El modelo crítico de educación surgió a mediados del siglo XX como una alternativa a la didáctica clásica. Propone que el rol del docente sea facilitador y transformador del aprendizaje, mientras que el alumno sea un pensador crítico y constructor activo de su propio conocimiento. Concibe el aprendizaje como un proceso inacabado basado en la experiencia, y utiliza estrategias que fomentan la participación y reflexión para evaluar de manera flexible el progreso individual y grupal.