2. LA POLITICA DEL RECONOCIMIENTO
La exigencia de reconocimiento se vuelve
apremiante debido a los supuestos nexos entre el
reconocimiento y la identidad, donde este último
término designa algo equivalente a la interpretación
que hace una persona de quién es y de sus
características definitorias fundamentales como ser
humano.
La tesis es que nuestra identidad se moldea en parte
por el reconocimiento o por la falta de éste y a
menudo, también, por el falso reconocimiento de
otros.
3. El falso reconocimiento o la falta de
reconocimiento puede causar daño, puede ser
una forma de opresión que aprisione a alguien
en un modo de ser falso, deformado y
reducido.
El reconocimiento debido no sólo es una
cortesía que debemos a los demás: es una
necesidad humana vital.
4. CONTEXTUALIZACIÓN DEL CONCEPTO DE
RECONOCIMIENTO
¿Qué fue lo que cambió para que este modo de hablar tenga
sentido para nosotros?
Podemos distinguir dos cambios que, hicieron inevitable la
moderna preocupación por la identidad y el reconocimiento:
El desplome de las jerarquías sociales, basadas en el “honor.”
Nueva interpretación de la identidad individual que surgió a
finales del siglo XVIII.
5. LA DIGNIDAD UNIVERSAL Y EL RECONOCIMIENTO
DE LO DIFERENTE
Para entender el afán de reconocimiento e identidad tanto en el
individuo como para las naciones culturales, Taylor dice que:
"tendremos que tomar en cuenta un rasgo decisivo de la condición
humana que se ha vuelto casi invisible por la tendencia
abrumadoramente monológica de la corriente principal de la filosofía
moderna. Este rasgo decisivo de la vida humana es su carácter
fundamentalmente dialógico.
Nos transformarnos en agentes humanos plenos, capaces de
comprendernos a nosotros mismos y por tanto de definir nuestra
identidad por medio de nuestra adquisición de enriquecedores lenguajes
humanos para expresarnos.
lo que George Herbert Mead llamó los "otros significantes"
6. La relación dialógica con los demás significantes nos pone en
plano de realización de lo universal humano, "pero debemos
esforzarnos por definirnos a nosotros mismos por nosotros
mismos en la mayor medida posible, para llegar a
comprender lo mejor que podamos" de tal manera que
logremos entender qué somos y cómo somos de manera
específica, más allá de una influencia externa dominante.
Esto es lo que está de fondo en la demanda de reconocimiento
de la especificidad, propia de la política de la diferencia,
nacida paradójicamente de la demanda de dignidad universal.
7. Permanecer en el discurso universalista de la
dignidad igualitaria puede resultar en ceguera ante
"los modos en que difieren los ciudadanos", y por ello
se exige hacer de las distinciones la base del
tratamiento diferencial:
Desde la política de la diferencia se denuncia la
ciudadanía de segunda clase y la discriminación en
cuanto restan dignidad a lo que universalmente
compartimos, pero exige "que demos reconocimiento
y status a algo que no es universalmente
compartido“.