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Moldes procedentes de Salamanca para
   fundir maravedís de Alfonso VIII
                                 Por María Paz García-Bellido
                                                 U n iv e rsid ad de S alam anca




     u a tro  años atrá s aparecieron en Espino de la Orbada. pueblecito <lel este de la
C    provincia de Salamanca, un conjunto de once matrices en piedra, <le las cuales
    ocho estaban grabadas y las otras habían recibido sólo la forma y las gráfilas para
alojar la leyenda. Cinco piezas del conjunto eran matrices de sellos eclesiásticos
y tres eran valvas para obtener por fundición maravedís alfonsíes. A estas últimas
nos vam os a referir aqui.
    El hallazgo se produjo al abrir una zanja para m eter el agua en una vivienda
sita al este y a unos 20 m etros de la iglesia del pueblo, edificio de amplias propor­
ciones y catalogado por Gómez Moreno como del siglo X I I , al que en el transcurso
de los años se le han ido añadiendo o reparando paños murales, lo que origina que
hoy la prim itiva fábrica quede totalm ente oculta. Al m om ento de la construcción
de la iglesia pertenecen tam bién las matrices encontradas. Espino es protagonista
varias veces en los documentos catedralicios de Salamanca en el último tercio del
siglo X I I .
    Ocho de las once matrices que estudiamos fueron ofrecidas por el propio des­
cubridor a don Angel Rodríguez Sainz (», quien las compró por un precio asequible
y las guardó d u ran te algún tiempo. Al saber que el conjunto podía tener gran
valor histórico, don Angel se puso otra vez en comunicación con el descubridor,


    (1) Don A n^el, v ice d ire c to r de la (laja de A horros de S alam anca, se las enseñó al d o cto r V íctor G arcia
de la C oncha, c a te d rá tic o de L ite ra tu ra E sp añ o la de n u e stra U n iv ersid ad , y am bos me ofrecieron su p u b li­
cación. H eltcro desde aquí mi sincero a g rad e cim ie n to : a don An|?el p o r su c o rd ialid ad y to ta l colaboración
y al profesor G arcía de la C oncha p o r su in ju stifica d a confianza en mi persona p a ra la p u blicación del
m ate ria l.


                                                                                                                        —    227
M A R Í A                       P A Z                G A R C Í A                  - B E L L I D O

 quien todavía conservaba dos piezas más que pudimos añ a d ir al trabajo, siendo
 una de ellas el área II del molde monetal que nos ocupa. El estudio completo
 está en preparación, pero podemos adelantar que todo ello pertenece a finales del
 siglo X II o comienzos del X I I I , y que probablemente estemos a nte el m aterial de
 un artesano, quizás itinerante.
     Me extiendo en estos pormenores para poder descartar la posibilidad de que
 nos encontremos ante falsificaciones m odernas:

      1.°    El hecho de que haya en el pueblo testigos del hallazgo material.
     2.°     El precio al que se vendió, que no implicaba fines lucrativos.
     3.°     El no haber vendido todas las piezas en un principio, regalando dos de
             ellas a unos niños que las han utilizado para jugar.
     4.°    La perfecta coherencia cronológica que presentan todos los objetos del
            hallazgo, incluidos los moldes de fundición que nos ocupan.
     5.°    Coherencia tam bién histórica puesto que los personajes cuyos nombres
            constan en las matrices son coetáneos y rubrican ju n to s como eoíirmantes
            en muchos de los documentos de la época.
     6.°    El hecho de que precisamente en los siglos X I I y X I I I el pueblo de Espino
            de la O rbada aparezca en los docum entos con frecuencia y su iglesia se
            erigiera en esas fechas, haciendo pensar que debieron ser tiempos de
            apogeo para ese pequeño pueblo actual.

     Todas las matrices, grabadas en intaglio y n a turalm ente en negativo, son de
piedra, lo que representa una gran novedad, puesto que las grandes colecciones,
como la del Archivo Histórico Xacional y la del Instituto Valencia de Don J u a n ,
no poseen nada similar; las que allí se conservan son metálicas y en su m ayoría
de bronce. Sin embargo, en la Real Academia de la Historia el doctor Vázquez de
Parga 0) me enseñó una matriz, tam bién eclesiástica, hecha en pizarra y de carac­
terísticas similares a las nuestras. La rareza del material empleado nos coloca ante
la posibilidad de que estemos frente a falsificaciones de época y ello tendría una
justificación histórica que debemos perseguir. En cuanto a la fabricación de unos
moldes para falsificar m oneda, es m uy clara su utilidad sobre todo en m omentos
de un gran vacuum monetal como el del reinado de Alfonso V III. De la posible
falsificación de las matrices de sellos tratarem os en otro lugar.
    Sin embargo, veo que con frecuencia a nte las novedades de tipo arqueológico
existe una tendencia defensiva a considerarlas falsas. Las técnicas y sus variantes,
sobre todo en tiempos pasados en que no existía la uniformidad actual, fueron
más flexibles y amoldables a las necesidades de cada m om ento y de cada lugar


    (1)      A quien doy ta m b ié n las gracias p o r su am a b le acogida y por h a b erm e facilitad o el conocim iento
de doña P ilar H exares, g ra n e x p e rta en sigilografía, quien se to m ó el tr a b a jo de hacer en escayola los
p ositivos de to d a s las piezas y qu ien fue conm igo de una a m a b ilid ad in m erecida.


228 —
MOLDES PROCEDENTES DE SA LA M A N C A P A R A F U N D IR M A R A VEDÍS

y m uchas veces efecto de la improvisación. Por todo ello debo reconocer que yo
misma no me decido con firmeza por una u otra opción; de todas formas el hallazgo
es de un gran interés histórico tan to se tra te de sellos y moldes legales, como si
estam os a n te utensilios de falsario.


                                                      DE SC R IPC IO N

     A nte la posibilidad de que un análisis pétreo pudiera indicar una procedencia
geográfica restringida, lo que hubiera sido de gran interés para determ inar rela­
ciones entre el artesano, los sellos y la cantera, llevé las piezas al D ep artam en to
de Petrología O). Los resultados son: la piedra, la misma en los tres ejemplares,
resulta ser una argillita color siena con laminación paralela; se t ra ta de roca de
grano m u y fino, con cantos blandos (material éste extraño a la roca) y de grano
más grueso rodeados de una película de óxidos de hierro que ha provocado una
oxidación superficial en las zonas colindantes. Presenta además clastos de cuarzo
de tam a ñ o de arena. Es un tipo de roca que se halla en toda la cuenca meseteña
del Duero. La roca es m uy dura y resiste tem peraturas superiores a los 300°, cosa
que no ocurriría de haberse empleado la piedra — m arga— utilizada en los sellos
del conjunto.
     La cantera puede así situarse en cualquier punto de la cuenca del Duero, sin
que sea posible precisar una localización m ás restringida.
     Las tres valvas se grabaron para fundir m aravedís de oro de Alfonso V III < >   2,
las 1 y 3 son del área I y la 2 del área II. Las valvas 1 y 2 forman pareja — tig. 4—
y, por lo tanto, encajan una en otra siempre que se hagan coincidir los cuatro ori­
ficios supuestos para alojar unos vástagos de cobre o bronce, cuyos residuos quedan
todavía visibles en ambos moldes.
     No parece que los moldes se hayan utilizado nunca, porque en dos de ellos,
1 y 3, no queda ningún resto de metal en los intersticios, sin embargo, en el 2 hav
ab u n d a n te s vestigios de óxido de cobre en el área m onetai y se podría pensar que
se había fundido en él moneda de bronce, pero tam bién se puede in te rp re ta r
— me dicen en Petrologia— como restos de la disolución del vástago de cobre
inferior derecho, que casi ha desaparecido y que ha teñido la zona colindante, e


      (1) A gradezco al profesor F iguerola, del D e p a rta m e n to de P etrología de n u e stra U n iv ersid ad y a sus
c o la b o rad o re s, los an álisis y la inform ación que m e h a n proporcionado.
      (2) L a bibliografía esencial sobre el tem a es: A . H e iss, M onedas H ispano-crislianas, I, M adrid, 1805,
p á g in a s 28 y ss., L. 4, 5 ; C o d f r a , Trillado de X u m ism á tica Arábiqo-EsfM ñola, M adrid, 1879, pp. 213 y
sig u ien te s, 1.. 21, 19; A . V iv e s, M onedas de las dinastías arábigo-españolas, M adrid, 1893, p p . L X X V I II y
sig u ien te s, núm s. 2.(122-2.041; Idem , «1.a m oneda c a s te lla n a ', Discurso de Ingreso en la lieal A cadem ia de
la H istoria, M adrid, 1901, p p . 14 y ss.; N . S e n t e n a c i i , *EI m ara v ed í. Su grandeza y decadencia«, H A B M ,
1905, p p . 195 y ss., I.. 16, 2 ; C. S á n c h e z A lb o r n o z , *La p rim itiv a o rg anización m o n eta ria de L eón y
C astilla», A nales de H istoria del Derecho E spañol. V, 1928, pp. 334 y s s .; P. U e ltr A n , «Dos tesorillos de
vellones ocultos en el re in a d o de A lfonso X», M adrid, 1961, Obras Completas, Z aragoza, 1972, pp. 651 y
sig u ien te s; E . C o l e a n t e s , »Las m onedas de A lfonso V I I I y sus problem as>, A cia S u m ism á tic a , I I I , 1973,
p á g in a s 113-136.
      L os d o cu m en to s los c ita n com o: m itcalcs o m izcales alfonsíes, d in are s alfonsíes, m o rab e tin e s, m arav ed ís,
m ara v ed ise s y lo q u e sería su p lu ral co rrecto castellan o , m aravedíes.


                                                                                                                                229
M A R Í A              P A Z           G A R C Í A          - B E L L I D O

incluso podría haber penetrado en el área monetal cercana dejando esos rastros
que comentamos. Efectivam ente, el área m onetal opuesta a dicho vástago no
presenta rastros de cobre y adem ás su valva pareja, la 1, no tiene el m enor vestigio
de metal, lo que si ocurriría de haberse utilizado conjuntam ente con la 2, form ando
el molde completo.

    Valva 1 — ligs. 1 y 4 A— , de forma trapezoidal, correspondiente al área I de
Vives, núm . 2.022. Medidas: base menor, 5,22 cm.; liase mayor, 5,44 cm .; altura,
6,14 cm. L a superficie del área monetal está ligerísimamente rebajada respecto al
plano restante de la valva. La profundidad del grabado monetal debe ser de 1 mm.
E n el centro de la base m enor existe un canalillo para el vertido del m etal líquido,
que entraría por la zona inferior del área monetal, estando esta cara, pues, en
dirección j — fig. * A— . En tres de sus cuatro vértices existen orificios con restos
                    1
de vastagos de cobre; sin embargo, el orificio superior izquierdo no existió nunca.
Los dos orificios de la izquierda traspasan hasta la cara posterior — íig. 4 A— , el
de la derecha no taladra — fig. 4 C— . La cara posterior de la valva se m uestra
rebajada en canal a media a ltu ra — fig. 4 C— quizá para facilitar el atado de una
valva a la otra, o para alojar un dedo que firmemente y sin resbalar, permitiese
tener am bas valvas ju n ta s d u ran te la operación de vertido que se efectuaría con
la otra mano.
    La traducción de la leyenda, de estar ésta en árabe, seria:


A r e a I.                    E l príncipe
                              de los católicos
                              Alfonso, hijo de Sancho
                              anúdele Dios
                              y protéjale

    M arginal: Se acuño este diñar en la ciudad de Toledo año ? de la era de Safar.

    Valva 2 — figs. 2 y 4— de forma cuadrangular correspondiente al área II de
Vives, núm . 2.022, tiene las cuatro esquinas cortadas. Medidas: base mayor,
5,59 cm.; base menor, 5,04 cm.; altura, 6,07 cm. La superficie del área monetal
igualmente rebajada que en el núm . 1. Aquí el canalillo para el vertido del metal
entra perpendicular a la izquierda del área monetal, lo que produciría monedas
con dirección de «cuños»     En sus cuatro vértices hay canalillos, que traspasan
hasta la cara posterior, para alojar los vástagos de metal de la valva 1; tres de
ellos tienen todavía el m etal adherido, el superior izquierdo no fue utilizado,
recuérdese que su orificio parejo de la valva 1 no existió — íig. 4 B y C— . Los
vástagos metálicos que unirían las dos valvas iban alojados en orificios en la 1,
pero en la 2 entrarían por las guias de sección semicircular y exteriores y para
que éstas quedasen abiertas han sido cortadas las esquinas de la valva 2 — fig. 2— .
    La Leyenda de esta valva se traduciría, de ser árabe, asi:

230 —
M O L D E S P R O C E D E N T E S I)E S A L A M A N C A P A R A F U N D I R M A R A V E D IS


A r e a II.                                     E l Im án de la Iglesia
                                                cristiana, el P apa
                                                de Roma la M ayor

    Marginal: En el nombre del Padre, del H ijo y del E spíritu Sanio : el que crea
y sea bautizado, se saluará.

    Las valvas 1 y 2 forman pareja y se unirían como m uestra la íig. 4 B. Por el
orificio central se introduciría el metal liquido — fig. 5— .

    Valva 3 — fig. 3— , de forma trapezoidal, correspondiente a Vives, núm. 2.022.
Medidas: base mayor, 5,15 cm .; base menor, 3,14 cm.; altura, 6,37 cm.; grosor en
la zona media, 3,32 cm. La superficie del área monetal está igualmente rebajada
que en las valvas anteriores. El canalillo para el vertido del metal en posición
sem ejante al del núm. 1. Los orificios para alojar los vástagos de sujeción son sólo
dos y situados en los vértices opuestos, al igual que en el molde de Acre — fig. 6— .
La valva, sin pareja, no tiene rastros de h a ber sido usada y ni siquiera ha tenido
los vástagos colocados pues no h a y la m enor m uestra metálica.
    La leyenda igual que en valva núm. 1.


                                            CO M ENTA RIO TECNICO

    El hecho de que queden rastros de vástagos en am bas valvas nos obliga a hacer
algunas consideraciones: 1.°) si, como parece, no se llegó a utilizar el molde para
fundir m oneda, si debió probarse su acoplamiento, rompiéndose de forma accidental
los vástagos que dejaron sus restos en am bas valvas; 2.°) se escondieron acoplados
y el tiempo ha corroído el cobre dejando parte en los orificios y m anchando la
zona colindante del área monetal — fig. 2— , o 3.°) se utilizaron para fundir moneda
de cobre cuyos vestigios quedaron sólo en la valva 2, y hubo que partir los vástagos
de unión para separar las valvas, pues es posible que el calor se transmitiese por la
piedra y los fundiera. E s ta última posibilidad es poco probable, pues, como dije,
hubiese quedado vestigio de m etal en am bas caras. De ser así, se fundió moneda
de cobre que quizá luego se pensaba b a ñar en oro, m étodo éste poco eficaz, pues
dado el bajo relieve de los m aravedís se hubiese notado fácilmente la superchería.
P or otra parte, no conocemos monedas de cobre de este tam año y no es fácil que
hayan existido. Los ponderales de bronce — fig. 7 — con esta tipología reproducen
sólo el área central del m aravedí (D y no se pudieron fundir en moldes ta n grandes
como el que nos ocupa.

      (1)       E sta s escasas piezas son consideradas com o m onedas de cobre, (eluses, por V i v e s , M onedas arábigo...,
p á g in a 342, n ú m . 2.042 y p o r E . C o l l a n t e s , op. c it., n ú m . 29; sin em bargo, o tro s a u to re s las tien en p o r
p o n d e rales de los m a ra v e d ís: la presencia de la p a la b ra «justo* en á rab e q u e in d ic a rla peso ju sto y el
hecho de te n e r el m ism o peso, leyenda c en tra l y fa ltarle s p recisam en te la orla que es donde se indica la
ceca y fecha, serian d a to s a favor. Cfr. M a t e u y L l o p i s , Ponderales del M useo Arqueológico N ocional,
M adrid, 11*34, p. 2 6 ; H e i s s , op. cit., p. 33.


                                                                                                                        —     231
M A R Í A                         P A Z                 G A        R    C    I    A    -   B     E    L    L     I   D     O

     Ante el interés inmenso que estos moldes aparecidos en el reino leonés, pero
 para moneda castellana, presentaban, y puesto que debia constar en su leyenda
 la fecha y el lugar de emisión, acudí a diversos especialistas de árabe y por último
 a don Manuel Ocaña U) quien me ha comunicado que lo grabado en los moldes
 no es escritura, sino simples garabatos que simulan la leyenda árabe y que, por
lo tanto, no hay fecha ni ceca consignadas. Me insiste adem ás que debe tratarse
 de una falsificación.
     Y sin embargo en el MAN y en el IY D J (2) he podido estudiar 18 maravedís
de oro de Alfonso V III y sus leyendas son fácilmente catalogables en dos tipos,
uno de letra árabe clásica, similar a la reproducida por Codera o por Vives, y otra
de trazos angulosos, verticales y horizontales que se parece a la grabada en nuestros
moldes. De los 14 ejemplares del MAN, sobre todo el núm. 106-616 es de caracteres
iguales a los nuestros. Los dos del IV D J son tam bién de trazos rectilíneos, seme­
jantes al que nos ocupa. Su semejanza se extiende no sólo al tam a ñ o de las piezas,
sino incluso al hecho de que la m ayoría de los m aravedís estudiados presentan
la dirección de «cuños» perpendicular entre si al igual que lo liarían las monedas
fundidas en nuestros moldes. Y sin embargo estos m aravedís del M AN y del IV D J
se tienen por auténticos — íig. 8— .
     Otra cuestión im portante y que quizá corrobore la hipótesis de que estemos
a nte moldes de falsarios es el hecho de que se tra te de una técnica de fundición
y no de acuñación; sabemos que aquélla ha sido casi siempre el sistema elegido
por falsificadores y sin embargo creo poder asegurar que algunos de los maravedís
consultados en el MAN y IV D J se obtuvieron por fundición: una superficie gra-
nulienta, contornos poco nítidos me hacen pensar que en algunos casos estas
piezas se fundieron. ¿E ra ésta una técnica habitual en el m undo árabe?
     Quizá no habitual pero sí frecuente, como vio nuestro gran num ísm ata Codera (3)
y como lo dem uestran el molde para fundir moneda de cruzados procedente de
Acre (Jerusalem) — fig. 6— (4) y tam bién los ab u n d a n te s moldes procedentes de la
Península que se utilizaban para obtener placas metálicas decorativas o de carácter
profiláctico, pero cuya técnica es la misma que la de fundición de moneda, sobre
todo cuando se tr a t a de amonedación árabe que es de cospel tan fino (5).
    A pesar de todo lo dicho debo insistir en que la m ayoría del utillaje que cono­
cemos para fabricar m oneda islámica son cuños y no moldes. P. Balog <> recoge <)
en 1955 siete pares de cuños conocidos —seis de bronce y uno de hierro— pero
en ningún m om ento cita moldes de fundición y, sin embargo, hoy sabemos que
existieron y no es ello de e x tra ñ a r si se piensa que en Egipto había una añeja y

    (1) Mi sincero a g rad e cim ie n to al m ejor conocedor de n u e stra e p igrafía á ra b e , q u ien acogió m i petición
de a y u d a con g ra n a m a b ilid ad e in te rés.
    (2) C onste mi d e u d a con la d irec to ra del IV D J y los co n serv ad o res del MAN de quienes no he recibido
sino facilid ad es p a ra e stu d ia r el m ate ria l que allí se g u a rd a.
. (3) F . C o d e r a : «Cecas arábigo-españolas«, M adrid, 1874, p. 35. P u b lica d o com o an ejo en la reedición
de Tratado de N u m ism á tic a A rábigo-Española hecha por C ayón.
    (4) T o m ad o de Y. M e s h o r e r : The production of coins in the A n cien l World, .Jerusalem , 1970, flg. 14.
    (5) B. R t'iz G o n z á l e z : «Molde m u su lm án de fundición h allad o en Málaga«, II C N N , N vm ism a, 1976,
donde se hace referencia a los c onservados en el M AN.
    (6) «Notes on a n c ie n t a n d m edieval m in tin g technique«, A'C, 1955, p p . 195-202.


232 —
MOLDES PROCEDENTES DE SALA M AN C A PARA FU N D IR M A R A VED lS

ex tendida tradición de fundir moneda romana hasta tiempos de Constantino.
Yo no veo inconveniente en adm itir que am bas técnicas pudieron convivir en un
am biente islamizado, sobre todo en momentos en que existió la moneda conce­
sionaria o forera, como ocurrió en Castilla y León en los siglos X I I y X I I I .
    El tra b a jo de P. Balog, interesante por demás, nos deja, sin embargo, en situa­
ción desesperada. Su tesis es la siguiente: dada la dificultad de g ra b a r en cuños de
bronce o acero leyendas tan sinuosas como las árabes, se hacía previam ente un
patrón en material blando y fácilmente corregible, en plomo por ejemplo, para
cuya verosimilitud aporta un testimonio (D; este negativo se imprimía en barro
cerámico blando que tras su cochura servia de molde positivo para fundir allí el
auténtico cuño, es decir, que la imagen del cuño se obtenía por fundición, presen­
tan d o éste, y na tu ra lm e n te las monedas emitidas por él, todas las características
especificas de moneda fundida, aun cuando hubieran sido acuñadas (2). P. Balog
concluye que, por lo tanto, muchas de las monedas que calificamos como fundidas,
han sido sin embargo acuñadas. Puesto que sabemos que am bas técnicas coexis­
tieron, ¿cómo distinguir unas piezas de otras? A pesar del testim onio que Balog
presenta, su tesis no ha sido m uy com partida por la complejidad que implicaría
el proceso y sobre todo porque, de ser así, la inmensa mayoría de m onedas en
nuestros museos parecerían fundidas y en la realidad éstas forman sólo una pequeña
minoría. Si adem ás pensamos que la acuñación se implantó en todas las culturas,
en gran parte para evitar la facilidad con que las monedas fundidas eran falsificadas,
sería absurdo a c ep tar que se adoptó el método más complejo de acuñación pero
con todos los inconvenientes del de fundición.
    Sacar de todo ello una conclusión fidedigna es, como vemos, imposible. Existen
más argum entos técnicos para pensar que los moldes sean obra de falsario: la
falsa escritura y el que se tra te de utillaje de fundición. Sin embargo, para ambos
hechos hemos encontrado paralelos en piezas que se tienen por auténticas. E n
cualquier caso antes de cerrar este estudio debemos replantear el hallazgo en el
cuadro histórico general, más allá de los aspectos puram ente técnicos.


                                                        COM ENTA RIO H IST O R IC O

    A unque los moldes no debieron llegar a ser utilizados, es indudable que se
fabricaron para emitir maravedís alfonsies, cuya única ceca conocida hasta ahora
es Toledo, a los que vemos citados frecuentemente en documentos de finales del
siglo X I I y comienzos del X I I I . La acuñación dé estas monedas, según Vives y
todos los especialistas que con posterioridad han tra ta d o el tem a (3), se inició
como respuesta al vacio monetal creado en Castilla al interrum pirse las parias


    (1 )   N o t a a n t e r i o r , l á m . 1 4 , 1.
    (2) V id. discusión por e xtenso en M a h í a - P a z G a r c ía - B e l l i d o . "P roblem as técnicos de acu ñ ació n en
la A n tig ü ed a d !, P o n e n c ia s al V C N N , N v m is m a , 174-176, 1982, pp. 11 y ss.
    ( 3 ) A. V i v e s : M onedas de las d i n a s t í a s . p. L X X IX . Incluso Sánchez A lbornoz, q u e re b a te to d a la
tesis de V ives sobre los inicios de la m oneda caste lla n a, a c e p ta gustoso é sta.


                                                                                                                    —     233
M      A      R      I    A             P A Z                      G A R C I A                           - B E L L I D O

anuales que el rey de Murcia pagaba al castellano, un año antes de su total sumisión
al poderío alm ohade en el 1171. «Apenas se sintió en Castilla la falta de numerario...
se acudió a rem ediar la necesidad por medio de una acuñación propia, y queriendo
conservar el tipo acreditado... se hizo una copia de los diñares alm orávides ta n
servil como podía permitirlo la diferencia de religión. No sólo se conservó la ley,
el peso y la disposición de las piezas, sino que se pusieron en árabe las leyendas
con el mismo sentido que las anteriores» O).
    Pío Beltrán recoge dos documentos que testim onian la rapidez con que el d iñar
saadi —el alm orávide— es sustituido por el cristiano: uno de 1172 en que se vende
una yugada de labor en la jurisdicción de Toledo «por precio a número y cabal
de doce mizcales de oro bayesi y saadi» y otro del año siguiente, de la misma Toledo,
en que se vende un mesón por «treinta mizcales de oro alfonsi, bueno de peso y
cuño» (2 ), m anteniéndose esta referencia a los mizcales alfonsies en los documentos
de los años sucesivos.
    Estos mizcales alfonsies son, como ya vio Vives (3), de dos tipos: el m ás antiguo
y más apegado al mizcal saadi, donde todavía no aparecen las iniciales latinas
de ALF(onsus), y el más moderno que parece iniciarse en el 11X1 y prolongarse
hasta 1217 en que ya reinaba Enrique 1, pero que siguen acuñándose a nom bre
de ALF(onsus). A este último tipo corresponden nuestros moldes; por lo tanto,
deben fecharse con posterioridad al 1181 (■ E sta moneda, aunque pronto dejará
                                              »).
de ser de oro, se convierte en unidad base monetal cristiana; estamos asistiendo
al nacim iento de la moneda propia castellano-leonesa (5).
    La circulación m onetaria de la A lta E d a d Media en Castilla y León se habia
abastecido de moneda e x tra ñ a : sólidos áureos, sólidos argénteos, tremises godos,
dirhemes y diñares árabes y la cuestionable moneda «sueldos gallicanos» que sólo
aparecen citados en documentos gallegos y nunca en castellano-leoneses, aunque
sin embargo, no debamos creer que existió una moneda gallega propia en estas
fechas aun a pesar de la coletilla de m uchas de las citas, «usui terre nostre», o quizá
precisam ente por ella < que indica que se tra ta de moneda im portada.
                         6>
    Nos consta que estas monedas de sistemas varios, a la hora del trueque, solían
ser pesadas, «pondere pesatos coram multitudine», lo que implica que se utilizaban
más como dinero que como moneda. Estas dificultades para una economía m onetal
fluida ocasionaron, en casos, que el numerario, que adem ás escaseaba mucho,
fuese sustituido por un sistema más simple y quizá nunca abandonado en economías
cerradas: el pago en especie. Testimonio de este tipo de mercado son las referencias


    (1)    V j v f .s : «Moneda casi...« , p. 10.
    (2 )     P ío B f. lt k An , op. cil., p . 652.
     (3) M onedas arábigo..., p. I.X X IX .
     (4) V i v e s : M onedas arábigo..., pp. 340 y ss., c ita m o n ed as del 1219, es decir, del 1181 de la era, fecha
a ce p ta d a p o r E . C o l l a n t e s , op. cil., p p . 119 y 125; sin em bargo, P . B e ltrá n considera que este segundo
tip o no se inicia h a sta el 1184, op. cil., p. 052.
     (5) La ausencia de u n sistem a m o n etal único, con u n a m oneda base ta n to de c u e n ta com o efectiva
era en el siglo X I I , en que la e x p an sió n c ristia n a h a b ia llegado y a al T a jo y el com ercio e sta b a e x p e ri­
m en ta n d o un g ran crecim iento, un problem a económ ico serio. P o r eso, ta n p ro n to com o se a c u ñ a n piezas
de oro castellan as que p u e d an su s titu ir las e x tra ñ a s , se a d o p ta n com o m oneda base del sistem a.
     (6 )    V id. V i v e s ; « M o n e d a c a s t . .. » , p p . 9-10; d is c u s ió n e n S á n c h e z A l b o k n o z , op. cil., p p . 309 y ss.


234 —
MOLDES PROCEDENTES DE SALA M AN C A P AR A FU N D IR M A R A VED ÍS

 de valor agrarias o ganaderas y el que se emplease como unidad de cambio, en
 muchos casos, el modio de trigo o la oveja. E n otros se m antiene el concepto
 monetal pero sólo como valor de referencia, como moneda de cuenta aun cuando
 en realidad se pagase en especie. Asi lo atestiguan numerosos docum entos de
 Celanova y Sahagún (D «et accepimus de te pretium quod nobis bene complacuit
 X X V solidos gallicenses in pannos vel argento et bues». Es decir, que a mediados
 del siglo X I se está evolucionando hacia una economía prem onetal en la que
 todavía existen valores de referencia monetales e incluso dinero, pero no moneda,
citándose en la m ayoría de los casos como moneda de cuenta el solidus que en
estas fechas era m uy probablemente, como vio Vives, el solidus bizantino equi­
parado con el diñar árabe (2).
     H a y , sin embargo, otro área colindante con Castilla y León, la dom inada por
los árabes, que estuvo en estos siglos a b u n d antem ente alim entada de m oneda y
d entro de una economía exclusivamente monetal. Su amonedación viene a ocupar,
como es ley habitual, el vacio monetario de los reinos castellano-leoneses (3).
E s por ello probable que cuando Alfonso VI tom a Toledo se vea obligado a no
in te rru m p ir las acuñaciones y m antener así el status quo económico, sin introducir
más novedad respecto a las monedas de Alkadir que suprim ir su nombre, convir­
tiendo la acuñación en anónima con ceca en Toledo y fecha del 1085. Que sean
m onedas reales, como quiere Sánchez Albornoz, o concesionarias, como opinan
Vives y Pió B eltrán, es difícil de dirimir. Que el derecho de acuñación lo tenia el
rey es evidente, pero que este derecho se cedió a veces e incluso se vendió, es
tam bién claro. ¿Qué nombre se puede dar a la moneda jacobina de Gelmirez cuya
concesión consta en los documentos de Alfonso VI y Alfonso V III ? < », y éste es
                                                                             ■
un caso extrem o en que se concedía cam biar incluso de cuños, pero ¿qué otra
cosa, sino concesionaria, es la moneda vendida por los reyes a sus súbditos, cuyo
prim er testimonio escrito son las actas de la curia de B enavente del 1202, donde
consta la v e n ta por siete años? La periodización de estas concesiones ha sido
estudiada con excelentes resultados por Pío Beltrán (5).
     Dentro de esta misma concepción, pero con ciertos matices, debemos plan­
tearnos las nuevas acuñaciones de oro alfonsíes. Es m uy probable que fuese moneda
concedida a Toledo para su libre acuñación; con esta posibilidad jugó Vives y
alegó, con gran lógica, que ésta sería la causa de que los m aravedís sigan a
nom bre de Alfonso V III todavía en el reinado de Enrique I, hasta 1217, puesto

      (1) T . C e l a n o v a , fol. 42; vid. S á n c h e z A in o itx o z , op. cil., p p . 310 y s s.
      (2) »Moneda casi...*, p . X.                                                        '
      (3) l ’na e s tru c tu ra económ ica a la que le fa lta la m oneda suele re te n e r la a je n a, de to d o tip o si la
m o n ed a en circulación es escasa, como la de C astilla y L eón en la A lta E d ad Media, y exclusiva de una
ceca si é sta es su ficien tem en te a b u n d a n te com o, p o r ejem plo, las m onedas de C orinto en Sicilia a m ediados
del siglo IV a. de C., cuya a b u n d a n c ia es tal que en el siglo XV11I se pensó que e ra m oneda de u n a ceca
siciliana. H o y sabem os que su presencia se debe a h a b er sido tra n s p o rta d a p o r colonizadores griegos en
la expedición de T im oleón a Sicilia, donde no se a cu ñ a b a hacia m uchos años. La p o blación re tien e y ateso ra
el n u m era rio c o rin tio h a sta que años después las acuñaciones sicilianas se re a n u d a n , y las m onedas co rin tias
d e ja n de a p a re c e r en los a te so ra m ie n to s re p en tin a m en te . V id. C. K h a a y , Coins und Ilisto ry, L ondres, 1969,
p á g in a s 53 y ss.
      (4) S á n c h e z A l b o r n o z , op. cil., pp. 234 y ss.
      (5) Op. cil., p p . (¡50 y ss.


                                                                                                                              —     235
M    A    R    I   A          P A Z              G    A    R C      Í A - B E L L I D                     O

que era habitual m antener las características externas de las m onedas conce­
sionarias.
    Pero es tam bién evidente, como el mismo Vives arguye, que esta moneda venía
a cubrir el vacio dejado en Castilla y León por los dinares almorávides. Difícilmente
podía cumplir ese cometido una moneda m arginal y probablem ente escasa, como
es de im aginar una amonedación ciudadana. Lógicamente deberíamos esperar que
su escasez, dado que era de oro. fuese m ayor que la de los bronces que Alfonso VI
concedió el siglo anterior a la misma ciudad; la realidad es la contraria.
    Vives hace la crítica de su propia argum entación y com enta: «Pero sería singular
que cuando el mismo Alfonso V III se esforzaba por restituir a la corona el derecho
de am onedar el vellón, siguiendo el m ovim iento centralizador de los demás reyes
cristianos, fuese a contradecir su política precisamente en lo más apreciado de
aquel derecho, en lo concerniente a la moneda de oro» O).
    H ay otro argum ento para pensar que quizá fuese m oneda real o, si concesionaria,
que debió tener cierta participación real: su rapidísima adopción, no sólo como
m oneda efectiva, sino sobre todo como moneda de cuenta, que se generaliza hasta
el punto de convertirse en base de un nuevo sistema m onetal para los reinos
castellano-leoneses. E n m uy pocos años vemos cómo la m ayoría de las referencias
documentales no se hacen ya a los diferentes dinares y sólidos, sino a los m ora-
belines o maravedís. Es evidente, pues, que si una amonedación nueva invade
tan repentinam ente una estructura norm alm ente tan tradicional como la mone­
taria, es porque se ha encontrado con un gran vacío, con una falta no sólo de
moneda efectiva, sino de una moneda de cuenta válida y cómoda, y porque la
moneda que llega nace con crédito y éste viene dado, primero, por ser continuación
de los dinares almorávides, pero tam bién por venir respaldado por la autoridad
real. Nace tam bién con abundancia y éste no sería el caso si las piezas fueren
exclusivam ente municipales, ni tampoco hubieran podido llenar el mercado y pasar
a los documentos legales como moneda de cuenta en tan poco tiempo. Ya en 1178
aparecen las citas de maravedís, es decir, sólo seis años después de su primera
emisión (2); las referencias se m antienen constantes y sólo en un caso, en 1181, se
valora una compra en áureos, pero en el mismo docum ento se citan morabetines.
U na acogida tal parece indicar que se tra te de m oneda real y no sujeta a conce­
siones temporales. La moneda adquiere tal crédito que es rápidam ente a d o ptada
por los reyes vecinos, Fernando II de León y Sancho I de Portugal.
    P lanteado así el problema seria lógico concluir que estos moldes son la res­
puesta na tu ra l de una población que necesita un tipo de moneda de gran crédito,
que, aunque existe, es escasa y entonces se deciden por su obtención aunque sea
falsificándola, o sin más, que es la acción con fines lucrativos de cualquier individuo.
    Pero planteem os el problema desde un ángulo diferente: esa necesidad de
moneda se extiende tam bién a las esferas oficiales y son ellas las que deciden una


    (1) «Moneda cast...», p . 18.
    (2) T om o, sólo a guisa de ejem plo, los Documentos de los Archivos Catedralicio y Diocesano de Salam anca
(Siglos X I J - X 1 I 1 ) , ed itad o s bajo la dirección de Jo sé-L u is M a rtin , S a lam a n ca , 1977.


236 —
MOLDES PROCEDENTES DE SA LA M A N C A PARA F U N D IR M A R A VEDIS

 acuñación oficiosa —si así denominamos la emisión que no se acuña en la ceca
 que consta en la leyenda m onetal— la historia num ism ática presenta casos pa ra ­
 lelos. Dentro de la Península el ejemplo más similar nos lo ofrecen las dracm as
 de imitación a m p u rita n a : los iberos de la zona catalana copian lo más exactam ente
 posible las dracm as de Ampurias, incluso su leyenda que a veces aparece con
grandes errores; otras utilizan formas de escritura iberizante con signos erróneos
y acaban por no disimular que es copia, escribiendo letras ibéricas sin sentido
concreto, leyendas totalm ente indescifrables. Estas monedas son legales, pero el
 nom bre de la ceca no corresponde al lugar que las está emitiendo. Si por azar
 hubiésemos encontrado cuños para estas piezas, o si éstas hubieran sido m uy
escasas por tra tarse de un periodo corlo de emisión ¿no hubiéramos, sin más,
calificado unos y otras de productos de falsarios? ¿Qué diferencia existe entre
estas monedas y las obtenidas con nuestros moldes?
     E n el siglo III d. de C. una economía profundam ente monetizada se encuentra
con que la ceca central no le abastece de suficiente numerario, entonces su reacción
es obtenerlo falsificándolo. La moneda que escasea es la rom ana y las provincias
que reaccionan al unisono son Britania, Gallia, Germania, Dacia y Egipto, es
decir, prácticam ente todo el Imperio romano del oeste, porque al del e s te — excepto
a E gipto— no le faltó nunca numerario. Este fenómeno se conoce desde el siglo X V II
y natu ra lm e n te entonces fue calificado como producción de falsarios. Ya Babelon
a principios de siglo se planteaba la duda de si no se trataría de una moneda oficiosa.
La crítica actual está prácticam ente de acuerdo en considerar todo el fenómeno
como una reacción oficiosa de los gobiernos locales, o incluso de pequeños centros
oficiales O) frente a la carencia de numerario.
     ¿No serán estos moldes nuestros parte de esas concesiones que la Corona hacia
a la Iglesia bien como moneda concesionaria —sin permiso a cam biar los cuños— ,
bien como donativo de una parte de la moneda ciudadana? (2).
     Como vemos es difícil con un solo hallazgo de este tipo, sin más paralelos en el
espacio peninsular ni en el tiempo alto medieval, decidirse por un calificativo
preciso para los moldes. Pero insisto en que no deben, sin más, debido a su leyenda
que no es árabe y a su técnica que no es la acuñación, tenerse por falsos. Más
anacronism os y errores están presentes en las monedas a las que me refería antes
y sin em bargo son oficiales.
     Debemos tener en m ente la existencia de estos moldes y esta r dispuestos, sin
prejuicios, a sacar conclusiones tan pronto como se presenten más paralelos o
dispongamos de más datos.


    (1 )   V id. u n a r e v is ió n del problem a e n M a r í a - I ’az G a r c ía - B e l l i d o , op. cit., p p . 13 y s s .
    (2) Com o u n o d e los vario s ejem plos posibles, valgu la concesión que en 118(> hace F e rn a n d o I I de
L eón al episcopado sa lm a n tin o de ia terc e ra p a rte de la m oneda de oro de S alam an ca, al igual que y a ten ía
la de p la ta . V id . Docum entos... de Salam anca, op. cil., año 1186- No conocem os n in g u n a de las dos m onedas
a las q u e hace referencia el docum ento.




                                                                                                                          237
M A R I   A   P   A   Z   G A    R   C   1 A   -   lì   E   L   L   I   I)   0




                          Figura 2

238 —
MOLDES PROCEDENTES DE SALAM AN CA PARA FU N D IR M A R A YED ÍS




                                       t ------- V"




                                                C




                            Figura 4




                                                         — 239
M A R I A              P A Z            G   A R C I A - B E L L I D                  O




        Figura 8.— Arriba: nuestro molde positivado. Abajo: un ejemplar del IV D J

240 —

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Moldes de piedra para acuñar maravedís de Alfonso VIII encontrados en Salamanca

  • 1. Moldes procedentes de Salamanca para fundir maravedís de Alfonso VIII Por María Paz García-Bellido U n iv e rsid ad de S alam anca u a tro años atrá s aparecieron en Espino de la Orbada. pueblecito <lel este de la C provincia de Salamanca, un conjunto de once matrices en piedra, <le las cuales ocho estaban grabadas y las otras habían recibido sólo la forma y las gráfilas para alojar la leyenda. Cinco piezas del conjunto eran matrices de sellos eclesiásticos y tres eran valvas para obtener por fundición maravedís alfonsíes. A estas últimas nos vam os a referir aqui. El hallazgo se produjo al abrir una zanja para m eter el agua en una vivienda sita al este y a unos 20 m etros de la iglesia del pueblo, edificio de amplias propor­ ciones y catalogado por Gómez Moreno como del siglo X I I , al que en el transcurso de los años se le han ido añadiendo o reparando paños murales, lo que origina que hoy la prim itiva fábrica quede totalm ente oculta. Al m om ento de la construcción de la iglesia pertenecen tam bién las matrices encontradas. Espino es protagonista varias veces en los documentos catedralicios de Salamanca en el último tercio del siglo X I I . Ocho de las once matrices que estudiamos fueron ofrecidas por el propio des­ cubridor a don Angel Rodríguez Sainz (», quien las compró por un precio asequible y las guardó d u ran te algún tiempo. Al saber que el conjunto podía tener gran valor histórico, don Angel se puso otra vez en comunicación con el descubridor, (1) Don A n^el, v ice d ire c to r de la (laja de A horros de S alam anca, se las enseñó al d o cto r V íctor G arcia de la C oncha, c a te d rá tic o de L ite ra tu ra E sp añ o la de n u e stra U n iv ersid ad , y am bos me ofrecieron su p u b li­ cación. H eltcro desde aquí mi sincero a g rad e cim ie n to : a don An|?el p o r su c o rd ialid ad y to ta l colaboración y al profesor G arcía de la C oncha p o r su in ju stifica d a confianza en mi persona p a ra la p u blicación del m ate ria l. — 227
  • 2. M A R Í A P A Z G A R C Í A - B E L L I D O quien todavía conservaba dos piezas más que pudimos añ a d ir al trabajo, siendo una de ellas el área II del molde monetal que nos ocupa. El estudio completo está en preparación, pero podemos adelantar que todo ello pertenece a finales del siglo X II o comienzos del X I I I , y que probablemente estemos a nte el m aterial de un artesano, quizás itinerante. Me extiendo en estos pormenores para poder descartar la posibilidad de que nos encontremos ante falsificaciones m odernas: 1.° El hecho de que haya en el pueblo testigos del hallazgo material. 2.° El precio al que se vendió, que no implicaba fines lucrativos. 3.° El no haber vendido todas las piezas en un principio, regalando dos de ellas a unos niños que las han utilizado para jugar. 4.° La perfecta coherencia cronológica que presentan todos los objetos del hallazgo, incluidos los moldes de fundición que nos ocupan. 5.° Coherencia tam bién histórica puesto que los personajes cuyos nombres constan en las matrices son coetáneos y rubrican ju n to s como eoíirmantes en muchos de los documentos de la época. 6.° El hecho de que precisamente en los siglos X I I y X I I I el pueblo de Espino de la O rbada aparezca en los docum entos con frecuencia y su iglesia se erigiera en esas fechas, haciendo pensar que debieron ser tiempos de apogeo para ese pequeño pueblo actual. Todas las matrices, grabadas en intaglio y n a turalm ente en negativo, son de piedra, lo que representa una gran novedad, puesto que las grandes colecciones, como la del Archivo Histórico Xacional y la del Instituto Valencia de Don J u a n , no poseen nada similar; las que allí se conservan son metálicas y en su m ayoría de bronce. Sin embargo, en la Real Academia de la Historia el doctor Vázquez de Parga 0) me enseñó una matriz, tam bién eclesiástica, hecha en pizarra y de carac­ terísticas similares a las nuestras. La rareza del material empleado nos coloca ante la posibilidad de que estemos frente a falsificaciones de época y ello tendría una justificación histórica que debemos perseguir. En cuanto a la fabricación de unos moldes para falsificar m oneda, es m uy clara su utilidad sobre todo en m omentos de un gran vacuum monetal como el del reinado de Alfonso V III. De la posible falsificación de las matrices de sellos tratarem os en otro lugar. Sin embargo, veo que con frecuencia a nte las novedades de tipo arqueológico existe una tendencia defensiva a considerarlas falsas. Las técnicas y sus variantes, sobre todo en tiempos pasados en que no existía la uniformidad actual, fueron más flexibles y amoldables a las necesidades de cada m om ento y de cada lugar (1) A quien doy ta m b ié n las gracias p o r su am a b le acogida y por h a b erm e facilitad o el conocim iento de doña P ilar H exares, g ra n e x p e rta en sigilografía, quien se to m ó el tr a b a jo de hacer en escayola los p ositivos de to d a s las piezas y qu ien fue conm igo de una a m a b ilid ad in m erecida. 228 —
  • 3. MOLDES PROCEDENTES DE SA LA M A N C A P A R A F U N D IR M A R A VEDÍS y m uchas veces efecto de la improvisación. Por todo ello debo reconocer que yo misma no me decido con firmeza por una u otra opción; de todas formas el hallazgo es de un gran interés histórico tan to se tra te de sellos y moldes legales, como si estam os a n te utensilios de falsario. DE SC R IPC IO N A nte la posibilidad de que un análisis pétreo pudiera indicar una procedencia geográfica restringida, lo que hubiera sido de gran interés para determ inar rela­ ciones entre el artesano, los sellos y la cantera, llevé las piezas al D ep artam en to de Petrología O). Los resultados son: la piedra, la misma en los tres ejemplares, resulta ser una argillita color siena con laminación paralela; se t ra ta de roca de grano m u y fino, con cantos blandos (material éste extraño a la roca) y de grano más grueso rodeados de una película de óxidos de hierro que ha provocado una oxidación superficial en las zonas colindantes. Presenta además clastos de cuarzo de tam a ñ o de arena. Es un tipo de roca que se halla en toda la cuenca meseteña del Duero. La roca es m uy dura y resiste tem peraturas superiores a los 300°, cosa que no ocurriría de haberse empleado la piedra — m arga— utilizada en los sellos del conjunto. La cantera puede así situarse en cualquier punto de la cuenca del Duero, sin que sea posible precisar una localización m ás restringida. Las tres valvas se grabaron para fundir m aravedís de oro de Alfonso V III < > 2, las 1 y 3 son del área I y la 2 del área II. Las valvas 1 y 2 forman pareja — tig. 4— y, por lo tanto, encajan una en otra siempre que se hagan coincidir los cuatro ori­ ficios supuestos para alojar unos vástagos de cobre o bronce, cuyos residuos quedan todavía visibles en ambos moldes. No parece que los moldes se hayan utilizado nunca, porque en dos de ellos, 1 y 3, no queda ningún resto de metal en los intersticios, sin embargo, en el 2 hav ab u n d a n te s vestigios de óxido de cobre en el área m onetai y se podría pensar que se había fundido en él moneda de bronce, pero tam bién se puede in te rp re ta r — me dicen en Petrologia— como restos de la disolución del vástago de cobre inferior derecho, que casi ha desaparecido y que ha teñido la zona colindante, e (1) A gradezco al profesor F iguerola, del D e p a rta m e n to de P etrología de n u e stra U n iv ersid ad y a sus c o la b o rad o re s, los an álisis y la inform ación que m e h a n proporcionado. (2) L a bibliografía esencial sobre el tem a es: A . H e iss, M onedas H ispano-crislianas, I, M adrid, 1805, p á g in a s 28 y ss., L. 4, 5 ; C o d f r a , Trillado de X u m ism á tica Arábiqo-EsfM ñola, M adrid, 1879, pp. 213 y sig u ien te s, 1.. 21, 19; A . V iv e s, M onedas de las dinastías arábigo-españolas, M adrid, 1893, p p . L X X V I II y sig u ien te s, núm s. 2.(122-2.041; Idem , «1.a m oneda c a s te lla n a ', Discurso de Ingreso en la lieal A cadem ia de la H istoria, M adrid, 1901, p p . 14 y ss.; N . S e n t e n a c i i , *EI m ara v ed í. Su grandeza y decadencia«, H A B M , 1905, p p . 195 y ss., I.. 16, 2 ; C. S á n c h e z A lb o r n o z , *La p rim itiv a o rg anización m o n eta ria de L eón y C astilla», A nales de H istoria del Derecho E spañol. V, 1928, pp. 334 y s s .; P. U e ltr A n , «Dos tesorillos de vellones ocultos en el re in a d o de A lfonso X», M adrid, 1961, Obras Completas, Z aragoza, 1972, pp. 651 y sig u ien te s; E . C o l e a n t e s , »Las m onedas de A lfonso V I I I y sus problem as>, A cia S u m ism á tic a , I I I , 1973, p á g in a s 113-136. L os d o cu m en to s los c ita n com o: m itcalcs o m izcales alfonsíes, d in are s alfonsíes, m o rab e tin e s, m arav ed ís, m ara v ed ise s y lo q u e sería su p lu ral co rrecto castellan o , m aravedíes. 229
  • 4. M A R Í A P A Z G A R C Í A - B E L L I D O incluso podría haber penetrado en el área monetal cercana dejando esos rastros que comentamos. Efectivam ente, el área m onetal opuesta a dicho vástago no presenta rastros de cobre y adem ás su valva pareja, la 1, no tiene el m enor vestigio de metal, lo que si ocurriría de haberse utilizado conjuntam ente con la 2, form ando el molde completo. Valva 1 — ligs. 1 y 4 A— , de forma trapezoidal, correspondiente al área I de Vives, núm . 2.022. Medidas: base menor, 5,22 cm.; liase mayor, 5,44 cm .; altura, 6,14 cm. L a superficie del área monetal está ligerísimamente rebajada respecto al plano restante de la valva. La profundidad del grabado monetal debe ser de 1 mm. E n el centro de la base m enor existe un canalillo para el vertido del m etal líquido, que entraría por la zona inferior del área monetal, estando esta cara, pues, en dirección j — fig. * A— . En tres de sus cuatro vértices existen orificios con restos 1 de vastagos de cobre; sin embargo, el orificio superior izquierdo no existió nunca. Los dos orificios de la izquierda traspasan hasta la cara posterior — íig. 4 A— , el de la derecha no taladra — fig. 4 C— . La cara posterior de la valva se m uestra rebajada en canal a media a ltu ra — fig. 4 C— quizá para facilitar el atado de una valva a la otra, o para alojar un dedo que firmemente y sin resbalar, permitiese tener am bas valvas ju n ta s d u ran te la operación de vertido que se efectuaría con la otra mano. La traducción de la leyenda, de estar ésta en árabe, seria: A r e a I. E l príncipe de los católicos Alfonso, hijo de Sancho anúdele Dios y protéjale M arginal: Se acuño este diñar en la ciudad de Toledo año ? de la era de Safar. Valva 2 — figs. 2 y 4— de forma cuadrangular correspondiente al área II de Vives, núm . 2.022, tiene las cuatro esquinas cortadas. Medidas: base mayor, 5,59 cm.; base menor, 5,04 cm.; altura, 6,07 cm. La superficie del área monetal igualmente rebajada que en el núm . 1. Aquí el canalillo para el vertido del metal entra perpendicular a la izquierda del área monetal, lo que produciría monedas con dirección de «cuños» En sus cuatro vértices hay canalillos, que traspasan hasta la cara posterior, para alojar los vástagos de metal de la valva 1; tres de ellos tienen todavía el m etal adherido, el superior izquierdo no fue utilizado, recuérdese que su orificio parejo de la valva 1 no existió — íig. 4 B y C— . Los vástagos metálicos que unirían las dos valvas iban alojados en orificios en la 1, pero en la 2 entrarían por las guias de sección semicircular y exteriores y para que éstas quedasen abiertas han sido cortadas las esquinas de la valva 2 — fig. 2— . La Leyenda de esta valva se traduciría, de ser árabe, asi: 230 —
  • 5. M O L D E S P R O C E D E N T E S I)E S A L A M A N C A P A R A F U N D I R M A R A V E D IS A r e a II. E l Im án de la Iglesia cristiana, el P apa de Roma la M ayor Marginal: En el nombre del Padre, del H ijo y del E spíritu Sanio : el que crea y sea bautizado, se saluará. Las valvas 1 y 2 forman pareja y se unirían como m uestra la íig. 4 B. Por el orificio central se introduciría el metal liquido — fig. 5— . Valva 3 — fig. 3— , de forma trapezoidal, correspondiente a Vives, núm. 2.022. Medidas: base mayor, 5,15 cm .; base menor, 3,14 cm.; altura, 6,37 cm.; grosor en la zona media, 3,32 cm. La superficie del área monetal está igualmente rebajada que en las valvas anteriores. El canalillo para el vertido del metal en posición sem ejante al del núm. 1. Los orificios para alojar los vástagos de sujeción son sólo dos y situados en los vértices opuestos, al igual que en el molde de Acre — fig. 6— . La valva, sin pareja, no tiene rastros de h a ber sido usada y ni siquiera ha tenido los vástagos colocados pues no h a y la m enor m uestra metálica. La leyenda igual que en valva núm. 1. CO M ENTA RIO TECNICO El hecho de que queden rastros de vástagos en am bas valvas nos obliga a hacer algunas consideraciones: 1.°) si, como parece, no se llegó a utilizar el molde para fundir m oneda, si debió probarse su acoplamiento, rompiéndose de forma accidental los vástagos que dejaron sus restos en am bas valvas; 2.°) se escondieron acoplados y el tiempo ha corroído el cobre dejando parte en los orificios y m anchando la zona colindante del área monetal — fig. 2— , o 3.°) se utilizaron para fundir moneda de cobre cuyos vestigios quedaron sólo en la valva 2, y hubo que partir los vástagos de unión para separar las valvas, pues es posible que el calor se transmitiese por la piedra y los fundiera. E s ta última posibilidad es poco probable, pues, como dije, hubiese quedado vestigio de m etal en am bas caras. De ser así, se fundió moneda de cobre que quizá luego se pensaba b a ñar en oro, m étodo éste poco eficaz, pues dado el bajo relieve de los m aravedís se hubiese notado fácilmente la superchería. P or otra parte, no conocemos monedas de cobre de este tam año y no es fácil que hayan existido. Los ponderales de bronce — fig. 7 — con esta tipología reproducen sólo el área central del m aravedí (D y no se pudieron fundir en moldes ta n grandes como el que nos ocupa. (1) E sta s escasas piezas son consideradas com o m onedas de cobre, (eluses, por V i v e s , M onedas arábigo..., p á g in a 342, n ú m . 2.042 y p o r E . C o l l a n t e s , op. c it., n ú m . 29; sin em bargo, o tro s a u to re s las tien en p o r p o n d e rales de los m a ra v e d ís: la presencia de la p a la b ra «justo* en á rab e q u e in d ic a rla peso ju sto y el hecho de te n e r el m ism o peso, leyenda c en tra l y fa ltarle s p recisam en te la orla que es donde se indica la ceca y fecha, serian d a to s a favor. Cfr. M a t e u y L l o p i s , Ponderales del M useo Arqueológico N ocional, M adrid, 11*34, p. 2 6 ; H e i s s , op. cit., p. 33. — 231
  • 6. M A R Í A P A Z G A R C I A - B E L L I D O Ante el interés inmenso que estos moldes aparecidos en el reino leonés, pero para moneda castellana, presentaban, y puesto que debia constar en su leyenda la fecha y el lugar de emisión, acudí a diversos especialistas de árabe y por último a don Manuel Ocaña U) quien me ha comunicado que lo grabado en los moldes no es escritura, sino simples garabatos que simulan la leyenda árabe y que, por lo tanto, no hay fecha ni ceca consignadas. Me insiste adem ás que debe tratarse de una falsificación. Y sin embargo en el MAN y en el IY D J (2) he podido estudiar 18 maravedís de oro de Alfonso V III y sus leyendas son fácilmente catalogables en dos tipos, uno de letra árabe clásica, similar a la reproducida por Codera o por Vives, y otra de trazos angulosos, verticales y horizontales que se parece a la grabada en nuestros moldes. De los 14 ejemplares del MAN, sobre todo el núm. 106-616 es de caracteres iguales a los nuestros. Los dos del IV D J son tam bién de trazos rectilíneos, seme­ jantes al que nos ocupa. Su semejanza se extiende no sólo al tam a ñ o de las piezas, sino incluso al hecho de que la m ayoría de los m aravedís estudiados presentan la dirección de «cuños» perpendicular entre si al igual que lo liarían las monedas fundidas en nuestros moldes. Y sin embargo estos m aravedís del M AN y del IV D J se tienen por auténticos — íig. 8— . Otra cuestión im portante y que quizá corrobore la hipótesis de que estemos a nte moldes de falsarios es el hecho de que se tra te de una técnica de fundición y no de acuñación; sabemos que aquélla ha sido casi siempre el sistema elegido por falsificadores y sin embargo creo poder asegurar que algunos de los maravedís consultados en el MAN y IV D J se obtuvieron por fundición: una superficie gra- nulienta, contornos poco nítidos me hacen pensar que en algunos casos estas piezas se fundieron. ¿E ra ésta una técnica habitual en el m undo árabe? Quizá no habitual pero sí frecuente, como vio nuestro gran num ísm ata Codera (3) y como lo dem uestran el molde para fundir moneda de cruzados procedente de Acre (Jerusalem) — fig. 6— (4) y tam bién los ab u n d a n te s moldes procedentes de la Península que se utilizaban para obtener placas metálicas decorativas o de carácter profiláctico, pero cuya técnica es la misma que la de fundición de moneda, sobre todo cuando se tr a t a de amonedación árabe que es de cospel tan fino (5). A pesar de todo lo dicho debo insistir en que la m ayoría del utillaje que cono­ cemos para fabricar m oneda islámica son cuños y no moldes. P. Balog <> recoge <) en 1955 siete pares de cuños conocidos —seis de bronce y uno de hierro— pero en ningún m om ento cita moldes de fundición y, sin embargo, hoy sabemos que existieron y no es ello de e x tra ñ a r si se piensa que en Egipto había una añeja y (1) Mi sincero a g rad e cim ie n to al m ejor conocedor de n u e stra e p igrafía á ra b e , q u ien acogió m i petición de a y u d a con g ra n a m a b ilid ad e in te rés. (2) C onste mi d e u d a con la d irec to ra del IV D J y los co n serv ad o res del MAN de quienes no he recibido sino facilid ad es p a ra e stu d ia r el m ate ria l que allí se g u a rd a. . (3) F . C o d e r a : «Cecas arábigo-españolas«, M adrid, 1874, p. 35. P u b lica d o com o an ejo en la reedición de Tratado de N u m ism á tic a A rábigo-Española hecha por C ayón. (4) T o m ad o de Y. M e s h o r e r : The production of coins in the A n cien l World, .Jerusalem , 1970, flg. 14. (5) B. R t'iz G o n z á l e z : «Molde m u su lm án de fundición h allad o en Málaga«, II C N N , N vm ism a, 1976, donde se hace referencia a los c onservados en el M AN. (6) «Notes on a n c ie n t a n d m edieval m in tin g technique«, A'C, 1955, p p . 195-202. 232 —
  • 7. MOLDES PROCEDENTES DE SALA M AN C A PARA FU N D IR M A R A VED lS ex tendida tradición de fundir moneda romana hasta tiempos de Constantino. Yo no veo inconveniente en adm itir que am bas técnicas pudieron convivir en un am biente islamizado, sobre todo en momentos en que existió la moneda conce­ sionaria o forera, como ocurrió en Castilla y León en los siglos X I I y X I I I . El tra b a jo de P. Balog, interesante por demás, nos deja, sin embargo, en situa­ ción desesperada. Su tesis es la siguiente: dada la dificultad de g ra b a r en cuños de bronce o acero leyendas tan sinuosas como las árabes, se hacía previam ente un patrón en material blando y fácilmente corregible, en plomo por ejemplo, para cuya verosimilitud aporta un testimonio (D; este negativo se imprimía en barro cerámico blando que tras su cochura servia de molde positivo para fundir allí el auténtico cuño, es decir, que la imagen del cuño se obtenía por fundición, presen­ tan d o éste, y na tu ra lm e n te las monedas emitidas por él, todas las características especificas de moneda fundida, aun cuando hubieran sido acuñadas (2). P. Balog concluye que, por lo tanto, muchas de las monedas que calificamos como fundidas, han sido sin embargo acuñadas. Puesto que sabemos que am bas técnicas coexis­ tieron, ¿cómo distinguir unas piezas de otras? A pesar del testim onio que Balog presenta, su tesis no ha sido m uy com partida por la complejidad que implicaría el proceso y sobre todo porque, de ser así, la inmensa mayoría de m onedas en nuestros museos parecerían fundidas y en la realidad éstas forman sólo una pequeña minoría. Si adem ás pensamos que la acuñación se implantó en todas las culturas, en gran parte para evitar la facilidad con que las monedas fundidas eran falsificadas, sería absurdo a c ep tar que se adoptó el método más complejo de acuñación pero con todos los inconvenientes del de fundición. Sacar de todo ello una conclusión fidedigna es, como vemos, imposible. Existen más argum entos técnicos para pensar que los moldes sean obra de falsario: la falsa escritura y el que se tra te de utillaje de fundición. Sin embargo, para ambos hechos hemos encontrado paralelos en piezas que se tienen por auténticas. E n cualquier caso antes de cerrar este estudio debemos replantear el hallazgo en el cuadro histórico general, más allá de los aspectos puram ente técnicos. COM ENTA RIO H IST O R IC O A unque los moldes no debieron llegar a ser utilizados, es indudable que se fabricaron para emitir maravedís alfonsies, cuya única ceca conocida hasta ahora es Toledo, a los que vemos citados frecuentemente en documentos de finales del siglo X I I y comienzos del X I I I . La acuñación dé estas monedas, según Vives y todos los especialistas que con posterioridad han tra ta d o el tem a (3), se inició como respuesta al vacio monetal creado en Castilla al interrum pirse las parias (1 ) N o t a a n t e r i o r , l á m . 1 4 , 1. (2) V id. discusión por e xtenso en M a h í a - P a z G a r c ía - B e l l i d o . "P roblem as técnicos de acu ñ ació n en la A n tig ü ed a d !, P o n e n c ia s al V C N N , N v m is m a , 174-176, 1982, pp. 11 y ss. ( 3 ) A. V i v e s : M onedas de las d i n a s t í a s . p. L X X IX . Incluso Sánchez A lbornoz, q u e re b a te to d a la tesis de V ives sobre los inicios de la m oneda caste lla n a, a c e p ta gustoso é sta. — 233
  • 8. M A R I A P A Z G A R C I A - B E L L I D O anuales que el rey de Murcia pagaba al castellano, un año antes de su total sumisión al poderío alm ohade en el 1171. «Apenas se sintió en Castilla la falta de numerario... se acudió a rem ediar la necesidad por medio de una acuñación propia, y queriendo conservar el tipo acreditado... se hizo una copia de los diñares alm orávides ta n servil como podía permitirlo la diferencia de religión. No sólo se conservó la ley, el peso y la disposición de las piezas, sino que se pusieron en árabe las leyendas con el mismo sentido que las anteriores» O). Pío Beltrán recoge dos documentos que testim onian la rapidez con que el d iñar saadi —el alm orávide— es sustituido por el cristiano: uno de 1172 en que se vende una yugada de labor en la jurisdicción de Toledo «por precio a número y cabal de doce mizcales de oro bayesi y saadi» y otro del año siguiente, de la misma Toledo, en que se vende un mesón por «treinta mizcales de oro alfonsi, bueno de peso y cuño» (2 ), m anteniéndose esta referencia a los mizcales alfonsies en los documentos de los años sucesivos. Estos mizcales alfonsies son, como ya vio Vives (3), de dos tipos: el m ás antiguo y más apegado al mizcal saadi, donde todavía no aparecen las iniciales latinas de ALF(onsus), y el más moderno que parece iniciarse en el 11X1 y prolongarse hasta 1217 en que ya reinaba Enrique 1, pero que siguen acuñándose a nom bre de ALF(onsus). A este último tipo corresponden nuestros moldes; por lo tanto, deben fecharse con posterioridad al 1181 (■ E sta moneda, aunque pronto dejará »). de ser de oro, se convierte en unidad base monetal cristiana; estamos asistiendo al nacim iento de la moneda propia castellano-leonesa (5). La circulación m onetaria de la A lta E d a d Media en Castilla y León se habia abastecido de moneda e x tra ñ a : sólidos áureos, sólidos argénteos, tremises godos, dirhemes y diñares árabes y la cuestionable moneda «sueldos gallicanos» que sólo aparecen citados en documentos gallegos y nunca en castellano-leoneses, aunque sin embargo, no debamos creer que existió una moneda gallega propia en estas fechas aun a pesar de la coletilla de m uchas de las citas, «usui terre nostre», o quizá precisam ente por ella < que indica que se tra ta de moneda im portada. 6> Nos consta que estas monedas de sistemas varios, a la hora del trueque, solían ser pesadas, «pondere pesatos coram multitudine», lo que implica que se utilizaban más como dinero que como moneda. Estas dificultades para una economía m onetal fluida ocasionaron, en casos, que el numerario, que adem ás escaseaba mucho, fuese sustituido por un sistema más simple y quizá nunca abandonado en economías cerradas: el pago en especie. Testimonio de este tipo de mercado son las referencias (1) V j v f .s : «Moneda casi...« , p. 10. (2 ) P ío B f. lt k An , op. cil., p . 652. (3) M onedas arábigo..., p. I.X X IX . (4) V i v e s : M onedas arábigo..., pp. 340 y ss., c ita m o n ed as del 1219, es decir, del 1181 de la era, fecha a ce p ta d a p o r E . C o l l a n t e s , op. cil., p p . 119 y 125; sin em bargo, P . B e ltrá n considera que este segundo tip o no se inicia h a sta el 1184, op. cil., p. 052. (5) La ausencia de u n sistem a m o n etal único, con u n a m oneda base ta n to de c u e n ta com o efectiva era en el siglo X I I , en que la e x p an sió n c ristia n a h a b ia llegado y a al T a jo y el com ercio e sta b a e x p e ri­ m en ta n d o un g ran crecim iento, un problem a económ ico serio. P o r eso, ta n p ro n to com o se a c u ñ a n piezas de oro castellan as que p u e d an su s titu ir las e x tra ñ a s , se a d o p ta n com o m oneda base del sistem a. (6 ) V id. V i v e s ; « M o n e d a c a s t . .. » , p p . 9-10; d is c u s ió n e n S á n c h e z A l b o k n o z , op. cil., p p . 309 y ss. 234 —
  • 9. MOLDES PROCEDENTES DE SALA M AN C A P AR A FU N D IR M A R A VED ÍS de valor agrarias o ganaderas y el que se emplease como unidad de cambio, en muchos casos, el modio de trigo o la oveja. E n otros se m antiene el concepto monetal pero sólo como valor de referencia, como moneda de cuenta aun cuando en realidad se pagase en especie. Asi lo atestiguan numerosos docum entos de Celanova y Sahagún (D «et accepimus de te pretium quod nobis bene complacuit X X V solidos gallicenses in pannos vel argento et bues». Es decir, que a mediados del siglo X I se está evolucionando hacia una economía prem onetal en la que todavía existen valores de referencia monetales e incluso dinero, pero no moneda, citándose en la m ayoría de los casos como moneda de cuenta el solidus que en estas fechas era m uy probablemente, como vio Vives, el solidus bizantino equi­ parado con el diñar árabe (2). H a y , sin embargo, otro área colindante con Castilla y León, la dom inada por los árabes, que estuvo en estos siglos a b u n d antem ente alim entada de m oneda y d entro de una economía exclusivamente monetal. Su amonedación viene a ocupar, como es ley habitual, el vacio monetario de los reinos castellano-leoneses (3). E s por ello probable que cuando Alfonso VI tom a Toledo se vea obligado a no in te rru m p ir las acuñaciones y m antener así el status quo económico, sin introducir más novedad respecto a las monedas de Alkadir que suprim ir su nombre, convir­ tiendo la acuñación en anónima con ceca en Toledo y fecha del 1085. Que sean m onedas reales, como quiere Sánchez Albornoz, o concesionarias, como opinan Vives y Pió B eltrán, es difícil de dirimir. Que el derecho de acuñación lo tenia el rey es evidente, pero que este derecho se cedió a veces e incluso se vendió, es tam bién claro. ¿Qué nombre se puede dar a la moneda jacobina de Gelmirez cuya concesión consta en los documentos de Alfonso VI y Alfonso V III ? < », y éste es ■ un caso extrem o en que se concedía cam biar incluso de cuños, pero ¿qué otra cosa, sino concesionaria, es la moneda vendida por los reyes a sus súbditos, cuyo prim er testimonio escrito son las actas de la curia de B enavente del 1202, donde consta la v e n ta por siete años? La periodización de estas concesiones ha sido estudiada con excelentes resultados por Pío Beltrán (5). Dentro de esta misma concepción, pero con ciertos matices, debemos plan­ tearnos las nuevas acuñaciones de oro alfonsíes. Es m uy probable que fuese moneda concedida a Toledo para su libre acuñación; con esta posibilidad jugó Vives y alegó, con gran lógica, que ésta sería la causa de que los m aravedís sigan a nom bre de Alfonso V III todavía en el reinado de Enrique I, hasta 1217, puesto (1) T . C e l a n o v a , fol. 42; vid. S á n c h e z A in o itx o z , op. cil., p p . 310 y s s. (2) »Moneda casi...*, p . X. ' (3) l ’na e s tru c tu ra económ ica a la que le fa lta la m oneda suele re te n e r la a je n a, de to d o tip o si la m o n ed a en circulación es escasa, como la de C astilla y L eón en la A lta E d ad Media, y exclusiva de una ceca si é sta es su ficien tem en te a b u n d a n te com o, p o r ejem plo, las m onedas de C orinto en Sicilia a m ediados del siglo IV a. de C., cuya a b u n d a n c ia es tal que en el siglo XV11I se pensó que e ra m oneda de u n a ceca siciliana. H o y sabem os que su presencia se debe a h a b er sido tra n s p o rta d a p o r colonizadores griegos en la expedición de T im oleón a Sicilia, donde no se a cu ñ a b a hacia m uchos años. La p o blación re tien e y ateso ra el n u m era rio c o rin tio h a sta que años después las acuñaciones sicilianas se re a n u d a n , y las m onedas co rin tias d e ja n de a p a re c e r en los a te so ra m ie n to s re p en tin a m en te . V id. C. K h a a y , Coins und Ilisto ry, L ondres, 1969, p á g in a s 53 y ss. (4) S á n c h e z A l b o r n o z , op. cil., pp. 234 y ss. (5) Op. cil., p p . (¡50 y ss. — 235
  • 10. M A R I A P A Z G A R C Í A - B E L L I D O que era habitual m antener las características externas de las m onedas conce­ sionarias. Pero es tam bién evidente, como el mismo Vives arguye, que esta moneda venía a cubrir el vacio dejado en Castilla y León por los dinares almorávides. Difícilmente podía cumplir ese cometido una moneda m arginal y probablem ente escasa, como es de im aginar una amonedación ciudadana. Lógicamente deberíamos esperar que su escasez, dado que era de oro. fuese m ayor que la de los bronces que Alfonso VI concedió el siglo anterior a la misma ciudad; la realidad es la contraria. Vives hace la crítica de su propia argum entación y com enta: «Pero sería singular que cuando el mismo Alfonso V III se esforzaba por restituir a la corona el derecho de am onedar el vellón, siguiendo el m ovim iento centralizador de los demás reyes cristianos, fuese a contradecir su política precisamente en lo más apreciado de aquel derecho, en lo concerniente a la moneda de oro» O). H ay otro argum ento para pensar que quizá fuese m oneda real o, si concesionaria, que debió tener cierta participación real: su rapidísima adopción, no sólo como m oneda efectiva, sino sobre todo como moneda de cuenta, que se generaliza hasta el punto de convertirse en base de un nuevo sistema m onetal para los reinos castellano-leoneses. E n m uy pocos años vemos cómo la m ayoría de las referencias documentales no se hacen ya a los diferentes dinares y sólidos, sino a los m ora- belines o maravedís. Es evidente, pues, que si una amonedación nueva invade tan repentinam ente una estructura norm alm ente tan tradicional como la mone­ taria, es porque se ha encontrado con un gran vacío, con una falta no sólo de moneda efectiva, sino de una moneda de cuenta válida y cómoda, y porque la moneda que llega nace con crédito y éste viene dado, primero, por ser continuación de los dinares almorávides, pero tam bién por venir respaldado por la autoridad real. Nace tam bién con abundancia y éste no sería el caso si las piezas fueren exclusivam ente municipales, ni tampoco hubieran podido llenar el mercado y pasar a los documentos legales como moneda de cuenta en tan poco tiempo. Ya en 1178 aparecen las citas de maravedís, es decir, sólo seis años después de su primera emisión (2); las referencias se m antienen constantes y sólo en un caso, en 1181, se valora una compra en áureos, pero en el mismo docum ento se citan morabetines. U na acogida tal parece indicar que se tra te de m oneda real y no sujeta a conce­ siones temporales. La moneda adquiere tal crédito que es rápidam ente a d o ptada por los reyes vecinos, Fernando II de León y Sancho I de Portugal. P lanteado así el problema seria lógico concluir que estos moldes son la res­ puesta na tu ra l de una población que necesita un tipo de moneda de gran crédito, que, aunque existe, es escasa y entonces se deciden por su obtención aunque sea falsificándola, o sin más, que es la acción con fines lucrativos de cualquier individuo. Pero planteem os el problema desde un ángulo diferente: esa necesidad de moneda se extiende tam bién a las esferas oficiales y son ellas las que deciden una (1) «Moneda cast...», p . 18. (2) T om o, sólo a guisa de ejem plo, los Documentos de los Archivos Catedralicio y Diocesano de Salam anca (Siglos X I J - X 1 I 1 ) , ed itad o s bajo la dirección de Jo sé-L u is M a rtin , S a lam a n ca , 1977. 236 —
  • 11. MOLDES PROCEDENTES DE SA LA M A N C A PARA F U N D IR M A R A VEDIS acuñación oficiosa —si así denominamos la emisión que no se acuña en la ceca que consta en la leyenda m onetal— la historia num ism ática presenta casos pa ra ­ lelos. Dentro de la Península el ejemplo más similar nos lo ofrecen las dracm as de imitación a m p u rita n a : los iberos de la zona catalana copian lo más exactam ente posible las dracm as de Ampurias, incluso su leyenda que a veces aparece con grandes errores; otras utilizan formas de escritura iberizante con signos erróneos y acaban por no disimular que es copia, escribiendo letras ibéricas sin sentido concreto, leyendas totalm ente indescifrables. Estas monedas son legales, pero el nom bre de la ceca no corresponde al lugar que las está emitiendo. Si por azar hubiésemos encontrado cuños para estas piezas, o si éstas hubieran sido m uy escasas por tra tarse de un periodo corlo de emisión ¿no hubiéramos, sin más, calificado unos y otras de productos de falsarios? ¿Qué diferencia existe entre estas monedas y las obtenidas con nuestros moldes? E n el siglo III d. de C. una economía profundam ente monetizada se encuentra con que la ceca central no le abastece de suficiente numerario, entonces su reacción es obtenerlo falsificándolo. La moneda que escasea es la rom ana y las provincias que reaccionan al unisono son Britania, Gallia, Germania, Dacia y Egipto, es decir, prácticam ente todo el Imperio romano del oeste, porque al del e s te — excepto a E gipto— no le faltó nunca numerario. Este fenómeno se conoce desde el siglo X V II y natu ra lm e n te entonces fue calificado como producción de falsarios. Ya Babelon a principios de siglo se planteaba la duda de si no se trataría de una moneda oficiosa. La crítica actual está prácticam ente de acuerdo en considerar todo el fenómeno como una reacción oficiosa de los gobiernos locales, o incluso de pequeños centros oficiales O) frente a la carencia de numerario. ¿No serán estos moldes nuestros parte de esas concesiones que la Corona hacia a la Iglesia bien como moneda concesionaria —sin permiso a cam biar los cuños— , bien como donativo de una parte de la moneda ciudadana? (2). Como vemos es difícil con un solo hallazgo de este tipo, sin más paralelos en el espacio peninsular ni en el tiempo alto medieval, decidirse por un calificativo preciso para los moldes. Pero insisto en que no deben, sin más, debido a su leyenda que no es árabe y a su técnica que no es la acuñación, tenerse por falsos. Más anacronism os y errores están presentes en las monedas a las que me refería antes y sin em bargo son oficiales. Debemos tener en m ente la existencia de estos moldes y esta r dispuestos, sin prejuicios, a sacar conclusiones tan pronto como se presenten más paralelos o dispongamos de más datos. (1 ) V id. u n a r e v is ió n del problem a e n M a r í a - I ’az G a r c ía - B e l l i d o , op. cit., p p . 13 y s s . (2) Com o u n o d e los vario s ejem plos posibles, valgu la concesión que en 118(> hace F e rn a n d o I I de L eón al episcopado sa lm a n tin o de ia terc e ra p a rte de la m oneda de oro de S alam an ca, al igual que y a ten ía la de p la ta . V id . Docum entos... de Salam anca, op. cil., año 1186- No conocem os n in g u n a de las dos m onedas a las q u e hace referencia el docum ento. 237
  • 12. M A R I A P A Z G A R C 1 A - lì E L L I I) 0 Figura 2 238 —
  • 13. MOLDES PROCEDENTES DE SALAM AN CA PARA FU N D IR M A R A YED ÍS t ------- V" C Figura 4 — 239
  • 14. M A R I A P A Z G A R C I A - B E L L I D O Figura 8.— Arriba: nuestro molde positivado. Abajo: un ejemplar del IV D J 240 —