¿Qué son los contaminantes orgánicos persistentes?
¿Cuáles son las sustancias candidatas?
Programa de las naciones unidas
Convenio de Estocolmo
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Sustancias Persistentes, Tóxicas y Bioacumulables (PBT): Contaminantes Orgánicos Persistentes (COPs
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2. Las sustancias orgánicas que son persistentes, bioacumulables y que poseen
características de toxicidad capaces de ocasionar efectos adversos a la salud o al
ambiente se conocen como Sustancias Persistentes, Tóxicas y Bioacumulables (PBTs).
Dependiendo de su movilidad en el ambiente, estas sustancias pueden ser de interés
local, regional o global.
Los Contaminantes Orgánicos Persistentes (COPs) se definieron como una subclase de
los PBT, los cuales tienen las siguientes propiedades.
• Poseen características tóxicas
• Son persistentes
• Son capaces de bioacumularse
• Son propensos al transporte atmosférico de largo alcance
3. ¿CUÁLES SON LAS SUSTANCIAS CANDIDATAS?
Al tiempo que la Convención de Estocolmo ratificaba el acuerdo
internacional sobre el control de doce compuestos COPs prioritarios, nuevos
estudios han señalado la importancia de otras sustancias o grupos de
sustancias. A este respecto, el propio Convenio de Estocolmo ha previsto
procedimientos para considerar regularmente la inclusión de nuevas
sustancias en el listado del Convenio. De acuerdo a lo anterior, cualquier
gobierno puede, mediante una argumentación adecuada, proponer la
adición de uno o más contaminantes.
En este sentido, existe evidencia creciente del impacto potencial de algunos
compuestos plastificantes, varios tipos de retardantes de flama, ciertos
limpiadores y surfactantes, como los alquilfenol-etoxilatos, y varios grupos
de compuestos organometálicos, entre otros, los cuales se indican a
continuación:
Estos compuestos pueden considerarse de importancia ambiental prioritaria,
y si bien a la fecha se carece de una evaluación adecuada y completa para
todos ellos, los datos disponibles sugieren fuertemente la necesidad de
realizar estudios más detallados sobre su impacto ambiental y efectos
toxicológicos.
4. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP en sus
siglas inglesas) reconoce que "hay sustitutos para la mayoría de los COPs,
pero su uso se ve obstaculizado por su elevado coste, la insuficiente
concienciación pública o la falta de la adecuada infraestructura o tecnología".
Diversas organizaciones consideran insuficientes las medidas adoptadas
hasta ahora, como los más de 6.000 millones de euros que se estima han
sido destinados a su control. Por ejemplo, muchos países en desarrollo
siguen utilizando DDT para acabar con los mosquitos que transmiten la
malaria.
5. Por ello, en la segunda Conferencia de las Partes (CdP-2) de la Convención de
Estocolmo, celebrada a principios de mayo de 2006 en Ginebra, Suiza, los
países con menos recursos solicitaban el incremento de la ayuda financiera para
eliminar estas sustancias, algunas de ellas muy comunes en estos países, como
el DDT o las dioxinas.
En este sentido, el Convenio de Estocolmo es una de las medidas más
destacadas de la comunidad internacional. En vigor desde el 17 de mayo de
2004, fue firmado el 23 de mayo de 2001 por más de 120 países, entre ellos los
Estados miembros de la Unión Europea (UE). La Convención de Estocolmo pide
medidas internacionales sobre la que denomina "docena sucia", 12 COPs
agrupados en tres categorías:
6. Los gobiernos firmantes se comprometían de esta forma a promover las mejores
técnicas disponibles y las mejores prácticas ambientales para identificar,
reemplazar y prevenir tanto los COPs existentes como los que pudieran
desarrollarse en un futuro. En el caso de las dos primeras categorías, el convenio
se marcaba la prohibición de los mismos. Sin embargo, para los COPs no
intencionales, subproductos de determinados procesos energéticos e industriales,
se proponía su máxima reducción posible.
El uso de los COPs comenzaba en 1945 con la producción a gran escala del DDT
como plaguicida, para controlar los insectos causantes de enfermedades o
desastres en las cosechas. El DDT (dicloro-difenil-tricloroetano) es un compuesto
orgánico descubierto en 1874, aunque no fue hasta 1939 cuando el químico suizo
Paul Hermann Müller encontraba sus propiedades insecticidas, lo que le sirvió
para ganar el Nobel de Medicina y