A quién le importa la cultura. Notas básicas de la Cultura
Aproximaciones al concepto de cultura desde la estética, economía y política
1. Tres aproximaciones al concepto de cultura:
Estética, economía y política
El concepto de cultura unido a la estética, la economía y la política; nociones que hoy
son inherentes a las industrias culturales, las políticas, la creación y recepción de
bienes y contenidos simbólicos.
Estas prácticas, entre otras, relacionan hasta conformar una unidad que es
indispensable “integración” económica y cultural.
Arte, estética y cultura
Hacia finales del siglo xviii, la singularidad del arte resulta un hecho manifiesto. Esto,
por otra parte, no se desliga de la reflexión autónoma que comienza a realizarse sobre
el arte: la reflexión propiamente estética. Siendo así, puede afirmarse que la relativa
autonomía del arte coincide históricamente con el nacimiento de la estética, la cual se
entiende según su primera acepción como ciencia de lo bello o bellas ciencias ¿Qué se
entiende cuando se dice de alguien que “no tiene cultura”? La respuesta nos remite a
una larga tradición en la que las nociones de posesión, modelación e ideal resultan
centrales para comprender la División entre lo refinado y lo grosero, lo libre y lo
necesario, lo cultivado y lo natural. En el caso de la modernidad, esa experiencia
particular con pretensiones universales puede rastrearse a partir de la concepción
ilustrada de la cultura, entendida ésta como el cultivo del espíritu. A la civilización se
accedería, desde esta perspectiva, mediante el cultivo en las más altas manifestaciones
del espíritu humano: el arte y el conocimiento. Es necesario tener en cuenta que la
tradición ilustrada de la cultura es heredera del gusto que busca distinguirse del pueblo
en su lenguaje, estilo, ademanes y conducta.
2. Economía y cultura
El concepto de industria cultural fue una desesperada acusación contra la
mercantilización inseparable a la cultura de masas. Después de referencias como éstas,
sacadas al azar de entre la extensa literatura especializada, el asunto parecería una
cuestión resuelta: la universalización del capitalismo exige que pensemos los asuntos
culturales como cuestiones económicas; los discursos críticos no harían más que ruido
en un momento en el que se deben tomar decisiones veloces en cuanto a inversión,
gestión, negociaciones y acuerdos comerciales mediante la detallada información de la
repercusión de la cultura en las economías nacionales (PIB, inversión de capital,
número de empleos, etc.).
La perspectiva crítica
Hay, evidentemente, una desazón en las reflexiones de Adorno sobre el arte y la
industrialización, pues él se inscribe en una tradición de filósofos ascetas, aquellos para
quienes estética y ascética son inseparables.
La perspectiva negociada
Una crítica certera a la perspectiva crítica es que el análisis de las industrias culturales
no puede concentrarse únicamente en los polos de la producción y el consumo,
dejando de lado otros escalones de la actividad y el mercado de la cultura: “creación,
producción o edición (y reproducción), distribución y comercialización” son de
indispensable investigación empírica.
Por otro lado, nociones como identidad, prácticas culturales, usos y apropiaciones,
consumo cultural, desarrollo, sostenibilidad, derechos culturales, entre otras,
acompañan actualmente las reflexiones de la economía de la cultura e indican, de una
u otra manera, que los problemas sobre los bienes culturales van más allá de los
3. planteamientos propuestos inicialmente por la teoría crítica. Como recurso económico,
muchos informes indican que la cultura es uno de los sectores clave en las economías
desarrolladas y que en las dos últimas décadas el comercio global de bienes y servicios
culturales se ha cuadruplicado. No es extraño que a la par de ese crecimiento
económico se hayan creado tratados que controlan su comercio: Organización Mundial
de Comercio (OMC). A partir del tratamiento puramente económico de la cultura se
plantean algunos interrogantes que tienen que ver, básicamente, con las asimetrías
estructurales de los Estados a la hora de competir en el mercado de los bienes
simbólicos, pues son evidentes la concentración y disparidades entre las distintas
economías del mundo.
Politica y Cultura
Uno de los problemas cruciales cuando se habla de políticas culturales tiene que ver
con la definición que se haga del concepto de cultura. ¿Desde dónde y quiénes lo
definen? ¿Políticas culturales para quién? El asunto resulta complejo si se tiene en
cuenta que la cultura no puede entenderse de modo homogéneo (según las
concepciones de la unidad cultural), ni de modo sustantivo (según las concepciones de
la esencia cultural). La pregunta crucial entonces es cómo hacer políticas culturales que
integren distintas nociones de cultura. Sumado a lo anterior resulta problemático
también la misma definición de política cultural. ¿A qué se refiere? Siguiendo a Ochoa
(2003), señalemos lo siguiente: cultural policy hace referencia a la movilización de lo
cultural como prácticas textuales y artísticas promovidas por el Estado-nación, “un
campo de mediación entre la organización de lo social, lo cultural y lo político a través
de las artes; es decir, como gestión artística”. Cultural politics (“lo político en lo cultural”)
alude a las prácticas de poder de los movimientos sociales; las fronteras entre arte y
cultura, a diferencia de la anterior definición, no son claras, pues interesa
fundamentalmente cómo lo cultural deviene en lo político. Aquí, desde luego, aparece
una tensión: los que entienden la cultura a partir de lo estético tienen reservas frente a
los enfoques propiamente organizativos, mientras que los que entienden la cultura a
4. partir de los movimientos sociales tienen reservas frente a los enfoques propiamente
textuales.