Comparativo DS 024-2016-EM vs DS 023-2017-EM - 21.08.17 (1).pdf
Procrastinación
1.
2. Todos lo padecemos en mayor o menor medida.
El popular "no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy" termina casi siempre en un amargo
"¿por qué no lo habré hecho antes?".
Este comportamiento, que parece tan familiar y cotidiano, se llama procrastinación y es la
acción de aplazar o postergar en forma sistemática las tareas que se imaginan dificultosas,
desagradables o incómodas.
Es el caso del empresario que no termina de tomar una decisión vital para el desarrollo de su
empresa o el del obeso que empieza la dieta el próximo lunes. Es el universitario que deja el
examen para marzo o la madre que posterga el castigo a su hijo para la próxima vez que se porte
mal. Es quien no se decide a contratar un seguro de vida o a redactar su primer testamento...
"total soy joven todavía".
Pero la conducta procrastinadora no termina en el "no hacer" sino que se complementa con una
serie de actividades sustitutas que resultan más placenteras y una batería de justificaciones que,
aunque válidas y reales, no dejan de ser excusas y, en muchos casos, hasta auto engañosas.
3. ¿Por qué procrastinamos?
Son muchas las causas o motivos que pueden llevar
a una persona a procrastinar.
Pero todas se enlazan en dos pilares, la auto duda
y la baja tolerancia a la presión. En el primer caso,
el miedo al fracaso y una idea de ineficiencia
personal llevan a la inacción. Y quienes suelen
"acelerarse" haciendo muchas cosas, postergan
algunas actividades para evitar el stress en el que
suelen terminar.
El exceso de auto confianza también genera
procrastinación y quienes son generadores
continuos de ideas caen en la postergación por la
simple y sencilla razón de que, mientras
implementan una, surge otra que ocupará el
primer lugar en sus preferencias personales.
4. Sea cual fuere el motor de esta conducta, el verdadero problema
radica en sus consecuencias. Una falsa idea de que, por dejar
una decisión para más adelante se podrá planificar mejor, no
garantiza la excelencia del resultado.
De esta forma, lo único que se consigue es una pésima gestión
del tiempo y, a medida que se acerca el plazo límite,
el "procrastinador“ se da cuenta de que no será capaz de
cumplir con su objetivo y, por ende, trabaja en él en forma
atropellada con una gran carga de stress y con la posibilidad
de que todo salga mal. Y si sale bien, de todas maneras, será con la presión que trató de evitar
desde un principio y con una fuerte carga de ansiedad por sentirse sobrepasado.
Peor es el caso en que, llegado el momento, lo que había que hacer no está hecho. Es ahí cuando
surgen los sentimientos de decepción, desilusión y hasta de impotencia por no poder resolver una
situación que podría haber sido diferente de haber tomado una decisión a tiempo. Aunque, en este
caso, también existe un alto riesgo de fracaso si no se entiende que de la decisión hay que pasar
a la acción.
5. ¿Sabes cuánto te cuesta el postergar las decisiones?
A quien, después de leer estas líneas, se reconozca como "procrastinador" o indeciso crónico sólo
le queda una cosa por hacer: tomar conciencia del daño que se provoca a sí mismo, de cómo
puede perjudicar a su entorno esta actitud y –de una vez por todas- intentar encontrar una
solución.