El artículo discute las diferencias entre el nacionalismo catalán y vasco representados por CiU y el PNV. Aunque comparten ideología soberanista, compiten por el apoyo político en Madrid. Mientras que el PNV defiende el concierto económico vasco, CiU ha reclamado un acuerdo fiscal similar que podría poner en peligro el sistema vasco. Además, el éxito del soberanismo catalán amenazaría el liderazgo del PNV en el nacionalismo vasco. Por lo tanto, aunque cooperan electoralmente, sus intereses diver
Ucrania, la hora de Merkel. Artículo de Alexandre Muns, Profesor de EAE, en La Vanguardia
1. MARTES, 6 MAYO 2014 O P I N I Ó N LA VANGUARDIA 21
ÓSCAR ASTROMUJOFF
E
l encuentro que el pasado jue-
ves 1 de mayo mantuvieron el
presidente Mas y el lehenda-
kari Urkullu fue un reflejo elo-
cuente de la distancia a la que se sitúan en
estos momentos las formaciones que
representan uno y otro, que es la que han
mantenido desde el proceso constitu-
yente y la tramitación de los estatutos de
autonomía de Catalunya y Euskadi. Sólo
que el soberanismo convergente estaría te-
niendo ahora el papel que representó el
PNV ante el referéndum constitucional, o
el que el partido de Arza-
lluz e Ibarretxe desempeñó
entre el pacto de Lizarra y
el plan Ibarretxe, entre
1998 y 2009.
La sintonía ideológica
que manifiestan convergen-
tes y jeltzales no es contra-
dictoria con la competencia
que mantienen a la hora de
basar en la bilateralidad las
relaciones de catalanes y
vascos con las instituciones
centrales del Estado consti-
tucional. Frente a la presun-
ción de que ambos naciona-
lismos suman fuerzas ante
los intentos de recentraliza-
ción del Estado es necesa-
rio advertir de que también
se estorban mutuamente.
Así ha ocurrido en las legis-
laturas en las que bien el
PSOE o bien el PP ha preci-
sado de su apoyo para apun-
talar una mayoría de gobier-
no en las Cortes Generales.
Los favores que a cambio
podían obtener los conver-
gentes se reducían si tenían
que compartirlos con los jel-
tzales, y viceversa.
Más allá de su coalición
electoral para las europeas,
de la periódica declaración
conjunta en nombre de Ga-
leusca, y del voto coincidente en infinidad
de asuntos en los que se pusiera a prueba
el hecho autonómico, no ha habido inten-
ción alguna de establecer una estrategia
compartida. Los celos que el concierto y
el cupo han despertado en el nacionalis-
mo catalán son comparables a la preven-
ción con que el nacionalismo vasco aten-
día a la reivindicación del pacto fiscal por
parte de la Generalitat, en tanto que su dis-
cusión podía poner en entredicho el privi-
legiado sistema financiero del que gozan
Euskadi y Navarra. Cada apelación a que
el sistema privativo de vascos y navarros
está reconocido constitucionalmente su-
ponía un cuestionamiento implícito de las
razones que esgrimía la mayoría del Parla-
mento de Catalunya para reclamar un
modelo semejante. Qué decir de la denun-
cia del déficit fiscal para Catalunya en re-
lación con el superávit que el sistema pro-
cura a Euskadi.
La gran paradoja es que hoy Urkullu pa-
rece comportarse como la baza más sóli-
da de una tercera vía que en ningún caso
sirve a Catalunya. La defensa del concier-
to y el cupo constituye el único consenso
que une a todo el arco parlamentario vas-
co. En todo lo demás priman el disenso y
el enfrentamiento. La tercera vía de Urku-
llu no es mucho más que una actitud, pero
lo suficientemente reacia a solicitar la ex-
tensión del concierto y del cupo a Catalu-
nya como para que estorbe no ya al inde-
pendentismo sino a las expectativas de
quienes albergan esperanzas en una sali-
da dialogada, bilateralmente, con Madrid.
La distancia a la que Ajuria Enea se si-
túa respecto al Palau es aún más drástica.
Porque en un plano se exterioriza la empa-
tía en torno al derecho a decidir, y en otro
se evidencia el nulo interés que el partido
de Urkullu y Ortuzar tiene en que los
acontecimientos se precipiten en Catalu-
nya en clave soberanista. El fracaso de
Mas es el cortafuegos que el PNV necesita
para evitar que la izquierda abertzale se le
suba a las barbas. El PNV es, todavía, de-
masiado partido como para permitir que
una autodenominada Asamblea Nacional
le dicte su agenda política o
la condicione. Y se da la cir-
cunstancia de que la
izquierda abertzale está
enredada en demasiados
líos –empezando por las
sombras que proyecta el pa-
sado etarra– como para cen-
trar sus esfuerzos en desen-
cadenar una marejada inde-
pendentista capaz de arras-
trar a gente que no esté pre-
viamente encuadrada en
sus filas.
CiU y PNV concurren
juntos a las europeas en
una candidatura de conve-
niencia, y hasta de circuns-
tancias, si nos atenemos a
su divergencia de intereses.
Basta con imaginar el escru-
tinio del 25 de mayo para
predecir lecturas muy dis-
pares en el fondo. Es eviden-
te que se ha producido un
cambio de papeles. El prag-
matismo pujolista que ha-
bía desdeñado el concierto
y el cupo ha acabado saltan-
do en el vacío para proyec-
tar el autogobierno a una di-
mensión en la que nunca ha-
bía pensado más que como
quimera. Mientras que el
poder jeltzale se ha vuelto
extremadamente cauto tras
pendular en los últimos años entre gober-
nar una parte más o menos amplia de Eus-
kadi sin poder abarcarlo todo.
El principio de realidad invita a susti-
tuir los porqués identitarios por los para
qués de la acción política. Invita a susti-
tuir la reivindicación de supuestos dere-
chos colectivos por el interés común a los
integrantes de esa colectividad. Tomar la
delantera soberanista es pura apariencia,
y Urkullu espera que los resultados de
Mas le den la razón.c
Ucrania,lahoradeMerkel
G
uayaquil me recibe con un
largo artículo sobre Catalu-
nya en un dominical de mu-
cha tirada en Ecuador. Ha-
blan del tema de la presunta Constitu-
ción catalana que parece que se está
gestando con alegre nocturnidad. El ar-
tículo está lleno de medias verdades y
algunos errores, pero su intención no
es contraria, sino más bien neutral. In-
tenta ser descriptivo y, leyéndolo, pare-
ciera que la cosa está al doblar la esqui-
na. Aunque la cuestión catalana no me
ha traído por estos lares, me sorprendo
de la rapidez con que el tema está so-
bre la mesa y se cuela en cualquier so-
bremesa que tengo el gusto de compar-
tir. El país andino está más informado
sobre la cuestión catalana de lo que ca-
bría esperar, probablemente porque la
cuestión española interesa desde siem-
pre. Y así, entre manglares repletos de
gaviotas negras y garzas azules, la con-
versación deriva en el hipotético futu-
ro que nos espera, y que mis interlocu-
tores consideran ineludible. “En demo-
cracia, si un pueblo quiere algo, lo con-
sigue”, dice mi amigo Johny, y me ex-
presa la convicción de que Catalunya
será, sí o sí, un nuevo Estado de la
Unión. Mi respuesta es la misma que le
di, hace poco, a un periodista del The
Economist: “Más importante que po-
der ser independientes es poder votar.
La democracia está por encima del ob-
jetivo. Los catalanes podemos aceptar
el no a la independencia, pero no que
nos consideren menores de edad y no
nos permitan decidir sobre nuestro des-
tino”. Remata el amigo: “Esa actitud,
en democracia, es impensable”.
Referencio estas primeras impresio-
nes desde Guayaquil, porque creo que
son la médula ósea del conflicto entre
Catalunya y España y porque lo que es
una evidencia en el territorio se con-
vierte en una verdad inexcusable a mi-
les de kilómetros de distancia. Cierta-
mente, se pueden dar todos los argu-
mentos del diccionario, relatar los ne-
gros, grises y blancos, explicar las mal-
dades de irse o de quedarse y las bonda-
des respectivas, pero no hay un solo ar-
gumento solvente que pueda justificar
que, en pleno siglo XXI, se le niegue el
derecho a votar a un pueblo que quiere
ejercerlo. Ni leyes, ni constituciones,
ni interpretaciones más o menos torti-
ceras de ambas, nada puede explicar la
incapacidad de España por resolver
sus conflictos territoriales a través de
las urnas.
Y si ello se niega, el conflicto no se
resuelve, sino que se redimensiona en
mayor medida y se convierte en más
conflictivo. Votar es un verbo cuya con-
jugación sólo se puede impedir en dic-
tadura, nunca en democracia, y la de-
mocracia que lo intente pervierte su
esencia. Ese es el quid que fuera de Es-
paña se ve con meridiana transparen-
cia, la imposibilidad de prohibir la de-
mocracia en nombre de la democracia.
Es un oxímoron inaceptable que ni la
España más ultramontana puede per-
mitirse. De ahí que lo más importante
no sea la independencia, sino el dere-
cho que tiene todo pueblo a ser respeta-
do. Mayoría de edad catalana, ese es el
reclamo. Lo otro es posterior e incluso
es menos importante.c
A
lgunos justifican la anexión de
Crimea y la violencia desplegada
por unidades de élite rusas en
Ucrania oriental como una reac-
ción a la supuestamente provocadora expan-
sión de la UE y la OTAN. Dicha premisa es
falsa. Los estados controlados por la URSS
en Europa oriental durante la guerra fría re-
cuperaron su soberanía plena en 1989-1991.
Su adhesión a la UE y a la OTAN no fue una
imposición de Washington o Bruselas, sino
el resultado de la voluntad mayoritaria de
sus poblaciones expresada en diversas elec-
ciones. Estonia y Letonia son los únicos
miembros de la UE y OTAN fronterizos con
Rusia si excluimos el exclave de Kaliningra-
do. Putin ha amedrentado a las repúblicas
bálticas con ciberataques, ha mantenido la
división de Moldavia mediante la presencia
militar rusa en Transnistria, ha invadido y
ha ocupado dos regiones de Georgia en el
2008 y ha cortado desde el 2004 el suminis-
tro de gas a Europa cuando Bielorrusia o
Ucrania no aceptaron imposiciones.
EE.UU. y la UE han desarrollado meca-
nismos de cooperación con Rusia desde
los años noventa. La decimoséptima cum-
bre del consejo permanente UE-Rusia cele-
brada en enero ofrecía a Rusia un espacio
de libertad, justicia y seguridad y la posible
eliminación mutua de visados. El consejo
OTAN-Rusia ha coordinado medidas en la
lucha contra el terrorismo y el narcotráfi-
co. El protocolo de Budapest de 1994 con-
virtió a Rusia en uno de los garantes de la
integridad territorial de Ucrania a cambio
de la destrucción de su arsenal nuclear. En
virtud del tratado Start III, EE.UU. está
destruyendo ojivas y lanzaderas de misiles
nucleares antes del plazo previsto. Obama
asimismo descartó el escudo antimisiles di-
señado para protegernos de Irán.
Alemania importa el 35% de su gas natu-
ral de Rusia y el comercio UE-Rusia supera
los 400.000 millones. Pero unidades espe-
ciales rusas están ocupando edificios públi-
cos y ciudades ucranianas y ya han sido ase-
sinados políticos y ciudadanos ucranianos.
Putin continuará desestabilizando Ucrania
para debilitar al presidente que surja de las
elecciones del 25 demayo. La UE únicamen-
te ofrecía a Ucrania un tratado de asocia-
ción. Desde enero, 36.000 millones en capi-
tales han huido de Rusia. La economía rusa
creció un 1,5% en el 2013 y una recesión es-
te año puede castigar a la población. Mer-
kel y los líderes europeos deben actuar por-
que los inversores privados no esperan.c
Paraqué Elverbo‘votar’
A. MUNS RUBIOL, profesor de EAE Business School
Podemos aceptar el no
a la independencia, pero
no que nos consideren
menores de edad
DEBATE. El futuro de Europa / Alexandre Muns Rubiol
Kepa Aulestia
Pilar Rahola