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    LENGUA Y LITERATURA
     Séptimo grado – 2011

         CUADERNILLO



                  1

             Tipos textuales
           Géneros narrativos
           Clases de palabras
       Circuito de la comunicación
           Registros y lectos
         Funciones del lenguaje
             Actos de habla




     Profesora: Débora Center
     Alumno:______________
Texto Nº 1


Temas: tipos textuales, comprensión lectora, producción.




EL VERDUGO - Silvina Ocampo

 Como siempre, con la primavera llegó el día de los festivales. El Emperador,
después de comer y de beber, con la cara recamada de manchas rojas, se dirigió a
la plaza, hoy llamada de las Cáscaras, seguido por sus súbditos y por un célebre
técnico, que llevaba un cofre de madera, con incrustaciones de oro.

-¿Qué lleva en esa caja? -preguntó uno de los ministros al técnico.

-Los presos políticos; más bien dicho los traidores.

-¿No han muerto todos? -interrogó el ministro con inquietud.

-Todos, pero eso no impide que estén de algún modo en esta cajita -susurró el
técnico, mostrando entre los bigotes, que eran muy negros, largos dientes blancos.

En la plaza de las Cáscaras, donde habitualmente celebraban las fiestas patrias, los
pañuelos de la gente volaban entre las palomas; éstas llevaban grabada en las
plumas, o en un medallón que les colgaba del pescuezo, la cara pintada del
Emperador. En el centro de la plaza histórica, rodeado de palmeras, había un
suntuoso pedestal sin estatua. Las señoras de los ministros y los hijos estaban
sentados en los palcos oficiales. Desde los balcones las niñas arrojaban flores. Para
celebrar mejor la fiesta, para alegrar al pueblo que había vivido tantos años
oprimido, el Emperador había ordenado que soltaran aquel día los gritos de todos
los traidores que habían sido torturados. Después de saludar a los altos jefes,
guiñando un ojo y masticando un escarbadientes, el Emperador entró en la casa
Amarilla, que tenía una ventana alta, como las ventanas de las casas de los
elefantes del Jardín Zoológico. Se asomó a muchos balcones, con distintas
vestiduras, antes de asomarse al verdadero balcón, desde el que habitualmente
lanzaba sus discursos. El Emperador, bajo una apariencia severa, era juguetón.
Aquel día hizo reír a todo el mundo. Algunas personas lloraron de risa. El
Emperador habló de las lenguas de los opositores: "que no se cortaron -dijo- para
que el pueblo oyera los gritos de los torturados". Las señoras, que chupaban
naranjas, las guardaron en sus carteras, para oírlo mejor; algunos hombres
orinaron involuntariamente sobre los bancos, donde había pavos, gallinas y dulces;
alguno niños, sin que las madres lo advirtieran, se treparon a las palmeras. El
Emperador bajó a la plaza. Subió al pedestal. El eminente Técnico se caló las gafas
y lo siguió: subió las seis o siete gradas que quedaban al pie del pedestal, se sentó

                                                                                   2
en una silla y se dispuso a abrir el cofre. En ese instante el silencio creció, como
suele crecer al pie de una cadena de montañas al anochecer. Todas las personas,
hasta los hombres muy altos, se pusieron en puntas de pie, para oír lo que nadie
había oído: los gritos de los traidores que habían muerto mientras los torturaban.
El Técnico levantó la tapa de la caja y movió los diales, buscando mejor sonoridad:
se oyó, como por encanto, el primer grito. La voz modulaba sus quejas más graves
alternativamente; luego aparecieron otras voces más turbias pero infinitamente
más poderosas, algunas de mujeres, otras de niños. Los aplausos, los insultos y los
silbidos ahogaban por momentos a los gritos. Pero a través de ese mar de voces
inarticuladas, apareció una voz distinta y sin embargo conocida. El Emperador, que
había sonreído hasta ese momento, se estremeció. El Técnico movió los diales con
recogimiento: como un pianista que toca en el piano un acorde importante, agachó la
cabeza. Toda la gente, simultáneamente, reconoció el grito del Emperador. ¡Como
pudieron reconocerlo! Subía y bajaba, rechinaba, se hundía, par volver a subir. El
Emperador, asombrado, escuchó su propio grito: no era el grito furioso o
emocionado, enternecido o travieso, que solía dar en sus arrebatos; era un grito
agudo y áspero, que parecía provenir de una usina, de una locomotora, o de un cerdo
que estrangulan. De pronto algo, un instrumento invisible, lo castigó. Después de
cada golpe, su cuerpo se contraía, anunciando con otro grito el próximo golpe que
iba a recibir. El Técnico, ensimismado, no pensó que tal vez suspendiendo la
transmisión podría salvar al Emperador. Yo no creo, como otras personas, que el
Técnico fuera un enemigo acérrimo del Emperador y que había tramado todo esto
para ultimarlo.

El Emperador cayó muerto, con los brazos y las piernas colgando del pedestal, sin
el decoro que hubiera querido tener frente a sus hombres. Nadie le perdonó que se
dejase torturar por verdugos invisibles. La gente religiosa dijo que esos verdugos
invisibles eran uno solo, el remordimiento.

-¿Remordimiento de qué? -preguntaron los adversarios.

-De no haberles cortado la lengua a esos reos -contestaron las personas religiosas,
tristemente.

 OCAMPO, SILVINA, La furia, y otros cuentos. Buenos Aires, Sur, 2a ed., 1960 (págs.
120-122)




   1) ¿Qué tipo de texto es el que leíste? Justificar.
   2) ¿Cuál es la situación inicial y cuál es la complicación?
   3) Explicá la relación entre el título, el conflicto y el desenlace del cuento.
   4) ¿Qué importancia tiene la palabra (el discurso del emperador y los gritos) en
      este texto?
   5) Explicá el comentario final de las personas religiosas.
   6) Escribir un cuento partiendo de la siguiente situación inicial:

Como siempre, con la primavera llegó el día de los festivales. El Emperador, después de
comer y de beber, con la cara recamada de manchas rojas, se dirigió a la plaza, hoy llamada


                                                                                          3
de las Cáscaras, seguido por sus súbditos y por un célebre técnico, que llevaba un cofre de
madera, con incrustaciones de oro...




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Texto Nº 2

 Temas: tipo textual narrativo, comprensión lectora, producción.


                                                                      El ganador


Bandidos asaltaron la ciudad de Mexcatle y ya dueños del botín de guerra
emprendieron la retirada. El plan era refugiarse al otro lado de la frontera, pero
mientras tanto ellos pasan la noche en una casa en ruinas, abandonada en el camino.
A la luz de las velas juegan a los naipes. Cada uno apuesta las prendas que ha
saqueado. Partida tras partida, el azar favorece al Bizco, quien va apilando las
ganancias debajo de la mesa: monedas, relojes, alhajas, candelabros...

Temprano por la mañana el Bizco mete lo ganado en una bolsa, la carga sobre los
hombros y agobiado bajo ese peso sigue a sus compañeros, que marchan cantando
hacia la frontera. La atraviesan, llegan sanos y salvos a la encrucijada donde han
resuelto separarse y allí matan al Bizco. Lo habían dejado ganar para que les
transportase el pesado botín.
                                               Enrique Anderson Imbert



     a) El texto que leí es narrativo porque ........................................................................................
        .............................................................................................................................................................
     b) Tipo de narrador:...........................................................................................................................
     c) Marco:..............................................................................................................................................
          ...........................................................................................................................................................
          .
     d) Situación inicial: ...........................................................................................................................
        ............................................................................................................................................................
     e) Complicación:...................................................................................................................................
          ...........................................................................................................................................................
     f) Resolución:.......................................................................................................................................
          ...........................................................................................................................................................
     g) ¿Cuál es la estrategia de los bandidos para quedarse con el botín?
     h) ¿Cuál es la relación entre el título y el conflicto del texto?
     i) Señalá las palabras que se utilizan para hacer referencia a los ladrones y proponé
          dos más. Utilizando esas palabras realizá una descripción de los personajes.
     j) Escribí un nuevo cuento tomando como punto de partida la primera oración del
          texto que leíste.




                                                                                                                                                                  5
TEXTO N°3

Temas: clases de palabras (sustantivos, adjetivos, artículos y verbos), separación en sílabas
y tildación.


                                     LA SENTENCIA

  Aquella noche, en la hora de la rata, el emperador soñó que había salido de su
palacio y que en la oscuridad caminaba por el jardín, bajo los árboles en flor. Algo se
arrodilló a sus pies y le pidió amparo. El emperador accedió; el suplicante dijo que era un
dragón y que los astros le habían revelado que al día siguiente, antes de la caída de la
noche, Wei Cheng, ministro del emperador, le cortaría la cabeza. En el sueño, el
emperador juró protegerlo.
  Al despertarse, el emperador preguntó por Wei Cheng. Le dijeron que no estaba
en el palacio; el emperador lo mandó buscar y lo tuvo atareado el día entero, para
que no matara al dragón y hacia el atardecer le propuso que jugaran al ajedrez. La
partida era larga, el ministro estaba cansado y se quedó dormido.
  Un estruendo conmovió la tierra. Poco después irrumpieron dos capitanes, que
traían una inmensa cabeza de dragón empapada en sangre. La arrojaron a los pies del
emperador y gritaron:
   —Cayó del cielo.
  Wei Cheng, que había despertado, la miró con perplejidad y observó:
   —Qué raro, yo soñé que mataba a un dragón así.

     Wu Cheng en Borges, J.L. y Bioy Casares, A., Cuentos breves y extraordinarios, Buenos
     Aires, Losada, 1957.




a)    ¿Cuál es el mensaje que le transmiten los dos capitanes al emperador?
b)    ¿Quién o quiénes reciben la observación final del ministro Wei Cheng?
c)    ¿Quién es el que suplica en el sueño del emperador?
d)    Realizá una descripción de uno de los personajes.
e)    Escribí un relato en el que el narrador de los hechos sea el dragón.
f)    Buscá en el texto y completá el cuadro:

            Sustantivos           Adjetivos             Verbos                   Artículos




      g) Clasificá semánticamente los sustantivos que copiaste en el cuadro anterior.
      h) Separá en sílabas las siguientes palabras. Indicá cuando hay hiato, diptongo
         o hiato por acentuación.

      estruendo
      irrumpieron
      así
      sol

                                                                                             6
tierra
   desaguadero
   rompía
   cuadro
   soñé
   cielo
   agüita

   i) ¿Por qué se tildan las siguientes palabras?

   canción
   rápidamente
   más
   déspota
   héroe
   sí
   cayó
   reías
   mártir

   j) Completá el siguiente cuadro:

                 Persona      Número        Infinitivo
Cocinó
Logran
Reían
Has cambiado
Jugaré
Comeríamos
Tuvieron
Conocerás
Cantábamos
Desearon




                                                         7
Texto Nº 4

Temas: circuito de la comunicación, variedades de lengua y registro.



                                 EL GESTO DE LA MUERTE

    Un joven jardinero persa dice a su príncipe:
    — ¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza.
    Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahan.
    El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a
la Muerte y le pregunta:
       — Esta mañana, ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?
   — No fue un gesto de amenaza —le responde— sino un gesto de sorpresa. Pues lo
       veía lejos de Ispahan esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahan.e

Cocteau, J., “Le gran écart” en Borges, J.L. y Bioy Casares, A., Cuentos breves y
extraordinarios, Buenos Aires, Losada, 1957.




   a)   ¿Cuáles son los personajes principales?
   b)   ¿Cuál es el conflicto?
   c)   ¿Qué le pide el jardinero persa a su príncipe? Contalo con tus palabras.
   d)   ¿Logra el jardinero salvarse de la muerte? ¿Por qué?
   e)   ¿Qué relación tiene el título del cuento con el contenido?
   f)   Buscá en el cuento dos sustantivo, dos adjetivos y dos verbos conjugados.
        Transcribilos.
   g)   Buscá una palabra aguda con tilde, una grave sin tilde y dos esdrújulas.
        Transcribilas.
   h)   Identificá los elementos del circuito de la comunicación en el pasaje
        encerrado entre corchetes. Caracterizar registro y variedades de lengua.
   i)   Reconocé en el texto dos frases en las que predominen la función apelativa
        del lenguaje.
   j)   Subrayá dos frases en las que detectes la función referencial del lenguaje.
   l)   Escribí un texto en el que narres un viaje de la Muerte.




                                                                                      8
Texto Nº 5

Temas: circuito real de la comunicación y circuito de ficción, tipos textuales, narrador,
cuento.



                               EPISODIO DEL ENEMIGO

Tantos años huyendo y esperando y ahora el enemigo estaba en mi casa. Desde
la ventana lo vi subir penosamente por el áspero camino del cerro. Se ayudaba
con un bastón, con un torpe bastón que en sus viejas manos no podían ser un
arma sino un báculo. Me costó percibir lo que esperaba: el débil golpe contra la
puerta. Miré, no sin nostalgia, mis manuscritos, el borrador a medio concluir y el
tratado de Artemidoro sobre los sueños, libro un tanto anómalo ahí, ya que no
sé griego. Otro día perdido, pensé. Tuve que forcejear con la llave. Temí que el
hombre se desplomara, pero dio unos pasos inciertos, soltó el bastón, que no
volví a ver, y cayó en mi cama, rendido. Mi ansiedad lo había imaginado muchas
veces, pero solo entonces noté que se parecía, de un modo casi fraternal, al
último retrato de Lincoln. Serían las cuatro de la tarde.
Me incliné sobre él para que me oyera.
–Uno cree que los años pasan para uno –le dije–, pero pasan también para los
demás. Aquí nos encontramos al fin y lo que antes ocurrió no tiene sentido.
Mientras yo hablaba, se había desabrochado el sobretodo. La mano derecha
estaba en el bolsillo del saco. Algo me señalaba y yo sentí que era un revólver.
Me dijo entonces con voz firme:
–Para entrar en su casa, he recurrido a la compasión. Lo tengo ahora a mi
merced y no soy misericordioso.
Ensayé unas palabras. No soy un hombre fuerte y solo las palabras podían
salvarme. Atiné a decir:
s –En verdad que hace tiempo maltraté a un niño, pero usted ya no es aquel niño
ni yo aquel insensato. Además, la venganza no es menos vanidosa y ridícula que
el perdón.e
–Precisamente porque ya no soy aquel niño –me replicó– tengo que matarlo. No
se trata de una venganza, sino de un acto de justicia. Sus argumentos, Borges,
son meras estratagemas de su terror para que no lo mate. Usted ya no puede
hacer nada.
–Puedo hacer una cosa –le contesté.
–¿Cuál? –me preguntó.
–Despertarme.
Y así lo hice.

Borges, Jorge Luis en Nueva antología personal, Editorial Siglo XXI, 2004.


    1) Explicá qué tipo textual predomina y qué tipo de narrador encontramos en el
       texto.
    2) ¿Por qué este texto es un cuento?

    3) Indicá quiénes son los personajes y dónde transcurre la acción.
                                                                                            9
4) Realizá una descripción de uno de los personajes teniendo en cuenta los
   datos que proporciona el texto y agregando otros de tu propia creación
   (cuatro renglones).

5) Responde a las siguientes preguntas:
      a. ¿ Cuál es el conflicto central del cuento?
      b. ¿Qué argumentos presenta cada uno de los personajes para
         resolverlo?
          ¿ Cómo se produce la resolución?

6) Mencioná los elementos del circuito real de la comunicación y los del circuito
   de ficción marcado entre corchetes.

7) Extrae del texto tres sustantivos y tres adjetivos. Realizá nuevas
   oraciones con ellos.

8) Subrayá en el texto cuatro verbos conjugados.

9) Escribí un cuento partiendo de la siguiente situación inicial:

Tantos años huyendo y esperando y ahora el enemigo estaba en mi casa. Desde
la ventana lo vi subir penosamente por el áspero camino del cerro.




                                                                              10
Texto N°6

Temas: tipo textual dialogal, circuito de la comunicación, funciones del lenguaje, actos de
habla.

                                        Casa tomada
                                       Julio Cortázar

Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas
sucumben a la mas ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de
nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.
 Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa
podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana,
levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las ultimas habitaciones
por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos al mediodía, siempre puntuales; ya no
quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar
pensando en la casa profunda y silenciosa y como nos bastábamos para mantenerla limpia. A
veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejo casarnos. Irene rechazo dos
pretendientes sin mayor motivo, a mi se me murió María Esther antes que llegáramos a
comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro,
simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía
asentada por nuestros bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y
esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el
terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de
que fuese demasiado tarde.

 Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se
pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No se porque tejía tanto, yo
creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no
hacer nada. Irene no era así, tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno,
medias para mi, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo
destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el
montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados
iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y
nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las
librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no
llegaba nada valioso a la Argentina. Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y
de Irene, porque yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el
tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pullover está terminado no se puede
repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor lleno de
pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería; no
tuve valor para preguntarle a Irene que pensaba hacer con ellas. No necesitábamos
ganarnos la vida, todos los meses llegaba plata de los campos y el dinero aumentaba. Pero a
Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mi se me
iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos
canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.

Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos, la
biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte mas retirada, la que mira hacia
Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte del
ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual
comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y

                                                                                              11
la puerta cancel daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y
pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo
que conducía a la parte mas retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de
roble y mas allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda
justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo mas estrecho que llevaba a la cocina y
el baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no,
daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse;
Irene y yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la
puerta de roble, salvo para hacer la limpieza, pues es increíble como se junta tierra en los
muebles. Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra
cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los
mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo
sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita
de nuevo en los muebles y los pianos.

Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene
estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió
poner al fuego la pavita del mate. Fui por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de
roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o
en la biblioteca. El sonido venia impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la
alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un
segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me
tire contra la pared antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el
cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo
para más seguridad.

Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a
Irene:

{-Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado parte del fondo.
Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.
-¿Estás seguro?
Asentí.
-Entonces -dijo recogiendo las agujas- tendremos que vivir en este lado. }

Yo cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar su labor. Me
acuerdo que me tejía un chaleco gris; a mi me gustaba ese chaleco.

Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada
muchas cosas que queríamos. Mis libros de literatura francesa, por ejemplo, estaban todos
en la biblioteca. Irene pensó en una botella de Hesperidina de muchos años. Con frecuencia
(pero esto solamente sucedió los primeros días) cerrábamos algún cajón de las cómodas y
nos mirábamos con tristeza.

-No está aquí.

Y era una cosa mas de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa.

Pero también tuvimos ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose
tardísimo, a las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos
cruzados. Irene se acostumbró a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo.
Lo pensamos bien, y se decidió esto: mientras yo preparaba el almuerza, Irene cocinaría

                                                                                             12
platos para comer fríos de noche. Nos alegramos porque siempre resultaba molesto tener
que abandonar los dormitorios al atardecer y ponerse a cocinar. Ahora nos bastaba con la
mesa en el dormitorio de Irene y las fuentes de comida fiambre.

Irene estaba contenta porque le quedaba mas tiempo para tejer. Yo andaba un poco
perdido a causa de los libros, pero por no afligir a mi hermana me puse a revisar la
colección de estampillas de papá, y eso me sirvió para matar el tiempo. Nos divertíamos
mucho, cada uno en sus cosas, casi siempre reunidos en el dormitorio de Irene que era más
cómodo. A veces Irene decía:

-Fijate este punto que se me ha ocurrido. ¿No da un dibujo de trébol?

Un rato después era yo el que le ponía ante los ojos un cuadradito de papel para que viese el
mérito de algún sello de Eupen y Malmédy. Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a
no pensar. Se puede vivir sin pensar.

(Cuando Irene soñaba en alta voz yo me desvelaba en seguida. Nunca pude habituarme a esa
voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta. Irene decía que
mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el cobertor. Nuestros
dormitorios tenían el living de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la
casa. Nos oíamos respirar, toser, presentíamos el ademán que conduce a la llave del velador,
los mutuos y frecuentes insomnios.

Aparte de eso todo estaba callado en la casa. De día eran los rumores domésticos, el roce
metálico de las agujas de tejer, un crujido al pasar las hojas del álbum filatélico. La puerta
de roble, creo haberlo dicho, era maciza. En la cocina y el baño, que quedaban tocando la
parte tomada, nos poníamos a hablar en vos mas alta o Irene cantaba canciones de cuna. En
una cocina hay demasiados ruidos de loza y vidrios para que otros sonidos irrumpan en ella.
Muy pocas veces permitíamos allí el silencio, pero cuando tornábamos a los dormitorios y al
living, entonces la casa se ponía callada y a media luz, hasta pisábamos despacio para no
molestarnos. Yo creo que era por eso que de noche, cuando Irene empezaba a soñar en alta
voz, me desvelaba en seguida.)

Es casi repetir lo mismo salvo las consecuencias. De noche siento sed, y antes de
acostarnos le dije a Irene que iba hasta la cocina a servirme un vaso de agua. Desde la
puerta del dormitorio (ella tejía) oí ruido en la cocina; tal vez en la cocina o tal vez en el
baño porque el codo del pasillo apagaba el sonido. A Irene le llamo la atención mi brusca
manera de detenerme, y vino a mi lado sin decir palabra. Nos quedamos escuchando los
ruidos, notando claramente que eran de este lado de la puerta de roble, en la cocina y el
baño, o en el pasillo mismo donde empezaba el codo casi al lado nuestro.

No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta
cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían mas fuerte pero siempre sordos, a
espaldas nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se oía
nada.

-Han tomado esta parte -dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las hebras iban
hasta la cancel y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado,
soltó el tejido sin mirarlo.

-¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? -le pregunté inútilmente.
-No, nada.

                                                                                                 13
Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi dormitorio.
Ya era tarde ahora.

Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la
cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de
alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No
fuese que algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con
la casa tomada.




   1) Casa tomada es un texto narrativo , ¿ por qué? Describe el tipo de narrador que
      encontramos en el texto.

   2) ¿ Quiénes son los personajes centrales? ¿ Dónde y cómo transcurren su vida
      cotidiana?¿ Cuáles son los gustos y pasatiempos de cada uno?

   3) Señalar en orden la secuencia espacial ( partes o lugares) en que toman la casa
   4) ¿ Cómo influye esto en el uso de la casa y en el ánimo de los hermanos?

   5) En tu opinión, ¿quiénes toman la casa?
   6) Un elemento extraño es la forma en que los personajes aceptan esa invasión tan
      particular: ¿cómo se da esa aceptación en el cuento?, ¿ a qué se debe?
   7) Señalar las partes del texto en las que se describe la casa. Realiza una descripción
      de uno de los personajes ( 6 renglones aproximadamente).
   8) Observá el pasaje encerrado entre llaves: mencioná el tipo textual que predomina y
      mencioná los elementos del circuito de la comunicación.
   9) Identificar los actos de habla que se realizan en las frases subrayadas.

   10) Sibrayar tres pasajes donde predominen distintas funciones del lenguaje,
       justificar.




TEXTO N° 7

Temas: tipo textual descriptivo, recursos, expresiones valorativas


                                                                                           14
EXISTE UN HOMBRE QUE TIENE LA COSTUMBRE DE PEGARME CON UN

PARAGUAS EN LA CABEZA

Fernando Sorrentino

 Existe un hombre que tiene la costumbre de pegarme con un paraguas en la cabeza.
Justamente hoy se cumplen cinco años desde el día en que empezó a pegarme con el
paraguas en la cabeza. En los primeros tiempos no podía soportarlo; ahora estoy habituado.

No sé cómo se llama. Sé que es un hombre común, de traje gris, levemente canoso, con un
rostro vago. Lo conocí hace cinco años, en una mañana calurosa. Yo estaba leyendo el diario,
a la sombra de un árbol, sentado pacíficamente en un banco del bosque de Palermo. De
pronto, sentí que algo me tocaba la cabeza. Era este mismo hombre que, ahora, mientras
estoy escribiendo, continúa mecánicamente e indiferentemente pegándome paraguazos.

En aquella oportunidad me di vuelta lleno de indignación (me da mucha rabia que me
molesten cuando leo el diario): el siguió tranquilamente aplicándome golpes. Le pregunté si
estaba loco: ni siquiera pareció oírme. Entonces lo amenace con llamar a un vigilante: e
imperturbable y sereno, continuó con su tarea. Después de unos instantes de indecisión y
viendo que no desistía de su actitud, me puse de pie y le di un terrible puñetazo en el
rostro. Sin duda, es un hombre débil: sé que, pese al ímpetu que me dictó mi rabia, yo no
pego tan fuerte. Pero el hombre, exhalando un tenue quejido, cayó al suelo. En seguida, y
haciendo al parecer, un gran esfuerzo, se levantó y volvió silenciosamente a pegarme con el
paraguas en la cabeza. La nariz le sangraba, y, en ese momento, no sé por qué, tuve lástima
de ese hombre y sentí remordimientos por haberle pegado de esa manera. Porque, en
realidad, el hombre no me pegaba lo que se llama paraguazos; más bien me aplicaba unos
leves golpes, totalmente indoloros. Claro está que esos golpes son infinitamente molestos.
Todos sabemos que, cuando una mosca se nos posa en la frente, no sentimos dolor alguno:
sentimos fastidio. Pues bien, aquel paraguas era una gigantesca mosca que, a intervalos
regulares, se posaba, una y otra vez, en mi cabeza. O, si se quiere, una mosca del tamaño de
un murciélago.

De manera que yo no podía soportar ese murciélago. Convencido de que me hallaba ante un
loco, quise alejarme. Pero el hombre me siguió en silencio, sin dejar de pegarme. Entonces
empecé a correr (aquí debo puntualizar que hay pocas personas tan veloces como yo). Él
salió en persecución mía, tratando infructuosamente de asestarme algún golpe. Y el hombre
jadeaba, jadeaba, jadeaba y resoplaba tanto, que pensé que, si seguía obligándolo a correr
así, mi torturador caería muerto allí mismo.

Por eso detuve mi carrera y retomé la marcha. Lo miré. En su rostro no había gratitud ni
reproche. Sólo me pegaba con el paraguas en la cabeza. Pensé en presentarme en la
comisaría, decir: "Señor oficial, este hombre me está pegando con un paraguas en la
cabeza." Sería un caso sin precedentes. El oficial me miraría con suspicacia, me pediría
documentos, comenzaría a formularme preguntas embarazosas, tal vez terminaría por
detenerme.

Me pareció mejor volver a casa. Tomé el colectivo 67. Él, sin dejar de golpearme, subió
detrás de mí. Me senté en el primer asiento. Él se ubicó, de piel, a mi lado: con la mano
izquierda se tomaba del pasamanos; con la derecha blandía implacablemente el paraguas.
Los pasajeros empezaron por cambiar tímidas sonrisas. El conductor se puso a observarnos
por el espejo. Poco a poco fue ganando al pasaje una gran carcajada, una carcajada

                                                                                           15
estruendosa, interminable. Yo, de la vergüenza, estaba hecho un fuego. Mi perseguidor, más
allá de las risas, siguió con sus golpes.

Bajé -bajamos- en el puente del Pacífico. Íbamos por la avenida Santa Fé. Todos se daban
vuelta estúpidamente para mirarnos. Pensé en decirles: {"¿Qué miran, imbéciles? ¿Nunca
vieron a un hombre que le pegue a otro con un paraguas en la cabeza?"} Pero también pensé
que nunca habrían visto tal espectáculo. Cinco o seis chicos nos empezaron a seguir,
gritando como energúmenos.

Pero yo tenía un plan. Ya en mi casa, quise cerrarle precipitadamente la puerta en las
narices. No pude: él, con mano firme, se anticipó, agarró el picaporte, forcejeo un instante
y entró conmigo.

Desde entonces, continúa golpeándome con el paraguas en la cabeza. Que yo sepa, jamás
durmió ni comió nada. Simplemente se limita a pegarme. Me acompaña en todos mis actos,
aun en los más íntimos. Recuerdo que, al principio, los golpes me impedían conciliar el sueño;
ahora, creo que, sin ellos, me sería imposible dormir.

Con todo, nuestras relaciones no siempre has sido buenas. Muchas veces le he pedido, en
todos los tonos posibles, que me explicara su proceder. Fue inútil: calladamente seguía
golpeándome con el paraguas en la cabeza. En muchas ocasiones le he propinado puñetazos,
patadas y -Dios me perdone- hasta paraguazos. Él aceptaba los golpes mansamente, los
aceptaba como una parte más de su tarea. Y este hecho es justamente lo más alucinante de
su personalidad: esa suerte de tranquila convicción en su trabajo, esa carencia de odio. Esa,
en fin, certeza de estar cumpliendo con una misión secreta y superior.

Pese a su falta de necesidades fisiológicas, sé que, cuando lo golpeo, siente dolor, sé que es
débil, sé que es mortal. Sé también que un tiro me libraría de él. Lo que ignoro es si, cuando
los dos estemos muertos, no seguirá golpeándome con el paraguas en la cabeza. Tampoco sé
si el tiro debe matarlo a él o matarme a mí. De todos modos, este razonamiento es inútil:
reconozco que no me atrevería a matarlo ni a matarme.

Por otra parte, últimamente he comprendido que no podría vivir sin sus golpes. Ahora, cada
vez con mayor frecuencia, tengo un presentimiento horrible. Una profunda angustia me
corroe el pecho: la angustia de pensar que, acaso cuando más lo necesite, este hombre se
irá y yo ya no sentiré esos suaves paraguazos que me hacían dormir tan profundamente.

SORRENTINO, FERNANDO, Imperios y servidumbres. Barcelona, Seix Barral, 1972 (págs.
11-14)



   1) ¿A qué genero discursivo pertenece el texto? Justificá tu respuesta.

           Identificar:
           a) Marco del relato (tiempo, espacio, personajes)
           b) Narrador
           c) Suceso (situación inicial, conflicto, resolución)

    2) Observá el pasaje encerrado entre {...}. Identificá en él los elementos del circuito
       de la comunicación, registro y variedades de lengua.

   3) ¿Qué tipo textual predomina en el pasaje subrayado?

                                                                                            16
Justificar y ampliar.

   4) Escribir un cuento partiendo de la siguiente propuesta:

   “Existe un hombre que tiene la extraña costumbre de...........................................”

  Incluí por lo menos dos descripciones en tu narración.




Texto Nº 8

Temas: tiempos verbales de la narración.



                                                                                                     17
“Hombrecitos”
       Nosotros llamábamos “el árbol de la punta” a un viejo ciprés que se hacía
sitio en el monte. Le venía el sobrenombre de la extraña distribución de sus ramas
que, formando una escalera, permitían fácilmente llegar hasta muy arriba. Sin
embargo, los últimos “escalones” eran difíciles y, a la verdad, ninguno de nosotros
los había trepado.
        Federico eligió aquella prueba. Al principio, su decisión me alegró porque
hasta la fecha teníamos una misma performance de altura. Pero mi hermano era
de brazos más largos.
      Caminábamos tranquilamente por la calle de eucaliptos. Yo silbaba
desafinado y altanero. Federico sonreía divertido.
       Llegamos al ciprés de la prueba. Federico, ceremonioso, hizo mil
preparativos. Se sacó las sandalias y se ajustó el cinturón. Después,
mostrándome un pañuelo me dijo:
       - Vos tenés que bajarme este pañuelo.
       - Bueno. ¡Subí! –y en la sangre me latía el coraje.
       Empezó a trepar. Desde el suelo seguí con atención sus movimientos. Como
conocía las trampas, me repetía cada tanto, para mí: “Lo hago, lo hago, hago”.
       Y él, calculando distancias, tanteando donde pisaba, iba subiendo cada vez
más.
  Llegó a la parte difícil. Sus pantalones azules se confundieron con el verde de
  las hojas. Llamaba su camisa blanca. Me pareció verlo dudar; se detuvo;
  seguramente pensaba. Me imaginaba su situación y sus esfuerzos, y desde
  tierra lo ayudé con el pensamiento, estrujándome las manos. Lo vi subir el
  pedazo más bravo.
         - ¡Eh! –me gritó-. ¿Es alto?
      -     Sí –contesté, admirado sin querer. S
        - ¡Subiré más!
        - ¡Subí! –lo incité, olvidando completamente que estaba haciendo más
            ardua mi propia prueba.
        - Pero vos no vas a poder –me recordó riendo.
        - ¡Bah!
        En realidad, su risa me había llenado de espanto.
        Subió un poco más y se perdió entre las ramas. Después de un ratito lo vi
descender. Y descendía tranquilo, sonriente:
        - No podés, no podés –me repetía mientras bajaba.
        Cuando estuvo en el suelo, se limpió las manos y se calzó las sandalias.
        Sonreía, me miraba y movía sus hombros. Yo, a mi vez, me disponía en
silencio. Antes de que él acordara me había colgado del árbol y encaramado dos
metros. Federico, sacudiendo las basuras de su camisa, sonreía ante mi empuje.
        Me dejó subir sin hablar. Pasé una rama gruesa que me era conocida porque
de ella siempre colgábamos las hamacas. Luego empezaron las más delgadas.
        Cuando Federico me vio en el “nudo”, me gritó con un poco de susto:
        - ¡Che, no te vayas a matar!
        - ¡No!
        Me sentía firme y seguro, pero los brazos me temblaban con el esfuerzo.

                                                                                 18
Logré dos escalones difíciles. Me agarré bien fuerte de una rama y miré
hacia abajo.
       - ¿Qué hacés? –me preguntó Federico.
       No le contesté y mi silencio lo asustó.
       - ¡Bajá! – me gritó. Tampoco le respondí.

       Nada. Vuelta a seguir. Ya distinguía el pañuelo. Mi hermano lo había
colgado todo a lo largo del brazo para prenderlo bien lejos de mi alcance. Todavía
tenía que trepar un metro. El susto me hizo dudar. Volví a mirar al suelo.
Federico me llamaba. Trepé sin escucharlo, llegué a la altura necesaria y no supe
qué hacer para lograr el pañuelo. Después de pensar febrilmente, me saqué como
pude el cinturón. Lo sujeté a la rama y prendiendo mi mano sudada a la correa, me
dejé balancear. Oí los gritos de Federico, se me hizo un nudo enorme en el pecho,
creí que iba a caer. Pero, mientras tanto, con la punta de los dedos había
conseguido tomar el pañuelo. Me largué a llorar.
       Mientras descendía por las ramas me estallaban los sollozos. Había
olvidado mi triunfo y mi osadía. Lloraba como un desesperado y con las manos
sucias me embadurnaba la cara. Cuando toqué tierra Federico me abrazó, también
llorando. Y me parece solamente, que entonces pude sonreír.

Wernicke, Enrique en Hombrecitos, perros y fantasmas : cuentos de realistas, de animales y
de terror : poesías : teatro de títeres : curiosidades y palabras difíciles, Buenos Aires,
Kapelusz, 1988.




Ejercitación:

1. ¿Qué tipos textuales encontrás? ¿Cuál predomina? Justificar.
2. ¿Cuál es el marco de la narración?
3. ¿A qué género discursivo pertenece este texto?
4.¿Quiénes son los protagonistas de esta historia?
5. ¿En qué consiste la prueba que llevan a cabo los hermanos?
6. ¿Cuál es el tema de este cuento? ¿Cómo se relaciona con su título?
7. Describí el marco de la narración.
8. ¿Qué estrategias lleva a cabo el protagonista para alcanzar el pañuelo?
9. Hacé una breve descripción del “ciprés” (incluila en alguna parte del texto).
10. Mencioná los elementos del circuito real de la comunicación y los de la situación
de ficción señalada entre corchetes. Caracterizar registro y variedades de lengua
en el pasaje señalado.
11.¿Qué funciones del lenguaje encontrás en le texto? Justificar.

12. Completá el siguiente cuadro con verbos extraídos del texto y colocá el tiempo
utilizado en cada columna en la última fila.

 Acciones         Acciones de
                                     Descripciones
principales      telón de fondo


                                                                                             19
Tiempo verbal



13. Justificá la tildación de las siguientes palabras:

llamábamos
sonreía
oí
subiré
mí
también

14. Justificá la ortografía de las siguientes palabras:

a. Llamábamos (b)
b. Subir (b)
c. Eligió (g)
d. Estuve (v)

15. Clasificá las siguientes palabras de acuerdo a los criterios semántico y al
morfológico:

Aventura
Extraño
Descubrimiento
Espeluznantes
Décimo quinto
Raras
Salud
Unas
Argentino
Paraná
Árbol

16. Escribí un cuento utilizando las palabras del punto 14.




Texto Nº 9




                                                                                  20
“La intrusa”

        Ella tuvo la culpa, señor juez. Hasta entonces, hasta el día que llegó, nadie
se quejó de mi conducta. Puedo decirlo con la frente bien alta. Yo era el primero
en llegar a la oficina y el último en irme. Mi escritorio era el más limpio de todos.
Jamás me olvidé de cubrir la máquina de calcular, por ejemplo o de planchar con
mis propias manos el papel carbónico. El año pasado, sin ir más lejos, recibí una
medalla del mismo gerente. En cuanto a ésa, me pareció sospechosa desde el
primer momento. Vino con tantas ínfulas a la oficina. Además, ¡qué exageración!,
recibirla con un discurso, como si fuera una princesa. Yo seguí trabajando como si
nada pasara. Los otros se deshacían en elogios. Alguno, deslumbrado, se atrevía a
rozarla con la mano. ¿Cree usted que yo me inmuté por eso, señor juez? No. Tengo
mis principios y no los voy a cambiar de un día para el otro. Pero hay cosas que
colman la medida. La intrusa, poco a poco me fue invadiendo. Comencé a perder el
apetito. Mi mujer me compró un tónico, pero sin resultado. ¡Si hasta se me caía el
pelo, señor, y soñaba con ella! Todo lo soporté, todo. Menos lo de ayer. “González-
me dijo el gerente- lamento decirle que la empresa ha decidido prescindir de sus
servicios”. Veinte años, señor juez, veinte años tirados a la basura. Supe que ella
fue con la alcahuetería. Y yo, que nunca dije una mala palabra, la insulté. Sí,
confieso que la insulté, señor juez, y que le pegué, con todas mis fuerzas. Fui yo
quien le dio con el fierro. Le gritaba y estaba como loco. Ella tuvo la culpa. Arruinó
mi carrera, la vida de un hombre honrado, señor. Me perdí por una extranjera, por
una miserable computadora, por un pedazo de lata, como quien dice.

Pedro Orgambide en La buena gente, Buenos Aires, Sudamericana, 1970



Actividades

1. ¿Qué tipo textual predomina?
2. ¿Cuál es el marco de este texto y qué tipo de narrador encontramos?
3. ¿Qué transformación sufre el narrador en su conducta? Marcá dos fragmentos
que evidencien estos cambios.
4. La identidad de la “intrusa” no se revela hasta el final. Subrayá los “falsos”
indicios que insinúan que la “intrusa” es una mujer.
5. El protagonista culpa a la computadora por lo ocurrido. ¿Estás de acuerdo con
él? ¿Por qué? Expresá tu opinión y fundamentá.
6. ¿Qué significa la expresión “Puedo decirlo con la frente bien alta”? Explicalo con
tus palabras y pensá en qué situaciones podría ser usada.
7. ¿Cuál es el tema del cuento? ¿Cómo se relaciona con el título?
8. Marcá con una cruz la respuesta correcta
El relato adopta la forma de:
      una carta
      un discurso
      una declaración
      un recuerdo

    9. Explicá qué tipo de acto de habla se realiza en el enunciado subrayado.
                                                                                     21
10. Identificá el circuito ficcional de la comunicación.
  11. Clasificá semántica y morfológicamente las siguientes palabras:
  culpa – sospechosa – miserable - un – ayer – principios - veinte- la

  12. Justificá la tildación de las siguientes palabras:
  día- arruinó- último- seguí- qué – tónico

  13. Justificá la ortografía de las siguientes palabras:

  Tuvo (v)
  Equipaje (j)
  Posible (b)
  Mentiroso (s)
  Golazo (z)

  14. Producción
  Elegí uno de los siguientes narradores y escribí la historia de “La intrusa”:
   el gerente
   la esposa de González
   la computadora




Texto Nº10




                                                                                  22
“Los dos reyes y los dos laberintos”

       Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros
días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y
les mandó construir un laberinto tan perplejo y sutil que los varones más
prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era
un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y
no de los hombres.
       Con el andar del tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de
Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el
laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde.
Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no profirieron
queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía otro laberinto
y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día. Luego regresó a Arabia,
juntó sus capitanes y sus alcaldes y estragó los reinos de Babilonia con tan
venturosa fortuna que derribó sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al
mismo rey. Lo amarró encima de un de un camello veloz y lo llevó al desierto.
Cabalgaron tres días, y le dijo: “¡Oh, rey del tiempo y sustancia y cifra del siglo!,
en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras,
puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde
no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que
recorrer, ni muros que te veden el paso”.
       Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en mitad del desierto, donde
murió de hambre y de sed.

Borges, Jorge Luis en El Aleph, Barcelona, Alianza Editorial, 1998.



Comprensión de texto

    1.   Determiná el género discursivo de este texto.
    2.   ¿Qué tipo de narrador encontramos en el texto?
    3.   ¿Quiénes son los personajes principales del cuento?
    4.   ¿Dónde ocurren los hechos? Transcribí dos índices de lugar que justifiquen
         tu respuesta.
    5.   ¿En qué época ocurren? Transcribí un índice de tiempo.
    6.   Señalá dos verbos que indiquen acciones principales y dos que se utilicen
         para telón de fondo.
    7.   ¿Qué proyecto tiene cada uno de los reyes?
    8.   ¿Por qué el rey de Arabia considera el desierto un laberinto?
    9.   Explicá con tus palabras el sentido de la frase “…esa obra era un
         escándalo…”




    10. Buscá en el texto y clasificá morfológicamente:
    Dos sustantivos abstractos
    Dos sustantivos comunes concretos individuales

                                                                                   23
Dos adjetivos calificativos
  Un adjetivo numeral ordinal

  11. Buscá en el texto y transcribí: dos palabras graves sin tilde, dos agudas con
  tilde, dos esdrújulas, dos con hiato por acentuación y un monosílabo con tilde.

  12.Justificá la ortografía de las siguientes palabras:

  bronce (b)
  entraban (b)
  confusión (s)
  subir (b)
  canción (c)

  13. Producción

  Escribí una narración en la que cuentes la historia de dos reyes enfrentados.




TEXTO N°11

                           EL LABERINTO DE CRETA


                                                                                  24
La casa donde nació Teresilda Palomeque tenía 40 habitaciones, 10 patios, 8 jardines.
                  Sin prisa y sin pausa se le fueron muriendo los padres, los hermanos todos
          solteros pero con una picadura en los huesos, las hermanas todas casadas aunque de
          salud muy frágil.
        Teresilda, la menor, no se casó y sin embargo persistió en vivir sola y unánime en esa
mansión.
        Deambulaba por los aposentos, se paseaba por los balcones y belvederes, subía y bajaba
escaleras, trepaba a los áticos y a las terrazas, descendía a los sótanos, recorría los pasillos, las
logias y los diez patios, serpenteaba entre los muebles y mariposeaba por los jardines.
        En la vecindad corría el rumor de que Teresilda se había dividido entre 15 o 20
Teresildas todas iguales, porque costaba creer que una sola abriese tantas puertas y se asomase
a tantas ventanas, por no mencionar el hecho increíble de que no tuviera el menor vestigio de
fatiga ni alguna sirvienta que la ayudase con los quehaceres.
        {Una vez al mes los sobrinos la visitaban para aliviarle hoy un marfil y una mañana una
tetera de plata y le decían:
-Por Dios, tía Teresilda. Es absurdo que te empeñes en vivir sola en este tremendo caserón. El
día menos pensado amanecerás muerta de esa misma fatiga que estás acumulando sin darte
cuenta pero que en cualquier momento se te caerá encima como una montaña.}

Y agregaban alguna frase con alguna brutalidad, fruto de la preocupación:
-Si es que antes no entran ladrones y te estrangulan o te clavan un puñal en el pecho.
         Al fin Teresilda se convenció de que se sentía cansada, aparte de amenazada por la
         delincuencia. En seguida los sobrinos iniciaron los trámites.
Una mañana supo que la llevaban a una escribanía y le hacían firmar unos papeles. Y esa misma
tarde se enteró de que se había mudado a un departamento de la calle Vidt llevándose algunos
muebles porque para que más, Teresilda, por Dios, gemían los sobrinos, quienes enseguida la
dejaron sola para distribuírse el resto del mobiliario.
Teresilda estaba habituada a la soledad, así que se sintió a gusto. Pero también estaba
acostumbrada a las felices correrías por las habitaciones, y quiso reanudarlas.
Dio un paso y tropezó con una pared. Dio otro paso en dirección contraria y chocó contra otra
pared.Volvió a cambiar de rumbo y se llevó por delante una cómoda. Giró y la detuvo una mesa.
Volvió a girar y embistió un aparador.
Vio una puerta, la abrió y no era una puerta para salir sino para entrar. Retrocedió y se golpeó
con una ventana, quiso abrirla y asomarse, se asomó y del lado de afuera estaba el lado de
adentro. Miró y miró y donde miraba los ojos se le hacían pedazos.
Entendió que estaba atrapada en un laberinto, en los vericuetos de una arquitectura caótica, en
un dédalo tan enredado que no habría forma de salir y ellla moriría de hambre y de sed o
devorada por algún minotauro.
Para que gritar. Nadie la oiría desde la remota calle Vidt.
Un mes después los sobrinos la buscaron por todo el único cuarto del departamento, la buscaron
en la cocina, en el baño, la buscaron en el pozo de aire y dentro de los muebles. Pero no la
encontraron.
Es un misterio como habrá podido Teresilda abandonar el laberinto y fugarse, nadie sabe a
donde.

             Marco Denevi, El amor es un pájaro rebelde. Buenos Aires, 1993

         a) ¿A qué género pertenece el texto y qué tipo textual predomina? Justificá tu
            respuesta. Si aparecen otras tipologías señalalas.

         b) Caracterizá al narrador. Persona, registro linguístico y variedades de lengua.
            Justificá tu respuesta con ejemplos de cada uno de los items mencionados.


                                                                                                  25
c) ¿Cómo se comportan los sobrinos con Teresilda? Fundamentá tu respuesta con una
                 cita textual.

              d) ¿Qué cosas extrañas le suceden a Teresilda en su nueva casa?

              e) ¿Cuál es la complicación que se le presenta a Teresilda y cómo la resuelve?

              f) ¿Los hechos en el relato se presentan narrados cronológicamente? Justificá tu
                 respuesta.

              g) Observá el párrafo encerrado entre {...} Mencioná los elementos del circuito de la
                 comunicación.

              h) En el texto, a los siguientes sustantivos se le atribuyen adjetivos, transcribílos y
              explicá si manifiestan objetividad o si están usados como expresiones valorativas.
              Indicá además de que tipo de valoración se trata (positiva o negativa).

       Caserón...........................................................................................................................................................
       ..........................................................................................................................................................................
       Arquitectura..................................................................................................................................................
       ..........................................................................................................................................................................
       Correrías........................................................................................................................................................
       ..........................................................................................................................................................................
       .


       i) Extraé del texto palabras para completar el cuadro:



Clase de palabra                     PALABRA                                           Criterio semántico                                          Criterio morfológico

sustantivo

sustantivo

adjetivo

adjetivo

artículo

conjunción

adverbio



              i)     Producción de 15 renglones: “La fuga de Teresilda”




       TEXTO N°12



                                                                                                                                                                            26
ESQUINA PELIGROSA

         El señor Epididimus, el magnate de las finanzas, uno de los hombres más
  ricos del mundo, sintió un día el vehemente deseo de visitar el barrio donde
  había vivido cuando era niño y trabajaba como dependiente de un almacén.
         Le ordenó a su chofer que lo condujese hasta aquel barrio humilde y
  remoto.Pero el barrio estaba tan cambiado que el señor Epididimus no lo
  reconoció. En lugar de calles de tierra, había boulevares asfaltados, y las
  míseras casitas de antaño, habían sido reemplazadas por torres de
  departamentos.
         Al doblar la esquina vio el almacén, el mismo viejo y sombrío almacén
  donde él había trabajado como dependiente cuando tenía doce años.
    -Deténgase aquí- le dijo al chofer. Descendió del automovil y entró en el
almacén.Todo se conservaba igual que en la época de su infancia: las estanterías,
la antigua caja registradora, la balanza de pesas y, alrededor, el mudo asedio de
la mercadería.
        El señor Epididimus percibió el mismo olor de sesenta años atrás: un olor
picante y agridulce a jabón amarillo, a aserrín húmedo, a vinagre, a aceitunas, a
acaroína. El recuerdo de su niñez lo puso nostálgico. Se le humedecieron los ojos.
Le pareció que retrocedía en el tiempo.
        Desde la penumbra del fondo le llegó la voz ruda del patrón:
        -¿Estas son horas de venir? Te quedaste dormido como siempre.
        El señor Epididimus tomó la canasta de mimbre, fue llenándola con
  paquetes de azúcar, de yerba y de fideos, con frascos de mermelada y botellas
  de lavandina y salió a hacer el reparto.
        La noche anterior había llovido y las calles de tierra estaban convertidas
  en un lodazal.
                                                                  Marco Denevi

    1) ¿Cuál es la situación inicial?
  5) ¿Cuál es la transformación que sufre la situación inicial?
  6) Transcribí la frase del narrador que marca la transformación.
  7) ¿Por qué pensás que el texto se titula "Esquina peligrosa"?
   5) Observá los adjetivos que modifican los siguientes sustantivos y determiná
  si son valorativos.
  Barrio .......................................................................................................................................
  Casitas.......................................................................................................................................
  Almacén....................................................................................................................................
  .

  6) De acuerdo con el tipo de valoración, ¿cómo considera el narrador el pasado
     del señor Epididimus?

  7) Subrayá una enumeración.

                                                                                                                                           27
8) Marcá en el texto con otro color los fragmentos en donde se concentran
   imágenes sensoriales.
9) Agregá una comparación en algún lugar del texto.
10) Producción: escribí 15 renglones sobre la "Transformación del señor
   Epididimus". Podés tomar partes del texto como parte de tu descripción.
   Mantené el observador del texto y agregá adjetivos valorativos.
   Título:"De millonario a dependiente".




                                                                       28

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Cuadernillo 1 séptimo-2011

  • 1. New Model International School LENGUA Y LITERATURA Séptimo grado – 2011 CUADERNILLO 1 Tipos textuales Géneros narrativos Clases de palabras Circuito de la comunicación Registros y lectos Funciones del lenguaje Actos de habla Profesora: Débora Center Alumno:______________
  • 2. Texto Nº 1 Temas: tipos textuales, comprensión lectora, producción. EL VERDUGO - Silvina Ocampo Como siempre, con la primavera llegó el día de los festivales. El Emperador, después de comer y de beber, con la cara recamada de manchas rojas, se dirigió a la plaza, hoy llamada de las Cáscaras, seguido por sus súbditos y por un célebre técnico, que llevaba un cofre de madera, con incrustaciones de oro. -¿Qué lleva en esa caja? -preguntó uno de los ministros al técnico. -Los presos políticos; más bien dicho los traidores. -¿No han muerto todos? -interrogó el ministro con inquietud. -Todos, pero eso no impide que estén de algún modo en esta cajita -susurró el técnico, mostrando entre los bigotes, que eran muy negros, largos dientes blancos. En la plaza de las Cáscaras, donde habitualmente celebraban las fiestas patrias, los pañuelos de la gente volaban entre las palomas; éstas llevaban grabada en las plumas, o en un medallón que les colgaba del pescuezo, la cara pintada del Emperador. En el centro de la plaza histórica, rodeado de palmeras, había un suntuoso pedestal sin estatua. Las señoras de los ministros y los hijos estaban sentados en los palcos oficiales. Desde los balcones las niñas arrojaban flores. Para celebrar mejor la fiesta, para alegrar al pueblo que había vivido tantos años oprimido, el Emperador había ordenado que soltaran aquel día los gritos de todos los traidores que habían sido torturados. Después de saludar a los altos jefes, guiñando un ojo y masticando un escarbadientes, el Emperador entró en la casa Amarilla, que tenía una ventana alta, como las ventanas de las casas de los elefantes del Jardín Zoológico. Se asomó a muchos balcones, con distintas vestiduras, antes de asomarse al verdadero balcón, desde el que habitualmente lanzaba sus discursos. El Emperador, bajo una apariencia severa, era juguetón. Aquel día hizo reír a todo el mundo. Algunas personas lloraron de risa. El Emperador habló de las lenguas de los opositores: "que no se cortaron -dijo- para que el pueblo oyera los gritos de los torturados". Las señoras, que chupaban naranjas, las guardaron en sus carteras, para oírlo mejor; algunos hombres orinaron involuntariamente sobre los bancos, donde había pavos, gallinas y dulces; alguno niños, sin que las madres lo advirtieran, se treparon a las palmeras. El Emperador bajó a la plaza. Subió al pedestal. El eminente Técnico se caló las gafas y lo siguió: subió las seis o siete gradas que quedaban al pie del pedestal, se sentó 2
  • 3. en una silla y se dispuso a abrir el cofre. En ese instante el silencio creció, como suele crecer al pie de una cadena de montañas al anochecer. Todas las personas, hasta los hombres muy altos, se pusieron en puntas de pie, para oír lo que nadie había oído: los gritos de los traidores que habían muerto mientras los torturaban. El Técnico levantó la tapa de la caja y movió los diales, buscando mejor sonoridad: se oyó, como por encanto, el primer grito. La voz modulaba sus quejas más graves alternativamente; luego aparecieron otras voces más turbias pero infinitamente más poderosas, algunas de mujeres, otras de niños. Los aplausos, los insultos y los silbidos ahogaban por momentos a los gritos. Pero a través de ese mar de voces inarticuladas, apareció una voz distinta y sin embargo conocida. El Emperador, que había sonreído hasta ese momento, se estremeció. El Técnico movió los diales con recogimiento: como un pianista que toca en el piano un acorde importante, agachó la cabeza. Toda la gente, simultáneamente, reconoció el grito del Emperador. ¡Como pudieron reconocerlo! Subía y bajaba, rechinaba, se hundía, par volver a subir. El Emperador, asombrado, escuchó su propio grito: no era el grito furioso o emocionado, enternecido o travieso, que solía dar en sus arrebatos; era un grito agudo y áspero, que parecía provenir de una usina, de una locomotora, o de un cerdo que estrangulan. De pronto algo, un instrumento invisible, lo castigó. Después de cada golpe, su cuerpo se contraía, anunciando con otro grito el próximo golpe que iba a recibir. El Técnico, ensimismado, no pensó que tal vez suspendiendo la transmisión podría salvar al Emperador. Yo no creo, como otras personas, que el Técnico fuera un enemigo acérrimo del Emperador y que había tramado todo esto para ultimarlo. El Emperador cayó muerto, con los brazos y las piernas colgando del pedestal, sin el decoro que hubiera querido tener frente a sus hombres. Nadie le perdonó que se dejase torturar por verdugos invisibles. La gente religiosa dijo que esos verdugos invisibles eran uno solo, el remordimiento. -¿Remordimiento de qué? -preguntaron los adversarios. -De no haberles cortado la lengua a esos reos -contestaron las personas religiosas, tristemente. OCAMPO, SILVINA, La furia, y otros cuentos. Buenos Aires, Sur, 2a ed., 1960 (págs. 120-122) 1) ¿Qué tipo de texto es el que leíste? Justificar. 2) ¿Cuál es la situación inicial y cuál es la complicación? 3) Explicá la relación entre el título, el conflicto y el desenlace del cuento. 4) ¿Qué importancia tiene la palabra (el discurso del emperador y los gritos) en este texto? 5) Explicá el comentario final de las personas religiosas. 6) Escribir un cuento partiendo de la siguiente situación inicial: Como siempre, con la primavera llegó el día de los festivales. El Emperador, después de comer y de beber, con la cara recamada de manchas rojas, se dirigió a la plaza, hoy llamada 3
  • 4. de las Cáscaras, seguido por sus súbditos y por un célebre técnico, que llevaba un cofre de madera, con incrustaciones de oro... 4
  • 5. Texto Nº 2 Temas: tipo textual narrativo, comprensión lectora, producción. El ganador Bandidos asaltaron la ciudad de Mexcatle y ya dueños del botín de guerra emprendieron la retirada. El plan era refugiarse al otro lado de la frontera, pero mientras tanto ellos pasan la noche en una casa en ruinas, abandonada en el camino. A la luz de las velas juegan a los naipes. Cada uno apuesta las prendas que ha saqueado. Partida tras partida, el azar favorece al Bizco, quien va apilando las ganancias debajo de la mesa: monedas, relojes, alhajas, candelabros... Temprano por la mañana el Bizco mete lo ganado en una bolsa, la carga sobre los hombros y agobiado bajo ese peso sigue a sus compañeros, que marchan cantando hacia la frontera. La atraviesan, llegan sanos y salvos a la encrucijada donde han resuelto separarse y allí matan al Bizco. Lo habían dejado ganar para que les transportase el pesado botín. Enrique Anderson Imbert a) El texto que leí es narrativo porque ........................................................................................ ............................................................................................................................................................. b) Tipo de narrador:........................................................................................................................... c) Marco:.............................................................................................................................................. ........................................................................................................................................................... . d) Situación inicial: ........................................................................................................................... ............................................................................................................................................................ e) Complicación:................................................................................................................................... ........................................................................................................................................................... f) Resolución:....................................................................................................................................... ........................................................................................................................................................... g) ¿Cuál es la estrategia de los bandidos para quedarse con el botín? h) ¿Cuál es la relación entre el título y el conflicto del texto? i) Señalá las palabras que se utilizan para hacer referencia a los ladrones y proponé dos más. Utilizando esas palabras realizá una descripción de los personajes. j) Escribí un nuevo cuento tomando como punto de partida la primera oración del texto que leíste. 5
  • 6. TEXTO N°3 Temas: clases de palabras (sustantivos, adjetivos, artículos y verbos), separación en sílabas y tildación. LA SENTENCIA Aquella noche, en la hora de la rata, el emperador soñó que había salido de su palacio y que en la oscuridad caminaba por el jardín, bajo los árboles en flor. Algo se arrodilló a sus pies y le pidió amparo. El emperador accedió; el suplicante dijo que era un dragón y que los astros le habían revelado que al día siguiente, antes de la caída de la noche, Wei Cheng, ministro del emperador, le cortaría la cabeza. En el sueño, el emperador juró protegerlo. Al despertarse, el emperador preguntó por Wei Cheng. Le dijeron que no estaba en el palacio; el emperador lo mandó buscar y lo tuvo atareado el día entero, para que no matara al dragón y hacia el atardecer le propuso que jugaran al ajedrez. La partida era larga, el ministro estaba cansado y se quedó dormido. Un estruendo conmovió la tierra. Poco después irrumpieron dos capitanes, que traían una inmensa cabeza de dragón empapada en sangre. La arrojaron a los pies del emperador y gritaron: —Cayó del cielo. Wei Cheng, que había despertado, la miró con perplejidad y observó: —Qué raro, yo soñé que mataba a un dragón así. Wu Cheng en Borges, J.L. y Bioy Casares, A., Cuentos breves y extraordinarios, Buenos Aires, Losada, 1957. a) ¿Cuál es el mensaje que le transmiten los dos capitanes al emperador? b) ¿Quién o quiénes reciben la observación final del ministro Wei Cheng? c) ¿Quién es el que suplica en el sueño del emperador? d) Realizá una descripción de uno de los personajes. e) Escribí un relato en el que el narrador de los hechos sea el dragón. f) Buscá en el texto y completá el cuadro: Sustantivos Adjetivos Verbos Artículos g) Clasificá semánticamente los sustantivos que copiaste en el cuadro anterior. h) Separá en sílabas las siguientes palabras. Indicá cuando hay hiato, diptongo o hiato por acentuación. estruendo irrumpieron así sol 6
  • 7. tierra desaguadero rompía cuadro soñé cielo agüita i) ¿Por qué se tildan las siguientes palabras? canción rápidamente más déspota héroe sí cayó reías mártir j) Completá el siguiente cuadro: Persona Número Infinitivo Cocinó Logran Reían Has cambiado Jugaré Comeríamos Tuvieron Conocerás Cantábamos Desearon 7
  • 8. Texto Nº 4 Temas: circuito de la comunicación, variedades de lengua y registro. EL GESTO DE LA MUERTE Un joven jardinero persa dice a su príncipe: — ¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahan. El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta: — Esta mañana, ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza? — No fue un gesto de amenaza —le responde— sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahan esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahan.e Cocteau, J., “Le gran écart” en Borges, J.L. y Bioy Casares, A., Cuentos breves y extraordinarios, Buenos Aires, Losada, 1957. a) ¿Cuáles son los personajes principales? b) ¿Cuál es el conflicto? c) ¿Qué le pide el jardinero persa a su príncipe? Contalo con tus palabras. d) ¿Logra el jardinero salvarse de la muerte? ¿Por qué? e) ¿Qué relación tiene el título del cuento con el contenido? f) Buscá en el cuento dos sustantivo, dos adjetivos y dos verbos conjugados. Transcribilos. g) Buscá una palabra aguda con tilde, una grave sin tilde y dos esdrújulas. Transcribilas. h) Identificá los elementos del circuito de la comunicación en el pasaje encerrado entre corchetes. Caracterizar registro y variedades de lengua. i) Reconocé en el texto dos frases en las que predominen la función apelativa del lenguaje. j) Subrayá dos frases en las que detectes la función referencial del lenguaje. l) Escribí un texto en el que narres un viaje de la Muerte. 8
  • 9. Texto Nº 5 Temas: circuito real de la comunicación y circuito de ficción, tipos textuales, narrador, cuento. EPISODIO DEL ENEMIGO Tantos años huyendo y esperando y ahora el enemigo estaba en mi casa. Desde la ventana lo vi subir penosamente por el áspero camino del cerro. Se ayudaba con un bastón, con un torpe bastón que en sus viejas manos no podían ser un arma sino un báculo. Me costó percibir lo que esperaba: el débil golpe contra la puerta. Miré, no sin nostalgia, mis manuscritos, el borrador a medio concluir y el tratado de Artemidoro sobre los sueños, libro un tanto anómalo ahí, ya que no sé griego. Otro día perdido, pensé. Tuve que forcejear con la llave. Temí que el hombre se desplomara, pero dio unos pasos inciertos, soltó el bastón, que no volví a ver, y cayó en mi cama, rendido. Mi ansiedad lo había imaginado muchas veces, pero solo entonces noté que se parecía, de un modo casi fraternal, al último retrato de Lincoln. Serían las cuatro de la tarde. Me incliné sobre él para que me oyera. –Uno cree que los años pasan para uno –le dije–, pero pasan también para los demás. Aquí nos encontramos al fin y lo que antes ocurrió no tiene sentido. Mientras yo hablaba, se había desabrochado el sobretodo. La mano derecha estaba en el bolsillo del saco. Algo me señalaba y yo sentí que era un revólver. Me dijo entonces con voz firme: –Para entrar en su casa, he recurrido a la compasión. Lo tengo ahora a mi merced y no soy misericordioso. Ensayé unas palabras. No soy un hombre fuerte y solo las palabras podían salvarme. Atiné a decir: s –En verdad que hace tiempo maltraté a un niño, pero usted ya no es aquel niño ni yo aquel insensato. Además, la venganza no es menos vanidosa y ridícula que el perdón.e –Precisamente porque ya no soy aquel niño –me replicó– tengo que matarlo. No se trata de una venganza, sino de un acto de justicia. Sus argumentos, Borges, son meras estratagemas de su terror para que no lo mate. Usted ya no puede hacer nada. –Puedo hacer una cosa –le contesté. –¿Cuál? –me preguntó. –Despertarme. Y así lo hice. Borges, Jorge Luis en Nueva antología personal, Editorial Siglo XXI, 2004. 1) Explicá qué tipo textual predomina y qué tipo de narrador encontramos en el texto. 2) ¿Por qué este texto es un cuento? 3) Indicá quiénes son los personajes y dónde transcurre la acción. 9
  • 10. 4) Realizá una descripción de uno de los personajes teniendo en cuenta los datos que proporciona el texto y agregando otros de tu propia creación (cuatro renglones). 5) Responde a las siguientes preguntas: a. ¿ Cuál es el conflicto central del cuento? b. ¿Qué argumentos presenta cada uno de los personajes para resolverlo? ¿ Cómo se produce la resolución? 6) Mencioná los elementos del circuito real de la comunicación y los del circuito de ficción marcado entre corchetes. 7) Extrae del texto tres sustantivos y tres adjetivos. Realizá nuevas oraciones con ellos. 8) Subrayá en el texto cuatro verbos conjugados. 9) Escribí un cuento partiendo de la siguiente situación inicial: Tantos años huyendo y esperando y ahora el enemigo estaba en mi casa. Desde la ventana lo vi subir penosamente por el áspero camino del cerro. 10
  • 11. Texto N°6 Temas: tipo textual dialogal, circuito de la comunicación, funciones del lenguaje, actos de habla. Casa tomada Julio Cortázar Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la mas ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia. Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las ultimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos al mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y como nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejo casarnos. Irene rechazo dos pretendientes sin mayor motivo, a mi se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por nuestros bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde. Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No se porque tejía tanto, yo creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada. Irene no era así, tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mi, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina. Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pullover está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería; no tuve valor para preguntarle a Irene que pensaba hacer con ellas. No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba plata de los campos y el dinero aumentaba. Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mi se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso. Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte mas retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y 11
  • 12. la puerta cancel daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte mas retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y mas allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo mas estrecho que llevaba a la cocina y el baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse; Irene y yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo para hacer la limpieza, pues es increíble como se junta tierra en los muebles. Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nuevo en los muebles y los pianos. Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fui por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o en la biblioteca. El sonido venia impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tire contra la pared antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo para más seguridad. Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene: {-Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado parte del fondo. Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados. -¿Estás seguro? Asentí. -Entonces -dijo recogiendo las agujas- tendremos que vivir en este lado. } Yo cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar su labor. Me acuerdo que me tejía un chaleco gris; a mi me gustaba ese chaleco. Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada muchas cosas que queríamos. Mis libros de literatura francesa, por ejemplo, estaban todos en la biblioteca. Irene pensó en una botella de Hesperidina de muchos años. Con frecuencia (pero esto solamente sucedió los primeros días) cerrábamos algún cajón de las cómodas y nos mirábamos con tristeza. -No está aquí. Y era una cosa mas de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa. Pero también tuvimos ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose tardísimo, a las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos cruzados. Irene se acostumbró a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo. Lo pensamos bien, y se decidió esto: mientras yo preparaba el almuerza, Irene cocinaría 12
  • 13. platos para comer fríos de noche. Nos alegramos porque siempre resultaba molesto tener que abandonar los dormitorios al atardecer y ponerse a cocinar. Ahora nos bastaba con la mesa en el dormitorio de Irene y las fuentes de comida fiambre. Irene estaba contenta porque le quedaba mas tiempo para tejer. Yo andaba un poco perdido a causa de los libros, pero por no afligir a mi hermana me puse a revisar la colección de estampillas de papá, y eso me sirvió para matar el tiempo. Nos divertíamos mucho, cada uno en sus cosas, casi siempre reunidos en el dormitorio de Irene que era más cómodo. A veces Irene decía: -Fijate este punto que se me ha ocurrido. ¿No da un dibujo de trébol? Un rato después era yo el que le ponía ante los ojos un cuadradito de papel para que viese el mérito de algún sello de Eupen y Malmédy. Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar. (Cuando Irene soñaba en alta voz yo me desvelaba en seguida. Nunca pude habituarme a esa voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta. Irene decía que mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el cobertor. Nuestros dormitorios tenían el living de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa. Nos oíamos respirar, toser, presentíamos el ademán que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes insomnios. Aparte de eso todo estaba callado en la casa. De día eran los rumores domésticos, el roce metálico de las agujas de tejer, un crujido al pasar las hojas del álbum filatélico. La puerta de roble, creo haberlo dicho, era maciza. En la cocina y el baño, que quedaban tocando la parte tomada, nos poníamos a hablar en vos mas alta o Irene cantaba canciones de cuna. En una cocina hay demasiados ruidos de loza y vidrios para que otros sonidos irrumpan en ella. Muy pocas veces permitíamos allí el silencio, pero cuando tornábamos a los dormitorios y al living, entonces la casa se ponía callada y a media luz, hasta pisábamos despacio para no molestarnos. Yo creo que era por eso que de noche, cuando Irene empezaba a soñar en alta voz, me desvelaba en seguida.) Es casi repetir lo mismo salvo las consecuencias. De noche siento sed, y antes de acostarnos le dije a Irene que iba hasta la cocina a servirme un vaso de agua. Desde la puerta del dormitorio (ella tejía) oí ruido en la cocina; tal vez en la cocina o tal vez en el baño porque el codo del pasillo apagaba el sonido. A Irene le llamo la atención mi brusca manera de detenerme, y vino a mi lado sin decir palabra. Nos quedamos escuchando los ruidos, notando claramente que eran de este lado de la puerta de roble, en la cocina y el baño, o en el pasillo mismo donde empezaba el codo casi al lado nuestro. No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían mas fuerte pero siempre sordos, a espaldas nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se oía nada. -Han tomado esta parte -dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las hebras iban hasta la cancel y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado, soltó el tejido sin mirarlo. -¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? -le pregunté inútilmente. -No, nada. 13
  • 14. Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi dormitorio. Ya era tarde ahora. Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada. 1) Casa tomada es un texto narrativo , ¿ por qué? Describe el tipo de narrador que encontramos en el texto. 2) ¿ Quiénes son los personajes centrales? ¿ Dónde y cómo transcurren su vida cotidiana?¿ Cuáles son los gustos y pasatiempos de cada uno? 3) Señalar en orden la secuencia espacial ( partes o lugares) en que toman la casa 4) ¿ Cómo influye esto en el uso de la casa y en el ánimo de los hermanos? 5) En tu opinión, ¿quiénes toman la casa? 6) Un elemento extraño es la forma en que los personajes aceptan esa invasión tan particular: ¿cómo se da esa aceptación en el cuento?, ¿ a qué se debe? 7) Señalar las partes del texto en las que se describe la casa. Realiza una descripción de uno de los personajes ( 6 renglones aproximadamente). 8) Observá el pasaje encerrado entre llaves: mencioná el tipo textual que predomina y mencioná los elementos del circuito de la comunicación. 9) Identificar los actos de habla que se realizan en las frases subrayadas. 10) Sibrayar tres pasajes donde predominen distintas funciones del lenguaje, justificar. TEXTO N° 7 Temas: tipo textual descriptivo, recursos, expresiones valorativas 14
  • 15. EXISTE UN HOMBRE QUE TIENE LA COSTUMBRE DE PEGARME CON UN PARAGUAS EN LA CABEZA Fernando Sorrentino Existe un hombre que tiene la costumbre de pegarme con un paraguas en la cabeza. Justamente hoy se cumplen cinco años desde el día en que empezó a pegarme con el paraguas en la cabeza. En los primeros tiempos no podía soportarlo; ahora estoy habituado. No sé cómo se llama. Sé que es un hombre común, de traje gris, levemente canoso, con un rostro vago. Lo conocí hace cinco años, en una mañana calurosa. Yo estaba leyendo el diario, a la sombra de un árbol, sentado pacíficamente en un banco del bosque de Palermo. De pronto, sentí que algo me tocaba la cabeza. Era este mismo hombre que, ahora, mientras estoy escribiendo, continúa mecánicamente e indiferentemente pegándome paraguazos. En aquella oportunidad me di vuelta lleno de indignación (me da mucha rabia que me molesten cuando leo el diario): el siguió tranquilamente aplicándome golpes. Le pregunté si estaba loco: ni siquiera pareció oírme. Entonces lo amenace con llamar a un vigilante: e imperturbable y sereno, continuó con su tarea. Después de unos instantes de indecisión y viendo que no desistía de su actitud, me puse de pie y le di un terrible puñetazo en el rostro. Sin duda, es un hombre débil: sé que, pese al ímpetu que me dictó mi rabia, yo no pego tan fuerte. Pero el hombre, exhalando un tenue quejido, cayó al suelo. En seguida, y haciendo al parecer, un gran esfuerzo, se levantó y volvió silenciosamente a pegarme con el paraguas en la cabeza. La nariz le sangraba, y, en ese momento, no sé por qué, tuve lástima de ese hombre y sentí remordimientos por haberle pegado de esa manera. Porque, en realidad, el hombre no me pegaba lo que se llama paraguazos; más bien me aplicaba unos leves golpes, totalmente indoloros. Claro está que esos golpes son infinitamente molestos. Todos sabemos que, cuando una mosca se nos posa en la frente, no sentimos dolor alguno: sentimos fastidio. Pues bien, aquel paraguas era una gigantesca mosca que, a intervalos regulares, se posaba, una y otra vez, en mi cabeza. O, si se quiere, una mosca del tamaño de un murciélago. De manera que yo no podía soportar ese murciélago. Convencido de que me hallaba ante un loco, quise alejarme. Pero el hombre me siguió en silencio, sin dejar de pegarme. Entonces empecé a correr (aquí debo puntualizar que hay pocas personas tan veloces como yo). Él salió en persecución mía, tratando infructuosamente de asestarme algún golpe. Y el hombre jadeaba, jadeaba, jadeaba y resoplaba tanto, que pensé que, si seguía obligándolo a correr así, mi torturador caería muerto allí mismo. Por eso detuve mi carrera y retomé la marcha. Lo miré. En su rostro no había gratitud ni reproche. Sólo me pegaba con el paraguas en la cabeza. Pensé en presentarme en la comisaría, decir: "Señor oficial, este hombre me está pegando con un paraguas en la cabeza." Sería un caso sin precedentes. El oficial me miraría con suspicacia, me pediría documentos, comenzaría a formularme preguntas embarazosas, tal vez terminaría por detenerme. Me pareció mejor volver a casa. Tomé el colectivo 67. Él, sin dejar de golpearme, subió detrás de mí. Me senté en el primer asiento. Él se ubicó, de piel, a mi lado: con la mano izquierda se tomaba del pasamanos; con la derecha blandía implacablemente el paraguas. Los pasajeros empezaron por cambiar tímidas sonrisas. El conductor se puso a observarnos por el espejo. Poco a poco fue ganando al pasaje una gran carcajada, una carcajada 15
  • 16. estruendosa, interminable. Yo, de la vergüenza, estaba hecho un fuego. Mi perseguidor, más allá de las risas, siguió con sus golpes. Bajé -bajamos- en el puente del Pacífico. Íbamos por la avenida Santa Fé. Todos se daban vuelta estúpidamente para mirarnos. Pensé en decirles: {"¿Qué miran, imbéciles? ¿Nunca vieron a un hombre que le pegue a otro con un paraguas en la cabeza?"} Pero también pensé que nunca habrían visto tal espectáculo. Cinco o seis chicos nos empezaron a seguir, gritando como energúmenos. Pero yo tenía un plan. Ya en mi casa, quise cerrarle precipitadamente la puerta en las narices. No pude: él, con mano firme, se anticipó, agarró el picaporte, forcejeo un instante y entró conmigo. Desde entonces, continúa golpeándome con el paraguas en la cabeza. Que yo sepa, jamás durmió ni comió nada. Simplemente se limita a pegarme. Me acompaña en todos mis actos, aun en los más íntimos. Recuerdo que, al principio, los golpes me impedían conciliar el sueño; ahora, creo que, sin ellos, me sería imposible dormir. Con todo, nuestras relaciones no siempre has sido buenas. Muchas veces le he pedido, en todos los tonos posibles, que me explicara su proceder. Fue inútil: calladamente seguía golpeándome con el paraguas en la cabeza. En muchas ocasiones le he propinado puñetazos, patadas y -Dios me perdone- hasta paraguazos. Él aceptaba los golpes mansamente, los aceptaba como una parte más de su tarea. Y este hecho es justamente lo más alucinante de su personalidad: esa suerte de tranquila convicción en su trabajo, esa carencia de odio. Esa, en fin, certeza de estar cumpliendo con una misión secreta y superior. Pese a su falta de necesidades fisiológicas, sé que, cuando lo golpeo, siente dolor, sé que es débil, sé que es mortal. Sé también que un tiro me libraría de él. Lo que ignoro es si, cuando los dos estemos muertos, no seguirá golpeándome con el paraguas en la cabeza. Tampoco sé si el tiro debe matarlo a él o matarme a mí. De todos modos, este razonamiento es inútil: reconozco que no me atrevería a matarlo ni a matarme. Por otra parte, últimamente he comprendido que no podría vivir sin sus golpes. Ahora, cada vez con mayor frecuencia, tengo un presentimiento horrible. Una profunda angustia me corroe el pecho: la angustia de pensar que, acaso cuando más lo necesite, este hombre se irá y yo ya no sentiré esos suaves paraguazos que me hacían dormir tan profundamente. SORRENTINO, FERNANDO, Imperios y servidumbres. Barcelona, Seix Barral, 1972 (págs. 11-14) 1) ¿A qué genero discursivo pertenece el texto? Justificá tu respuesta. Identificar: a) Marco del relato (tiempo, espacio, personajes) b) Narrador c) Suceso (situación inicial, conflicto, resolución) 2) Observá el pasaje encerrado entre {...}. Identificá en él los elementos del circuito de la comunicación, registro y variedades de lengua. 3) ¿Qué tipo textual predomina en el pasaje subrayado? 16
  • 17. Justificar y ampliar. 4) Escribir un cuento partiendo de la siguiente propuesta: “Existe un hombre que tiene la extraña costumbre de...........................................” Incluí por lo menos dos descripciones en tu narración. Texto Nº 8 Temas: tiempos verbales de la narración. 17
  • 18. “Hombrecitos” Nosotros llamábamos “el árbol de la punta” a un viejo ciprés que se hacía sitio en el monte. Le venía el sobrenombre de la extraña distribución de sus ramas que, formando una escalera, permitían fácilmente llegar hasta muy arriba. Sin embargo, los últimos “escalones” eran difíciles y, a la verdad, ninguno de nosotros los había trepado. Federico eligió aquella prueba. Al principio, su decisión me alegró porque hasta la fecha teníamos una misma performance de altura. Pero mi hermano era de brazos más largos. Caminábamos tranquilamente por la calle de eucaliptos. Yo silbaba desafinado y altanero. Federico sonreía divertido. Llegamos al ciprés de la prueba. Federico, ceremonioso, hizo mil preparativos. Se sacó las sandalias y se ajustó el cinturón. Después, mostrándome un pañuelo me dijo: - Vos tenés que bajarme este pañuelo. - Bueno. ¡Subí! –y en la sangre me latía el coraje. Empezó a trepar. Desde el suelo seguí con atención sus movimientos. Como conocía las trampas, me repetía cada tanto, para mí: “Lo hago, lo hago, hago”. Y él, calculando distancias, tanteando donde pisaba, iba subiendo cada vez más. Llegó a la parte difícil. Sus pantalones azules se confundieron con el verde de las hojas. Llamaba su camisa blanca. Me pareció verlo dudar; se detuvo; seguramente pensaba. Me imaginaba su situación y sus esfuerzos, y desde tierra lo ayudé con el pensamiento, estrujándome las manos. Lo vi subir el pedazo más bravo. - ¡Eh! –me gritó-. ¿Es alto? - Sí –contesté, admirado sin querer. S - ¡Subiré más! - ¡Subí! –lo incité, olvidando completamente que estaba haciendo más ardua mi propia prueba. - Pero vos no vas a poder –me recordó riendo. - ¡Bah! En realidad, su risa me había llenado de espanto. Subió un poco más y se perdió entre las ramas. Después de un ratito lo vi descender. Y descendía tranquilo, sonriente: - No podés, no podés –me repetía mientras bajaba. Cuando estuvo en el suelo, se limpió las manos y se calzó las sandalias. Sonreía, me miraba y movía sus hombros. Yo, a mi vez, me disponía en silencio. Antes de que él acordara me había colgado del árbol y encaramado dos metros. Federico, sacudiendo las basuras de su camisa, sonreía ante mi empuje. Me dejó subir sin hablar. Pasé una rama gruesa que me era conocida porque de ella siempre colgábamos las hamacas. Luego empezaron las más delgadas. Cuando Federico me vio en el “nudo”, me gritó con un poco de susto: - ¡Che, no te vayas a matar! - ¡No! Me sentía firme y seguro, pero los brazos me temblaban con el esfuerzo. 18
  • 19. Logré dos escalones difíciles. Me agarré bien fuerte de una rama y miré hacia abajo. - ¿Qué hacés? –me preguntó Federico. No le contesté y mi silencio lo asustó. - ¡Bajá! – me gritó. Tampoco le respondí. Nada. Vuelta a seguir. Ya distinguía el pañuelo. Mi hermano lo había colgado todo a lo largo del brazo para prenderlo bien lejos de mi alcance. Todavía tenía que trepar un metro. El susto me hizo dudar. Volví a mirar al suelo. Federico me llamaba. Trepé sin escucharlo, llegué a la altura necesaria y no supe qué hacer para lograr el pañuelo. Después de pensar febrilmente, me saqué como pude el cinturón. Lo sujeté a la rama y prendiendo mi mano sudada a la correa, me dejé balancear. Oí los gritos de Federico, se me hizo un nudo enorme en el pecho, creí que iba a caer. Pero, mientras tanto, con la punta de los dedos había conseguido tomar el pañuelo. Me largué a llorar. Mientras descendía por las ramas me estallaban los sollozos. Había olvidado mi triunfo y mi osadía. Lloraba como un desesperado y con las manos sucias me embadurnaba la cara. Cuando toqué tierra Federico me abrazó, también llorando. Y me parece solamente, que entonces pude sonreír. Wernicke, Enrique en Hombrecitos, perros y fantasmas : cuentos de realistas, de animales y de terror : poesías : teatro de títeres : curiosidades y palabras difíciles, Buenos Aires, Kapelusz, 1988. Ejercitación: 1. ¿Qué tipos textuales encontrás? ¿Cuál predomina? Justificar. 2. ¿Cuál es el marco de la narración? 3. ¿A qué género discursivo pertenece este texto? 4.¿Quiénes son los protagonistas de esta historia? 5. ¿En qué consiste la prueba que llevan a cabo los hermanos? 6. ¿Cuál es el tema de este cuento? ¿Cómo se relaciona con su título? 7. Describí el marco de la narración. 8. ¿Qué estrategias lleva a cabo el protagonista para alcanzar el pañuelo? 9. Hacé una breve descripción del “ciprés” (incluila en alguna parte del texto). 10. Mencioná los elementos del circuito real de la comunicación y los de la situación de ficción señalada entre corchetes. Caracterizar registro y variedades de lengua en el pasaje señalado. 11.¿Qué funciones del lenguaje encontrás en le texto? Justificar. 12. Completá el siguiente cuadro con verbos extraídos del texto y colocá el tiempo utilizado en cada columna en la última fila. Acciones Acciones de Descripciones principales telón de fondo 19
  • 20. Tiempo verbal 13. Justificá la tildación de las siguientes palabras: llamábamos sonreía oí subiré mí también 14. Justificá la ortografía de las siguientes palabras: a. Llamábamos (b) b. Subir (b) c. Eligió (g) d. Estuve (v) 15. Clasificá las siguientes palabras de acuerdo a los criterios semántico y al morfológico: Aventura Extraño Descubrimiento Espeluznantes Décimo quinto Raras Salud Unas Argentino Paraná Árbol 16. Escribí un cuento utilizando las palabras del punto 14. Texto Nº 9 20
  • 21. “La intrusa” Ella tuvo la culpa, señor juez. Hasta entonces, hasta el día que llegó, nadie se quejó de mi conducta. Puedo decirlo con la frente bien alta. Yo era el primero en llegar a la oficina y el último en irme. Mi escritorio era el más limpio de todos. Jamás me olvidé de cubrir la máquina de calcular, por ejemplo o de planchar con mis propias manos el papel carbónico. El año pasado, sin ir más lejos, recibí una medalla del mismo gerente. En cuanto a ésa, me pareció sospechosa desde el primer momento. Vino con tantas ínfulas a la oficina. Además, ¡qué exageración!, recibirla con un discurso, como si fuera una princesa. Yo seguí trabajando como si nada pasara. Los otros se deshacían en elogios. Alguno, deslumbrado, se atrevía a rozarla con la mano. ¿Cree usted que yo me inmuté por eso, señor juez? No. Tengo mis principios y no los voy a cambiar de un día para el otro. Pero hay cosas que colman la medida. La intrusa, poco a poco me fue invadiendo. Comencé a perder el apetito. Mi mujer me compró un tónico, pero sin resultado. ¡Si hasta se me caía el pelo, señor, y soñaba con ella! Todo lo soporté, todo. Menos lo de ayer. “González- me dijo el gerente- lamento decirle que la empresa ha decidido prescindir de sus servicios”. Veinte años, señor juez, veinte años tirados a la basura. Supe que ella fue con la alcahuetería. Y yo, que nunca dije una mala palabra, la insulté. Sí, confieso que la insulté, señor juez, y que le pegué, con todas mis fuerzas. Fui yo quien le dio con el fierro. Le gritaba y estaba como loco. Ella tuvo la culpa. Arruinó mi carrera, la vida de un hombre honrado, señor. Me perdí por una extranjera, por una miserable computadora, por un pedazo de lata, como quien dice. Pedro Orgambide en La buena gente, Buenos Aires, Sudamericana, 1970 Actividades 1. ¿Qué tipo textual predomina? 2. ¿Cuál es el marco de este texto y qué tipo de narrador encontramos? 3. ¿Qué transformación sufre el narrador en su conducta? Marcá dos fragmentos que evidencien estos cambios. 4. La identidad de la “intrusa” no se revela hasta el final. Subrayá los “falsos” indicios que insinúan que la “intrusa” es una mujer. 5. El protagonista culpa a la computadora por lo ocurrido. ¿Estás de acuerdo con él? ¿Por qué? Expresá tu opinión y fundamentá. 6. ¿Qué significa la expresión “Puedo decirlo con la frente bien alta”? Explicalo con tus palabras y pensá en qué situaciones podría ser usada. 7. ¿Cuál es el tema del cuento? ¿Cómo se relaciona con el título? 8. Marcá con una cruz la respuesta correcta El relato adopta la forma de:  una carta  un discurso  una declaración  un recuerdo 9. Explicá qué tipo de acto de habla se realiza en el enunciado subrayado. 21
  • 22. 10. Identificá el circuito ficcional de la comunicación. 11. Clasificá semántica y morfológicamente las siguientes palabras: culpa – sospechosa – miserable - un – ayer – principios - veinte- la 12. Justificá la tildación de las siguientes palabras: día- arruinó- último- seguí- qué – tónico 13. Justificá la ortografía de las siguientes palabras: Tuvo (v) Equipaje (j) Posible (b) Mentiroso (s) Golazo (z) 14. Producción Elegí uno de los siguientes narradores y escribí la historia de “La intrusa”: el gerente la esposa de González la computadora Texto Nº10 22
  • 23. “Los dos reyes y los dos laberintos” Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó construir un laberinto tan perplejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres. Con el andar del tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía otro laberinto y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día. Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaldes y estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribó sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. Lo amarró encima de un de un camello veloz y lo llevó al desierto. Cabalgaron tres días, y le dijo: “¡Oh, rey del tiempo y sustancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que te veden el paso”. Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en mitad del desierto, donde murió de hambre y de sed. Borges, Jorge Luis en El Aleph, Barcelona, Alianza Editorial, 1998. Comprensión de texto 1. Determiná el género discursivo de este texto. 2. ¿Qué tipo de narrador encontramos en el texto? 3. ¿Quiénes son los personajes principales del cuento? 4. ¿Dónde ocurren los hechos? Transcribí dos índices de lugar que justifiquen tu respuesta. 5. ¿En qué época ocurren? Transcribí un índice de tiempo. 6. Señalá dos verbos que indiquen acciones principales y dos que se utilicen para telón de fondo. 7. ¿Qué proyecto tiene cada uno de los reyes? 8. ¿Por qué el rey de Arabia considera el desierto un laberinto? 9. Explicá con tus palabras el sentido de la frase “…esa obra era un escándalo…” 10. Buscá en el texto y clasificá morfológicamente: Dos sustantivos abstractos Dos sustantivos comunes concretos individuales 23
  • 24. Dos adjetivos calificativos Un adjetivo numeral ordinal 11. Buscá en el texto y transcribí: dos palabras graves sin tilde, dos agudas con tilde, dos esdrújulas, dos con hiato por acentuación y un monosílabo con tilde. 12.Justificá la ortografía de las siguientes palabras: bronce (b) entraban (b) confusión (s) subir (b) canción (c) 13. Producción Escribí una narración en la que cuentes la historia de dos reyes enfrentados. TEXTO N°11 EL LABERINTO DE CRETA 24
  • 25. La casa donde nació Teresilda Palomeque tenía 40 habitaciones, 10 patios, 8 jardines. Sin prisa y sin pausa se le fueron muriendo los padres, los hermanos todos solteros pero con una picadura en los huesos, las hermanas todas casadas aunque de salud muy frágil. Teresilda, la menor, no se casó y sin embargo persistió en vivir sola y unánime en esa mansión. Deambulaba por los aposentos, se paseaba por los balcones y belvederes, subía y bajaba escaleras, trepaba a los áticos y a las terrazas, descendía a los sótanos, recorría los pasillos, las logias y los diez patios, serpenteaba entre los muebles y mariposeaba por los jardines. En la vecindad corría el rumor de que Teresilda se había dividido entre 15 o 20 Teresildas todas iguales, porque costaba creer que una sola abriese tantas puertas y se asomase a tantas ventanas, por no mencionar el hecho increíble de que no tuviera el menor vestigio de fatiga ni alguna sirvienta que la ayudase con los quehaceres. {Una vez al mes los sobrinos la visitaban para aliviarle hoy un marfil y una mañana una tetera de plata y le decían: -Por Dios, tía Teresilda. Es absurdo que te empeñes en vivir sola en este tremendo caserón. El día menos pensado amanecerás muerta de esa misma fatiga que estás acumulando sin darte cuenta pero que en cualquier momento se te caerá encima como una montaña.} Y agregaban alguna frase con alguna brutalidad, fruto de la preocupación: -Si es que antes no entran ladrones y te estrangulan o te clavan un puñal en el pecho. Al fin Teresilda se convenció de que se sentía cansada, aparte de amenazada por la delincuencia. En seguida los sobrinos iniciaron los trámites. Una mañana supo que la llevaban a una escribanía y le hacían firmar unos papeles. Y esa misma tarde se enteró de que se había mudado a un departamento de la calle Vidt llevándose algunos muebles porque para que más, Teresilda, por Dios, gemían los sobrinos, quienes enseguida la dejaron sola para distribuírse el resto del mobiliario. Teresilda estaba habituada a la soledad, así que se sintió a gusto. Pero también estaba acostumbrada a las felices correrías por las habitaciones, y quiso reanudarlas. Dio un paso y tropezó con una pared. Dio otro paso en dirección contraria y chocó contra otra pared.Volvió a cambiar de rumbo y se llevó por delante una cómoda. Giró y la detuvo una mesa. Volvió a girar y embistió un aparador. Vio una puerta, la abrió y no era una puerta para salir sino para entrar. Retrocedió y se golpeó con una ventana, quiso abrirla y asomarse, se asomó y del lado de afuera estaba el lado de adentro. Miró y miró y donde miraba los ojos se le hacían pedazos. Entendió que estaba atrapada en un laberinto, en los vericuetos de una arquitectura caótica, en un dédalo tan enredado que no habría forma de salir y ellla moriría de hambre y de sed o devorada por algún minotauro. Para que gritar. Nadie la oiría desde la remota calle Vidt. Un mes después los sobrinos la buscaron por todo el único cuarto del departamento, la buscaron en la cocina, en el baño, la buscaron en el pozo de aire y dentro de los muebles. Pero no la encontraron. Es un misterio como habrá podido Teresilda abandonar el laberinto y fugarse, nadie sabe a donde. Marco Denevi, El amor es un pájaro rebelde. Buenos Aires, 1993 a) ¿A qué género pertenece el texto y qué tipo textual predomina? Justificá tu respuesta. Si aparecen otras tipologías señalalas. b) Caracterizá al narrador. Persona, registro linguístico y variedades de lengua. Justificá tu respuesta con ejemplos de cada uno de los items mencionados. 25
  • 26. c) ¿Cómo se comportan los sobrinos con Teresilda? Fundamentá tu respuesta con una cita textual. d) ¿Qué cosas extrañas le suceden a Teresilda en su nueva casa? e) ¿Cuál es la complicación que se le presenta a Teresilda y cómo la resuelve? f) ¿Los hechos en el relato se presentan narrados cronológicamente? Justificá tu respuesta. g) Observá el párrafo encerrado entre {...} Mencioná los elementos del circuito de la comunicación. h) En el texto, a los siguientes sustantivos se le atribuyen adjetivos, transcribílos y explicá si manifiestan objetividad o si están usados como expresiones valorativas. Indicá además de que tipo de valoración se trata (positiva o negativa). Caserón........................................................................................................................................................... .......................................................................................................................................................................... Arquitectura.................................................................................................................................................. .......................................................................................................................................................................... Correrías........................................................................................................................................................ .......................................................................................................................................................................... . i) Extraé del texto palabras para completar el cuadro: Clase de palabra PALABRA Criterio semántico Criterio morfológico sustantivo sustantivo adjetivo adjetivo artículo conjunción adverbio i) Producción de 15 renglones: “La fuga de Teresilda” TEXTO N°12 26
  • 27. ESQUINA PELIGROSA El señor Epididimus, el magnate de las finanzas, uno de los hombres más ricos del mundo, sintió un día el vehemente deseo de visitar el barrio donde había vivido cuando era niño y trabajaba como dependiente de un almacén. Le ordenó a su chofer que lo condujese hasta aquel barrio humilde y remoto.Pero el barrio estaba tan cambiado que el señor Epididimus no lo reconoció. En lugar de calles de tierra, había boulevares asfaltados, y las míseras casitas de antaño, habían sido reemplazadas por torres de departamentos. Al doblar la esquina vio el almacén, el mismo viejo y sombrío almacén donde él había trabajado como dependiente cuando tenía doce años. -Deténgase aquí- le dijo al chofer. Descendió del automovil y entró en el almacén.Todo se conservaba igual que en la época de su infancia: las estanterías, la antigua caja registradora, la balanza de pesas y, alrededor, el mudo asedio de la mercadería. El señor Epididimus percibió el mismo olor de sesenta años atrás: un olor picante y agridulce a jabón amarillo, a aserrín húmedo, a vinagre, a aceitunas, a acaroína. El recuerdo de su niñez lo puso nostálgico. Se le humedecieron los ojos. Le pareció que retrocedía en el tiempo. Desde la penumbra del fondo le llegó la voz ruda del patrón: -¿Estas son horas de venir? Te quedaste dormido como siempre. El señor Epididimus tomó la canasta de mimbre, fue llenándola con paquetes de azúcar, de yerba y de fideos, con frascos de mermelada y botellas de lavandina y salió a hacer el reparto. La noche anterior había llovido y las calles de tierra estaban convertidas en un lodazal. Marco Denevi 1) ¿Cuál es la situación inicial? 5) ¿Cuál es la transformación que sufre la situación inicial? 6) Transcribí la frase del narrador que marca la transformación. 7) ¿Por qué pensás que el texto se titula "Esquina peligrosa"? 5) Observá los adjetivos que modifican los siguientes sustantivos y determiná si son valorativos. Barrio ....................................................................................................................................... Casitas....................................................................................................................................... Almacén.................................................................................................................................... . 6) De acuerdo con el tipo de valoración, ¿cómo considera el narrador el pasado del señor Epididimus? 7) Subrayá una enumeración. 27
  • 28. 8) Marcá en el texto con otro color los fragmentos en donde se concentran imágenes sensoriales. 9) Agregá una comparación en algún lugar del texto. 10) Producción: escribí 15 renglones sobre la "Transformación del señor Epididimus". Podés tomar partes del texto como parte de tu descripción. Mantené el observador del texto y agregá adjetivos valorativos. Título:"De millonario a dependiente". 28