1. El juicio de los fariseos
Tiempo Ordinario. Nosotros
podemos correr el peligro de pedir a
Cristo que nos envíe una señal para
seguir creyendo.
Primera Lectura: de la profecía de Miqueas (6,1-4.6-8):
Salmo Responsorial: Sal 49
R/. Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios
Evangelio: san Mateo (12,38-42)
Autor: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net
2. Primera lectura
Lectura de la profecía de Miqueas (6,1-4.6-8):
Escuchad lo que dice el Señor: «Levántate y llama a juicio a los montes, que
escuchen los collados tu voz.»
Escuchad, montes, el juicio del Señor; atended, cimientos de la tierra: El
Señor entabla juicio con su pueblo y pleitea con Israel: «Pueblo mío, ¿qué te
hice o en qué te molesté? Respóndeme. Te saqué de Egipto, de la esclavitud
te redimí, y envié por delante a Moisés, Aarón y María.»
«¿Con qué me acercaré al Señor, me inclinaré ante el Dios de las alturas?
¿Me acercaré con holocaustos, con novillos de un año? ¿Se complacerá el
Señor en un millar de carneros, o en diez mil arroyos de grasa? ¿Le daré un
primogénito para expiar mi culpa; el fruto de mi vientre, para expiar mi
pecado?»
«Te han explicado, hombre, el bien, lo que Dios desea de ti: simplemente,
que respetes el derecho, que ames la misericordia y que andes humilde con
tu Dios.»
¡Es palabra de Dios! ¡Te alabamos Señor !
3. Salmo 49
R/. Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios
«Congregadme a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio.»
Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar. R/.
«No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí.
Pero no aceptaré un becerro de tu casa,
ni un cabrito de tus rebaños.» R/.
«¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos?» R/.
«Esto haces, ¿y me voy a callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara.
El que me ofrece acción de gracias, ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios.» R/.
4. Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (12,38-42):
En aquel tiempo, algunos de los escribas y fariseos dijeron a
Jesús: «Maestro, queremos ver un signo tuyo.»
Él les contestó: «Esta generación perversa y adúltera exige un
signo; pero no se le dará más signo que el del profeta Jonás.
Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo;
pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el
seno de la tierra.
Cuando juzguen a esta generación, los hombres de Nínive se
alzarán y harán que la condenen, porque ellos se convirtieron
con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que
Jonás.
Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se
levantará y hará que la condenen, porque ella vino desde los
confines de la tierra, para escuchar la sabiduría de Salomón,
y aquí hay uno que es más que Salomón.»
¡Es palabra del Señor! ¡Gloria a Ti, Señor Jesús!
5. Oración
Señor, humildemente te suplico tu perdón por todas mis faltas.
Ilumina mi oración para que no caiga en la mezquindad farisaica de
pedir pruebas de tu amor. Creo en Ti, confío plenamente en tu
misericordia y te amo sobre todas las cosas.
Petición
Jesús resucitado, dame la fe y tu gracia para crecer en el amor.
6. Meditación
Lo mismo ocurre siempre de nuevo en la Eucaristía: ante la oración
de la Iglesia, el Señor anticipa en ella su segunda venida, viene ya,
celebra ahora la boda con nosotros, nos hace salir de nuestro tiempo
lanzándonos hacia aquella "hora".
De esta manera comenzamos a entender lo sucedido en Caná. La
señal de Dios es la sobreabundancia. Lo vemos en la multiplicación
de los panes, lo volvemos a ver siempre, pero sobre todo en el centro
de la historia de la salvación: en el hecho de que se derrocha a sí
mismo por la mísera criatura que es el hombre.
Este exceso es su "gloria". La sobreabundancia de Caná es, por ello,
un signo de que ha comenzado la fiesta de Dios con la humanidad,
su entregarse a sí mismo por los hombres. El marco del episodio -la
boda- se convierte así en la imagen que, más allá de sí misma, señala
la hora mesiánica: la hora de las nupcias de Dios con su pueblo ha
comenzado con la venida de Jesús. (Joseph Ratzinger, Benedicto
XVI, Jesús de Nazaret, primera parte, pág. 102.)
7. Reflexión
Vivimos en la era de internet, de las comunicaciones mundiales en
tiempo real, de las empresas de mensajería que en menos de 24 horas
mandan un paquete al otro extremo del globo terráqueo. El hombre
moderno todo lo quiere ver, todo lo quiere tocar. Quiere pruebas de
todo lo que se le dice.
Esto no es algo exclusivo de nuestro tiempo.
A Jesucristo también los judíos le pedían señales para creer. Querían
ver y tocar. Y no es que Cristo no hubiese hecho señales, pues todos
sabemos que curó a enfermos y libró a muchos de espíritus que les
atormentaban. A los judíos de aquel entonces no les bastaba eso.
Querían verlo por sus mismos ojos. Querían tocar, sentir el milagro.
Nosotros los cristianos podemos correr el peligro de pedir a Cristo
que nos envíe una señal para seguir creyendo. Sabemos que Él es
Dios, pero queremos dar gusto a nuestros sentidos. Queremos ver y
tocar.
8. ¿Queremos un Cristo "showman", un espectáculo que nos
ahorre el esfuerzo de la fe? Nos olvidamos de que Dios
no está en las grandes tempestades ni en los terremotos,
no está en los telediarios ni en las primeras páginas de los
periódicos.
Dios se hace presente en el susurro que se escucha en
nuestras almas, en el momento de silencio en el que le
buscamos tras una jornada de trabajo llena de dificultades
y ajetreo, en el encuentro familiar de oración en el que le
hacemos partícipes de nuestras cosas, en la paz del
corazón de quien deja por un momento todas las cosas
para escuchar de Aquel que le ama las palabras de amor
que le ayudan a creer en Él con mayor certeza que si nos
hubiese dado las señales que le pedíamos.
9. Propósito
No reducir mi oración a la petición, sino también
contemplar, adorar y agradecer a Dios su amor.
Diálogo con Cristo
En vez de pedir pruebas debo exigirme medios concretos
para crecer en la humildad y el amor, los mejores medios
para evitar el pecado. Señor, cuando me arrepiento,
reconozco que he fallado en mi amor, me remuerde haber
correspondido tan miserablemente a quien es todo amor.
Me olvido de que te tengo siempre en mi corazón, por la
presencia de la gracia santificante en mi alma. Gracias por
tu paciencia, quiero amarte más el día de hoy. Estaré más
atento a hablar contigo durante el día.