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Experimentos en  Psicología Social  que pueden aportar a la  Criminología Francisco J. Estrada Vásquez http://justiciapenaladolescente.blogspot.com/
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Experimento de Sherif El experimento del punto luminoso de Muzafer Sherif tuvo como fin el estudio de la  conformidad psicológica.  Fue diseñado para medir hasta qué punto un participante, al pedírsele que resolviera un problema difícil, compararía (y adaptaría) su respuesta a la de los demás participantes (un tipo de conformidad llamado influencia social informacional).
Experimento de Sherif El experimento consistía en la proyeccción de un punto luminoso en una sala oscura. En primer lugar, los miembros del grupo van accediendo a la sala individualmente, y más tarde lo hacen en grupos reducidos.  La prueba demuestra que cada individuo por separado ve el punto a una distancia concreta, mientras que al consensuar con el resto de miembros del grupo, la opinión se normaliza y se homegeneiza entre todos los participantes.  Así, se puede observar que la opinión personal de los participantes se adapta a las opiniones generales del grupo.
Experimento de Asch
Los experimentadores, conducidos por Solomon Asch, pidieron a unos estudiantes que participaran en una “prueba de visión”. En realidad todos los participantes del experimento excepto uno eran cómplices del experimentador y el experimento consistía realmente en ver cómo el estudiante restante reaccionaba frente al comportamiento de los cómplices.  Experimento de Asch
Experimento de Asch  Los participantes- el sujeto verdadero y los cómplices- estaban todos sentados en la sala de una clase en donde se les pidió que dijeran cuál era a su juicio la longitud de varias líneas dibujadas en una serie de exposiciones. Se les preguntaba si una línea era más larga que otra, cuáles tenían la misma longitud, etc. Los cómplices habían sido preparados para dar todos respuestas incorrectas en los tests.
El objetivo explícito de la investigación era estudiar las condiciones que inducen a los individuos a permanecer independientes o a someterse a las presiones de grupo cuando estas son contrarias a la realidad. Experimento de Asch
Este experimento ha sido replicado muchas veces.* La más reciente, en Cataluña (Alberich  et al, 2001) , efectuada sólo con jóvenes de 14 y 15 años encontró que el 87,5 % de los sujetos se mostró sensibles a la presión del grupo y cambiaron sus opiniones con la mayoría.  *   P. ej.: ALLEN I LEVINE (1971), McGUIRE (1978), PETTY I  CACCIOPO (1987).   Experimento de Asch
Experimento de la Cueva de los Ladrones Realizado en el año 1954 por Muzafer y Carolyn Sherif, estudia el origen del prejuicio en los grupos sociales.  Esta investigación se produjo en un amplio espacio propiedad de los Boy Scouts que se hallaba completamente rodeado por el Parque Estatal Cueva de los Ladrones ( Robber's Cave State Park ) en el Estado de Oklahoma
 
El equipo del estudio observó a un grupo de 22 adolescentes varones de 11 años de edad con similar experiencia de vida. Ellos fueron trasladados al lugar por buses en dos grupos de once personas. Ninguno de los grupos sabía de la existencia del otro. Los muchachos fueron asignados en dos áreas bastante lejanas entre sí, de manera que durante los primeros días la presencia de los 'otros' fue ignorada.  Los Sherifs habían cortado, al grado que pudieron, vínculos de amistad preexistentes al interior de cada grupo de modo que la identificación de cada muchacho con su nuevo grupo pudiera suceder más rápidamente. Consultados por el nombre que darían a su grupo, unos escogieron " The Rattlers ", los otros " The Eagles ". Luego de entre dos y tres días, los dos grupos desarrollaron espontáneamente jerarquías sociales internas.
 
Ninguno de los muchachos se conocía previamente al experimento, pero la hostilidad entre grupos fue observada rápidamente. Las actividades de la segunda fase se ejecutaron según lo planeado pero la comprobación de su éxito fue temprano.  La hostilidad entre los grupos se incrementó al punto en que el equipo del estudio concluyó las actividades de producción de fricción debido a su inseguridad. La segunda fase se concluyó e inició la tercera.
 
 
Para disminuir la fricción y promover la unidad entre  the Rattlers  y  the Eagles  , Sherif ideó e introdujo tareas que requirieron la cooperación entre ambos grupos. Estas tareas se refieren en el estudio como "objetivos super-ordinados".  Una meta super-ordinada es un deseo, un desafío, un problema o un peligro que ambas partes en un conflicto necesitan resolver, y que no puede resolver ninguno de los dos grupos por sí solo.
Los retos propuestos por los Sherif incluían un problema de escasez de agua, un camión de campo atascado que necesita de mucha fuerza para ser devuelto al campo, y hallar una película para ser proyectada. Estas y otras colaboraciones necesarias causaron que disminuya el comportamiento hostil.  Los grupos se entrelazaron al punto que al final del experimento los muchachos insistieron en volver a casa todos en el mismo autobus.
 
Experimento de Milgram  Fue un famoso ensayo científico de psicología social llevado a cabo por Stanley Milgram, psicólogo en la Universidad de Yale, y descrito en un artículo publicado en 1963 en la revista  Journal of Abnormal and Social Psychology  bajo el título  Behavioral Study of Obedience  ( Estudio del comportamiento de la obediencia ) y resumido en 1974 en su libro  Obedience to authority. An experimental view  ( Obediencia a la autoridad. Un punto de vista experimental ).
Experimento de Milgram  El fin de la prueba era medir la buena voluntad de un participante a obedecer las órdenes de una autoridad aun cuando éstas puedan entrar en conflicto con su conciencia personal.  Los experimentos comenzaron en julio de 1961, un año después de que Adolf Eichmann fuera juzgado y sentenciado a muerte en Jerusalén por crímenes contra la humanidad durante el régimen nazi en Alemania.
Experimento de Milgram  A través de anuncios en un periódico de New Haven (Connecticut) se reclamaban voluntarios para participar en un ensayo relativo al "estudio de la memoria y el aprendizaje" en Yale, por lo que se les pagaba cuatro dólares más dietas. A los voluntarios que se presentaron se les ocultó que en realidad iban a participar en un investigación sobre la obediencia a la autoridad. Los participantes eran personas de entre 20 y 50 años de edad de todo tipo de educación: los había que acababan de salir de la escuela primaria a participantes con doctorados.
Experimento de Milgram  El investigador comunica al participante voluntario a investigar y a otro que se hace pasar también por participante, pero que en realidad es un cómplice del investigador, que están participando en un experimento para probar los efectos del castigo en el comportamiento del aprender. Se les señala que es escasa la investigación llevada a cabo en este campo y se desconoce cuánto castigo es necesario para un mejor aprendizaj e .
Experimento de Milgram  A continuación, cada uno de los dos participantes escoge un papel de una caja que determinará su rol en el experimento. El cómplice toma su papel y dice haber sido designado como "alumno". El participante voluntario toma el suyo y ve que dice "maestro". En realidad en ambos papeles ponía "maestro" y así se consigue que el voluntario con quien se va a experimentar reciba forzosamente el papel de "maestro".
Experimento de Milgram  Separado por un módulo de vidrio del "maestro", el "alumno" se sienta en una especie de silla   eléctrica y se le ata para "impedir un movimiento excesivo". Se le colocan unos electrodos en su cuerpo con crema "para evitar quemaduras" y se señala que las descargas pueden llegar a ser extremadamente dolorosas pero que no provocarán daños irreversibles. Todo esto lo observa el participante.
 
 
Experimento de Milgram  Se comienza dando tanto al "maestro" como al "alumno" una descarga real de 45 voltios con el fin de que el "maestro" compruebe el dolor del castigo y la sensación desagradable que recibirá su "alumno". Seguidamente el investigador, sentado en el mismo módulo en el que se encuentra el "maestro", proporciona al "maestro" una lista con pares de palabras que ha de enseñar al "alumno". El "maestro" comienza leyendo la lista a éste y tras finalizar le leerá únicamente la primera mitad de los pares de palabras dando al "alumno" cuatro posibles respuestas para cada una de ellas.
 
 
Experimento de Milgram  Éste indicará cuál de estas palabras corresponde con su par leída presionando un botón (del 1 al 4 en función de cuál cree que es la correcta). Si la respuesta es errónea, el "alumno" recibirá del "maestro" una primera descarga de 15 voltios que irá aumentando en intensidad hasta los 30 niveles de descarga existentes, es decir, 450 voltios. Si es correcta, se pasará a la palabra siguiente. El "maestro" cree que está dando descargas al "alumno" cuando en realidad todo es una simulación.
Experimento de Milgram  El "alumno" ha sido previamente aleccionado por el investigador para que vaya simulando los efectos de las sucesivas descargas. Así, a medida que el nivel de descarga aumenta, el "alumno" comienza a golpear en el vidrio que lo separa del "maestro" y se queja de su condición de enfermo del corazón, luego aullará de dolor, pedirá el fin del experimento, y finalmente, al alcanzarse los 270 voltios, gritará de agonía. Lo que el participante escucha es en realidad un grabación de gemidos y gritos de dolor. Si el nivel de supuesto dolor alcanza los 300 voltios, el "alumno" dejará de responder a las preguntas y se producirán estertores previos al coma.
 
Experimento de Milgram  Por lo general, cuando los "maestros" alcanzaban los 75 voltios, se ponían nerviosos ante las quejas de dolor de sus "alumnos" y deseaban parar el experimento, pero la férrea autoridad del investigador les hacía continuar. Al llegar a los 135 voltios, muchos de los "maestros" se detenían y se preguntaban el propósito del experimento. Cierto número continuaba asegurando que ellos no se hacían responsables de las posibles consecuencias. Algunos participantes incluso comenzaban a reír nerviosos al oír los gritos de dolor provenientes de su "alumno".
 
Experimento de Milgram  Si el "maestro" expresaba al investigador su deseo de no continuar, éste le indicaba imperativamente y según el grado: - Continúe, por favor. - El experimento requiere que usted continúe. - Es absolutamente esencial que usted continúe. - Usted no tiene opción alguna.  Debe  continuar. Si después de esta última frase el "maestro" se negaba a continuar, se paraba el experimento. Si no, se detenía después de que hubiera administrado el máximo de 450 voltios tres veces seguidas.
 
Experimento de Milgram  En el experimento original, el 65% de los participantes (26 de 40) aplicaron la descarga de 450 voltios, aunque muchos se sentían incómodos al hacerlo. Todo el mundo paró en cierto punto y cuestionó el experimento, algunos incluso dijeron que devolverían el dinero que les habían pagado. Ningún participante se negó rotundamente a aplicar más descargas antes de alcanzar los 300 voltios.
Experimento de Milgram  Antes de llevar a cabo el experimento, el equipo de Milgram estimó cuáles podían ser los resultados en función de encuestas hechas a estudiantes, adultos de clase media y psicólogos. Consideraron que el promedio de descarga se situaría en 130 voltios con una obediencia al investigador del 0%. Todos ellos creyeron unánimemente que solamente uno entre mil llegaría al máximo, ese sería “el” sádico.
 
Experimento de Milgram  El desconcierto fue grande cuando se comprobó que el 65% de los sujetos que participaron como "maestros" en el experimento administraron el voltaje límite de 450 a sus "alumnos", aunque a muchos les situase el hacerlo en una situación absolutamente incómoda. Ningún participante paró en el nivel de 300 voltios, límite en el que el alumno dejaba de dar señales de vida. Otros psicólogos de todo el mundo llevaron a cabo variantes de la prueba con resultados similares, a veces con diversas variaciones en el experimento.
Experimento de Milgram  En 1999, Thomas Blass, profesor de la universidad de Maryland publicó un análisis de todos los experimentos de este tipo realizados hasta entonces y concluyó que el porcentaje de participantes que aplicaban voltajes notables se situaba entre el 61% y el 66% sin importar el año de realización ni la localización de los estudios
Experimento de la cárcel de Stanford  Es un estudio psicológico de la respuesta humana a la cautividad, en particular a las circunstancias reales de la vida en prisión, y los efectos de los roles sociales impuestos en la conducta.   Fue llevado a cabo en 1971 por un equipo de investigadores liderado por Philip Zimbardo de la Universidad de Stanford
El estudio fue subvencionado por la Armada de los Estados Unidos, que buscaba una explicación a los conflictos en su sistema de prisiones y en el del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos.  Zimbardo y su equipo intentaron probar la hipótesis de que los guardias de prisiones y los convictos se autoseleccionaban, a partir de una cierta disposición que redundaba en malas condiciones en tales situaciones
Los participantes fueron reclutados por medio de anuncios en los diarios y la oferta de una paga de 15 dólares diarios (en 2006 corresponderían a 57 euros diarios) por participar en la “simulación de una prisión”.
De los 70 que respondieron al anuncio, Zimbardo y su equipo seleccionaron a los 24 que estimaron más saludables y estables psicológicamente.  Los participantes eran predominantemente blancos, jóvenes y de clase media.  Todos eran estudiantes universitarios.
El grupo de 24 jóvenes fue dividido aleatoriamente en dos mitades: los “prisioneros” y los “guardias”.
La prisión fue instalada en el sótano del departamento de psicología de Stanford, que había sido acondicionado como cárcel ficticia. Un investigador asistente sería el “alcaide” y Zimbardo el “superintendente”. Zimbardo estableció varias condiciones específicas que esperaba que provocaran la desorientación, la despersonalización y la desindividuación
“ Para ayudarnos a simular un ambiente carcelario requerimos los servicios de consultores expertos. El consultor principal fue un antiguo recluso que había pasado casi diecisiete años tras los barrotes. Este consultor hizo que nos diésemos cuenta de lo que significaba ser un preso. Anteriormente, durante un curso de verano sobre la psicología del encarcelamiento que impartimos conjuntamente en Stanford, también nos había presentado a varios exconvictos y a funcionarios de prisiones.”
Los guardias recibieron porras y uniformes caqui de inspiración militar, que habían escogido ellos mismos en un almacén militar. También se les proporcionaron gafas de espejo para impedir el contacto visual (Zimbardo dijo que tomó la idea de la película  La leyenda del indomable  (Cool Hand Luke).  A diferencia de los prisioneros, los guardias trabajarían en turnos y volverían a casa durante las horas libres, aunque durante el experimento muchos se prestaron voluntarios para hacer horas extra sin paga adicional.
El día anterior al experimento, los guardias asistieron a una breve reunión de orientación, pero no se les proporcionaron otras reglas explícitas aparte de la prohibición de ejercer la violencia física. Se les dijo que era su responsabilidad dirigir la prisión, lo que podían hacer de la forma que creyesen más conveniente. Zimbardo transmitió las siguientes instrucciones a los “guardias”:
“ Podéis producir en los prisioneros que sientan aburrimiento, miedo hasta cierto punto, podéis crear una noción de arbitrariedad y de que su vida está totalmente controlada por nosotros, por el sistema, vosotros, yo, y de que no tendrán privacidad... Vamos a despojarles de su individualidad de varias formas. En general todo esto conduce a un sentimiento de impotencia. Es decir, en esta situación tendremos todo el poder y ellos no tendrán ninguno.”
A los participantes que habían elegido desempeñar el papel de prisioneros se les dijo simplemente que esperasen en sus casas a que se les “visitase” el día que empezase el experimento.  Sin previo aviso fueron “imputados” por robo a mano armada y arrestados por polícias reales del departamento de Palo Alto, que cooperaron en esta parte del experimento.
Los prisioneros pasaron un procedimiento completo de detención por la policía, incluyendo la toma de huellas dactilares, que se les tomara una fotografía para ser fichados y se les leyeran sus derechos de Miranda.
Con los ojos vendados y en un estado de choque leve provocado por la detención sorpresa por parte de la policía local, se introdujo a nuestros presos en un coche y se les condujo a la "prisión del condado de Stanford" para continuar el proceso.   Los presos fueron llevados uno por uno a la cárcel, donde los  recibió el alcaide , que les comunicó  la seriedad  de su falta y su nuev a condición de  reclusos
Se registró y se desnudó a cada recluso sistemáticamente. Después se les espulgó con un  spray  para transmitirles nuestra convicción de que podían tener gérmenes o piojos -tal como podemos ver en esta serie de fotografías
Todos los reclusos recibieron un uniforme cuyo componente principal era un vestido, o saco, que llevaban siempre sin ropa interior. Delante y detrás del saco constaba su número de identificación personal. Se les designaría por números en lugar de por sus nombres.   Cada recluso arrastraba el peso de una cadena atada al tobillo derecho, que debían llevar a todas horas.  Como calzado llevaban sandalias  de goma, y todos tenían que  cubrirse la cabeza con un gorro  hecho de una media de nailon  femenina.
 
Empezamos con nueve guardas y nueve reclusos en nuestra cárcel. Tres guardas trabajaban en cada uno de los tres turnos de ocho horas, mientras que tres reclusos ocupaban cada una de las tres celdas desnudas, permanentemente. Los guardas y los reclusos restantes de la muestra de veinticuatro estaban disponibles en caso de que fuese necesario. Las celdas eran tan pequeñas que sólo había espacio para tres catres, donde dormían o se sentaban los reclusos, y para poca cosa más.
A las 2.30 de la madrugada, se despertó bruscamente a los reclusos con toques de silbato para el primero de los numerosos "recuentos". Los recuentos servían para familiarizar a los reclusos con sus números (los recuentos se repetían varias veces en cada turno y a menudo por la noche).  Al principio, los reclusos no estaban totalmente metidos en su papel y no se tomaban los recuentos con mucha seriedad, intentaban afirmar su independencia. También los guardias aún no estaban seguros de cómo ejercer su autoridad sobre los reclusos
Las flexiones eran una forma habitual de correctivo físico impuesto por los guardas para castigar las infracciones de las normas o las muestras de actitudes inadecuadas hacia los guardas o la institución. Cuando vimos que los guardas hacían hacer flexiones a los reclusos, inicialmente pensamos que era un tipo de castigo inapropiado para una cárcel -una forma de castigo suave y un poco juvenil.  Hay que señalar que uno de nuestros guardas incluso se subía de pie sobre la espalda de los reclusos mientras hacían las flexiones u obligaba a otros reclusos a sentarse o subirse de pie sobre la espalda de sus compañeros
Debido a que  el primer día transcurrió sin incidentes, la  rebelión que  estalló durante la mañana del segundo día nos sorprendió y nos pilló totalmente desprevenidos. Los reclusos se quitaron los gorros de media, se arrancaron los números e hicieron barricadas dentro de las celdas poniendo las camas contra la puerta. El problema era, ¿qué hacíamos con esta rebelión?
Los guardas estaban muy enfadados y frustrados porque los reclusos, además, empezaron a burlarse de ellos y a maldecirlos. Cuando llegaron los guardas del turno de mañana, se enfadaron con los del turno de noche porque pensaban que éstos habían sido demasiado indulgentes. Los guardas tuvieron que manejar la rebelión ellos solos, y lo que hicieron nos dejó fascinados.
Al principio insistieron en que necesitaban refuerzos. Llegaron los 3 guardas que esperaban en casa preparados y el turno nocturno de guardas permaneció de servicio voluntariamente para reforzar el turno de la mañana. Los guardas se reunieron y decidieron responder a la  violencia con la violenc ia  Tomaron un extintor que disparaba un chorro de dióxido de carbono que helaba hasta los huesos, y obligaron a los reclusos a alejarse de las puertas. (Los extintores estaban allí para cumplir con los requisitos del Consejo de Investigación de Humanidades de Stanford, que se había preocupado por el potencial peligro de incendio.
Los guardas forzaron la entrada de las celdas, desnudaron a los reclusos, les quitaron las camas, aislaron a los cabecillas de la rebelión y, en general, empezaron a humillar e intimidar a los recluso
A partir de este momento, los guardias trataron de dividir a los prisioneros y enfrentarlos situándolos en bloques de celdas "buenos" y "malos", para hacerles creer que había "informantes" entre ellos. Esta treta fue muy efectiva, pues no se volvieron a producir rebeliones a gran escala. De acuerdo con los consejeros de Zimbardo, esta táctica había sido empleada con éxito también en prisiones reales estadounidenses.
Las tácticas psicológicas consistían en establecer una celda de privilegio. Una de las tres celdas se convirtió en "celda de privilegio". Los tres reclusos menos involucrados en la rebelión recibieron privilegios especiales. Les devolvieron los uniformes y las camas y se les permitió lavarse y cepillarse los dientes. A los otros no.  A los reclusos privilegiados se les sirvió, además, una comida especial ante la presencia de los otros reclusos que habían perdido, temporalmente, el privilegio de comer. El resultado fue que se rompió la solidaridad entre los reclusos.
Después de medio día bajo este nuevo tratamiento, los guardas tomaron a algunos de los reclusos "buenos" y los pusieron en las celdas "malas", y a algunos de los reclusos "malos" los pusieron en la celda "buena", desconcertando completamente a todos los reclusos. Algunos de los que habían sido cabecillas pensaron que los reclusos de la celda privilegiada debían de ser confidentes y, de repente, empezaron a desconfiar los unos de los otros.  Los consultores ex presidiarios nos informaron después de que guardas auténticos utilizaban una táctica similar en cárceles reales para romper alianzas entre reclusos. Por ejemplo, el racismo se usa para enfrentar entre sí a negros, chicanos y blancos. De hecho, en una cárcel real, la mayor amenaza para la vida de cualquier recluso proviene de los otros reclusos.
La rebelión de los reclusos también tuvo un papel importante en el aumento de solidaridad entre los guardas. De repente, ya no era sólo un experimento, ni una simple simulación. Al contrario, los guardas vieron a los reclusos como alborotadores que iban a por ellos y que les podían hacer daño. En respuesta a este peligro, los guardas empezaron a aumentar su control, vigilancia y agresión.
Todos los aspectos del comportamiento de los reclusos quedaron bajo el control total y arbitrario de los guardas. Incluso ir a los servicios se convirtió en un privilegio que un guarda podía otorgar o negar a su antojo. Después del cierre y apagado de luces diario a las diez de la noche, a menudo se obligaba a los reclusos a orinar o defecar en un cubo que habían dejado en su celda. A veces los guardas no permitían a los reclusos vaciar los cubos, y pronto la cárcel empezó a apestar a orines y excrementos -aumentando así el ambiente degradante del entorno.
Los guardas fueron especialmente duros con el cabecilla de la rebelión, el recluso #5401, un fumador empedernido al que controlaron regulando cuando podía o no fumar. Después supimos, mientras censurábamos el correo de los reclusos, que era un supuesto activista radical. Se había presentado voluntario para "desenmascarar" nuestro estudio que, por error, pensaba que era una herramienta del sistema para encontrar formas de controlar a los estudiantes radicales.
De hecho, había planeado vender la historia a un periódico clandestino cuando acabase el experimento. A pesar de ello, incluso él entró tan completamente en su papel de recluso que estaba orgulloso de haber sido elegido líder del Comité de quejas de la cárcel del condado de Stanford, tal como revelaba en una carta a su novia.
Cuando aún no hacía 36 horas que duraba el experimento, el recluso #8612 empezó a sufrir un trastorno emocional agudo, razonamiento ilógico, llanto incontrolable y ataques de ira. Pese a todo, como ya habíamos llegado a pensar casi como autoridades penitenciarias, creímos que intentaba engañarnos para que lo liberásemos.  Cuando el consultor presidiario principal entrevistó al recluso #8612, lo reprendió por ser tan débil y le explicó qué tipo de abusos podía esperar de guardas y reclusos si estuviese en la cárcel de San Quintín. Luego se le ofreció convertirse en confidente a cambio de no sufrir más humillaciones de los guardas. Se le dijo que lo pensara.
Durante el siguiente recuento, el recluso #8612 dijo a los demás reclusos: "No podéis iros. No podéis dejarlo". Este mensaje fue realmente estremecedor y les hizo aumentar la sensación de que estaban encarcelados de verdad.  El recluso #8612 empezó entonces a actuar como un "loco", a gritar, maldecir y a enfurecerse de tal manera que parecía que estuviese fuera de control. Aún necesitamos un poco más de tiempo antes de convencernos de que realmente sufría y de que había que liberarlo.
Al día siguiente, dispusimos una hora de visita para los padres y amigos. Nos preocupaba que cuando los padres viesen el estado de la cárcel, insistieran en llevarse a sus hijos a casa. Para contrarrestar este efecto, manipulamos la situación y a los visitantes para que el ambiente de la cárcel pareciese agradable y saludable.
Lavamos, afeitamos y arreglamos a los reclusos, les hicimos limpiar y pulir las celdas, les hartamos de comida, pusimos música por el intercomunicador e, incluso, utilizamos a una antigua animadora deportiva de Stanford, la atractiva Susie Phillips, para dar la bienvenida a los visitantes en recepción
Cuando los visitantes llegaron, aproximadamente una docena, entusiasmados ante lo que parecía una experiencia novedosa y divertida, recondujimos sistemáticamente su comportamiento, para controlar totalmente la situación. Tuvieron que registrarse y esperar media hora, les dijimos que sólo dos visitantes podían ver a cada recluso, y se limitó la visita a 10 minutos, bajo la vigilancia de un guarda.
Antes de que los padres pudiesen entrar en el área de visita, tuvieron que discutir el caso de su hijo con el alcaide. Naturalmente, los padres se quejaron de estas normas arbitrarias, pero hay que decir que las cumplieron, haciendo de buenos adultos de clase media.
Cuando una madre me dijo que nunca había visto a su hijo tan mal, respondí pasando la culpa de la situación a su hijo:  - ¿Qué le pasa a tu hijo? ¿No duerme bien? Luego le pregunté al padre: - ¿No cree que su hijo pueda aguantar? Se ofendió: - Claro que puede; es un muchacho muy fuerte, un líder. Se volvió hacia su mujer y le dijo: - Vámonos cariño, ya hemos perdido bastante tiempo. Y me dijo: - Nos volveremos a ver en la próxima visita.
El siguiente suceso importante al que tuvimos que enfrentarnos fue el rumor de un plan de huida en masa. Uno de los guardas oyó hablar a los reclusos acerca de una huida que se produciría inmediatamente después del horario de visitas. El rumor era el siguiente: el recluso #8612, al que habíamos liberado la noche anterior, iba a reunir a un grupo de amigos y forzaría la entrada para liberar a los presos.
Tras la reunión, decidimos introducir un confidente (un cómplice experimentado) en la celda que había ocupado el recluso #8612. La labor del confidente sería pasarnos información sobre los planes de huida. Entonces volví al Departamento de Policía de Palo Alto y pregunté al sargento si podíamos transferir a los reclusos a su antigua cárcel.
Mi petición fue denegada porque el Departamento de Policía no estaría cubierto por el seguro si trasladábamos a los reclusos a su cárcel. Me fui de allí enfadado y asqueado ante aquella falta de cooperación de las instituciones (había entrado completamente en mi papel).
Después formulamos un segundo plan. Se trataba de desmantelar la cárcel cuando los visitantes hubiesen marchado, llevar más guardas, encadenar a los reclusos juntos, ponerles bolsas en la cabeza y trasladarlos a un almacén en el quinto piso hasta después del momento en que esperábamos que se forzase la entrada.  Cuando llegasen los conspiradores, yo estaría sentado allí solo. Les diría que el experimento había terminado y que habíamos mandado a todos sus amigos a casa, que no quedaba nada por liberar. Cuando se fuesen, haríamos volver a los reclusos y doblaríamos la seguridad de la cárcel.  Llegamos incluso a pensar en hacer volver al recluso #8612 con algún pretexto y encarcelarlo de nuevo diciéndole que había sido liberado erróneamente.
Estaba sentado allí yo solo, esperando ansiosamente a que los intrusos forzasen la entrada, cuando apareció un colega y antiguo compañero de habitación de la Universidad de Yale, Gordon Bower. Gordon había oído que hacíamos un experimento y vino a ver qué pasaba. Le expliqué brevemente lo que estábamos haciendo, y Gordon me hizo una pregunta muy simple:  - Dime, ¿cuál es la variable independiente de este estudio? Sorprendentemente, me enfadé de verdad. Estaban a punto de forzar la entrada delante de mí, peligraba la seguridad de mis hombres y la estabilidad de mi cárcel, y ahora tenía que enfrentarme a este memo decadente, académico, liberal, de buen corazón que estaba preocupado... ¡por la variable independiente!
El rumor de que forzarían la entrada de la cárcel no pasó de ser un rumor. Nunca se materializó. ¿Cómo reaccionamos ante tal desastre? Con una frustración considerable y con un sentimiento de fracaso ante tanto esfuerzo para nada. Alguien tenía que pagar por ello. Los guardas intensificaron el nivel de vejaciones, aumentando las humillaciones a los reclusos, obligándoles a realizar trabajos denigrantes como limpiar las tazas de los váteres con las manos desnudas. También les obligaron a hacer flexiones, saltos extendiendo brazos y piernas, cualquier cosa que se les ocurriese, y aumentaron los recuentos.
A estas alturas del estudio, invité a un sacerdote católico, que había ejercido de capellán en una prisión, para evaluar hasta qué punto nuestra situación carcelaria era realista, y el resultado fue verdaderamente kafkiano.   El capellán entrevistó individualmente a todos los reclusos y observé, con estupor, cómo la mitad de los reclusos se presentaban con el número en vez de con su nombre. El sacerdote, después de hablar sobre nada en concreto, les hacía la pregunta clave:  - Hijo, ¿qué haces para poder salir de aquí?
Cuando los reclusos respondían con perplejidad, les decía que la única manera de salir de la cárcel sería con la ayuda de un abogado. Después se ofrecía voluntario para avisar a sus padres en caso de que quisiesen obtener ayuda legal, y algunos de los reclusos aceptaron la oferta
El único recluso que no quiso hablar con el sacerdote fue el #819, que se encontraba mal, se había negado a comer y quería ver a un médico antes que a un cura. Finalmente, lo convencimos de que saliera de su celda y hablara con el cura y el superintendente para que pudiésemos ver qué tipo de médico necesitaba. Mientras nos hablaba, tuvo una crisis nerviosa y empezó a llorar de forma histérica, igual que los dos chicos que habíamos liberado antes.
Le quité la cadena del pie, el gorro de la cabeza y le dije que fuese a descansar en una habitación contigua al patio de la cárcel. Dije que le daría comida y lo llevaría a que lo viese un médico.
Mientras tanto, uno de los guardas alineó a los demás reclusos y les hizo cantar: "El recluso #819 es un mal recluso. Por culpa del recluso #819, mi celda es un desastre, señor oficial de prisiones". Corearon esta frase al unísono una docena de veces  En cuanto me di cuenta de que el recluso #819 podía oírlos cantar, volví rápidamente a la habitación donde lo había dejado, y encontré a un chico que lloraba desconsoladamente mientras de fondo se oía a sus compañeros de cárcel gritando que era un mal recluso. El canto ya no era desorganizado y divertido como había sido el primer día. Ahora estaba marcado por una absoluta sumisión y conformidad, como si una sola voz dijese "el recluso #819 es malo".
Sugerí que nos marchásemos, pero se negó. Mientras le caían las lágrimas, dijo que no podía irse porque los demás lo habían etiquetado como mal recluso. A pesar de encontrarse mal, quería regresar y demostrar que no era un mal recluso.  En aquel punto, le dije: - Escucha, tú no eres el recluso #819. Tú eres [su nombre] y yo me llamo Dr. Zimbardo. Soy psicólogo y no superintendente de prisiones, y esto no es una cárcel real. Esto es sólo un experimento y aquellos chicos, como tú, son estudiantes y no reclusos. Vámonos. Dejó de llorar de golpe, me miró como un niño pequeño que acaba de despertar de una pesadilla y contestó: - De acuerdo, vámonos.
Al día siguiente, a todos los reclusos que creían que tenían razones para obtener la libertad condicional se les encadenó y se les llevó individualmente ante la Comisión de Libertad Condicional. La comisión estaba formada, principalmente, por personas que los reclusos no conocían (secretarios de departamento y estudiantes licenciados) y estaba encabezada por nuestro principal asesor penal.
Durante estas vistas sucedieron algunas cosas relevantes. En primer lugar, cuando preguntamos a nuestros reclusos si renunciarían al dinero que habían ganado hasta el momento a cambio de la libertad condicional, la mayoría dijo que sí.  Entonces, cuando terminamos las entrevistas diciendo a los reclusos que volvieran a sus celdas mientras considerábamos sus peticiones, todos los prisioneros obedecieron, a pesar de que podían haber obtenido el mismo resultado simplemente abandonando el experimento. ¿Por qué obedecieron?
¿Por qué obedecieron?  Porque se sentían impotentes para resistir. Su sentido de la realidad había dado un vuelco y ya no percibían el encarcelamiento como un experimento. En la cárcel psicológica que habíamos creado, sólo el personal de prisiones tenía poder para conceder la libertad condicional.
Durante las sesiones de libertad condicional también fuimos testigos de una metamorfosis inesperada de nuestro asesor principal cuando adoptó el papel de jefe de la Comisión de Libertad Condicional. Literalmente, se convirtió en el más odioso oficial autoritario imaginable, tanto que, cuando todo acabó, sintió repugnancia de ver en lo que se había convertido: era igual a su verdugo, el que había rechazado sus peticiones anuales de libertad condicional durante dieciséis años mientras estuvo preso.
El quinto día se había creado una nueva relación entre los reclusos y los guardas. Ahora los guardas se identificaban más fácilmente con su trabajo -un trabajo que unas veces era aburrido y otras, interesante.  Había tres tipos de guardas. En primer lugar, estaban los guardas duros pero justos, que seguían las normas de la cárcel.  En segundo lugar, estaban los "buenos tíos", que hacían pequeños favores a los reclusos y nunca los castigaban.
Y por último, casi una tercera parte de los guardas eran hostiles, arbitrarios e imaginativos en sus formas de humillar a los reclusos. Estos guardas, aparentemente, disfrutaban completamente del poder que ejercían, a pesar de que ninguno de nuestros tests de personalidad previos había podido predecir este comportamiento. La única conexión entre personalidad y comportamiento en la cárcel, fue el descubrimiento de que los reclusos con un alto grado de autoritarismo aguantaron más tiempo que otros reclusos el autoritario entorno de nuestra cárcel.
La mayoría de los reclusos pensaron que se seleccionó a los guardas porque eran más corpulentos que los individuos seleccionados para ser reclusos, pero en realidad no había diferencia en la estatura media de los dos grupos.
Los reclusos se enfrentaron a sus sentimientos de frustración e impotencia de varias formas. Al principio, algunos reclusos se rebelaron o discutieron con los guardas. Cuatro reclusos reaccionaron con crisis nerviosas como válvula de escape.  Un recluso desarrolló una erupción psicosomática por todo el cuerpo cuando supo que se había rechazado su petición de libertad condicional. Otros intentaron sobrevivir siendo buenos reclusos, haciendo todo aquello que los guardas les mandasen. Uno de ellos recibió el mote de "Sargento", por su manera militar de ejecutar todas las órdenes.
Al final del estudio, los reclusos quedaron desintegrados, como grupo y como individuos. Ya no existía una unidad de grupo; solo un puñado de individuos aislados resistiendo, casi como prisioneros de guerra o pacientes de un hospital psiquiátrico. Los guardas lograron el control total de la prisión  e impusieron la obedi encia ciega  de todo recluso.
Vivimos un último acto de rebelión. El recluso #416 era un recién llegado, uno de los sustitutos que teníamos en reserva. A diferencia de los demás reclusos, que habían experimentado un aumento progresivo de las vejaciones, este recluso se enfrentó al horror de golpe. Los reclusos veteranos le dijeron que era imposible abandonar, que era una cárcel auténtica.  El recluso #416 se declaró en huelga de hambre para forzar su liberación. Después de varios intentos fracasados para conseguir que comiese, los guardas lo dejaron incomunicado durante 3 horas, aun cuando sus propias normas establecían una hora como límite. No obstante, el recluso #416 siguió rechazando la comida.
A estas alturas, el recluso #416 hubiera debido convertirse en un héroe para los demás reclusos. En cambio, lo consideraron como un alborotador. El jefe de los guardas explotó este sentimiento dando a elegir a los prisioneros entre dos opciones: dejarían salir al recluso incomunicado si a cambio renunciaban a sus mantas, o lo dejarían incomunicado toda la noche.  ¿Qué creen que eligieron? La mayoría prefirió quedarse con su manta y dejar que el recluso sufriera en solitario toda la noche. Nosotros intervenimos más tarde y devolvimos al recluso #416 a su celda.
La quinta noche, algunos padres visitantes me pidieron establecer contacto con un abogado para liberar a su hijo de la cárcel. ¡Explicaron que un sacerdote católico los había visitado para decirles que debían conseguir un abogado o defensor público si querían obtener la libertad bajo fianza de su hijo! Llamé a un abogado, tal como solicitaron, y vino al día siguiente para entrevistar a los reclusos con una serie de preguntas estándar, aunque también sabía que sólo era un experimento.
Decidí terminar el estudio prematuramente por dos razones. En primer lugar, en las cintas de vídeo habíamos descubierto que los guardas habían intensificado las vejaciones a los reclusos durante la noche, cuando pensaban que los investigadores no miraban y que el experimento estaba "parado". El aburrimiento los había llevado a un abuso más pornográfico y denigrante de los reclusos.
En segundo lugar, Christina Maslach, una doctorada de Stanford traída para entrevistar a los guardas y reclusos, protestó enérgicamente cuando vio que a los reclusos se les hacía marchar en fila hacia el lavabo, con la cabeza dentro de bolsas, las piernas encadenadas y las manos los unos sobre los hombros de los otros.  Escandalizada, exclamó: "¡Es terrible lo que les estáis haciendo a estos chicos!". De las 50 personas o más que habían visitado nuestra cárcel, ella fue la única que cuestionó su moralidad. No obstante, una vez se opuso a la situación, se hizo patente que se debía acabar con el estudio.  Y en consecuencia, después de sólo seis días, nuestra simulación de encarcelamiento prevista para dos semanas, fue cancelada.
El último día tuvimos una serie de reuniones, primero con todos los guardas, después con todos los reclusos (incluidos aquellos a los que se había liberado antes), y por último una reunión conjunta con guardas, reclusos y todo el personal. Lo hicimos con el fin de que todos diesen a conocer sus sentimientos abiertamente, para explicar lo que habíamos observado de los demás y de nosotros mismos, y para compartir nuestras experiencias, que habían sido bastante profundas para todos.
También intentamos que fuese un momento de reeducación moral, revisando los conflictos que la simulación había hecho aparecer y nuestro comportamiento. Por ejemplo, revisamos las opciones morales de que habíamos dispuesto, a fin de estar mejor preparados para comportarnos éticamente en situaciones futuras de la vida real, y evitar u oponernos a situaciones que podían transformar a individuos comunes en ejecutores complacientes o víctimas del mal.
En estas reuniones, todos los reclusos mostraron su alegría porque el experimento hubiese terminado, pero la mayoría de los guardas se mostraron preocupados de que el estudio hubiese acabado prematuramente.  Nuestro estudio acabó el 20 de agosto de 1971. Al día siguiente hubo un intento de huida en San Quintín.  No había pasado un mes cuando las cárceles volvieron a ser noticia al estallar un motín en la prisión de Attica, Nueva York.
Conclusiones: Se ha dicho que el resultado del experimento demuestra la impresionabilidad y la obediencia de la gente cuando se les proporcionan una ideología legitimadora y el apoyo institucional. También ha sido empleado para ilustrar la teoría de la disonancia cognitiva y el poder de la autoridad.
Conclusiones: En psicología se suele decir que el resultado del experimento apoya las teorías de la atribución situacional de la conducta en detrimento de la atribución disposicional. En otras palabras, se supone que fue la situación la que provocó la conducta de los participantes y no sus personalidades individuales. De esta forma sería compatible con los resultados del también famoso experimento de Milgram, en el que gente ordinaria cumple órdenes de administrar lo que parecen shocks eléctricos fatales a un compañero del experimentador.
Críticas: El experimento fue ampliamente criticado por su falta de ética y considerado en los límites del método científico. Los críticos incluyen a Erich Fromm, que cuestionó si se podrían generalizar los resultados del experimento. Como fue un trabajo de campo, fue imposible llevar a cabo los controles científicos tradicionales. Zimbardo no fue un mero observador ‘neutral’, sino que controló la dirección del experimento como "superintendente". Las conclusiones y las observaciones de los investigadores fueron muy subjetivas y basadas en anécdotas, y el experimento es muy difícil de reproducir por otros investigadores.
Críticas: El experimento fue criticado también respecto a su validez ecológica. Muchas de las condiciones impuestas al experimento fueron arbitrarias y pueden no estar correlacionadas con las condiciones reales de las prisiones, incluyendo la llegada de los "prisioneros" con los ojos vendados, hacerles vestir ropa de mujer, no permitirles vestir ropa interior, impedirles mirar a través de ventanas y prohibirles usar sus nombres reales.
Críticas: Zimbardo se defendió de estas críticas declarando que la prisión es una experiencia confusa y deshumanizante, y que era necesario impulsar estos procedimientos para darles a los "prisioneros" las condiciones mentales adecuadas; pero es difícil saber cuán similares son estos efectos a los de una verdadera prisión, y las condiciones del experimento son difíciles de reproducir exactamente para que otros investigadores puedan llegar a conclusiones a este respecto.
Haslam y Reicher (2003), psicólogos de la Universidad de Exeter y la Universidad de St Andrews, llevaron a cabo una repetición parcial del experimento con la asistencia de la BBC, que televisó escenas del estudio en un reality show llamado “El experimento”. Los resultados y conclusiones fueron muy diferentes a los de Zimbardo. Aunque su procedimiento no fue una réplica directa del de Zimbardo, su estudio arroja nuevas dudas sobre la generalidad de sus conclusiones.
Una novela de 1999 del autor alemán Mario Giordano titulada  Black Box  se inspiró en el experimento de Stanford.
Das Experiment  (El experimento), una película alemana del director Oliver Hirschbiegel rodada en 2001, está basada en la novela de Giordano.
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Experimentos en Psicología Social  que pueden aportar a la  Criminología Francisco J. Estrada Vásquez http://justiciapenaladolescente.blogspot.com/

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Experimentos sociales criminología

  • 1. Experimentos en Psicología Social que pueden aportar a la Criminología Francisco J. Estrada Vásquez http://justiciapenaladolescente.blogspot.com/
  • 2.
  • 3. Experimento de Sherif El experimento del punto luminoso de Muzafer Sherif tuvo como fin el estudio de la conformidad psicológica. Fue diseñado para medir hasta qué punto un participante, al pedírsele que resolviera un problema difícil, compararía (y adaptaría) su respuesta a la de los demás participantes (un tipo de conformidad llamado influencia social informacional).
  • 4. Experimento de Sherif El experimento consistía en la proyeccción de un punto luminoso en una sala oscura. En primer lugar, los miembros del grupo van accediendo a la sala individualmente, y más tarde lo hacen en grupos reducidos. La prueba demuestra que cada individuo por separado ve el punto a una distancia concreta, mientras que al consensuar con el resto de miembros del grupo, la opinión se normaliza y se homegeneiza entre todos los participantes. Así, se puede observar que la opinión personal de los participantes se adapta a las opiniones generales del grupo.
  • 6. Los experimentadores, conducidos por Solomon Asch, pidieron a unos estudiantes que participaran en una “prueba de visión”. En realidad todos los participantes del experimento excepto uno eran cómplices del experimentador y el experimento consistía realmente en ver cómo el estudiante restante reaccionaba frente al comportamiento de los cómplices. Experimento de Asch
  • 7. Experimento de Asch Los participantes- el sujeto verdadero y los cómplices- estaban todos sentados en la sala de una clase en donde se les pidió que dijeran cuál era a su juicio la longitud de varias líneas dibujadas en una serie de exposiciones. Se les preguntaba si una línea era más larga que otra, cuáles tenían la misma longitud, etc. Los cómplices habían sido preparados para dar todos respuestas incorrectas en los tests.
  • 8. El objetivo explícito de la investigación era estudiar las condiciones que inducen a los individuos a permanecer independientes o a someterse a las presiones de grupo cuando estas son contrarias a la realidad. Experimento de Asch
  • 9. Este experimento ha sido replicado muchas veces.* La más reciente, en Cataluña (Alberich et al, 2001) , efectuada sólo con jóvenes de 14 y 15 años encontró que el 87,5 % de los sujetos se mostró sensibles a la presión del grupo y cambiaron sus opiniones con la mayoría. * P. ej.: ALLEN I LEVINE (1971), McGUIRE (1978), PETTY I  CACCIOPO (1987). Experimento de Asch
  • 10. Experimento de la Cueva de los Ladrones Realizado en el año 1954 por Muzafer y Carolyn Sherif, estudia el origen del prejuicio en los grupos sociales. Esta investigación se produjo en un amplio espacio propiedad de los Boy Scouts que se hallaba completamente rodeado por el Parque Estatal Cueva de los Ladrones ( Robber's Cave State Park ) en el Estado de Oklahoma
  • 11.  
  • 12. El equipo del estudio observó a un grupo de 22 adolescentes varones de 11 años de edad con similar experiencia de vida. Ellos fueron trasladados al lugar por buses en dos grupos de once personas. Ninguno de los grupos sabía de la existencia del otro. Los muchachos fueron asignados en dos áreas bastante lejanas entre sí, de manera que durante los primeros días la presencia de los 'otros' fue ignorada. Los Sherifs habían cortado, al grado que pudieron, vínculos de amistad preexistentes al interior de cada grupo de modo que la identificación de cada muchacho con su nuevo grupo pudiera suceder más rápidamente. Consultados por el nombre que darían a su grupo, unos escogieron " The Rattlers ", los otros " The Eagles ". Luego de entre dos y tres días, los dos grupos desarrollaron espontáneamente jerarquías sociales internas.
  • 13.  
  • 14. Ninguno de los muchachos se conocía previamente al experimento, pero la hostilidad entre grupos fue observada rápidamente. Las actividades de la segunda fase se ejecutaron según lo planeado pero la comprobación de su éxito fue temprano. La hostilidad entre los grupos se incrementó al punto en que el equipo del estudio concluyó las actividades de producción de fricción debido a su inseguridad. La segunda fase se concluyó e inició la tercera.
  • 15.  
  • 16.  
  • 17. Para disminuir la fricción y promover la unidad entre the Rattlers y the Eagles , Sherif ideó e introdujo tareas que requirieron la cooperación entre ambos grupos. Estas tareas se refieren en el estudio como "objetivos super-ordinados". Una meta super-ordinada es un deseo, un desafío, un problema o un peligro que ambas partes en un conflicto necesitan resolver, y que no puede resolver ninguno de los dos grupos por sí solo.
  • 18. Los retos propuestos por los Sherif incluían un problema de escasez de agua, un camión de campo atascado que necesita de mucha fuerza para ser devuelto al campo, y hallar una película para ser proyectada. Estas y otras colaboraciones necesarias causaron que disminuya el comportamiento hostil. Los grupos se entrelazaron al punto que al final del experimento los muchachos insistieron en volver a casa todos en el mismo autobus.
  • 19.  
  • 20. Experimento de Milgram Fue un famoso ensayo científico de psicología social llevado a cabo por Stanley Milgram, psicólogo en la Universidad de Yale, y descrito en un artículo publicado en 1963 en la revista Journal of Abnormal and Social Psychology bajo el título Behavioral Study of Obedience ( Estudio del comportamiento de la obediencia ) y resumido en 1974 en su libro Obedience to authority. An experimental view ( Obediencia a la autoridad. Un punto de vista experimental ).
  • 21. Experimento de Milgram El fin de la prueba era medir la buena voluntad de un participante a obedecer las órdenes de una autoridad aun cuando éstas puedan entrar en conflicto con su conciencia personal. Los experimentos comenzaron en julio de 1961, un año después de que Adolf Eichmann fuera juzgado y sentenciado a muerte en Jerusalén por crímenes contra la humanidad durante el régimen nazi en Alemania.
  • 22. Experimento de Milgram A través de anuncios en un periódico de New Haven (Connecticut) se reclamaban voluntarios para participar en un ensayo relativo al "estudio de la memoria y el aprendizaje" en Yale, por lo que se les pagaba cuatro dólares más dietas. A los voluntarios que se presentaron se les ocultó que en realidad iban a participar en un investigación sobre la obediencia a la autoridad. Los participantes eran personas de entre 20 y 50 años de edad de todo tipo de educación: los había que acababan de salir de la escuela primaria a participantes con doctorados.
  • 23. Experimento de Milgram El investigador comunica al participante voluntario a investigar y a otro que se hace pasar también por participante, pero que en realidad es un cómplice del investigador, que están participando en un experimento para probar los efectos del castigo en el comportamiento del aprender. Se les señala que es escasa la investigación llevada a cabo en este campo y se desconoce cuánto castigo es necesario para un mejor aprendizaj e .
  • 24. Experimento de Milgram A continuación, cada uno de los dos participantes escoge un papel de una caja que determinará su rol en el experimento. El cómplice toma su papel y dice haber sido designado como "alumno". El participante voluntario toma el suyo y ve que dice "maestro". En realidad en ambos papeles ponía "maestro" y así se consigue que el voluntario con quien se va a experimentar reciba forzosamente el papel de "maestro".
  • 25. Experimento de Milgram Separado por un módulo de vidrio del "maestro", el "alumno" se sienta en una especie de silla eléctrica y se le ata para "impedir un movimiento excesivo". Se le colocan unos electrodos en su cuerpo con crema "para evitar quemaduras" y se señala que las descargas pueden llegar a ser extremadamente dolorosas pero que no provocarán daños irreversibles. Todo esto lo observa el participante.
  • 26.  
  • 27.  
  • 28. Experimento de Milgram Se comienza dando tanto al "maestro" como al "alumno" una descarga real de 45 voltios con el fin de que el "maestro" compruebe el dolor del castigo y la sensación desagradable que recibirá su "alumno". Seguidamente el investigador, sentado en el mismo módulo en el que se encuentra el "maestro", proporciona al "maestro" una lista con pares de palabras que ha de enseñar al "alumno". El "maestro" comienza leyendo la lista a éste y tras finalizar le leerá únicamente la primera mitad de los pares de palabras dando al "alumno" cuatro posibles respuestas para cada una de ellas.
  • 29.  
  • 30.  
  • 31. Experimento de Milgram Éste indicará cuál de estas palabras corresponde con su par leída presionando un botón (del 1 al 4 en función de cuál cree que es la correcta). Si la respuesta es errónea, el "alumno" recibirá del "maestro" una primera descarga de 15 voltios que irá aumentando en intensidad hasta los 30 niveles de descarga existentes, es decir, 450 voltios. Si es correcta, se pasará a la palabra siguiente. El "maestro" cree que está dando descargas al "alumno" cuando en realidad todo es una simulación.
  • 32. Experimento de Milgram El "alumno" ha sido previamente aleccionado por el investigador para que vaya simulando los efectos de las sucesivas descargas. Así, a medida que el nivel de descarga aumenta, el "alumno" comienza a golpear en el vidrio que lo separa del "maestro" y se queja de su condición de enfermo del corazón, luego aullará de dolor, pedirá el fin del experimento, y finalmente, al alcanzarse los 270 voltios, gritará de agonía. Lo que el participante escucha es en realidad un grabación de gemidos y gritos de dolor. Si el nivel de supuesto dolor alcanza los 300 voltios, el "alumno" dejará de responder a las preguntas y se producirán estertores previos al coma.
  • 33.  
  • 34. Experimento de Milgram Por lo general, cuando los "maestros" alcanzaban los 75 voltios, se ponían nerviosos ante las quejas de dolor de sus "alumnos" y deseaban parar el experimento, pero la férrea autoridad del investigador les hacía continuar. Al llegar a los 135 voltios, muchos de los "maestros" se detenían y se preguntaban el propósito del experimento. Cierto número continuaba asegurando que ellos no se hacían responsables de las posibles consecuencias. Algunos participantes incluso comenzaban a reír nerviosos al oír los gritos de dolor provenientes de su "alumno".
  • 35.  
  • 36. Experimento de Milgram Si el "maestro" expresaba al investigador su deseo de no continuar, éste le indicaba imperativamente y según el grado: - Continúe, por favor. - El experimento requiere que usted continúe. - Es absolutamente esencial que usted continúe. - Usted no tiene opción alguna. Debe continuar. Si después de esta última frase el "maestro" se negaba a continuar, se paraba el experimento. Si no, se detenía después de que hubiera administrado el máximo de 450 voltios tres veces seguidas.
  • 37.  
  • 38. Experimento de Milgram En el experimento original, el 65% de los participantes (26 de 40) aplicaron la descarga de 450 voltios, aunque muchos se sentían incómodos al hacerlo. Todo el mundo paró en cierto punto y cuestionó el experimento, algunos incluso dijeron que devolverían el dinero que les habían pagado. Ningún participante se negó rotundamente a aplicar más descargas antes de alcanzar los 300 voltios.
  • 39. Experimento de Milgram Antes de llevar a cabo el experimento, el equipo de Milgram estimó cuáles podían ser los resultados en función de encuestas hechas a estudiantes, adultos de clase media y psicólogos. Consideraron que el promedio de descarga se situaría en 130 voltios con una obediencia al investigador del 0%. Todos ellos creyeron unánimemente que solamente uno entre mil llegaría al máximo, ese sería “el” sádico.
  • 40.  
  • 41. Experimento de Milgram El desconcierto fue grande cuando se comprobó que el 65% de los sujetos que participaron como "maestros" en el experimento administraron el voltaje límite de 450 a sus "alumnos", aunque a muchos les situase el hacerlo en una situación absolutamente incómoda. Ningún participante paró en el nivel de 300 voltios, límite en el que el alumno dejaba de dar señales de vida. Otros psicólogos de todo el mundo llevaron a cabo variantes de la prueba con resultados similares, a veces con diversas variaciones en el experimento.
  • 42. Experimento de Milgram En 1999, Thomas Blass, profesor de la universidad de Maryland publicó un análisis de todos los experimentos de este tipo realizados hasta entonces y concluyó que el porcentaje de participantes que aplicaban voltajes notables se situaba entre el 61% y el 66% sin importar el año de realización ni la localización de los estudios
  • 43. Experimento de la cárcel de Stanford Es un estudio psicológico de la respuesta humana a la cautividad, en particular a las circunstancias reales de la vida en prisión, y los efectos de los roles sociales impuestos en la conducta. Fue llevado a cabo en 1971 por un equipo de investigadores liderado por Philip Zimbardo de la Universidad de Stanford
  • 44. El estudio fue subvencionado por la Armada de los Estados Unidos, que buscaba una explicación a los conflictos en su sistema de prisiones y en el del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos. Zimbardo y su equipo intentaron probar la hipótesis de que los guardias de prisiones y los convictos se autoseleccionaban, a partir de una cierta disposición que redundaba en malas condiciones en tales situaciones
  • 45. Los participantes fueron reclutados por medio de anuncios en los diarios y la oferta de una paga de 15 dólares diarios (en 2006 corresponderían a 57 euros diarios) por participar en la “simulación de una prisión”.
  • 46. De los 70 que respondieron al anuncio, Zimbardo y su equipo seleccionaron a los 24 que estimaron más saludables y estables psicológicamente. Los participantes eran predominantemente blancos, jóvenes y de clase media. Todos eran estudiantes universitarios.
  • 47. El grupo de 24 jóvenes fue dividido aleatoriamente en dos mitades: los “prisioneros” y los “guardias”.
  • 48. La prisión fue instalada en el sótano del departamento de psicología de Stanford, que había sido acondicionado como cárcel ficticia. Un investigador asistente sería el “alcaide” y Zimbardo el “superintendente”. Zimbardo estableció varias condiciones específicas que esperaba que provocaran la desorientación, la despersonalización y la desindividuación
  • 49. “ Para ayudarnos a simular un ambiente carcelario requerimos los servicios de consultores expertos. El consultor principal fue un antiguo recluso que había pasado casi diecisiete años tras los barrotes. Este consultor hizo que nos diésemos cuenta de lo que significaba ser un preso. Anteriormente, durante un curso de verano sobre la psicología del encarcelamiento que impartimos conjuntamente en Stanford, también nos había presentado a varios exconvictos y a funcionarios de prisiones.”
  • 50. Los guardias recibieron porras y uniformes caqui de inspiración militar, que habían escogido ellos mismos en un almacén militar. También se les proporcionaron gafas de espejo para impedir el contacto visual (Zimbardo dijo que tomó la idea de la película La leyenda del indomable (Cool Hand Luke). A diferencia de los prisioneros, los guardias trabajarían en turnos y volverían a casa durante las horas libres, aunque durante el experimento muchos se prestaron voluntarios para hacer horas extra sin paga adicional.
  • 51. El día anterior al experimento, los guardias asistieron a una breve reunión de orientación, pero no se les proporcionaron otras reglas explícitas aparte de la prohibición de ejercer la violencia física. Se les dijo que era su responsabilidad dirigir la prisión, lo que podían hacer de la forma que creyesen más conveniente. Zimbardo transmitió las siguientes instrucciones a los “guardias”:
  • 52. “ Podéis producir en los prisioneros que sientan aburrimiento, miedo hasta cierto punto, podéis crear una noción de arbitrariedad y de que su vida está totalmente controlada por nosotros, por el sistema, vosotros, yo, y de que no tendrán privacidad... Vamos a despojarles de su individualidad de varias formas. En general todo esto conduce a un sentimiento de impotencia. Es decir, en esta situación tendremos todo el poder y ellos no tendrán ninguno.”
  • 53. A los participantes que habían elegido desempeñar el papel de prisioneros se les dijo simplemente que esperasen en sus casas a que se les “visitase” el día que empezase el experimento. Sin previo aviso fueron “imputados” por robo a mano armada y arrestados por polícias reales del departamento de Palo Alto, que cooperaron en esta parte del experimento.
  • 54. Los prisioneros pasaron un procedimiento completo de detención por la policía, incluyendo la toma de huellas dactilares, que se les tomara una fotografía para ser fichados y se les leyeran sus derechos de Miranda.
  • 55. Con los ojos vendados y en un estado de choque leve provocado por la detención sorpresa por parte de la policía local, se introdujo a nuestros presos en un coche y se les condujo a la "prisión del condado de Stanford" para continuar el proceso. Los presos fueron llevados uno por uno a la cárcel, donde los recibió el alcaide , que les comunicó la seriedad de su falta y su nuev a condición de reclusos
  • 56. Se registró y se desnudó a cada recluso sistemáticamente. Después se les espulgó con un spray para transmitirles nuestra convicción de que podían tener gérmenes o piojos -tal como podemos ver en esta serie de fotografías
  • 57. Todos los reclusos recibieron un uniforme cuyo componente principal era un vestido, o saco, que llevaban siempre sin ropa interior. Delante y detrás del saco constaba su número de identificación personal. Se les designaría por números en lugar de por sus nombres.   Cada recluso arrastraba el peso de una cadena atada al tobillo derecho, que debían llevar a todas horas. Como calzado llevaban sandalias de goma, y todos tenían que cubrirse la cabeza con un gorro hecho de una media de nailon femenina.
  • 58.  
  • 59. Empezamos con nueve guardas y nueve reclusos en nuestra cárcel. Tres guardas trabajaban en cada uno de los tres turnos de ocho horas, mientras que tres reclusos ocupaban cada una de las tres celdas desnudas, permanentemente. Los guardas y los reclusos restantes de la muestra de veinticuatro estaban disponibles en caso de que fuese necesario. Las celdas eran tan pequeñas que sólo había espacio para tres catres, donde dormían o se sentaban los reclusos, y para poca cosa más.
  • 60. A las 2.30 de la madrugada, se despertó bruscamente a los reclusos con toques de silbato para el primero de los numerosos "recuentos". Los recuentos servían para familiarizar a los reclusos con sus números (los recuentos se repetían varias veces en cada turno y a menudo por la noche). Al principio, los reclusos no estaban totalmente metidos en su papel y no se tomaban los recuentos con mucha seriedad, intentaban afirmar su independencia. También los guardias aún no estaban seguros de cómo ejercer su autoridad sobre los reclusos
  • 61. Las flexiones eran una forma habitual de correctivo físico impuesto por los guardas para castigar las infracciones de las normas o las muestras de actitudes inadecuadas hacia los guardas o la institución. Cuando vimos que los guardas hacían hacer flexiones a los reclusos, inicialmente pensamos que era un tipo de castigo inapropiado para una cárcel -una forma de castigo suave y un poco juvenil. Hay que señalar que uno de nuestros guardas incluso se subía de pie sobre la espalda de los reclusos mientras hacían las flexiones u obligaba a otros reclusos a sentarse o subirse de pie sobre la espalda de sus compañeros
  • 62. Debido a que el primer día transcurrió sin incidentes, la rebelión que estalló durante la mañana del segundo día nos sorprendió y nos pilló totalmente desprevenidos. Los reclusos se quitaron los gorros de media, se arrancaron los números e hicieron barricadas dentro de las celdas poniendo las camas contra la puerta. El problema era, ¿qué hacíamos con esta rebelión?
  • 63. Los guardas estaban muy enfadados y frustrados porque los reclusos, además, empezaron a burlarse de ellos y a maldecirlos. Cuando llegaron los guardas del turno de mañana, se enfadaron con los del turno de noche porque pensaban que éstos habían sido demasiado indulgentes. Los guardas tuvieron que manejar la rebelión ellos solos, y lo que hicieron nos dejó fascinados.
  • 64. Al principio insistieron en que necesitaban refuerzos. Llegaron los 3 guardas que esperaban en casa preparados y el turno nocturno de guardas permaneció de servicio voluntariamente para reforzar el turno de la mañana. Los guardas se reunieron y decidieron responder a la violencia con la violenc ia Tomaron un extintor que disparaba un chorro de dióxido de carbono que helaba hasta los huesos, y obligaron a los reclusos a alejarse de las puertas. (Los extintores estaban allí para cumplir con los requisitos del Consejo de Investigación de Humanidades de Stanford, que se había preocupado por el potencial peligro de incendio.
  • 65. Los guardas forzaron la entrada de las celdas, desnudaron a los reclusos, les quitaron las camas, aislaron a los cabecillas de la rebelión y, en general, empezaron a humillar e intimidar a los recluso
  • 66. A partir de este momento, los guardias trataron de dividir a los prisioneros y enfrentarlos situándolos en bloques de celdas "buenos" y "malos", para hacerles creer que había "informantes" entre ellos. Esta treta fue muy efectiva, pues no se volvieron a producir rebeliones a gran escala. De acuerdo con los consejeros de Zimbardo, esta táctica había sido empleada con éxito también en prisiones reales estadounidenses.
  • 67. Las tácticas psicológicas consistían en establecer una celda de privilegio. Una de las tres celdas se convirtió en "celda de privilegio". Los tres reclusos menos involucrados en la rebelión recibieron privilegios especiales. Les devolvieron los uniformes y las camas y se les permitió lavarse y cepillarse los dientes. A los otros no. A los reclusos privilegiados se les sirvió, además, una comida especial ante la presencia de los otros reclusos que habían perdido, temporalmente, el privilegio de comer. El resultado fue que se rompió la solidaridad entre los reclusos.
  • 68. Después de medio día bajo este nuevo tratamiento, los guardas tomaron a algunos de los reclusos "buenos" y los pusieron en las celdas "malas", y a algunos de los reclusos "malos" los pusieron en la celda "buena", desconcertando completamente a todos los reclusos. Algunos de los que habían sido cabecillas pensaron que los reclusos de la celda privilegiada debían de ser confidentes y, de repente, empezaron a desconfiar los unos de los otros. Los consultores ex presidiarios nos informaron después de que guardas auténticos utilizaban una táctica similar en cárceles reales para romper alianzas entre reclusos. Por ejemplo, el racismo se usa para enfrentar entre sí a negros, chicanos y blancos. De hecho, en una cárcel real, la mayor amenaza para la vida de cualquier recluso proviene de los otros reclusos.
  • 69. La rebelión de los reclusos también tuvo un papel importante en el aumento de solidaridad entre los guardas. De repente, ya no era sólo un experimento, ni una simple simulación. Al contrario, los guardas vieron a los reclusos como alborotadores que iban a por ellos y que les podían hacer daño. En respuesta a este peligro, los guardas empezaron a aumentar su control, vigilancia y agresión.
  • 70. Todos los aspectos del comportamiento de los reclusos quedaron bajo el control total y arbitrario de los guardas. Incluso ir a los servicios se convirtió en un privilegio que un guarda podía otorgar o negar a su antojo. Después del cierre y apagado de luces diario a las diez de la noche, a menudo se obligaba a los reclusos a orinar o defecar en un cubo que habían dejado en su celda. A veces los guardas no permitían a los reclusos vaciar los cubos, y pronto la cárcel empezó a apestar a orines y excrementos -aumentando así el ambiente degradante del entorno.
  • 71. Los guardas fueron especialmente duros con el cabecilla de la rebelión, el recluso #5401, un fumador empedernido al que controlaron regulando cuando podía o no fumar. Después supimos, mientras censurábamos el correo de los reclusos, que era un supuesto activista radical. Se había presentado voluntario para "desenmascarar" nuestro estudio que, por error, pensaba que era una herramienta del sistema para encontrar formas de controlar a los estudiantes radicales.
  • 72. De hecho, había planeado vender la historia a un periódico clandestino cuando acabase el experimento. A pesar de ello, incluso él entró tan completamente en su papel de recluso que estaba orgulloso de haber sido elegido líder del Comité de quejas de la cárcel del condado de Stanford, tal como revelaba en una carta a su novia.
  • 73. Cuando aún no hacía 36 horas que duraba el experimento, el recluso #8612 empezó a sufrir un trastorno emocional agudo, razonamiento ilógico, llanto incontrolable y ataques de ira. Pese a todo, como ya habíamos llegado a pensar casi como autoridades penitenciarias, creímos que intentaba engañarnos para que lo liberásemos. Cuando el consultor presidiario principal entrevistó al recluso #8612, lo reprendió por ser tan débil y le explicó qué tipo de abusos podía esperar de guardas y reclusos si estuviese en la cárcel de San Quintín. Luego se le ofreció convertirse en confidente a cambio de no sufrir más humillaciones de los guardas. Se le dijo que lo pensara.
  • 74. Durante el siguiente recuento, el recluso #8612 dijo a los demás reclusos: "No podéis iros. No podéis dejarlo". Este mensaje fue realmente estremecedor y les hizo aumentar la sensación de que estaban encarcelados de verdad. El recluso #8612 empezó entonces a actuar como un "loco", a gritar, maldecir y a enfurecerse de tal manera que parecía que estuviese fuera de control. Aún necesitamos un poco más de tiempo antes de convencernos de que realmente sufría y de que había que liberarlo.
  • 75. Al día siguiente, dispusimos una hora de visita para los padres y amigos. Nos preocupaba que cuando los padres viesen el estado de la cárcel, insistieran en llevarse a sus hijos a casa. Para contrarrestar este efecto, manipulamos la situación y a los visitantes para que el ambiente de la cárcel pareciese agradable y saludable.
  • 76. Lavamos, afeitamos y arreglamos a los reclusos, les hicimos limpiar y pulir las celdas, les hartamos de comida, pusimos música por el intercomunicador e, incluso, utilizamos a una antigua animadora deportiva de Stanford, la atractiva Susie Phillips, para dar la bienvenida a los visitantes en recepción
  • 77. Cuando los visitantes llegaron, aproximadamente una docena, entusiasmados ante lo que parecía una experiencia novedosa y divertida, recondujimos sistemáticamente su comportamiento, para controlar totalmente la situación. Tuvieron que registrarse y esperar media hora, les dijimos que sólo dos visitantes podían ver a cada recluso, y se limitó la visita a 10 minutos, bajo la vigilancia de un guarda.
  • 78. Antes de que los padres pudiesen entrar en el área de visita, tuvieron que discutir el caso de su hijo con el alcaide. Naturalmente, los padres se quejaron de estas normas arbitrarias, pero hay que decir que las cumplieron, haciendo de buenos adultos de clase media.
  • 79. Cuando una madre me dijo que nunca había visto a su hijo tan mal, respondí pasando la culpa de la situación a su hijo: - ¿Qué le pasa a tu hijo? ¿No duerme bien? Luego le pregunté al padre: - ¿No cree que su hijo pueda aguantar? Se ofendió: - Claro que puede; es un muchacho muy fuerte, un líder. Se volvió hacia su mujer y le dijo: - Vámonos cariño, ya hemos perdido bastante tiempo. Y me dijo: - Nos volveremos a ver en la próxima visita.
  • 80. El siguiente suceso importante al que tuvimos que enfrentarnos fue el rumor de un plan de huida en masa. Uno de los guardas oyó hablar a los reclusos acerca de una huida que se produciría inmediatamente después del horario de visitas. El rumor era el siguiente: el recluso #8612, al que habíamos liberado la noche anterior, iba a reunir a un grupo de amigos y forzaría la entrada para liberar a los presos.
  • 81. Tras la reunión, decidimos introducir un confidente (un cómplice experimentado) en la celda que había ocupado el recluso #8612. La labor del confidente sería pasarnos información sobre los planes de huida. Entonces volví al Departamento de Policía de Palo Alto y pregunté al sargento si podíamos transferir a los reclusos a su antigua cárcel.
  • 82. Mi petición fue denegada porque el Departamento de Policía no estaría cubierto por el seguro si trasladábamos a los reclusos a su cárcel. Me fui de allí enfadado y asqueado ante aquella falta de cooperación de las instituciones (había entrado completamente en mi papel).
  • 83. Después formulamos un segundo plan. Se trataba de desmantelar la cárcel cuando los visitantes hubiesen marchado, llevar más guardas, encadenar a los reclusos juntos, ponerles bolsas en la cabeza y trasladarlos a un almacén en el quinto piso hasta después del momento en que esperábamos que se forzase la entrada. Cuando llegasen los conspiradores, yo estaría sentado allí solo. Les diría que el experimento había terminado y que habíamos mandado a todos sus amigos a casa, que no quedaba nada por liberar. Cuando se fuesen, haríamos volver a los reclusos y doblaríamos la seguridad de la cárcel. Llegamos incluso a pensar en hacer volver al recluso #8612 con algún pretexto y encarcelarlo de nuevo diciéndole que había sido liberado erróneamente.
  • 84. Estaba sentado allí yo solo, esperando ansiosamente a que los intrusos forzasen la entrada, cuando apareció un colega y antiguo compañero de habitación de la Universidad de Yale, Gordon Bower. Gordon había oído que hacíamos un experimento y vino a ver qué pasaba. Le expliqué brevemente lo que estábamos haciendo, y Gordon me hizo una pregunta muy simple: - Dime, ¿cuál es la variable independiente de este estudio? Sorprendentemente, me enfadé de verdad. Estaban a punto de forzar la entrada delante de mí, peligraba la seguridad de mis hombres y la estabilidad de mi cárcel, y ahora tenía que enfrentarme a este memo decadente, académico, liberal, de buen corazón que estaba preocupado... ¡por la variable independiente!
  • 85. El rumor de que forzarían la entrada de la cárcel no pasó de ser un rumor. Nunca se materializó. ¿Cómo reaccionamos ante tal desastre? Con una frustración considerable y con un sentimiento de fracaso ante tanto esfuerzo para nada. Alguien tenía que pagar por ello. Los guardas intensificaron el nivel de vejaciones, aumentando las humillaciones a los reclusos, obligándoles a realizar trabajos denigrantes como limpiar las tazas de los váteres con las manos desnudas. También les obligaron a hacer flexiones, saltos extendiendo brazos y piernas, cualquier cosa que se les ocurriese, y aumentaron los recuentos.
  • 86. A estas alturas del estudio, invité a un sacerdote católico, que había ejercido de capellán en una prisión, para evaluar hasta qué punto nuestra situación carcelaria era realista, y el resultado fue verdaderamente kafkiano.   El capellán entrevistó individualmente a todos los reclusos y observé, con estupor, cómo la mitad de los reclusos se presentaban con el número en vez de con su nombre. El sacerdote, después de hablar sobre nada en concreto, les hacía la pregunta clave: - Hijo, ¿qué haces para poder salir de aquí?
  • 87. Cuando los reclusos respondían con perplejidad, les decía que la única manera de salir de la cárcel sería con la ayuda de un abogado. Después se ofrecía voluntario para avisar a sus padres en caso de que quisiesen obtener ayuda legal, y algunos de los reclusos aceptaron la oferta
  • 88. El único recluso que no quiso hablar con el sacerdote fue el #819, que se encontraba mal, se había negado a comer y quería ver a un médico antes que a un cura. Finalmente, lo convencimos de que saliera de su celda y hablara con el cura y el superintendente para que pudiésemos ver qué tipo de médico necesitaba. Mientras nos hablaba, tuvo una crisis nerviosa y empezó a llorar de forma histérica, igual que los dos chicos que habíamos liberado antes.
  • 89. Le quité la cadena del pie, el gorro de la cabeza y le dije que fuese a descansar en una habitación contigua al patio de la cárcel. Dije que le daría comida y lo llevaría a que lo viese un médico.
  • 90. Mientras tanto, uno de los guardas alineó a los demás reclusos y les hizo cantar: "El recluso #819 es un mal recluso. Por culpa del recluso #819, mi celda es un desastre, señor oficial de prisiones". Corearon esta frase al unísono una docena de veces En cuanto me di cuenta de que el recluso #819 podía oírlos cantar, volví rápidamente a la habitación donde lo había dejado, y encontré a un chico que lloraba desconsoladamente mientras de fondo se oía a sus compañeros de cárcel gritando que era un mal recluso. El canto ya no era desorganizado y divertido como había sido el primer día. Ahora estaba marcado por una absoluta sumisión y conformidad, como si una sola voz dijese "el recluso #819 es malo".
  • 91. Sugerí que nos marchásemos, pero se negó. Mientras le caían las lágrimas, dijo que no podía irse porque los demás lo habían etiquetado como mal recluso. A pesar de encontrarse mal, quería regresar y demostrar que no era un mal recluso. En aquel punto, le dije: - Escucha, tú no eres el recluso #819. Tú eres [su nombre] y yo me llamo Dr. Zimbardo. Soy psicólogo y no superintendente de prisiones, y esto no es una cárcel real. Esto es sólo un experimento y aquellos chicos, como tú, son estudiantes y no reclusos. Vámonos. Dejó de llorar de golpe, me miró como un niño pequeño que acaba de despertar de una pesadilla y contestó: - De acuerdo, vámonos.
  • 92. Al día siguiente, a todos los reclusos que creían que tenían razones para obtener la libertad condicional se les encadenó y se les llevó individualmente ante la Comisión de Libertad Condicional. La comisión estaba formada, principalmente, por personas que los reclusos no conocían (secretarios de departamento y estudiantes licenciados) y estaba encabezada por nuestro principal asesor penal.
  • 93. Durante estas vistas sucedieron algunas cosas relevantes. En primer lugar, cuando preguntamos a nuestros reclusos si renunciarían al dinero que habían ganado hasta el momento a cambio de la libertad condicional, la mayoría dijo que sí. Entonces, cuando terminamos las entrevistas diciendo a los reclusos que volvieran a sus celdas mientras considerábamos sus peticiones, todos los prisioneros obedecieron, a pesar de que podían haber obtenido el mismo resultado simplemente abandonando el experimento. ¿Por qué obedecieron?
  • 94. ¿Por qué obedecieron? Porque se sentían impotentes para resistir. Su sentido de la realidad había dado un vuelco y ya no percibían el encarcelamiento como un experimento. En la cárcel psicológica que habíamos creado, sólo el personal de prisiones tenía poder para conceder la libertad condicional.
  • 95. Durante las sesiones de libertad condicional también fuimos testigos de una metamorfosis inesperada de nuestro asesor principal cuando adoptó el papel de jefe de la Comisión de Libertad Condicional. Literalmente, se convirtió en el más odioso oficial autoritario imaginable, tanto que, cuando todo acabó, sintió repugnancia de ver en lo que se había convertido: era igual a su verdugo, el que había rechazado sus peticiones anuales de libertad condicional durante dieciséis años mientras estuvo preso.
  • 96. El quinto día se había creado una nueva relación entre los reclusos y los guardas. Ahora los guardas se identificaban más fácilmente con su trabajo -un trabajo que unas veces era aburrido y otras, interesante. Había tres tipos de guardas. En primer lugar, estaban los guardas duros pero justos, que seguían las normas de la cárcel. En segundo lugar, estaban los "buenos tíos", que hacían pequeños favores a los reclusos y nunca los castigaban.
  • 97. Y por último, casi una tercera parte de los guardas eran hostiles, arbitrarios e imaginativos en sus formas de humillar a los reclusos. Estos guardas, aparentemente, disfrutaban completamente del poder que ejercían, a pesar de que ninguno de nuestros tests de personalidad previos había podido predecir este comportamiento. La única conexión entre personalidad y comportamiento en la cárcel, fue el descubrimiento de que los reclusos con un alto grado de autoritarismo aguantaron más tiempo que otros reclusos el autoritario entorno de nuestra cárcel.
  • 98. La mayoría de los reclusos pensaron que se seleccionó a los guardas porque eran más corpulentos que los individuos seleccionados para ser reclusos, pero en realidad no había diferencia en la estatura media de los dos grupos.
  • 99. Los reclusos se enfrentaron a sus sentimientos de frustración e impotencia de varias formas. Al principio, algunos reclusos se rebelaron o discutieron con los guardas. Cuatro reclusos reaccionaron con crisis nerviosas como válvula de escape. Un recluso desarrolló una erupción psicosomática por todo el cuerpo cuando supo que se había rechazado su petición de libertad condicional. Otros intentaron sobrevivir siendo buenos reclusos, haciendo todo aquello que los guardas les mandasen. Uno de ellos recibió el mote de "Sargento", por su manera militar de ejecutar todas las órdenes.
  • 100. Al final del estudio, los reclusos quedaron desintegrados, como grupo y como individuos. Ya no existía una unidad de grupo; solo un puñado de individuos aislados resistiendo, casi como prisioneros de guerra o pacientes de un hospital psiquiátrico. Los guardas lograron el control total de la prisión e impusieron la obedi encia ciega de todo recluso.
  • 101. Vivimos un último acto de rebelión. El recluso #416 era un recién llegado, uno de los sustitutos que teníamos en reserva. A diferencia de los demás reclusos, que habían experimentado un aumento progresivo de las vejaciones, este recluso se enfrentó al horror de golpe. Los reclusos veteranos le dijeron que era imposible abandonar, que era una cárcel auténtica. El recluso #416 se declaró en huelga de hambre para forzar su liberación. Después de varios intentos fracasados para conseguir que comiese, los guardas lo dejaron incomunicado durante 3 horas, aun cuando sus propias normas establecían una hora como límite. No obstante, el recluso #416 siguió rechazando la comida.
  • 102. A estas alturas, el recluso #416 hubiera debido convertirse en un héroe para los demás reclusos. En cambio, lo consideraron como un alborotador. El jefe de los guardas explotó este sentimiento dando a elegir a los prisioneros entre dos opciones: dejarían salir al recluso incomunicado si a cambio renunciaban a sus mantas, o lo dejarían incomunicado toda la noche. ¿Qué creen que eligieron? La mayoría prefirió quedarse con su manta y dejar que el recluso sufriera en solitario toda la noche. Nosotros intervenimos más tarde y devolvimos al recluso #416 a su celda.
  • 103. La quinta noche, algunos padres visitantes me pidieron establecer contacto con un abogado para liberar a su hijo de la cárcel. ¡Explicaron que un sacerdote católico los había visitado para decirles que debían conseguir un abogado o defensor público si querían obtener la libertad bajo fianza de su hijo! Llamé a un abogado, tal como solicitaron, y vino al día siguiente para entrevistar a los reclusos con una serie de preguntas estándar, aunque también sabía que sólo era un experimento.
  • 104. Decidí terminar el estudio prematuramente por dos razones. En primer lugar, en las cintas de vídeo habíamos descubierto que los guardas habían intensificado las vejaciones a los reclusos durante la noche, cuando pensaban que los investigadores no miraban y que el experimento estaba "parado". El aburrimiento los había llevado a un abuso más pornográfico y denigrante de los reclusos.
  • 105. En segundo lugar, Christina Maslach, una doctorada de Stanford traída para entrevistar a los guardas y reclusos, protestó enérgicamente cuando vio que a los reclusos se les hacía marchar en fila hacia el lavabo, con la cabeza dentro de bolsas, las piernas encadenadas y las manos los unos sobre los hombros de los otros. Escandalizada, exclamó: "¡Es terrible lo que les estáis haciendo a estos chicos!". De las 50 personas o más que habían visitado nuestra cárcel, ella fue la única que cuestionó su moralidad. No obstante, una vez se opuso a la situación, se hizo patente que se debía acabar con el estudio. Y en consecuencia, después de sólo seis días, nuestra simulación de encarcelamiento prevista para dos semanas, fue cancelada.
  • 106. El último día tuvimos una serie de reuniones, primero con todos los guardas, después con todos los reclusos (incluidos aquellos a los que se había liberado antes), y por último una reunión conjunta con guardas, reclusos y todo el personal. Lo hicimos con el fin de que todos diesen a conocer sus sentimientos abiertamente, para explicar lo que habíamos observado de los demás y de nosotros mismos, y para compartir nuestras experiencias, que habían sido bastante profundas para todos.
  • 107. También intentamos que fuese un momento de reeducación moral, revisando los conflictos que la simulación había hecho aparecer y nuestro comportamiento. Por ejemplo, revisamos las opciones morales de que habíamos dispuesto, a fin de estar mejor preparados para comportarnos éticamente en situaciones futuras de la vida real, y evitar u oponernos a situaciones que podían transformar a individuos comunes en ejecutores complacientes o víctimas del mal.
  • 108. En estas reuniones, todos los reclusos mostraron su alegría porque el experimento hubiese terminado, pero la mayoría de los guardas se mostraron preocupados de que el estudio hubiese acabado prematuramente. Nuestro estudio acabó el 20 de agosto de 1971. Al día siguiente hubo un intento de huida en San Quintín. No había pasado un mes cuando las cárceles volvieron a ser noticia al estallar un motín en la prisión de Attica, Nueva York.
  • 109. Conclusiones: Se ha dicho que el resultado del experimento demuestra la impresionabilidad y la obediencia de la gente cuando se les proporcionan una ideología legitimadora y el apoyo institucional. También ha sido empleado para ilustrar la teoría de la disonancia cognitiva y el poder de la autoridad.
  • 110. Conclusiones: En psicología se suele decir que el resultado del experimento apoya las teorías de la atribución situacional de la conducta en detrimento de la atribución disposicional. En otras palabras, se supone que fue la situación la que provocó la conducta de los participantes y no sus personalidades individuales. De esta forma sería compatible con los resultados del también famoso experimento de Milgram, en el que gente ordinaria cumple órdenes de administrar lo que parecen shocks eléctricos fatales a un compañero del experimentador.
  • 111. Críticas: El experimento fue ampliamente criticado por su falta de ética y considerado en los límites del método científico. Los críticos incluyen a Erich Fromm, que cuestionó si se podrían generalizar los resultados del experimento. Como fue un trabajo de campo, fue imposible llevar a cabo los controles científicos tradicionales. Zimbardo no fue un mero observador ‘neutral’, sino que controló la dirección del experimento como "superintendente". Las conclusiones y las observaciones de los investigadores fueron muy subjetivas y basadas en anécdotas, y el experimento es muy difícil de reproducir por otros investigadores.
  • 112. Críticas: El experimento fue criticado también respecto a su validez ecológica. Muchas de las condiciones impuestas al experimento fueron arbitrarias y pueden no estar correlacionadas con las condiciones reales de las prisiones, incluyendo la llegada de los "prisioneros" con los ojos vendados, hacerles vestir ropa de mujer, no permitirles vestir ropa interior, impedirles mirar a través de ventanas y prohibirles usar sus nombres reales.
  • 113. Críticas: Zimbardo se defendió de estas críticas declarando que la prisión es una experiencia confusa y deshumanizante, y que era necesario impulsar estos procedimientos para darles a los "prisioneros" las condiciones mentales adecuadas; pero es difícil saber cuán similares son estos efectos a los de una verdadera prisión, y las condiciones del experimento son difíciles de reproducir exactamente para que otros investigadores puedan llegar a conclusiones a este respecto.
  • 114. Haslam y Reicher (2003), psicólogos de la Universidad de Exeter y la Universidad de St Andrews, llevaron a cabo una repetición parcial del experimento con la asistencia de la BBC, que televisó escenas del estudio en un reality show llamado “El experimento”. Los resultados y conclusiones fueron muy diferentes a los de Zimbardo. Aunque su procedimiento no fue una réplica directa del de Zimbardo, su estudio arroja nuevas dudas sobre la generalidad de sus conclusiones.
  • 115. Una novela de 1999 del autor alemán Mario Giordano titulada Black Box se inspiró en el experimento de Stanford.
  • 116. Das Experiment (El experimento), una película alemana del director Oliver Hirschbiegel rodada en 2001, está basada en la novela de Giordano.
  • 117.
  • 118. Experimentos en Psicología Social que pueden aportar a la Criminología Francisco J. Estrada Vásquez http://justiciapenaladolescente.blogspot.com/