El Involucramiento De los Hombres Jóvenes En La Salud Sexual Y Reproductiva
Sida y Prejuicios
1. Sida y prejuicios
Escrito por Marco García Robles
Sábado, 04/Sep/10 00:01
Cuando más de tres personas te preguntan si estás enfermo de “aquellito” te empiezas a
preocupar. No porque de pronto creas que te infectaste de VIH y no lo sabías, sino porque aún
ahora existen muchas ideas erróneas con respecto al que fue llamado “mal del siglo”. En mi
caso, el sólo hecho de asociar mi preferencia sexual con una reducción de más de 15 kilos de
peso me convierte en candidato a bromas pesadas sobre tener sida o en chismes en la oficina.
No tengo síndrome de desgaste por infecciones oportunistas o diarrea crónica, pero me
pregunto ¿qué pasaría si fuera cierto? Sé que no es el caso de mi centro laboral, pero conozco
de casos en los que se ordenó una prueba de sangre y el resultado fue además de un fallo
positivo, el despido injustificado.
Teóricamente, mucha gente ya sabe que el sida no se “pega” por abrazos, caricias, besos, ni
por compartir el baño o comer del mismo plato; es más, entiende que no se contagia, sino que
para que te infectes de VIH, debe tener un vehículo de transporte (sangre, leche materna,
semen u otros fluidos sexuales) y una vía de entrada (mucosas del pene, ano, vagina; heridas
abiertas; inyecciones). Entonces ¿por qué sigue causando escándalo? Además, actualmente
el sida no es una enfermedad mortal, sino más bien crónica, siempre y cuando se detecte
oportunamente, se siga rigurosamente un tratamiento y se posea un estilo de vida saludable.
El problema entonces es, la falta de información. Por ejemplo, no basta con sostener
relaciones sexuales con una persona que tiene sida para que inmediatamente adquieras el
virus. Se requiere, como mencioné antes, de que exista el virus en un fluido y que tenga una
“puerta” de entrada al cuerpo, pero también influye el estado de salud del posible huésped, el
tipo de prácticas sexuales y créanlo o no, hasta el estado de salud mental.
En estos días, me indignó el asesinato de unas jovencitas por el rumbo de “Las Violetas”. De
inmediato se les tachó de “prostitutas” y hubo quien afirmó que el móvil del crimen fue que una
de ellas “contagió” a un cliente de sida. Luego se levantaron los clamores para que redoblaran
los controles médicos a las trabajadoras sexuales y de paso que se reubicara la zona de
tolerancia.
Ignorancia. Prejuicios. Doble moral. En primera instancia, hombres y mujeres tienen derecho
al trabajo, incluyendo la venta de servicios sexuales. Lo que no se vale es que se permita
–incluso con la venia gubernamental- el lenocinio y la trata de personas. En segundo punto, es
comprensible que se busque cuidar la salud pública, pero no por ello deben someter a
quienes se dedican a la prostitución –término en desuso según las nuevas convenciones en
derechos humanos- a revisiones indignas o a cargo de personal no calificado (veterinarios por
ejemplo, no es broma). Como tercer punto, si hubiera derechos laborales para las mal
llamadas meretrices, tendrían derecho a incapacidades médicas para atenderse alguna
infección de transmisión sexual (antes llamadas enfermedades venéreas) y disminuir los
riesgos para los usuarios.
Ahora bien, las organizaciones civiles en materia de salud sexual no recomiendan que se
prohíba el ejercicio del trabajo sexual a personas que viven con VIH, pues se les orilla al
clandestinaje y a un mayor riesgo de propagación del sida. Es preferible que se les exija el uso
de preservativos a los clientes de las zonas de tolerancia, pues está comprobado que con un
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Escrito por Marco García Robles
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uso adecuado se reduce al mínimo la posibilidad de contraer VIH, herpes, hepatitis,
condilomas, sífilis, gonorrea y otras afecciones.
Ahora bien, no podemos afirmar que sólo en las zonas de tolerancia hay sida. De hecho es
más probable adquirirlo por fuera, ya que las y los trabajadores sexuales son quienes más
procuran el uso del condón. Al contrario, las relaciones ocasionales con “gente de confianza”,
incluso en una “primera vez” están llenas de desenlaces sorpresivos.
Entre más convivo con activistas de diferentes organizaciones, conozco a más gente que vive
con VIH o que ya pasó por algún grado de sida. De hecho, me puedo jactar de que tengo
buenos amigos “positivos”, lo cual no los hace ni más ni menos. Su estado de salud es sólo
eso, parte de su vida. Pero también tengo amigos con lunares en la cara, heterosexuales
hasta la médula y ¡hasta políticos! ¿Qué loco no?
El VIH y el sida lo pueden tener artistas, deportistas, obreros, campesinos, maestras, mamás,
papás e incluso sacerdotes. Ni el VIH ni el sida se ven necesariamente a simple vista. No
tienen que ver con la delgadez ni con manchas en la piel ni con ser gay, travesti o stripper.
Mejor cuídate y no discrimines. El sida está entre nosotros. n
mardemarco@hotmail.com
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