comunicativo de formación cultural que abre la
  • 24. escuela Normal Superior de Cartagena de Indias y que forma parte de la tradición étnica africana, donde se logra desde lo ético; la recuperación de valores tales como el respeto, tolerancia, solidaridad, compañerismo, sentido de pertenencia. Desde lo social; el desarrollo de las relaciones interpersonales, las intrapersonales, la proyección a la comunidad y la comunicación y desde lo cultural la identidad que debemos tener por todo lo que nos corresponde como pueblo del Caribe, con raíces africanas. CABILDO es el núcleo de formación cultural de la Escuela Normal Superior de Cartagena de Indias que hace camino al danzar desde hace ya nueve años. Es nuestro proyecto bandera que hace reflexionar a las áreas y componentes en el cómo articular el conocimiento de una manera lúdica y creativa, desde el contexto hacia la cultura del estudiante. Desde allí se fortalecen las relaciones entre maestro y maestro, alumno y maestro, maestro-padre de familia. Son frecuentes los encuentros, las reuniones, las negociaciones permanentes de saberes disciplinares. Es el trajinar con la palabra, el apoyo de un área con la otra, todo para transformar el currículo para enriquecer el PEI. Escribo desde la nueva sede teniendo como inspirador el mirador pedagógico. Atrás quedaron nuestras desagradables experiencias cuando convivimos en el colegio El Terminal (1999-2002) cuando nuestra dignidad como profesionales de la educación fue bastante maltratada. El espacio físico y humano era inconcebible llegando hasta impedir la entrada porque el gobierno no había cancelado el arriendo. Los salones parecían bodegas para almacenar productos agrícolas, las sillas escasas provocando violencia e incertidumbre. Era ese colegio una gran mole de asfalto, con escasos árboles ocupada por maestros y estudiantes agresivos que se sentían los dueños del lugar. Nuestra mística resistió esta situación tan difícil hasta lograr en Junio del 2003 un espacio propio. Estoy estrenando sede y la Normal nombre, ahora le llamaremos “Escuela Normal Superior de Cartagena de Indias”, sonrío satisfecha porque por fin tenemos una armoniosa, acogedora y segura planta física-propia. De los maestros tradicionales, de esos árboles frondosos con una sabiduría casi
  • 25. innata quedamos pocos, hoy me encuentro rodeada de jóvenes profesionales de la educación con un acento universitario bastante marcado (Comenio, Herbart, Pestalozzi, Rousseau) logrando con su discurso el dominio y admiración de la audiencia, bastante comprometidos en la formación de formadores en el proceso de acreditación. Concluyo este relato contándoles que el último apodo recibido, se convierte en sello que me identifica: “La del goce estético”. Debe ser porque para ser feliz como pedagoga hice deleite de cada momento educativo y vi en muchos de mis alumnos la maravillosa fórmula de seguir proyectándome teniendo como referente la mejor aula de clases, el gran museo histórico y cultural “La ciudad amurallada”, “el corralito de Piedra”, Cartagena de las Indias que hace también parte de mis amores. Dentro de cinco años me veo en una bella mecedora compartiendo todas mis experiencias al lado de mi compañero, mi amante, mi amigo fiel, organizando mis recuerdos y con nuestras inquietudes.