Este documento presenta las reflexiones de la autora sobre el concepto de "paz" y su escepticismo y optimismo sobre el acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y las FARC. La autora expresa dudas sobre si el acuerdo logrará la paz verdadera y la equidad social debido a los problemas estructurales de larga data en Colombia. Sin embargo, ve el acuerdo como una oportunidad para exigir mayores derechos políticos y encontrar responsables de injusticias más allá de las FARC. Apoya el acuer
Reflexiones sobre la paz en Colombia y sus desafíos estructurales
1. Sobre la “paz” y algunas reflexiones…
Beatriz Grisales Herrera
Hace días rondaba por mi cabeza la idea de recoger un poco de tanto que he leído y escuchado desde que se
aproximaba la firma del Acuerdo entre el Gobierno y las FARC en la Habana.
Mis inquietudes al respecto surgen desde mis sentires, saberes, análisis, críticas y representaciones que sobre esta
realidad hago de manera cotidiana, esas lecturas sobre lo que cada día escuchamos, leemos, nos cuentan,
intuimos, etc.
Sabiendo esto entonces, aclaro que escribir este texto no representa para mi haber logrado resolver las
inquietudes, pero al menos en el ejercicio pongo en orden (o desorden) mis ideas que sobre la paz hago y quiero
compartir con los otros.
Qué inquietudes me surgen entonces? Pues bien, comencemos por la idea misma de que se aproxima la “paz”,
palabrita esta que no sé si me causa escozor o me genera aliento y esperanza, y he aquí mi primer conflicto.
Muchos dirán: pero… escozor por qué, Si la “paz” es ese estado tan anhelado y pronto la tendremos?
Pues bien, ahí convergen múltiples sentires sobre lo que puede llegar a considerarse como “paz” y sobre lo que
tendremos o no una vez se apruebe el Acuerdo firmado. Al respecto entonces, me dirijo a buscar las diferentes
acepciones que sobre esa palabra hay, y encuentro en especial tres que llaman mi atención:
1. “Paz (del latín pax), definida en sentido positivo, es un estado a nivel social o personal, en el cual se encuentran en
equilibrio y estabilidad las partes de una unidad. También se refiere a la tranquilidad mental de una persona o
sociedad…”
2. “Situación o estado en que no hay guerra ni luchas entre dos o más partes enfrentadas.”
3. “Acuerdo para poner fin a una guerra.”
La primera me llama la atención porque hablamos de un estado de equilibrio, estabilidad y tranquilidad para las
partes de una unidad, y en este sentido dudo mucho al respecto de que pueda llegar fácilmente ese momento en
caso de aprobar el Acuerdo, pero sé que no es totalmente imposible, es decir, me considero (tal y como Ulrich
Beck propone en su texto La sociedad del riesgo global) una “pesimista optimista”, pesimista porque no puede
ser posible que nos traguemos el cuento oficial de que con la firma del Acuerdo podremos vivir en paz, si eso se
trata de lograr el equilibrio, la estabilidad y tranquilidad para el conjunto de la sociedad.
Recuerdo que la primera vez que tuve que dibujar y colorear palomas de la paz estaba en el Colegio, tal vez en el
inicio de mi primaria, y sé muy bien que los discursos sobre la paz abundaban porque se habían propuesto diálogos
y pactos de Paz con la Guerrilla, sin embargo triste es el resultado de la historia que cuando se logra organizar un
brazo político y legal de una guerrilla, el exterminio haya sido la respuesta por parte del Estado que se supone
debía garantizar las condiciones de la participación política. Pero saliendo de los sentimientos medio “tristongos”
que esto supone, porque la decepción de que esa tal “paz” que había representado en dibujos, que había sentido
en los ojos llenos de esperanza de mi familia y amigos pues nunca sucedió, los sentimientos me llevan a otro
momento de reflexión que enfatiza mi pesimismo, pues es muy fácil anteponer la razón y regresar la madeja de
la historia un poco más atrás para ver con claridad que nunca ha sido, nunca fue y nunca será una intención –por
parte de la clase dirigente del país- lograr el tal equilibrio ni la estabilidad ni la tranquilidad que supone la “paz”.
Siempre tengo en mente que la historia nos ha mostrado cómo unos pocos con poder económico y político se
apropiaron de lo que creyeron suyo y se lo han repartido a su antojo. Esto es fácil de comprender, vayamos al
proceso de formación de nuestro Estado Nacional y allí encontraremos que esos gritos de independencia que con
tanto orgullo conmemoramos cada año, no fueron más que el resultado de poner al poder los mismos con
diferente nombre, los criollos neogranadinos, que orientados por deseo de control absoluto sobre la economía,
la política y la cultura, se independizan de la Corona Española para conformar su propio Estado Nacional con serias
contradicciones en su proceso, esto porque los esfuerzos modernizadores de la época nos llegaron o mejor, se
2. instalaron desde la contradicción misma, y todo este proceso no fue más que liderado por una élite que quería el
poder absoluto sobre un territorio que hoy se llama Colombia. Qué pasó con los mestizos, indígenas y negros de
la época? Pues nada, qué va a pasar, fueron sectores sociales que a pesar de sus luchas y resistencias, no logran
ser parte por completo de ese principio de igualdad que la Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano
en 1789 define1
reafirmando lo contradictorio del proceso.
Y esos sectores no logran serlo, porque fueron considerados inferiores y fue así como unos cuantos en el poder
por allá en el S.XIX decidieron cómo y de qué manera organizar esta Nación que aún hoy, tiene un Estado que no
garantiza los derechos para todos por igual, y que sólo hasta 1991 (100 años después de la Constitución de 1886)
logra reafirmar “cierto” reconocimiento de derechos para todos por igual, y digo cierto, porque sabemos que es
un hecho el que no se garantiza la totalidad de esos derechos, ni siquiera ese principio básico igualdad jurídica
que hace reconocimiento de una sociedad llena de diferencias.
Avanzando en mi estado pesimista y crítico, sigo mi paso por la historia y puedo reconocer que este proyecto de
Nación no ha contemplado más que exclusión, uso de la violencia por parte del mismo Estado para llegar y
permanecer en el poder, con un orden social extremadamente autoritario y un desarrollo cultural bastante
precario además de contar con una lucha prolongada entre dos partidos tradicionales por saber quién se queda
con el mejor pedazo de la torta. Y que en medio de tanta violencia, el único acuerdo entre los dos partidos era no
permitir la participación política a terceros ni a la oposición, esto se puede evidenciar en la Hegemonías de finales
del S.XIX y la primera mitad del S.XX, la ilegalización del Partido Comunista en 1954, los asesinatos políticos de
Gaitán, Galán, Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo Ossa, Álvaro Gómez Hurtado, el exterminio de la UP, el
asesinato de Jaime Garzón, o los 534 activistas políticos que fueron asesinados en el país entre 2011 y 2015, lo
que implica un promedio de 90 activistas cada año y dos cada semana durante ese rango de tiempo, y todos los
demás muertos que esta historia ha dejado: líderes indígenas, afros, defensores de Derechos, todos ellos acallados
y silenciados con la tumba.
Pero es aquí donde empieza a vislumbrarse el optimismo en mi sentir, porque el Acuerdo deja la posibilidad de –
tal vez- lograr mejores condiciones para esa participación política que ha sido silenciada por parte del mismo
Estado, y puede ser posible que desde el Acuerdo podamos seguir exigiendo condiciones y hacerlas realidad,
además porque hoy podríamos estar más conscientes de ese ejercicio político que implica la participación para
pensarse la transformación de la sociedad.
No creo en este sentido, que el Acuerdo resuelva los problemas estructurales del país, pero sí creo que al menos
las siguientes dos acepciones citadas al inicio de este texto podrían darse: parar la lucha entre las dos partes
enfrentadas y poner fin a una guerra; pero yo haría claridad en este sentido porque al menos hablamos de poner
fin a un conflicto armado, dado que si hablamos de la guerra, esta me supone mucho más allá de las armas, y en
este sentido me supone el enorme conflicto social del que ya he desarrollado al menos lo que se refiere a la
exclusión política y la desigualdad en nuestro país.
1
Al respecto la Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano comienza diciendo: Los representantes del pueblo francés,
constituidos en Asamblea nacional, considerando que la ignorancia, el olvido o el menosprecio de los derechos del hombre son las únicas
causas de las calamidades públicas y de la corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer, en una declaración solemne, los derechos
naturales, inalienables y sagrados del hombre, a fin de que esta declaración, constantemente presente para todos los miembros del cuerpo
social, les recuerde sin cesar sus derechos y sus deberes; a fin de que los actos del poder legislativo y del poder ejecutivo, al poder cotejarse
a cada instante con la finalidad de toda institución política, sean más respetados y para que las reclamaciones de los ciudadanos, en
adelante fundadas en principios simples e indiscutibles, redunden siempre en beneficio del mantenimiento de la Constitución y de la felicidad
de todos.
Artículo primero.- Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos.
3. Ya en este punto la pregunta sería, cuál es el otro conflicto que me causa el escozor al escuchar que se viene la
“paz” una vez se apruebe el Acuerdo?
Pues bien, aquí puedo entonces desarrollar otro aspecto valioso sobre lo que acabo de señalar como los
problemas estructurales del país. Si bien, el Acuerdo establece condiciones necesarias para la “paz” y en este
sentido hablamos del equilibrio, la tranquilidad y la estabilidad de la sociedad colombiana. Considero desde mi
“pesimismo optimista” que esta es la oportunidad de ver a quién le echaremos la culpa de todas la problemáticas
que aquejan a nuestro país. Si las FARC entregan sus armas, quién será el responsable de que el campesinado sea
una capa social que siempre ha sido víctima de la exclusión, y esto no sólo hablando de la actualidad?
Desde que se estableció la estructura bimodal de tenencia de la tierra finalizando el S.XIX (latinfundios y
minifundios) se originó la “Ley de la selva”2
, se originó un conflicto que tiene raíces históricas antes de la aparición
de las autodefensas campesinas, luego guerrillas. Desde ese entonces se dividió el territorio nacional en “centro
y periferia”, una periferia siempre excluida y siempre apartada de ese centro político de poder que hasta nuestros
días no se ocupa de garantizar todos los derechos para la población de la periferia campesina, desde hace más de
un siglo estas zonas no cuentan con presencia de Estado, entendiendo esa presencia más allá de fuerza pública
que le ha aportado al derramamiento de sangre a favor de unos cuantos gamonales y terratenientes desde el S.XX
hasta nuestros días. Una periferia donde el orden social es bastante diferente y difuso al que conocemos en las
ciudades, y que a punta de luchas agrarias, campesinas e indígenas han tenido que reclamar lo que por derecho
les pertenece. Ahora bien, quién entonces es el responsable? Esa pregunta no es la que se hace el ciudadano
común en redes sociales, esa pregunta muchos no la contemplan porque el discurso de los que han sometido
nuestro campo a semejante trama de injusticias que podría enlistar, ha hecho posible invisibilizar a través de
años de dominación cultural. Este sería un buen punto que me alienta al optimismo porque seguramente de
aprobar el Acuerdo volvemos al inicio del dilema, qué va a pasar entonces si nos damos cuenta que los culpables
y asesinos no están solamente en las filas del verde olivo y el fusil?
Después de darle vueltas al asunto, sigo convencida de dar mi SÍ, no por creer que el lunes amaneceremos en
“paz”, o al menos esa “paz” de la que saca provecho este sistema de gobierno para que no veamos más allá de las
narices. Doy mi SÍ porque quiero otorgarle la posibilidad a mis hijos de pensarse una construcción social de
nuestro país, de lograr una mirada crítica de la realidad que no se reduzca a los intereses particulares, una
herramienta de cuestionamiento que supere el discurso preestablecido del gobierno y sus opositores de turno
que son de la misma colada, quiero entregar con ese SÍ un acto comprometido de transformar las relaciones
sociales sin exteriorizar culpas, es decir, sin creer que todos nuestros problemas aquí son por las FARC, sino que
exista la posibilidad de encontrar responsables más atroces que las FARC mismas.
Y son esos que se esconden tras los escritorios del gobierno, porque si hablamos de injusticias, es allí donde
debemos volcar la mirada, asesinos encontramos en el gobierno (revise la historia si no me cree, al menos la del
paramilitarismo que es más reciente…), corruptos encontramos en el gobierno (esto no hace falta aclararlo),
narcotraficantes encontramos en el gobierno (revise la historia de funcionarios públicos de Presidentes para abajo que
han mantenido vínculos con el narcotráfico), y esto no es un secreto que deba seguir permaneciendo oculto, la historia
nos ha mostrado esas verdades pero no se ha logrado sentar las bases para reclamar por ello, o sí se ha reclamado,
pero el resultado sigue siendo el mismo, asesinatos y más asesinatos.
Por otro lado, podemos encontrar que después de la cortina de humo que significó el bipartidismo que
desencadenó en la época de La Violencia y el Frente Nacional y que no significó más que la disputa entre unos
cuantos por el poder y el control ideológico de la Nación; ahora la mejor cortina de humo que se encontró o que
se escudriñó en nuestra historia para quejarnos de las dolencias de nuestro país ha sido el Conflicto Armado, con
él llegaron las guerrillas, los paramilitares, los narcotraficantes, , entendiéndolos como los otros, los ilegales, los
2
Al respecto puede ampliarse en el texto de Hernando Gómez Buendía, Orígenes: Guerra en la Periferia, Primera parte del
Informe Nacional de Desarrollo Humano para Colombia, 2003.
4. “enemigos de la patria”, pero creo firmemente que de esos encontramos en los altos puestos del gobierno (como
ya mencioné anteriormente) y es ahí donde muchos temen llegar y a cambio nos insertan las ideas más aberrantes
para que desistamos de dar ese SÍ, usando artimañas como decir que seremos comunistas, que nos volveremos
una Venezuela, o que entregaremos el país a la guerrilla, que se debilitará nuestra democracia (y yo me pregunto
por cuál democracia), y con esto se ha generado una especie de terrorismo social para lograr un NO que mantenga
seguro ese secreto a gritos de la historia Colombiana, porque seguramente de ganar el SÍ (y con esto de manera
optimista confiaría en que sucedería) muchos tendrán que rendir cuentas o por lo menos tendremos más
elementos para reclamar por esas cuentas.
Por último sé que el proceso claramente es largo, que la solución a nuestros problemas será tal vez más larga e
intrincada que lograr el Acuerdo con las FARC, pero al menos habrá otra historia que escribir y por lo menos por
lo que me queda de tiempo, seré partícipe de ella y no coloreando palomitas de la paz y desencantándome, sino
apostándole a contribuir desde mi relaciones cercanas a la transformación positiva de la realidad, buscando cada
día ser más coherente con las acciones, propendiendo por una ética social que deje semillas, que rompa burbujas
para finalmente en algún día vivir una realidad verdaderamente diferente.
Así terminan –por ahora- mis reflexiones, digo por ahora, porque creo que quedan por fuera muchísimos más
aspectos que como estos podrían desarrollarse. Dejo entonces las reflexiones de una mujer, compañera, madre,
profesora, socióloga, hermana, tía, amante de la cocina y de la vida!