El movimiento contra el mega proyecto minero en esta región de Guatemala, conocido por el alto involucramiento de mujeres y sus familias de diferentes comunidades, se enfrenta a la represión policial
Proyecto por la Regionalización y la Función Municipal
Mujeres resistentes a megaproyecto en La Puya
1. Mujeres resistentes megaproyecto en La Puya
El movimiento contra el mega proyecto minero en esta región de
Guatemala, conocido por el alto involucramiento de mujeres y sus
familias de diferentes comunidades, se enfrenta a la represión policial
Para llegar a La Puya, en la región norte del departamento de
Guatemala, hay que emprender camino de buses destartalados que
se dirigen hacia el oriente. En el trayecto tanto el bus avanza como el
calor aumenta. Las señales del camino parecen alucinaciones en
medio del desierto. Divisamos un cartel que presenta ‘Splash’, un
parque acuático de piscinas con despampanantes formas geométricas
anunciado en un rótulo oxidado. El cartel también anuncia que dichas
fuentes acuíferas son propiedad del alcalde del pueblo, Nito Palencia.
Es una zona de conflicto en la que el agua (su calidad para el
consumo y utilización para la agricultura) es objeto de defensa,
disputa y enfrentamiento por campesinas y campesinos que arriesgan
la vida con visión de futuro, dicha publicidad llama la atención:
‘Splash’.
Aquí son las vecinas de las comunidades de las aldeas pertenecientes
a San José del Golfo y otras a San Pedro Ayampuc quienes junto
pobladores de cualquier edad, maridos, hijos e hijas y vecinos, desde
hace dos años parcelan su tiempo para proteger el territorio. Ellas se
organizan junto con familia y vecindad para montar una guardia
pacífica 24 horas durante 7 días, para permanecer atentas y en
guardia a las puertas del territorio que las empresas mineras
reclaman como propio para la explotación.
2. Este camino de tierra rodeado de árboles y vegetación es el lugar en
donde se encuentra el ingreso al proyecto Progreso VII Derivado, una
de las 12 concesiones estatales a las mineras de exploración que
forman parte del megaproyecto de extracción El Tambor,
administrado en un principio por la empresa canadiense
RadiusExplorations Ltd. y su subsidiaria en Guatemala, Exploraciones
Mineras de Guatemala, S.A. (Exmingua). Hoy, no obstante, el
proyecto ha sido vendido a la empresa norteamericana Kappes,
Cassiday&Associates (KCA).
Las comunidades no reciben estos proyectos a ciegas, tienen
información sobre los riesgos y daños que implican: la tala de
montes, la movilización de tierras, la construcción de túneles y sobre
todo, la perforación de pozos de agua y el uso de sustancias tóxicas.
“Nosotros no queremos minería, somos un pueblo muy pobre en
agua. El agua sirve para los cultivos y no es posible que sea utilizada
para la mina. Y hay que entender que acá, cerca del corredor seco, el
agua es muy escasa”, describe Ana Sandoval quien, a sus 22 años,
además de estudiar derecho dedica gran parte de su tiempo a
acompañar y posibilitar el acceso de periodistas, investigadores y
personas solidarias con la resistencia.
Los daños son muchos: la tala de montes, la movilización de
tierras, la construcción de túneles y sobre todo, la perforación de
pozos de agua y el uso de sustancias tóxicas
Esta resistencia comenzó un 2 de marzo de 2012 cuando las
comunidades informadas del avance del proyecto minero decidieron
ocupar la entrada al territorio en donde se comenzarían los trabajos
para las minas. Fue una mujer la que se plantó delante de las
máquinas desafiando con su vida el avasallamiento. El 8 de mayo del
mismo año, durante la madrugada, llegó una manada de máquinas
dispuestas a entrar en la mina. Sin planearlo, las mujeres se
tendieron en el suelo, cantaron y rezaron para impedir que las
excavadoras entraran. Un mes después otra mujer, Yolanda Oquelí,
una lideresa de la resistencia, sufrió un atentado en medio de la
noche: un desconocido le disparó desde una camioneta. Oquelí
sobrevivió a la muerte pero convive con una bala dormida cerca de su
columna vertebral.
3. Foto: William Corleto
En diciembre de ese mismo año las mujeres enfrentaron a 25
patrullas que llegaron para desalojar a la población. “Una de mis
sobrinas estaba aquí cuidando y la agarraron porque ella no los
quería dejar pasar el cerco. Entonces yo la abracé y me tiraron gas,
pero justo volteé la cara y no me hicieron nada”, recuerda Felisa
Muralles, más conocida como Doña Licha. Esta mujer de 46 años y
madre de seis hijos cambió su devenir de ama de casa para
convertirse en una activista entusiasta y convencida.
“A las mujeres nos ha ayudado mucho porque hemos salido del
círculo de quien dice ‘la casa es para la mujer”
4. “A las mujeres nos ha ayudado mucho porque hemos salido del
círculo de quien dice ‘la casa es para la mujer’. Estamos en
reuniones, aprovechamos para ir a capacitaciones, una lo habla en la
casa y esto va cambiando. Aquí muchos esposos que eran
remachistas han cambiado. Los niños han tomado conciencia, vienen
viejitos también, todos tienen la conciencia que esto hay que cuidarlo
porque es lo que Dios nos ha dejado”. El plan de acción es simple y
único: no responder a la violencia. A provocaciones ciegas, oídos
sordos.
El arte de vivir con fe
Cuando en Guatemala se firmaron los Acuerdos de Paz entre 1991 y
1996 después décadas de exterminio en las aldeas indígenas y de
violaciones sexuales cometidas por el Ejército, se abrieron también
las puertas al plan global de la economía neoliberal en la región. En lo
que va de la última década se ha profundizado el modelo a partir de
la modificación del mapa geopolítico, que ha permitido la invasión de
las empresas conocidas como ‘neoextractivistas’, que dan continuidad
a la arbitrariedad de la política y las medidas represivas.
Foto: William Corleto
Los Gobiernos centroamericanos han desarrollado un discurso que
bajo el disfraz de “la conservación del medioambiente” da luz verde a
la monopolización de los recursos naturales, por medio de proyectos
de ecoturismo, agronegocios y conservación de áreas protegidas. Las
consecuencias siguen siendo la mercantilización de la biodiversidad,
5. el despojo del territorio, la expulsión de las comunidades de su
territorio y el control de la población.
El desalojo de la población de las zonas estratégicas, que son
consideradas de alto interés para las transnacionales y los proyectos
de Gobierno, desplazan a las poblaciones por medio de la migración
forzada cercana a los centros de producción. Mediante estas
estrategias los terrenos quedan a disposición para su explotación por
las compañías en alianza con los Ejecutivos.
Las licencias otorgadas a la minería dan a Guatemala la sensación de
lo eterno. Tal vez sea por eso el vínculo estrecho que tienen mujeres
y hombres de La Puya con la fe. Como si su supervivencia estuviera
atada a delicados hilos suprahumanos. Y porque las licencias
caducarán en 25 años y ellas y ellos no dudan resistir por tiempo
indefinido. “Tenemos fe en Dios que va a mejorar la situación, que no
van a provocar. Algunos dicen que va haber siembra de arbolitos allí
adentro, otros dicen que van a traer gente a vivir aquí, familias que
no tienen dónde son todos rumores. Y si eso ocurriera el mismo
Gobierno va a venir y los va a sacar”, arriesga Marta Pacheco, una
pobladora en su turno de vigilia, que cuando no está en La Puya
compartiendo almuerzos y cenas con tortillas, cuida a su esposo
convaleciente.
En este sentido, el periodista guatemalteco Oswaldo J. Hernández
analiza en el marco de la celebración de los dos años de La Puya:
“Muchos coinciden en que una parte de la unidad está en la iglesia.
No la iglesia católica o la evangélica, en sí, sino lo que significa desde
la fe. Se trata para La Puya de una plataforma, un espacio cedido por
los curas y pastores para el encuentro, una en la que las distintas
comunidades pueden discutir sobre cómo llevar la defensa del
territorio ante la minería, o al menos coordinar algo como La Puya”.
Orgullosas y de paciencia invencible
Doña Licha relata entusiasmada que desde que participa en La Puya
está escribiendo un libro de memorias de la resistencia, con vivencias
y fotos: “Ahora me he ido involucrando en más grupos, me he metido
en grupos de la iglesia, eso me ha ido desenvolviendo. Ahora que me
metí aquí eso me ayudó más. Antes era muy tímida pero ahora soy
vicepresidenta del consejo de mi comunidad y directora de la junta
directiva del instituto en que trabajo”.
6. Foto: William Corleto
La última semana de abril esta comunidad de resistentes sintió la
pequeña satisfacción de una batalla vencida: 17 máquinas
destinadas a la construcción de la mina fueron retiradas del terreno.
Sin embargo en La Puya no bajaron la guardia. No obstante, las
intimidaciones de parte de la policía no tardaron en llegar el pasado 9
de marzo pero ellas y ellos, con ayuda de la iglesia y del pueblo,
sonaron la alarma (el repique de campanas) para que llegara más
gente a apoyar. “Habían venido como 26 patrullas y antimotines en
su mayoría mujeres. Pero rápido una va viendo qué hacer para no
caer en provocaciones y se retiraron”, explica Licha.
7. Desde una lucha que abre una esperanza para posibles alianzas
entre movimientos campesinos y comunitarios que comienzan a
multiplicar en Guatemala la metodología del “plantón pacífico”
“Qué bonito se sentía ver cuando las sacaron las máquinas ésas, tan
enormes”, suspira Marta mientras recuerda la salida de los
mastodontes de hierro pesado. Desde una lucha que abre una
esperanza para posibles alianzas entre movimientos campesinos y
comunitarios que comienzan a multiplicar en Guatemala la
metodología del “plantón pacífico”. En defensa de los recursos
naturales, el agua y el territorio. Las últimas informaciones hablan de
un desalojo violento, la resistencia continúa.
Florencia Goldsman
Licenciada en Comunicación Social (UBA), ciberfeminista