1. UN MERECIDO HOMENAJE
AL
FONDO DE SOLIDARIDAD CON LOS JUECES COLOMBIANOS “FASOL”
En sus veinte años de existencia, una organización que ha sido fundamental para las víctimas
de la violencia que se ha ensañado con la Rama Judicial Colombiana. Hombres y mujeres que
por el solo hecho de cumplir sus funciones como Jueces, Fiscales o empleados han sido
víctimas de asesinatos, desapariciones, amenazas, atentados, desplazamientos, exilio o
judicializaciones injustas.Sus familias o ellos mismo han contado con FASOL, organización que
les ha enseñado a dar SOLIDARIDAD, hacer memoria, exigir justicia y garantías de no
repetición.
Las palabras que con motivo del lanzamiento del libro“ El Rostro de la Solidaridad y la
Esperanza" la defensora de derechos Humanos SANDRA GAMBOA
RUBIANO sintetizo lo que ha significado y significa FASOL para Colombia, la
Rama Judicial y sus víctimas en el evento que se realizo el 16 de noviembre en
el SalónBoyacá del Capitolio Nacional,para conmemorar sus veinte años, dijo:
“….El día de hoy, recordando que el 17 de noviembre de 1992, tuvo lugar el
reconocimiento de la existencia legal del Fondo de Solidaridad con los Jueces
Colombianos- Fasol, decimos “No hemos olvidado”, y pedimos: “No olvidemos”:
“Por favor, que nos ayuden, que cese el fuego. La situación es
dramática”. […] "por favor... que cese el fuego inmediatamente...
es de vida o muerte”.
Estas fueron las últimas palabras que colombianas y colombianos escuchamos
del magistrado Alfonso Reyes Echandía el 6 de noviembre de 1985, durante la
operación de retoma del Palacio de Justicia por parte del Ejército Nacional. El
saldo, no pudo ser más terrible: perecieron 110 personas en los extramuros de
este recinto. Empleados de las dos altas cortes de entonces, magistrados,
abogados, usuarios, y militantes del M-19. En la actualidad, continúan
desaparecidas 11 personas más.
El clamor de quien en dicho momento representaba la justicia en Colombia, se
respondió con un lugar común: “Paladín 6, R: Entiendo que no han llegado los
de la Cruz Roja. Por consiguiente estamos con toda la libertad de acción y
jugando contra el tiempo. Por favor apurar, apurar a consolidar, y acabar con
todo...".
Como se señaló en la sentencia de segunda instancia proferida contra el
coronel retirado Alfonso Plazas Vega, por estos hechos:
“Pero tanto si la parte del Estado que intervino [el ejército],
entendía que la Rama Judicial estaba simbolizada en ese
edificio o en sus jueces, destruyó ambos bajo el pretexto de
salvarlos.
[…]
2. Solamente los regímenes que patrocinan holocaustos, […] o en
los que se desarrolla la práctica sistemática del terrorismo de
Estado, permiten que sus agentes desarrollen impunemente
actividades delictivas utilizando el propio aparato estatal. […]”1
Años después, como ya fue recordado hoy, en diciembre de 2001, la Dra.
Beatriz Rivero Martínez, privada de la libertad, acusada, posteriormente
condenada, por proferir fallos de tutela que amparaban derechos
fundamentales y por proferir acciones de habeas corpus, que protegían el
derecho a la libertad, manifestó: "Tuve miedo, entendí que a mí no me
nombraron juez para tener miedo sino para aplicar la justicia que todos
esperan".
Quienes administran justicia, quienes construyen la justicia, han sido víctimas
predilectas de la violencia en Colombia: el Holocausto del Palacio, la
persecución contra la juez María Estela Jara, en torno a la decisión de condena
que adoptó en primera instancia en relación con estos hechos. Las víctimas de
la Masacre de la Rochela, la Jueza Gloria Constanza Gaona Rodríguez
asesinada días después de compulsar copias contra la defensa de un militar
ahora condenado por los hechos constitutivos de homicidios y acceso carnal
violento conocido como “el caso de los niños de Tame”. Situaciones que
evidencian que no solo crecimos con esas memorias de horror, sino que las
mismas perduran.
Cuestiones que refieren que administrar justicia o contribuir a su alcance en
Colombia, frecuentemente se salda con la prisión o con la muerte. En este
escenario, Fasol nunca ha cesado. Promete que no desfallecerá y afirma que
seguirá exigiendo justicia para la justicia. Insiste en re-cordar. Insiste en esa
solidaridad que entiende como una actitud firme de acompañamiento, que
conduce a la búsqueda y exigibilidad de la verdad, de la justicia, de la equidad,
la reconciliación y la paz.
Desde luego, Fasol ha resaltado en su labor de 20 años que la reconciliación
constituye un proceso que no puede confundirse con perdón y olvido. Sino que
como diría Carlos Beristain, es la edificación de una cultura de paz, un proceso
a largo plazo, amplio, profundo; que exige la reconstrucción de relaciones a
nivel individual y colectivo. Así, Fasol reconoce con su acción las palabras del
padre Javier Giraldo en la introducción del informe Colombia Nunca Mas de
noviembre de 2000: “El olvido hipoteca el presente y el futuro a un modelo de
sociedad diseñado por los victimarios”2.
Y que es administrar y construir justicia en Colombia es hacerlo en el contexto
que relata el texto que hoy publica Fasol: "El Rostro de la Solidaridad y la
Esperanza":
1 Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, Decisión del 30 de enero de 2012, Proceso No.
110010704003200800025 09, pp. 543, 547 y 562.
2 Fondo de Solidaridad con los Jueces Colombianos (FASOL), El Rostro de la Solidaridad y la Esperanza, Bogotá,
2004, p. 134.
3. “… la labor del poder judicial se proyecta en un país que, como
Colombia, presenta elementos de inestabilidad que atentan
contra la democracia y el Estado social de derecho, al menos
por la concurrencia de tres elementos determinantes: (i) la
persistencia del conflicto armado interno, que se remonta a los
años sesenta del siglo XX; (ii) la crisis de legitimidad del Estado
expresada en el precario funcionamiento de los órganos de
representación popular, así como su escasa presencia en
muchas regiones del país, asociada a la falta del monopolio
estatal de la fuerza y de la justicia, y (iii) la penetración del
narcotráfico en la mayoría de las instituciones estatales”3.
Pero la voz de la justicia se sostiene y se alza. A través de la voz de uste des, a
través del trabajo de Fasol. En ese documento de memoria, en ese análisis
crítico, en ese llamado a la esperanza que constituye el “El rostro de la
Solidaridad y la Esperanza”, Fasol, teje, con múltiples manos, con las manos
de ustedes, con las manos de todas y de todos: La esperanza. Reconstruye las
voces, los esfuerzos de las víctimas de la Rama Judicial. Pero no nos invita a
quedarnos amparadas y amparados en el dolor. Nos invita a aprender de los
retos, de las realidades, del trabajo de las “Víctimas Vivientes”, las víctimas que
construyen, las víctimas tejedoras. Sus esfuerzos por recuperarse y mantener
la presencia, más allá de la simple memoria, de los funcionarios y los
empleados de la rama judicial que han cumplido, y la de quienes aún siguen y
seguirán cumpliendo con su deber.
“El Rostro de la Solidaridad y la Esperanza” constituye así, una profunda
revisión que enlaza el trabajo de Fasol en el contexto de la situación del país, y
particularmente el trabajo en relación con las víctimas de la rama judicial. Un
testimonio que no solo evidencia la persistencia de la situación de riesgo en
que se encuentran quienes trabajan en el poder judicial, sino que además,
exige, nos exige, nos llama a tomar partido por la solidaridad, por asumir
nuestro deber de memoria, de respeto y de redignificación de la memoria de la
Justicia en Colombia.
Es un texto que se atesora. Es testigo, es entrega y es demanda. Atestigua
tiempos de horror, ofrece el aporte de FASOL como institución y de las víctimas
que lo conforman, como uno solo, como un sujeto colectivo. Da testimonio del
ejercicio de la solidaridad realizado desde la hermandad de quienes
constituyen esa colegiatura de la esperanza, esa colegiatura de la
administración de justicia.
Las estrategias de la criminalidad que ha golpeado a la Justicia en Colombia, si
bien son totalizantes, al mismo tiempo han construido un criterio de
selectividad, como señala Pilar Calveiro: “arrasar masivamente con la vida,
siempre que sea la vida del Otro”4. Y para tal efecto, se busca desvertebrar el
sujeto colectivo, silenciando a las víctimas.
3Ibíd., p. 14.
4CALVEIRO, Pilar, Violencias de estado. La guerra antiterrorista y la guerra contra el crimen como medios de
control global, Siglo XXI Editores, Buenos Aires: 2012
4. Por ello, es preciso destacar el papel central de Fasol en el sostenimiento de
ese sujeto colectivo que encarnan ustedes las víctimas y que encarnan a su
vez, los funcionarios y empleados del poder judicial. Un papel que ha sido
viabilizado a partir del compromiso de juezas y jueces alemanes, compañeros
de travesía, constructores de diferencia que han roto el silencio.
En “El Rostro de la Solidaridad y la Esperanza”, nos reencontramos con las
palabras de las víctimas, las repasamos, las palabras de las luchadoras, de los
luchadores. Se reafirman testimonios como los del doctor Javier Cotes
Laurens, Juez Especializado de Santa Marta, quien llamaba a entender que la
dignidad era la vida misma. Otros como el de la señora Luz Ayxa Bedoya,
quien señala: “sólo nosotras tenemos la verdadera memoria”. Como los del
señor Arturo Salgado Garzón, uno de los sobrevivientes de la Masacre de La
Rochela, quien el 13 de noviembre de 2011 en un texto que tituló “La triste
inmolación de mis compañeros”, sintetiza el llamado a la memoria y a la acción:
“Con estas palabras lo único que pido es construir la vida sin
dejar en el olvido a esos compañeros que vivieron conmigo ese
fatídico momento, que esta memoria histórica nos sirva para
que no se vuelvan a repetir estos hechos”
En suma: Memoria y construcción. En “El Rostro de la Solidaridad y la
Esperanza”, se efectúan análisis cualitativos y cuantitativos que permiten
observar:
a) Una realidad incontrastable: la violencia que sistemáticamente se ha
ejercido contra el poder judicial a partir de la década de los 80, lo que se
remata con un definitivo llamado de atención: la inescindibilidad de la
paz, la democracia, y la independencia judicial5.
b) En segundo lugar, que las motivaciones de los victimarios “oscilan entre
la violencia político-social, la persecución política, el irrespeto a la
independencia judicial, la intolerancia social y el abuso de la autoridad”6.
No en vano, ocupa un lugar central en el valioso documento que hoy se
presenta, el papel nuclear de la independencia judicial en un Estado que
quiera denominarse democrático. Así, señala con razón, que la
independencia judicial no es un privilegio del juez sino una garantía de
todas y todos los ciudadanos.
c) Finalmente expresa una realidad absolutamente lamentable: Que la
justicia que se le ha dado a quienes construyen la justicia, es
absolutamente limitante, con una impunidad del 90% de los casos7.
Muchos prescriben, y no escasean además los sumarios en los que se
han hecho falsas inculpaciones sobre los posibles autores del hecho
violento, buscando minar la sanción de los verdaderos responsables.
5 Fondo de Solidaridad con los Jueces Colombianos (FASOL), El Rostro de la Solidaridad, Op. Cit., p. 39.
6Ibíd., p. 40.
7Ibíd., p. 101.
5. Eso a pesar de que la Corte Interamericana, en otro ejercicio simbólico de
memoria, resaltó en la sentencia por el caso de la Rochela:
“La Corte considera necesario enfatizar que la investigación de
las violaciones perpetradas en este caso debía ser efectuada
con el más estricto apego a la debida diligencia. Ello se debe no
sólo a que se trata de una masacre sino también a la gravedad
de haber sido dirigida contra funcionarios judiciales que se
encontraban en el desempeño de sus labores y tenía como
objetivo afectar la investigación que aquellos estaban realizando
sobre graves violaciones de derechos humanos en las que
habrían participado paramilitares y altos mandos militares. Al
mismo tiempo, representaba un claro mensaje intimidante para
que no se investigaran este tipo de crímenes”8.
Pero sobre todo, el texto documenta cómo Fasol nunca ha desarrollado una
sola labor que no implique un reconocimiento previo de la realidad. Aborda la
historia reciente de la lucha por el ejercicio de la justicia en Colombia, que
constituye a su vez la historia de Fasol, a través de tres periodos de tiempo:
Entre 1989 hasta 2012. Memoria, verdad y justicia, constituye el hilo conductor
en estos 20 años de trabajo y es la demanda permanente de Fasol.
Fasol ha plantado semillas en todas y en todos. Lo ha hecho en mí, quien hace
10 años llegó allí de la mano de Luz Marina Hache y de Luis Fernando
Otálvaro, pidiendo acompañamiento en el reclamo de justicia para la Dra.
Beatriz Rivero. Puedo decir y atestiguar ante ustedes que he sido una
observadora del respeto, del trabajo, de la alegría con la que se ha
desarrollado el acompañamiento, la construcción de vida de Fasol. De ese
paso de institución a una gran familia.
Ese Fasol que conocí, no cesa. Persiste en las demandas de verdad, justicia,
reparación y garantías de no repetición, que como señala “El Rostro de la
Solidaridad y la Esperanza”, constituye el arco ético para la actuación de
Fasol9.
Hoy, que recordamos los primeros 20 años de trabajo incansable de la
Fundación, rendimos homenaje a las víctimas, a ustedes. Tanto a quienes han
partido, como a las víctimas vivientes. Rendimos homenaje a las defensoras y
defensores de derechos humanos que han nacido de la matriz de solidaridad
de Fasol. También rendimos homenaje a las y los integrantes del poder judicial
que entendieron la angustia de sus colegas y de sus compañeros de trabajo,
como sus propias angustias. Rendimos homenaje a las defensoras y
defensores de derechos que en Colombia y en el mundo, entendieron que
proteger a quienes administran justicia, es proteger a la humanidad. Rendimos
homenaje a Nubia Serrano, Antonio Suárez Niño, Gabriela Sierck, RainerVoss,
8Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso La Rochela vs. Colombia, Sentencia de 11 de Mayo de 2007,
Fondo, Reparación y Costas, Serie C No. 163.
9Ibíd., p. 50.
6. Alfredo Vásquez Carrizosa, Hermengarda Alves Martin, Clara Delpín, Francisco
De Roux, Bernardo Botero, y Horacio Arango. ……………………
Memoria y reconstrucción, en definitiva, ejercicio vital. Quienes reiteran,
quienes invitan a entender en su plenitud con Jaime Pardo Leal, fundador de
Asonal Judicial (asesinado en 1987).
“De qué vale la vida, si cuando se tiene parece muerta. La
vida es para vivirla, para sentirla, para vibrarla. Eso justifica
nuestro paso por la tierra”.
Nosotras, nosotros, yo… no dejaremos sola a Fasol. Nosotras, nosotros, yo…
no abandonaremos la Justicia……”
Bogotá D.C., Noviembre de 2012