3. INTRODUCCIÓN
¿Nuestra identidad es realmente legítima?
¿Es producto de un proceso de consolidación natural, o bien en su construcción ocurrió la
manipulación de algunos acontecimientos históricos?
Los argentinos no poseemos conciencia de la pérdida cultural que se produjo con el
exterminio aborígen llevado a cabo durante cincuenta años y que culminó con el golpe final
llamado “Campaña del desierto”.
Una inmensa mayoría desconoce que el 56% de los argentinos de la población actual
llevamos/llevan en nuestra/su sangre un mensaje de los antepasados indígenas, el 44%
desciende de ancestros europeos.
Así lo determinó un estudio realizado por el Servicio de Huellas Digitales Genéticas de la
Universidad de Buenos Aires, a partir del análisis de casos en 11 provincias. "Lo que queda al
descubierto es que no somos tan europeos como creemos ser", dice Daniel Corach,
director del Servicio, profesor en la cátedra de Genética y Biología Molecular de la Facultad de
Farmacia y Bioquímica de la UBA e investigador del Conicet. En una segunda etapa —junto a
Andrea Sala, investigadora del Conicet, y Miguel Marino, becario de esa institución—
analizaron comunidades aborígenes puras. (Silvina Heguy-Clarín.com - 16.01.2005).
Es por ello que con este ensayo me propongo reflexionar y hacer que se reflexione acerca de
nuestra identidad, pues un pueblo que no tiene memoria no tiene una historia legítima.
“Una vez más sostenemos que en la Historia finalmente triunfa siempre la Etica. Aunque pasen
siglos. Recuerdo cuando hace años comenzamos los jueves al anochecer, junto al monumento al
general Julio Argentino Roca, demostrando que, documento tras documento, los argentinos
honrábamos a un genocida, a un racista y a quien había restablecido la esclavitud en la
Argentina, en 1879, esclavitud a la cual nuestra increíblemente progresista Asamblea del Año
XIII había eliminado adelantándose en décadas a Estados Unidos y a Brasil.” [1]
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4. DESARROLLO
El ingreso de los conquistadores españoles generó dos mundos que perduran durante casi
cuatro siglos (XVI al XIX), finalizando este estado de situación en el año 1879, año de la
“Campaña del desierto”.
Un mundo indígena libre y soberano, multicultural, que ha menudo se encontraba en conflicto,
y que además no tenía una homogeneidad política; coexistía con un mundo hispanocriollo, con
una unidad política (por su pertenencia a la corona española), con una tendencia a la
expansión territorial.
Los españoles tenían una mirada hacia el mundo indígena como de un todo, eran los nativos
que se oponían a los extranjeros. No eran considerados personas, eran inferiores; la realidad
era que tenían una basta cultura, con sus tradiciones, idiomas, creencias y saberes artesanales.
Comparando esta situación con la Teoría de las Ideas, de Platón, podríamos decir que el
pueblo indígena tenía las dos realidades, la realidad inteligible llamada de las ideas y la
realidad sensible o de las cosas. Esto significa que eran personas con dignidad, con principios
existenciales tal vez más que sus invasores europeos.
En relación a esto último podemos citar la siguiente frase, “el territorio es [...] la base del mundo
espiritual que soporta y da vitalidad a la vida” [2]
Un principio existencialista aborígen era el siguiente: “A la tierra se le debe la propia existencia y
por eso hay que cuidarla, honrarla, venerarla e incluso mimarla.” [3]
Las fronteras establecidas en el S. XVI perduraron hasta inicios del S. XIX, que avanzaron
parcialmente hasta la conquista definitiva en 1879.
La mal llamada “Campaña al desierto” fue un plan sistemático de eliminación y
desplazamiento de los habitantes naturales de las pampas y el sur argentinos, para luego
usurpar sus tierras y entregarlas a los amigos del poder, llevado a cabo por una expedición
militar liderada por el Gral. Julio A. Roca. Fue la última etapa del aniquilamiento y de la
pérdida de identidad cultural, que venía sucediendo ya desde hacía cincuenta años.
Resulta interesante conocer la forma elocuene con la que Roca defendía su proyecto: "Estamos
como nación empeñados en una contienda de razas (...) Destruyamos, pues, moralmente esa raza
[la indígena], aniquilemos sus resortes y organización política, desaparezca su orden de tribus y
si es necesario divídase la familia. Esta raza quebrada y dispersa, acabará por abrazar la causa
de la civilización".
Los aborígenes que habitaban las zonas mencionadas eran los araucanos, divididos en grupos
étnicos entre ellos los mapuches, los ranqueles, los puelches y los tehuelches.
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5. El Estado denominaba a los indígenas como “raza estéril”, lo cual demuestra el desprecio
propiciado desde los más altos niveles del país.
“No es sorpresa, dada la eminencia de Darwin y de las alabanzas científicas hechas acerca de la
teoría de la evolución, que evolucionistas de varios colores empezaron a explotar sus ideas para
lograr sus propios fines políticos y morales” [4]
“No es de extrañar que, en una época donde todavía había esclavitud en Sudamérica, y donde
erradas reinterpretaciones de las teorías de Darwin dieron paso al darwinismo social, a los
indígenas de las tribus que practicaban malones se los tratara como seres inferiores, sin los
mismos derechos que los criollos o los europeos, al igual que ocurría en casi todos los rincones
del globo con otros pueblos originarios, incluso con los no belicosos “ [5] [6]
Es posible que una mala interpretación de la teoría de selección natural de Charles Darwin,
denominada Darwinismo Social haya sido utilizada como un fundamento que animó a Roca
a dar el golpe final al ya atribulado pueblo indígena.
Otra justificación filosófica y moral para la conquista pudieron haber sido algunas ideas de
Aristóteles. El filósofo decía: "Algunos seres desde el momento en que nacen, están destinados,
uno a obedecer y otros a mandar", "La naturaleza... hace distintos los cuerpos de los hombres
libres y de los esclavos, dando a éstos el vigor necesario para las obras penosas y haciendo a los
primeros incapaces para los trabajos duros". [7]
Hay una justificación económica dada por la necesidad de tierras para conformar el modelo
agroexportador, y satisfacer un mercado internacional con una demanda en aumento de
materias primas y alimentos.
La modernidad que había comenzado en Europa durante el siglo XVII, fundamentada en el
racionalismo, tuvo como una consecuencia directa el progreso económico, y el aumento de la
población, y su consecuente aumento de la necedidad de alimentos.
Esto indudablemente fue determinante para la apropiación definitiva de las tierras de los
pueblos originarios.
Entre abril y mayo de 1879 se realizó la acción relámpago. Cerca de 6000 soldados, en 5
divisiones equipadas con el mejor armamento de la época, avanzaron decididas a barrer la
llanura.
El objetivo de la “campaña del desierto” era disciplinar, establecer un orden, normalizar para
imponer la verdad de la clase dirigente y así ejercer poder.
Según las reflexiones de Michel Foucault, el poder es la capacidad que tiene un sujeto de
imponer su verdad, como la verdad para el otro, además es el mismo quien la crea.
La meta del poder es: sujetar la subjetividad del sujeto.
El poder es al mismo tiempo objeto e instrumento del saber.
Con respecto al ensayo se puede reflexionar que la campaña tuvo como una de sus metas,
evitar el libre albedrío de los pueblos originarios, quitarles su libertad, es decir someterlos
para dominarlos e imponer “la verdad” oficial.
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6. “Es preciso anular los efectos de las distribuciones indecisas, la desaparición incontrolada de los
individuos, su circulación difusa, su coagulación interminable y peligrosa: táctica de
antideserción, de antivagabundeo [...] se trata de establecer las presencias y las ausencias, de
saber dónde y cómo encontrar a los individuos, instaurar las comunicaciones útiles, interrumpir
las que no lo son” [8] (Fragmento de: “Vigilar y Castigar” de Michel Foucault)
Este fragmento da cuenta de los objetivos de la Generación del 80 en relación a la pampa.
Entre los cuales podemos citar el proceso de sometimiento de las comunidades originarias a
través de su incorporación como mano de obra esclava, su encierro en campos de
concentración, (ghuetos) el intento de erradicar su identidad y la distribución forzada de sus
miembros, todo esto para lograr el objetivo final que era apropiarse de millones de hectáreas
para repartir entre las clases dominantes de la época.
La imposición de orden y la normalización fueron instrumentos para instaurar la república, se
buscaba una homogeneización de la población, de su forma de pensar, de sus creencias y de su
educación. Esto ocurrió a pesar de ser un territorio multiétnico, multicultural y plurilingüe.
Desde entonces las políticas educativas de Argentina se han caracterizado por la
homogeneización y la negación del multiculturalismo.
Como correlato podemos citar el siguiente fragmento:
“El menosprecio que Domingo Faustino Sarmiento sentía por las etnias y culturas americanas,
va de la mano del rol de agente homogeneizante que se le imprime a la lengua nacional.
Vendrá luego la llamada “Generación del 80”, con su mirada puesta en Francia y la adopción
de referentes culturales eurocéntricos. El racismo y el desprecio por los aborígenes
encontrará su punto más alto en la llamada “Campaña al Desierto”. Todo ello conducirá a la
implementación, por parte del gobierno central, de políticas educativas, administrativas y
lingüísticas orientadas a eliminar premeditadamente de la fisonomía colectiva del país,
cualquier aspecto cultural relacionado con los pueblos aborígenes.” [9]
La Campaña del desierto significó para el estado nacional, la apropiación de unas 15 mil
leguas que fueron distribuidas entre las familias vinculadas al poder, favoreciendo el
latifundio en la propiedad de la tierra.
Los sobrevivientes de la llamada “Conquista del Desierto” fueron “civilizadamente”
trasladados, caminando encadenados 1.400 kilómetros, desde los confines cordilleranos hacia
los puertos atlánticos. Previo a la llegada a los puertos, fueron reunidos en un campo de
concentración, próximo a la localidad de Valcheta. Lugar donde fueron sometidos a torturas y
vejámenes.
Luego los sobrevivientes fueron embarcados y trasladados a Buenos Aires, donde un grupo
fue obligado a desfilar encadenado por las calles de Buenos Aires hacia el puerto. Unos
militantes anarquistas irrumpieron al grito de “dignos”, “los bárbaros son los que les pusieron
cadenas”, dedicandoles un emocionado aplauso a los prisioneros que logró opacar el clima
festivo y “patriótico” que se le quería imponer a aquel siniestro y vergonzoso “desfile de la
victoria”. [10]
Desde el puerto los vencidos fueron trasladados al campo de concentración montado en la Isla
Martín García. Desde allí fueron embarcados nuevamente y “depositados” en el Hotel de
Inmigrantes, donde la elite porteña de la época se dispuso a repartirse el botín, según lo
cuenta el diario El Nacional que titulaba “Entrega de indios”: “Los miércoles y los viernes se
efectuará la entrega de indios y chinas a las familias de esta ciudad, por medio de la Sociedad
de Beneficencia” [10]
6
7. .El trato que se les dió a los prisioneros y la separación de las familias fue objeto de escándalo
en su momento. En el Congreso Nacional, el senador Aristóbulo del Valle afirmaba en 1884:
“Hemos tomado familias de los indios salvajes, las hemos traído a este centro de civilización,
donde todos los derechos parece que debieran encontrar garantías, y no hemos respetado en
estas familias ninguno de los derechos que pertenecen, no ya al hombre civilizado, sino al ser
humano: al hombre lo hemos esclavizado, a la mujer la hemos prostituido; al niño lo hemos
arrancado del seno de la madre, al anciano lo hemos llevado a servir como esclavo a cualquier
parte; en una palabra, hemos desconocido y hemos violado todas las leyes que gobiernan las
acciones morales del hombre”.
Aristóbulo del Valle hizo estas observaciones en un contexto en el que todas estas prácticas
que el describe habían sido naturalizadas, al menos por el gobierno y por la mayoría de la
clase alta beneficiada. Es prueba de esto que las “damas de beneficencia” vieran como algo
entretenido y hasta divertido la visita al Hotel de Inmigrantes para buscar niños para regalar
y, mujeres y niñas para servidumbre.
En el diario El Nacional se describe así la barbarie de las “damas” de “beneficencia”:
“La desesperación, el llanto no cesa. Se les quita a las madres sus hijos para en su presencia
regalarlos, a pesar de los gritos, los alaridos y las súplicas que hincadas y con los brazos al
cielo dirigen las mujeres indias. En aquel marco humano unos se tapan la cara, otros miran
resignadamente al suelo, la madre aprieta contra su seno al hijo de sus entrañas, el padre se
cruza por delante para defender a su familia”.
La naturalización de estas atrocidades, humillaciones, indignidades y discriminaciones, llevó a
que se convirtieran en una práctica social de comportamiento de los sujetos normalizados
hacia los que estaban en vías de ser normalizados, es decir los sujetos de la sociedad
originaria.
Estas prácticas de no respeto y subestimación se ven representadas en el accionar de
Francisco Perito Moreno, quien “ rescató” de la prisión de la Isla Martín García a tres caciques
con sus familias, para llevarlos como prisioneros del Museo de Ciencias Naturales de La Plata,
y ser utilizados como servidumbre y aún más grave como piezas vivientes de estudio.
Vale decir que la práctica social de discriminación hacia el indígena llevó a que estos fueran
puestos en prisión, y de esta manera era más fácil observarlos, estudiar su comportamiento,
tomar datos; de tal manera se construyó un nuevo dominio de saber, generando nuevos
conceptos y nuevos objetos y además constituyendo nuevos sujetos de conocimiento.
Algunos prisioneros comenzaron a morir, otros fueron liberados. En cambio el cacique
tehuelche Inakayal continuaba privado de su libertad, viendo a diario cómo los cuerpos de su
gente eran descarnados y expuestos a los visitantes tras su muerte. Ya no tenía ganas de
dormir, estaba horas mirando los restos de su mujer, exhibida en una vitrina junto a otros
esqueletos. Francisco Moreno ya no era el amigo blanco que lo visitaba a orillas del Limay.
La “conquista del desierto”, dejó como saldo catorce mil indígenas muertos y reducidos a la
servidumbre, quedando los sobrevivientes expuestos a las enfermedades trasmitidas por el
europeo y a una vida extremadamente pobre.
Sin embargo a pesar de esta situación tan desalentadora, la esencia y los valores de personas
que defendieron valientemente su cultura, siguen vigentes.
Los aborígenes tenían una esencia que los hacía personas con valores muy distintos a los de
sus sometedores. Esa esencia particular tal vez fue forjada por la posición que tenían en el
7
8. mundo, donde se veían como parte de la tierra, es decir no tenían una idea atropocentrista, no
se sentían con poder sobre el mundo. Esta característica los acerca a las ideas de Nietzsche.
El hombre aprende, construye su esencia su vida desde su propia realidad o contexto cultural.
Mientras que en el mundo occidental los valores materiales, o contravalores, tuvieron y tienen
cada vez más preponderancia, la cultura indígena se ha caracterizado por los valores
morales.
Las distintas culturas siempre han utilizado a la trasmisión de valores como un método de
educación.
Cuando un niño indígena se destacaba en alguna tarea positiva para la comunidad se le
regalaba una cría de animal doméstico, gesto que tenía un doble carácter: como juego y de
formación. No era una mascota, sino un animal al que debían poner nombre y cuidar para ir
armando su rebaño. Este gesto se utilizaba para inculcar la responsabilidad.
“Desde el mundo occidental hoy se ve a las culturas indígenas como un modelo de valores no
materiales que nuestro mundo ha perdido y que intenta rescatar, tal es el caso del respeto y
uso racional de la naturaleza, el compartir, o la felicidad sustentada en el ser y no en la
ambición desmesurada del poseer”. [11]
Las Sociedades Originarias en algunos aspectos comparten algunas características del
pacifismo que hoy conocemos.
Vivían en libertad en contacto con la naturaleza sin provocarle daño alguno. Esto es así
porque concebían al ser humano, a las plantas, a los animales, al paisaje y a toda la naturaleza
como una unidad material y espiritual y no sólo como "recursos naturales" para su
utilización.
La usan con respeto y reverencia, tomando de ella las medicinas para curar sus dolencias.
En relación a la filosofía de Jiddu Krishnamurti la podemos transpolar al pensamiento
político del momento, el cual no aceptaba que hubiese otra forma de vivir, con otra ideología y
con otras costumbres. La filosofía aborígen no conocía la avaricia por el dinero, tenían una
fuerte conexión con la tierra, a la cual respetaban sobre todas las cosas.
Esta filosofía aborígen no era conveniente para los intereses de ambición que tenían los
gobernantes y un grupo selecto de personajes pertenecientes a la alta sociedad porteña.
Muy probablemente hoy exista el mismo sentimiento de desprecio a todo aquello que este
relacionado con los pueblos originarios.
Todo aquello que no es ciudad, ni prócer, ni pulcritud no es más que un hedor que debe ser
eliminado.
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9. CONCLUSIÓN
Doy por finalizado este ensayo expresando que es necesario dejar de lado la justificación que
muchos argentinos hacen sobre el aniquilamiento de los pueblos originarios, y con ello la
pérdida de la identidad cultural.
Según Friedrich Nietzsche “No existen hechos, solo interpretaciones”.
Interpreto que existió una acción organizada por el estado argentino orientada al exterminio
de almas, de la organización social y de la cultura del pueblo indígena.
La clase dirijente de la época, que era funcional a los intereses de los terratenientes,
sometieron y sojuzgaron a la comunidad indígena para el apoderamiento de sus tierras.
Durante la lucha, desigual por cierto, se cometieron excesos tanto desde el frente aborígen
como del frente del Estado. Unos defendían sus territorios, su naturaleza, su idiosincracia, su
ser, sus familias y sus valores; “los civilizados e ilustres” solo tenían intereses abyectos.
Se podría hacer un paralelismo entre la “conquista del desierto” y el terrorismo de Estado
ocurrido entre 1976 y 1983.
En ambos casos se quería combatir a aquél que veía la realidad de otra forma, que iba en
contra de las ideas del momento, eliminar a aquél que se revelaba a ser “normalizado”,
aniquilar al “otro social” que desarmonizaba en el nuevo contexto que se había creado.
Afortunadamente todos los intentos por borrar la identidad de los pueblos originarios no han
sido totalmente efectivos, ya que año tras año sus voces se escuchan cada vez más fuerte.
Para graficar como se trató de eliminar toda referencia aborígen podemos a citar al
historiador y escritor Osvaldo Bayer: “Los nombres poéticos que los habitantes originarios
pusieron a montañas, lagos y valles fueron cambiados por nombres de generales y de burócratas
del gobierno de Buenos Aires. Uno de los lagos más hermosos de la Patagonia que llevaba el
nombre en tehuelche de ‘el ojo de Dios’ fue reemplazado por el Gutiérrez, un burócrata del
ministerio del Interior que pagaba los sueldos a los militares. Y en Tierra del Fuego, el lago
llamado ‘Descanso del horizonte’, pasó a llamarse ‘Monseñor Fagnano’, en honor del cura que
acompañó a las tropas con la cruz.”
El reconocimiento de los descendientes de los aborígenes y la revalorización de su cultura, tal
vez sea el primer paso que debemos dar para comenzar a construir la verdadera historia
argentina.
Fin
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10. REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
♣ [1] Osvaldo Bayer - Desmonumentar - Contratapa Pagina 12 - 16 de mayo 2010.
♣ [2] Beatriz Angélica Huertas Castillo, antropóloga.
♣ [3] Luis Enrique López, Igualdad con dignidad, UNICEF.
♣ [4] Rick Tilman - “Darwin’s Impact: Social Evolution in America, 1880–1920”.
♣ [5]
http://www.journals.uchicago.edu/doi/pdf/10.1086/522350.
From
Terror
to
Genocide: Britain’s Tasmanian Penal Colony and Australia’s History Wars.
♣ [6] Thornton, American Indian Holocaust, 48–49.
♣ [7] Aristóteles – Política – Libro I.
♣ [8] Michel Foucault, “Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión”.
♣ [9] Lelia Inés Albarracín - Asociación Investigadores en Lengua Quechua.
♣ [10] Felipe Pigna, Los campos de concentración de la “conquista del desierto”
♣ [11] Gaspar Félix Calvo Población , Universidad de Extremadura, Cáceres, España.
FOTOGRAFÍA DE PORTADA
♣ Cacique Mulato, hijo del cacique Biguá, jefe de una de las últimas comunidades tehuelches
de la patagonia austral.
"Era el hombre más bueno, más laborioso, más amable de cuantos tehuelches he conocido",
(Magiorino Borgattello, misionero salesiano).
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