Este soneto describe el primer beso de la Virgen María al Niño Jesús recién nacido. Al tocarlo por primera vez, la Virgen sintió temblar el infinito y todo el cosmos y el mar parecían llorar. Al arrullarlo con su nana, lo envolvió en el pesebre. Cuando la Virgen besó la frente del Niño, su mirada desheló el frío y se produjo un milagro de luz y amor que quemaron la tierra.