Galileo Galilei (Pisa, 15 de febrero de 1564 – Florencia, 8 de enero de 1642),fue un astrónomo, filósofo, matemático y físico italiano que estuvo relacionado estrechamente con la revolución científica. Eminente hombre del Renacimiento, mostró interés por casi todas las ciencias y artes (música, literatura, pintura). Sus logros incluyen la mejora del telescopio, gran variedad de observaciones astronómicas, la primera ley del movimiento y un apoyo determinante para el Copernicanismo. Ha sido considerado como el «padre de la astronomía moderna», el «padre de la física moderna» y el «padre de la ciencia».
4. Censura
He leído, por orden del Rvdmo. P. Maestro del Sacro Palacio,
esta obra, El Ensayador, y aparte de que no encuentro en
ella nada que desdiga de las buenas costumbres ni que
contradiga la verdad sobrenatural de nuestra fe, he
advertido tantas bellas consideraciones sobre nuestra
filosofía, que considero que nuestro siglo no podrá sólo
vanagloriarse en el futuro de haber sido el heredero de las
fatigas de los pasados filósofos, sino también de ser el
descubridor de muchos secretos de la naturaleza que
aquéllos no pudieron descubrir, gracias a la sólida y sutil
investigación del autor, considerándome dichoso de haber
nacido en su tiempo, en el que, no con la romana y a bulto,
sino con balanzas de exquisita precisión, se sopesa el oro de
la verdad.
Nicolò Riccardi, Roma, 2 de febrero de 1623
5. Dedicatoria a la Santidad de Nuestro Señor,
Papa UrbanoVIII
En este universal júbilo de las buenas letras y aún de la
misma virtud, mientras la Urbe toda especialmente la
Santa Sede resplandece más que nunca por teneros a
Vuestra Santidad, por disposición celeste divina, no existe
mente alguna que no se entregue a loables estudios y a
nobles investigaciones, imitando un ejemplo tan eminente.
(…) Traemos, como prueba de nuestra devoción y como
tributo de nuestra servidumbre, El Ensayador, de nuestro
Galilei, el florentino descubridor, no de nuevas tierras,
pero sí de partes nunca vistas en el cielo.
Gli Accademici Lincei, 20 de Octubre de 1623
6. Violencia de la polémica
(Sarsi no debió llamar su libro: “Libra astronómica y
filosófica)… hubiera debido titularlo “El astronómico y
filosófico escorpión”, constelación llamada por nuestro
soberano poeta Dante:
Figura de frío animal
Que con la cola hiere a las gentes;
Y ciertamente no le faltan punzadas contra mí, y tanto más
graves que las del escorpión, puesto que éste, como amigo
del hombre, no hiere si antes no ha sido ofendido y
provocado, mientras que aquél muerde sin que yo le haya
molestado ni siquiera con el pensamiento. Por fortuna,
conozco el antídoto y el remedio inmediato contra tales
punzadas: aplastaré y estregaré el mismo escorpión sobre
las heridas, para que el veneno reabsorbido por el propio
cadáver, me deje a mí libre y sano.
7. Epistemología en “El ensayador”
“La filosofía está escrita en este grandísimo libro que
continuamente tenemos abierto ante los ojos (el
universo, digo yo) pero que no se puede comprender si
primero no se aprende a entender la lengua y a conocer
los caracteres en que está escrito. Está escrito en lengua
matemática y los caracteres son triángulos, círculos y
otra figuras geométricas, medios sin los cuales es
imposible entender humanamente una palabra, sin los
cuales se dan vueltas vanamente por un oscuro
laberinto”
.
8. Pocos son los verdaderos filósofos
“¿Tal vez cree Sarsi que dentro de cualquier recinto amurallado
se encuentran escuadrones de buenos filósofos? Yo más bien
creo, Sr. Sarsi, que vuelan como las águilas y no como los
estorninos, y porque ellas son escasas, poco se las ve y menos
se las oye, mientras que éstos, que vuelan en bandadas, allá
donde se posan llenan el aire con sus gritos y revuelos y
revuelven el mundo entero. Pero, ¡ojalá fueran los filósofos
verdaderos como las águilas y no como el ave Fénix! (…)
Pocos siguen la verdadera filosofía;
(Más seguidores tendrá) “…la magnificencia de los títulos, la
abundancia y grandiosidad de las promesas, al atraer la natural
curiosidad de los hombres y al mantenerlos ensimismados en
falacias y quimeras, sin jamás hacerles gustar la agudeza de una
verdadera demostración que les despierte su gusto dormido
para que sean capaces de reconocer lo insípido de sus habituales
comidas”.
9. CUALIDADES MATEMÁTICAS Y CUALIDADES SENSIBLES
“Por tanto digo que me siento obligado por la necesidad,
inmediatamente concibo una materia o sustancia corpórea,
a concebir al mismo tiempo que ella está terminada y
conformada por esta o aquella figura, que en relación con
otras es grande o pequeña, que está en este o en aquel
lugar, en este o aquel tiempo, que se mueve o está quieta,
que toca o no otro cuerpo, que es una, pocas o muchas, y
por ninguna imaginación puedo separarla de estas
condiciones; pero que deba ser blanca o roja, amarga o
dulce, sonora o muda, de grato o ingrato olor, no siento que
deba hacer fuerza a la mente para que deba aprehenderla
acompañada necesariamente de tales condiciones: más
aún, si los sentidos no lo hubiesen advertido, tal vez el
discurso o la imaginación por sí misma no llegaría a ella
jamás”.
10. “PRETENDER TRATAR LAS CUESTIONES
NATURALES SIN GEOMETRÍA ES PRETENDER
HACER LO IMPOSIBLE”
11. ¡Qué leve es el calor!
“Que con su exquisita balanza Sarsi no haya encontrado
disminución de peso en un trozo de cobre, batido y
recalentado varias veces, se lo puedo creer, pero no el que
no haya disminuido, dado que perfectamente puede suceder
que haya disminuido tan poco que sea imperceptible para
cualquier balanza... Aún más, tómese una bola de ámbar
gris, de almizcle o de cualquier materia olorosa: digo que
llevándola consigo durante quince días, llenará de olor mil
casas y mil calles, es decir cualquier lugar por donde se pase;
pero esto sucederá con disminución de esta materia, sin la
que indudablemente no existiría aroma; volviéndose a pesar
al cabo de este tiempo, no se verá que haya experimentado
una disminución sensible.
12. He aquí, pues, encontradas para Sarsi unas
disminuciones insensibles de peso, producidas por el
desgaste de meses enteros, que no es lo mismo que un
octavo de hora, que es lo que debió durar su martilleo
sobre el trozo de cobre. ¡Y tan exquisita es una balanza
de ensayadores como una báscula filosófica!”
13. Los sentidos humanos, las cualidades y los átomos
“Creo que explicaré más claramente mi idea con algún
ejemplo. Voy pasando mi mano sobre una estatua de
mármol, o sobre un hombre vivo. En cuanto a la acción
que viene de la mano, respecto a esa mano, es la misma
sobre uno u otro sujeto, pues pertenece a esos primeros
accidentes, es decir, movimiento y tacto; no la solemos
llamar con otros nombres. Pero el cuerpo animado que
recibe tales operaciones, siente diversas sensaciones,
según sea tocado en una o en otra parte; así, al ser
tocado por ejemplo en las plantas de los pies, sobre las
rodillas o bajo las axilas, siente, aparte de la común
sensación táctil, otra sensación a la que hemos puesto
un nombre particular: cosquillas;
14. esta sensación es totalmente nuestra, y no de la mano, y
me parece que se equivocaría en grado sumo quien
quisiese decir que la mano, aparte del movimiento y del
tacto, tiene en sí otra facultad diferente a éstas, es decir,
el cosquillear, como si las cosquillas fuesen un accidente
que residiese en ella.
Un trozo de papel o una pluma, estregada ligeramente
sobre cualquier parte de nuestro cuerpo, hace, en cuanto
a sí misma, la misma operación, cual es la de moverse y
tocar, pero en nosotros, al tocarnos entre los ojos, o en la
nariz, o dentro de las narices, excita un cosquilleo casi
insoportable, mientras que en otras partes apenas se
deja sentir. Ahora bien, ese cosquilleo es totalmente
nuestro, y no de la pluma; eliminado el cuerpo animado y
sensitivo, de esa sensación no queda más que un mero
nombre.
15. Así, pues, de igual y no mayor existencia creo yo que
puedan ser muchas cualidades que son atribuidas a
los cuerpos naturales, como los sabores, los olores,
los colores y otras.
Un cuerpo sólido, y como se dice, bastante material,
aplicado y movido sobre cualquier parte de mi
persona, produce en mí esa sensación que llamamos
tacto, la cual, si bien reside en todo el cuerpo, sin
embargo, parece que reside especialmente en las
palmas de las manos y sobre todo en las yemas de los
dedos, mediante las cuales sentimos pequeñísimas
diferencias de aspereza, lisura, blandura y dureza, que
con otras partes del cuerpo no distinguimos tan bien;
16. de estas sensaciones unas nos son más gratas y otras
menos, según la diversidad de las formas de los cuerpos
tangibles: lisos o escabrosos, agudos u obtusos, duros o
blandos; este sentido como más material que los demás
y que se ejerce sobre la solidez de la materia, parece que
guarda relación con el elemento tierra.
Algunos de estos cuerpos se van disolviendo
constantemente en mínimas partículas de las que
algunas, más pesadas que el aire, caen hacia abajo, y
otras más ligeras ascienden hacia arriba; de aquí tal vez
nacen otros dos sentidos, pues estas partículas van a
herir dos partes de nuestro cuerpo bastante más
sensitivas que nuestra piel, que no siente las incursiones
de materias tan sutiles, tenues y blandas;
17. esas partículas mínimas que descienden, recibidas sobre
la parte superior de la lengua, penetran su sustancia,
mezcladas con su humedad, provocando los sabores,
suaves o ingratos según los diferentes contactos de las
formas de esas partículas, o según sean pocas o
muchas, o más o menos veloces; las otras que
ascienden, entran por las narices y van a herir algunas
papilas que son el instrumento del olfato; aquí
igualmente son recibidos sus contactos con mayor o
menor agrado por parte nuestra, según que sus formas
sean éstas o aquéllas, o sus movimientos lentos o
veloces, o estas partículas, muchas o pocas.
18. En cuanto al sitio, la lengua y los canales de la nariz se
hallan bien dispuestos: aquélla extendida hacia abajo
para recibir las incursiones que descienden, y éstos
acomodados para los que ascienden; tal vez para excitar
los sabores, los fluidos que descienden por el aire se
acomodan con cierta analogía, y para excitar los olores
las materias ígneas que ascienden (lo hacen de modo
similar). Nos queda después el elemento aire para los
sonidos, los cuales nos llegan indiferentemente desde
las partes bajas, desde las altas o desde las laterales, al
estar nosotros inmersos en el aire, cuyo movimiento en
sí mismo, es decir, en la propia región, se extiende
igualmente en todas las direcciones;
19. la colocación de las orejas está como dada de la mejor
manera posible para recibir los sonidos provenientes
de todas partes, pues sin que existan más cualidades
sonoras o transonoras, un frecuente temblor del aire
encrespado en diminutas ondas mueve cierto cartílago
de cierto tímpano que está en nuestro oído. Las
maneras externas capaces de provocar este
encrespamiento del aire son muchas; se reducen en su
mayor parte al temblor de algún cuerpo, que
golpeando el aire lo encrespa, extendiéndose las
ondas a través de él con gran velocidad; la frecuencia
de estas ondas produce la agudeza del sonido, y la
escasez de ondas, la gravedad.
20. Así, pues, que en los cuerpos externos, para excitar
en nosotros los sabores, los olores y los sonidos, se
requiera algo más que magnitudes, formas,
cantidades y movimientos lentos o veloces, yo no lo
creo; considero que eliminados los oídos, la lengua y
las narices, sólo quedan las figuras, los números y los
movimientos, pero no los olores, ni los sabores, ni los
sonidos, los cuales, sin el animal viviente, no creo que
sean otra cosa sino nombres, como precisamente no
son otra cosa que un nombre, las cosquillas y el
cosquilleo, eliminadas las axilas y la piel que está en
torno a la nariz.
21. Y dado que los cuatro sentidos considerados guardan
relación con los cuatro elementos, así creo que la vista,
sentido excelente sobre todos los demás, guarda relación
con la luz, pero con esa relación de excelencia que existe
entre lo finito y lo infinito, entre lo temporal y lo
instantáneo, entre el cuanto y lo indivisible, entre la luz y
las tinieblas. De esta sensación y de las cosas que a ella se
refieren, no pretendo entender sino muy poco, y eso poco,
para aclararlo, o mejor dicho, para ensombrecerlo en el
papel, no me bastaría mucho tiempo y por ello lo paso en
silencio”.
22. Un cuento…
“Me parece haber observado, tras largas experiencias, que la
condición humana es tal, en torno a las cuestiones
intelectuales, que cuando menos se entiende y se sabe de
una cosa, tanto mas decididamente se habla sobre ella; y al
contrario, que la cantidad de cosas entendidas y conocidas
hace mas lento e indeciso el sentenciar sobre alguna
novedad.
“Hubo una vez en un lugar bastante solitario, un hombre
dotado por la naturaleza de un ingenio perspicaz y de una
curiosidad extraordinaria; por mera diversión, cuidaba
pájaros diversos, disfrutando con su canto, y observaba con
gran maravilla ese artificio consistente en que con el mismo
aire que respiraban formaban a su arbitrio cantos diversos,
todos dulcísimos.
23. “Sucedió una noche que oyó junto a su casa un delicado
canto, y no pudiendo imaginar que fuese otra cosa sino un
pajarillo, salió a capturarlo; pero, al llegar a la calle,
encontró a un pastorcillo que soplando una madera
agujereada y moviendo los dedos sobre ella, unas veces
cerrando, otras abriendo los agujeros que en ella existían,
obtenía esas diferentes voces, semejantes a las de un
pájaro, pero de una manera diferente. Asombrado y llevado
de su natural curiosidad, dio al pastor un ternero a cambio
de la flauta; reflexionando después a solas reconoció que si
no hubiera acertado a pasar por allí el pastor, no habría
aprendido que había en la naturaleza dos modos de formar
voces y cantos suaves;
24. por ello decidió alejarse de casa, creyendo encontrar alguna
nueva aventura. Sucedió que al día siguiente, al pasar ante un
pequeño tugurio, oyó que dentro sonaba una voz semejante;
quiso saber si se trataba de una flauta o de un mirlo; entró y
vio a un niño que frotaba sobre algunos nervios tensos,
colocados sobre cierta madera cóncava, un arco que
mantenía en la mano derecha, mientras con la mano
izquierda mantenía el instrumento y movía los dedos sobre él;
sin mayores esfuerzos obtenía voces diversas y muy dulces.
Juzgue quien participe del ingenio y de la curiosidad de este
hombre, cuál no sería su asombro al ver que se sobreañadían
dos modos nuevos e inopinados para formar la voz y el
canto;
25. empezó a creer que podrían existir otros más en la
naturaleza. Y cuál no seria su asombro, cuando, al entrar
en cierto templo, se puso a mirar detrás de la puerta para
ver quién había sonado y observó que el sonido había
salido de los goznes y de las bisagras de la puerta al abrirse
y cerrarse. Otra vez, llevado de su curiosidad, entró en una
taberna, y creyendo encontrar a alguien que con el arco
tocaba ligeramente las cuerdas de un violín, vio a uno que
al frotar la yema de un dedo sobre el borde de un vaso,
obtenía un suave sonido.
26. “Pero, cuando después observo que las avispas, los
mosquitos y los abejorros, no como sus primeros pájaros
que al respirar formaban voces ininterrumpidas, sino con
un velocísimo batir de las alas, sacaban un sonido
constante, tanto creció en el él asombro, cuanto ridiculizó
la opinión que antes tenía sobre sus conocimientos sobre
la producción de los sonidos; todas las experiencias vistas
no le hubieran bastado para hacerle comprender o creer
que los grillos, que no volaban, pudiesen producir sonidos
tan dulces y sonoros, no al respirar, sino al batir las alas.
27. Y cuando creía que ya no era posible que existiesen más
modos de producir sonidos, una vez que había observado
aparte de los modos ya narrados, los órganos, las trombas, los
pífanos, los instrumentos de cuerda de tantas y tantas clases,
e incluso esa lengüeta de hierro que, sujeta con los dientes,
se sirve de la cavidad de la boca como caja de resonancia y
del aliento como vehículo del sonido, cuando digo, creía
haberlo visto todo, encontróse mas que nunca envuelto en la
ignorancia y en el asombro al encontrarse con una cigarra
que, ni al cerrarle la boca, ni al sujetarle las alas, amainaba en
su fortísimo estruendo; no veía que moviese las escamas, ni
parte alguna de su cuerpo;
28. levantóle finalmente la caparazón del tórax y viendo
debajo algunos cartílagos, duros aunque sutiles, y
creyendo que el estrépito derivase del movimiento de
éstos, se vio obligado a rompérselos para hacerla callar;
pero todo fue en vano, hasta que presionando con la
aguja más adentro, le quitó, con la voz, la vida; de
modo que tampoco pudo averiguar si su canto
provenía de esos cartílagos, por lo que mostró tal
desconfianza en su saber, que al preguntársele cómo se
producían los sonidos, modestamente respondía que
conocía algunos modos, pero que daba por seguro que
podían existir cien otros desconocidos e inopinables…
“… la dificultad de entender cómo se produce el canto
de la cigarra que tenemos en la mano, excusa con
creces el no saber como se genera el cometa que se
halla tan lejos”.
29.
30.
31.
32. DIÁLOGO SOBRE DOS GRANDES SISTEMAS DEL MUNDO
EL DIVINO ARQUITECTO
“Quien más altas tiene sus miras, en mayor grado se
diferencia; volverse al gran libro de la Naturaleza, que es el
objeto propio de la filosofía, es el modo de elevar esas
miras; en este libro, aunque todo lo que en él se lea, como
obra de Artífice omnipotente, sea por ello solo
proporcionadísimo, sin embargo, será más claro y más
digno, aquello en donde, a nuestro parecer, mejor se
manifieste el trabajo y el artificio”.
33. LOS ARISTÓTELICOS DOGMÁTICOS
“SAGR. Con mucho gusto. Me encontraba un día en casa de
un médico muy estimado en Venecia a la que, algunos por
su estudio y otros por curiosidad, acudían a veces a ver
alguna disección anatómica hecha por un anatomista que
realmente era tan docto como diligente y experto. Y se dio
el caso de que aquel día se estaba buscando el origen y
nacimiento de los nervios, sobre el que existe una famosa
controversia entre los médicos galenistas y los
peripatéticos. Al mostrar el anatomista que, partiendo del
cerebro y pasando por la nuca, la grandísima cepa de los
nervios iba después descendiendo por la espina dorsal y
derramándose por todo el cuerpo, y que solo un hilo
sutilísimo como el de coser llegaba al corazón,
34. se volvió a un gentilhombre del que sabía que era filósofo
peripatético y por cuya presencia lo había abierto y
mostrado todo con extraordinaria diligencia y le preguntó
si quedaba satisfecho y convencido de que el origen de los
nervios procedía del cerebro y no del corazón. A lo cual el
filósofo, después de quedarse pensativo un momento,
respondió: “Vos me has hecho ver eso de modo tan claro
y sensible, que si no se diese el caso de que hay un texto
de Aristóteles en contra, que dice abiertamente que los
nervios nacen en el corazón, habría que aceptarlo
forzosamente como verdadero”.(96)
35. LA NATURALEZA NO ES UN MUNDO DE PAPEL
“...Sr. Simplicio, venid con razonamientos y
demostraciones, vuestras o de Aristóteles, y no con textos
y autoridades sin más, porque nuestros razonamientos
tienen que tratar sobre el mundo sensible y no sobre un
mundo de papel”.
“Yo tengo un librito bastante más elemental que el de
Aristóteles o que el de Ovidio, en el que se contienen todas
las ciencias y que con muy breve estudio puede servir para
la solución de todos los problemas: el alfabeto”.
LA NATURALEZA ANTES, EL ENTENDIMIENTO DESPUÉS
“...la naturaleza ha hecho primero las cosas a su modo y
después construido los razonamientos humanos aptos para
poder entender (aunque con fatiga) algo de sus secretos.”
36. ARISTÓTELES Y LOS SENTIDOS
“SIMP. Aristóteles que, aunque era perspicacísimo, no
esperaba de su talento mas de lo conveniente, consideró
en su filosofía que la experiencia sensible debía
anteponerse a cualquier razonamiento elaborado por la
mente humana, y añadió que los que negaran los sentidos
merecían que se les castigara privándoles de ellos.”
“SALV. Siempre que queráis poner de acuerdo lo que os
muestre la experiencia con las más sólidas doctrinas de
Aristóteles, no tendréis ningún trabajo. Prueba de que esto
es cierto: ¿no dice Aristóteles que, dada su gran lejanía, de
las cosas del cielo no se puede tratar con seguridad?
37. SIMP. Lo dice claramente
SALV. ¿No afirma también que lo que la experiencia y los
sentidos nos demuestran debe anteponerse a cualquier
razonamiento por bien fundado que parezca? ¿Y no dice
eso decididamente, sin titubear?
SIMP. Lo dice.
SALV. Ahora bien, de estas dos proposiciones, ambas
doctrinas de Aristóteles, la segunda, que dice que hay que
anteponer los sentidos al razonamiento, es doctrina
mucho más sólida y segura que la que considera que el
cielo es inalterable. Por tanto, filosofaremos más
aristotélicamente diciendo “el cielo es alterable, porque
así me lo muestran los sentidos”, que si dijéramos: “el
cielo es inalterable porque nos convence de ello el
razonamiento de Aristóteles”.
38. “Añadid que nosotros podemos teorizar mucho mejor que
Aristóteles sobre las cosas del cielo, porque al confesar
éste que tal conocimiento le es difícil por su lejanía de los
sentidos, está aceptando que aquél a quien los sentidos
pudiesen representarse mejor el cielo, podría filosofar
sobre éste con mayor seguridad. Ahora bien, nosotros,
gracias al telescopio, nos lo hemos acercado treinta o
cuarenta veces más de lo que estaba para Aristóteles, de
modo que podemos captar en el cielo cien cosas que él no
pudo ver. Entre otras, estas manchas en el Sol, que le
fueron absolutamente invisibles. Por tanto, sobre el cielo y
el Sol, nosotros podemos tratar con mayor seguridad que
Aristóteles”.
39. SI ARISTÓTELES VOLVIERA...
“... afirmo que en nuestro siglo disponemos de accidentes
y observaciones nuevas y de tal carácter, que no dudo que
si Aristóteles viviese hoy cambiaría de opinión”.
40. CONTRA LAS “VIRTUDES ESENCIALES”
“Cuanto más me empeño en considerar la vanidad de los
razonamientos populares, tanto más los encuentro ligeros y
estúpidos. ¿Qué tontería hay mayor, ni se puede imaginar,
que la que llama cosas preciosas a la gema, a la plata y al
oro, y vilísimas a la tierra y al fango?; ¿cómo no piensan que
si fuera tanta la escasez de la tierra, cuanta es la alegría de
los metales más preciosos, no existiría príncipe alguno que
con mucho gusto no gastaría una suma de diamantes y de
rubíes y cuatro carretas de oro para tener solamente la
tierra necesaria para plantar en un pequeño tiesto un
jazmín, o para sembrar un naranjo de la China, para verlo
nacer, crecer y producir tan bella fronda, tan olorosas flores
y tan amables frutos?”
41. Conocimiento “intensive” y “extensive”
“Tomando el entender intensive, en cuanto tal término
indica intensivamente, es decir, perfectamente, afirmo que
el entendimiento humano puede entender algunas
proposiciones de esta manera, y por tanto, tener de ellas
absoluta certeza; así son por ejemplo, las ciencias
matemáticas, es decir, la aritmética y la geometría, de las
cuales el intelecto divino sabe infinitas proposiciones más,
porque las sabe todas, pero, de las pocas comprendidas por
el entendimiento humano, creo que el conocimiento es
igual al divino en cuanto a la certeza objetiva, puesto que
llega a comprender su necesidad, y sobre ésta no parece
que puede existir seguridad mayor”
42. Si miro a una estatua de las mejores, me digo a mí mismo:
“¿Acaso sabrías eliminar lo sobrante de una pieza de
mármol y descubrir la figura tan bella que encerraba? ¿O
mezclar y extender sobre una tela o pared diversos colores,
y con ellos representar todos los objetos visibles, como un
Miguel Angel, un Rafael, un Tiziano?”. Si observo lo que han
descubierto los hombres respecto a la distribución de los
intervalos musicales, en el establecimiento de preceptos y
reglas para poderlos manejar con extraordinario placer para
el oído, ¿cuándo podré acabar de asombrarme? ¿Qué decir
de tantos y tan diversos instrumentos? ¿Y la lectura de los
mejores poetas que llenan de asombro a quien analiza
atentamente su invención de conceptos y su desarrollo?
43. ¿Qué diremos de la arquitectura? ¿Del arte de la
navegación?
Pero por encima de todas las excelentes invenciones
¡qué grandeza de mente la de aquél que se las ingenió
para encontrar el modo de comunicar sus más
recónditos pensamientos a cualquier otra persona, por
más alejada que estuviera en el espacio y en el tiempo;
hablar con los que están en las Indias, hablar con los
que aún no ha nacido ni nacerán hasta dentro de mil o
diez mil años! ¡Y con qué facilidad: con las distintas
mezclas de veinte caractercitos sobre un papel.