2. ENCUENTROS DE
JESUS CON ZAQUEO
Jesús atravesaba la ciudad de Jericó. Había en la ciudad un
hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, que
quería conocer a Jesús. Pero, como era bajo de estatura,
no podía verlo a causa del gentío. Así que echó a correr
hacia delante y se subió a una higuera para verlo, porque
iba a pasar por allí. Cuando Jesús llegó a aquel lugar,
levantó los ojos y le dijo:
-Zaqueo, baja enseguida porque hoy tengo que
alojarme en tu casa.
Él bajó a toda prisa y lo recibió muy contento. Al ver esto,
todos murmuraban y decían:
-Se ha alojado en casa de un pecador.
Pero Zaqueo se puso en pie ante el Señor y le dijo:
-Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los
pobres y si engañé a alguno le daré cuatro veces
más.
Jesús le dijo:
-Hoy la salvación ha venido a esta casa., porque
también éste es hijo de Abraham. Pues el Hijo del
hombre ha venido a buscar lo que estaba perdido.
EXPLICACION
3. Zaqueo era:
⇒¡Todo un personaje!
⇒Mal talante. Pequeño. Recaudador de impuestos.
⇒No querido por sus gentes porque se dedica al ¡robo legal!
⇒Pasa de respetos humanos. Se sube a una higuera porque quiere ver a Jesús.
⇒Pasa del qué dirán. Hace el ridículo. Pero quiere ver a Jesús.
⇒Y cuando se encuentra cara a cara con él, Jesús le dice delante de todos:
¡Zaqueo, baja de la higuera que hoy voy a comer a tu casa!.
⇒Explicación de
oIr a comer a tu casa (dejar que entre en nosotros)
⇒Bajar de la higuera. (Orgullo, prepotencia, imagen de….)
⇒¡Quiero encontrarme contigo!
HIGUERA DE ZAQUEO
EN JERICO
4. ENCUENTROS DE JESUS
CON CON UNA MUJER
PECADORA Juan 8, 1-11
Mas Jesús se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y
todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles. Los escribas y fariseos le
llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta mujer ha
sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú
qué dices?» Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acuasarle. Pero Jesús, inclinándose, se
puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y
les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra». E inclinándose
de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro,
comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio.
Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?» Ella respondió:
«Nadie, Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más».
Reflexión
"Te pido, Señor, que no me midas con la vara de tu justicia sino que sea medido con la de tu
misericordia infinita".
¡Qué distintos son los pensamientos de Dios y los de nosotros, los hombres! El pasaje evangélico
que nos presenta a Jesús, a la mujer adúltera y a los fariseos nos ayuda a contemplar el rostro
amoroso y misericordioso de Cristo. A los escribas y fariseos, que eran considerados los grandes
sabios, maestros y doctores de la ley, no les gusta ver que la gente siga y escuche a otro Maestro.
Jesús va cumpliendo su obra de predicación y la gente lo escucha, porque saben que enseña con
autoridad y, sobre todo, con su ejemplo. Los escribas y fariseos, con el corazón lleno de hipocresía,
presentan a Jesús la mujer adúltera. Se acercan al Maestro, no porque busquen realmente saber
cómo piensa o cuál es su doctrina sino para tentarlo.
¿Aplicará la ley? ¿Será justo? ¿Será compasivo? Para cualquier respuesta, humanamente esperada,
tenían motivos para acusarle. Pero olvidaban que la Persona que estaba enfrente de ellos no sólo era
verdadero Hombre sino verdadero Dios.
Todos nosotros somos conscientes de nuestra debilidad y de la facilidad con la que caemos en le
pecado sin la gracia de Dios. Cristo nos hace ver que sólo Él puede juzgar los corazones de los
Pedro y Andrés,
discípulos de
Jesús
5. hombres. Por ello, los que querían apedrear a la adúltera se van retirando, uno a uno, con la certeza
de que todos mereceríamos el mismo castigo si Dios fuera únicamente justicia. La respuesta que da
a los fariseos nos enseña que Dios aborrece el pecado pero ama hasta el extremo al pecador. Así es
como Dios se revela infinitamente justo y misericordioso.
Al final del evangelio vemos que Cristo perdona los pecados de esta mujer y a la vez le exhorta a
una conversión de vida. Para esto ha venido el Hijo de Dios al mundo, para redimirnos de nuestros
pecados con su pasión y muerte.
El periodo de cuaresma nos ofrece constantes oportunidades para aplicar las enseñanzas de Cristo.
Los padres, en algunas ocasiones, deberán corregir a sus hijos. En esos momentos sepamos corregir
lo que está mal y al mismo tiempo dejar la puerta abierta al amor, al perdón, a la reconciliación.
Cuando tenemos que hacer ver un error a alguien, podemos buscar cómo hacerlo de la mejor forma
para que no se mezclan mis buenas intenciones con algunas pasiones desordenadas.
Recordemos el ejemplo vivo de tantos sacerdotes que, cuando nos acercarmos al sacramento de la
reconciliación, saben ver la desgracia del pecado, pero al mismo tiempo acogen con amor al
pecador así como Cristo lo hizo con la mujer adúltera.
6. ENCUENTRO DE JESUS CON PEDRO Y
ANDRES
Juan 1, 35-42
Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos.
Fijándose en Jesús que pasaba, dice: "He ahí el Cordero de Dios." Los dos
discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver
Pedro y Andrés, que le seguían les dice: "¿Qué buscáis?" Ellos le respondieron: "Rabbí - que
discípulos de
Jesús quiere decir, "Maestro" - ¿dónde vives?" Les respondió: "Venid y lo veréis."
Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora
décima. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y
habían seguido a Jesús. Este se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice:
"Hemos encontrado al Mesías" - que quiere decir, Cristo. Y le llevó donde Jesús. Jesús,
fijando su mirada en él, le dijo: "Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas" - que
quiere decir, "Piedra".
Reflexión
En el evangelio de hoy, se nos presentan dos momentos en la vida de Juan y Andrés,
discípulos del Bautista. El primero: su encuentro con Jesús; y el segundo: la respuesta
natural que nace de este encuentro.
Juan y Andrés siguen a Jesús, en un momento. Éste se vuelve y les pregunta ¿Qué buscan?
Los discípulos después le responden con otra pregunta. Pero la respuesta que Cristo les da
parece que no resuelve su interrogante.
Sin embargo, la pedagogía de Jesús es diferente a la nuestra. Les invita a que ellos mismos
hagan la experiencia de convivir con Él. No los fuerza. Respeta profundamente su libertad.
Hasta el punto que ellos mismos vieron dónde vivía y decidieron permanecer con Él. Lo que
les atrajo no era tanto el lugar donde vivía el Maestro, eso más bien era un pretexto para
acercarse a Él y conocerlo más íntimamente. Su testimonio les impactó tanto que
7. interiormente lo único que deseaban era quedarse a su lado.
Nadie puede hacer una verdadera experiencia de Cristo y no quedar con alguna huella
visible. En este evangelio, se nos muestra cómo el conocimiento de Cristo les lleva a tener
una necesidad muy grande de trasmitirlo a los demás. El mismo Andrés no duda en llevar la
buena noticia de que han encontrado al Mesías a su hermano Simón, para después
presentarlo con el Señor y que Cristo lo escoja para seguirlo también.
El apostolado brota en todo corazón como una exigencia de quien ha experimentado el amor
de Dios en su alma y desea ardientemente que los demás también puedan gozar de este
maravilloso encuentro.
8. ENCUENTRO DE JESUS CON UN
LEPROSO
Jesús sana a un leproso
12 Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de
lepra, el cual, viendo a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo:
Señor, si quieres, puedes limpiarme.
13 Entonces, extendiendo él la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al
instante la lepra se fue de él.
14 Y él le mandó que no lo dijese a nadie; si no ve, le dijo, muéstrate al sacerdote, y
ofrece por tu purificación, según mandó Moisés, para testimonio a ellos.
15 Pero su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle, y para
que les sanase de sus enfermedades. IDEA PRINCIPAL
JESÚS, NO SÓLO NO RECHAZA A LOS MARGINADOS DE LA SOCIEDAD, SINO QUE LES
DEVUELVE SU DIGNIDAD Y LOS RESTAURA.
El pasaje nos indica que muchas personas estaban siguiendo a Jesús. El leproso sabía
perfectamente que su aparición en público podía suponer el riesgo de provocar un
revuelo social y, además, de ser apedreado sin ninguna piedad por parte del cortejo
del Maestro.
Creo que podemos pensar que aquel hombre había actuado con premeditación y
alevosía –en el sentido más positivo de ambos términos- Debió de estar escondido o
acechando esperando su oportunidad de presentarse delante de Jesús, antes de que
todo el mundo pudiera reaccionar, y presentarle su petición. Sin duda, esta era su
única esperanza y su única posibilidad.
Así pues, en este contexto, cuando Jesús había acabado una de sus predicaciones más
importantes y significativas tuvo el encuentro con un leproso que osadamente se
acercó hasta él y claramente le verbalizó su petición, Señor, si quieres, puedes
limpiarme de mi enfermedad.
9. ENCUENTRO DE JESUS CON UN
MALHECHOR
Lc 23:34 Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y
partiendo sus vestidos, echaron suertes. Lc 23:35 Y el pueblo estaba mirando; y se
burlaban de Él los príncipes con ellos, diciendo: A otros hizo salvos: sálvese a sí, si
éste es el Mesías, el escogido de Dios. Lc 23:36 Escarnecían de Él también los
soldados, llegándose y presentándole vinagre, Lc 23:37 Y diciendo: Si tú eres el Rey
de los Judíos, sálvate a ti mismo. Lc 23:38 Y había también sobre Él un título escrito
con letras griegas, y latinas, y hebraicas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDIOS. Lc
23:39 Y uno de los malhechores que estaban colgados, le injuriaba, diciendo: Si tú
eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Lc 23:40 Y respondiendo el otro,
reprendióle, diciendo: ¿Ni aun tú temes a Dios, estando en la misma condenación? Lc
23:41 Y nosotros, a la verdad, justamente padecemos; porque recibimos lo que
merecieron nuestros hechos: mas éste ningún mal hizo. Lc 23:42 Y dijo a Jesús:
10. Acuérdate de mí cuando vinieres a tu reino. Lc 23:43 Entonces Jesús le dijo: De
cierto te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Cristo le dijo al ladrón en la cruz que estaría en el paraíso junto a él, ese mismo día en
que murió (Luc. 23: 43).
EXPLICACION:
El versículo en cuestión dice: "Entonces Jesús le dijo: De cierto, te digo que hoy
estarás conmigo en el paraíso" (Luc. 23: 43). Las personas que sustentan la doctrina
de la inmortalidad del alma ven en este pasaje la clara demostración de lo que
afirman, porque en el versículo --sostienen- Cristo le promete al ladrón estar "ese
mismo día" en el Cielo.
Pero esta postura es insostenible y, como veremos, no resiste un análisis, siquiera,
somero. En primer lugar, convengamos que el ladrón que moría junto con Cristo, no
le pidió estar "ese mismo día" con él. Es posible que hubiera escuchado a Cristo
predicar respecto a su venida; y ahora lo reconoce como el Mesías, recuerda la
enseñanza de su regreso, y en esa condición --la misma, ambos estaban crucificados--
le pide un lugar cuando regrese en su reino (Luc. 23: 42). En el pedido del ladrón
nada hay que indique una idea o concepción de inmortalidad inmediata.
En segundo lugar, el contexto bíblico mayor demuestra que Cristo no estuvo "ese día"
(el viernes) en el paraíso. Recién en la mañana del domingo encontramos el detalle
clarificador en el que Jesús le dice a María: "No me toques, porque aún no he subido
a mi Padre" (Juan 20: 17).
Todo este marco referencial nos hace apuntar nuevamente al texto mismo, porque en
él tampoco encontramos que se enseñe la presencia inmediata de Cristo y el ladrón en
el paraíso. El original griego carece de comas y, en este pasaje, no aparece la palabra
"que" (oti). Por lo cual, el énfasis de la enunciación podría variar al punto de dar otra
idea diferente. No es lo mismo decir: "De cierto te digo / hoy estarás conmigo en el
paraíso", que decir: "De cierto te digo hoy / estarás conmigo en el paraíso". La
primera frase dice que hoy (ese mismo día, el viernes), el ladrón estaría junto a Cristo
en el paraíso, pero en la segunda se dice que Cristo hoy (ese mismo día, el viernes) le
promete que estará (en un momento futuro, cuando venga en el reino) junto a él en el
paraíso.
Esta última posibilidad es la única coherente con: la petición del ladrón y con el
contexto que indica que Cristo el domingo no había subido al Padre, por lo que era
imposible que el viernes hubiese cumplido la promesa con el marco total de una clara
enseñanza bíblica.